En la primera se ve un pibito de siete aos que sale a la calle el da
de la revancha Monzn-Benvenutti. En la calle, en la vereda, ni un alma. Santa Fe se paraba cuando peleaba el negro. Esa primera sensacin de soledad se la debo a Monzn. En la segunda foto ya pasaron varios aos, y es en el Baviera de la Costanera, el que est an hoy frente al puente Colgante. Estaciona la nica coup Renault Fuego que haba en la ciudad y se bajan Monzn y cuatro morochos de escasa dentadura y dudosa higiene. Qu se van a servir los seores pregunta el mozo deferentemente, mientas se espantan las seoras y los pibes miran con la boca abierta. El negro nunca se olvid de sus amigos. Claro que cuando esos amigos son morochos de la isla, eso no est bien visto por el patriciado noble de la ciudad y del mundo. En la tercera hay un hombre acorralado por un tribunal que lo condena por un crimen a todas luces excecrable. No lo voy a exculpar ni mucho menos, pero me acuerdo que Sartre deca que hacemos lo que podemos con lo que hicieron de nosotros. El tipo pag. Hubo muchos que no pagaron ni pagarn, como por ejemplo Reutemann, sin ir ms lejos, el otro dolo de trascendencia mundial que tena la ciudad en esa poca. Hoy se cumplen veinte aos de la muerte del negro Monzn y me dieron ganas de mostrarte estas tres fotos que tengo guardadas en el lbum de la memoria, una memoria que, compruebo con cierta preocupacin, ya empieza a ser extensa.