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EL PERDON EN

LA BBLIA

Autor Eusebio Gmez Navarro
Edicin en Power Point: Dicono Julio Luna
Dios, como Padre, tiene muy mala
memoria para recordar pecados de sus
hijos; no lleva cuentas del mal, disculpa
siempre y olvida siempre.

Como buen Padre, quiere que aprendamos
a amar de tal forma que seamos capaces
de perdonar. Jess nos habla del perdn
de Dios, de las entraas amorosas del
Padre en la parbola del Hijo Prdigo (Lc
15,11-32).
El Padre ama al Hijo y le deja en libertad
para que siga sus sueos, para que sea l
mismo, para que se pueda equivocar, con
el riesgo de perder su compaa y la
alegra de vivir en su casa. El Padre espera
la vuelta del hijo.

No la acelera, no se le agota la paciencia.
Su corazn no se amarga ni se endurece
en la tardanza, sino que crece en l el
nimo de abrazar, consolar y dar una
fiesta, porque su hijo estaba muerto y ha
vuelto a la vida.
Cuando retorna el hijo arrepentido y
humillado, el Padre no le niega su herencia
ni le echa de casa, sigue siendo el hijo muy
amado.

El hijo puede olvidar tranquilamente su
pasado, porque el Padre no lo recuerda. El
cristiano ora frecuentemente esta
peticin: Perdona nuestras ofensas.
Dios se olvida de nuestras faltas, a no ser
que alguien se las recuerde al no amar y
perdonar al hermano. Es imposible amar a
Dios a quien no vemos, si no amamos al
hermano a quien vemos (1 Jn 4,20).

Es imposible abrirse a su gracia, acoger el
amor misericordioso del Padre, si no se
est abierto a amar y perdonar al otro. El
perdn se hace posible cuando decimos:
perdonndonos mutuamente como nos
perdon Dios en Cristo (Ef 4,32).
La parbola del siervo sin entraas, que
culmina la enseanza del Seor sobre la
comunin eclesial (Mt 18,23-35), acaba
con esta frase: Esto mismo har con
ustedes mi Padre celestial si cada uno no
perdona de corazn a su hermano.

Solamente se puede amar y perdonar con
la ayuda y la gracia de Dios. En el perdn y
el amor no hay lmites ni medidas. A nadie
hay que deber nada ms que amor (Rm
13,8).

Al acercarse a pedir
perdn a Dios, hay que
estar dispuesto a amar
y perdonar al prjimo.

Dios no acepta el
sacrificio de los que
provocan la desunin;
los despide del altar
para que antes se
reconcilien con sus
hermanos (San
Cipriano).

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