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A travs de cualquier ventana con las cortinas superpuestas observo pasar e irse vagamente como los mos, los

sueos de miles de personas, que buscan hacerse un lugar en el mundo; algunos mejores, otros peores, que ms da. Hroes annimos, locos insaciables en bsqueda del tesoro de nada en el pas de lo absurdo, almas errantes condenadas a la libertad inamovible, slo soldados pequeos manipulados por la ilusin del libre albedro. Falsas convicciones, malas decisiones, ante una monstruosa realidad que nos somete y nos obliga a tomar drogas para pasarlo mejor, terminando siempre muertos erosionados por las garras de la locura. Siempre buscando, siempre, esa es la peor condena y slo encontrar refugio en momentos efmeros que como dios, el diablo, el sol, el viento, como nuestros ancestros se irn, as, como nuestra vida, entre la borrachera, el trabajo, el cncer. Ah si tan solo hubiese alguien que me diera una certeza que no sea la muerte, una certeza no obvia como el hecho de que el cantinero me arrime otra copa despus de haber terminado la anterior, estar a punto de acabarla, como el amor que terminar algn da al igual que estas velas sobre la mesa, como la cancin que baja de sonido cuando est a punto de culminar, es casi predecible, y no soy profeta, nunca lo ser, slo una certeza no tan obvia como el hecho de que me encuentro tan solo en medio de esta concurrida cantina

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