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Las clases sociales en america latina Universidad Nacional Auténoma de México Instituto de Investigaciones Sociales f. fernandes m. castells j.c. rangel c. n. poulantzas j. graciarena r, stavenhagen a. touraine j.martinezrios @- torres-rivas f.h. cardoso f.c. weffort lo veintiuno editores 112. edicion Portada de anhelo hernandez primera edicién, 1973 undécima edicion, 1998 © siglo xxi editores, s.a. de cv. isbn 968-23-0159-9 la presente obra se publica por acuerdo especial con el instituto de investigaciones sociales de la universidad nacional auténoma de méxico derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico vi fNDICE PROBLEMAS DE CONCEPTUALIZACION DE LAS CLASES SOCIALES EN AMERICA LATINA, por FLORESTAN FERNANDES 191 Introduccién, 191; gExisten clases sociales en América Latina?, 195; Capitalismo dependiente y sociedad de clases, 200; Clase, poder y re- Yolucién social, 257; Bibliografia de referencia, 269 COMENTARIO, por RODOLFO_STAVENHAGEN 277 COMENTARIO, por JORGE GRACIARENA 286 COMENTARIO, por JORGE MARTINEZ Rios 302 SEGUNDA PARTE: PRESENTACION DE LOS TRABA- JOS; PRESENTACION DE LOS COMENTARIOS; DIs- CUSIONES PRIMERA SESION 325 Alain Touraine, $25; Edelberto Torres Rivas, 384; Francisco_C. Weffort, 834; Florestan Fernandes, 838; Gino Germani, 339; Rodolfo Stavenhagen, 841; Werner Ackerman, 342; Fernando H. Cardoso, 343; Jorge Graciarena, $44; Alain Touraine, 345 SEGUNDA SESIGN 8B Nicos Poulantzas, 353; José Calixto Rangel Contla, 355; Fernando H. Cardoso, 361; Nicos Poulantzas, $66; José Calixto Rangel Contla, 371; Fernando H. Cardoso, 872; Manuel Castells, 373; José Calixto Rangel Contla, 374; Manuel Castells, 375: Rodolfo Stavenhagen, 382; Edel- berto Torres Rivas, 385; José Calixto Rangel Contla, 386; Francisco Weffort, 386; Fernando H. Cardoso, 389; Manuel Castells, 394; Flores- tan Fernandes, 395 TERCERA SESION 89 Florestan Fernandes, 399; Jorge Graciarena, 404; Florestan Fernandes, 410; Jorge Martinez Rios, 413; Florestan Fernandes, 413; Rodolfo Stavenhagen, 416; Manuel Castells, 417; Florestan Fernandes, 419 GUARTA Y QUINTA SESIONES 422 Gino _Germani, 422; Fernando H. Cardoso, 425: Francisco Weffort, 431; nuel tel] 3 Alail ‘ouraine, 437; Edelberto Torres Ri- vas, 444; Manuel Castells, 447 AL PUEBLO CHILENO QUE LUCHA POR SU LIBERTAD A SALVADOR ALLENDE Copyrighted material PRESENTACION En los ultimos diez afios el avance de las ciencias sociales en Amé- rica Latina ha sido notable y superior al logrado en otras regiones, aun las de mayor tradicién académica. Este desarrollo conlleva una cierta dispersién tedrica, que de tiempo en tiempo tiene que enfrentarse a la critica y superar el nivel de los andlisis, depurar planteamientos, resolver problemas metodoldgicos, matizar las pers- pectivas de andlisis, incorporar mds y mds las grandes aportaciones del andlisis histérico estructural y finalmente entender las situacio- nes nacionales en su contexto latinoamericano y mundial para transformarlas sin luchas estériles y muertes inutiles, hasta donde esto es posible. Nada mds importante para lograr esta confrontacién que la te- matica fundamental de las clases sociales, que se debe iniciar por los problemas de conceptualizacién, en una serie de encuentros la- tinoamericanos y teniendo a mano a un grupo de los mejores ex- ponentes del pensamiento socioldgico, tanto de América Latina como de otros paises. La tarea no ha sido sencilla. Tuvo una acogida notable y todos los invitados aceptaron participar. Fue posible realizar el semi- nario exclusivamente con los recursos del Instituto de Investiga- ciones Sociales de la Universidad Nacional Auténoma de México y la colaboracién entusiasta de las autoridades municipales de Mé- tida y las autoridades estatales de Yucatan. Se solicité a los ponentes basicos: Florestan Fernandes, Nicos Poulantzas y Alain Touraine, un documento, que seria comenta- do mediante un trabajo escrito, en cada caso, ‘por tres comenta- ristas; en total nueve comentaristas: Fernando Henrique Cardoso, Manuel Castells, Jorge Graciarena, Jorge Martinez Rios, José Ca- lixto Rangel Contla, Rodolfo Stevenhagen, Edelberto Torres Rivas y Francisco C. Weffort, con la muy lamentable ausencia de Anibal Quijano. De esta manera, las discusiones del Seminario de Mérida (reali- ado del lunes 13 al sabado I8 de diciembre de 1971, con descanso el jueves 16), se iniciaron a partir de once documentos. Cada uno de los tres primeros dias se dedicé a la discusién de un documento bdsico en el orden en que aparecen editados; el dia y medio ul- {vn VII Lew PRESENTACION timos se dedicaron a la discusién de temas que surgieron como centrales y que fueron planteados por Gino Germani. Todas las discusiones se grabaron y se transcribieron mecano- graficamente, labor realizada con gran eficacia por Estela Gomez Pompa y Catalina Gutiérrez, de la cepat. A partir de este mo- mento la labor de anélisis, correspondencia de la expresién oral al pensamiento y a la transcripcién, asi como la eliminacién de re- peticiones, sintesis, etc. estuvo a cargo de Edelberto Torres Rivas, investigador del 11., a quien agradezco su notable esfuerzo. Sur- gié asi un primer documento de las discusiones, que se envid a cada uno de los participantes junto con la transcripcién completa de sus intervenciones, quienes debian corregirla, aunque no todos pudieron hacerlo. Ménica Mansour, también del L1s., se encargé de la correccién expresiva, bien dificil cuando se trata del espafiol de‘un espafiol, del. de dos argentinos, del de dos brasilefios, del de un guatemalteco, del de tres mexicanos, del de un griego que hablo ademas en inglés y en francés y del excelente espafiol de un francés. La labor final de revisién y edicién estuvo a cargo de Raul Be- nftez Zenteno. Los problemas de coordinacién en el aspecto administrativo fue- rom resueltos por la Secretaria Técnica del i1s., Lic. Marfa Luisa Rodriguez Sala de Gémezgil, con la colaboracién de la Unidad Administrativa a cargo de Guadalupe Herrera Davila. El arduo trabajo mecanografico fue realizado por Maria Teresa Orea Diaz y Concepcion Mandujano Camacho. Sélo hos queda anunciar que el segundo seminario, dedicado al tema “Clases sociales y crisis politica en América Latina’, apare- cera en un segundo volumen de esta serie. RAUL BENITEZ ZENTENO PRIMERA PARTE Los trabajos y sus comentarios Copyrighted material LAS CLASES SOCIALES ALAIN TOURAINE HISTORICIDAD Y CLASES SOCIALES El sistema de accién histérica (s.4.H.) es la manera cultural y so- cial que tiene la capacidad humana para transformar las condi- ciones de existencia. En mis analisis he insistido constantemente sobre la unién de tres nociones fundamentales: el trabajo creador, que es ante todo un conocimiento, la creacién de un “estado de naturaleza”; la acumulacién, aprovechamiento de una parte de los recursos disponibles, por una obra de superacién del estado pre- sente de la sociedad; el modelo cultural que, aprehendiendo esta capacidad de superacién, plantea de un modo peculiar la interpre- tacién de la creatividad manifestada en el trabajo creador. Estos términos son inseparables los unos de los otros. La acumu- lacién no es definible independientemente del modelo cultural que determina su objetivo; el modelo cultural, a su vez, no tiene rea- lidad practica sin acumulacién. Reconocer la existencia del s.a.H.1 es reconocer que una sociedad no se define unicamente por lo que es, sino por la superacién que la Neva més alld de si misma y que, por lo tanto, la opone a si misma. Esta tensién fundamental no es otra que la oposicién de la creacién del trabajo y su reproduccién. Esta no coincidencia de la sociedad consigo misma implica ne- cesariamente una escisién entre los miembros de la sociedad. Esto no significa que el modelo cultural corresponda exclusivamente a una categoria social. Es a la vez dependiente de todos y obra de “especialistas”. Si se habla de la ciencia en nuestra sociedad, puede decirse a la vez que es obra de los sabios y que es un modelo cul- tural que siguen todos los miembros de la sociedad. Pero la realizacién de este modelo cultural supone presiones, las de la acumulacién, y leva aparejado un modo de jerarquizacién social. Se llamara clase dirigente a la categoria que ejerce estas presiones + Cf. mi articulo: “Le systéme d'action historique tés, 1, 2, Montreal, 1969. ', en Sociologie el Socié- Bl 4 LAS CLASES SOCIALES al servicio del modelo cultural. Tiene, pues, necesariamente dos ca- racteristicas opuestas y complementarias. Por una parte, es Ja ex- presién social del modelo cultural; por otra, ejerce una presién sobre el conjunto de la sociedad. Es un grupo particular que ejer- ce una funcién general, y a la vez realiza el modelo cultural, se lo apropia y lo utiliza para constituir su poder. Al ser clase dirigen- te, es también una clase dominante. En nuestra sociedad nadie puede sostener que los sabios consti- tuyan la clase dirigente, pero ésta es la categoria social que tiene el poder de movilizar recursos sociales en provecho de! desarrollo cientifico y técnico y que a la vez controla la utilizacién de esas inversiones, lo cual significa mas exactamente que identifica los in- tereses del modelo cultural con los de los aparatos econémicos que dirige y de los cuales obtiene un provecho personal. En este caso particular, la clase dirigente es la que controla el aparato técnico y administrativo de desarrollo y que impone al conjunto de la sociedad presiones que son a la vez las del desarrollo y las de los intereses de un aparato que es siempre privado, es decir, no identi- ficable con un simple medio de gestién del interés general. La clase dirigida es, opuestamente, la que no estorba Ja operacién del modelo cultural, a la vez que participa en él. Esta clase dirigida tiene también, por consiguiente, dos caras. Por una parte, resiste a la influencia de una dominacién y adopta una actitud defensiva de proteccién de su trabajo y de su género de vida; por la otra, apela al modelo cultural contra la apropiacién privada de que es objeto. Clase dirigente y dominante por una parte, clase domi- nada y contestataria por otra: su conjunto constituye lo que ya en otro lugar he definido como la doble dialéctica de las clases so- ciales. Después de esta primera breve exposicién, es necesario contestar a algunas interrogaciones y a las objeciones que se presentan na- turalmente. En primer lugar, el uso que se hace aqui de la nocién de clase no es descriptivo; la intencién no es diferenciar medios y géneros de vida. Mas aun: las clases no estan definidas sino por su opo- sicién, que dicotomiza la sociedad. No hay seguramente razén alguna para pensar que en todo tipo de sociedad los actores se repartan en dos grandes categorias. Tales conjuntos, zno son ne- cesrriamente arbitrarios? Cuando las agrupaciones jerdrquicas se hallan fuertemente institucionalizadas, la dificultad es mayor atin, ya que es raro que el niimero de las “clases” asi constituidas se reduzca a dos. gPor qué, por ejemplo, considerar como secundaria en la Francia del Antiguo Régimen la separacién del clero y de la ALAIN TOURAINE 5 nobleza, y fundamental la de estos “érdenes” y del Tercer Esta- do? Es inutil multiplicar los ejemplos y las reservas. La dicotomia de la clase dirigente y de la clase dominada no puede en modo alguno aceptarse como una representacién de la organizacién social tal como se observa y tal como esta codificada a menudo por las instituciones. Las clases sociales, en el sentido en que se emplea aqui este tér- mino, no son definidas como grupos reales, organizados. No es la observacion de las diferencias jerarquicas en una sociedad lo que conduce a plantear la existencia de dos clases opuestas. Es el pro- pio analisis del sistema de accién histérica el que conduce a esta- blecer esta nueva dimensién del andlisis de la accién historica, Seria contradictorio, después de haber propuesto distinguir tres niveles de andlisis: la historicidad, el sistema institucional y el fun- cionamiento de las organizaciones, definir a los actores de la histo- ricidad situandose en un nivel distinto de andlisis. De Ja misma manera, el andlisis marxista no esta organizado en torno de una observacién de las clases, de sus caracteristicas y de sus conductas, sino en torno del mecanismo de la explotacién ca- pitalista, de la formacién de la plusvalia. No afirmo que los estratos 0 los medios sociales puedan reagru- parse poco a poco en dos conjuntos opuestos; tal reagrupamiento es de todo punto imposible si no nos colocamos desle el comienzo en otro plano distinto al de la organizacion social y de Jas institu- ciones. La oposicién de las dos clases no es otra cosa que la transcrip- cién en términos de actores del propio s.a.H. y de la accién por la cual una sociedad sobrepasa su propio funcionamiento, su propia reproduccién. Esto conduce a precisar las relaciones entre el concepto de clase social y el de jeraquizacién, que designa uno de los elementos del s.A.H. Las clases no son tnicamente niveles jerarquicos. Un modo de jerarquizacién no puede mas que definir una dimensién gene- ral; no indica nada en cuanto a la continuidad o la discontinuidad de las categorias; no se puede pasar directamente del tema de la jerarquizacién al de las clases sociales. Igualmente, éste no esta vinculado a uno solo de los elementos del s.4.H., sino a todos. El modo de jerarquizacién define, pues, la materia prima de las clases sociales que vuelve a encontrarse también, al nivel de las organizaciones, en las escalas de estratificacién. Es importante sa- ber si es la educacién o la riqueza o la propiedad lo que define el nivel jer4rquico y que constituye, por lo tanto, el campo en el cual las clases entran en relacién. Pero estas clases son dos interpreta- 6 LAS CLASES SOCIALES ciones opuestas del conjunto del s.a.4. y no un elemento de dife- renciacién interna del sistema. CLASES SOCIALES Y SISTEMA DE AGCION HISTORICA Pero si se aceptan estas observaciones, ¢no nos dejaremos arrastrar por una objecién opuesta? gNo nos sentimos tentados a decir que es la oposicién de las clases el hecho primordial, no siendo el mo- delo cultural otra cosa que la ideologia de la clase dominante, que trata de imponer, por su misma dominacién, al conjunto de la sociedad? Esta concepcién deforma gravemente el andlisis del s.a.H. y encuentra objeciones que me parecen insuperables. Supongamos, en efecto, que el modelo cultural sea la ideologia de la clase do- minante. ¢Por qué lo aceptaria la clase dominada? ¢Por qué diria yo que Ja creencia en el progreso en el siglo x1x no es en las cate- gorias populares mas que una falsa conciencia? ;Y qué significa exactamente la expresién: ideologia de la clase dominante? ¢Quie- re decir que sea un instrumento consciente de dominacién desti- nado a disimular un poder social y econémico, o por el contrario se trata de una conciencia real que supone la accién de la clase dominante? La primera interpretacién supone que se puede de- mostrar que esta ideologia no es para la clase dominante misma sino un calculo, una propaganda conscientemente llevada. Ahora bien, esto no se observa. Se ve uinicamente a veces que una clase dominante se apoya conscientemente sobre modelos culturales an- tiguos para luchar contra un movimiento popular. Se oye a me- nudo en la segunda mitad del siglo x1x a la burguesia industrial elogiar los méritos de la religi6n como fuerza del orden. Pero la religidn no es el modelo cultural de esta sociedad capitalista y el Namamiento a la religién no es mds que un aspecto de una alianza entre una clase dominante amenazada y las antiguas clases domi- nantes de las cuales se sirve como baluarte, sin dejar de comba- tirlas cuando sus propios intereses estan directamente comprome- tidos. Es arbitrario concebir la vida social y cultural como una conspiracién conscientemente dirigida por una élite cinica. El sistema de accién histérica y en particular su modelo cultu- ral constituyen el campo de historicidad de una sociedad, el ob- jeto disputado, por lo tanto, de los conflictos de clases. Ni la clase dirigente ni Ja clase popular pueden separar su referencia a este objeto de su lucha contra su adversario. Pero la clase dominante, precisamente porque es dominante, se ALAIN TOURAINE 7 esfuerza constantemente por transformar estas relaciones y sus pos- turas en el orden social, definido por su organizacién, sus normas y sus valores. Tiende a disimular sus intereses y su propia ideo- logia de clase tras una ideologia del sistema. Marx ha dado el mejor ejemplo de esto al analizar la economia politica clisica y el papel que ésta asigna al mercado como principio de analisis de las conductas econdémicas. Hoy igualmente vemos formarse una ideologia del sistema pos- industrial, la cual representa a esta sociedad como un conjunto de decisiones que tienden a ajustar las expectativas de los actores aun medio circundante en constante cambio. Esta descripcién en términos de decisiones y de medio invierte el andlisis conducido en términos de accién historica de clases sociales y de dominacién. La sociedad aparece como una organizacién, como un mercado; ya no se define el poder sino la influencia y los conflictos ya no son mas que presiones para la maximizacién de las ventajas o de la influencia. La ideologia dominante se manifiesta, mds ain que por ideas o anilisis, por la imposicién en la practica social de categorias de or- ganizacién: los tipos de remuneracién o de horarios de trabajo, los érdenes de ensefianza o de establecimientos hospitalarios son otras tantas categorias que se presentan como diferenciaciones funciona- les o niveles de estratificacién y que hacen que la sociedad apa- rezca como un conjunto organizado pero no dominado, definido por su funcionamiento, no por sus orientaciones. La sociologia, en nombre de la observacién de la sociedad “‘tal como es”, ha servido con demasiada frecuencia de fiador de esta ideologia. Lo es cuan- do supone que las conductas sociales son papeles definidos por re- laciones de intercambio, estas mismas determinadas por normas y valores o incluso simplemente por reglas del juego institucionali- zadas. Pero esta ideologia del sistema no puede ser confundida total- mente con la ideologia de la clase dominante sino cuando el con- flicto de las clases se sofoca. Ahora bien, jamas se sofoca por com- pleto. O bien se manifiesta abiertamente, o bien la clase domina- da escapa a la influencia del dominador, en un universo oculto, por el repliegue social y cultural, como lo ha expresado tan bien J. Berque, observando el mundo arabe colonizado. La clase domi- nante no puede disimularse jams por entero tras de sus leyes y la organizacién social que ha establecido. Tiene que luchar, re- primir, debatirse. En las situaciones extremas, en las que su dominio se identifica mas completamente con la organizacién social, en un régimen to- 8 LAS CLASES SOCIALES talitario, la ideologia del sistema no triunfa; por el contrario, se descompone, deja de estar interiorizada. Si la rebelién no puede estallar, al menos la desconfianza, el cinismo del double-talk o el exilio interior marcan los limites de la influencia de la clase dominante. La ideologia del sistema no sélo no se confunde con el sistema de accién histérica, sino que es su contraria. En nuestra sociedad, investigadores y universitarios lo saben bien, ya que el papel de la universidad es a la vez ser produccion de conocimiento, por lo tanto, creacion de historicidad, y reproducién del orden social y cultural. Los desarraigamientos de la universidad manifiestan la oposicidn de la historicidad y de la ideologia del orden social, como la que, en otro tipo de sociedad, dominado por un modelo cultural religioso, tuvo por testigos y actores la mistica y el “cons- tantinismo”. En cambio, se puede decir que el modelo cultural no es separa- ble de la ideologia de la clase dirigente. Esta se apropia tanto del modelo cultural como del orden social al que esta vinculado. Pero los dirigidos no confunden el modelo cultural y mas ampliamente la historicidad de la sociedad con esta apropiacién. Por el contra- rio, responden constantemente a ella por un esfuerzo opuesto de reapropiacién y de protesta. Constantemente, desde el nacimiento de las sociedades industriales, las categorias populares apelan al progreso o a la ciencia contra la dominacién de las clases dirigen- tes. De no ser asi, las clases dominadas habrian de ser concebidas como incapaces de accién. No serian mas que un instrumento reacio, sujetas a la inmovilidad en una sociedad en la cual la accién y el cambio no podrian tener sentido para ellas. Si el movimiento obrero se hubiese definido por la sola oposi- cién al capitalismo, no habria sido mds que uma fuerza de re- gresién opuesta a Ja acumulacién, tratando de volver a una econo- mia més arcaica y, a fin de cuentas, a una sociedad de pura subsistencia. El movimiento obrero no ha podido formarse sino porque apelaba también al progreso contra la apropiacién priva- da, contra las crisis econdémicas, contra el ‘“‘derroche” de las fuer- zas de trabajo. Indudablemente, las clases dominadas pueden ser manipuladas por las clases dirigentes, y en lugar de oponer su interpretacién del s.A.H. a la de éstas, se incorporan a ellas y las sirven de ma- nera dependiente. Mas adelante analizaré esta situacién, que Ila- maré la alienacién. Pero no se la puede comprender mas que como lo contrario de la accién de las clases, la negacién de los movi- mientos sociales. No se hablaria de alienacién si no se comenzara ALAIN TOURAINE 9 por suponer la existencia de tales movimientos, por lo tanto, la participacién de las clases dominadas en el s.a.n. Este es el campo de accién de las clases opuestas que se esfuer- zan en contolarlo. La oposicién o el conflicto de las clases no pueden ser comprendidos independientemente del objeto dispu- tado que los define. Si nos colocamos en el punto de vista de una de las clases, es natural que se identifique el s.a‘H. a las orien- taciones y a los intereses de esta clase. La otra no aparece enton- ces mas que como un obsticulo. Por eso el tecnécrata no habla mds que de las “resistencias al cambio” que encuentra su accion racionalizadora; en tanto que una clase popular no advierte en la accion de los dirigentes mas que la busqueda del provecho o del poder personal, la irracionalidad de lo arbitrario y del interés privado. Pero si se consideran las relaciones entre las clases, se ve que su conflicto supone un lenguaje comun. La clase dominante no “goza’’ unicamente de las ventajas de su situacién. Supone tam- bién obligaciones; la del servidor de Dios o del Estado, la del inversionista o del planificador. Es tan arbitrario no ver en el capitalista mas que un especulador, olvidando el hombre de em- presa, como lo es no ver en el obrero mas que el defensor de su oficio y de sus tradiciones, olvidando su aportacién practica y tedrica a la racionalidad y al progreso econdmico. Si hablo de doble dialéctica de las clases sociales, no es para subrayar que no se pueden definir las clases directa y completa- mente por la oposicién de sus intereses. Son aquéllas los actores histdricos, complementarios y opuestos que animan con su con- flicto el s.a.H., Es falso decir que una clase sea el agente del pro- greso y la otra una fuerza de reaccién. Porque el s.a.H. no es un mundo de ideas, sino una practica histérica, por consiguiente siem- pre marcada por un modo de apropiacién, es por lo que dirigentes y dirigidos se definen a la vez por sus relaciones reciprocas y por sus relaciones con el s.A.H. Esta idea central puede expresarse de otro modo. a] Las clases se oponen siempre sobre un terreno econdémico, para la apropiacién de la acumulacién. Cualquiera que sea la sociedad considerada, el conflicto de las clases no es separable de las rela- ciones de trabajo. Una sociedad sin clases no puede ser mds que una sociedad sin acumulacién, una sociedad de subsistencia, in- cluso si la cantidad de bienes disponibles es muy limitada. Por ello, este tema adquiere hoy una fuerza nueva en las sociedades mis ricas como los Estados Unidos, tanto en Ja utopia de la clase 10 LAS CLASES SOCIALES dominante, como en la de los movimientos de oposicién. ;No ha legado el momento de remplazar el crecimiento por ¢l equili- brio, la destruccién creadora de la industrializacién por la pre- servacién del ecosistema? Pero gcudl puede ser la importancia de este tema cuando esas sociedades, las mds avanzadas econémica- mente, son las mas alejadas del tipo de las sociedades de subsis- tencia, son las que consagran a la acumulacion y a la inversion la proporcién mas elevada de su producto interior? Los conflictos de clase se mantienen, pues, y hasta se extienden y permanecen centrados sobre el sistema de produccién, el cual se ha extendido unicamente para incluir la industrializacién de las comunicaciones y del consumo. No puede existir conflicto de clases que sea esencialmente po- litico o cultural. b} Pero tales afirmaciones no pueden separatse de las que recuer- dan que el conflicto de clases no puede definirse independiente- mente de su objeto en disputa, es decir, el sistema de accién his- térica en que se coloca. En este sentido, el conflicto de clases no es esencialmente econdémico. Si el modelo cultural es de tipo reli- gioso, son categorias religiosas las que definen a los actores de cla- ses y el campo de su conflicto. Cuando, en el perfodo de la eco- nomia mercantil, el modelo cultural es “politico”, se expresa por la soberania del Estado, y las luchas sociales son ante todo politicas y, mas concretamente, urbanas, como lo demuestra la sucesién de luchas urbanas Ilevadas a cabo por tantos movimientos revolucio- narios desde los Ciompi o los “unas azules” de Italia y de Flandes, hasta los sans-culottes de la Revolucién francesa, y en parte hasta los communards. Es el capitalismo industrial el que muestra la recuperacién mas completa de la lucha econdémica y del sentido general del conflic- to de las clases, porque el modelo cultural adopta entonces la forma del trabajo y del progreso creadores. En Ia sociedad posindustrial, en la que la creatividad adopta una forma mas directa y mas global, la capacidad de transforma- cién tecnolégica del conjunto de las condiciones de existencia y Jos conflictos sociales se desarrollan en el campo cultural; oponen a la gestién olig4rquica del cambio una voluntad de reapropia- cién colectiva del cambio global. Serfa vano igualmente tratar de definir a los actores de clase tanto fuera de sus relaciones econémicas como de su campo de his- toricidad. L. Dumont ha denunciado justamente, en su estudio de las castas indias, el sociocentrismo de los observadores proceden- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 12 LAS CLASES SOCIALES nada, una frente a la otra, su conflicto compromete el poder. Pero las clases no se definen unicamente por esta relacién de domina- cién. Cada clase apunta, a través de estas relasiones, al s.A.n. No basta con decir ni que las clases interpretan diferentemente los elementos del sistema, ni, inversamente, que éstos no tienen exis- tencia auténoma observable y que no son, en ultima instancia, mis que una hipétesis destinada a dar cuenta de un conflicto que seria total, El s.a.H. puede ser definido en sus elementos al margen de la referencia a las clases sociales. En un tipo de sociedad deter- minado, el modelo cultural, las formas de movilizacién, el modo de jerarquizacién, el cardcter de las necesidades pueden ser defi- nidos en si mismos, es decir como forma de Ja experiencia his- torica pero a condicién de no considerarlos como orientaciones de actores concretos. En cuanto se hace intervenir a éstos, hay que introducir la doble dialéctica de las clases, las relaciones de opo- sici6n y de dominacidn entre las clases opuestas. Pasando de las clases al s.A.H., no se debe buscar un nivel mds elevado de gene- ralidad en la definicién de los elementos, sino mas bien “despsi- cologizar” su definicién. Una clase dominante no separa el des- arrollo cientifico, por ejemplo, de la gestién del aparato de produccién, y por consiguiente tampoco de los objetivos de poder que a él estan vinculados. No deja por ello de ser cierto que el papel de la ciencia y de la tecnologia —no sdlo como factor de desarrollo, sino como modelo cultural, como legitimacién de la acumulacién— se impone a todos los miembros de la sociedad en la medida en que se situan al nivel de su historicidad. La distancia que separa a los elementos del 5.4.1.2 de la accién de clase acerca por el contrario a este ultimo a los contraelemen- tos de la accién histérica. Estos, en efecto, no se sittan sobre el mismo plano que los elementos. Definen orientaciones de la ac cién, una forma de representacién y de conciencia social, no la trama de la experiencia histérica de una sociedad. Las clases, actores histéricos, estin determinadas por el cardcter del s.A.H.; pero su accién se manifiesta directamente bajo la for- ma de los contraelementos. Ahora bien, no se puede asignar tal 0 cual contraelemento a una clase o a otra. Esto seria contradic- torio con el tema central de la doble dialéctica de las clases so- ciales. Cada una de las dos clases se situa a la vez al nivel de las orientaciones y al nivel de los recursos, al nivel del orden y al nivel del movimiento; pero cuando una se apropia del modelo * Cf. el articulo citado supra. ALAIN TOURAINE 13 cultural, la otra se protege por el instrumentalismo, el pragma- tismo. Esto Heva a decir que cada uno de los contraelementos puede estar marcado por una clase 0 por otra. movimiento orden movimiento orden Cultural Social Social Cultural Cultural Social Social Cultural Orienta- + contraelementos marcados por la clase dominante. - contraelementos marcados por la clase dominada. Es el conjunto de los dos esquemas lo que representa la doble dialéctica de las clases sociales. La primera parte del esquema —izquierda— corresponde a la accién conquistadora de la clase dirigente, la que se identifica con el modelo cultural. A la vez, no puede identificarse con un mo- delo de orden, ya que esto seria salir del dominio de la historici- dad. La fusién de los dos modos de orientacién —movimiento y orden— no puede producirse mas que al nivel de la organizacién social, bajo la forma de un poder que imponga valores, normas y posturas al conjunto de la sociedad. La clase dominada responde a esta apropiacién del modelo cul- tural por un instrumentalismo defensivo. El modelo cultural, in- vocado por la clase dominante, se descarta, y el movimiento se vive solamente al nivel de los medios, de los recursos. Si la clase dominante habla del progreso, del desarrollo, de Ja sociedad nue- va que construye el espiritu de empresa o el progreso técnico, la clase dominada responde en términos de aumento de salarios, de disminucién de la jornada de trabajo, de mejora de las condicio- nes del trabajo, etcétera. A la vez, esta clase dominada opone al modelo de movimiento de la clase dominante un modelo de orden, que lo combate. Ima- gen de una sociedad de goce opuesta a una sociedad de cambio; consumo de los valores opuesto a su produccién. La clase domi- nante se opone a este modelo de orden sociocultural. Identificada con ei modelo de movimiento, no considera a Ja organizacién so- cial mds que como un ‘conjunto de medios, de necesidades, de 14 LAS CLASES SOCIALES grupos sociales particulares, que no deben estar unidos los unos a los otros mds que como instrumentos de desarrollo. Empleo aqui términos semiconcretos, que corresponden sobre todo a las sociedades industriales y posindustriales, para como- didad del lector. Pero seria necesario elaborar formulaciones pre- cisas para cada uno de los tipos de s.a.H. La segunda parte del esquema muestra una relacion inversa en- tre las clases. Aqui es la clase dominada la que apela al modelo cultural contra la clase dominante. Accién “‘progresista” 0 con- testataria, cuya contrapartida es la respuesta defensiva de la clase dirigente, que se presenta como un “técnico” del movimiento. Pero opone a esta voluntad de movimiento de la ase dominada su in- fluencia sobre el orden social, a la que esta clase dominada res- ponde por una vuelta al particularismo, a la autonomia, a la es- pontaneidad de los grupos sociales y de las necesidades culturales. Asi, cada uno de los contraelementos esta alternativamente mar- cado por una u otra de las clases sociales; pero la accién de éstas se organiza en dos subsistemas de actores. Cada uno de estos sub- sistemas permite a una y otra de las clases ser un actor histérico, es decir manejar las relaciones del orden y del movimiento, de las orientaciones y de los recursos. Sin embargo, se ha introducido un desequilibrio que no podia existir en el sistema de accién. Las clases, en el interior de un subsistema de actores, toman sobre si o bien contraelementos so- ciales, o bien contraelementos culturales, como lo muestra e] es- quema de referencia. ¢Por qué este desequilibrio? Es algo completamente distinto de un cardcter particular de la accién de clase. Es su definicién misma. Porque una clase es un actor social. Cada uno de los subsistemas est4 definido por la ini- ciativa de una de las clases, y por lo tanto, por la ruptura de la unidad sociocultural del s.A.H., lo cual confirma la relacién pro- funda de las clases y de los contraelementos. La doble dialéctica de las clases se manifiesta, pues, por la com- plementariedad de dos oposiciones cuyos desequilibrios se com- pensan. Cada una de estas oposiciones pone en relacién una accidn so- cial y una accién cultural, En un caso, es la clase dominante la que se coloca en una perspectiva social y la clase dominada en una perspectiva cultural; en el otro es a la inversa. El conflicto de las clases no es el de dos adversarios que blan- diesen cada uno su arma, sus intereses, sus simbolos. E] conflicto no es jams frente a frente. Cada uno responde al otro en terre- ALAIN TOURAINE 15 no distinto; pero la batalla es doble, ya que cada una de las cla- ses ocupa uno u otro extremo del terreno de combate. El andlisis puede reconstituir el conjunto del conflicto, pero esta unidad jamds es directamente vivida. Cada una de las clases se halla a la vez a la ofensiva y a la defensiva, de suerte que el con- flicto adopta la forma de un debate y no de una discusién o de una negociacién. Por ejemplo, en una sociedad industrial, los empresarios que se identifican con el progreso chocan contra la accién defensiva de una clase obrera apegada a sus intereses y a la salvaguardia de la comunidad amenazada por las iniciativas y los intereses de la clase dominante; pero, como contrapartida, la idea socialista se opone al instrumentalismo del provecho y al control ejercido por la burgue- sia sobre el orden social. Es decir que la accién de una clase no puede ser definida ja- mas por un conjunto de principios, por una “visién del mundo”. La accién de cada clase esta determinada por la doble dialéctica de las clases; es a la vez respuesta al adversario y orientacién di- recta hacia el modelo cultural. Seguin las circunstancias, uno y otro aspecto de la accién de una clase o de la otra esta mas o menos pronunciado, y una de las tareas principales de una sociologia de Jas clases sociales es la de estudiar las modificaciones aportadas al conjunto del sistema de los actores cuando uno de los componen- tes de este sistema experimenta ciertas modificaciones. Las rela- ciones de clase constituyen un campo de actores histdricos tal, que cada uno de sus elementos y las relaciones entre esos elementos son afectados por todo cambio acaecido en un punto cualquiera del campo. El conjunto de estas transformaciones, cualquiera que sea su origen o naturaleza, se explica por la estructura del campo, es decir, en su forma mas general, por la doble dialéctica de las clases sociales. Careceria de interés desprender una estructura del sistema de accién histérica si no le correspondiese una estructura del campo de los actores, es decir de las relaciones de clases. Se deben incluso considerar estas dos estructuras como dos configuraciones de la misma ley estructural, El sistema de los actores no es una trans- cripcién término por término del sistema de accién, como si cada elemento correspondiese a una clase social. La correspondencia debe establecerse de sistema a sistema, y no de elemento a elemen- to, y la nocién de contraelemento ha sido el instrumento del paso de un sistema a otro. Igualmente, las relaciones de clases no pueden ser consideradas como un aspecto particular del funcionamiento del s.a.u. El siste- 16 LAS CLASES SOCIALES ma de los actores y el sistema de accién tienen el mismo estatuto tedrico y son inseparables, como son inseparables un modelo cul- tural y un tipo de acumulacién. Podria sentirse la tentacién de oponer dos concepciones de las clases sociales, una objetivista, que no considerase mas que los me- canismos de la dominacién econémica, la otra subjetivista, mas sensible a la experiencia vivida que delimita una categoria social. Podriase también buscar una posicién intermedia, mas matizada, que combine las ventajas de las dos posiciones extremas, sin sus inconvenientes. Esta simetria es ilusoria. Si, por una parte, es necesario com- prender el actor de un grupo social en un momento determinado, captarlo en su situacion concreta, no es menos cierto que tal ma- nera de proceder introduce la confusién en el andlisis socioldgico. Porque no existe jamas una clase social lo bastante homogénea para que se la pueda considerar como un personaje dotado de una conciencia comtin y capaz de definir objetivos generales. Este anilisis “‘subjetivista” se aleja, de hecho, muy rdpidamen- te de la descripcién y recurre a una especie de filosofia de la his- toria donde tal o cual clase social se ve investida de una mi: . Asi como los historiadores del siglo x1x hacian de la nacién el personaje central de la historia, puede seguirse el surgimiento del proletariado industrial o del campesinado o de los hombres de empresa: actitud propiamente ideolégica que encierra el andlisis de un sociocentrismo desastroso. Los que, a la inversa, parten no de la situacién o de la expe- riencia de clase, sino de las relaciones de clases, siguen una mar- cha cuyo principio es irreprochable. Salen de la conciencia de los actores y ponen a la luz un mecanismo de acumulacién y de do- minacién. Tal es la superioridad decisiva del andlisis marxista en relacién con el de los historiadores franceses de la primera mi- tad del siglo x1x, que situaban a las clases sociales efectivamente en el centro de su atencién, pero sin definir de manera precisa la naturaleza de las relaciones de clases y de las formas de domina- cién social. Una vez adoptada esta perspectiva general, quedan por compren- der las conductas de clase. Si se reducen las relaciones de clases a la légica interna de un sistema de dominacidn, se corre el peligro de estar obligado a sa- car la conclusién de que las clases dominadas no pueden tener accién propia, salvo cuando se hallan en vias de convertirse en nuevas clases dominantes, como la burguesia que sucedié a los se- fiores de la tierra. Su accién no es mas que un signo de las cri- | ALAIN TOURAINE 17 sis o de las contradicciones del modo de dominacién, y no puede ser positiva mas que en la medida en que hace resquebrajarse el orden politico € ideolégico establecido por Ia clase dominante, Tal concepcién no da cuenta de los hechos. Una dase domi- nada no es inicamente el factor de la sociedad futura, es un actor de la sociedad presente; sdlo en el interior de determinado campo historico se puede comprender su accién. Esto se expresara mds claramente al analizar los movimientos sociales, recordando que una accién de clase es siempre un contramodelo de sociedad a la vez defensivo y ofensivo, y que comparte con el modelo dominan- te las orientaciones generales que definen el sistema de accién his- térica. El conflicto de clases en una sociedad determinada no puede confundirse jamds con las relaciones entre la antigua y la nueva clase dirigente. En cuanto a la idea de que una clase so- cial, en particular la clase obrera, puede ser el instrumento de creacién de una sociedad liberada de toda dominacién de clase, no es mds que una utopia facil de encontrar en todas las clases sociales. Hemos estado bastante habituados desde hace veinte afios a la utopia de la nueva clase dirigente, que anunciaba el término de los conflictos de clases y de ideologias gracias al aumento y a Ja racionalizacién de la gestidn social, para saber que el tema de la sociedad sin clases no es mas que una utopia, por lo menos mien- tras la sociedad se defina por su acumulacién y la superacién de sus formas de produccién y de organizacién. Nada nos prohibe imaginar la vuelta de las sociedades “primitivas”, definidas por su equilibrio con el medio; pero todo nos prohibe ligar el tema del desarrollo, el del crecimiento y el de la sociedad sin clases, Si hay, pues, que analizar la accién de clase en una sociedad determinada, esto no conduce de modo alguno a la interpretacién de la clase como actor concreto. Muy al contrario, Porque se de- finen las orientaciones de una clase al nivel de la historicidad es por lo que se puede examinar cémo esta accién se diversifica, en funcién de los caracteres del sistema institucional y del estado de las organizaciones sociales. Una clase dominada no esta jamds su- ficientemente definida por la dominacién o la explotacién a que se halla sometida, ya que participa de modo conflictual de un sistema de accién histérica. A ello se debe que el analisis de los movimientos sociales sea un elemento central, indispensable, del conocimiento de las clases sociales. El] hecho de que estos movi- mientos, a menudo, se repriman, se prohiban, se reduzcan al silencio, no debe en modo alguno hacernos dudar de la existencia de una conciencia de clase. Corresponde precisamente al socidlo- go hacer escuchar la voz de aquellos a quienes no se concede la 18 LAS CLASES SOCIALES palabra, aquellos que estan privados de instruccién y de los me- dios de instruccién, que no se pavonean en el escenario de los acontecimientos, que son la parte sumergida del iceberg social, pero que jamas permanecen silenciosos 0 invisibles. LAS MODALIDADES DEL CONFLICTO DE CLASES El conflicto de clases se situa en un sistema de accion histori y se define a través de él. La doble dialéctica de las clases socia- les es Ja expresién directa de la tensién entre la acumulacién y la reproduccién de la sociedad. Pero esta misma definicién introduce en las relaciones de cla- ses una dimensién temporal, que un acercamiento sincrénico muy estrecho puede dejar escapar. La clase dirigente, orientada hacia el modelo cultural, tiende por ello hacia el futuro; pero la misma clase superior, en tanto que dominante, esta orientada hacia el pasado en la medida en que crea y mantiene un orden y por lo tanto una herencia, y en Ja medida en que recoge, pese a rupturas frecuentes, la herencia y los privilegios de la antigua clase dominante, estableciendo con ella alianzas familiares y econdmicas 0 uniéndose a ella para man- tener Ja dominacién de la clase superior sobre el pueblo. La burguesia no ha eliminado siempre a la aristocracia. Estu- dios recientes han demostrado que a menudo la pretendida bur- guesia nacional se hallaba vinculada de muchas maneras a la an- tigua oligarquia territorial en los paises subdesarrollados. La Espafia contempordnea es un buen ejemplo de renovacién de las clases dominantes, asociada a una continuidad politica y so- cial tanto mejor mantenida cuanto que el riesgo de levantamien- tos populares parecia mayor. Las mismas observaciones se aplican a las clases populares. En tanto que contestatarias inventan un contramodelo de sociedad que aparece como un programa o una previsién de futuro; pero en tanto que son dominadas defienden una experiencia profesio- nal, social o cultural que se extiende a la de las clases populares mds antiguas. Se ha insistido con frecuencia, a propdsito de los periodos de progreso rapido de la industrializacién, sobre los ori- genes rurales de Ja clase obrera y sobre la continuidad en ciertos aspectos de las representaciones y de la accién de las clases popu- lares. Estas observaciones adquieren tanta mayor importancia cuanto ALAIN TOURAINE 19 se considera menos un conjunto sociolégico, ya se le Hame sistema de accién histérica o modo de produccién, y mas un conjunto his- térico concreto, una formacién social. En un pais como Francia, lo mismo a mediados del siglo xix que a mediados del siglo xx, los temas de los conflictos sociales y politicos estan tan fuertemente marcados por el peso de las sociedades anteriores como por el de la sociedad nueva. Cuando, en una sociedad determinada, la resistencia de un an- tiguo sistema de accion histérica y, por lo tanto, de las antiguas relaciones de clases es considerable, cargase el acento en los nue- vos conflictos de clases sobre la oposicién dominante-dominado. El lugar de los conflictos es, pues, mds proximo a las “superes- tructuras”. De ahi procede la importancia, en la Francia del siglo xix, del clericalismo y de la lucha anticlerical, que los hitoriado- res aciaran cuando nos revelan que la primera mitad del siglo xix fue probablemente el! momento de penetracién mas profunda de la Iglesia catélica en la sociedad francesa. De ahi procede también incluso hoy el mantenimiento del obre- rismo en los movimientos de oposicién social en Francia, respuesta directa al mantenimiento en Ja industria de formas de organiza- cién y de autoridad que procedan del antiguo capitalismo, mu- cho mds que de las formas nuevas de dominacién social, a las que llaman capitalismo monopolista de Estado, 0 tecnocracia, o cualquier otro nombre; pero que no descansan ya tanto sobre la explotacién directa de la mano de obra “productiva”. El tema de la modernizacién jamas esta tan presente como cuando el pasado es lo que mas pesa y las relaciones de clases toman forma en el nivel politico y cultural mas facilmente que en el nivel del pro- pio sistema de produccién. Inversamente, cuando el conflicto de clases opone sobre todo a dirigentes y contestatarios, cuando considera el futuro mds que el pasado, se define en términos mas funcionales: politicas econd- micas, modos de gestién se oponen, y recurren igualmente, aun- que en términos opuestos, al tema de la adaptacién a las exigen- cias de la sociedad nueva. El tema de la modernidad se manifiesta, porque es el objeto disputado en torno del cual se organizan las luchas sociales. En las sociedades modernas, al menos, el conflicto parece mas de tipo econdmico, mientras que en el caso opuesto se organizaba en torno de temas mas culturales. A estas dos situaciones extremas conviene afiadir otras dos que combinan el pasado y el futuro. Si la clase superior es sobre todo dirigente, y si la clase popu- lar actha sobre todo como dominada, los conflictos oponen fuerzas 20 LAS CLASES SOCIALES de cambio en defensa de intereses adquiridos. Tal es el caso de muchas sociedades occidentales de hoy, después de dos décadas de rapido crecimiento econémico y de profundos cambios sociales. Tal fue también el caso de esas sociedades a fines del siglo xrx. El sindicalismo desempefia entonces un papel mas importante que los partidos politicos en la expresién de los conflictos sociales. Estos son multiples y no se vinculan los unos a los otros mas que por la comun resistencia a un cambio dirigido del exterior. Inversamente, si la clase superior es sobre todo dominante y la clase popular apela sobre todo a un contramodelo de desarrollo, eson mds “politicos” que “sociales” la accién de esta clase y el conjunto de las relaciones de clases? En efecto, la clase superior defiende un orden global, se apoya sobre las barreras institucionales y de organizacién que ella mis- ma ha levantado, en tanto que el movimiento de oposicion apela a una accién de conjunto para una transformacién de la sociedad que la haga mas capaz de desarrollar las fuerzas de produccién. Esta primacia de la lucha politica es frecuente en Francia, lo mismo antes de la Revolucién que en el momento de la Liberacién. Estas observaciones estan reunidas en el cuadro siguiente: clase superior clase popular dirigente econémica progresista dominante dominada Modalidades del conflicto de clases Pero al analizar estas modalidades del conflicto no debe olvi- darse que no pueden ser definidas mas que dentro de un modelo general de conflicto. No hay que decir que éste es, segtin los casos, o cultural o politico, ya sea que se situe al nivel de la organiza- cién social o de las instituciones. Se sittia siempre al nivel del sistema de accidn histdérica, ya que Jas clases son los actores de la historicidad. Pero el conflicto se manifiesta mds 0 menos directa- mente al nivel de la historicidad. Si se oponen sobre todo una clase dominante y una clase dominada, a través de la lucha en tor- no de los fiadores del orden social es como se organiza. La distan- ALAIN TOURAINE 21 cia entre un conflicto de clases y una crisis de la organizacién so- cial y del poder es entonces menor. Por el contrario, cuando la modalidad del conflicto es econd- mica, dicha instancia es la mayor posible. Mas adelante se vera que tales diferencias se traducen directamente en el nivel de los movimientos sociales. LAS CLASES COMO ACTORES HISTORICOS Todas estas observaciones vuelven a Jlevarnos a nuestras prime- ras observaciones, La oposicién de las clases sociales es un elemento esencial de un anialisis de la historicidad; la clase es, pues, un concepto sociolégico y no una realidad sociografica. Nada permite que el conjunto de las conductas sociales y cultu- rales de los individuos no sea mds que el conjunto de los atributos de su situacién de clase. No sdlo tal afirmacién choca con lo que nos ensefia la observacién, sino que confunde sobremanera. La ob- servacién la desmiente, porque no pocos combates se sitvan en el nivel de las organizaciones y de las instituciones, y si se define la clase como un medio al que se pertenece, es claro que existen otros medios a los que también se pertenece, ya que un hombre puede actuar como miembro de una ciudad, de una familia, de una nacién, de un grupo de edad, de una raza, de una Iglesia, tan a menudo como de una clase. Los estudios sobre el comportamien- to electoral, por ejemplo, no permiten en modo alguno declarar que la clase social sea siempre el determinante principal de los votos. Y aun en el caso de que se consideren los movimientos co- lectivos en una sociedad, a menudo se pueden explicar en términos de movilidad social, ascendente o descendente, de no congruen- cia de los elementos del nivel social. Hemos heredado de los comienzos del siglo xix una representa- cién de las clases sociales, que se encuentra en los historiadores franceses, en particular en A. Thierry, Guizot, Michelet, a los cuales se puede agregar Tocqueville, y que consideran las clases como actores tinicos o centrales de la historia concebida al mismo tiempo como historia de las naciones. Su testimonio es importante, y dentro de un momento trataré de explicarlo. Pero si se quiere partir de este nivel de observacién, hay que reconocer que hoy el razonamiento espontaneo de los historiadores del presente es dis- tinto: las luchas internacionales o raciales, el conflicto de las élites 22 LAS CLASES SOCIALES dirigentes y de los individuos, la ruptura entre las generaciones ocupan tanto o mas la atencién que el conflicto de clases. Ciertamente, no deduzco de ello la conclusién de que la rea- lidad de las clases haya desaparecido, puesto que Ja considero esen- cial. Quiero unicamente que se deje, en el analisis sociolégico, de proclamar cierta “evidencia” del papel omnipresente y siempre decisivo de las situaciones y de los conflictos de clases, ya que esta evidencia no es otra cosa que la confusién del anilisis sociolégico con cierto momento del anilisis histérico que corresponde bastan- te exactamente al primer periodo de la industrializacién europea y que no debe poseer privilegio alguno particular a los ojos de lo sociolégico. No es histéricamente sino sociolégicamente como debe aceptarse lo que se presenta siempre como un instrumento de andlisis de las conductas sociales. La situacién de clase define al actor en el nivel de la historici- dad. El actor no acuiia siempre y naturalmente, en tanto que miem- bro de una clase. Las conductas de clase son aquellas que, atra- vesando los niveles de la organizacién social y de Jas instituciones, plantean los problemas de la historicidad. Las conductas de clase son los movimientos sociales; la formacién de un movimiento so- cial impone un andlisis en términos de clases. Volveré sobre esto con mas detenimiento al analizar los movimientos sociales; pero es preciso aclarar desde ahora esta proposicién general, En primer lugar, un movimiento social no puede reducirse a su forma orga- nizada, a su expresion politica. Un movimiento social es una dis- posicién a una accién colectiva orientada hacia el control o la transformacién del sistema de accién histérica. Domina la histo- ticidad. No compromete el lugar de un individuo o de una cate- goria en la organizacién social, ni aun su influencia en la elabo- racién de las decisiones que le afectan; ataca directamente el modelo de desarrollo de la sociedad y el poder. Vincular tan es- trechamente clases sociales y movimientos sociales no significa que no se pueda y que no se deba definir al mismo tiempo situaciones de clase. Pero esta situacién no puede identificarse con el conjun- to de Ja situacién social, incluso si vuelve a encontrarsela en todos Jos aspectos de la vida social. La situacién de clase no puede ser definida sino a partir del s.a.H. y, por lo tanto, a partir del tra- bajo. La clase dominante es aquella que tiene el control de la acumulacién y que se apropia la gestién del modelo cultural y de Jos demas elementos del sistema. La clase dominada es aquella que, en este sistema, participa en él, pero no controla ni dirige su ges- tién ni su apropiacién. Puédese en cada caso definir la situacién de clase de los miem- ALAIN TOURAINE 23 bros de la sociedad, incluso si algunos de ellos se encuentran en situaciones ambiguas. Es incluso importante que el anilisis socio- Iégico rompa las categorfas constituidas por la practica social y que enmascaran la situacién de clase; por ejemplo, en nuestra so- ciedad, las categorias de los jefes. El anilisis de Jas clases es a la vez el de situaciones y el de movi- mientos; no puede ser reducido a identificar actores concretos, glo- balmente interpretados, con un principio de explicacién. Una sociologia de las clases sociales s6lo puede formarse luchan- do en dos frentes, contra el nominalismo y contra el realismo. Acabo sobre todo de criticar una concepcion realista, que de todos modos choca con los desmentidos inmediatos de la experiencia. No insistiré aqui sobre la critica de la concepcién nominalista, que reduce las relaciones de clase a la estratificacién social, porque ya la he presentado en otro lugar * y porque pertenece evidentemente a un estudio del sistema social, es decir de 1a organizacién social y no de la historicidad; la nocion de estratificacién social tiene simplemente un objeto distinto del de las clases sociales y reducir la una a la otra es arbitrario, y no se logra con ello sino impe- dir la comprensién de un nivel o de otro de Jas conductas sociales. En cada nivel de la realidad social —historicidad, instituciones, organizaciones—, aparecen actores que son diferentes tanto por el caracter de sus relaciones mutuas como por su relacién con la si- tuacién. En el nivel de la organizacién social, es la situacién la que de- termina a los actores, y éstos deben ser descritos por su posicién relativa en un conjunto diferenciado y estratificado. Si hablo de clases medias, expresién corriente que significa estratos medios, me refiero a una sociedad concreta, que posee uno o varios sistemas de estratificacién, mas o menos relacionados, y evoco comporta- mientos que no pueden ser definidos mds que por comparacién con los de los estratos superiores o inferiores; el andlisis descansa, de hecho, sobre los efectos del lugar de orden. El actor puede o no tener conciencia de la situacién que ocupa; pero no pertenece mas que a una categoria abstracta incapaz de accién concreta. Si se forman movimientos colectivos a partir de categorias de este tipo, suscitandose al nivel de las orientaciones generales de la so- ciedad, ello no es sino remplazar las categorias de la accién histé- rica por categorias del sistema social; por ejemplo, rechazar ele- mentos extrafios al sistema, pidiendo la vueita a la estabilidad, condenando la desintegracién social. * En particular, en Sociologie de Vaction, Paris, Ed. du Seuil, 1965. 24 LAS CLASES SOCIALES Al nivel de las instituciones, los actores son fuerzas sociales de- finidas por su participacién en un sistema de decisién. La estra- tificacién se rompe, ya que los actores forman una configuracién a la vez mis compleja y al mismo tiempo limitada por la unién de la decisién final, que no puede conciliar todos los intereses y todas las demandas, y que aparece, por lo tanto, como una coac- cién. Las relaciones entre los actores son directas, como lo son unas discusiones, unas negociaciones, unas transacciones, Pero los actores estén ampliamente determinados por el marco de la pro- pia discusién, Por ejemplo, segtin el modo de representacién po- litica, los mismos individuos pueden estar representados por un grupo de presién en el interior de un partido de masas o de un partido unico 0, por el contrario, por una formacién politica auténoma, o también por un dirigente elegido a la escala de la naci6n. Igualmente, en las relaciones colectivas de trabajo, Ja uni- dad o pluralidad sindical, la existencia de sindicatos de oficio, de industria o “generales”, transforma el cardcter de los grupos re- presentados. En fin, en el nivel de la historicidad, las clases no se definen ni por su situacién relativa, ni por su participacién en un meca- nismo politico de decisién, sino por su relacién directa. Las clases se definen por su oposicién. La situacién, al mismo tiempo, no es ya un dato como el caso del sistema social, no es ya un campo de discusién, como en el caso de las instituciones; esta sometida por completo a revisién: los actores se definen como los que crean la situacién, pero también dentro de los limites de la historicidad, es decir las propias condiciones de su accién. La situacién esta, pues, definida a la vez como no social, es decir como no siendo un sis- tema de relaciones constituidas por la voluntad de los hombres, y como creada por la propia practica histérica. A ello se debe que las reflexiones sobre las clases sociales pasen constante y necesariamente del reconocimiento de una situacién “objetiva’, que determina las formas de organizacion social, al yo- luntarismo de Ja clase “para si’’ y de los movimientos sociales. La primera tarea de un estudio de las conductas sociales es, pues, en cada caso, definir el caracter de los actores y de la situacién tal como la viven ellos. Con esta condicién es como las nociones de clase social, de fuerza politica y de posicién social (status), pue- den Ilegar a ser operativas. No podemos contentarnos con afirmar que una conducta colectiva tiene en ultimo analisis una signifi- cacién de clase o puede ser analizada en términos de estratifica- cién y de movilidad social. Hay que definir los criterios de atribu- ALAIN TOURAINE 25 cién de las conductas en un nivel de analisis, Tal es el objeto de las presentes observaciones. Una conducta de clase pone en juego directa y simulténeamente las relaciones de dominacién y Jas formas del movimiento y del orden de la sociedad. Hay que precisar de manera analoga los criterios de distincién entre las conductas de historicidad que manifiesta tal o cual ele- mento del s.4.H. y las conductas de clase. Tal distincién es facil de reconocer, ya que las conductas de clase no separan las conductas de historicidad de las relaciones de dominacién. En otros términos, existen conductas de historici- dad que son, en grados diversos, indiferenciadas desde el punto de vista de las clases sociales. Si un elemento de la accién histérica est4 fuertemente institu- cionalizado, esta indiferenciacién es mds probable. Por ejemplo, puede ser dificil distinguir en las conductas religiosas de una so- ciedad agricola lo que es propio de los sefiores de la tierra 0, por el contrario, de los trabajadores dependientes. Pero esta indife- renciacién puede encontrarse en todos los casos. La transforma- cin de las necesidades y de las practicas culturales que se obser- va en la juventud actual no. tiene quizd el mismo sentido en diferentes clases sociales; pero la indiferenciacién es bastante gran- de para que sea el choque de la innovacidn y de las practicas cul- turales anteriores lo que domine la escena, eso que se Hama un conflicto de generaciones. Sobre todo, esta innovacién cultural estd escasamente ligada a reivindicaciones y a conflictos de clase. No se debe establecer aqui separacién tan marcada. No se trata de dos érdenes de fendmenos, sino mas bien de dos polos de las conductas histéricas. Por una parte, un mero conflicto social, por la otra un cambio social y cultural indiferenciado desde el punto de vista de las clases. Pero no existe accién de clase mas que cuan- do los aspectos estén asociados. Esto permite contestar a una pregunta que el lector se esta ha- ciendo desde el comienzo de este capitulo. Constantemente, asocio clases y conflicto. Esta unién, zes completa y es fun- damental? Es claro ahora que las clases no pueden ser definidas independientemente de su conflicto y que no se reducen sélo a su conflicto, ya que éste es parte de un campo de accién histérica, que no es un campo vacio en el que se enfrentan los adversarios, sino el propio s.A.H., es decir un modo de existencia histérica orien- tado y estructurado. Si se redujeran las relaciones de clase a un mero conflicto entre dos formas de sociedad y de cultura enteramente opuestas, nos 26 LAS CLASES SOCIALES encontrariamos obligados a conducir el andlisis no ya en términos de relaciones sociales, sino de relaciones intersociales, como si se tratara de una lucha entre dos estados, de los que se supiera que no pertenecian a un mismo conjunto social general, al menos en cuanto al objeto de su conflicto. Esto seria volver a una concep- cién enteramente antisociolégica, a la imagen de un enfrentamien- to meramente politico y casi territorial. Con esto se corre el peli- gro también y mas concretamente de hacer que el anilisis de la historicidad caiga al nivel de las instituciones y de los enfrenta- mientos en torno de una decisién, La imagen aparentemente radical de un juego sin ganador con- duce de hecho a una concepcién muy débil de las clases sociales, puesto que las reduce a no ser mds que compradores y vendedores de un mercado abstracto o partes asistentes a una mesa de nego- ciaciones, Inversamente, no hablaremos de las clases sociales cuando las relaciones entre dos grupos sociales pueden ser suficientemente des- critas en términos de diferencias o de competencia. No hablaremos de ellas tampoco si el conflicto no compromete a grupos vincu- lados por una relacién de dominacién econémica, cualesquiera que sean la fuente y los fundamentos de esa dominacién econémica. zCual es el lugar de la dominacién social? ;:Puede ser aprehen- dida en si misma y no s6lo por sus proyecciones en el plano ins- titucional, en particular por su formulacién juridica, ni en el pla- no de organizacién, en particular en las organizaciones econémicas que constituyen un dominio, como por ejemplo una fabrica? No puede caber duda de la respuesta. La dominacién social se mani- fiesta como poder en una organizacién; pero puede y debe ser aprehendida en primer lugar directamente, en el nivel del sistema econémico en su conjunto. Est4 vinculada a un modo de acumu- lacién y no sdlo a la gestién de unidades econémicas. En una sociedad capitalista, rebasa la empresa, determina el mercado de trabajo, y su expresién mas general cs el mecanismo de reproduc- cién del capital, del que Marx hizo el analisis mas profundo. En las sociedades posindustriales, muchos se han sentido ten- tados, como Dahrendorf, de situar los conflictos de clases dentro de las grandes organizaciones, a considerarlos conflictos de auto- ridad entre dirigentes y dirigidos. Esta concepcién no puede ser aceptada: los conflictos internos de la organizacién estan subordi- nados a los conflictos mas globales que oponen las organizaciones a aquello que éstas manipulan y dominan. Si se habla de la fun- cién de clase de la universidad, no puede ser para oponer profe- sores y estudiantes como clases sociales sino ante todo para oponer aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. ALAIN TOURAINE 35 orden social y expresién en fin de la sociedad moderna. Ahora bien, si la sociedad fuese realmente moderna, no necesitaria re- conocer el papel de los modernizadores ni aceptar la dominacién de una clase. Mads claramente atin, el papel dirigente y el papel dominante de Ja clase superior no se combinan con facilidad. En fin, entre el tema de la modernidad y el del orden existe una opo- sicién clara, que implica la continuidad y la herencia. Pero estos tres temas no constituyen por si solos un discurso. El unico discurso real es el de la relacion de las clases, no el de cada clase, El papel dirigente no se combina con la utopia modernizadora sino porque la clase dirigente afirma que existen fuerzas de iner- cia oscurantistas, representadas por las clases populares, sumidas en sus prejuicios y su rutina; el movimiento y el orden no se com- binan para esa misma clase dirigente sino por la necesidad de asegurar un papel dominante a quienes son los mds dignos y que asumen las mayores responsabilidades, Permitiendo asi que el pro- greso continue. Cada una de estas respuestas polémicas a fas posiciones de la clase adversa tiende a integrar la posicién del actor hasta llegar a un sistema cada vez mas diverso de declaraciones que acaban por constituir una doctrina. La doctrina no tiene otra unidad que la de ser el conjunto de las mediaciones que permiten sobrepa- sar las tensiones entre los componentes de la ideologia y de la utopia. A. su vez, esta doctrina se mezcla con las intenciones estratégi- cas y con la defensa de los intereses de organizacién, y forma un conjunto a la vez fuertemente integrado y siempre cambiante que constituye en un momento dado lo que se Ilama corrientemente una ideologia y que aqui podriamos llamar un programa o mas simplemente unas intenciones. Estas, en apariencia, se presentan como el discurso propio del actor, totalmente independiente de las relaciones sociales en que esta comprometido. Pero esta unidad no es mas que aparente, no es sino un acontecimiento, y el papel del andlisis es descomponer la vivencia y encontrar tras de la sub- jetividad los ordenamientos de las relaciones sociales. El andlisis general que acaba de presentarse permite sobrepasar un falso debate: el que opone un anilisis realizado en términos de conductas a otro que quiere partir de las estructuras sociales. El segundo tiene la ventaja decisiva, en su iniciacién, de salir de la subjetividad de los actores. No existe andlisis sociolégico que pueda hacer del sujeto observado a la vez el juez y la parte, que pueda reducir el sentido de una conducta a la conciencia del 36 LAS CLASES SOCIALES actor. Pero siempre ha sido propio de la sociologia definir este sentido por la naturaleza de Ja relacién social en la que el actor esta encuadrado. Se puede y se debe reprochar a la sociologia haber privilegiado con demasiada frecuencia ciertos tipos de relaciones, como la par- ticipacién en un sistema de papeles, la posicién sobre una escala de estratificacion, Ja intervenci6n en una partida de jugadores. Pero la relacién con el papel central del concepto de clases so les no puede tener otro sentido que la reintroduccién en el ana- lisis de un tipo particular de relaciones sociales, las relaciones de clases. Su importancia procede de que no se sittan dentro de la organi- zacion social ni tampoco del juego institucional, sino que descan- san sobre la historicidad de la sociedad, sobre la accién que la so- ciedad ejerce sobre si misma por un sistema de accién historica y a través de las relaciones de dominacién. Cierto es que esta dominacién puede en el limite ser completa, romper la dialéctica de las clases, oponer a aquellos que adminis- tran la sociedad contra aquellos que estan excluidos de ella o que no intervienen mas que por la explotacion de que son victimas. Hay que decir entonces que la sociedad no es mas que violencia, coaccion e ideologia y que las clases dominadas no tienen otra ac- cién posible que la de manifestar las contradicciones naturales y el deterioro del sistema dominante. Esta situacién es real, y en este caso no existe otro conflicto de clases mas que aquel que opone una antigua clase dominante a una nueva; las unicas sacu- didas que estremecen la historia son las que marcan el paso de un orden establecido a otro. Pero si nos atenemos a esto, descuidamos lo esencial, a saber que dentro de toda sociedad se manifiestan conflictos de clases. No son los campesinos los que arrancaron el poder de manos de la aristocracia o el popolo minuto de las del patriciado urbano, y no obstante sus luchas fueron reales, activas, dramaticas. El conflicto de las clases no debe ser examinado en pri- mer lugar como un signo de un elemento de la evolucién social, sino como la expresién del conflicto interno de una sociedad, pro- pio de un anilisis sincrénico y no diacrénico, ya que la desapari- cién de una sociedad Meva aparejada también Ia sustitucién de ciertos conflictos de clase por otros. En una sociedad no existen los conflictos de clases sino porque los adversarios participan en el mismo sistema de accién histérica, que define su combate, que es su objeto disputado y que permite el conflicto. No existe situacién de clase o de sistema de clase que pueda ser ALAIN TOURAINE 37 definido mas que en términos de relaciones sociales, es decir de conductas orientadas, conductas diferentes por naturaleza de las conductas institucionales o de organizacién; pero conductas socia- les, ya que participam de la historicidad de la sociedad, de la ac- cidn creadora ejercida por la sociedad sobre si misma, a partir de su trabajo. TIPOS DE SISTEMAS DE €LASES La sociedad industrial Consideraré sobre todo el paso de la sociedad industrial a la so- ciedad posindustrial. Esta comparacién no tiene intrinsecamente mas importancia que cualquiera otra; pero debe ser privilegiada, porque la reflexién de los socidlogos esta mucho mas directamen- te influida por la experiencia de las sociedades en que la sociolo- gia se ha desarrollado. Asi como no traté de ofrecer un analisis historico de los tipos de s.A.H., sino de reconocer la naturaleza de éste en una vision de pers- pectiva en relacién con una u otra de sus configuraciones particu- lares, trataré ahora de deducir y aislar el concepto sociolégico de clase social de una experiencia y de una conciencia sociales par- ticulares, Recuérdese ante todo que no se trata aqui de la vida social en todos sus niveles. Indudablemente, las relaciones de clases deben intervenir de manera decisiva en el estudio de las instituciones y de las organizaciones, y no tendrian ninguna importancia si no se manifestaran de esta manera. Idénticamente, los elementos del s.A.H. no son observables mas que a través de las expresiones ins- titucionales y de organizacién. No se puede, sin embargo, derivar como consecuencia la existencia de una clase o de un sistema de clases solo a partir de la existencia de fuerzas politicas organiza- das. Porque tales fuerzas pueden ser como la luz que procede de las estrellas lejanas y ya extinguidas, en tanto que la luz de otras estrellas nuevas no nos ha Ilegado aun. Una organizacién y una ideologia de clases no bastan para es- tablecer la existencia de una clase. Definir la clase como un actor histérico se aparta tanto de un andlisis en términos de pura situa- cién objetiva como de un reconocimiento de las ideologias y de la accién consciente y organizada. Mas precisamente se puede imaginar que una categoria social 38 LAS CLASES SOCIALES arrastrada en un proceso de cambio rapido —por ejemplo en el paso de un género de vida agricola rural a un género de vida ur- bano industrial— atraviesa una fase de radicalizacién y, a la vez que se comporta como un estrato que sigue un movimiento de ascensién o de caida colectiva, traduce en términos de clases y de conflicto radical su situacién de paso; o también esta radica- lizacién puede estar vinculada a una situacién particular del mer- cado del trabajo y aparecer alli donde una empresa tiene el mo- nopolio o el semimonopolio de la contratacién de wabajadores 0 también en regiones “fronterizas” donde la influencia de la em- presa sobre la vida de los trabajadores es en especial fuerte y don- de unos salarios generalmente elevados van acompajfiados de re- laciones de trabajo extremadamente autoritarias o de condiciones de trabajo peligrosas. Evoco rapidamente estas imdgenes; otras podrian ser examina- das y han sido objeto de muchos trabajos socioldgicos. Una con- ciencia “radical” puede ser explicada sin hacer intervenir Ja nocion de clase social, Quienes identifican clases sociales y movimientos revolucionarios hacen inutil o arbitrario un anialisis en términos de clases, ya que se colocan ellos mismos en el nivel del sistema institucional y de las organizaciones. Es entonces facil responderles que esta con- ciencia de clase que reivindican para si no es mds que el reflejo del bloqueo institucional y de cierto tipo de autoridad, de suerte que el progreso de la accién sindical y de las negociaciones, la evolucién misma de las formas de la organizacién de las empresas lleva aparejada una desaparicién o una fuerte atenuacién de esta conciencia, La violencia y la ruptura del sistema institucional pueden estar vinculadas a cierto estado de las relaciones de clases. No se puede ciertamente definir estas relaciones situandose a un nivel de la realidad social distinto de aquel en que se inscriben. La violencia y el derrocamiento de las instituciones son a menudo el resultado de crisis que no son fundamentalmente luchas de clases. Los fran- ceses se acuerdan todavia de mayo de 1958, del desplome de las instituciones politicas francesas desbordadas por la situacién crea- da en Argelia. Seria arbitrario reducir esta crisis a un conflicto de clases, cuando en ningun momento fue un conflicto social que mo- vilizara clases opuestas en la sociedad francesa. Los niveles del andlisis sociolégico se dominan unos a otros, pero tienen también cada cual su autonomia. Es decir que una definicién de las relaciones y de la accién de clases, que se sitte al nivel del sistema politico o del funcionamiento de organizacién, ALAIN TOURAINE 39 incluso si se presenta —y porque se presenta— como mas “‘concre- ta” y mas “evidente”, anula de hecho todas las posibilidades de hacer necesario un andlisis en términos de relaciones de clases y conduce directamente a un andlisis puramente funcionalista 0 pro- piamente politico. La fuerza y la durabilidad de cierta imagen de las relaciones de clase, heredada de una situacién muy particular limitada en el tiempo y en el espacio, procede precisamente de esta confusién entre los diversos niveles del anilisis. Recordaré brevemente que en otro lugar * he hablado de esto. La industrializacién capitalista se ha definido historicamente por la concordancia de tres situa- ciones. En el nivel institucional, el hecho principal es la ausencia pro- longada de control social de las actividades econdémicas dejadas en manos de la burguesia industrial y financiera. La organizacién sin- dical ha estado durante mucho tiempo vedada y reprimida; el sis- tema politico ha excluido durante mucho tiempo a Ja mayoria de los obreros y ha actuado como un instrumento de defensa de los intereses privados. Se recordard el juicio de Tocqueville so- bre los gobiernos dirigidos u orientados por Guizot, juicio que tiene el interés de proceder de un hombre profundamente apegado a la sociedad burguesa. Esta situacién sélo cambié lentamente con el desarrollo de la propia industria, con el crecimiento numérico, la concentracién y la organizacién de la clase obrera, el recono- cimiento de los sindicatos, la formacion de partidos socialistas y la transformacién del papel del Estado. En el nivel de la organizacién social, se trata de la descomposi- cién de la sociedad rural, las formas nuevas de la divisién del tra- bajo, la explosion de las ciudades y todos los aspectos que se pue- den reunir bajo el término de proletarizacién. En fin, en el nivel de Ja historicidad es el propio mecanismo de desarrollo econdmico, que reposa sobre la acumulacién del capi- tal, formado a partir de una explotacién directa de la mano de obra concentrada en las manufacturas y sometida a nuevas formas de organizacién del trabajo. El conflicto directo del capital y del trabajo, elemento central de este tipo de industrializacién, no puede ser identificado con las formas histéricas particulares del sistema institucional y de orga- nizacién. En los Estados Unidos, donde estas formas han sido muy dis- tintas —donde el movimiento obrero jamas estuvo dominado por * La société post-industrielle, Paris, Médiations, 1969. 40 LAS CLASES SOCIALES una conciencia de ruptura social y de proletarizacién, aun habien- do sido a menudo muy violentos los conflictos del trabajo—, es necesario mantener un andlisis de la ilustracién en términos de propiedad capitalista y de conflicto de clases, lo cual subraya la necesidad de no confundir un modo de anialisis sociolégico con el reconocimiento de una situacién histérica, global y particular a la vez, como la de Europa del siglo xtx. Un conflicto de clases puede tener un desenlace revolucionario. Este no esta inscrito en la naturaleza de las relaciones de clase; depende del estado de las instituciones y de las formas de organi- zacion. La situacién europea dio nacimiento a la vez al anilisis marxista y a un movimiento revolucionario alimentado de este ana- lisis y cuya fuerza procede del caracter global y extremo del poder capitalista. El pensamiento marxista es la combinacién de un anilisis eco- ndémico, de una observacién historica y de una concepcién ideo- légica. Consideremos, en efecto, la proporcién central del pensa- miento marxista. Lo que se Hama el mercado del trabajo oculta y enmascara de hecho una relacién de explotacion, El capitalista paga un trabajo, es decir, el precio de las subsistencias necesarias para la reproduc- cién de la capacidad de trabajo. Por otra parte, el capitalista ad- quiere por esta operacién no una mercancia andloga a otras, sino la fuerza de trabajo, es decir la capacidad de crear el valor, ya que el valor esta definido por el trabajo. A. Smith, L. Althusser y sus colaboradores, en particular Ranciére, han analizado con mu- cha exactitud esta concepcién del mecanismo de la formacién de _ la plusvalia y han recordado que, para Marx, lo que los econo- mistas liberales consideran como un mecanismo de cambio, en el cual el trabajo es una mercancia cambiada contra otras mercan- cias, estA de hecho determinado por las relaciones de produccién que no son un elemento del sistema de cambios sino lo que go- bierna, ya que la idea del sistema econdmico no es mas que la subjetividad del capitalista que enmascara la explotacidn. Dos proposiciones intervienen en este razonamiento, La primera es que el trabajo productivo se considera como crea- dor de valores, afirmacién que no se debe confundir con la idea de que trabajo es la medida del valor. Se establece, en efecto, que la capacidad de creacién del valor puede ser captada o afirmada independientemente de su modo de operacién. Los economistas modernos, que conceden una importancia central al concepto de productividad, afirman igualmente que el valor est4 definido por el trabajo; pero lo definen globalmente, por la forma de opera- ALAIN TOURAINE 41 cién de la actividad humana, por la pareja hombre-mdquina u hombre-equipo y organizacion. Por el contrario, el pensamicnto marxista separa el capital variable y el capital constante, el tra- bajo y el equipo, y por consiguiente se reficre a la creatividad propia del trabajo, Esta separacién repite la mds general, estable- cida entre el valor de uso y el valor de cambio, ya que, como dice justamente Ranciére, la capacidad creadora del trabajo depende de su valor de uso y no de su valor de cambio. No se puede decir que nos encontreinos aqui frente a un ana- lisis propiamente econdmico. Si bien es posible calcular la tasa de provecho, no se ve cémo puede establecerse la tasa de plusvalia, ya que tal operacién supone la separacién del trabajo y de los instrumentos de trabajo, que es siempre arbitraria. EI andlisis de la dominacién economica se transforma, pues, en una filosofia del sujeto. El hecho de que de los Manuscritos de 1844 al libro 1 de El capital el modo de analisis haya cambiado pro- fundamente, y que todo esfuerzo de Marx haya tendido conscien- temente a remplazar el tema feuerbachiano de la alienacién por el andlisis del mecanismo socioeconémico de la explotacién, no im- pide deducir la continuidad de un pensamiento que se mantiene dominado por la oposicién del sujeto y de Ja negacién del sujeto, del trabajo productivo y de la mercancia. En segundo lugar, el valor de cambio del trabajo esta definido por un nivel de subsistencia. Tal afirmacién supone que la ca- pacidad de presién y de negociacion de los trabajadores organiza- dos para la elevacion de sus salarios reales es mula. Esto corres- ponde, en efecto, a la situacién dominante en el momento en que Marx escribe los Manuscritos y lanza sus formulas célebres sobre la contradiccién entre el enriquecimiento de la sociedad y la de- pauperizacién de Jos trabajadores. Pero lo que no era cierto para Inglaterra en e] momento en que Marx publicé el primer volumen de El capital lo era mucho menos atin en el momento en que Engels publicaba los dos voluimenes siguientes. La evolucién del capitalismo ha estado, por el contrario, domi- nada por la elevacién de salarios reales, que provocaban una res- puesta de los industriales bajo la forma del progreso tecnolégico y de la entrada en la produccién en masa. En tanto que de un lado la forma de trabajo esté planteada como un principio filoséfico, el precio del trabajo esta concebi- do como determinado de hecho por una situacién institucional, y no propiamente econémica, que lo mantiene al nivel mds bajo posible en una situacién econdmica y cultural determinada. El caracter particular de la industrializacién capitalista en sus aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 44 LAS CLASES SOCIALES sociales en la evolucién histérica. Inmediatamente después de la Revolucién francesa Ia conciencia de las luchas entre la aristocra- cia y la burguesia era muy clara. Pero las clases se concebian como actores, definidos por sus intenciones, sus valores, sus intere- ses. Marx, a consecuencia de los progresos del andlisis econdmico, descarta esta concepcién de las clases y coloca en el centro del and- lisis las relaciones de produccién, el mecanismo social de la explo- tacién, lo cual es una ruptura con ¢l método de los historiadores de la burguesia. Esta orientacién nueva puede ser expresada directamente en los términos del s.a.u. de la sociedad industrial, cuya construccién ge- neral recuerdo aqui. organizacién consumo oO c prodzccién reparticién P R El modo de produccién corresponde a las formas de moviliza- cién y no al modelo cultural en este s.4.. La fabrica no es un sis- tema de comunicacién, sino el lugar del trabajo productivo, es decir donde los trabajadores crean la riqueza y donde son explota- dos por el empresario capitalista que domina su trabajo y sus condiciones de empleo. El modelo cultural reposa sobre la or- ganizacion del trabajo, no sobre la produccién, Es econdmico, no cientifico o tecnoldgico. Las relaciones de clase estén, pues, ante todo, vinculadas a interpretaciones opuestas de la creatividad que se manifiesta en la organizacidn econdémica. Para la clase indus- trial, son el espiritu de empresa, 1a competencia y el mercado los creadores. La clase obrera opone a este conjunto el de la asocia- cién, que adopta la forma de las cooperativas de produccién o la de una direccién centralizada de la economia. En uno y otro caso, la creatividad no se concibe como la ac- cién creadora del conocimiento, sino como vinculada a un modo de organizacién econdémica. De ahi que cada una de las clases ape- le a un fundamento de la creatividad que esta fuera de la activ dad practica, de la produccién misma, y que introduce cierto prin- cipio filoséfico “abstracto” de creatividad, que no se confunde jamas con la actividad del trabajo creador. Las categorias de la organizacién econémica estan aisladas de la practica del trabajo creador, como lo estan, en los tipos anteriores, las categorias poli- ticas o religiosas. Modelo cultural Jerarquizacién Movilizacién Necesidades ALAIN TOURAINE 45 En este sentido, la concepcién “econdmica” de las clases, ya pro- ceda de la economia liberal 0, por el contrario, del pensamiento marxista, corresponde al s.a.4. de la sociedad industrial y en par- ticular a las condiciones de desarrollo capitalista de la industria- lizacién europea. Un anilisis mds completo deberia seguir Ja for- macién de los actores de clase en su relacién con los otros elementos del s.A.H. La jerarquizacién de la sociedad industrial reposa sobre Ia rique- za; pero no se trata solamente de una escala de estratificacion econémica. Los estratos superiores son aquellos en los que la for- tuna es el instrumento de realizacién del modelo cultural y del tipo de acumulacién al que dicho modelo esta vinculado, Es en- tonces la posesién del capital mas que el dinero lo que define la clase superior, que asegura el paso del principio de jerarquizacion a la existencia de clases. Y es por oposicién a este papel del capital que el trabajo se concibe como una riqueza, como la creacién de la riqueza. Las necesidades no estan definidas en esta sociedad en térmi- nos de goce. La imagen del goce esté presente, pero vinculada a la de una sociedad futura. En la sociedad actual, industrial, las necesidades se interpretan en términos de reparticion, es decir ante todo de movilidad social. Pero la aparicién de las clases superpone a esta representacién general la oposicién de una visién obrera: a cada cual segiin su trabajo, y de una visién capitalista fundada sobre el ahorro que permite la inversion y el acceso a la funcién capitalista. La misma conclusién resulta del examen de cada uno de los elementos. En todos los casos la oposicién de las clases transforma un modo de actividad social 0 cultural en “valores” opuestos. Pero esta oposicidn no puede jamas ser comprendida sino como signi- ficacién de clase atribuida a elementos que no pueden ser iden- tificados a una clase u otra. Esta remite al tema central de la ambigiiedad de los juicios de valor sobre los elementos del s.A.H. Una visién obrera del s.a.H. dominada por la clase dirigente puede ser por completo negativa y pesimista, en tanto que un conjunto de imagenes positivas liga- das a la realizacién de las demandas obreras le son opuestas. La misma dualidad vuelve a encontrarse del lado de la clase dirigente. La oposicién de las clases no aporta un simple complemento al anilisis del s.a.H., como si los elementos formaran un tronco comin de las orientaciones a partir del cual las clases en presencia intro- dujerdn variaciones en funcién de sus intereses. Los elementos dels... no son valores, elecciones culturales y 46 LAS CLASES SOCIALES sociales, sino un campo de historicidad; en tanto que las clases las toman por su cuenta, transformandolas en valores, en principios de accién, en imagenes de la buena y de la mala sociedad, del progreso y de sus obstaculos. A ello se debe que la accién de clase no pueda jamas ser di- rectamente definida por los elementos de la accién historica, sino que imponga el recurso a los contraclementos. La sociedad posindustrial La originalidad de esta sociedad estriba en que su modelo cultu- ral esta directamente vinculado al trabajo creador y en que la acumulacién, que en ella desempefia el papel principal, es la de la propia creatividad, es decir de la capacidad de conocimiento cientifico. A diferencia de las demas sociedades preindustriales, cuyo modelo cultural esta vinculado a elementos del sistema eco- némico —reparticién y consumo—, situados sobre la vertiente del orden y sobre la del movimiento; pero opone no menos claramen- te la sociedad posindustrial a la sociedad industrial. En ésta, el orden econémico se hallaba separado aun de la actividad social y parecia tener sus leyes propias, lo cual implicaba también recurrir a un sujeto que no podia ser definido en términos puramente so- ciales, sino “naturales”, ya adoptara este sujeto la forma del espi- ritu de empresa o de la fuerza de trabajo creadora de valores. En la sociedad posindustrial, arrastrada por el progreso cienti- fico, la desaparicién de los garantes metasociales del modelo cul- tural, gno debe conducir a un abandono de nuestro propio punto de partida? La imagen de una sociedad en division consigo misma, imponiéndose a si misma un movimiento y un orden no “natura- les’, zno manifiesta la debilidad relativa del trabajo creador? :No est4 vinculada la oposicién de las clases a la escasez y a la exigiii- dad de la inversién? Si se parte del trabajo como constitucién de un campo de ex- periencia, como modelo de conocimiento, parece que la sociedad posindustrial puede ser definida ella misma como un orden natural; mas aun, el progreso del conocimiento debe continuamen- te extender esta naturalizacién de la sociedad y desembocar en una sociedad concebida como su propia operacién. E] naturalismo, pre- sente ya en el siglo x1x y mas todavia en nuestro siglo, concibe la sociedad como un organismo, como un sistema, mds coordinado que integrado, 0 como un juego de actores multiples. La raciona- lidad de la accién no esta limitada més que por la separacién de los actores. La rivalidad y la cooperacién vienen a anadirse al prag- ALAIN TOURAINE 47 matismo de cada actor. En el limite, todas las nociones que anali- zan las orientaciones de la accién social tienden a desaparecer. La sociedad no es mds que un sistema de operaciones. Lo que he Hamado modelo cultural puede no aparecer sino como un atributo de Ja prehistoria de la humanidad. ;De dénde viene, en efecto, la existencia de ese modelo cultural? De la disociacién entre las orientaciones culturales y la produccién, de la impoten- cia del trabajo. Por lo tanto, en una sociedad definida por el des- arrollo el modelo cultural y la produccién coinciden; el modelo cultural se hace racional, por lo tanto natural, y con ello, la dico- tomia de las clases, que traduce Ja disociacién del modelo cultural y de Ja producci6n, desaparece también, La evolucién de los siste- mas de accién histérica, tal como yo la describo, nos conduce de nuevo a este naturalismo, a esta coincidencia de la sociedad con su propia actividad de conocimiento y de trabajo. La critica del funcionalismo, segtin este espiritu, deberia ser Hevada hasta su punto extremo, hasta el naturalismo, por un movimiento que era ya el del positivismo en la primera mitad del siglo x1x; pero esta critica es muy diferente de la que yo presento aqui. eCuales son, pues, las razones por las que mantengo mi actitud general y me niego a esta naturalizacibn de la sociedad que pro- ponen varias de las tendencias mas rigurosas del pensamiento so- cial? EI] progreso del conocimiento no reduce el modelo cultural a la practica de sus operaciones. Va acompafiado de una interpreta- cién de la creatividad de la ciencia y del conocimiento, por lo tanto de una valorizacién de la creatividad. La sociedad, arrastra- da en la transformacién rapida de sus condiciones de existencia, no ve en modo alguno coincidir produccién y consumo, dentro de un sistema unificado de funcionamiento, Jamas sociedad alguna ha consumido una parte mas escasa de su producto que la nuestra. Por consiguiente, esta, mas que ninguna otra, dividida entre los gestores de los aparatos de conocimiento y de transformacién eco- némica y aquellos que van arrastrados en el cambio y tratan de recobrar el control. El desarrollo de la ciencia supone la acumulacién y, por consi- guiente, la formacién de nuevos conflictos de clases. Esta capacidad de transformar las condiciones de la actividad y de la existencia sociales no mantiene ya la autonomia de las for- mas que pueden Iamarse tradicionales de la vida social, entendien- do por esto que no eran el resultado de una decisién voluntaria o de un programa consciente. Es el desencanto de que habla Weber. Las leyes que organizan los gestos, los parentescos o los mitos estén 48 LAS CLASES SOCIALES alteradas, del mismo modo que los equilibrios ecoldgicos estin des- truidos por la industrializacién y la urbanizacion. Pero las actividades no programadas no desaparecen por ello, como si estuvieran absorbidas en el universo unificado de ia ra- cionalizacién. La fatiga, la saturacion de la capacidad de responder a seiiales cada vez mas numerosas, diversas e imperativas, manifiestan ya fisiologica y psicolégicamente los limites de la adaptabilidad, Mas atin, cl progreso de la racionalizacion va acompaiiado de un esta- lido contrario de la expresividad. Las estructuras de lo imagina- rio, la investigacién de la identidad personal, de las relaciones pri- marias y de las estructuras de grupo, la defensa de las colectividades y el encasillamiento invaden Ja vida social y cultural. E] campo de la experiencia no esta unificado. El conflicto de las clases deja- ria de ser concebible si el propio sistema de accidn histérica cam- biara de naturaleza, cesara de ser definido por sus oposiciones, no fuera mds que un sistema de planificacion, Ha pasado el tiempo en que una dominacién social absoluta y concentrada estuviera asociada a una amplia autonomia de fun- cionamiento de los sistemas de cambios elementales y locales, en los que las redes del poder eran a la vez amplias y rigidas. La ac- cién de la sociedad sobre si misma, del hombre sobre e] hombre, se vuelve mds difusa y mas diversificada, las érdenes menos coacti- vas y mds numerosas, la manipulacién mis eficaz, mas capaz de penetrar a través de Ja organizacién econdmica y social, hasta el individuo y hasta su sustrato bioldgico. Si se admite que una sociedad de clases es ante todo una socie- dad cuyo funcionamiento reposa —segtin Ja expresién de C. Lévi- Strauss— sobre una diferencia de potencial, la sociedad actual es efectivamente una sociedad de clases. No es una sociedad ciberné- tica, sino una sociedad cuyos sistema programados son uno de los polos, en tanto que el otro, que no esta ya formado por las estruc- turas elementales de los campos sociales, se halla ocupado por las estructuras de la expresién y por una defensa de la identidad per- sonal y colectiva, que no es resistencia a la civilizacion, sino opo- sicion a los centros de dominaci6n que ordenan Ja acumulacién colectiva en su proyecho. La sociedad posindustrial, como todo sistema de accién histé- rica, reposa sobre un “estado de naturaleza”, un modo cultural de organizacion de la experiencia humana. Los sabios —entre ellos los que se pueden Hamar los especialistas de las ciencias naturales del hombre— constituyen “sistemas”, cuyas teorias de la informa- ALAIN TOURAINE 49 cién, de las comunicaciones y quizd incluso la teoria general de los sistemas son elementos esenciales, Pero la reduccidén del sistema de accién histérica y de sus oposi- ciones internas a una imagen naturalizada de la sociedad no esta inscrita en la obra de los sabios. Es la utopia de una nueva clase dirigente, preocupada por ocultar las oposiciones, las contradiccio- nes y los conflictos, y deseosa de identificar la sociedad con su pro- pia practica social y sus intereses con su dominacién. Esta clase dirigente no se apoya ya sobre fiadores metasociales del orden social, sino sobre la afirmacién directa de su capaci- dad de manipulacién. Provoca, pues, por primera vez una resis- tencia global, cultural y no solamente econdémica o politica, que no es la defensa de grupos o de intereses sociales particulares, sino Ja reivindicacién de lo existente contra la dominacién tecnocratica. Sin embargo, si bien hay que mantener la existencia en la so- ciedad industrial de formas de acumulacién, de un modelo cultu- ral y de conflictos de clases, éstos adoptan necesariamente formas tan distintas de los conflictos propios de la sociedad industrial como éstos lo eran de los conflictos propios de las sociedades pre- industriales, En la sociedad industrial tal como fue analizada sobre todo por Marx, las relaciones de clases aparecen ya mas centrales en el ana- lisis que las formas de existencia y los atributos simbdlicos de cada clase. La burguesia habia revolucionado la sociedad, destrui- do los érdenes y las formas sociales mas visibles de la adscripcién, para asegurar su propia dominacién, fundada sobre la explotacién capitalista y la transformacién de los modos de organizacién del trabajo. Mientras tanto, el papel central del capital aseguraba el mantenimiento de un elemento esencial de adscripcién: Ja pro- piedad y la gerencia. E] rasgo mas visible de las sociedades econd- micamente mds avanzadas y el sefialado con mayor frecuencia —sobre todo desde el libro clasico de Berle y Means,’ y hasta K. Galbraith—, es la separacién entre propiedad y la direccién de las empresas en los paises capitalistas; esta separacién es mucho mas completa en los paises que han eliminado el capitalismo y en los que la propiedad de los medios de produccién es colectiva, ya sea cooperativa o estatal. Es, pues, vano definir la clase dominante por la trasmisién hereditaria de ventajas de funciones o de pri- vilegios. Definir una clase dominante no puede consistir ya en identifi- car un grupo real de individuos 0 de familias, transformando un 5 A. Berle y G. Means, The moder corporation and private property, Nueva York, 1932. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. ALAIN TOURAINE 51 En primer lugar, el papel de direccién se ejerce sobre conjun- tos cada vez mds fuertemente integrados. Incluso si no se considera como exacta la imagen dada por H. Whyte Jr. en Organization man, el titulo de este: libro ha hecho fortuna con justicia. El que “pertenece” a una gran organizacién se halla en ella mas com- pleta y mds profundamente integrado de lo que estaba el obrero o el campesino en sociedades anteriores. Si bien la clase dominan- te no es ya un grupo definido por una organizacién y simbolos, las grandes organizaciones, ya sean empresas, administraciones, hos- pitales o universidades, constituyen medios de integracién social mucho mds poderosos, mucho mds densos que una antigua fabrica o un dominio rural. En segundo lugar, la extension de la domina- cién social es cada vez mas considerable, Ninguna sociedad indus- trial avanzada, en camino de convertirse en posindustrial, limita sus medios de dominacién al solo mundo de la produccién. Las fronteras entre la produccién, la informacién y el consumo se han borrado en gran parte. Ya se ejerza la dominacién por medio del aparato del partido y del Estado o por el de las empresas comerciales, la propaganda es un elemento esencial. Cuanto mas se eleva el nivel de consu- mo, es decir cuanto menos dominado se halla éste por modos de subsistencia tradicionales, mas intervienen los centros de domina- cién para orientar el consumo segtin sus intereses. En las socieda- des socialistas, el Estado y el partido intervienen no menos direc- tamente, imponiendo formas de participacién en la vida colectiva, organizando el tiempo libre, reteniendo una parte de los recursos de las familias, manipulando los precios, etc. La importancia de estos hechos, de la integracién social y de la manipulacion cultural dirigidas por “centros” en nuestro tipo de sociedades no sera discutida. Pero, se dird, zes suficiente para ha- blar de clases? Hablemos tinicamente de dirigentes y de masa, ¢donde esta el conflicto de intereses entre clases opuestas? Y sobre todo, ¢cdmo se puede hablar de accién de clase y considerar las clases como actores histéricos en tal situacion? Esta vez, también, partamos de la clase dirigente. No esti compuesta de sabios, de ingenieros o de directores y de técnicos. Esta formada por los que administran el mode!o de des- arrollo, dirigiendo su instrumento de realizacién: las grandes or- ganizaciones. Constituyen una clase dirigente y no tan sdlo una élite técnica o administrativa, en la medida en que identifican el poder de la organizacién con la capacidad de desarrollo de la so- ciedad y en que esta busqueda del poder llega a ser un objetivo 52 LAS CLASE: SOCIALES relativamente auténomo y que entra parcialmente en conflicto con el del desarrollo. La consolidacién del aparato de Estado se pone con frecuencia al servicio del progreso del conocimiento y del desarrollo econd- mico; pero la fuerza del Estado es también inefectiva para el pro- greso cientifico y econémico. La misma observacién vale para la gran empresa. Esta ambivalencia se experimenta a todos los nive- les, El obrero o el empleado comprueba la eficacia y la necesidad de la organizacién; la experimenta también como alienante. El sabio o el investigador saben que sin el hospital, el laboratorio, la empresa, su trabajo es imposible; sufre también por chocar con objetivos que no son los suyos. Compruebo que el desarrollo de las universidades no es sinonimo de progreso de la educacion y que la creacién de los hospitales de investigacién no Heva consigo directa y completamente el mejoramiento de la salud publica. El ciudadano, en fin, admira las conquistas de la fisica nuclear y de la exploracién espacial, pero esta aterrado por las competen- cias, las rivalidades, la politica de poder y el riesgo de exterminio de la humanidad. El provecho de la clase capitalista era un medio de desarrollo econdmico, pero entraba también en contradiccion con él. De la misma manera, la pujanza de las organizaciones es a la vez instru- mento del progreso y su principal obstaculo. Los cientificos son los que tienen de esto una experiencia mas directa, ya que en dominios cada vez mas numerosos la informacién tropieza con el secreto. Esta definicién de la nueva clase dirigente choca por Jo general con tres objeciones principales. La primera aduce que esta busqueda del poder, y la rigidez in- efectiva que Heva consigo en cuanto a la produccién, no es un aspecto fundamental de nuestra sociedad, sino mas bien la heren- cia de un pasado mas o menos lejano. Lo que se llama a veces Ja tecnoburocracia soviética, ¢no es ampliamente la herencia, ab- surdamente mantenida, de una sociedad preindustrial, y el estatis- mo francés no es el penoso legado que nos dejé Napoleon, regen- tando u organizando una sociedad que estaba muy lejos de ser una sociedad industrial y @ fortiori posindustrial? Esta objecion confunde varios érdenes de hechos. Se puede admitir facilmente el arcaismo de la burocracia y aplicarle hoy todavia las criticas que Marx hacia de ella y, a través de ella, de la concepcién hegeliana del Estado; se puede igualmente reconocer —yo mismo lo haré mas adelante— que son las sociedades que encuentran los mayores obs- taculos para su desarrollo las que refuerzan més su aparato de ALAIN TOURAINE 53 intervencién politica y econémica, aparato que se vuelve cada ver menos cfectivo a medida que progresa el desarrollo, Pero, una vez concedida la parte, tan amplia como se quiera, a estos arcais- mos 0 a estos modos primitivos de intervencién, queda el hecho de que las sociedades econdmicamente mas avanzadas sdlo_pro- gtesan por la pujanza de las grandes organizaciones. Estas deben cada vez mas —lo he recordado en repetidas ocasiones— estar orien- tadas hacia el cambio, apartarse de Ja forma piramidal wadicional, prever discusiones, reconversiones, adaptacién a un medio miulti- ple y cambiante; pero estas nuevas formas de movilizacién no pue- den ser identificadas pura y simplemente con una racionalidad social general, no eliminan sino refuerzan la importancia de los objetivos de poder y sus aspectos irracionales a la vez que indis- pensables al desarrollo del conocimiento y de la produccién. La segunda objecién hace observar que los conflictos que se se- fialan aqui son muy diversos y constituyen la vida interna de las organizaciones, Indudablemente, el conocimiento cientifico tiene intereses que no siempre coinciden con Jos de Ja organizacién; pero puede decirse igualmente que los distintos servicios de una orga- nizacién tienen todos intereses particulares y que el arte del man- agement consiste en buscar pragmaticamente la mejor transaccién posible. Esta objecién confunde dos 6rdenes de hechos. Que unos servicios, unas oficinas, unos talleres, unas categorias de personal, unos niveles jerarquicos sean otros tantos subconjuntos con obje- tivos € intereses aut6nomos en parte, y por lo tanto en tension con los de otros subconjuntos, define un tipo de problema que no se puede confundir ya con el que examinamos aqui, como no po- drian confundirse Jas rivalidades profesionales o jerarquicas entre trabajadores con el propio mecanismo capitalista. Si aislo aqui el problema de la racionalidad cientifica y técnica, es porque se trata del factor principal de desarrollo de la socie- dad posindustrial. El problema planteado no es el de categorias socioprofesionales, sino el de Ja relacién entre un factor de des- arrolio y una forma de desarrollo, entre una fuerza de produccién y un sistema de clases. La tltima objecién es la que se presenta mds directamente al espiritu. El andlisis que he hecho, no sitta arbitrariamente en su centro cierto modo de produccién, pasando por alto lo que deriva precisamente del analisis de las clases sociales, a saber, la naturaleza del poder econémico? :Y no es falso, por consiguiente, definir una nueva clase dirigente que nos parece encontrar idén- tica en los Estados Unidos, en la Unidén Soviética, en Francia y en el Japon? Esta objecién se apoya evidentemente sobre las di- 54 LAS CLASES SOCIALES ferencias inmensas que separan estas sociedades y en particular la norteamericana de la soviética. Una vez mds hay que aprender a desconfiar de este recurrir a situaciones histéricas concretas. Se hubiera podido insistir sobre las grandes diferencias que separaban a Inglaterra y a Alemania, a Francia y a los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX y negarse a reconocer la existencia del capitalismo. El hecho de que la organizacién de la sociedad, la naturaleza del poder politico, la forma de las instituciones y de la organizacién del cambio sean profundamente diferentes y, por decirlo asi, a menudo opuestas en las diversas sociedades que funcionan en el modo posindustrial de produccién, es la prueba misma. EI pro- ceso de desarrollo es extremadamente variable. ;Acaso es ésta una razon para decir que la estructura social o, para hablar mas exac- tamente, que el s.a.H. y el sistema de clases son totalmente distin- tos de una sociedad a otra? Se trata aqui de dos ordenes de consi- deraciones que no pueden en ningun caso ser confundidos, Si se reconoce que el modo de produccién, que los factores prin- cipales del crecimiento son los mismos, que por doquier el cono- cimiento cientifico y técnico, las grandes organizaciones, el man- agement y el tratamiento de la informacién desempefian un papel predominante, que por doquier los problemas de comunicacién y de decisién han Megado a ser mds vitales que los medios propia- mente técnicos de fabricacién, gpuede comprenderse el salto por el cual se pasaria de esta unidad a una absoluta diversidad? :No es mas racional distinguir, por el contrario, por una parte una situacién histérica, un modo de produccién que es también un sistema de clases, y por la otra las formaciones sociales, modos de intervencion y de control de Ja sociedad sobre sf misma, cuya diver- sidad esta vinculada a modalidades diferentes del proceso de des- arrollo? La oposicién de los procesos politicos y de las formas con- cretas de la vida social no parece destruir la unidad de una situa- cién de clase mds que si se da de ésta una definicién puramente descriptiva y global y que se desvanece en cuanto nos esforzamos por precisarla. Afiadiré incluso, al margen de esta argumentacién, que es per- fectamente posible y razonable sostener a la vez que los Estados Unidos y la Union Soviética son dos variedades de sociedades po: industriales y al mismo tiempo que cuanto mas se desarrollan m: diferentes son Ja una de la otra; porque en las sociedades posin- dustriales el sistema de dominacién tiende a extenderse a dambitos cada vez mas numerosos de la vida social, de suerte que las ALAIN TOURAINE 55 rencias politicas se traducen, mucho mas que en el pasado, en diferencias culturales, institucionales 0 psicologicas. La nueva clase dirigente, en toda forma de sociedad posindus- trial, se define por el poder de gestién de las grandes organizacio- nes que emplean los conocimientos cientilicos y técnicos. Pero hay que distinguir por una parte los jefes o incluso los directores, cuya accién se sitta en el interior de las organizaciones, y por otra los dirigentes que son los que forman ellos solos la clase dominante, porque intervienen al nivel de las orientaciones y no del empleo de los recursos. ¢Pertenecen estos dirigentes a siste- mas de decisién completamente distintos segun si se considera una sociedad dominada por las empresas privadas o una sociedad cuya economia es colectivista? No es exacto definir inicamente Ja economia norteamericana por el dominio de las grandes empresas. La existencia de éstas marca, en efecto, la continuidad del paso del régimen capitalista al régimen tecnocratico, lo mismo que unas caracteristicas esen- ciales de la sociedad soviética proceden del origen obrero de la nueva clase dirigente; pero tanto en los Estados Unidos como en la Unién Soviética y otros lugares, el papel de la investigacién, de la instruccién, de la programacién a medio y a largo plazo de las decisiones, de la gestién interna de las grandes organizaciones, ocupa un lugar esencial. Por consiguiente, los centros de domina- ciédn econémica y social presentan las mismas caracteristicas gene- rales. El error consistiria en creer que esta similitud leva apare- jada por s{ misma la semejanza de los sistemas politicos y de las formas de organizacién social. Seria ésta una concepcidén unilineal del cambio social, cuya superficialidad y peligros quedan de ma- nifiesto por el estudio de los paises en desarrollo, tanto como el de los paises industrializados. Esto introduce un problema delicado, ya que se sitta precisa- mente en la linea de separacién entre los rasgos comunes y los limites especificos de las diversas sociedades posindustriales, Se trata de las relaciones entre el poder econdmico y el poder poli- tico, Puede decirse tan s6lo que el conocimiento cientifico y técni- co, y por lo tanto la organizacion del desarrollo, pueden dificil- mente elaborase por entero al nivel de una organizacion particular, por poderosa que sea. Basta mostrar que en los Estados Unidos los créditos de investigacién son en su gran mayoria de origen fede- ral y que la practica muy general de los contratos con empresas privadas no impide que la NAsA o la Comisién para la Energia Atomica sean servicios ptiblicos. Este vinculo entre la empresa y el Estado es particularmente grande cuando se trata de las inver- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. ALAIN TOURAINE 57 y social, de lo que en él no se halla vinculado al cambio y al progreso. La reivindicacién fue la del wabajador productivo creador con- tra el peso y la inmovilidad del orden, del poder y de la heren- cia. Hoy, frente al movimiento dominado por los aparatos y la clase dirigente, es la de la adscripcién, la del no movimiento. Que estas palabras no evoquen con demasiada rapidez el roman- ticismo hippie. En primer lugar, esta defensa de la identidad esta presente en el trabajo: defensa del oficio, del empleo, de la carrera; pero tam- bién esta el esfuerzo para controlar y dominar por el conocimien- to las condiciones y los instrumentos de trabajo. Se halla también presente en las relaciones interpersonales y ante todo en la familia, que no es ya una institucién multifun- cional, sino un medio de relaciones interpersonales, y por lo tanto un elemento central de formacién y de defensa de Ja personalidad. Se manifiesta también en la defensa de la identidad bioldgica, contra las manipulaciones culturales que afectan al hombre hasta en su ser bioldgico, cuando las ciudades se vuelven opresivas, el aire y el agua estan contaminados y los ritmos naturales se tras- tornan. En segundo lugar, la clase dominada no es tnicamente defen- siva. Asi como la clase superior es a la vez dirigente y dominante, la dominada es a la vez defensiva y contestataria, y apela a la ciencia, a la técnica, al enriquecimiento que resulta de su accién para imaginar una sociedad liberada de las burocracias, de las tec- nocracias y de los imperialismos. Porque estamos habituados a definir la clase dominada por una categoria de trabajadores, nos cuesta trabajo darnos cuenta de que la extension de la dominacién al conjunto de la vida social y cultural obliga a definir la clase dominada en términos mis ge- nerales y a prestar atencién a otros problemas y a otras catego- rias de antanio. Tomemos un ejemplo. Cada uno de nosotros es mas o menos confusamente sensible hoy a la importancia de las categorias de edad. Se habla un poco, con empacho, de los an- cianos, de la “tercera edad”; se habla mucho, con pasién, de Ja ju- ventud que, en efecto, interviene colectivamente con menor fre- cuencia en la vida politica. ~De dénde viene esta importancia nueva de las categorias de edad? Hay que saltar por encima de los hechos inmediatamente observables: el retroceso de la entrada en la vida del trabajo, la prolongacién de la existencia, etc. El hecho esencial es que jévenes y viejos han dejado de estar definidos totalmente por su participacién en el trabajo, y viven, 58 LAS CLASES SOCIALES al margen de medios tradicionales de integracién social como la familia antigua, los problemas de su identidad. Los unos porque oponen su reivindicacién creadora al sistema de dominacién so- cial, los otros porque son abandonados por esta sociedad que los ha empleado y que ahora les pide solamente que mueran con el menor ruido posible. Los prospectivistas de la Rand Corporation prevén que en las décadas pr6ximas la duracién semana] del tra- bajo disminuira relativamente poco, en tanto que la duracién de los periodos anterior y posterior al trabajo —la juventud y la vejez— aumentard mucho mas de prisa. Situacién nueva, ya que Ja existen- cia y la vida de trabajo han coincidido durante mucho tiempo, por considerarse la educacién misma de los nijios como su propio tra- bajo, como su preparacién para su papel adulto de trabajadores. Jovenes y viejos se resisten a la reduccién de su existencia so- cial a su papel de agentes de produccién al servicio de los aparatos. La juventud, sobre todo la estudiantil, opone a la vez las exigen- cias de la educacién personal y la del conocimiento cientifico a la preparacién para empleos definidos por las necesidades de la tec- noburocracia. Los ancianos protestan silenciosamente contra las consecuencias de la inflacién, resultado de la influencia de los grandes aparatos sobre el producto social, y contra su reduccién al estatuto de jubilados y de acogidos a la asistencia del Estado, por el cual el sistema de dominacién social les niega ser indivi- duos “normales”, A la juventud y a la vejez se afiaden las vacaciones, que cada vez mas son la participacién en una cultura y en una sociedad definidas por oposicién al trabajo. La importancia de la vida fuera del wabajo no es mds que la contrapartida de la penetracion de la dominacion social mas alla de la produccién en Ja informacidn, el consumo, etc. Pero esto no significa en modo alguno que las reacciones de defensa y de rei- vindicacién en el trabajo no tengan ya importancia. ¢Quién ha dictado jamas un juicio tan sumario? Pero el peso cada vez mayor de la integracién social en las organizaciones, que se debe al he- cho de que el modelo cultural, y por lo tanto el objeto principal de los conflictos de clase, esta directamente vinculado a la pro- duccién, conduce a conceder cada vez mayor importancia a la vida del trabajo, es decir a hacer de ésta el lugar en que la oposi- cidén al dominio social adquiere una importancia nueva. No se trata de oponer el trabajo al ocio, sino de reconocer la dilatacién del conflicto de clases. Manipulando su trabajo y su consumo, el hombre de la sociedad posindustrial se opone a esta dominacién a la vez en su trabajo y fuera de su trabajo, y se apoya mds fuer- ALAIN TOURAINE 59 temente sobre la vida fuera del trabajo para manifestar el conflic- to de intereses que opone los aparatos de gestién del cambio a su identidad personal y colectiva. ¢No es caracteristico que los gran- des desgarramientos de nuestras sociedades pongan en movimiento categorias que se definen por cierta adscripcién: la edad, la etni- cidad, la nacionalidad, la religion, el ser biolégico, en fin, amena- zado de exterminio? (Habra, en suma, que recordar la oposicién de los centros de desarrollo y del mundo subdesarrollado? No es casual que quienes elevan la voz en nombre de los intereses de esos centros hablen del mundo subdesarrollado como hablan de los nifios o de los ancianos. Denuncian el arcaismo de su mentalidad y de su orga- nizacién tan facilmente como su incapacidad para tomar decisio- nes a largo plazo y su infantilismo. Las sociedades dominadas, ex- plotadas por las condiciones del comercio internacional, por la dominacién tecnoldgica ejercida por las sociedades multinaciona- les, conglomerados 0 no, se alejan cada vez mds del grupo de ca- beza de las sociedades industrializadas que les venden productos cuyo precio relativo ¢leva sin cesar la inflacién, Las sociedades ape- lan a la vez a la defensa de su identidad y a su voluntad de con- trolar las formas de la division del trabajo que les son impuestas. Es, pues, natural que, por primera vez, la solidaridad de las na- ciones dominadas y de la clase dominada en las naciones domi- nantes se afirme con fuerza. Es posible ahora definir con mas precision las relaciones de cla- ses, utilizando el esquema que presenta su doble dialéctica. -+ contraclemento marcado por la clase dominante. — contraelemento marcado por Ia clase dominada. Por una parte, la clase dominante anuncia la imagen de una so- ciedad libre y dichosa, identificada con su desarrollo, y no recono- ce en la sociedad sino grupos particulares, especializados, que Ile- nan cada uno una funcién en tan admirable maquina; por la otra, es puramente instrumental, administrando sus organizaciones, pero ejerciendo un control sociocultural sobre la “sociedad de masas” Pafalelamente, la clase dominada, por una parte, se repliega so- bre una participacién dependiente, a la vez que opone a la clase aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 62 LAS CLASES SOCIALES vagos, evocando una intencién humanista respetable, pero que no puede servir de fundamento para un andlisis sociolégico. El historiador de las ideas puede interesarse en las razones de Jos cambios de sentido de esta palabra. Yo me limitaré, por el con- trario, a subrayar que no la he introducido antes de haber defi- nido las relaciones de clases y que no la emplearé mds que para designar uno de sus aspectos. Se sale del dominio de la sociologia oponer realidades sociales a la naturaleza humana, a las exigencias de la libertad o de la justicia, nociones todas que varian con las sociedades, las clases, los grupos, los individuos que se sirven de ellas. Jamas diré que el trabajo en cadena enajena al obrero, o que la metrépoli urbana enajena al ciudadano o que la publicidad enajena al consumidor. Las expresiones quizd se refieren a situaciones en las que puede aplicarse el concepto de enajenacién; pero son en si mismas contra- rias al empleo que quiero hacer de ellas. La alienacién es la adop- cién por la clase dominada de orientaciones y de practicas sociales y culturales determinadas por los intereses de la clase superior y que enmascaran las relaciones de clases, planteando la existencia de una situacién social y cultural reconocida como el campo co- mun a todos los actores y definible sin recurrir a las relaciones de dominacién. La alienacién es la negacién de la dominacién. Es la participacién dependiente. Llamaré en particular instrumento de enajenacién a una sociolo- gia que transforma el s.4.H. en un conjunto de valores y de nor- mas y que analiza las conductas sociales como el empleo de ese cédigo general de la sociedad. En otros términos, llamo alienante a una sociologia que sinia en su centro la nocién de instituciones y que no trata el poder sino como un recurso social, un instrumen- to de cambio andlogo a la moneda, Si evoco aqui la sociologia es para subrayar en cambio que la alienacién no puede ser consi- derada como una situacién material. Un salario bajo, unas condi- ciones de trabajo duras, la privacién de los bienes adquiridos o de Ja libertad son expresiones de la dominacién y no de la enaje- nacién. Esta no puede tampoco ser confundida con la explotacién. Este término, cualquiera que sea el empleo preciso que de él se haga, designa la relacién de dominacién en su forma econémica. E] em- pleo que hago de esta nocién implica la dominacién, no la sumi- sién del actor dominado a las orientaciones de quien lo domina. La alienacién es, pues, a la vez el resultado de una iniciativa de Ja clase dominante, creando Ja ilusién de la “situacién dada” y una participacién dependiente de la clase dominada. ALAIN TOURAINE 63 Un ejemplo bastard para ilustrar esta definicién. E1 empresario liberal cree en la libre iniciativa y en los mecanismos de] mercado como instrumentos de progreso. Propone a los obreros un sistema de remuneracién que debe convertirlos en pequefios “empresarios”, pagdndoles por pieza o mejor aun por el sistema del ajuste a des- tajo por contratista, expuesto por B. Mottez y conocido por la des- cripcién que da de él Zola al principio de Germinal. Estos obreros estan enajenados en la medida en que su busque- da de un salario mejor pasa por formas que corresponden a la visién y a los intereses de la clase dominante y en que juegan el juego patronal, no reconociéndolo como tal, sino como un elemen- to normal de la “situacién dada”. Si se trata de traducir este concepto en términos del doble es- quema que describe el sistema de los actores, que yo llamo tam- bién campo de los actores histéricos, la formulacién mds simple consiste en Ilamar alienacién a la situacién en que la clase domi- nada no tiene acceso al nivel de las orientaciones y se comporta como recurso. Esto se representa en un esquema muy simplificado: - Moviles - Neces. + contraelemento marcado por la clase dominante. — contraelemento marcado por la clase dominada. Este esquema permite comprender facilmente por qué la aliena- cién enmascara la relacién de clase e identifica la clase dominan- te con la “situacién dada”. Si ésta, en efecto, controla exclusiva- mente a la vez el modelo de movimiento y el modelo de orden, el conjunto del s.a.H. queda destruido y la sociedad aparece do- minada por un cuerpo integrado de valores de los que la clase dominante no es mas que el representante o incluso el servidor. La clase dominada es tan s6lo un medio de realizacién de esos va- lores, y no puede perseguir sus propios intereses sino de acuerdo con ella. El poder y las relaciones de clase no tienen ya lugar en tal representacién de la sociedad. La enajenacién no es, pues, la conciencia de la privacién, sino la privacién de la conciencia. Las opiniones y actitudes que M. Seeman, en trabajos muy elaborados, ha definido como alienacién, distinguiendo en ellas varias dimensiones independientes de este 64 LAS CLASES SOCIALES sentimiento general y las principales de las cuales son la concien- cia del no poder y la conciencia de lo carente de sentido, son, pues, objetos de andlisis que se sittian a un nivel diferente del que yo considero aqui. Es arbitrario Hamar enajenada toda conducta que no sea de oposicién o de rebelion, lamentarse de Ja enajenacién de quienes sienten deseo de comprar un coche, de pasar el verano en un club de vacaciones o de ver teatro ligero en la televisién. Estudiar la enajenacion es reconocer los efectos desorganizado- res sobre el actor de la contradiccién entre su _participacién rei- vindicativa y su participacion dependiente. La alienacién destruye la capacidad de accién. El actor se refugia en la incoherencia, el retiro, la enfermedad mental, la delincuencia, tipos todos éstos de conductas de las que la ideologia dominante se desembaraza fa- cilmente, calificdndolas de desviadas 0 patolégicas. No quiero decir con esto que se pueda reducir la desviacién a la alienacién, Es esta actitud tan injustificada como la inversa, ya que una y otra con- funden los diversos niveles de funcionamiento de la sociedad. Pero, dado el peso del orden dominante, la tarea mas dificil y la mas necesaria es la de buscar la enajenacién detras de la desviacién, ya que la organizacién social se inscribe en un campo de histori- cidad, y por lo tanto de dominacién social. La evolucién de la psiquiatria social abre hoy nuevas perspectivas al estudio de la alie- nacidn. CONCLUSION El sistema de accién histérica y las relaciones de clase son las dos caras de la historicidad, es decir, del modo de produccién de la sociedad por si misma. Antes de considerar las transformaciones de esta historicidad en el campo de decisiones sociales y en orga- nizaciones, conyiene aislar los caracteres generales de la marcha se- guida hasta aqui y que sera la que se imponga en los analisis siguientes. El actor que trata de definir sus conductas, sus objetivos y sus medios, se coloca necesariamente frente a un orden social cons- tituido. Ya sea un individuo o una asociacién, se halla en cierta situacién que jamas puede cambiar de acuerdo con sus deseos, por un decreto de su voluntad. La sociologia que acompafia esta conciencia de] actor no hace sino intensificarla. La sociedad es un sistema que tiende a perse- ALAIN TOURAINE 65 verar en su ser, a eliminar la desviacion o la oposicion, a sociali- zar a los recién Hegados, a mantener cierta cohesién entre sus sub- sistencias, a reglamentar los intercambios sociales, a normalizar las conductas y, por lo tanto, a hacerlas socialmente previsibles. Esta sociologia puede adoptar dos formas muy diferentes, cuya oposicion se sittia en el interior de la concepcién general que aca- bamos de evocar. Con la mayor frecuencia se trata de una socio- logia del orden establecido. La sociedad es un actor cuyos valores se traducen y se especifican en normas, en forma de organizacio- nes colectivas, en papeles y en estatutos. No se transforma sino para readaptarse a cambios morfologicos y materiales, dependien- tes del clima o de la densidad de poblacién, o de la tecnologia o de las relaciones con otras sociedades. La sociedad funciona como un centro de decisién y de organizacién. Muy diferente es la socio- logia que no reconoce este orden social como un consenso de va- lores. Ve en él, por el contrario, la formulacién de contradicciones fundamentales, el reino del poder, del dinero o del capital. El desarrollo econémico implica la divisién de la sociedad consigo misma, rompe la unidad de la produccién y de las necesidades, inserta entre ellas la ldgica propia de la acumulacién. Las insti- tuciones y la ideologia no son ya la forma que toman los valores colectivos, sino los soportes y las mdscaras de un poder social. Aqui también el cambio no puede ser sino exdgeno y proceder de la contradiccién creciente entre las fuerzas de produccién y las fuer- zas de organizacién social fundadas sobre las relaciones sociales de produccién, por lo tanto sobre Ia explotacién. Cuando se trata de analizar el funcionamiento de la sociedad, estas dos concepciones, por distintas que sean, siguen el mismo proceso general. Si, por ejemplo, se considera el papel de los agen- tes de socializacin como la escuela, puede decirse a la vez que es el de reproducir la desigualdad social y que es el de interio- rizar las normas institucionalizadas. Quienes estan colocados en el lugar mas alto de la escala general de estratificacién interiori- zan mas las normas, demandan mas educacién y por consiguiente trasmiten a sus hijos una posicién superior. Es indiferente que el analisis se lleve en términos de estratificacién, de institucién y de socializacion, o en términos de clases sociales, de privilegios y de reproduccién de la desigualdad. Cada una de las dos escuelas puede transcribir facilmente en sus términos las observaciones he chas por la otra. Esto no anula en modo alguno las diferencias evidentes que se- paran estas dos escuelas. Un sistema de orden y un sistema de explotacién o de dominacién tienen atributos opuestos. Pero estas 66 LAS CLASES SOCIALES diferencias corresponden directamente a la posicién de los actores cuya experiencia es el fundamento del andlisis. La primera es- cuela es la visibn de los dirigentes, de los que manejan cl sistema social. Su forma mas seca es la del pensamiento jurfdico, que iden- tifica la sociedad con el legislador y hace explicitas sus intencio- nes, sus principos, su preocupacién por el equilibrio y la integra- cién. La segunda, por el contrario, habla desde el punto de vista del excluido, de aquel a quien se impone el orden, que no par- ticipa en las decisiones y en la gestién, que estd reducido a no ser mas que una mercancfa, un administrado, un sujeto. Frente a estas sociologias, conformistas o criticas, del orden es- tablecido, se han constituido sociologias de las relaciones sociales. Su rasgo comin es considerar no el orden constituido, sino la constitucién del orden, la creacién de las disyuntivas, de las orien- taciones y de las formas de organizacion. Lo cual las conduce también a insistir sobre los procesos endégenos del cambio social. Estas sociologias pueden lamarse sociologias de la accién. Existen dos grandes tipos de sociologia de la accién. No se pue- den considerar como uno de estos tipos las concepciones idealistas que ven en la sociedad la obra de una voluntad, de una idea o de una energia; porque tales concepciones se reducen siempre a explicar lo social por lo no social, ya sea por la Providencia divi- na, una idea del Hombre o una fuerza vital. El primer tipo que podemos considerar es el que presenta a la sociedad como el resultado de un conjunto de influencias, de es- trategias, de transacciones y de contratos. Ocupa en el conjunto intelectual que evoco ahora un lugar andlogo al que ocupa en la sociologia del orden constituido, una sociologia de los valores 0, para darle su nombre habitual, la sociologia funcionalista. Com- parte con ésta Ja idea de que la sociedad no puede ser compren- dida en el nivel de su funcionamiento, sino que la concibe mas como un conjunto de operaciones y de cambios entre actores que tratan de maximizar sus ventajas y de adaptarse a las modificacio- nes surgidas en otros puntos del mercado. El segundo tipo, del cual este libro es un ejemplo, afirma tam- bién que la sociedad es un conjunto de relaciones sociales; pero en lugar de partir de los actores, de sus intenciones y de sus es- trategias, parte de la creacién por un conjunto social de un cambio histérico, por medio del trabajo y también de los conflictos socia- les para el control del sistema de accién histérica. Esta mucho mas préximo a la sociologia critica del orden constituido, pero se se- para de ella en absoluto porque considera siempre a la sociedad aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 70 LAS CLASES SOCIALES gadas al propio modelo cultural. En todo caso, no es la domina- cién de clase la que puede por si misma ser total. Es sélo un sis- tema totalitario el que puede imponerse enteramente a la sociedad. Y este sistema no es en si mismo absoluto sino cuando es el ins- trumento, no de una clase dirigente, ni de un movimiento social llegado al poder y transformado en clase dirigente, sino tan sélo de un movimiento social regresivo, expresién de una crisis gene- ral de la sociedad y sobre todo cuando reduce la sociedad a una organizacién, cuando la moviliza enteramente a una empresa gue- rrera. La industrializacién capitalista ha conocido desde el comien- zo reacciones y tentativas de asociaciones obreras. La industriali- zacién soviética no ha anulado el papel de los sindicatos en la empresa, sobre todo porque fue la obra de un poder a la vez dirigente y obrero. Sdlo el nazismo creé una sociedad en la que las clases populares no podian actuar, se hallaban enteramente sometidas al poder; pero es imposible reducir el Estado nazi a la dominacién de la clase capitalista. Por lo tanto, si no se considera mas que las relaciones de clases en si mismas, hay que admitir que no explican por su naturaleza la reduccién de las relaciones de clases al ejercicio de la dominacién. Inversamente, no se puede concebir sociedad alguna en la que el conflicto de clases estuviera enteramente abierto, es decir enteramente institucionalizado. Exis- te siempre una légica propia de funcionamiento del sistema do- minante, en todos los niveles de la sociedad, desde lo que se la- maba las leyes del mercado, por ejemplo, hasta la actuacién de una ideologia organizada en un campo cultural. Una sociologia critica desenmascara la falsa objetividad de este funcionamiento. Pero sobrepasa su objetividad si llega a negar la accién, en la so- ciedad y contra el orden dominante, de las fuerzas populares o fuerzas politicas que manifiestan directa e indirectamente su in- fluencia. Lo que debe agregarse a la denuncia del orden no es unicamen- te el Ilamamiento “moderado” a los limites impuestos a la domi nacién por el juego institucional o Ja instrumentalidad de organi- zacién, sino también el !lamamiento “radical” a la accién constante de la protesta popular y de los movimientos sociales que la mani- fiestan. Estos dos modos de limitacién del dominio estan con fre- cuencia asociados: las libertades politicas favorecen la formacién de los movimientos sociales, pero no es posible confundirlos; lo negociable y lo no negociable estin a la vez asociados y opuestos, como lo son los dos sentidos de la palabra libertad: apertura de las instituciones y protesta popular. Jamds se puede oponer entera y simplemente dominacién social y conflicto abierto de las clases. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 74 COMENTARIO A ALAIN TOURAINE las condiciones de su existencia. Solamente el analisis del sistema de accién histérica permite establecer a existencia de las clases y de su oposicién y, avin mds, solamente en este nivel tales fuer- zas se convierten en actores histéricos, en actores de la historicidad. EI anlisis del s.a.4. permite ademas establecer otra dimensién de la accién histérica: la oposicién de dos clases. Esto significa que las clases aparecen solamente cuando es posible la oposicién y el con- flicto; las clases son definidas, por ello, como los actores de la his- toricidad. (El sistema de accién historica es un postulado heuristico que lleva a considerar las clases y sus relaciones de conflicto como po- sibles 0 necesarias? gO es un concepto concreto que conduce al co- nocimiento de objetos reales? ¢Cémo es posible aprehender en el andlisis la existencia de las clases sociales? Por una parte, ellas no pueden ser definidas inde- pendientemente de su movimiento social (adelante se insiste en ello), pero tampoco pueden ser identificadas a partir de su situa- cién. Se puede reconocer Ja existencia de clases sociales en la medi- da en que a] su oposicién expresada en forma de b] movimientos sociales se manifiesta sobre toda la extensién y haga referencia c] al sistema de accién histérica, al mismo tiempo que d] se produzca la conciencia de tal oposicién, definida por ambas partes, y de su complementariedad. Lo importante, por lo tanto, es la oposicidn, reproducida en el trabajo, en la acumulacién y en torno al modelo cultural, la complementariedad de tal oposicién y la conciencia de ella. No puede, pues, definirse a las clases sociales ni por su con- ciencia ni por sus orientaciones (que seria hacer la ideologia de los actores). En el andlisis del orden social se enfrentan diversas opciones, pero, cuando se busca determinarlo a basd de las orienta- ciones generales de la sociedad y el sistema de dominacidn social, es obligado el recurso a un anilisis en términos de accién histéri- ca. En este momento es cuando las clases “aparecen”. Es interesante notar que las clases se reconocen o aparecen sola- mente como movimiento colectivo y a condicién de que éste se manifieste; el concepto de clases sociales no es por lo tanto el pun- to de partida en el analisis, sino un punto intermedio en el que parece constituirse en elemento metodoldgico necesario. Como con- cepto sociolégico, es s6lo un momento del anilisis: el movimiento define la clase cuando la oposicién se da al nivel de la historici- dad. Por lo tanto, las determinaciones ideoldgicas o politicas no tienen importancia en la construccién tourainiana del concepto de clase, que pareceria situarse mds en la funcién que lo funda: Ia ac- cién histérica. EDELBERTO TORRES RIVAS 75 Ya no es posible ademas definir a las clases a partir de su posi- cién en el sistema productivo 0 por sus conductas como signos del funcionamiento del sistema econémico; esto pudo hacerse en la légica del capitalismo primitivo del primer momento, en el cual la sociedad podia ser identificada a su organizacién econdmica (y cuando la dominacién de la clase superior era absoluta). En la sociedad posindustrial la existencia de las clases sociales sdlo se reconoce hasta en tanto aparecen movimientos sociales. E] sistema de accién histérica, y especialmente el modelo cultu- ral, constituyen el objeto disputado de las clases, el objeto del conflicto social; la oposicisn puede darse en todos los niveles y pasar por todos los elementos que forman el sistema de accién histérica. Pero aunque puede darse en tales niveles —y de hecho sucede asi—, es en el campo de la historicidad donde la relacién de conflicto se manifiesta 0, dicho de otra manera, las clases se en- frentan por controlar el sistema de accién histérica, el cual define el objeto disputado y de esa manera se califica la naturaleza del conflicto. Por lo tanto, el objeto es al mismo tiempo objeto co- min y compartido. Se trata de una practica histérica animada o con existencia por la oposicién de las clases. La realizacién del modelo cultural exige coacciones e implica una escisién entre los miembros de la sociedad; a partir de tal oposicién se produce la escisién que al nivel conceptual permite diferenciar una clase superior que realiza funciones de dirigente y dominante, por un lado, y una clase popular, dirigida y protes- tataria, por el otro. La clase dirigente es la categoria social que ejerce la coaccién al servicio del modelo cultural, del que participa, y en virtud del cual ocupa un lugar en la jerarquizacién social; pero la clase diri- gente, como grupo particular, que ejerce una funcién general en su provecho, se vuelve clase dominante. Es decir, dirigente en cuan- to manipula, el modelo cultural, y dominante en cuanto dirige la acumulacion en su provecho. La clase dirigida, a su vez, no obstaculiza sino que por el con- trario participa de la vigencia del modelo cultural; es decir, en cuanto clase subalterna, no niega sino que recurre al modelo cultu- ral para combatir la dominacién de que es objeto; como clase pro- testataria, que padece la acumulacién, elabora sus propios contra- modelos, como respuesta a la condicién de explotacién que la afecta. En las relaciones que se establecen a partir de las posicio- nes de clase dirigente y dominante y clase dominada y protesta- taria se establece lo que Touraine Hama la ‘“doble dialéctica de las clases sociales”. En la relacién de dominacién hay una volun- 76 COMENTARIO A ALAIN TOURAINE tad de apropiacién; en la otra —dominante-protestataria— las dos clases se refieren directamente al sistema de accién histérica, Sin embargo, mds adelante, al referirse a las relaciones de dase dirigente y clase protestataria, el documento indica que tal articu- lacién tiene como eje la nocién de poder. Las relaciones de clase son siempre relaciones de dominacién y su conflicto compromete al poder. En el andlisis marxista las relaciones sociales que permi- ten conceptualizar a las clases tienen una estrecha articulacién con la idea del poder, en tanto que la elevacién de la conciencia 1 plano de la organizacién y de la accién politica s6lo tiene sen- tido cuando el objetivo de las mismas es el poder. Touraine indi- ca que al nivel de la practica hist6rica, o sea al nivel de la histo- ricidad, es mejor emplear la nocién de dominacién para reservar Ja de poder a la expresién institucionalizada y organizada de la dominacién; pero la relacién cle clases es una relacién de domina- cién y su conflicto es un conflicto por el poder. La doble dialéctica de las clases resume Jas relaciones de con- flicto de las mismas: elementos y contraelementos expresan, sin em- bargo, una coincidencia antagénica, un nivel compartido, un juego intercambiable de intereses, en los que no cabe la contradiccién total, la negacién de una clase por la accién de la otra. Por el contrario, el andlisis de Touraine sugiere que las reg!as de un jue- go compartido por las clases opuestas, en la forma de orientaciones y posiciones dicotémicas que, alternativamente, van ocupando los actores: asi, la clase dominada puede oponer al modelo de movi- miento de la clase dominante un modelo de orden y viceversa; y tal alternatividad define sus contenidos por el tipo de sistema de accion historica de que se trata. Es aqui donde la doble dialéctica de las clases sociales se manifiesta por la “complementariedad de oposiciones” cuyos desequilibrios se compensan, lo que reconstitu- ye la unidad del conflicto, aun cuando éste sea vivido por los ac- tores en terrenos distintos, incompatibles. Ya quedd establecido que el conflicto de clase se situa en un sistema de accién historica determinado y se define por él; la do- ble dialéctica de las clases es la expresién directa de las tensiones que se producen entre la acumulacién y la reproduccién de la sociedad, y tal dialéctica se expresa, como modalidad, en el hecho de que la clase dirigente en cuanto tal se orienta hacia el futuro, pero en tanto clase dominante hacia el pasado, en la medida en que crea y mantiene un orden y goza de privilegios que no quiere perder. A su vez, las clases populares (0 inferiores), en tanto que clases protestatarias crean un contramodelo de sociedad, tendido hacia el futuro; pero, en tanto que dominadas, tratan de defender el EDELBERTO TORRES RIVAS 77 presente en la forma de defensa de su trabajo, de su experiencia profesional, social o cultural. De tal manera el contenido del con- flicto puede variar: cuando la resistencia de las antiguas relaciones de clase es considerable, los conflictos sociales reflejan mas la opo- sicion dominante-dominado y el lugar del conflicto esta mas proxi- mo a las superestructuras. Y obviamente el tema de la moderni- zacion es mas fuerte cuando el pasado es lo que mis pesa, y las relaciones de clase toman forma al nivel politico o cultural mis facilmente que al nivel del sistema econdmico, de produccién, Pero cuando el conflicto opone a la clase dirigente y grupos protesta- tarios, cuando por lo tanto el tema es el futuro, la oposicién se define en términos de lucha y control de la modernidad (politicas econdémicas, modos de gestién, etc.) y el conflicto puede ser mas de tipo econémico. Pero hay otras dos situaciones extremas: si la clase superior es sobre todo dirigente y la clase popular acttta como dominada, en los conflictos se enfrentan las fuerzas del cambio y las que hacen la defensa de los intereses adquiridos (caso en que el sindicalis- mo desempefa un papel més importante que los partidos politi- cos). Pero si la clase superior es sobre todo dominante y la clase popular tiene y utiliza un nuevo modelo (contramodelo) de des- arrollo, los antagonismos estarian politicamente determinados: la clase superior defiende un orden global, en tanto que la oposi- cién apela a una accién de conjunto para la transformacién de la sociedad. Debe hacerse notar que la nocién de conflicto en la dialéctica tourainiana corresponde, por una parte, a una experiencia histé- rica localizada en la sociedad industrial avanzada y, por otra, a una vision no conflictiva del conflicto; que cada clase esté al mismo tiempo a la defensiva y a la ofensiva puede ser el resultado de un anilisis en el que los actores histéricos se equilibran complemen- tariamente, cuando en la practica cotidiana, en la lucha de cla- ses de la sociedad capitalista, las oposiciones buscan No compensar tales desequilibrios, sino acentuarlos. Es interesante hacer notar el empefio —plenamente justificado— por delimitar conceptualmente la pureza del conflicto de clases; segtm los postulados que se co- mentan, el conflicto en cuanto relacién de clase no puede pro- ducirse mas que al nivel de la historicidad y no en ninguno de los otros niveles, razon por la cual una crisis politica producto de una oposicién social sdlo puede ser interpretada y explicada cuando también afecta a la historicidad. Las modalidades del con- flicto Suponen siempre un modelo general definido por el sistema de accién histérica de que se trata, pero el enfrentamiento de 78 COMENTARIO A ALAIN TOURAINE clase dominante y clase dominada se produce siempre al nivel de la historicidad? Dicho de otra manera, no todo cuestionamiento del poder se plantea al nivel de la historicidad; no debe perderse de vista que un conflicto puede afectar la organizacién social o Jas instituciones y en tal medida poner en duda las bases mismas del orden social; zno seria éste un caso de conflicto de clases? El conflicto politico que se mantiene y profundiza expresa siempre desajustes sociales que afectan a la dominacién (y no sélo al poder en el lenguaje de Touraine), razon por la que es dable inclinarse a ver conflicto de clases en tales fendémenos. En el otro extremo, €s obvio que resulta inutil buscar las huellas clasistas en cualquier tipo de conflicto; el comportamiento de los actores histéricos apa- rece oscurecido, desde el angulo de la clase, por la perspectiva es- trictamente politica en que parecen darse; por ejemplo, el juego electoral tiende a enmascarar relaciones u oposiciones de clase y seria inutil o pedante buscar explicaciones inmediatas de las mis- mas. Las conductas de clase son movimientos sociales, entendidos como una disposicién a la accién colectiva hacia el control o la transformacién del sistema de accién histérica. Esta vinculacién estrecha entre clase y mantenimiento es importante —me parece— porque forma parte de los esfuerzos del autor por hacer una socio- jogia no contaminada; el conflicto de clase exige que las conduc- tas de clase planteen los problemas de la historicidad (el modelo de desarrollo, el poder, etc.) y que se expresen como movimientos sociales. ¢Esta relacién tedrica entre clase y movimiento debe ser desta- cada como la unica relacién inteligible para comprender la reali- dad social? Si el andlisis social requiere el andlisis de clases y éste conduce a la comprensién de movimientos, situaciones y conflic- tos, tal lazo de inteligibilidad es la unica condicién de que la realidad social no se quiebre en mil pedazos, en fenédmenos ais- Jados que en cuanto tales carecen de sentido, ;O deberia pensarse propiamente que la relacién entre clase social y movimiento social se asemeja al movimiento tedrico que va de la clase “en si” hacia Ja clase “para si’? En todo caso, sociolégicamente, la clase es con- siderada finalmente como “fuerza social dindmica”, y como un instrumento de analisis, casi como un principio de explicacién; asi, mas que la clase, deberia hablarse de accién de clase, de movi- mientos sociales. Pero el analisis de las clases es a la vez de situaciones y de mo- yvimientos. Segtin los niveles de la realidad social, pueden detec- tarse fuerzas politicas, estratos sociales y clases, es decir actores EDELBERTO TORRES RIVAS 79 diferentes por sus relaciones mutuas como por su relacién gene- ral con la situacién; pero en el nivel de la historicidad las clases no se definen ni por su posicién relativa ni por su participacién en un mecanismo politico de decisién, sino por su relacién y opo- sicién, vale decir, por sus conflictos. La posicién se convierte en situacién definida por los propios actores. De ahi que se diga —como se expuso Hneas arriba— que el andlisis deberia fundir el examen de situaciones y movimientos. Es por ello por lo que el concep- to de clases sociales aparece en una sociedad que se concibe no como una organizacién social sino como una accién, un campo histérico de conflictos. El analisis debe partir de los movimientos sociales (accién de clase) y esta accién sdlo puede ser comprendi- da a partir del sistema de accién hist6rica, objeto de la lucha por la dominacion. Es probable que a estas alturas aparezca con mas claridad lo que se entiende por clases sociales: se trata de un concepto que no tiene referente empirico; en este Witimo nivel, una organiza- cién, una ideologia, o una situacién objetiva, bastarian para “en- contrar” Ja clase. En la orientaci6n que comentamos, se exige una accion histérica. De igual manera, hay que mantener la distincién de los niveles de anilisis y, aun cuando las clases aparecen en cada uno de ellos, sociolégicamente sdlo tiene sentido encontrarlas en el nivel de la historicidad; de otra manera, en el nivel de la organi- zacién sdlo interesaria Ia funcionalidad, y en el nivel institucional las relaciones politicas. Es por ello por lo que no deberian iden- tificarse clase social, movimiento revolucionario 0 conciencia ra- dical, pues estos ultimos corresponden a los otros niveles de andli- sis. Es en este punto donde la sociologizacién radical de Touraine se exhibe plenamente, al distinguir tales niveles —conceptualmen- te distintos, empiricamente confundidos— y al reservar para uno de ellos el campo del anilisis social. Una parte del trabajo y numerosas referencias a lo largo del mismo se dedican al tema de la sociedad posindustrial; como se sugirié en las primeras lineas, es esta sociedad Ja que en definiti- va sirve de marco histérico para las reflexiones del autor; como las clases no son unicamente niveles jerarquicos, sdlo por ese he- cho la sociedad posindustrial seria una sociedad de clases. Lo im- portante es saber cudles son ahora los criterios de diferenciacién, ya que definitivamente la sociedad posindustrial es también una sociedad jerarquizada, no igualitaria (aunque determinantes como la educacién, la riqueza y la propiedad intervengan en nuevas for- mas). Pero como la clase es un concepto sociolégico y no una rea- lidad sociografica, zno importa que, en lo esencial, deje de existir aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. COMENTARIO FRANCISCO C, WEFFORT Las clases sociales me Mam la atencién mas bien por sus suge- rencias teéricas —algunas de las cuales me parecen de interés para la definicién de una perspectiva histérica para el andlisis de las clases sociales en América Latina— que por sus esbozos de anili- sis sustantivo, dedicados exclusivamente a Europa y a los Estados Unidos. Ademas, la ponencia constituye, en cierto sentido, una indicacién de las distancias que aparecen hoy entre América La- tina y los Hamados “paises avanzados” en lo que se refiere a la problematica histérica de las clases. 1. Segtin Touraine, la cuestién de las clases sociales aparece en la Europa de este siglo en un contexto sustancialmente distinto de aquel que tuvo vigencia durante el siglo x1x (distinto, por lo tanto, de lo que presenta la teorfa marxista). Las relaciones y las conductas de clase, y asi los mismos criterios histéricos que per- miten definir el concepto de clase, no podrian permanecer indem- nes a las tranformaciones por las que estarian pasando aquellas sociedades, y que se caracterizarian por la pérdida relativa de au- tonomia y de la centralidad de las decisiones y luchas econémicas y, consecuentemente, por un proceso de crecimiento econdmico que deberia menos a la dinamica de la acumulacién de capital que a la influencia de factores de orden social. Estariamos entonces, se- gun Touraine, asistiendo en aquellos paises a la transicién de la sociedad industrial a la “sociedad programada”. Sin pretender emitir ningtin juicio sobre el acierto de esta propuesta de inter- pretacién de la situacién actual de los “paises avanzados”, me pa- rece de todos modos evidente (y por sus estudios anteriores sobre América Latina creo que también le parecera asi a Touraine) que la teoria de la “sociedad programada” apunta hacia una proble- mdtica histérica bastante alejada de la situacién latinoamericana. El contexto actual de la transicién vivida por las sociedades Ja- tinoamericanas es por cierto muy variado. Se presenta en algunos paises en las lineas de una revolucién nacional popular, ain en 1 ‘Tomo la nocién de “sociedad programada” de las indicaciones que Tourai- ne ofrece en La société post-industrielle, Editions Denoél, Paris, 1969. (85) 86 COMENTARIO A ALAIN TOURAINE curso en algunos lugares (Peru) y ya frustrada en otros (Bolivia); muestra en otras partes el cardcter de una transicién hacia el so- cialismo en estilos tan diferentes como pueden ser los de Cuba y de Chile; y finalmente se manifiesta en otros casos como la se- cuencia de un proceso de transformacion, que ha durado ya algu- nos decenios, en el sentido del capitalismo industrial (México y Brasil, por ejemplo). Se trata, pues, de procesos de transicién que no pueden tener otra designacién general que la del pase de la sociedad agraria a la sociedad industrial, cualesquiera que sean las caracteristicas de estos dos conceptos. (El binomio sociedad agra- ria-sociedad industrial es, como se sabe, no sdlo general sino muy abstracto frente a todo lo que se dice en la sociologia latinoame- ticana sobre las diferencias de formacién histérica entre América Latina y Europa. De cualquier forma es suficiente para indicar qué lejos estamos de una eventual “sociedad programada”. En fin en todos los debates que ha habido sobre las peculiaridades estructu- rales de la sociedad latinoamericana, nadie llegé a poner en duda el hecho de Ja dominacién de lo econdémico o la vigencia de las leyes de acumulacién y de produccién de plusvalia que caracteri- zan a la sociedad capitalista.) Por estas razones, creo que deberiamos distinguir claramente en- tre el plano de la teoria y el plano de la historia en la ponencia de Touraine. De otro modo, correrjamos el riesgo de perder, en nombre de estas evidentes diferencias de contexto histérico, algu- nas sugerencias teéricas interesantes para el caso latinoamericano, © podriamos ser Ievados, en nombre de eventuales semejanzas his- téricas, a volver a las usuales y tradicionales comparaciones entre América Latina y Europa con todos sus riesgos conocidos, entre los cuales esta el de la transferencia de modelos interpretativos. Pretendo sugerir en estos comentarios que podria ser conveniente intentar realizar para las clases sociales en América Latina un examen paralelo al que Touraine ha hecho de Europa. Pero seria igualmente conveniente que antes de tal tentativa se sefialase que estas evidentes diferencias de contexto histérico nos conducirian probablemente a resultados bastante diferentes de los obtenidos por aquel autor. No cabe en los limites de estos simples comentarios la realiza- cién del examen que se proponen sugerir. Si menciono aque!las diferencias histéricas es precisamente pata sugerir que sean descar- tadas del campo del debate, de modo que pasemos a las sugeren- cias teéricas de Touraine que puedan ser consideradas de interés para el caso latinoamericano. 2. Por otra parte, es evidente que la mencién hecha al contexto FRANCISCO C. WEFFORT 87 latinoamericano sdlo puede tener sentido en estos comentarios para quien, como yo, haya leido el ensayo de Touraine con el objetivo especifico de buscar sugerencias para el andlisis latinoamericano. De hecho, el ensayo no hace ninguna referencia a esta parte del mundo y esta ausencia sdlo puede volverse de algin modo significativa si la lectura se orienta por indagaciones sobre Améri- ca Latina a las que el texto no se propone responder, por lo me- nos de manera directa. Esta no es por cierto la mejor manera de leer si lo que se tiene en vista es una explicacién rigurosa de la teoria. Presenta, sin embargo, la ventaja —que yo considero deci- siva para los fines de estos comentarios— de asegurar la distincién entre el plano de la teorfa y el plano de la historia, permitiendo asi que el espacio del ultimo sea ocupado por Jos problemas lati- noamericanos. Declaradas las intenciones de estos comentarios, debo agregat que no estoy muy seguro de que hagan plena justicia al pensamiento tedrico del autor. En cierta medida, es inevitable que se cometa alguna injusticia siempre que se trata de retirar ideas del contexto histérico para el cual fueron propuestas, especialmente cuando, como es el caso, estas ideas se apoyan en una reivindicacién en- fatica de la historicidad. Por otra parte, sin embargo, tengo la esperanza de no cometer impertinencias excesivas ni de correr de- masiados riesgos. Estoy convencido de que sugerir. un examen para- lelo al de Touraine para América Latina significa, desde un pun- to de vista histérico tanto como desde un punto de vista tedrico, retomar el pensamiento del autor en una perspectiva que, por lo menos parcialmente, fue la suya de origen, Aunque esta proposi- cién necesitaria una fundamentacién mas detallada de la que pue- do hacer aqui, creo que se podrian indicar brevemente los dos argumentos principales en que se apoya. En el sentido histérico, deberia aclarar que no me parece del todo improbable que los estudios latinoamericanos de Touraine hayan ejercido alguna influencia en la preparacién de las perspec- tivas y de los instrumentos tedricos que el autor ha aplicado des- pués a los “paises avanzados”. Estoy seguro de que algunas de las notas mds fuertes de su teoria son familiares a muchos socidlogos latinoamericanos. Vale destacar, en este sentido, Ja insistencia de Touraine en la historicidad, punto de articulacién del conjunto de su sociologta “accionalista” * y que lo aproxima a algunas de las tendencias mas * “La sociologia accionalista igualmente reposa sobre el tema de la histori- cidad, de la produccién de la sociedad a partir de la acumulacién, del cono- cimiento y del mundo cultural. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FRANCISCO C. WEFFORT 91 el poder”.® Esto significa decir que ella es “legitima” en la medida en que cumple una funcién general de direccién de la sociedad y de realizacién de su modelo cultural; es “usurpadora” en la me- dida en que se apropia del modelo cultural para sus propios fines de dominacion. A su vez, la clase dominada resiste, por una parte, a esta dominacién y en este sentido toma una actitud de defensa de su situacién de clase y de sus intereses, intentando proteger su trabajo y su género de vida. Por otra parte, trata de participar del modelo cultural y apela a él “contra la apropiacién privada de que es objeto”.® Conviene recordar, sin embargo, que aunque incluye una refe- rencia a la situacién de clase, Touraine no esta pensando con esto en ofrecer un concepto empirista de clase (ni tampoco un concep- to estructural). El punto de partida de la teoria sigue siendo el sistema de accién histérica y toda accién de clase remite necesa- riamente a él: “La oposicién de las dos clases no es otra cosa que la transcripcién en términos de actores del propio sistema de ac- cién histérica y de la accién por la cual una sociedad sobrepasa su propio funcionamiento, su propia reproduccién”.10 Touraine intenta seguir, en el plano de la analogia por lo me- nos, el procedimiento tedrico del marxismo que, como se sabe, toma como punto de partida no la observacién empirica de las clases sino la formacién de la plusvalia, o sea que se apoya sobre las categorias esenciales de la produccién econémica que dan uni- dad al sistema capitalista. En el caso de Touraine se podria tal vez decir que la oposicién entre las clases sélo adquiere sentido en la medida en que actualiza en el plano del comportamiento de los actores los atributos esenciales del sistema de accion historica. Es la sociedad que se transforma a si misma por medio de los con- flictos de clase, no las clases concebidas en su individualidad. En fin, si la totalidad del sistema permanece como la que da sentido al andlisis de sus elementos constitutivos, ella no puede dejar de sobreponerse a ellos. 5. Aunque sigue un procedimiento andlogo al del marxismo en su conceptualizacién de las clases y de la doble dialéctica de las clases, Touraine no espera mucho para declarar sus diferencias frente a aquella teoria. Dice el autor que el modelo cultural que la clase dirigente tiene por funcién realizar y del cual se apropia en cuanto clase dominante no puede ser confundido con la no- cién corriente de ideologia de la “clase dominante” (esta ultima 92 COMENTARIO A ALAIN TOURAINE asume la forma de lo que el autor designa como “‘ideologia del sis- tema’). Aunque no se puede separar de la ideologia de la clase dirigente, el modelo cultural, como tal, no es concebido como ideologia. En su definicién escrita, el modelo cultural presenta una objetividad independiente de cualquier punto de vista “interesado” de clase: “El sistema de accién histérica y en particular su modelo cultural constituyen el campo de historicidad de una sociedad, el objeto disputado, por lo tanto, de los conflictos de clase”.¥ Pero la clase dominante, “precisamente porque es dominante, se esfuerza constantemente por transformar estas relaciones y sus pos- turas en el orden social, definido por su organizacién, sus normas y sus valores. Tiende a disimular sus intereses y su propia ideolo- gia del sistema, Marx ha dado el mejor ejemplo de esto al ana- lizar la ideologia politica y clasica y el papel que ésta asigna al mer- cado como principio de anilisis de las conductas econémicas”.3? 6. La nocién de una doble dialéctica de las clases esta, del mis- mo modo que !a nocién de modelo cultural, en la base de la con- cepcién formada por Touraine de lo que es un movimiento social. La accién de una clase es al mismo tiempo una respuesta al adver- sario y una orientacién directa para el modelo cultural; es esta doble relacion la que le confiere la posibilidad de constituir mo- vimientos sociales. En rigor, el concepto de clase no se separa del de movimientos sociales: “Las conductas de clase son los movimien- tos sociales”,13 entendiéndose por movimiento social “una dispo- sicién a una accion colectiva orientada hacia el control o la trans- formacién del sistema de accién histérica”. O sea que el movimien- to social ataca directamente “el modelo de desarrollo de la socie- dad y el poder’.4 Esto significa que una clase es un actor social, no sélo una si- tuacién; 0, mejor dicho, una clase es la unidad de su accién y de su situacién y, por lo tanto, no puede ser definida independien- temente de su movimiento, Finalmente, es la existencia de los mo- vimientos sociales la que nos permite reconocer la existencia de las clases en una sociedad determinada. 7. Quien lee el ensayo de Touraine percibe de inmediato las di- ferencias de marco de referencia histérica entre su sociologia y la teoria marxista. Por otra parte, es posible percibir diferencias tam- bién en el plano del concepto, en la medida en que Touraine ve 1 Ibid, p. 5 ™ Idem. ™ Ibid, p. 23. M Idem. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 94 COMENTARIO A ALAIN TOURAINE modo que sus muchas variantes, han sido tomadas casi siempre en dimensiones macroestructurales, de las cuales la teorfa de la modernizacién y la teoria del desarrollo capitalista constituyen los ejemplos mds sobresalientes. Resulta en gran parte de esta visién “macro” el sentimiento tan difundido entre los socidlogos lati- noamericanos de la obligatoricdad de las comparaciones estructu- rales entre Europa y América Latina, que de paso nos ha servido menos para caracterizar las peculiaridades histéricas de nuestra rea- lidad que para el ejercicio de nuestras habituales “demostraciones negativas” (explicacién de lo presente por lo ausente; por ejem- plo, la clase obrera se adhiere a los populistas porque no tiene conciencia de clase). Tal vez la propia magnitud de los problemas histéricos vividos por América Latina y, ademds de esto, el hecho de que el debate sobre el futuro de América Latina siempre colocé —desde la cri- sis de las oligarquias— una gran esperanza en la accién planifica- dora del Estado sobre Ja sociedad y la economia, hayan contribui- do para reforzar una perspectiva enfaticamente estructural incluso entre aquellos que tendrian reservas contra este procedimiento en el plano de la teoria. Esta tendencia digamos excesiva para las explicaciones macroestructurales (complementada ademas por un analisis que procede mucha veces al nivel de datos muy agregados) alcanzé una incidencia particularmente fuerte en el campo del marxismo latinoamericano, donde ha predominado una orienta- cién segtin la cual pareceria ser suficiente, para la explicacién de la conducta de las clases, caracterizar su situacién (en los planos econdémico y sociolégico estructural). Mientras Touraine toma la accién como punto de partida y la subraya en un sentido “cultu- ralista”, los marxistas Jatinoamericanos hacen en general lo con- trario: toman la situacién de clase y la destacan en un sentido economico estructural (que ademas debe mucho a la permanencia de las influencias estructuralistas de la cepaL). Me parece que, de manera general, hemos infringido los requisitos de la doble dia- léctica de las clases, al quedarnos con su dimensién situacional en perjuicio de la dimensién histérica, voluntaria y totalizante de los movimientos sociales. No pretendo sugerir que se invierta el error anterior y se pase a un hincapié voluntarista en perjuicio de las condiciones estructu- rales. En realidad, no se trata ni siquiera de disminuir la impor- tancia del andlisis estructural, sino de considerarlo desde una pers- pectiva histérica. Ademas, el problema que se plantea no es sélo el problema teérico de escoger una perspectiva analitica. De cierto modo, esta cuestién tedrica tiene resonancias practicas en el cam- FRANCISCO C. WEFFORT 95 po de la politica. Paraddjicamente, los marxistas latinoamericanos han sido “estructuralistas” en el campo tedrico y voluntaristas en el campo de la accién. Si el examen de las condiciones estructura- Jes parece suficiente en el plano intelectual, los problemas especi- ficos planteados por los movimientos sociales tienden a ser rele- gados a una posicién muy secundaria y la politica tiende a ser vista menos como un problema de andlisis que como un puro acto de voluntad. Mi esperanza es que el debate sobre las proposicio- nes tedricas de Touraine, en especial un intento de examen para- lelo al suyo, produzcan alguna luz sobre estos problemas. Creo que si aceptamos el desaffo tedrico propuesto por los andlisis teéricos de Touraine podremos, sin aceptar necesariamente sus propias so- luciones, enriquecer en un sentido histérico concreto nuestras pers- pectivas sobre las clases sociales latinoamericanas. Creo sobre todo que una correccién histérica de nuestro “estructuralismo” puede ayudar también a corregir algunos excesos de nuestro voluntarismo practico. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. NICOS POULANTZAS 97 ducto social, es la produccién la que desempeifia el papel determi- nante. La distincién, a este nivel, de las clases sociales no es por ejemplo una distincién fundada sobre la cuantia de los beneficios, una distincién entre “ricos” y “pobres", como lo creia toda una tradicién premarxista, 0 todavia hoy toda una serie de socidlogos. La distincién, real, en la cuantia de los beneficios no es mds que una consecuencia de las relaciones de produccién. Ahora bien, gqué es ese proceso de produccién y las relaciones de produccién que lo constituyen? El proceso de produccién esta constituido por una doble relacién que engloba las relaciones de los hombres con Ja naturaleza en la producion material. Estas dos relaciones son relaciones de los agen- tes de la produccidn, de los hombres, con el objeto y los medios de trabajo, las fuerzas productivas, y, asi, por este rodeo, relacio- nes de los hombres entre ellos, relaciones de clases. ¢Cuales son estas relaciones en una sociedad dividida en clases? a] La relacién de propiedad econdmica de los no trabajadores (propietarios) y de los medios de produccion. Estos tienen el con- trol real de los medio; de produccion, y, asi, explotan a los pro- ductores directos —los trabajadores—, arrancandoles, en diversas formas, el sobretrabajo. b] La relacién de apropiacion real, es decir la relacién de los pro- ductores directos —de los trabajadores— con el objeto y con los medios de trabajo.* {1.2.] En cuanto a la primera relacién, hay que notar que designa la propiedad econdmica real, el control real de los medios de pro- duccién, y se distingue de la propiedad juridica, tal como esté con- sagrada por el derecho, que es una superestructura, Naturalmente, el derecho confirma en general la propiedad econémica; pero pue- de ocurrir que las formas de propiedad juridica no cojncidan con la propiedad econédmica real. En tal caso, es esta ultima Ja que si- gue siendo determinante para la definicién de las clases sociales. Unos ejemplos: a] En la divisién de las clases sociales en el campo, tomemos el caso de los grandes arrendatarios. Estos, segin Lenin, pertenecen al campesinado rico, no teniendo la propiedad juridica formal de la tierra, que pertenece al capitalista rentista. Si bien esos grandes arrendatarios pertenecen al campesinado rico, no quiere decir que perciban elevados ingresos, sino que tienen el control real de la tierra y de los medios de trabajo, es decir que son sus propietarios econdmicos efectivos. Esto no es mas que un ejemplo: no entraremos, dentro de los li- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 100 LAS CLASES SOCIALES trabajadores de los transportes estan considerados como trabajado- res productivos, pertenecientes a la clase obrera. Es porque una “mercancia” no existe sino a partir del momento en que esta pre- sente en el mercado, y lo que cuenta para la definicién del trabajo productivo es la mercancia/plusvalia. En cambio, Marx excluye de los trabajadores productivos a los asalariados del comercio, de los bancos, de las agencias de publi- cidad, de los diversos servicios, etc. Esto se debe: a] a que algunos de ellos pertenecen a Ja esfera de la circulacién; b] a que los otros no producen la plusvalia, sino que contribuyen simplemente a la realizacién de Ja plusvalia. [1.4.] Pero el problema es bastante mds complicado, en lo que con- cierne a los “técnicos” y a los “empleados asalariados” de oficinas* en el seno y en torno de la produccién material, de las empresas: entre otros, aquellos a quienes se designa a menudo, equivocada- mente, como “portadores de la ciencia”. Es imitil buscar, para estos casos, una respuesta coherente en Marx. Marx da, en efecto, encerrandose aqui en el plano econd- mico, dos respuestas absolutamente contradictorias: [14.1] En los Fundamentos de la critica de la economia politica, se refiere a la nocién de trabajador colectivo. Dada, dice Marx, la socializacién progresiva de las fuerzas productivas y del progreso de trabajo, por una parte, y la interpenetracién creciente de los trabajos que concurren a la produccién de las mercancias por otra, la ciencia tenderia a formar parte de las fuerzas productivas, y los “técnicos” deberian, por la via indirecta del trabajador colectivo, ser considerados como parte de la clase obrera; a reserva, eventual- mente, de considerarlos como una “aristocracia obrera”, la que, segun Lenin, es una capa de la clase obrera misma. {1.4.2.] En El capital, Marx considera claramente que esta cate- goria de agentes no forma parte de la clase obrera. La ciencia, nos dice, no es una fuerza productiva directa: tan sdlo sus aplicacio- nes entran en el proceso de produccién. Estas aplicaciones, por lo demas, no contribuyen mas que al aumento y a la realizacién de la plusvalfa, y no a su produccién directa. Los agentes técnicos no forman parte de la clase obrera. * 2Qué quiere decir esto? Hay que comenzar por descartar cier- tos criterios “econdémico”-“técnicos” que, de todos modos, no pue- den ofrecer respuesta: [1.4.2.1] La pretendida distincién entre “trabajo manual” y “tra- 4 “Ingenieros” en la nueva versién. NICOS POULANTZAS 10) bajo intelectual”. Esta distincién, en efecto, y Gramsci lo ha visto bien, no vale como tal. A menos de perderse en argucias fisiold- gico-biolégicas dudosas, es claro que todo trabajo manual comporta componentes “intelectuales” y viceversa. No se puede en modo al- guno definir, de manera rigurosa, un “trabajo manual” que fuese el unico trabajo productor de plusvalia. En cambio, la distincién “trabajo manual” y “trabajo intelectual” es una categoria surgida de la vivencia obrera, que remite a distinciones reales, pero que no son distinciones fisico-biolégicas: remite a distinciones politicas e ideoldgicas en el seno de las empresas.* [1.4.2.2.] Una pretendida distincién, que vuelve a encontrarse en el reciente Tratado de economia marxista: el capitalismo monopo- lista de Estado del Pc, entre trabajador colectivo y trabajador productivo. Este tratado se funda, en efecto, a tal respecto, casi exclusivamente en criterios técnico-econémicos. La cuestién es importante y merece que nos detengamos en ella. El tratado (t. 1, pp. 211 ss.) intenta definir una nocidn econé- mica del “trabajador colectivo” = los que concurren “técnicamen- te” a la produccién de la plusvalia, distinguiéndola de la nocién mis estricta de “trabajador productive” = los que producen di- rectamente la plusyalia, la clase obrera. Desctibrese as{ toda una serie de categorias espurias de individuos que, sin ser considera- dos como obreros, se consideran parte del “trabajador colectivo”, en una palabra cuasi-obreros. Se trata de una deformacién economista a la que va unido un objetivo politico preciso: Deformacién economista: en efecto, siempre que Marx emplea la nocién de “trabajador colectivo”, es para identificarlo con una extension de la clase obrera misma, del trabajador productivo, No existe de ningun modo, en Marx, distincién entre trabajador co- lectivo y trabajador productivo: el término de trabajador colectivo sirve para designar, en Marx, las transformaciones de la clase obre- ra misma. En cambio, es cierto que Marx define, en El capital, al trabajador colectivo segtin criterios unicamente econdmicos. Es, por lo demas, el motivo por el cual ese término es siempre en él impreciso y ambiguo. De hecho, se debe adelantar la proposicién siguiente: e] traba- jador colectivo no es otra cosa que la clase obrera, con la diferen- cia de que este término introduce precisamente criterios ideolégi- cos y politicos en la delimitacién de aquélla, y tal es su significacién fundamental. Ya volveremos a tratar esto. Por otra parte, distinguir entre trabajador colectivo y clase obrera, haciendo surgir capas de agentes “‘cuasi-obreros”, es aproximarse, hasta el punto de confun- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 122 LAS CLASES SOCIALES y del personal politico. El argumento tipo de este silogismo es: “Pompidou = banquero de Rothschild”. Ahora bien, no cabe duda de que en Ja actualidad se afirma cier- ta tendencia a la ocupacién de las “cimas’ del aparato por los propios miembros de los grandes monopolios. Pero esta tendencia se halla lejos de ser general o incluso predominante: basta con mencionar la hegemonia politica de los grandes monopolios que, a menudo, se realiza actualmente bajo gobiernos socialdemécratas (Austria, Alemania, Suecia, Gran Bretafia bajo Wilson), es decir bajo un personal politico originario ampliamente de la media e incluso de la pequefia burguesia, por no decir nada de la aristo- cracia obrera, Sabido es, por lo demas, que incluso en Francia, de- bido a la constitucién particular de la burocracia y de los “cuer- pos” de Estado, asi como de los compromisos del tipo “jacobino”, entre burguesia y pequefia burguesia, las cimas del aparato de Estado estén todavia ampliamente ocupadas por miembro; que proceden de la media e incluso de la pequeiia burguesia. Pero lo importante es que este hecho, inutil de negar, no impi- de el establecimiento de la hegemonia politica del gran capital. En efecto, negar este hecho, considerando que la hegemonia politica no puede sino identificarse con el lugar de fraccién o clase reinan- te, seria exponerse a criticas tan justificadas como inutiles. De hecho, la correspondencia entre los intereses de la fraccién hege- ménica, de Jos grandes monopolios en este caso, y de la politica del Estado, no se asienta sobre una cuestién de vinculos perso- nales: depende, fundamentalmente, de una serie de coordenadas objetivas, que conciernen al conjunto de la organizacién de la eco- nomia y de la sociedad bajo la férula de los grandes monopolios, y el papel objetivo del Estado a este respecto. El Estado no cons- tituye un simple “instrumento” que la fraccién hegeménica no podria adaptar a sus intereses sino teniéndolo, en el sentido fisico, “personalmente” en las manos. Es por sus funciones objetivas res- pecto del sistema social en su conjunto por lo que el Estado no puede, en una sociedad organizada bajo el dominio de los mo- nopolios, sino servir, finalmente, sus intereses. El problema de la diferenciacién eventual entre clase o fraccién reinante y la hege- monica se confunde en esto con la cuestién ya mencionada a pro- pésito de las categorias sociales, tal como la burocracia adminis- trativa: la de su autonomia relativa con respecto a las clases y fracciones a que sus miembros pertenecen. Debido al papel obje- tivo del Estado, estas categorias sirven también los intereses hege- ménicos, en contradiccién frecuente con los de su clase o fraccién. Esto no quiere decir, naturalmente, que sea indiferente la ads- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. . FERNANDO HENRIQUE CARDOSO 145 "to, en la misma trampa del “economicismo”? Para afirmar que + Marx no hacia analisis economicistas y no disolvia las relaciones - politicas € ideoldgicas en la “‘orbita de la produccién”, basta mos- trar cémo pensaba Marx el proceso de produccién.'* Resulta obvio que, para él, fuerzas productivas y relacién de produccién no son conceptos que se refieren a dos campos de lo real con cuya “suma” o “combinatoria” se va a construir el todo que explica. Son con- ceptos que se refieren a relaciones abstractas (en el sentido expli- cado anteriormente) que deben ser articulados en esquemas signi- ficativos mas ricos y que mientras mas determinados, esto es, mientras més especificados en sus relaciones con otras tantas re- laciones abstractas, mas se aproximan a la reconstruccién teérica de una totalidad concreta. Por esto, a pesar de que alcanzar el punto de Iegada implicaba para Marx, en el ejemplo clasico, elevarse hasta lo concreto (el Estado, el cambio entre las naciones, el mercado mundial, la po- blacién), para llegar alla es preciso determinar las relaciones par- ciales y los conceptos que las expresan y explican: por ejemplo, cifiéndome al texto de los Grundrisse, reconocer las clases sociales de que se compone la poblacién, analizar el trabajo asalariado y el capital, sin los cuales Jas clases sociales estan vacias de sentido (p. 21), etc. La elaboracién de estos conceptos constituye momen- tos del proceso de paso de lo abstracto a lo concreto y no “prac- tica teérica de elaboracién de las instancias especificas de teorias regionales”.*+ Transformar el procedimiento metodolégico de Ja dialéctica marxista en un esfuerzo para determinar tedricamente (en el caso quiere decir sistemdticamente) los conceptos explicativos posibles en cada “instancia regional” implica la formalizacién del marxis- 13 Poulantzas conoce todo eso. Tan es asi que escribe: “Produccién, en esas sociedades, significa al mismo tiempo, y en un mismo movimiento, divisién en clases, explotacién y lucha de clases” (p. 99). ™ Conviene Hamar otra vez la atencién hacia lo obvio: el camino recorrido de lo abstracto a lo concreto es radicalmente distinto del camino recorrido de Jo particular a lo general. Si es cierto que en Ja teoria marxista una “relacién abstracta” significa una “relacién parcial” y por tanto indeterminada, su de- terminacién (“totalizacién”) y concrecién dependen de una sintesis teérica, La nocién de sintesis se aleja de la idea de induccién. El concepto totalizante para el marxismo no equivale al concepto general, del positivismo y del em- pirismo, que reticne y abrevia los elementos comunes de muchas situaciones distintas, ni a la identificacién de las partes, de cuya enumeracién y resumen (en términos, para el caso, de probabilidades) resultara el conocimiento ge- neral: las leyes empiricas o las tendencias estadisticas. Por cierto, el anialisis marxista puede apropiarse de conocimientos asi producidos, pero tendré que redefinirlos, en té ios de su peculiar forma de construccién de les concep- tos y del encadenamiento de las explicaciones. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 148 COMENTARIO A NICOS POULANTZAS para Poulantzas es cl hombre, el “trabajador’, el que desempefia el papel de invariante, haciéndolo asumir, en este caso, no sdlo los tiesgos que él mismo designa como una “antropologia fundante”, sino de una antropologia conservadora por definicién: existen siem- pre hombres que trabajan, medios de produccién que no les per- tenecen y “apropiadores del sobretrabajo”. Esto es, existen siem- pre las condiciones dadas histéricamente sdlo en la produccién mercantil. Esto para no mencionar la categoria (?) confusa de “no trabajador en general’ que se apropia de los productos. En verdad, ninguna antropologia suscribiria estas afirmaciones que rozan el empirismo ingenuo de un materialismo estatico. Por cierto, el fundamento de estas interpretaciones se encuen- tra en Balibar.7 A pesar de que la gimnasia intelectual de Balibar es mds rigurosa, lleva igualmente al formalismo: “Podemos defi- nir este andlisis [la relacién entre los medios, el modo de trabajo y el trabajador] como la determinacién diferencial de formas, y definir un ‘modo’ como un sistema de formas que representa un estado de la variacidn del conjunto de los elementos que necesaria- mente entran en el proceso considerado”.'® “Esta combinacién, casi una combinatoria, que constituye la esencia actual de un modo de produccién determinado, donde fos elementos (siempre los mismos) no son sino elementos virtuales fuera de su relacién segin un modo de produccién determinado [...]” (p. 232). “Por medio de la combinacién variada de estos elementos entre sf, se- gun las dos relaciones [relacién de propiedad y relacién de apro- piacién real] que pertenecen a la estructura de tal modo de pro- duccién, podemos, pues, reconstituir los diversos modos de produccién. Es decir, que podemos enunciar los ‘presupuestos’ de su conocimiento teérico, que simplemente son los conceptos de sus condiciones de existencia histérica... Finalmente se legaria a un cuadro comparativo de las formas de los diferentes modos de produccién que combinan todos los mismos ‘factores’”" (p. 236). Digo que el ejercicio formal de Balibar es mds riguroso porque él dice explicitamente que Marx Mamaba “combinacién” a la ar- ticulacién entre partes en una totalidad concreta, esto es, que rela- ciona niveles distintos (econdémico, politico, etc.), diversos, pero unidos (p. 235), lo que obviamente es distinto de la interpretacién formalista de Balibar... Y también, porque al referirse al “no trabajador, que se apropia del sobretrabajo”, Balibar agrega que ¥ B, Balibar, “Acerca de los conceptos fundamentales del materialismo his- térico", en L. Althusser y &. Balibar, Para leer “El capital”, México, Siglo XXI, 1969, pp. 217-335. ™ Idem, p. 281. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 156 (2) 1.2 1.3 LAS CLASES SOCIALES (CORRECCION) b] a la relacién del productor inmediato (o del trabaja- dor directo) con el objeto y los medios de trabajo. Estas relaciones comportan dos aspectos: a] La propiedad econémica, por la cual se entiende el control econémico real de los medios de produccién, es decir el poder de destinar los medios de produc- cién a utilizaciones determinadas y disponer asi de los productos obtenidos. b] La posesién, por la cual se entiende la capacidad de emplear los medios de produccidn. En toda sociedad dividida en clases, la primera relacién (propietario/medios de produccién) confirma siempre el primer aspecto: los propietarios tienen el control real de los medios de produccién y, asi, explotan a los traba- jadores directos arrancandoles, de diversas formas, el so- bretrabajo. Volvamos a la segunda relacién, la de los productores directos —trabajadores— con los medios y con el objeto del trabajo, relacién que define la clase explotada. Esta relacion puede adoptar formas diversas, segun los diversos modos de produccién. En los modos de produccién “precapitalistas”, los pro- ductores directos —los trabajadores— no estaban entera- mente “separados” del objeto y de los medios de trabajo. Tomemos el caso del modo de produccién feudal: aun- que fuese el sefior quien tenia a la vez la propiedad juridica y la propiedad econémica de la tierra, el siervo tenia la posesién de su pegujal, protegido por las cos- tumbres, y del cual el sefior no podia pura y simplemen- te desposeerlo. En este caso, la explotacién se hacia por la extraccién directa del trabajo excesivo, en forma de prestacién personal o de tributos en especie. Esto quie- re decir que la propiedad econdmica y la posesién se distinguian en el hecho de no pertenecer ambas a la misma relacién propietarios/medios de produccién. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. MANUEL CASTELLS 161 La proposicién tedrica fundamental presentada por Poulantzas, y por toda una vertiente del marxismo, puede resumirse asi: 1] Lo econémico determina las otras instancias sociales. Por tan- to, las clases sociales se definen fundamentalmente a nivel eco- ndémico. 2] Pero lo politico y lo ideoldgico son relativamente auténomos. Por tanto, en la medida en que estas instancias no son la mera transcripcién de lo econdmico la posicidn en las mismas pasa a ser fundamental al nivel mismo de la definicién de las clases so- ciales y, por consiguiente, las clases constituyen siempre una com- binacién de las tres instancias. 3] Ahora bien, en ultimo término, “Jas clases no existen sino en una lucha de clases”. ¢Como entender esta afirmacién? No pue- de considerarse como un criterio unico y concluyente en si, puesto que entonces todo conflicto social definiria nuevas clases. Debe ligarse a la primera y segunda afirmaciones, considerando que las posiciones de clase son estructuralmente contradictorias. Pero, en ese caso, cen qué innova esta afirmacién con respecto a la segunda? zEs lo mismo decir que la lucha de clases define las clases que de- cir que los criterios politico-ideolégicos intervienen en su defi- nicién? Arranquemos de la consideracién de cada uno de los elementos teéricos asi presentados, 1. La determinacién econdmica de las clases sociales éQué quicre decir exactamente que las clases se definen al nivel de “lo econédmico”? z¥ que se definen, principalmente, a este nivel? Aqui es necesario introducir, como hace Poulantzas, la distin- cién entre los procesos de produccién, consumo y reparticién, y recordar que la estructura del primero determina la organizaci6n de los demas. Para analizar dicha estructura son fundamentales: a] La distincién de 3 elementos en el proceso de trabajo: el tra- bajador, los medios de produccién y el no-trabajador. b] La puesta en relacién de dichos elementos en una doble re- lacién: de propiedad (a distinguir de la propiedad juridica) y de apropiacién real (control técnico). c] La indisolubilidad de las dos relaciones y la determinacién del modo de relacién técnica por el modo de propiedad, como se- fiala Poulantzas. Estas distinciones permiten definir la base econémica de clases aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. MANUEL CASTELLS 168 esta finalidad se altera, se abre una fase de transicién hacia otro modo de produccién (ll4mase revolucion. . .). Lo cual quiere decir que el control social de la produccién (lo que los marxistas llaman la “propiedad de los medios de produc- ci6n’”) pasa por el control de la sociedad, de sus leyes de funciona- miento y distribucién, o sea, en ultimo término, por el control del Estado y de los principales aparatos ideoldgicos, Es en cambio economicismo la tentativa de ligar necesariamen- te la propiedad social de la produccién al control directo del pro- ceso técnico. En este sentido Poulantzas comete un error muy de moda al indicar que “la relacién que define la clase explotada es la relacién entre los trabajadores y los medios de trabajo” y al concluir, légicamente, que sdlo “la autogestién obrera puede mo- dificar fundamentalmente la propiedad econdmica” (p. 98). En efec- to, el identificar asi la disposicién directa del producto de una unidad de trabajo a la propiedad social del producto, prescin- diendo del sistema econdmico en que funcionan, abre la via a to- das las interpretaciones tecnicistas de las tesis marxistas: tanto a Jas ideas de la revolucién de los managers (puesto que la dis- posicion directa, técnica, de una unidad de produccién esta en general en manos de sus directores) como a las de los idedlogos participacionistas, que suefian con crear capitalistas colectivos, de Yugoslavia al Peru, pasando por De Gaulle. Solamente se pue- de sostener seriamente la tesis fundamental marxista de la sepa- racién entre la fuente de creacién de valor y la apropiacién pri- vada de la plusvalia situandola a su verdadero nivel, o sea al de la capacidad estructural de decidir las leyes del funcionamiento econémico y social, Toda simplificacién tecnicista o “politista” de la relacién entre produccién y dominacién de clase conduce di- rectamente al relativismo, al empirismo, a decidir, “seguin los ca- sos”... El caracter socialistao no de una economia no viene de- terminado por la capacidad directa de cada productor en su fabri- ca de decidir la produccién, sino por la capacidad politica de la clase obrera de determinar las opciones fundamentales y de in- fluir constantemente en su ejecucidn. O sea, en ultimo término, por la naturaleza de clase del Estado durante su proceso de auto- anulacién. Otra cuestion, perfectamente legitima, es el plantear la relacion entre la “autogestién” en las fabricas y el caracter prole- tario del aparato politico central: puede pensarse, por ejemplo, que no hay posibilidad de superacién del mpc sin una destrucci6n total de las relaciones de produccién inherentes a ese modo (inclui- dos los planos politico e ideoldgico) y que, por tanto, una fabrica socialista no puede funcionar técnica y socialmente del mismo modo aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 170 COMENTARIO A NICOS POULANTZAS te de las clases dominadas expresan, en toda su complejidad, el conjunto de relaciones de todas las clases y capas al aparato poli- tico de las clases dominantes. Pero zcomo saber entonces cual es el contenido de clase de una practica en términos de la transfor- macién de la estructura social? Lo “revolucionario” se definiria entonces como mera crisis dentro del aparato del Estado, resisten- cia a la integracién, en una problematica cuasiblanquista. E] eslabén que falta en el razonamiento seguido hasta ahora es el tipo especifico de mediacién entre la posicién estructural de la clase explotada y una practica que contradiga la organizacién social fundada sobre su explotacién. Dicha mediacién no es su “concien- cia” o una ideologia diferente. Esta es necesaria para que haya una transformacién, pero no es sino el resultado de la intervencién de la clase sobre si misma a través de su aparato politico. Dicho apa- rato politico no puede ser “una parte del sistema politico-juridico” (aparato del Estado), puesto que la expresién de las clases domi- nadas en él no existe sino como tal, como dominada. Dicho apa- rato politico es la forma especffica de dominacién social general en potencia que suscita la clase ascendente: no tanto aduefdandose de “una parte del poder”, sino generando un proceso que provo- que un cambio total del sistema de dominacién, o sea la destruc- cién del aparato del Estado existente y la construccién de uno nuevo, con distinto contenido de clase. En efecto, lo que distin- gue el marxismo no es, como dice Poulantzas, el “hacer de la lu- cha de clases el motor de la Historia”, sino aquellas tesis cuya es- pecificidad sefialé el mismo Marx: “Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habian descri- to el desarrollo histérico de la lucha de clases y los economistas burgueses habian expresado la anatomia econdémica subyacente. Lo que yo hice de nuevo fue: 1] Demostrar que la existencia de las clases esté ligada directamente a las fases de desarrollo histérico determinado de la produccién. 2] Que la lucha de clase conduce necesariamente a la dictadura del proletariado. 3] Que dicha dic- tadura representa la transicién hacia la abolicion de todas las cla- ses y hacia una sociedad sin clases” [Karl Marx, Correspondencia, 1852]. En una palabra, la gran ausencia de las tesis de Poulantzas es la teoria del partido vevolucionario. En la medida en que “el debate de las formas de organizacién de la clase obrera esta abierto” (p. 118 del texto comentado) no hay posibilidad alguna de estable- cer una pauta con respecto a la cual analizar el contenido de clase de una practica cuando se trata de la clase explotada. Nada hay de escandaloso en rechazar el leninismo, pero las consecuencias ted- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 178 COMENTARIO A NICOS POULANTZAS Lo que hace de América Latina una “regién”, no tanto geo- grafica como social, es una cierta comunidad pasada y presente en el marco del sistema colonial primero, imperialista después. Es decir, lo que se ha dado en llamar, con un término un tanto ambiguo, una trayectoria histérica relativamente unificada por su situaci6n de dependencia en el desarrollo del modo de produc- cién capitalista. Lo cual implica, al mismo tiempo, que habra tantas formas de dependencia y por consiguiente tantas especifici- dades histéricas como formas particulares de articulacién en el sis- tema mundial del capitalismo se den en cada zona de América Latina. De ahi la unidad y la diversidad de la problematica en los dis- tintos pafses, al mismo tiempo que su interpenetracién: forman parte de una misma estructura de relaciones de produccién e in- tercambio, ocupan globalmente una posicién de dependencia con respecto al centro hegeménico, pero, al mismo tiempo, su tipo de relacién es peculiar en cada caso. Ahora bien, si éste es el eje fundamental a partir del cual se originan las distintas formas especificas de estructura social, es necesario sefialar cul es el contenido preciso de cada una de esas especificidades y de las consecuencias que cada una de ellas ha ido produciendo en lo econdémico, en lo politico, en lo ideolégico, en los ritmos de Ja lucha de clases. Sélo a partir de un trabajo de ese tipo (que aqui no podemos sino indicar) puede plantearse en qué y cémo es preciso adaptar la teoria general de las clases socia- Jes a la “historia latinoamericana”. Primera gran consecuencia de la penetracién colonial y del des- arrollo capitalista dependiente: la interpenetracién de varios mo- dos de produccién en forma tal que (salvo en paises construidos por inmigracién masiva, como la Argentina) contintian existiende yestigios importantes de ellos, incluso bajo la dominacién del Modo de Produccién Capitalista. La comunidad primitiva, el feudalis- mo, la esclavitud y el capitalismo, se combinan en una compleji- sima trama de la que el Pera quizd constituye el mejor ejemplo. Consecuentemente, un andalisis de las clases sociales de una tal so- ciedad debe tener en cuenta no sélo las distintas clases definidas por las relaciones de produccién en el interior de cada uno de los modos, sino las resultantes de las combinaciones de las relaciones de produccién intermodos, y las derivadas de las combinaciones entre las clases como tales, una vez constituidas en agentes histd- ricos. Por otra parte, una tal estructura econémica, desarticulada por su insercién diferencial en el marco del sistema en su conjunto, aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. PROBLEMAS DE CONCEPTUALIZACION DE LAS CLASES SOCIALES EN AMERICA LATINA FLORESTAN FERNANDES INTRODUCCION El concepto de clase social ha sido empleado en diferentes sentidos. Algunos autores lo han usado (y siguen usdndolo) para designar cualquier tipo de estrato social, jerarquizado o no, como equivalen- te del concepto mas amplio de “grupo social”. Hay autores que lo utilizan de manera més restricta, para designar estratos sociales que se caracterizan por la existencia de una comunidad de intere- ses, mas o menos percibidos socialmente, y casi siempre ligados con relaciones de dominacién, de poder politico y de superposicién (también basados en diferencias de prestigio social y de estilo de vida). Finalmente, existen autores que lo aplican con un maximo de especificidad histérica, para designar la forma de arreglo de la sociedad inherente al sistema de produccién capitalista. En este sentido, la clase social slo aparece donde el capitalismo ha avan- zado lo bastante para relacionar, estructural y dinamicamente, el modo de produccién capitalista con el mercado como agencia de clasificacién social y con el orden legal que ambos requieren, fun- dado en la universalizacién de la propiedad privada, en la racio- nalizacién del derecho y en la formacién de un Estado nacional formalmente representativo. Concebida a la luz de la ultima acep- cién, adoptada por el autor, la “sociedad de clases” tiene una es- tratificacién tipica en la cual la situacién econémica regula el pri- vilegio positivo o negativo de los diferentes estratos sociales, condicionando asi, directa o indirectamente, tanto los procesos de concentracién social de la riqueza, del prestigio social y del poder (inclusive del poder politico institucionalizado y, por lo tanto, del poder de monopolizar el control del Estado y de sus funciones), cuanto los mecanismos de movilidad, estabilidad y cambio sociales en la sociedad. La caracterizacién anterior tiene limites esenciales. Hay un in- tenso debate sobre las consecuencias y las implicaciones de la evo- lucién reciente del capitalismo, el cual intenta poner en jaque la utilidad del concepto de clase social y la validez misma de la no- 191] aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FLORESTAN FERNANDES 195 gEXISTEN CLASES SOCIALES EN AMERICA LATINA? Se plantea una pregunta previa a cualquier analisis conceptual: gexiste o no el objeto que se pretende describir conceptualmente? Esta pregunta no es inocua. En primer lugar, porque los analisis hechos por economistas, socidlogos, antropdlogos e historiadores, prueban empiricamente que el ntcleo integrado y expansivo del orden social competitivo es cuantitativamente muy reducido y cua- litativamente poco dindmico. Los anuarios, relaciones especiales y contribuciones interpretativas de la cePAL en particular, demues- tran que se puede hablar de la existencia de una categoria tan numerosa como heterogénea de personas, que constituyen los “con- denados del sistema’ y su “mayorfa silenciosa’. En ese aspecto, la economia capitalista, ld sociedad de clases y su orden social com- petitivo actan como el “motor de la historia”, en especial porque en ellos estén concentrados los centros de decisién, ademas de otras razones como la absorcién y la eliminacién de los “sistemas” o “residuos” precapitalistas. En el fondo, ya sea en las metrdpolis, las ciudades o el campo, las clases sociales propiamente dichas in- cluyen los circulos sociales que son de una forma o de otra privi- legiados y que podrian describirse como relativamente “integra- dos” o “desarrollados”. Tales sectores coexisten con la masa de los desposeidos, condenados a niveles de vida inferiores al de sub- sistencia, al desempleo sistemitico, parcial u ocasional, a la pobre- za o a la miseria, a la marginalidad socioeconémica, a la exclusién cultural y politica, etc. Las clases sociales se superponen a otras categorias sociales de agrupacién, de solidaridad y de articulacién con las sociedades nacionales. En segundo lugar, las pocas clases sociales parcial o totalmente integradas no se consideran a si mis- mas como clases y niegan ese cardcter a las demds categorias socia- les o a la sociedad global. Se puede hablar de “mistificacién bur- guesa’”, de “ilusiones nacionales” y de “obstinacién del tradiciona- lismo catdélico”. El hecho es que la palabra “clase” se ‘emplea de manera ambigua (exactamente para designar “grupos de posicién social’, a través de los cuales se disimulan intereses de clases, for- mas de dominacién y conflictos de clase, que sélo pueden mane- jarse desde arriba). Las mitologias forjadas por las burguesias na- cionales insisten en rétulos perturbadores que son aceptados, consagrados y difundidos por los sectores “‘radicales” de las clases medias y por los “movimientos de izquierda”. FE] hincapié se pone en los procesos cuyos mecanismos reales se escamotean (los ejem- plos recurrentes van desde “‘Sdo Paulo es la ciudad que mas crece aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FLORESTAN FERNANDES 199 (y, por lo tanto, al desarrollo del capitalismo). Pueden difundir los habitos de consumo en masa y ciertas exterioridades de la “comodidad” y de la “vida civilizada’. Sin embargo, no pueden universalizar y fortalecer impulsos igualitarios relacionados con la redistribucién de la riqueza y del prestigio social o con Ja demo- cratizacion del poder, necesarias para la misma estratificacién en clases sociales. En otras palabras, no pueden absorber las iniqui- dades sociales, heredadas del pasado remoto o construidas a través de la implantacién del orden social competitivo, ni servir de tram- polin para el surgimiento mas o menos rdpido del “pluralismo democratico” (considerado por muchos como el indice ideal del “capitalismo maduro’”). En consecuencia, el tipo de capitalismo constituido en América Latina, que florecié gracias a la modernizacién de lo arcaico, al- canza la etapa de industrializacién en gran escala y de exportaci6n de productos industrializados, explotando intensamente la arcaiza- cién de lo moderno. La innovacién parece ser la regla: la “nueva mentalidad industrial”, las “nuevas estructuras econémicas”, la “politica de desarrollo”, etc., son los nuevos simbolos y orientacio- nes de valores de esta etapa. Sin embargo, Ja innovacién se incrus- ta en una realidad socioeconémica que no se transformé o que sélo se transformé superficialmente, ya que la degradacién mate- tial y moral del trabajo persiste y con ella el despotismo en las relaciones humanas, el privilegio de las clases ricas, la sobrecon- centracién de la renta, del prestigio social y del poder, la moder- nizacién controlada desde fuera, el crecimiento econémico depen- diente, etc. No se puede ignorar la historia y seria erréneo afirmar que nada ha pasado (0 esté pasando). No es ésa la intencién de esta descripcién. No obstante, no se establecié en Ja “etapa industrial” —como no se habia establecido anteriormente con la produccién y la exportacién de productos primarios— una relacién dindmica entre capitalismo y descolonizacién. Para expandirse y consolidar- se, el mercado capitalista moderno, primero, y el sistema de pro- duccién capitalista, despu¢s, se adaptaron de una manera o de otra a estructuras socioecondmicas dependientes de origen colonial o precapitalista. Por ello, los nuevos impulsos de rapido crecimien- to econémico renuevan y fortalecen desigualdades econdmicas, so- ciales y politicas que son incompatibles con la ordenacién de cla- ses sociales. Incapaz de provocar una revolucién urbana —como fue incapaz de producir una revolucién agricola—, el capitalismo hace que la historia social del campo se reproduzca en la evolucién de las grandes metrépolis y de las ciudades. En suma, las clases sociales no pueden cumplir sus funciones so- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FLORESTAN FERNANDES 203 fren la expoliacién de afuera hacia adentro, lo que los obliga a compartir el excedente econémico con los agentes que operan a partir de las economias centrales. De hecho, la economia capita- lista dependiente esté sujeta como un todo a una disminucién permanente de su riqueza (existente 0 potencialmente acumula- ble), lo cual excluye la monopolizacién del excedente econémico por sus propios agentes econémicos privilegiados. En realidad, sin embargo, la disminucién de la riqueza se realiza a costa de los sec- tores asalariados y destituidos de la poblacién, sometidos a meca- nismos permanentes de sobreapropiacién y sobreexpropiacién ca- pitalistas. Se ha discutido acerca de si el capitalismo dependiente es “co- lonial” 0 “neocolonial” (como ahora se prefiere decir). Existen varios tipos de colonialismo y de neocolonialismo. No seria dificil, por lo tanto, descubrir semejanzas significativas entre el antiguo sistema colonial, la transicién neocolonial y el capitalismo depen- diente, propiamente dicho. El conocimiento que resulta de tales comparaciones sdlo abarcaria ciertas determinaciones estructurales de significado general, fuera y por encima de los contextos histé- rico-sociales, a través de los cuales seria posible comprender su importancia especifica para la formacién y el desarrollo del mer- cado, del sistema de produccién y de la sociedad global, en las tres etapas mencionadas. Seria, en suma, un conocimiento sociold- gico poco util para la comprensién y la transformacién de la rea- lidad. Los autores que prefieren calificar al capitalismo depen- diente como colonial o neocolonial no se preocupan por ese aspecto, al mismo tiempo tedrico y practico (y que seria central desde el punto de vista marxista), pues se interesan mas por el im- pacto emocional del uso de los dos conceptos en la oposicién na- cionalista o socialista a la dominacidén externa, Al proceder de ese modo, sin embargo, crean una falsa conciencia critica de la situacién existente, paraddjicamente simétrica a las mistificaciones antirradicales, elaboradas por las ideologfas conservadoras. Algu- nos confunden la dependencia con formas precapitalistas, ignoran- do que estas formas se transformaron gracias a la evolucién interna del capitalismo y a sus nuevas conexiones con la transforma- cién del capitalismo en el exterior; otros escamotean la dependen- cia, ocultandola tras Ja soberanfa nacional y simulando una auto- nomia econémica, sociocultural y politica que es imposible. Am- bas distorsiones perceptivas y cognoscitivas deben ser corregidas, si se pretende que la explicacién sociolégica sea util para los pro- cesos viables de autonomizacién histérico-social, ya sean graduales o revolucionarios. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FLORESTAN FERNANDES 207 integra una situaci6n neocolonial evidente e incuestionable. El control colonial, de tipo legal y politico (aunque con base y obje- tivos econémicos), fue sustituido por controles puramente econd- micos, manipulados desde fuera, a través de los mecanismos de mercado. Por ello, la revolucién politica corresponde a una autén- tica depuracion que consolidé las estructuras econémicas y socia- les heredadas de la sociedad colonial. La revolucién econdmica y social surgiria mas tarde, gracias a la evolucién iriterna de un mercado capitalista especificamente moderno y a la gradual ex- pansion de un sistema de produccidn capitalista. La descoloniza- cién, que no se inicia de inmediato mds que de manera limitada en la esfera politica (mediante la transferencia de poder de la Corona y sus representantes en favor de los poderosos del antiguo sistema colonial), acompaiia las peripecias de esa evolucién y sdlo alcanza proporciones histéricas cuando se completa el aburguesa- miento de las oligarquias y su hegemon{a comienza a sufrir una oposicién econdmica, social y politica. Entonces, aparecen nuevos grupos de poder burgueses y la configuracién de una sociedad de clases se hace mas clara. No es posible analizar aqui los aspectos estructurales e histéri- cos de Ja transicién neocolonial (su duracién, consecuencias y desintegracién) y cémo los paises de América Latina entran en su edad moderna. Lo importante, para esta presentacién, es que la evolucién posterior del capitalismo no fue provocada sélo por las transformaciones del mercado y del sistema de produccién men- cionadas anteriormente, como ocurridé en Europa y en los Estados Unidos. La etapa de transicién neocolonial, que duré entre cuatro décadas y medio siglo en los paises de desarrollo socioeconémico mas rapido, coincide con la consolidacién del capitalismo indus- trial en Europa y el surgimiento de un nuevo patrén de domina- cién externa imperialista. En consecuencia, lo que al principio constitufa una transferencia de controles coloniales —de Espaifia, Portugal u Holanda a Inglaterra, Francia y otros paises— y diera origen a una situaci6n neocolonial tipica, concentrada en torno al comercio de exportacién-importaci6n y a la modernizacién cultu- ral, se convierte con relativa rapidez en una variante caracter{s- tica (tanto histérica como estructuralmente) del “capitalismo mo- derno”. La internalizacién de un mercado capitalista especifica- mente moderno (es decir, dotado de dinamismos econdémicos y sociales), en expansién mas o menos rapida y en progresiva inte- ~ gracién de escala regional o nacional, modificé las relaciones de la economia interna con el mercado mundial, al mismo tiempo que cred un foco interno de crecimiento econdémico. Surgiéd asf una aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FLORESTAN FERNANDES 211 necesario y posible a través del capitalismo. Hay siempre una fer- mentacion histérica y alguna superacion del pasado en cada uno de los momentos, que no puede ser inducida desde fuera, porque se refiere a actitudes; comportamientos y objetivos que grupos y clases sociales se imponen, mediante acomodos y conflictos sociales. ¢Por qué este capitalismo, nacido de la conjuncién de dinamis- mos econdmicos internos y externos, interligados ¢ interdependien- tes, no fue capaz de superar las limitaciones de sus origenes? Se pueden buscar respuestas en el nivel de Jos efectos (poder de los controles econémicos externos o debilidad de la revolucién bur- guesa en las condiciones mencionadas); también se pueden buscar respuestas en el nivel de las causas (el tipo de proceso de acumu- lacién capitalista, que resulta de la articulacién estructural de dos polos dindmicos: las condiciones de apropiacién y de expropiacién pueden alimentar la continuidad del proceso o su deterioro, pero jamas el fortalecimiento unilateral del polo dinamico interno). Pa- rece poco importante el nivel en que se hagan las preguntas. Lo importante es que el capitalismo descrito tiene su propia légica econémica. Los tres momentos indicados muestran cémo las dife- rentes crisis de formacién y de desarrollo afectan por igual a los dos factores. Uno no se puede fortalecer sin o contra el otro. En realidad, el “juego econédmico” para los participantes externos se realiza por la especulacién y el poder, al igual que para los par- ticipantes internos (ambos se estiman y se utilizan como medios para alcanzar tales objetivos). Por ello, sobreapropiacién capita- lista y dependencia constituyen Ia sustancia del proceso. Los dina- mismos econémicos externos e internos no tendrian razén de ser (ni motivarian econémica, social y politicamente a los agentes econdmicos) si no existiese la perspectiva de la sobreapropiacién capitalista. Sin embargo, al existir la sobreapropiacién capitalista, el excedente ccondmico repartido puede alimentar los motivos egoistas ¢ instrumentales de los agentes econémicos, pero no puede generar su autosuperacién (o su negacién). Las excepciones apa- recen en los momentos de crisis y de transicién, en que las condi- ciones del juego se vuelven a formular, aunque no sus reglas. La dependencia, a su vez, no es sdlo una “condicién” o “accidente”. La articulacién estructural de dinamismos econdémicos externos e internos requiere una permanente ventaja estratégica del polo econdémico hegeménico, aceptada como compensadora, titil y crea- dora por el otro polo. Aun asi, son los momentos de crisis y de transicidn los que revelan mejor la naturaleza del proceso, Cuan- do surge el mercado moderno, la revolucién comercial o la revo- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FLORESTAN FERNANDES 215 nacionales acomodos que hacian funcionar el orden social compe- titive. Cuando se establece el paralelo, es mas o menos evidente que para avanzar y construir las burguesias latinoamericanas ne- cesitaban adversarios capaces de desafiarlas. Se ha pensado que lo que falté fue una aristocracia reaccionaria suficientemente fuerte para amenazar el ascenso social de la burguesia. Tal racio- cinio es incongruente, lo que se puede comprobar a través dé los desdoblamientos de la revolucién burguesa en los Estados Unidos. Los paises que habian importado una economia de mercado mo- derno no podian forjar la repeticién de la historia. En ellos, la aristocracia primero explota las oportunidades del capitalismo, después se aburguesa (Japon es el caso tipico). Las incongruen- cias de las burguesias latinoamericanas proceden del hecho de que resisten la plebeizacién e instigan la proletarizacién sin querer aceptar la democratizacién correspondiente del orden social compe- titivo. Proscribiendo lo destituido del orden civil y limitado (0 anulando) Ia participacién econdmica, cultural y politica de las clases trabajadoras, aquellas burguesias se debilitaron a si mismas, reduciendo sus alternativas, empobreciendo su visién del mundo y liquiddndose como agente historico revolucionario. Cuando se restringe la competencia y el conflicto por privilegios casi estamen- tales, despojan al capitalismo de su potencialidad creadora. Al protegerse contra las amenazas mds deébiles, las burguesias latinoamericanas se condenaron a la impotencia ante las amenazas més fuertes. No fue ni es tan dificil excluir 0 acallar a los sectores destituidos y a las clases pobres, margindndolos dentro o fuera del orden social competitivo. zCémo se pueden inhibir o controlar los dinamismos desencadenados por las hegemonias econédmicas, en una economia dependiente? Esta cuestién fue ignorada o mal res- pondida por las burguesias de América Latina, incluso las mas patriéticas y nacionalistas. En consecuencia, se vieron superadas por los hechos, tanto en los paises en los que habian conquistado su hegemonta de clase por medios relativamente pacificos (como Argentina), como en paises en los que su hegemonia de clase se habia logrado por vias cruentas (como México) Al final, de una manera o de otra, tuvieron que ceder terreno a la evolucién ex- terna del capitalismo, colocar en segundo plano a la revolucién nacional y ejercer sus funciones de direccién o de dominacion como una plutocracia compuesta, minada desde dentro por los in- tereses, valores e influencias sociales de las sociedades hegeméni- cas. En este sentido, fueron los artifices del capitalismo depen- diente. Lo escogieron y lo fortalecieron como alternativa de una revolucién nacional dentro del orden, que amenazaria las iniqui- aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for 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this book. FLORESTAN FERNANDES 401 de realizar la historia de la sociedad hegeménica, y otro que es la propia historia de Ja sociedad hegeménica que propone nuevas maneras, nuevas relaciones y fuerzas de dominacién. Hay dos movimientos simultdneos y hay toda una historia que no es la historia ni de Europa ni de Estados Unidos, es la historia de paises que tienen una organizacién econdémica, social y poli- tica que repite estructural ¢ institucionalmente los patrones de las sociedades desarrolladas, pero que no repite su historia porque se hace a partir de una situacién de heteronomia. Se podria decir que la ldgica de esta situacién serfa la rebelién para destruir Jos lazos de dependencia, los lazos de subdominacién. Pero lo que ocu- rre es que la sociedad que est4 en una situacién heterénoma sdlo tiene potencialidades de rebelién limitadas, por sus vinculaciones estructurales y dinamicas con el centro, y en que las fuerzas poli- ticas activas tienen que resguardar su autonomia amparandose en el centro y no en las fuerzas locales; las fuerzas locales 0 regio- nales pueden ser fuerzas de destrucci6n. La intencién general del trabajo fue poner en evidencia el hecho de que no se puede esperar, en términos de lo que llamé el capi- talismo salvaje, que las clases sociales tengan las funciones destruc- tivas del viejo régimen que se tuvieron en las sociedades europeas donde fueron también creadoras. Las fuerzas sociales no pudieron tener esta historia en América Latina; tuvieron una forma parcial y no tienen condiciones para las funciones constructivas de orga- nizacion de una nueva sociedad, con mayor flexibilidad, mayor fluidez y patrones particulares. Desde un punto de vista tedrico los problemas que he expuesto no van a suscitar mucha controversia, porque la explicacién que yo intenté de las clases en las diferentes conexiones estan funda- das en andlisis que son aceptados por la media de los especialistas. Lo que va a suscitar alguna critica es la conceptualizacién. Hay un concepto de “hegemonia compuesta” de clases que po- dria suscitar algunas criticas por parte de aquellos que se habituan a ver la sociedad de clases en América Latina desde una perspec- tiva aislada, y que separan la dominacién externa de los procesos internos de organizacién del poder. Pero si se acepta que en una sociedad colonial, neocolonial o dependiente, las estructuras exter- nas e internas del poder tienen vinculacién y éstas pasan por per- sonas, por grupos y por clases sociales, yo no veo cémo ignorar esta dimensién. Lo que se lama la hegemonia de clases sdlo tra- duce lo que se Ilamé en el pasado de una manera ingenua “bur- guesfa nacional”; lo que hay de menos nacional en América La- tina es la burguesia porque es una burguesia que desde el pasado aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. JORGE GRACIARENA 407 insisto en la necesidad metodoldgica de integrar las perspectivas y enfocarlas no como realidades aisladas, como casos particulares, como lo presenta el profesor Fernandes al afirmar que ¢l capita- lismo subdesarrollado es un caso particular del capitalismo en ge- neral; también los paises desarrollados son un caso particular del capitalismo en general. En ambos encontramos potencialidades par- ciales de una realidad mucho mas amplia cuya interpretacién de accion reciproca es la que permite explicar no solamente los flu- jos y reflujos de diferentes transferencias entre ellas, sino tam- bién las propias condiciones del funcionamiento interno que, me parece, es el problema que estamos discutiendo en este momento. Sé que no estoy afirmando nada nuevo, simplemente estoy co- locando el problema en una 6érbita que en América Latina tiene ya varios aiios de difusién. El desarrollo y el subdesarrollo son situaciones complementarias. Se conocen también algunos esfuer- zos empiricos para mostrar cémo las tasas de produccién interna, derivadas del funcionamiento de la sociedad de clases, podian ser alteradas en un sentido u otro por las condiciones y por las ven- tajas determinadas por los sistemas de dominacién hegeménicos in- ternacionales. Hubo una cierta idealizacién que formalmente parecié posible en la elaboracién de los economistas del siglo xix, pero que en la realidad histérica del capitalismo ha mostrado que no se ha pro- ducido. Se afirmé que la sociedad capitalista, bajo un modelo li- beral, se movia progresivamente hacia un tipo de sociedad més justa en que la distribucién social y los individuos, a través de sus diferentes capacidades de apropiaciones, podrian Megar a ser co- locados socialmente en condicones de igualdad. Es ésta una vision general, y me temo que el profesor Fernandes se ha contagiado un poco de la idealizacién de los liberales, en el sentido de que el orden competitivo tendria no solamente capacidad de realizar una distribucién relativamente equitativa de los procesos sociales, sino también capacidades de organizacién de sistemas de manera que introducirfa ajustes racionales continuos que asegurarian una larga persistencia. Otro tema es la autonomia y la heteronomfa que la idea de dependencia contribuyé a introducir; hay una cantidad de pro- blemas que surgen de esto y tal vez todos estemos de acuerdo en que los paises de América Latina presentan, respecto a los paises hegemonicos, situaciones de asimetria, de carencia de poder, de transferencias no reciprocas, etc, en que se manifiesta la situacién de dependencia; es necesario tener en cuenta estas situaciones para aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FLORESTAN FERNANDES 413 correcto; la izquierda en América Latina hoy esté mucho mds preo- cupada que los socidlogos por encontrar una explicacién para este tipo de solucién tan subestimada; hubo en general en América Latina una subestimacién de la burguesfa, que persiste todavia hoy. Alguien me decia: “ustedes estan peleando categorias que no existen, no existe una burguesia en América Latina, no existe una revolucién burguesa, ni siquiera como fenédmeno eétructural’”; en- tonces hay que aceptar lo que ocurre en Brasil, en Argentina o en otros paises como una cosa fantdstica que no est4 sucediendo porque no existe una burguesia, o una revolucién burguesa estruc- turada o cosas asi. Pero el hecho es que hay una concentracién de poder y mecanismos que crean, como durante el poder de la oli- garquia, persistencia en condiciones de la vida social que son alta- mente injustas. Esto no significa que la estabilidad se logre durante un largo periodo: en Latinoamérica ha sido la oligarquia la que ha logrado la movilizacién del poder; creo que en los términos de la caracte- rizacién que he hecho de una hegemonia compuesta de clases la situacién es similar. Hoy hay una oposicién que no puede ser de- tenida, sdlo puede ser sofocada, por eso es que atin se tiene que aceptar que hay una flexibilidad en el capitalismo dependiente que no puede crear alternativas mis eficaces que las que logré la oligarquia en el pasado. Este problema est4 mucho mas ligado a las estructuras internacionales de poder en el nivel econdémico, el cultural y el politico. Yo creo que la crisis del capitalismo depen- diente est4 ligada al destino del capitalismo en el plano interna- cional. Si el sistema mundial del capitalismo Jogra conservar su estabilidad y su forma de expansién, habrd que admitir que la persistencia del capitalismo en la periferia puede tener mds pro- babilidades e incluso condiciones de recuperacién imprevisibles o imposibles de otra manera. Jorce Martinez Rios [hizo su exposicién siguiendo el texto de su comentario general]. FLORESTAN FERNANDES: Tengo que agradecer el interés que el pro- fesor Martinez Rios ha demostrado en mi trabajo. Encuentra en él rastros de funcionalismo. ¢Seria por eso que fui expulsado de la Universidad de Sio Paulo? Pero no hay en el trabajo que pre- senté ninguna intencién de usar un modelo especifico, y ain me- nos la intencién de usar un modelo durkheimiano. Por esto el aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. FLORESTAN FERNANDES 419 ne la impresion de que se juega con una expresién ecoldgica de la marginalidad. Los marginados son las personas que viven en Ja mi- seria; habria que recordar Ja inexistencia estadistica de esta conju- gacion, puesto que no son los desempleados los que viven en esta miseria, y, por otra parte, hay diferencias de contenido social de estos estratos seguin la intervencién o no de aparatos politicos. Creo que mas que un problema hay una politica de marginalidad, ya que el proceso de produccién estructural es la descomposicién masiva de estructuras precapitalistas sin creacién de oportunidades de empleos rurales. La visibilidad social del problema de la margi- nalidad viene mucho mas directamente de la existencia de una politica para tratar de realizar una modificacién sobre contradic- ciones secundarias del sistema, como por ejemplo el problema de la vivienda. Se ha visto en Chile muy claramente cémo la demo- cracia cristiana ha lanzado a sus “marginados” sobre el problema de la vivienda. El éxito 0 no y por tanto la constitucién o no de un grupo definido politicamente como masa marginada que apo- ya el sistema depende en esas condiciones del proceso de lucha politica. Creo que es necesario plantear los problemas tedéricos en rela- cién con el campo de la investigacién. En relacién con esto qui- siera referirme a una alusién hecha tanto por Fernandes como por Graciarena, respecto de la necesidad de investigacién empiri- ca. ¢Qué investigacién empirica? No basta cualquier tipo de in- vestigacién empirica: ésa es la diferencia entre la perspectiva marxista que se ha tratado de plantear aqui y cualquier otro tipo de perspectiva teérica ya que no son cualquier tipo de datos los que responden a los problemas que nos planteamos. La investiga- cién empirica exige saber qué se quiere buscar; no se trata de ir a lo estdtico, sino de saber cudles son los problemas, cudles los tipos de observacién que se deben realizar y de qué manera debe hacerse. En este sentido no creo que las técnicas sean universales ni que cualquier tipo de técnicas correspondan a cualquier tipo de problemitica; hay una diferencia fundamental en términos de estrategia de investigacién. FLORESTAN FERNANDFS: El trabajo que he presentado tiene limita- ciones; no es posible en sociologia o en cualquiera otra rama de la ciencia un esfuerzo totalmente satisfactorio. Lo que menciono en el trabajo es que el capitalismo no es diferente si se considera a Europa y América Latina, lo diferente son las condiciones en que funciona en América Latina, La mia es una conwibucién de aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. En los ultimos diez afios el avance de las ciencias sociales en América Latina ha sido notable y superior al logrado en otros paises, atin los de mayor tradicién académica. Este desarrollo conlleva una cierta dispersién tedrica, que de tiempo en tiempo tiene que enfrentarse a la critica y supe- rar el nivel de los andlisis, depurar planteamientos, resol- ver problemas metodolégicos, matizar las perspectivas de andlisis, incorporar mas y mas las grandes aportaciones del andlisis histérico estructural y finalmente entender las si- tuaciones nacionales en su contexto latinoamericano y mundial para transformarlas sin luchas estériles y muertes inutiles, hasta donde esto es posible. Nada més importante para lograr esta confrontacién que la temadtica fundamental de las clases sociales, que se debe iniciar por los proble- mas de conceptualizacién. Este tomo presenta los textos y discusiones que sobre el tema convocé el Instituto de Inves- tigaciones Sociales de la UNAM, que se celebré a fines de 1971 en Mérida, y en el que intervinieron los mas destaca- dos investigadores de América y Europa. 968-23-0159-9 se A) ARGENTINA COLOMBIA

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