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Ignacio Ellacuria Veinte afios de historia en El Salvador _ (1969-1989) Escritos politicos II La cuestién de las masas Editorial fechado el 11 de agosto de 1987 y publicado en ECA, 1987, 465: 415-434. En los dltimos meses se ha agudizado la “‘cuestién de las masas” no como discusién tedrica, sino como interpretacién politica y como pric tica social. El aumento de las huelgas y la radicalizacién de las mismas con acciones que van desde las pintadas a los incendios de buses, desde las tomas de lugares de trabajo a la retencién de representantes de las pa- tronales, desde las manifestaciones pacfficas a las movilizaciones com- bativas, plantean de nuevo la cuestién de las masas y el papel que les corresponde en el momento actual. Pareciera que esta es una cuestién resuelta para el movimiento revo- lucionario. Después del perfodo 1975-1980, cuando una sistematica cam- afia de politizaci6n y organizacién logré la consolidacién de un podero- so movimiento de masas, configurado en la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), cuya manifestacién més notoria fue la puesta en las calles de San Salvador, en enero de 1980, de mds de cien mil personas, la mayor parte de ellas campesinas, y después del siguiente periodo cuando, tanto por razones represivas de la junta de gobierno y de los escuadrones de la muerte como por razones de militarizacién impulsadas por el FM- LN, desaparecié casi por completo, en las zonas no controladas, el tra- bajo con las masas y la presencia organizada de las mismas, entrariamos ahora en un nuevo perfodo, en el cual las masas volverfan a cobrar su pe- culiaridad y su responsabilidad politica para lograr sobrepasar el impasse de la guerra y, més en general, el estancamiento del proceso hist6rico salvadorefio. Por lo mismo, este movimiento de masas cobra para el gobierno y las fuerzas de la derecha la apariencia de un puro frente de masas, que no es sino la fachada de! propio movimiento revolucionario. No es ni siquiera el brazo politico y democratic del Frente Farabundo Martf para la Li- 777 beracién Nacional (FMLN), como incorrectamente se interpreta al Frente Democritico Revolucionario (FDR), sino lisa y lanamente otra forma de presentarse el FMLN: a la violencia de la guerrilla en la montafia y en la ciudad con sus armas, minas y sabotajes se juntaria la actividad del frente de masas, cuyo objetivo principal seria desestabilizar al gobierno, debi- litar sus posibilidades de lucha armada y, finalmente, posibilitar una insu- rrecci6n popular 0, al menos, una situacién que obligara al gobiemo y a sus aliados a una negociacién con ¢] FMLN-FDR, en vista a un gobierno de amplia participacién, que sustituyera al actualmente presidido por el ingeniero Duarte. Creemos que ambas concepciones son emréneas y parciales. Si el FMLN pretende de las masas que, en el fondo y. en la forma, se subor-” ?Pplanteamientos de sus cipulas militares y a sus planes de-guerra,-estarfanolvidando 1a importantisima leccién hi t6rica que se desprende del perfodo 1975-1982 y estarfan limitando gra- vemente el papel auténomo que les corresponde. Si, por su parte, el go- bierno piensa que la'cuestiGn-de las masas, tal Como se esté presentando hoy, se reduce a una provocacién revolucionaria, estaria de nuevo de es- paldas a la realidad, a pesar de sus intentos para crear su propio frente de masas, al cual también quiere subordinar a su estrategia general. Final- mente, si las propias masas aceptaran lo que de ellas quieren y buscan el FMLN y el gobierno, se estarian traicionando a si mismas y dejarian, por ) Jo tanto, de contribuir, como deben, tanto a su propia liberacién como a Ja solucién general del pais. Con esta esquematizacién no pretendemos decir que se ha de buscar un término medio para las masas, entre lo que pretende el FMLN y lo que pretende el gobierno, ni siquiera pretendemos asegurar que ambas posiciones sean igualmente erréneas 0 simplemente que el FMLN y el gobiemo no tengan derecho a tener su propia politica de masas. Lo que pretendemos més bien es buscar qué papel les corresponde a las masas, Porque las condiciones objetivas asi lo reclaman y porque asf lo deciden ellas mismas, lo més lejos posible de toda forma de consignas venidas de fuera, Si las masas, organizadas y conscientes de lo que necesitan y quie- ren, deciden poner su fuerza al servicio de un proyecto o de oro y en alianza con un poder u otro, ya no habria nada que objetar, aunque sf convendria seguir advirtiendo que nunca deben abandonar su propia identidad, porque nadie tiene més derecho que ellas a decidir su propio destino y a elegir los medios aptos para realizarlo, Sirvan para ello las si- guientes reflexiones, sacadas no de dogmas supuestamente cientificos, 718 sino de la experiencia hist6rica, que en estos aflos ha vivido el pueblo de El Salvador en una situacién de extraordinaria densidad histérica, que merece mucho tenerse en cuenta por su validez te6rica y por su fuerza aleccionadora. Aceptamos, provisionalmente, el término “masas” como indicativo del problema, porque es el usual entre nosotros, no obstante su carga ne- gativa aun en el mejor de los casos. Las masas para el FMLN o para el sandinismo —las turbas divinas— no sdn, en la practica, mas alla de la teorfa y de la ret6rica, ni los sujetos hegemonizantes ni los autodes- tinatarios del proceso histérico, sino, en el mejor de los casos, aquellas por quienes se mira y cuida, aquellas que justifican en su necesidad opre- siva y represiva la revoluci6n, aquellas que participan subordinadamente en los procesos sociales, politicos y militares; en el caso de El Salvador, } las masas se diferencian de la guerrilla propiamente tal y dificilmente se hacen presentes en la alta dirigencia de las organizaciones que la con- ducen y que establecen cuél va a ser la estrategia, la téctica y aun la ma- | niobra; esto no quita para que sean respetadas y para que se busquen los | mejores bienes para ellas, siempre que éstos no pongan, a la corta.o.a.la~ larga, en peligro la hegemonia del partido y de su vanguardia. Para los gobiemos de turno, para las directivas de los sindicatos, para et Instituto Americano del Sindicalismo Libre, para los distintos partidos politicos, las masas son, ante todo, votos con qué alcanzar el poder, fuerzas en qué apoyarse para mantenerse en él o para llevar adelante determinados pro- yeotos capitalistas y, o imperialistas y, en el mejor de los casos, justi- ficacién ret6rica o atencién interesada en vista a las elecciones. \ Y es que el término masa no ha perdido su sentido peyorativo, tan palmario en Marx y Lenin; o-su'Séntido peyorativo utilitario aprovechado por los distintos fascismos, que en el pueblo masificado y en la masa exaltada-han-encontradorsu justificacion democratic, logrando sustituir la_contribuci6n activa responsable con la aclamacién livirgi ta” y enloqueci Sf “de Dios ‘que ve en lo infimo lo supremo, en lo mas débil lo ms fuerte, y en los menos sabios la mayor de las sabidurias, desconfia permanentemente del pueblo de Dios para poner toda su confianza en las jerarquias que lo conducen, reduciendo asf, en la practica, a la masa de los fieles a un papel inactivo ¢ incapaz para operar sobre la direccién de la Iglesia institucional. El problema estd en c6mo superar toda esta nega- lividad que carga no sélo sobre el término “masa,” sino sobre la realidad eG AS ee eee! 779 /-de positivo, sino para que superen sus deficiencias y, sobre todo, para | que alcancen el puesto que les corresponde en la conduccién de sf mis- (mas y en la conduccién de Ia historia. 1. La memoria vigilante y aleccionadora En El Salvador todavia no hay ningdn estudio suficientemente res- Ponsable de lo que ha sido el movimiento de masas y las organizaciones Populares en el periodo 1975-1982. Lo que sobre ello se ha escrito se ha hecho con prisa, con desconocimiento de muchos datos y de la relacién compleja de los mismos, con mucho subjetivismo emocional, con las tipicas desviaciones de un intelectualismo juvenil de izquierda y con mu- cha parcialidad. Quienes més lo vivieron ya han muerto se han pasado a otras formas de accién, sea fuera del pafs —intelectuales 0 no—, sea dentro de él. Sin embargo, es menester no olvidar aquella experiencia. Hoy se dice que se la quiere, no repetir, pero si revivir. Lo que entonces fue un movimiento de masas sin ejército deberia ser hoy un movimiento de masas distinto, porque cuenta con el apoyo de un fuerte ejército revo- lucionario; lo que entonces, sobre todo en su primera etapa, fue un movic miento predominantemente campesino, deberfa ser hoy un movimiento hegeménicamente obrero y urbano. También el gobierno y otros politicos ven en algunos de los sucesos tiltimos del movimiento laboral, especial- mente en el caso de la Unién Nacional de Trabajadores Salvadorefios (UNTS), un intento de revivir el pasado con muy pocas diferencias per- ceptibles, no obstante lo cambiado de la situacién, ‘Sin embargo, algunos puntos esenciales parecen desprenderse de la experiencia pasada; puntos que deben constituirse en fuente permanente de una conciencia vigilante y aleccionadora para recuperar lo mejor de entonces y no caer en los tremendos errores que dieron ocasién, aunque no fueron sus causas, a las tremendas masacres, cuya mayor conden- sacién se dio en el periodo 1980-1982. EI surgimiento de las organizaciones populares como alternativa, tanto a los partidos politicos usuales como, en un primer momento, aun Que de forma no buscada, a los movimientos politico-militares 0 militar- Politicos, fue un gran logro de los afios setenta en El Salvador, Su cardc- ter fundamentalmente campesino, su répido crecimiento y su consolida- cin representan una importante novedad hist6rica y constituyen una gran esperanza. Esas organizaciones se apoyaron en un campesinado profun- damente religioso, concientizado primero y lanzado a la organizacién después por la predicaci6n de un cristianismo liberador. Quien mejor vio 780 el derecho y la validez de este tipo de organizaciones, asf como sus peli- ‘gros, fue Mons. Romero, en su memorable carta pastoral. La Iglesia y las organizaciones populares (1978) también suscrita por Mons. Rivera (ver Varios, Iglesia de los pobres y organizaciones populares. San Salvador: UCA Editores, 1979). En muy pocos aflos y con muy escasos recursos, Ia Federacién Cris- tiana de Campesinos Salvadorefios (FECCAS) y la Unién de Traba- jadores del Campo (UTC), que acabaron formando la Federacién de Tra- bajadores del Campo (FTC), se constituyeron en un movimiento campe- sino muy imporante con enormes potencialidades de crecimiento 0 de ac- ciGn, si se hubieran seguido las pautas que les dieron nacimiento. Pero Pronto se cometieron errores sustanciales. Entre ellos cabe sefialar los si- guientes: (a) se abandon6 la conexién vivificante y al mismo tiempo mo- deradora de las rafces cristianas del movimiento, considerando que ya se habfa entrado en otra fase donde el activismo politico podia sustentarse, y autorregularse por s{ mismo; (b) se olvidé el ritmo necesario de la siem- bra y de la cosecha, presténdose a otros ritmos artificiales y extrinsecos; (©) se acepté como cientifica ¢ indiscutible una interpretacién de la realidad social y un manual de organizaci6n y de accién que, precisa- mente, tenfa como una de sus limitaciones fundamentales el minimio aprecio de la peculiaridad campesina; (4) se abandoné el problema real de la situaci6n inmediata de los campesinos, tanto en sus necesidades como en sus apetencias, para lanzarse sobre problemas estructurales na~ cionales para los cuales no estaban preparados como fuerza social ni te- nian capacidad de direcci6n; (e) entré ya desde un principio en alianzas genéricas, sobre todo con grupos de maestros y de estudiantes con el pre~ texto inexacto de que las necesidades y los intereses eran fundamental- mente los mismos, convirtiendo asf el cardcter bien definido de la situa- cin campesina en un cardcter abstracto comtin que englobaba formas muy distintas de opresién. Con todo ello quedé poco menos que desvirtuado ese tipo fundamen- tal de movimiento de masas, que era la organizacién popular campesina, de modo que, pensdndose en entrar a algo cualitativamente nuevo y su- perior, de hecho, la organizacién misma qued6 desvirtuada y debilitada y liltimamente desecha. Quienes pudieron huir hacia adelante fueron a inte- grar y a subordinarse totalmente a las organizaciones politico-militares; quienes no lo pudieron hacer, cayeron muertos 0 se quedaron como ma- sas, que acompafiaban heroicamente —y también eran acompafiados y cuidados—a los alzados en armas. 781 EI haber pasado de la labor concientizadora religiosa a la labor de organizacién social-campesina, de ésta a la labor politico-popular y de ésta a la politico-militar puede estimarse como una exigencia de la propia dindmica, despertada en el comienzo en relacién con la situacién de méxima injusticia que vivia El Salvador. Incluso pueden estimarse como buenos y necesarios los escalones posteriores. El error comienza cuando se estima que los escalones posteriores son los superiores y cuando, ade- mis, esos escalones llevan consigo la destruccién de los primeros, con lo cual la escalera queda al aire y, lo que es peor, quedan sin cultivo las bases verdaderas de todo el proceso. Se llegé a pensar que sdlo el cam- pesino armado era un auténtico revolucionario y que quien no Ilegaba al nivel de las armas no habfa completado su carrera. Pero entonces, la con- dicién de campesino resultaba adjetiva y de ella apenas se tomaba otra cosa que el conocimiento del terreno y su capacidad para subsistir pe- gado a la tierra sin las necesidades y las debilidades de los combatientes de origen urbano. Este mismo proceso fue seguido, con sus diferencias, por las otras or- ganizaciones y movimientos de masas. Para finales de 1981 ya apenas quedaba trabajo de masas. Todo se habja jugado a la carta de la ofensiva final y, o de la insurreccién popular. Era una opcién y, dados los pasos previos radicalizados que se habfan dado y dada la magnitud de la re- presi6n, hasta una necesidad hist6rica. Con ello se consiguié un indu- dable robustecimiento militar del MLN, el cual dio muestras indudables de su potencia de 1983 en adelante (ECA, 1986,449: 169-204), pero se dej6 abandonada a la mayor parte del pueblo, que pasé a ser cultivada, en Io religioso, por formas tradicionales de pastoral junto a las formas pro- selitistas de las nuevas sectas; en lo social, por un robustecimiento de la accién cooperativa y sindical en conexién con las nuevas posibilidades de la reforma agraria, y en lo politico, por la resurreccién de los partidos a los cuales se les habia decretado precipitadamente acta de defuncién, tras los fraudes electorales de 1972 y 1977. El ciclo estaba cerrado y las masas otra vez quedaban abandonadas, esta vez, ademés, con el trauma tremendo de haber perdido, en una lucha aparentemente indtil para sus intereses inmediatos y para sus esperanzas futuras, treinta o cuarenta mil de sus miembros. Pocas cosas dejan tan en claro el efecto conjugado de la aceleracién insurreccional, de la militarizacién de las organizaciones y de la repre- si6n gigantesca, acompafiado todo ello con la realidad de la guerra, como la respuesta efectiva de la mayor parte del pueblo salvadorefio, de aquella 782 Parte que podrfa entenderse como el conjunto de las masas populares. Cerca de un millén de salvadorefios huy6 de su lugar de origen: quienes pudieron lo hicieron al extranjero y quienes tuvieron otra suerte lo hicie- ron hacia zonas no en conflicto, hacia zonas donde no pudiese ser des- cubierta su antigua afiliaci6n a las organizaciones. Si unos pocos miles se fueron con el FMLN, fueron cientos de miles los que huyeron y no acep- taron el paso hacia la militarizacién revolucionaria, prefiriendo dedicarse con un minimo de seguridad a resolver sus necesidades basicas y a em- prender un nuevo estilo de vida. Esta fue, en un primer momento, la res- puesta esponténea de las masas, la respuesta “masiva” de la poblacién. Quedé un pequefio resto con los combatientes, al cual se Ilamé de nuevo “las masas”, pero con ello, las masas ya no representaban una instancia auténoma con dinamismo y estructura propia, sino el apéndice més diluido —no siempre por falta de conviccién o de valentfa, sino por Cues tones de edad, de condicién o de salud— dela guerrilla, que era la ex- presién suma y la vanguardia del proceso de transformacién del pais. La télacién de las distintas organizaciones politico-militares, que-hoy componen el FMLN, con las masas fue histéricamente muy distinta antes y después de la ofensiva final, Hubo organizaciones mucho més milita- ristas y otras mds populistas, hubo organizaciones més obreristas y otras més campesinistas, hubo organizaciones més abiertas a alianzas y otras més cerradas. Pero con todas las diferencias quedé en pie el problema de si las ma- sas debfan constituir una organizacién propia, las cuales no tenfan por qué subordinarse a ninguna otra instancia politica o militar y debfan auto- gestionarse conforme a su propia naturaleza de tipo social mas que pol tico, o debfan ser siempre algo subordinado a las vanguardias para quie- nes serian, segtin los casos, un ejército de reserva, la cobertura y el am- paro que necesitaban o la fachada no clandestina que permitfa formas de lucha complementarias. Hoy, el FMLN no duda de que necesita masas y de que debe trabajar con ellas y servirse de ellas én una ¢ AST to-vio-ya-en-1980-con-la_Coordinadora-Revolucionaria' de Masas y 10 ha vuelto a ver ahora, al comprobar las grandes limitaciones de la lucha armada. Pero si hay un minimo de memoria vigilante y aleccionadora, no puede seguirse el mismo camino de entonces, porque aquel camino, ade- més de suponer un verdadero genocidio para el pueblo salvadorefio, su- puso la destruccién del movimiento de masas y de las organizaciones po- pulares durante varios afios, extremo que podré ser considerado inconve- aime por la dirigencia del FMLN, pero que es fatal para el proceso his- 783 rico del pais, ya que esa organizacién de las masas y ese movimiento popular deberian ser 1a auténtica fuerza social que controlase el poder politico sin pretender convertirse en un poder politico que controlase a la fuerza social. Hoy se da de nuevo un espacio para el movimiento de ma- ‘sas, hoy se vuelve a dar de nuevo un poderoso movimiento de masas. Por so, hoy vuelve a ser problema la “cuestin de las masas”, un problema que si no se plantea y se resuelve adecuadamente volverd a suponer el fracaso del movimiento popular, aunque este fracaso no Hegue a adoptar Jos caracteres de holocausto de los tiltimos affos. 2. La situacién actual del movimiento de masas Lo anteriormente dicho no pretende ser una sintesis hist6rica de lo que ocurrié al movimiento de masas en el perfodo 1975-1982, sino tan s6lo un recordatoric de algunos puntos principales, discutibles en su interpretacién, pero indiscutibles en la problematizacién que plantean, Con ello se busca y se pide estar atentos a lo que hoy de nuevo empieza a pasar, no vaya a suceder que se tropiece de nuevo con gran sacrificio en la misma piedra. Lo que a continuacién vamos a apuntar tampoco pre- tende ser una sintesis de lo que hoy est siendo el movimiento de masas, l4mesele movimiento popular, accin sindical o de cualquier otra forma, Lo primero que ha de decirse es que de nuevo hay un poderoso movi miento de masas y que este movimiento no es de una sola afiliacién ni se dirige todo é1 en la misma direccién. Evidentemente, no s6lo los revolu- cionarios pretenden su propia organizacién de masas, sino también los que se dicen democriticos y los que sirven tendencias clara y directa- mente contrarrevolucionarias. Desaparecié ORDEN (Organizacién De- mocrética Nacionalista), al menos en su formalidad, como uno de los lo- gros més ambiciosos en su intencién de la primera junta de gobierno tras el golpe del 15 de octubre de 1979. Desaparecieron después, en el fragor de la lucha, movimientos de masas, especialmente campesinos, como FECCAS, UTC y ATACES (Asociacién de Trabajadores Agropecuarios y Campesinos de El Salvador), mientras federaciones sindicales obreras como FENASTRAS (Federacién Nacional Sindical de Trabajadores Sal- vadorefios) eran arrinconadas, perseguidas y deslegalizadas. Pero queda- ron en pie aquellos sindicatos que se llamaban a sf mismos democriticos y que no quisieron unirse al movimiento revolucionario, tal como es el caso de FESINCONSTRANS (Federacién de Sindicatos de la Industria de la Construccién, Similares, Transporte y de Otras Actividades) o de la CGT (Confederacién General de Trabajadores). Resistié ANDES, el sin- 784 dicato magisterial que politicamente se considera a si mismo como mo- vimiento de masas, pero que por su origen y su naturaleza no lo es socialmente, La debacle de 1980-1982 no arras6 de la misma forma con todos los movimientos de masas. EI proyecto norteamericano-gubernamental empez6 pronto a preocu- parse de nuevo intensamente por las masas campesinas, en la linea “de- mocrética” del Instituto Americano del Sindicalismo Libre y con la infraestructura y experiencia pasadas de la Unién Comunal Salvadorefia (UCS) de linea reformista anti-comunista. Las nuevas cooperativas del sector reformado constitufan una nueva posibilidad para que los cam- pesinos lucharan desde lo suyo y para mantener lo suyo. La Unién Popu- lar Democrética (UPD) primero y la Unién Nacional Obrero Campesina (UNOC) después, quisieron presentarse como la altemativa popular con- tra el extremismo comunista de la izquierda, pero también contra el mi- litarismo y los extremismos de la derecha, También ellas habian pagado su cuota de sangre en la represién y también ellas sentian la dificultad para vivir y aun para sobrevivir en una situaciGn de injusticia estructural y de consiguiente represién, como la que constituia la esencia misma de la realidad salvadorefia, El planteamiento no era distinto del que hacia la democracia cristiana y aun el gobierno de Reagan, obligados, en la si- tuacién de El Salvador, a un vocabulario y aun a ciertas medidas un tanto progresistas, precisamente, para contrarrestar las demandas de unas ma- sas muy conscientes de sus necesidades y de sus derechos. Si se distingue lo que es la intencionalidad gubemamental y nortea- mericana de lo que ¢s la intencionalidad campesina y obrera y se di gue lo que es la expresin de las bases de lo que es el manejo de las ci- pulas, también en estos movimientos de masas se hace presente la rea- lidad del pais, una realidad que por s{ misma es un reclamo de cambios sustanciales. La posible evolucién de la UNOC, no obstante los divi- sionismos y la corrupcién, hacia planteamientos més coherentes con las necesidades inmediatas y futuras de las mayorias populares, no deja de ser interesante, También el movimiento revolucionario de masas ha empezado a re- cuperarse, a organizarse y a cobrar vida piiblica. Su concrecién més notoria, desde enero de 1986, es la UNTS, en la cual se aglutinaron, en un primer momento, movimientos de masas reformistas y democriticos (la Central Salvadorefia de Trabajadores y la Unién Popular Democrética entre otros) para quedarse més tarde con su niicleo més radical y revo- lucionario. Llama la atencién, sin embargo, que los aglutinados en este 785 movimiento sean en gran medida sindicatos pertenecientes al sector ser- vicios y, 0 al sector estatal, aunque cuenten también con bases estricta- mente obreras y campesino-cooperativistas. La propaganda gubemamen- tal y de la derecha se autoengafia y engaila cuando presenta todo este mo- vimiento como una pura fachada del FMLN, como el frente de masas de la lucha revolucionaria. Con ello estén cometiendo el mismo error que cometieron con las organizaciones de masas de los setenta, las cuales, ciertamente, pararon en manos del FMLN, pero no comenzaron como tales, sino como movimientos y organizaciones de masas estrictos ¢ inde- pendientes, que procuraban sus propios intereses y que s6lo se diluyeron en el FMLN cuando la intransigencia gubernamental y la prisa revolu- cionaria las obligaron a ello. ‘Una cosa es que el FMLN se sirva de determinadas organizaciones 0 que éstas respalden eventualmente sus posiciones y otra muy distinta es que esas organizaciones sean cascarones vacfos tras los que sdlo se es- conden las fuerzas guerrilleras. La manipulacién es posible y la deso- rientacién también; incluso es posible la pérdida de la propia identidad, pero si ésta puede perderse es porque se tiene y esté dada, tanto por las necesidades objetivas como por la conciencia de la intolerabilidad de 1a misma y de la urgencia de la lucha. Asi como las organizaciones de la UNOC no son puros cascarones movidos por el gobierno ni por la emba- jada norteamericana a través de la Agencia Internacional de Desarrollo, del Instituto Americano del Sindicalismo Libre 0 de asesores especiales —aunque se dé todo ello—, tampoco las organizaciones de la UNTS son cascarones movidos por agentes y consignas del FMLN, aunque el mo- vimiento revolucionario procure apoyarse en las fuerzas que le parecen més afines. Pérrafo aparte merecen las Ilamadas oficialmente masas, entendidas como el conjunto de poblacién civil, que no usa armas ni echa mano de la violencia, pero que se supone simpatiza y colabora con el FMLN y vive en las zonas de persistencia guerrillera 0 en las zonas militarmente més conflictivas. En el pasado, la Fuerza Armada lanz6 contra esta po- blacién verdaderas masacres (Sumpul, Mozote, etc.), ¢jercité maniobras de tierra arrasada (Guazapa, Morazén, etc.) y la obligé a desplazamientos forzosos y, 0 a vivir como alimafa bajo tierra, Aunque no con la misma crueldad y destruccién que antes, todavia sigue 1a persecucién de esas personas indefensas por medio de bombardeos de toda indole y de ac- ciones militares, impidiéndoles vivir y trabajar en sus lugares de origen, obstaculizando casi de modo insuperable que puedan recibir las medi- 786 cinas, los alimentos y los insumos necesarios para sus pequefios cultivos, los cuales, ademés, suelen ser arrasados con frecuencia, so pretexto de (que sirven para alimentar a la guerrilla. Quedan otros grupos mas indiferenciados. Tal es el caso de la poten- cialmente fuerte y numerosa FESINCONSTRANS, hoy alineada muy estrechamente con el gobierno y con ciertas tendencias del partido De- mécrata Cristiano. Tal es el caso también de otros grupos mucho més conscientes como la Central de Trabajadores Salvadorefios que, no obs- tante su afiliacién a la Central Latinoamericana de Trabajadores, defien- de vigorosamente los derechos de los trabajadores aun en contra del go- bierno y toma posiciones criticas en el problema del didlogo. Lo mismo cabe decir de AGEPYM (Asociacién General de Empleados Publicos y Municipates), muy sensible a las necesidades de sus asociados y muy ‘consciente de la incapacidad de 1a actual estructura militarizada para re- solverlas. Organizaciones como la Central de Trabajadores Salvadorefios y AGEPYM son prueba de un espacio social de masas de maximo in- terés, por estar mucho més preocupadas y ligadas con la realidad y las exigencias de sus bases que con proyectos politicos supraestructurales, referidos directamente a la toma del poder o al mantenimiento del mis- mo, sin que esto implique olvido alguno de la relacién inseparable entre Io social y lo politico, aunque sin llegar a subordinar lo social a lo polt- tico. Se dan, asimismo, otras formas incipientes de organizacién popular, nacidas no desde arriba y con intencionalidad predominantemente po- litica, sino desde abajo y con intencionalidad predominantemente social. Tal es el caso, sobre todo, de las comunidades marginales sean o no de desplazados. Organizaciones como la Coordinadora de Comunidades Marginadas y otras similares se esfuerzan ante todo en dar respuesta a las necesidades de quienes la guerra, la falta de trabajo, el terremoto, etc., han hecho sus victimas. Esas necesidades se muestran ante todo por su cara inmediata: lugar donde establecer la champa, materiales para ésta, servicios minimos, alguna forma de trabajo de la cual obtener unos mini- mos recursos, defensa mutua de su lugar y de su seguridad. Pero esas ne- cesidades inmediatas las remiten fécilmente a las causas de las mismas, pero no hasta el punto de que la preocupacién por la remocin de las causas remotas —para cllas sumamente abstractas y lejanas— las hagan olvidar la lucha contra los efectos inmediatos, los cuales les imposibilitan la vida cotidiana. Este tipo de organizaciones, menospreciadas por mu- chos y atendidas sobre todo por instituciones eclesiales o humanitarias, no dejan de ser un problema grave para la cuestién de las masas, no s6lo 787 or sus necesidades objetivas, sino por sus potencialidades de accién y por su inmenso nimero, en la orilla misma de los centros urbanos. El que no sean masas insurreccionales y el que estén sujetas a influjos divisio- nistas y diversionistas no las invalida en modo alguno, antes son una prueba manifiesta de la complejidad del problema y de la riqueza de la solucién, Tales son, a grandes trazos, las caracteristicas de la divisin actual del movimiento de masas. Su sucinta enumeracién y descripcién, que aca- bamos de hacer, muestra, por lo pronto, dos cosas. Una, que se da de nuevo un poderoso movimiento de masas, tras la desertizacin a la cual fue sometido este campo en los afios anteriores; otra, que ese movimiento de masas, para que resulte de verdad operativo respecto de sus propios intereses, necesita una nueva estrategia, que aprenda del pasado lo que no se debe hacer y aprenda del presente 1o que es posible hacer. Todavia en este apartado vamos a detenemos en el primer punto, dejando para el ultimo apartado de este editorial, lo que se refiere al segundo. EI que se haya vuelto a dar tan pronto un poderoso movimiento de ‘masas, menos radicalizado y organizado que el de la fase anterior, es, sin duda, muy significativo, Parecerfa que después de sesenta mil asesinados, de un millén de desplazados y refugiados, en medio de una guerra civil, no podria revivirse tan pronto un movimiento de masas. No ha sido ast y es menester preguntarse por qué. La primera respuesta radical est4 en la situacién real en que se en- cuentran las mayorfas desposefdas del pafs, Ia mayor parte del pueblo salvadorefio. Esa situacién est4 integrada por dos vertientes: las necesi- dades objetivas que afectan a la subsistencia y pervivencia de grandes partes de la poblacién y la conciencia bastante desarrollada de que tal si- tuacién no es ni justa ni irremediable; fundamentalmente es ese apremio de las necesidades objetivas el que se ha reflejado en la conciencia, una vez que esta conciencia ha quedado no s6lo desbloqueada, sino despierta ¢ iluminada por toda una serie de modos informales de concientizacién. Hoy, otros paises, donde las necesidades objetivas no son menos lamen- tables —el caso, por ejemplo, de Honduras—, pero, donde ademAs no se ha dado de la misma forma el elemento dinamizante de la represi6n, ha faltado sobre todo la iluminacién de las conciencias con el fuego a la vez clarificador y encendido de la palabra viva; hay otros paises y sectores que se calientan la cabeza y los énimos con soflamas revolucionarias de distinta indole, pero a esas excitaciones no responde una realidad corres- pondiente, 788 En el caso de El Salvador, los dos elementos se dan en forma armo- niosamente combinada. Obviamente, éste no es el caso de todos los sal- vadorefios, ni siquiera de todos cuantos viven en pobreza critica 0 al borde de ella. Sin duda, hay muchos miles de ellos abrumados por el peso mismo de la realidad y de la historia, y eso los mantiene fatalistas 0 desconfiados, inactivos o escépticos. Las encuestas ofrecen todavia —y no sélo entre las masas potenciales— altos porcentajes de quienes no es- peran ninguna solucién o la esperan tan s6lo de Dios. Pero, a pesar de estos grandes niimeros, para quienes la tarea nica es salvarse dia a dia de la muerte y del hambre, hay otros muchos en quienes la conjuncién de sus necesidades y de su conciencia los impulsa a actuar y a organizarse. La segunda respuesta est4 en el trabajo de concientizacién y de poli- tizacién. En este terreno, hay una gran riqueza acumulada, debido a un largo trabajo hecho desde la base y hecho desde Ia altura. No todo ese trabajo, ni mucho menos, se debe a la agitacién marxista, aunque el pen- samiento dominante en El Salvador es que todo reclamo por la justicia social es marxismo ms 0 menos encubierto. La Iglesia, las universi- dades, vigorosos intelectuales como el caso tan olvidado de Masferrer, los partidos politicos de izquierda y aun los partidos meramente oposi- tores al gobierno de turno como fue el caso del partido Demécrata Cris- tiano durante mucho tiempo, la labor de los maestros, el propio movi- miento sindical y cooperativista... todos estos factores han ido produ- ciendo su resultado en las conciencias. Obviamente, segiin sea la con- cientizaci6n y politizacién asf seré la interpretacién de esas necesidades y la direcci6n tomada para resolverlas. La tercera respuesta est en la posibilidad de accién de masas que se ha visto forzada a dar el plan norteamericano-salvadorefio, diseflado para sacar adelante el llamado proceso de democratizacién. Las masas han demostrado una combatividad cierta, paulatinamente adquirida, en sus luchas reivindicativas y de protesta; otros grupos de masas han entrado decididamente por el camino de los reclamos y de las huelgas o paros. Todo esto, sin embargo, no es mAs que una cara de la moneda. La otra cara, manifestada incluso en forma ostentosa de pacifismo por los cuer- pos de seguridad, es que se ha hecho parte integral de la estrategia poli- tica total el ser méximamente permisivos ante los conflictos laborales y los desérdenes callejeros. Los gobiernos de Reagan y de Duarte necesitan hacer ver al mundo, y especialmente al pueblo y al congreso de Estados Unidos, que se est4 dando un avance notorio en los derechos humanos con plena libertad democrética de organizacién, de movilizacién y de 789 manifestaci6n. Hasta legar a las réfagas al aire que, en dos acciones es- pecialmente violentas, dispararon algunos miembros de los cuerpos de seguridad habjan transcurrido meses y decenas de manifestaciones, en las, cuales ni siquiera se hicieron presentes los cuerpos policiales antidis- turbios. Con esta préctica se pretende demostrar que la oposicién no ne- cesita acudir a las armas, porque cuenta con un espacio politico casi indefinidamente abierto. A pesar de que los lideres piblicos sindicales y cooperativistas son plenamente conocidos y se les atribuye pertenencia no probada al FMLN, no s6lo no se los hostiga, retiene o detiene, sino que se les permite toda suerte de manifestaciones en vivo a través de la radio y de la televisién, El gobierno piensa que es mayor el bien pro- agandistico que consigue dejando a los lideres y a las masas realizar ac- ciones combativas en las calles —otra cosa muy distinta sucede con las acciones que tienen que ver directamente con la marcha de la guerra— que el mal real de una cierta agitacién urbana, en la cual s6lo participan unos pocos centenares bien identificados, quienes pueden ser neutra- lizados con toda facilidad. Lo que unos estiman conquista propia valerosa, los otros estiman con- cesién propia titil para conseguir fines mayores. Puede quedar la duda de hasta cudndo se va a prolongar esta politica y cudl va a ser el grado de tolerancia frente a determinados tipos de acciones. De momento, el go- bierno prefiere seguir acciones legales y los sectores més duros de la Fuerza Armada no han logrado imponer su idea de que es menester dar signos de mano dura. Se est4 Ilegando tal vez a ciertos extremos en que puede saltar la chispa y romperse el equilibrio, 1o cual obligaria a con- vertir la protesta publica en acci6n clandestina y violencia urbana, Frente a éstas, la Fuerza Armada tomaria otra posicién, por cuanto interpretarfa ese modo de actuar como una forma explicita de guerra. Con ello, se ce- rraria otra vez el circulo y desapareceria cierto tipo de movimiento de ‘masas para convertirlo en guerrilla clandestina, 3. Hacia una nueva estrategia del movimiento de masas EI principo fundamental de una nueva estrategia de masas debe ser que éstas no sélo deben ser auténomas y deben constituir auténomamente sus propias organizaciones, sino que deben también decidir auténoma- mente cuales deben ser su estrategia y sus tActicas asf como sus alianzas. Contra este principio no deben valer ni los dogmatismos pseudocienti- ficos ni los utilitarismos subordinantes. No hay que esperar a que la masa se convierta en pueblo como se ha repetido desde diferentes magisterios 790 y con distintos supuestos. Es la masa misma, con los catalizadores que se ~ necesiten, 1a que debe determinar, a su ritmo y a su modo, lo que quiere ser y lo que quiere hacer. Sobre todo cuando la situacién de las masas es la que objetiva y subjetivamente se da en El Salvador, cuando se dan unas necesidades objetivas extremadamente apremiantes, se tiene sufi- ciente conciencia de lo intolerable de esta situacién y se tiene experiencia de qué caminos pueden ser titiles y cudles llevan a un precipicio, se debe confiar en las masas que se concientizan, se organizan, se movilizan y se alian, sin perder de vista su papel protagénico, que no necesita ser hege- xenon, Al-contrario, dar por aséntado~que_lo bueno para-el-pais y para las | masas es un determinado proyecto politico y econémico, sea éste el de | una revolucién que deba ser propulsada por una alianza obrero-campe- sina o sea el de un proceso democratico, en el cual, a través del juego de los partidos, se Hegard al bien general, y que, por Io tanto, los movimien- | tos de masas han de someterse a esos proyectos y han de subordinarse a | los conductores de los mismos, las organizaciones politico-militares 0 los | partidos, es confundir lo secundario con lo primario y es, en el fondo, | \ Anenospreciar la dignidad_y la tad efectiva de las masas. Suele re- currirse-a-la historia, cuando no a postulados m4s"O Tends Cientificos, | para desvirtuar la capacidad de las masas en la bisqueda y encuentro de | Jo que es mejor para ellas y, consecuentemente, de lo que es mejor para la mayoria de la nacién, Pero el recurso a la historia también est listo para probar los catrastréficos resultados que han dado, en distintos paf- ses, la confianza irrestricta en el sistema de partidos o la conduccién no equilibrada por parte de representaciones artificiales del proletariado 0 de Jas mayorias populares. ié Sus peligros y si las masas tienen peligro de pasividad, de ingenuidad, de inmediatismo, etc., quienes las pretenden sustituir en su Propia autodeterminacién tienen peligros de demagogia, de explotacién, de totalitarismo, Es posible que no baste el puro juego de masas para la conducci6n correcta del pafs, es incluso probable que las masas en cuanto tales y sus organizaciones no deban apetecer el poder politico, pero nadie mejor que ellas mismas ird sabiendo lo que les conviene hacer y nadie mejor que ellas sabré con quién aliarse y qué proyecto apoyar sin que estas decisiones se le impongan, sea por el brillo de las consignas, sea por el paso del dinero. Suele decirse que las masas conocen y sienten mejor que nadie sus intereses inmediatos, pero no sus intereses fundamentales. Tal afirmacién 791 es doblemente engafiosa por lo que toca al conocer y por lo que toca a los intereses o necesidades. Quien suponga que conocer es dar raz6n ca- bal y cientifica de algo, puede sostener esa afirmacién, pero esa afirma- cidn no tiene por qué imponerse como absoluto. Quien suponga que los intereses inmediatos no estén ligados con los fundamentales, de modo que éstos s6lo son posibles de alcanzar cuando aquéllos estén en vias de cumplirse, puede estar obligando torpemente a que las masas pierdan sus raices realistas para perderse en idealismos, bellos en s{ mismos, pero inalcanzables. Cuando las necesidades inmediatas se convierten en con- tinuas se constituyen en fundamentales y se abren, por s{ mismas, al 4m- bito de la fundamentalidad; no hay nada més fundamental que la sus- tentaci6n de la propia vida y la elevacién de la vida biolégica asegurada a formas més altas de existencia, Esto no obsta a que esta articulacién haya de ser elaborada lo més criticamente posible, porque ni siquiera las, masas tienen el don de Ja infalibilidad y del acierto permanente en las cuestiones que las afectan. Pero més importante que ese acompafiamiento te6rico, por su propia naturaleza sujeto a miltiples desviaciones idea- listas cuando no ideologizadas, es mantener despiertas a las masas y en- trenarlas en modelos de discernimiento, que permitan avances seguros Por més que no sean excesivos 0 demasiado répidos. Esto no significa que las masas sean todo, de modo que las no-masas y su quehacer quede nulificado. Significa tan slo que tienen su entidad Propia, que esa entidad debe velar por su autonomfa y que esa entidad tiene un enorme peso y fuerza a la hora de balancear los Procesos. Preci- samente por ello, queda abierto el problema de las articulaciones y de las alianzas no s6lo en el mismo plano de lo social, sino también en el plano supraestructural de lo politico, Las masas se articulardn con quienes ellas quieran y apoyarén los procesos y las fuerzas politicas que les parezcan mAs convenientes para defender sus intereses permanentes, expresados como tales por si mismas y no por otros; se opondran, asimismo, a quie- nes contradigan esos imtereses, y con ellos, a los intereses generales. Pocos sectores sociales podrén representar de mejor manera los intereses generales que las masas populares, en cuanto éstas son mayorfa y en cuanto reflejan con gran realismo los males estructurales de una sociedad y las posibilidades efectivas de arreglo. ;__ De todo ello se desprende que las masas no deben ser apéndice de na- /die ni en su organizacién ni en su actividad. Hay que distinguir aqui en- tre las masas organizadas y las no organizadas. Las no organizadas, mientras no lo estén (en movimientos populares, en comunidades, en sin- 792 dicatos, en cooperativas, etc.), pueden quedar reducidas a instrumento de \ otro tipo de organizaciones (partidos, organizaciones politico-militares, iglesias, etc.), de las cuales representardn, de un modo 0 de otro —cier- tamente con muy distinto peso y significado segiin los casos—, su frente de masas. Pero las masas organizadas, en cuanto organizacin de masas, no deben subordinarse, puesto que en esta subordinacién no sélo queda disminuida y desvirtuada su propia realidad, sino que ello empobrece y desequilibra enormemente el proceso histérico. Querer usar las organiza~ ciones de masas, por ejemplo, para ganar unas elecciones, como fue el \. caso de la Unién Popular Democrética en 1984 0 para apoyar a un go- ) bierno determinado como fue inicialmente el caso de la Unién Nacional Obrero Campesina, o, al contrario, quererlas usar para desestabilizar un) gobiemo, para extender la guerra a la ciudad o para engrosar las filas | guerrilleras, es un abuso de las mismas y lleva a su destruccién 0, al me- } nos, a su desvirtuacién. Las organizaciones de masas pueden servir para eso y para otras” cosas, si asf es su voluntad, no tanto la de sus dirigencias y cuadros como Ja de sus bases. Pero no son primariamente organizaciones-para eso, ni su realidad y actividad deben limitarse ni subordinarse a eso. No tienen raz6n quienes interesadamente tildan de politicas determinadas acciones sindicales 0 gremiales, como si las organizaciones de masas no tuvieran derecho a incidir sobre los procesos politicos. Aunque no debe confun- dirse un proceso social con un proceso politico, no hay duda de que am- bos procesos estén unidos y aun tienen zonas superpuestas, Los movi- mientos de masas, por ejemplo, pueden estar reclamando que termine la guerra a través de la negociacién —punto fundamentalmente politico— Porque, si no se terminara asf con la guerra, sus intereses sociales no pue- den ser satisfechos; los movimientos de masas pueden exigir que cese la injerencia norteamericana en los asuntos del pais —punto de nuevo for- malmente politico— y eso no sélo en su condicién de ciudadanos, sino como movimiento de masas, pues esa injerencia no permite que se hagan realidad los intereses fundamentales de las masas. Pero el preocuparse y luchar en esta linea de lo politico no puede hacer olvidar que su cometido principal est4 en robustecer su estructura social y su naturaleza propia ara ser lo que son y para realizar lo que deben. Insistamos en este punto desde otra perspectiva. Los sucesos pasados en los diez: sitios afios muestran, como lo indicamos brevemente en pa- rrafos anteriores, que muchas organizaciones de masas fueron devoradas por la vordgine politica y politizante de otro tipo de organizaciones, que- 793 dando asi no s6lo desvirtuadas, sino desaparecidas del todo. La raiz de ello no esté en que quisieron ser més de lo que eran sino, en que, al bus- car ser més, dejaron de ser lo que eran. Una universidad para ser buena universidad debe ser més que una universidad, un sindicato para ser un buen sindicato debe ser més que un sindicato, un gremio de maestros ara ser un buen gremio de maestros debe ser més que un gremio de maestro. Los ejemplos pueden multiplicarse. Esta necesidad de ser mas estriba, tltimamente, en que todo grupo es més de lo que es y s6lo puede ser lo que es en relacién con otros y en relacién con el todo. Pero si fa fuerza exteriorizante y relacionante descoyunta el nucleo originario, lo que debia ser polo auténomo se convierte en satélite, de modo que la sal pierde su propio sabor y, entonces, no sirve para nada, Cuando uri” universidad deja de ser universidad, un sindicato deja de ser sindicato y un gremio de maestros deja de ser un gremio de maestros, traicionan, por un lado, su propia realidad y empobrecen después su contribucién espe- cifica al proceso. Lo que es un texto se convierte en un pretexto y los pretextos son cascarones falsificados y falsificantes. La conclusién es obvia: las organizaciones de masas deben ser ante todo lo que son, deben considerarse a si mismas como tales, deben actuar desde su propia especificidad y no deben someterse a tensiones que las invaliden, Creer que la generalizaci6n abstracta de ser oprimido y repri- mido opera més efectivamente que las concreciones reales en que se ma- nifiesta esa opresién y represién, implica la negacién de un materialismo correctamente entendido. Cuando lo abstracto es ideal pierde su conexién con lo concreto material, 1o universal con lo local, todos los gatos pare- ‘cen negros, pero no es porque lo sean, sino porque es de noche. En defi- nitiva, lo socio-econémico-cultural tiene mayor realidad y vigencia que lo politico y aunque se da una clara determinacién ¢ interaccién entre las distintas esferas, no s6lo son esferas distintas sino que, desde el punto de vista de los valores, unas son més importantes que otras. Por eso, no tiene sentido plantear que es menester morir a la dimen- si6n social de las masas para resucitar en la dimensién politica de los partidos 0 de las organizaciones politico-militares. Aunque coyuntural- mente y por breve espacio pudiera justificarse un poner entre paréntesis los intereses inmediatos, que las cupulas suelen tener mds 0 menos satis- fechos, y un arriesgarse més personal que institucionalmente, aunque también esto, para conseguir unos resultados notorios en el cambio de los marcos estructurales, carece de justificacién, si se prolonga indefinida- mente, si no tiene éxito previsible y si lleva consigo el debilitamiento 794 —\ crénico o la desaparicién de las organizaciones sociales de masas. Las determinaciones en contrario de minorias elitistas, no importa cudnta sea su capacidad, su valor y su sacrificio, o de postulados pseudocientificos deben someterse a la dura verificacién de la realidad. Consignas como las de vencer 0 morir que implican la subordinacién de todo a un triunfo revolucionario, pueden ser muy heroicas, pero no son siempre muy ver- daderas desde la perspectiva real de la satisfaccién basica de las nece- sidades de las mayorias populares en determinados contextos hist6ricos. Esto no significa que se debe dejar de luchar. Pero quienes entienden de guerra popular prolongada —y se elige ese punto de referencia por lo que tiene de compromiso comprobado con las mayorfas populares sin hacer por ello distingos entre las distintas organizaciones politico-mili tares— debieran entender también lo que es la lucha social popular pro- Jongada. Si tal vez para ellos ha llegado la hora de ir convirtiendo la gue- ra popular prolongada en politica popular prolongada, parece también Hegada la hora de que las masas inicien su lucha social prolongada, que partiendo de sus intereses y necesidades, no por inmediatas menos pro- fundas y fundamentales, busquen el modo de resolverlas mejor y mas permanentemente y desde ese modo busquen cémo incidir también en el curso general de los acontecimientos politicos. Desde este punto de vista ha de sostenerse que los procesos actuales de radicalizacién y aceleraci6n, por un lado, y de cooptacién y reblande- cimiento, por el otro, no son los més convenientes para el movimiento de masas en el perfodo en que nos encontramos. Ni estamos en un momento de crisis, en el cual el empuje de todas las fuerzas progresistas pueda dar paso a una situacién sustancial nueva —supuesto del movimiento revolu- cionario—, ni el proceso democritico tiene valores suficientes para que ningtin tipo de organizacién de masas renuncie a su lucha para conso- lidarlo. No hay a la vista ninguna posibilidad de triunfo revolucionario ni hay tampoco posibilidad de que el proceso democritico, dejado a su pro- pio impulso, vaya a traer al pafs la paz y la justicia que son tan necesa- ris y urgentes. La radicalizacién y la aceleracién, reflejada estos meses en las calles de San Salvador, pueden ayudar a extender y complejizar el conflicto, pero no Io van a resolver y estén poniendo en peligro no sélo la especi- ficidad del movimiento de masas, sino incluso la existencia tan indispen- sable de un movimiento de masas, si se quiere de talante revolucionario. No se trata de que la Unién Nacional de Trabajadores Salvadorefios se haya convertido en fachada del FMLN y en mera ejecutora de directrices 795 que provienen de la comandancia general. La Unién Nacional de Traba- Jadores Salvadorefios, si es fiel a sus bases, representa también una fuer- a social aut6noma, de la cual su dirigencia no debe separarse. Algunas hhuelgas han sido seguidas casi masivamente por los sindicatos que las han propuesto, aunque la presencia de las bases en tipos de manifestacién més radicales y combativos ha sido minoritaria. Aqui hay una dualidad y en esta dualidad no deben sacrificarse las bases y sus necesidades sociales a las ciipulas y sus pretensiones polf- ticas, sino al revés, Porque la fuerza social de la Unién Nacional de Tra- bajadores Salvadorefios y de cualquier otra organizacién de masas no est en la combatividad, sino en la consistencia de la misma y en la razo- nabilidad —acomodacién de los medios a los fines prudentemente deter- minados en cada coyuntura— de sus acciones. La aceleracién est4 en ugna con la acumulacién y la radicalizacién esté en pugna con la con- fiabilidad. La acumulacién de fuerzas, la consolidacién de las mismas 7 Ja efectividad, por lo pronto social, deben ser los objetivos aun de aque- las organizaciones y movimientos de masas, que ven la necesidad de cambios estructurales en el pais. El talante y el valor revolucionario no deben medirse ni por la militarizacién en la montafia ni por la com- batividad en las calles. Todo lo respetable que puedan ser esas formas de lucha, no tienen por qué presentarse como ideales. Llevan consigo una carga de militarismo y de violencia, que ocasionalmente pueden ser nece- sarios, pero que real ¢ idealmente no dejan de ser males, que han de ser superados cuanto antes. Pensar que Mons. Romero, los sacerdotes ase- sinados, los dirigentes masacrados del Frente Democrético Revoluciona- rio y tantos otros héroes andnimos no estin entre quienes més han con- tribuido a cambiar sustancialmente la situacién del pais, es pensar equi- vocadamente no s6lo desde el punto de vista de los valores, sino también desde el punto de vista de la eficacia, En el otro extremo esti el peligro de la corrupcién y del servilismo, sea a las patronales, sea al gobiemo. En este caso es todavia més grave el problema. Pueden darse grandes cascarones y aun grandes concentracio- nes sin que esto redunde para nada en favor de las mayorfas populares y del cambio que es conveniente para esas mayorias, ms allé de la satis- faccién de sus necesidades més urgentes. Las organizaciones de masas que se alinean en este extremo son engafiadas de nuevo por razones poli- ticas: lo importante es derrotar al comunismo internacional, y establecer en el pais una democracia formal burguesa. Las organizaciones de masas no son para eso y dedicadas a ello no s6lo pierden su especificidad, sin 796 que traicionan a las mayorias populares. Nadie est4 obligado a ser mar- xista-leninista para defender la causa de las mayorfas populares, pero es tuna opcién y ha de aceptarse que mucho de lo conseguido por la clase ‘obrera en el mundo occidental se ha debido a presi6n directa o indirecta de corrientes y movimientos marxistas. Puede lucharse por la justicia desde otras perspectivas y con otros modelos sociales y politicos, sea por que se estimen mejores sea porque se los considere coyunturalmente efectivos. Pero tampoco aquf lo impor- tante es apoyar formas determinadas de hacer politica, sino constituirse en una fuerza efectiva para llevar a la préctica los intereses populares. ‘También aqu{ hay una dualidad, porque las bases tienen unas necesidades bien precisas y no van a poder ser engafiadas a la larga por unas direc- tivas, que pretextan servir, pero que en realidad buscan ser servidas. La presiOn de las bases, que como tales tienen las mismas necesidades y aspiraciones de Gtras organizaciones més radicales, debe operar no s6lo cn Ia Iinea de la acumulaci6n, sino también en la Iinea de la transfor- maci6n y de la efectividad profunda. Las necesidades objetivas que afec- tan a la mayor parte de la poblacién en cuanto a alimento, salud, edu- cacién, vivienda, trabajo, etc., son de tal magnitud y la urgencia de una soluci6n negociada al conflicto es tanta que cualquier organizacién de masas, por muy moderados que sean sus principios y muy grandes sus cautelas y desconfianzas, tiene mucho que hacer para exigir cambios pro- fandos ¢ inmediatos. Pero las organizaciones de masas ya existentes no agotan las posi- bilidades. No sélo cada una de ellas puede ampliar mucho sus bases y consolidar su accién, sino que hay espacio para el surgimiento de otras. El mundo de los desplazados y marginados apenas ha entrado todavia en 1 proceso de organizacién, no obstante representa un porcentaje impor- tante de poblacién; algunas de las organizaciones ya nombradas u otras incipientes atienden algo a este gran mimero de la poblacién. También programas gubernamentales o municipales tratan de servirse de esta po- blacién, sea en la linea de la contrainsurgencia (Comité Nacional de Res- tauracién de Areas, etc.) 0 en linea electoral. Y, sin embargo, queda toda~ via mucha poblacién extremadamente pobre, que no vive en los centros urbanos y a la cual apenas llega forma alguna de organizacién. Consideracién especial merecen las masas que viven en las zonas de conflicto. También estas masas deben ser respetadas en el modo que han elegido para vivir y actuar y se les debe dar un trato juridico especial por cuanto, de hecho, viven en una situacién limite, presionada por ambas 797 partes en conflicto y obligadas a sobrevivir en condiciones de excepcién, El conjunto de la poblaci6n que vive en esas zonas, simpatice con el FM- LN y su proyecto 0 con el gobierno y sus planes, deberia ser respetado escrupulosamente por ambas partes en conflicto, no s6lo con el cese de toda forma de violencia en su contra, sino con el respeto positivo de su voluntad politica, atendiendo al principio de que no puede imponerse. todo el peso de la ley alli donde la ley no tiene peso, por cuanto el poder std, de hecho, compartido. Por otra parte, obligar a esas masas a ser ins- trumento del ejército o de la guerilla es irrespetarlas y ponerlas en peli- ‘70s inminentes y graves. Cualquier individuo esté en el derecho de ele- gir sus simpatias politicas lo mismo que los grupos libremente constitui- dos. Pero, si se cree en un verdadero trabajo de masas, debe respetarse a quienes directamente miran por el desarrollo social de las mismas, aun- que esto traiga dificultades militares o politicas a las partes en conflicto. Los derechos humanos estén por encima de los derechos revolucionarios © los derechos democréticos. En definitiva, la cuestién de las masas es no sélo, en la actual coyun- tura, sino en la estructuracién misma del pais, una cuestién de enorme importancia. Segin se la enfoque puede llevar a una nueva catéstrofe para ellas mismas y para el pais como ocurrié en el periodo 1980-1982 0 puede llevar al fortalecimiento de una solucién popular al conflicto total cen que se debate hoy El Salvador, El recuerdo vigilante de lo ocurrido, la visién licida de lo que esté pasando, la generosidad en poner por delante los intereses sociales sobre los politicos, la prudencia en las acciones, po- drfan ayudar mucho en este momento en que, por diversas razones estra- tégicas y no puramente técticas, se esté abriendo un espacio bastante se- guro para una accién de masas creativa. 798 que permitirén resolver el “principio” del conflicto? 5.1. La constitucién de una tercera fuerza social ‘Cuando se habla de una tercera fuerza social hay el peligro de malen- tenderla como si se tratara de una fuerza democritica que estuviera entre el extremismo de la derecha y el extremismo de la izquierda y que aspi- Fara a constituirse en un poder politico que disputara la direccién del Es- tado a los otros dos poderes. No es esto lo que aqut se esté proponiendo. Lo propuesto aquf parte de dos hechos fundamentales: no hay mas que dos poderes politicos, el norteamericano-gubernamental (sea cual fuere la composicién gubernamental, hoy demécrata cristiana, maflana arenera, etc.) y el FMLN-FDR, y hay una gran parte de la poblacién, que sin pre- tender el poder politico y sin tener capacidad para lograrlo, tiene o puede tener una gran fuerza més social que politica, la cual, de momento, no es- {4 siendo utilizada para ayudar a resolver el conflicto. La propuesta es que el pueblo recupere su protagonismo activo sin so- meter su fuerza y su posible organizacin a ninguna de las dos partes en conflicto, mirando fundamentalmente por sf y sus intereses, sin delegar- os, al menos en un primer momento, en ninguno de los poderes que se disputan al mando del Estado. La hip6tesis que aqui se avanza es que si esta tercera fuerza social se dinamiza puede conducir no sélo a la solu- ci6n del conflicto, sino también a delinear los puntos fundamentales de un proyecto social al cual los politicos debieran someterse. Ambas partes en conflicto dicen actuar en favor del pucblo y asumen su representacién, pero por lo mismo es importantisimo que el pueblo convertido en fuerza social recobre su aytonomfa y su protagonismo para convertirse en sujeto activo de la solucién. Evidentemente, no se trata de lun pueblo indiferenciado, sino organizado en diversas estructuras, como cen seguida ejemplificaremos. Hay una diferencia sustancial entre las fuerzas que buscan el poder del Estado —partidos 0 sus equivalentes— y las que no Jo buscan, pero que, sin embargo, ocupan dindmicamente un lugar determinado en la estructura social. No se excluye la necesidad de fuerzas y partidos poltticos que se disputan el poder y que llevan o deben evar cierta representacién popular, mostrada a través de elecciones 0 de otros mecanismos. Pero quienes llevan el peso de Ia vida social no son ellos. Estas fuerzas sociales no s6lo son fundamentales en s{ mismas para la marcha del pais —en si mismas constituyen la infraestructura social pro- ductiva, ademds de la forma fundamental de organizacién—, sino que, 1127 respecto de ella, todo el aparato politico tiene cardcter de supraestructu- ral. Si esto es asf, se trata de que esa tercera fuerza social haga valer su poder social de modo que incida sobre el poder politico, de modo que ella determine, en ultima instancia, a éste y no sea éste el que la dete ne a ella, en altima instancia. Lo politico y lo social son dos esferas de poder que, en su especificidad, tienen mutuas relaciones y determinacio- nes. En El Salvador la predominancia la tiene, en un grado excesivo, lo politico (incluido todo el aparato estatal, militar, de los partidos politicos y de las relaciones internacionales, ctc.). Con lo cual no es el pueblo, co- mo fuerza social, el sujeto real de su propio destino politico, sino que lo son sus presuntos representantes, quicnes miran mds por los intereses propios, derivados de estar 0 no estar en el poder, que por los intereses reales de la poblacién. Y, sin embargo, en El Salvador se dan poderosas fuerzas sociales, las cuales atin no han cobrado el papel que les corresponde en cl conflicto actual, aunque cada vez lo estén tomando més. Sin énimo de ser exhaus- tivos pueden sefialarse, ante todo, los sindicatos y sus equivalentes, tanto cn la ciudad como en el campo, que saben perfectamente cudles son sus intereses y que, unificados, pueden tener una fuerza muy grande, aplica- ble no sélo a sus reivindicaciones econémicas como a aquellas reivin- dicaciones politicas, de las que tanto depende la soluci6n a sus problemas de toda indole; precisamente, porque su fuerza es tan grande, tanto el go- bierno como el FMLN-FDR se disputan su fidelidad, no siempre res- petando lo que esta fuerza social debe tener de aut6noma y especifica, También Ia Iglesia debe situarse en este plano, pues en nuestro contexto tiene, por varias razones hist6ricas hoy todavia vigentes, una fuerza in- discutible, lo cual no es ni debe ser politica en la linea del poder del Es- tado, pero que puede ser social y esto a través de su propia gspecificidad religiosa, que impulsa a la liberacién integral de las personas y de los grupos, especialmente de los mds pobres, asf como a su maxima dignifi- cacién. El sector educativo y junto a él con cierta autonomia el sector in- telectual y especialmente el sector universitario —profesores y alum- nos— representan por su nimero, su preparacién y su capacidad concien- tizadora y movilizadora una fuerza social especifica, que en la reciente historia de El Salvador ha mostrado su eficacia, aunque no siempre su in- dependencia. El sector profesional es otra tipica fuerza social, capacitada para contribuir con su presiGn social a defender sus intereses sin perder de vista un marco general favorable a los intereses nacionales. El secior 1128 de la pequefta y mediana empresa, fundamental para el desarrollo del ais, no acaba de consolidarse frente a la prepotencia de la gran empresa, ero por su propia naturaleza y por su propia supervivencia, tendrfa que ‘mostrarse més activo ¢ interesado en los grandes problemas nacionales. Asimismo, el sector popular no organizado politicamente tiene distin- tas posibilidades para hacerse sentir en el ordenamiento del proceso na- cional. Todo este conjunto de fuerzas sociales, que potencialmente cons- tituye un gran poder, esta Mamado a revitalizarse y a conjuntarse para constituir una poderosisima tercera fuerza social, Ia cual sin pretender el poder politico, influya decisivamente en lo que los poderes politicos ha- gan y, en nuestra situacién concreta, en Io que hagan el poder guberna- menial y el de los partidos, por un lado, y el FMLN-FDR, por el otro, EI objetivo fundamental de esta tercera fuerza social debe ser la superaci6n del conflicto actual. El objetivo no puede ser tomar ella mis- ma el poder politico para lo cual no est capacitada ni tampoco el que una w otra de las partes en conflicto Hegue al poder, sino la superacién del conflicto, La “superaci6n” dialéctica del conflicto implica, tras el er frentamiento de ambas partes con la consiguiente negacién de las mis- mas, propia de toda confrontacién dialéctica, la conquisia de una nueva solucién superadora, que sintetice lo razonabie de cada una de las partes en oposicién en algo que no es simplemente un término medio 0 un con- Junto de coincidencias, sino en algo realmente nuevo que, de otra forma y en otra unidad estructural, recoja lo que de positivo hay en los proyec- tos contrarios. Aun cuando se dé la victoria de un lado sobre el otro, ine- vitablemente, el lado triunfador recogerd elementos importantes del ven- cido. Pero esto es mucho mas necesario al no darse ese triunfo, porque la misma prolongacién del conflicto demuestra no s6lo que hay fuerza so- cial en ambos, bien que en distinto grado y més 0 menos desvirtuadas. Estas fuerzas y estas razones deben ser asumidas en la solucién supera- dora, so pena de que la resultante“del conflicto no sca satisfactoria y no sea su verdadera solucién, La estrategia fundametal de esta tercera fuerza social implicaria, ante todo, su consolidacién como tal. Esto implica a su vez dos lineas de ac- cién: que cada una se robustezca en su propia especificidad, buscando al mismo tiempo relacionarse con las dems hasta formar una especie de uunidad nacional, y que mantengan una clara independencia respecto de las dos fuerzas en conflicto, de modo que no caigan en forma alguna de subordinacién. Asi consolidada, estar en condiciones para presionar a ambas partes en conflicto no solo para que le pongan fin, sino para que 1129 confluyan hacia un proyecto politico superador de los proyectos y de las estrategias que cada una de las partes en conflicto tuvo originalmente, Los modos de presién pueden ser miiltiples y no necesariamente violen- tos. Pueden comenzar simplemente haciéndose presentes, pueden seguir intentando convencer a las partes en Io poco y en lo mucho con la pre- sentacién de puntos sustanciales minimos, pueden proseguir con movili- zaciones masivas para indicar c6mo las partes 0 alguna de cllas ests al margen de los intereses mayoritarios, pueden continuar con huclgas sectoriales y generales, pueden, finalmente, Hegar hasta la desobediencia civil... Hay muchas formas de hacer eficaz a propia fuerza. Esta tercera fuerza social puede desempefiar tanto mejor su condicién de mediadora —en el sentido de mediacién hacia la superacién— cuanto que no es ajena a los planteamientos del partido en el poder ni a los del FMLN-FDR. El partido en el poder, por su ideologia demécrata cristiana, sostiene la primacia de lo social sobre lo estatal y la necesidad de cuer- os intermedios entre el papel del Estado y Ia iniciativa de los individuos. El FMLN-FDR se abre cada vez més a grupos reformistas que pretenden sacar al pafs de la situacién en que se encuentra. Ambas partes en con- flicto, por la cuenta que les trae, necesitan no enajenarse esta poderosa tercera fuerza social, sin la cual no se puede gobernar m4s que dictato- rialmente, Esta tercera fuerza social puede coincidir en unos cuantos puntos sustanciales, muchos de los cuales ya los ha expresado a través de algu- nos de sus obvios componentes: (a) la causa fundamental del conflicto salvadorefio es la injusticia estructural y s6lo con su superacién sc logra- 14 su solucién definitiva; (b) la intervencién de las superpotencias en el conflicto salvadorefio no hace sino agravarlo, por lo tanto, es/necesario que cese todo tipo de ayuda militar extranjera a las partes en conflicto: © el modo adecuado para intentar poner fin al conflicto es el didlogo y la negociacién sin condiciones previas y con la mediacién de fuerzas y personalidades, tales como la Iglesia, que deban ser razonablemente aceptadas por ambas partes: (d) en lo econémico debe buscarse una solu- cidn a fondo que, mediante las reformas estructurales, rompa el esquema de explotacién y opresiGn con la consiguiente superacién de una lucha de ‘clases violenta; esto no implica la anulacién de la empresa privada, sino tan s6lo poner coto a sus abusos tradicionales; (e) en lo politico se bus- can formas efectivas para satisfacer los intereses y las demandas de las mayorfas populares, de modo que se garantice la apertura democratica y el maximo respeto posible de los derechos humanos, sin descuidar la posibilidad del pluralismo politico; (Q) en lo social se pretende dar toda 1130 prioridad a las exigencias responsables de todas y cada una de las distin- tas organizaciones sociales quc la sociedad se da a sf misma en razén de las necesidades y de las condiciones objetivas; (g) en las relaciones in- ternacionales se propone Ia recuperacién de la soberania nacional, espe- ccialmente en relaciGn con la injerencia de Estados Unidos. Nada de esto supone un programa politico que pudiera verse como una tercera via alternativa entre el proyecto norteamericano-gubernamen- tal y el proyecto del FMLN-FDR. No se trata de una tercera via, sino de tuna tercera fuerza, esto es, de una fuerza que todavia no ha comenzado a ejercer su derecho ni su eficacia en el conflicto que las otras dos man- tienen y cuyos efectos padece. Como tercera fuerza, su caracteristica Principal no est en ofrecer soluciones intermedias, como si fueran un centro entre dos extremos, sino en mantener una absoluta independencia de las otras dos, porque Io que busca directamente no es el triunfo de ninguna de ellas, sino lo mejor para el pais. 5.2.1. Las lineas de presién a larga distan: Sin pretender ser exhaustivos, pueden seflalarse algunas tareas indi pensables para la solucién del conflicto, pero también para la creacién de tun nuevo proyecto politico. Ante todo, nuestro conflicto debe sacarse, 1o més pronto y profunda- mente posible, del marco de confrontacién ¢ste-oeste. Lo que es la terce- ra fuerza entre las dos partes en conflicto puede establecerse, con sus de- bidas correcciones, como patrén para Ias/relaciones con los dos bloques en conflicto. El Salvador no est4 para disputar con nadie el poder mun- dial, pero tampoco est para quedar subordinado a las exigencias de nin- guna superpotencia, A lo més, debe contribuir modestamente a superar el Conflicto este-oeste sin intervenir en él y sin reforzar a ninguna de las artes en el conflicto de intereses internacionales. Esto no es fécil, Porque las superpotencias no respetan las soberanfas nacionales y porque todo lo enfocan desde sus propios intereses y desde su propia seguridad y no desde 10 que necesita Ia mayor parte de la humanidad, victima po comisién o por omisién de aquéllas. El alineamiento, en consecuencia, del FMLN-FDR con los intereses del bloque soviético y el del gobierno con los intereses de Estados Unidos, seria un tremendo error histérico, el cual para nada favorece nuestros verdaderos intereses, ni a corta ni a larga distancia. Dadas las circunstancias actuales, este no alineamiento implica un gran esfuerzo para impedir que la solucién de nuestro conflicto quede 1131 tradicci6n con la adhesién a unidades més amplias, pero no debe partirse de las unidades mas amplias, sino al revés, de aquellas unidades que tic- rnen en si mismas mayor consistencia. Y este es el caso de Centroamé- rica, aun en el momento actual, donde fuerzas extraflas quieren separar a Nicaragua del resto de los paises, a menos que se pliegue al dictado de la politica norteamericana. Las posiciones de Contadora, de Guatemala y de Costa Rica tltimamente son mucho més satisfactorias. Demuestran que hay una comprensién muy distinta de lo que es la seguridad, de lo que es la democracia y de lo que es el pluralismo. 4. La dinamizacién del proceso a través de la “tercera fuerza” La constitucidn de una “tercera fuerza”, que respetase la especificidad y el pluralismo de los sectores que la integran, puede constituirse en un elemento importante, tanto para defender los intereses justos de las ma- yorfas populares como para propiciar una solucién politica al conflicto y a las causas del mismo. La “torcera fuerza” no es una nueva organizacién politica que se site centre las dos partes en conflicto ni es la propuesta de una tercera via que propugne un orden econémico y politico intermedio entre el capitalismo y el marxismo, sino que es un intento de organizacin formalmente social y no formalmente politica, que ocupe su fuerza social tanto para defender ‘sus propios intereses como los intereses generales del pa(s, sin pretender cn ningtin momento la conquista del poder politico, del poder del Estado en cualesquiera de sus Grganos, Tiene que ver con lo que la doctrina-so-— cial de la Iglesia ha venido reclamando de que entre los poderes politicos del Estado y la disgregacién de los individuos se intercalen organiza- ciones sociales, que puedan defender mejor los intereses de los indi- viduos frente a los intereses de quienes buscan ante todo el poder politico estatal. Ciertamente, esta fuerza social tendra peso politico, puede tener un gran influjo, pero no por eso es politica, porque su interés no es el po- der del Estado, sino el bien de 1a sociedad. No es, sin embargo, éste el ‘momento de teorizar sobre la “tercera fuerza”, sino de describirla concre- tamente tal como puede darse en El Salvador. En El Salvador hay, por un lado, un conjunto contrapuesto de fuerzas Politicas. Tales son los partidos politicos, estén 0 no estén en el poder es- tatal; tal es el Estado mismo con sus distintos Srganos, no obstante su in- dependencia o su interdependencia, y tal es el FMLN-FDR. Entre ellos evan la batalla del poder politico, el intento de la toma del poder estatal, aunque digan querer este poder estatal para beneficiar a toda la sociedad. 1162 La “tercera fuerza” no busca la mediaciGn del poder estatal para mirar Por sus intereses y para mirar por los intereses generales, sino que preten- de poner en juego su fuerza social de muy distintas formas para velar por ellos. En El Salvador hay distintos elementos segregados de esta posible “wercera fuerza”, aunque todavia no se han constituido como una “tercera fuerza”. Ante todo, esti la fuerza laboral, aunque esté a veces subordina- da a fuerzas politicas y aun a intereses extranjeros. Normalmente, se aglutina en forma de sindicatos, cooperativas, uniones, confederaciones, etc, En este momento, esta fuerza se ha aglutinado en dos grandes frentes la Unidad Nacional de Trabajadores Salvadorefios (UNTS) y la Unién Nacional de Obreros y Campesinos (UNOC). Esta fuerza laboral, por su. ivisiGn y su eventual sumisin a otros poderes, no influye como debicra, ni en Ia defensa de sus propios intereses ni en la propiciaci6n de un orden social y politico que objetivamente favoreciese los intereses politicos de las mayorfas populares. No obstante, representa un poder actual y sobre todo tiene un potencial de gran alcance, si fuera capaz de organizarse y aliarse de tal forma que prevaleciera el bien de la clase trabajadora sobre ‘cualquier otra pretensién. Esta fuerza ya ha logrado, de una u otra forma, ventajas coyunturales y aun reformas estructurales. Pero podria hacer mucho més. La UNTS y la UNOC reclaman en conjunto contar con el apoyo de cientos de miles de trabajadores de la ciudad y del campo. En segundo lugar, estan aquellos sectores de 1a poblacién que consti- tuyen, en sf mismos, la parte mds numerosa de las mayorias populares. Seria una simpleza querer descalificarlos como lumpen. Entre ellos pue~ den nombrarse el gran ejército de los sin trabajo regular, de los desem- pleados, que constituyen facilmente més del 50 por ciento de la PEA (po- blacién econémicamente activa); esté el gran nimero de los desplazados, tengan trabajo 0 no, que como grupo es bien especifico y cuyo niimero no anda por debajo de los 700,000; est el grupo de los marginados, de Jos poblados de tugurios, cuya situacién ya se habia determinado con an- terioridad al problema de la guerra y de los desplazados. Todos ellos no son gentes disgregadas. Tienen problemas ¢ intereses comunes y, en par- te al menos, no son ajenos a organizarse. ‘Queda otro conjunto de fuerzas que por distintas razones contribuye de manera importante al trabajo social y que podrfa ser un factor dind- mico no s6lo de! desarrollo social, sino mas especificamente de la solu- cién del conflicto. Esta, en primer lugar, el conjunto de iglesias, sobre todo la catélica, que tiene en sus manos todo el potencial de la fe y de la 1163 rc 7 religiosidad, sobre todo popular; potencial que, por diversas razones, esté muy Iejos de prestar todo el servicio que pudiera a la superacion del con- flicto. Esté también el sector universitario y, mas ampliamente, el sector educativo, de tanta tradicién social y aun politica en El Salvador, que a veces ha podido quedar un tanto descalificado por su activismo més po- Iitico que social, pero que no obstante sigue teniendo un gran potencial. Est asimismo el sector de a iniciativa privada, no aglutinado en la Aso- ciacién Nacional de 1a Empresa Privada (ANEP) y en las gremiales afi zhes, cuya contribucién al desarrollo del pais no se corresponde con el poco poder social que ejerce tanto en la débil defensa de sus intereses co- ‘mo en la propiciacién de un orden mas justo; todo lo contrario de 1o que ocurre con las grandes patronales que han tenido y siguen teniendo un peso en la configuraci6n social y politica del pats que no les corresponde democraticamente. Est4, finalmente, el conjunto de sectores profesio- nales, el cual, por su ntimero y su formaci6n, podria constituir uno de los pilares fundamentales del progreso social. Aunque es muy distinta la na- turaleza de los distintos gremios de profesionales y la estructura politica de sus colegios, no hay duda de que en este sector hay un potencial gran- de. Podria pensarse en otros scctores, pero los indicados muestran cuales Podrian entrar y cuales no en la constituci6n de esta “tercera fuerza” so- cial, ms determinada por las tareas y metas que son imprescindibles en— El Salvador y por su cardcter social, no politico, que por la homogenei- dad de su clase social, Su unidad fundamental estribarfa en el propésito fundamental de superar la actual crisis y de superarla con su contribucién estrictamente social, sin que esto niegue la necesidad de que otras fuerzas estrictamente politicas hagan lo que les compete como tales. La coyun- tura actual de El Salvador y su reciente historia muestran quiénes pueden entrar en la “tercera fuerza” y quiénes no. Por un lado, una consideracién demasiado amplia que permiticra la participaci6n de cualquier fuerza con tal de que fuera social y no politica, llevarfa a una paralizacién del e fuerzo por dispersién cuando no por contradiccién de propésitos (ojala el nacionalismo fuera tan grande que, al menos por un periodo se abandona- ran intereses y priicticas de tipo oligarquico y, 0 hegeménico, lo cual per- mitiria una participacién mas amplia); por otro lado, una consideracién demasiado restrictiva que se quedara slo con los sectores populares 0 con los sectores medios, no responderfa tampoco a la situacién actual del Pafs, que esté necesitando una concertacién de fuerzas mucho més am- Plia, punto reconocido entre otros por el propio FMLN-FDR. 1164 La misiGn’ principal de esta fuerza serfa, a mediano plazo, potenciar tun desarrollo integral y justo que tuviera en cuenta como meta principal la superaci6n del estado de injusticia estructural, causa principal de casi todos nuestros males. A corto plazo, serfa la de propiciar una solucién negociada al conflicto salvadorefio. A plazo inmediato, seria la de buscar una convergencia social efectiva de las distintas fuerzas sociales en la “tercera fuerza” para que ésta se hiciese sentir desde ya en las coyunturas cotidianas. EI sefialamiento de la superacién de la injusticia estructural como ob- Jetivo fundamental tiene como propésito primario definir el cardcter y la orientacién de esta tercera fuerza. Quienes no participan de ese propésito, Porque no reconocen esa injusticia estructural 0 no reconocen las causas de la misma, no entrarfan a formar parte de la tercera fuerza. Los causan- tes de esa injusticia estructural secular y de su agudizacién en los iltimos afios no podrfan constituirse en los propulsores de lo contrario. Sélo con Ja superacién de la injusticia estructural y la consiguiente liberacién de as mayorfas populares se conseguir la reconciliaci6n nacional. Resuelta Ja tensi6n interna 0, al menos, puestos en el proceso de resolverla, habria una unificacién nacional o, al menos, un pacto social que permitiria el ‘mejor uso y aprovechamiento de los recursos nacionales y una més fluida cooperacién. Esta soluciGn pasa esencialmente por una opcién preferen- cial en favor de las mayorias populares con la consiguiente orientacién de la economia a la satisfaccidn de las necesidades basicas y de la po- Mtica al respecto de los derechos fundamentales. Aunque todos estos ob- Jetivos, precisamente por su cardcter de metas a largo plazo, no puedan ser obtenidos de inmediato, constituyen el esquema utépico y el criterio discriminador para orientar y animar el trabajo de la “tercera fuerza”. A corto plazo la “tercera parte” tendrfa que enfrentarse con la termi- nacién de la guerra a través de una negociacién, orientada no tanto por Por los intereses de las partes en conflicto, sino por los intereses de las ‘mayorfas populares. La guerra, que es fundamentalmente efecto de la in- justicia estructural, ha ido cobrando consistencia propia, por Io que debe Ser tratada en si misma, sin esperar a la solucién de la injusticia estructu- ral. Por otro lado, la guerra en si misma no resuelve la injusticia estruc- tural, sino que hasta cierto punto, la agrava por su incidencia sobre el de- sarrollo econémico y por su efecto sobre la desintegracidn social y polf- tica del pais, de modo que la finalizaci6n justa de la guerra se convierte en condicién indispensable para relanzar un plan econdmico y politico que supere Ja injusticia estructural. Por otro lado, la guerra en sf misma 1165 no resuelve la injusticia estructural, sino que, hasta cierto punto, la agra- vva por su incidencia sobre la desintegraci6n social y politica del pais, de ‘modo que 1a finalizacién justa de la guerra se convierte en condicién in- dispensable para relanzar un plan econémico y politico que supere la justicia estructural. Asimismo, este segundo objetivo se convierte en criterio constitutivo y diferenciador de la tercera fuerza. Quicnes estén por la finalizaci6n del Conflicto armado, a través de la violencia en todas sus formas, no pueden ertenecer a la tercera fuerza, porque esa finalizaciGn del conflicto por medio de la violencia no responde a los intereses de las mayorfas popu- lares. La solucién estrictamente militar, sea por una guerra de baja o de alta intensidad, sea por una ofensiva estratégica del FMLN, no puede te- ner resultados efectivos a corto plazo y no puede tener resultados politi- os justos en ningiin plazo previsible. Excluida la soluciGn militar como ‘elemento principal de la soluci6n, por los enormes males que traeria, solo queda intentar la dificil salida del didlogo y de la negociacién. No es aceptable un tipo de solucin militar que exija otros seis afios de desan- gramiento nacional, La situacién de no-victoria por ninguna de las dos partes, después de seis afios de lucha, indica que hay un gran poder en ambas partes, lo cual deberia reflejarse equitivamente en la solucién ne- gociada. La “iercera fuerza” no s6lo deberfa impulsar esta solucién nego- ciada, presionar a ambas partes en conflicto para que la emprendan, que deberia también proponer aquellos puntos esenciales de negociacién que a ella, como representante de una mayoria social nacional —si es que ‘se constituye como tal—, le parecen indispensables y realistas. En el plazo més inmediato, lo que se necesita es 1a constitucién ope- rativa de la “tercera fuerza”. La organizacién de la “tercera fuerza” debe ser en términos funcionales y no estructurales, y, en cuanto tal, debe mantenerse independiente de Cualesquiera de las partes en conflicto y aun de toda otra fuerza estrictamente politica dentro y fuera del pais; debe ser espetuosa de la especificidad de los distintos sectores que la componen y, dentro de ella, debe evitarse toda tendencia hegem6nica. Dada la enor- ‘me diversidad de las fuerzas que pueden converger en la “‘tercera fuerza”, es imposible pensar que una organizacién estructural permanente de las ‘mismas pueda corresponder a su propia naturaleza social, no politica. Lo que debe buscarse funcionalmente es una cierta coordinacién a la hora de Proponer Ifneas generales y acciones determinadas. Bastaria con definir bien el marco minimo de esa comunidad de fines y del estilo de medios. ropios de la “tercera fuerza” —respetando los fines y los medios que 1166 udieran tener cada uno de sus componentes, cuando no actiia como tal— para poderla poner en marcha. Los objetivos fundamentals podrian sintetizarse en: (a) forzar la soluci6n politica negociada del conflicto ar- mado; (b) forzar para que el didlogo y la negociacién tengan en cuenta una plataforma que responda a los intereses objetivos, razonablemente exigibles, propios de esta “tercera fuerza”, en cuanto expresiOn de las mayorias populares; (¢) forzar para que la negociacién responda prima- riamente a los intereses nacionales y no esté subordinada a los extranje~ 10s 0 manipulada por ingerencias en la soberanfa nacional; (4) forzar para ‘que ambas partes en conflicto no sélo respeten a la “tercera fuerza” y a todos y cada uno de los sectores integrantes, sino que los tomen positi- yamente en cuenta como expresi6n social de la voluntad popular: (c) aprovechar este tiempo pre-clectoral en el cual entra el pais para que los partidos politicos propongan aquellos programas de accién que realmente Fespondan a los intereses populares, tal como son expresados por la “tercera fuerza”. Incluso sin constituirse formalmente como una “tercera fuerza”, todos aquellos sectores que la integran, a veces sin saberlo, podrfan actuar co- ‘mo tal, si eS que empujan eficazmente esos objetivos y no buscan dircc- tamente constituirse en partido politico més interesado en el poder esta- tal. De una manera lo puede hacer la Iglesia, de otra los sindicatos, de ora las cooperativas de otra las universidades, de otra los profesionales, de otra los pequefios y medianos empresarios, etc.No obstante, seria de- seable una coordinacién de esfuerzos y una presencia solidaria que pu- diera multiplicar los esfuerzos de cada uno de los sectores. Rehuir este esfuerzo, pretendiendo que puede ser manipulado politicamente, es des- conocer la distincién fundamental entre 1o social y lo politico y es ab- dicar de una obligacién fundamental de todas y cada una de las fuerzas sociales: la de poner su peso especifico y su capacidad de presiOn al servicio de las mayorias populares y a la solucin del conflicto nacional. Para conseguir todo esto, la “tercera fuerza” podrfa echar mano de los medios mas diversos, s6l0 excluidos los violentos. No est en capacidad de usarlos y al intentar su uso propiciaria, por razones intemas y exter- nas, su propia destruccién. Excluidos los medios violentos, toda forma de concientizacién, movilizaci6n, organizaci6n, presiGn, negociacién, etc., podria utilizarse con prudencia aunando la fortaleza con la proporcién y la previsién de los resultados. Unos podran ser los medios de un subsec- 1oF y otros los de otro. Cuando se actuara unitariamente habria que clegir aquellos medios que no contradigan el estilo y 1a forma propia de cada 1167 uno de los subsectores, sin imponer los de uno sobre los de otro. Pero no podria hablarse de una “tercera fuerza” si, en cuanto tal, no ‘operara con autonomia. La “tercera fuerza” no puede ser fachada de ni giin poder politico ni se crea para favorecer a un determinado grupo politico. Dejaria de ser “tercera fuerza”. Si como un todo o en alguna de sus partes no hace sino seguir Srdenes 0 directrices que vienen de fuera de ella y especificamente de algiin poder estrictamente politico, serfa otro cosa, tal vez muy laudable, pero no una “tercera fuerza”. Ciertamente, la “tercera fuerza” puede favorecer objetivamente a aquellos poderes polt- ticos, estén en el gobierno o fuera de é1, que favorezcan més los intereses representados en la “tercera fuerza”; incluso podria favorecer electoral- ‘mente a aquellos partidos que objetiva y sinceramente tengan en su pla~ taforma las propuestas y los tiempos que considera més necesarios la “tercera fuerza”. Pero todo esto lo hard, no porque sea correa de transmi- sin de otros poderes politicos, sino porque auténomamente determina ‘qué es lo que debe hacerse. Que ella no persiga el poder y el que no ad- mita ser condicionada desde el poder, no significa que no haya de pre- sionar a favor 0 en contra de la ejecucién de unas medidas determinadas. Aprovechar el medio de las elecciones y de los votos para conseguir sus objetivos puede ser una medida arriesgada, pero no puede ser desechada sin mAs. Si en éste y en otros casos similares, la “tercera fuerza” pudiera actuar como una unidad funcional, que sobrepasase, sin contradecitlo, los, intereses de los distintos sectores, no hay duda de que su poder serfa mu- cho mayor y de ningiin modo podria decirse que el ejercicio del mismo no fuera democritico. Los partidos politicos pueden ser, segiin la consti- tucidn, vehiculos adecuados de la acciGn estrictamente politica, pero la democracia y la participacién democritica de ninguna manera se reduce a lo que es la acci6n estrictamente politica. Si esta autonomia de la “tercera fuerza” va acompafiada ademas de la preocupacién por evitar toda forma de hegemonismo, con ello se tendria tuna demostracién palpable de democracia social. El hegemonismo suele provenir 0 puede provenir de claras formas de intervencionismo, el cual Contradice la autonomia Ciertamente, si se Hegara a constituir una “ter- cera fuerza’, los partidos politicos y las organizaciones revolucionarias, as{ como otros sectores, tratarian de lanzarse sobre ella, sea para destruir- Ja, sea para manipularla. Los ejemplos son manifiestos dentro y fuera del pais. Muchos de los sindicatos de los lamados paises democréticos mi: ran mAs por el partido con el que se relacionan que con los intereses rea les de los trabajadores. Organizaciones gremiales y aun instituciones de 1168 este pais abandonan a veces su propio cardcter para constituirse en ins- trumentos politicos de determinadas fuerzas politicas. Toda esta expe- riencia debe ser tenida en cuenta, desde luego por los que defienden te6- ricamente el pluralismo politico, pero también por quienes dicen defen- der los intereses del pueblo. A Ia larga es el propio pueblo el que sabré defender mejor sus intereses y no tanto el pueblo organizado en partidos politicos como estructurado en organizaciones sociales. Quedan muchas cuestiones sin responder tanto por lo que toca a esta “tercera fuerza” como en lo referente a los otros tres caminos de solu- cién. Aqui s6lo se ha pretendido dar grandes Ifneas de cada una de ellas y ni siquiera se ha tratado el punto de c6mo ponerlas en prictica. Son en sf mismas de tal envergadura que con sélo su propuesta y discusion ya se habrfa avanzado mucho en la maduracién social, tan necesaria para en- contrar soluciones razonables y validas. Hay muchas otras cosas urgentes que hacer, por lo menos para que no todo se hunda y para que el proceso siga avanzando. Pero también es necesario detenerse a reflexionar y plan- tear un marco amplio de grandes vias de solucién, que deberian detallarse ms, estructurarse mejor y encontrar vfas de operativizacién. Al haberlas planteado es facil apreciar su amplitud y su dificultad. Pero esta dificul- tad, en vez de asustar y desesperanzar, puede convertirse en un desafio alentador. Lo aqui propuesto puede ser ut6pico, pero no tiene por qué ser paralizador. Al contrario, puede romper el estrecho marco de las peque- feces y abrir el espacio real de las soluciones. te 1169

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