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El estudio de la función que cumple el motivo de las ruinas en la obra poética de Femando
de Herrera se ha venido apoyando normalmente sobre dos ejes: el primero aplicaría
indiscriminadamente las categorías conceptuales que definen tópicamente el motivo, sin atender a
unas composiciones concretas que de manera obvia las rechazan en algunos aspectos esenciales1 ; el
segundo, como complemento del anterior, insertaría a Herrera, sin mayores matizaciones, en la
cadena poética que parte del soneto Superbi colli e voi sacre ruine de Castiglione y determina en
buena parte la tematización peninsular de las ruinas, olvidando conexiones y fuentes ajenas a dicho
soneto y a los poemas inspirados en él 2 .
Una clara muestra de la superposición descontextualizada de esquemas sumarizadores de
tópicos a la poesía de las ruinas en Herrera la podríamos encontrar en 0. Macrí, cuando escribe que
este tema barroco "va entretejido con el atávico motivo senequista, y por lo tanto contrarreformista,
de la vanitas vanitatum, de la contricción espiritual, de la conversión a la virtud y a lo absoluto;
barroco, pero desarrollado y variado en diversas formas y tonos dentro de aquella especie de prerro-
manticismo hispalense que, en la segunda mitad del XVI, fomentó y enriqueció el humanismo y el
clasicismo con un vivo interés por el mundo del arte eterno, y al propio tiempo pasajero, por la
historia nacional, la popular, la arqueología, numismática, heráldica, y las diversas acciones
coleccionísticas" 3 . En el marco de este comentario de O. Macrí se mezclan conceptos tan diferentes
relacionados con el tema de las ruinas como el de la vanitas senequista y la vanitas barroca, además
1
Me refiero a todo intento de hacer valer en Herrera categorizaciones generalizadoras en extremo, del tipo de las que
realiza J. A. Maravall, La cultura del Barroco, Barcelona, Ariel, 1975, pp. 380-381, y 423; o H. Hatzfeld, Estudios sobre
el Barroco, Madrid, Gredos, 1973, p. 113, ejemplos, sobre todo el primero, de recolección desde una perspectiva
parcialista, de las connotaciones tradicionales del motivo de las ruinas.
2
Esta línea tendría su puntal teórico en el artículo de M. Morel-Fatio, "Histoire d'un sonnet", Revue d'histoire littéraire
de la France, I (1894), pp. 97-102; se continúa en el de R. Foulché Delbosc, "Notes sur le sonnet Superbi colli", Revue
Hispanique, XI (1905), pp. 225-243. Este será recogido y amplificado, tanto en sus tesis centrales como en la antología
de poemas, por J. G. Fucilla, "Notes sur le sonnet Superbi colli (Rectificaciones y Suplemento)", en Boletín de la
Biblioteca Menéndez y Pelayo, XXXI (1955), pp. 51-93.
3
O.Macrí, Fernando de Herrera, Madríd, Gredos, 19722, p. 506.
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4
O. Macrí, op. cit., p. 507, asocia el pathos romántico al "panorama arqueológico" de Herrera.
5
Cf. J. Bialostocki, "Arte y Vanitas", en Estilo e iconografía (Contribución a una ciencia de las artes), Barcelona,
Barral, 1973, pp. 186-214.
6
El Petrarca que nos describe J. Burckhardt en La cultura del Renacimiento en Italia, Madrid, Edaf, 1990, pp. 140-
147.
7
Cf. su composición De Emerita restituta, recogida por J. Alvarez y Sáenz de Buruaga, "Las ruinas de Emérita y de
Itálica a través de Nebrija y Rodrigo Caro', en Revista de Estudios Extremeños, XXXIII (1949), pp. 566-567. M.
Bataillon, Erasmo y España, México, Fondo de Cultura Económica, 1966, p. 26, menciona como Nebrija, en la
dedicatoria a la reina Isabel de la tercera edición de su Introductiones latinae "alude a sus trabajos arqueológicos sobre las
antigüedades de España".
8
No se hallará en Herrera esa «psicología del coleccionista» que O. Spengler, La decadencia de Occidente I, Madrid,
Espasa-Calpe, 1976, p, 39, estudia en Petrarca, quien "coleccionaba antigüedades, monedas, manuscritos, con una piedad,
con una contemplativa devoción, que son propios sólo de esta cultura. Petrarca sentía lo histórico, volvía la mirada hacia
los mundos lejanos, anhelaba toda lontananza".
9
Cf. J. Burckhardt, op. cit., pp. 140-141 y 147.
10
Como apunta A. del Campo, "Problemas de la Canción a Itálica", en Revista de Filología Española, XLI (1957), pp.
47-139, Rodrigo Caro poseía una considerable reputación de arqueólogo y anticuario (p.94), pero "lejos está Caro de ser
un pasajero curioso, ni un puro arqueólogo, ni siquiera un poeta contento de haber dado con un bonito tema" (p. 116). A
pesar de esta semejanza con Petrarca, los separa la distancia que va desde un humanismo lúcido a una angustia existencial
de la fugacidad que cobra expresión a través de las ruinas, obviando lo que el tratamiento del tema pudiera tener de
ejercicio retórico y competitivo en las academias literarias sevillanas (pp. 82-83).
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Por último, es incoherente con los presupuestos de la poética de Herrera recurrir a categorías
del tipo de prerromanticismo o romanticismo para explicar el funcionamiento del motivo de las
ruinas en sus versos11 . Estas "todavía no comportan el sentido inmanentista y voluptuoso de la
hybris romántica, un espacio caracterizado por el valor de signo, de indicio que cumple una función
mediatizadora como soporte de una pluralidad de discursos (histórico, filosófico, moral, filográfi-
co)" 12 . Lejos de Herrera esa aspiración romántica "cuyo esfuerzo tiende a desnudar y aislar las raíces
secretas del yo individual"13 y que concibe el paisaje como un estado anímico de múltiples
resonancias internas y remitencias entre poeta y entorno, conduciendo al lector a los terrenos de lo
«inefable», de la intimidad de un alma individual e intransferible14 . Entre el «yo» humanista del
siglo XVI y el «yo» romántico del XIX se crearía una distancia insalvable desde esta perspectiva 15 .
Como ejemplo del segundo eje crítico que definía con anterioridad se puede citar a J. G.
Fucilla, quien, tras afirmar la existencia de una continuidad en la tematización de las ruinas dentro de
la literatura española bajo la influencia preeminente del soneto «Superbi colli e voi sacre ruine» de
Castiglione y del soneto de Gutierre de Cetina «Excelso monte do el romano estrago»16 , y apuntar
que fueron las Anotaciones de Herrera a la obra de Garcilaso "fuente inmediata de información"17
para los autores españoles, termina diciendo que "el paso de Herrera fue de una importancia decisiva
11
No sólo 0. Macrí, op. cit., p. 506, sino también A. Vilanova, "Fernando de Herrera", en Historia General de las
Literaturas Hispánicas II, Barcelona, Vergara, 1968, pp. 687-751, alude a "una peculiar escenografía romántica, de clara
estirpe petrarquista" (p. 735), a un "predominio del sentimiento romántico sobre la agudeza conceptuosa" y a un "mundo
hermético y nostálgico, marcado por la soledad y el desengaño, que lleva ya en germen la anticipación romántica del
siglo barroco" (p. 714).
12
J. Lara Garrido, "Notas sobre la poética de las ruinas en el Barroco", Analecta Malacitana, IV (1981), p. 296. Cf. las
distinciones que establece R. Mortier, La poétique des ruines en France, Ginebra, Droz, 1974, pp. 9-10 y 15.
13
Sigo en este punto las diferencias que apunta J. Rousset, Circe y el Pavo real. La literatura francesa del barroco,
Barcelona, Seix Barral, 1972, p. 335, entre Barroco y Romanticismo.
14
G. Celaya, Exploración de la poesía, Barcelona, Seix Barral, 1971, pp. 71-72, escribe en este sentido: "Herrera no
substituye unas palabras por otras para crear un trasmundo iluminado, como no recurre a la Mitología para hacer
verdadera mitología: alegoriza. Hasta el paisaje -esa posibilidad de ver nuestra alma retratada en figuras evocadoras de
sus más inexpresables resonancias- se reduce en sus versos a una alegoría. Nunca es puerta abierta al infinito. Todo lo
que Herrera ha querido decir debe quedar bien dicho y encerrado en su poema-objeto. Apelar a nuestra fantasía no entra
en su intención".
15
Distinta a aquellas teorías que explican la historia de las artes y de la literatura a partir de un movimiento pendular.
No nos referimos aquí a un romanticismo eterno del que el barroco constituiría una etapa más. [Ni tampoco a una noción
de barroco como "valor idealmente universal, de tal modo que con él se sustituya la noción de romanticismo en su
perpetua antítesis al clasicismo". Cf. L. Anceschi, La idea del Barroco. Estudios sobre un problema estético, Madrid,
Tecnos, 1991, p. 23].
16
Soneto 132, bajo el epígrafe «Al monte donde fue Cartago», en Gutierre de Cetina, Sonetos y madrigales completos,
ed. B. López Bueno, Madrid, Cátedra, 1981.
17
J. G. Fucilla, loc. cit., p. 89. También se refiere al hecho de que "Herrera dio a conocer por primera vez en los
círculos literarios de su país los dos más populares sonetos sobre el tema de las ruinas".
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en la difusión del motivo y del molde que suministró a otros poetas"18 . Por su parte, 0. Macrí piensa
que Herrera expresa su emoción ante las ruinas a partir de las «huellas» petrarquescas del Trionfo
del Tempo y de los sonetos «Famosi colli» de Sannazzaro y «Superbi colli» de Castiglione 19 .
Este tipo de consideraciones va en detrimento de una concepción amplia y ajustada del
verdadero papel del motivo de las ruinas en Herrera, además de incidir negativamente en los
estudios realizados sobre la trayectoria del motivo a lo largo de la literatura española. J. Lara Garrido
apunta que "la crítica que ha rastreado la incidencia del topos renacentista ha privilegiado, en el más
vulgar positivismo, la idea de una imitación reducida al Superbi colli y otras variantes ad lateres de
la lírica italiana, sin atender al vehículo sincrónico de la poesía neolatina y a la posilibidad tan
frecuente de un sinfronismo" 20 .
Así ha ocurrido en el caso de Herrera. Se le ha intentado desplazar al puesto de eslabón
intermedio en una cadena que ocuparían posteriormente, entre otros, Medrano, Rioja, Quirós, los
Argensola, Caro y Quevedo. No se ha comprendido su peculiar posición respecto al tratamiento que
dio al motivo la lírica sevillana en los siglos XVI y XVII. No ha sido estudiada la posible diversidad
de sus fuentes, su incidencia posterior o su adelanto respecto a lo que se viene aduciendo como
descubrimientos de autores más jóvenes.
Un análisis detallado de sus textos21 nos permite comprobar como el paradigma clásico del
motivo de las ruinas, sustentado en la versión cetiniana, es absorbido y asimilado por Herrera en una
forma particular, inaugurando un proceso de apertura significacional 22 . Cuando comenta en las
Anotaciones al soneto XXXIII de Garcilaso, «Boscán, las armas y el furor de Marte»23 , recoge los
elementos inherentes al topos clásico y cita los sonetos de Castiglione y Cetina24 . A través de la
descripción topográfica que realiza de Cartago va explicitando la contraposición entre las gloriosas
construcciones de una civilización en auge y el estado de destrucción al que las arrastra el paso del
tiempo. Partiendo de este principio base, las diferentes realizaciones poemáticas del tema extraían
consecuencias de tipo ético y amatorio.
Pero Herrera no se autolimita a la dirección que marcan los dos sonetos que él mismo
18
Ibid., p. 89.
19
0. Macrí, op. cit., p. 506.
20
J.Lara Garrido, loc. cit., p. 296.
21
Las citas de Fernando de Herrera en el texto vendrán referidas a Obra poética. Edición crítica I-II, ed. de J.M.
Blecua, Madrid, Anejo XXXII del Boletín de la Real Academia Española, 1975, siguiendo la numeración de los poemas.
Las composiciones en que aparecen poetizadas las ruinas, de forma más o menos explícita, serían: 27, 28, 31, 35, 48, 61,
63, 81, 84, 86, ll2, ll5, 122, 128, 152, 159, 169, 181, 182, 228, 236, 250, 291, 313, 314, 330, 355, 361, 397, 414, 417,
420, 421, 438.
22
Definición sugerida por J. Lara Garrido, [quien la desarrolla en "El motivo de las ruinas en la poesía española de los
siglos XVI y XVII (Funciones de un paradigma nacional: Sagunto)", Analecta Malacitana, VI (1983) pp. 223-277].
23
Soneto XXXIII, bajo el epígrafe «A Boscán desde la Goleta» en Garcilaso de la Vega, Obras Completas, ed. E. L.
Rivers, Madrid, Castalia, 1981, pp. 151-153.
24
Garcilaso de la Vega y sus comentaristas, ed. de A. Gallego Morell, Madrid, Gredos, 1972, pp. 390-391.
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recogió. Su profunda erudición y conocimiento de las literaturas clásica e italiana no pueden dejar de
impulsarle a recurrir a fuentes de otra procedencia. La íntima necesidad de creer en la inmortalidad
de su obra poética le lleva a tematizar el motivo de la vanitas en un sentido opuesto al que irá
tomando cuerpo en la poesía barroca. En sus poemas encontraremos una contaminatio entre las res
histórica y el motivo retórico. Introduce nuevas ruinas, recupera otras ya tematizadas en
composiciones clásicas e incluso anuncia las ruinas acuáticas que más tarde desarrollaría Rioja.
Realiza una breve cala en un tema fundamental en el barroco, el jardín «dehhecho» o en ruinas. De
ahí que insista en la apertura significacional que efectúa Herrera sobre un motivo poético que ya
poseía fuertes rasgos potenciales de lexicalización desde su introducción en España.
No sólo en Herrera reconocemos esta tendencia. También Juan de Arguijo dota al tema de
una polivalencia significativa que escapa en muchos aspectos al esquema retórico procedente de
Castiglione 25 , además de recrear en sus poemas las ruinas de Itálica. Ambos poetas preparan el
terreno para lo que E. Orozco Díaz califica de «nacionalización del tema» 26 , frente a los referentes
típicamente clásicos: Roma, Troya y Cartago.
Tras Herrera y Arguijo el paradigma clásico del «Superbi colli» es asimilado totalmente y,
en algunos casos, será adoptado como referente moral o erótico y, en otros, será sometido a un
proceso de desautomatización. La «nacionalización del tema» llega al extremo de poetizar ruinas de
marcado carácter localista, sin valores míticos o histórico nacionales. La apertura significacional
apuntada por los dos poetas sevillanos se proyecta a través de la polivalencia de significados y la
diversificación retórica de un continuum temático elaborado a lo largo de numerosas composiciones,
muchas de ellas aún sin descubrir.
25
Juan de Arguijo, Obra poética, ed. S. B. Vranich, Madrid, Castalia, 1971. Las ruinas de Troya, Cartago e Itálica son
tematizadas como vehículos expresivos de contenidos o mensajes distintos. Así en Troya se contempla, por una parte, la
ruina de una antigua gloria (Son. XLVI «El que soberbio a no temer se atreve») y, por otra se acude a la imagen de su
renacer en Roma (Son. XLVII «Cuando en horror medroso y ciego espanto»). La inmortal fama de Cartago es mayor por
haber sido sus muros «del tiempo derribados» (Son. XLVIII «Este soberbio monte y levantada»). También Cartago es
utilizada para contradecir el sentido latente en Cagtiglione: las ruinas son aquí un «remedio engañoso» para la esperanza
de amor (Son. XLIX «No los mármoles rotos que contemplo»). Por último, los restos de Itálica son sometidos a un
enfoque bastante novedoso. S. B. Vranich observa cómo "no echa de menos su antiguo esplendor ni lamenta su caída. Al
contrario, ve a la madre tierra sin la opresión del artificio humano, dando su benéfico fruto después de haberse
restablecido, como en un libre respiro, el rítmico pulsar de las estaciones" (Ibid., p. 150). Sus fuentes textuales
amplificarán, del mismo modo, el paradigma clásico: un epigrama de Fausto, Sabeo, Séneca, Virgilio, Propercio, etc.
26
E. Orozco Díaz, Temas del Barroco de poesía y pintura, ed. facsímil, A. Sánchez Trigueros, Granada, 1989, p.
133.
27
Sistema muy diferente a la «demora descriptiva» que A. del Campo, loc. cit., p. 103, encuentra en Propercio y
Rodrigo Caro, "su regusto en ir señalando la correspondencia que cada cosa de hoy tuvo en el remoto pretérito". Así
aparece en el poema de Nebrija que anteriormente señalaba y, también, por ejemplo, en la silva de Quevedo «Esta que
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«colossi», definidos en un sentido sumarizador como «sacre ruine», «reliquie miserande», «opre
divine»28 . Cetina, en su traslado del paradigma desde Roma a Cartago, relaciona estos elementos:
«desierta playa», «despedazados mármoles», «arcos, anfiteatros, baños, templo»29 .
Herrera participa de esta perspectiva fragmentaria, y no sólo en los sonetos, sino también en
canciones y elegías, donde podría desarrollar con más detallismo la descriptio. La explicación de
ello la encontramos en el hecho de que las ruinas son una excusa retórica para proyectar otros temas.
El inventario de imágenes y el léxico se amplía considerablemente respecto a los sonetos modélicos,
denotando su conocimiento de otros textos latinos e italianos: «columnas», «coliseos», «pirámides»,
«arcos», «anfiteatros», «muros», «estatuas», «pinturas», «torres», «torreones», «cercos», «colosos».
Respondiendo a la fragmentación que apuntaba, en ninguno de los poemas llegan a agruparse los
elementos citados en número mayor de tres.
La simple enumeración de los componentes de la descriptio no permite el acceso a ningún
tipo de conclusiones. Lo contrario sería hacer uso de un positivismo mal entendido. Pero es
interesante observar algunos detalles: por ejemplo, como la recurrencia a la imagen de la pirámide
no es frecuente en la tradición posterior 30 , y como el anfiteatro concebido como «cerco» aparece en
Medrano y en Rodrigo Caro al cantar las ruinas de Itálica.
La estructura del paradigma clásico se atiene a una ordenación cimentada en la
contraposición de la material destrucción presente con un pasado glorioso y lleno de vida. De aquí se
desprenden los consecuentes amorosos que Castiglione encerraba en el terceto final de su soneto.
Herrera sigue este esquema, como podemos comprobar, en el soneto supuestamente dedicado a las
ruinas de Itálica, según la hipótesis de A. Coster 31 :
miras grande Roma agora» (Obras completas. I. Poesía Original, ed. J. M. Blecua, Barcelona, Planeta, 1974, pp. 112-
117).
28
El texto que utilizo es el que recoge Herrera en sus Anotaciones (ed. cit., p. 391).
29
Gutierre de Cetina, Sonetos y madrigales completos, soneto 132.
30
A través de toda la documentación recogida por J. G. Fucilla, loc. cit., pp. 73 y 87-88, sólo aparece en un soneto de
Lope de Vega, en el Valle de Lágrimas de Cristóbal de Mesa y un soneto anónimo con estrambote. Los dos últimos se
presentan como una extensa catalogación de ruinas. Cf. A. Quondam, La parola nel labirinto. Società e scrittura del
Manierismo a Napoli, Bari, Laterza 1973, pp. 68-69, para este tipo de sonetos enumerativos, a partir de una composición
de Ludovico Paterno.
31
Notas a Algunas obras de Fernando de Herrera. Edición crítica, París, H. Champion, 1908, pp. 148-149.
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32
Soneto LXVI de Algunas obras (Sevilla, 1582).
33
E. Orozco-Díaz, op. cit., p. 131.
34
Op. cit., p. 193.
35
Elegía XI «Estoi pensando, en medio de mi engaño», Versos de Fernando de Herrera (Sevilla, 1619). Aquí sí
encuentran su sentido las palabras de J. A. Maravall, op. cit., pp. 364-365: "El orden metafísico del ser, base de la
doctrina tradicional de la escolástica, parece venirse abajo, sacudido por la dramática vivencia de la mutabilidad. Hasta el
hombre mismo podría, arrastrado por la mutabilidad de sus cambios, verse despojado de su condición esencial, de su
substancia, en el sentido aristotélico-escolástico de esta palabra". Bajo esta óptica, el tiempo sí es un enemigo de Herrera
y de su obra poética.
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El sentimiento de un tiempo que fluye en atroz mudanza impide incluso la constitución del
consecuente erótico en su significado de esperanza en el derrumbamiento de las murallas anímicas
que separan a los amantes36 :
En el soneto a las ruinas de Itálica, aunque el poeta es consciente de la potencia del tiempo,
no puede evitar que su amor irracional se levante contra esta imposición. La autoconciencia de la
destrucción sólo le sirve para «vêr su error, i padecer mas daño» (Nº. 182, v. 14).
Herrera une el motivo de la vanitas con la imagen de la falaz acción del hombre en empresas
que atentan contra su propia configuración de espíritu apresado en la materia, dentro de una
concepción neoplatónica:
En la canción por la victoria de Lepanto (Nº. 84), las naves turcas son destruidas por su
soberbia, ira y grandeza, simbolizando en esta forma la ruina de Tiro 38 . El «sobervio Ilión», en su
esplendor, es arrasado por el fuego (Nº. 228) 39 . En una de las canciones a la derrota del rey
Sebastián de Portugal en Alcazarquivir los hombres mismos actúan como instrumento inhumano del
trágico discurso temporal. Son hombres que «feroces destruyeron / grandes ciudades» (Nº. 128) 40 .
Herrera, como poeta épico, acentúa un tema que obviaron otros cantores de ruinas: la causa directa
de muchas de ellas es una acción bélica producto de la codicia humana.
A través de toda la aspiración ética late un sentimiento prematuro de desengaño barroco. Se
podría apuntar una desilusión humanista por una realidad que no responde al ideal de armonía
36
En una dirección opuesta a la resignación estoica y a la visión de las ruinas como triunfo del tiempo que Medrano
condensa en su soneto XXVI: «suframos, Amarilis y callemos» (D. Alonso y S. Reckert, Vida y Obra de Medrano II,
Madrid, CSIC, 1958, p. 148). Herrera está más cercano al Arguijo del soneto XLIX (ed. cit., p. 149).
37
Elegía IIII «A la pequeña luz del breve dia», de Algunas obras.
38
«Cantemos al Señor, que en la llanura», vv. 170-179, en Poemas sueltos, según la titulación de J. M. Blecua, ed. cit..
Editada por primera vez en Sevilla, 1572.
39
Soneto XXIIX «El bravo fuego sobre'l alto muro», v. 2, en Versos, Libro I.
40
Canción I «Voz de dolor y canto de gemido», vv. 60-61, en Algunas obras.
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platonizante buscado por Herrera en su vida, su amor y su obra. Su desengaño tiene un carácter
humano y no divino. Sólo la Contrarreforma dotará a éste de un significado religioso en su
moralidad, insistiendo en el conflicto existencial entre Dios y el Mundo, el Alma y el Cuerpo, el
Bien y el Mal 41 .
1.2.- Los consecuentes de tipo erótico, tal como se configuraron en el paradigma clásico, son
casi inexistentes en Herrera, dado que las ruinas fueron poetizadas preferentemente en un contexto
épico-histórico.
El único caso en que aparecen como consuelo o remedio de amor, alentando al poeta en su
firmeza ante la amada cruel, es el del soneto 122. Las ruinas quedan desplazadas en él al último
terceto, como conclusión de un mensaje y no como planteamiento descriptivo. En esta forma, se
convierte en una imagen retórica más del discurso petrarquizante herreriano:
En este contexto desaparece toda referencia connotativa sobre el paso del tiempo, efecto aún
más logrado al comparar la belleza de la amada, nombrada como Luz, al incendio que consumió
Troya, no tematizado directamente sino a través de la vida que éste retoma en el canto de Homero:
2.-Desde la perspectiva que nos ofrecen estas notas podemos concluir que el paradigma
clásico del motivo de las ruinas es seguido por Herrera a partir de una óptica distanciadora y
tendente a diluirlo. Cuando opta por recogerlo lo hace en una forma que conduce el tema hacia la
apertura significacional que apuntaba. Es ésta la que vamos a detallar a continuación, en sus
distintas variantes.
2.1.- El motivo de la ruinas adquiere en Herrera una dimensión más amplía al ser contrastado
con la idea de la poesía como portadora de eternidad. Con ello se yuxtapone al paradigma clásico un
consecuente en abierta contradicción con las líneas maestras que lo han venido definiendo: atención
41
H. Hatzfeld, op. cit., pp. 64-65.
42
Soneto XV «En vano error de dulce engaño espero», en Algunas obras.
43
Elegía IX «Ruvio Febo i crinado, qu'ascondido», en Versos Libro I. El último verso presenta una redacción
alternativa en el llamado ms. B, editado por J. M. Blecua como Rimas inéditas, Madrid, CSIC, 1940: «aunque el troyano
estrago a sucedido» (ed. cit.).
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La levantada cumbre,
44
J. Bialostocki op. cit., p. 213.
45
J. Burckhardt, op. cit., p. 148.
46
Op. cit., pp. 43-44.
47
Una breve, pero imprescindible exposición del tema la encontramos en E. R. Curtius, "La poesía como
inmortalización", Literatura Europea y Edad Media Latina II, México, Fondo de Cultura Económica, 1976, pp. 669-
671.
48
Op. cit., p. 187. El mismo autor aduce: "Las ruinas de las grandes creaciones humanas, que hasta hacía poco habían
sido una muestra de la vanidad de los esfuerzos humanos, se han convertido de nuevo en un símbolo de la supervivencia.
El ideal que preserva el pensamiento de la resignación no es la forma material, sino la artística, o sea la idea de la creación
y el arte". Y documenta su idea con un soneto de Shakespeare, el LV, en cuyos versos hallamos idénticas razones a las
poetizadas por Herrera: ["Not marble, not the gilded monuments / of princes, shall outlive this pow'rful rhyme" (The
Sonnets. Sonetos de amor, ed. A. García Calvo, Barcelona, Anagrama, 1992)].
49
«Ilustre Conde mio», en Poemas sueltos.
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50
Esta proposición se am plia en el interior de la misma canción a lo largo de dos estancias. El primer tópico en los vv.
56-60, y el segundo en los vv. 16-20.
51
Loc. cit., pp. 92-93.
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52
Este verso provendría en última instancia del horaciano exegi monumentum aere perennius, en el que también se
inspira Herrera dentro de la canción al Conde de Gelves, vv. 41-42:
"que en él os e compuesto / un inmortal y sacro monumento".
53
Recojo este poema de J. G. Fucilla, loc. cit., pp. 92-93.
54
«Velleio, si mi canto», en Poemas sueltos.
55
Ibid., donde remite a Bartolomé Leonardo de Argensola (pp. 57 y 64), Rodrigo Caro (p. 59) y Francisco de Rioja (p.
84).
También se encuentra la imagen en Góngora, soneto 22: «de torres convecinas a los cielos» (Sonetos completos, ed. B.
Ciplijauskaité, Madrid, Castalia, 1978, p. 78).
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También podría repetirse la conexión en la canción «Con dulce lira, el amoroso canto» (Nº
438) 56 , teniendo en cuenta el hecho de que aquí el factor contrapuesto a las ruinas ya no es el arte,
sino el concepto humanista de la virtus del héroe:
caeloque colossi
La oposición entre artes plásticas y poesía aparece claramente en tres poemas. En el soneto a
D. Pedro de Zúñiga (Nº 61)57 las estatuas y pinturas son destruidas con el paso de los años y,
también con ello, las aspiraciones del autor a alcanzar la posteridad. Herrera le demanda:
56
Canción III, en Versos, Libro III.
57
«Las estatuas, las tablas, en que muestra», en Poemas sueltos.
58
Cf. A. Coster, op. cit., pp. 16-18.
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Las ruinas pueden ser consideradas como material poético y temático sobre el que trabajar
para lograr la inmortalización como poeta épico. Normalmente este punto se expresa en oposición al
tema amoroso, que es el que lo retiene y le impide entregarse al estilo superior, el heroico62 . En la
canción «¡O clara luz i onor del Ocidente!» (Nº 361)63 , tras enumerar temas apropiados a la materia
épico-histórica, las ruinas entre ellos, nos dice que éstos
El soneto «Las armas fieras cante, 'l triste hado» (Nº 417)64 deja a los poetas épicos la tarea
de cantar el fuego que ardió a Troya, pues él está atado a celebrar la abrasadora llama de amor que lo
consume.
Tres son, por tanto, los núcleos generadores de esta tematización de las ruinas, relacionada,
en un sentido opuesto al del paradigma clásico, con la idea de la poesía inmortalizadora: a) ruinas
vencidas por el tiempo frente a la musa, Talía inmortal, que permite inmortalizar a los héroes
cantados y al propio poeta; b) las artes como la pintura y la escultura sumergidas en el olvido frente
a una poesía viva a través de la historia; c) las ruinas como material del trabajo poético inmor-
talizador frente al amor como material poético indigno de sobrevivir al poeta. Un estudio más
59
Elegía I «Si el grave mal qu'el coraçon me parte», en Algunas obras.
60
Soneto L, en Versos, Libro I.
61
Cf. E. R. Curtius, op. cit. I, pp. 127-131.
62
En Herrera no logran conciliarse los extremos de la rueda virgiliana. Para él son sistemas opuestos de expresión, por
lo que, acorde con la poética aristotélica, privilegia la épica respecto a la poesía de introspección amorosa. Cf. A. García
Berrio, Formación de la teoría literaria moderna I, Madrid, Cupsa, 1977, cap. II, especialmente pp. 100-109.
63
Canción II, en Versos, Libro II.
64
Soneto I, en Versos, Libro III.
Gregorio Cabello Porras – Universidad de Almería - 16
profundo mostraría conexiones más complejas que aquí sólo podríamos exponer de forma
incompleta65 .
2. 2.- La introducción de una determinada res histórica en la poetización de las ruinas nos
pennite igualmente sugerir la apertura significacional que venimos definiendo en Herrera. Este
apartado puede abordarse desde tres vías.
La primera la encontramos en el soneto sobre la muerte de Príamo (Nº 228)66 . Las ruinas no
se enfocan aquí desde un movimiento diacrónico permitiendo trabar en oposición el estado
desolador del presente y el glorioso pasado. Lo que hace Herrera es escenificar, aunque en pasado
imperfecto, los momentos en que Troya era consumida por las llamas y Príamo cadáver quedaba sin
incinerar y, por tanto, imposibilitado de acceder al Hades. La usual contraposición retórica entre
tiempo pasado y presente, significando grandeza frente a destrucción, se da en este poema de una
forma sincrónica, en el mismo momento del incendio: por un lado la visión magnificente de una
Troya en llamas y, por otro, la de un cuerpo sin vida, vanidad humana, para el que unas llamas que
no lo alcanzan no serían causa directa de devastación y tampoco de rendimiento al «impetu d'el
hado» como mortal común.
Este soneto se halla estrechamente relacionado con el que Juan de Arguijo dedica a Troya,
«El que soberbio a no temer se atreve»67 . Seguramente, tanto uno como otro encuentran su raíz
común en un epigrama de Fausto Sabeo y en las Troades de Séneca68 . Entre ellos podemos señalar
ciertas analogías textuales, aunque las diferencias son más evidentes:
sobervio Ilión
(Herrera, v. 2)
65
Tomemos, por ejemplo, la canción dedicada a D. Juan de Austria en su victoria sobre los moriscos de la Alpujarra,
«Cuando con resonante» (Canción III, en Algunas obras). Aquí la acción bélica asola unos territorios y pueblos,
reduciéndolos a ruinas. Tanto la guerra como sus efectos destructivos son en esta ocasión fuente de inmortalidad para
D.Juan a través del canto de Herrera. Además deberíamos tener en cuenta la velada alusión a Babel en los vv. 91-100
como tematización de lo que podríamos aventurar en llamar ruinas bíblicas. Asimismo habría que considerar la
aparición, a lo largo de los vv. 91-120 del léxico y las rimas habituales en las composiciones que tratan de ruinas. La
primera estancia, la que alude a Babel, repite la rima del soneto supuestamente dedicado a Itálica: «cumbre», «lumbre»,
«muchedumbre». Respecto a construcciones sintagmáticas y léxico: «que sube amenazando / a la celeste cumbre» (vv.
93-94), «atierra», «cerco estrecho».
66
Soneto XXIIX «El bravo fuego sobre'l alto muro», en Versos, Libro I.
67
Soneto XLVI «A Troya asolada» (ed. cit., p. 141).
68
Estas son las fuentes que S. B. Vranich, notas a Juan de Arguijo, Obra poética, p. 140 [ En sus notas a Juan de
Arguijo, Obra completa de Don Juan de Arguijo (1567-1622), Valencia, Albatros-Hispanófila, 1985, p. 261, se apunta la
relación con el soneto de Herrera].
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(Herrera, v. 5)
Cursum in Africam direxit, inopemque vitam in tugurio ruinarum Carthaginensium toleravit, quum
Marius aspiciens Carthaginem, illa intruens Marium, alter alteri possent esse solatio 70 .
Aquí el oximoron se amplifica, pues no sólo se puede esquematizar como una relación en la
que sólo quedan implicados Mario y Cartago, ya que interviene una tercera fuerza intensificadora, la
69
Soneto XXXVI, en Versos, Libro I.
70
J. Lara Garrido, "Notas sobre la poética de las ruinas en el Barroco". El texto de Velleius Paterculus se recoge en R.
Mortier, op. cit, p. 17. El mismo Herrera nos demuestra su conocimiento del historiador al calificar a Vélez de Guevara,
alabando su Coena romana, de «Velleio esclarecido» (Nº 35, v. 42). [Cf. J. Lara Garrido, "De Herrera al Príncipe de
Esquilache (Un oximoron de Velleius Paterculus en la poesía áurea)", Estudios en memoria de Julio Fernández Sevilla y
Nicolás Marín, Granada, Universidad, 1987, pp. 308-326)].
Gregorio Cabello Porras – Universidad de Almería - 18
del autor, sobre el que incide la res histórica, que, a su vez, se ve afectada por la «contemplación»
del autor.
Posiblemente este soneto sirva de referente a Bartolomé Leonardo de Argensola cuando
escribe:
El último ejemplo que tratamos en este apartado es el de la elegía «Estoi pensando, en medio
de mi engaño» (Nº 313) 72 , especialmente en los versos 52-63, donde, a modo de ininterrumpido
proceso histórico, nos encontramos con una acumulación enumerativa en la que se representan
Troya, Micenas, Grecia, Roma, Sagunto, Cartago (en la época de Roma y en la de la derrota de
Alcazarquivir)73 :
71
Soneto 107, vv. 1-4, en Rimas I, ed. J. M. Blecua, Madrid, Espasa-Calpe, 1974, p. 209.
72
Elegía XI, en Versos, Libro I.
73
Continuum conceptual que ya se daba en Propercio, según S. B. Vranich, notas a Juan de Arguijo, Obra poética, p.
144, al cantar a Troya: "male vincitis! Ilia tellus / vivet, et huic cineri Iuppiter arma dabit" (Eleg. IV, 1. 54-55). Quizás
esta sucesión posea también una raíz bíblica: "Et ipse (Dominus) mutat tempora et aetates; transfert regna atque
constituit" (Daniel, 2, 21), mucho más apreciable en el contexto.
74
También en Arguijo aparecen referidas en el mismo soneto las ruinas de Cartago, Numancia y Sagunto, aunque
estableciendo un consecuente ético, por imitación contradictotia del paradigma clásico, muy distinto al de Herrera
Gregorio Cabello Porras – Universidad de Almería - 19
Respecto a las ruinas de Itálica sólo podemos movernos en el terreno de lo vago y difuso,
puesto que se desconoce si, en realidad, el soneto «Esta rota i cansada pesadumbre» (Nº 182) 77 se
basaba en su contemplación, ya sea retórica o directa. Los elementos de la descriptio son los propios
del tópico y no permiten adivinar ningún síntoma de particularización. Por otra parte, estos quedan
reducidos al mínimo, ya que los consecuentes éticos y eróticos ocupan el segundo cuarteto y los dos
tercetos en su totalidad.
2. 4.- El tratamiento de Tartesos requiere una atención aparte, ya que Herrera da aquí un paso
importante hacia la poetización de ruinas acuáticas. Hasta ahora Francisco de Rioja ha sido
considerado el primero en dedicar composiciones a ciudades y civilizaciones enterradas bajo el mar:
la mítica Salmedina del soneto XXII, o las orbes sepultadas de los sonetos XXIX y XXXVIII 78 . En
él culminaba un proceso que iba desde la celebración de ruinas en un plano retórico a través del
paradigma clásico hasta la contemplación directa y emotiva, y, por último, la adivinación de ruinas
mitológicas y desaparecidas para la historia en su unión con un elemento informe, incorpóreo y
esencialmente receptivo: el agua.
No obstante, el hecho de que Rioja sea precursor en prestar un cuerpo individualizado a las
ruinas acuáticas no debe impedir analizar como en Herrera, dentro de su apertura significacional se
prefigura el motivo. En su poetización destacan ciertas peculiaridades: las ruinas no son marinas,
sino fluviales, y Herrera pide al Guadalquivir que levante el curso de sus aguas para permitir la
reaparición de Tartesos 79 :
Tras este verso Herrera pasa a evocar exclusivamente la grandeza de Tartesos. No aparece,
77
Soneto LXVI, en Algunas obras.
78
Francisco de Rioja, Versos, ed. de G. Chiappini, Mesina-Florencia, Casa Editrice D'Anna, 1975, pp. 304, 320 y 344.
[Corresponden en la ed. de B. López Bueno, Francisco de Rioja, Poesía, Madrid, Cátedra, 1985, a los sonetos XXII
«Este ambicioso mar, que en leño alado»; XXIX «Este mar que de Atlante se apellida»; y XXXVIII «¿No viste siempre
en firme lazo atadas»]
79
«Canción de Fernando de Herrera»: «Alça del hondo seno», en Poemas sueltos.
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por tanto, ningún elemento de la descriptio tópica que reclame una comparacion entre pasado y
presente. El único que es portador de oscuridad, de connotaciones de muerte y abismo es ese olvido,
situado junto a se levante en un movimiento de recuperación y recreo de una época de gran belleza y
trascendencia histórico mítica. El poeta no se detiene en la pintura de edificios ruinosos como
términos referentes de una ciudad concreta. Aquí es toda una civilización la llamada a resurgir, una
civilización que vuelve a cobrar vida y puede inmortalizarse a través de la obra del Padre Fernández
de Andrada, a quien va dedicado el poema. Tartesos establece de nuevo una relación básica con el
aere perennius horaciano80 .
2. 5.- En Herrera aparecen algunos temas que alcanzarán su plenitud espresiva con el
barroco, como el del jardín en ruinas 81 . En su tematización no se da esa interacción entre naturaleza
y arquitectura destruida que conforma, según G. Simmel, "un nuevo conjunto, una característica
unidad" 82 . Esto será propio del periodo barroco, aunque ya lo podamos entrever en la elegía de
Sannazzaro Ad ruinas Cumarum urbis vetustissimae 83 .
Herrera atiende únicamente a la degradación del jardín como alegoría del paso de las
estaciones y de esperanza en la primavera, conformando un «jardín deshecho»:
Un caso más interesante de ruina natural lo tenemos en la canción «Voz de dolor i canto de
gemido» (Nº 128)85 , donde el crecimiento, esplendor y destrucción de un cedro del Líbano es
comparado al proceso seguido por el reino de Portugal hasta su derrota en Alcazarquivir. La relación
con el tema de la vanitas queda, por tanto, explicitada. Como perfecta alegorización del motivo de
las ruinas podemos considerar esta estrofa:
80
En cierta forma, en la canción a don Juan de Austria por la victoria de Lepanto (Nº 84), vv. 171-190, la destrucción
de las naves de Tiro, como símbolo patente de la soberbia y vanidad de esta civilización, podría ser considerada como
una peculiar tematización de ruinas acuáticas. Asia, tras esta batalla, quedará sumergida en dos sentidos. El primero es el
que denota el hecho de la derrota de las naves: "Llorad naues del mar, que es destruida / toda vuestra sobervia y fortaleza"
(vv. 180-181). El segundo lo expresa el mismo Herrera: "Asia adúltera en vicios sumergida" (v. 184).
81
Cf. E. Orozco Díaz, "Ruinas y jardines", en op. cit., pp. 118-176.
82
G. Simmel, "Las ruinas", Sobre la aventura. Ensayos filosóficos, Barcelona, Península, 1988, p. 119.
83
J. Lara Garrido, "Notas sobre la poética de las ruinas en el barroco".
84
Canción «En caduca sazón de yvierno frio», en Poemas sueltos.
85
Canción I, en Algunas obras.
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2. 6.- Un paso más en el tema que nos ocupa y encontramos el motivo de las ruinas
convertido en un referente totalmente retórico y lexicalizado, utilizado de forma accesoria. Lo
esencial del contenido de los poemas en que esto se da no habría cambiado en absoluto si en lugar de
las alusiones a Ias ruinas se recurriese a los nombres de las ciudades, Roma o Cartago. Así ocurre en
el soneto «Essas colunas i arcos, grande muestra» (Nº 314)86 , donde se invita a Baltasar de Escobar,
que se hallaba en Roma, a volver a Sevilla: