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Pese a tan larga historia, currículum resulta un concepto difícil de definir, ya que
existe una fuerte polémica entre quienes lo hacen equivalente, sin más, al
concepto de programa de enseñanza y quienes, por el contrario, le dan un sentido
mucho más amplio y profundo. Es el caso de Stenhouse, que lo define como la
tentativa de comunicar los principios y rasgos esenciales de un propósito
educativo, de forma que permanezca abierto a la crítica y pueda ser trasladado
eficazmente la práctica.
1.2.1. Objetivos.
Dado que buena parte de los desarrollos teóricos y aplicados en este terreno se
produjeron en los años sesenta y setenta, bajo el influjo del paradigma
conductista sobre el aprendizaje y la enseñanza (en nuestra tradición pedagógica,
dicho paradigma se introdujo con la Ley General de Educación de 1970), para
muchos hablar de objetivos es exactamente igual que hablar de conductas que un
alumno debe mostrar al finalizar una unidad de aprendizaje. Esto es, equivale a
hablar de objetivos operativos, que definen las metas de la enseñanza en
términos de conductas observables y medibles que debe mostrar el alumno.
Desde los años ochenta, sin embargo, tanto la evolución de la psicología del
aprendizaje, como la cada vez mayor complejidad de de la sociedad, han hecho
que nuestra manera de entender los objetivos se vaya modificando de forma
sustancial. Así, hoy se tiende a hablar de los objetivos del currículum no en
términos de conductas, sino en términos de competencias y capacidades.
Este ha sido un cambio que se ha venido produciendo en todos los niveles y tipos
de enseñanza, pero muy especialmente en las enseñanzas con un carácter
principalmente profesionalizador, en la medida en que la evolución económica y
tecnológica ha convertido en obsoletos los viejos modelos orientados a la
formación de especialistas que debían desarrollar una determinada actividad muy
concreta a lo largo de toda su vida.
1.2.2. Contenidos.
Hay que decir, sin embargo, que los contenidos conceptuales y procedimentales no
bastan por sí solos para desarrollar una capacidad, ya que la actividad humana
requiere también ciertos hábitos, ciertos valores, ciertas actitudes… que son lo
que conforma los llamados contenidos actitudinales.
1.2.3. Metodología.
Si los objetivos definen el para qué enseñar y los contenidos el qué enseñar, la
metodología podríamos describirla como lo que define el cómo enseñar, es decir,
constituye aquel elemento del currículum que especifica las actividades y
experiencias más adecuadas para que los diferentes tipos de contenidos se
aprendan adecuadamente y sirvan, realmente, al desarrollo de las competencias y
capacidades que pretendemos desarrollar en el alumnado.
1.2.4. Evaluación.
Como último elemento básico del currículum, aunque no por ello menos
importante, tenemos la evaluación, que hace referencia a los procesos de
control y reformulación del proceso de enseñanza y aprendizaje.
Se deben evaluar, pues, tanto los resultados como los procesos y tanto el
aprendizaje como la enseñanza, y unos y otros deben evaluarse con una doble
perspectiva: formativa y sumativa.
La fundamentación pedagógica, por último, tiene que ver con las concepciones
teóricas que uno sostiene acerca de cómo se debe enseñar, tanto en general,
como en lo que afecta a una determinada materia o contenido.
Desde luego, esas diferentes fuentes desde la que planeamos y llevamos a cabo el
currículo no son siempre “formales” y explícitas, pero no por ello dejan de estar
siempre presentes en cualquier proyecto educativo. Por ello, si deseamos
desarrollar una práctica educativa apropiada y exitosa, lo mejor es tratar de
hacerlas explícitas y de desarrollarlas de forma reflexiva, informándonos lo mejor
posible antes de tomar ninguna decisión.