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Calla.

¨ Calla, solo es un sueño, tranquila… todo pasará mañana.¨

Emilia trabajaba de mesera en un café del centro de la ciudad, desde varios minutos atrás le había llamado
la atención de dos clientas, que hablaban sobre libros interesantes, que ella nunca había oído. Según esto,
la mujer de saco azul y mascada roja era la escritora de aquellos libros y la señora de traje beige y cabello
alborotado era su editora.

- Pero Ángela - insistió la escritora – Necesito una pareja transexual en mi portada, no me puedes
poner solo a dos muchachas normales besándose, tiene que ver el mundo que esas personas son
hermosas como todas las demás-
- ¿Pero de dónde quieres que saque yo a dos personas así Alma?, soy solo una simple editora, no
puedo ir por ahí preguntándole a cada chico o chica que veo si es homosexual o no-
- Transexual Ángela, la gente puede cambiar su sexo pero seguir amando a gente del opuesto-
- Lo que sea, Alma, ya hemos ido muy lejos con esto… imagínate la cara que le tengo que poner a
mis jefes para que impriman tus historias-
- Tú me has prometido ayudarme con mis libros, lo siento, no cambiaré de opinión- Se cruzó de
brazos, miró a Emilia y le llamó para que le llevara un refresco de cola, ¨ No se puede vivir sin el
vicio ¨ le comentó a Emilia.
- Disculpen señoras - interrumpió el silencio entre las dos mujeres que veían en distintas
direcciones para evitarse otra discusión – Me llamo Emilia, bueno mis padres me llamaron al
nacer Antonio, pero creo que les podría ayudar en su portada –

Ambas mujeres quedaron boquiabiertas al escuchar la declaración de Emilia, sobretodo por que su
voz era muy hermosa, nada afeminada para un hombre y demasiado fina para una mujer.

- ¿Es enserio? – Preguntó la escritora


- Sí señora -
- Pero luces de unos 17, ¿tus padres te dejaron operarte? – preguntó la editora
- Bueno, en realidad solo los pechos… mi… cosa esa… sigue ahí… ellos quieren que les dé por lo
menos un nieto con mi sangre, por eso… - Emilia se sonrojó en pensar tocar a otra mujer, no le
daba pena, sino un cierto asco.
- ¡Perfecto, es quien buscamos! – Dijo la escritora.

Quedaron en verse en aquel mismo café a primera hora del día. Emilia estaba emocionada, dos personas
y posiblemente famosas estaban interesadas en el cambio que le hizo a su cuerpo y en el cambio que le
podría hacer después de posar para la portada del libro.

Media hora antes de lo acostumbrado, Emilia se levantó a asearse, a pintarse las uñas, los ojos, tenía que
quedar perfecta. ¨ Aunque tal vez allá me maquillen unas profesionales ¨ pensó cuando la humildad caía
al suelo con sus sueños de grandeza, quizás y solo quizás alguien la viese en esa portara y la invitara a
modelar, no era fea, su cabello era sedoso, de un color castaño claro, sus ojos eran color miel, lo único
que odiaba de su cuerpo era aquel grotesco pene que cargaba desde niño. Al verse al espejo se daba asco,
veía la perfección de su cuerpo de mujer y lo impuro de su cuerpo como hombre.
- Verlos y tocarlos sí, tenerlos y cargar con ellos no- Se dijo así mismo mientras se ponía un
pantalón de vinilo.

Ya esperaba afuera del café en que conoció a las mujeres que la impulsarían a su fama, a pesar estar en
un lugar muy concurrido en el centro de la ciudad, no había casi gente en las calles. Esto le dio miedo,
pero no creía que le pudieran hacer algo más que robarle el bolso.
- Me ven, me tiran, tratan de quitarme la ropa y huyen al ver mi parte de hombre- Se repetía en voz
baja para alejar un poco el miedo.
- Disculpa, ¿tú eres Emilia Aguilar? – preguntó un joven muy guapo, de cabello café, facciones
asemejadas a las de un gato, y voz gruesa.
- Sí, esa soy yo-
- Perfecto- Volteó a ver si venía alguien – ¡Dany, ella es!-
Emilia no logró ver quien era el tal Dany, antes que volteara y fijara su vista en algo, un golpe en la
cabeza la hizo caer. En su sueño vio a su padre aterrado cuando lo descubrió con su primer novio.
- ¡Qué es esto, un marica en mi casa!-
- Pero padre… - Su papá jaló a su amante hasta la calle, en donde le dio un machetazo en la
espalda, no lo mató, pero jamás volvieron a verse.
- ¡Eso es lo que quieres que haga Antonio, tratar de cubrir tus amoríos raros hasta llegar al punto de
matarlos!-
- No papá… solo quiero que lo aceptes-
- Cómo podría aceptar algo tan anormal, algo tan anormal como tú- Esas palabras hirieron a
Antonio.
- Tienes razón, yo no soy normal, en realidad nunca has tenido un hijo, soy Emilia, y me aceptarás
quieras o no en tu familia-

Despertó, se encontraba acostado en una cama, algunos de los lectores pensará en uno de esos pasajes
grotescos, en que los colchones tienen sangre, las paredes están llenas de sangre, el olor del ambiente de
orines. En este cuento no, solo era un cuarto como cualquier otro, con una televisión, un escritorio, varios
libros, un teléfono, así es lectores míos, un teléfono al que Emilia corrió, y se desilusionó al ver que tenía
línea.

- ¿Qué clase de secuestro tiene un teléfono con línea?- se acercó a la ventana, debería encontrar una
pared de tabiques, pero no fue así, la luz del sol lastimó sus ojos color miel – Esto es imposible…
entonces para qué tanta violencia- Se tocó el golpe que lee dieron en la cabeza.
- Emilia, ¿has despertado? – Escuchó una voz afuera de su cuarto, abrió la puerta, no se encontraba
nadie – Emilia, en la planta baja – Bajo las escaleras, se encontró con una sala tan normal como
todas las que había visto en su vida, la televisión estaba prendida, en ella estaba la escritora – OH
que bien, no te hicieron mucho daño, perdónalos, cuando te llegan a conocer son menos agresivos-
- Señora, dónde estoy-
- Emilia, sé que parezco distraída a veces, pero me dí cuenta desde un principio escuchabas nuestra
conversación, y también me dí cuenta de que eras la persona que buscaba mucho antes de que nos
atendieras-
- Entonces… toda la conversación…-
- Era para que te acercaras sin que yo te lo pidiera- dijo sonriente la escritora.
- Y para qué me quieren-
- Mira Emilia, los años no pasan en vano, recuerdo que de joven le prometí a mis amigos a escribir
historias de personas con preferencias y sentimientos diferentes a los demás, como…-
- Yo… -
- Así es Emilia, mira, los años pasan, hasta los más grandes artistas se quedan sin inspiración y se
basan en hechos reales para poder seguir con sus carreras, la imaginación se va con los años…
bueno si me entiendes…-
- Creo… pero por qué debo de estar encerrada-
- Las pasiones y los amores verdaderos están alejados de todo ser viviente –
- Pero hay un televisor… -
- Bueno… podrían estar aburridos-
- Y un teléfono con línea…-
- Podrían pedir una pizza, no se sabe que día uno despierte con hambre y sin ganas de cocinar-
- Está completamente loca-
- Bueno pero si prefieres les puedo quitar ambas cosas-
- No… bueno… el teléfono… pero… un momento, habla en plural… -
- No estás sola Emilia, bueno diviértanse – La televisión se apagó, Emilia le lanzó un cojín a la
televisión.
- Aun no entiendo qué quiere que haga- Se emocionaba al saber que la escritora la usaría como
personaje en su nueva historia, pero se preocupaba al no saber que le esperaba.
Subió a la habitación que le fue designada, ya no estaba el teléfono, prendió la televisión para ver las
noticias, estaban en un idioma diferente.

- A dónde rayos me ha traído esa señora – Resignada se acostó a ver la televisión por horas, se
quedó dormida.

Cuando despertó todo ya estaba oscuro, la televisión estaba apagada y una hoja pegada a su pantalla
decía: ¨Ahorra energía por el futuro de tus hijos¨.

- Esa loca me quiere dar consejos de ecología… y yo soy la rara-


- Ayúdame- escuchó de otra habitación y se metió entre las cobijas de su cama con un gran temor,
habían espíritus en esa casa… eso era lo que quería escribir la vieja loca.
- Ayúdame por favor… sé que estás ahí… estabas viendo la televisión hace unas horas… por
favor… tengo hambre… - No era un fantasma, por que los fantasmas no tenían hambre… pero los
vampiros… esos tenía hambre…. O un zombie….aunque si era un vampiro como Lestat, no le
incomodaría que le dieran unas cuantas mordidas…
- Dime… eres un vampiro… un zombie… o algo parecido…-
- No… solo soy una persona que tiene problemas con unos fierros… ayúdame a salir de aquí-
- En dónde estás – salió de la cama decidida.
- Tu sigue mi voz- Llegó a una habitación que estaba al final del pasillo.
- Dónde estás- La habitación estaba iluminada solo por la luz de la luna.
- Aquí- dijo una voz, que venía de un bulto en la pared – Espera… estoy desnudo… no te acerques-
- Oh perdona- logró visualizar la figura del muchacho, era detenido contra la pared por una serie de
cadenas- Cómo… llegaste aquí…-
- No lo sé estaba en una fiesta, alguien se me acercó y puf! Estaba encadenado-
- Es extraño… cómo te llamas-
- Carlo-
- Yo soy Emilia- escuchó cómo Carlo gemía de dolor – Necesitas una mano…-
- ¡No, no voltees!-
- Entonces para que me llamaste-
- Necesitaba escuchar una voz, que no fuera de la televisión-
- Puedo… intentar pasarte un poco de ropa, para así poder ayudarte-
- Eso sería mejor-

Emilia buscó en toda la habitación, había varios periódicos tirados por el suelo, encontró una caja con
ropa y una llave.
- Encontré algo, una llave… tienes un… candado…-
- Sí… pásame la llave… sin ver…-
- Toma- Emilia le acercó también la ropa, escuchó como las cadenas caían al suelo, y como Carlo se
vestía rápidamente.
- No voltees-
- Por qué, ya estás vestido-
- No quiero que me veas-
- ¿Por qué?,
- No solo me pusieron esas cadenas-
Emilia no aguantó las ganas de ver al joven, la cabeza del joven tenía una especie de jaula dentro de la
que se podían apreciar una serie de clavos maltratando su rostro. Al ver esto Emilia dio un grito, salió
corriendo hacía su habitación, cerró la puerta con seguro y se escondió nuevamente entre sus cobijas.

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