VAMPIRO- LA MASCARADA DELA MUERTE ROJA |
» PROLOGO
pret: 15 de junio de 1992
_ Seencontraron alas doce de la mariana de un radiante domin-
de juniv, eft li terraza de un pequefio restaurante a pocas man-
s del Coliseo. La llamada de la ‘noche anterior a un niimero
refo cn cl corazdn del Vaticano habia sido breve y convisa. El
ssconovido interlocutor indicé el lugar, Ia hora y la persona que
bia acudir. Advirti de que “no hubiera trucos" y menciond
increible sum de dinero, No obstente, fue la iiltima frase de
Sonversacion la que aseguré que Ia entrevista tuviera lugar
ghlaremos de los Vastagns", declard 1a misterinsa voz en un
ono sombrip y gélido.
El Pacire Napoli legd primero. Siempre acudia con dempo a
quier reunion, especialmente a las importantes. Era un hom-
grande y fuerte cercano a los sesenta, con un pelo gris espeso
ado, barba a juego y unos penctrantes ojos oscuros. Incluso
tido de calle parecta un sacerdote. Sé manejaba con un tran-
milo aire dé autoridad, como alguien acostumbrado a dar érile-
= a ser obedecido al instante. Era un hombre de fe y determi-
inquebrantables, y caminaba con la absoluta conviccidn
me te daban los muchos aiplas de historia de la Iglesia.
| Como se indicé en ef mensaje de la noche anterior, acudié al
o desarmado. Sin embarpo, no estaba preacupado: sil Te
Via como escude (y también fos cinta agentes de la Socie-
Ge Leopoldo que habia en el restaurante, do de ellos disfra-
‘dé turistas). Entre todos tenian sificiente potencia de fuego
para comenzar una pequefia guerra. Ademas, aunque hacia
farins afias que él Padre Napoli se habla retirado como agente
= campo, alin recordaba su adiestramiente en las artes marcia-
es. Era un experto en kendo y karate, y podia matar aun alacante
Sz maneras diferentes.
Siguiends las instrucciones recibidas, pidio una mesa para dos
en €l fondo de la terraza, lejos del ajetrea de la cocina. A unos
Sen metros, en una habitacién de hotel alquilada, habia un mi-
fone direccional enfacado hacia su localizacin exucta, Cada
iabra que se pronunciara en quella reunién serfa captada yGUERRA DE SANGRE
srabada para su posterior andlisis. El hombre sonrid levemente
mientras pedia al camarero una botella del tinto de la cusa, Dios
proveia, pero los milagros de la ciencia y la tecnologia modernas
ayudabun bastante,
Estaba terminando su primer vaso de vina cuando Hegé el otro
hombre. Fl extrafio, de unos veinticineo afes, alto y delgado, con
él pelo rubio ondulado y brillantes ojos azules, vestia un traje blan-
co con una camisa de cuello abierto del mismo color, Se moyié
tan silenciosamente que el Padre Napali no detecté su llegada
hasta que su sombra se proyecté sobre la mesa,
—El Padre Napoli, supongo,...—dijo. No habia duda de que su
voz, grave y brillante, no era Ja de Ja llamada telefdnica de la
noche pasada: al menos habia dos personas involucradas en aquel
misterio, Se pregunté cudntos serian, Con suerte, pronto sabria la
respuesta. b
-El mismo —respondié levantandose y ofreciendo la mano, El
apretén de! joven era sorprendentemente fuerte, y, sostuyo con
sus ojos claros la mirada dura del sacerdote. Pocos hombres se le
podian resistir mas de un instante, pero el extrafio ni siquiera par-
pades, Mostraba una serenidad interior que el cenio fruncido de
Napoli no pudo alterar. Con un grufido molesto y sorprendido, el
padre rompid finalmente el contacto, Una breve punzada de dolor
cruzé su pecho, pero la ignord. Otro vaso de vino le ayudaria a
relajarse. Tuvo la repentina sensacién de que necesitaria bastan-
tes midis antes de que llegara Ja tarde,
—,, Usted es. ..’—preguntd mientras volvin.a su silla, Fl otra se
sento enfrente y, cuidadosamente, puso sobre la mesa un maletin
nuevo de cuera negro,
—Llameme.... Reuben —dijo el extraio, sonrende. —Como el
sandwich.
—Habia un Reuben en la Biblia -dijo el Padre Napoli. -Es un
bucn nombre.
—El primogénito de Jacob —respondis el extrano con suavidad.
—La fuerza de su padre. Uno de los fondadores de las doce tribus
de Israel.
—Conoce el Vicjo Testamento -dijo el sacerdote. —No es muy
normal entre las jovenes de hoy en dia.
VAMPIRG: LA MASCARADA DE LA MUERTE ROJA1