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ARENAS REVISTA SINALOENSE DE CIENCIAS SOCIALES Numero 38 Nueva época Afio 15 Septiembre-Diciembre 2014 REVISITACION A GRAMSES EL DE LA HEGEMONIA® Carles FEIXA PAMPO! En una conferencia impartida en la Universidad de Lleida, C} Gallini recordaba la importancia que tuvo la nocién de hege en el proceso de convergencia entre antropologia e historia, rimentado en Italia durante el periodo de posguerra. Entendida I< Cnsayo fue publicado originalmente en lengua catalana; “El teatrd hegemonia. RevsiaciOn a Gramsci", £1 Contemporani, Centre d'Eesane Historiogrifics, Barcelona, 2:27-33, Veinte aftos después se realiza Por vez primera su tadcicn al castellano, a partir del interés de actualicad eg flexiones sobre el estudio sociocultural de la hezemonia, « que se del dde nuevo en las universidades. Tanto la gestion para publica’ el texto traduccin son obra del doctor Roberto A: Mendista Voes : Feixa es doctor en Antropologia Social por a Universidad de Barce tedriticoe investigador de ln Universidad de Lleida onc tauren = Publicado JOvenes latinos en Barcelona: espacio publ 0 Y cultures He Antchopos, Barcelona Jévenes sin tregua: culturay ¢ ie bani id) Antthopos, Barcelona; El reloj de arena, Crouticas de la México (1998), SEP/Causaloven/Ciej, México: Cygtttttas juves s (Coautor, 2002), Ariel, Barcelona, entre o rafitis, grifotas, 105 textos. Ha visitante en instituciones de México, Paris, Roma y en Hert of 2 Sido profeson Clara Gallni, Antropologia e Historia en Italia. La tras: lifornia de Lleida, 2-4-93, ” gramsej 10 un sentido amplio, esto es, en términos culturales mas que estric- tamente politicos, la hegemonia indica la lucha por el “poder de palabra” (por la capacidad de expresién) de los diversos actores sociales presentes en un determinado escenario. Esta concepcién orient6 una determinada tradicién de investigacién italiana hacia el analisis de la correspondencia entre condiciones sociales y formas culturales, entre cultura hegemonica y culturas subalternas, sin me- nospreciar los procesos de circulacién y apropiacién cultural que se dan entre estas diversas esferas, concibiendo la hegemonia, por tanto, como una estrategia dinamica. El objetivo de este articulo es revisar el origen histérico del concepto, asi como sondear algunas posibles aplicaciones en la investigacién hist6rica y antropoldgica.* En su significacién moderna, el concepto de hegemonia de- riva del pensamiento de Antonio Gramsci, desarrollado durante los casi diez afios de su encarcelamiento por el régimen de Mus- solini, y expresado en los célebres Quaderni del carcere. Gramsci intenta describir la forma de dominacién propia de las sociedades complejas, que sucede mis a través del control de las ideas que mediante el uso de la fuerza.’ En aquellos paises industriales “ma- + Para una descripcién més detallada de este debate en la historia de la an- tropologia italiana, véase Carles FEIXA, “Mas alla de Eboli. Gramsci y la antropologia italiana”, Nuevos Horizontes, n° 105 (agosto 1987), pp. 28-41; n° 107 (enero 1988), pp. 21-32. 5 Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, edicién critica al cuidado de V. Gerratana, Einaudi, Torino, 4 vols., 1975. Los “Cuadernos” son un conjunto variado y rico de reflexiones sobre historia, literatura, teatro, arte, filosofia, politica, economia, folklore, que Gramsci redacté en prisién entre 1929 y 1935 en 29 cuadernos, y que tuvieron gran repercusién a partir de su difu- sién desde iniios de los afios 50. Pese a la aparente heterogeneidad temé- tica ---no olvidar que se trata de la versién provisional de un pensamiento en formacién---, hay un hilo conductor omnipresente: la reflexién sobre la conciencia de clase y los aspectos ideoldgicos y culturales de las relaciones de produccién. La nocién de hegemonia es esbozada en el primero de los 29 cuadernos escritos en prisién, redactado entre 1929 y 1930. Dice: “El criterio hist6rico-politico sobre el que es necesario fundar las propias inves- tigaciones es éste: que una clase es dominante de dos maneras, es decir, es “dirigente” y “dominante”. Se es dirigente de las clases aliadas, y dominante de las clases adversarias. Por eso una clase incluso antes de acceder al poder puede te, pero haya una “ er (y debe ser) “dirigente”: cuando el poder se convierte en dominan- ndo también “dirigente”... Puede haber, y es necesario que -gemonia politica” incluso antes del acceso al Gobierno y no se il ; en de régimen parlamentario, el Poder no duros” que dispon talmente con mecanismos coercitivos ging ejercerse oe un conjunto de actividades culturales ¢ ideolg. esr — ea organiza el — Popular y permiten gicas, direccién ético-politica: desempefio de una El ejercicio “normal” de la hegemonia, en - terreno convertido cle sico del régimen parlamentario, se Peaeree por la combinacién ds Ja fuerza y del consenso que se equilibran de formas diversas, sin que Ja fuerza sobrepase demasiado el consenso, incluso intentando que la fuerza aparezca apoyada sobre el consenso de la mayoria.* En el universo gramsciano, la hegemonia se opone al do- minio (coaccién) y se asocia al consenso (direccién intelectual ¥. moral). Si bien la hegemonia suele ejercerse desde posiciones de dominio, también se puede elaborar desde posiciones de subalter- nidad: un grupo dominante puede no tener la hegemonia (puede no ser “dirigente”) y verse forzado al uso de la coercién, de la fuerza; un grupo subalterno puede ser “dirigente” (y de hecho lo sera) antes incluso de convertirse en dominante. De esta manera, la formula de Marx sobre la ideologia de las clases dominantes como ideologia dominante se relee de forma mucho més comple- escindiendo el hecho de ser dominado en el plano econémico 0 itico a serlo en el plano cultural. ; Hegemonia y dominio se combinan, en cada situacién hist6ri- lar, en proporciones diversas. El dominio siempre conlle- tos de hegemonia, y la hegemonia se basa en la capacidad Feal 0 potencial de ejercer formas de dominio més coercitivo. Por la misma naturaleza inacabada de la obra de Gramsci, el concepto tiende a ser utilizado en contextos diversos, lo que le confiere un Brado excesivo de generalidad: se habla asi de hegemonia politica (de un partido o faccién sobre otros), social (de una clase 0 blogue ar 8610 con r oder y la fuerza mat ie hegemonia politica’ (Op.cit., p. 41). (La version catalana de I Faunsci es obra del autor de este articulo) Gramsci, op.cit,, p. 1638, 12 para ejercer la direcciOn Y a ee jas citas de sobre otros), territorial (de una nacién o regién sobre otras), eco- némica (de una fuerza econémica sobre otros), ideolégica (de un discurso intelectual sobre otras) cultural (de una cultura dominante sobre una subcultura), ete. Cierto, la hegemonja cultural se confi- gura en buena medida en funcién de las relaciones sociales (de la hegemonia social) y de las formas de organizacién del estado (de Ja hegemonia politica). No se trata, por tanto, de recrear comparti- mentos estancos, sino de analizar las multiples articulaciones que se establecen, en cada momento histérico especifico, entre poder politico, grupos sociales y expresiones culturales.’ En esta idea, el concepto de hegemonia ha sido sometido a una interpretacién dogmatica, sobre todo de la corriente estruc- turalista del marxismo, que en una lectura mecanicista de la de- terminacién marxista base-superestructura, la concibe como una especie de autoridad social total, que vendria asegurada por los “aparatos ideolégicos del Estado”, y prescribiria de forma directa las formas de pensar y de vivir de los grupos subalternos, asi como los limites y contenidos de sus expresiones culturales.* No es ésta, creo, la lectura que se desprende de la obra de Gramsci, que siempre subrayé el caricter histérico y dindmico de una obra hegeménica, y siempre otorgé gran atencién a la autono- mia relativa de las culturas subalternas (del folklore en la cultura 7 La reffexién sobre Ia hegemonia tiene una evidente dimensién politica: Gramsci considera que la revolucién de 1917 ha cerrado un ciclo histérico. En el periodo posterior a 1870, con la expansién colonial europea, las re- laciones organizativas internas e internacionales de los estados se vuelven més complejas y sélidas y la formula de la revolucién ripida y violenta se sustituye por una transformacién gradual basada en un “consenso activo voluntario”. Es lo que, segin una de las metiforas militares tan utilizadas por Gramsci, significa el paso de la “guerra de movimiento” a la “guerra de posiciones”: “La sdlida estructura de las democracias modernas, como organizaciones estatales y como complejo de asociaciones en la vida civil, constituye para el arte politica lo que las “trincheras” y las fortificaciones permanentes del frente significan en la guerra de posiciones: convierten en s6lo “parcial” el elemento del movimiento que primero era “toda” la guerra “(op.cit,, p. 1566-7). La hegemonia, en fin, puede ser definida como “la democraci: sentido modemo™ (p. 1715) Me estoy refiriendo, obviamente, a Al tructural / éase, en est THOMPSON en “Miseria de la teoria’ y otros representantes del es- tido, la minuciosa critica de E. P. Critica, Barcelona, 1983. 13 Conviene recordar que el célebre prisionero redactaba nen ‘momento en que el fascismo se extendia por fy, ‘ropa. Le preocupaba entender las razones del ascenso, y el fracas de los partidos comunistas en atraer a las masas. Una de las razy, ines de este fracaso podia ser la falta de reflexion y de accién sobre Ja necesidad de Hevar a cabo una reforma cultural (equiparable a que la reforma protestante habia supuesto en el plano religioso), gj ‘socialismo no debia concebirse slo como un cambio politico, sing ‘como una verdadera revolucién cultural (en un sentido muy dife. rente, obviamente, al que tomé en los afios 60 en la China maoista), “De hecho, el mismo Marx considers la vinculacién base-su. ‘como una metifora que tenia la funcién de subrayar ‘ideologias, pero que no habia que tomar al pie mucho més fecunda otra metéfora utilizada i aquella que habla de la determina- -conciencia como “una iluminacién general en la -especificas”’ E. P. Thompson ha sugerido, releyendo esta imagen a partir de la sociedad inglesa del siglo XVIII, otra metafora muy ‘sugerente sobre el funcionamiento de la hegemonia cultural: més ‘que un “dominio total” sobre los subordinados, o una batalla entre polos antagénicos irreconciliables, la hegemonia puede equiparar- se al funcionamiento de un “campo de fuerzas”, que define los i mites externos de los polos magnéticos, pero que no determina la isposicién interna de los materiales atraidos: El concepto de hegemonia es inmensamente valioso, y sin él nos briamos entender la estructuracién de relaciones del siglo XVIlL Pero mientras esta hegemonia cultural pudo defini los limites de posible, ¢ inhibir el desarrollo de horizontes y expectativas altems tivos, este proceso no tiene nada de determinado 0 automitico. Um hegemonia slo puede ser mantenida por los gobenantes median” un constante y diestro ejercicio de teatro y concesién. En segund? lugar, la hegemonia, incluso cuando se impone con fortuna, no imp Kar co-politios, Grialbo. 4 ne una visién de la vida totalizadora; mas bien impone orejeras que Jmpidan la visién en determinadas direociones mientras la dejan libre en otros. Puede coexistir (como sucedié en la Inglaterra del siglo XVIII) con una cultura del pueblo vigorosa y autogenerada derivada de sus propias expectativas y recursos." En otras palabras: la hegemonia prescribe un marco para percibir la realidad, la carcasa ‘de una estructura de relaciones de dominio y subordinacién; pero dentro de esta construccién arqui- tectonica pueden desarrollarse escenas y dramas diversos. Esta- blece las “reglas del juego”, pero no las estrategias ni el resultado de ia contienda. Un orden cultural hegem6nico intenta enmarcar todas las definiciones competidoras del mundo dentro de su al- cance, proporciona el horizonte de pensamiento y accion dentro dei cual los conflictos son experimentados y las respuestas son formuladas, pero no define el contenido especifico de las ideas, ni las expresiones coneretas de los comportamientos. De hecho, el mismo Gramsci recuerda que siempre estén en juego definiciones alternativas de la realidad: “Siempre ha habido una lucha entre dos principios hegeménicos”;"" y que la hegemonia puede ser de- finida como un “equilibrio inestable” entre fuerzas no siempre antagénicas, pero tampoco idénticas: (...) el grupo dominante se coordina coneretamente con los in- tereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal se concibe como un continuo formarse y deshacerse de equilibrios inestables (...) entre los intereses del grupo fundamental y aque- Ilos de los grupos subordinados, equilibrios en los que los intere- ses del grupo dominante prevalecen, pero hasta cierto punto. En Ia historia real estos momentos se implican reciprocamente (...) combinandose y escindiendo en formas diversas."” W Faward P. Thompson, Tradicién, revuelta y conciencia de clase, Critica, Barcelona, 1979, p. 60. "Gramsci, op.cit., p. 1236 ® [bid, pp. 1584-5. iene | de una vez para sit ser conquistada constantemente; y puede romperse cuando a tura el equilibrio de fuerzas que la sostiene. En estas situaciones ” y el dominio puede tomar coercitivas: ‘ como el grupo social dominante ha su funcién, el bloque ideoldgico tiende a agrietarse y entonces g ‘espontaneidad’ puede suceder la ‘constriccién’ en formas siempre menos encubiertas e indirectas, hasta las medidas propiamente liciales y los golpes de Estado”. La “salida autoritaria” de una cri de hegemonia puede ser la mas corriente (es lo que puede expli por ejemplo, la emergencia de los fascismos en la Europa de entre guerras), aunque la solucién puede consistir también en un cambio | en la composicién del bloque hegeménico. En cualquier caso, la. fractura puede adoptar la forma de una “crisis de autoridad”: : El aspecto de la crisis moderna del cual uno se lamenta como “ola de materialismo” est4 vinculado a lo que se denomina “crisis de autoridad”. Si la clase dominante ha perdido el consenso, és decir, ya no es “dirigente”, sino tnicamente “dominante”, detenta- dora de la fuerza coercitiva pura, esto significa justamente que las grandes masas se han alejado de las ideologias tradicionales, yano creen en lo que creian antes."> Mientras la obra de Gramsci ofrece un marco para analizar el contenido histérico y social del combate por la hegemonia, la com prension de los mecanismos concretos de interiorizacién y legitima- cién de los discursos hegeménicos pueden ser iluminados mediante los conceptos elaborados por la sociologia del conocimiento. En la medida en que la eficacia de un discurso hegeménico se expresa et su capacidad para hacer pensar y comportarse los grupos subalter hos en el marco definido por este discurso, es crucial comprendet cémo las definiciones “oficiales” de la realidad Hegan constituir un “realidad en si”, vivida como tal por parte de los individuos. Como dicen Berger y Luckman' la construceién de Ja realk dad “objetiva”, y su incorporacién a la subjetividad, es un proces? * PBe cs pBerger&T.Luckmann, La construccién social de la realidad, Amore" Buenos Aires, 1983 16 (as. realidad social, para lograr coherencia y sentido en la mente de las personas, requiere adquirir “objetividad”, ser “Teificada”. Este pro- ceso de reificacidn se logra mediante lo que se llama‘ ” Para apoyar la coaccién y formar un consenso, las instituciones re~ quieren una legitimacién que se expresa en los universos simbsli- cos. Estos tienen un caracter econémico u ordenador: cumplen una funcién integradora de los componentes heterogéneos que definen una sociedad, ordenando las expresiones compartidas de la vida co- lectiva, facilitando la orientacién de las biografias en la cotidianidad y justificando el papel de las instituciones: orden institucional (ahora, debden transmitirse a una nue va generacidn. Al llegar a este punto, como hemos vist, el cardoter auto-evidente de las instituciones ya no puede mantenerse mediante os propios recuerdos y habitos del individuo. La unidad entre his- toria y biografia agrieta. Para restaurar y volver asi inteligibles am- bos aspectos, deben offecerse “explicaciones” y justificaciones de Mediante los mecanismos de legitimacién, algunas definicio- nes de la realidad, y el poder que las sustenta, pueden llegar a ser vi- vidas como “naturales” y “espontineas™ por parte de los individuos. Pueden ser impuestas por la policia, pero en su mayor parte son ratificadas por un apoyo mas social que coactivo: “las teorias son convincentes porque funcionan, sea, porque se han vuelto cono~ cimiento normal, establecido”.'* Ejemplos: el canicter sagrado del poder de un dictador, la inevitabilidad de la divisién en clases, la inmadurez natural de los jévenes, o Ia inferioridad congénita de las acaban convirigndose en tina “evidencia colectiva” qug ‘empirica, De hecho, la “construe, nevi econ pes ate como se desarrolla el combate por la hegemonia: las ciones estatales, la sociedad civil y los sistemas rituales y bolicos. Es en estos marcos donde se formulan las defini “oficiales” del mundo, donde la subordinacién es vivida e riorizada (pero también donde estas definiciones, y esa sul dinacion, pueden empezar a ser cuestionadas y combatidas). ‘en estos marcos donde la hegemonia se gana y se pierde, actiia la “microfisica del poder”."” a) Las instituciones del Estado son aquellos organismos directamente vinculados al ejercicio del poder: Srganos bermamentales, leyes, judicatura, policia, sistema escolar, Se trata de instituciones que a través de mecanismos m pragmiticos -procedimientos burocriticos, disciplina act mica, adoctrinamiento politico, vigilancia polis cias judiciales, ete.-definen las reglas del juego. Obviamentey el alcance de estos mecanismos dependent de la naturaleza del estado (desde las formas “duras” del poder totalitario & los sistemas demoeriticos de los regimenes parlamentarios): La eficacia de la burocracia puede estar mediatizada por él funcionamiento de sistemas de “clientelismo”; la capaci de la escuela para difundir un discurso hegeménico esté ef funcidn del grado de escolarizacién, de la coexis nas piiblicos y privados, de las formas de control sobre Foucault (1981). Microfisic poder, Madrid: La Piqueta. c) el profesorado; las formas de adoctrinamiento dependen de la existencia de organismos de penetracién en la sociedad (organismos de encuadramiento de jévenes y mujeres, sindi- catos verticales, servicios de bienestar y de ocio, medios de comunicacién estatales); la extensién del control social sobre la poblacién esté mediatizada por los cuerpos policiales, por el grado de independencia de la justicia, por las actitudes po- pulares hacia la ley (de la desconfianza en las campaiias de “paz y orden”), etc. La sociedad civil, en sentido amplio, agrupa a todas aquellas instituciones generadas por los grupos sociales en defensa de sus intereses materiales 0 culturales: familia, iglesias, par- tidos, medios de comunicacién, sindicatos, asociaciones ci- vicas y vecinales. En un sentido mis restringido, abarca un amplio territorio entre los poderes organizados y el reducido Ambito de los grupos domésticos. Como instancias interme- dias entre el poder y los grupos primarios, las agrupaciones civiles son un lugar de confluencia entre las fuerzas que vie- nen de “arriba” y las aspiraciones que surgen “de abajo”. y configuran la especificidad de las sociedades complejas.* Los sistemas rituales y simbélicos, finalmente, ponen de ma- nifiesto las multiples vias indirectas de transmisién-y de con- testacion-de la ideologia. En efecto, cada vez es mas evidente que las luchas sociales y culturales se traducen en “luchas por signos”, en luchas para producir y fijar significados: “La lucha entre discursos diferentes, entre definiciones y significados di- ferentes en el seno de la ideologia, es siempre una lucha en tor- no a la significacion: una lucha por la posesién del signo, que se extiende a las dreas mas mundanas de la vida cotidiana”.” Los universos rituales expresan en aquellas manifestaciones informales de la vida cotidiana, no necesariamente integradas en instituciones, que ponen implicitamente de manifiesto el 7 Véase Josepa CUCO, El cotidiano ignorado, Eds. Alfonso el Magnénimo, Valencia, 1991. 3 Dick Hebdige, Sottocultura, Costa &Nolan, Milano, 1983, p. 19. seguridad gee de la gentry, ficaciones simbélicas, o incluso s6lo blasfemar. “apariencias”, pero el resultado de la misma podia t cuencias materiales (...)2" En estos tres marcos, las categorias consenso/disenso 0 pueden considerar como polaridades antagénicas, sino como pf porciones teatro de un es a se combinan en form ',en los términos de Thompson Asi, hacemos nuestra la tesis formulada por Luisa Passerini em estudio sobre las reacciones obreras al fascismo: “No se pued edu el consenso de la falta de oposicién politica, ni se pued SRE Br na ct, Ein Ti, 20 inferir el disenso de formas de oposicién cultural”.”? Consenso y disenso deben entenderse como recursos que pueden ser utilizados en el marco de estrategias individuales o colectivas --no siempre cretas y que varian a lo largo del tiempo. A modo de esquema pro- visional, propongo diferenciar cinco grandes tipos de respuestas y estrategias: “consenso esponténeo”, “aceptacién pragmiatica”, “negociacién”, “resistencia” y “disidencia”.* ts “Consenso espontdneo”. Es la forma més articulada de ad- hesién al orden establecido, que conlleva tanto una acepta- cién de la cosmovisién ideolégica que éste formula, como una participacién en las instancias politicas y civiles que aseguran su hegemonia. Un “bloque histérico” cohesionado consigue incorporar a su proyecto un segmento significativo de las clases subalternas, que aparecen vulnerables, débiles y expuestas. Gramsci pone como ejemplo a la Francia “jacobi- na” anterior a la Primera Guerra, donde la burguesia urbana ejerce mediante el régimen parlamentario una hegemonia permanente (...) sobre toda la poblacién, en la forma hegeliana del gobierno con el consenso permanentemente organi- zado (aunque la organizacién del consenso se deja a la iniciativa privada, y por tanto es de cardcter moral o ético, como a consenso ‘voluntariamente’ dado en uno u otro sentido) (...) los elementos sociales mAs ricos de energias de las clases inferiores ingresan en las clases dirigentes.* “Aceptacién pragmdtica”. El bloque en el poder no ejerce completamente la direccién ético-politica de la poblacién, * Luisa Passerini, Torino Operaia e fascismo. Una storiaorale, Laterza, Na- * Me baso en las poli, 1984, p. 5. gerentes aportaciones de los autores de la Escuela de Bir- mingham, que han intentado aplicar las tesis gramsciana al estudio de las subculturas juveniles britinicas de posguerra: S.Hall&TJefferson(eds.), Re- sistancethroughRituals, Hutchinson Library Press, London, 1983. * Gramsci, op.cit., P, 1636 21 evestiona Ia legitimidad de su dominio, y oe dia a dia en toda una serie de compromisos. Pragmég, s subalternos no se incorporan a la ideolo, cos. Los srpemro tampoco se salen de los limites impuesgg por sus defniiones del mundo. Se dala situacion que Py serini describe entre los obreros de Turin durante el fasgjg mo: ésta no Hablamos de ‘aceptaci6n’ sin incluir en el concepto elementos de adhesién, de afeccién 0 de consenso entendido en sentido psicolo. gista, Estamos poniendo de relieve que el fascismo se adapts a le sociedad italiana, pero también que esta se adapt6 al fascismo, que {os individuos respondieron, en sus elecciones cotidianas, a las ‘clamaciones impuestas por el régimen y por los recursos que | efa, valorando cada vez que era oportuno aceptar y qué no: en -seno de mérgenes consentidos, ciertamente, pero con posibilidades de manipulacién no indiferentes.** 3. “Negociacién”. El ejercicio de la hegemonia encuentra di cultades para desarrollarse con normalidad, pero los ‘subalternos no son todavia tan fuertes para oponer un yecto alternativo. El resultado es un proceso de negociacii para la consecucién de espacios de autonomia, ejercido tidianamente en el lugar de trabajo, el sistema escolar, | instituciones civiles, etc. Los valores hegemOnicos no son | todo rechazados por las clases subalternas, pero son inter pretados y codificados en funcién de sus propios intereses ¥ tradiciones culturales. Sucede la situacién que los autores de la Escuela de Birmingham describen para la Gran Bretafia de posguerra: La cultura de la clase obrera ha ‘ganado espacios’ de una maner# consistente a la cultura dominante. Algunas instituciones de la cl se obrera representan los diversos resultados de este intenso S&" * Passerini, op.cit, P. 171 tido de ‘negociacién’ (...). A menudo estas ‘soluciones negociadas’ prevalecen, no porque la clase sea pasiva o deferente hacia las ideas de la clase gobernante, sino porque sus perspectivas estan ligadas a elementos practicos inmediatos 0 limitados a situaciones concretas.** “Resistencia”. La hegemonia y el poder que la sustenta es cuestionada y se pone en crisis, la clase dominante ha perdi- do definitivamente el consenso, pero los grupos progresivos no disponen de instituciones alternativas consistentes des- de las que organizar una confrontaci6n directa. El conflicto se sitta entonces, fundamentalmente, en-el plano cultural y simbélico. Es en las instituciones intermedias de la so- ciedad civil, y en la vida cotidiana, donde este conflicto se expresa y se resuelve. Los valores contra-hegemé6nicos pe- netran en instituciones como la escuela, la Iglesia, los me- dios de comunicacién, y los grupos subalternos comienzan a articular instancias propias que preservan y difunden sus formas de vida y visién del mundo. Es lo que sucede en la Catalufia de mediados de siglo XIX, con la obra claveriana que; (...) dejaba una huella nitida en Ia cultura de las clases subalternas, esparciendo, popularizando unos valores ético-sociales distintos, alternativos a los de las clases dominantes, si bien a la larga sus expresiones concretas fueran hasta cierto punto asimiladas y neu- tralizadas.”” “Disidencia”. Los grupos subalternos logran articular una fuerza de oposicién sélida que suele tomar una forma expli- citamente politica. Aparecen formas de protesta mas orga- nizadas (huelgas, manifestaciones), que pueden combinarse y dar cabida a formas de resistencia cultural previas (him- Hall & Jefferson, op.cit., P. 42. Ricard Vitas, La presencia ignorada, op.cit., P. 89. 23 > sco le tn deca nog, taeda el “contenido” de la hegemonia, sino e] “y,.- STs oa en gor ems Ola Un | es rasgos de una situacién de “disidencia” es que mucho, intelectuales de la clase dominante pasan a las filas de jg, _ clases subalternas o progresistas. Los momentos previgs 4 Jas revoluciones o cambios de régimen (como la E -entreguerras 0 las paises del Este en 1989) son situaciones traculturas y los movimientos de protesta a finales de los atiog : eee tos 70: ee een. valores ¢ institu. stones dominantes, incluso cuando, como ocurrié a menudo, esto. Bo tomé Ia forma de una respuesta politica (..) Los hippies de ‘finales de los 60 fueron la mis distintiva de las contraculturas de

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