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Hipólito Irigoyen y sus fundamentos filosóficos.

Durante varios años Hipólito Yrigoyen, fue profesor de filosofía en la Escuela


Normal de Profesores. Los 25 años que se dedicó a impartir su enseñanza, hicieron que
descubra la filosofía krausista, que por aquella época se encontraba de moda en España.
Allí, la educación secundaria y la pedagogía, se encontraban notablemente influenciadas
por sus teorías. Hacia 1876 se había creado el “Instituto de Libre Enseñanza” que tuvo
una repercusión excepcional en la vida cultural, desarrollando una renovación
intelectual de los pensadores españoles. Sus fundadores se habían separado de la
Universidad Central de Madrid por defender la libertad de cátedra y negarse a ajustar
sus enseñanzas a cualquier dogma oficial en materia religiosa, política o moral. Su
actividad educativa al margen del Estado, comenzó con la enseñanza universitaria,
extendiéndose luego a la educación primaria y secundaria. A diferencia de lo sucedido
en España; en nuestro país, el krausismo fue obra de pedagogos y políticos, que
actuaron de forma individual y aislada. Sin embargo, ejercieron una notable influencia
en la cultura y la política. Un ejemplo de ello, es la creación del ILSE en 1892 durante
el gobierno de Pellegrini, que tiene una historia semejante a la de su par español.
Es de notar que en el pensamiento de Yrigoyen, se destacan las concepciones
emancipadoras de Mayo y la ilustración francesa. El idealismo romántico de la
generación del 37 ejerce en él cierta influencia, a la que se agrega la escolática española
de francisco Suárez. Pero su influencia más notable, proviene sobre todo del krausismo
español. En esta filosofía, descubrió ciertas ideas fundamentales, que serán la bandera
más poderosa del radicalismo. Por medio de ella, logró darle un fundamento ideológico
a su “causa” nacional contra el “régimen” y la oligarquía. Tanto sus ideas como su estilo
de vida, lo transforman en el político krausista por excelencia. Su personalidad, su
rigorismo moral y su conducta, imitaban el estilo de vida del krausismo español del
siglo XIX. “Los krausistas vestían sobriamente, por lo común de negro, y componían el
semblante, pareciendo impasible y severo; caminando con aire ensimismado, cultivaban
la taciturnidad; y cuando hablaban, lo hacían con voz queda y pausada, sazonando sus
frases con expresiones sentenciosas, a menudo oscuras; rehuían las diversiones frívolas
y frecuentaban poco los cafés y los teatros”1. Pero esta filosofía no se reducía a una
mera apariencia accidental, sino que tenía un contenido filosófico que la trascendía. Ello
permitió, que se transformara en una utopía superadora de los valores liberales de la
Constitución de 1853.
Siguiendo estos ideales; muchos radicales comprendieron la política como una
batalla entre el Bien y el Mal. En esta lucha Yrigoyen era un “apóstol”, los miembros
del partido eran “correligionarios”, la victoria era “la reparación” y cualquier renuncia,
una “apostasía”. Esta actitud política, denota un cierto maniqueísmo, en donde los
radicales venían a representar el bien, la ética y la transparencia. Mientras que los
oprobios del régimen, no era más que una muestra del mal, de la corrupción, del fraude
y la explotación. Esta dualidad conceptual es el centro de su política., que busca
mantener la fragmentación de la sociedad y las tensiones, entre los distintos ideales
argentinos. A las antiguas oposiciones entre independencia o colonia, unitarios o
federales, democracia u oligarquía, le agrega una nueva oposición. De algún modo, esta
mística religiosa, se transmutó en una mística política, que buscó derrocar al régimen
“falaz y descreído” para reemplazarlo por “un orden de cosas enteramente nuevo”.
Es verdad que el régimen tenía ciertos elementos corruptos, en función de la
permanencia en el poder. Así, “la emisión del voto de viva voz podía provocarle graves
1
Juan López Morillas, El krausismo español, pág 54-55.

1
inconvenientes al votante: desde la pérdida de su empleo hasta la propia vida, si su voto
no coincidía con el del caudillo que dominaba su circuito electoral… Los días de
elecciones los gobernantes de turno hacían valer las libretas de los muertos, compraban
los votos, quemaban urnas y falsificaban padrones. Así demostraba la clase dominante
su desprecio por la democracia real y su concepción de que ellos eran los únicos con
derecho a gobernar un país que consideraban una propiedad privada, una extensión de
sus estancias”2. Pero el tiempo demostrará que esta manera de practicar la política;
dividiendo a la sociedad entre buenos y malos, tiene sus riesgos. Esta especie de
maniqueísmo político, termina generando en la sociedad cierta intolerancia y violencia,
que limitan la vida democrática. Estos no eran riesgos nuevos en 1916, cuando
Yrigoyen llegó al gobierno. Siempre han acompañado las prácticas políticas de nuestra
historia, lo que habla de la dificultad argentina para consolidar el poder de la sociedad
civil. Al parecer no logramos aprender de la historia. Y ya en 1984, el krausismo vuelve
a ser reconocido como una “doctrina salvífica” que simultáneamente prometía una
“reparación” moral y perdonaba a los responsables del terror dictatorial.
Karl Krause, es el creador de la teoría del “racionalismo armónico”, que lo llevó a
ser acusado de panteísta, ecléctico y socialista, entre muchas otras cosas. Si bien su obra
no fue muy difundida en Alemania, tuvo notable influencia en Francia y Bélgica, debido
a la obra de sus discípulos, Ahrens y Tiberghien, que fueron muy leídos por Hipólito
Yrigoyen. Su obra más popular es Ideal de la humanidad para la vida (1811). Fue
traducida por Julián Sanz del Río en España, quien por un tiempo le quiso hacer creer a
sus lectores que se trataba de una obra de su autoría. El ideal krausista, fue
posteriormente desarrollado en dos borradores titulados “La Alianza de la humanidad” y
“La Hermandad Masónica”. Allí Krause concebía una humanidad ideal en la que los
masones tuvieran una participación importante: “Es ciertamente una obligación invitar
también a la Alianza de los masones, por mucho que haya perdido en su dignidad
interior, a colaborar en el nuevo plan de la nueva Alianza. Esto es lo que he procurado
hacer con los escritos que les he dedicado, y lo seguiré haciendo siempre”3. La filosofía
de Krause veía las etapas históricas como un camino ascendente hacia Dios y hacia una
humanidad racional, criticaba a la vez el absolutismo del Estado y la Iglesia, soñaba con
una sociedad universal de repúblicas y de algún modo inspiró una reforma educativa
basada en los métodos de la ciencia experimental. Algunos califican a su escuela de un
liberalismo “solidarista”, una forma de espiritualismo romántico, que protestaba contra
el liberalismo “individualista”. En la Argentina, el krausismo prolongó el romanticismo
con un toque racionalista. Mientras que en el contexto europeo, el krausismo era “una
de las tantas filosofías de la contrarrevolución” que se oponían a la Francia de 1789.
Significativamente, no fue exitoso en Alemania, pero sí en sociedades precapitalistas,
como las de América y España.
En el caso de Yrigoyen; esta filosofía trascendía su faceta de pensador, para
encarnarse en una política, que le permitiera alcanzar esa hermandad universal. “La gran
vocación de Yrigoyen no es la contemplación filosófica, la escritura de tratados o
ensayos, ni la ensoñación teórica alejada de la vida real. Es la política, como
pensamiento conducente, y sobre todo la política como práctica. Ese proyecto político,
que lo absorbe durante toda su trayectoria vital, no se limita ni se guía para adquirir,
acrecentar o permanecer en el “poder”… Se funda, en todo caso, en una suerte de
panteísmo democrático participativo, en la que el pueblo, conjugación armoniosa de
individuos-ciudadanos libres, se gobierna a sí mismo completando su plena soberanía.
2
Felipe Pigna, Los mitos de la historia Argentina, Tomo 3, Editorial Planeta, Buenos
Aires, 2006, pág 21.
3
Carta de Krause al hermano Windischmann del 26 de julio de 1812.

2
La dedicación política yrigoyeneana se asimila al apostolado, concebido como civismo
de pedagogía social… Esa consagración a una “causa” emancipadora, de trascendencia
ética, es conscientemente un camino a la autorrealización de su personalidad, a través de
un intenso cuestionamiento interno, de reflexión racional y maduración conceptual. En
los recogimientos “acentuados se forma el justo y levantado criterio, libre de todo
perjuicio, se acumulan las fuerzas morales y reales, que venciendo todos los obstáculos,
concluyen por implantar transiciones superiores.” escribe Yrigoyen en la Primera Carta
a Pedro C. Molina (DHY, pág. 81). Así se va conformando naturalmente en los
ejercicios de autodisciplina, una vocación política misional, o mejor, utilizando palabras
de Yrigoyen, de “superior iluminación apostolar””4.
Así, la máxima aspiración de la ética, debe alcanzarse en la vida política. Mediante
esta renovación ética fundamental, los ciudadanos alcanzaremos un espíritu nuevo, que
va mucho más allá de las primordiales ideas revolucionarias de 1810. Su fin consiste en
la realización plena de la personalidad argentina, a través de un movimiento colectivo
de liberación. Pero en esta ética; el individuo debe diluirse en la vida social y sublimar
su liberad en una especie de liberación colectiva. La idea de semejante sacrificio es un
deber del dirigente que se transforma en una especie de Mesías. Su tarea salvífica, sin
duda que está acompañada por la Unión Cívica Radical, por lo que seguir a este partido
se transforma en una especie de inmolación por la causa. “La Unión Cívica Radical es la
nación misma… y por serlo, caben en ella todos los que luchan por elevados ideales que
animan sus propósitos y consagran sus triunfos definitivos. Es la nación misma que
interviene directamente en la lucha cívica con el propósito de construir un gobierno
plasmado según sus bases, institucionales, constitutivas, sus principios y sus
idealidades… No es un partido político que reclama sufragios para sí mismo: es el
sentimiento argentino, que ahora, como antes y como siempre, invoca su tradición de
honor y de denuedo y despliega su bandera intacta, para que a la sombra de ella se
agrupe nuevamente la dignidad argentina”5. La presencia de este espíritu divino en el
mundo, no sólo se da a través del partido, sino también de la figura del presidente. “El
presidente actual es todo, somos todos, sin exclusiones y sin rivalidades; tengo la firme
convicción de que en su mente serena y en la tranquilidad olímpica y augusta de sus
raciocinios, de sus ideas y de sus sentimientos, está interpretada la nacionalidad como
nunca lo ha estado más alto”6. Por lo tanto, el partido radical es como la presencia de lo
absoluto en el mundo. El partido es “numen y fuente originaria, surgida para cumplir
sacrosantos deberes, que asumió todas las pruebas, como la entidad simbólica que fijó
su ruta marcando modalidades antagónicas irreductibles entre épocas y tendencias”7.
Esta especie de divinización del Estado, el presidente y el partido, nos permiten
observar una orientación hacia un rudimentario totalitarismo criollo.
Por lo tanto, Yrigoyen se sentía como predestinado y elegido por la providencia para
llevar a cabo esta “restauración” de la Nación. Ese fuego interior, lo llevaba a sentirse
un elegido por Dios, para luchar contra el régimen e instaurar un nuevo orden. “Como
un templarios de los antiguos tiempos, ciñó su existencia a la consecución de su ideal, y
una vez que se sintió señalado por el dedo de Dios, formuló sus votos, abandonó los
4
Osvaldo Álvarez Guerrero, Hipólito Yrigoyen ante la condición humana, Buenos
Aires, Senado de la Nación, Secretaria Parlamentaria de Publicaciones, 1986.
5
Unión Cívica Radical, Manifiesto del 31 de marzo de 1916, en Pensamiento del
radicalismo, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2009, pág 71.
6
Tulio Halperin Donghi, Vida y muerte de la República verdadera, Horacio Oyhanarte
“El presidente actual es todo”, Ariel, Buenos Aires, 2000, pág 569.
7
Memorial a la Corte Suprema de Justicia, escrita desde Martín García, donde estaba
preso, en agosto de 1931.

3
halagos del mundo y tomó las órdenes de su sacerdocio laico. Fue realmente un
sacerdote por la austeridad monjil de su vida, por la actitud de intérprete de la voluntad
divina que asumió ante su pueblo, por el don de la infalibilidad que le atribuyeron sus
fieles y la iluminada fe con que lo siguieron. Fue un sacerdote hasta por su lenguaje
sibilino y enigmático, incomprensible para los descreídos, pero sugestivo y evocador
para los que en él creyeron…. Errores tuvo y también pecados: pero esto nos ayudan a
descubrirlo más humano, más de carne y hueso, y no como lo vieron los
contemporáneos que lo siguieron, para quienes fue un enorme interrogante que nunca
acertaron a descifrar; un viejo mago dueño de la clave de los enigmas, sabedor de los
ritos y las palabras, distante de sus neófitos, dramáticamente incomprendido hasta por
sus discípulos dilectos”8.

Krause y el Krausismo: Karl Krause fue un pensador idealista alemán, discípulo de


Fichte y e Schelling en la universidad de Jena. Era hijo de un ministro protestante, que
le imprimió a su vida un cierto rigorismo moral. Fue docente privado en las
Universidades de Jena, Berlín y, finalmente, en la de Gotinga, sin lograr nunca una
cátedra.
En su obra El ideal de la humanidad, creó una filosofía propia, a la que denominó
“racionalismo armónico”, que resulta extremadamente oscura. En esta filosofía el
conocimiento es fundamental y junto con el desarrollo de la moral, permite la
divinización del ser humano. No se trata de una filosofía meramente especulativa, sino
de un racionalismo pragmático. Es decir, de una filosofía entendida como praxis social.
Ella hace uso de modelos teóricos, con el fin de aplicarlos a los problemas concretos de
la vida social. Para Krause “la vida es una eterna tarea de autoconocimiento”. La
plenitud de este conocimiento humano se da cuando el Yo se da cuenta de su infinitud.
Así siguiendo a Fichte podemos decir que: “La raíz más íntima del Yo es la intuición
del infinito y su infinitud”. El ser humano descubre en lo más íntimo de sí mismo una
universalidad absoluta y armónica que los desborda y ante la que se descubre a si
mismo como limitado e incapaz. La conciencia que se reconoce como limitada y finita,
se da cuenta que tiene en su interior un principio que la desborda. Pero este
descubrimiento queda incompleto si no se plasma en la vida social.
La idea krausista por la que es más conocido es la del panenteísmo, término que
inventó para eludir las acusaciones de panteísmo que se le hacían a su pensamiento en la
Universidad de Gotinga. El panenteísmo consiste en una estructura metafísica que
pretende conjugar la inmanencia y la trascendencia de Dios sobre el mundo. Mantiene la
idea de un Dios personal e infinito; pero inmanente y trascendente al mismo tiempo.
Esta metafísica se extiende a lo social, permitiendo la defensa de la autonomía de las
distintas esferas de lo humano. Al mismo tiempo le da un fundamento para exaltar la
dignidad humana, reivindicando la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, los
derechos de los niños y los derechos de la naturaleza. Esta filosofía ejerció una gran
influencia en el mundo hispanohablante, tanto en España como en Hispanoamérica, y en
la propia Alemania lo hizo, sobre todo, por la influencia que ejerció en el pedagogo
Friedrich Fröbel.
Todo ser humano tiene algo de divino e infinito. Por medio de la intuición es capaz
de descubrir esta presencia en el mundo. “Animado el hombre de este sentido universal
en las relaciones contemporáneas, se prepara con ello a reconocer el espíritu de Dios en
la historia. Todo ser y vida lleva en sí y expresa en el tiempo con carácter individual una
idea divina. Cuanto más culta y en sí íntima es su vida, cuanto más multiforme, de más
modos y hacia más lados relacionada, tanto mayor es su duración y más lentos sus
8
Félix Luna, Yrigoyen, Hyspamérica, Buenos Aires, 1985, pág 12-13.

4
crecimientos hacia la plena madurez… El hombre ilustrado en su experiencia por la luz
de las ideas reconoce la historia universal como una bella construcción del arte divino;
del amante, el sabio artista, y dentro de esta historia mira, la historia humana como el
más interior ejemplar de la obra universal divina… Aún en medio de las terribles
escenas de los pueblos que se conmueven o se precipitan en convulsiones desiguales y
violentas, en el choque de los encontrados elementos de la historia reconoce la ley
providencial divina y el espíritu de la libertad humana. Las luchas heroicas por la
independencia nacional y la individual, que expresan en su más enérgico carácter la
vitalidad de nuestra naturaleza y la confianza en su destino y preparan nuevas épocas de
derecho y amor entre los hombres, las contempla sin desanimarse, y no rehúsa acudir
donde es llamado como compañero de combate. Sabe dar la justa estima a las virtudes
históricas del heroísmo y hasta a la trágica grandeza de las crisis sociales”9.
Pero la máxima expresión de esta plenitud en la vida social, se da en la idea de
Humanidad, en la que lo divino se hace presente en el mundo. “Santa y bella es la idea
de la humanidad en el hombre; este idea funda la esperanza de ver reinar un día en todos
los individuos el sentido y el amor hacia los fines comunes. Pero más santa es todavía y
más elevada la idea de la humanidad en el mundo bajo Dios y por Dios. En la
contemplación de esta idea revive y se afirma infinitamente el amor humano, crece
poderosa la fuerza de obrar, aquél a quien esta idea penetra de respeto y de amor, renace
como en un bautismo espiritual a una nueva y más alta vida, se eleva a un orden
superior de relaciones, porque se reconoce ciudadano del Estado humano en el mundo,
bajo el Estado divino sobre el mundo”10.
Krause comparte con los demás pensadores alemanes de su época la confección de
un sistema filosófico que aspire a lo absoluto. Para Hegel el Estado es la etapa final en
el proceso de adquisición de la libertad, y recibe el nombre de Espíritu Absoluto, en el
que el arte, la filosofía y la religión, se hacen sujeto de sí mismo. Este Espíritu, que es
una especie de Dios lógico, descubre la superioridad de sí mismo frente a las
limitaciones particulares de las cosas finitas. De este modo, la historia universal es
como un proceso de divinización, un camino gradual de autoconciencia de sí. Sin
embargo, a diferencia de Hegel para quien el Espíritu Absoluto o Divino, se manifiesta
en el Estado Prusiano, para Krause este fin metahistórico de la humanidad, se dará en la
conformación de una “Humanidad Racional”. Por ello critica a la Iglesia y al Estado
calificándolos de instituciones finitas, que aún no han comprendido su finalidad
universal. De allí surge su preferencia laicista y una creencia sin dogmas. Ello se debe a
su panenteísmo que supone la existencia de un Dios, que mantiene cierta lejanía y
cercanía, pero permanece ajeno a cualquier legislación humana.
De allí surge entonces su predilección por la masonería, en la que veía encarnadas
todas sus aspiraciones filosóficas. Para él “la masonería es una Asociación, Universal;
Filosófica, Progresiva, Progresista, Civilizadora y Filantrópica; es una concepción del
hombre que requiere la búsqueda de finalidades éticas, orientadas por la trascendencia y
según modalidades iniciáticas. Está integrada por hombres honrados, libres e
independientes, observadores de las leyes de un país o del país en que se encuentren.
Unidos en familia por los vínculos de Fraternidad y Solidaridad, resultante de los
principios de amor a la Humanidad y a la Verdad. Están regidos por los principios,
doctrinas y reglas de la masonería Universal esparcida por todo el mundo, y que no son
del patrimonio ni del dominio absoluto de ninguna logia, potencia masónica o
asociación de potencias masónicas particular, y cuya verdadera naturaleza no se agota
en ningún período histórico, mientras exista al menos un hombre que comparta su
9
Karl Krause, Ideal de la humanidad, 56-57.
10
Ibidem, 66.

5
doctrina… Tiene como objetivo un ideal de sociedad cuyo fundamento último es
aquello que une a todos los hombres por encima de sus diferencias y que a la vez
permite el desarrollo pleno de las especifidades de cada individuo, al armonizarlas
orgánicamente dentro del individuo o totalidad superior que es la Humanidad entera”11.
Bélgica fue el primer país no Alemán, donde el krausismo echó fuertes raíces y
consiguió ejercer un fuerte influjo, tanto académico como político. España fue el
segundo, en donde su influencia adquirió tal dimensión, que no encuentra parangón con
lo acontecido en ningún otro país. La influencia en el krausismo belga se da a través de
los pensadores Tiberghien y Ahrens.
Ya en 1840 Tiberghien en su libro “Cristianismo y filosofía” buscaba conciliar tanto
sentimiento y la inteligencia, como la fe y la razón. “Dos facultades íntimas que se
penetran mutuamente, sin confundirse, como son el sentimiento y la inteligencia, son el
signo distintivo de la religión y la filosofía. La religión se dirige más especialmente al
corazón, la filosofía al espíritu… una religión debe necesariamente conciliar la fe y la
razón, el sentimiento y la inteligencia… Separados ambos elementos carecerán de la
suficiente fuerza para asentar una doctrina sobre fundamentos perdurables. La fe sin
razón conduce al fanatismo; la razón sin la fe puede actuar en una esfera muy limitada.
Una religión nueva es por lo tanto ese progreso que reclaman las necesidades de un
pueblo; dicho en otras palabras, una religión nueva es una nueva filosofía” 12. Tiberghien
se enfrentó con el éxito de las ideas materialistas, que tenían un fuerte predicamento en
los ambientes universitarios. Consideraba que tanto el materialismo como el positivismo
eran contrarios a la naturaleza espiritual del hombre. De este modo, consideraba a la
filosofía de Comte como un “materialismo inconsecuente y una ateísmo disfrazado”.
Enfrentado al catolicismo político y al clericalismo, se transformó en uno de los
primeros adeptos a la logia masónica denominada, sociedad del Libre pensamiento. Su
objetivo inicial fue permitir a todos aquellos que lo desearan, la celebración de funerales
civiles. Al parecer este pensador ejerció una notable influencia en Yrigoyen, tal como lo
describe Manuel Gálvez: “En nuestra historia, es evidente la misión providencial de San
Martín; y la de Rosas, aunque él se excediera en su realización. Hipólito Yrigoyen cree
con absoluto convencimiento que existen esos destinos. Ha leído en Tiberghien, su
maestro y su ídolo: “Llegado el tiempo de ejecutar alguna empresa, y dadas todas las
condiciones exteriores, envía la Providencia un genio encargado de cumplir los decretos
de la voluntad suprema, conforme a las leyes de la historia… Desde la década que va
del 80 al 90 el sabe que tiene una gran misión, aunque por entonces ha ignorado cuál
fuese exactamente. Ahora ya no duda. Sabe que la Divina Providencia, en la que cree
fervientemente y que en adelante mencionará en muchos de sus documentos, lo ha
elegido para despertar al pueblo argentino de su indiferencia, para destruir los poderes
maléficos que lo oprimen y para darle libertad”13.
Pero la mayor influencia de la filosofía krausista se dio en España. Esta heterodoxia,
tal como nos comenta Menéndez y Pelayo, causó un notable cambio en la sociedad
española. “Allá por los años de 1843 llegó a oídos de nuestros gobernantes un vago y
misterioso rumor de que en Alemania existían ciencias arcanas y no accesibles a los
profanos, que .convenía traer a España para remediar en algo nuestra penuria intelectual
y ponernos de un salto al nivel de nuestra maestra la Francia, de donde salía todos los
años Víctor Cousin a hacer en Berlín su acopio de sistemas para el consumo de todo el
año académico. Y como se tratase entonces del arreglo de nuestra enseñanza superior,
11
Karl Krause, ¿Qué es la masonería?
12
Guillermo Tiberghien, Cristianismo y filosofía, pág 84-85.
13
Manuel Gálvez, Vida de Hipólito Yrigoyen, Editorial Elefante Blanco, Buenos Aires,
1999, pág 211.

6
pareció acertada providencia a D. Pedro Gómez de la Serna, ministro de la Gobernación
en aquellos días, enviar a Alemania, a estudiar directamente y en sus fuentes aquella
filosofía, a un buen señor castellano… Porque los krausistas han sido más que una
escuela; han sido una logia, una sociedad de socorros mutuos, una tribu, un círculo de
alumbrados, una fratría…algo, en suma, tenebroso y repugnante a toda alma
independiente y aborrecedora de trampantojos. Se ayudaban y se protegían unos a otros;
cuando mandaban, se repartían las cátedras como botín conquistado; todos hablaban
igual, todos vestían igual, todos se parecían en su aspecto exterior, aunque no se
pareciesen antes, porque el krausismo es cosa que imprime carácter y modifica hasta las
fisonomías… Todos eran tétricos, cejijuntos, sombríos; todos respondían por fórmulas
hasta en las insulseces de la vida práctica y diaria; siempre en su papel; siempre sabios,
siempre absortos en la vista real de lo absoluto. Sólo así podían hacerse merecedores de
que el hierofante les confiase el tirso en la sagrada iniciación arcana”14.

Temas krausistas en el radicalismo: Hacia 1908 José Figueroa Alcota tuvo problemas
para lograr el apoyo del congreso, al que finalmente clausuró. Sin embargo, antes de
ello, había tenido un acercamiento con los radicales, a los que había indultado por el
intento de golpe en 1905. Esto preparó el camino para los cambios electorales de Sáenz
Peña. Entonces en 1910, esta facción política que “contaba con el apoyo decisivo del
presidente Figueroa Alcorta, decidió que se había hecho impostergable dar por cerrada
la etapa bajo cuyo signo se habían puesto no sólo las bases materiales, sino se quería
creer que también las sociales y culturales para la República auténticamente
democrática y representativa, que había llegado por fin la hora de instaurar en tierras
argentinas. Desde los albores mismos de la era constitucional se había aceptado que el
éxito del experimento político que iba a abrirse dependía él de la entera experiencia
histórica argentina, era demasiado lo que en él se ponía en juego para que aún quienes
empujaban a afrontarlo no tuvieran que acallar para ello dudas e incertidumbres”15. Por
ello, este movimiento defendió en primer lugar la idea de democracia. Esta era una
expresión de la soberanía popular y un modo de participación ciudadana. Por medio del
sufragio popular; los ciudadanos le concedían al líder el “fundamento de la legitimidad
de todos los poderes”. Este era el sujeto concebido como ser para la libertad, que
lograba armonizar de manera solidaria las necesidades de la sociedad en su conjunto.
Fruto de este pensamiento; surgió la ley Sáenz Peña, que pone fin al fraude sistemático
y posibilita la aparición de un nuevo estilo de hacer política. Esta ley “produjo una
transición de la dominación oligárquica a la democracia… Permitió la creación de un
sistema de partidos competitivo o, como dice Giovanni Sartori, el pasaje de un sistema
de partido predominante a un sistema de pluralismo de partidos de pluralismo limitado.
En términos de ejercicio del poder de clase, la ley hizo posible el pasaje de la
hegemonía organicista a la hegemonía pluralista, proceso rápido en el que la nota
dominante fue la continuidad del carácter burgués de la hegemonía”16.
14
Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, “El Krausismo”,
BAC, Madrid, 1956, Vol 2 pág 935-962.
15
Tulio Halperin Donghi, Vida y muerte de la República verdadera, Ariel, Buenos
Aires, 2000, pág 21.
16
Ricardo Falcón, Nueva Historia Argentina, Tomo VI, Editorial Sudamericana, Buenos
Aires, 2000, pág 18. 25.

7
En segundo lugar, le da un fuerte apoyo a la idea de nación y la relación entre las
naciones, como articulación de las soberanías internas. Esto permite la libre asociación
de las autonomías partiendo de la sacralización de los pueblos y de los hombres. Así la
ideología radical hace que el partido se identifique con la Nación. Por ello “la Unión
Cívica Radical es la Nación misma, bregando… para liberarse de gobernantes
usurpadores y regresivos. Es la Nación misma, y por serlo, caben dentro de ella todos
los que luchan por los elevados ideales que animan sus propósitos y consagran sus
triunfos definitivos. Es la Nación misma. Que interviene directamente en la lucha
cívica, con el propósito de constituir un gobierno plasmado a imagen y semejanza de
sus bases constitutivas, principios e idealidades… No es, por consiguiente, un partido
político que reclama sufragios para sí mismo; es el sentimiento argentino que, ahora
como antes, y como siempre invoca su tradición de honor y de denuedo… El país
requiere una profunda renovación de sus valores éticos, una reconstitución fundamental
de su estructura moral y material, vaciadas en el molde de las virtudes originarias. Es,
pues el actual momento histórico, de la más trascendental expectativa. O el país vence al
régimen y restaura toda su autoridad moral y el ejercicio verdadero de su soberanía, o el
régimen burla nuevamente al país, y éste continúa bajo su predominio y en un estado de
mayor perturbación e incertidumbre”17. Por lo tanto, la Unión Cívica Radical no es un
simple partido, sino más bien, un movimiento que se confunde con la Nación y a través
de ella, con Dios.
En tercer lugar se destaca, la concepción de armonía social, de la pacífica
superación de los conflictos, de un humanismo pacifista, de la tolerancia y de dialogo.
Esta armonía parte del ideal de humanidad, que establece un carácter armónico que
permite superar todas las contradicciones. Esta humanidad consiste en la unión esencial
de la Naturaleza con el Espíritu y es “semejante a Dios”. Ella se encamina hacia una
etapa definitiva de felicidad suprema y absoluta. Esta idea de un camino hacia un
mundo mejor está muy arraigada en el pensamiento filosófico de la Unión Cívica
Radical. Esta especie de misticismo, le da un carácter de “religión y máquina” 18, que lo
transforma en el primer movimiento con vocación hegemónica. Esta idea armónica fue
la que opuso el radicalismo a la teoría de la lucha de clases, fomentando la conciliación
entre patrones y obreros. En palabras del diputado radical Francisco Beiró: “Tampoco
admitimos nosotros las diferencias de clases; no aceptamos que las haya en la República
Argentina… No desconocemos que hay conflictos entre el capital y el trabajo, pero no
aceptamos que haya una clase proletaria y una clase capitalista. ¡Si el 95 por ciento de
los argentinos descendemos de lo que en Europa se llama clase proletaria! No conviene,
tampoco, introducir en la nueva América, aquí donde se alzan ideales de solidaridad
humana, esos sentimientos de odio por diferencias de raza, religión o clase”19.
Sin embargo, para alcanzar este mundo pleno, a veces se necesita de la revolución y
la oposición a la tiranía. La única forma de alcanzar una fraternidad universal, puede
darse a través de la oposición a toda tiranía. La arrogancia del poder debe ser vencida
17
Tulio Halperín Donghi, Vida y muerte de la República verdadera, Manifiesto de la
Unión Cívica Radical al pueblo del 30-3-1916, Ariel, Buenos Aires, 2000, pág 559.
18
Caracterización elaborado por Tulio Halperín Donghi.
19
En La Nación, 21 de agosto de 1917.

8
por medio de una justa rebelión Así los participantes en la revolución del parque han
manifestado lo siguiente: “El patriotismo nos obliga a proclamar la revolución como
recurso extremo y necesario para evitar la ruina del país. Derrocar un gobierno
constitucional, alterará sin justo motivo la paz pública y el orden social, sustituir el
comicio con la asonada y erigir la violencia en sistema político, sería cometer un
verdadero delito de que nos pediría cuenta la opinión nacional. Pero acatar y mantener
un gobierno que representa la ilegalidad y la corrupción; vivir sin voz ni voto la vida
pública de un pueblo que nació libre; ver desaparecer día por día las reglas, los
principios, las garantías de toda administración pública regular, consentir los avances
del tesoro, la adulteración de la moneda, el despilfarro de la renta; tolerar la usurpación
de nuestros derechos políticos y la supresión de nuestras garantías individuales que
interesan a la vida civil… sería consagrar la impunidad del abuso, aceptar un depotismo
ignominioso… Las instituciones libres han desaparecido de todas partes: no hay
República, no hay sistema federal, no hay gobierno representativo, no hay
administración, no hay moralidad. La vida política se ha convertido en industria
lucrativa… El movimiento revolucionario en este día no es la obra de un partido
político. Esencialmente popular e impersonal, no obedece ni responde a las ambiciones
de círculo u hombre público alguno. No derrocamos el gobierno para separar hombres y
sustituirlos en el mando; lo derrocamos para devolverlo al pueblo a fin de que el pueblo
lo reconstituya sobre la base de la voluntad nacional y con la dignidad de otros tiempos,
destruyendo esta ominosa oligarquía de advenedizos que ha deshonrado ante propios y
extraños las instituciones de la República. El único autor de esta revolución, de este
movimiento sin caudillo, profundamente nacional, larga, impacientemente esperada, es
el pueblo”20. Por lo tanto, combatir al régimen y luchar contra él, se aparecía a los
radicales como un acto de justicia popular.
Por ello hacia “1890, el mismo Alem sostenía la necesidad de la revolución como
reacción frente a los desbordes de la autoridad, como instancia regeneradora para
impugnar la legitimidad del gobierno sin atacar los fundamentos mismos del régimen
político. Es la misma idea que el partido sostuvo en 1893 y que se repitió en 1905: las
revoluciones no se hacen contra el régimen social, sino contra los malos gobiernos,
alzados contra las leyes, sin moral; no atentan contra el orden porque éste es inexistente,
por el contrario, tienden a restablecerlo” 21. De este modo, el partido radical se
transformaba en el abanderado de la revolución y del cambio. En palabras de Yrigoyen:
“Ante la evidencia de una insólita regresión que después de veinticinco años de
transgresiones a todas las instituciones morales, políticas y administrativas, amenaza
retardar indefinidamente el restablecimiento de la vida nacional, ante la ineficacia
comprobada en la labor cívica electoral porque la lucha es de la opinión contra los
gobiernos rebeldes, alzados sobre las leyes, y los respetos públicos… es sagrado deber
de patriotismo ejercitar el supremo recurso de la protesta armada a que han acudido casi
todos los pueblos del mundo en el continuo batallar por la reparación de sus males y el
20
Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Revolución del Parque, 26 de julio de
1890.
21
Ana Virginia Persello, El partido radical, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2004,
pág 147.

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respeto de sus derechos… La moral y el carácter, esos atributos con que Dios ha
iluminado el Universo revelando al hombre que sobre su frente lleva un rayo de
divinidad, parece que ya no inspirarán ni fortificarán el espíritu de la nación…
Bastará… fijar el pensamiento en la razón que nos señala predestinados a ser el centro
de poderosas agrupaciones humanas, y acaso el punto de partida de la renovación del
mundo… La revolución la realiza únicamente la Unión Cívica Radical, porque así lo
marca su integridad y lo exige la homogeneidad de la acción; pero es por la Patria y
para la Patria. Ese es el sentimiento que la inspira y ésa es la consigna que lleva cada
uno de sus soldados. En ese concepto solicita el concurso de cuanto quieran contribuir
con su esfuerzo a la obra de reparación”22.
Sin embargo, una vez que el partido llegó al poder, la revolución dejó de tener
sentido. Esto hace que con el tiempo, algunos vean a Yrigoyen como una continuación
del antiguo régimen de cosas, dando origen a la división entre personalistas y
antipersonalistas. Los personalistas o seguidores del líder, se enfilaban detrás de su
caudillo y hacían culto de su persona. Eran populistas y se los llamaba “peludistas” o
seguidores del peludo, apodo dado a Yrigoyen “aludiendo a que nunca salía de su
cueva” (su modesta casa de la calle Brasil). Estos consideraban los discursos de su guía
como los de un iluminado y tenían una cierta devoción genuflexa. Tal era el carácter
personalista de su gobierno, que Marcel T. de Alvear llegó a decir: “Para él no existían
la opinión pública, ni los cargos, ni los hombres. Humilló a sus ministros y desvalorizó
las más altas investiduras… Su megalomanía llegaba a tal punto que decía al dar
nombramientos: “Lo que yo doy, sólo Dios lo quita”… Él, que dirigió varias
revoluciones en las que nosotros participamos, no logró hacer triunfar ninguna. En
cambio, ve triunfar la primera que le hacen a él. Más le valiera haber muerto al dejar su
primer gobierno; al menos hubiera salvado al partido, la única fuerza electoral del país,
rota y desmoralizada por la acción de su personalismo”23.
Los impersonalistas en cambio, seguían un principio político ideado por Alem
conocido como “impersonalidad de la coalición” criticando el liderazgo vertical de
Yrigoyen24. “A diferencia de Alem, la preocupación de Yrigoyen pasaba por la
construcción de la Nación como instancia privilegiada de articulación posibilitando la
síntesis u agregación del conjunto social. El radicalismo resultaba así un anhelo
colectivo, una fuerza moral, una “causa” que tenía una misión histórica: construir la
Nación. Si bien las autonomías eran deseables, son subsumibles a este objetivo que es
previo. De este modo, el partido iba constituyéndose como organización que se
pretendía impersonal diferenciándose de los personalismos de cuño oligárquico, pero
también como fuerza que pretendía monopolizar la construcción de la Nación. Esta es la
primera tensión inscripta en sus orígenes y de la que se derivan sus conflictos internos.
Allí se funda la escisión del partido en 1924 entre personalistas y antipersonalistas…
Cuando el radicalismo pasó de ser un partido de oposición a un partido de gobierno, las

22
Hipólito Yrigoyen, Proclama de la revolución de 1905.
23
Reportaje a Marcelo T. de Alvear en La Razón, 8 de septiembre de 1930.
24
Las cuatro banderas de la Unión Cívica Radical ideadas por Alem en 1891,
constituían un programa que se basaba en: Libertad política, honradez administrativa,
impersonalidad de la coalición y sentimiento nacional.

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tensiones adoptaron la forma de divisiones locales… progresivamente se fueron
transformando en un enfrentamiento por definir dónde residía el “verdadero”
radicalismo: en la “causa” sintetizada en su líder o en el partido”25.
Por último, el radicalismo ha heredado del krausismo, el concepto de masificación y
la búsqueda de excelencia en la educación. Nos referimos aquí al término masificación
como popular y masivo. Es decir, que el radicalismo fue el primer partido nacional y
popular de masas en nuestro país, que fue conformando su identidad en función del
pensamiento krausista. Se trata de un movimiento, que busca canalizar las aspiraciones
de los sectores con capacidad de movilización y transformación. “El nacimiento del
radicalismo es una novedad en los albores del siglo XX se expresa y sustenta en la
prevalencia del criterio de soberanía popular, como medio de acceso al poder para
“reparar” la postergación de las mayorías. Por lo tanto, resulta la consagración del
sufragio popular como vía de llegada al poder – sin rechazar el recurso de las armas ni
la “abstención revolucionaria” -, el laicismo en la concepción del Estado, el apego a la
Constitución y las instituciones de la República y, consecuentemente, el respeto de las
autonomías provinciales y municipales”26.
En cuanto a la educación, es de notar que Yrigoyen justifica su accionar, siguiendo el
ideal masónico de la educación del hombre para mejorar la sociedad. Por lo tanto,
considera que la educación debe ser democrática y universal. Por ello se preocupar por
democratizar los estudios universitarios, poniéndolos al alcance de toda la sociedad. Así
“en la Universidad de Córdoba la influencia clerical era notable y los egresados,
independientemente de su credo, debían jurar obligatoriamente, sobre los santos
evangelios. Valga como ejemplo del atraso el programa de filosofía de la cátedra del
doctor Ignacio Garzón, en cuya “bolilla” 16 se hablaba de los “deberes para con los
siervos”… A fines de 1917… las autoridades de la Universidad de Córdoba decidieron
modificar el régimen de asistencia a clase y cerraron el internado del Hospital de
Clínicas. Esto llevó a la movilización de los estudiantes que crearon un “Comité pro
Reforma” integrado por ocho delegados… Una delegación de estudiantes viajó a
Buenos Aires y se entrevistó con el presidente Yrigoyen, quien les dijo “que su
gobierno pertenecía al espíritu del tiempo nuevo, que se identificaba con las justas
aspiraciones de los estudiantes y que la universidad argentina debía nivelarse con el
estado de conciencia alcanzado por la República”27, y nombró interventor la procurador
general de la Nación… La asamblea ratificó su confianza en Yrigoyen y reclamó el
inmediato envío de la intervención. Los ánimos seguían caldeados y se decidió la toma
de la universidad hasta tanto llegara la intervención… El movimiento universitario
reformista renovó los programas de estudio, posibilitó la apertura de la universidad a un
mayor número de estudiantes, promovió la participación de estos en la dirección de las
universidades e impulsó un acercamiento de las casas de estudios a los problemas del

25
Ricardo Falcón, Nueva Historia Argentina, Tomo VI, Editorial Sudamericana, Buenos
Aires, 2000, pág 68.
26
El pensamiento del radicalismo (compilación), prologo de Germán López, Editorial El
Ateneo, Buenos Aires, 2009.
27
Emilio Corbière, “Las contrarreformas universitarias”, Buenos Aires, en Todo es
Historia Nº 371.

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país. Implantó el cogobierno de la universidad por graduados, docentes y alumnos; la
libertad de cátedra y la autonomía… Cuando en 1968 los estudiantes de París lanzaron
su movimiento, en varios de sus manifiestos recordaban las heroicas jornadas de aquella
Córdoba de cincuenta años atrás. El gobierno de Yrigoyen apoyó decididamente la
Reforma y colaboró para que se extendiera por el país”28. Al mismo tiempo, fomentó la
construcción de establecimientos de enseñanza en distintas zonas. Esto permitió el
crecimiento de educandos, en virtud del apoyo de sus políticas dirigidas a tal fin.

Conclusión: Sin duda que la popularidad de Yrigoyen en la historia Argentina fue


enorme. Aunque en verdad se dice que sus clases eran muy aburridas, su oratoria oscura
y sus discursos escasos. Su ideología radical se basaba en una nueva forma de pensar,
que buscaba superar la antigua democracia oligárquica. Esta superación hacía que
identificara a su partido con la Nación misma. Esta idea de la fuerza única o
movimiento surgido de la soberanía popular, debía hacerse presente a través de la lucha
contra el régimen y en la historia. Su política de fragmentación de la sociedad le
permitió acceder al poder. Sin embargo, dice Manuel Gálvez, que no hay nada más
ingenuo que suponer que todos los buenos están en un partido y todos los males se
originan en los opositores. “La división del país en dos clases de hombres es propia de
un introvertido, de una espíritu apriorístico en la formación de cuyos juicios no
interviene la realidad exterior… En todas partes, naturalmente, hay buenos y malos y
nadie es siempre bueno ni siempre malo”29.
Queriendo escapar de los ideales de progreso y el materialismo de la generación de
80, culmina en una filosofía totalitaria. Combatiendo el materialismo, el individualismo
y la avaricia de la oligarquía, propone un espiritualismo que busca endiosar al Estado y
la Nación. Queriendo rescatar a la política del avaro espíritu liberal, hace de ella, una
especie de religión al servicio de la humanidad. “Como el fascismo, el nazismo y el
comunismo ruso, el radicalismo tiene algo de místico. Del alma de las grandes masas
emana una fe y un sentimiento en cierto sentido religioso. El radicalismo es proselitista,
mesiánico y practica el culto de Yrigoyen, a quien llegará a convertir en Mito”30.
Así “en la segunda presidencia de Yrigoyen, en medio de la exacerbación del
conflicto, algunos legisladores yrigoyenistas propusieron que el presidente en cuando
ejercía un mandato de la voluntad popular, debía ser un “dictador temporal y
constitucional”. El pueblo tenía cada seis años la libertad absoluta de elegir, y el
presidente la tenía para mandar. Para reafirmarse en este sentido, el diputado Martínez
apeló a Alberdi, al que definió como el teórico del ejecutivo fuerte: “si el Poder
Ejecutivo no tiene el derecho de contener los intentos del legislativo, éste será un poder
despótico… El poder Legislativo no debe tener la facultad de poner trabas al poder
Ejecutivo”. El parlamento constituye un escenario privilegiado para reconstruir las
relaciones entre país y gobierno… las relaciones de fuerza y la dinámica de acuerdos y

28
Felipe Pigna, Los mitos de la historia Argentina, Tomo 3, Editorial Planeta, Buenos
Aires, 2006, pág 46.51.
29
Manuel Gálvez, Vida de Hipólito Yrigoyen, Editorial Elefante Blanco, Buenos Aires,
1999, pág 297.
30
Ibidem, pág 292.

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oposiciones para inscribir en esa trama, las ideas y las prácticas del partido gobernante
en una coyuntura signada por fuertes conflictos emanados de lo que se anunciaba
oficialmente como “nueva era”, como momento fundacional de una nacionalidad que se
identificaba con la construcción de la democracia y que, en la práctica, distó mucho de
fortalecer las instituciones”31.
Sin duda, que los elementos político que ha marcado la vida de Yrigoyen en nuestro
país, han sido positivos. Aunque su filosofía krausista lo llevó a alejarse de las ideas del
liberalismo clásico, para dar origen a una forma de pensamiento de masas más cercana a
los regímenes totalitarios. Y ha sido este perfil ideológico, cuyas raíces se originan en
Krause; el que ha alejado a nuestro país de la posibilidad de un mayor desarrollo y
bienestar.

Horacio Hernández.

http://horaciohernandez.blogspot.com/

31
Ibidem, pág 92.

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