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Viernes, Mayo 22, 2009 Cultura / Jesús Zarazúa 2

El cochecito de Lalito
Estando Rubén frente a los juguetes de Lalito, sintió una comezón en las manos, experimentó
el tintinear que le fue recorriendo todo el cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. Su rostro se ruborizó,
apretó fuerte su mano derecha a la izquierda mientras se mecía de un lado a otro, moviendo primero
Desde la Ventana de la Imaginación un pie, luego el otro (como si bailara).
Una voz interna y muy aguda le habló, parecía que al mismo tiempo los juguetes (decían algo
en coro), los juguetes de Lalito punzaban de un color atrayente, como si quisieran llamar la atención
Jesús Zarazúa Rangel de Rubén y le gritaran algo que tal vez no comprendía, pero que le inquietaba aquella tarde.
Soltó por fin sus manos. Se quedó quieto, observó completamente todos los juguetes, un
pequeño cochecito de color azul llamó más su atención. Rubén procuró que nadie lo viera y en eso
extendió su mano. Tomó el cochecito y lo guardó en la bolsa derecha del pantalón. Pasó un segundo
más y continuó caminando hacia la habitación en la que su amigo Lalito reposaba de su enfermedad.
Hola a todos los lectores de Nave de Papel, esta entrega les comparto tres
-¡Hola amigo! –Gritó Lalito emocionado –qué bueno que viniste a visitarme.
relatos que son parte de un trabajo para niños que lleva por nombre
-Ya sabes, para eso son los amigos –contestó.
“Desde la ventana de la imaginación” que surgió después de trabajar Platicaron un buen rato, recordaron algunos de los recreos en que ambos convivieron, regresaron
los talleres infantiles literarios de las Casas de la Cultura de San José a vivir esos recreos que parecían interminables, en que ellos dos fueron incansables exploradores y
Iturbide y también en Santa Catarina, el año pasado y que ojalá pronto lo que por tal eran los mejores amigos que se habían dado en la escuela. Revivieron con movimientos de
cabeza, manos, pies, brincos, gestos, gritos, pero sobre todo con emoción y cariño, cada uno de
podamos ver publicado en un libro- aquellos momentos que tenían en su memoria.
Luego, Lalito pidió a su mamá que les prendiera la tele, unos momentos antes de compartir
Por lo pronto hoy les comparto estos relatos. los alimentos en la mesa, como lo había hecho muchas veces sentados en las escaleras de la escuela,
justo a la hora del recreo. Vieron juntos su caricatura favorita. Rubén se sentó a la orilla de la cama de
su amigo, le miró las honduras de sus ojos a causa de los desvelos que esa enfermedad le estaba
causando. Vio el brillo en sus ojos ocasionado por la visita de su gran amigo. Lalito no dejaba de
La cueva de los sueños comentar sobre su operación, no dejó un solo instante de dar muestras de agradecimiento por aquella
amistad que desde lo profundo y frío de su cama, ese día valoraba y atesoraría para siempre.
Un día por la tarde, estando con mis dos amigos en lugar lejano, comenzó a llover, fue tan Llegó la hora en que Rubén se despidió de su indefenso amigo, postrado en aquella cama,
fuerte, las nubes estaban tan cargadas que todo oscureció, empezaron los relámpagos, los truenos cobijado por una enfermedad que le impedía moverse como en aquellos recreos. Lalito dejó escapar
ensordecedores y los pájaros volaron a refugiarse a sus nidos, nos quedamos solos, los tres en aquel unas lágrimas –gracias amigo por venir –le dijo y pasó su mano por sus ojos.
hermoso paisaje que esa tarde nos mostraba su lado más agresivo. Mis dos amigos y yo buscamos -No hay de qué –contestó Rubén y levantó su mano para decir adiós. Dio dos o tres pasos y
una cueva en el cerro para protegernos de la lluvia. el remordimiento llegó a su ser, algo ardiente sacudió su cerebro y se fue regando por cada una de las
El primero en entrar fue Vladimir, seguido de Irving, atrás de ellos iba yo, con el cabello partes de su cuerpo hasta que se estancó en su mente. Se detuvo, lo pensó un segundo, dio vuelta y
escurrido por la cara a consecuencia del agua. Los tres entramos empapados a la cueva. Adentro, los metiendo la mano en su bolsa, comentó a su amigo –Lalito, perdón –dijo con voz quebrada y se acercó
truenos fueron más sonoros a causa del eco. Escuchamos una extraña voz que soplaba, pero no se lo más que pudo –perdón –insistió –fíjate que al entrar vi tu cochecito azul y lo tomé, pensé en
entendía lo que decía. Nos quedamos quietos, mirándonos y mirando alrededor, observamos cada robarlo. Guardó silencio y lloró, tomó la mano de su amigo y puso en ella aquel cochecito azul –
una de las goteras que tenía aquella oscura y larga cueva, oyendo cada uno de los truenos y el perdón –repitió una y otra vez –no se que me pasó, perdóname, amigo, me arrepiento tan sólo de
resoplido del viento, viendo como cada rayo iluminaba aquel lugar, mientras los tres temblábamos haber pensado que pude traicionar tu amistad, le puse este cochecito por precio lo más hermoso que
de frío. tú me ofreces…
Así pasaron unas horas y nosotros seguíamos en medio de aquel lugar lejano, de pronto, al -No te preocupes amigo –respondió Lalito –somos humanos y los humanos nos equivocamos
retumbar de un trueno, una parte del cerro de desgajó dejándonos atrapados en aquella oscura y fría muchas veces, gracias –continuó diciendo –gracias porque has valorado nuestra amistad, sabes que
cueva. Los tres, sin nadie más, sin nadie más que nuestra imaginación que seguía escuchando esa eres mi mejor amigo y no cambiaría por nada nuestra amistad –guardó silencio sólo para secarse las
extraña voz. lágrimas –es tan grande la amistad de nosotros que más que mi amigo, te considero mi hermano y los
-Vamos a ver qué es eso- dijo Irving. hermanos comparten todo. Puedes llevarte el cochecito para que juegues con el.
-No, mejor esperemos a que nos rescaten –respondió Vladimir.
Yo me quedé en silencio, recargado sobre aquellas pesadas piedras húmedas que ahora I. Desde Desde la ventana
tapaban la entrada y no nos permitían salir.
-¡Pues yo si voy! –gritó Irving intempestivamente y comenzó a caminar hacía la profundidad Un día me asomé por la ventana y vi que estaba lloviendo, realmente era un aguacero; observé
de la cueva. como el agua se deslizaba por aquel suelo agrietado de tierra por el que a diario caminaba.
-¡Espéranos! –le gritamos Vladimir y yo e inmediatamente caminamos tras él. Entonces me pegué al vidrio, mi mirada se perdió en el mundo fantástico que en ese momento
La voz se oía cada vez más cerca y cada vez se parecía más a un lamento, fuimos pisando fue creado por mi imaginación, imaginé que las grietas del suelo eran grandes cañadas y al fondo de
cautelosamente el suelo de aquel oscuro lugar, para no ser escuchados, ni descubiertos, después de éstas, alrededor de una bella presa rodeada por grandes árboles que se alimentaban de la humedad,
muchos pasos, una luz resplandeció encandilándonos tanto que tuvimos que cerrar los ojos y dar vivían unos pequeños seres llamados Roduldos, quienes trabajaban día y noche tratando de fabricar
algunos de nuestros pasos a ciegas y continuar hacía adelante sin detenernos. Abrimos los ojos y canales de desagüe para evitar que su pequeño pueblo de inundara.
nos dimos cuenta que habíamos llegado al otro extremo de la cueva y notamos que la extraña voz Desde la ventana miré fijamente como el agua corría con tal fuerza, que imaginé, a esos
provenía de un pequeño pastor que le gritaba a sus ovejas. Nos acercamos a él, le preguntamos qué hombrecillos siendo arrastrados por la corriente hasta la calle, lugar a donde llega el escurrimiento, fue
en dónde estábamos y nos respondió con una voz baja y quebrada que en nuestros sueños. así como decidí tomar la colección de fichas de refresco que guardo con tanto celo en el cajón de debajo
-¿Cómo qué en nuestros sueños? –Preguntó Vladimir- si los tres andábamos de paseo en el de mi cama y aún con el agua rispando toda la calle salí. La lluvia era muy fuerte, sus grandes gotas
cerro cuando nos cayó la lluvia, luego tratamos de guarecernos en una cueva y se derrumbó la golpeaban mi espalda haciendo un pequeño sonido de tambores en la jungla, sin embargo, me acerqué
entrada. al charco que se hace cada vez que llueve, ya que la coladera es muy pequeña y no basta para
desazolvar rápidamente el agua de la lluvia. Coloqué las fichas en ese pequeño charco, pero que sin
-¡Sí, eso es cierto! –apoyó Irving.
duda sería todo un mar para los diminutos Roduldos, las puse ahí, con la esperanza de que ellos
-Claro que se que eso es verdad- mencionó el pastorcillo- pero ustedes al entrar a esa cueva, subieran a las fichas y lograran salvarse, para que todos ellos no se ahogaran y de esa manera pudieran
quedaron atrapados en sus sueños y ahora tienen que despertar para escapar, esa es la llamada cueva navegar a otro lugar, donde al agua no cause los mismos estragos y fundaran un nuevo pueblo, libre
de los sueños… de inundaciones, pero rodeado de árboles y flores.
-¿Cómo lograremos eso? –pregunté, pero ese niño que cuidaba sus ovejas se fue desvaneciendo
como cuando uno va dejando de soñar porque se está a punto de despertar y de nueva cuenta nos
quedamos los tres solos, pero ahora en el otro extremo de la cueva, sin saber qué hacer, volver o Invi
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continuar. plás amos a
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-Pues hay que pellizcarnos –dijo Vladimir muy entusiasta y lo hicimos, pero nada, seguíamos tura , galerí itores,
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en ese lugar. env , fot C arti
z a r a íen su ógrafo asas d stas
-Hay que dejarnos caer –opinó Irving con un dejo de carcajada y lo hicimos, pero nada, zua s co sa e la
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seguíamos dormidos. De pronto escuchamos una hermosa música que tal vez brotaba de un piano g e l @ boraci ue nos
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el cual no logramos ver, entonces, una mujer, quizá la madrina de los sueños, nos dijo que cerráramos o o . c es a
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los ojos y escucháramos con atención aquella música hasta su termino, y lo hicimos, en cuanto mx
terminó aquella canción, abrimos los ojos y nos encontramos nuevamente los tres en el cerro, justo
debajo de la primer entrada de la cueva y nos dimos cuenta que estaba a punto de llover.

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