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CUADERNO DE FRAGMENTOS

Carlos Martín

2004

1
© Carlos Martín
dokusan33@yahoo.es

Ediciones Tierra de las gárgolas


gargolia@terra.es

Edición electrónica compuesta con letrería digitalizada de Ibarra, 1772.

2
FRAGMENTOS I

4
Descifrar el cambio

El océano va tomando forma

en el corazón azul de la borrasca.

Amargas ofrendas llegaron hasta mi puerta

y tiñeron de sombras las señales de la lluvia.

El tiempo de la postración nutre el amanecer.

5
Después de la batalla

Nublado por el cansancio, el guerrero

recoge sus armas y se retira del campo

mientras observa los arroyos de la sangre

que fluyen mansamente río abajo hacia

las dársenas inmensas de la muerte.

6
Última luz en Tabarca

La espalda desnuda de la muerte

abraza un cielo cárdeno.

El espacio es un violento zigzag

que vacía las entrañas.

Para esa clase de soledad

no existe la nostalgia.

7
Mea culpa

Tras las lomas que arden al poniente

se levanta un viento descarnado

que borra la memoria de aquellos besos.

El fuego mancha de ceniza

las heridas con su luz cenital.

8
La desnudez de tu cuerpo

desciende a través de mí

hacia los páramos del olvido

donde se agostan los deseos.

9
El rumor de la vida

El rumor de la vida muerde la tierra,

su frágil estela señala la distancia

que media entre el latido profundo

y el gris acendrado de la muerte.

10
Santuario de Covadonga

Reposo blandamente en la montaña

mientras comprendo que en definitiva

no hay suficientes moradas para todo

ese agua que cae santamente

y que todo lo mancha.

11
Buscando en vano hospedaje

Alcanzada la última costa, todo vuelve a perderse

pues no hay acomodo en ningún paraje

ni lecho que finalmente nos reconforte.

Así que continuemos el viaje heroico

que poco importan los bosques, las ciudades,

el abrazo amargo de los hombres.

12
Cenizas

No habrá más paradas

en el tren que nos lleva

-ámbitos, paisajes olvidados-

hacia las ventanas de la lluvia.

y una extraña emoción nos alcanzará

casi al final del viaje

de la mano poderosa de la muerte.

13
Abrazar con la mirada

el perfil irreal del horizonte

estremecidos fatalmente,

con las marcas del vigor,

con los signos concluyentes

de la ceniza.

14
El fin de las cosas

No soñar más tardes cenicientas

ni oficiar aún la última de todas,

la más difícil de las liturgias:

levantar la copa de sangre y de rosas

y beberla allí mismo, justo en el borde

donde el lenguaje de las cosas agoniza


15
y los signos son fragmentos atravesados

por los espejos de la memoria.

16
Otoño

Hojas de álamo

brillando temprano en el rocío

y en el lecho del río,

el frío sabor del otoño.

17
Estación I

Feliz silencio.

Brillos negros del bosque

traspasan la luz.

18
Jardines de Sabatini

La fuente se borra en el agua.

Detrás del abrazo adolescente

arden las fachadas blancas.

19
Nochebuena en Münster

A ras del suelo

niebla de diciembre.

Luz en el campo de los sueños.

20
Estación V

Renacimiento.

La luz bebe

de la primera hoja.

21
Conciencia

Somos conciencia,

conciencia dolorosa

de un mundo que se apaga

y que tiembla oblicuamente

en la periferia.

22
Nominalismo

La conciencia no está en la piedra

ni en la ola que en la orilla agoniza,

acaso habite en la luz que alumbra

el silencio efímero de la rosa.

23
Última lección de pesimismo

El bodegón oscurece

la sangre del ánade.

24
Münsterland

Horizonte gris de silencio.

Árboles y cuervos

traen en la tarde

la tregua del invierno.

25
Reflejos

Despierto ensimismado

en un esplendoroso septiembre.

Siempre estuvieron ahí, ¡qué torpe!,

el cielo, el oro y el verde.

26
II

Se acerca el otoño

el bosque está cambiando.

El humo y la sierra

borran el árbol.

27
III

La fuente se ha secado.

En cambio, el río está lleno de luz.

IV

La última mosca

espera resignada.

Llegan las lluvias.

28
La Casa del Bosque

Atardece rápido

en la Casa del Bosque.

Repaso con los dedos de la mente

una y otra vez recuerdos

que trepan por las rocas

como jugos amargos

de una ingrata digestión.


29
II

Arriba sincopado,

el silencio de la nieve

ciñe el musgo de las piedras.

Abajo, el barro de la niebla

es testigo del gradual declive,

de otras texturas que anuncian

desmontes y derrumbes:

la blanca fragmentación de la conciencia.


30
III

Finalmente quebró la rama del invierno

y un sol frágil y lento hizo detenerte

y beber a pequeños sorbos

la memoria

de playas vacías y claras,

del acre-santo olor a incienso

cuando descansabas tus huesos


31
a la incierta luz de las ermitas.

La memoria

de las sombras a rayas de las meriendas,

del inútil cabeceo de las barcas

cuando las gaviotas se detienen

y cuando todo el mar parece

una colosal llanura ensimismada.

32
y IV

Pura luz en la Casa del Bosque

cristal y ramas,

azul en la montaña.

No estaré aquí cuando anochezca.

33
Lecciones de pesimismo

El dolor es la consciencia

su paisaje, arenales baldíos

en los surcos vencidos del horizonte.

*
Nuestros asuntos son el reflejo de Dios

y Dios es la Inconsciencia.

34
*
Cambiar las cosas de lugar

eso es todo lo que nos ocupa.

*
Arde el céfiro en el Egeo

mas todo lo que de la consciencia nos toca

nos devolverá al centro compacto del invierno.

*
Ponemos luz en lo eterno

pero solamente arrastramos

35
nuestra pequeña muerte

entre los labios del tiempo.

*
No hay propuesta

pues no hay Inteligencia

ni nada que nos gobierne.

Lo demás: la rabia, los suspiros,

delirantes ejercicios del yo.

36
*
Todas nuestras obras, claustros, bóvedas,

caminos que transitaron hombres y bestias

han resultado memoria derruida

en nuestra búsqueda esencial de firmeza.

*
El temor reverente se decanta

en el poso esencial de la vasija

que traza formas ajenas y neutras.

37
*
No hay respuesta

pues no existe

pregunta alguna que pueda

ser

correctamente

formulada.

*
Si la consciencia es dolor

y la inconsciencia vacío,
38
no hay acomodo posible

en lo que es,

en lo que está sucediendo

desde la oscuridad más remota.

Acaso sólo existan aquellos instantes perfectos

en los que íntimamente nos reconocemos,

reveladores destellos de Compasión Incondicional.

39
Construyendo desde la emoción

En lo más hondo de la noche

ricamente ataviada, la emoción

se presenta con enigmáticas

promesas de regreso a casa.

Ejercicio inútil: en la raya del alba

el vahído arroja,

40
extravagantes y absurdas

imágenes discontinuas

que van ensuciando la mañana.

41
Barbecho

El sino de los Hombres es fruto amargo

en el arenal de la conciencia.

Fruto, destino… tanto da,

conciencia envenenada.

Destilar la pérdida y esperar el límite,

describir la esfera y aceptar la muerte.


42
Mientras, en el lejano barbecho,

el sonido enigmático de los pájaros

penetra la profundidad de la tierra.

43
Mal comienzo de estación

A Antonio Gamoneda

La luz se rompe,

la tarde se descompone pronto.

Se agrietan los sueños de oro,

comienza el otoño.

Con todo,
44
la experiencia de la nube

da en nosotros

la medida exacta del duelo.

Sentir

el roce

del párpado

nos acerca a la sombra

exangüe de la noche.
45
Detrás de las colinas del frío

siempre

estuvo

la muerte.

46
FRAGMENTOS II

47
Bebiendo

He cargado de ginebra el Martini

esperando un melancólico aturdimiento.

No es así. El áspero sonido de la lluvia

me acerca a la única salida:

navegar en todas las quimeras

antes de que nos atrape el invierno.

48
Bebo obstinadamente. En cada trago

la ginebra recorre el mapa del dolor,

y explora con pulso firme

las texturas del desconcierto.

Así que, me sirvo otro vaso

con el vano deseo

de bogar

y soltarme.

49
Miserable...

gloriosa vida.

Sigue la tristeza su derrota

más allá del horizonte.

50
Noviembre

El mes avanza maldito, como siempre.

Las cárcavas de la noche me tiran

hacia dentro, desde el borde.

Hay un derrumbe de lluvia

y unos tallos creciendo en el lodo.


51
La maldición de los días oscuros

me ha alcanzado finalmente

en la turbia luz de noviembre.

52
Limpia y fría

El amanecer lleva en los labios

el resumen de nuestra historia,

recuento riguroso de desidias,

desmanes, de batallas perdidas.

El sonido de la ducha, el olor del café,

la voz sin matices que da las noticias

van colmando de oscuridad la mañana.


53
Cierras con tres vueltas de llave

la puerta de tu casa

para dejar a buen recaudo

las señales de la noche,

brasas y rescoldos

cercados de memoria.

Encoges los hombros, hueles el aire,

enciendes móvil al pisar la calle

54
y así enfrentas el día que ya extiende

sus manos amoratadas sobre la ciudad.

55
Prontuario de la estulticia

Agotada la intuición para saber

de dónde viene el viento,

el persistente dolor del mundo,

así y no de otra forma,

la estulticia cobra sus piezas

para dar cuenta más adelante

56
cuando se apaguen las sonrisas,

de un riguroso inventario

de sujetos que danzan airados

mientras el flujo helado del miedo

recorre sus rostros,

rayos trenzados de aturdimiento.

Se extinguió

la luz

57
en la máscara.

La sospecha de un turbador zumbido

disuelve tu esperanza de escoger

sustancia, indicación o vestigio:

estás ante un vasto prontuario

que no explica nada,

estás solo ante el remoto estuario

del oprobio y de la violencia,

58
en el protocolo de la mentira

reiterada, firme y asimétrica.

Estás cercado por el zumbido

de millones de zapatos

que arrastran una cosecha sombría

de agresiones, lodos y guerras.

¡Cálzate las botas!

Hay un sendero que nace

59
de la sima caliente,

discurre en el bosque

que todo lo oscurece

y muere en la marisma

donde flotan silenciosas

coronas de flores marchitas.

60
Letanías de domingo

Siempre es de agradecer que el tiempo pase,

que no te encalles en ninguna escena,

que alguna vez suene tu nombre,

que el sonido tranquilizador de la radio

guarde para más tarde las sombras.

61
Que te pesen cada noche los párpados,

que amanezca, aunque frío y gris, un nuevo día

y puedas pedir en el bar un chocolate caliente

mientras atiendes algo distraído las noticias,

la deslucida alegría que traen los amigos

una mañana cualquiera de domingo.

62
Un paseo sin horizonte claro

Gestionas por la calle el duelo.

No te es posible en ciertos momentos

advertir en el asfalto un brillo húmedo,

un reflejo inesperado de ti mismo.

63
Podrías acordarte en ciertos momentos

de poner aire fresco en tus pulmones

y aventar la aflicción a la luz del otoño:

los árboles iluminados,

el dulce aroma de las hojas,

gris en el horizonte,

lagunas de oro efímero.

64
El calor sube por las piernas,

los túneles son una sucesión de luces

y tinieblas

y el volante una goma untuosa

que te acerca hacia el ocaso.

Insistes en gestionar la pena,

sólo necesitas gastar el tiempo preciso

en explorar cada una de sus trampas.

65
Pero es tan débil la coartada

que te derrumbas rápidamente:

el contestador está vacío,

nadie te espera en casa.

66

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