Minimalismo vital
Ya hace tiempo que el sueño americano ardió en las llamas del consumismo exacerbado, una cultura de usar y tirar en la que comprar y adquirir bienes materiales es parte de la neurosis colectiva.
Esto no podía durar para siempre. Las cenizas de este modelo también han llegado a Europa y resto de países de cultura capitalista.
Consumimos con ansia en busca de la felicidad, tratando de llenar nuestro vacío interior poseyendo cosas que en el fondo nos poseen a nosotros, ya que para conseguirlas entregamos a cambio nuestro tiempo.
«La misma búsqueda de la felicidad es lo que frustra la felicidad», escribió el psiquiatra austriaco Viktor Frankl.
Buscamos secretamente la felicidad en todos nuestros actos, también en las compras, pero nada de eso puede llenarnos, porque el sentido de la vida no puede adquirirse con dinero.
Cuando comprendemos que tener más y más cosas no nos hará dichosos, podemos despertar y tomar alternativas fuera de la corriente principal.
REGRESANDO A LA SIMPLICIDAD
Un enfoque vital alternativo, opuesto a un salario anual de seis dígitos con sesenta horas o más de trabajo por semana —noches y fines de semana incluidos, en muchas ocasiones—, puede ser.
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