El buen Papa

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CARLOS / COLN | ACTUALIZADO 18.03.2013 - 01:00

SI los disgustos no lo matan ser lo que a Juan Pablo I no le dio tiempo a ser y lo que fue Juan XXIII, y desde entonces se echa de menos: un prroco del mundo, un hombre slidamente bueno, un Papa que antes ha sido sacerdote de vocacin tarda, prroco, formador y arzobispo, es decir, que tiene prctica pastoral. Si los disgustos no lo matan, como probablemente mataron a Juan Pablo I rompindole el corazn, este hombre que ha elegido el nombre del pobrecillo de Ass dar un espectculo al que el mundo no est acostumbrado: la autoridad incuestionable que tienen los hombres de Dios. Una autoridad que se impone seduciendo, adoctrina contagiando, alecciona dando ejemplo y predica actuando. Eso fue lo que hizo irresistible a Juan XXIII. Y eso es lo que muchos vimos el mircoles en ese rostro que hasta entonces muchos no conocamos y pareca una rara suma de rasgos y gestos que recordaban a Juan XXIII y a Pablo VI, los dos papas del Vaticano II. La felicidad que irradiaba Juan XXIII no era la de un gordito panoli que ignorara la realidad. Era listo adems de inteligente. Conoca los recovecos de la diplomacia vaticana. Se mova entre las intrigas de la Curia. Pero todo lo derrotaba su confianza en Dios. Muchas veces dijo que el trabajo duro lo haca Dios, no l, y que por eso dorma bien. Una vez le preguntaron si no le aplastaba la responsabilidad y la soledad de quien tena una autoridad absoluta, y respondi que la nica autoridad era Dios y que l slo era su secretario. El eco de su discurso de apertura del Vaticano II entre los cardenales y los obispos le sorprendi; lo reley, descubri que le sorprendan cosas que l mismo haba escrito y concluy: "Se ve que el Espritu Santo es ms listo que nosotros". Esta confianza ciega en Dios no desconoca la complejidad de la naturaleza humana, ni los retorcimientos de la realidad, ni la tentacin. Cuando volva de enterrar a su hermana ms querida exclam, entre lgrimas y aguijoneado por la sospecha, "pobres de nosotros si todo es una ilusin". Pero puso esa sospecha en las manos de Dios. Y se convirti en certeza. De esta pasta, siendo distinto, parece estar hecho el Papa Francisco. Se meti el mundo en el bolsillo con su mero aparecer en el balcn: silencio, oracin, humildad, bondad. Y cuando el mundo fue sabiendo quin era, se sinti contento de estar en su bolsillo. Parece que la Iglesia ha recibido un don, y el mundo, un gran hombre.