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Nocturno hindú
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Nocturno hindú

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About this ebook

Un narrador parte en busca de un amigo desaparecido, sombra de un pasado sellado, según se adivina, por una definitiva ruptura. Bombay, Madrás, Goa, hitos de un itinerario por una India avistada desde habitaciones de hotel que, sin embargo, relampaguea en extraños encuentros: un profeta en un tren, un jesuita portugués, un gnóstico de una sociedad teosófica, un monstruo enano que lee el karma a los peregrinos, la joven fotógrafa de la «abyección» de Calcuta... En filigrana, bajo la desaparición del amigo, un mito literario: la renuncia a la escritura, la fuga a tierras lejanas, la transformación del intelectual en hombre de negocios. Con irónico despego y mórbida impasibilidad, el autor elude los peligros obvios del «color local» en una espléndida novela cuyo tema es el lado nocturno y oculto de las cosas. «Un texto imprescindible en la actual narrativa italiana y europea, un libro encantador e inquietante a la vez. Su brevedad borgiana no defrauda: se agradece esta lección de intensidad. Quienes leyeron con placer Dama de Porto Pim no se verán decepcionados con este Nocturno hindú, y quienes no conocen aún a Tabucchi disponen ahora de una ocasión espléndida» (Miguel García-Posada).

LanguageEspañol
Release dateApr 18, 2006
ISBN9788433945648
Nocturno hindú
Author

Antonio Tabucchi

(Vecchiano, 1943 - Lisboa, 2012) se ha impuesto como el mejor escritor italiano de su generación y goza de un amplio prestigio internacional: un escritor «situado a la cabeza de la literatura europea» (Miguel García-Posada), que ejerce «una fascinación sin par», en palabras de José Cardoso Pires. Ha sido galardonado con los premios más prestigiosos, entre ellos el Pen Club, el Campiello y el Viareggio-Rèpaci en Italia; el Prix Médicis Étranger, el Prix Européen de la Littérature o el Prix Méditerranée en Francia. También ha sido nombrado Officier des Arts et des Lettres en Francia y Comendador da Ordem do Infante Dom Enrique en Portugal.

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Rating: 3 out of 5 stars
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  • Rating: 3 out of 5 stars
    3/5
    This left me kind of indifferent; nicely written (and/or translated), mostly unpretentious, and easy to read. I imagine it will appeal to anyone who likes Sebaldian walking-novels that don't really go anywhere, but lead you by slightly unfamiliar paths (here, various locations in India) to extremely familiar ideas (aren't we all searching for something that might really be ourselves?). But it's more sufferable than many such books. Tabucchi has a comparatively light touch, and I'm encouraged to read some more of his stuff. But this probably wasn't the best place to start.
  • Rating: 4 out of 5 stars
    4/5
    Quite a charming little travelogue disguised as a novella. An original moving and mysterious adventure seemingly focused on the perpetual visiting of continually unrequited romances of dreamlike places, luxurious hotels, sophisticated relationships, and fine food. In a spirit of a likable indifference, or in the manner of swift flight from despair, the fact that nothing ever is resolved for us matters little in the end.
  • Rating: 2 out of 5 stars
    2/5
    Enigmatic search for a friend in an allucinating and miserable India. Feels like unachieved.

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Nocturno hindú - Carmen Artal Rodríguez

Índice

Portada

Nota

Índice de los lugares de este libro

Primera parte

I

II

III

IV

Segunda parte

V

VI

VII

Tercera parte

VIII

IX

X

XI

XII

Créditos

Las personas que duermen mal parecen ser

más o menos culpables: ¿qué es lo que hacen?

Confieren presencia a la noche.

MAURICE BLANCHOT

NOTA

Este libro, además de insomnio, es un viaje. El insomnio corresponde a quien ha escrito el libro, el viaje a quien lo hizo. Sin embargo, dado que también yo tuve ocasión de recorrer los mismos lugares recorridos por el protagonista de esta historia, me ha parecido oportuno presentar un breve índice de los mismos; no sé muy bien si llevado a ello por la ilusión de que un repertorio topográfico, con la fuerza que posee la realidad, ayudaría a alumbrar este Nocturno en el que se busca una Sombra, o por la irrazonable conjetura de que algún amante de itinerarios incongruentes pudiese un día utilizarlo como guía.

A. T.

ÍNDICE DE LOS LUGARES DE ESTE LIBRO

1. Khajurabo Hotel. Suklaji Street, sin número, Bombay.

2. Breach Candy Hospital. Bhulabai Desai Road, Bombay.

3. Taj Mahal Inter-Continental Hotel. Gateway of India, Bombay.

4. Railway’s Retiring Rooms. Victoria Station, Central Railway, Bombay. Hospedaje nocturno con el pertinente billete de tren o bien con el Indrail Pass.

5. Taj Coromandel Hotel. 5 Nungambakkam Road, Madrás.

6. Theosophical Society. 12 Adyar Road, Adyar, Madrás.

7. Parada de autobús. Carretera Madrás-Mangalore, a unos 50 km de Mangalore, localidad desconocida.

8. Arzobispado y Colegio de San Buenaventura. Carretera Calangute-Panaji, Velha Goa, Goa.

9. Zuari Hotel. Swatantrya Path, sin número, Vasco da Gama, Goa.

10. Playa de Calangute, a unos 20 km de Panaji, Goa.

11. Mandovi Hotel. 28 Bandodkar Marg, Panaji, Goa.

12. Oberoi Hotel. Bogmalo Breach, Goa.

Primera parte

I

El taxista llevaba una barba recogida en forma de perilla, una redecilla sobre el pelo y una coleta atada con una cinta blanca. Pensé que sería un sikh, porque mi guía los describía exactamente así. Mi guía se titulaba: India, a travel survival kit. La había comprado en Londres más que nada por curiosidad, ya que suministraba informaciones sobre la India bastante peregrinas y a primera vista superfluas. Solo más tarde me daría cuenta de su utilidad.

El hombre iba demasiado aprisa para mi temperamento y tocaba la bocina desaforadamente. Me pareció que rozaba a los peatones a propósito, con una sonrisa indefinible que no me gustaba. En la mano derecha llevaba un guante negro, y tampoco esto me gustó. Cuando enfiló Marine Drive pareció calmarse y se alineó tranquilamente en una de las filas del tráfico, del lado del mar. Con la mano enguantada indicó las palmeras del paseo marítimo y el arco del golfo. «Aquello es Trobay», dijo, «y allí enfrente está la isla de Elephanta, pero no se ve. Sin duda querrá visitarla, los barcos salen cada hora del Gateway of India».

Le pregunté por qué estábamos yendo por Marine Drive. No conocía Bombay, pero intentaba seguir su recorrido en el mapa que tenía sobre mis rodillas. Mis puntos de referencia eran Malabar Hill y el Chor, el mercado de los ladrones. Mi hotel se encontraba entre esos dos puntos, y para llegar hasta él no había que pasar por Marine Drive. Estábamos yendo en dirección contraria.

«El hotel que me ha dicho está en un barrio miserable», dijo afablemente, «y la mercancía es de mala calidad, los turistas que llegan a Bombay por vez primera a menudo acaban en lugares poco recomendables, le estoy llevando a un hotel adecuado a un señor como usted». Escupió por la ventanilla e hizo un guiño. «Y con mercancía de primera clase». Exhibió una sonrisa viscosa de gran complicidad, y esto todavía me gustó menos.

«Deténgase inmediatamente», dije, «aquí mismo».

Él se volvió a mirarme con aire servil. «Pero aquí no puedo», contestó, «hay mucho tráfico».

«Pues voy a bajar de todas formas», dije abriendo la portezuela y sujetándola con firmeza.

Él frenó bruscamente y empezó una letanía en una lengua que debía ser el maharathi. Parecía furioso y sospecho que las palabras que mascullaba entre dientes no debían ser precisamente amables, pero me tenía sin cuidado. Solo llevaba uña pequeña maleta que conservaba a mi lado, por lo que no fue necesario que saliese para darme el equipaje. Le dejé un billete de cien rupias y salté a la amplia acera de Marine Drive; en la playa había una fiesta religiosa o una feria, quién sabe, con una ingente muchedumbre apiñada frente a algo que no logré distinguir; en el paseo que bordea el mar se veían vagabundos recostados sobre el pretil, chiquillos que vendían chucherías, mendigos. También había una hilera de rickshaw motorizados, me metí en un cubículo amarillo pegado a una motocicleta y grité al hombrecito la calle de mi hotel. Este le dio al pedal de arranque y salió a todo gas, sumergiéndose en el tráfico.

El «Barrio de las Jaulas» era mucho peor de lo que me había imaginado. Lo conocía por algunas fotos de un fotógrafo famoso y creía estar preparado para la miseria humana, pero las fotografías reducen lo visible a un rectángulo. Lo visible sin marco siempre es algo distinto. Y, además, lo visible en este caso tenía un olor demasiado fuerte. Mejor dicho, muchos olores.

Cuando entramos en el barrio estaba avanzando el crepúsculo y en el tiempo de recorrer una calle, de repente, como ocurre en los trópicos, cayó la noche. Gran parte de las construcciones del «Barrio de las Jaulas» son de madera y cañizo. Las prostitutas están en unas chabolas de tablas desvencijadas, sacando la cabeza por un agujero. Algunas de aquellas chabolas apenas eran más grandes que la garita de un centinela. Y luego había barracas y cortinas de harapos, tal vez tiendas de comestibles u otras actividades comerciales, iluminadas por quinqués de petróleo, frente a las cuales permanecían corros de gente. Pero el hotel Khajuraho tenía un pequeño rótulo iluminado y se encontraba casi en la esquina de una calle con edificios de ladrillos. El hall, si así se le podía llamar, tenía solo aquel aire equívoco que, sin embargo, no llega a ser sórdido. Era una pequeña estancia en penumbra con un

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