Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
LA CONCORDANCIA
ISBN: 84-96447-35-9
THESAURUS:
latín, sintaxis, morfología, categorías nominales, género, número, caso, concordancia.
2
Pero, como hemos dicho, muchas relaciones de contenido pueden ser expresadas
por una vía más léxica además de por la vía morfológica. Por ejemplo, en las
expresiones latina y castellana de (1):
3
relaciones entre sujeto y predicado. El caso, por su parte, es fundamental para
determinar las relaciones en el marco oracional, como se dirá más adelante.
De ahí, pues, el distinto valor concedido en la sintaxis al género y al número frente
al caso. En esta introducción vamos a abordarlos de forma individual con el fin de
acercarnos a las formas de relación sintáctica que marcan y al valor funcional más o
menos abstracto que aparece gramaticalizado en cada una de las tres categorías.
Las lenguas disponen básicamente de cuatro medios para marcar relaciones
sintácticas entre los elementos del discurso: la entonación, el orden de palabras, la
variación morfológica y el empleo de palabras gramaticales. Las diferentes lenguas
hacen uso de ellos de manera desigual, como ya hemos visto más arriba.
En el latín casi nada se puede decir de la entonación por razones obvias. Al orden
de palabras se dedica el capítulo 22 de esta obra. Los últimos dos medios constituyen
el asunto principal del conjunto de la sintaxis y en este capítulo introducimos las bases
elementales que subyacen a la variación morfológica como medio de relación
sintáctica en el ámbito nominal. Será necesario mencionar también de pasada, como
ya hemos hecho arriba, el cuarto modo de relación: el uso de palabras independientes
de relación gramatical. Lo haremos a propósito del caso y hablando de la preposición,
porque del mismo modo que la frontera funcional entre la morfología y la sintaxis no es
igual de una lengua a otra cuando sirven como modo de expresión relacional, tampoco
tiene bordes nítidos en una misma lengua, en este caso en latín.
2. El género.
2.1. El concepto.
No todas las lenguas tienen género. En algunas de ellas no existe y en otras, por
el contrario, es una categoría compleja y extendida que afecta a numerosas clases de
palabras (Corbett 1991:1 ss.). En latín es una categoría morfosintáctica del sustantivo
que aparece en las demás clases de palabra llamadas nominales, que reciben este
nombre porque comparten sus categorías morfológicas con el nomen: el adjetivo, el
pronombre, los numerales y el participio.
Desde el punto de vista funcional el género es un sistema de clasificación de los
nombres que sirve para asociar a ellos otras clases de palabra y mantener así la
coherencia referencial de la lengua. Entre las múltiples posibilidades clasificatorias que
ofrece esta categoría el latín, al igual que otras lenguas indoeuropeas, ha formado tres
géneros: masculino, femenino y neutro.
4
En términos sintácticos el género afecta fundamentalmente a la forma de
expresión de la referencia pronominal y a la concordancia que presentan los
modificadores con los núcleos de los sintagmas nominales:
(2) Gallia est omnis diuisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam
Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. hi omnes lingua,
institutis, legibus inter se differunt. (“La Galia toda está dividida en tres partes; de ellas
una la habitan los Belgas, otra los Aquitanos, la tercera los que en su propia lengua se
llaman Celtas, en la nuestra Galos. Todos estos son diferentes entre sí por su lengua,
por sus instituciones y por sus leyes.” Caes. Gall, 1,1,1)
La relación que se establece entre Gallia, omnis y diuisa, la que existe entre unam,
aliam y tertiam con partes o la que recuerda que hi se refiere a Aquitani, Celtae y Galli
vienen expresadas por la marca de género (y número).
No en todos los tratados de sintaxis se presta atención al género salvo en el
apartado de la concordancia, pero en muchos otros al uso se le dedica, con mayor o
menor amplitud, un capítulo particular. Aquí pretendemos ceñirnos al problema
sintáctico del género, pero parece necesario dar brevísima cuenta de la razón por la
que en otros tratados de sintaxis tiene una presencia mayor.
A propósito del género conviene decir de partida que muchas de las cuestiones
que en los tratados de sintaxis aparecen en torno a él no tienen que ver con hechos
sintácticos, sino con hechos léxicos relacionados con la historia de la constitución del
género como categoría morfológica. Para que se entienda mejor el fenómeno del
género y se separen en él los componentes sintácticos y léxicos en la medida de lo
posible, conviene delimitar ambas cuestiones.
5
modelos con mayor o menor preponderancia de lo semántico y lo formal, es decir, con
un grado mayor o menor de gramaticalización de la categoría.
El latín nos muestra un sistema mixto de tres géneros en el que hallamos, por
ejemplo, que todos los sustantivos que designan entidades vivas, sexuadas y cuya
diferencia de sexo está presente en la cultura de los hablantes tienen una adscripción
al género de carácter semántico en virtud del sexo masculino o femenino,
independientemente de su forma (pater, “padre”, y mater, “madre”, con una forma
similar, tienen género masculino y femenino respectivamente en función de su sexo).
También encontramos que todos los neutros designan entidades inanimadas y que en
aquellos que no lo hacen se trata de denominaciones metafóricas evidentes (scortum,
que traducimos por “prostituta”, es un empleo translaticio de la palabra que significa
“pellejo”).
Salvada como preponderante dicha adscripción semántica de los animados
sexuados y aceptada la inanimicidad de los neutros, a continuación intervienen
complejas clasificaciones formales que distribuyen entre los géneros masculino y
femenino los seres inanimados y algunos de los animados. Por ejemplo, salvo
excepciones menores explicables de forma diferente, todos los nombres de la primera
declinación en –a o de la quinta en –es son femeninos y los de la segunda en –us son
masculinos. Otras veces son los sufijos derivativos, en lugar de los temas, los que las
diferencian (los nombres en –tio de la tercera son femeninos, los en –tus de la cuarta
son masculinos, etc.) Pero el complejo detalle de este asunto y de su probable
evolución no se puede ni se debe tratar aquí y forma parte de la historia de la
morfología. Lo fundamental para el latín desde el punto de vista sintáctico se reduce a
lo siguiente:
(i) En latín, como en muchas otras lenguas indoeuropeas, el género es un sistema
de clasificación de los nombres que ha adoptado en algunos casos criterios
semánticos y en otros su gramaticalización como categoría ha evolucionado a un
sistema complejo en el que se observan con mayor o menor claridad esquemas ya
plenamente formalizados, por ejemplo, los que se basan en la morfología derivativa
que acabamos de ver.
(ii) El grado de formalización que el género ha adquirido en latín y la mezcla de
criterios de adscripción semánticos o formales puede crear en el hablante un cierto
desajuste en aquellas ocasiones en los que se atribuyen a entidades animadas
denominaciones cuyo género formal no encaja con el género semántico sexuado del
designado o en aquellas en que un elemento formal dotado de género (por ejemplo, un
adjetivo) ha de atribuirse a varios sustantivos con género distinto (v. más adelante § 2.
3) .
6
(iii) Lo más importante desde el punto de vista sintáctico es que el género como
categoría nominal se ha extendido a otras clases de palabras y se emplea
funcionalmente para relacionar el nombre con otras entidades y mantener la
coherencia referencial por medio de la concordancia. Por ello, en lo que afecta a la
sintaxis y a los problemas que los desajustes antes mencionados provocan en lo
organización del sistema, trataremos esta cuestión de forma conjunta con el número
en el epígrafe dedicado a la concordancia (§ 4).
Ahora bien, de la mayor o menor importancia dada a la adscripción semántica del
género se deriva el hecho de que algunos tratados de sintaxis presten atención sólo a
la parte formal de la sintaxis y el género se trate tan sólo en el tema de la
concordancia (Ernout-Thomas 1953: 125-142, Kühner-Stegman 1914: II, 2, 20-65,
etc.), mientras que algunos otros abordan el problema semántico de la compleja
atribución del género a los nombres o su desarrollo histórico (Bassols 1945: 43-71,
Hofmann-Szantyr 1964: I, 5-12, etc.).
7
Ahora bien, esa funcionalidad es la que nos pone de manifiesto ciertas
irregularidades en el sistema: en latín nombres como sacerdos, hospes, interpres, etc.
pueden recibir modificadores con género masculino y femenino (hic sacerdos, haec
sacerdos, hic hospes, haec hospes, etc.) y es en función de tales modificadores como
se adscribe una parte del significado (el sexo del designado) a tales nombres. Las
gramáticas hablan en este caso de género “común”.
En otras ocasiones, palabras que designan animados que presentan siempre
modificadores unívocos en cuanto a su género (uulpes, aquila, columba, por ejemplo,
siempre en femenino; basiliscus, cancer, elephas, siempre en masculino) pueden
recibir significados sexuados apareciendo apuestos a mas, “macho” o a femina,
“hembra”. El nombre de género “epiceno” es el aplicado en esta circunstancia.
Esta doble clasificación requiere un comentario:
(i) La base del problema es la misma en los dos casos: existe un ligero desajuste
en un sistema que utiliza la semántica del sexo para la atribución del género y que
desde el punto de vista formal o bien presenta designantes (sacerdos, hospes, etc.)
aplicables a los dos sexos cuya adscripción formal no está fijada, o bien hay
designados (el águila, el cangrejo, etc.) que tienen sexo pero el sistema les atribuye el
género de manera formal y no semántica.
(ii) Los dos tipos, en cambio, presentan un problema diferente desde el punto de
vista sintáctico: en el género llamado común hallamos nombres que son realmente
anómalos en la medida en que no tienen fijada la clasificación genérica de forma clara
(tienen género, naturalmente, pero tienen más de uno y la concordancia es múltiple),
mientras que en el epiceno la anomalía es de carácter semántico solamente (la
concordancia y el género son unívocos, pese a que su adscripción sea formal donde el
sistema haría suponer una adscripción semántica).
La explicación puede entreverse de manera bastante natural. La intersección del
sistema de atribución semántica y del formal no es tajante, es gradual, en la medida en
que la segunda es una evolución de la primera. La semántica se mantiene en los
casos prototípicos de diferencia sexual importantes para la cultura que crea la lengua,
pero la frontera entre lo valorado o no sexualmente no es pura. A veces el latín crea
conceptos que no incorporan prototípicamente el componente del sexo en su
significado (hospes, sacerdos, etc.) pero que, como designan actividades siempre
realizadas por humanos (que están siempre genéricamente distribuidos en función del
sexo), ello provoca la anomalía de la concordancia múltiple. Otras veces el concepto
creado no presta atención al sexo en la cultura que lo crea: o bien son animales no
domésticos o bien su sexo, aunque lo sean, no tiene importancia.
8
Dado que se trata de un territorio de conflicto, el latín, como otras lenguas,
presenta vacilaciones en su uso a lo largo de la historia y de los autores. La
adscripción del sexo a los animales hace que surjan nombres como columbus o lupa al
lado de columba y lupus, o que camelus aparezca como femenino en Plinio sin
aparente motivación semántica ni formal. También en nuestra lengua, en función de
los cambios conceptuales que aporta el desarrollo de la cultura, en el habla actual se
perciben muchas más dudas para la expresión de actividades del “género común”: a la
variante un buen juez / una buena juez, similar a la del latín, se ha añadido la de un
buen juez / una buena jueza, aportando una diferencia de género mediante la creación
de un nuevo término basado en los recursos morfológicos de la lengua.
Digamos, pues, que los llamados género común y epiceno se mueven en el
terreno del conflicto entre los sistemas de adscripción pero mientras que el primero
tiene consecuencias sintácticas en el segundo la anomalía está sólo en el terreno
semántico, si bien su formalización ya está plenamente organizada.
3. El número.
3.1. El concepto.
Muchas de las cosas dichas a propósito del género tienen validez con respecto al
número, aunque en este caso el problema es más sencillo.
El número es una categoría morfosemántica que gramaticaliza un contenido
semántico mucho más evidente: la diferencia entre la unidad o la multiplicidad de las
entidades designadas por el nombre. Al igual que el género, en latín se aplica a las
clases de palabra nominales y, en la medida en que es una categoría gramatical,
tampoco el número es una categoría de semántica estrictamente “natural”, como
hemos de ver. Pero a diferencia del género, el número se aplica también a las formas
personales de la flexión verbal.
Tipológicamente hablando, en las lenguas en las que el género y el número no
están fusionados los morfemas de número suelen hallarse en una posición más
periférica que el género con respecto a la raíz, lo que hablaría de un contenido menos
léxico que el del género y algo más relacional. Aunque esto en latín no es
directamente percibible, es interesante conocer el comportamiento de la categoría
para explicar por qué, por ejemplo, el número es importante frente al género en la
concordancia con el verbo, como después se verá.
Entre las posibilidades de clasificación que aporta el número el latín nos presenta
un sistema de dos números: singular para la designación del “uno” y plural para la
designación del “más de uno”. Hay muestras de un número dual en estadios
9
indoeuropeos más antiguos que al parecer tendió a la desaparición; lo conservamos
en griego clásico, se mantiene hasta la actualidad en lenguas como el lituano o el
serbio, y hay muestras de haber sido recategorizado en otras lenguas, como en
islandés (Sihler 1995: 245-246).
Desde el punto de vista formal, como hemos dicho, en latín el morfema de número
se halla fusionado con el de género y el de caso, de manera que en la mayoría de las
formas no es posible determinar qué parte de las desinencias nominales corresponde
a cada una de las categorías: en la forma magistratus no es posible individualizar las
marcas de las tres categorías; es más, en un ejemplo como éste, si no disponemos de
un contexto apropiado, sólo conoceremos el género por razones formales morfológicas
(lo que indicaría, como se ha visto, su valor más léxico) pero no su número ni su caso.
Un latino que oyese su pronunciación es posible que distinguiera entre un Nominativo /
Vocativo Singular (magistratus, con u breve en la desinencia) o un Genitivo Singular o
Nominativo / Acusativo Plural (magistratus, con u larga): será la concordancia una vez
más la que nos determine las diferencias.
Los nombres son una clase de palabras que se caracteriza semánticamente por
algunos rasgos: son palabras de semántica muy estable en el tiempo, aglutinan
muchos rasgos de significado en unidades muy pequeñas, son los designantes
habituales de los objetos concretos físicamente observables y de manera general se
refieren a entidades contables e individuadas. El latín mensa se refiere a un objeto
concreto, contable, conceptuado como individual, con muchos rasgos semánticos
(clase de objeto, tamaño, forma, material, etc.) cuyo contenido apenas ha variado en
muchos siglos. Estos rasgos distinguen a los nombres semánticamente (hay otros
rasgos distintivos morfológicos o sintácticos) de adjetivos, verbos, adverbios, etc.
Ahora bien, también conocemos nombres abstractos (amicitia, ira, similitudo, etc.)
o referidos a entidades que designan masas no contables (aqua, frumentum,
plumbum, etc.) o a entidades que en la perspectiva cultural son denominaciones de
colectivos de seres más que de individuos (grex, gens, ciuitas, etc.) o utilizaciones, en
último caso, que responden al concepto empleado en singular como un uso
neutralizado con respecto al número (Correa 1989). Con todo, dichos sustantivos son
mucho menos frecuentes.
Si acabamos de definir el número como una categoría que gramaticaliza la
diferencia semántica entre la unidad y la multiplicidad de los objetos, cabe pensar que
se adecua mejor a aquellas entidades que son concretas, contables e individuales,
10
como las designadas por la mayoría de los nombres. Pero como el número se ha
convertido en latín en categoría morfológica del nombre, todos los nombres deben
tener número, incluso aquellos que aparentemente no son individuales, concretos o
contables.
Pues bien, si en el género había posibilidades de conflicto en los límites del
sistema de adscripción de los nombres a géneros y si el género y el número aparecen
fusionados en latín y ambos trabajan juntos en la concordancia, también en el número
vamos a comprobar la existencia de desajustes sintácticos en aquellos casos en los
que el concepto individualizado por la lengua se refiere a un colectivo de objetos.
También en este terreno las sintaxis tradicionales difieren por su tratamiento entre
las cuestiones meramente sintácticas y las que se refieren al ámbito de al semántica.
En los capítulos dedicados al número en manuales como Bassols (1945: 73-91),
Hofmann-Szantyr (1964: 12-21) o Kühner-Stegmann (1914: II, 2, 67-89) o en tratados
como el de Löfstedt (1942: 12-74) se emplea una buena cantidad de páginas en las
llamadas anomalías de empleo del número especialmente en lo que se refiere a la
concordancia, pero también en este aspecto es útil una cierta distinción.
11
gens, etc. Singular poético que es aquel que aparece en dichos contextos y que
corresponde a lexemas que en la lengua habitual sólo se emplean en plural: el singular
littera con el significado de “carta” frente al habitual litterae permite disponer de un
dáctilo en lugar de un crético para la poesía hexamétrica, algo que Ovidio, por
ejemplo, conoce bien.
Respecto a los plurales, el llamado individual corresponde a usos de sustantivos
plurales, como liberi (“hijos”, descendencia”) en contextos en los que se refiere a un
hijo solo. El poético a los empleos que hacen los poetas de tales formas en casos en
que los objetos designados son únicos (pectora por pectus, litora por litus, etc.). El
sociativo a los casos en que la primera persona del plural (nos) se refiere en realidad
al singular pero el hablante pretende asociar a los que escuchan en la acción (nos =
ego). Pluralia tantum son aquellas palabras que en latín aparecen sólo empleadas en
plural como las fechas del calendario (kalendae, idus, nonae), algunos instrumentos
(scalae, “escalera / escaleras”, crepundiae “sonajero”, etc.), partes del cuerpo (uiscera,
exta, lumbi, etc.), fiestas (nuptiae, exequiae, etc.), nombres de lugar (Athenae, etc.) y
otros conceptos más.
Hay clasificaciones variadas y más ricas, como las que incluyen los plurales
distributivos, elípticos, mayestáticos, etc., para las que pueden consultarse las páginas
de los manuales antes citados No pueden ser tratados aquí de manera general. Lo
importante en estas clasificaciones es hacer notar algunas cuestiones básicas:
(i) Las clasificaciones semánticas responden en general al conflicto entre una
categoría formal y universal del sustantivo que tiene un contenido semántico bastante
transparente (“uno / más de uno”) y el desajuste que se percibe entre el significado
simple o múltiple de algunos de esos conceptos que obligatoriamente han de tener
número. Como se ha dicho, en la mayoría de los sustantivos el número se aplica sin
problema, tanto más cuanto más prototípicamente se aproximen a las coordenadas
semánticas que configuran la clase de palabra “sustantivo”. Así, no habrá problema
entre mensa y mensae, entre puella y puellae, etc. en la medida en que son concretos,
contables, físicamente bien delimitados, etc. Pero sí lo habrá en la inexistencia de
*scala frente a scalae (concepto que, como en castellano, incorpora semánticamente
una pluralidad a la vez que una singularidad), ira (concepto abstracto que no debería
admitir plurales) frente a irae, uinum (concepto de masa) frente a uina, gens
(colectivo), etc.
(ii) En los casos en que el plural es inconcebible conceptualmente, como en los
nombres de masa o en los plurales de abstractos, por ejemplo, la economía de la
lengua emplea los plurales recategorizándolos para otro fin (Sánchez Salor 1977:395-
423). Así irae no es el plural de ira en sentido estricto (un número concreto de irae),
12
sino la pluralidad de los actos que la ponen de manifiesto o las clases diferentes de
tales actos; uina no es el plural estricto, sino que denota los diferentes tipos del
concepto expresado por el singular, etc.
(iii) De todas estas cuestiones en torno al número tan sólo el problema de los
colectivos tiene trascendencia sintáctica en el terreno de la concordancia. El resto de
las cuestiones es un asunto de la semántica, del valor léxico de los sustantivos y de la
conjugación de tal valor con la constitución del número como categoría.
4. La concordancia.
13
los núcleos (Siculis, prouincia, memoriam, etc.) por parte de sus modificadores
(omnibus, ea, diuturnam, etc.) y el sujeto quaestor determina el número de fuissem,
así como sabemos que el de arbitrarentur no puede ser el mismo, porque ha de ser un
agente plural.
(ii) Fuera del marco oracional, la concordancia se utiliza para fijar la coherencia
referencial de los pronombres (deícticos, relativos, fóricos en general):
(4) Deinde sunt testes uiri clarissimi nostrae ciuitatis, quos omnis a me nominari
non est necesse: eos qui adsunt appellabo..., (“Además, son testigos hombres muy
importantes de nuestra ciudad a los que no es preciso que yo nombre uno a uno:
llamaré a los que están aquí...”. Cic, Caec. 13,5)
Que quos en la oración de relativo se refiere a testes de la misma manera que eos
en la oración siguiente y qui en la de relativo también, es algo que viene determinado
por la concordancia en género y número de estos elementos.
14
(5) rapinarum et uictoriae ueteris memores ciuile bellum exoptabant,
(“acordándose de los botines y de la antigua victoria deseaban la guerra civil” Sall,
Cat.16,4)
(6) Cum uitam tuam ac studia considero... (“cuando examino tu vida y (tus)
aficiones”, Cic, de orat. 3,82)
(7) multos praeterea ab isto deos tota Asia Graeciaque uiolatos, (“otros muchos
dioses profanados por ése en toda Asia y Grecia”, Cic. Verr. 2,4,71)
(8) eo domum, patrem atque matrem ut meos salutem, (“voy a casa a saludar a
mi padre y a mi madre”, Plaut. Mer. 659)
15
ella, el latín ha gramaticalizado el número también en el verbo, como se dijo arriba. De
este modo la lengua latina presenta, como el castellano y las lenguas indoeuropeas en
general, una flexión de número adscrita a la persona del verbo: hay 1ª, 2ª y 3ª persona
del singular y del plural. Dado que la concordancia que se establece en latín entre el
verbo y el sujeto afecta a la persona y ésta tiene formas de plural y singular, también
corresponde al estudio del número analizar algunos aspectos de esta concordancia.
Como se ve, el número tiene un alcance más relacional que el género en el terreno
de la concordancia, dado que afecta de manera regular a la concordancia con el sujeto
de todas las formas personales del predicado.
Como principio, pues, el sujeto concierta con el predicado en número y persona:
(11) Ego abeo, tu iam, scio, patiere. sed quis hic est? (“Yo me voy, tú lo
aguantarás, lo sé. Pero ¿quién es este?”, Plaut., Asin. 378)
Abeo, scio, patiere y est tienen las personas que exige ego (para los dos primeros)
tu e hic, respectivamente.
Pero además, dado que la predicación puede también realizarse mediante
sustantivos o adjetivos, en lo que habitualmente llamamos predicación nominal (Tema
2) se observa una concordancia entre el sujeto y el llamado atributo, la parte léxica de
la predicación nominal: sujeto y atributo conciertan obligatoriamente en género y caso,
además de número, cuando se trata de un adjetivo y en caso solamente cuando se
trata de un sustantivo. Si aceptamos que la llamada “aposición” es en última instancia
una forma de predicación restrictiva o explicativa, hay que añadir que esta misma
concordancia se aplica también al apuesto; es decir, puesto que se trata de
sustantivos, el apuesto concierta en caso con el sustantivo al que se apone.
Una vez más, como en las relaciones en el marco del sintagma nominal, las
anomalías a la regla vienen suscitadas por las circunstancias esperables:
(i) La llamada concordancia “ad sensum”, que trataremos en § 4.4.
(ii) El uso coordinado de varios sujetos para un predicado en forma personal
univerbal.
(iii) Las formas perifrásticas verbales (con género, número y caso en el participio) o
las predicaciones nominales en las que o bien un adjetivo es atributo de varios
sustantivos de género o número diferente, o bien un sustantivo de género o número
diferente es atributo de otro sustantivo en función de sujeto.
Analizaremos los dos últimos casos en § 4.3.1 y 4.3.2, dejando la concordancia ad
sensum para ser tratada en conjunto en § 4.4.
16
4.3.1. El predicado tiene varios sujetos coordinados y forma personal univerbal.
(12) Quot sunt? :: Totidem quot ego et tu sumus. (“¿Cuántos son? :: Tantos como
somos tú y yo”, Plaut., Rud. 564)
(13) cras apud me eritis et tu et ille cum vostris uxoribus. (“Mañana estaréis en mi
casa aquel y tú con vuestras mujeres”, Plaut., St. 515).
(14) Mihi tu, tui, tua omnia maximae curae sunt et, dum uiuam, erunt. (“Para mí tú,
los tuyos y todas tus cosas son una preocupación máxima y, mientras viva, seguirán
siéndolo.” Cic. fam. 6,3,4)
4. 3. 2. El predicado es nominal.
17
(15) ibi Orgetorigis filia atque unus e filiis captus est. ("allí fueron capturados la
hija de Orgetórix y uno de sus hijos”, Caes. Gall. 1.26.)
(16) uxor etiam Mallia Scantilla et filia eius Didia Clara Augustae sunt appellatae.
(“también su mujer Malia Escantila y su hija Didia Clara fueron llamadas Augustas”, HA
Did Iul, 3,4,2)
(17) inde consules, ut auerterent Capua Hannibalem, nocte quae secuta est
diuersi, Fuluius in agrum Cumanum, Claudius in Lucanos abiit. (“desde allí los
cónsules, para apartar a Aníbal de Capua, la noche siguiente se marcharon por
separado, Fulvio al campo de Cumas, Claudio a territorio de los Lucanos”, Liv.
25,19,6)
(18) Vbi friget, huc euasit quam pridem mihi pater et mater mortui essent
(“Cuando la cosa estaba fría, me salió con que cuánto hacía que mi padre y mi madre
habían muerto” Ter. Eu. 517-18)
(19) nuntiatum est (...) Formiis portam murumque de caelo tacta (“se dio la noticia
(...) de que en Formio la puerta y la muralla habían sido alcanzadas por el rayo” Liv.
35,21,4.)
18
coordinaciones como un conjunto o la suma de miembros. Quizá, como hemos visto
antes, pueda pensarse, en actos cognitivos diferentes, pero no es posible determinarlo
a través de los datos. Lo que sí es posible decir es que dos o más sujetos forman un
plural sintáctico, que la concordancia con el conjunto constituye por tanto un plural,
que en ese plural el género es masculino si hay masculinos y son animados y es
neutro si son inanimados. Ahora bien en los casos en que la concordancia se hace con
uno de ellos, no sólo lo normal es que se trate del más próximo, sino que éste ha de
ser inmediatamente próximo y que esa inmediatez puede ser muestra de un énfasis
individualizador o de la fuerza que la concordancia formal ejerce sobre constituyentes
inmediatamente dispuestos.
(ii) Queda por último hablar de aquellos casos en los que el atributo es un
sustantivo, que en principio no tiene posibilidades de variar su género o su número en
función de la concordancia:
(20) bonum autem mentis est uirtus; (“de hecho el bien de la mente es la virtud”,
Cic. Tusc. 5, 67)
(22) non enim omnis error stultitia dicenda est. (“pues no todo error ha de ser
llamado necedad”, Cic. div, 2,90,2)
19
(23) turpitudo peius est quam dolor, (“la fealdad moral es peor cosa que el dolor”,
Cic. Tusc. 2,31,2)
(24) parentes liberos fratres uilia habere. (“tener por cosas viles a los padres, a
los hijos, a los hermanos”, Tac. Hist, 5,5,12)
(25) multi uiri fortes et prope pars ciuitatis offensa est (“muchos hombres
valientes y prácticamente una parte de la ciudad se sintió contrariada”, Cic. Mur, 42,5)
(26) nam cum premeretur in otio multitudo ab iis qui maiores opes habebant, ad
unum aliquem confugiebant uirtute praestantem (“Pues cuando la multitud en tiempo
20
de paz era oprimida por aquellos que tenían más recursos, buscaba(n) ayuda en
alguien destacado por sus cualidades”, Cic. off. 2,41,6)
(27) capti a Iugurtha, pars in crucem acti, pars bestiis obiecti sunt (“apresados
por Yugurtha, unos fueron llevados a tortura, otros arrojados a las fieras” Sall. Iug.
14,15)
(28) capitaque coniurationis eius, quaestione a consulibus ex senatus consulto
habita, uirgis caesi ac securi percusi (“y los cabecillas de aquella conjuración, tras
realizar los cónsules una investigación por mandato del senado, fueron azotados con
fustas y pasados por el hacha”, Liv. 10,1,3)
(29a) La gente se ha hecho insolidaria. Cuando las cosas van mal, van a lo suyo.
(29b) *La gente se han hecho insolidarios. Cuando las cosas van mal, va a lo suyo.
21
Antes de terminar el capítulo de la concordancia, conviene hacer constar que lo
dicho a propósito de la concordancia regular, de sus anomalías y de la silepsis es
aplicable al otro valor pragmático de las categorías estudiadas: la referencia
pronominal. No hacen falta muchos más comentarios. Las particularidades que afectan
al pronombre relativo, algo más complejas que las de deícticos y fóricos en general
(similares a lo ya visto), serán tratadas en el tema correspondiente a las oraciones de
relativo (Tema 18).
Aquí hemos trazado sólo las líneas generales de la concordancia, de sus
regularidades y sus anomalías más frecuentes, pero la casuística es enorme y se
complica aún más si se analizan los problemas de crítica textual, pues no pocos de los
ejemplos que se barajan como particularidades de este tipo en los manuales
presentan problemas de crítica. La cuestión es que no siempre es posible determinar a
primera vista (o de forma absoluta) si se han convertido en problemas de crítica por
anomalías no asumidas en la tradición o si problemas de transmisión se han
convertido en casuística de los capítulos de concordancia. De cualquier forma, las
bases sobre las que se asientan las llamadas anomalías y el carácter no aleatorio de
ellas ha quedado suficientemente esbozado.
5. El caso.
5.1. El concepto.
Entre las categorías flexivas que presenta la flexión nominal en las lenguas
clásicas, una de ellas, el caso, recibió desde antiguo un nombre sumamente abstracto,
referido únicamente a su característica flexiva (casus, "desviación" o "caída" a partir de
otra forma o del concepto mental), precisamente porque su valor semántico era más
difícil de observar que el de otras categorías, como el género (genus, “clase, tipo”) y el
número. Ese carácter abstracto de la flexión casual habla de su pertinencia al terreno
de la sintaxis y es desde su ámbito de expresión desde donde hay que dar explicación
a la variación morfológica del caso.
Una simple ojeada a las lenguas que nos rodean nos permite descubrir la
diferencia de sistemas sintácticos para exponer los mismos contenidos. Así, si
observamos un enunciado latino como:
(30) sunt quos curriculo pulverem Olympicum collegisse iuuat (“Hay a quienes
gusta acumular en su carro el polvo olímpico”, Hor. carm. 1,1,3-4)
22
(o el de similar estructura de la traducción castellana dada al texto de Horacio) y lo
comparamos con expresiones como el inglés “I like Barcelona”, podemos deducir a
primera vista que los papeles semánticos que participan en esta predicación son
expresados sintácticamente de forma diferente en cada lengua. En estos ejemplos, el
motivo que provoca la afección placentera en latín o en castellano se presenta como
sujeto de los verbos correspondientes: iuvare o gustar, mientras que en inglés es la
persona afectada la que aparece como sujeto del verbo like. Este simple hecho nos
permite comprobar que el mismo contenido puede ser codificado estructuralmente de
forma diferente en distintas lenguas. Pero además, si nos detenemos en una sola
lengua podremos observar la aparente disfunción del sistema sintáctico al comprobar
que el mismo tipo de contenido semántico puede ser expresado con otro verbo de
forma diferente. Así, si en vez de iuvare utilizamos placere, frente al caso acusativo
que observamos en iuvare, comprobamos la presencia de un dativo en el caso de
placere:
23
del caso. El caso, por tanto, es en principio una marca flexiva que codifica en algunas
lenguas los diferentes papeles semánticos en el marco de la oración.
Esta breve definición no contempla, con todo, la complejidad de la marca de caso,
pero nos puede servir como primera aproximación. En realidad en la formación de los
sistemas de casos de las lenguas influye, como hemos de ver, la necesidad de
codificar no sólo papeles semánticos, sino también papeles pragmáticos y relaciones
como las que plantea la sintaxis de la transitividad (Givón, 2001, I: 173ss.).
Hay lenguas como el latín, en las que el caso tiene una compleja representación
de contenidos y otras en las que tales relaciones tienen sólo expresión sintáctica y no
morfológica, como el castellano, aunque esta última tenga todavía residuos del caso
plenamente vigentes en la declinación de algo tan usual como el pronombre personal.
El paso de una a otra, como muestra la propia historia del latín y su evolución en las
lenguas romances, es una posibilidad demostrada y una prueba de la diferencia
progresiva y no radical entre los distintos sistemas.
Que los papeles semánticos no son los únicos que determinan la marca de caso
permite comprobarlo el llamado test de la disociación: o bien, como acabamos de ver,
una misma función puede aparecer representada por varios casos, o bien un mismo
caso puede representar más de una función:
(32a) reliquos omnes equitatu consecuti nostri interfecerunt (“a todos los demás
los mataron los nuestros tras perseguirlos con la caballería” Caes. Gall. 1.53.3.)
(32b) interfectus est etiam fortissime pugnans Crastinus, “también mataron a
Crastino mientras luchaba con enorme valor” Caes. Civ. 3,99,2)
(32c) Anulo est aureo scriba donatus (“Se obsequió al escriba con un anillo de
oro” Cic. Verr, 2, 3, 187)
(32d) quod corus uentus navigationem impediebat, (“porque el viento Coro
impedía la navegación” Caes. Gall. 5,7,3)
24
posesión el poseedor no será un acusativo (salvo en una completiva de Infinitivo) o
que el lugar no se expresará en genitivo. De ello se infieren de partida dos
conclusiones: la semántica tiene algo que ver en la constitución de las diferencias de
caso, pero la semántica concreta no es el único elemento diferenciador. Las razones
son evidentes y nos las muestra la tipología de los casos en las diferentes lenguas.
En primer lugar, un valor semántico único para cada caso es imposible porque
existirían tantos casos como valores. En segundo lugar, cuando una marca de relación
ha llegado a convertirse en morfología, como el caso en latín, su contenido ha
adquirido un alto grado de abstracción y ha pasado a ser en alguna medida relacional.
El punto de partida semántico en la constitución de los casos se ha mantenido en
mayor o menor medida y de ahí que se observen datos semánticos regulares en
muchos casos, pero la gramaticalización los ha dotado de otros valores relacionales
que pueden tener que ver con la pragmática o la sintaxis. Así, si uno plantea la
posibilidad de ver el nominativo como el caso del tópico principal, observará que
parece menos anómala la marca para valores semánticos tan diferentes; eso no
impedirá que la mayor parte de los nominativos o al menos una parte muy importante
sigan siendo agentes, pero puesto que en el lenguaje el agente es con mucha
frecuencia el tópico, es aceptable pensar que el caso del agente pueda acabar en una
lengua siendo el del tópico.
Que el acusativo tiene algo que ver con la dirección en latín es algo evidente,
pero que de forma mucho más relacional significa algo en fenómenos como la
transitividad, también lo es. Salta a primera vista que el genitivo tiene múltiples valores
semánticos (posesión, partición, precio, etc.) pero sintácticamente parece casi ceñido
a la complementación adnominal. El ablativo tiene un abanico muy particular de usos
semánticos, pero muchos de ellos le son exclusivos (instrumento, comitativo, locativo,
etc.) aunque comparte otros. Etc., etc.
En otro orden de cosas, en la expresión de funciones semánticas a través de
los casos el latín utiliza como apoyo un esquema sintáctico a la par del morfológico, es
decir, se vale en las relaciones de palabras independientes: las preposiciones. Pero
éstas no se dan con todos los casos, sólo con el acusativo y el ablativo. Con el
genitivo encontramos alguna palabra de función similar a las preposiciones, pero no
con tal valor exclusivo (causa o gratia, por ejemplo).
¿Qué concluir de todo esto? Este es un capítulo introductorio y a los casos de
forma individual se dedica una serie de temas en esta y en otras obras de sintaxis
latina. A ellos nos remitimos. Pero de esta introducción pueden obtenerse ciertas
conclusiones:
25
(i) Los casos son marcas de relación que han gramaticalizado en latín muy
diversos contenidos. Dichos contenidos presentan diferentes niveles de valor
relacional, de abstracción.
(ii) En la expresión de las relaciones de contenido algunos se ven reforzados con
las preposiciones, más concretas y semánticas, menos abstractas y gramaticales.
(iii) Existe, por tanto, una distinción entre casos más gramaticalizados (el
nominativo, por ejemplo) y más semánticos (el ablativo, por ejemplo). Dicho de otra
forma, no todos los casos son igualmente gramaticales ni igualmente semánticos.
(iv) En ese continuum entre semántica y gramática, en el que los casos ocupan
posiciones desiguales y complejas, también se hallan sus vecinas en los sistemas de
expresión: las preposiciones. No es igualmente gramatical la preposición “de” latina,
de difícil determinación semántica, que la preposición intra, de contenido mucho más
identificable.
La categoría del caso como un sistema organizado en el marco del latín ha dado
lugar a interpretaciones variadas alumbradas por diferentes teorías lingüísticas. Un
comentario amplio a las visiones generales aportadas por el estructuralismo y por las
breves incursiones que la gramática generativa hizo en este terreno pueden verse en
Calboli (1975: 83-338); una visión más elaborada y flexible de la interpretación
estructuralista la aporta Moralejo (1986); un cambio de perspectiva incorporando el
análisis funcionalista y la multiplicidad de niveles a tener en cuenta en esta cuestión
puede encontrarse en la Sintaxis de Pinkster (1995:48-91) y en Torrego (1996). En
todas estas referencias pueden hallarse muestras de una bibliografía extensa que no
tiene cabida aquí y que es un índice de lo complejo y atractivo que el tema ha
resultado para la sintaxis latina.
Para acabar, una breve nota respecto al número de casos latinos. Habitualmente
se consideran seis: nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo. De ellos
uno, el vocativo, es marginal, tanto por su uso como por su forma, diferente tan sólo
del nominativo en uno de los tipos morfológicos. Esta circunstancia nos recuerda que
la determinación del número de casos nos viene dada por el resultado combinatorio
del análisis de formas y funciones en los diversos alomorfos de las diferentes
declinaciones. No debe olvidarse que los residuos fosilizados del antiguo locativo y
algunos usos como el dativo de dirección hicieron que algunos de los gramáticos
antiguos llegaran a hablar de siete y ocho casos en latín. La tradición gramatical se ha
ceñido a seis.
26
BIBLIOGRAFÍA (además de los manuales de sintaxis: Ernout-Thomas 1953;
Hofmann-Szantyr 1965; Kühner-Stegmann 1914; Pinkster 1995)
27
Sihler, A. L. (1995): New Comparative Grammar of Greek and Latin. Oxford: Oxford
University Press.
Torrego, M. E. (1996): "Principios y métodos para una descripción funcional de la
sintaxis de los casos en latín", en A. Agud, J. A. Fernández Delgado y A. Ramos
Guerreira (eds.), Las lenguas de corpus y sus problemas lingüísticos, Madrid -
Salamanca: Ediciones Clásicas - Universidad de Salamanca, 199-216.
28