LA NOVELA HISTÓRICA ENTRE LA REALIDAD Y LA IMAGINACIÓN
MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES DE LA HISTORIA
Existe cierto consenso entre los especialistas en señalar la publicación de libros como Waverley (1814), o el más popular Ivanhoe (1819), como el inicio de la novela histórica en Occidente; una veta literaria que luego continuarán un sinfín de autores, de Alexandre Dumas a Santiago Posteguillo. Pero, ¿son realmente las ficciones de Walter Scott las primeras narraciones históricas de todos los tiempos? ¿Acaso no podemos considerar también relatos históricos (pese a los elementos «fantásticos») las diversas evocaciones de la vida de Cristo contadas por los apóstoles y los apócrifos? ¿O, aún antes, la crónica realizada por Platón de los últimos días de su maestro en La apología de Sócrates?
Al hablar de novela histórica, se hace necesario reflexionar por un instante sobre cuáles son sus límites. E. M. Forster, consciente del carácter proteico y «mestizo» del género literario, definió «novela» como «cualquier obra de ficción en prosa que tenga más de 50.000 palabras». Pero, ¿qué ocurre cuando la ficción cuenta hechos que podemos considerar «reales»? ¿Podemos en ese caso seguir hablando todavía de novela? La solución nos la da la profesora de literatura alemana Käte Hamburger, (Antonio Machado, 1995), apunta que cualquier escritor de ficción «transforma la materia histórica de la novela en materia no histórica»
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