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[1] – INTRODUCCIÓN
Leibniz (1646-1716) pasó a la historia de la filosofía como «quien por vez primera
convierte en un fin en sí el problema de los principios del saber», más allá del cogito cartesiano y
del panteoentitativismo spinociano. Es por eso que su sistema filosófico se abrió con esta
postulación: bregar por establecer un alfabeto del pensamiento que permitiera construir la
totalidad del conocimiento, con un pequeño número de elementos simples [1] Para él, «nada
existe que no admita el número», aunque ignora «si algún mortal ha estudiado a fondo la
verdadera razón por la cual se puede asignar a cada cosa su número característico» [2]
Aunque Leibniz frecuentaba los cenáculos de los pensadores más conspicuos, sólo
ocasionalmente pudo hacer entender a sus colegas la naturaleza de la característica que había
comenzado a profesar. Se consagró, entonces, «con bastante intensidad a ese estudio», y fue «a
parar forzosamente a esa admirable idea porque [pudo] descubrir cierto alfabeto de los
pensamientos humanos y que mediante la combinación de las letras de ese alfabeto y el análisis
de las palabras formadas de esas letras podían descubrirse y juzgarse, respectivamente, todas
las cosas» [3]
Una cosa es un lenguaje formal aplicable al dominio de la ciencia, ya sea que se trate de
un lenguaje meramente representativo o de un lenguaje simplemente inventivo, y otra cosa muy
[1] Cassirer, Ernst; El problema del conocimiento en la filosofía y en la ciencia modernas (traducción directa de
Wenceslao Roces), Fondo de Cultura Económica, México, 1956, Tomo II, Cap. II, pp. 65 y 79.
[2] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Historia y elogio de la lengua o característica universal» (ca. 1680)
(traducciones de Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina,
1982, 1, p. 165/184.
[3] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Historia y elogio de la lengua o característica universal» Ibid., 1, p. 167/186.
[4] Eco, Umberto, La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Ed. Crítica, Barcelona, España, 1994,
Introducción, § 1, p. 12.
[5] Reciben este nombre aquellas lenguas que, siendo naturales o constituyendo jergas más o menos limitadas, ofician
como sustitutas de las lenguas naturales en áreas geográficas multilingües. En este sentido lo es el suahili, extendido
sobre un amplio territorio de África oriental; lo ha sido el francés que el Abate Grégoire (1750-1831) registró como una
lengua, distinta a la de Paris, que hablaban quince millones sobre un total de veintiséis millones de franceses; y,
actualmente, lo es el inglés. Cf. Eco, Umberto; La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Ibid.,
Introducción, §2, p. 14.
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[6] Si la búsqueda de la lengua perfecta estuvo inspirada por profundas tensiones religiosas, ahora se trata de la
búsqueda de una lengua filosófica que serviría para eliminar todos los idola, como los llamaría Francis Bacon (1561-
1626), donde toda ciencia es, ciencia de generalidades, y mitos engañosos de la sociedad, que mantuvieron a la mente
humana alejada del progreso científico. Cf. Eco, Umberto, Ibid., Capítulo Diez, p. 177.
[7] Obispo de Chester. Primer Secretario de la Sociedad Real de Londres. En realidad, su lengua, la lengua sintética
(mejor dicho, la «lengua artificial filosófica de uso universal», se basa en dos lenguas: la primera de ellas (a) es escrita y
consta de ideogramas o «caracteres reales», a modo de signos taquigráficos que resultan impronunciables; la segunda
(b) es fonética y está destinada a ser pronunciada por el lector.Véase Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des
documents inédits; Felix Alcan, Editeur; Paris, France, 1901, Capítulo III, p. 58, n. 1.
[8] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Historia y elogio de la lengua o característica universal» Ibid., 1, p. 169/187.
[9] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico» (1684) (traducción al español de Roberto Torretti,
Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, 6, p. 191/206.
[10] Leibniz, G. W.; Dissertatio de arte combinatoria, (1666), Usus Probl. I et II; C. J. Gerhardt IV, 44; en Cassirer,
Ernst; El problema del conocimiento en la filosofía y en la ciencia modernas, Ibid., II, II, p. 81.
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alrededor de los 20 años, «porque ya entonces, a través de ella, [ofreció] al mundo algún indicio
de [su] descubrimiento para que nadie [creyera] que recién ahora [ca. 1680) [ha] imaginado
tales cosas» [11], comenzó a proyectarse con mucho vigor, cuando «le había sido sin duda
sugerido por diversos proyectos contemporáneos de lengua universal o internacional» [12],
especialmente por la obra de Raimundo Lulio (1235?-1315), el Ars generalis ultima (1303), o Ars
magna (1598), o Ars magna et ultima (1308), que es un ars inveniendi, un arte de la invención
fundado en la idea de la mathesis universalis proseguida por Descartes y precisamente por
Leibniz, a quien –como quedó dicho- la temática lo iba a «obsesionar» tanto, durante toda su
vida: «como en este ars characteristica, cuya idea he concebido, está contenido el órgano
verdadero de la ciencia general de todas las cosas que caen bajo el razonamiento humano,
pero vestido con las ininterrumpidas demostraciones del cálculo evidente, será necesario
también exponer esta característica nuestra; o sea el arte de emplear, del modo más general,
los signos mediante cierto tipo exacto de cálculo. Pero como aún no ha sido posible establecer el
modo como se deben formar los signos, mientras tanto, siguiendo el ejemplo de los
matemáticos, emplearemos, para aquellos signos que hay que formar en el futuro, letras del
alfabeto o cualquier otro signo arbitrario [‘el valor primigenio que se le asigna
arbitrariamente al carácter y no necesita de prueba en su significación’ [13]] que permita un
progreso adecuado. Y por esta razón también aparecerá el orden de las ciencias tratadas en
forma característica y el objeto mismo enseñará que la aritmética elemental es anterior y más
simple que los elementos del cálculo lógico que se ocupa de las figuras y de los modos» [14]
Este proyecto data de 1653. Proviene de Roma y se debe a un Español anónimo (tal vez,
Pedro Bermudo (1610-1648 [15])), que distribuyó los conceptos en varias clases, y que «debió
escribir antes de [Athanasius] Kircher [1602-1680], porque el Novum inventum está dedicado
al Papa Alejandro VII, que no subió al solio pontificio hasta 1655» [16] Después enumeró esas
clases y, en cada clase, enumeró los conceptos. Finalmente designó a cada uno de ellos con el
número de su clase y con el número que le correspondía dentro de ella. Resulta interesante
destacar que el tal Bermudo se vio obligado a asignar, a ese doble número, ciertos signos
sustitutivos de las flexiones [17] gramaticales sirviendo a la sintaxis, del mismo modo que
Leibniz se vio obligado a emplear artículos y preposiciones en su ensayo de Característica
geométrica (1679) «cuyos caracteres [convencionales o arbitrarios [18]] son cosas por medio
de las cuales se expresan las mutuas relaciones de los objetos entre sí y cuyo tratamiento es, sin
embargo, más fácil que el de los objetos mismos. A cada operación en los caracteres
[11] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Historia y elogio de la lengua o característica universal» Ibid., 1, p. 167/186.
[12] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits; Ibid., Cap. III, p. 51.
[13] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico», Ibid., p. 191/206.
[14] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico», Ibid., pp. 190 y 191/205.
[15] Eco, Umberto; La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Ibid., Capítulo Nueve, p. 175.
[16] Eco, Umberto, Ibid.; La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Capítulo Nueve, pp. 174 y 175.
[17] Variación o modificación que sufren las voces conjugables o declinables, por ejemplo las flexiones del verbo.
[18] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «¿Qué es idea?» (1678) (traducción al español de Roberto Torretti, Tomás E.
Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, 3, p. 179/264.
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corresponde, pues, algo que se predica de los objetos, pudiendo aplazarse, no pocas veces, el
tratamiento de éstos hasta el final del procedimiento. Todo resultado al que lleguemos en
cuanto a los caracteres puede transferirse fácilmente a sus objetos, dada la coincidencia que
desde el primer momento se establece entre ellos ... Ahora bien, cuanto más exactos sean los
caracteres, es decir cuantas más relaciones entre las cosas expresen, mayor será su utilidad»
[19] Al haberse visto obligado a emplear artículos y preposiciones en su ensayo de
Característica geométrica, Leibniz «prueba no haber analizado nomás las relaciones de los
conceptos, sin saber traducirlas en símbolos» [20]
Otro ensayo acerca de la lengua universal fue plasmado en Carácter pro notitia
linguarum universali, publicado en Francfort hacia 1661 por Juan Joaquín Becher (1635-1682)
Becher había numerado, por orden alfabético, todas las palabras de un diccionario latín, y
formado diccionarios de diversas lenguas donde las palabras estaban ordenadas según el orden
de sus números. De tal suerte estableció así una correspondencia entre los vocabularios de los
diversos lenguajes, de modo que un texto escrito en números podía leerse y traducirse a
cualquier lenguaje, mediante el léxico correspondiente.
En un fragmento todavía inédito hacia 1901, Leibniz había resumido un proyecto que
parece ser un primer esbozo del P. Athanasius Kircher, S. J.: el diccionario. El diccionario en una
sola lengua, comprendía nueve páginas foliadas que contenían seis columnas cada una,
constituyendo cincuenta y cuatro columnas en total. Cada columna tenía un signo distintivo
llamado «carácter», y contenía treinta palabras numeradas por orden. Para designar una
palabra, bastaba con indicar el número en su columna y el signo distintivo, llamado «carácter»,
de tal columna. El proyecto ofrecía una analogía llamativa respecto del proyecto del Español
anónimo: «los conceptos están distribuidos en clases naturales o categorías lógicas» [21]
[19] Leibniz, G. W.; «Characteristica geometrica» (10 de agosto de 1679), Leibnizens mathematische Schriften V,
141, eds. por C. J. Gerhardt, 7 Vols., Berlín, 1848-1863; en Cassirer, Ernst; El problema del conocimiento en la filosofía
y en la ciencia modernas, Ibid., II, III, p. 106.
[20] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 52.
[21] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 53.
[22] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 52.
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cinco lenguajes, presentadas en la misma línea en cinco columnas paralelas, siguiendo el orden
alfabético de las palabras en latín. Las líneas de cada página (y las páginas también) estaban
numeradas. Cada palabra, esto es cada concepto, estaba designada por el número de su página
en números romanos, y el de su línea en números arábigos. A los dos números se les agregaba,
en caso de necesidad, un signo o una letra adicional indicativa de la flexión de la palabra: (a) el
caso y el número para los nombres; y (b) la voz, el modo, el tiempo, el número y la persona para
los verbos [23] En este sistema, más artificial que el del Español anónimo, «podemos traducir
en números un texto de una cualesquiera de las cinco lenguas, e inversamente, un texto escrito
en números en no importa cuál de las cinco lenguas indistintamente» [24] La idea de este
diccionario poligloto, parece que le fue sugerida al P. Kircher por el emperador Fernando III
(1578-1637), en beneficio de las poblaciones de diversas lenguas que componían los dominios de
la corona de Austria.
No obstante lo dicho, el P. Kircher nunca quedó satisfecho con sus proyectos. Preparó,
entonces, una nueva obra que tituló Torre de Babel, tal como se desprende de lo que le escribiera
a Leibniz hacia 1670.
Los diversos proyectos de lengua universal que Leibniz conoció, reconoció y mentó en
su época, han estado suficientemente fundados y merecieron pasar a la historia con el nombre de
«proyectos de lengua universal» Esto, más bien, como se ve, se refiere a «sistemas de escritura
convencional, análogos a nuestros códigos telegráficos o a nuestras cifras diplomáticas, donde
la correspondencia entre las palabras y los números es muy artificial y arbitraria» [25]
Leibniz subrayó la insuficiencia de esos sistemas, en los que la anomalía primordial estribaba en
la ausencia de toda base lógica y filosófica y en la carencia de interés y aplicación prácticos.
Leibniz encontró: (a) en la ambigüedad de los términos, diversos sentidos en cada lengua; (b) en
la falta de sinónimos exactos, que las palabras de dos lenguas diferentes no se correspondan
nunca exactamente; y (c) en la diversidad de las sintaxis, que de una frase, traducida palabra a
palabra, devenga un barbarismo, se torne ininteligible, o de lugar a interpretaciones equivocadas
y a contrasentidos.
[23] Semánticamente, el verbo indica acción o proceso, más no acción objetiva, sino que debe entenderse como
«afirmación de un juicio», y como «indicadora de la acción del hombre» Cf. Sánchez Márquez; Manuel, Gramática
Moderna del Español, 2da. Edición, EDIAR, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 281, § 396.
[24] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 53.
[25] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 54.
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conocimiento teorético en general, también aborda con una nueva profundidad el problema de
la lengua universal» [26]
La escritura universal que Leibniz imagina será muy simple de aprender y muy fácil de
retener, puesto que reposa sobre un fundamento lógico: reposa sobre «el análisis completo de
los conceptos y sobre su reducción a términos simples» [27] Ello se deduce de lo que el mismo
Leibniz le escribe a Burnett, el 24 de agosto de 1697: «he considerado esta materia, antes del
libro de Mr. Wilkins, cuando era yo un joven de diecinueve años, en mi pequeño libro de Arte
combinatoria, y mi opinión es que los Caracteres verdaderamente reales y filosóficos deben
responder al análisis de los pensamientos» [28] Ello bastará para representar cada término
simple por un signo tan apropiado como posible, como los signos jeroglíficos del P. Kircher. Se
constituirá, así, una suerte de alfabeto ideográfico, compuesto de tantos símbolos como
conceptos elementales o categorías haya. En este orden de ideas, cada concepto complejo o
derivado sería representado por la combinación de los signos que figuran en sus elementos
simples. Como los conceptos simples se resumen en unos pocos, bastaría con aprender el
alfabeto lógico para poder leer y comprender, con un golpe de vista, sin necesidad de consultar
ningún diccionario, un texto escrito de tal suerte. «Así, hacia la edad de veinte años, Leibniz
concibió el plan de una Lengua Universal y efectivamente filosófica, que superó todos los
proyectos conocidos, de modo que no era solamente una estenografía o una criptografía, sino
una pasigrafía [29] lógica y una ideografía» [30], como una polygraphia universali, según
consta en la Dissertatio de arte combinatoria.
[26] Cassirer, Ernst; Filosofia delle Forme Simboliche (traduzione di Eraldo Arnaud): Il linguaggio, La Nuova Italia
Editrice, Firenze, 1961, Vol. I, Cap. I, p. 80.
[27] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 54.
[28] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 54, n. 3.
[29] La pasigrafía, en verdad, no comportaba otra cosa que un lenguaje concebido para ser leído, para representar
conocimiento y comunicarlo, no para ser hablado.
[30] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 55.
[31] Se conoce como Renacimiento al vasto movimiento de revitalización que se produjo en la cultura en Europa
Occidental entre los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes aunque también se
produjo una renovación en el de las letras y las ciencias. El nombre de «Renacimiento» se utiliza porque este retomó los
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precediera, cuya «justa convicción y conducta vital se desentendió bastante del desarrollo
material» [32] La razón tomó conciencia de su fuerza y de su independencia, y manifestó su
tendencia a liberarse de todos los obstáculos de la tradición y de la rutina. Empezó a percibirse
que podía traspasarse la antigüedad en los conocimientos del universo, y vislumbrarse la
posibilidad de un progreso indefinido. En tal sentido, «Joseph Glanvill (1636-1680), miembro
de la Sociedad Real de Londres, celebró los progresos de la ciencia en su Plus Ultra, or the
progress and advancement of knowledge since the days of Aristote (London, 1668) [como lo
acredita la carta] que [Henri] Oldenburg [c. 1618-1677] envía a Leibniz» [33] en 1670 y en 1671.
En definitiva, el espíritu humano toma conciencia de su unidad, y de la unidad de la ciencia.
Todo ese gran movimiento de ideas, toda esa renovación de las ciencias, y toda la reforma de la
Lógica, a la vez, condición de posibilidad y resultado, tenía que derivar hacia la creación de una
lengua filosófica y científica común a todos los científicos, y por ende internacional, más lógica
que las lenguas vulgares.
elementos de la cultura clásica. Además este término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras los
siglos de oscuridad de la Edad Media.
[32] Camarero Benito, Antonio; Misterio, mito, símbolo, revelación, razón – Síntesis histórica y actual de la
mentalidad humana; Editorial Bonum, Buenos Aires, Argentina, 1997, p. 23.
[33] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 56, n. 3.
[34] En una carta dirigida al Cardenal Mersenne, escrita en 1629, Descartes se refiere a la cuestión de la creación de una
lengua universal. En esta carta el autor hace una crítica a un proyecto de lengua universal que le había enviado con
anterioridad el propio cardenal. Si bien, en principio no se había podido determinar el origen de este proyecto que
analiza Descartes, Umberto Eco, en La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, ibid., (pp. 182 y 183), nos
dice que el autor de este proyecto de langue nouvelle es un tal des Vallées, un abogado dedicado a estudios lingüísticos,
que pretendía haber hallado una «lengua matriz que le hacía entender todas las otras» El planteo vertido en la aludida
carta y la asunción de él por parte de Leibniz, esta «encrucijada» en la que se encuentran ambos autores respecto de la
cuestión de la lengua universal, señala el inicio de un camino decisivo en la historia de la cuestión, a partir del cual se
atisban los elementos de una solución francamente fructífera. Este es también el punto de partida de los grandes
proyectos a posteriori de construcción de una lengua auxiliar de comunicación internacional, una lengua realizada a
partir de una lengua vehicular que facilitaría la comunicación, tanto entre los científicos, como entre los demás hombres.
[35] Gombay, André; Œuvres Complètes de René Descartes: Correspondence (Descartes to Mersenne, Amsterdam,
20 november 1629); Folio Corporation, 1992-1997, Page Break Correspondence, 1619, I, 81/2.
[36] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 57.
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Fue esta, otra fuente de inspiración que instó a Leibniz a precisar y a desarrollar el
sistema esbozado en la Dissertatio de arte combinatoria. Los proyectos de lengua universal
parecen haber florecido especialmente, en esa época, en Inglaterra, en el círculo de los científicos
que fundaran la Sociedad Real de Londres. Uno de ellos, Wilkins, ya había publicado su
Mercury, or the secret and swift messenger (1641), que parecía no ser más que un manual de
correspondencia secreta. Pero ese trabajo le sugirió a Dalgarno un sistema más filosófico y más
perfecto, donde cada clase era dividida en subclases organizadas en un cierto número de
palabras caracterizadas por las mismas letras y distinguidas por la variación de la letra final: era,
en resumidas cuentas, «una clasificación lógica de los conceptos expresados por las palabras,
compuesta de una manera sistemática, siguiendo un orden arbitrario, y jugando el rol de
fichas o de etiquetas convencionales» [37]
Leibniz había tomado conocimiento del nuevo libro de Wilkins a comienzos de 1671.
Parece haberle agradado tanto, que deseaba ver la obra reeditada, traducida al latín. Aprobó los
sistemas de Wilkins y Dalgarno que, según su parecer, tenían la ventaja de ser, a la vez, lenguas
[37] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 58.
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escritas y habladas [38] Sin embargo, en su copia del Ars signorum vulgo Character
universalis et lingua philosophiæ (1661), dejó entrever claramente su opinión. De acuerdo con
su manera de pensar, Wilkins y Dalgarno habían deslizado un error. Les achacaba haber
perseguido una finalidad práctica más que el beneficio y la utilidad para las ciencias, es decir de
haber hecho especial hincapié en lenguas artificiales destinadas a las comunicaciones
internacionales, y de haber soslayado el papel de las lenguas filosóficas que expresan las
relaciones lógicas de los conceptos. Prefiere, y opone, la verdadera Característica Real, que
«traducirá la composición de los conceptos por la combinación de los signos que representan
sus elementos simples, de suerte que la correspondencia entre las ideas compuestas y sus
símbolos será natural, y no más convencional» [39] Dicho de otro manera, aquella
«‘característica’ que no tienda a limitarse a un lenguaje simbólico arbitrario, sino representar
las verdaderas relaciones fundamentales de las cosas como characteristica realis, exige un
análisis lógico de los contenidos del pensamiento» [40]
Tales son las principales ideas que Leibniz abordó, respecto del idioma universal,
durante su estancia en París, y que expuso a Oldenburg y a sus colegas de la Sociedad Real de
Londres. En mayo de 1676, «asimiló la lengua universal con la Característica, y reivindicó una
lengua que fue, al mismo tiempo, un cálculo [«o sea la operación ... [que] consiste en la
producción de relaciones por medio de transformaciones de las fórmulas, realizadas según
ciertas leyes prescritas» [42]], una especie de Álgebra del pensamiento» [43] Para ello,
solamente tuvo que desarrollar un principio que ya estaba inserto en la Dissertatio de arte
[38] Oeuvres Philosophiques de Leibniz: Nouveaux essais sur l’entendement humain, par Paul Janet, Félix Alcan,
Éditeur; Paris, France, 1900, (III, II, §1), p. 235 y ss.
[39] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 60.
[40] Cassirer, Ernst; Filosofia delle Forme Simboliche, Vol. I: Il linguaggio, Ibid., Cap. I, p. 80.
[41] Según Couturat, en la primera carta del R. P. Bouvet, del 4 de noviembre de 1701, un misionero jesuita en China le
dijo a Leibniz, quien creía que los jeroglíficos egipcios representaban directamente a los objetos, que «la lengua china y
los caracteres son como dos lenguas diferentes, cuál una aborda al oído y la otra a los ojos» Cf. Couturat, Louis; La
logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 60, n. 4.
[42] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico», Ibid., p. 191/206.
[43] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 61.
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combinatoria. Desde que todos los conceptos son combinaciones de ideas simples, cuando «la
mente solamente permanece pasiva en la percepción de ideas simples, que son el rudimento o
el material del conocimiento, en tanto que permanece activa cuando forma ideas compuestas»,
la composición de los conceptos «permanece activa, cuando forma ideas compuestas» [44],
análogamente a la composición de los números a partir de factores primos, es natural tomar los
números primos como símbolos de las ideas simples, y la multiplicación de los números como
símbolos de la combinación de los conceptos, es decir de la adición de sus comprensiones: «a la
descomposición en números primos corresponde las descomposiciones en ideas primitivas; y
uno de los pensamientos fundamentales de la filosofía leibniziana es que ambas pueden y
deben ser cumplidas sustancialmente según el mismo principio y en virtud de un solo y mismo
método general» [45] Esta analogía, tan familiar para Leibniz, pudo ser desarrollada merced a
su ahínco. En cierto modo, los números primos están en función de la clase con respecto a sus
múltiplos: los múltiplos de dos son binarios, los múltiplos de tres ternarios, los múltiplos de seis
senarios. Así, «todo múltiplo de seis es, a la vez, múltiplo de dos y de tres; todo senario es un
binario-ternario, como seis es el producto de dos y de tres» [46] Del mismo modo, para
expresar que el hombre es un animal racional, uno podría representar, por ejemplo, animal por
2, racional por 3, y hombre, animal racional, por el producto de ambos, de 2 y de 3, es decir por
6, de tal suerte que se tendría que 6 = 2 X 3, lo que expresado como igualdad lógica equivale a
decir que hombre = animal X racional.
Tal es el principio del primer sistema de cálculo lógico que conoció Leibniz. Lo enunció
a principios de 1678, en un fragmento titulado Lingua generalis, y lo tomó como fundamento
del proyecto de lengua universal.
Para transformar esta característica en una lengua hablada y escrita, era suficiente con
traducir los números a palabras mediante un método análogo al de Dalgarno. El procedimiento
de traducción que ideó Leibniz, consistió en considerar que las nueve primeras consonantes del
alfabeto (b, c, d, f, g, k, l, m, y n), representan las nueve cifras significativas (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9),
en tanto que las cinco vocales (a, e, i, o, y u), representan las unidades decimales en orden
ascendente (1, 10, 100, 1.000, y 10.000) [47] Para enunciar o para escribir un número, sería
suficiente con tomar las consonantes correlativas de las cifras (por ejemplo a «8» le corresponde
la consonante «m»), mientras se hace seguir cada una de ellas («m» por ejemplo) por la vocal
que indica la posición decimal que representa (las unidades de 10.000, que corresponden a la
vocal «u») Así, el número 81.374 se escribirá y se pronunciará «mubodilefa» [48]
La ventaja que reporta esta notación respecto de la notación de Dalgarno estriba en que
cada sílaba indica, por su vocal, el orden decimal, de suerte que: (a) su valor es independiente de
[44] Leibniz, G. W.; Oeuvres philosophiques de Leibniz: Nouveaux essais sur l’entendement humain; Ibid., (II, I, § 23
y 25), p. 83.
[45] Cassirer, Ernst; Filosofia delle Forme Simboliche, Ibid., Cap. I, p. 80.
[46] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits. Ibid., Cap. III, p. 62. Véase también
Couturat, Louis; Elementos de la razón (traducción al español de Oscar M. Esquisabel), Seminario de Conocimiento
Simbólico, Lenguajes Formales y Ontología, La Plata, Argentina, 2006, p. 13.
[47] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, pp. 62 y ss.
[48] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits; Ibid., Cap. III, p. 63. Véase también Eco,
Umberto; La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, Ibid., Capítulo Catorce, p. 228.
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«En esta facultad de permutar todas las sílabas de una palabra, Leibniz encuentra
una gran comodidad, que servirá, según él, para tornar esa lengua artificial más agradable y
más armoniosa, y que dará facilidades maravillosas para la poesía y la música» Leibniz
indica que uno podría traducirla en música [49] Cree que en esa lengua se podrían componer
cantos y poemas «muy bellos» mediante un método infalible [50] Uno ve que, en adelante,
Leibniz toma prestado el ideal lógico y estético de las matemáticas: «es necesario considerar
también que uno podría hablar, esto es hacerse escuchar por los sonidos de la boca; pero sería
necesario más arte para inventar una lengua de los tonos, en vez de una de las palabras para
poder ser formada y perfeccionada poco a poco» [51]
Leibniz advierte que el problema que afronta su proyecto es menos simple y menos fácil
de lo que creía. Y, entonces, en vez de crear a priori, y de todo elemento, una lengua puramente
convencional, adopta un método a posteriori, menos arbitrario y menos temerario, porque
«tenemos ... una diferencia entre las definiciones nominales [52] que sólo contienen notas
[suficientes] de aquella cosa que es preciso distinguir de otras, y las definiciones reales por las
que consta que la cosa es posible ... Y las definiciones nominales son insuficientes para una
ciencia perfecta a no ser que se sepa con certeza por otro medio que la cosa definida es posible.
Así pues, resulta claro por fin qué es una idea verdadera y qué es una idea falsa. Es verdadera,
en efecto, cuando la noción es posible, es falsa cuando encierra contradicción. Pero la
posibilidad de la cosa la conocemos, o bien a priori o bien a posteriori. A priori, cuando
descomponemos la noción en sus requisitos o en otras nociones de posibilidad conocida y
sabemos que en ellas no existe nada incompatible. Esto ocurre, entre otros casos, cuando
entendemos de qué modo se puede producir la cosa. De ahí que sean útiles sobre todo las
definiciones causales. A posteriori, en cambio, cuando experimentamos que la cosa existe en
acto, pues lo que existe o existió en acto es enteramente posible. Y siempre que un conocimiento
se considera adecuado se considera también conocimiento de la posibilidad a priori pues si el
análisis se ha llevado a cabo hasta el fin y no ha surgido ninguna contradicción, entonces la
[49] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 63.
[50] Aquí se encuentra una referencia directa al P. Kircher, del cual ha citado la musurgia, es decir el arte de componer
sin saber música. Cf. Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 63, n. 2.
[51] Oeuvres Philosophiques de Leibniz: Nouveaux essais sur l’entendement humain, Ibid., (III, I, §1), p. 232.
[52] Con este argumento se responde a Hobbes, para quien las verdades eran arbitrarias porque dependían de
definiciones nominales, olvidando que la realidad de la definición no es arbitraria y que no se pueden unir entre sí
nociones cualesquiera: «Las proposiciones primarias no son sino definiciones, o partes de definiciones, y sólo éstas son
los principios de la demostración, pues son verdades establecidas arbitrariamente por los inventores del lenguaje y,
por lo tanto, no se pueden demostrar» De corpore, I, III, 9), en Leibniz, G. W.; Escritos filosóficos: «Meditaciones
sobre el conocimiento, la verdad y las ideas» (1684), (traducciones de Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de
Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, 2, pp. 273/423-4 y 275/424-5, n. 7.
» 14
noción es absolutamente posible» [53] Leibniz partirá de las lenguas vivas. Extraerán, de una
parte, las ideas simples para expresar y combinar y, de otra parte, una gramática [54] racional
para simplificar, para regularizar y para fundar las diferentes lenguas conjuntamente. Pone
manos a la obra hacia el mes de abril de 1678: «se propone reducir el lenguaje a los términos
estrictamente necesarios para la expresión del pensamiento, con el fin de descubrir los
elementos simples y primitivos del pensamiento mismo» [55] Leibniz precisa su plan en un
fragmento datado el 11 de septiembre de 1678: «su objetivo sigue siendo el análisis de los
pensamientos, pero ese análisis puede ser facilitado y aún reemplazado por el análisis de los
caracteres [que «consiste en la sustitución de unos caracteres por otros caracteres que, debido
a su uso, equivalen a los primeros» [56]], es decir de los signos sensibles del pensamiento, de
entre los cuales el principal es el lenguaje» [57] El análisis de las lenguas consistirá en resolver,
por medio de definiciones, todos los elementos del discurso a términos más simples, y cuando no
se puedan descomponer más sus términos, se los explicará, es decir que se indicará el sentido,
para todos los elementos del discurso que ya no puedan definirse por descomposición: (a) las
palabras (excepto las palabras compuestas); (b) las locuciones «hechas»; (c) las frases y fórmulas
en las que, el sentido consagrado por el uso, no se explique por el análisis gramatical, como por
ejemplo, los proverbios, las sentencias, los adagios o refranes, expresados en pocas palabras.
Después se estudiará la sintaxis, es decir las diversas maneras de juntar y combinar los
elementos del discurso, y por consiguiente las flexiones, las declinaciones, las modificaciones de
las desinencias, las terminaciones de las palabras según género, número y caso, y las
terminaciones de las conjugaciones, y las partículas, es decir las partes indeclinables de la
oración que generalmente se usan en composición con otros vocablos, como «in» (sin) o «sub»
(bajo) Se pondrán, bajo examen, las flexiones y las partículas, con el fin de reducirlas a lo más
simple posible. Se definirán y se distinguirán sus diversos sentidos [58], de manera que cada
flexión y cada partícula de la lengua general no tenga más que un sentido único bien
determinado. Se reducirán las anomalías, las irregularidades gramaticales y de sintaxis, a formas
normales, y ello constituirá una gramática racional, absolutamente regular sin excepciones.
[53] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Meditaciones sobre el conocimiento, la verdad y las ideas», Ibid., 2, p.
275/425.
[54] Según Maurice Grevisse (1895-1980), «el estudio sistemático de los elementos constitutivos de una lengua» Cf.
Sánchez Márquez, Manuel; Gramática Moderna del Español, Ibid., p. 33 y ss., § 53.
[55] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 64.
[56] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos : «El análisis de los lenguajes» (1678) (traducción al español de Roberto
Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 180/351.
[57] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 64
[58] Hay homonimias entre las flexiones y las partículas: «así también como hay en las palabras, así también hay
homonimias en las flexiones, de modo tal que algunas veces se precisa de muchas definiciones diferentes y en
consecuencia de muchas sustituciones» Cf. Leibniz, W. G., Análisis de las lenguas (traducción al español de Oscar M.
Esquisabel), Seminario de Conocimiento Simbólico, Lenguajes Formales y Ontología, La Plata, Argentina, 2006, p. 2.
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rol provisional de lengua universal y que sirviera de intermediario entre las lenguas vivas y la
futura lengua racional.
La elección del latín está absolutamente indicada para ese uso, desde que constituye la
lengua común de los científicos y, por consiguiente, comporta el idioma más apropiado de las
ciencias y de la filosofía. Leibniz proyectó abordar la constitución de una «Gramática Latina
Universal», que reuniría todas los resultados y todas las ventajas de las otras lenguas,
especialmente las clases y los casos, los modos y los tiempos, de manera de ofrecer todas las
distinciones y todos los matices que cualquier lengua pudiera expresar. Pero, al mismo tiempo,
esa gramática filosófica sería depurada de todas las irregularidades y las excepciones que tachan
las gramáticas actuales, de suerte que ella sería más rica y más simple que cualesquiera. De esta
manera, cada una de esas gramáticas, incluyendo la gramática latina, no sería más que una
parte de la gramática filosófica. Como se ha dicho con anterioridad, esa gramática sería
aplicada provisionalmente al latín, y constituiría una gramática latina absolutamente regular.
Es igualmente al latín al que Leibniz se aplicará al abordar el método de análisis y de reducción
anteriormente definido. Por ejemplo, se reemplazarán los verbos intransitivos [59] por
perífrasis, circunlocución o eufemismo: en lugar de «dominus indiget eorum» (el señor necesita
de él mismo) se dirá «dominus vult eos habere, quia sine ipsis aliquid necessarium efficere non
potest» (el señor necesita tenerse porque sin él mismo no puede lograr lo necesario), lo que da la
definición del verbo indigere (carecer, estar privado de, necesitar) De una manera general, se
traducirán o parafrasearán todas las locuciones complejas, todas las expresiones indirectas,
todas las nimiedades, para reducirlas a términos simples y directos (por ejemplo a verbos
activos) Se simplificará, por la misma razón, el vocabulario, mientras que se suprimirán todas las
palabras de sentido complicado o indirecto.
[59] También llamados «neutros», carecen de complemento directo, tales como «ir», o «venir»
[60] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 67.
[61] Es la figura que agrega palabras que no son indispensables para la comprensión de la oración, pero que le brindan
mayor vigor y energía. Esta figura es viciosa cuando, sin necesidad, se usan palabras que no hacen falta en la locución ni
le añaden belleza alguna. La lengua coloquial está plagada de pleonasmos. Un ejemplo de pleonasmo lo encontramos
en Quevedo y Villegas, cuando escribe: «La ocasión de morir muerte temprana»
» 16
(algunos/as, varios/as, todos/as) Una solución todavía más radical, propiciará quitarle toda
flexión al adjetivo, ya que ella no hace sino repetir el sustantivo correspondiente.
No quedan más flexiones que las de los casos en los sustantivos, y las de los modos y los
tiempos en los verbos. Dicho de una manera general, las flexiones y las partículas juegan el
mismo rol en gramática y pueden, además, reemplazarse mutuamente, ya que unas y otras
experimentan conexiones de palabras y de frases, relaciones de conceptos y de proposiciones.
Las lenguas sintéticas [62] emplean, preferentemente, flexiones, y las lenguas analíticas [63]
emplean, preferentemente, partículas. Pareciera que Leibniz vacila entre abordar uno u otro
sistema: «o bien, dice, se reemplazarán todas las flexiones del latín por flexiones análogas de la
lengua racional; o bien, se encarará el análisis de las relaciones gramaticales, se reducirán las
flexiones a partículas (por ejemplo se reemplazarán todos los casos por el nominativo [64]
precedido por diversas preposiciones)» [65] Pero, bien pronto, Leibniz se inclina hacia la
última opción, porque ella se compadece más con el ideal analítico de la lengua racional, y
prefiere, antes que una lengua tan sintética como el latín, una lengua analítica como el francés.
[62] Las lenguas sintéticas son las lenguas de mayor complejidad morfológica. El orden de las palabras no es
importante en absoluto, ya que la gran parte o la totalidad de la información de la estructura sintáctica se revela
mediante la morfología de las palabras. Es decir, el orden de los sintagmas no altera el significado de la oración. Algunos
ejemplos de lengua sintética son el latín y el inglés antiguo.
[63] Una lengua analítica es una lengua en la que la mayor parte de sus morfemas son morfemas libres a los que se
considera «palabras» con significado propio. Por el contrario, en una lengua sintética, las palabras se componen de
morfemas aglutinados o fundidos que denotan el carácter sintáctico de la palabra.
[64] Caso del sujeto de las formas verbales personales, y, por tanto, de todo lo que concierta con el sujeto.
[65] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 68.
[66] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 68.
[67] Uno de los casos de la declinación: el acusativo indica el complemento directo. En español, cuando se trata de
persona lleva la preposición «a» En las gramáticas clásicas es llamado «acusativo griego», «complemento de relación»,
«complemento de parte», o «complemento de determinación»: (a) en nuestra lengua lo llevan, fundamentalmente, los
participios pasados; o bien (b) suele ir solo, pero a veces con complemento directo además; o bien (c) como tipo
derivado, con adjetivos; o bien (d) como complemento de relación. Cf. Sánchez Márquez, Manuel; Gramática
Moderna del Español, Ibid., pp. 134 y 135, § 183.
» 17
reemplazado por una preposición [68] Pero, ese caso acompaña al genitivo [69] cuando, por el
análisis gramatical, el verbo se encuentra convertido en un nombre verbal: «’Ego laudo Titium’
(Yo alabo a Ticio), es igual que ‘Ego sum laudator Titii (Soy el alabador de Ticio)’» [70]
En los verbos, no subsiste la distinción de tiempo, que es esencial. Sin embargo, Leibniz
no trepida en criticar la definición tradicional de verbo que da Aristóteles en Peri hermeneias,
Libro 1, cap. 3: «lo que co-significa el tiempo y es tal que ninguna de sus partes significa
aisladamente y es siempre una nota de aquellas cosas que se predican de otra», en tanto que en
el cap. 2 de la misma obra dice que el nombre «es la voz dotada de significado por convención,
sin tiempo, de la cual ninguna de sus partes, tomada separadamente, significa» [71] También
pueden significarlo, por ejemplo los participios [72], que son los nombres (adjetivos) derivados
de los verbos; la distinción de tiempo puede aplicarse también a los sustantivos, a los adjetivos e
igualmente a los adverbios [73] Leibniz rechaza la distinción aristotélica entre el nombre y el
verbo, y la sustituye muy prudentemente: el nombre expresa una idea; el verbo expresa una
proposición, una afirmación o una negación. En los nombres se involucran no solamente los
sustantivos y los adjetivos, sino los pronombres, los participios, y también los adverbios.
Leibniz ensaya reducir el número de «partes del discurso», mientras busca reemplazar
unas por otras. Primeramente, los adjetivos no se distinguen de los sustantivos porque varíen en
género. Ahora, si se suprime la diversidad de clases, los adjetivos se confundirían con los
sustantivos. Los grados de comparación no hacen que resulten más ventajosos los adjetivos,
«puesto que son igualmente aplicables a los sustantivos, a los pronombres, y también a los
verbos» [74] Además, la única diferencia lógica que hay entre los adjetivos y los sustantivos,
consiste en que éstos últimos implican la idea de ser o de sustancia: «por lo tanto, todo
sustantivo equivale a un adjetivo acompañado de la palabra ‘ens’ o ‘res’» [75] Por otra parte,
todos los verbos pueden reducirse al único verbo sustantivo ser y a los adjetivos: «Petrus scribit,
id est: est scribens [Pedro lo escribió, esto es: está escrito]» [76] Del mismo modo, los adverbios
pueden reducirse a adjetivos, debido a que, en cierto modo, ellos son a los verbos lo que los
[68] Semánticamente: en lengua, cada preposición tiene un valor originario o central que consiste en expresar una
relación (Bröndal, Théorie des prépositions, 1950, 11; en Sánchez Márquez, Manuel; Gramática Moderna del
Español, Ibid., p. 287, § 403.
[69] Grado de la declinación que indica la propiedad o la posesión; lleva antepuesta la preposición «de»
[70] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Ensayos de análisis gramatical», (1683-1684) (traducción al español de
Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 187/285.
[71] Izquierdo, Sebastián, G. W.; Faro de las ciencias: Tratado IV [103] Sobre el término, la proposición y la
argumentación. Disputación XVIII-Sobre los términos. Cuestión II-Cuántos son los términos. División 1, §§ 11 y 12
(traducción al español de Oscar M. Esquisabel); Seminario de Conocimiento Simbólico, Lenguajes Formales y Ontología;
La Plata, Argentina, 2006, pp. 6 y 7.
[72] Es el adjetivo-verbo (por ejemplo «soy amado» (siendo variable), que integra los tiempos perifrásticos de la voz
pasiva, o «he amado» (siendo invariable), que integra los tiempos perifrásticos de los tiempos compuestos. Cf.
Sánchez Márquez, Manuel; Gramática Moderna del Español, Ibid., p. 326, § 442.
[73] Semánticamente: indica alguna circunstancia del hecho expresado por el verbo o gradúa la cualidad o cantidad de
la sustancia expresada por el adjetivo u otro adverbio, aunque para Albesa el adverbio es un concepto léxico, no
semántico, que en acto puede ser sustantivo o adjetivo (por ejemplo: «hombre psicológicamente débil») Cf. Sánchez
Márquez, Manuel; Gramática Moderna del Español, Ibid., p. 283, § 399.
[74] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 70.
[75] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 70.
[76] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 70.
» 18
adjetivos son a los sustantivos, y sirven para calificar el verbo. En lugar de decir: «valde potito»
(bebo mucho), se dirá: «sum magnus potator» (soy un gran bebedor), dónde el verbo fue
reemplazado por un sustantivo y el adverbio por un adjetivo.
Se podrían formar, desde luego, todos los nombres y verbos por derivación, o mediante
raíces [77] indicativas de cada idea simple, verbal o sustantiva. Leibniz prefiere adoptar los
nombres, seguramente porque engendran naturalmente los verbos. «Para constituir el
vocabulario, será suficiente, por una parte, formar un léxico de raíces, y, por la otra parte,
aumentar la lista de terminaciones que servirán para formar los derivados, de suerte que cada
uno tenga un sentido único y bien determinado» [78] Tal será el modo de formación de las
palabras propiamente dichas, de nombres y verbos. Quedan por estudiar las partículas,
determinar sus nombres y sus sentidos.
A este método de construcción a priori de las partículas, Leibniz le asocia, como otra
parte, el método a posteriori. Enumera las diversas partículas latinas, las analiza, las define y las
Al análisis de las partículas debe asociarse el análisis de las flexiones, puesto que ellas
juegan el mismo rol en la sintaxis. Como sabemos, Leibniz ensayó el análisis de los diversos casos
y el reemplazo por perífrasis, de donde ellos serían excluidos. Se abocó especialmente a analizar
el genitivo, al que, como hemos visto, someterá al mismo rigor de los otros casos que por él
comportan el tipo de la oblicuidad, porque le parece que expresa la relación más simple. Esta
relación consiste en agregar un sustantivo a otro para determinarlo, es decir para precisar el
sentido y particularizarlo. Así, «’La espada de Evandro’, es ‘la espada que posee Evandro’; ‘la
lectura de los poetas’, es ‘el acto por el cual uno lee a los poetas’» [82] Pero ello, no siempre
tiene buen suceso: «Paris es el amante de Helena», equivale a decir: «Paris es amante en tanto
que Helena es amada»; de la misma manera: «esta espada es la de Evandro» significa: «esta
espada es un instrumento en tanto que Evandro es el poseedor» Leibniz descubre, así, que el
genitivo expresa en realidad relaciones muy variables: relaciones del todo a la parte (manus
hominis/las manos del hombre); de causa a efecto (filius hominis/el hijo del hombre); de
poseedor a poseído (equus hominis/el caballo del hombre); de sustancia a accidente (calor
hominis/el calor del hombre); de sujeto a predicado (titulus hominis/el título del hombre) Lo
mismo puede decirse respecto del dativo [83] y del ablativo [84] Por eso, para explicar los
diversos casos y suprimir la oblicuidad, se está obligado a descomponer la proposición en otras
dos asociaciones por una conjunción como «en tanto que»
Por el mismo método, Leibniz ensaya analizar los juicios de comparación: «sea por
ejemplo la proposición: ‘Ticio es más sabio que Cayo’ Ello se descompondrá como sigue: ‘en
tanto que Ticio es sabio y Cayo es sabio, Ticio es superior y Cayo es inferior’; o mejor: ‘Ticio es
sabio, y como tal superior, en tanto que Cayo es sabio, y como tal inferior’» [85]
Este análisis gramatical de las flexiones y de las partículas tiene, como hemos podido
apreciar, un discurrir algo lógico; especialmente, desde que Leibniz no piensa poder demostrar
ciertas inferencias que Jungius (1587-1657) mostró, no puede ascender al silogismo. Es así en
tanto y en cuanto considera el análisis (o característica) gramatical como preludio indispensable
[82] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 73.
[83] En las lenguas declinables, caso que indica la atribución, la destinación. En español se expresa con las
preposiciones «a» y «para», por ejemplo: «el libro es para tí»
[84] Caso de la declinación que, en algunas lenguas, expresa relación de procedencia, situación, modo, tiempo, o
instrumento. En español se indica con una de las preposiciones con, «de», «desde», «en», «por», «sin», «sobre»,
«tras»
[85] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. II, Ibid., p. 73. La «reducción» de las
relaciones asimétricas es bastante más compleja. Leibniz vacila sobre este punto, pero la estrategia que suele seguir
queda bien ejemplificada con los dos casos siguientes: (a) la comparación que se plantea en la proposición «Ticio es más
sabio que Cayo» devendría en: «En tanto en cuanto Ticio es sabio y lo es Cayo, por esa misma razón Ticio es superior
y Cayo inferior»; y (b) la relación de conexión que se plantea en «Paris es el amante de Helena» debería ser traducida a
«Paris ama y por eso mismo Helena es amada» Cf. Aguado, Javier; Análisis de las relaciones en la gramática lógica
de Leibniz: Historia de un conflicto hermenéutico, en Revista de Filosofía, 3ª época, Vol. X (1997), núm. 17, pgs. 223-
263. Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense de Madrid. Versión on line:
» 20
del análisis (o característica) lógica. Entre esas inferencias indirectas que refuerzan a la
Gramática mucho más que a la Lógica, Leibniz cita a la Inversión de las relaciones, que Jungius
catalogó en su Tabula de Dianoea, donde ofrece los siguientes ejemplos: «’David es padre de
Salomón’. Por lo tanto ‘Salomón es hijo de David’» [86]; «’Pedro es similar a Pablo’ Por lo
tanto Pablo es similar a Pedro’» Todas estas consecuencias «asilogísticas» que no se pueden
demostrar en las lenguas vulgares, por análisis de términos y sustitución de la definición positiva,
deberían poder demostrarse de una manera inmediata e intuitiva por la composición misma de
las palabras empleadas para traducir las relaciones, es decir que «esta consecuencia no puede
ser demostrada por los mismos vocablos latinos si no se resuelve en otras equivalencias
[‘caracteres o formulas que se pueden sustituir mutuamente sin violar las leyes del cálculo’
[87]] En la lengua general debe poder demostrarse a partir del análisis de los vocablos en sus
letras» [88] Tal es el ideal de la lengua general: «expresar los conceptos por caracteres que
restituyen su composición y sus relaciones manifiestas y visibles» [89]
Hacia esto nos condujo la institución del vocabulario de la lengua universal, al cual se
deben aplicar las reglas de la «gramática filosófica» Hemos visto como Leibniz busca
simplificar, lo más posible, la gramática y la sintaxis, para tornarlas efectivamente lógicas y
consiguientemente universales. Se traducirán primero las frases de una lengua cualquiera al
latín simplificado y regularizado, después, de ese latín a la «lengua racional» Sin duda, las
perífrasis mediante las cuales se tendrán que restituir los pensamientos complejos, harán
desaparecer algunos matices y tornar el discurso más prolijo y marcadamente llano, aunque un
poco soso. Pero, se sabe que «Leibniz sacrifica deliberadamente la elegancia y la brevedad del
lenguaje a favor de la precisión y de la concisión del pensamiento» [90]
De la misma manera que el análisis de las partículas y de las flexiones por medio de
perífrasis, hace descubrir las relaciones lógicas originarias, de la misma manera el análisis de los
conceptos, por medio de la definición de las palabras, las descompondrá en nociones simples.
Como la primera es la base indispensable de la gramática y de la sintaxis, la segunda servirá de
fundamento lógico al vocabulario de la lengua filosófica. En efecto, «no se trata, como en los
ensayos de los predecesores de Leibniz, de asignar a cada palabra un sustituto convencional y
arbitrario, sino de encontrar para cada idea una expresión natural, que traduzca su
composición lógica, y que constituya por así decirlo su fórmula» [91] Se trata de elucidar a
qué se llega por la definición, porque la fórmula, es decir el «compuesto de numerosos
http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fsl/00348244/articulos/RESF9797120223A.PDF
[86] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Ensayos de análisis gramatical», (1683-1684) (traducción al español de
Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 185/284.
[87] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Signos y cálculo lógico» (Post. 1684) (traducción al español de Roberto
Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 191/206.
[88] Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: «Ensayos de análisis gramatical», Ibid., p. 185/284.
[89] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 75.
[90] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 76.
[91] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 76.
» 21
caracteres» [92] sirve para eso, para definir una idea. Finalmente, si uno continúa la
descomposición, siempre sustituirá la definición positiva por ideas absolutamente simples e
irreductibles. Hecho esto, no se habría hecho otra cosa que componer el «carácter» de cada idea
con los caracteres que designan todos sus elementos.
Por eso, el nombre de cada cosa, mejor dicho, de cada idea, expresará su definición. Y,
como todas las propiedades de una cosa se siguen lógicamente de su definición, el nombre de la
cosa será la clave de todas sus propiedades. Ello no impedirá que la misma cosa tenga diversos
nombres, tantos como propiedades diversas posea. «Pero habrá solamente uno que será la
clave de todos los otros: esto es lo que expresa la descomposición completa de la idea en sus
elementos simples» [93] Todo esto se explica por la Combinatoria, que sirve como fundamento
a la Característica, porque la fórmula de un concepto, aún cuando sea algo compleja y
descomponible, sugiere una multitud de maneras de descomposición en «factores»; pero no hay
más que una sola descomposición en «factores primos», es decir en conceptos simples, y es lo
que sirve de principio y de explicación a los otros factores.
Una nomenclatura semejante, donde el nombre de cada cosa (o la idea) sea el símbolo
adecuado y, por así decirlo, donde la descripción o el «retrato lógico» constituirá una suerte de
lengua natural como aquella que Platón soñó en el Cratilo. Sería la lengua de Adán (que en
realidad nos es desconocida, o por lo menos lo es su significación), como sostienen algunos
místicos como Jacob Boehme (1575-1624) [94], es decir la nomenclatura que el primer hombre
habría instituido en el Paraíso Terrenal, según la leyenda hebrea, y que los hombres habrían
hablado hasta la confusión de lenguas en la Torre de Babel.
[14] – CONCLUSIÓN
[95] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 78.
[96] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 78.
[97] «Leibniz utiliza las expresiones característica universalis y calculus ratiocinator de un modo que, aunque no sean
idénticas en su significado, se halla una muy próxima de la otra. No obstante, defiendo la idea de que se puede defender
la distinción desde un punto de vista conceptual, dicho de otro modo, cuando hacemos a un lado los problemas
terminológicos y consideramos los diversos modos en que Leibniz define la tarea de este nuevo instrumento del
pensamiento que es la característica ... De acuerdo con la interpretación de [Jean Louis Maxime] van Heijenoort [1912-
1986] dio a la distinción fregeana, un calculus ratiocionator consiste en 1) un cálculo formal que contiene variables
cuyo dominio se deja completamente indeterminado, esto es, se puede cambiar a voluntad su universo del discurso ...
Lo mismo acontece con las operaciones del cálculo: pueden recibir diferentes interpretaciones. En este sentido, 2) un
calculus ratiocinator constituye un sistema puramente sintáctico cuya semántica permanece puramente externa al
sistema como tal ..., En tal sentido, 3) un calculus ratiocinator puede ser concebido como un auxilio o ayuda en nuestra
tarea de realizar inferencias, pero no como un medio para sustituir nuestro lenguaje ordinario por un lenguaje nuevo
y más perfecto» Cf. Esquisabel, Oscar M.; Lenguaje racional universal versus «calculus ratiocinator» ¿Se aplica esta
distinción a Leibniz?, Seminario de Conocimiento Simbólico, Lenguajes Formales y Ontología; La Plata, Argentina,
2006, p. 1.
[98] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Ibid., Cap. III, p. 79.
» 23
inventar los signos para expresar sus combinaciones y sus relaciones. Esta es, propiamente, la
obra de la Característica Universal.
Por eso, «la auténtica lengua universal, o mejor dicho filosófica, presupone a la vez ese
doble y gigantesco trabajo: la institución de una Característica y la elaboración de una
Enciclopedia» [100] Y sus dos emprendimientos, a su turno, se implican el uno con el otro y
deberán ser tratados a la vez: porque la Característica supone todas las nociones científicas
reducidas en un sistema lógico y subordinadas a un pequeño número de categorías, es decir la
Enciclopedia terminó o todo, al menos, avanzó suficientemente. Por otra parte, la Característica
parece indispensable para la constitución de la Enciclopedia, porque ella sirve para determinar el
encadenamiento lógico de las verdades científicas y, de la misma manera, el orden jerárquico de
las ciencias. Para evitar esta suerte de círculo vicioso, será necesario que la Característica y la
Enciclopedia se elaboren paralelamente y marchen al mismo tiempo. Leibniz comprendía
perfectamente que se imponía una conexidad necesaria entre las dos partes de su proyecto. Con
remarcar esta conexión que ensambla un gigantesco proyecto integrado por la Característica y
la Enciclopedia ... alcanza, pero no debemos olvidar que, esa conexión, también incluye un nudo
que las ata.
[15] - BIBLIOGRAFÍA
Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits; Felix Alcan, Editeur; Paris,
France, 1901.
Eco, Umberto, La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea, ed. Crítica, Barcelona,
España, 1994.
Esquisabel, Oscar M.; Lenguaje racional universal versus «calculus ratiocinator» ¿Se aplica
esta distinción a Leibniz?, Seminario de Conocimiento Simbólico, Lenguajes Formales y
Ontología; La Plata, Argentina, 2006.
Leibniz, G. W.; Oeuvres philosophiques de Leibniz; Felix Alcan, Éditeur; Paris, France, 1900.
Leibniz, G. W; Escritos filosóficos: Meditaciones sobre el conocimiento, la verdad y las ideas
(traducción al español de Roberto Torretti, Tomás E. Zwanck y Ezequiel de Olaso), Editorial
Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1982.
Lettres et opuscules inédits de Leibniz; par A. Foucher de Careil, Librairie Philosophique de
Ladrange, Paris, France, 1854.
Nouvelles lettres et opuscules inédits de Leibniz; par A. Foucher de Careil, Auguste Durand,
Libraire; Paris, France, 1857.
Oeuvres Philosophiques de Leibniz, par Paul Janet, Félix Alcan, Éditeur, Paris, France, 1900.
Opuscules et fragments inédits de Leibniz. Extraits des manuscrits de la Bibliothèque royale de
Hannover, par Louis Couturat; Felix Alcan, Editeur; Paris, France, 1903.
[99] Esquisabel, Oscar M.; Lenguaje racional universal versus «calculus ratiocinator» ¿Se aplica esta distinción a
Leibniz?, Ibid., p. 1.
[100] Couturat, Louis; La logique de Leibniz d’aprés des documents inédits, Cap. III, Ibid., p. 79.
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