Al arte bello le caracteriza su propiedad de ser «materia duradera para la reflexión y la
∗ repetición» , de producir modos de conocimiento y de fomentar «la cultura de las ∗ facultades del espíritu para la comunicación social» . El arte agradable en cambio, ∗ parece limitarse «al placer del goce nacido en la mera sensación…» , lo mismo que el arte mecánico se reduce a la ejecución precisa de actos que hagan real un objeto de conocimiento. Tal diferenciación hace posible distinguir al arte en general de la habilidad y de los oficios. Dentro de este panorama, yo, siendo diseñadora industrial –aunque lejos de apropiarme del apellido- se puede decir que represento a una mezcla de los oficios, las artes agradables y las artes mecánicas, puesto que el producto de la actividad del diseño no ha sido pensado como materia de reflexión y tampoco como portadora de espíritu alguno –o por lo menos esa no ha sido su intención fundamental-. Aun así, los objetos de uso cotidiano y los productos de consumo masivo como materia que vehicula y comunica cantidades tan diversas de información, puede, además de cumplir sus meras funciones, llegar a afectar los sentimientos humanos; es así como algunos de esos objetos se convierten en allegados afectos portadores de experiencias y significados universales. Por lo tanto, aunque en principio se asocien a fines determinados y conceptos comprensibles, esos objetos pueden ser momentáneamente despojados de esos conceptos para, en cambio, ser pensados de una manera distinta, que no pretenda expresarles de manera precisa, sino que quizá en esa confluencia de pensamientos y sentimientos propios del vinculo estrecho pero libre que establecemos los seres humanos con las cosas se encuentre esa materia que vivifique al alma, puede que así esta labor de la que hago parte se haga un espíritu. Ahora bien, puede que la asociación que he planteado aquí no sea adecuada a las condiciones que Kant planteaba entonces pensando en el arte bello, así como los ejemplos que usa hoy no son del todo vigentes, por lo que hacer una lectura de él bajo la mirada de quien vive en este tiempo, tendrá que vincularse a circunstancias tan complejas como el consumo, los medios o tantos otros fenómenos, así esa búsqueda de las preguntas y los problemas irán anclados necesariamente a esta actualidad vista desde otras muchas perspectivas. Es muy posible que hoy nos resulte complicado encontrar algo –una obra de arte, una obra arquitectónica, una pieza musical, y más difícilmente un producto de consumo,- que tengan espíritu, que sean capaces de exponer ideas estéticas. Pero justamente por esta dificultad y como crítica a esos fenómenos que restan posibilidades para que aquello suceda, es que pueden surgir formas o estrategias para comunicar estéticamente a otros esas ideas inexpresables y abandonadas como la libertad, lo necesario, lo bueno etc.
Kant, Manuel. Crítica del juico, Porrúa, 1978. P. 278.