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"Resolvi acabar, sin que la prisa se le volviera en contra. Y tampoco era cosa de complicarse la vida matando a plena luz y en domingo. El adversario acometa para formar tajo, de manera que Alatriste, despus de parar, aprovech el movimiento para amagar de punta por arriba, meti pies salindose a la derecha, baj la espada para protegerse el torso y le dio al otro, al pasar, una fea cuchillada con la daga en la cabeza. Poco ortodoxo y ms bien sucio, habra opinado cualquier testigo; pero no haba testigos, Mara de Castro estara ya en el tablado, y hasta el corral de la Cruz quedaba un buen trecho. Todo eso exclua las lindezas. En cualquier caso, bast. El contrincante se puso plido y cay de rodillas mientras la sangre le chorreaba por la sien, muy roja y viva. Haba soltado la daga y se apoyaba en la espada curvada contra el suelo, empundola todava. Alatriste envain la suya, se acerc y acab de desarmar al herido con un suave puntapi. Luego lo sostuvo para que no cayera, sac un lienzo limpio de la manga de su jubn y le vend lo mejor posible el refiln de la cabeza".
ARTURO PREZ REVERTE, El caballero del jubn amarillo
PGINA 1
PGINA 2