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¿Tenemos un Lenguaje que Discrimina a la Mujer?

Tal vez, en el primer día de clases de un colegio, la primera frase que escuchemos
decir a un docente será “Buenos días alumnos”, y al escucharlo no nos resultará
extraño o malo, es algo común que esta inserto en nuestra mente. O la imagen que
nos enseñaban en nuestra infancia, en las que aparecen hombres trabajando en
oficinas, construcciones, médicos, y en otras mujeres haciendo las labores
domesticas, cosiendo o limpiando, ¿esta bien traspasar esta herencia de lenguaje
sexista a las futuras generaciones?

Estamos acostumbrados a escuchar y leer frases que discriminan, que atrapan a las
mujeres dentro de palabras masculinas, generalizando los conceptos y a su vez
quitándonos identidad. Un lenguaje sexista son todas aquellas expresiones del
lenguaje y la comunicación humana que invisibilizan a las mujeres, las subordinan o
incluso las humillan y estereotipan, no se adecuan a la realidad social, que exige para
ambos sexos y el reconocimiento de lo que las mujeres somos, hacemos y podemos
aspirar.

El diccionario de la RAE se refiere al lenguaje, como primera definición, al “conjunto


de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa y siente”. En
primer lugar, la definición tiene un termino sexista: “hombre”, para referirse a la
condición humana, hombres y mujeres. Pero claramente entendemos que el lenguaje
es el vehículo que trasmite nuestros pensamientos, es de uso social, lo cual se
hereda, por lo tanto, mediante el lenguaje las culturas o naciones demuestran su
machismo y discriminación.

Estas malas prácticas del lenguaje pueden cambiar gracias a la acción educativa,
donde podemos influir y crear conciencia desde las aulas, trabajando el tema con las
niñas y niños que están comenzando a apropiarse del leguaje como instrumento de
comunicación. Podemos decirle a una niña que si estudia Ingeniería será “Ingeniera” y
no “Ingeniero”, que si estudia abogacía será “Abogada” y no “Abogado”, más bien es
un cambio cultural de orden social más que lingüístico, nos negamos a reconocer que
las mujeres hacen lo mismo que los hombres y con el mismo éxito.

La reflexión que debemos hacer entonces, apunta a analizar como me estoy


comunicando, cómo me estoy dirigiendo a los niños y niñas en los colegios, ¿utilizo
lenguaje sexista?, y cuando lo escucho, ¿que hago o haré al respecto?, lo importante
es materializar la solución, escoger alternativas a las palabras masculinas, enseñarlas
y practicarlas para lograr cambios. Entonces, llegará el día que en todas las aulas de
nuestro país una profesora o profesor comience el día con un “Buenos días alumnas y
alumnos”, o que mi título Universitario diga “Profesora de Educación General Básica”.

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