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[1] – INTRODUCCIÓN

Leibniz (1646-1716) pasó a la historia de la filosofía como «quien por vez primera
convierte en un fin en sí el problema de los principios del saber», más allá del cogito cartesiano y
del panteoentitativismo spinociano. Es por eso que su sistema filosófico se abrió con esta
postulación: bregar por establecer un alfabeto del pensamiento que permitiera construir la
totalidad del conocimiento, con un pequeño número de elementos simples [1] Para él, «nada
existe que no admita el número», aunque ignora «si algún mortal ha estudiado a fondo la
verdadera razón por la cual se puede asignar a cada cosa su número característico» [2]

Aunque Leibniz frecuentaba los cenáculos de los pensadores más conspicuos, sólo
ocasionalmente pudo hacer entender a sus colegas la naturaleza de la característica que había
comenzado a profesar. Se consagró, entonces, «con bastante intensidad a ese estudio», y fue «a
parar forzosamente a esa admirable idea porque [pudo] descubrir cierto alfabeto de los
pensamientos humanos y que mediante la combinación de las letras de ese alfabeto y el análisis
de las palabras formadas de esas letras podían descubrirse y juzgarse, respectivamente, todas
las cosas» [3]

Los efectos históricos posteriores, los de la actualidad (2007) de la «characteristica»


están a la vista. Sobre ellos descansan la lógica matemática, el lenguaje de las computadoras, y la
inteligencia artificial. Sin embargo, todavía no se pudo lograr instaurar una lengua única apta
para la comunicación entre los hombres: «la utopía de una lengua perfecta ..., la recuperación o
la invención de una lengua común a todo el género humano, [que] aparece en la historia de
todas las culturas» [4] Esta «frustración» puede deberse, bien a que (a) es imposible instituir
una lengua común que pueda cumplir con ese cometido y, en consecuencia, el proyecto es
obsoleto y carece de sentido; o bien a que (b) el lugar de esa lengua expectante fue cubierto por las
llamadas «lenguas vehiculares» [5] Sin embargo, también vale considerar que, respecto de la
adopción de una lengua semejante, aún hoy nos encontramos en una situación de inmaturidad
provisional, pero, tal vez, en camino hacia el horizonte en el que ella se conseguiría. En cualquier
caso, los ideales que estuvieron presentes en la base de ese proyecto, parecen seguir estando
vigentes.

Una cosa es un lenguaje formal aplicable al dominio de la ciencia, ya sea que se trate de
un lenguaje meramente representativo o de un lenguaje simplemente inventivo, y otra cosa muy

[1] Cassirer, Ernst; El problema del conocimiento en la filosofía y en la ciencia modernas (traducción directa de
Wenceslao Roces), Fondo de Cultura Económica, México, 1956, Tomo II, Cap. II, pp. 65 y 79.
[2] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Historia y elogio de la lengua o característica universal» (ca. 1680)
(traducciones de Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina,
1982, 1, p. 165/184.
[3] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Historia y elogio de la lengua o característica universal» Ibid., 1, p. 167/186.
[4] Eco, Umberto, La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Ed. Crítica, Barcelona, España, 1994,
Introducción, § 1, p. 12.
[5] Reciben este nombre aquellas lenguas que, siendo naturales o constituyendo jergas más o menos limitadas, ofician
como sustitutas de las lenguas naturales en áreas geográficas multilingües. En este sentido lo es el suahili, extendido
sobre un amplio territorio de África oriental; lo ha sido el francés que el Abate Grégoire (1750-1831) registró como una
lengua, distinta a la de Paris, que hablaban quince millones sobre un total de veintiséis millones de franceses; y,
actualmente, lo es el inglés. Cf. Eco, Umberto; La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Ibid.,
Introducción, §2, p. 14.
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distinta es una lengua destinada a la comunicación humana cotidiana. En el primer caso


podríamos incluir a la «characteristica» de Leibniz, a la «Begriffsschrift», la «Conceptografía»
de Frege (1848-1925), o a la «ideografía» de Peano (1858-1932) En el segundo caso, podríamos
incluir tanto a las lenguas a priori (que importaron un cambio de paradigma [6]) del tipo de las
de Wilkins (1614-1672) [7] y de Dalgarno (1626-1687), o a las lenguas a posteriori como el
esperanto.

En el primer caso descuella Leibniz con su proyecto de lingua universalis. Pero,


¿cómo deberíamos interpretar al proyecto de lingua universalis de Leibniz? ¿Puede decirse que
sea un proyecto de lengua filosófica? ¿Los caracteres, son parte de su estructura? ¿Comporta un
cálculo? ¿Puede afirmarse que se trata de un cálculo ratiocinator? ¿Prefigura un estudio aislado o
funciona como un eslabón necesario y precursor en una cadena que culminaría en la
Enciclopedia? A despejar estas, y otras preguntas semejantes, dedicaremos estas páginas
inspiradas en el ejercicio de una inquietud que tanto lo iba a «obsesionar» a Leibniz, quien
entendía que «ahora [ca. 1680] se requiere solamente que se constituya la característica que
[persigue], en cuanto pueda satisfacer la gramática de una lengua tan admirable y el
diccionario de la mayor parte de las palabras más usadas, o lo que es lo mismo, que se
consideren los números característicos de todas las ideas» [8] De este párrafo puede inferirse el
orden estipulado por el mismo Lebniz: primero (a), la gramática; segundo (b), la enciclopedia; y
tercero (c), la característica.

[2] – EL COMIENZO: LA DISSERTATIO DE ARTE COMBINATORIA

No es posible afirmar que Leibniz haya pergeñado el acceso a la característica


universal bajo la única forma del cálculo aritmético, «o sea [bajo] la operación ... [que] consiste
en la producción de relaciones por medio de transformaciones de fórmulas, realizadas según
ciertas leyes prescritas» [9] No fue así porque se considerara que Leibniz fuera novel en
cuestiones matemáticas, sino porque concibió una variante presentada bajo la forma de una
lengua, de una escritura universal que fue la primera aplicación que hizo de su investigación
lógica y que despunta con la Dissertatio de arte combinatoria (1666): «como todo lo que es o
puede ser pensado está formado por partes reales o, por lo menos, imaginarias, aquello que se
distingue específicamente tiene necesariamente que distinguirse, bien por poseer otras partes o
por contener las mismas, ordenadas de oto modo» [10] Parece que esto, que Leibniz escribiría

[6] Si la búsqueda de la lengua perfecta estuvo inspirada por profundas tensiones religiosas, ahora se trata de la
búsqueda de una lengua filosófica que serviría para eliminar todos los idola, como los llamaría Francis Bacon (1561-
1626), donde toda ciencia es, ciencia de generalidades, y mitos engañosos de la sociedad, que mantuvieron a la mente
humana alejada del progreso científico. Cf. Eco, Umberto, Ibid., Capítulo Diez, p. 177.
[7] Obispo de Chester. Primer Secretario de la Sociedad Real de Londres. En realidad, su lengua, la lengua sintética
(mejor dicho, la «lengua artificial filosófica de uso universal», se basa en dos lenguas: la primera de ellas (a) es escrita y
consta de ideogramas o «caracteres reales», a modo de signos taquigráficos que resultan impronunciables; la segunda
(b) es fonética y está destinada a ser pronunciada por el lector.Véase Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des
documents inédits; Felix Alcan, Editeur; Paris, France, 1901, Capítulo III, p. 58, n. 1.
[8] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Historia y elogio de la lengua o característica universal» Ibid., 1, p. 169/187.
[9] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico» (1684) (traducción al español de Roberto Torretti,
Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, 6, p. 191/206.
[10] Leibniz, G. W.; Dissertatio de arte combinatoria, (1666), Usus Probl. I et II; C. J. Gerhardt IV, 44; en Cassirer,
Ernst; El problema del conocimiento en la filosofía y en la ciencia modernas, Ibid., II, II, p. 81.
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alrededor de los 20 años, «porque ya entonces, a través de ella, [ofreció] al mundo algún indicio
de [su] descubrimiento para que nadie [creyera] que recién ahora [ca. 1680) [ha] imaginado
tales cosas» [11], comenzó a proyectarse con mucho vigor, cuando «le había sido sin duda
sugerido por diversos proyectos contemporáneos de lengua universal o internacional» [12],
especialmente por la obra de Raimundo Lulio (1235?-1315), el Ars generalis ultima (1303), o Ars
magna (1598), o Ars magna et ultima (1308), que es un ars inveniendi, un arte de la invención
fundado en la idea de la mathesis universalis proseguida por Descartes y precisamente por
Leibniz, a quien –como quedó dicho- la temática lo iba a «obsesionar» tanto, durante toda su
vida: «como en este ars characteristica, cuya idea he concebido, está contenido el órgano
verdadero de la ciencia general de todas las cosas que caen bajo el razonamiento humano,
pero vestido con las ininterrumpidas demostraciones del cálculo evidente, será necesario
también exponer esta característica nuestra; o sea el arte de emplear, del modo más general,
los signos mediante cierto tipo exacto de cálculo. Pero como aún no ha sido posible establecer el
modo como se deben formar los signos, mientras tanto, siguiendo el ejemplo de los
matemáticos, emplearemos, para aquellos signos que hay que formar en el futuro, letras del
alfabeto o cualquier otro signo arbitrario [‘el valor primigenio que se le asigna
arbitrariamente al carácter y no necesita de prueba en su significación’ [13]] que permita un
progreso adecuado. Y por esta razón también aparecerá el orden de las ciencias tratadas en
forma característica y el objeto mismo enseñará que la aritmética elemental es anterior y más
simple que los elementos del cálculo lógico que se ocupa de las figuras y de los modos» [14]

[2.1] – EL PROYECTO ANTERIOR DEL ESPAÑOL ANÓNIMO

Este proyecto data de 1653. Proviene de Roma y se debe a un Español anónimo (tal vez,
Pedro Bermudo (1610-1648 [15])), que distribuyó los conceptos en varias clases, y que «debió
escribir antes de [Athanasius] Kircher [1602-1680], porque el Novum inventum está dedicado
al Papa Alejandro VII, que no subió al solio pontificio hasta 1655» [16] Después enumeró esas
clases y, en cada clase, enumeró los conceptos. Finalmente designó a cada uno de ellos con el
número de su clase y con el número que le correspondía dentro de ella. Resulta interesante
destacar que el tal Bermudo se vio obligado a asignar, a ese doble número, ciertos signos
sustitutivos de las flexiones [17] gramaticales sirviendo a la sintaxis, del mismo modo que
Leibniz se vio obligado a emplear artículos y preposiciones en su ensayo de Característica
geométrica (1679) «cuyos caracteres [convencionales o arbitrarios [18]] son cosas por medio
de las cuales se expresan las mutuas relaciones de los objetos entre sí y cuyo tratamiento es, sin
embargo, más fácil que el de los objetos mismos. A cada operación en los caracteres

[11] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Historia y elogio de la lengua o característica universal» Ibid., 1, p. 167/186.
[12] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits; Ibid., Cap. III, p. 51.
[13] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico», Ibid., p. 191/206.
[14] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico», Ibid., pp. 190 y 191/205.
[15] Eco, Umberto; La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Ibid., Capítulo Nueve, p. 175.
[16] Eco, Umberto, Ibid.; La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Capítulo Nueve, pp. 174 y 175.
[17] Variación o modificación que sufren las voces conjugables o declinables, por ejemplo las flexiones del verbo.
[18] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «¿Qué es idea?» (1678) (traducción al español de Roberto Torretti, Tomás E.
Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, 3, p. 179/264.
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corresponde, pues, algo que se predica de los objetos, pudiendo aplazarse, no pocas veces, el
tratamiento de éstos hasta el final del procedimiento. Todo resultado al que lleguemos en
cuanto a los caracteres puede transferirse fácilmente a sus objetos, dada la coincidencia que
desde el primer momento se establece entre ellos ... Ahora bien, cuanto más exactos sean los
caracteres, es decir cuantas más relaciones entre las cosas expresen, mayor será su utilidad»
[19] Al haberse visto obligado a emplear artículos y preposiciones en su ensayo de
Característica geométrica, Leibniz «prueba no haber analizado nomás las relaciones de los
conceptos, sin saber traducirlas en símbolos» [20]

[2.2] – EL PROYECTO ANTERIOR DE JUAN JOAQUÍN BECHER

Otro ensayo acerca de la lengua universal fue plasmado en Carácter pro notitia
linguarum universali, publicado en Francfort hacia 1661 por Juan Joaquín Becher (1635-1682)
Becher había numerado, por orden alfabético, todas las palabras de un diccionario latín, y
formado diccionarios de diversas lenguas donde las palabras estaban ordenadas según el orden
de sus números. De tal suerte estableció así una correspondencia entre los vocabularios de los
diversos lenguajes, de modo que un texto escrito en números podía leerse y traducirse a
cualquier lenguaje, mediante el léxico correspondiente.

[2.3] – EL PROYECTO ANTERIOR DEL PADRE ATHANASIUS KIRCHER

En un fragmento todavía inédito hacia 1901, Leibniz había resumido un proyecto que
parece ser un primer esbozo del P. Athanasius Kircher, S. J.: el diccionario. El diccionario en una
sola lengua, comprendía nueve páginas foliadas que contenían seis columnas cada una,
constituyendo cincuenta y cuatro columnas en total. Cada columna tenía un signo distintivo
llamado «carácter», y contenía treinta palabras numeradas por orden. Para designar una
palabra, bastaba con indicar el número en su columna y el signo distintivo, llamado «carácter»,
de tal columna. El proyecto ofrecía una analogía llamativa respecto del proyecto del Español
anónimo: «los conceptos están distribuidos en clases naturales o categorías lógicas» [21]

En realidad, el tercer ensayo que menciona Leibniz es la Polygraphia nova et


universalis, ex cobinatoria arte delecta, también del P. Kircher. Apareció en Roma hacia 1663.
Kircher ya había elaborado la idea de emplear el arte combinatorio, pero de un modo bastante
grosero. Compuso un doble diccionario en cinco lenguas: el latín, el italiano, el francés, el
español, y el alemán. El primer diccionario estaba destinado a los temas, es decir a las palabras
de cada lenguaje ordenadas por orden alfabético, donde «al mirar cada una de ellas se
encontraría su traducción en números» [22] El segundo diccionario estaba destinado a la
versión, es decir a las palabras correspondientes, esto es a las palabras del mismo sentido en los

[19] Leibniz, G. W.; «Characteristica geometrica» (10 de agosto de 1679), Leibnizens mathematische Schriften V,
141, eds. por C. J. Gerhardt, 7 Vols., Berlín, 1848-1863; en Cassirer, Ernst; El problema del conocimiento en la filosofía
y en la ciencia modernas, Ibid., II, III, p. 106.
[20] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 52.
[21] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 53.
[22] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 52.
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cinco lenguajes, presentadas en la misma línea en cinco columnas paralelas, siguiendo el orden
alfabético de las palabras en latín. Las líneas de cada página (y las páginas también) estaban
numeradas. Cada palabra, esto es cada concepto, estaba designada por el número de su página
en números romanos, y el de su línea en números arábigos. A los dos números se les agregaba,
en caso de necesidad, un signo o una letra adicional indicativa de la flexión de la palabra: (a) el
caso y el número para los nombres; y (b) la voz, el modo, el tiempo, el número y la persona para
los verbos [23] En este sistema, más artificial que el del Español anónimo, «podemos traducir
en números un texto de una cualesquiera de las cinco lenguas, e inversamente, un texto escrito
en números en no importa cuál de las cinco lenguas indistintamente» [24] La idea de este
diccionario poligloto, parece que le fue sugerida al P. Kircher por el emperador Fernando III
(1578-1637), en beneficio de las poblaciones de diversas lenguas que componían los dominios de
la corona de Austria.

No obstante lo dicho, el P. Kircher nunca quedó satisfecho con sus proyectos. Preparó,
entonces, una nueva obra que tituló Torre de Babel, tal como se desprende de lo que le escribiera
a Leibniz hacia 1670.

[3] – EL PROYECTO DE LEIBNIZ DESPUES DE LA DISSERTATIO

Los diversos proyectos de lengua universal que Leibniz conoció, reconoció y mentó en
su época, han estado suficientemente fundados y merecieron pasar a la historia con el nombre de
«proyectos de lengua universal» Esto, más bien, como se ve, se refiere a «sistemas de escritura
convencional, análogos a nuestros códigos telegráficos o a nuestras cifras diplomáticas, donde
la correspondencia entre las palabras y los números es muy artificial y arbitraria» [25]
Leibniz subrayó la insuficiencia de esos sistemas, en los que la anomalía primordial estribaba en
la ausencia de toda base lógica y filosófica y en la carencia de interés y aplicación prácticos.
Leibniz encontró: (a) en la ambigüedad de los términos, diversos sentidos en cada lengua; (b) en
la falta de sinónimos exactos, que las palabras de dos lenguas diferentes no se correspondan
nunca exactamente; y (c) en la diversidad de las sintaxis, que de una frase, traducida palabra a
palabra, devenga un barbarismo, se torne ininteligible, o de lugar a interpretaciones equivocadas
y a contrasentidos.

En síntesis, lo enojoso y lo aburrido que resultaría tener que consultar continuamente


un diccionario, puesto que la memoria no podría retener el número correspondiente de todas las
palabras de una lengua, eran los principales inconvenientes que Leibniz achaca, con justa razón,
a esos ingeniosos proyectos, en realidad impracticables. Estas objeciones valen como muestra
que revela que «sólo Leibniz, que vuelve a poner el problema del lenguaje en relación con la
lógica general y que concibe a esta última como presupuesto de cada filosofía, de cada

[23] Semánticamente, el verbo indica acción o proceso, más no acción objetiva, sino que debe entenderse como
«afirmación de un juicio», y como «indicadora de la acción del hombre» Cf. Sánchez Márquez; Manuel, Gramática
Moderna del Español, 2da. Edición, EDIAR, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 281, § 396.
[24] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 53.
[25] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 54.
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conocimiento teorético en general, también aborda con una nueva profundidad el problema de
la lengua universal» [26]

La escritura universal que Leibniz imagina será muy simple de aprender y muy fácil de
retener, puesto que reposa sobre un fundamento lógico: reposa sobre «el análisis completo de
los conceptos y sobre su reducción a términos simples» [27] Ello se deduce de lo que el mismo
Leibniz le escribe a Burnett, el 24 de agosto de 1697: «he considerado esta materia, antes del
libro de Mr. Wilkins, cuando era yo un joven de diecinueve años, en mi pequeño libro de Arte
combinatoria, y mi opinión es que los Caracteres verdaderamente reales y filosóficos deben
responder al análisis de los pensamientos» [28] Ello bastará para representar cada término
simple por un signo tan apropiado como posible, como los signos jeroglíficos del P. Kircher. Se
constituirá, así, una suerte de alfabeto ideográfico, compuesto de tantos símbolos como
conceptos elementales o categorías haya. En este orden de ideas, cada concepto complejo o
derivado sería representado por la combinación de los signos que figuran en sus elementos
simples. Como los conceptos simples se resumen en unos pocos, bastaría con aprender el
alfabeto lógico para poder leer y comprender, con un golpe de vista, sin necesidad de consultar
ningún diccionario, un texto escrito de tal suerte. «Así, hacia la edad de veinte años, Leibniz
concibió el plan de una Lengua Universal y efectivamente filosófica, que superó todos los
proyectos conocidos, de modo que no era solamente una estenografía o una criptografía, sino
una pasigrafía [29] lógica y una ideografía» [30], como una polygraphia universali, según
consta en la Dissertatio de arte combinatoria.

En los años siguientes, Leibniz fue instado a precisar y a desarrollar su proyecto, en


oposición a otros proyectos contemporáneos un poco más perfeccionados. Ese género de
invenciones aparece, además, fuertemente consustanciado con la modernidad de la época. La
intención de fundar una lengua universal que remplazara a todas las lenguas nacionales, sea
para uso en el comercio entre los diversos países, sea sobre todo para uso en las relaciones entre
los científicos de toda Europa, procede del movimiento intelectual del Renacimiento [31], que,
al renovar todas las ciencias y la filosofía, reveló la unidad fundamental del espíritu humano y
germinó en la idea de la unión internacional de todos los científicos. Además, mientras el
Renacimiento se emancipaba de la antigua idea de autoridad, y especialmente del «yugo» de
Aristóteles, la lógica que había regido toda la Edad Media envejece, pero reinaría todavía en las
escuelas. Había dado pábulo a la investigación científica, y por consiguiente había hecho nacer el
deseo de una lógica más moderna, más apropiada para las necesidades de las nuevas ciencias. La
nueva filosofía del siglo XVII había celebrado su liberación de la tutela de la tradición que la

[26] Cassirer, Ernst; Filosofia delle Forme Simboliche (traduzione di Eraldo Arnaud): Il linguaggio, La Nuova Italia
Editrice, Firenze, 1961, Vol. I, Cap. I, p. 80.
[27] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 54.
[28] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 54, n. 3.
[29] La pasigrafía, en verdad, no comportaba otra cosa que un lenguaje concebido para ser leído, para representar
conocimiento y comunicarlo, no para ser hablado.
[30] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 55.
[31] Se conoce como Renacimiento al vasto movimiento de revitalización que se produjo en la cultura en Europa
Occidental entre los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes aunque también se
produjo una renovación en el de las letras y las ciencias. El nombre de «Renacimiento» se utiliza porque este retomó los
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precediera, cuya «justa convicción y conducta vital se desentendió bastante del desarrollo
material» [32] La razón tomó conciencia de su fuerza y de su independencia, y manifestó su
tendencia a liberarse de todos los obstáculos de la tradición y de la rutina. Empezó a percibirse
que podía traspasarse la antigüedad en los conocimientos del universo, y vislumbrarse la
posibilidad de un progreso indefinido. En tal sentido, «Joseph Glanvill (1636-1680), miembro
de la Sociedad Real de Londres, celebró los progresos de la ciencia en su Plus Ultra, or the
progress and advancement of knowledge since the days of Aristote (London, 1668) [como lo
acredita la carta] que [Henri] Oldenburg [c. 1618-1677] envía a Leibniz» [33] en 1670 y en 1671.
En definitiva, el espíritu humano toma conciencia de su unidad, y de la unidad de la ciencia.
Todo ese gran movimiento de ideas, toda esa renovación de las ciencias, y toda la reforma de la
Lógica, a la vez, condición de posibilidad y resultado, tenía que derivar hacia la creación de una
lengua filosófica y científica común a todos los científicos, y por ende internacional, más lógica
que las lenguas vulgares.

[4] – LAS SUGERENTES IDEAS DE RENATO DESCARTES

Sabemos que Descartes (1596-1650), habiendo tenido conocimiento por el Cardenal


Mersenne (1588-1648) de un proyecto de lengua universal, explica este tema en una carta bien
conocida [34]: «ahora creo que esta lengua es posible y que se puede encontrar la ciencia de la
que depende, por medio de la cual los campesinos podrán juzgar la verdad mejor de lo que lo
hacemos ahora los filósofos. Pero no confío en poderla ver nunca utilizada: esta lengua
presupone grandes cambios en el orden de las cosas, y haría falta que todo el mundo fuese un
paraíso terrenal, cosa que sólo se puede proponer en el país de la fantasía» [35] Mientras
todos criticaron el proyecto en el que estaba sumido, él lo consideraba factible y se declaraba a
favor de la invención de un idioma universal. Propuso adoptar la creación de un vocabulario
lógico muy parecido al de Leibniz: «es necesario elaborar la lista de los conceptos simples,
organizarlos por orden y asignarles algunos signos» [36] Una lengua de esta clase será, al
mismo tiempo, una suerte de instrumento lógico. Solamente, su institución depende de la
«verdadera Filosofía», y esta es una de las razones por las cuales Descartes la creyó
prácticamente irrealizable, cuando manifestó: «no confío en poderla ver nunca utilizada»

elementos de la cultura clásica. Además este término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras los
siglos de oscuridad de la Edad Media.
[32] Camarero Benito, Antonio; Misterio, mito, símbolo, revelación, razón – Síntesis histórica y actual de la
mentalidad humana; Editorial Bonum, Buenos Aires, Argentina, 1997, p. 23.
[33] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 56, n. 3.
[34] En una carta dirigida al Cardenal Mersenne, escrita en 1629, Descartes se refiere a la cuestión de la creación de una
lengua universal. En esta carta el autor hace una crítica a un proyecto de lengua universal que le había enviado con
anterioridad el propio cardenal. Si bien, en principio no se había podido determinar el origen de este proyecto que
analiza Descartes, Umberto Eco, en La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, ibid., (pp. 182 y 183), nos
dice que el autor de este proyecto de langue nouvelle es un tal des Vallées, un abogado dedicado a estudios lingüísticos,
que pretendía haber hallado una «lengua matriz que le hacía entender todas las otras» El planteo vertido en la aludida
carta y la asunción de él por parte de Leibniz, esta «encrucijada» en la que se encuentran ambos autores respecto de la
cuestión de la lengua universal, señala el inicio de un camino decisivo en la historia de la cuestión, a partir del cual se
atisban los elementos de una solución francamente fructífera. Este es también el punto de partida de los grandes
proyectos a posteriori de construcción de una lengua auxiliar de comunicación internacional, una lengua realizada a
partir de una lengua vehicular que facilitaría la comunicación, tanto entre los científicos, como entre los demás hombres.
[35] Gombay, André; Œuvres Complètes de René Descartes: Correspondence (Descartes to Mersenne, Amsterdam,
20 november 1629); Folio Corporation, 1992-1997, Page Break Correspondence, 1619, I, 81/2.
[36] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 57.
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Es improbable que Leibniz conociera esa carta de Descartes cuando escribió la


Dissertatio de arte combinatoria, pero pareciera que tuvo un conocimiento tardío de ella, de una
época sin precisar, dado que fue factible encontrar, en una copia de sus manuscritos, parte de
una carta donde Descartes revelaba el fundamento lógico sobre el que descansaría el idioma
universal que debería ser desarrollado. En esa copia, Leibniz había agregado una anotación
marginal donde hacía constar que, si la institución de esa lengua dependía de la verdadera
filosofía, entonces no dependía de su terminación ni de su perfección. Al contrario, reposaba
sobre los elementos de las ciencias que se suponían no terminados, por lo que la lengua se
desarrollaría y se perfeccionaría con la misma ciencia de la cual sería instrumento. Para ello,
Leibniz decide avanzar hacia la principal objeción con que se anatematizaron las lenguas
filosóficas que reposaron sobre el análisis de conceptos. De acuerdo con ello, y a pesar del
parecido del proyecto de Leibniz con el que bosquejó Descartes, no se podría afirmar que haya
sido derivado el uno del otro, aún cuando los dos filósofos hayan coincidido, y ello resultara
sumamente extraordinario.

[5] - LOS PROYECTOS DE JOHN WILKINS Y DE GEORGE DALGARNO

Fue esta, otra fuente de inspiración que instó a Leibniz a precisar y a desarrollar el
sistema esbozado en la Dissertatio de arte combinatoria. Los proyectos de lengua universal
parecen haber florecido especialmente, en esa época, en Inglaterra, en el círculo de los científicos
que fundaran la Sociedad Real de Londres. Uno de ellos, Wilkins, ya había publicado su
Mercury, or the secret and swift messenger (1641), que parecía no ser más que un manual de
correspondencia secreta. Pero ese trabajo le sugirió a Dalgarno un sistema más filosófico y más
perfecto, donde cada clase era dividida en subclases organizadas en un cierto número de
palabras caracterizadas por las mismas letras y distinguidas por la variación de la letra final: era,
en resumidas cuentas, «una clasificación lógica de los conceptos expresados por las palabras,
compuesta de una manera sistemática, siguiendo un orden arbitrario, y jugando el rol de
fichas o de etiquetas convencionales» [37]

Como se ve, el proyecto de Dalgarno constituiría no sólo un sistema de


correspondencias y traducción, sino también una lengua y una escritura universal completa. A su
turno, Wilkins retomó ese sistema y lo perfeccionó. En lugar de diecisiete clases máximas,
dispuso cuarenta de ellas. Las designó por letras, las representó por símbolos convencionales, y
representó las subdivisiones por caracteres agregados a la izquierda y a la derecha del símbolo de
clase. Leibniz preferiría que se pudiera escribir con letras comunes. Así, rechazó los signos de
Wilkins por considerarlos poco útiles y objetables.

Leibniz había tomado conocimiento del nuevo libro de Wilkins a comienzos de 1671.
Parece haberle agradado tanto, que deseaba ver la obra reeditada, traducida al latín. Aprobó los
sistemas de Wilkins y Dalgarno que, según su parecer, tenían la ventaja de ser, a la vez, lenguas

[37] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 58.
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escritas y habladas [38] Sin embargo, en su copia del Ars signorum vulgo Character
universalis et lingua philosophiæ (1661), dejó entrever claramente su opinión. De acuerdo con
su manera de pensar, Wilkins y Dalgarno habían deslizado un error. Les achacaba haber
perseguido una finalidad práctica más que el beneficio y la utilidad para las ciencias, es decir de
haber hecho especial hincapié en lenguas artificiales destinadas a las comunicaciones
internacionales, y de haber soslayado el papel de las lenguas filosóficas que expresan las
relaciones lógicas de los conceptos. Prefiere, y opone, la verdadera Característica Real, que
«traducirá la composición de los conceptos por la combinación de los signos que representan
sus elementos simples, de suerte que la correspondencia entre las ideas compuestas y sus
símbolos será natural, y no más convencional» [39] Dicho de otro manera, aquella
«‘característica’ que no tienda a limitarse a un lenguaje simbólico arbitrario, sino representar
las verdaderas relaciones fundamentales de las cosas como characteristica realis, exige un
análisis lógico de los contenidos del pensamiento» [40]

Leibniz, además, especifica su proyecto y sus intenciones en una carta dirigida a


Oldenburg durante la época de su estadía en París, entre 1673 y 1676. Eleva su «escritura
racional» por encima de los ensayos anteriores, y dice que al menos una de sus ventajas
consistirá en servir al comercio entre las naciones, y en subordinar así su utilidad práctica a su
utilidad lógica de «instrumento de la razón» Luego explica lo que entiende por «característica
real»: los jeroglíficos egipcios y chinos, y los signos de los químicos [41] Muestra que la
característica real es, para él, una ideografía, un sistema de signos que representan
inmediatamente las cosas, o mejor dicho las ideas, y no las palabras, de manera que cada pueblo
puede leerlos y traducirlos en su lengua. Sería, a la vez, una escritura y una lengua donde cada
signo podría tener un nombre convencional único que también podría leerse en diversas
lenguas, como la escritura del chino.

[6] – EL PRINCIPIO DE LA CARACTERÍSTICA

Tales son las principales ideas que Leibniz abordó, respecto del idioma universal,
durante su estancia en París, y que expuso a Oldenburg y a sus colegas de la Sociedad Real de
Londres. En mayo de 1676, «asimiló la lengua universal con la Característica, y reivindicó una
lengua que fue, al mismo tiempo, un cálculo [«o sea la operación ... [que] consiste en la
producción de relaciones por medio de transformaciones de las fórmulas, realizadas según
ciertas leyes prescritas» [42]], una especie de Álgebra del pensamiento» [43] Para ello,
solamente tuvo que desarrollar un principio que ya estaba inserto en la Dissertatio de arte

[38] Oeuvres Philosophiques de Leibniz: Nouveaux essais sur l’entendement humain, par Paul Janet, Félix Alcan,
Éditeur; Paris, France, 1900, (III, II, §1), p. 235 y ss.
[39] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 60.
[40] Cassirer, Ernst; Filosofia delle Forme Simboliche, Vol. I: Il linguaggio, Ibid., Cap. I, p. 80.
[41] Según Couturat, en la primera carta del R. P. Bouvet, del 4 de noviembre de 1701, un misionero jesuita en China le
dijo a Leibniz, quien creía que los jeroglíficos egipcios representaban directamente a los objetos, que «la lengua china y
los caracteres son como dos lenguas diferentes, cuál una aborda al oído y la otra a los ojos» Cf. Couturat, Louis; La
logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 60, n. 4.
[42] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico», Ibid., p. 191/206.
[43] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 61.
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combinatoria. Desde que todos los conceptos son combinaciones de ideas simples, cuando «la
mente solamente permanece pasiva en la percepción de ideas simples, que son el rudimento o
el material del conocimiento, en tanto que permanece activa cuando forma ideas compuestas»,
la composición de los conceptos «permanece activa, cuando forma ideas compuestas» [44],
análogamente a la composición de los números a partir de factores primos, es natural tomar los
números primos como símbolos de las ideas simples, y la multiplicación de los números como
símbolos de la combinación de los conceptos, es decir de la adición de sus comprensiones: «a la
descomposición en números primos corresponde las descomposiciones en ideas primitivas; y
uno de los pensamientos fundamentales de la filosofía leibniziana es que ambas pueden y
deben ser cumplidas sustancialmente según el mismo principio y en virtud de un solo y mismo
método general» [45] Esta analogía, tan familiar para Leibniz, pudo ser desarrollada merced a
su ahínco. En cierto modo, los números primos están en función de la clase con respecto a sus
múltiplos: los múltiplos de dos son binarios, los múltiplos de tres ternarios, los múltiplos de seis
senarios. Así, «todo múltiplo de seis es, a la vez, múltiplo de dos y de tres; todo senario es un
binario-ternario, como seis es el producto de dos y de tres» [46] Del mismo modo, para
expresar que el hombre es un animal racional, uno podría representar, por ejemplo, animal por
2, racional por 3, y hombre, animal racional, por el producto de ambos, de 2 y de 3, es decir por
6, de tal suerte que se tendría que 6 = 2 X 3, lo que expresado como igualdad lógica equivale a
decir que hombre = animal X racional.

Tal es el principio del primer sistema de cálculo lógico que conoció Leibniz. Lo enunció
a principios de 1678, en un fragmento titulado Lingua generalis, y lo tomó como fundamento
del proyecto de lengua universal.

Para transformar esta característica en una lengua hablada y escrita, era suficiente con
traducir los números a palabras mediante un método análogo al de Dalgarno. El procedimiento
de traducción que ideó Leibniz, consistió en considerar que las nueve primeras consonantes del
alfabeto (b, c, d, f, g, k, l, m, y n), representan las nueve cifras significativas (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9),
en tanto que las cinco vocales (a, e, i, o, y u), representan las unidades decimales en orden
ascendente (1, 10, 100, 1.000, y 10.000) [47] Para enunciar o para escribir un número, sería
suficiente con tomar las consonantes correlativas de las cifras (por ejemplo a «8» le corresponde
la consonante «m»), mientras se hace seguir cada una de ellas («m» por ejemplo) por la vocal
que indica la posición decimal que representa (las unidades de 10.000, que corresponden a la
vocal «u») Así, el número 81.374 se escribirá y se pronunciará «mubodilefa» [48]

La ventaja que reporta esta notación respecto de la notación de Dalgarno estriba en que
cada sílaba indica, por su vocal, el orden decimal, de suerte que: (a) su valor es independiente de

[44] Leibniz, G. W.; Oeuvres philosophiques de Leibniz: Nouveaux essais sur l’entendement humain; Ibid., (II, I, § 23
y 25), p. 83.
[45] Cassirer, Ernst; Filosofia delle Forme Simboliche, Ibid., Cap. I, p. 80.
[46] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits. Ibid., Cap. III, p. 62. Véase también
Couturat, Louis; Elementos de la razón (traducción al español de Oscar M. Esquisabel), Seminario de Conocimiento
Simbólico, Lenguajes Formales y Ontología, La Plata, Argentina, 2006, p. 13.
[47] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, pp. 62 y ss.
[48] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits; Ibid., Cap. III, p. 63. Véase también Eco,
Umberto; La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Ibid., Capítulo Catorce, p. 228.
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su rango en la palabra; y (b) se puede intervertir, permutando, es decir transformando y


sustituyendo el orden de cierto número de elementos, por otro orden distinto, sin que cambie ni
la naturaleza ni el número de ellos sin inconveniente alguno. Así, el mismo número estará
igualmente bien expresado por la palabra «bodifalemu», que, literalmente, significará: (1 X
1.000) + (3 X 100) + (4 X 1) + (7 X 10) + (8 X 10.000) = 81. 374

«En esta facultad de permutar todas las sílabas de una palabra, Leibniz encuentra
una gran comodidad, que servirá, según él, para tornar esa lengua artificial más agradable y
más armoniosa, y que dará facilidades maravillosas para la poesía y la música» Leibniz
indica que uno podría traducirla en música [49] Cree que en esa lengua se podrían componer
cantos y poemas «muy bellos» mediante un método infalible [50] Uno ve que, en adelante,
Leibniz toma prestado el ideal lógico y estético de las matemáticas: «es necesario considerar
también que uno podría hablar, esto es hacerse escuchar por los sonidos de la boca; pero sería
necesario más arte para inventar una lengua de los tonos, en vez de una de las palabras para
poder ser formada y perfeccionada poco a poco» [51]

[7] – EL PROYECTO DE LEIBNIZ DE LA GRAMÁTICA RACIONAL

Leibniz advierte que el problema que afronta su proyecto es menos simple y menos fácil
de lo que creía. Y, entonces, en vez de crear a priori, y de todo elemento, una lengua puramente
convencional, adopta un método a posteriori, menos arbitrario y menos temerario, porque
«tenemos ... una diferencia entre las definiciones nominales [52] que sólo contienen notas
[suficientes] de aquella cosa que es preciso distinguir de otras, y las definiciones reales por las
que consta que la cosa es posible ... Y las definiciones nominales son insuficientes para una
ciencia perfecta a no ser que se sepa con certeza por otro medio que la cosa definida es posible.
Así pues, resulta claro por fin qué es una idea verdadera y qué es una idea falsa. Es verdadera,
en efecto, cuando la noción es posible, es falsa cuando encierra contradicción. Pero la
posibilidad de la cosa la conocemos, o bien a priori o bien a posteriori. A priori, cuando
descomponemos la noción en sus requisitos o en otras nociones de posibilidad conocida y
sabemos que en ellas no existe nada incompatible. Esto ocurre, entre otros casos, cuando
entendemos de qué modo se puede producir la cosa. De ahí que sean útiles sobre todo las
definiciones causales. A posteriori, en cambio, cuando experimentamos que la cosa existe en
acto, pues lo que existe o existió en acto es enteramente posible. Y siempre que un conocimiento
se considera adecuado se considera también conocimiento de la posibilidad a priori pues si el
análisis se ha llevado a cabo hasta el fin y no ha surgido ninguna contradicción, entonces la

[49] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 63.
[50] Aquí se encuentra una referencia directa al P. Kircher, del cual ha citado la musurgia, es decir el arte de componer
sin saber música. Cf. Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 63, n. 2.
[51] Oeuvres Philosophiques de Leibniz: Nouveaux essais sur l’entendement humain, Ibid., (III, I, §1), p. 232.
[52] Con este argumento se responde a Hobbes, para quien las verdades eran arbitrarias porque dependían de
definiciones nominales, olvidando que la realidad de la definición no es arbitraria y que no se pueden unir entre sí
nociones cualesquiera: «Las proposiciones primarias no son sino definiciones, o partes de definiciones, y sólo éstas son
los principios de la demostración, pues son verdades establecidas arbitrariamente por los inventores del lenguaje y,
por lo tanto, no se pueden demostrar» De corpore, I, III, 9), en Leibniz, G. W.; Escritos filosóficos: «Meditaciones
sobre el conocimiento, la verdad y las ideas» (1684), (traducciones de Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de
Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, 2, pp. 273/423-4 y 275/424-5, n. 7.
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noción es absolutamente posible» [53] Leibniz partirá de las lenguas vivas. Extraerán, de una
parte, las ideas simples para expresar y combinar y, de otra parte, una gramática [54] racional
para simplificar, para regularizar y para fundar las diferentes lenguas conjuntamente. Pone
manos a la obra hacia el mes de abril de 1678: «se propone reducir el lenguaje a los términos
estrictamente necesarios para la expresión del pensamiento, con el fin de descubrir los
elementos simples y primitivos del pensamiento mismo» [55] Leibniz precisa su plan en un
fragmento datado el 11 de septiembre de 1678: «su objetivo sigue siendo el análisis de los
pensamientos, pero ese análisis puede ser facilitado y aún reemplazado por el análisis de los
caracteres [que «consiste en la sustitución de unos caracteres por otros caracteres que, debido
a su uso, equivalen a los primeros» [56]], es decir de los signos sensibles del pensamiento, de
entre los cuales el principal es el lenguaje» [57] El análisis de las lenguas consistirá en resolver,
por medio de definiciones, todos los elementos del discurso a términos más simples, y cuando no
se puedan descomponer más sus términos, se los explicará, es decir que se indicará el sentido,
para todos los elementos del discurso que ya no puedan definirse por descomposición: (a) las
palabras (excepto las palabras compuestas); (b) las locuciones «hechas»; (c) las frases y fórmulas
en las que, el sentido consagrado por el uso, no se explique por el análisis gramatical, como por
ejemplo, los proverbios, las sentencias, los adagios o refranes, expresados en pocas palabras.
Después se estudiará la sintaxis, es decir las diversas maneras de juntar y combinar los
elementos del discurso, y por consiguiente las flexiones, las declinaciones, las modificaciones de
las desinencias, las terminaciones de las palabras según género, número y caso, y las
terminaciones de las conjugaciones, y las partículas, es decir las partes indeclinables de la
oración que generalmente se usan en composición con otros vocablos, como «in» (sin) o «sub»
(bajo) Se pondrán, bajo examen, las flexiones y las partículas, con el fin de reducirlas a lo más
simple posible. Se definirán y se distinguirán sus diversos sentidos [58], de manera que cada
flexión y cada partícula de la lengua general no tenga más que un sentido único bien
determinado. Se reducirán las anomalías, las irregularidades gramaticales y de sintaxis, a formas
normales, y ello constituirá una gramática racional, absolutamente regular sin excepciones.

[8] – EL LATÍN COMO INTERMEDIARIO Y LA SIMPLIFICACIÓN DE LA


GRAMÁTICA

Como la institución de la gramática racional debía necesariamente preceder a la de la


lengua universal para la cual estaba destinada, Leibniz necesitó un idioma auxiliar que jugara el

[53] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Meditaciones sobre el conocimiento, la verdad y las ideas», Ibid., 2, p.
275/425.
[54] Según Maurice Grevisse (1895-1980), «el estudio sistemático de los elementos constitutivos de una lengua» Cf.
Sánchez Márquez, Manuel; Gramática Moderna del Español, Ibid., p. 33 y ss., § 53.
[55] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 64.
[56] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos : «El análisis de los lenguajes» (1678) (traducción al español de Roberto
Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 180/351.
[57] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 64
[58] Hay homonimias entre las flexiones y las partículas: «así también como hay en las palabras, así también hay
homonimias en las flexiones, de modo tal que algunas veces se precisa de muchas definiciones diferentes y en
consecuencia de muchas sustituciones» Cf. Leibniz, W. G., Análisis de las lenguas (traducción al español de Oscar M.
Esquisabel), Seminario de Conocimiento Simbólico, Lenguajes Formales y Ontología, La Plata, Argentina, 2006, p. 2.
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rol provisional de lengua universal y que sirviera de intermediario entre las lenguas vivas y la
futura lengua racional.

La elección del latín está absolutamente indicada para ese uso, desde que constituye la
lengua común de los científicos y, por consiguiente, comporta el idioma más apropiado de las
ciencias y de la filosofía. Leibniz proyectó abordar la constitución de una «Gramática Latina
Universal», que reuniría todas los resultados y todas las ventajas de las otras lenguas,
especialmente las clases y los casos, los modos y los tiempos, de manera de ofrecer todas las
distinciones y todos los matices que cualquier lengua pudiera expresar. Pero, al mismo tiempo,
esa gramática filosófica sería depurada de todas las irregularidades y las excepciones que tachan
las gramáticas actuales, de suerte que ella sería más rica y más simple que cualesquiera. De esta
manera, cada una de esas gramáticas, incluyendo la gramática latina, no sería más que una
parte de la gramática filosófica. Como se ha dicho con anterioridad, esa gramática sería
aplicada provisionalmente al latín, y constituiría una gramática latina absolutamente regular.
Es igualmente al latín al que Leibniz se aplicará al abordar el método de análisis y de reducción
anteriormente definido. Por ejemplo, se reemplazarán los verbos intransitivos [59] por
perífrasis, circunlocución o eufemismo: en lugar de «dominus indiget eorum» (el señor necesita
de él mismo) se dirá «dominus vult eos habere, quia sine ipsis aliquid necessarium efficere non
potest» (el señor necesita tenerse porque sin él mismo no puede lograr lo necesario), lo que da la
definición del verbo indigere (carecer, estar privado de, necesitar) De una manera general, se
traducirán o parafrasearán todas las locuciones complejas, todas las expresiones indirectas,
todas las nimiedades, para reducirlas a términos simples y directos (por ejemplo a verbos
activos) Se simplificará, por la misma razón, el vocabulario, mientras que se suprimirán todas las
palabras de sentido complicado o indirecto.

Todo eso no es más que una primera etapa en la simplificación de la gramática. En


primer lugar, Leibniz juzga superflua la pluralidad de declinaciones y de conjugaciones: tendrá
solamente una declinación y solamente una conjugación. Por lo tanto en la lengua racional, lo
uno y lo otro será absolutamente uniforme. De la misma manera, la distinción en clases carece
de utilidad: podríamos suprimirla sin inconvenientes. «Esa supresión restituirá la lengua
racional, haciéndola mucho más fácil de aprender que las lenguas actuales, en las cuales la
principal dificultad consiste en la diversidad de clases, de declinaciones y de conjugaciones»
[60] La conjugación puede simplificarse considerablemente, porque la distinción de número y
de persona es inútil: ello está suficientemente indicado por el sujeto. Esta suerte de pleonasmo
[61], parece destinada a remediar la falta de atención de los oyentes en casos de repetición de
una, o de más veces, de una misma indicación. Para los sustantivos, Leibniz considerará, incluso,
hasta suprimir la distinción del número, creyendo poder indicarlo por el artículo o por el adjetivo

[59] También llamados «neutros», carecen de complemento directo, tales como «ir», o «venir»
[60] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 67.
[61] Es la figura que agrega palabras que no son indispensables para la comprensión de la oración, pero que le brindan
mayor vigor y energía. Esta figura es viciosa cuando, sin necesidad, se usan palabras que no hacen falta en la locución ni
le añaden belleza alguna. La lengua coloquial está plagada de pleonasmos. Un ejemplo de pleonasmo lo encontramos
en Quevedo y Villegas, cuando escribe: «La ocasión de morir muerte temprana»
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(algunos/as, varios/as, todos/as) Una solución todavía más radical, propiciará quitarle toda
flexión al adjetivo, ya que ella no hace sino repetir el sustantivo correspondiente.

[9] – LAS FLEXIONES Y LAS PARTÍCULAS

No quedan más flexiones que las de los casos en los sustantivos, y las de los modos y los
tiempos en los verbos. Dicho de una manera general, las flexiones y las partículas juegan el
mismo rol en gramática y pueden, además, reemplazarse mutuamente, ya que unas y otras
experimentan conexiones de palabras y de frases, relaciones de conceptos y de proposiciones.
Las lenguas sintéticas [62] emplean, preferentemente, flexiones, y las lenguas analíticas [63]
emplean, preferentemente, partículas. Pareciera que Leibniz vacila entre abordar uno u otro
sistema: «o bien, dice, se reemplazarán todas las flexiones del latín por flexiones análogas de la
lengua racional; o bien, se encarará el análisis de las relaciones gramaticales, se reducirán las
flexiones a partículas (por ejemplo se reemplazarán todos los casos por el nominativo [64]
precedido por diversas preposiciones)» [65] Pero, bien pronto, Leibniz se inclina hacia la
última opción, porque ella se compadece más con el ideal analítico de la lengua racional, y
prefiere, antes que una lengua tan sintética como el latín, una lengua analítica como el francés.

Leibniz tratará de ocuparse de las flexiones. Primeramente remarcará que las


preposiciones rigen los casos, así como las conjunciones rigen los modos. Aquí hay un doble
empleo: «o bien los casos y los modos dispensan a las preposiciones y a las conjunciones, o bien
las preposiciones y las conjunciones tornan inútiles a los casos y a los modos» [66] Leibniz
prefiere la segunda alternativa. Es por esta razón que hay muchas más preposiciones que casos, y
conjunciones que modos y que, en consecuencia, no se pueda reponer, por flexiones, toda la
variedad de información que se expresa por partículas. Por ejemplo, es oportuna la distinción
del indicativo y del subjuntivo regida respectivamente por «quod» (por lo cual, por que, para
que) y por «ut» (como, tal como, del modo que, en cuanto a), desde que estas dos conjunciones
difieren, una indicando lo que es, la otra lo que se quiere que sea. Leibniz parece querer suprimir,
tanto toda distinción de modo, cuanto toda distinción de caso. Sin embargo, conserva un solo
caso indirecto. Parece que debe ser el acusativo [67], el único caso que no puede ser

[62] Las lenguas sintéticas son las lenguas de mayor complejidad morfológica. El orden de las palabras no es
importante en absoluto, ya que la gran parte o la totalidad de la información de la estructura sintáctica se revela
mediante la morfología de las palabras. Es decir, el orden de los sintagmas no altera el significado de la oración. Algunos
ejemplos de lengua sintética son el latín y el inglés antiguo.
[63] Una lengua analítica es una lengua en la que la mayor parte de sus morfemas son morfemas libres a los que se
considera «palabras» con significado propio. Por el contrario, en una lengua sintética, las palabras se componen de
morfemas aglutinados o fundidos que denotan el carácter sintáctico de la palabra.
[64] Caso del sujeto de las formas verbales personales, y, por tanto, de todo lo que concierta con el sujeto.
[65] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 68.
[66] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 68.
[67] Uno de los casos de la declinación: el acusativo indica el complemento directo. En español, cuando se trata de
persona lleva la preposición «a» En las gramáticas clásicas es llamado «acusativo griego», «complemento de relación»,
«complemento de parte», o «complemento de determinación»: (a) en nuestra lengua lo llevan, fundamentalmente, los
participios pasados; o bien (b) suele ir solo, pero a veces con complemento directo además; o bien (c) como tipo
derivado, con adjetivos; o bien (d) como complemento de relación. Cf. Sánchez Márquez, Manuel; Gramática
Moderna del Español, Ibid., pp. 134 y 135, § 183.
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reemplazado por una preposición [68] Pero, ese caso acompaña al genitivo [69] cuando, por el
análisis gramatical, el verbo se encuentra convertido en un nombre verbal: «’Ego laudo Titium’
(Yo alabo a Ticio), es igual que ‘Ego sum laudator Titii (Soy el alabador de Ticio)’» [70]

En los verbos, no subsiste la distinción de tiempo, que es esencial. Sin embargo, Leibniz
no trepida en criticar la definición tradicional de verbo que da Aristóteles en Peri hermeneias,
Libro 1, cap. 3: «lo que co-significa el tiempo y es tal que ninguna de sus partes significa
aisladamente y es siempre una nota de aquellas cosas que se predican de otra», en tanto que en
el cap. 2 de la misma obra dice que el nombre «es la voz dotada de significado por convención,
sin tiempo, de la cual ninguna de sus partes, tomada separadamente, significa» [71] También
pueden significarlo, por ejemplo los participios [72], que son los nombres (adjetivos) derivados
de los verbos; la distinción de tiempo puede aplicarse también a los sustantivos, a los adjetivos e
igualmente a los adverbios [73] Leibniz rechaza la distinción aristotélica entre el nombre y el
verbo, y la sustituye muy prudentemente: el nombre expresa una idea; el verbo expresa una
proposición, una afirmación o una negación. En los nombres se involucran no solamente los
sustantivos y los adjetivos, sino los pronombres, los participios, y también los adverbios.

[10] – REDUCCIÓN DE LAS PARTES DEL DISCURSO

Leibniz ensaya reducir el número de «partes del discurso», mientras busca reemplazar
unas por otras. Primeramente, los adjetivos no se distinguen de los sustantivos porque varíen en
género. Ahora, si se suprime la diversidad de clases, los adjetivos se confundirían con los
sustantivos. Los grados de comparación no hacen que resulten más ventajosos los adjetivos,
«puesto que son igualmente aplicables a los sustantivos, a los pronombres, y también a los
verbos» [74] Además, la única diferencia lógica que hay entre los adjetivos y los sustantivos,
consiste en que éstos últimos implican la idea de ser o de sustancia: «por lo tanto, todo
sustantivo equivale a un adjetivo acompañado de la palabra ‘ens’ o ‘res’» [75] Por otra parte,
todos los verbos pueden reducirse al único verbo sustantivo ser y a los adjetivos: «Petrus scribit,
id est: est scribens [Pedro lo escribió, esto es: está escrito]» [76] Del mismo modo, los adverbios
pueden reducirse a adjetivos, debido a que, en cierto modo, ellos son a los verbos lo que los

[68] Semánticamente: en lengua, cada preposición tiene un valor originario o central que consiste en expresar una
relación (Bröndal, Théorie des prépositions, 1950, 11; en Sánchez Márquez, Manuel; Gramática Moderna del
Español, Ibid., p. 287, § 403.
[69] Grado de la declinación que indica la propiedad o la posesión; lleva antepuesta la preposición «de»
[70] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Ensayos de análisis gramatical», (1683-1684) (traducción al español de
Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 187/285.
[71] Izquierdo, Sebastián, G. W.; Faro de las ciencias: Tratado IV [103] Sobre el término, la proposición y la
argumentación. Disputación XVIII-Sobre los términos. Cuestión II-Cuántos son los términos. División 1, §§ 11 y 12
(traducción al español de Oscar M. Esquisabel); Seminario de Conocimiento Simbólico, Lenguajes Formales y Ontología;
La Plata, Argentina, 2006, pp. 6 y 7.
[72] Es el adjetivo-verbo (por ejemplo «soy amado» (siendo variable), que integra los tiempos perifrásticos de la voz
pasiva, o «he amado» (siendo invariable), que integra los tiempos perifrásticos de los tiempos compuestos. Cf.
Sánchez Márquez, Manuel; Gramática Moderna del Español, Ibid., p. 326, § 442.
[73] Semánticamente: indica alguna circunstancia del hecho expresado por el verbo o gradúa la cualidad o cantidad de
la sustancia expresada por el adjetivo u otro adverbio, aunque para Albesa el adverbio es un concepto léxico, no
semántico, que en acto puede ser sustantivo o adjetivo (por ejemplo: «hombre psicológicamente débil») Cf. Sánchez
Márquez, Manuel; Gramática Moderna del Español, Ibid., p. 283, § 399.
[74] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 70.
[75] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 70.
[76] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 70.
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adjetivos son a los sustantivos, y sirven para calificar el verbo. En lugar de decir: «valde potito»
(bebo mucho), se dirá: «sum magnus potator» (soy un gran bebedor), dónde el verbo fue
reemplazado por un sustantivo y el adverbio por un adjetivo.

En definitiva, todo el discurso puede reducirse al único nombre sustantivo «ens/entis»


(el ente) o «res» (la cosa), al único verbo sustantivo «es», a los nombres adjetivos, para expresar
cualidades, y a las partículas, que sirven para relacionar todas las palabras precedentes y para
indicar sus relaciones.

Se podrían formar, desde luego, todos los nombres y verbos por derivación, o mediante
raíces [77] indicativas de cada idea simple, verbal o sustantiva. Leibniz prefiere adoptar los
nombres, seguramente porque engendran naturalmente los verbos. «Para constituir el
vocabulario, será suficiente, por una parte, formar un léxico de raíces, y, por la otra parte,
aumentar la lista de terminaciones que servirán para formar los derivados, de suerte que cada
uno tenga un sentido único y bien determinado» [78] Tal será el modo de formación de las
palabras propiamente dichas, de nombres y verbos. Quedan por estudiar las partículas,
determinar sus nombres y sus sentidos.

[11] – ANÁLISIS DE LAS PARTÍCULAS Y DE LAS FLEXIONES

Esta no es la parte menos delicada de la institución de una lengua, porque Leibniz


considera extremadamente importante al rol de las partículas en la lengua: «ellas constituyen la
forma de una lengua, determinan la sintaxis, el aspecto y la fisonomía; son los ajustes o los
moldes donde viene a fluir la materia variable del discurso, representado por las palabras»
[79] Leibniz contribuye mucho al cuidado del análisis de las partículas, de sus sentidos y de sus
funciones. Esas partículas comprenden no solamente las preposiciones y las conjunciones, sino
muchas palabras clasificadas, sin motivo aparente alguno, entre los adverbios, especialmente
entre los adverbios de tiempo, de lugar, y de interrogación, que no tienen nada en común con los
adverbios de modo, legítimamente clasificados. Sobre las preposiciones, Leibniz desarrolló una
teoría ingeniosa: «todas las preposiciones después de significar originalmente relaciones de
lugar, por metáfora [80] llegan a designar seguidamente relaciones de todo tipo» [81] Ese
principio le proporcionará un método para clasificar y definir lógicamente la idea de
movimiento.

A este método de construcción a priori de las partículas, Leibniz le asocia, como otra
parte, el método a posteriori. Enumera las diversas partículas latinas, las analiza, las define y las

[77] Palabra primitiva de una lengua, de la que derivan otras palabras.


[78] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 71.
[79] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 71.
[80] La metáfora es, en lenguaje figurado, un tropo de dicción, es una comparación sobreentendida y abreviada o
elíptica, «el tropo en el que un término (B) sustituye a otro término (A) en virtud de la relación de semejanza existente
entre ellos», según Pozuelo Yvancos. Esta sustitución implica un cambio de significado porque la relación entre el
término sustituido (A) o evocado por el término (B) metafórico, implica un desplazamiento o traslación desde una
significación a otra. Así, «A» es el elemento real, y «B» es el elemento imaginario. Es decir: «A» como cual parece «B» --
-» símil o comparación ( figura de pensamiento) Cf. Orsini, Alicia; Lenguaje figurado, Instituto Superior del
Profesorado «Juan N. Terrero», Cátedra de Teoría Literaria, La Plata, 2001, p. 4.
[81] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 73.
» 19

clasifica. Es probable que Leibniz no registrara la diferencia esencial entre preposiciones y


conjunciones, no más que entre preposiciones y adverbios de lugar y de tiempo, que no se
diferencian más que por la ausencia de complemento expresado.

Al análisis de las partículas debe asociarse el análisis de las flexiones, puesto que ellas
juegan el mismo rol en la sintaxis. Como sabemos, Leibniz ensayó el análisis de los diversos casos
y el reemplazo por perífrasis, de donde ellos serían excluidos. Se abocó especialmente a analizar
el genitivo, al que, como hemos visto, someterá al mismo rigor de los otros casos que por él
comportan el tipo de la oblicuidad, porque le parece que expresa la relación más simple. Esta
relación consiste en agregar un sustantivo a otro para determinarlo, es decir para precisar el
sentido y particularizarlo. Así, «’La espada de Evandro’, es ‘la espada que posee Evandro’; ‘la
lectura de los poetas’, es ‘el acto por el cual uno lee a los poetas’» [82] Pero ello, no siempre
tiene buen suceso: «Paris es el amante de Helena», equivale a decir: «Paris es amante en tanto
que Helena es amada»; de la misma manera: «esta espada es la de Evandro» significa: «esta
espada es un instrumento en tanto que Evandro es el poseedor» Leibniz descubre, así, que el
genitivo expresa en realidad relaciones muy variables: relaciones del todo a la parte (manus
hominis/las manos del hombre); de causa a efecto (filius hominis/el hijo del hombre); de
poseedor a poseído (equus hominis/el caballo del hombre); de sustancia a accidente (calor
hominis/el calor del hombre); de sujeto a predicado (titulus hominis/el título del hombre) Lo
mismo puede decirse respecto del dativo [83] y del ablativo [84] Por eso, para explicar los
diversos casos y suprimir la oblicuidad, se está obligado a descomponer la proposición en otras
dos asociaciones por una conjunción como «en tanto que»

Por el mismo método, Leibniz ensaya analizar los juicios de comparación: «sea por
ejemplo la proposición: ‘Ticio es más sabio que Cayo’ Ello se descompondrá como sigue: ‘en
tanto que Ticio es sabio y Cayo es sabio, Ticio es superior y Cayo es inferior’; o mejor: ‘Ticio es
sabio, y como tal superior, en tanto que Cayo es sabio, y como tal inferior’» [85]

[12] – ANÁLISIS GRAMATICAL DE LAS RELACIONES

Este análisis gramatical de las flexiones y de las partículas tiene, como hemos podido
apreciar, un discurrir algo lógico; especialmente, desde que Leibniz no piensa poder demostrar
ciertas inferencias que Jungius (1587-1657) mostró, no puede ascender al silogismo. Es así en
tanto y en cuanto considera el análisis (o característica) gramatical como preludio indispensable

[82] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 73.
[83] En las lenguas declinables, caso que indica la atribución, la destinación. En español se expresa con las
preposiciones «a» y «para», por ejemplo: «el libro es para tí»
[84] Caso de la declinación que, en algunas lenguas, expresa relación de procedencia, situación, modo, tiempo, o
instrumento. En español se indica con una de las preposiciones con, «de», «desde», «en», «por», «sin», «sobre»,
«tras»
[85] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. II, Ibid., p. 73. La «reducción» de las
relaciones asimétricas es bastante más compleja. Leibniz vacila sobre este punto, pero la estrategia que suele seguir
queda bien ejemplificada con los dos casos siguientes: (a) la comparación que se plantea en la proposición «Ticio es más
sabio que Cayo» devendría en: «En tanto en cuanto Ticio es sabio y lo es Cayo, por esa misma razón Ticio es superior
y Cayo inferior»; y (b) la relación de conexión que se plantea en «Paris es el amante de Helena» debería ser traducida a
«Paris ama y por eso mismo Helena es amada» Cf. Aguado, Javier; Análisis de las relaciones en la gramática lógica
de Leibniz: Historia de un conflicto hermenéutico, en Revista de Filosofía, 3ª época, Vol. X (1997), núm. 17, pgs. 223-
263. Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense de Madrid. Versión on line:
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del análisis (o característica) lógica. Entre esas inferencias indirectas que refuerzan a la
Gramática mucho más que a la Lógica, Leibniz cita a la Inversión de las relaciones, que Jungius
catalogó en su Tabula de Dianoea, donde ofrece los siguientes ejemplos: «’David es padre de
Salomón’. Por lo tanto ‘Salomón es hijo de David’» [86]; «’Pedro es similar a Pablo’ Por lo
tanto Pablo es similar a Pedro’» Todas estas consecuencias «asilogísticas» que no se pueden
demostrar en las lenguas vulgares, por análisis de términos y sustitución de la definición positiva,
deberían poder demostrarse de una manera inmediata e intuitiva por la composición misma de
las palabras empleadas para traducir las relaciones, es decir que «esta consecuencia no puede
ser demostrada por los mismos vocablos latinos si no se resuelve en otras equivalencias
[‘caracteres o formulas que se pueden sustituir mutuamente sin violar las leyes del cálculo’
[87]] En la lengua general debe poder demostrarse a partir del análisis de los vocablos en sus
letras» [88] Tal es el ideal de la lengua general: «expresar los conceptos por caracteres que
restituyen su composición y sus relaciones manifiestas y visibles» [89]

[13] – ANÁLISIS DE LOS CONCEPTOS POR LA DEFINICIÓN

Hacia esto nos condujo la institución del vocabulario de la lengua universal, al cual se
deben aplicar las reglas de la «gramática filosófica» Hemos visto como Leibniz busca
simplificar, lo más posible, la gramática y la sintaxis, para tornarlas efectivamente lógicas y
consiguientemente universales. Se traducirán primero las frases de una lengua cualquiera al
latín simplificado y regularizado, después, de ese latín a la «lengua racional» Sin duda, las
perífrasis mediante las cuales se tendrán que restituir los pensamientos complejos, harán
desaparecer algunos matices y tornar el discurso más prolijo y marcadamente llano, aunque un
poco soso. Pero, se sabe que «Leibniz sacrifica deliberadamente la elegancia y la brevedad del
lenguaje a favor de la precisión y de la concisión del pensamiento» [90]

De la misma manera que el análisis de las partículas y de las flexiones por medio de
perífrasis, hace descubrir las relaciones lógicas originarias, de la misma manera el análisis de los
conceptos, por medio de la definición de las palabras, las descompondrá en nociones simples.
Como la primera es la base indispensable de la gramática y de la sintaxis, la segunda servirá de
fundamento lógico al vocabulario de la lengua filosófica. En efecto, «no se trata, como en los
ensayos de los predecesores de Leibniz, de asignar a cada palabra un sustituto convencional y
arbitrario, sino de encontrar para cada idea una expresión natural, que traduzca su
composición lógica, y que constituya por así decirlo su fórmula» [91] Se trata de elucidar a
qué se llega por la definición, porque la fórmula, es decir el «compuesto de numerosos

http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fsl/00348244/articulos/RESF9797120223A.PDF
[86] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Ensayos de análisis gramatical», (1683-1684) (traducción al español de
Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 185/284.
[87] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico» (Post. 1684) (traducción al español de Roberto
Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 191/206.
[88] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Ensayos de análisis gramatical», Ibid., p. 185/284.
[89] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 75.
[90] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 76.
[91] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 76.
» 21

caracteres» [92] sirve para eso, para definir una idea. Finalmente, si uno continúa la
descomposición, siempre sustituirá la definición positiva por ideas absolutamente simples e
irreductibles. Hecho esto, no se habría hecho otra cosa que componer el «carácter» de cada idea
con los caracteres que designan todos sus elementos.

Por eso, el nombre de cada cosa, mejor dicho, de cada idea, expresará su definición. Y,
como todas las propiedades de una cosa se siguen lógicamente de su definición, el nombre de la
cosa será la clave de todas sus propiedades. Ello no impedirá que la misma cosa tenga diversos
nombres, tantos como propiedades diversas posea. «Pero habrá solamente uno que será la
clave de todos los otros: esto es lo que expresa la descomposición completa de la idea en sus
elementos simples» [93] Todo esto se explica por la Combinatoria, que sirve como fundamento
a la Característica, porque la fórmula de un concepto, aún cuando sea algo compleja y
descomponible, sugiere una multitud de maneras de descomposición en «factores»; pero no hay
más que una sola descomposición en «factores primos», es decir en conceptos simples, y es lo
que sirve de principio y de explicación a los otros factores.

Una nomenclatura semejante, donde el nombre de cada cosa (o la idea) sea el símbolo
adecuado y, por así decirlo, donde la descripción o el «retrato lógico» constituirá una suerte de
lengua natural como aquella que Platón soñó en el Cratilo. Sería la lengua de Adán (que en
realidad nos es desconocida, o por lo menos lo es su significación), como sostienen algunos
místicos como Jacob Boehme (1575-1624) [94], es decir la nomenclatura que el primer hombre
habría instituido en el Paraíso Terrenal, según la leyenda hebrea, y que los hombres habrían
hablado hasta la confusión de lenguas en la Torre de Babel.

[14] – CONCLUSIÓN

Uno pudo ir apreciando cuánto se ha ido desarrollando y complicando la idea de la


lengua universal, a medida que Leibniz profundizaba en los detalles. No se trata de una suerte
de «aritmética disfrazada», en la cual el uso exigiría un constante cálculo mental, sino de una
verdadera lengua hablada y escrita, con frases compuestas por nombres, por verbos y por
partículas, y también puede escribirse con las letras de uso común, tal como sucede en las
lenguas vulgares. Cuando en 1680, Leibniz proyecta suministrar una muestra de su «lengua

[92] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos : «Signos y cálculo lógico», Ibid., p. 191/206.


[93] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 77.
[94] Jacob Boehme era un místico. Cuando la luz de la naturaleza le confirió dotes de perspicacia trascendente, se sumía
en un estado de inspiración que le infundía un conocimiento acabado del Natursprache o lengua natural que posibilitó
que Adán nombrara a los animales «después de conocer su esencia, su forma, y su calidad» Boehme creía que «el
Natursprache [le] había sido dado con el propósito de que pudiera comprender los secretos más profundos en [su]
lengua materna» Por lo tanto, Boehme compartía la sabiduría y los conocimientos de Adán. Y también compartía la
palabra creativa que había decretado la creación esencial cuando fue pronunciado el fiat lux. Boehme también podía
alegar conocimientos inspirados de la creación, sin haber recibido instrucción alguna proveniente de simples seres
humanos. Cf. Aarsleff, Hans ; en The Rise and Decline of Adam and his Ursprache in Seventeenth-Century Thought,
en The language of Adam , ed. por Allison P. Courdet, Wiesbaden, Harrassowitz. 1999, pp. 282 y 283. Véanse también:
Leibniz, G. W.; Oeuvres philosophiques de Leibniz: Nouveaux essais sur l’entendement humain, T. I, Felix Alcan,
Éditeur; Paris, France, 1900, p. 239, n. 1; Schmidt-Biggemann, Wilhelm ; Christian Kabbala: Joseph Gikatilla (1247-
1305), Johanes Reuchlin (1455—1522), Paulus Ricius (d. 1541), and Jacob Böhme (1575-1624), en The language of
Adam, ed. por Allison P. Courdet, Wiesbaden, Harrassowitz. 1999, p. 108 y ss.; y Courdet, Allison P.; An Eavesdropper
in the Garden Of Eden: The Search for the Ursprache and the Genesis of the Modern World, en The language of Adam ,
ed. por Allison P. Courdet, Wiesbaden, Harrassowitz. 1999, p. 11 y ss.
[94] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 78, n. 4.
» 22

filosófica» aplicada a la geometría, anuncia que (a) empleará flexiones, partículas y


construcciones del latín, que (b) estará satisfecho de inventar nuevos nombres que expresen la
generación de figuras, y que (c) estará dispuesto a su construcción o definición. Estará tan lejos
de concebir esa lengua como una suerte de cálculo, que declara expresamente «Nihil autem
calculi hic miscebo (nada calculo sino mezclo)» Excluirá todas las consideraciones de tamaño,
de igualdad y de proporción, que son comunes en la aritmética y en la geometría, y se limitará al
estudio de los puntos, rectas, ángulos, intersecciones, contactos y movimientos, en una palabra,
de lo que hoy podríamos llamar «propiedades objetivas de las figuras» [95] «Espera poder
efectuar todos los razonamientos geométricos sin figuras y sin cálculo, por el mero
encadenamiento de los conceptos y de las palabras correspondientes» [96] Tal es el carácter
de la lengua universal. Sin duda, también es una lengua lógica y «racional», que sirve para el
pensamiento auxiliar e instrumental, pero eso no es un álgebra lógica, y la prueba es que «el
Calculus ratiocinator [97] se desenvuelve, en adelante, paralelamente, pero de una manera
absolutamente independiente, bajo la forma de un álgebra auténtica, y no bajo la forma de
una lengua hablada y escrita» [98] En efecto, «en oposición a un calculus ratiocinator, una
lingua caracterica o lingua universalis es tal que 1) está provista de un dominio fijo para sus
variables, de manera que recorren la universalidad de los objetos (además, existe un único
universo de objetos, al menos para Frege), 2) en virtud de ello, una lingua characterica está
concebida con el propósito de que un nuevo lenguaje, más apropiado para la práctica de las
ciencias (especialmente en lo que se refiere a su fundamentación) reemplace el lenguaje
ordinario, que es imperfecto y erróneo» [99]

Es por el progreso de su proyecto de lengua universal, o mejor dicho por el desarrollo


de la idea, que contiene el principio a superar, por lo que vale lo que puso en juego Leibniz. En
efecto, para constituir el alfabeto de los pensamientos humanos, que debe ser el fundamento del
vocabulario, era necesario analizar todos los conceptos y reducirlos a elementos simples por
medio de la definición. Sin embargo, volverá a (a) hacer el inventario de los conocimientos
humanos, y también, como el análisis de los conceptos es, al mismo tiempo, el análisis de las
verdades, a (b) demostrar todos las verdades conocidas al reducirlas a principios simples y
evidentes, es decir a edificar una Enciclopedia demostrativa. Por otra parte, una vez contados y
clasificados los conceptos originarios, es necesario representarlos por caracteres apropiados, e

[95] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 78.
[96] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 78.
[97] «Leibniz utiliza las expresiones característica universalis y calculus ratiocinator de un modo que, aunque no sean
idénticas en su significado, se halla una muy próxima de la otra. No obstante, defiendo la idea de que se puede defender
la distinción desde un punto de vista conceptual, dicho de otro modo, cuando hacemos a un lado los problemas
terminológicos y consideramos los diversos modos en que Leibniz define la tarea de este nuevo instrumento del
pensamiento que es la característica ... De acuerdo con la interpretación de [Jean Louis Maxime] van Heijenoort [1912-
1986] dio a la distinción fregeana, un calculus ratiocionator consiste en 1) un cálculo formal que contiene variables
cuyo dominio se deja completamente indeterminado, esto es, se puede cambiar a voluntad su universo del discurso ...
Lo mismo acontece con las operaciones del cálculo: pueden recibir diferentes interpretaciones. En este sentido, 2) un
calculus ratiocinator constituye un sistema puramente sintáctico cuya semántica permanece puramente externa al
sistema como tal ..., En tal sentido, 3) un calculus ratiocinator puede ser concebido como un auxilio o ayuda en nuestra
tarea de realizar inferencias, pero no como un medio para sustituir nuestro lenguaje ordinario por un lenguaje nuevo
y más perfecto» Cf. Esquisabel, Oscar M.; Lenguaje racional universal versus «calculus ratiocinator» ¿Se aplica esta
distinción a Leibniz?, Seminario de Conocimiento Simbólico, Lenguajes Formales y Ontología; La Plata, Argentina,
2006, p. 1.
[98] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 79.
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inventar los signos para expresar sus combinaciones y sus relaciones. Esta es, propiamente, la
obra de la Característica Universal.

Por eso, «la auténtica lengua universal, o mejor dicho filosófica, presupone a la vez ese
doble y gigantesco trabajo: la institución de una Característica y la elaboración de una
Enciclopedia» [100] Y sus dos emprendimientos, a su turno, se implican el uno con el otro y
deberán ser tratados a la vez: porque la Característica supone todas las nociones científicas
reducidas en un sistema lógico y subordinadas a un pequeño número de categorías, es decir la
Enciclopedia terminó o todo, al menos, avanzó suficientemente. Por otra parte, la Característica
parece indispensable para la constitución de la Enciclopedia, porque ella sirve para determinar el
encadenamiento lógico de las verdades científicas y, de la misma manera, el orden jerárquico de
las ciencias. Para evitar esta suerte de círculo vicioso, será necesario que la Característica y la
Enciclopedia se elaboren paralelamente y marchen al mismo tiempo. Leibniz comprendía
perfectamente que se imponía una conexidad necesaria entre las dos partes de su proyecto. Con
remarcar esta conexión que ensambla un gigantesco proyecto integrado por la Característica y
la Enciclopedia ... alcanza, pero no debemos olvidar que, esa conexión, también incluye un nudo
que las ata.

[15] - BIBLIOGRAFÍA

Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits; Felix Alcan, Editeur; Paris,
France, 1901.
Eco, Umberto, La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, ed. Crítica, Barcelona,
España, 1994.
Esquisabel, Oscar M.; Lenguaje racional universal versus «calculus ratiocinator» ¿Se aplica
esta distinción a Leibniz?, Seminario de Conocimiento Simbólico, Lenguajes Formales y
Ontología; La Plata, Argentina, 2006.
Leibniz, G. W.; Oeuvres philosophiques de Leibniz; Felix Alcan, Éditeur; Paris, France, 1900.
Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: Meditaciones sobre el conocimiento, la verdad y las ideas
(traducción al español de Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial
Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982.
Lettres et opuscules inédits de Leibniz; par A. Foucher de Careil, Librairie Philosophique de
Ladrange, Paris, France, 1854.
Nouvelles lettres et opuscules inédits de Leibniz; par A. Foucher de Careil, Auguste Durand,
Libraire; Paris, France, 1857.
Oeuvres Philosophiques de Leibniz, par Paul Janet, Félix Alcan, Éditeur, Paris, France, 1900.
Opuscules et fragments inédits de Leibniz. Extraits des manuscrits de la Bibliothèque royale de
Hannover, par Louis Couturat; Felix Alcan, Editeur; Paris, France, 1903.

[99] Esquisabel, Oscar M.; Lenguaje racional universal versus «calculus ratiocinator» ¿Se aplica esta distinción a
Leibniz?, Ibid., p. 1.
[100] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 79.
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