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ALEJANDRA MATUS
cartas@plan-b.cl
UNA REINA
En septiembre de 1973, Haydeé Oberreuter tenía 19 años y vivía en Viña del Mar.
Su madre, Haydeé Umazabal, dependienta en una tienda, se había esforzado por
darle lo mejor y por eso Haydeé estudió con las monjas inglesas y francesas y
después entró a la universidad a estudiar Historia. Como una joven de clase media
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de su época, Haydeé tenía muchos amigos oficiales de la armada: Se vestía a la
moda y hasta fue elegida reina de belleza.
PESADILLA BLANCA
Su única arma de defensa era gritarles que estaba embarazada, que se "iba a hacer
pipí” en el auto si no la dejaban pasar a un baño. Sirvió. Dos veces la dejaron entrar
en boliches en los que se detuvieron para comer y comprar cigarros. En el baño
encontró un palito quemado y en un pedazo de papel escribió su nombre y
dirección. Se lo entregó a un aterrado cliente que lo único que quería era que ella se
alejara. Con gestos, intentaba decirles a los hombres armados que él no tenía nada
que ver, que no la conocía.
Los oficiales de inteligencia naval la llevaron al cuartel Silva Palma que la Armada
tiene hasta hoy en la subida Torquemada, en Valparaíso. Al llegar, la dejaron
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enterarse de que también estaban allí su compañero, su madre y su hijita. "Si no
hablas, te vamos a traer el dedo de tu hija... ¿Ves este mechón de pelos? Se lo
sacamos a tu madre".
RATONERA
Sólo cuando decidió entregar su testimonio ante la Comisión Valech, Haydeé logró
reconstruir con el testimonio de una vecina lo que había sucedido a su madre y a su
hija en esos días. Haydeé Umazabal murió hace unos años y nunca quiso contarle
demasiados detalles, pues le parecía que suficientes sufrimientos había tenido su
hija como para sobrecargarla con los suyos.
Qué vejámenes sufrió su madre, Haydeé no la sabrá nunca, porque ella se llevó el
secreto a la tumba. Sin embargo, sí conocía el inmenso dolor que le provocó que
esos marinos a los que tanto admiraba atacaran tan salvajemente a sus personas
más queridas.
"Ella era una mujer trabajadora, decente, honesta Por eso le dolió mucho que la
llegada de la democracia no trajera para personas como ella un reconocimiento de
su ciudadanía. Toda su vida cargó con el dolor de haber sido prontuariada, fichada
como delincuente. Se murio esperando ese reconocimiento. Por eso era para mí tan
importante que la Comisión la reconociera como una víctima, separada de mi caso.
Y lo conseguí. Hoy voy a ir a visitarla en su tumba para decírselo”, cuenta.
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"Para mi desgracia, me había quedado una cicatriz muy rebelde de la cesárea por
mi primera hija. Con lo que me hicieron, la cicatriz se abrió y sangraba. Entonces,
después de hacerme un falso fusilamiento, alguien tuvo la brillante idea de hacerme
una ‘autopsia'. Agarraron un corvo y me hicieron un enorme tajo, mientras hacían
una declamación: `Esto es para que, en adelante, ninguno de estos hijos de puta
pueda tirarte sin saber que nosotros estuvimos aquí”.
Haydeé cuenta que por esa herida entraron después cables con electricidad "y toda
clase de cosas".
"Cuando empecé con síntomas de pérdida, eso era una fiesta. Gritaban que le
estaban haciendo un servicio a la Patria eliminando a un terrorista... Mi Sebastián,
convertido en terrorista antes de venir al mundo, se quedó en el cuartel Silva
Palma. Haydeé se detiene. Llora. Pero se sobrepone al recordar a dos personas que
“antepusieron su humanidad a la obediencia ciega de las órdenes”.
Haydeé estuvo ahí unos 10 ó 20 días, no lo sabe, porque perdió la noción del
tiempo. "No me dejaban dormir. El único momento en que descansaba es cuando
me desmayaba de dolor". Sufrió todos los métodos de tortura descritos en el
Informe Valech. Incluso tuvo que presenciar las torturas a su compañero, el padre
del hijo que esperaba.
UN GESTO DE BRAVURA
Haydeé Oberreteur pasó del cuartel Silva Palma a Cuatro y Tres Alamos y sufrió, en
manos de nuevos organismos de seguridad, nuevas sesiones de tortura e
interrogatorios absurdos. Por su origen alemán y vasco le preguntaban si era
miembro de la ETA o del Mossad. Fue liberada el 11 de septiembre de 1976. "Yo
caminaba por Alameda hacia la estación de buses, mientras en dirección contraria,
cientos, miles de chilenos, marchaban hacia el Edificio Diego Portales para celebrar
con Pinochet".
Para Haydeé, decir que fue violada es poco. "Transgredieron algo que es sagrado y
a lo cual se accede a través de un ritual también sagrado. Esa huella física que
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dejaron en mi cuerpo fue para obligarme a dar explicaciones por el resto de mis
días. Esa era la demostración de su triunfo".
No obstante, Haydeé dice que el suyo ha sido evitar que el "virus del odio" con que
quisieron contaminarla la domine. "Mi triunfo ha sido no permitirles adueñarse de
mi alma". Por eso sintió vergüenza y pena por haber perdido las casillas el día que
se encontró con su torturador.
Haydeé, quien nunca aceptó irse de Chile, está decepcionada de que el Presidente
haya dado a conocer el Informe Valech a la rápida, sin solemnidad ninguna. "Más
cuidado ponen a las celebraciones del 21 de mayo", se lamenta.