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Carlos Ayala Ramirez Responsabilidad ética en el ejercicio del derecho a la informacién 1. Introduccién Nadie niega hoy el derecho del ser humano a la informacién, derecho reco- nocido en Ia “Declaracién de Derechos Humanos” (Art. 19). El derecho a la informaci6n tiene como fundamento la dignidad de la persona y la exigencia del bien comin. En efecto, los estados democraticos reconocen formalmente que toda persona tiene derecho a saber, es decir, a ser informado y buscar libremen- te cualquier informacién que desee obtener, en particular cuando se refiere a la vida, al trabajo o a las decisiones que hay que adoptar a la vez individualmente y como miembro de la comunidad; tiene derecho a transmitir a los demds sus problemas, necesidades y aspiraciones; tiene derecho a discutir las teméticas y problemiticas que influyen en el desarrollo de su vida (Osorio Meléndez, 1997). Pero, la informacién no se fundamenta sélo en las necesidades individuales o de grupos privados. La sociedad misma, en sus distintos planos, necesita esta infor- macién para funcionar adecuadamente. Necesita ciudadanos y ciudadanas bien formados ¢ informados. En otras palabras, los sujetos de este derecho son tanto los individuos como los grupos sociales. Es un derecho no sélo del medio de comunicacién o del periodista, sino de Ja colectividad. Se reconoce, pues, que el derecho a la informacién es un derecho fundamen- tal en tanto que en su vigencia o negacién se pone en juego parte deda realiza- cién humana, y se pone a prueba un factor determinante de lo que constituye una sociedad democratica. Con todo, este derecho aunque es inviolable, no tiene un cardcter absoluto. En consecuencia, puede-y debe ser reglamentado como lo estipulan de hecho los Tratados y Convenios Internacionales. No obstante, nuestro propésito en el presente articulo no es tanto insistir en las normativas juridicas, sino mas bien fundamentar los criterios éticos que de- ben orientar el hecho humano de la informacién, tanto en lo que tiene de dere- cho individual como en su dimensién colectiva. La lectura ética de este derecho conlleva la negaci6n de cualquier intento de restriccién 0 coaccién procedente 619 de toda forma de poder, pero también nos alerta de las posibles degradaciones 0 desviaciones que pueden producirse en sus formas concretas de ejercitarlo. La responsabilidad ética no es una condicién circunstancial dentro de la labor infor- mativa, es uno de sus pilares fundamentales. Asi como Ia investigacién no es una especialidad dentro del mundo periodistico, sino que todo periodismo debe ser investigativo por definicién, de igual forma el derecho de informar y comu- nicar debe estar siempre acompafiado de conciencia ética. 2, gDe dénde surge la necesidad de una ética de la informacién? (a) Los medios de comunicacién y el control de la imagen piiblica. Es evi- dente que los medios de comunicacién social no reducen sus funciones al campo de la informaci6n, ni ésta se agota en ellos; sin embargo, existe una notable relaci6n entre medios de comunicacién social e informacién. En efecto, uno de los principales modos que tiene la poblacién para conocer Ja realidad y tomar posici6n ante ella, es a través de la imagen piiblica que proyectan los distintos medios de difusién. Las tres funciones que suelen caracterizar al periodismo: informar (reflejar la realidad), formar opinién (interpretarla) y la tematizacién (configuracién de una agenda publica) se han convertido en una mediaci6n de hecho entre las diversas instancias de una sociedad y los distintos piblicos. Los medios de comunica- cién, en general, y el periodismo, en particular, son en Ia actualidad principales impulsadores de la circulacién de conocimientos. El ciudadano de la civilizacién presente convive con ellos y los tiene como punto fundamental de referencia. La gente habla de lo que hablan la televisién, la radio y la prensa e ignora los acontecimientos, sucedidos més all4 de un entorno préximo, que no han mereci- do la calificacién de noticiables (De Fontcuberta, 1995). Los medios y los perio- distas, en consecuencia, tienen una enorme responsablidad en lo que respecta a la captacién y comunicacién de la realidad. (b) Nuevos roles de los medios. Hoy dia, los medios masivos de comunica~ cién estén acentuando su protagonismo en la sociedad. Para algunos autores (L6pez Vigil, 1997) esta preponderancia se visualiza en por lo menos tres nue- vos roles que van adquiriendo en la actualidad: Primero, los medios de comunicacién legitiman lo que transmiten, es decir, garantizan la autenticidad de algo o alguien. Los medios avalan hechos, situacio- nes, opiniones o personas. El piiblico cada vez les va otorgando mayor credibili- dad, por eso lo que sacan a luz publica, al sonido piblico, queda valorado. De ahi que se llega a afirmar que lo que sale en los medios vale. Segundo, los medios establecen Ja realidad, esto es, no sdlo dan a conocer lo que sucede, sino que deciden, establecen la agenda de lo que es importante. Lo que no sale en la pantalla, radio o prensa escrita, simplemente no ha pasado. 620 Ellos son también protagonistas de lo que se ha denominado la escena politica: los medios eligen los actores (asignando papeles, quign es el protagonista y quién el antagonista); escriben el argumento (fijando la agenda, qué se informa y sobre qué se opina); y provocan el desenlace (conformando la opinién piblica). Este rol se puede resumir con la siguiente frase: sélo lo que sale existe. Tercero, los medios representan a los ciudadanos. Los comunicélogos y periodistas ya no sélo hablan al piblico, sino en nombre del piblico. Como representantes de la ciudadanfa, los medios se convierten en mediadores entre ésta (la ciudadania) y el poder. Se conocen casos en el que los medios han destapado escindalos, fiscalizan a las autoridades, defienden los derechos del consumidor y resuelven problemas cotidianos del ciudadano comin. Claro esta que estas afirmaciones hay que matizarlas en cada situacién concreta. No obs- tante, con ellas se busca sustentar un hecho sobresaliente de las sociedades ac- tuales: la centralidad que van adquiriendo los medios masivos. De esta centralidad, configuradora de buena parte de la vida social, se han de derivar importantes exigencias éticas. (c) El valor-informacién esté afectado por la esquizofrenia axiolégica neoliberal. El teélogo espaiiol José Ignacio Gonzalez Faus (Gonzilez Faus, 1995), sostiene la tesis de que el neoliberalismo adolece de una gran contradiccién ética: son liberales en el terreno econémico y neoconservadores en el terreno politico-cultural. Para el mundo econémico se propugna la rentabilidad, la eficacia, el poder de conviccién, la disciplina laboral; mientras que para el mundo politico-cultural se propone la solidaridad, la moderacién, la participacién, el bien comin. En otras palabras, el mundo de la produccién ha de estar regido por el individual mo, la ilimitacién y el “todo es experimentable”; mientras que en la convivencia sociopolitica ha de prevalecer la austeridad, la piedad y los limites a la experi- mentacién. A la hora de producir rigen la ley del deseo y la libertad sin limites. Pero a la hora de convivir, se debe controlar el deseo y poner limites a la libertad, Esta esquizofrenia axiolégica, segiin Faus, se manifiesta en la forma cémo funcionan algunos valores concretos, por ejemplo, el valor-informacién. El dere- cho a la informacién sera un valor en los campos politico-culturales de la vida, pero no lo es en el campo econémico. En lo que toca al campo politico cultural estamos sobre informados, pero en las areas econémicas la informacién es mas escasa y se procura controlarla al maximo. Ocurre también que se suele informar sobre los €xitos macroeconémicos producidos por las medidas neoliberales; pero no se informa de los precios humanos (y medio ambientales) que ha habido que pagar para alcanzar tales logros. Proclamar un logro sin decir su precio distorsiona seriamente la informacién, porque convierte en un éxito lo que, a lo mejor, n0 era mas que una crueldad. Esta incoherencia axiolégica del valor-informacién, 621 cometida en un sistema que pretende hacer de la libertad de informacién uno de sus valores supremos, plantea la necesidad de una critica ética que por un lado desmonte Ia contradiccién y, por otro, busque la armonia de valores en el campo informativo. (@ La lucha entre el afin de lucro y el deber de informar. La prensa predo- minante (escrita, televisiva y radiofénica) suele estar sustentada en dos ejes prin- cipales: por un lado, un alto nivel de competencia empresarial y, por otro, una fuerte vinculacién con los sectores de poder politico. Ambos aspectos les permi- te incidir de manera preponderante en el flujo informativo, tener una potente capacidad de difusién, acceder al otorgamiento de exclusivas y estar a la van- guardia de las nuevas tecnologias. No obstante, su participacién en el mercado y la consecuente influencia de la economfa publicitaria sobre los contenidos infor- mativos, colleva el peligro de que la estrategia de markenting termine decidien- do qué y cémo deben informar los medios de comunicacién. Esto deriva en graves limitantes: trivializacién de realidad (lo noticiable es lo vendible), orien- tacién hacia un periodismo sensacionalista, pérdida del sentido de contexto en la noticia, predominio de lo instantaneo sobre lo importante, de lo coyuntural sobre lo estructural de la realidad. La participacién de los medios de comunicacién en el mercado plantea un serio desafio a la ética de la informacién: la economia publicitaria, ;factor de posibilidad informativa 0 amenaza para la libertad de informacién? (Rub-Mohl, 1995). (©) Los controles antidemocraticos y la impunidad periodistica. La transicién del poder ejercido como dominacién-exclusién al poder ejercido como participa- cién-concertacién, no esté exento de trabas y peligros. En el campo de la libre expresién, por ejemplo, se suele recurrir a leyes que limitan la libertad de infor- macién. Un caso de esta amenaza lo representa el Nuevo Cédigo Procesal de El Salvador, que incluye disposiciones que cierran el acceso de los periodistas a ciertas fases de los procesos judiciales. El argumento principal para tal medida es la presuncién de inocencia de los imputados. El control se torna antidemocratico ya que el dejar a la subjetiva discrecién de los jueces la aplicacién de reserva para ciertos juicios, se podria estar ocultando informacién de interés publico. Pero, no menos cierto es también el caso contrapuesto: en nombre de una irrestricta libertad de informacién se puede caer en la impunidad informativa. Impunidad que deriva en encubrimiento, desinformacién y dafio al honor, al respeto y a la dignidad de las personas. En ambos casos se constata la urgencia de criterios éticos que garanticen, por un lado, el recto ejercicio del derecho a la informacién y, por otro, que aseguren la libertad de prensa con responsabilidad. (f) La cultura medidtica y su apariencia de una amplia gama de opciones. Vivimos la ilusién de la multiplicidad de medios y espacios comunicativos como una ilusin de la multiplicacin de gentes que aparecen en ellos. Parece ser que todos podemos hacernos visibles (Garcia Raya, 1998). Parece ser que la presen- 622 cia de los medios masivos y de las redes tecnoldgicas de informacién posibilitan suficiente conocimiento de la realidad. Hoy dfa creemos que podemos saberlo casi todo y saberlo instanténeamente. No obstante, la dimensién ética de este fenémeno presenta al menos dos probleméticas: primero, zno seremos simples consumidores, mientras que los controladores del discurso piblico son cada vez menos con la apariencia de una amplia gama de opciones? (Mata, 1995). Segundo, jes suficiente la visibilidad de un determinado sector social o hay que indagar sobre el tipo de imagen publica que se construye en torno a esos grupos? 3. Criterios basicos para hablar de una ética de la informacién Planteadas algunas de las realidades que exigen una ética de la informacién, veamos ahora qué criterios son fundamentales para orientar este hecho humano. Los criterios que aqui enunciaremos y explicaremos no tienen un caracter abs- tracto y genérico; parten —eso si— de la realidad concreta y de lo que plantea la ética en este campo. Asimismo, pretenden dar una visién critica de aquellos aspectos controvertibles del ejercicio de prensa, asi como cultivar una praxis responsable de este derecho. (a) El derecho a la informacién, al igual que cualquier otro derecho basico, debe ser historizado, La historizacién de los derechos, en este caso el derecho a la informaci6n, se constituye en un criterio ético en cuanto que en su aplicacién puede determinarse la verdad o falsedad, lo justo o injusto del ejercicio del mismo. La historizacién consiste en: la verificaci6n praxica de la verdad-false- dad, justicia-injusticia, ajuste-desajuste que se da del derecho proclamado; en la constatacién de si el derecho proclamado sirve para la seguridad de unos pocos y deja de ser efectivo para los demas; en el examen de las condiciones reales, sin las cuales no tienen posibilidad de realidad los propésitos intencionales; en la desideologizacién de los planteamientos idealistas, que en vez de animar a los cambios sustanciales se convierten en obstaculos de los mismos; en la introduc- cién de la dimensi6n tiempo para poder cuantificar y verificar cudndo las procla- maciones ideales se pueden convertir en realidades 0 alcanzar, al menos, cierto grado aceptable de realizacion (Ellacuria, 1990). La historizaci6n nos permitiré, por tanto, evitar una concepcién ética puramente abstracta y ahist6rica del citado derecho, conducente a reducir la libertad de prensa aun s6lo ambito: la universalidad sin concreci6n, que termina encubriendo la prac- tica desigual de un derecho que se ha convertido en privilegio de pocos. (b) El derecho a la informacién no es sdlo un derecho individual, sino una verdadera exigencia del bien comin. Los sujetos de este derecho son tanto los individuos como los grupos sociales, los informadores y los perceptores. Es la sociedad como totalidad la que necesita estar bien informada y eso pasa por asegurar una prensa libre, responsable y objetiva. Pasa por garantizar el acceso de los medios a las fuentes de informacién y el acceso de los ciudadanos comu- 623 nes a los medios. Dos de los diez principios basicos del Nuevo Cédigo Interna- cional de Etica periodistica (L6pez Forero y Gonzalez Alvarez, 1990), plantean, en este sentido, [a responsabilidad social del periodista y el acceso y participa- cién del piiblico. En cuanto al primer aspecto se establece que la informacién ha de compren- derse como un bien social, y no como un simple producto, menos como un producto comercial. El periodista es, por tanto, responsable no s6lo frente a los propietarios del medio de comunicacién, sino, en ultimo término, frente al gran ptblico, tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales. Precisamente, la responsabilidad social del periodista requiere que éste actie en todas las cir- cunstancias en conformidad con su propia conciencia ética. Respecto al segundo principio, se considera que en virtud del cardcter mismo de la profesién periodistica, se debe favorecer el acceso del piblico a la infor- macién y la participacién en los medios, lo cual incluye la obligacién de la correccion o la rectificacion y el derecho de respuesta. De este primer criterio deducimos al menos dos consecuencias importantes: primero, el derecho a la informacién (en cuanto biisqueda y difusién de las noticias), es fundamental para la convivencia y la realizacién humana, cuyo fin es la consecucién del bien comin, esto es, del conjunto de bienes naturales, econdémicos, sociales, politicos y culturales a los que deben tener acceso el ma- yor niimero de personas, para posibilitar su desarrollo humano integral. Segun- do, el derecho a la informaci6n no es exclusivo de los periodistas, de los propie tarios de los medios o de grupos de poder. Es también un derecho que los ciudadanos comunes deben ejercer. Estos dos aspectos son suficientes para fundamentar la necesidad de un equi- librio entre el papel exageradamente protagénico que desempefian los emisores y los sectores de poder (cuya opinién suele predominar y dominar en la mayoria de medios de comunicacién), y la opinién ciudadana que si bien no esté del todo vetada, su presencia e incidencia es minima en la configuraci6n de la conciencia colectiva. “Cudndo vamos a ofr a los hombres y mujeres cotidianos hablar largo y tendido, y con buen conocimiento de causa, sobre los problemas de seguridad, salud, vivienda, educacién, recreaci6n, etc., que a diario viven en los diferentes lugares del pafs? Tal como ahora funcionan los medios parece que nunca. ;Cudndo vamos a oft —que no sea en programas secundarios y de relleno— a médicos, psicélogos, psiquiatras, sacerdotes, pastores, artistas, socidlogos, intelectuales, antropdlogos, pedagogos, trabajadores sociales, odontélogos, y tantos otros es- pecialistas de la realidad, abordar desde sus saberes los problemas del pais? Tal como ahora van las cosas, también parece que nunca. ,Cudndo vamos a salir de una aberracién tamafia como creer que la cohorte politica es la tnica Hamada a hablar de todo, y por todos?” (Escobar, 1998). El principo ético de que la infor- macién es un bien social demanda mayor equidad, en el acceso a los espacios, 624 entre emisores y perceptores. Asimismo, el periodista tiene que entender que é1 no es el protagonista principal de los acontecimientos (ha de superarse el vedetismo y el divismo periodistico), su rol debe ser abrir espacios al ciudadano comin, a la comunidad. Por otra parte, si el derecho a la informacién ha de estar orientado por las exigencias del bien comin, éste no puede estar subordinado, por ejemplo, a la légica del mercado y sus intereses como suele ocurrir en la mayoria de medios, por mucho que de allf derive el financiamiento del quehacer informativo. Tam- poco puede quedar al arbitrio de la sola voluntad del emisor. Enfatizamos este aspecto porque hoy dfa asistimos a una creciente influencia de la economia publicitaria sobre qué y cémo informar. En la prética esta influencia termina anulando la necesidad de liberar los flujos infomativos (menor pluralidad de fuentes); se cierra la posibilidad de que todos los actores sociales ejerzan su derecho a informar e informarse (se reduce el acceso a canales y espacios); se desfavorece el desarrollo de una conciencia colectiva critica, responsable y crea- dora (el perceptor se concibe como un mero consumidor de cosas ¢ ideas); la verdad y objetividad informativa es sustituida por la rentabilidad y el marketing (el sencionalismo y el morbo desplazan al afin de verdad); las agendas informa- tivas se construyen a partir de la presi6n de la competencia (empobrecimiento de los contenidos informativos). En suma, la Idgica del mercado termina desnatura- lizando el derecho a Ja informacién como exigencia del bien comin. (0) El derecho a la informacién tiene que estar ajustado con la verdad y con la honradez hacia la realidad. Hoy dia, algunos gremios periodisticos (por ejem- plo, la Sociedad Interamericana de Periodistas, SIP) consideran que la exigencia ética de informar verazmente, puede constituirse en una especie de censura y control a la prensa. Bajo el pretexto de que los gobernantes pueden manipular el principio de la informacién veraz, esto es, utilizarlo como instrumento de res- triccién, y asumiendo acriticamente que la verdad objetiva no existe, estos de- fensores de la libertad informativa proponen la anulaci6n total de cualquier tipo de normativas, incluyendo el principio ético de la veracidad y la objetividad. Ante esta pretendida libertad absoluta, hay que recordar que toda libertad huma- na es una libertad concreta y situada, condicionada en muchisimos aspectos (naturales, sociales, politicos, éticos, etc.). Por eso todo tipo de libertad humana (para el caso la libertad de prensa) hay que plantearla en el marco de esos condicionamientos y en el marco de la interaccién ser humano-mundo. La bisqueda y la comunicacién de la verdad se torna no sélo en un criterio ético fundamental, sino a su vez urgente, por cuanto la realidad est configurada por la mentira y el encubrimiento. “Nunca ha habido tantas posibilidades para conocer la verdad, tantos centros de investigacién y difusién del conocimiento y, sin embargo, en nuestro mundo existe una ignorancia escalofriante de la realidad fundamental de la humanidad. El ciudadano medio no parece tener conocimiento 625 cabal de lo mal que esté la totalidad de nuestro mundo, ni parece tener interés por superar ese desconocimiento (...) Hay otros modos sutiles de encubrir la verdad, lo que suele ocurrir en los medios, en los discursos de politicos, gober- nantes, militares, y puede ocurrir también en discursos de intelectuales y eclesidticos (...), se usan eufemismos: paises en ‘vias de desarrollo’, ‘democra- cias incipientes’. Se usa el chaniaje: decir la verdad pondria en peligro la estabi- lidad politica, los bienes alcanzados (...) Se informa de manera absolutamente desproporcionada: minutos para la catdstrofe humana en Sudan; centenares y miles de horas para Francia 98. Se introyecta el olvido: ,quién habla de El Salvador, Nicaragua, la Escuela de Las Américas, los contras y el Irangate, el asesinato de Monsefior Romero? (...) ¥ hasta la libertad de expresion puede ser usada para minimizar o anular la verdad: se ofrecen tantas noticias que se diluye la realidad principal; se ofrecen tantas y tan diversas interpretaciones de un mismo hecho que éstas se balancean y anulan eficazmente una a otra, y la realidad mas honda permanece oculta. Y lo fundamental: ms libertad tiene para expresarse el que tiene mas poder econémico” (Sobrino, 1998). A lo sefialado arriba hay que agregar otras desviaciones en el ejercicio de la informacién, que han minado la posibilidad de superar la mentira y el encubri- miento: unas derivadas de una mala conceptuacién en lo que respecta a Ia objeti- vidad y la verdad en la noticia, Hay quienes piensan que la objetividad es siné- nimo de neutralidad valorativa, entendida ésta como la separacién entre juicio de hecho y juicio de valor, y la prohibicién de todo juicio critico sobre la realidad. La neutralidad axiolégica pretende ocultar el hecho de que la ideologia del pro- pio medio o del periodista interviene en su peculiar modo de escoger, interpretar y difundir una determinada notici Otras desviaciones son producidas por Ja forma cémo se aborda Ja informa- cién (Vidal, 1980). Ejemplos: La presentacion parcial de una verdad (consiste en ocultar deliberadamente aquellos aspectos de la realidad que pueden permitir a la poblacién aprehender la totalidad de los hechos de forma que pueda emitir un juicio critico, libre y completo); el sensacionalismo (consiste en distorsionar los hechos mediente la acentuacién de aquellos aspectos que provocan reaccio- nes emocionales, no racionales); los silencios (suprimir determinadas informa- ciones cuyo conocimiento pondria en duda o al descubierto intereses inconfesables); dar cardcter objetivo a lo que sélo tiene un valor subjetivo y relativo (mezclar noticias y su interpretacién ideolégica, presentando ésta tiltima como parte de los hechos); la generalizacién de hechos parciales (generalizar abusivamente un hecho que por sus caracteristicas y naturaleza es individual). Frente a estas desviaciones, desde la ética se exige una mayor objetividad en la seleccién y jerarquizacién de las informaciones. Pero, jen qué consiste la objetividad informativa? La objetividad consiste en lograr reproducir, como ob- jeto tedrico-informativo, el hecho noticioso con toda su complejidad. La objeti- 626 vidad asf entendida requiere un gran esfuerzo de racionalidad y criticidad, Es- fuerzo que supone: mantenerse fiel a los hechos, no hay que abultar las cifras ni exagerar los datos, decir lo que no es ni dejar decir lo que es; comprobar los hechos, asegurar la exactitud de los datos, que estén bien confirmados; distin- guir entre informar y opinar, la noticia no debe arroparse con comentarios o matices editorializantes; recurrir a la otra versién, cuando el hecho es complejo el pluralismo de fuentes es condicién necesaria para lograr objetividad (Lopez Vigil, 1997). En otras palabras, se requiere un distanciamiento critico que distinga lo que es informacién de lo que es opinién, lo que es difusin de lo que es propaganda, lo que es nacional de lo que es partidista. Evitar el socorrido artificio de atribuir a sectores no debidamente acreditados las opiniones del propio medio, no gene- ralizar lo particular y no deformar el peso especifico de cada informacién (Ellacuria, 1989). Ante el mal manejo de los recursos econémicos publicos, la demagogia y la mentira politica, ante el crecimiento de la impunidad y la existencia de leyes injustas, ante el creciente empobrecimiento de las mayorias, ante el abuso y dafio del ecosistema, ante la manipulacién de la conciencia colectiva y personal, ante la discriminaci6n a causa del sexo, raza o edad, en suma, ante un deterioro creciente de la dignidad humana, se exige fidelidad a la verdad y honradez con la realidad, Se trata de buscar y decir la verdad y erradicar la mentira y el encubrimiento (Sobrino, 1993). Sobre este tema el Nuevo Cédigo Intemacional de Etica Periodistica, que hemos tomado como punto de referencia, expresa que el pueblo y las personas tienen el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad por medio de una informacién precisa y completa (CIEP, No. 1). Agrega ademas, que la tarea primordial del periodista es la de servir a una informacién veridica y auténtica por la adhesién honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado, manifestando sus relaciones esenciales y em- pleando toda la capacidad creativa del profesional (CIEP, No. 2). (@ El derecho a ta informacion supone competencia y responsabilidad en la emisién y la recepcién de la noticia, Por lo que respecta a los periodistas en cuanto formadores de opinién, deben esforzarse en conseguir mayor capacita- cién profesional, mayor independencia ante las diversas presiones y mayor in- vestigacién sobre los grandes problemas de la realidad. La capacitacién es necesaria para poder cumplir adecuadamente con una de las misiones que la colectividad espera de ellos, esto es, captar plena y objetiva- mente la realidad y comunicar esa captacién de la mejor forma posible. Para que Ja labor informativa sea creadora y critica ha de tener como condi- cién basica la independencia. Independiente de los intereses partidaristas, frente 627 a la propia empresa de comunicacién cuando ésta coarta la libertad de informa- cién y de expresi6n del periodista, independiente frente a la presiones del go- biemo y de la empresa privada, critico frente a la propia ideologia. ‘Toda actividad periodistica es por definicién investigativa, no obstante, la agen- da noticiosa sigue dominada por fuentes oficiosas en menoscabo de la investigaci6n que pueda dar cuenta en toda su complejidad de los acontecimientos mas importan- tes de la realidad. Se difunde mas lo que dan las fuentes oficiosas que lo relaciona- do a Jos intereses de la nacién considerada como un todo. Se pone énfasis en la coyuntura y no en la memoria histérica. Se da mayor protagonismo a las personali- dades y se minimiza la opinién del ciudadano comin. En este mismo marco hay que plantear el conflicto que suele darse entre la libertad de informaci6n, por una parte, y el derecho a la intimidad, la privacidad y la honra, por otra. Ya hemos sefialado que la libertad de prensa no es un derecho absoluto. Pero tampoco el derecho a la intimidad y a la privacidad son derechos absolutos. Ambos tienen sus limites y estén marcados por los siguien- tes factores (Pérez, 1998): en primer lugar, el interés piiblico (ligado al bien comin), que no ha de confundirse con Ia curiosidad piblica; en segundo lugar, el datio eventual a terceros inocentes, dado que a la ética no le es licito permitir que los inocentes sufran por causa de una conducta ajena mantenida oculta o en silencio, 1o cual seria una complicidad; en tercer lugar, el consentimiento otor- gado por las personas concernidas para que se publiquen sus asuntos intimos o privados, pero atin con el consentimiento de las personas, el informador respon- sable debe saber discernir si realmente esas revelaciones permitidas son de ver- dadero interés para el bien del piblico al que se informa (peligro del sensaciona- lismo); finalmente, otro factor limitante es el que corresponde al cardcter piibli- co de las personas implicadas, en la medida en que una persona desempefia funciones piiblicas, el circulo de su vida privada se torna cada vez mas reducido, por eso el que los informadores traten de conocer lo mas posible a las personas publicas es éticamente valido y justificable. Similares criterios pueden seguirse en relacién con las actitudes de los per- ceptores, La dimensi6n ética de la informacion demandarfa de ellos mayor capa- citacién para interpretar lo que recibe de los medios. Exigirfa lucidez critica para detectar los intereses ocultos que se esconden tras la apariencia de informacién. Exigirfa, si la verdad est oprimida, comprometerse en la lucha contra la mentira (buscar y decir la verdad). En otras palabras, del perceptor se espera una actitud activa que lo conduzca a saber pensar (sdlo piensan lo mismo los que no pien- san), a pasar de la ignorancia al saber (los estudios y la investigacién son condi- ciones para ello), a pasar de la mentira a la verdad (construir sobre la verdad que libera y humaniza). (e) El derecho a la informacién demanda un lenguaje que descubra y no encubra la realidad de las mayortas pobres. La realidad de las mayoria pobres 628 suele ser escéndalo para los que pretenden vender la situacién latinoamericana como una sociedad democritica. Por eso, a través de la informacién se la puede dulcificar y encubrir y parte de ese encubrimiento se lleva a cabo por medio del lenguaje. Para hablar de los pueblos pobres se recurre a eufemismos: “cuarto mundo”, “el sur”, “pafses en vias de desarrollo”, etc. Con esto se quiere decir que algo anda mal, pero estos lenguajes no comunican todo lo mal que anda el mundo (Sobrino, 1998). Jon Sobrino propone, en este sentido, la metéfora del “pueblo crucificado”. Este término —afirma— expresa muerte, y muerte es la realidad a la que estén sometidos los pueblos, de forma lenta y cotidiana a causa de la miseria (violencia institucionalizada), a causa de represién y guerras, a causa de la muerte de la identidad (pérdida de culturas propias). La informacién mediatizada por un determinado uso del lenguaje, puede conducir a una visién de la realidad atomizada y sin contexto, ocultadora del drama de la injusticia estructural. De ahi que el presente criterio ético nos ad- vierte de la necesidad de un distanciamiento critico con respecto al lenguaje que usamos para comunicar la realidad: lenguaje encubridor 0 desvelador. La opcién ética, claro est4, es descubrir la realidad con todo lo que tiene de tragedia y escandalo, de injusticia y de mentira institucionalizada. (f) En un sistema democrdtico, el derecho a la informacion supone acceso a las fuentes por parte de los informadores, libre circulacion de las noticias y receptividad activa por parte del publico. La compatibilidad entre informacién y democracia supone la posibilidad real de acceso a las fuentes, los canales y espacios, la igualdad de oportunidades y la pluralidad de flujos informativos. En las sociedades autoritarias existe un control y sobordinacién de los medios a los intereses de los grupos de poder. En las sociedades con pretensiones democr: cas se enfatiza la autonomia de los medios con respecto a esos grupos. La democracia fortalece el ejercicio de libre expresi6n e informacion y éstas ultimas actualizan dos valores fundamentales de la democracia. Alli donde el auto- ritarismo concentra el poder politico, a los comunicadores no les queda mds reme- dio que volverse “voz oficial”. Y cuando la informacién es monopolizada por el Estado o por un grupo privilegiado, ésta se reduce a un mero ejercicio de publici- dad, Sélo en el marco de una comunicacién democratica, los medios producen publicos bien informados; se convierten en instancias mediadoras entre el poder paiblico y la comunidad; se abre el pluralismo de opiniones y de medios. La compatibilidad entre informacién y democracia supone también la exis- tencia de una opinién piblica realmente piiblica. Es decir, se supera el hecho de presentar como opinién publica lo que es simplemente opinién interesada o vender como sentir colectivo lo que no pasa de ser una visién muy particular. La opinién piblica cuando es realmente tal, nace de dos fuentes: por un lado, de las personas con su potencial de conocer y discemir, y, por el otro, de los flujos de informacién a los que ellas estin expuestas, 629 Pero, para que la informacién sirva de base a una opinién piblica se requie- te: que la informacién sea producida y transmitida sin cortapisas (sin censura previa); que nadie sea excluido del derecho a la informacién; que exista una diversidad de medios y canales de transmisién que rompan la informacién sesgada © la limitada oferta de los monopolios comunicacionales, y la presencia de pi- blicos con capacidad de recepcién e interpretacién de la informacién disponible (Brunner Ried, 1996). (g) Desde la ética y la racionalidad se exigiria que el derecho a la informa- cidn favoreciera aquellos procesos orientados al establecimiento de una demo- cracia real. Hay que reiterar que, segiin lo estipula el Nuevo Codigo Internacio- nal de Etica Periodistica, éste (el periodista) debe, por un lado, defender los valores universales del humanismo, en particular la paz, la democracia, los dere- chos del hombre, el progreso social y la liberacin nacional. Por otro lado, debe participar activamente en las transformaciones sociales orientadas hacia una me- jora democritica de la sociedad, de forma que favorezca la paz, la justicia y la distensién (CIEP No. 8). En este sentido, algunos procesos que deben ser potenciados, desde el dere- cho a la informacién, son los siguientes: frente a la precariedad de la vida huma- na por las que suelen pasar las mayorias, se debe posibilitar y comunicar la justicia social, la solidaridad con los mds débiles, la honradez, la austeridad, el bien comin y los derechos sociales que salvaguarden la vida; frente al fomento del individualismo, la pasividad y el olvido, hay que desarrollar una conciencia personal y colectiva situada, responsable y solidaria; frente a los modelos politi- cos, econémicos y culturales, que no responden a la realidad propia, hay que fomentar la memoria historica en lo que tiene de pasado, presente y de posibili- dades futuras. 4, Conclusién Es lugar comin reconocer que toda sociedad con pretensiones democraticas tiene que asegurar, entre otras cosas, la libertad de expresiOn y el derecho a la informacién. Desde la perspectiva ética la salvaguarda de estas libertades impli- ca: fortalecer un periodismo libre, independiente, responsable y pluralista; de- fender permanentemente estos principios de cualquier restriccién o coaccién pro- cedente de toda forma de poder; estar vigilantes de cualquier posible desviacién 0 degradaci6n producida por un mal ejercicio del derecho por parte de los pro- pios medios o de quienes trabajan en ellos; permitir al ciudadano comin expre- sar sus propias opiniones; someter a un examen continuo y critico el ejercicio de los distintos poderes; respetar el derecho del ptiblico a ser informado verazmente sobre hechos y acontecimientos; rectificar todas las informaciones entregadas 0 publicadas que posteriormente resulten ser falsas; presentar las informaciones, los comentarios y la critica evitando la intromisién injustificada en la vida priva- 630 da, la difamacién y las acusaciones sin fundamento; evitar el fomento de la violencia, el odio, la intolerancia o cualquier tipo de discriminacién. Garantizar estos principios es responsabilidad ética no sélo de los periodistas, sino de todos los ciudadanos. Dicho mas concretamente, ante el hecho, bastante constatable, del control de a que se ejerce a través del vinculo medios de comunicacién social-informacién, la ética y la racionalidad exigen que ésta (la informacién) esté ajustada con la verdad y con la honradez hacia la realidad. Frente al nuevo rol de los medios y del periodismo (legitiman, establecen lo que es real, representan a los ciudadanos), la ética recalca la necesidad de historizar tales roles para verificar si lo que se legitima (hechos, personas 0 situaciones) estd ajustado o desajustado con la verdad; si lo que se presenta como “la reali- dad” tiene sustento en lo real o es pura apariencia; si la representacién que tienen o pretenden tener es posibilitadora de participacién ciudadana o sustitutiva de la misma. Ante la aparente sobreinformacién en unos campos y el control y escasez en otros, la ética y la racionalidad nos Heva a preguntamos: gquiénes arman o disefian las variadas 0 repetidas programaciones entre las que podemos elegir? {Quiénes construyen las agendas informativas que se reiteran en periddicos y noticieros? ,Quiénes escogen y determinan los sujetos que obtienen espacios en los medios? ;Quiénes hacen las preguntas? ,Quiénes deciden enfocar ciertos rostros y dejar en la penumbra a otros? Si se responde con rigor a estas pregun- tas constataremos, por un lado, que la idea de abundancia informativa no es tal, y por otro, que asistimos a un creciente control del discurso piiblico bajo la mascara de una cada vez més amplia gama de opciones (Mata, 1995). Frente a la creciente influencia de la economia publicitaria sobre los contenidos informativos, que puede llevar a una exacerbacién desproporcionada del interés, por ideas y hechos (sensacionalismo o informacién orientada a alimentar los senti- mientos morbosos 0 la curiosidad malsana de los ciudadanos), la ética enfatiza la finalidad social de la informaci6n. Esto es: se informa para formar opinién (generar © impulsar corrientes de opinién favorables a los intereses legitimos de las mayo- rias); se informa para inconformar (sensibilizar sobre los problemas més importan- tes y mover voluntades para resolverlos); se informa para transformar, para crear consensos sociales en torno a proyectos democraticos y causas nobles, para salir del conformismo y la indiferencia colectiva (Lépez Vigil, 1997). Ante los encubrimientos (impliticos y explicitos), la presentacién parcial de una verdad, los silencios, la manipulacién del pasado, el olvido o la mentira sin més; la ética y la racionalidad exigen una posicién critica y un afan por buscar y comunicar la verdad con toda su concrecién. En la ética periodistica se besan el respeto por la verdad y el servicio al bien comin. Mas atin, en determinadas 631 circunstancias histéricas, el mayor servicio que se puede prestar a la comunidad es transmitirle la verdad. Referencias bibliogréficas Brunner, Ried, José Joaquin, “Comunicacién y politica en la sociedad democritica”, Me- dios de comunicacién en tiempos de cambio, Fundacién Konrad Adenauer, Buenos Aires, Argentina, 1996, pp. 7-18. De Fontcuberta, Mar, La noticia, pistas para percibir el mundo, Barcelona: Editorial Paidés, 1995. Ellacuria, Ignacio, “El periodismo salvadorefio ante la crisis del pais”, San Salvador (mimeo), 1989. Ellacuria, Ignacio, “Historizacién de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y las mayorfas populares”, Estudios Centroamericanos (ECA), 502, 1990, pp. 589- 596. Escobar, Francisco Andrés, “La rueda de caballitos”, Orientacién, Organo oficioso det Arzobispado, San Salvador, 4 de octubre, 1998, p. 16. Garcfa Raya, Marfa Eugenia, “Comunicacién politica y organizaciones sociales”, Signo y Pensamiento, No. 32, Universidad Javeriana de comunicacién, Bogota, 1998, pp. 83- 90. Gonzélez Faus, José Ignacio, “Conflicto de valores en la disputa en torno al Neoliberalismo”, en Cristianisme i Justicia. El neoliberalismo en cuestin, Sal Terrae, Barcelona, 1993, pp. 149-173. Lépez Forero, Luis y Gonzalez Alvarez, Luis José, Etica, comunicacién y cédigos del periodismo, Bogota: Editorial El Buho, 1990, Lopéz Vigil, José Ignacio, Radialistas apasionados, Artes Graficas SILVA, Quito, 1997. Mata, Maria Cristina, Bl derecho a la comunicacién, San Salvador (mimeo), 1995. 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