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El Relato de la Novia del Vampiro
El Relato de la Novia del Vampiro
El Relato de la Novia del Vampiro
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El Relato de la Novia del Vampiro

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El Relato de la Novia del Vampiro por Rhiannon Frater

Una joven aristócrata es capturada por el más temible de los vampiros, e intenta escapar de su poder.

El Relato de la Novia del Vampiro

Todo lo que quise alguna vez fue la libertad de vivir la vida según mis deseos, a pesar de las esperanzas de mis padres aristócratas de asegurarme un esposo de prestigio. Pero mi destino fue mucho más terrible que el de un matrimonio arreglado cuando mi familia se volvió prisionera de uno de los más temibles y poderosos vampiros de todos los tiempos, el Conde Vlad Drácula.

Encarcelada en el decrépito castillo en las montañas del Cárpato, mi nueva vida como la Novia de Drácula ha estado llena de festines sangrientos, crueles palizas y depravación sexual. No había esperanza de escapar.

Fue solo cuando él me llevó a la pintoresca ciudad de Buda en el río Danubio que conocí a un apuesto, misterioso vampiro en las sombrías calles de la ciudad, y me atreví a esperar encontrar el amor y la libertad

LanguageEspañol
PublisherBadPress
Release dateJul 14, 2019
ISBN9781547597758
El Relato de la Novia del Vampiro
Author

Rhiannon Frater

Rhiannon Frater is the author of As the World Dies, which includes The First Days, Fighting to Survive, and Siege, which she originally self-published before substantially revising the books for Tor’s publication. The First Days and Fighting to Survive each won the Dead Letter Award from Mail Order Zombie.  Frater has written several other horror novels.  She lives in Texas.

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    El Relato de la Novia del Vampiro - Rhiannon Frater

    Dedicado con sumo amor y afecto a mi madre, esposo y mi mejor amigo, Dru.

    Agradezco especialmente a Felicia, por su ofrecimiento de editar esta novela, y a Helen, por asegurarse de que es apropiadamente inglesa

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    Capítulo 1

    El Diario de la Dama Glynis Wright,

    El Castillo

    4 de agosto de 1819

    No existe refugio en este lugar. Lucho por encontrarlo, pero me evade. He deambulado por este castillo como un espectro, anhelando encontrar un atisbo de calma. Este lugar es la muerte. Hiede a ella. Sabe a ella. Puedo oír sus gritos en el viento, sin poder ocultarme de su tacto gélido.

    Cuán curioso es que este pequeño diario, con sus páginas andrajosas y su encuadernación rasgada, sea mi único compañero. Sí, hay otros, pero mi ira se vierte sobre ellos. Prefiero recogerme en esta esquina y registrar todo lo que ha acontecido en este terrible lugar.

    La muerte, el dolor, la sangre... tanta sangre...

    Sólo parece adecuado entregar al papel los juicios que he sufrido, incluso si nadie llegara a leer este diario.

    Dulce y querido diario, eres mi único amigo. Permite que derrame en ti mis palabras.

    Escribiré hasta que mi historia en este lugar esté completamente narrada...

    La cruel belleza a mi alrededor me llenó de una sensación de temor, y deslicé una de mis pequeñas manos enguantadas bajo los dedos fuertes pero aun así gentiles de mi padre. Con una dulce sonrisa, mi padre meció mi mano contra su rodilla huesuda, apretándola gentilmente. Su gesto de amor me alivió mientras contemplaba la brutal, majestuosa belleza de las Montañas del Cárpato más allá de la ventana sucia del carruaje.

    Inclinando mi mejilla, miré hacia las altas cumbres aproximándose por sobre el paso. Los rizos rojo oscuro enmarcando mi cara danzaban en una brisa que era un suave bálsamo para mi piel sonrojada. 

    Permítanme hacer una pausa para describirme a mí misma; soy una criatura de extraña apariencia con la complexión oliva claro de mi madre italiana y el cabello rojo de mi padre británico. Mis facciones han sido descritas como clásicas: ojos largos aguamarina, nariz romana, y una perfecta pequeña boca de botón de rosa.

    ¿Qué opinas, querida? me preguntó Papá.

    Sonreí tristemente. Es horrible.

    Qué respuesta más inapropiada para una jovencita, regañó Mamá.

    Mi madre se sentó frente a mi padre, tan dignamente como es posible en un carruaje tambaleante. Con cabello color bronce, ojos tan azules como el Mediterráneo, y sus finas facciones aún llenas de la ilusión de la juventud, bella era la única palabra para describir a mi madre. Su único defecto era su afilada lengua, que era más veloz y mortífera que cualquier espada, o eso le gustaba decir a mi padre.

    "¿Qué debiera decir, entonces?

    Mi madre suspiró y agitó una mano exasperadamente. Ella es tu hija, Edric. Por favor, háblale. Ya no me queda fuerza luego de este abominable viaje. Me dio una mirada penetrante, luego se volvió a confortar a mi hermana.

    May se sentó menguada y enferma, sus ojos azul oscuro mirando temerosamente desde abajo de su gorra a la vista más allá del carruaje. Adoraba a mi hermana menor, pero era siempre cohibida y temerosa. Me veía forzada a empujarla a cualquier aventura que emprendiéramos. No le había sentado bien viajar y siempre parecía enferma durante nuestros trayectos, ya fuera por mar o por tierra. Me parece que nos caeremos de esta montaña, Mamá.

    "No digas tal cosa, cara mia. Llegaremos pronto a la aldea, y todo estará bien."

    "Nunca me llama cara mia," le susurré a mi padre.

    No pasa nada, dijo Papá en una voz más bien de aburrimiento, acariciando mi mano.

    El viaje había sido largo y agotador. Todos estábamos tan fatigados y malhumorados.

    Bien, si en verdad caemos de la montaña, estoy segura de que nos aliviaremos de tanto deambular. Un último poco de emoción en nuestras aburridas vidas, decidí.

    Glynis, en serio, reprendió Mamá.

    Ignorándola, abrí la ventana del carruaje y me incliné hacia afuera para echar un vistazo hacia el escarpado descenso que yacía a apenas dos pies bajo las ruedas giratorias del carruaje.

    ¡Mamá, haz que pare! lloriqueó May, enterrando la cara en el hombro de Mamá.

    ¡En serio, Glynis! ¿No tienes pizca de cordura? ¿Por qué deseas disgustar tanto a tu hermana?

    Cedí bajo la reprimenda de mi madre mientras Papá entonaba, No pasa nada acariciando su mano para calmarla.

    En lugar de consentir a May, como era el deseo de Mamá, decidí fastidiarlas a ambas aún más. Estaba increíblemente cansada de que ambas fueran tan decididamente mujeres acerca de todo el viaje. Así que me incliné aún más hacia fuera de la ventana y dirigí a mi madre una sonrisa desafiante.

    ¡Glynis, regresa tu cabeza aquí dentro! ¡Tu hija es imposible, Edric!

    Me percaté de que el temperamento italiano de mi madre estaba a punto de sacar lo mejor de ella. Como no deseaba amonestar a Papá con mi desobediencia, retorné a mi asiento con un petulante suspiro. Acomodando mi falda, me erguí mojigatamente y procedí a contemplarla.

    ¡No me mires así, jovencita! Si te hubieras comportado en Venecia, Roma, Florencia, o incluso en París, no tendrían que estar aquí ahora en este lugar abominable increpó Mamá.

    Tenía un punto. Todo el propósito de nuestros viajes al extranjero era encontrar esposos adecuados para mí y mi querida hermana May. Nuestros pretendientes ingleses me encontraron demasiado directa y a mi hermana demasiado pasiva. Además, éramos demasiado extranjeras para muchos de los aristócratas ingleses debido a nuestra madre italiana. Ni siquiera su linaje Medici fue de ayuda para obtener el favor de la nobleza.

    No quiero un esposo, respondí esquivamente.

    ¿Oh, en serio? ¿Y qué es lo que quieres?

    Un continuo de jóvenes amantes. ¡Eso era! Sabía que eso la sacaría de sus casillas y le ahorraría a Papá su ira.

    Sin embargo, Mamá contrajo sus ojos y volvió su mirada afiladamente hacia mi padre. ¡Edric! ¿Lo ves, ves, lo que has permitido?

    Intenta provocarte, querida.

    No pude evitar sonreír. Papá me conocía tan bien. Estaba verdaderamente tan aburrida y sin descanso. Y cuando estoy aburrida y sin descanso, tiendo a comportarme más bien mal.

    ¡Ella es así por tu culpa!

    Quizás, dijo Papá. Inclinó su cabeza para mirar, sonriéndome con afecto.

    Lo imité y me relajé levemente. A pesar de los regaños constantes de Mamá, me sentía bastante segura de quien ella era, mi adorable, temperamental madre. Y sabía que Papá siempre me defendería. Adoraba lo directa que era, así como también adoraba eso en Mamá. Muchas veces me dijo cuánto me parezco a ella, y que era por eso que no quería cambiarme. Si amaba a mi madre por todo su temple feroz, entonces algún hombre me amaría por la misma razón.

    Mira, Glynis. Ve esas tumbas ahí en el cruce de los caminos. Los campesinos de este país creen que si entierras criminales junto a la encrucijada no podrán regresar de entre los muertos.

    ¿De verdad? Me incliné inmediatamente para ver, mis ojos colmados de mórbida curiosidad.

    ¡Oh, qué espantoso! jadeó May, luciendo aún más pálida que antes.

    ¿Ves lo que estás haciendo, Edric? De nuevo, solamente incentivas su extravagancia. ¿Por qué, por qué, Glynis, no puedes comportarte como una dama?

    Sí actúo como una dama, Mamá. Todos me adoraban en Italia excepto los hombres. Es mi boca la que me mete en problemas. ¿Recuerdas? Eso es lo que siempre recalcas. La contemplé con grandes, inocentes ojos.

    Esa lengua tuya. ¿De quién la obtuviste? Mamá suspiró, cansada de discutir.

    Me lo pregunto, dijo Papá con una voz suave. Una pequeña sonrisa cruzó sus labios.

    Mamá parecía resentida, luego se relajó y sonrió. ¡No diré más! Todos estamos exhaustos de esta tediosa travesía. Pensemos en asuntos más agradables.

    Me siento tan enferma. Gimió May mientras intentaba asirse en el carruaje bamboleante.

    Sí que parece que avanzamos horriblemente rápido, decidió Papá. Aflojó la ventana junto a él y la abrió deslizándola. Inclinándose fuera de la ventana del carruaje, gritó, ¿Ovidiu, por qué nos movemos tan velozmente?

    No pude oír la respuesta por encima del estruendo del carruaje, pero cuando Papá volvió a su asiento, su expresión era una de desconcierto.

    ¿Qué fue lo que dijo? exigió Mamá.

    Dijo que la noche se aproxima y que debemos llegar a la aldea antes de que caiga la oscuridad. Luego dijo la cosa más extraña.

    ¿Qué era? pregunté.

    Los muertos viajan rápido, contestó Papá en un tono perplejo.

    Salvajes. Son salvajes supersticiosos. Desdeñó Mamá, continuando sus mimos a May.

    Y tú quieres que me case con uno, dije.

    No pasa nada, suficiente de eso, farfulló Papá, su mirada un poco perdida mientras sopesaba el sentido de las palabras de Ovidiu.

    Desearía que pudiéramos llegar a la aldea pronto, dijo May. ¡Me siento tan enferma!

    Espero que nunca lleguemos allí, dije enfurruñada.

    Por favor, Glynis, debes ser amable con nuestro anfitrión. Me aludió Mamá. Este hombre es un muy respetado miembro de la Sociedad Húngara. Sir Stephen dijo que ha tenido varios asuntos con el Conde, y que tiene una muy buena opinión de él.

    ¡Pero ni siquiera lo conocemos! ¡Y ciertamente no recuerdo haber visto a este Conde en ninguna de las cenas de gala a las que atendimos! Ignoré la mano implorante de mi madre y le dirigí la mirada. Honestamente no recordaba haber encontrado tal hombre en cualquiera de los eventos a los que los padres habían insistido que asistiéramos. Por supuesto, yo había evitado deliberadamente pasar demasiado tiempo con nadie que pareciera sinceramente interesado en mí.

    Sí recordaba una noche en especial cuando sentí escalofríos bajando por mi espalda y supe que alguien me estaba observando. Nunca pude dilucidar quién había sido, pero la experiencia me había hecho sentir horriblemente intranquila. Con la suerte que tengo, el admirador desconocido era el hombre que había convocado a mi familia a su propiedad en lo alto de las Montañas del Cárpato. Estaba segura de que se trataba de algún anciano desagradable que no quería nada más que un cuerpo joven y núbil para satisfacer su lasciva lujuria. Poco me percataba de cuán cerca de la realidad estaban mis cavilaciones...

    Mamá alzó sus manos. ¡Edric, por favor lidia con tu hija!

    Papá se acercó y presionó mi mano firmemente. No pasa nada, Glynis.

    Sentí un ardiente enojo aflorando dentro de mí. ¡Odiaba que mis padres se atrevieran a creer que podían simplemente decirme con quién casarme y esperar mi complacencia! Este Conde probablemente era un feo anciano sin cabello y con dientes maltrechos. No me interesaba conocer a este extraño que estaba tan enamorado de mí. No me había gustado su caligrafía: llena de bucles y estrafalaria. Y ese feo sello en la carta me disgustó. ¡Un dragón, de todas las cosas!

    Podrías ser una Condesa si te casaras con este caballero, dijo Mamá, intentando apaciguarme.

    Hice una morisqueta y miré fijamente por la ventana al camino ondeante que recorríamos tan precariamente. Me encontré a mí misma casi deseando caer de la montaña. La muerte debe ser una cosa adorable, poética. Los ángeles arrancarían mi alma de mi cuerpo destrozado y me elevarían al Cielo. Sí, eso sería mejor que casarme con un Conde viejo, calvo y gordo.

    Debes ser amable con el Conde. Simplemente debes ser agradable, dijo Mamá firmemente. Sonaba muy desesperada. ¡Por favor, querida mía, por favor!

    Glynis, no alteres a tu madre, dijo Papá.

    El carruaje se sacudió repentinamente y los caballos relincharon. Fui lanzada sobre mi madre, y ambas caímos al piso mientras el carruaje se balanceó hacia arriba saliendo del camino a los matorrales. Luchamos por volver a nuestros asientos mientras el carruaje continuaba tambaleándose.

    May se desmayó en los brazos de nuestra madre.

    ¡Edric! Mamá aferró con fuerza a May mientras éramos sacudidos.

    Papá se inclinó por la ventana y le gritó al conductor que se detuviera. Fue casi arrojado por la ventana por el salvaje bamboleo del carruaje.

    Me sujeté tan bien como pude mientras me preguntaba si mi deseo de una muerte repentina estaba por volverse realidad. No estaba tan segura de querer morir en esta tierra extraña.

    Súbitamente, nuestro ascenso empinado cesó, y fuimos todos arrojados a un cúmulo en el suelo.

    Papá abrió la puerta de un empujón y saltó del carruaje que aún se mecía.

    Con voz potente, exigió, ¿En el nombre de Dios que está sucediendo?

    Nuestro guía, Ovidiu, y el conductor ya estaban hablando ansiosamente en su lengua nativa, gesticulando agitadamente.

    Por Dios, hombre, ¿me oyes? ¿Qué ocurre?

    Salí a traspiés del carruaje y me paré junto a mi padre, sacudida y metiendo mis rizos dentro del bonete.

    El moreno guía de Transilvania se arrojó junto a mi Padre. Sus ojos oscuros parecían casi enloquecidos de miedo. El paso a la aldea está cortado. Hubo una gran tormenta. Sopló muchas rocas grandes y bloqueó el caminó. El único otro camino sube a las montañas.

    ¿Nos llevará a la aldea? Tenemos una reunión muy importante ahí, dijo Papá impacientemente.

    Es un camino peligroso. Muy peligroso. Ovidiu lucía como si fuera a sentarse en el suelo y llorar.

    No tenemos alternativa. Tomen el camino alto hacia la aldea, ordenó Papá.

    Mientras ellos hablaban yo estudiaba el camino con atención. El carruaje estaba un poco más allá de la interrupción del camino. El camino bajo obviamente conducía hacia la pequeña aldea donde llegaríamos esa noche. El carruaje había derrapado cuando el conductor abruptamente jaló las riendas conduciendo a los caballos al camino alto, estrellándose a través del follaje.

    ¡Es un camino peligroso! Ovidiu sacudió su cabeza. ¡Es demasiado peligroso ir por ahí!

    ¿Papá, de dónde vinieron las rocas? No de este camino.  Contemplé hacia abajo la extraña barricada. Es como si las hubieran colocado ahí.

    Papá estaba enfadado con nuestro guía. Era un hombre que se esperaba obedeciera sin preguntas. Es peligroso, pero también es el único camino despejado a nuestro destino. Estamos esperando un carruaje que nos recogerá mañana en la aldea hacia Rosy. ¡Debemos estar allí esta noche!

    La noche vendrá rápido ahora. El sol está bajo, dijo Ovidiu. Sus ansiosos ojos oscuros se dirigieron rápido hacia el sol en descenso.

    Sí, sí. Enciendan las linternas del carruaje. Partamos ya. ¡Desperdiciamos tiempo!

    Me acerqué a Papá. Estaba muy molesta por la forma en que estaba bloqueado el camino. Parecía tan deliberado. Las rocas, Papá-

    ¡Es un camino peligroso! Ovidiu parecía afectado. ¡Podemos regresar ahora! ¡Podemos estar muy lejos para cuando la luna esté llena!

    Tonterías y sinsentidos, Ovidiu. ¡Enciende las linternas y partamos! Papá le señaló al conductor que continuaríamos por este camino alto.

    ¡Papá!

    ¿Qué pasa, Glynis?

    Las rocas allá abajo -

    Sí, sí, ¿qué pasa con ellas? Papá miró hacia abajo a través de los árboles en la barrera bloqueando el camino bajo.

    ¿De dónde vinieron?

    Estamos en las montañas, Glynis. Hay rocas de todas las formas y tamaños alrededor. Ahora, dentro del carruaje contigo.

    ¡Pero es tan extraño, Papá!

    Es un país extraño, Glynis.

    Me subieron al carruaje y me senté reacia frente a mi madre.

    Era como si las hubieran colocado ahí, Papá. ¿No crees que es extraño? Quizás es una señal.

    Mamá aferró a May mientras trataba de aliviar a mi hermana aterrorizada. ¿Qué es una señal?

    El bloqueo del camino. Quizás Dios no quiere que vea al Conde. Quizás Dios ha bloqueado nuestro camino como una señal para nosotros, respondí. No creía realmente en mis palabras, pero temía continuar con nuestro viaje.

    Es 1819. Me parece que hemos superado ampliamente creer en señales, declaró Papá mientras tomaba su asiento. Cerró la puerta y golpeteó dentro del carruaje con los nudillos.

    El carruaje avanzó de un tirón, y comenzamos nuestro ascenso dentro del bosque ensombrecedor.

    Mientras el sol continuaba su viaje en descenso, las oscuras sombras comenzaron a llenar los valles. Me senté sopesando en silencio la extraña configuración de las rocas que bloquearon nuestro paso. May finalmente dejó de lloriquear y se quedó dormida en los brazos de nuestra madre. Papá parecía perdido en la jungla de su propia mente, mirando sin ver por la ventana. El silencio lleno nuestro pequeño refugio.

    La escalada fue traicionera, pero el sol continuaba hundiéndose bajo las cumbres escarpadas, los caballos galopaban más aprisa que antes. Nos sacudíamos en el carruaje con cada curva del camino.

    Podía sentir la urgencia de la voz del conductor mientras azuzaba a los caballos a mayor velocidad. El estruendo de truenos podía oírse rodando por las montañas mientras oscuras nubes presagiantes se desplegaban en lo alto ensombreciendo el cielo estrellado. El sol se desvaneció con un último destello a través de los pinos, luego la noche se apropió de la tierra.

    Mientras el cielo se transformaba de luz en oscuridad, también lo hizo nuestro ánimo. El día había estado empapado de refrescante luz solar. La noche era más oscura que cualquiera que pudiera recordar, el aire sofocante. Me sentía como si ni siquiera pudiera llenar mis pulmones. La oscuridad que llenaba el carruaje me ahogaba.

    Extrañamente, mi familia también parecía percibir el cambio. Caímos en un inquietante silencio. La boca de Mamá fue aprisionada tan herméticamente que sus labios estaban tan pálidos como la luna que contemplaba con tanto recelo.

    ¿Qué fue eso? susurró May.

    El relinchar de los caballos, dijo Papá, su voz cortando ásperamente la oscuridad.

    Un aullido agudo fue arrancado de la noche.

    ¡Papá, escuché algo también! aferré fuertemente su brazo.

    Fue entonces cuando Ovidiu comenzó a llamar estridentemente. Aunque usaba otro idioma, hubiera jurado que sus palabras eran una oración al Señor. Mientras oía incorporarse la voz profunda del conductor, miré preocupada a mi padre.

    Papá, ¿qué dijo antes el conductor?

    ¡Glynis! La voz de Mamá era un siseo.

    Los muertos viajan rápido, contestó mi padre. Su intranquilidad era un estruendo en su voz.

    Me estremecí ante la idea. Era horriblemente morbosa. Sin embargo, de alguna manera, fascinante. Estábamos en un país tan exótico, con extrañas costumbres que se remontaban a la remilgada sociedad inglesa. Sólo podía imaginar lo que quería decir el conductor. Audazmente, me asomé por la ventana.

    El frío viento jalaba mi cabello y ropa, pellizcando mi nariz. Adelante del carruaje, el camino se torcía entre los árboles. Volví mi mirada e inmediatamente dejé escapar un pequeño jadeo.

    Tres lobos, dos gris oscuro, uno blanco como la luz de la luna, corrían detrás del carruaje. Los ojos de los lobos parecían destellar con rojo fuego. Sus piernas fuertes parecían llevarlos en el viento mismo. Habría jurado que sus patas nunca tocaron el suelo.

    El lobo blanco me miró directamente a los ojos. Por un instante, un frío y tenso puñado de frío se aferró a mi cuerpo. Luego los tres lobos se desviaron del camino y desaparecieron dentro del bosque.

    Prácticamente me desplomé de vuelta a mi asiento, sin aliento de excitación. ¡Afuera había tres lobos! ¡Siguiéndonos! ¡Fue de lo más peculiar!

    ¿Qué? ¿Lobos? Mamá dejó escapar un pequeño jadeo.

    ¡Sí, lobos! Había tres lobos corriendo tras nosotros, dije. Mis ojos deben haber estado muy brillantes. ¡Eran hermosos!

    ¡Tonterías! ¡La noche debe estarle haciendo jugarretas a tu mente! Mamá arrojó una mirada temerosa hacia las ventanas.

    ¡En verdad los vi! ¡Se apresuraban tras nosotros!

    May lloriqueó asustada y se asió del brazo de Mamá.

    Edric, está asustando a su hermana. ¡Haz que pare!

    Papá palmoteó mi brazo suavemente. Sé amable con tu hermana.

    Fruncí el ceño, luego giré mi mirada cortantemente hacia la ventana. ¡Malditos todos! Nunca me creyeron. No era fantasiosa. Apenas era mucho más observadora de lo que a cualquiera de ellos les interesaba ser.

    Sentí la presencia de la noche en derredor: una entidad viviente que respiraba, susurrando palabras suaves contra mi carne. Nunca antes había sentido el toque sedoso de la noche acariciándome como ahora. Era una experiencia aterrorizante, aunque a la vez estimulante. Era como si la noche misma intentara seducirme.

    Mientras los cascos de los caballos tronaban y el cielo de la noche retumbaba, todos dentro del carruaje se acobardaron excepto yo. En lugar de sentir terror, me sentí muy viva. Me incliné hacia la oscuridad más allá del carruaje una vez más; mis manos asidas al marco de la ventana mientras el viento frío presionaba besos punzantes contra mis mejillas.

    ¡Glynis! ¡Vuelve a sentarte!

    Ignoré explícitamente a mi madre y observé cómo el bosque comenzó a hacerse menos denso. Podía ver la oscura impresión del valle abajo de nosotros. Por un instante, creí ver un destello blanco. Me tensé para ver y distinguí un destello de algo pálido de carrera a través de los árboles. Tenía que ser el lobo marfil.

    Déjame verte, por favor, llamé, sin entender verdaderamente el significado de mis palabras.

    Estoy aquí, pareció responderme el viento, y me sentí bastante chiflada.

    Vi una mujer de pie junto al camino. Una hermosa mujer con su largo cabello rubio y blanco vestido henchido al viento. El carruaje sobrepasó ágil la aparición, e, impulsivamente, estiré mi mano. Para mi sorpresa, la mujer fantasmal me alcanzó también, y las puntas de nuestros dedos se tocaron.

    Con un gemido, metí mi dedo congelado dentro de mi boca.

    El carruaje se sacudió inesperadamente mientras el bosque desaparecía. Me encontré a mí misma mirando hacia abajo dentro de un oscuro abismo. Dando un vistazo adelante, vi que el camino conducía directamente a un gran castillo que descansaba en el borde de un precipicio.

    ¡Hay un castillo adelante!

    ¡Un castillo! Mamá se olvidó de sí misma, inclinando su cabeza afuera de la ventana. ¡Gracias a Dios!

    Los caballos comenzaron a relinchar y el carruaje dio un bandazo. El conductor intentaba jalar las riendas para detener el carruaje antes de que alcanzara el amplio jardín del castillo.

    ¡Santo Dios, Ovidiu! ¡No los detengas! Hay un refugio, gritó Papá.

    Lo que fuera que intentaran los dos transilvanianos aterrorizados, fracasó ante la resistencia de los caballos. El carruaje se apresuró dentro del jardín a pesar de los esfuerzos del conductor. Resoplando y relinchando, los caballos traquetearon hasta una parada.

    ¡Al fin! ¡Refugio! Mamá acurrucó su aterrorizada hija menor contra su cuerpo. Es un refugio, mi querida May.

    Gracias a Dios, Mama. ¡Estaba tan asustada!

    Dirigí una mirada molesta hacia ellas, luego contemplé el imponente castillo afuera de la ventana. Obviamente había caído en desuso, y dudé de que alguien viviera dentro de sus paredes. Su exterior peñascoso no ofrecía ninguna bienvenida. Creí ver una luz sobre mí. Mirando arriba, vi un rostro mirándome desde una de las ventanas largas estrechas más altas. Pero a medida que las nubes se deslizaron sobre la luna llena, el rostro se desvaneció.

    Ovidiu abrió la puerta de un golpe y nos contempló con ojos horrorizados. "¡No podemos quedarnos aquí! ¡Debemos marcharnos!

    No seas ridículo. Debemos contactar al dueño de este castillo. Papá descendió y enderezó su abrigo. Debemos dar cuidado a las mujeres. Se paró en los peldaños en ruinas de la entrada, mirando en torno de sus lúgubres alrededores. No parecía muy envalentonado por el lamentable estado de este horripilante castillo, pero tenía que considerarnos a nosotras. Intentó enderezar sus ropas y alisó su desordenado cabello rojo encanecido con sus manos. Resuelto, marchó hasta la antigua puerta del castillo, y luego dudó.

    Mirando afuera a mi padre, por un momento creí ver su cambio de actitud. Me avistó de vuelta con la expresión más extraña. Creí ver miedo en sus ojos, luego recuperó su compostura, golpeó la puerta y aguardó.

    Por favor, señor, por favor, permítanos abandonar este lugar, dijo Ovidiu lastimosamente. Miró la puerta temerosamente y aferró su mano a su corazón.

    La puerta se abrió y la luz brotó de la entrada. Un hombre apareció llevando una linterna. La llevaba abajo a un lado y no pude distinguir su rostro.

    Lamento molestarlo- comenzó Papá.

    Earl Wright, esta es verdaderamente una sorpresa. No lo esperaba hasta mañana. La voz que provenía del extraño era grave, seductora y poderosa. Llevaba el acento del país, y me estremeció hasta los huesos.

    ¡Es el Conde! Mamá sonrió con alivio, posando su mano sobre su corazón. ¡Todo está bien!

    Contemplé a Ovidiu. El hombre gesticulaba ansiosamente, luciendo más que un poco asustado. Tuve el presentimiento de que no estaba todo tan bien como creía Mamá.

    Me sorprende que encontrara mi casa.

    Papá pareció demasiado desconcertado para responder. Sí, err, um...

    El Conde se aproximó al carruaje. Asumo que esta es su adorable familia, Earl Wright.

    ¡Sí, sí! Estamos todos aquí por su amable invitación, señor. No esperábamos encontrar su castillo. Fue bastante accidental.

    ¡Un espléndido accidente! Pero tranquilos, muchas cosas extrañas tales como ésta suceden en las noches en este país. El Conde alcanzó la puerta del carruaje y alzó su linterna. Sus ojos verdes enfocaron agudamente y me miró directamente. ¿No es así, Lady Glynis?

    Supongo, respondí. Me sentí inquieta por este hombre. Podía sentir su aura de poder presionándome, y me estremecí bajo su mirada.

    El Conde sonrió con sus labios sensuales, sus ojos quemando en los míos. Oh, se lo aseguro. Y bienvenida a mi casa. Yo soy Drácula.

    Capítulo 2

    El Diario de la Dama Glynis Wright – Continuación

    Al tiempo que contemplaba el rostro del Conde Drácula, sentí un temor tan escalofriante que mi cuerpo comenzó a temblar. Su rostro era alargado, con fuertes pómulos y una nariz aguileña. Labios suaves, sensuales, me sonreían por debajo de un grueso bigote, y un largo cabello castaño rojizo caía sobre sus hombros hasta su elegante cintura. Miraba mi rostro con tal intensidad que no podía siquiera comenzar a imaginar sus pensamientos.

    Conde Drácula, estamos extremadamente encantados de estar en su presencia, dijo Mamá.

    No soy realmente un Conde, señora mía, dijo. Finalmente, apartó su mirada de mí, dirigiéndola a ella. Soy el príncipe Vlad Drácula. Me llaman Conde porque mi familia ya no gobierna este país. Pero en realidad soy un Príncipe. Retrocedió y extendió su mano a Mamá. Sus manos eran largas y fuertes, sus uñas inusualmente largas en longitud.

    Mamá tomó su mano un poco nerviosamente y bajó del carruaje con su ayuda.

    Es tan apuesto, me susurró May.

    A su manera. Yo aún estaba luchando para recuperar mi compostura. Me sentía tan fría, tan débil.

    El Príncipe Vlad ayudó a bajar a May, luego extendió su mano hacia mí. Mientras observaba su rostro, pude sentir la fuerza de su mirada. Era un hombre de gran poder. No era en lo absoluto el viejo Conde calvo que había imaginado. Me sentí atraída hacia él, y a la vez sentí repulsión. Tragando con dificultad, deslicé mi mano en la suya. Su mano estaba fría y seca. Mientras me jalaba hacia él, sonrió repentinamente. Creí ver, por un breve instante, colmillos largos como los de un lobo más allá de sus labios rojos. Intenté recuperar mi mano, pero él la sostuvo firmemente.

    No se inquiete, Señorita Glynis, dijo suavemente. Todo es lo que debe ser.

    Mientras mis pies tocaban las piedras frías, me aparté, moviéndome aprisa hasta el lado de mi padre. Manteniendo mi cabeza baja, intenté evitar la potente mirada del Príncipe Vlad. Me enervaba, haciéndome sentir débil, y lo desprecié por ello.

    Vlad ingresó por la puerta, volviéndose hacia nosotros. Entren a mi casa, mis queridos amigos. Entren libremente por su propia voluntad. Denme una medida de su felicidad. ¡Por favor, entren!

    Papá escoltó a mi madre dentro del gran salón más allá de la puerta mientras nosotras, sus leales hijas, lo seguimos tímidamente.

    Vlad volvió su mirada hacia el conductor y Ovidiu. ¡Ustedes, ahí! Sugiero que lleven los caballos a los establos. Si duermen aquí, les garantizo seguridad esta noche.

    Ovidiu pareció al borde del colapso. El conductor se acobardó detrás de los caballos. Ambos miraban a Vlad como si fuera el mismo Satán. Ante las palabras de Vlad, ambos se relajaron visiblemente.

    ¡Gracias, gentil maestro! ¡Gracias! exclamó Ovidiu.

    El Príncipe Vlad asintió una vez, luego cerró la puerta. El sonido de su azote hizo eco a través del castillo. Volviéndose, Vlad nos sonrió mientras nos apegábamos los unos a los otros. Me temo que no estoy tan preparado como quisiera. Estoy en medio de las reparaciones del castillo. Es una tarea difícil que asumo con gran orgullo. Los Drácula fueron una gran familia gobernante. ¡Ilona!

    Una pequeña, anciana mujer gitana apareció desde las sombras llevando una linterna.

    Prepara las habitaciones inmediatamente.

    Ilona me dio un vistazo, sus oscuros ojos muy alerta y severos. Asintió rápidamente, luego arrastró sus pies hacia la oscuridad.

    He contratado gitanos locales como sirvientes. No son tan talentosos en sus tareas como los sirvientes a los cuales están habituados, pero su desempeño es adecuado.

    Por supuesto, Papá estaba sin palabras.

    No podía culparlo.

    El largo corredor que se extendía ante nosotros era gélido y decrépito. Podía ver que él comenzaba a cuestionar su deseo de buscar refugio en este lugar.

    Vlad se rio, divertido por nuestros semblantes. Debo explicar, mis amigos, que no planeo vivir aquí por mucho más tiempo. Tengo intenciones de mudarme a Inglaterra. Quisiera invertir en una propiedad allí. Planeo casarme y vivir allí con mi familia. Este castillo es algo así como una residencia vacacional. También tengo un hogar en Buda. Un hogar adorable. Allí es donde me estaba alojando cuando fui llamado hasta aquí inesperadamente.

    ¡Oh! Ya veo, dijo Mamá aliviada.

    Varias áreas del castillo están reparadas y son bastante hospitalarias. Vengan, vengan. Hay una deliciosa cena esperándolos. El Príncipe Vlad descendió por el vestíbulo, sosteniendo la linterna en alto sobre su cabeza.

    Lo seguí detrás del resto de mi familia, deseando poner la mayor distancia posible entre el Príncipe Vlad y yo. No era el viejo, calvo, gordo Conde que había imaginado, pero casi deseé que lo fuera. Era oscuramente apuesto, atrayente, estremecedor y, me temía, en cierto modo malvado.

    Mientras trepaba una gran escalera, observé con cuánta precisión se conducía. Era un hombre alto, esbelto de hombros anchos. Parecía un guerrero.

    Escuché murmullos detrás de mí y volteé rápidamente. Me quedé mirando la oscuridad y no vi a nadie acechando en las sombras. Aun así, sentí que alguien me observaba. Nerviosamente, alcancé a mi familia.

    Vlad abrió un conjunto de puertas y la luz desbordó. Ante nosotros había un vasto comedor. Era bastante bonito y cálido. Una gran cena estaba lista sobre la mesa y dos jóvenes mujeres gitanas terminaban de prepararla.

    Miré a Vlad con suspicacia y dije bastante osadamente, Creí que dijo que no nos estaba esperando.

    No lo estaba, querida dama. El Príncipe Vlad continuó para hablar con mi padre, descartando fríamente mi comentario.

    Por favor, Glynis, sé amable con nuestro anfitrión, me rogó Mamá susurrando. Apartó su cabello de su rostro, luego intentó alisar su muy arrugada falda. May se colocó junto al codo de Mamá, mirando alrededor boquiabierta.

    No me gusta este lugar, dije olisqueando.

    A mí tampoco. ¡Es tan cadavérico! May continuó inspeccionando la habitación con recelo.

    Bien, dijo que tiene otra casa, dijo Mamá. También parecía algo perturbada por nuestros alrededores.

    ¿Entonces por qué no nos entretuvo allí?

    Mamá, luciendo cansada, me dirigió una aguda mirada. Sé amable, mi querida. Es un hombre apuesto con costumbres extrañas. Obviamente le gustas. Suspiró profundamente. Quizás muestra su interés de manera demasiado obvia, pero... Mamá se tambaleó, sacudiendo ligeramente su cabeza.

    Fui alentada por este gesto. Me incliné cerca de mi madre, estudiando su rostro. ¿Tampoco te gusta, no es así?

    No lo sé.

    ¿No te gusta, o sí, Madre? fui bastante insistente.

    Mamá posó una suave mano en mi mejilla sonrosada. Algo anda mal aquí. Hablaré con tu padre esta noche.

    Abracé a mi madre impulsivamente. ¡Oh, Mamá, gracias!

    Me apartó gentilmente. Quiero que te cases, pero no de tan mala forma. Sospecho que no hay casa en Buda.

    Oh, pero la hay dijo el Príncipe Vlad desde el otro lado de la habitación. Había estado hablando en voz baja con Papá.

    Nos volvimos hacia él, sorprendidas, May colgando del brazo de mamá. Mamá estaba tan sorprendida, que no pudo responder.

    Hay una casa en Buda. En verdad tengo la intención, querida dama, de mudarme a Londres. Mi tiempo aquí está llegando a su fin. Vlad indicó hacia la mesa. Por favor, coman.

    Logré comer una porción de la comida servida a pesar del hecho de que la mirada del Príncipe Vlad rara vez se apartó de mí. También encontré muy peculiar que no probó un bocado de la comida. El Príncipe parecía intentar impresionar a mis padres y entabló con ellos una larga conversación acerca de nuestro viaje a través del continente. No podía leer la expresión de mi padre. Estaba más estoico que nunca. Lo que era aún más sorprendente era que Mamá estaba inusualmente sumisa. Nunca la había visto con tan poca iniciativa. Ambos contestaron las preguntas del Príncipe amablemente, pero con simpleza.

    May, mientras tanto, contempló al Príncipe Vlad con sus grandes ojos de ciervo, completamente hipnotizada por su singular comportamiento. Fruncí el ceño hacia ella, apuñalando irritada mi carne asada. Era demasiado picante para mi gusto.

    ¿Disfrutaste tu tiempo en Italia?

    Contemplé al Príncipe a través de la mesa, inclinando mi cabeza ligeramente, intentando evitar su mirada directa. Era adorable. Lo disfruté inmensamente. Espero regresar a vivir allí. Entrecerré mis ojos solo un poco, luego volvió mi mirada de vuelta a mi plato, evidentemente descartándolo.

    El Príncipe se rio divertido. Ya veo. Deseo visitar Italia en un futuro cercano. He oído que su belleza deja sin aliento. Su mirada descansó en mí, como si bebiera de mi encanto. Quizás iremos juntos allí.

    Mamá fingió una pequeña tos mientras Papá miraba con tedio.

    Mamá, estoy mas bien cansada, dijo May quejumbrosamente.

    Estoy miserablemente cansada también, dije.

    Quería apartarme de esta horrenda habitación, la extraña comida, y el intrigante pero repelente Príncipe. Me sentí fuera de lugar y muy peculiar. Era como si mi cuerpo se encogiera dentro de sí mismo, aun así extrañamente estimulado. Parte de mí quería contemplar profundamente los ojos del Príncipe y hacerle todo tipo de preguntas extravagantes acerca de su reino particular, mientras otra parte sólo deseaba escabullirse. A pesar de mi absoluto disgusto por el hombre, me intrigaba.

    Será mejor que nos retiremos, Edric, dijo Mamá. Miró brevemente a Vlad, como si tuviera cautela de él.

    Sí, el viaje debe hacer sido muy largo. Deberían descansar. ¡Perdónenme por retenerlos tanto! El Príncipe Vlad se puso de pie y se movió hacia mi silla.

    Me enfurruñé ligeramente. Parecía demasiado ansioso porque me retirara. Mientras deslizaba mi silla, me puse de pie, rápidamente alejándome hacia un lado. Papá colocó una mano gentil en mi hombro, y me hundí en él agradecida. El Príncipe Vlad solo sonrió sutilmente, inclinó su cabeza, luego se movió a ayudar a May a colocarse de pie. Mamá se apresuró instantáneamente al lado de May y fingió desvanecerse sobre ella.

    ¿Está bien? ¿Se siente afiebrada?

    Nuevamente, el Príncipe Vlad pareció divertido por lo sobreprotectores que eran nuestros padres. Encontré su mirada de manera desafiante. Algo no pronunciado y peligroso pasó entre nosotros.

    Vlad hizo una señal a las dos mujeres gitanas que habían servido la cena. Llévenlos a sus habitaciones. Mis queridos invitados, su equipaje los espera. Confío en que dormirán bien. Espero que la tormenta que se avecina no interrumpa su sueño. Yo, también, debo retirarme. Los veré en la mañana. Habrá mucho que discutir.

    Vlad tomó la mano de Mamá, besándola suavemente, luego la de May, y luego, por supuesto, la mía. Me resultó repulsivo lo fríos que eran sus dedos, cuán secos. Me obligué a dejarlo llevar mis nudillos a su boca. Sus labios permanecieron en mi mano por demasiado tiempo, y Mamá hizo un ruido en su garganta. Con una encantadora sonrisa, liberó mi mano, retrocediendo.

    Les deseo a todos una muy buena noche, dijo. Dio una última fugaz sonrisa, luego salió a pasos largos de la sala de banquetes.

    Mamá dirigió a Papá una mirada afilada. Él tomó gentilmente su mano, moviéndose hacia las mujeres gitanas con sus ojos. Todos comprendimos y desfilamos tras ellas. Yo era la primera en la fila, y seguí a la extraña, oscura mujer subiendo un tramo de escaleras, mi familia rezagada detrás de mí. Pude oír a mis padres susurrando suavemente, y me esforcé para oírlos. Escuché claramente que mi padre llamó a Vlad un pescado raro y la callada declaración de mi madre de simplemente no es adecuado. No pude evitar sino sonreír. Estaba confiada en que no me dejarían en este lugar abominable. De hecho, estaba bastante segura de que nos marcharíamos en la mañana. Esperaba que comenzáramos el viaje de vuelta por el Continente hacia Inglaterra.

    Las gitanas abrieron las puertas para mis padres, luego May, quien no quería dormir sola. Yo no estaba dispuesta a soportar sus ronquidos toda la noche.

    Por favor, Glynis, déjame dormir contigo, susurró suavemente, sus ojos suplicantes.

    Oh, por favor, May, ¿a qué le temes? ¿A los fantasmas?

    Asió su gorra contra su pecho con fuerza, dando un vistazo dentro de la habitación iluminada por velas que había sido preparada para ella. Cuando su mirada se volvió hacia mí, pude ver el miedo en sus ojos. Sí, sí, les temo.

    Me sentí algo mal por ella, pero simplemente no podía soportar una noche de sus ronquidos y de dar vueltas. Sosteniendo su mano, la besé en la mejilla suavemente. No temas, hermanita, no hay hada allí que pueda lastimarte.

    Me miró esperanzada. ¿Realmente crees eso? ¿No tienes miedo?

    Con una carcajada, me alejé de un giro por el sombrío corredor. Por supuesto que no.

    Las dos mujeres gitanas intercambiaron miradas furtivas, y yo capturé sus oscuras expresiones por el rabillo de mi ojo. Les di una mirada aguda, advirtiéndoles guardar silencio, luego me apresuré de vuelta para bañar en besos a May mientras la conducía con firmeza a su habitación.

    Mañana será un gran día. ¡Ahora descansa!

    Hice un gran espectáculo enviándole besos, luego cerré la puerta firmemente. Nunca olvidaré la expresión en su delicado rostro. Estaba asustada. Luego, me di cuenta de que estaba asustada por mí.

    Ahora, no vayan a asustar a mi hermana con ideas paganas de fantasmas y otras criaturas horribles, dije a las mujeres gitanas.

    Una de ellas soltó una risa suave mientras la otra se persignó.

    Hay más en este mundo que lo que conocen los ingleses, dijo la sombría, sobrepasándome.

    La gitana sonriente le siguió, sosteniendo en alto su linterna.

    Fruncí el ceño, siguiéndolas, bastante perturbada por su conducta. Una cierta parte de mí estaba bastante arrebatada con el castillo. Parecía el amenazante, tétrico conjunto de romanticismo gótico que se encontraba en las malas novelas sensacionalistas. Podía imaginar fácilmente toda clase de criaturas impías deambulando por los corredores amortajados y acechando en las puertas ensombrecidas.

    Me estremecí mientras mis pensamientos se perdieron en el Príncipe.

    No, el verdadero peligro era el Príncipe. La manera en que me observó me había desconcertado. Algunos hombres ya me habían mirado con deseo antes. Podía decir que se preguntaban qué se sentiría la caricia de mis labios contra los suyos. Sin embargo, estaba segura de que el Príncipe había estado imaginando algo mucho más lascivo.

    Noté que las gitanas me guiaban más en la profundidad del castillo, dejando a mi familia lejos por el salón.

    ¿Por qué mi habitación está tan lejos de mi familia?

    Muchas de las habitaciones no son muy buenas. Le daremos la habitación más linda, dijo una mujer gitana mientras abría una puerta para mí.

    La espaciosa habitación estaba bastante limpia, pero olía extraño. Había una cama grande con ropa de cama hermosa, lujosa que exhibía su gran antigüedad, y arrugué mi nariz con disgusto. Mi equipaje ya estaba abierto, y un camisón fue extendido para mí sobre las mantas vueltas hacia abajo.

    Fruncí el ceño. ¿Esta es la habitación más bonita?

    Desestimando mi pregunta más bien grosera, cerraron la puerta sólidamente detrás de mí.

    Era un lugar tan horrendo. Sí, la decoración era elaborada, pero era tan vieja. Tan usada. Tan antigua.

    En la esquina, vapor se alzaba de un pequeño lavabo dispuesto para que pudiera refrescarme. Descarté rápidamente mis ropas de viaje, lavé mi cara y mis extremidades, y me coloqué el camisón. Ansiaba un baño apropiado, pero eso no parecía probable. Después de asegurarme de que todas las persianas cubrían bien las ventanas, trepé reacia a la cama mohosa. Me acurruqué bajo las mantas, intentando relajarme.

    El viento cantaba afuera de la ventana y truenos estallaban en la distancia. Débilmente, creí oír lobos aullando. Excepto por el fuego crepitando en la chimenea al otro lado de la habitación, no había nada que me confortara.

    Pensé en fantasmas y duendes, distrayéndome en un momento de miedo, pero luego me reí audiblemente ante la ridícula idea. Como hacía cada noche, dije mis oraciones y me acomodé para dormir.

    Nuevamente, creí oír susurros justo más allá del límite de mi audición. Mis ojos se abrieron de pronto, y miré la habitación. Estaba vacía, pero aún podía oír las quietas voces

    ¿Quién está ahí?

    No hubo una respuesta directa a mi pregunta, pero las voces continuaron acechando justo en el límite de mi audición.

    Me senté y miré hacia la puerta. ¿Quién está en mi puerta?

    Lentamente, caí en la cuenta de que los susurros estaban a todo mi alrededor. Saltando de la cama, comencé a buscar febrilmente cualquier fuente del extraño fenómeno. Por más que intentara, no podía oír completamente las voces que me provocaban, o encontrar su origen.

    Debo estar loca, dije en voz alta.

    Sacudiendo mi cabeza, mi largo cabello cayendo alrededor de mis hombros, llevé una mano a mi rostro. Mientras escuchaba, los suaves susurros se desvanecían. Eventualmente, comencé a creer que había imaginado todo el incidente. 

    Exhausta por el viaje, perturbada por mis propias alucinaciones, trepé de vuelta a la cama. El cansancio debe estar jugando con mi mente, pensé.

    Pronto, el sueño me reclamó, y caí en un sopor sin descanso.

    Mientras yacía ahí en la gran cama, en este viejo y oscuro castillo, tuve el sueño más extraño. El Príncipe Vlad se alzó junto a la cama, de pie sobre mí, su pecho desnudo, y su cabello castaño rojizo cayendo a su cintura. Un extraño pendiente colgaba contra su pecho musculoso. Era un dragón dorado.

    Y en este extraño sueño, se inclinaba sobre mí, contemplándome. Recorría con su mano mis largos mechones rojos, dejando que mis rizos envolvieran sus dedos.

    Sí, mi queridísima Glynis, tú eres la elegida.

    Y en este sueño, que me aterrorizó y estimuló, sus manos se deslizaron sobre mí, lentamente arrastrando la ropa de cama. Moviéndose sobre la cama, se arrodilló sobre mí, agachándose para acariciar mi rostro con las puntas de sus dedos fríos. Deslizando una mano bajo mi cuello, me alzó hacia él, mis manos cayendo con impotencia a mis costados. Lentamente, su otra mano se hundió seductoramente dentro de mi camisón, descansando sobre mi corazón latiente.

    En mi estado onírico, pude sentir mi corazón comenzando a latir duramente, y me esforcé por abrir mis ojos completamente. Mi cuerpo estaba en llamas bajo su tacto.

    Deseo en sus ojos, se inclinó, aspirando mi aliento.

    Entré en éxtasis, mi rostro cayendo lejos de él, exponiendo mi garganta. Quería gritar y luchar, pero mi cuerpo me traicionó.

    Y en esta pesadilla, este extraño sueño mío, lamió mi garganta con su larga lengua, un gesto de la oscura promesa por venir.

    Pronto, dijo.

    Un profundo suspiro estalló de mis propios labios, despertándome.

    Me senté enderezada y miré alrededor con bastante ansiedad. La cama estaba vacía excepto por mí. Las mantas estaban arrojadas y colgando parcialmente fuera de la cama. Mi mano voló a mi garganta y se sintió húmeda al contacto. Mi cuerpo entero estaba jadeando. Mi camisón cayó sueltamente sobre un hombro, exponiendo un seno. Rápidamente lo cubrí, temiendo irracionalmente que alguien lo viera de alguna forma.

    El sueño aún se cernía sobre mí mientras me deslizaba de la cama. Aún temblando por la intensidad de la pesadilla, deambulé por la habitación, buscando dentro de cada oscura esquina, y detrás de cada pieza del mobiliario. Ansié encontrar al Príncipe escondido ahí, esperando apoderarse de mí una vez más en mi sueño, pero no estaba en ningún lugar.

    Estaba bastante sola.

    La habitación estaba vacía.

    El Príncipe no acechaba en las sombras.

    Estaba sola.

    Mi corazón latiendo sordamente, me obligué a refugiarme bajo las mantas.

    El sueño tardó mucho en regresar.

    Capítulo 3

    El Diario de la Dama Glynis Wright - Continuación

    Ya yacía despierta contemplando las sombras cuando llegó la mañana. La tormenta había desaparecido durante la noche. La brisa que flotaba a través de la ventana que había abierto poco después de despertar era fría y fresca. Me deslicé de la cama y me moví hacia la ventana, desesperada por ver el sol. Había ansiado la calidez y luminosidad del sol de la mañana con la esperanza de que ahuyentaría los espectros de la noche. Cuando finalmente se derramó sobre el horizonte, la luz se sintió fría y áspera, y me aparté de la ventana. Un escalofrío revoloteó por mi pie, y me envolví apretadamente con la bata. Las pesadillas parecían muy lejanas, pero yo aún estaba inquieta. El poder de su intensidad perduraba dentro de mí.

    Aunque esta lejana tierra era hermosa, me aterrorizaba. Su oculto latido sobrenatural latía fuertemente en mis oídos, y podía saborearlo en mi lengua. Me sentí bastante irracional y tonta después de la espeluznante noche en el castillo abandonado. Sentí que había sido reclamada en ese extraño, terrible sueño.

    Hubo un agudo golpe en la puerta, luego la voz de mi madre me llamó. Glynis, querida, déjame entrar.

    Me apresuré y rápidamente corrí el cerrojo. Mientas abría la puerta hacia el interior, me encontré a mí misma confrontando a mi padre pensativa. Estaba vestida inmaculadamente y parecía adorable a pesar de su frente arrugada.

    ¿Glynis, qué es esto? ¡Estás tan pálida! Se apresuró dentro de la habitación y me acercó a ella. Tuve la noche más abominable, lloré.

    Tomando mis manos en las suyas, me acercó al espejo, contemplando mi rostro, mi cuello y luego, para mi sorpresa, mi cuerpo. ¿Nadie te molestó? ¿Nadie te ha molestado?

    No, claro que no, dije, pero me encontré queriendo ocultarme de su mirada. Me sentí fuera de mí misma mientras me alejaba de ella, contemplando la cama con recelo.

    Glynis, ¿estás segura?

    Sacudí mi cabeza y forcé una risa. Supongo que estoy actuando raro. Es sólo que no dormí bien, Mamá. Sólo – era el viento. A veces parecía sonar como si hubiera voces en él.

    Mamá dudó, luego asintió. Sí, también me pareció eso, como si la noche misma susurrara en la ventana. Pero, por supuesto, eso no tiene sentido. A pesar de sus palabras, podía ver su desconcierto mientras tocaba la cruz alrededor de su cuello con suavidad.

    Quizás, pero sí tuve sueños horribles. Eran bastante perturbadores y en toda forma poco cristianos. Creo que este lugar es horrible.

    Mamá suspiró y comenzó a alborotar mi cabello. Sus ojos revelaron sus propios ojos no descansados. Vestida elegantemente de azul, parecía muy fuera de lugar en este extraño y grotesco castillo.

    También tuve pesadillas. Es sólo que este país es tan salvaje. Tan extraño. Sólo eran sueños, eso es todo. Ahora vístete.

    Arrojé mis rizos hacia ella, sintiéndome bastante contrariada y malhumorada esta mañana. Estaba molesta de que no hubiera apreciado cuánto me habían aterrorizado mis pesadillas.

    Pero, Mamá...

    Vamos ahora, debemos prepararte para el día. Basta de tus delirios. Mi mamá sacudió sus manos como si barriera los recuerdos de nuestra perturbadora noche.

    Me arrojé dramáticamente sobre la cama. ¡No deseo vestirme! ¡Tuve la noche más horrible!

    La noche ha quedado atrás. Pareció aliviada

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