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Juan Ponce y el infante. Clientela y gobierno


en el 1500 antillano

por István Szászdi León-Borja

Abstract. – The early years of Ponce de León in the New World are poorly documented,
as well as his background in his native León. We hardly have news of his first master,
Pedro Núñez de Guzmán, who enjoyed high profile at the Spanish Court of the early six-
teenth century. The friendship between Guzmán and frey Nicolás de Ovando, the third
Spanish governor of Española Island, proved to be decisive in Ponce´s career and trust
by the authorities.

Dícese hasta la saciedad que el conquistador de la isla de San Juan


Bautista arribó a las Indias con Colón en su segundo viaje. Gonzalo
Fernández de Oviedo fue el primero en afirmarlo en su Historia Gene-
ral y Natural de las Indias.1 En tiempos recientes se sugirió que Ponce
pasó a las Antillas en la armada de frey Nicolás de Ovando en 1502,
fundándose tal hipótesis en las serias dudas que levanta el silencio de
la documentación en torno a aquel viaje a este respecto.2 Mas hasta
ahora no ha habido pruebas concluyentes y la pérdida del rol de la
armada impide que tal posibilidad pueda ser valorada como un hecho

1
Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, Juan Pé-
rez de Tudela (ed.), tomo I (Madrid 1992), XVI, 2, p. 90. Para el estado de la cuestión y
la opinión de la historiografía sobre este particular, véase lo escrito por la historiadora
puertorriqueña Dra. Isabel Gutiérrez del Arroyo. Salvador Brau, La Colonización de
Puerto Rico, Isabel Gutiérrez del Arroyo (ed.) (5. ed., San Juan de Puerto Rico 1981),
pp. 29–30, n. 3.
2
Esta opinión fue sostenida primero por Alberto y Arturo García Carraffa, Enci-
clopedia heráldica y genealógica hispanoamericana, tomo 71 (Madrid 1954), p. 73.
Posteriormente, la siguió con nuevos argumentos Manuel Ballesteros Gaibrois, La Idea
Colonial de Ponce de León (San Juan de Puerto Rico 1960), pp. 31–33.

Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 41


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incuestionable.3 La ausencia de toda documentación o noticia sobre


Juan Ponce en las Indias antes de 1504 hace que su llegada, y las razo-
nes que la motivaron, sea un hecho rodeado de oscuridad.4 La solución
a esa laguna histórica encierra el contenido de este trabajo que tiene
como meta el descubrir las relaciones de clientela que sostuvo Ponce,
al igual que otros muchos conquistadores que se vieron acrecentados
en las Indias.

I. EL AMO DE PONCE Y EL INFANTE DON FERNANDO

Cuando el madrileño Gonzalo Fernández de Oviedo recuerda a Ponce,


a quien conoció muy bien, afirma que
“[...] era un escudero pobre cuando acá pasó, y en España había sido criado de Pero
Núñez de Guzmán, hermano de Ramiro Núñez señor de Toral. El cual Pero Núñez,
cuando le sirvió de paje Joan Ponce, no tenía cien mill maravedís, o poco más, de
renta puesto que fuese de ilustre sangre; y después fue ayo del Serenísimo señor
Infante don Fernando, que agora es Rey de los Romanos.”5

La descripción, que debe tomarse por cierta, va acompañada de impor-


tantes noticias. Efectivamente, Pedro Núñez de Guzmán fue hermano
del famoso comunero Ramiro Núñez de Guzmán. Don Pedro Núñez
pertenecía a una de las más fieles familias servidoras de los Reyes
Católicos, la poderosa y antigua familia leonesa de los Guzmán. Don
Pedro había servido en la Casa del príncipe don Juan – circunstancia
que años más tarde beneficiaría a su antiguo criado Juan Ponce –, por
lo cual se le encargó el oficio de ayo del infante don Fernando, futuro
rey de Hungría y de Bohemia, nacido en Alcalá de Henares en 1503.

3
Sobre la documentación de la armada de Ovando, véase la única biografía cientí-
fica escrita hasta la fecha sobre el comendador de Lares: Úrsula Lamb, Frey Nicolás de
Ovando. Gobernador de las Indias (1501–1509) (Madrid 1956), pp. 103-105. Monseñor
Murga aportó en contra de la tesis de que Ponce estuviera en el pasaje de la dicha arma-
da el que entre los papeles del erudito Fernando Belmonte no figura referencia alguna a
éste, habiendo tenido la oportunidad de ver y resumir el legajo extraviado del Archivo
General de Indias donde estaba el rol. Vicente Murga Sanz, Juan Ponce de León. Fun-
dador y Primer Gobernador del Pueblo Puertorriqueño, Descubridor de la Florida y del
Estrecho de Bahamas (San Juan de Puerto Rico 1971), pp. 26 y 31.
4
Murga, Juan Ponce (nota 3), p. 26.
5
Fernández de Oviedo, Historia General (nota 1), p. 91.
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Frey Pedro Núñez de Guzmán había sido distinguido por los Reyes
Católicos por real provisión de 20 de septiembre de 1502 con la tenen-
cia de los palacios de León. Tanto los méritos de su padre, tesorero
real de los reyes, como su esclarecido linaje leonés le hicieron mere-
cedor del cargo.6 Cabe explicar las especiales circunstancias de su
nombramiento, como el resaltar los probados lazos de fidelidad que le
unían al Rey Católico. Fue el propio rey don Fernando quien, después
de la muerte de su esposa la reina Isabel, nombró a don Pedro clavero
de Calatrava, ayo y gobernador de la Casa del infante don Fernando,
quien se había quedado en España con sus abuelos cuando su madre
doña Juana había partido para Flandes.
Al morir Felipe el Hermoso, el infante Fernando se encontraba en
el castillo de Simancas, donde don Diego de Guevara y don Felipe
Daula intentaron prenderle y tomarle en su poder. Fueron el fiel clave-
ro de Calatrava y su hermano, el obispo de Catania, quienes salvaron
al infante al dar aviso a la Chancillería de Valladolid. Protegido por los
oidores, el hijo menor de la reina doña Juana fue conducido a Valla-
dolid a buen recaudo. Doña Juana dispuso que lo llevaran junto a ella
a Hornillos. En julio de 1508 su abuelo, el Rey Católico, lo llevó con-
sigo a Andalucía, siempre acompañado de su ayo. Don Fernando
redactó testamento en Burgos el 2 de mayo de 1512, por el cual le
dejaba a su nieto castellano la gobernación de los reinos castellanos y
los tres maestrazgos militares. El viejo rey sentía un enorme cariño por
el joven infante, velando por su educación tal como en el pasado había
velado por la de su hijo. Don Pedro Núñez no podía cumplir mejor con
sus obligaciones: el archiduque don Fernando iba creciendo, mostran-
do una gran inteligencia, madurez precoz y juicio raros para su edad.
Cuando el Rey Católico murió en Madrigalejo en 1516 testó de nuevo
y modificó el anterior testamento. Le dejaba a Fernando rentas en el
Reino de Nápoles, de que al fin y al cabo no podían desprenderle por
pertenecer a la Corona de Aragón, y debido a la poca edad de su nieto
favorito dejaba la gobernación de los reinos y los maestrazgos a don
Carlos. Esta modificación era el producto de las grandes presiones que
había recibido el Rey Católico en los últimos años, al igual que su pro-
fundo deseo de evitar una guerra civil.
Precisamente, Galíndez de Carvajal recuerda que, harto de dichas
impertinencias, don Fernando había dicho sobre la misión del cardenal

6
Archivo General de Simancas (AGS), Cámara de Castilla, 140–154.
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Adriano – que era embajador de don Carlos y el cual, sabiendo la


enfermedad del Rey Católico, se había trasladado a la aldea de Madri-
galejo desde Guadalupe: “No viene sino a ver si muero. Decidle que
se vaya, que no me puede ver.”
El franciscano no quería estar lejos del lecho del reye intimidarle
con los temores de todos los moribundos para conseguir un cambio de
última voluntad favorable a su señor.
Don Fernando el Católico se encontraba camino de Guadalupe
cuando le asaltó la muerte en aquella aldea de Trujillo – Madrigalejo –,
a donde quería llegar para asistir al Capítulo de la Orden de Calatrava
y proveer la encomienda mayor que había vacado por la muerte de don
Gutierre de Padilla. Y estaba decidido que el nuevo comendador
mayor sería su nieto don Fernando de Aragón, hijo del arzobispo de
Zaragoza, don Alonso de Aragón, o en su lugar fuera nombrado el ayo
de su nieto, el infante don Fernando, don Pedro Núñez de Guzmán – a
quien Galíndez de Carvajal por error llama “don Gonzalo Guzmán,
Clavero de dicha Orden, hermano de Ramírez Núñez de Guzmán”, en
cuyo caso se daría la Clavería de la Orden al dicho don Fernando de
Aragón.7 Tanto eran el respeto y la confianza que tenía el Rey Católi-
co a la persona y capacidad de don Pedro Núñez de Guzmán. Pero la
última enfermedad del rey hizo cambiar todas las decisiones y planes
preparados, ya no sólo para la Orden de Calatrava sino para la admi-
nistración de todas las Órdenes de Castilla y de León. El cardenal
Adriano, ni corto ni perezoso, se acercó al monasterio de Guadalupe,
donde se reunía el Capítulo calatravo, para imponer a don Carlos
como maestre a pesar de la resistencia de un buen número de comen-
dadores de calidad. Mandoles decir que las bulas por las cuales el papa
León X reconocía como administrador del maestrazgo de la Orden a
su señor venían en camino. Ello causó gran alboroto entre los comen-
dadores, caballeros y religiosos, lo que llevó al propio cardenal a pre-
sentarse ante el Capítulo. La situación de incertidumbre creada por la
muerte del rey permitió a Adriano imponer la Orden a don Carlos.8
Dice Galíndez de Caravajal que el rey don Fernando, al testar en
Madrigalejo, dijo a los de su Consejo: “Pues en los maestrazgos, ¿qué
7
Lorenzo Galíndez de Carvajal, Anales breves del reinado de los Reyes Católicos
don Fernando y doña Isabel: Crónicas de los Reyes de Castilla, tomo III (Madrid 1953),
pp. 562–563.
8
Fray Francisco de Rades y Andrada, Chrónica de las tres Órdenes y Cauallerías
de Sanctiago, Calatraua y Alcantara [...] (Toledo 1572), pp. 84v–85.
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me aconsejáis?” Le respondieron con razones para que los dejase a


don Carlos. Entonces, el rey dijo: “Verdad es lo que decís pero mirad
que queda muy pobre el Infante”.
Los del Consejo le respondieron que “la mayor riqueza que Su
Alteza podría dejarle al infante era dejarle bien con el príncipe don
Carlos, su hermano mayor [...]”9
El abuelo rey debió anteponer la seguridad del nieto querido, su
posibilidad de sobrevivirle. El viejo Rey Católico ya había sido testi-
go de varios problemas sucesorios con dramáticas consecuencias den-
tro de su propio linaje. El rey don Fernando quiso garantizar la vida y
seguridad de su nieto castellano; según las leyes de Castilla, nombrar
a Carlos, el nieto flamenco nacido en Gante, como su heredero era
conforme a derecho. El Rey Católico llevaba años deseando la paz
perpetua entre los reinos de España, que era lo mismo que la paz entre
sus nietos.10
El infante don Fernando se sintió frustrado, al igual que su partido,
que constituía el núcleo de los más leales servidores de don Fernando
el Católico. Parece creíble que fue la pérdida del maestrazgo de las
tres Órdenes militares lo que más le pesó, al igual que a sus servido-
res; y mucho más al comendador frey Pedro Núñez de Guzmán, sien-
do el hombre de su más íntima confianza.
El fundado temor a un nuevo rey extranjero (con consejeros no
naturales de los reinos), que nunca había prestado importancia ni inte-
rés por las cosas de España, llevaba a la radicalización de aquel parti-

9
Galíndez de Carvajal, Anales (nota 7), p. 564.
10
En una carta al Rey Afortunado de su embajador Juan Mendes de Vasconçelos,
con fecha en Logroño, por la noche, a 7 de septiembre de 1512, el ministro lusitano re-
lató el contenido de una conversación con el Rey Católico. Mendes se quejó de una ar-
mada que se temía era con destino a Malaca. Don Fernando le desengañó y le explicó
que aquellas naos se armaban por la Casa de Contratación en Sevilla para ir a descubrir
a las Indias. Añadió lo siguiente: “[...] e que o que me disera do desejo que tinha de ser
demarcar todo, de maneira que nûca Portugal e Castela tevesem nhû debate, me tornava
agora a dizer, e que eu escrevese a V. A., que V. A. cuidase em algû caminho pera como
isto se podese fazer, e que ele por sua parte o cuidaria, e que folgaria muito de se achar,
porqe´le, por ser velho, devia de viver poucos dias, que neses esperaba em Deus que nû-
ca ouvese, rompimento mas que iria muito descansado se ficase tudo tâo craro que seus
netos, e todos os que deles viesem, nâo tivesem nûca causa de romper, e que com isto
folgaria muito [...]” Martín Fernández de Navarrete, Viajes de los españoles a la costa
de Paria (Madrid 1937), p. 174.
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do.11 El desbaratar la Casa de don Fernando se convirtió así en una


necesidad política para el partido flamenco, mucho más cuando sus
apoyos se extendían entre los detentadores del poder, los servidores y
fieles del difunto Rey Católico. Ya en 1509 uno de los capítulos prin-
cipales acordados por los embajadores del Rey Católico y de Maximi-
liano en la Concordia de Blois trató sobre la venida a Castilla de don
Carlos y el envío a Flandes del infante don Fernando, a la vez. El
augusto abuelo aragonés demoró e incumplió en su vida lo asentado,
llegando a proyectar el envío en su lugar de su nieto don Juan de Ara-
gón a aquellas partes, escribiendo que “se sirva dél muy familiarmen-
te y con entera confiança”.12
Don Pedro Núñez de Guzmán sirvió al infante hasta 1517, cuando
fue destituido por el cardenal Cisneros en nombre del rey Carlos,
quien nombró en su lugar a don Diego de Guevara, hijo de don Ladrón
de Guevara y doña Sancha de Rojas – de quien ya hemos referido que
quiso adueñarse de la custodia del infante Fernando. Guevara era ser-
vidor de la Casa de Borgoña desde su tierna infancia; así, el infante
quedaba vigilado y aislado, casi prisionero, en manos de un fiel al hijo
mayor de Felipe el Hermoso.13 Fue el cardenal Cisneros quien informó

11
Galíndez de Carvajal, Anales (nota 7), p. 562. Prudencio de Sandoval, Historia
del Emperador Carlos V, tomo I (Madrid 1846), p. 235. Justa de la Villa, “Fernando I,
rey de Bohemia y de Hungría, emperador de Alemania”: Germán Bleiberg (dir.), Dic-
cionario de Historia de España, tomo II (Madrid 1968), p. 85.
12
Juan M. Carretero Zamora, “La Concordia de Blois de 1509 y los acuerdos para
la gobernación de Castilla”: Actas del Congreso Hernán Cortés y su tiempo. V Centena-
rio (1485–1985) (Mérida 1987), p. 534.
13
Agustín Redondo, Antonio de Guevara (1480?–1545) et l´Espagne de son temps:
de la carrière officielle aux oevres politico-morales (Ginebra 1976), pp. 109–115. En
1518 el aislamiento del infante queda ilustrado en la corta carta que envió el marqués de
Aguilar al rey don Carlos, con fecha de 21 de abril de 1518. “Muy Poderoso Catholico
Rey y Señor. El señor Ynfante durmió aquy en Sotillo esta noche pasada y va muy bue-
no loado Nuestro Señor, y va oy a dormir quatro leguas de aquy a vn lugar que se llama
Espinosa, la maior congoxa que lleua es la soledad que siente con la absençia de Vues-
tra Alteza y en esto todos le tenemos conpañia plega a Nuestro Señor de dar a Vuestra
Majestad mucha vida y salud para que todos le podamos seruir, cada dia haré un mensa-
jero a Vuestra Alteza haziéndole saber como va el Señor Ynfante porque se que Vuestra
Alteza se holgará dello.” AGS, Estado, 6, 88.
Cisneros había escrito a Diego López de Ayala, su enlace próximo a Chiévres, al po-
co de morir el Rey Católico: “Que luego quel Rey Catolico murio, yo fuy a Guadalupe
solamente por poner recabdo en lo que toica al Infante don Hernando, porque no ovyese
algunas revueltas y alteraciones en estos reynos, que en otros tiempos ha avido sobre
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a Chièvres, gran canciller, por medio de una creencia cifrada que con-
fió a Diego López de Ayala, acusando al clavero de Calatrava y sus
hermanos de ser los instigadores de alborotos y rumores entorno a la
persona del infante. El cardenal de España aconsejaba cesar a los cria-
dos de don Fernando, sustituyéndoles por personas de mayor recaudo.
A principios de septiembre de 1517 el rey mandó desde Flandes que
Cisneros cambiara la Casa de su hermano, entregándola a M. Laxao y
a don Diego de Guevara. Con nocturnidad Cisneros cumplió la real
orden, echando fuera de la villa de Aranda a don Suero de Águila,
caballerizo del infante; a fray Álvaro Osorio; al obispo de Catania y
hermano del clavero, don Diego Ramírez de Guzmán; y al propio don
Pedro Núñez de Guzmán. Así, en medio de un tumulto popular y de
las iras del infante, que fue sacado de la cama, Cisneros lo entregó a
los flamencos, separándolo de los suyos.14
El alejamiento del infante don Fernando de la Corte castellana sig-
nificó igualmente la dispersión de sus más leales servidores. La caída
en desgracia de don Pedro – y el virtual destierro del infante – es
recordada por Francesillo de Zúñiga en su famosa Crónica, en los
siguientes cínicos términos:
“El Rey partió de Valladolid y llegó a Aranda de Duero de allí envió al ilustrísimo
señor Infante, don Fernando su hermano, a Alemaña, y dioles los ducados de Austria
y Tirol y Brabante. Y tomaron residencia a Pero Núñez de Guzmán, caballero de
Calatrava, su ayo, en qué había gastado las despensas que el Rey nuestro señor daba
al dicho Infante; y hallose que lo más del tiempo le daba a comer arroz sin grasa y
gallinas viejas y fruta no madura y que demás desto no le tenía dada comisión para
que diese a ninguna persona nada, si no fuese cualquier jubón raído o gorra comen-
zada a raerse; y que si caballo quisiese darle, que fuese con 4 cuartos como casa.
Y desto el Rey con enojo mandó dar al dicho ayo 21.000 de juro al quitar; y no 15

semejante cosa, y que despues de aca no he de osar apartarme un solo dia ni quitarle de
mi mesma posada ni convenia hacer otra cosa, porque no han faltado personas con otros
pensamientos muy al reves de lo que convenya al servicio de Su Alteza [...]” Carretero,
“La Concordia de Blois” (nota 12), p. 535. Así premió don Carlos a Cisneros por sus
grandes servicios.
14
Eloy Díaz-Jiménez y Molleda, Historia de los Comuneros de León y de su in-
fluencia en el movimiento general de Castilla (Madrid 1916), pp. 74–78. Considérese la
afrenta que se hacía a Guzmanes y a Osorios – y a toda la ciudad de León – ya que Ra-
miro Núñez de Guzmán, hermano del clavero y del obispo de Catania, era regidor de
León, hombre del más preclaro linaje de aquella antigua ciudad y reino, y gozaba de
gran reputación entre los suyos desde que regresara en 1486 de Portugal. No resulta sor-
prendente que don Ramiro se convirtiera en el adalid de la comunidad en tierra.
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días pasados, el Rey mandó al Clavero quitar el dicho juro. Y este Clavero parecía
gamo doliente o padre de confesión.”15

Efectivamente, don Pedro Núñez de Guzmán era conocido por su ofi-


cio militar como “el Clavero”. En las relaciones de la Orden de Cala-
trava figura como comendador de Mançanares en tiempos del comen-
dador mayor Gutierre de Padilla durante el reinado de los Reyes
Católicos. Dice Rades y Andrada que después fue comendador mayor
de la Orden de Calatrava. La documentación prueba que ya en 1518 –
mientras don Fernando era conducido a Flandes – frey Pedro Núñez
de Guzmán volvía al favor real, ya figurando entonces como comen-
dador mayor de Calatrava.16
Mientras los aragoneses fieles a don Fernando – como el secretario
Conchillos – se pasaban a los flamencos, las simpatías por el infante
se concretaron entre un grupo de fieles y familiares de los Reyes Cató-
licos en Castilla y León. Si en Castilla resultó infundado el temor del
partido flamenco a un levantamiento a favor de don Fernando, en
Indias esas simpatías populares se manifestaron en un incidente en la
Isla Española. En la villa de Santiago de los Caballeros, el año de
1517, Pedro Ferrera dijo en público que en caso de guerra entre don
Carlos y su hermano, él empuñaría su espada por el infante. Después
de prenderle, el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón le protegió y lo
dejó libre para volver a Santiago sin cargos. El hecho de que un oidor
de la Audiencia de Santo Domingo tuviera tal comportamiento causó
escándalo entre algunos, ya que el delito grave infringido era el de
traición. Esto nos puede hacer creer que era una opinión compartida
entre muchos del vecindario dominicano, y que, para evitar males
mayores, el juez prefirió sobreseer. Ferrera también había dado voces
diciendo: “Viva el Ynfante D. Fernando y el otro estese allá [en Flan-
des]”.17
De este incidente don Francisco de Monroy hizo pronta relación.18
En Castilla don Carlos era recibido como nuevo príncipe a regaña-

15
Françesillo de Zúñiga, Crónica burlesca del Emperador Carlos V, Diane Pamp de
Avalle-Arce (ed.) (Barcelona 1981), pp. 76, 175 y 192.
16
AGS, Cámara de Castilla, 131, 101.
17
Demetrio Ramos Pérez, La fundación de Venezuela. Ampiés y Coro, una singula-
ridad Histórica (Valladolid/Coro 1978), pp. 104–105.
18
Era el alcalde mayor de la Española nombrado por frey Nicolás de Ovando.
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dientes. Los fieles a su hermano eran dispersados y humillados injus-


tificadamente, y se entregaban los oficios y las más pingües rentas a
extranjeros. No en balde fueron algunos de estos personajes significa-
dos en el movimiento comunero. Lejos de ser republicano, el elemen-
to fernandista en la comunidad acrecentó el carácter viejo monárquico
al buscar la legalidad perdida, soñando con devolver a Castilla el buen
gobierno de los Reyes Católicos. Los años posteriores a la muerte del
Rey Católico, como ha observado un historiador recientemente, fueron
aquellos en que se revalorizó la obra de doña Isabel al desatarse en
Castilla el caos político de una complicada sucesión dinástica.19
Fueron contemporáneos de frey Pedro Núñez de Guzmán, y tam-
bién caballeros calatravos, los freiles Diego Carrillo, comendador de
las Casas de Toledo, y Francisco de Bobadilla, comendador de Auñón.
Posiblemente era deudo cercano a él otro calatravo de la época, frey
Nuño de Guzmán, comendador de Castellanos.20
El servicio al rey de los comendadores de las Órdenes militares no
era nuevo en Castilla; ya en el siglo XIV existía una tradición de
dependencia entre las Órdenes y la Corona, buscando apoyo ésta en
aquéllas y recibiendo beneficios las Órdenes – en calidad de recom-
pensa – del rey.21 Esta estrecha relación culminó con el proceso de
reforma de las Órdenes militares en Castilla, lo que significó la apro-
piación de los maestrazgos por el rey, en calidad de administrador.
Este paso fundamental en la evolución de las Órdenes sucedió bajo el
reinado de los Reyes Católicos, aunque es producto de un proceso. Ya
Enrique IV había obtenido del papa Pío II una bula, fechada el 3 de
abril de 1459, por la cual le concedía la facultad de proveer la digni-
dad de maestre y prior de las Órdenes de San Juan, Calatrava, Santia-
go y Alcántara.22 Los buenos servicios prestados por el maestre de

19
Ernest Belenguer, Fernando el Católico (3. ed., Barcelona 2001), p. 397.
20
Rades, Chrónica (nota 8), pp. 84r–84v. Carrillo había sido el candidato que los re-
yes habían pensado apropiado para sustituir a Colón en la gobernación de las Indias. Ca-
rrillo fue quien recomendó a Bobadilla en su lugar. El comendador de Auñón fue el nue-
vo gobernador que envió a Colón cargado de cadenas a Castilla.
21
Philippe Josserand, “Les ordres militaires et le service curial dans le royaume de
Castille (1252–1369)”: Les serviteurs de l´État au Moyen Age (París 1999), pp. 74–83.
22
Amalia Prieto Cantero, Patronato Real, Archivo General de Simancas, Catálogo V,
tomo II (Valladolid 1949), p. 140.
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Santiago a aquel rey marcaron una pauta y fueron fiel reflejo de la tra-
dición antedicha.23 Fernando V nombró a incondicionales para ocupar
los maestrazgos de Santiago y de Calatrava. Concretamente, en el caso
de Calatrava, nombró en 1482 a Garci López de Padilla, quien hasta
entonces había ocupado la Clavería de la Orden.24 Cuando murió el
maestre de Calatrava en 1487, los reyes enviaron al Capítulo General
de la Orden una bula del papa Inocencio VIII por la cual éste se reser-
vaba la provisión de los maestrazgos cuando vacaren, prohibiendo la
elección de nuevos maestres por parte de los comendadores, caballe-
ros y clérigos de la Orden.25 Luego, el Sumo Pontífice concedió a Fer-
nando y a Isabel la administración de la Orden de Calatrava.26 El ca-
mino recorrido por los reyes ya había sido desbrozado por su primo
Joâo II de Portugal reformando las Órdenes militares del vecino reino,
poniéndolas bajo el control de la Corona.27

II. ¿CUÁNDO Y POR QUÉ PASÓ PONCE AL NUEVO MUNDO?

Ponce se despidió de su amo en fecha incierta, es de suponer que


sucediera poco antes de su ida a las Indias. Siguiendo a Fernández de
Oviedo, ello tuvo lugar en una fecha anterior a la muerte de la Reina
Católica en 1504 y el nombramiento que recibió don Pedro Núñez de
Guzmán, el cual le encumbró en la Corte. Ponce llevaba recomenda-
ciones de su antiguo amo, pues de no ser así no se hubiera jactado de
estar a su servicio. El antiguo paje de don Pedro debía ser por enton-
ces un hombre joven. Una solución razonable para la fecha de la lle-

23
María Pilar Sánchez-Parra (ed.), Crónica anónima del reinado de Enrique IV de
Castilla 1454–1474, tomo II (Madrid 1991), pp. 273–276, 343–345, 358–368 y 394.
24
Rades, Chrónica (nota 8), p. 81v.
25
Luis Suárez Fernández, Los Trastámara y los Reyes Católicos. Historia de Espa-
ña, tomo 7 (Madrid 1985), p. 307. Rades, Chrónica (nota 8), pp. 69–73, 82v–83.
26
István Szászdi León-Borja, “La Corona y las Órdenes Militares: los Comendado-
res Gobernadores de Yndias”: Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia
XVI–XVII, 49–52 (San Juan de Puerto Rico 1996), pp. 127–128.
27
Ibidem, pp. 127–131. En Castilla se siguió de cerca la reforma de las Órdenes por-
tuguesas y el tratamiento que El-Rei les otorgó en las Cortes de Évora de 1481. Copias
de los Capítulos de Defensa de tales llegaron a Castilla, donde sirvieron para la medita-
ción de los monarcas que los tuvieron de precedente. Manuela Mendonça, D. Joâo II
(Lisboa 1991), pp. 219–220, 243–244.
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Juan Ponce y el infante 29

gada de Ponce a la Isla Española es hacerla coincidir con la del


comendador de Auñón, gobernador de las Indias.
Cuando a finales de 1494 don Cristóbal Colón dejó de dar señales
de vida a la Corte de Castilla, los reyes pensaron en buscar un visita-
dor para las Indias ya que dudaban que se encontrara vivo el propio
virrey. La persona escogida fue el comendador Diego Carrillo de la
Orden de Calatrava. Carrillo gozaba del favor real, pertenecía a un
nobilísimo linaje toledano y era comendador de las Casas de Toledo,
una importante encomienda con gran prestigio en la Orden al tratarse
de la capital de aquélla. Antes de 1493 Carrillo había sido comendador
de Puertollano y gobernador de Zorita de los Canes. Es en esta época
de su administración de esa encomienda minera cuando conoció de
cerca al comendador Francisco de Bobadilla. Auñón, el lugar de la
encomienda de éste último, es vecino de Zorita de los Canes. Carrillo
no viajó a Indias, en su lugar fue Juan Aguado, pero es seguro que el
nombramiento de Francisco de Bobadilla para sustituir a Colón en el
gobierno indiano fue por sugerencia de frey Diego Carrillo. El propio
Carrillo debió ser considerado por los reyes tanto por su lealtad como
por su experiencia en organizar un territorio minero, característica de
la Isla Española según los informes colombinos. Y esta condición de
Carrillo, como su relación con Bobadilla, no ha sido indicada hasta
ahora.
En 1494 Bobadilla participó en el Capítulo General de la Orden de
Calatrava celebrado en Tordesillas.28 El Capítulo iniciado en mayo
continuó en junio, coincidiendo con la firma del Tratado de Tordesillas
entre Castilla y Portugal. Es posible que fuera entonces cuando se
sugiriera el nombre del comendador de Auñón para la empresa trasat-
lántica. El 21 de mayo de 1499 los reyes proveyeron a Bobadilla con
poderes de juez y gobernador de las Indias.29 El momento oportuno
para el pasaje de Juan Ponce era éste. Y de no ser así, fue al poco
tiempo de cruzar el mar Océano el comendador de Auñón cuando el
viaje de Ponce tuvo lugar. Con la recomendación de un hermano cala-
travo del nuevo gobernador se le abrían esperanzadores horizontes
para prosperar en las Antillas.
28
J. Marino Incháustegui Cabral, Francisco de Bobadilla. Tres homónimos y un
enigma colombino (Madrid 1964), pp. 467–511. Rades, Chrónica (nota 8), pp. 83–84.
29
Martín Fernández de Navarrete, Colección de los viajes y descubrimientos que hi-
cieron por mar los españoles desde finales del siglo XV, tomo I (Madrid 1954), pp.
444–445.
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30 István Szászdi León-Borja

Mas fue durante la gobernación de frey Nicolás de Ovando cuando


la suerte de Juan Ponce cambió. De pronto, aparentemente sin ningu-
na justificación racional, Ovando encargó a Ponce el mando de los
hombres que partieron desde Santo Domingo a la campaña del
Higüey, y a Diego de Escobar la mesnada que partió desde Concep-
ción y la villa de la Vega Real para la misma pacificación del sureste
de la isla el año de 1502. El comendador había nombrado comandan-
te en jefe a Juan de Esquivel, quien se encargó de la capitanía de hom-
bres partidos de Santiago.30 ¿Por qué Ponce fue elegido capitán? ¿Por
qué Ovando le encomendó la exploración y conquista de la isla de San
Juan? Tales misiones eran de gran importancia como para ser enco-
mendadas a un bisoño desconocido. Hasta ahora no ha habido una res-
puesta a estas preguntas. Hay que encontrarla en el pasado de Juan
Ponce y de frey Nicolás de Ovando, en el período en que sus destinos
convergieron por primera vez antes de volverse a encontrar en Santo
Domingo, a orillas del Ozama. Ocurrió en el período anterior a la
fecha de la muerte del príncipe don Juan, el 4 de octubre de 1497, fies-
ta de San Francisco, como recuerda Fernández de Oviedo. En este
tiempo Ponce era paje de don Pedro Núñez de Guzmán. Para averiguar
el pasado del joven criado hay que seguir la pista al amo.
Al cumplir el príncipe don Juan los 18 años, los Reyes Católicos
organizaron en Almazán una Corte para su hijo.31 Gracias a Gonzalo
Fernández de Oviedo, quien perteneció a la Casa del Príncipe, pode-
mos reconstruir como se compuso aquélla. Don Fernando y doña Isa-
bel pusieron “diez caualleros diputados para la ordinaria compañía de
la persona del Príncipe”. Cinco “ancianos” y cinco “mancebos”. La
reina mandó que nunca faltasen de la compañía de su heredero uno o
dos de los más viejos, además del ayo, Johan Çapata, que fue sustitui-
do al morir por don Sancho de Castilla. Voy a citar lo que escribe Fer-
nández de Oviedo sobre los cinco caballeros mayores o adultos que
por su virtud y prudencia fueron escogidos para el alto servicio de
acompañar al príncipe:

30
Lamb, Frey Nicolás de Ovando (nota 3), p. 131. Fray Bartolomé de las Casas,
Historia de las Indias, Juan Pérez de Tudela/Emilio López Oto (eds.), tomo II (Madrid
1961), pp. 43 y 113.
31
Don Juan había nacido en 1478. Ramón Ezquerra, “Juan, príncipe don”: Diccio-
nario de Historia de España, tomo II (Madrid. 1968), p. 85.
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Juan Ponce y el infante 31

“Estos eran: el dicho don Sancho de Castilla, que por su edad e loable ancianidad era
el primero. El otro era Pero Nuñez de Guzman, que despues fue clauero de Calatraua
e murio comendador mayor de aquella Orden, e despues que nascio el serenissimo
infante don Fernando, ques agora rrey de los Romanos e Ungria e Bohemia (tio de
V.A.) fue ayo e le crió.”32

El tercer caballero fue Johan Velázquez, maestresala y luego contador


mayor del príncipe. El cuarto caballero fue Johan de Calatayud, quien
era también el camarero del príncipe. Para el quinto caballero prefiero
copiar las palabras originales de Oviedo:
“El quinto destos ançianos fue don frey Nicolas de Ouando, comendador de Lares
(de la Orden de Alcantara), que fue despues gouernador capitan general en las
Yndias, e murio comendador mayor de su Orden.”33

Fue en esta época de grandes esperanzas, y durante el corto tiempo de


un año, cuando don Pedro Núñez de Guzmán trató de forma cercanísi-
ma al comendador de Lares, frey Nicolás de Ovando. El recuerdo per-
sonal del muchacho que era paje de Núñez de Guzmán en la Corte de
Almazán, o la referencia escrita de don Pedro, recomendando a Ponce
al nuevo gobernador de las Indias, hizo el milagro. Frey Nicolás de
Ovando, superviviente del “naufragio de los familiares” – es decir los
criados – producido al morir el príncipe, tomó bajo su privanza y pro-
tección a Juan Ponce durante toda su gobernación.
Cuando don Fernando decidiera la creación del obispado de la isla
de San Juan, escogería a don Alonso Manso, antiguo sacristán mayor
del príncipe don Juan, su hijo.34 Otro servidor del hijo de los Reyes
Católicos fue Gonzalo Fernández de Oviedo, quien fue mozo de cáma-
ra y que también terminó en las Indias.35 Es por ello que conocía bien,
y de hacía mucho tiempo, a Juan Ponce. Llama la atención que le omi-
tiera en su Libro de la Cámara Real del príncipe don Juan. Puede que
el conquistador, nacido en Santervas, no quisiera que fueran recordados
sus orígenes humildes, su pasado tan distinto de la versión con delirios

32
Gonzalo Fernández de Oviedo, Libro de la Cámara Real del Príncipe don Juan
(Madrid 1870), p. 15.
33
Ibidem, p. 16. Decía el duque de Maura que los caballeros “ancianos” de don Juan
no habían alcanzado los cincuenta años. Duque de Maura, El Príncipe que murió de
amor (Madrid 1944), p. 150.
34
Fernández de Oviedo, Libro de la Cámara (nota 32), p. 73.
35
Ibidem, p. 59.
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32 István Szászdi León-Borja

de grandeza que hizo fomentar sobre sí cuando ya era rico e influyen-


te. Tampoco querría que se le relacionara con el linaje de los Núñez de
Guzmán. Ponce había nacido en Tierra de Campos en una oscura
población del Reino de León de donde le sacó don Pedro Núñez y no
pertenecía al noble linaje andaluz de los Ponce de León como quiso
hacer creer cuando ya era un personaje distinguido de la sociedad
indiana.36 Lo cierto es que las noticias relativas al leonés frey Pedro
Núñez de Guzmán y sus criados resultan esquivas al historiador.37

III. SIRVIENDO AL REY

Lo arriba dicho es el marco circunstancial que permitió el ascenso


social de Juan Ponce en la Isla Española. Con la llegada de frey Nico-
lás de Ovando su trayectoria de éxitos se vio potenciada. Su persona
se vio integrada en el grupo de incondicionales encomenderos y regi-
dores del comendador de Lares en la capital, en Santo Domingo.38 La
campaña del Higüey, provocada por una sublevación de indios causa-
da por el maltrato a los naturales, fue la nueva oportunidad para que el
gobernador Ovando mostrara cuanta fianza tenía de Juan Ponce.39

36
No he podido comprobarlo, pero guardo la casi certeza que Santervás perteneció
a los señoríos de los Guzmán, cerca de Sahagún. Santervás pertenece a la provincia de
Valladolid desde el siglo XIX, partido de Villalón.
37
Fiel reflejos de esta realidad son las escasísimas noticias que ofrece el duque de
Maura sobre este importante personaje. Duque de Maura, El Príncipe (nota 33), p. 205.
38
Esteban Mira Caballos, Nicolás de Ovando y los orígenes del sistema colonial es-
pañol 1502–1509 (Santo Domingo 2000), p. 102.
39
La insurrección taína del Higüey está perfectamente explicada en la carta que es-
cribieron varios padres de las Órdenes de Santo Domingo y de San Francisco, residentes
en la Isla Española a Mr. de Xevres el 4 de junio de 1518 (los dominicos fray Pedro de
Córdoba, fray Tomás de Berlanga, fray Juan de Távira y fray Antonio de Montesinos, en-
tre otros; y los franciscanos fray Tomás Ansanus, fray Laterano de Beaurepaire, además
de fray Valón). Mientras duró la construcción de la fortaleza de Santo Domingo sobre el
Ozama, los cristianos procuraron cazabe – el pan de la tierra – en el pueblo del Higüey,
que era “la primera tierra viniendo de Castilla”, de la Isla Española, pues el cacique te-
nía muchas labranzas de yuca. Enviaron un capitán, llamado Salamanca, en una carabe-
la para cargar allí el dicho cazabe. El dicho capitán llevaba un mastín adiestrado para en-
perrar indios. El animal – por accidente – destripó al cacique que murió a los tres días.
Entonces los indios echaron a Salamanca y se alzaron. Fray Vicente Rubio O.P., “Fray
Pedro de Córdoba, padre de los dominicos de América”: Casas Reales 18 (Santo Do-
mingo 1988), pp. 81–82.
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Juan Ponce y el infante 33

Juan de Esquivel fue escogido capitán general por el comendador


mayor frey Nicolás de Ovando para la pacificación de aquella tierra
extremeña de la isla. Juan Ponce era el capitán de los hombres de la
villa de Santiago en aquella campaña, que concluyó avanzado el año
de 1504. Otro de los participantes fue Bartolomé de las Casas, quien
conoció de cerca a Ponce y como él recibió indios en el Higüey. Ovan-
do decidió fundar dos villas en aquel territorio, Santa Cruz de Aycaya-
guna y Salvaleón, nombrando en esta última a Ponce por teniente suyo
y capitán.40
Por causa del interés que la Corona tenía en la cercana isla de San
Juan, isla que no se tenía por descubierta por Colón, y debido a las
noticias traídas por los indios de aquella isla vecina donde tenían sus
deudos y tratos, el gobernador mandó la fundación de la villa de Sal-
valeón del Higüey, verdadera plataforma para la conquista de Bori-
quén.41 Siguiendo la tradición castellana, la fundación y el poblamien-
to de Salvaleón en 1506 tenían el sentido de preparar las expediciones
de exploración, ofreciendo abrigo y aviamiento a los cristianos en la
nueva frontera. Más que mantener la propia pacificación de la tierra,
lo que se pretendió al fundar aquella villa era preparar la conquista de
los indios boricuas.
Se creía que la isla guardaba grandes riquezas, con ríos auríferos.
Para aquella campaña de tanta importancia radical, que permitiría por
primera vez colonizar una isla distinta a la Española, Ovando escogió
a Juan Ponce para capitanear la empresa. En 1506 la armada con
Ponce, cuya misión era entablar un primer contacto con los indios de
Boriquén, levó anclas en Santo Domingo, donde bajo la mirada del
gobernador se había planeado esa primera expedición a la isla descu-
bierta por Martín Alonso Pinzón en 1492.42 Ovando sugirió al rey el
nombre de Ponce para la empresa de la isla de San Juan. El antiguo
criado leonés del ayo del infante parecía persona experimentada y

40
Murga, Juan Ponce (nota 3), p. 27. Frank Moya Pons, Después de Colón. Traba-
jo, sociedad y política en la economía del oro (Madrid 1986), p. 34, n. 26.
41
Ádám Szászdi Nagy, Los guías de Guanahaní y la llegada de Pinzón a Puerto
Rico (Valladolid 1995), pp. 87–122. Aurelio Tió, Nuevas fuentes para la Historia de
Puerto Rico (Barcelona 1961), p. 136.
42
Así lo testificó Francisco Rodríguez en la probanza de méritos de Juan González
Ponce de León. Tió, Nuevas fuentes (nota 41), pp. 67, 167; Szászdi, Los guías (nota 41),
p. 124.
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34 István Szászdi León-Borja

conocedora de los indios. En 1508 Ponce, con autorización de Ovan-


do, había cruzado el canal de Mona explorando la costa norte de San
Juan con un carabelón que partió de Salvaleón. Su casa-fuerte de pie-
dra permanece en pie todavía hasta el día de hoy, cerca de San Rafael
entre palmas reales que ocupan el lugar donde se asentó Salvaleón, en
la desembocadura del río Yuma, como mudo testigo de la segunda
expedición a la isla que los taínos llamaban Boriquén en 1508. Fueron
éstas las razones que motivaron al Rey Católico escogerle para servir
en esa isla, tanto por conocerla mejor que ningún cristiano, como por
sus servicios pasados. Ponce aseguraría los intereses de la Corona en
San Juan, isla objeto de disputa con los Colón. En la instrucción que el
rey envió al virrey de las Indias, don Diego Colón, con fecha de 3 de
mayo de 1509, se le mandaba que respetara a Juan Ponce de León en
la isla de San Juan pues carecía de autoridad sobre él, y que no le
negara lo que necesitare y le pidiere para el poblamiento de la dicha
isla. En ella se decía: “Se tomó cierto asiento por mi mandado con
Juan Ponce, y mi merçed y voluntad es que en aquello no haya inno-
vación”.43
Ponce, que actuó de teniente de gobernador de Ovando en la isla de
San Juan, alcanzó su plenitud de poderes, así, con la llegada de don
Diego a la Española. No es de extrañar que don Diego lo viera como
un elemento ajeno u hostil en la vecina Boriquén, que encarnaba el
desafío por la Corona de sus derechos sobre la isla, heredados de su
padre. El pasado de Ponce era contrario, como lo era en el presente al
servicio de los almirantes de Indias.44
Don Diego Colón quiso imponer su autoridad virreinal en San Juan
Bautista frente a Ponce de León – a quien don Fernando el Católico
había nombrado gobernador de la isla, estando ésta en litigio – y envió
a Juan Cerón, contino de su padre y suyo, como su alcalde mayor a
aquélla. Le acompañaban para aquel menester, entre otros, su herma-
no Martín Cerón, con cargo de alguacil mayor de la isla; García Tro-
che, contino del virrey don Cristóbal, que fue a las Indias en 1493; y
Alonso de Cea, quien había sido grumete en el cuarto viaje del Almi-
rante viejo y que había pasado a ser “criado del Almirante Don Cristó-
bal Colón”. Cerón fue recibido en el oficio el día 28 de octubre de

43
Szászdi, Los guías (nota 41), pp. 124–125.
44
No en balde Brau intuyó hace un siglo que “pudo Juan Ponce ser desafecto de
Colón”. Brau, La Colonización (nota 1), p. 94.
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Juan Ponce y el infante 35

1509. Miguel Díaz de Aux pasó de Santo Domingo a Puerto Rico


pocos meses después, en abril; había sido nombrado hacía poco algua-
cil mayor de la isla de San Juan por el virrey don Diego Colón.
Juan Cerón era el oficial más importante de San Juan después del
gobernador. A partir de que tomó la vara de justicia empezó a repartir
los indios boricuas entre los vecinos y pobladores estantes. Don Fer-
nando, por medio de dos reales provisiones, reforzó los poderes de
Ponce nombrándole capitán gobernador de San Juan Bautista y a la
vez mandó a quienes tuvieran las varas de la justicia que las entrega-
ran a Ponce. Ello le permitió destituir a Cerón y a Miguel Díaz, des-
pués de haber enviado traslado de ellas al virrey. Por ello resulta
importantísimo el enlace entre su hija Juana y García Troche. García
Troche, natural de Olmedo en Castilla La Vieja, fue contino de Cristó-
bal Colón, y como tal pasó al Nuevo Mundo en 1493.45 Troche nació
en una noble familia de Olmedo, de regidores de “los linajes de den-
tro”; debió acercarse a Colón por mediación de Fonseca, cuyo herma-
no era señor de Coca y “grande poder” en la región. Sus antepasados
se enterraron en la iglesia conventual de los mercedarios de Olmedo,
en la plaza de Santa María del Castillo y en cuyos muros exteriores
todavía se conservan dos escudos, con las tres truchas, de la familia
Troche.
El 5 de julio de 1517 doña Juana y don Carlos ordenaron al tesore-
ro Ochoa de Landa que pagara a los herederos de Cristóbal Colón los
maravedíes con que éste había socorrido a distintas personas en el
cuarto viaje. En tal real mandamiento figura una partida que dice: “A
Garçia Tyoche [sic], con otros mill e seysçientos e noventa y dos
maravedis y medio [...]”46 Esto es prueba que Troche acompañó al
genovés en aquellas duras jornadas. Es posible que Cerón también
haya estado al lado del Almirante entonces, cumpliendo las obligacio-
nes derivadas de la continería. Ello justificaría que don Diego Colón
tuviera a aquellos dos continos de su padre como los criados más idó-
neos en quien confiar el establecimiento de su autoridad en la antigua

45
István Szászdi León-Borja, “Los Continos de don Cristóbal Colón”: Universidad
Nacional de Educación a Distancia (ed.), Espacio, Tiempo y Forma. Revista de la Fa-
cultad de Geografía e Historia. Estudios en Memoria del Profesor Antonio Antelo Igle-
sias. Historia Medieval (Madrid 2000), pp. 414–415.
46
Juan Pérez de Tudela et al. (ed.), Colección Documental del Descubrimiento
(1470–1506), tomo III (Madrid 1994), p. 2122.
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36 István Szászdi León-Borja

Boriquén. Los Troche debían tener diversos conductos de acceso a la


Corte, tanto por medios eclesiásticos como por haber continos reales
entre los suyos. Además, estaban emparentados con las más notables
familias olmedanas y de las villas de los alrededores.47 Cuando en
1511 Cerón fue restablecido en San Juan, García Troche era contador,
oficio que ocupó más de tres años durante los difíciles días de la suble-
vación indígena en la isla. El rey le premió con un regimiento. Por
entonces Cerón, Díaz de Aux, los oficiales reales y Ponce de León
habían acordado el olvidar los tiempos pasados para el bien de la isla.
Juan Ponce tenía cuatro hijos: Luis, Juana – la mayor –, María e
Isabel. García casó con Juana, su hermano Gaspar con María, e Isabel,
ya muerto su padre, casó con el licenciado Antonio de Gama, juez de
residencia y gobernador de la isla, a finales de 1520. Ponce murió al
año siguiente en la Habana por una mala herida recibida de los indios
de la Florida. El adelantado había dejado por albaceas testamentarios,
curadores y tutores de sus dos hijos menores, Luis y María, a su yerno
García Troche y a Juan de Soria, quienes pidieron el 9 de octubre de
1521 la declaración como tales al teniente de gobernador Pedro More-
no. El 4 de noviembre de 1521 Troche y Soria dieron a Gaspar Troche,
casado con doña María Ponce de León, y a Jerónimo Velas, vecino de
Olmedo, poderes de procuración para obtener de los reyes el que se

47
Un Francisco Troche era por 1498 “familiar” del cardenal de Valencia, es decir, el
equivalente de contino de Cesar Borja. El rey Fernando pidió al cardenal que Troche re-
nunciara a un derecho que el papa le habría proveído sobre el monasterio benedictino
castellano de San Loal del Pinar por muerte de micer Esteban de Portillo. Antonio de la
Torre, Documentos sobre las Relaciones Internacionales de los Reyes Católicos, tomo
VI (Barcelona 1966), pp. 107–108. Sí había continos reales en la familia Troche. Uno de
ellos se llamaba Diego Troche, “Contino de Sus Magestades”, quien en compañía del
contino del presidente del Consejo Real, Francisco de Saavedra, y de Sebastián Rodrí-
guez Hernán Ximénes, procurador de causas en el Consejo de Indias, fue apoderado de
su deudo García Troche en 1540. Así consta en el otorgamiento y la sustitución de po-
deres que hizo el doctor Iohan Ximénez de Monreal, vecino de Olmedo, en calidad de
apoderado de García Troche, vecino y regidor de la ciudad de San Juan de Puerto Rico.
Tió, Nuevas fuentes (nota 41), p. 437.
Diego Troche, vecino de Olmedo, tiene su sepultura en la iglesia mudéjar de San An-
drés de aquella villa, junto al arco mayor, al lado de la Epístola. Don Diego Troche y su
mujer doña María de la Palma habían fundado su mayorazgo en 1561. Pilar Matama-
la/Jesús Urrea, La nobleza y su patronato artístico en Olmedo (Valladolid 1998), pp. 15
y 95–97. Monreales, Velázquez y Saavedras eran parientes de los Troche naturales de
Olmedo.
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Juan Ponce y el infante 37

hiciera merced en don Luis Ponce de León de los oficios de su padre,


el adelantado. Si bien éstos se los concedieron, lo condicionaron a que
no fuera “clérigo de corona”. Don Luis decidió entrar en religión,
renunciando en favor de su cuñado García Troche, que se convirtió en
regidor de la ciudad de San Juan de derecho.48 Y así fue como García
Troche se convirtió en el heredero principal de Juan Ponce de León.
Al cumplirse los quinientos años del nacimiento en Alcalá de Hena-
res de Fernando de Habsburgo, ofrezco estas páginas en su memoria.

48
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