Una noche, dos hombres jvenes de Egulac descendieron al ro a cazar focas, sobrevino la niebla y la calma. Entonces escucharon gritos de guerra y pensaron: quiz esto sea una batalla. Huyeron hacia la orilla y se ocultaron tras un tronco. Entonces, vinieron canoas. Ellos oyeron el ruido de los remos. Vieron una canoa dirigirse haca ellos. Haba cinco hombres en la canoa y dijeron: qu decs? Queremos que vengis con nosotros. Vamos ro arriba a hacer la guerra a la gente. Uno de los jvenes dijo: no tengo flechas. Las flechas estn en la canoa, dijeron ellos. Yo no ir. Podran matarme. Mis parientes no saben donde he ido. Pero t. Dijo volvindose al otro, puedes ir con ellos. De este modo, uno de los jvenes fue. Pero el otro retorn a su casa. Los guerreros fueron ro arriba hasta una poblacin al otro lado de Kalama. la gente descendi hacia el agua, y comenzaron a luchar re- sultando muertos muchos de ellos. Pero de pronto el joven escuch a uno de los guerreros decir: cuidado, volvamos a casa: este indio ha sido herido. Entonces l pens: Oh, son los fantasmas. l no se en- contraba mal. Aunque ellos dijeron que le haban disparado. Entonces las canoas volvieron a Egulac y el joven descendi y fue a su casa e hizo fuego. Y les dijo a todos: fijaos, he acompaado a los fantasmas y fuimos a luchar. Muchos de los nuestros fueron muertos y muchos de los que atacaron tambin murieron. Ellos dijeron que yo fui herido y yo no senta dao. El cont todo esto y se call. Cuando amaneci se derrumb. Algo negro sala de su boca. Su rostro estaba contorsionado. La gente saltaba y gritaba. Estaba muerto.
Nota: texto reproducido del libro Recordar de Bartlet del ao 1995, publicado por la editorial Alianza.