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¿Los graduados superarán la prueba más difícil?


Por Ángela Marulanda, Autora y Educadora Familiar

El grado de secundaria de los hijos es un evento muy


trascendental tanto para los padres como para los mismos
muchachos. Para los primeros, significa no sólo que saldrán del
colegio, sino que de alguna manera se gradúan y pasan a la
condición de mayores de edad y por lo mismo ya no dependerán
tanto de los padres, lo que implica que "se nos salen de las
manos". Aunque son evidentes los sentimientos encontrados que
rodean este evento, para los muchachos parece prevalecer la
emoción por los privilegios que en adelante tendrán sobre la
nostalgia por lo que dejarán atrás. Quienes están próximos a
abandonar el colegio quizás no alcanzan a comprender las
implicaciones que tiene decirle adiós, no sólo a los compañeros,
sino a la protección de que gozaban en virtud de su condición de
alumnos menores de edad.

La culminación del bachillerato conlleva una serie de cambios


que van más allá de no tener que volver al colegio. El cambio
más significativo es que a partir de su graduación, los jóvenes
pasan a la categoría de adultos y por lo tanto ingresan a la
escuela de la vida, en la que serán personalmente responsables
por todas sus acciones y omisiones. Y si bien es cierto que ya no
tendrán que prepararse para pasar las pruebas de ingreso a la
universidad, deberán comenzar a esforzarse por superar una
mucho más difícil: construir una existencia que les permita tener
una buena razón para vivir.

Lo primero que tendrán que aprender es que a partir de este


momento la sociedad les otorga una serie de prerrogativas y
derechos, pero también de responsabilidades y deberes. Esta
última es una lección difícil para quienes han crecido en un
mundo en el que se enfatizan los derechos de todos (los de los
niños, los mujeres, los ciudadanos, etc.) pero poco se habla
sobre los deberes. Y por lo tanto es frecuente que los jóvenes
dominen el arte de reclamar sus derechos pero sepan poco de lo
que significa asumir sus responsabilidades.

Si bien la promulgación de los derechos nos protege del poder


corrupto con que puede subyugarnos cualquier tipo de
totalitarismo, cuando la conducta social se centra en la defensa
de los derechos se pierde el sentido comunitario y el deseo de
trabajar por el bienestar de todos. Mientras que una sociedad
enfocada en los derechos invita al antagonismo y la rivalidad,
una manejada desde la responsabilidad de sus integrantes
promueve un ambiente de servicio, solidaridad y colaboración.

Ahora que los jóvenes bachilleres gozarán del privilegio de


decidir a qué quieren dedicarse en la vida es importante
animarlos a que se centren en lo que deben aportar y no sólo en
lo que esperan adquirir. Han sido las personas comprometidas
con sus deberes las que han logrado los grandes hechos que han
beneficiado a la humanidad. Si hoy no vivimos bajo el dominio
de los europeos o si sobrevivimos a las enfermedades infecciosas
gracias a la penicilina, es porque Simón Bolivar y Alexander
Fleming aceptaron las obligaciones que, gracias a sus talentos,
debían a la vida.

En el proceso de apoyar a los hijos para que inicien sus estudios


profesionales y recorran su camino con la mirada centrada en lo
que están construyendo a su paso, recordémosles que el desafío
de llegar a ser alguien residirá en la capacidad de asumir la
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responsabilidad de trascender. Así lo dijo Winston Churchill
cuando afirmó que "la responsabilidad es el precio que pagan
aquellos cuya vida es un ejemplo de grandeza", porque el
destino que escogieron fue aportarle al mundo lo mejor de sí.

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angela@angelamarulanda.com

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