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Capítulo 1
LOS ORÍGENES DE LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA
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Luego Fishman, Ferguson y Das Gupta publican en 1968 una obra colectiva4 dedicada
a los problemas lingüísticos de los países en vías de desarrollo y, durante el año
universitario 1968-1969, cuatro investigadores, Jyotirindra Das Gupta, Joshua Fishman,
Björn Jernudd y Joan Rubin, se reúnen en el East-West Center de Hawaii para reflexionar
sobre la naturaleza de la planificación lingüística. Del 7 al 10 de marzo organizan una
reunión sobre el mismo tema a la que invitan a unas diez personas (antropólogos,
lingüistas, sociólogos, economistas...) que han trabajado en el campo de la política o la
planificación lingüística. De ese encuentro resultará una obra, Can Language be Planned?
("¿Puede ser planificada la lengua?"),5 que pasa revista al estado de la cuestión en esa
época.
J. Rubin, J. Das Gupta, B. Jernudd, J. Fishman y C. Ferguson: una suerte de "banda de
los cinco" anglófonos que, durante años, ocupará el centro de la reflexión sobre ese nuevo
dominio (más adelante veremos que los mismos temas serán abordados también por
investigadores de lengua francesa, alemana o castellana). Los progresos de la planificación
lingüística se pueden seguir especialmente a través de las publicaciones de una colección
("Contributions to the Sociology of Language") que dirige Joshua Fishman en las
Ediciones Mouton. Allí encontramos una impresionante concentración de obras en pocos
años:
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lingüístico en el cual el español es lengua dominante, y el catalán, lengua dominada, es
conveniente para ellos "normalizar" una situación "anormal". De hecho, se trata más de un
programa político que de un concepto: frente al español impuesto por el poder franquista,
los lingüistas catalanes militan a favor de su lengua, que quieren promover a las funciones
hasta entonces ocupadas por la lengua del Estado. Los quebequenses, por su lado, prefieren
aménagement linguistique a planification, para evitar hacer referencia a la intervención
planificadora del Estado. Aquí la diferencia no es en absoluto teórica sino que constituye
más bien una cuestión de embalaje: se presenta el mismo producto bajo otro nombre, y
Rainer Enrique Hamel tiene razón en señalar que "los tres términos planificación,
normalización y aménagement refieren al mismo núcleo conceptual pero se distinguen por
sus connotaciones".7 En el mismo orden de ideas, el término glottopolitique,
"glotopolítica", aparecerá en francés bajo la pluma de Marcellesi y Guespin, con
definiciones vacilantes,8 sin que esta innovación terminológica trastornara el campo
conceptual considerado.
En este conjunto de textos y análisis hay que hacer notar una importante diferencia de
perspectiva entre los investigadores norteamericanos y los europeos. Los primeros tienden
a poner el acento ante todo en los aspectos técnicos de esta intervención en las situaciones
lingüísticas que constituye la planificación y se plantean bastante poco la cuestión del
poder que se encuentra detrás de los que la deciden. La planificación parece, para ellos,
mucho más importante que la política, y a veces queda la impresión de que verían con
agrado la posibilidad de una planificación sin política: así, el sintagma language planning
ha podido cubrir por sí solo durante varios años un campo que corresponde en forma
manifiesta a dos procedimientos ciertamente complementarios pero que es preciso
distinguir cuidadosamente: las decisiones del poder (la política) y el paso a la acción (la
planificación). Los investigadores europeos (franceses, españoles, alemanes), en cambio,
parecen más involucrados en la cuestión del poder, si bien los sociolingüistas catalanes se
sitúan en un sistema de reemplazo de un poder por otro.
Por lo demás, el período en el que aparecen estas nociones en la literatura científica y,
al mismo tiempo, los intentos de formalizar las situaciones de plurilingüismo (diglosia,
fórmulas tipológicas, etc.) que presentaremos en el capítulo siguiente no deja de tener
vínculos con la época. Los primeros textos de Haugen (sobre la planificación lingüística en
Noruega) y Ferguson (sobre la diglosia) datan del mismo año, 1959, y los años sesenta y
setenta verán multiplicarse las publicaciones en estos dos campos. Estos años son los que
siguen inmediatamente a la descolonización de numerosos países africanos y asiáticos, y el
título de una de las primeras obras publicadas en este terreno, Language Problems of
Developing Nations (Nueva York, 1968), es característico del campo conceptual en el que
nace esta disciplina. Paralelamente aparecen reflexiones sobre las relaciones entre lengua y
nacionalismo (Joshua Fishman, Language and Nationalism, Newbury House Publishers,
Rowley, Mass., 1972), sobre la situación lingüística de las antiguas colonias (Louis-Jean
Calvet, Linguistique et colonialisme, París, 1974), sobre la situación de la lengua catalana
en España (Aracil, Ninyoles). En Can Language be Planned (1971) los estudios de casos
se refieren a Irlanda, Israel, Filipinas, el Africa oriental, Turquía, Indonesia, Pakistán: uno
tien e la impresión de que el acento está puesto en los países nuevos, recientemente
independientes, en vías de desarrollo, como si los países europeos no fueran afectados por
la política lingüística. Y, a comienzos de los años 90, una colección de obras publicada en
Francia, bajo la dirección de Robert Chaudenson, aludirá por su título mismo (lenguas y
desarrollo) al trabajo de 1968 señalado más atrás: la política lingüística parece haber nacido
como respuesta a los problemas de los países "en vías de desarrollo" o de las minorías
lingüísticas.
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Más tarde los problemas lingüísticos del Quebec, los que se suscitan en los Estados
Unidos por la inmigración hispanoparlante y luego, en Europa, por la construcción de la
CEE, mostrarán que la política y la planificación lingüísticas no están ligadas solamente al
desarrollo o a las situaciones postcoloniales. El texto fundador de Haugen sobre Noruega
habría podido hacerlo pensar: las relaciones entre lengua(s) y vida social son a la vez
problemas de identidades, cultura, economía, desarrollo, problemas a los que no escapa
ningún país. Y se caerá en la cuenta de que hay también una política lingüística de la
francofonía, de la anglofonía, etc. Desde este punto de vista, la aparición de nuevas
naciones habrá servido simplemente como revelador.
Repitámoslo: nos ocupamos aquí de la emergencia de un concepto, el de
política/planificación lingüística, que implica a la vez un acercamiento científico a las
situaciones sociolingüísticas, la elaboración de un tipo de intervención sobre estas
situaciones y los medios para esta intervención. Se pueden encontrar prefiguraciones de
carácter incuestionablemente científico en los lingüistas del círculo de Praga, por ejemplo,
que intervinieron en el campo de la estandarización del checo,9 o en Antoine Meillet, quien
dio su punto de vista sobre la Europa lingüística.10 Pero no son más que antecedentes, que
hemos optado por no evocar en esta breve presentación histórica.
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a un problema. Puede ser completamente informal y ad hoc, pero puede ser también
organizada y deliberada. Puede ser emprendida por individuos privados o ser oficial. (...) Si
la planificación está bien hecha, comprenderá etapas tales como la indagación extensiva de
datos, la consideración de planes de acción alternativos, la toma de decisiones y su puesta
en práctica."11
De hecho, Haugen partía esencialmente del problema de la norma lingüística y la
estandarización. Citaba, por ejemplo, al gramático indio Panini (que vivió en el siglo IV
antes de nuestra era), o incluso a los gramáticos griegos y latinos, definía la planificación
como "la evaluación del cambio lingüístico" y, consciente de las contradicciones entre este
enfoque y las posiciones resueltamente descriptivas y no normativas de la lingüística,
planteaba que la planificación lingüística debía ser un intento de influir en las elecciones en
materia de lengua; se situaba así implícitamente del lado de lo que más arriba he llamado la
planificación indicativa. Además, sus referencias pasaban por la teoría de la decisión, que
se utiliza esencialmente en el dominio del "management" o, si se prefiere, de la gestión
económica. En este campo se apela en general al modelo de Herbert Simon, quien
distingue cuatro fases:
- diagnóstico de un problema;
- concepción de las soluciones posibles;
- elección de una de las soluciones;
- evaluación de la solución adoptada.
El plan que elegía Haugen para presentar la planificación lingüística estaba inspirado
directamente en este modelo, puesto que analizaba los diferentes estadios de una
planificación lingüística como un "procedimiento de decisión": los problemas, los que
toman las decisiones (en adelante, "decisores"), las alternativas, la evaluación y la puesta
en práctica.
- Los problemas se reducen todos, para él, al caso general de la no comunicación:
puede haber fracaso relativo cuando los hablantes hablan formas diferentes de la misma
lengua, o fracaso total, cuando los hablantes no hablan la misma lengua.
- Los decisores. ¿Quién dispone de la autoridad suficiente para dirigir y controlar el
cambio lingüístico? Haugen señala ante todo que la aparición de las primeras gramáticas y
los primeros diccionarios de las lenguas modernas coinciden en los siglos XV y XVI con la
emergencia de países ricos y poderosos. Así ocurre, por ejemplo, con la gramática española
de Nebrija (1492), la fundación de la Academia Francesa por Richelieu (1635), etc. Luego,
a partir del siglo XIX, los progresos de la instrucción y la difusión de la literatura hicieron
necesaria una estandarización de las lenguas y surgieron individuos preocupados por
normalizar su lengua: Mistral para el provenzal, Aasen para el danés, Korais para el griego,
etc. Esos hombres, esos primeros "planificadores lingüísticos", que eran, según Haugen,
mitad lingüistas y mitad patriotas, eran entonces individuos aislados y su obra respondía a
la iniciativa individual. A la inversa, la intervención en la lengua turca decidida por
Attatürk se enmarca en una dictadura; entre estos dos extremos encontramos toda una
variedad de organizaciones que han intervenido en la lengua: iglesias, sociedades literarias
o científicas, etc.
- Las alternativas. Haugen destaca en primer término que si bien existen grupos más
pequeños que la "nación", como los galeses, o más grandes que la "nación", como los
judíos, que tienen problemas lingüísticos, es en el seno de la "nación" donde se encuentran
los medios oficiales para desarrollar una planificación lingüística. Luego, refiriéndose a las
funciones de la lengua tales como las desarrollara Jakobson, Haugen explica que la lengua
no sirve solo para comunicar información; también dice cosas sobre el hablante o sobre el
grupo. La función de comunicación lleva a la uniformidad del código; la función de
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expresión lleva en cambio a su diversificación. Por eso, el fin de la planificación no es
necesariamente terminar en un código uniforme: puede apuntar a la diversidad o a la
uniformidad, al cambio o a la estabilidad.
- La evaluación de las diferentes soluciones pasa por la identificación de las formas
lingüísticas en cuestión, de manera de fijar los límites dentro de los cuales es posible
intervenir. Conviene saber si existe una norma o varias, si existen una o varias ortografías.
Por último, es necesario dotarse de criterios objetivos que, en relación con los fines
establecidos, permitan elegir la solución. De manera general, escribe Haugen, una forma
lingüística es eficaz si es fácil de aprender y fácil de utilizar.
- La puesta en práctica. Haugen señala que los decisores son, a fin de cuentas, los
usuarios de la lengua, y que por lo tanto son ellos quienes deben ser llevados a aceptar la
solución adoptada. Desde este punto de vista, el individuo prácticamente no tiene peso
fuera del que le confiere su autoridad personal o científica. El gobierno, en cambio,
controla el sistema escolar, los medios, y su mejor estrategia consiste en introducir a través
de la escuela la reforma lingüística elegida.
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normalización y, por la otra, mejorar la lengua desde estos diferentes puntos de vista, como
se cambia en una máquina una pieza defectuosa.
Es lícito criticar esta consideración de la lengua como una herramienta cuyo
funcionamiento se puede mejorar, pero el problema de la evaluación (en este caso, de las
lenguas; en otros, de las situaciones lingüísticas) seguirá ocupando el centro de las
reflexiones previas a una intervención planificadora. ¿Cómo medir el grado de eficacia de
una lengua? Esta pregunta, central en la intervención de Ray, está evidentemente mal
planteada y, por lo tanto, queda sin respuesta. Una lengua no es por sí misma racional o
eficaz; responde o no a necesidades sociales, sigue o no la progresión de la demanda social.
El problema es, en realidad, saber en qué medida la organización lingüística de una
sociedad (las lenguas en presencia, sus dominios de uso, etc.) responde a las necesidades
comunicativas de esta sociedad, pero este enfoque era difícilmente imaginable a comienzos
de los años sesenta, en ausencia de formalización de la sociolingüística naciente.
Valter Tauli se sitúa en la misma posición cuando propone en 1968 una "introducción
a una teoría de la planificación lingüística".13 Hace, por cierto, algunas referencias a la
naturaleza social de la lengua, como por obligación, pero según él la lengua es
esencialmente un instrumento, en el sentido más trivial del término, un instrumento cuyo
funcionamiento se puede mejorar, tarea que le cabe a la planificación lingüística. Ya en
1962 presentaba este planteo con fuerza:
"Puesto que la lengua es un instrumento, se sigue de ello que una lengua puede ser
evaluada, alterada, corregida, regulada, mejorada, y nuevas lenguas pueden ser creadas a
voluntad."14
Pero ¿cómo evaluar una lengua? Tauli imagina esta evaluación según el modelo de un
decatlón, esa competencia deportiva en la cual se les asigna a los atletas cierta cantidad de
puntos según sus performances en diez disciplinas diferentes. Pero esta metáfora no le
provee los medios para evaluar globalmente una lengua, y su posición queda reducida a un
enfoque puntilloso que selecciona ciertos dominios con un dogmatismo llamativo. Así,
según él, el orden "normal" de las palabras en la oración es el orden sujeto-verbo; la
distinción entre masculino, femenino o neutro es inútil y absurda; la escritura debe ser
alfabética y estar fundada en un análisis fonológico, etc., y el papel del planificador será el
de modificar el instrumento lengua para acercarlo a esta normalidad. "La planificación
lingüística", escribe Tauli, "es una actividad cuyo fin es el mejoramiento y la creación de
lenguas."15
Si bien las posiciones de Ray y Tauli, a veces en los límites de lo absurdo, parecen un
callejón sin salida, evidencian los vínculos entre el grado de conceptualización que había
alcanzado la lingüística y el modo de teorización de la planificación lingüística. Este
instrumentalismo fue posible debido a una lingüística que analizaba la lengua desde un
punto de vista interno, haciendo abstracción de su aspecto social, y sus posiciones a veces
caricaturescas señalan al mismo tiempo los defectos e insuficiencias de esa lingüística.
El lector habrá notado que, hasta aquí, los teóricos de la planificación lingüística no
parecen interesarse más que en la lengua, en su estandarización, su "mejoramiento", y esto
también debe ponerse en la cuenta de la lingüística estructural y su enfoque interno. Pero la
planificación lingüística pronto se interesará en otras cuestiones; pasará de los problemas
de forma a problemas de estatuto, evolución paralela a la de la lingüística, que se convierte
lentamente en sociolingüística.
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IV. El segundo modelo de Haugen
En 1967, Heinz Kloss había propuesto distinguir entre "lenguas Abstand" (en alemán:
"distancia", "separación") y lenguas "Ausbau" (en alemán: "desarrollo"): por una parte, las
lenguas que se perciben como aisladas, independientes, y, por la otra, las que se perciben
como vinculadas a lenguas próximas, de una misma familia.16 Esta distinción repercutía en
los problemas de planificación lingüística. El griego, por ejemplo, lengua "Abstand", al
igual que el vascuence o el húngaro, no es percibido como parte de un contínuum de
variaciones, característico de lenguas "Ausbau" como el italiano, el español, el portugués o
el francés, o como el alemán, el danés, el inglés, el holandés, y esta diferencia de estatus
tiene claras influencias en los problemas lingüísticos de Europa. En efecto, se podría
dividir los países de la CEE en dos grupos, el de las lenguas germánicas y el de las lenguas
romances, pero el griego o el vascuence escapan a esta clasificación... Dos años más tarde,
Kloss introducía una distinción, que tendrá importantes repercusiones, entre planificación
del corpus y planificación del estatus.17 La planificación del corpus se refiere a las
intervenciones en la forma de la lengua (creación de una escritura, neología,
estandarización, etc.), en tanto que la planificación del estatus, a las intervenciones en las
funciones de la lengua, su estatus social y sus relaciones con las demás lenguas. Así, se
puede querer cambiar el vocabulario de una lengua, crear nuevas palabras, luchar contra los
préstamos, y todo eso corresponde al corpus, pero también se puede querer modificar el
estatuto de una lengua, promoverla a la función de lengua oficial, introducirla en la escuela,
etc., y esto corresponde al estatus. Esta distinción volvía mucho más amplio el campo de la
política lingüística y se separaba notablemente del enfoque instrumentalista que acabamos
de describir.
Desde entonces, en la literatura referida a la planificación lingüística se observa una
tendencia a presentar las diversas operaciones en términos dicotómicos, comenzando por
Haugen, quien, en 1983, retoma esta distinción y la integra a su modelo. 18 Su presentación
se resume en el siguiente esquema, que cruza las nociones de estatus y corpus con las de
forma y función de la lengua:
Forma Función
(planificación lingüística) (cultivo de la lengua)
Sociedad 1. Elección 3. Aplicación
(planificación del estatus) (proceso de toma de decisión) (proceso educacional)
a) identificación del problema a) corrección
b) elección de una norma b) evaluación
Lengua 2. Codificación 4. Modernización
(planificación del corpus) (estandarización) (desarrollo funcional)
a) transcripción gráfica a) modernización de la
b) sintaxis terminología
c) léxico b) desarrollo estilístico
10
Este enfoque debe situarse en un análisis de tipo cibernético de las situaciones
lingüísticas, que considera el par lenguas/sociedad como un homeostato, es decir, como un
sistema que funciona según el modo de la autorregulación. Aracil proponía distinguir entre
las "funciones sociales de la lengua" y las "funciones lingüísticas de la sociedad"; las
relaciones entre estos dos conjuntos podían desembocar en la sustitución o en la
normalización. En el primer caso, cuando las funciones lingüísticas de la sociedad no
encuentran respuesta adecuada en las funciones sociales de la lengua, este déficit en uno de
los conjuntos crea por "feedback positivo" un déficit de las funciones recíprocas en el otro
conjunto, y esta amplificación desemboca, por multiplicación del déficit inicial, en la
sustitución. En el segundo caso, en cambio, el déficit acarrea por "feedback negativo" una
regulación, una autocorrección o un esfuerzo compensatorio entre las funciones lingüísticas
de la sociedad y las funciones sociales de la lengua, que desemboca en la normalización.
Sobre estos puntos, pues, la sociolingüística catalana proporcionaba a la política lingüística
proveniente de América del Norte un marco teórico que le faltaba, estableciendo el vínculo
entre las situaciones lingüísticas (por ejemplo, la diglosia) y las situaciones sociales.
En el origen, este modelo cibernético es descriptivo, explicativo. Pero la noción de
normalización lingüística irá cobrando en Cataluña un sentido más militante. En efecto, el
feedback negativo que reorganiza las funciones lingüísticas de la sociedad es, en el plano
teórico, el producto de una autorregulación. Pero es posible concebir también que la acción
militante desemboque en el mismo resultado cuando actúa sobre la demanda social para
justificar una oferta lingüística. Por ejemplo, se puede considerar que la difícil situación de
lenguas regionales como el bretón, el occitano, el vascuence, etc., es el resultado de una
ausencia de demanda social: estas lenguas existen pero no tienen utilidad social y están, por
ende, condenadas a desaparecer. Pero es posible que la intervención humana (y ya no la
autorregulación homeostática) actúe sobre la demanda social para justificar la oferta
lingüística: si hay grupos que reclaman, por ejemplo, por razones identitarias, el derecho a
sus lenguas, entonces esas lenguas tienen ipso facto un papel y un lugar en la sociedad.
Este deslizamiento progresivo de lo teórico hacia lo militante estaba propiciado, desde
luego, por la situación de Cataluña que, luego del retorno de la democracia en España,
recuperaba su autonomía y disponía de posibilidades de intervención política o legislativa.
Al promulgarse en Cataluña la ley de normalización lingüística (Llei de Normalització
Lingüística a Catalunya, 23 de abril de 1983), la noción misma de normalización se ve
modificada: esta ya no es producto de la autorregulación sino de la voluntad humana, de la
intervención del poder público.
He señalado más arriba que los primeros teóricos –norteamericanos- de la política y la
planificación lingüística pecaban por falta de visión teórica y que tendían a descuidar el
aspecto social de la intervención planificadora en las lenguas. Frente a ellos, los lingüistas
europeos, especialmente los lingüistas hablantes de lenguas dominadas, han insistido en la
existencia de conflictos lingüísticos y contribuido notablemente a enriquecer la teoría. Pero
su propia situación los impulsaba a mezclar las cosas y a pasar lentamente de lo teórico a lo
militante. Este deslizamiento tuvo al menos el mérito de recordarnos que en política
lingüística hay también política, y que las intervenciones en la lengua y en las lenguas
tienen un carácter eminentemente social y político. Pero nos recuerda al mismo tiempo que
las ciencias rara vez están a salvo de contaminaciones ideológicas y que tampoco la política
y la planificación lingüísticas escapan a esta regla.
11
Notas
1
Einar Haugen, “Planning in Modern Norway”, in Anthropological Linguistics, 1/3, 1959.
2
Einar Haugen, “Linguistics and Language Planning”, in William Bright, Sociolinguistics, La
Haya, Mouton, 1966.
3
Joshua Fishman, Sociolinguistics, Rowley, Mass., Newbury House Publishers, 1970.
4
Language Problems of Developing Nations, Nueva York, 1968
5
Can Language be Planned?, editado por Joan Rubin y Björn Jernudd, Honolulu, The University
Press of Hawaii, 1971.
6
Pierre-Étienne Laporte, “Les mots clés du discours politique en aménagement linguistique au
Québec et au Canada”, in Le plurilinguisme européen, París, 1994, pp. 97-98.
7
”Políticas y planificación del lenguaje”, in Iztapalapa, nº 20, 1993, México, p. 11.
8“
La glotopolítica es esencialmente el problema de la minorización” (Marcellesi, “De la crise de la
linguistique à la linguistique de la crise: la sociolinguistique”, in La Pensée, nº 209, 1980), o
también “designa los diversos enfoques que una sociedad tiene de la acción sobre el lenguaje, sea
o no consciente” (Guespin y Marcellesi, Pour la Glottopolitique, Langages, nº 83, 1986).
9
Véase Didier de Robillard, L´aménagement linguistique: problématiques et perspectives, tesis,
Universidad de Provence, 1989, t. 1, pp. 53-71.
10
Louis-Jean Calvet, “Antoine Meillet, la politique linguistique et l’Europe: les mains sales”, in
Plurilinguismes, nº 5, París, CERPL, 1993.
11
Op. cit., pp. 51-52.
12
Punya S. Ray, Language Standardization: Studies in Prescriptive Linguistics, La Haya, Mouton,
1963.
13
Introduction to a Theory of Language Planning, Uppsala, 1968, pero redactado desde 1962.
14
Valter Tauli, “Practical Linguistics: The Theory of Language Planning”, Proceedings of the
Ninth Congress of Linguists, Cambridge, Mass., 1962, La Haya, Mouton, 1964, p. 605.
15
Op. cit, p. 608.
16
Heinz Kloss, “Abstand Languages and Ausbau Languages”, in Anthropological Languages, 9,
1967.
17
Id., Research Possibilities on Group Bilingualism: A Report, Quebec, CIRB, 1969.
18
Einar Haugen, “The Implementation of Corpus Planning: Theory and Practice”, in Juan
Cobarrubias y Joshua Fishman, Progress in Language Planning. International Perspectives.
Mouton, 1983.
19
Robert Lafont, “Un problème de culpabilité sociologique: la diglossie franco-occitane”, in
Langue française, 9, 1971.
20
Lambert-Félix Prudent, “Diglossie et interlecte”, in Langages, 61, 1981.
21
Lluís Aracil, Conflicte lingüistic i normalització lingüística a l’Europa nova, 1965, en francés
(mimeo), versión catalana, Barcelona, 1982.
12
Capítulo 2
TIPOLOGÍAS DE LAS SITUACIONES PLURILINGÜES
I. Ferguson y Stewart
fórmula que debe leerse de esta manera: hay en Paraguay tres lenguas (3 L), dos
lenguas mayores (2 Lmaj), una estandarizada, oficial: el castellano (So); otra vernácula,
gregaria: el guaraní (Vg), ninguna lengua menor (0 Lmin) y una lengua especial, clásica,
religiosa: el latín (1 Lspc Cr).
Por lo general no se presta suficiente atención a la manera en que emergen las
propuestas científicas (o incluso los descubrimientos), si bien podemos encontrar allí un
inestimable material epistemológico. En este caso, la cuestión es particularmente
interesante. De 1962 a 1964, en la Universidad de Washington y luego en Georgetown
University, Charles Ferguson había pedido a sus estudiantes que describieran la situación
sociolingüística de diferentes países; cada una de las descripciones era presentada y
discutida en el seminario. Luego el trabajo evolucionó hacia la elaboración de un formato
tipo: las descripciones debían presentarse en forma de un resumen de una página en inglés
corriente (es decir, evitando el vocabulario técnico). Pero en la medida en que el punto de
partida era la voluntad de comparar situaciones, estos resúmenes eran poco manipulables.
Así nació la idea de estas profile formulas. Por supuesto, faltaba elaborar esas fórmulas. Y
en primer lugar, ¿qué lenguas elegir? La respuesta fue en principio intuitiva: "Entre las
lenguas que se debía incluir en las descripciones, algunas parecían tener claramente una
importancia de primer orden en el proceso de comunicación nacional, otras, una
importancia menor, y unas terceras incluso poca importancia comunicativa directa pero con
un estatuto especial que les confería una importancia suficiente para ser incluidas. Estos
tres tipos de lenguas pueden ser llamadas, de manera cómoda y transparente, major
language, lengua mayor (Lmaj), minor language, lengua menor (Lmin), y languages of
special status, lengua de estatuto especial (Lspec)."7 Se pasó luego a la formalización de
los criterios que permitieran situar una lengua en una de las categorías. Por ejemplo, una
lengua podía ser considerada como major language en un país dado si reunía una de las
siguientes condiciones:
- Ser hablada por más del veinticinco por ciento de la población o por más de un
millón de personas (ejemplo: el quechua en Bolivia, hablado por un tercio de la población
pero sin ningún estatuto oficial).
14
- Ser lengua oficial (el irlandés, por ejemplo, lengua oficial de Irlanda pero hablada
solo por el tres por ciento de la población).
- Ser lengua de enseñanza en el cincuenta por ciento de las escuelas secundarias del
país (por ejemplo, el inglés en Etiopía, país cuya lengua oficial es el amhárico y donde
poca gente habla inglés, es, sin embargo, la lengua de enseñanza de la mayoría de las
escuelas secundarias y superiores).
Un procedimiento similar se seguía con las minor languages y las languages of special
status: la operación consistía en definir las categorías para que las lenguas ya elegidas en
diferentes situaciones nacionales pudieran encontrar su lugar. En otros términos, era el
saber de los informantes (en este caso, los estudiantes que participaban en el seminario)
sobre su comunidad lingüística lo que guiaba la creación de las categorías de lenguas y los
criterios de clasificación en estas categorías. Por ejemplo, la tercera condición de la
definición fue determinada sin duda porque se consideraba el inglés como una "lengua
mayor" en Etiopía.
Pero este tipo de informaciones (número de lenguas mayores, menores, etc.) era
bastante limitado. Para agregar datos sobre los tipos y las funciones de las lenguas en
presencia Ferguson adoptó una tipología propuesta por Stewart en 1962, reduciendo el
número de tipos de siete a cinco (abandonaba los tipos "artificial" y "marginal") y
conservando las siete funciones.
Lo que guió la emergencia del modelo de Ferguson fue, pues, un vaivén entre
descripciones empíricas y formalización. Este procedimiento, que va de la recolección de
datos al intento de construcción de un marco teórico, es, por cierto, coherente, pero en este
caso presenta una seria desventaja: mientras no se hayan analizado exhaustivamente todas
las situaciones lingüísticas, el marco será sometido a constantes revisiones, que según los
casos podrán traducirse en un mejoramiento del modelo (es la versión optimista) o en su
cuestionamiento (es la versión pesimista). El propio Ferguson era consciente de los límites
de la empresa al señalar que presentaba "una solución poco satisfactoria a un problema al
cual algunos de mis estudiantes y yo mismo nos hemos visto confrontados desde hace
años: cómo comparar naciones de manera útil desde un punto de vista sociolingüístico",8 y
hacía notar también que ciertas informaciones estaban ausentes de sus fórmulas (diferencia
entre lenguas indígenas y lenguas de migrantes, sistemas gráficos utilizados, índices de
alfabetismo, etc.).
En 1968, Stewart vuelve sobre este problema, que ya había abordado en 1962, de un
modo ligeramente distinto: propone de allí en más tomar en cuenta cuatro atributos
(estandarización, autonomía, historicidad, vitalidad) cuya combinación (ausencia: - o
presencia: +, del atributo en cuestión) permitía definir siete tipos de lenguas según el
esquema que explicita el siguiente cuadro:
Atributos
Estandarización Autonomía Historicidad Vitalidad Tipos de lenguas
+ + + + estándar
+ + + - clásica
+ + - - artificial
- + + + vernácula
- - + + dialecto
- - - + criolla
- - - - pidgin
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Agrega, además, tres funciones a las siete de Ferguson (provincial, capitalina, literaria)
y reparte las lenguas de un país en seis clases según el porcentaje de la población que habla
la lengua:
Esto le permite presentar, por ejemplo, la situación de las islas Curaçao (Antillas
holandesas) del siguiente modo:
Clase 4: holandés So
(léase: un estándar oficial)
inglés Sigs
(léase: un estándar internacional, función gregaria, lengua enseñada)
Clase 6: hebreo Cr
(léase: un clásico, religioso)
latín Crs
(léase: un clásico, religioso, enseñado)
- La elección de Stewart de los atributos no es siempre evidente. Por ejemplo, decir que
el criollo carece del atributo "autonomía" (porque se debe precisar "criollo de base léxica
francesa, inglesa, portuguesa", etc.) es en parte cuestión de ideología: ¿por qué habría que
precisar créole francés para la lengua hablada en las Seychelles, por ejemplo, y no lengua
romance para el francés o lengua germánica para el inglés? ¿No hay detrás de esta
presentación el rechazo a considerar los criollos como lenguas por derecho propio, y una
manera de abordar las lenguas desde el punto de vista del sentido común más que desde el
de la ciencia?
- Ciertas clasificaciones envejecen rápidamente (el créole haitiano, por ejemplo, hoy
sería considerado como estandarizado, y muchas lenguas africanas en veinte años habrían
cambiado de tipo), lo que plantea el problema de la dimensión histórica de estas fórmulas
únicamente sincrónicas.
- Ciertas funciones no son evaluables de manera precisa (hay lenguas "oficialmente
oficiales", como el gaélico en Irlanda, cuyo estatuto real es nulo, otras lenguas sin función
oficial que sin embargo pueden desempeñar un papel importante, como el francés en Isla
Mauricio, etc.).
16
II. Las propuestas de Fasold
Esta visión que ilustran los trabajos de Ferguson y Stewart fue abandonada por largo
tiempo y retomada por Fasold en 1984.9 En primer término resume los textos de Ferguson
y Stewart que acabamos de evocar, y luego aborda el problema desde un punto de vista
ligeramente distinto:
- Señala, por una parte, cierta predictibilidad de las funciones que asumen las lenguas:
no cualquier lengua puede cumplir cualquier función.
- Por otra parte, razona únicamente en términos de atributos y funciones: para cumplir
determinada función, una lengua debe poseer ciertos atributos. Su punto de vista se resume
en el siguiente cuadro:
Estos atributos, cuya presencia garantiza que una lengua dada pueda cumplir
determinada función, plantean, sin embargo, algunos problemas, en especial los dos que
siguen:
- El atributo "clásico", necesario para que una lengua pueda cumplir la función
"religiosa", depende de cierta concepción de la religión. ¿Qué decir, por ejemplo, de la
lengua del vudú? ¿O de las lenguas de iniciación africanas? Es probable que el autor las
considere lenguas clásicas, lo que da prueba de una concepción restrictiva de la religión.
- La lista de las "lenguas internacionales potenciales" de Fasold es instructiva: el autor
cita el inglés, el francés, el español, ruso, alemán, "perhaps Mandarin Chinese and maybe
one or two others"10 ("tal vez el chino mandarín y una o dos más"), evidenciando así una
gran ceguera respecto de lenguas como el árabe, el swahili, el quechua, el bambara, el
malayo, etc., que se hablan en varios países y son, por consiguiente, internacionales en el
sentido propio del término. Tenemos la impresión de que Fasold considera internacionales
únicamente las lenguas admitidas como lenguas de trabajo en la ONU o la UNESCO: más
que dar una definición unívoca de la noción de lengua internacional, que le permitiría
17
clasificar sin ambigüedad tal o cual lengua en esta categoría, ratifica el resultado de una
relación de fuerzas en un momento de la historia.
Sin embargo, la idea de cruzar atributo y función era interesante y la predictibilidad así
postulada podría haber encontrado un campo de aplicación en la planificación lingüística.
Veamos, por ejemplo, la presentación que hacía Fasold de la situación del hindi,
interrogándose sobre la cuestión de saber si esa lengua podía cumplir la función
"nacionalista" en la India.
Y esta presentación nos llevaría a concluir que el hindi tiene pocas posibilidades de
cumplir la función nacionalista en la India.... Es evidente el interés de establecer fichas
como ésta, si el enfoque estuviera mejor afinado, respecto de todas las lenguas de un país y
todas las funciones potenciales de esas lenguas. Pero pareciera que después de la
intervención de Fasold en el debate esta línea de investigación fue otra vez abandonada.
A. Estatus
1. Oficialidad
2. Usos “institucionalizados”
3. Educación
4. Medios de comunicación masiva
5. Sector secundario y terciario privado
18
B. Corpus
a) apropiación lingüística
b) vernacularidad/vernacularización vs. vehicularidad/vehicularización
c) tipos de competencias
d) producción y exposición lingüísticas
20
¿Qué utilidad pueden tener estos gráficos? Nos permiten leer inmediatamente la
relación entre estatus y corpus para cada una de las lenguas y evaluar así la situación
lingüística del país. Si consideramos que en general es deseable que una lengua tenga un
estatus que corresponda a su corpus, tenemos tres tipos de situaciones teóricas:
1/ La de las lenguas que se encuentran sobre la diagonal (es decir, las lenguas para las
cuales estatus = corpus). Evidentemente, pueden situarse más o menos por encima de esta
diagonal, según sean lengua de unificación nacional (corpus cercano al valor máximo: el
árabe en Marruecos) o regional (el peul o el songhai en Malí).
2/ La de las lenguas que se encuentran por debajo de la diagonal (como el francés en
Malí y, de manera menos clara, en Marruecos) y que tienen un estatus sobrevaluado.
3/ La de las lenguas que se encuentran por debajo de la diagonal (como el berebere en
Marruecos) y que, por lo tanto, tienen un estatus insuficiente.
Así, una tal presentación de la situación lingüística de un país puede
1/ servir de base para la reflexión sobre la planificación lingüística: se percibe de un
solo vistazo las contradicciones o la coherencia entre los grados de uso y de
reconocimiento de las lenguas en presencia;
2/ permitir representar, sobre el plano diacrónico, la evolución esperada de una
situación luego de la intervención planificadora.
En otras palabras, tenemos un instrumento que permite establecer un diagnóstico y
formular objetivos.
Tomemos un ejemplo teórico: el de la República Centroafricana, que adoptó una "ley
que fija la política del ordenamiento lingüístico de la República", en términos de la cual el
francés y el sango serán las dos lenguas oficiales del país. Es posible evaluar la situación de
estas lenguas en términos de grado de uso y grado de reconocimiento, en el momento de la
independencia del país y luego de la intervención de esta nueva política lingüística:
- En el momento de la independencia, el francés (en el gráfico: francés 1960) tenía un
grado de reconocimiento máximo: era la única lengua administrativa, escolar, etc., y un
grado de uso que se puede estimar en aproximadamente el 10% de hablantes, mientras que
el sango (sango 1960) tenía un grado de reconocimiento nulo y un grado de uso que se
puede estimar en alrededor del 80% de hablantes.
- En el año 2000, si la política adoptada es efectiva, es posible que el francés tenga un
grado de uso en aumento debido a los progresos de la escolarización (la evalúo
arbitrariamente en un veinte por ciento para los fines de la demostración), que el sango
también progrese (90%) y que ambas lenguas se repartirán el estatus (50/50), lo que nos
daría el siguiente gráfico:
21
Se ve que en esta hipótesis el francés descendería y el sango ascendería hacia la línea
diagonal, pero que igualmente la situación no se correspondería con lo que es deseable
(corpus = estatus). Si el corpus del francés aumentara, el lugar de la lengua se acercaría a la
diagonal, pero para que el sango haga el mismo desplazamiento, convendría aumentar su
estatus (en detrimento del francés). Aquí se detiene la evaluación sociolingüística y
comienza el terreno de las opciones de la República Centroafricana: otorgarle al sango, por
ejemplo, un estatus correspondiente a su corpus supondría que se le quite al francés su
estatuto de lengua oficial, y esto plantea otros tipos de problemas que no son del dominio
del lingüista.
Pero, y esto nos lleva ahora al grado de funcionalidad, si frente a tal gráfico un país
decide intervenir en el grado de reconocimiento de una lengua para intentar acercarla a su
grado de uso, se plantea la cuestión de saber si la lengua está equipada para cumplir tal
función. ¿Cómo discernir esta noción de funcionalidad? Es útil retomar aquí la idea de
Fasold según la cual ciertas funciones implican ciertos atributos. Pero Fasold planteaba el
problema en términos estáticos: tal lengua tiene o no tal o cual atributo y por consiguiente
puede o no cumplir tal función. Mi punto de vista es mucho más dinámico y puede
formularse como sigue: si queremos que tal lengua cumpla tal función, ¿qué hay que hacer
para equiparla en consecuencia? Para tomar un ejemplo simplista, es evidente que para
introducir una lengua en la enseñanza, es decir, para convertirla en lengua de
escolarización, es necesario darle primero una transcripción, alfabética u otra, y una norma,
forjar una terminología gramatical, etc. Y esto puede conducirnos a reflexiones
eminentemente prácticas sobre la relación calidad/precio de un tal equipamiento, o sobre la
relación costo/beneficio. Si por ejemplo, frente a lo que llamaré un gráfico de evaluación
de la situación lingüística, existen varias posibilidades de política lingüística (por ejemplo,
aumentar el grado de reconocimiento de una, dos, varias lenguas) se podrá hacer intervenir
como uno de los elementos de decisión la relación entre el costo de la operación y el
beneficio social que resultará de ella.
En los ejemplos antes señalados para ilustrar el empleo de este gráfico en el campo de
la política lingüística, he hecho referencia a una acción sobre el grado de reconocimiento
de las lenguas. Pero evidentemente la inversa es posible y se puede decidir también
intervenir en el grado de uso de las lenguas. Los grupos minoritarios que luchan por la
supervivencia de su lengua creando, por ejemplo, escuelas privadas en las que se la enseña,
afanándose por transmitirla a los niños, etc., no hacen otra cosa que intentar actuar en el
grado de uso de la lengua. Es decir que tenemos dos estadios sucesivos de la reflexión:
elección de un tipo de acción (sobre el reconocimiento o sobre el uso) y determinación del
equipamiento necesario de la lengua en el terreno de la funcionalidad. Sin embargo, una
vez más, esto ya no depende del análisis sociolingüístico sino de las opciones políticas.
Estas propuestas son en gran medida programáticas, y es conveniente ahora continuar
la reflexión y la experimentación en dos puntos:
¿Cómo medir de manera unívoca el grado de uso y el grado de reconocimiento de una
lengua?
¿Cómo determinar en forma precisa lo que constituye la funcionalidad de una lengua?
Conclusión
De manera más general, los modelos tipológicos que hemos presentado en este capítulo
distan de agotar lo que convendría saber de una situación para reflexionar sobre una
eventual política lingüística. En efecto, para elaborar un modelo capaz de dar cuenta de la
22
complejidad de las situaciones, sería conveniente considerar diferentes factores; la lista que
sigue puede dar una idea:
1/ Datos cuantitativos: cuántas lenguas, cuántos hablantes para cada una de ellas.
2/ Datos jurídicos: estatutos de las lenguas en presencia, reconocidas o no por la
Constitución, utilizadas o no en los medios, la enseñanza, etc.
3/ Datos funcionales: lenguas vehiculares (y su índice de vehicularidad), lenguas
transnacionales (habladas en diferentes países fronterizos), lenguas gregarias, lenguas de
uso religioso, etc.
4/ Datos diacrónicos: expansión de las lenguas, índice de transmisión de una
generación a la otra, etc.
5/ Datos simbólicos: prestigio de las lenguas en presencia, sentimientos lingüísticos,
estrategias de comunicación, etc.
6/ Datos conflictuales: tipos de relaciones entre las lenguas, complementariedad
funcional o competencia, etc.
Es evidente que, si bien es fácil medir o discernir los cuatro primeros tipos de factores
a condición, claro está, de llevar a cabo los estudios necesarios, los dos últimos son más
complejos y, sobre todo, más difíciles de introducir en un modelo de tipo dicotómico. Pero
de tanto querer presentar esquemas bien construidos se corre el riesgo de sacrificar la
precisión por la elegancia. La grilla de Chaudenson, por ejemplo, integra con comodidad
los factores cuantitativos y jurídicos, pero no deja ningún lugar a los factores simbólicos o
conflictuales. Las propuestas de Fasold integran los datos funcionales y, en cierta medida,
simbólicos, pero no dan cuenta del factor diacrónico. De hecho, las propuestas de
Ferguson, Stewart y Fasold dan una visión estática de las situaciones que sin embargo están
en perpetua evolución, tanto en el plano estadístico (cantidad de hablantes, índice de
transmisión, etc.) como en el plano simbólico. Ahora bien, la evaluación previa a la
determinación de una política lingüística debe tener en cuenta necesariamente las
evoluciones en curso. Por ello mismo es probable que surjan nuevos modelos, más
completos, más eficaces, que adopten otro enfoque. Por ejemplo, podemos imaginar un
modelo informatizado que, alimentado regularmente con datos nuevos, provea "en directo"
una evaluación dinámica de las situaciones.
Vemos que la reflexión sobre las situaciones de plurilingüismo nos lleva otra vez a la
lengua de manera mucho más rica. Ya no se trata de actuar sobre el corpus para luchar
contra préstamos, por ejemplo, o para modernizar la lengua, sino para hacerla funcional de
manera que pueda desempeñar el papel que se espera que cumpla desde el punto de vista
del estatus. Y este pasaje del punto de vista del corpus al del estatus, aun cuando esta
dicotomía sea a menudo difícil de mantener (corpus y estatus suelen estar estrechamente
imbricados; el grado de equipamiento de una lengua, por ejemplo, está en relación directa
con su función social), da prueba de la evolución paralela de la ciencia lingüística: la
política lingüística, como la planificación, son tributarias de la teoría en el seno de la cual
son concebidas.
Pero cualquiera sea el modelo elegido, se plantea aún el problema de saber de qué
medios se dispone para intervenir en la lengua y las lenguas. Son estos medios los que
presentaremos en el próximo capítulo.
Notas
1
Charles Ferguson, “Diglossia”, Word, 15, 1959.
2
Joshua Fishman, “Bilingualism with and without Diglossia, Diglossia with and without
Bilingualism”, Journal of Social Issues, nº 32, 1967.
23
3
Mauro Fernández, Diglossia, A Comprehensive Bibliography 1960-1990, Amsterdam/Filadelfia,
John Benjamins Publishing Company, 1993.
4
Abderrahmin Youssi, “La triglossie dans la typologie linguistique”, La Linguistique, 19, 2, 1983.
5
Henri Gobard, L’aliénation linguistique: analyse tétraglossique, París, Flammarion, 1976.
6
William Stewart, “An Outline of Linguistic Typology for Describing Multilingualism”, Study on
the Role of Second Languages in Asia, Africa and Latin America, Washington, 1962; Charles
Ferguson, “National Sociolinguistic Profile Formula”, Sociolinguistics, ed. W. Bright, La Haya,
Mouton, 1966; William Stewart, “A Sociolinguistic Typology for Describing National
Multilingualism”, Reading in the Sociology of Language, La Haya, Mouton, 1968.
7
Ferguson, 1966, p. 310.
8
Op. cit., p. 315.
9
Ralph Fasold, The Sociolinguistics of Society, Londres, Blackwell, 1984.
10
Op. cit., p. 76.
11
Robert Chaudenson, La francophonie: représentations, réalités, perspectives, colección
“Langues, économie et développement”, Institut d’études créoles et francophones, Aix-en-
Provence, 1991.
24
Capítulo 3
LOS INSTRUMENTOS DE LA PLANIFICACIÓN LINGÜÍSTICA
La acción concertada sobre la lengua y las lenguas puede reducirse al siguiente esquema:
sea S1 la situación sociolingüística inicial, que luego de analizarse se considera no
satisfactoria. Sea S2 la situación que se querría alcanzar. La definición de las diferencias entre
S1 y S2 constituye el campo de intervención de la política lingüística, y el problema de saber
cómo pasar de S1 a S2 es el dominio de la planificación lingüística.
Así presentadas, las cosas pueden parecer simples. Sin embargo, en el capítulo anterior
vimos los problemas que planteaban, previamente a las decisiones de política lingüística, la
descripción y la tipología de las situaciones sociolingüísticas. Vamos a abordar ahora los
problemas que aparecen con posterioridad a estas decisiones. Desde el momento en que un
Estado se preocupa por la gestión de su situación lingüística surge el problema de los medios
de que dispone. ¿Cómo intervenir en la forma de las lenguas? ¿Cómo modificar las relaciones
entre las lenguas? ¿Cuáles son los procesos que permiten pasar de una política lingüística,
estadio de las opciones generales, al estadio de su puesta en práctica, la planificación
lingüística?
El término "equipamiento" aplicado a lenguas puede parecer extraño, sobre todo cuando
uno se ha distanciado, como lo hicimos en el capítulo I, de una concepción instrumentalista de
la lengua. Sin embargo, es perfectamente apropiado, sobre todo si se recuerda el sentido
primero del verbo equipar: "proveer un navío de lo que es necesario para la navegación". En
efecto, si todas las lenguas son iguales a los ojos del lingüista, esta igualdad se sitúa en el
nivel de los principios, es decir, en un nivel extremadamente abstracto. Pero, concretamente,
no todas las lenguas pueden cumplir las mismas funciones. Por ejemplo, es evidente que una
lengua no escrita no puede ser vehículo de una campaña de alfabetización, que resultará difícil
enseñar informática en una lengua que no tiene vocabulario informático, enseñar gramática en
una lengua que no dispone de una taxonomía gramatical, elegir una lengua hablada por una
ínfima minoría de la población de un país como lengua de unificación de ese país, etc. Si por
motivos políticos se desea utilizar, de todas maneras, lenguas con esas características para
esas funciones, habrá que reducir sus déficit, equiparlas para que puedan desempeñar ese
papel.
La escritura
El primer estadio de este equipamiento es dar un sistema de escritura a las lenguas no
escritas, lo que requiere que primeramente se establezca una descripción fonológica de la
lengua, se sepa cuál es el sistema de sonidos a transcribir. Luego será preciso elegir un tipo de
escritura: ¿alfabética o no alfabética? Y en el primer caso, ¿qué tipo de alfabeto? Esta elección
no surge de suyo. Cerca de un cuarto de la humanidad utiliza un sistema no alfabético, el de
25
los caracteres chinos. Y cuando fue necesario transcribir las lenguas africanas, largas
discusiones enfrentaron a los partidarios del alfabeto latino con los del alfabeto árabe o de una
grafía indígena. Esas discusiones tenían, por cierto, un trasfondo ideológico: por una parte,
hay un estrecho vínculo entre la expansión de los sistemas de escritura y la de las religiones
(el alfabeto árabe está ligado al Islam, el alfabeto latino es percibido como vinculado a la
cristiandad) y, por otra parte, el alfabeto latino era percibido por algunos como huella
simbólica de la época colonial. Pero frente a estos dos sistemas, ambos ajenos al África negra,
existían también sistemas gráficos indígenas, silabarios en general recientes que, a los ojos de
sus partidarios, tenían la ventaja de constituir escrituras autónomas y afirmar la identidad
africana.1 Pero las discusiones tenían también un contenido científico: el alfabeto árabe, por
ejemplo, no permite transcribir las vocales de las lenguas africanas; el alfabeto latino es, en
este aspecto, más preciso, más eficaz, etc. Estos debates serán zanjados a favor del alfabeto
latino, al menos temporariamente, en 1966, cuando la UNESCO convoca en Bamako a una
reunión de expertos de la que hablaremos en el capítulo siguiente.
En todos estos puntos se ve que la planificación lingüística pasa primero por una
descripción precisa de la lengua y después por una reflexión sobre lo que se espera de un
sistema de escritura. ¿Es necesario, por ejemplo, elegir una ortografía de tipo fonológico, en la
cual a cada fonema le corresponde un grafema o, para decirlo de otro modo, a cada sonido una
letra? ¿O hay que elegir, por el contrario, una ortografía de tipo etimológico, en la cual la
forma global de una palabra nos aportará información sobre su historia y sobre la familia en la
cual se inserta? En el primer caso se escribirá en francés tã para temps, taon o tant; en el
segundo caso se destacará que la grafía temps, aun cuando utilice letras aparentemente
inútiles, presenta la ventaja de remitir a la vez al latín tempus y a las palabras temporaire o
temporiser...
Solo después de este estadio científico y técnico, cuando la lengua ya queda equipada en
el plano gráfico, viene el estadio práctico: difundir el sistema de escritura elegido, es decir,
producir abecedarios y manuales, organizar campañas de alfabetización, introducir la lengua
recientemente transcripta en el sistema escolar y en el entorno gráfico, etc.
El léxico
Otro problema es el del léxico. El desarrollo de la ciencia y la técnica y la multiplicación
de las comunicaciones especializadas han hecho que un pequeño número de lenguas
vehiculice hoy la modernidad con ayuda de un vocabulario propio, y las demás se limiten a
tomar en préstamo ese vocabulario. Hoy en día la tendencia es hablar de informática, por
ejemplo, utilizando un vocabulario inglés. En una escala más amplia, existen miles de lenguas
que permiten cotidianamente a millones de hablantes comunicarse con satisfacción general en
el marco de su vida social tradicional pero que son incapaces de garantizar una comunicación
científica. Sería delicado, por ejemplo, presentar la teoría de la relatividad en una lengua
indígena de Amazonia. Por supuesto, se puede juzgar que esto no tiene ninguna importancia,
porque si un indio wayana de Guyana, por ejemplo, quiere especializarse en estudios
nucleares lo hará en francés o en inglés. Pero una política lingüística puede decidir también
equipar tal o cual lengua de manera de utilizarla para enseñar matemáticas o medicina.
Esto nos lleva a otro dominio de la planificación lingüística: el de la terminología. Su
actividad principal es la creación de palabras, la neología. Se trata de determinar necesidades,
inventariar el vocabulario existente (préstamos, neología espontánea), evaluarlo,
eventualmente mejorarlo, armonizarlo, luego difundirlo en forma de diccionarios
terminológicos, bancos de datos, etc. Esta operación puede responder a dos objetivos muy
diferentes:
- Uno de ellos es el equipar una lengua para que pueda cumplir una función que no
cumplía hasta entonces. Es el problema al que se han enfrentado los países del Maghreb
26
cuando decidieron emprender una política de arabización, o de Indonesia cuando decidió
reemplazar el holandés por el malayo como lengua oficial.
- El otro, en el marco de una lengua ya equipada, es luchar contra los préstamos,
reemplazar un vocabulario ajeno por uno endógeno. Es el problema al que se han dedicado el
Quebec o incluso las comisiones de terminología creadas en los diferentes ministerios
franceses.
En ambos casos, sin embargo, volvemos a encontrar la importancia (señalada a propósito
de la escritura) de la descripción de las lenguas, del análisis de sus procesos de creación
léxica: no se forja una palabra de cualquier manera; es necesario respetar a la vez el "espíritu"
de la lengua y los sentimientos de los hablantes. La terminología supone, pues, por un lado, un
conocimiento preciso de los sistemas de derivación, de composición de la lengua, un
inventario de las raíces, etc., pero también, que las palabras creadas, los neologismos, sean
aceptadas por los usuarios, es decir, que sean ante todo aceptables. Porque un neologismo
puede ser rechazado (cosa muy frecuente: sin duda, los terminólogos producen muchos más
términos que nadie utilizará jamás que términos que "prenden"), ya sea porque no
corresponde a los gustos lingüísticos de los hablantes, ya sea porque entra en competencia con
palabras que ya están en uso, productos de la neología espontánea o del préstamo de otra
lengua.
En francés, por ejemplo, si una palabra como logiciel ha podido imponerse fácilmente en
lugar del término inglés software, si una palabra como remue méninges entra poéticamente en
competencia con brainstorming, no es seguro que baladeur, tir d'angle, tir passant, restovite
o prêt-à-monter reemplacen respectivamente a walkman, corner, passing shot, fast-food
(restaurant) o kit.2 Estos neologismos parecen ir, en efecto, contra un uso ya establecido.
Veremos en los capítulos que siguen diferentes ejemplos de este tipo de acciones.
La estandarización
Cuando un país decide promover una lengua a determinada función, puede verse
confrontado con una situación de dialectalización. Es decir que esta lengua puede ser hablada
de diferente manera en todo el territorio, con una fonología diferente y un vocabulario y una
sintaxis parcialmente diferentes. Se plantea entonces el problema de saber cuál será la forma
que cumplirá la función elegida por los decisores. También en este caso hay diferentes
soluciones. Se puede seleccionar una de las formas en presencia o se puede forjar a partir de
estas una forma nueva. El primer caso supone un coup de force o centralismo jacobino si, por
ejemplo, se impone el dialecto de la capital. En el segundo caso es necesaria una descripción
precisa de las variaciones dialectales para intentar forjar una forma intermedia, una suerte de
lugar común entre las diferentes hablas, que habrá que difundir a continuación por diferentes
vías (medios masivos, escuela, etc.). Este problema se plantea ante todo en el nivel de la
grafía: ¿cómo transcribir una palabra pronunciada de distintas maneras en el territorio de
manera tal que todo el mundo la reconozca? Se presenta luego en el nivel léxico: ¿qué
variante conservar cuando el mismo objeto o la misma noción no son nombrados de la misma
manera en las diferentes formas dialectales? Por último aparece en el nivel sintáctico, por
ejemplo, cuando hay que elegir la norma a enseñar.
Presentaremos un caso concreto de estandarización en el capítulo IV, a propósito de la
elaboración de la lengua oficial de China Popular.
27
Cuando estudiamos, por ejemplo, la historia de la escritura, vemos claramente que fue la
práctica social, en respuesta a necesidades sociales, la que desempeñó el papel motor en la
lenta evolución que va de los primeros signos cuneiformes mesopotámicos a los silabarios y
más tarde a los alfabetos. Del mismo modo, el léxico de las lenguas siempre ha cambiado,
según el modo de la neología espontánea o del préstamo. Cada vez que hubo que nombrar
nuevas realidades, se lo hizo sin dificultad: la invención de la electricidad vino acompañada
de la creación de la palabra electricidad, construida sobre una raíz latina, y la aparición de un
nuevo juego, el fútbol, trajo consigo el préstamo del inglés football. Por último, cuando
consideramos el número de lenguas que existen en la superficie del globo (entre cuatro y
cinco mil, es decir, un promedio de treinta por país) podemos tener la impresión de que están
dadas todas las condiciones para que los hombres no se comprendan. Sin embargo, a pesar de
lo que algunos consideran como la maldición de Babel -la multiplicación de las lenguas-, la
comunicación funciona en todas partes.
Es que hay dos tipos de gestión de las situaciones lingüísticas: una procede de las
prácticas sociales, y la otra, de la intervención sobre esas prácticas. El primer tipo, que
llamaremos gestión in vivo, concierne al modo en que la gente resuelve los problemas de
comunicación con que se enfrenta cotidianamente. El resultado de esta gestión pueden ser
"lenguas aproximativas" (los pidgins), o incluso lenguas vehiculares, que son o bien "creadas"
(como el munukutuba en el Congo) o bien promovidas: se amplían las funciones de una
lengua ya existente (como las del bambara en Mali, del wolof en Senegal o del inglés en el
mundo). Ninguno de estos casos, ya sea que la comunicación quede garantizada por la
"creación", ya por la "refuncionalización" de una lengua, es producto de una decisión oficial,
un decreto o una ley: tenemos aquí simplemente el resultado de una práctica. Esta práctica,
por lo demás, no resuelve sólo los problemas del plurilingüismo. Así, cada día, en todas las
lenguas del mundo, aparecen palabras nuevas para designar cosas (objetos o conceptos) que la
lengua aún no designaba. Esta neología espontánea fue particularmente activa en la época
colonial en las lenguas africanas. En efecto, las sociedades colonizadas se veían confrontadas
con tecnologías (el automóvil, el tren, el avión, etc.), a estructuras (la administración, el
hospital, etc.) o a funciones (oficial, médico, gobernador, etc.) importadas de Occidente que
era preciso nombrar. Se puede estudiar así el modo en que una población explota su
competencia lingüística para forjar palabras nuevas que designan nociones nuevas. Por
ejemplo, en el bambara de Malí, para designar la bicicleta se creó espontáneamente el
neologismo nègèso ("caballo de hierro"), para designar el tren se utiliza la forma négésira
("camino de hierro"), que se puede analizar como un neologismo o como un calco sobre el
modelo del francés chemin de fer, y para designar el cubo de hielo se dispone de un préstamo
del francés glaçon, glasi y de un neologismo, jikuru (literalmente, "piedra de agua").
Pero en este libro nos ocupamos de otra aproximación a los problemas del plurilingüismo
o la neología, la del poder, la gestión in vitro. En sus laboratorios los lingüistas analizan las
situaciones y las lenguas, las describen, formulan hipótesis sobre el porvenir de las
situaciones, propuestas para resolver los problemas, y luego los políticos estudian estas
hipótesis y propuestas, toman decisiones, las aplican. Estas dos aproximaciones son, pues,
extremadamente diferentes y sus relaciones pueden ser a veces conflictivas, si las elecciones
in vitro van a contramano de la gestión in vivo o de los sentimientos lingüísticos de los
hablantes. Por ejemplo, será difícil imponerle a un pueblo una lengua nacional que no quiere,
o que considera no una lengua sino un dialecto. Será también poco coherente intentar imponer
para esta función una lengua minoritaria si ya existe una lengua vehicular ampliamente
utilizada. A veces incluso resulta difícil imponerle a una parte de la población una lengua
mayoritaria que rechaza (es el caso del wolof en Casamance, en Senegal, lengua vehicular
dominante, sí, pero al mismo tiempo rechazada por una parte de la población).
28
Los instrumentos de la planificación lingüística aparecen, pues, como el intento de
adaptar y utilizar in vitro fenómenos que siempre se han manifestado in vivo. Y la política
lingüística se ve confrontada entonces al mismo tiempo a los problemas de la coherencia entre
los objetivos que se plantea el poder y las soluciones intuitivas que el pueblo ha puesto a
menudo en práctica, y al problema de cierto control democrático, de manera de no dejar que
los "decisores" hagan lo que se les ocurra.
Cuando paseamos por las calles de una ciudad, al llegar a un aeropuerto, al encender un
televisor en un cuarto de hotel, inmediatamente recibimos cierta cantidad de informaciones
sobre la situación lingüística a través de las lenguas utilizadas en los afiches públicos, la
publicidad, los programas de televisión, las canciones, etc. Pero al mismo tiempo, cuando
estudiamos de cerca una situación sociolingüística, cuando llegamos a conocer bien las
lenguas y variantes lingüísticas existentes, nos damos cuenta de que muchas de ellas no
aparecen en estos medios.
Es esta presencia o ausencia de lenguas en su forma oral o escrita en la vida cotidiana lo
que llamamos entorno lingüístico. Por ejemplo, se puede elaborar una geografía de Nueva
York a partir de las lenguas que se leen en los carteles de los negocios (inglés, chino italiano,
árabe, etc.) y seguir así la evolución de los cambios en curso a través de las variaciones en ese
entorno. Así, a medida que se acercaba la fecha de devolución de Hong Kong a China por
parte del Reino Unido (1997), se podía observar un progreso de la presencia del chino y una
regresión de la del inglés en el entorno lingüístico de Hong Kong a lo largo de los años 90.
La situación de Nueva York, Hong Kong o cualquier otra capital, rica en informaciones,
corresponde a lo in vivo, pero la planificación lingüística puede intervenir también en ella in
vitro. De nada sirve dar un alfabeto a una lengua si este no aparece en la vida cotidiana de los
hablantes de esta lengua. De modo que los carteles que indican los nombres de calles, la
señalización vial, las chapas patentes de los autos, los afiches publicitarios, los programas de
radio o televisión son los lugares privilegiados de intervención para la promoción de las
lenguas. Un viajero que, por ejemplo, desembarcara en los años noventa en el aeropuerto de
Bilbao o el de Barcelona luego de veinte años de ausencia quedaría sorprendido por la
presencia de la lengua vasca en el primer caso, la catalana en el segundo, presencia debida
evidentemente a una intervención planificadora en el entorno lingüístico, una conquista o
reconquista de ese entorno por parte de lenguas que estaban excluidas. Del mismo modo,
entre 1970 y 1980, las calles de Argel experimentaron un cambio total desde el punto de vista
del entorno gráfico: el árabe reemplaza al francés en todas las funciones antes señaladas. Y
esta marcación del territorio, producto de prácticas espontáneas o de prácticas planificadas,
nos ofrece un instrumento de lectura semiológica de la sociedad: entre las lenguas en
presencia hay algunas que se muestran y otras que apenas se perciben, lo cual no deja de tener
relación con su peso sociolingüístico y su porvenir.
Es por ello que la planificación lingüística actuará sobre el entorno, para actuar por esta
vía sobre el peso de las lenguas, sobre su presencia simbólica. Aquí también la acción in vitro
utiliza los medios de la acción in vivo, se inspira en ella, si bien actúa de manera ligeramente
diferente. Entre la práctica espontánea de un carnicero maghrebino que expone en París su
razón social en árabe, por ejemplo, y la intervención de los poderes públicos que exigen que
esta razón social esté indicada también en francés y que esté, por ende, traducida, hay a la vez
la misma voluntad de manifestar una identidad a través de la lengua (en este caso, la lengua
escrita) y dos enfoques diferentes de esta búsqueda identitaria: una pasa por comportamientos
espontáneos, y la otra, por la intervención de la ley.
29
Pero la función de esta marcación del territorio es la misma en ambos casos. Una
inscripción en árabe, en chino o en hebreo en las calles de Nueva York o París constituye un
mensaje en dos niveles. En el nivel de la denotación, en primer lugar, el mensaje limita
considerablemente sus receptores potenciales (solo quienes saben leer esas lenguas pueden
decodificar el mensaje). Pero al mismo tiempo, en el nivel de la connotación, la inscripción
constituye otro tipo de mensaje: sin saber leer el árabe o el chino es posible reconocer estos
sistemas gráficos cuya presencia desempeña entonces un papel simbólico, un papel de
testimonio. La inscripción que indica en chino sobre la puerta de un restaurant "restaurant
cantonés" dice dos cosas: a aquellos que saben leer chino les dice "esto es un restaurant
cantonés"; a quienes no leen chino les dice "esto es chino". Y si varios negocios, unos al lado
de otros, exponen su razón social en chino, la coexistencia de estas inscripciones dirá "esta es
una calle china", o "este es un barrio chino". Este doble nivel de lectura nos muestra la
importancia del entorno gráfico. Cuando el Estado decide intervenir en este terreno, en un
primer momento la lengua que se expone puede no ser leída por la mayoría de la gente (esto
depende, claro está, del grado de alfabetización de la población), pero es percibida como lo
que es, como una lengua escrita, y su presencia simboliza, por tanto, una opción política.
Veremos en el capítulo V un ejemplo de este tipo de intervención con el caso de la
arabización en los países del Maghreb.
Cuando se toma una decisión, cuando se elige una opción, hay que llevarla a la práctica.
Al contrario de la gestión in vivo, en la cual el cambio se difunde en la práctica de los
hablantes por vía de un consenso que todavía no ha sido estudiado en detalle, la gestión in
vitro debe imponerse a los hablantes, para lo cual el Estado dispone esencialmente de la ley.
La ley es, para el diccionario, una "regla imperativa impuesta al hombre desde el
exterior". Lo que significa que las leyes no conciernen a los objetos, a los bienes, sino al uso
que los hombres hacen de esos objetos o bienes. Para dar un ejemplo simplista, una ley no
puede prohibirles a los edificios que se incendien, o a los billetes que desaparezcan, pero sí
puede prohibirle al hombre que prenda fuego a los edificios o que robe dinero. Además, el
derecho sólo puede intervenir en lo que es jurídicamente definible. Desde este punto de vista,
cabe interrogarse sobre el sentido de la noción de ley lingüística o de derecho lingüístico.
¿Puede ser la lengua objeto de ley?1 No cabe duda de que los Estados intervienen con
frecuencia en el dominio lingüístico, como para responder a esta pregunta de manera práctica,
evitando el debate teórico: intervienen de hecho en los comportamientos lingüísticos, en el
uso de las lenguas. Pues las políticas lingüísticas son casi siempre constrictivas y por eso
necesitan la ley para imponerse: no existe planificación lingüística sin un aspecto jurídico.
Es necesario distinguir aquí entre varias concepciones de leyes lingüísticas. En efecto, hay
- leyes que se refieren a la forma de la lengua, que fijan, por ejemplo, la grafía, o
intervienen en el vocabulario a través de listas de palabras;
- leyes que se refieren al uso que los hombres hacen de las lenguas, que indican qué
lengua hay que hablar en tal o cual situación, en tal o cual momento de la vida pública, y fijan,
por ejemplo, la lengua nacional de un país o las lenguas de trabajo de una organización;
- leyes que se refieren a la defensa de las lenguas, ya se trate de garantizarles una mayor
promoción, por ejemplo, internacional, ya de protegerlas como se protege un bien ecológico.
Desde luego, es posible avanzar en el detalle de las legislaciones lingüísticas, intentar
establecer una tipología. Joseph Turi,2 por ejemplo, propuso una clasificación relativamente
compleja que distingue en primer lugar entre legislaciones lingüísticas estructurales, que
intervienen en el estatuto de las lenguas, y legislaciones lingüísticas funcionales, que se
30
refieren al uso de las lenguas. Entre estas últimas distingue luego entre legislaciones
lingüísticas oficiales, que intervienen en el uso oficial de las lenguas, legislaciones
lingüísticas institucionales, que afectan el uso no oficial de las lenguas, legislaciones
lingüísticas estandarizantes o no estandarizantes, legislaciones lingüísticas mayoritarias, que
protegen las lenguas de una mayoría, y legislaciones lingüísticas minoritarias, que protegen
las lenguas de minorías, etc. Como se ve, todo esto es extremadamente complicado, pero
siendo la ley uno de los principales instrumentos de la planificación lingüística, es importante
poner un poco de orden en esta abundancia.
Distinguiremos primero entre las leyes lingüísticas según su campo de aplicación
geográfico. Hay así legislaciones internacionales, que determinan las lenguas de trabajo de las
organizaciones internacionales (ONU, UNESCO, Corte Internacional de Justicia, etc.) o que
protegen las minorías lingüísticas (como la Declaración sobre los derechos de las personas
pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas adoptada por las
Naciones Unidas en 1992), legislaciones nacionales, que se aplican en el límite de las
fronteras de un Estado, y legislaciones regionales (en Cataluña, Galicia o el País Vasco, por
ejemplo). Desde luego, es esperable que aparezcan contradicciones u oposiciones entre estos
tres niveles.
En un segundo momento es necesario distinguir según el nivel de intervención jurídica.
En ciertos casos, la situación lingüística es definida por la propia Constitución. Esto ocurre,
por ejemplo, en España, que, en el artículo 3 de su Consitución de 1978, distingue entre la
lengua oficial del Estado, el castellano, y las lenguas oficiales de las comunidades autónomas
(el vasco, el catalán, el gallego). En otros casos, la situación lingüística es establecida por una
ley (nacional o regional); en otros es definida por recomendaciones, resoluciones, cuya fuerza
de ley es menor. El nivel de intervención jurídica condiciona su eficacia. Si una ley lingüística
nacional puede ser, según los casos y según las opciones, incitativa o imperativa, una
resolución adoptada por una organización internacional prácticamente no tiene posibilidades
de ser aplicada fuera de los casos en que se trate de una legislación interna, que apunte, por
ejemplo, a establecer las lenguas de trabajo de esa organización. Cuando se conoce la
impotencia de organismos como la ONU o la Comunidad Europea frente a problemas de
mayor importancia en otros terrenos, sus intervenciones en el campo de la protección de las
minorías lingüísticas solo se pueden considerar dulces bromas.
Todo esto puede resumirse del siguiente modo:
Nivel de intervención
geográfico jurídico
internacional constitución
nacional ley
regional decretos
resoluciones
recomendaciones
etc.
Modo de intervención
incitativo imperativo
Contenido de la intervención
Nombrar la lengua
Dios, según la Biblia, creó el mundo y nombró sus constituyentes. Pero desde
entonces, los hombres no han dejado de renombrar el mundo: los nombres de los pueblos,
de los lugares, no han dejado de variar, al ritmo de las invasiones o las alternancias de
poder. Hay así una danza constante toponímica y etnonímica, atestiguada a veces por una
aproximación fonética (cuando en Africa, por ejemplo, la lengua bãmana se vuelve
bambara en francés, o cuando el pulaar se vuelve peul), a veces una voluntad de peyoración
(cuando los españoles llaman jíbaros, es decir, "campesinos", "paisanos" a los indios
shuars), y a veces una voluntad identitaria (cuando el Congo belga se convierte en Zaire,
por ejemplo). Rainer Enrique Hamel ve en estas prácticas "la expresión de políticas
lingüísticas que han existido desde que los seres humanos se han organizado en sociedad y
extendido sus relaciones de contacto, intercambio y dominación hacia otras sociedades
cultural y lingüísticamente diferentes".3 De hecho, la política lngüística en esta materia
comienza realmente cuando se renombra, y uno de los efectos de las leyes lingüísticas se
manifiesta a veces simplemente en el nombre que el texto jurídico asigna a las lenguas.
Acabamos de ver que, según la Constitución española, la lengua oficial del Estado es el
castellano, y esta denominación para una lengua que todo el mundo llama español es ya un
hecho de política lingüística. En efecto, al sugerir relaciones entre la lengua y una región
del país, Castilla, subraya que no hay correspondencia término a término entre el país,
España, y la lengua, el castellano (ex español). Al convertirse oficialmente en "castellano",
el español no ha cambiado; sigue siendo la misma lengua. Pero si bien castellano denota lo
mismo que español, connota algo muy diferente. Del mismo modo, en Indonesia, el malayo
convertido en lengua nacional fue rebautizado bahasa indonesia, "lengua indonesia", con
el mismo tipo de variación en las connotaciones. Y se puede prever que numerosas lenguas
que hoy se llaman de manera genérica créoles serán rebautizadas en los próximos años
haitiano, reunionés, guineano, martiniqués, caboverdiano o mauriciano; esta nominación
tendrá por función en cada caso revalorizar simbólicamente esas formas lingüísticas e
reforzar su dimensión identitaria.
32
concebir una política que abarque doscientas lenguas. En especial, sería imposible
introducir todas estas lenguas en la escuela... Pero esta distinción entre lenguas oficiales y
nacionales no es la única que se practica en el Africa. El artículo 7 de la Constitución
mauritana, por ejemplo, estipula que
- el árabe es la lengua oficial del país;
- el hassaniya, el pulaar, el sarakholé y el wolof son lenguas nacionales;
- el francés y el inglés son las lenguas de aperturas.
Por último, en ciertos casos, la ley no elige entre estas diversas posibilidades: la
Constitución francesa precisa desde 1992 que "el francés es la lengua de la República", sin
precisar si es lengua oficial o nacional.
33
para mandingas, etc., o bien garantizar en todas las escuelas una enseñanza en las seis
lenguas. Se puede imaginar el costo de tal operación, aun cuando sea posible veces
combinar principio de territorialidad y principio de personalidad. Así, el principio de
personalidad es aplicado en todo el Canadá, mientras que en el Quebec se aplica el
principio de territorialidad. Pero hay allí sólo dos lenguas en juego, y las cosas serían
mucho más complejas con seis, diez o veinte lenguas.
El derecho a la lengua
Hasta aquí nos hemos ocupado del derecho lingüístico, es decir, la intervención de la
ley en el dominio de la forma, el uso o la defensa de las lenguas. En lo que se refiere a la
forma y el uso, la ley, si es aplicada, constriñe al individuo: lo obliga, por ejemplo, a hablar
tal lengua en tal situación y de tal manera. En cambio, cuando se trata de la defensa de las
lenguas, la ley puede presionar sobre las instituciones: estaremos entonces en el dominio
del derecho a la lengua de los individuos. En un primer momento, la expresión "derecho a
la lengua" remite a la protección de las minorías lingüísticas, y el hecho mismo de que se
hable de protección muestra hasta qué punto están amenazadas. Pero hay también, en todo
el mundo, un gran número de países en los cuales la lengua oficial, el inglés, el francés o el
portugués, es apenas hablada, o países del Maghreb en los cuales el árabe oficial tiene
escasa relación con el árabe hablado y menos aún con el berebere.
Estas situaciones dan otro sentido a la expresión "derecho a la lengua". Puesto que el
hecho de no hablar la lengua del Estado priva al ciudadano de numerosas posibilidades
sociales, se puede considerar que todo ciudadano tiene derecho a la lengua del Estado, es
decir, derecho a la educación, a la alfabetización, etc. Pero el principio de defensa de las
minorías lingüísticas hace que, paralelamente, todo ciudadano debería tener derecho a su
lengua. Así, la situación de un francés que use el bretón no es la misma que la de un
marroquí hablante de berebere: el primero habla de todas maneras el francés y reclama el
derecho a su lengua, el segundo puede no hablar o no leer el árabe oficial y se encuentra
doblemente penalizado, porque su lengua no es reconocida y porque no domina la lengua
reconocida.
En consecuencia, una política lingüística puede tener en cuenta a la vez el derecho a la
lengua del Estado y el derecho a la lengua del individuo, pero, como en el caso de los
principios de territorialidad y de personalidad, esto será más difícil cuantas más lenguas
haya en juego.
Conclusión
Ya se trate de equipar las lenguas, ya de intervenir en el entorno lingüístico o de
legislar, la planificación lingüística constituye in vitro una especie de réplica de fenómenos
que siempre se han producido in vivo. La lingüística nos ha enseñado que las lenguas no se
decretaban, que eran producto de la historia, de la práctica de los hablantes, que
evolucionaban bajo la presión de factores históricos y sociales. Y, paradójicamente, existe
el afán de intervenir en estos procesos, de querer modificar el curso de las cosas,
acompañar el cambio o actuar sobre él.
Esta pretensión puede parecer enorme. Pero las relaciones entre lo in vivo y lo in vitro
que hemos indicado, el hecho de que la planificación lingüística "imite", en cierto modo, el
curso natural de la evolución de las lenguas, nos muestran que el primer instrumento de la
planificación lingüística sigue siendo el lingüista. Si bien la política lingüística es, en
último análisis, competencia de los decisores, no se puede tomar ninguna decisión sin una
descripción precisa de las situaciones -problema que hemos descripto en el capítulo
anterior-, del sistema fonológico, léxico y sintáctico de las lenguas en presencia, etc., así
como de los sentimientos lingüísticos, las relaciones que los hablantes establecen con las
34
lenguas que frecuentan en su vida cotidiana. La política ha sido definida a menudo como el
arte de lo posible. Aplicada a la política lingüística, esta propuesta subraya también el
papel fundamental del lingüista. El es quien puede indicar lo que es técnicamente posible
de hacer y lo que será psicológicamente aceptable para los hablantes. Todo el arte de la
política y la planificación lingüísticas se encuentra en esta complementariedad necesaria
entre los científicos y los decisores, en este difícil equilibrio entre las técnicas de
intervención y las elecciones de la sociedad.
Notas
1
Véase Pathé Diagne, “Transcription et harmonisation des langues africaines au Sénégal”,
comunicación ante la reunión “La transcription et l’harmonisation des langues africaines”,
Niamey, (Nigeria), 17-21 de julio de 1979.
2
Estos ejemplos fueron extraídos del Dictionnaire des termes officiels de la langue française,
Dirección de Boletines Oficiales, París, 1994.
3
Sobre este punto véase Remi Rouquette, “Le droit et la qualité de la langue”, La qualité de la
langue? Le cas du français, Jean-Michel Eloi (comp.), París, Champion, 1995.
4
Joseph Turi, “Le pourquoi et le comment du droit linguistique”, Language et société, nº 47,
Ottawa, 1994.
5
Rainer Enrique Hamel, “Políticas y planificación del lenguaje: una introducción. Iztapalapa nº
29, México, 1993.
6
Véase Louis-Jean Calvet, La guerre des langues et les politiques linguistiques, París, Payot,
1987, pp. 176-180.
35
Capítulo IV
LA ACCION SOBRE LA LENGUA (EL CORPUS)
Las políticas lingüísticas, cuando se proponen intervenir en la forma de la lengua, pue-
den tener diferentes objetivos: fijación de una escritura, enriquecimiento del léxico, lucha
contra las influencias extranjeras ("depuración"), estandarización, etc. En este capítulo va-
mos a presentar brevemente algunos ejemplos de estos tipos de intervenciones.
El putonghua, tal como es hablado por los bilingües, sufre casi siempre distorsiones
más o menos graves, algunas de las cuales afectan su sistema fonológico mismo. Por ejem-
plo, ciertos rasgos fonológicos del putonghua y las oposiciones que permiten están ausen-
tes en los dialectos, incluidos los dialectos de tipo septentrional.5
El gobierno dispone de cierto número de medios para difundir una lengua uniformiza-
da: la televisión, el cine, la escuela... Pero la escuela desempeña solo imperfectamente su
papel: muchos maestros enseñan en "dialecto", su conocimiento del pu tong hua es imper-
fecto, etc. Además, esta lengua no goza de adhesión popular. Si bien la gente del norte, y
sobre todo los de Pekín, la hablan sin demasiadas dificultades (pero los pekineses represen-
tan menos del uno por ciento de la población), el resto de los han prefiere utilizar su lengua
propia, y en esta elección evidencia fuertes sentimientos identitarios. Así, en dos de las tres
grandes ciudades del país, Shanghai y Cantón, la situación del pu tong hua no es en absolu-
to la de una lengua nacional aceptada por todos:
37
Se ve entonces que la política de difusión de una lengua nacional en China choca con
numerosas dificultades. Algunas no son nuevas y podrán resolverse con el tiempo. La si-
tuación lingüística de Francia en el momento de la revolución, por ejemplo, bastante com-
parable con la de la China actual, no le impidió al francés imponerse en dos siglos como
lengua única. Pero la dificultad principal y específica de China reside tal vez en las dimen-
siones del país. ¿Es posible cambiar mediante la ley, los decretos, la administración, en una
palabra, por vía de la planificación lingüística, las prácticas lingüísticas de mil doscientos
millones de personas que hablan tantas lenguas diferentes? Solo el futuro podrá contestar
esta pregunta, pero si se piensa que al mismo tiempo una lengua como el inglés se expande
sin problemas por todo el mundo con función vehicular, la comparación entre ambas situa-
ciones parece indicar que la acción in vitro tiene ciertos límites. Si, como lo hemos sugeri-
do, la planificación lingüística constituye in vitro una imitación de los fenómenos de cam-
bios in vivo, esta tendencia mimética tiene quizás sus límites y sus imposibilidades. Desde
esta perspectiva, el ejemplo chino viene a alimentar la reflexión teórica y podemos pregun-
tarnos si, como en el célebre principio de Peter, según el cual en una jerarquía todo emplea-
do tiende a elevarse hasta su nivel de incompetencia, las políticas lingüísticas no están
destinadas a alcanzar algún día su grado de ineficacia.
Volveremos sobre esta hipótesis a propósito de otros estudios de caso.
38
último Consejo de Ministros del gobierno Bérégovoy y jamás será presentada al Parlamen-
to: las elecciones legislativas posteriores llevan a un cambio de mayoría y de gobierno. La
mencionamos aquí porque constituye el modelo de la ley que presentamos a continuación.
- La ley del 4 de agosto de 1994, llamada "ley Toubon". Adoptada el 23 de febrero de
1994 por el Consejo de Ministros, suscita una vasta polémica en la opinión pública y en la
prensa internacional (que, de manera general, se ríe de Francia). El 27 de julio de 1994,
luego de un recurso presentado por la bancada socialista de la Asamblea Nacional, el Con-
sejo Constitucional anula varios artículos y disposiciones de la ley, por juzgarlos contrarios
al artículo 11 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En el origen,
su objetivo era reglamentar el uso de la lengua francesa para todos los ciudadanos; luego de
la intervención del Consejo Constitucional fue limitada únicamente a los funcionarios en el
ejercicio de su función. La ley interviene esencialmente en cinco dominios:
- el mundo del trabajo (contratos, etc.);
- el consumo (afiches públicos en francés)
- la enseñanza (obligatoriamente en francés)
- lo audiovisual (francés obligatorio en los programas y la publicidad)
- los coloquios, congresos, etc. (todo participante francés debe expresarse en francés).
La ortografía
Los franceses tienen una extraña relación con la ortografía de su lengua: se quejan in-
cesantemente por sus dificultades o incoherencias pero al mismo tiempo no soportan que se
la toque. A eso se debe sin duda que las intervenciones del Estado en esta materia siempre
hayan sido extremadamente prudentes y mesuradas. Así, existe un decreto del 26 de febre-
ro de 1901 "relativo a la simplificación de la enseñanza de la sintaxis francesa" que presen-
ta simplemente una lista de casos de tolerancia ortográfica y precisa que "en los exámenes
o concursos dependientes del Ministerio de Instrucción Pública que comporten pruebas es-
peciales de ortografía, no se les contarán faltas a los candidatos que hayan empleado las va-
riantes toleradas"...
Estas faltas toleradas constituyen un conjunto limitado:
- Aceptación del singular o plural en las construcciones cuyo sentido permite compren-
der la expresión (des habits de femme o de femmes [ropa de mujer o de mujeres], ils ont
ôté leur chapeau o leurs chapeaux [se sacaron el sombrero o los sombreros]).
- Aceptación de ambos géneros para palabras como amour, orgue, gens, hymne [amor,
órgano, gente, himno]
- Determinada tolerancia relativa a la concordancia del adjetivo (por ejemplo, se faire
fort, forte o forts [hacerse fuerte o fuertes], nu pieds o nus pieds [desnudo de los pies o a
pie desnudo, "descalzo"], demi o demie heure [medio/a hora], etc.).
- Algunas variantes referidas a la concordancia del verbo precedido de varios sujetos o
de un sujeto colectivo (le chat ainsi que le tigre sont des carnivores o est un carnivore [el
gato así como el tigre son carnívoros o es carnívoro], un peu de connaissances suffit o suf-
fissent [un poco de conocimientos es suficiente o son suficientes].
- En el caso de un participio pasado construido con el auxiliar avoir y seguido de un in-
finitivo o de otro participio, aceptación de la forma invariable: les sauvages que l'on a
trouvé o trouvés errant dans les bois.
Como se ve, esta tolerancia era muy moderada, pero quien haya asistido a la escuela
francesa sabe que se la ha aplicado muy poco. En particular, en el ejercicio del dictado, el
docente casi siempre espera que los alumnos restituyan las formas gráficas que tiene a la
vista y no se preocupa por saber si existe tolerancia al respecto...
39
El problema se volverá a plantear a comienzos de los años 90. El 19 de junio de 1990,
el Consejo Superior de la Lengua Francesa le entregó al Primer Ministro un informe reali-
zado a su pedido, que contenía algunas propuestas de rectificación de la ortografía:7
Eliminación del guión entre palabras en algunos casos (portemonnaie, millefeuille,
pingpong, etc.).
- Plural de las palabras compuestas sobre el modelo de las palabras simples (un pèse-
lettre, des pèse-lettres, un cure-dent, des cure-dents, etc.).
- Simplificación del uso del acento grave y el acento circunflejo.
- Caso particular de laisser en participio pasado seguido de un infinitivo, que se vuelve
invariable (elle s'est laissé mourir, je les ai laissé partir).
- Por último, la grafía de cierto número de palabras era rectificada en función de ciertos
principios de coherencia interna (charriot en lugar de chariot), simplificación (nénufar en
lugar de nénuphar), etc.
El grupo de trabajo que había establecido este texto había tomado algunas precaucio-
nes: trabajar en relación con la Academia Francesa, consultar al Consejo de la Lengua
Francesa del Quebec y al Consejo de la Lengua de la comunidad francesa de Bélgica (en
cambio, no se había consultado a los suizos ni a los africanos). Pero el estatuto de estas
modificaciones ortográficas es extremadamente ambiguo. En efecto, el texto difundido por
la dirección de boletines oficiales se titula "Las rectificaciones de la ortografía", lo que da a
entender que para las palabras en cuestión existe de allí en más una forma antigua y una
forma rectificada. Pero el Primer Ministro, que recibió este informe en junio de 1990, de-
claraba: "Al Gobierno jamás le ha correspondido legislar en esta materia: la lengua les per-
tenece a sus usuarios, que no pecan por tomarse cada día libertades con las normas estable-
cidas. Pero es tarea del gobierno favorecer el uso que parece más satisfactorio; en este caso,
el que ustedes proponen."8 Y en el texto mismo del informe se encontraba una vacilación
estilística entre una presentación en términos de propuesta o recomendación, por una parte,
y, por la otra, el enunciado de reglas, con el tono imperativo propio de cada género.
Desde luego, es imposible saber si las modificaciones serán aceptadas por el uso, y este
no es nuestro problema. En cambio, es interesante comparar el tono de los dos textos que
acabamos de evocar. En el primer capítulo de este libro hemos establecido una distinción
general entre la planificación indicativa, que se apoya en la concertación entre las diferen-
tes fuerzas sociales, y la planificación imperativa, que implica la socialización de los me-
dios de producción. Evidentemente, esta distinción provenía en principio de la planifica-
ción económica, pero se la puede aplicar también a la planificación lingüística. Desde este
punto de vista, es necesario señalar que la intervención del Estado francés en materia de
lengua pasó en cuatro años de uno a otro de estos tipos de planificación. El texto de 1990
sobre las rectificaciones de la ortografía corresponde típicamente a la planificación indica-
tiva: no tiene ninguna fuerza de ley y se limita a hacer propuestas y esperar que incidan en
el uso. Por el contrario, el texto de 1994 es una ley que prohíbe, por ejemplo, el empleo de
marcas de fábrica constituidas por una expresión o un término extranjeros (art. 14), prevé
que las colectividades o los establecimientos públicos que no la respeten pueden perder sus
subvenciones (art. 15), precisa que los oficiales y agentes de policía judicial están habilita-
dos para buscar y comprobar las infracciones (art. 16), etc.
Un análisis ligero podría reducir estas diferencias a una oposición izquierda/derecha:
bajo el gobierno de Michel Rocard, Primer Ministro socialista, se publicó el texto relativo a
las rectificaciones de la ortografía, y bajo el gobierno de Édouard Balladur, Primer Minis-
tro de derecha, se publicó la ley referida al empleo de la lengua francesa. Así, la izquierda
se inclinaría, en materia de lengua, por la planificación indicativa, y la derecha, por la pla-
nificación imperativa, es decir que tendríamos aquí posiciones inversas de las que estas co-
rrientes políticas adoptan en el terreno económico.
40
Pero la existencia de un proyecto de ley elaborado en 1993 por otro gobierno socialista
(la "ley Tasca") invalida este análisis. Es interesante el hecho de que la ley Toubon se haya
inspirado en varios puntos de la ley Tasca, porque muestra que en esta materia no hay opo-
sición entre una posición "de derecha" y una "de izquierda" sobre la lengua, sino más bien
entre una posición nacionalista y dirigista, por una parte, y una posición liberal, por la otra.
Las leyes o proyectos de ley Tasca y Toubon estaban evidentemente del lado del dirigismo
(aun cuando el primero fuera mucho menos represivo que el segundo), de la planificación
imperativa, mientras que el texto aceptado por Michel Rocard estaba del lado del liberalis-
mo, de la planificación indicativa. Así encontramos en el seno mismo de la política lingüís-
tica de Francia la coexistencia de dos posiciones antagónicas que, en otros ámbitos, carac-
terizan más bien la política lingüística de países diferentes, como Turquía y Noruega, y esta
coexistencia es típica de la relación ambigua que los franceses tienen con su lengua, que
vacila entre la voluntad de orden y el dejar actuar libremente.
41
debían estar sometidos a la aprobación de los Estados miembros.10 El que correspondía al
mandinga se presentaba del siguiente modo:
a b d dy e é f g gb h i k kh k m n nw ny o ó p r s sh t ty u w y z.
Así, un campesino maliense que habiendo aprendido a leer su lengua reconocía que la
grafía ò correspondía al sonido /ɔ/, corría el riesgo de quedar desorientado si caían en sus
manos folletos publicados en Guinea o en Alto Volta, países vecinos, donde este mismo
sonido se trascribía ö u ɔ. También podía confundir la ò que en su país representaba la o
abierta con la ò que en el vecino Senegal transcribía la o cerrada (la diferencia de acento no
es evidente). Del mismo modo, la e abierta, /ε/, era transcripta è en Guinea, Malí y Senegal,
y ε en Costa de Marfil y en Alto Volta. Y estas variantes que hacían imposible, por ejem-
plo, la publicación de manuales de alfabetización comunes a diferentes países que compar-
ten la misma lengua, eran bastante mal recibidas.
Estamos aquí ante un caso muy particular. En efecto, es difícil imaginar que en el con-
junto de la francofonía, por ejemplo, la lengua francesa se escriba de diferentes formas, o
que los distintos países hispanohablantes adopten cada uno sus propias reglas ortográfi-
cas.11 Sin embargo, es esta la situación que se creó en el Africa Occidental respecto de cier-
tas lenguas. Diversos países en los que se hablaba la misma lengua no tenían el mismo al-
fabeto para esa lengua, y no se escribían de la misma manera los mismos sonidos en dife-
rentes lenguas habladas en el mismo país. Así, la reunión de la Unesco de 1996 proponía
transcribir las oclusivas palatales ty y dy para el mandinga, y c y j, para el peul.
Es verdad que, para el mandinga, las formas habladas en Malí (bambara), Burkina Faso
y Costa de Marfil (jula) y en Guinea (malinké) presentaban diferencias, pero estas no cons-
tituían un obstáculo para la comunicación, y la unificación de la ortografía hubiera sido un
medio de estandarizarlas. Sin embargo, cada país establece su propio alfabeto y, en lo que
respecta a Malí, un decreto del 26 de mayo había fijado el alfabeto del bambara del si-
guiente modo: a, b, d, j, e, è, f, g, h, i, k, l, m, n, hy, n, o, ò, p, r, s, sh, t, c, u, w, y, z. Pero
42
había conciencia de que no era coherente transcribir de distintas maneras un mismo sonido
que existía en diferentes lenguas del país. La DNAFLA (División Nacional de Alfabetiza-
ción Funcional y Lingüística Aplicada) convoca entonces en 1978 y 1979 a jornadas de es-
tudio consagradas al problema de la unificación interna, es decir, a la preparación de un al-
fabeto común a todas las lenguas de Malí (nueve). Así se elaboró un "alfabeto para la trans-
cripción de las lenguas nacionales de Malí", que fue luego adoptado por decreto el 19 de
julio de 1982.
Este alfabeto "común" puede parecer extremadamente pesado: está compuesto de 55
signos, 19 de los cuales son comunes a todas las lenguas, 4 son comunes a 8 lenguas, etc., y
11 son utilizados por una sola lengua (el tamasheq). Es decir que se ha homogeneizado la
transcripción de los mismos sonidos en las diferentes lenguas pero se ha renunciado a la
economía que habría podido resultar de la utilización de dígrafos. Por ejemplo, en la medi-
da en que existe en el alfabeto latino una c o una s y una h, se pueden utilizar los dígrafos
sh o ch para transcribir el sonido inicial de chat, por ejemplo. El alfabeto maliense, que dis-
pone de s, c y h, tiene, sin embargo, un signo fonético especial para registrar ese sonido, así
como para representar lo que otros transcriben q, y una serie de letras con puntos para
transcribir los énfasis. El resultado es, por cierto, de una gran precisión, cercano a una nota-
ción fonética, pero esta precisión referida a la articulación de los sonidos no se acompaña
de una transcripción de los tonos del bambara.
Y esto plantea un problema importante. La gran mayoría de las escrituras del mundo
son, en algún punto, imperfectas, pero esta imperfección se debe a la naturaleza misma de
la escritura. En efecto, para ser eficaz, un alfabeto debe responder a cierta cantidad de crite-
rios a veces contradictorios entre sí y cuya mejor combinación hay que encontrar:
1/ Debe ser unívoco, es decir, la misma letra o el mismo grupo de letras debe transcri-
bir siempre el mismo sonido, y el mismo sonido debe ser siempre transcripto por la misma
letra o el mismo grupo de letras (sabemos que no es el caso del alfabeto latino aplicado al
francés o al inglés, por ejemplo). Desde este punto de vista, el alfabeto maliense es cohe-
rente, salvo en un aspecto: la notación de las nasales y las prenasalizadas. Las vocales nasa-
les, como hemos dicho, se transcriben con adjunción de una n: an = /ã/, on = /õ/, etc. Pero
las consonantes prenasalizadas se transcriben precedidas de una n: mb, ns, ng. Ahora bien,
como las palabras compuestas se escriben sin guión intermedio, sino soldando los elemen-
tos entre sí, a veces es difícil saber si la n pertenece a una vocal nasal o a una consonante
prenasalizada. Así, en una serie como sansabantura, "un toro de tres años" (san = año,
saba = tres, ntura = toro), existe el riesgo de leer descomponiendo de otra manera: sa/nsa-
bantura, san/saban/tura, etc.
2/ Debe permitir graficar todos los sonidos pertinentes de la lengua, incluidos los to-
nos, lo que no ocurre con el alfabeto maliense: los pares ba ("cabra") y ba ("río"), jo ("feti-
che") y jo ("razón"), gèlè ("cañón") y gèlè ("mirador"), joli ("sangre") y joli ("herida"), fini
("tejido") y fini ("fonyo"), etc., se escriben de la misma manera aunque el primer elemento
es de tono bajo y el segundo de tono alto.
3/ Debe ser fácil de aprender y de utilizar: acabamos de ver en 1 y 2 que eso no es to-
talmente así.
4/ Su aprendizaje debe poder ser reutilizado (con algunas adaptaciones, el conocimien-
to del alfabeto latino, por ejemplo, permite leer el italiano, el español, el francés, el inglés,
el alemán, etc.).
Vemos que puede haber oposición entre la voluntad de precisión y la búsqueda de una
facilidad de empleo, y que todo el problema consiste en encontrar el equilibrio adecuado.
El futuro nos dirá si el alfabeto maliense ha entrado en uso sin dificultad, pero este ejemplo
nos permite tratar los diferentes problemas inherentes al establecimiento de un alfabeto y
una ortografía. Los principios que parecen haber guiado la fijación de este alfabeto son,
43
desde cierta perspectiva, contradictorios: se percibe una voluntad de atenerse a los hechos
de lengua, que se manifiesta en una precisión muy grande en la notación de las consonan-
tes, voluntad que desaparece cuando se trata de transcribir los tonos. Pero los pares de pala-
bras que se distinguen por el tono son un número limitado, y generalmente la sintaxis basta
para resolver la ambigüedad. Así, hay pocas posibilidades de que se confunda un adjetivo
como bon ("grande", de tono bajo) con un verbo como bon ("lanzar", de tono alto), o un
verbo como boli ("correr", de tono bajo) con un sustantivo como boli ("fetiche", de tono
alto), etc. Y esto nos muestra que la escritura no necesita distinguir estrictamente lo que
distingue la oralidad. Gérard Galtier señalaba que "en el código escrito como en el oral,
uno espera que cada signo sea plenamente reconocible y distinto de los demás. Pero los
procedimientos utilizados para este fin son diferentes en el código escrito y en el código
oral".12 Y continuaba diciendo que era posible imaginar una manera de distinguir los esca-
sos pares problemáticos no transcribiendo sistemáticamente los tonos por medio de acen-
tos, como lo habían propuesto algunos, sino simplemente escribiendo de manera ligera-
mente distinta uno de los dos términos.
No continuaremos aquí con este debate, que puede parecer demasiado técnico; lo que
se ve claramente es que en el momento de la fijación de un sistema ortográfico el planifica-
dor no debe dejarse imponer necesariamente las exigencias de precisión científica del lin-
güista.
Y esta conclusión vale de manera general. Hay que saber para quién y para qué uso se
transcribe, para quién y para qué uso se crean palabras, para quién y para qué uso se estan-
dariza una lengua. Lo que significa que la intervención en la forma de una lengua debe es-
tar ligada a una utilidad práctica, y no a la idea abstracta que se pueda tener de ella.
Dil devrimi, la "revolución lingüística": así se designa en turco el conjunto de las refor-
mas realizadas por el régimen de Mustafá Kemal luego de la fundación de la República
(1923). En aquella época, el turco escrito se había convertido en una lengua erudita llena de
palabras de origen árabe y persa a la que no tenía acceso la gran mayoría de la población, y
que no transcribía en nada la lengua hablada, con la cual apenas tenía relación. Además, el
alfabeto utilizado no se adaptaba a la lengua: en turco hay ocho vocales breves y tres lar-
gas, y el alfabeto árabe solo permite transcribir tres vocales. De allí que el problema de una
reforma de la escritura estuviera planteado desde hacía tiempo, pero era prácticamente im-
posible, en aquel Estado musulmán teocrático, tocar el sistema gráfico que había servido
para transcribir el Corán.
Los jóvenes dirigentes que accedieron al poder, laicos, modernizadores y marcados por
el modelo europeo, no podían aceptar, allí como en otros ámbitos, las huellas del Imperio
Otomano. Pero era cuestión muy delicada imponer una reforma de la escritura que no podía
sino ser percibida como dirigida contra la religión. Mustafá Kemal esperó cinco años: en
1928 creó una "comisión lingüística" encargada de elaborar un nuevo alfabeto que, algunos
meses más tarde (el 1º de noviembre de 1928), fue adoptado por la Asamblea Nacional. En
realidad, Kemal había operado previamente un verdadero coup de force al anunciar en un
discurso el 8 de agosto que se había adoptado este nuevo alfabeto: la Asamblea Nacional
no tenía más remedio que ratificarlo...
Este alfabeto, adaptado del alfabeto latino, era, pues, producto de una opción política e
ideológica tendiente a laicizar la lengua. Faltaba imponerlo, y las cosas avanzaron muy rá-
pido: en menos de dos años se había vuelto de uso obligatorio en los afiches públicos, los
documentos administrativos, los libros, los diarios y, por supuesto, en la enseñanza. El an-
44
tiguo alfabeto desapareció tanto más rápido cuanto que, paralelamente, se suprimía en las
escuelas la enseñanza del árabe y el persa.
Pero el nuevo régimen turco no iba a detenerse allí. Por un lado, se suprimieron los gi-
ros gramaticales árabo-persas de que estaba atiborrada la lengua escrita; luego se confió a
una "sociedad de estudio de la lengua turca" la tarea de reemplazar todo el vocabulario ára-
bo-persa por un vocabulario de origen turco. En efecto, la gran mayoría del vocabulario
científico y teórico eran préstamos del árabe, y en un primer momento se confeccionó un
inventario de los elementos léxicos disponibles en turco en sentido amplio:
Por “turco”, los artífices de la “revolución lingüística” entendían toda lengua, antigua o
moderna, perteneciente a la familia turca: desde la lengua de las inscripciones del Orkhon
hasta las hablas vivas de los Turquestanes, el Cáucaso, el Volga, Siberia, etc., pasando por
el Uigur y el Chaghatai, sin olvidar, por supuesto, los dialectos anatólicos y balcánicos.13
45
La distancia entre la lengua turca-otomana (escrita) de fines del siglo XIX o de comien-
zos del siglo XX y la lengua "republicana" actual, escrita y enseñada, es tan considerable
que, aun transcriptos del antiguo sistema árabo-turco al nuevo alfabeto turco-latino, los
textos otomanos del último período son, en su gran mayoría, incomprensibles para un tur-
co de menos de sesenta años que no haya realizado estudios especializados (de nivel uni-
versitario).15
Como se ve, el ejemplo turco entra en el marco de una planificación decididamene im-
perativa, que fue posible debido a la existencia de una incuestionable voluntad de reforma
y, sobre todo, de un poder fuerte. El ejemplo de Noruega, que presentamos a continuación,
mostrará que las cosas son muy distintas en el marco de los países democráticos.
Notas
1
Véase A. Rygalof, Grammaire élémentaire du chinois, París, 1973.
2
En Taiwán se conservaba la denominación guo yu; es sin duda por esta razón que los comunistas
la cambiaron.
47
3
Véase Louis-Jean Calvet, La guerre des langues et les politiques linguistiques, París, Payot,
1987, pp. 225-233.
4
W. Lehmann (comp.), Language and Linguistics in the People's Republic of China, University of
Texas Press, 1975, p. 51, y Zhou Yougang, "Modernization of the Chinese Language",
International Journal of the Sociology of Language nº 59, 1986.
5
Yang Jian, "Problèmes de chinois contemporain", La crise des langues, Jacques Maurais (comp.),
Gobierno del Quebec/ París, Robert, 1985, p. 421.
6
Yang Jian, op. cit., p. 424.
7
"Les rectifications de l'orthographe", Journal officiel de la République française, édition des
documents administratifs, nº 100, 6 de diciembre de 1990.
8
Op. cit., p. 7.
9
Alemania, Dinamarca, Francia, el Reino Unido y la Unión Soviética, Camerún, Costa de Marfil,
Guinea, Alto Volta, Malí, Níger, Nigeria, Senegal y Sudán.
10
Documento Unesco/CLT/BALlNG/13, del 16 de septiembre de 1966, p. 3.
11
Existen variantes gráficas en la escritura del inglés en los Estados Unidos y en Gran Bretaña,
pero no están estandarizadas.
12
Gérard Galtier, "Problèmes actuels de la transcription du bambara et du soninké", comunicación
a la Reunión de expertos sobre la transcripción y la armonización de las lenguas africanas,
Niamey, julio de 1978.
13
Louis Bazin, "La réforme linguistique en Turquie", La réforme des langues, Hamburgo, 1985, p.
167.
14
Tarama Gerdisi (Recueil de dépouillement), Estambul, 1934.
15
Louiz Bazin, "La réforme linguistique en Turquie", La réforme des langues, Hamburgo, 1983, p.
155.
16
E. Haugen, Language Conflict and Language Planning, the Case of Modern Norwegian,
Cambridge, Harvard University Press, 1966.
17
André Catafago, "Le norvégien: des problèmes mais pas de crise véritable, La crise des langues,
Jacques Maurais (comp.), Gobierno del Québec/París, Robert, 1985, p. 286.
48
Capítulo V
LA ACCION SOBRE LAS LENGUAS (EL ESTATUS)
En las situaciones de plurilingüismo, los Estados a veces se ven llevados a promover tal o
cual lengua hasta entonces dominada o, por el contrario, a quitarle a otra lengua un estatus del
que gozaba, o incluso a hacer respetar un equilibrio entre todas las lenguas, en una palabra, a
administrar el estatus y las funciones sociales de las lenguas en presencia. En este capítulo
presentaremos algunas de esas intervenciones.
Independiente desde 1964, fruto de la fusión del antiguo Tanganica y de la isla de Zanzí-
bar, Tanzania es un país de alrededor de 25 millones de habitantes (1993), en el cual se hablan
cerca de 120 lenguas que es preciso hoy presentar en tres grupos:
- En primer lugar, están las lenguas primeras de la población, en gran parte bantúes, con
minorías cuchíticas y nilóticas y algunas lenguas asiáticas habladas por migrantes.
- En segundo lugar, hay una lengua vehicular que se convirtió en lengua nacional, más o
menos bien hablada, según la edad de la gente: el swahili. En 1969, Wilfred Whiteley calcula
que sus hablantes son unos quince millones:
[Hay] quienes hablan swahili como lengua materna, y que probablemente no superen el
millón... Los que la adquieren como lengua segunda y la utilizan con frecuencia en su vida
cotidiana; son ciertamente más de diez millones... Un grupo que tal vez supere el millón y
que utiliza la lengua de manera limitada... Y, por último, los que utilizan esporádicamente
la lengua con un conocimiento muy limitado.1
- Por último, hay una lengua legada por la época colonial: el inglés.
Para comprender esta situación debemos remontarnos a comienzos del siglo XIX, a los
primeros testimonios de que disponemos sobre la existencia de esta lengua. Henry Salt, por
ejemplo, escribe en 1814:
Las siguientes palabras me las han dado marinos de un barco árabe que se llaman a sí
mismos sowaulis, los que parecen ser un pueblo muy diferente del pueblo somauli. Esta
tribu ocupa la costa este del África, desde Mugdasho... hasta las cercanías de Monbassa.2
Lengua utilizada
Nivel
Período colonial Desde la independencia
nacional inglés swahili e inglés
distrito swahili swahili
pueblo vernácula swahili
vecindad vernácula
Indonesia está compuesta de alrededor de tres mil islas y cuenta con una población de 188
millones de habitantes (estimación de 1993) que se reparten en diferentes grupos etnolingüís-
ticos4 y hablan aproximadamente doscientas lenguas diferentes. En 1928, cuando el país era
una colonia holandesa, el Partido Nacionalista Indonesio, que militaba por la independencia,
proclamó que el malayo sería la lengua nacional de Indonesia. En aquella época esa decisión
no tenía ninguna eficacia; constituía una política lingüística sin planificación posible, y su fun-
ción era ante todo simbólica: la afirmación de la existencia de una lengua nacional dejaba im-
plícita la existencia de una nación. La lengua elegida para esa función era una lengua vehicu-
lar, sobre todo utilizada en los puertos y los mercados, y, por añadidura, minoritaria: la lengua
más hablada en el archipiélago era el javanés, pero la elección del malayo tenía la ventaja de
evitar las polémicas y los conflictos que habría desencadenado la promoción del javanés.
Cuando Indonesia obtiene su independencia a mediados de los años cuarenta, decide apli-
car esta política concebida hacía ya veinte años y adoptar el malayo como lengua nacional. Es-
tamos entonces típicamente en el marco de una intervención in vitro en las lenguas, que se
propone organizar según el modo del monolingüismo un país extremadamente plurilingüe.
Pero esta intervención hará necesaria una acción sobre la lengua: será preciso "equipar" el ma-
layo (rebautizado bahasa indonesia, "lengua indonesia"), fijarle una ortografía y forjarle un
vocabulario que le permita cumplir sus nuevas funciones.
El malayo, escrito durante mucho tiempo con ayuda de un alfabeto adaptado del árabe, re-
cibió en 1901 en lo que eran entonces las Indias Holandesas una ortografía latina fijada por C.
van Ophuysen, que se emparentaba con los principios de la escritura del holandés en dos pun-
tos: el sonido /j/ era transcripto j y el sonido /u/ era transcripto oe. Paralelamente, los británi-
cos instituían en 1904 en Malasia la ortografía Wilkinson, ligeramente diferente. La Indonesia
independiente se da en 1947 un nuevo sistema, la ortografía Soewandi (por el nombre del mi-
nistro de Educación de la época), que se propondrá modificar varias veces (en 1956, luego en
1961 y por último en 1972). La última versión, la ortografía EYD (Ejaan Yang Disempurna-
kan, "ortografía perfeccionada") fue adoptada finalmente y se utiliza hoy a la vez en Indone-
sia, Malasia y Singapur.5 No entraremos en los detalles de sus reglas y nos limitaremos a seña-
lar que, a diferencia del ejemplo africano que hemos tratado en el capítulo anterior, tenemos
aquí una política que buscó deliberadamente normalizar la escritura de una lengua hablada en
varios países.
Quedaba el problema del léxico. Paradójicamente, fue abordado primero por el ocupante
japonés que, en 1941, había creado una "Comisión de la Lengua Indonesia" (Komisi Bahasa
Indonesia) encargada de trabajar sobre la gramática y el vocabulario de la lengua. En 1945 fue
reemplazada por un "Centro de la Lengua y la Cultura" que emprendió la tarea de equipar la
lengua respetando cierto número de principios. Se trataba de buscar primero una palabra que
ya existiera en bahasa indonesia, recurrir a una palabra tomada de otra lengua del archipiéla-
go si no existía en bahasa, o bien elegir una palabra de otra lengua asiática; la solución de to-
mar un término de una lengua internacional europea venía en último lugar. 6 Así, la palabra
malaya swantantra reemplazó el préstamo autonomi, la palabra javanesa timbel reemplazó la
51
inglesa lead, la palabra sudanesa nyeri reemplazó la inglesa pain, la palabra árabe zarah fue
elegida para designar el átomo, etc.
Más tarde, estos principios fueron interpretados muy libremente y Pierre Labrousse indica
que hoy en día se utilizan tres procedimientos:
- El préstamo, como en analis (inglés analyst), o en hipotik (holandés hypotheek).
- El calco semántico, como en iklan batu nisan ("leyenda de lápida") por el inglés tombstone.
- La resemantización de palabras indonesias, cuando amanat, "mensaje", adquiere el sen-
tido de "orden" (amanat bayar, "orden de pago").
Es evidente, pues, la artificialidad de la distinción entre corpus y estatus, o entre acción
sobre la lengua y acción sobre las lenguas, que si bien permitió bellas síntesis dicotómicas,
concuerda poco con los hechos. Una política lingüística no interviene en la forma de la lengua
o bien en las relaciones con las lenguas. Casi siempre el cambio de estatus de una lengua im-
plica luego una intervención en su corpus, lo que hemos llamado su "equipamiento", de lo
cual el caso indonesio es un buen ejemplo. Hay otro punto en el que este caso tiene un valor
general. Pierre Labrousse señala que las numerosas intervenciones en la lengua jamás han
planteado el menor problema en la población:
La idea de que el indonesio es una lengua "imperfecta", que hay que desarrollar, en una
palabra, un "instrumento" siempre perfectible, se impuso fácilmente en una sociedad mul-
tilingüe y en contacto con el holandés, que se le parece en muchos aspectos. Con respecto
a las sociedades donde los problemas lingüísticos provocan vivas tensiones, esta imagen
desmitificada de la lengua es muy original.7
Y esta ausencia de tensión debe ponerse sin lugar a dudas en relación con la función vehi-
cular del malayo, con el hecho de que no era concebido, en el origen, como la lengua de un
grupo, de una facción que toma el poder e impone su lengua a los demás.
Suiza constituye un ejemplo que viene a desmentir la concepción romántica del Estado-
nación que hace de la lengua común (cuando no es la raza común) a la vez el símbolo y garan-
te de la unidad nacional. Pierre Knecht, quien define con humor la parte francófona del país
como "una Suiza lingüísticamente francesa o una Francia políticamente suiza"8 ilustra clara-
mente esta separación entre el enfoque político (los suizos son evidentemente suizos) y el en-
foque lingüístico (los suizos no hablan "suizo" sino alemán, francés, italiano o retorromano).
Estas cuatro lenguas se reparten estadística y territorialmente del siguiente modo:
- un 74% de germanófonos, en quince cantones;
- un 21% de francófonos, en cuatro cantones;
- un 4% de italófonos, en un cantón;
- un 1% de hablantes retorromanos.
Además, algunos cantones son bi- o trilingües (Grisones, Valais, Friburgo, Berna). Ocu-
rre, sin embargo, que el Estado debe funcionar, que la administración debe administrar, y que
se plantea entonces el problema de saber en qué lengua(s) manejar este plurilingüismo. Por-
que si bien Suiza suele ser considerada como un modelo de democracia, Marianne Duval-Va-
lentin tiene razón en señalar que "No basta con que los proyectos de ley o un referéndum pue-
dan ser discutidos libremente; también es necesario que los ciudadanos puedan debatirlos en
una lengua que les resulte familiar."9
El país es oficialmente trilingüe desde 1848, cuatrilingüe desde 1938 (fecha en la cual se
agregó el retorromano al alemán, francés e italiano); las cuatro lenguas son "nacionales", tres
52
de ellas (el alemán, el francés y el italiano) son, al mismo tiempo, administrativas. Concreta-
mente esto significa que en cada punto del territorio, en cada cantón, se utiliza en la adminis-
tración y en la escuela la lengua que se habla en el lugar, y que en el nivel federal hay tres len-
guas de trabajo. Y esta situación es una buena ilustración de la diferencia entre el principio de
territorialidad y el de personalidad que hemos presentado en el capítulo III:
Christian Rubattel resumió esta situación con claridad: "Suiza no es una comunidad pluri-
lingüe, sino una yuxtaposición de cuatro comunidades generalmente unilingües cuyas relacio-
nes están regidas por el principio de territorialidad."11 Al lado de esta situación federal, cada
comunidad, que ocupa una porción del territorio, vive su propia situación lingüística. Así, en
la parte germanófona, que fue uno de los ejemplos que utilizara Charles Ferguson para ilustrar
su noción de diglosia, tenemos una situación dialectal que hace que se pueda hablar de un
berndütsch, un züridütsch (los dialectos de Berna, de Zurich), etc., con coexistencia entre una
koiné suiza, suerte de lugar común de los dialectos, el Schwyzerdütsch [suizo alemán] y el
Hochdeutsch [alemán estándar], esencialmente utilizado en lo escrito (y a menudo llamado
Schriftdeutsch [alemán para la escritura]). "Suiza, escribe Duval-Valentin, se encuentra en una
situación paradójica que es la siguiente: por un lado, hay varios organismos que defienden la
pureza de la lengua alemana pero, por el otro, existen numerosas asociaciones consagradas a
la protección y el mejoramiento de la práctica dialectal. Tenemos así una Sprachpflege com-
pletada por una muy enérgica Mundartpflege."12
La comunidad retorromana vive también una importante variación dialectal. Su lengua
está dividida en tres grupos de hablas (retorromano de los grisones, ladino de los dolomitas,
friulano), a su vez divididos en numerosas formas locales entre las cuales la comunicación no
siempre es fácil. Además, en el cantón de los Grisones, el retorromano (hablado por el 26% de
la población) coexiste con el suizo alemán (58%) y el italiano (16%), y se encuentra amenaza-
do por estas dos lenguas a la vez en su forma (préstamos, calcos) y en su existencia.
En el Tesino se observa también la coexistencia del italiano con un dialecto lombardo y
hablas locales, y M. Duval-Valentin da, para ilustrar esta diversidad, el siguiente ejemplo: un
tesinés medio, para decir que le duele la cabeza, le dirá a su mujer, en "patois", dori l'co; a un
conocido, en dialecto, fa ma a la testa, y, en situación más formal, en italiano, mi fa male la
testa. Por último, del lado francófono se observa cierto número de regionalismos, pero la si-
tuación no es comparable con las que acabamos de describir en cuanto al italiano o el retorro-
mano.
Por debajo del nivel federal, que asegura a la vez la administración de la Confederación
(en tres lenguas) y el principio de territorialidad (para cuatro comunidades lingüísticas), tam-
bién los cantones pueden intervenir en la política lingüística. Un buen ejemplo lo constituye el
cantón bilingüe de Friburgo, que produjo una "carta de las lenguas" (en alemán, Sprachen-
charta) que garantiza en el cantón la igualdad de derechos del francés y el alemán, pero que
propone sobre todo una serie de principios generales. Así encontramos, por ejemplo, la conde-
na de la unificación lingüística alrededor de una lengua mayoritaria, la de la anexión de pobla-
ciones que hablan la misma lengua, etc., así como la enunciación de los derechos lingüísticos
de los ciudadanos y los deberes lingüísticos de las autoridades.
53
Vemos, entonces, qué hay de específico en la gestión suiza del plurilingüismo: el ajuste de
los niveles de competencia. Existe una reglamentación federal, los cantones bilingües manejan su
propia situación y las comunas tienen competencia en materia de enseñanza para decidir la len-
gua o las lenguas a utilizar. El resultado más importante de este tipo de aproximación es que la
mayoría lingüística (germanohablante) no se comporta como una mayoría: no impone su lengua
a las minorías. Y esta "paz lingüística", garantizada por un aparato jurídico preciso, constituye un
modelo de política y de planificación que ciertos países podrían envidiarle.
IV. La defensa del estatuto internacional de una lengua: el ejemplo del francés
54
política de difusión de la lengua francesa. No presentaremos aquí los lugares de impulso y de
decisión encargados de esta política: Francia se ha dotado de un número impresionante de es-
tructuras, organismos, comisiones, que intervienen de un modo u otro en el terreno de la len-
gua y las lenguas, y nos limitaremos a resumir la política lingüística exterior del país.
En Europa
A mediados de diciembre de 1994, en el momento en que Francia se aprestaba a tomar la
presidencia de la Unión Europea, el ministro francés de Asuntos Europeos proponía limitar a
cinco las lenguas de trabajo de la CEE (que deben distinguirse de las lenguas oficiales: las de
todos los países miembros), exponiéndose a las protestas de algunos países "pequeños". El
problema que se planteaba aquí es a la vez técnico y político. Si nos atenemos al punto de vis-
ta legal, hay en la Europa de los Quince trece lenguas "nacionales" diferentes, pero al haber
renunciado dos Estados al uso de una de sus lenguas en las instituciones europeas (Irlanda re-
nunció al irlandés, y Luxemburgo, al luxemburgués), solo quedan once lenguas oficiales, lo
que hace 110 combinaciones posibles de interpretación. Esto implica cabinas de traducción,
personal (los intérpretes cambian cada veinte minutos...), un presupuesto enorme. En una pa-
labra, es evidente que la situación no puede continuar en ese estado, que es preciso limitar el
número de lenguas, a menos que se acepte pagar el costo enorme de la igualdad de las lenguas
(así como los quebequenses pagan el costo del bilingüismo). Pero la hipótesis de una limita-
ción del número de lenguas nos hace pasar en un plano político más amplio.
En efecto, hay aquí dos soluciones: o bien se limita el número de lenguas de trabajo (es la
propuesta -cuestionada- de Francia), o bien no se hace nada, y esta política por defecto podría
conducir a mediano o largo plazo a la dominación de hecho del inglés. Las reacciones frente a
esta hipótesis son, por cierto, diferentes según los países, y se comprende que Francia, que
asigna una gran importancia a la defensa de su lengua, se oponga a que esto ocurra. A la in-
versa, es concebible que cierto número de países que rechazan la idea de las cinco lenguas es-
tén dispuestos a aceptar un estatuto particular para al inglés, que es ya la lengua internacional
de trabajo... A este debate técnico-político se le suma otro: la lista de las lenguas de trabajo
que propone Francia. Se trata del inglés, el francés, el alemán, el español y el italiano, es decir,
las lenguas más habladas en la Europa de los Quince. Y esta elección es evidentemente políti-
ca, pone el acento en la comunicación en el seno de Europa, excluyendo al mismo tiempo el
portugués, mucho más hablado en el mundo que el italiano, el alemán e incluso el francés. Es
decir que esta opción ignora el estatus mundial de las lenguas y no toma en cuenta más que la
estadística (cantidad de hablantes) en Europa. Junto a un enfoque técnico (hay que limitar las
lenguas de trabajo), la propuesta francesa presentaba una perspectiva política en dos niveles:
- Hay que evitar que el inglés se vuelva la única lengua de trabajo de la Unión.
- Hay que elegir las lenguas de trabajo en función de criterios europeos (de allí las cinco
lenguas propuestas, que son las más habladas).
Este enfoque, que se sitúa en el marco de la política europea, enmascara de hecho intere-
ses nacionales: la propuesta de Francia, presentada como capaz de resolver las dificultades de
funcionamiento de las instituciones europeas, puede ser considerada al mismo tiempo una for-
ma de defender el francés, mientras que las reacciones de los "pequeños países" constituyen
una defensa de sus lenguas so pretexto de la defensa del principio de igualdad...
Del mismo modo, Francia insiste desde hace tiempo en que los países europeos enseñen
dos lenguas en sus escuelas secundarias, y esta insistencia puede ser presentada como un pro-
yecto "europeo" (formar jóvenes europeos trilingües), pero constituye al mismo tiempo una
defensa del francés (si se enseña solo una lengua, esta sería evidentemente el inglés, y la se-
gunda es necesaria para asegurarle un lugar al francés).
La política lingüística francesa en materia europea está, pues, tironeada entre estos dos
principios: la gestión lingüística de Europa y la defensa de la lengua francesa. Detrás de esto
55
está la idea de que el futuro del francés se juega en la Unión Europea, que es absolutamente
necesario evitar que el inglés se convierta en la única lengua de trabajo, idea expresada clara-
mente en una obra publicada por el Ministerio de Relaciones Exteriores:
Esta posición, que muestra claramente dónde se encuentra el enemigo (en el monolingüis-
mo, por supuesto, pero en el monolingüismo anglófono), deja de lado, sin embargo, otra pro-
blemática. Si el estatuto internacional del francés se juega simbólicamente en Europa, su por-
venir estadístico se juega en el Africa, donde la demografía y los progresos posibles de la es-
colarización le aseguran a la lengua un reservorio inmenso de hablantes potenciales. Y esto
nos lleva a otro aspecto de la política lingüística francesa: el referido a la francofonía.
La francofonía
Es necesario abordar la francofonía desde dos perspectivas; en efecto, se trata a la vez de
una realidad sociolingüística, producto de la historia y en particular de la historia colonial, y
de un concepto geopolítico de reciente aparición, cuya idea fue lanzada en 1964 por dos jefes
de Estado, Léopold Sedar Senghor y Habib Bourguiba.
57
capitalistas, en detrimento de la elaboración de una línea política clara. Francia no tiene una
política francófona claramente expresada en el dominio bilateral ni en el multilateral. Robert
Chaudenson expresa muy bien esta incoherencia cuando escribe:16
El interés inmediato del sur no está en las industrias de la lengua ni en las autopistas de
información, sino en una difusión masiva, adaptada y eficaz de la lengua francesa en el sur
porque es, en el África, la condición primera tanto del desarrollo como de la democracia.
Pero, por lo demás, es claro que el sur tiene un interés poderoso pero indirecto en que el
francés esté presente también en las industrias lingüísticas y culturales y en las autopistas
de información.
Esbozaba así una política francófona posible, que consistiría en dotar a la francofonía de
grandes objetivos comunes, pero reservando objetivos específicos para cada uno de los países
miembros en función de sus necesidades y sus medios. Sin embargo, este procedimiento en-
traría en contradicción con las reivindicaciones de los países del sur y cierto clientelismo de
los países del norte, y el resultado es una parálisis casi total de la política francófona, a pesar
de los importantes medios financieros de que dispone.
El francés en el mundo
En cuanto al resto del mundo, así como en Europa, según hemos visto, el problema de la
política lingüística francesa tiene un nombre: el inglés. En 1919, por primera vez en la historia
de las relaciones internacionales, se redacta un tratado en dos lenguas, francés e inglés. En
efecto, el presidente norteamericano Wilson había exigido que el tratado de Versalles no estu-
viera escrito solamente en francés, como era habitual hasta ese momento. Fecha simbólica,
porque desde entonces Francia lucha por mantener el estatuto internacional de "su" lengua, no
sin éxito, por lo demás: en la UNESCO y en la ONU el francés está entre las pocas lenguas de
trabajo, muchas delegaciones lo utilizan en sus intervenciones y, sobre todo, el número de
francófonos en el mundo está en constante aumento. Los franceses ya no son mayoritarios en
el conjunto de los francófonos, y el francés ya no es verdaderamente solo la lengua de Francia.
Pero también: el francés ya no es la primera lengua internacional; ha sido ampliamente supe-
rado por el inglés, y su estatuto es comparable al del español, o incluso el del portugués... En
la obra del Ministerio de Relaciones Exteriores que hemos citado se encuentra el siguiente pa-
saje: "No nos equivoquemos de objetivo; no se trata de librar batalla contra el inglés, sino de
luchar por el mantenimiento de un pluralismo lingüístico y cultural que nos parezca necesario
no solo a nosotros mismos, sino a muchos de nuestros socios." 17 Es verdad que en la reivindi-
cación de la excepción cultural, por ejemplo, Francia ha defendido su cine pero al mismo
tiempo el cine italiano o español, así como a los cineastas japoneses les gustaría que su go-
bierno adoptara posturas semejantes. Pero resulta que este pluralismo lingüístico y cultural,
que se recuerda cada vez que el francés se encuentra amenazado, prácticamente no lo es cuan-
do sus posiciones son más seguras, como en Francia o en el Africa francófona.
Los autores de las Histoires de diplomatie culturelle señalan que cuando Maurice Couve
de Murville, quien fue Ministro de Relaciones Exteriores durante diez años, redacta sus me-
morias, dedica cuatrocientas páginas a las relaciones entre Francia y los grandes países de este
mundo y otras cuatrocientas a las cuestiones culturales. Durante esos diez años, la mitad del
presupuesto de su Ministerio se destinó a los Asuntos Culturales y Técnicos.18 Es cierto que
durante largos años la difusión del francés en el extranjero fue primero un mercado más que
una política. Los editores y los autores de métodos de enseñanza del francés obtuvieron con
ello importantes beneficios, y dado que desde un punto de vista comercial era necesario reem-
plazar cíclicamente esos métodos, los "metodólogos" se abocaron a producir nuevas "teorías".
Se sucedían enfoques estructuro-global, audiovisual, comunicativo, los ejercicios estructurales
por un tiempo la panacea, eran pronto reemplazados por las microconversaciones, luego por
58
otras innovaciones. Organismos para-universitarios (BELC, CREDIF) se especializaban en la
enseñanza del francés en el exterior, antes que el FLE (francés lengua extranjera) se volviera
una especialidad propiamente universitaria. En todo ello había intereses financieros evidentes,
un enfoque teórico cuya profundidad no saltaba a la vista y una relativa ausencia de reflexión
política.
Este desequilibrio entre el desinterés político y la mansedumbre financiera frente a la polí-
tica cultural y lingüística se prolongó bajo las presidencias de Georges Pompidou y de Valéry
Giscard d'Estaing, y después de la elección de François Miterrand se multiplicaron los orga-
nismos, las reuniones, las decisiones relativas a la lengua y la francofonía, cuando se vio al
jefe de Estado interesarse directamente en estos problemas. Pero el hecho de que desde enton-
ces la política lingüística francesa fuera, al parecer, tratada al más alto nivel no garantiza su
unidad.
¿Tiene coherencia la política lingüística de Francia? ¿Dónde se la encuentra? Podemos
dudar de su coherencia por razones ante todo técnicas: los lugares de decisión son múltiples,
no existe un espacio de reflexión, por ejemplo, universitario, que pueda proveer a los políticos
estudios concretos, un seguimiento de las situaciones, un análisis de la coyuntura. Podemos
ver también cierta contradicción entre la defensa afirmada del plurilingüismo en Europa y el
escaso afán puesto en defender este principio dentro de las fronteras de Francia cuando se trata
de las lenguas regionales. Por último, a pesar de un ligero viraje desde la cumbre de Dakar, se
puede observar que la política lingüística de la francofonía parece ignorar las lenguas llamadas
"asociadas", hacer poco caso del principio de plurilingüismo sostenido en otras partes y no
preocuparse por el lugar de las lenguas en el desarrollo cuando se trata de defender el francés
en el Africa. Además, en cuanto a la acción lingüística interna y externa, un implícito parece
pesar en todas las estrategias implementadas: el inglés. La "ley Toubon" hace referencia a
cada paso a "términos extranjeros", mientras que los ejemplos que aparecen en el Dictionnai-
re des termes officiels de la langue française reemplazan todos palabras inglesas, y la volun-
tad de plurilingüismo de la que hace alarde, en lo que se refiere a Europa, tiene siempre por
función contrarrestar la amenaza de una posición dominante del inglés.
Por todas estas razones, entonces, es claro que esta política lingüística no tiene ninguna
unidad y que podemos preguntarnos con Robert Chaudenson "si hay un piloto en el avión".
Pero la coherencia de esta política se sitúa en otro nivel, en el de la defensa de la lengua fran-
cesa, a la vez desde el punto de vista del corpus (lucha contra los préstamos, neología en dife-
rentes ámbitos, industrias de la lengua, etc.) y el del estatus (lugar del francés en las institucio-
nes internacionales, enseñanza del francés como lengua extranjera, etc.). Desde que la Revo-
lución decidió que una República una e indivisible necesitaba una lengua una e indivisible, es
el reino del modelo monolingüe, que fue aplicado a la vez en la Francia metropolitana y en el
Africa colonial. Los principios afirmados (plurilingüismo en Europa, diálogo entre el francés
y las lenguas asociadas en el espacio francófono) lo son a menudo de manera táctica. Pero,
más que una contradicción entre táctica y estrategia, es preciso ver aquí una subordinación de
los principios a una meta: la política lingüística de Francia tiene una coherencia teleológica
profunda que la conduce a una incoherencia teórica y a estrategias variadas. No defiende en
todas partes los mismos principios porque en todas partes defiende el francés, aunque no lo
diga en voz alta, y aunque no siempre sepa cómo defenderlo.
En el capítulo 1 vimos que los sociolingüistas y los militantes catalanes utilizaban la no-
ción de normalización para designar la acción sobre las lenguas que desemboca en el reem-
plazo del español por el catalán en las funciones oficiales. En este caso en particular, se trata-
59
ba de devolverle al catalán el estatus que tenía a comienzos de siglo. Muy distinta es la situa-
ción del árabe en el Maghreb. "La arabización", escribe G. Grandguillaume, "consiste en vol-
ver árabe lo que no lo es."18 Y agrega algunas páginas más adelante que se trata de arabización
y no rearabización:
Por cierto, un regreso a las fuentes, a la lengua de los orígenes, parece tranquilizador y
se presenta como fundamentalmente legítimo. Pero concebir la arabización como un retor-
no a un estado de cultura y de lengua precoloniales no es sino una trampa. Para hablar solo
de la lengua, esta debe expresar hoy un mundo totalmente diferente de lo que fue antaño;
en especial, su empleo en el lugar del francés la conduce a expresar realidades nuevas res-
pecto del fondo lingüístico árabe tradicional. Existe la rearabización en el sentido de una
restauración de la lengua árabe como lengua de cultura, pero no en el sentido de la pura
resurgencia de una situación lingüística pasada.19
El juicio (desfavorable) de valor con que el árabe combina toda mención de la lengua
que usa cotidianamente se reduce a presentarla como una corrupción del árabe literal [ára-
be escrito, por oposición al hablado, dialectal] que hay que abandonar o hacer desaparecer
cuanto antes.20
Más allá de estas lenguas maternas, los tres países del Maghreb estaban confrontados a
otras dos lenguas: al francés, por un lado, herencia de la época colonial, y al árabe. Pero es de-
licado definir este árabe, que no es la lengua hablada. Por una parte está el árabe clásico, len-
gua del Corán, sacralizada como factor identitario y como cimiento de la comunidad de cre-
yentes. En sentido estricto, se trata de una lengua muerta, como el latín, que se aprende esen-
cialmente para leer el Libro sagrado. Por otro lado está el árabe moderno, lengua de los me-
dios, del aparato estatal, del que Grandguillaume dice:
Sin referencia cultural propia, esta lengua carece también de comunidad. No es la len-
gua hablada de nadie en la realidad de la vida cotidiana (...). A los partidarios de la arabi-
zación se les hizo evidente esta falta de referencia comunitaria de la lengua árabe moder-
na; es por eso que, contra toda evidencia, intentan establecer una confusión entre esta len-
gua y la lengua materna. En la historia de las controversias abundan los ejemplos donde la
reivindicación de arabización es expresada como reivindicación de lengua materna.21
Es, pues, este árabe moderno el que está en el centro del proceso de arabización, que se
manifiesta en Marruecos a partir de 1957 (decisión -abortada- de arabizar el curso preparato-
rio), en Túnez a partir de 1958 (instauración de los dos primeros años de enseñanza en árabe)
y en Argelia a partir de 1962 (instauración de la escuela primaria de siete horas semanales de
árabe de las treinta horas de enseñanza). Como se ve, en los tres casos el proceso se inició en
la escuela. Pero las diferencias entre los tres países nos llevan a tratarlos inicialmente por se-
parado. Presentaremos sucintamente sus políticas lingüísticas en los años sesenta y setenta an-
tes de reintentar una síntesis.
60
En Marruecos
A pesar del silencio oficial sobre la cuestión hasta una fecha muy reciente, Marruecos es
un país lingüísticamente heterogéneo: el berebere es hablado como lengua primera por al me-
nos la mitad de la población.22 Sin embargo, cuando en febrero de 1956, algunas semanas an-
tes de la independencia, se crea en Rabat la Liga contra el analfabetismo, sus campañas se ha-
rán únicamente en árabe, y veremos que en ninguno de los debates que se han sucedido en
Marruecos acerca del uso público de las lenguas se ha planteado el problema berebere: solo el
Movimiento Popular (fundado en 1957) reclamará constantemente la enseñanza del
berebere...
En el comienzo del año escolar de 1957, inmediatamente después de la independencia, se
arabiza el primer año de la escuela primaria a instancias del ministro de Educación nacional,
Mohamed El Fassi. La medida, precipitada y mal preparada, será un fracaso y en consecuencia
el ministro renunciará en marzo de 1958. Pero la cuestión quedará planteada desde entonces:
el rey crea una comisión de reforma de la enseñanza encargada de preparar un proyecto, y el
problema de la arabización será nuevamente abordado en junio de 1958, en la primera reunión
del Consejo Superior de Educación Nacional.
La primera solución adoptada será la de cursos experimentales: en 1960 se abre un curso
enteramente arabizado en Rabat y en Fez, y otro en Casablanca en 1961. En la misma época,
el Ministerio de la Función Pública y de Reforma Administrativa inaugura cursos de capacita-
ción en árabe para todos los funcionarios. Paralelamente se crean en Rabat organismos de re-
flexión sobre la arabización (Instituto de Arabización, Oficina Permanente del Congreso para
la Coordinación de la Arabización en los Países Arabes), mientras que el Consejo Superior de
Educación Nacional, en octubre de 1962, exige que el árabe sea la única lengua de enseñanza.
El Ministerio duda en esa época entre dos estrategias: arabizar año por año o materia por ma-
teria. Se adoptará la primera solución, que será lanzada en octubre de 1963: de este modo, en
1967, todo el ciclo primario habrá quedado arabizado, año por año. Pero los resultados no son
muy convincentes: el aflujo de alumnos y la baja del nivel de enseñanza llevan al ministro
Benhima a reglamentar en 1965 el acceso de los alumnos al nivel secundario. A pesar de las
violentas reacciones que suscita esta decisión, el ministro la mantendrá en abril de 1966 y
anunciará al mismo tiempo su intención de volver a la enseñanza de las materias científicas en
francés.
En 1965, el Ministerio de Justicia es oficialmente arabizado, mientras que el resto de la
administración continúa utilizando el francés o el árabe, según los casos, y más bien el fran-
cés, a juzgar por las numerosas protestas de los usuarios. Grandguillaume señala con humor
que "esta francización persigue al marroquí hasta la tumba, porque incluso las autorizaciones
de entierro son redactadas en lengua extranjera."23 En realidad, si se deja de lado la justicia, la
arabización de la administración se operará de manera no coordinada, desordenada.
En octubre de 1968, el rey anuncia una medida un poco sorprendente pero que parece
plantear el problema de la enseñanza desde un nuevo ángulo. Se trata de abrir en todo el país
una suerte de ciclo preescolar, escuelas coránicas "modernas" a las que asistirán los niños de
cinco a siete años. Este sistema, que será efectivamente implementado, zanja claramente el
debate sobre la cuestión de saber qué arabe enseñar: si los niños marroquíes comienzan su ci-
clo escolar con dos años de escuela coránica, es evidente que van a estudiar el árabe del Co-
rán. Entrarán luego en el sistema de enseñanza primaria. En cuanto al resto, y a pesar de las
protestas de una parte de la opinión pública, el bilingüismo se mantiene a partir del tercer año
de la escuela primaria.
61
En Túnez
Túnez es el país del Maghreb de situación lingüística más simple: el berebere práctica-
mente ha desaparecido y el tamaño reducido del territorio hace que el árabe hablado esté allí
casi unificado. En 1958 se introduce el árabe en los dos primeros años de la primaria, medida
acompañada de la supresión de las escuelas coránicas. El mismo año se decidía una interven-
ción en el entorno lingüístico: se arabizaban los carteles de todos los comercios. Once años
más tarde Ahmed Ben Salah, responsable de Educación en el gobierno, decide restablecer la
enseñanza del francés en estos dos primeros años. Parece disponer del apoyo del presidente
Bourguiba, pero en noviembre de 1969, dos meses después del comienzo del año escolar,
pierde su puesto. No obstante, su reforma será aplicada y mantenida durante dos años. El pri-
mer año de la primaria será otra vez arabizado en 1971, el segundo en 1976 y el tercero en
1977. Paralelamente, se arabizaba cierto número de materias en la secundaria (filosofía, histo-
ria, geografía) y en el nivel superior (ciencias humanas).
Pero al mismo tiempo, un debate sobre la arabización (iniciado en la Asamblea Nacional
en 1970) agitaba a los intelectuales y la clase política. Se trataba ante todo de oponerse a la
noción de "tunicificación", propuesta por ciertos ministros, que no ponía el problema lingüís-
tico en primer plano. Luego, en 1974, estalla una polémica entre Hedi Balegh, quien reclama
que se utilice el dialecto tunecino y no las "lenguas aristocráticas" que son el árabe literal y el
francés, y el ministro Mzali, para quien "el árabe hablado no es una lengua de civilización".
Durante este tiempo, se produce la arabización de la administración, como en Marruecos, de-
sordenadamente. Solo los ministerios de Justicia e Interior son arabizados a comienzos de los
años 1970, pero ¿en qué árabe? Una anécdota célebre ilustra el problema. El presidente de la
República, Habib Bourguiba, en un discurso pronunciado en 1965, destacaba que el hecho de
redactar las actas en árabe literal cuando las declaraciones se hacían en árabe hablado amena-
zaba con deformar estas últimas, y le habría dicho a un oficial de policía (en árabe dialectal tu-
necino): "Hizo su declaración en dialecto, inscríbela tal cual". Siete años más tarde, en julio de
1972, volverá sobre este punto en una entrevista en la televisión francesa, donde explicaba a
propósito de los tunecinos: "Yo no les hablo en árabe regular, el árabe de los antiguos, sino en
el árabe que ellos mismos hablan..."
Estos diferentes debates parecen extrañamente calmos si se los compara con lo que ocu-
rrió en Argelia. Es cierto que el problema del berebere, como hemos dicho, no se planteaba en
Túnez, lo que desapasionó considerablemente los intercambios. Pero, a pesar de la importan-
cia de la religión, el problema de lo dialectal, del árabe o tunecino, como se quiera (en tuneci-
no se lo llama bârbrî), fue planteado claramente, en diferentes niveles, incluido el más eleva-
do, lo que está lejos de ser el caso en los otros dos países.
En Argelia
Desde sus orígenes, el problema de la arabización en Argelia está inmerso en las contra-
dicciones internas de un Estado "socialista" cuya política exterior se inclina hacia los países
del Este y que, por otro lado, practica referencias permanentes al Islam. Unos meses después
de la independencia, al iniciarse el año escolar de 1962, el gobierno argelino introdujo siete
horas semanales de enseñanza de árabe en el sistema escolar primario. La reforma continuará
a paso forzado: diez horas semanales más enseñanza religiosa en 1964, primer año de la pri-
maria enteramente arabizado, y, por último, creación de una "enseñanza original" completa-
mente arabizada y de coloración religiosa que se mantendrá hasta 1976. La ausencia de docen-
tes competentes llevará a reclutar "monitores" de nivel muy bajo y por lo general provenientes
de escuelas coránicas, así como maestros egipcios y luego sirios. Después del golpe de Estado
que derroca a Ben Bella en 1965, la arabización prosigue al mismo ritmo: en 1967 se arabiza
el segundo año de la escuela primaria, en 1968 se arabizan parcialmente los años siguientes,
etc. En la universidad, en cambio, las cosas son mucho más lentas: los estudiantes se muestran
62
hostiles a la enseñanza en árabe23 y no se hace más que instaurar en 1971 un examen obligato-
rio de árabe en todas las licenciaturas dictadas en francés.
Las cosas van también muy rápidas en los engranajes del Estado. En 1968 un decreto de-
cide la arabización de la administración. Le sigue un decreto ministerial, en 1970, que deter-
mina el nivel de árabe que deben poseer los funcionarios (los altos funcionarios serán dispen-
sados de esa obligación en 1973). Estas medidas son recibidas de distintas formas: sobre todo
los funcionarios en actividad temen ser despedidos o no ser promovidos. Pero la arabización
continúa al mismo ritmo, o casi: las noticias cinematográficas habían sido arabizadas en 1967,
el tercio de las materias científicas del primer año de la secundaria lo son en 1971, las inscrip-
ciones públicas en 1976, etc.
A lo largo de esta política de arabización subyacen permanentemente tres problemas:
- El problema de lo dialectal. En 1963, por ejemplo, tendrá lugar una viva polémica sobre
las canciones que emite Radio Argel, a las que se les reprocha estar casi siempre en árabe clá-
sico, en tanto que existe una canción popular en árabe argelino.
- El problema del kabyl. Como en Marruecos, es difícil saber con seguridad cuántos arge-
linos tienen el berebere como lengua materna, pero se los puede estimar en el treinta por cien-
to de la población. Estos bereberes se han opuesto desde la independencia a la arabización en
nombre de la defensa de su lengua y su cultura, lo que los condujo primero a marcar una pre-
ferencia por el mantenimiento del francés; luego, a reivindicar la utilización oficial de las
"lenguas populares", es decir, el árabe argelino y el berebere. Frente a estas reticencias, el po-
der replicó durante mucho tiempo con la represión: en 1973 suprime la cátedra universitaria
de berebere que ocupaba Mouloud Mammeri; en 1976 prohíbe la revista Le fichier berbère;
en 1980, una Conferencia de Memmeri sobre la poesía kabyl, etc.
- Y detrás de todo esto aparece, por supuesto, el problema de la religión, común a los tres
países del Magreb.
Estos tres países tenían un pasado común (territorio originariamente berebere, ocupado
por los árabes y luego colonizado por Francia), un problema común (¿cómo pasar a una ense-
ñanza en árabe?) pero, como hemos visto, situaciones y enfoques muy diferentes de este pro-
blema. Es verdad que intentaron armonizar sus políticas lingüísticas (Conferencia de Minis-
tros de Educación Nacional del Maghreb en febrero de 1966 en Túnez, creación de un comité
consultivo maghrebí encargado de trabajar sobre la determinación de un "árabe fundamental"
para todo el Maghreb, segunda reunión de la Conferencia de Ministros de Educación Nacional
en abril de 1967 en Argel, tercera reunión en junio de 1969 en Rabat, etc.). Pero no se han do-
tado verdaderamente de organismos comunes de arabización. La lista que establece G. Grand-
guillaume es elocuente en este aspecto. Bajo el título "Las instituciones de la arabización" co-
loca dos organismos permanentes, el Instituto de Estudios e Investigaciones para la Arabiza-
ción (en Rabat) y la Oficina para la Coordinación de la Arabización, financiada por la Liga
Arabe, que se dedica a la terminología, a los cuales hay que agregar cuatro organismos que se
reúnen cíclicamente, entre los cuales solo el Comité Consultivo Maghrebí produjo una obra
que está dedicada al "árabe funcional". Es poco, sobre todo porque el conflicto fronterizo en-
tre Argelia y Marruecos a propósito del territorio saharaui no ha facilitado la colaboración en-
tre los lingüistas de estos dos países...
Es difícil hoy evaluar el resultado de estas políticas lingüísticas (unos se consideran satis-
fechos, otros llegan a decir que se ha creado una generación de analfabetos en árabe y en fran-
cés). Pero es evidente que la arabización, al menos en Argelia y en Marruecos, está lejos de
ser un éxito, y podemos intentar hacer una lista de las principales razones de las dificultades
encontradas:
- La confusión constante entre el nivel político y el religioso. Este problema fue tratado de
maneras distintas según los países, por cierto (en Túnez se suprimieron las escuelas coránicas,
63
en Marruecos se las convirtió en una suerte de ciclo primario), pero el estatus ideológico muy
particular de la lengua en los árabes ha tenido gran peso en las discusiones.
- El hecho de que la lengua elegida como lengua nacional no sea nunca la lengua que ha-
bla el pueblo.
- El problema berebere, al menos en dos de los tres países: en Argelia y en Marruecos, la
arabización fue percibida por los bereberes como dirigida contra su lengua y su cultura.
- El hecho de que el francés, aun cuando su importancia ha disminuido mucho, haya que-
dado como una lengua de privilegiados.
Así, la función nacionalista de la arabización fue de algún modo "contaminada" al mismo
tiempo por la ortodoxia musulmana, por los conflictos entre árabes y bereberes y por los re-
sentimientos poscoloniales ante la lengua francesa. Donde Tanzania e Indonesia, países igual-
mente musulmanes, han sabido promover una lengua nacional que no hería las lenguas mater-
nas, donde Suiza intentó, no sin éxito, administrar su plurilingüismo, los países del Maghreb
han hecho una elección que no podía sino llevar a violentos conflictos cuyos efectos persisten.
Pero el efecto más saliente de la historia de las situaciones lingüísticas está sin duda en el
hecho de que los países del Maghreb están aún en la etapa de asegurar el estatus de una de las
lenguas más habladas del mundo, mientras que Francia opera sobre el estatus de su lengua en
el mundo.
Notas
1
Wilfred Whiteley, Swahili, the Rise of a National Language, Londres, 1969, p. 3.
2
Henry Salt, A Voyage to Abyssinia and Travels, Londres, 1814, citado por W. Whiteley, p. 1.
3
Ki es el prefijo bantú que indica el nombre de una lengua; ba indica el nombre de un pueblo: así,
los bakongo hablan kikongo, los baluba hablan ciluba, etc.
4
Tomamos el cuadro de Jean O'Barr, Language and Politics, Mouton, 1976, p. 75.
5
William O'Barr, Language and Politics, Mouton, 1976, p. 45.
6
Javanés: 39,4%; sudanés: 15,8%; malayo: 12,1%; madurayo: 4,3%; otros: 28,4%.
7
Véase Pierre Labrousse, "Réforme et discours sur la réforme: le cas indonésien", La réforme des
langues, Istvan Fodor, Claude Hagège (comps.), Hamburgo, Buske Verlag, 1983, vol. 2, p.
340-341.
8
S. Takdir Alisjahbana, Language Planning for Modernization, the Case of Indonesian and
Malaysian, Mouton, 1976.
9
Op. cit., p. 354.
10
Pierre Knecht, "Le français en Suisse romande, aspects linguistiques et sociolinguistiques", Le
français hors de France, Albert Valdman (comp.), París, Champion, 1979.
11
Marianne Duval-Valentin, "La situation linguistique en Suisse", La réforme des langues, Istvan
Fodor, Claude Hagège (comps.), Hamburgo, Buske Verlag, 1983, vol. 1, p. 532.
12
M. Duval Valentin, op. cit., p. 469.
13
C. Rubattel, "Une crise du français en Suisse romande?", La crise des langues, Jacques Maurais
(comp.), Gobierno del Quebec/París, Le Robert, 1985, p. 87.
14
M. Duval Valentin, op. cit., p. 498. Sprachpflege = "cultivo de la lengua", Mundartpflege =
"cultivo del dialecto".
15
Ministerio de Relaciones Exteriores, Histoires de diplomatie culturelle des origines à 1995, La
Documentation française, París, 1995, p. 32-38.
16
Journal officiel de la Francia libre, 14 de octubre de 1941.
17
Ministerio de Relaciones Exteriores, Histoires de diplomatie culturelle des origines à 1995, La
Documentation française, París, 1995, p. 198.
18
Robert Chaudenson, "La politique francophone: y a-t-il un pilote dans l'avion?", comunicación al
Coloquio de Rennes, abril de 1995.
19
Id., íbid., p. 197.
20
Op. cit., p. 104.
64
CONCLUSIÓN
66
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