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Luis
TORRES
Alfredo
Torres
El hombre acorralado y
otros poemas
BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES
JULIÁN
Muestrario de
Biblioteca Digital Poesía 52
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 2
El hombre acorralado y
otros poemas
Luis Alfredo Torres,
República Dominicana
Edición digital gratuita de
Muestrario de Poesía 52
Editor: Aquiles Julián, República Dominicana.
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Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se difunde
por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes
creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los
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textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes
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MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 3
Contenido
La autodestrucción como tarea vital / Aquiles Julián 6
Los bellos rostros 8
(El agua) 8
(El espejo) 9
(El paisaje) 9
(El olor) 10
Canto a Proserpina 11
I 11
II 12
III 13
IV 14
V 14
El enfermo lejano 15
En el vacío 17
Lo elegido 18
Cárcel 18
Narciso adolescente 20
Rencores del Sur 20
En su dominio 21
Esquema 21
De la orilla interior 22
Lamentación del poeta 23
Una llamada 24
Compañero 24
Mujer-alba 25
Poeta adolescente 25
14 de junio 25
Desde el balcón 26
Asidero 26
Agua para el enterrado 27
Entre pobres 30
El llanto 31
El tiempo malo 32
Tiempo de perdón 33
La tierra triste, VI 35
Luz por una muerte, X 37
Narciso en las aguas 38
Desconocida soledad 40
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 4
La esperanza, todavía 41
Canción del pueblo 42
Los niños soldados 43
Los muertos 43
La presencia (fragmentos) 44
IV 45
IX 45
XI 46
Los edificios grises 47
Desde el automóvil 47
El hombre acorralado 48
Ciudad cerrada 49
Amoroso recinto 50
Así fue transitando la vida, penosamente, hasta que un día su tiempo concluyó.
Recógeme en tu arcilla,
Ciudad perdida,
Ciudad infame,
Ciudad de los malvados;
Vengo de lejos, errante,
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 7
Cansado como tú, hostigado como tú,
Y lleno de hechizo que te envuelve.
Eres tú la que ama mi corazón
Y en tus inmundicias soy feliz,
En tus cuencos de sangre soy feliz,
En tus desvaríos y errores soy feliz,
Ciudad maldita
como arcos destruidos en la noche
ciudad tierra
como ojos de lesbiana
y llena de cintas y de lazos y fetiches.”
Editó sus poemas en plaquettes que vendía a sus amigos, pequeños poemarios
que le permitieron sacar a la luz sus versos y, a la vez, obtener algo de fondos.
Si me amaron, si no me amaron,
¿qué importa? En el espejo, en el olor y el agua
estarán con el ruido de la luz en la piedra.
II
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 9
(El espejo)
En el espejo apareció mi frente:
temores tuve de tanta roja espina:
pero ¿cómo huir de aquella oscuridad
en que el cristal hería de luz?
III
(El paisaje)
En el abigarrado corazón
brilló el paisaje: gaviotas y arroyuelos
fluyeron hasta el cálido laurel
de los amantes: allí los bellos rostros
giraban dulcemente.
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 10
IV
(El olor)
Vino el olor con su memoria
triste:
triste: aquel definitivo olor
de lo perdido o de lo amado.
Lo vi entre sombras y en mi frente
llena de una arruinada palidez.
No es el olor del mar
porque las rocas crujían tiernamente
mordidas por el mar. Y el agua estaba allí:
un agua roja, azul, morada y amarilla
en donde el corazón lloraba apenas.
y aún sobre las rocas -en donde el solitario
moró siempre- están los bellos rostros:
qué color y campanas; qué ámbito de estrellas
los ceñían. Sólo en la dura
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 11
distancia del espejo está una frente triste.
Canto a Proserpina
1
Proserpina, reina de los infiernos,
címbalo que retiñe, Proserpina,
desde que devoraste a los dulces pastores danzantes
y ceñiste la enlutada corona,
se pudrió el buen racimo que pendía
de la hermosura y de la luz.
II
Proserpina, la violadora de muchachos,
dejó una escoba, un tañido
y aquel terrible desamor que suena
en lo más apacible de la noche.
III
En tanto, Proserpina -diosa de los infiernos está
sentada encima de la roca
y con sus labios -suaves como el crepúsculo en las flores devora
los cabritos; orea el césped
y cierra, veladamente hermosa,
una ventana de la luz.
IV
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 14
Oh tierra casta,
¿dónde está la bondad?
(Que no lo sabemos).
¿Qué día nuestras preces harán reverdecer
las sementeras arrasadas?
(que no lo sabemos).
¿Qué pálidos amigos vendrán con otros hombres
formando las falanges?
Pues bien, para olvidarlo todo,
desde el umbral de un sueño los llamé:
recuerdos míos queridos, cuyo amparo
fue la nieve que el viento desborona.
Flores por todos los rincones de la sala,
y en medio de tanta paz, de tanta luz y tibias inocencias,
las dichas en el atrio, la academia, los deseos.
V
Señor, ten piedad de nosotros,
pues el que espera desespera.
Señor, ten piedad de nosotros
pues el que espera desespera.
Esta es la angustia de la espera,
ten piedad de nosotros.
El enfermo lejano
Eres el derrotado, el caído.
El hombre en cuyas manos dormían suaves los pájaros
y acariciaba el lomo de las bestias, en el Sur,
está aquí: solo, triste, abatido en la noche,
solitario en la noche, perdido para siempre en la noche.
Derrotado, caído,
el Sur es a tu frente como un anillo recordado,
como la no manchada
promesa del tiempo del amor.
En el vacío
Cuando veo el cuarto solitario, oscuro,
las ropas tiradas por el suelo,
y los libros llenos de humedad y sal,
me parece que hay muchas tinieblas en la luz
y mucho "obsceno pájaro de la noche".
Lo elegido
A Rómulo Medrano Marte, Poeta.
Caminas despreocupadamente,
gozas de la fuerza del paisaje
y la luz
y quisieras cantarlos, mas no puedes:
hay tanto triste material acumulado,
es un país "tan duro, tan difícil",
que te frenas.
Cárcel
A César González Guillén
y Concepción Bandera,
Amigos.
Cárcel,
y se ven los hombres hacinados,
algunos durmiendo sobre el suelo.
Cárcel,
y muchos solicitan un poco de comida,
al compañero un poco de comida,
y cuando todo es ya cemento frío,
algún cuerpo se funde
en otro cuerpo igual.
Cárcel,
y por las apretadas circulares rejas,
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 19
sombras, poca luz,
apenas el movimiento de las horas
y nada mas que el murmullo,
el chillón y fantasmal murmullo
de los seres encerrados.
Cárcel,
y sobre los delincuentes
y sobre los ladrones
y asesinos e inocentes
su fusta el carcelero
sube y baja,
sube y baja,
y todo esto sucede
en una inmensa celda sola,
sin cama y sin abrigo,
mucho antes o próximo a las seis.
Cárcel,
cerrado sufrimiento,
rencor acumulado.
Y las calles de la ciudad poblada
parecen arco iris,
parecen trompos y globos de color.
Cárcel,
día cero,
día metal,
rotura, desamparo,
anillo para una garganta
que no deja
que no deja
de gritar.
Narciso adolescente
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 20
Deseas, y resultas un pájaro enlutado:
la música de fuera sobrepasa tu deseo, tu estímulo:
se desata una densidad, un muro,
que no te es dable socavar:
quieres entre las tuyas la mano del amigo,
los licores oscuros, el lecho sólo con deleite
y el espasmo infinito. Más no puedes.
En alguna ocasión,
ojos reflectores pesan sobre ti;
es un infierno; del todo tú no estás iniciado,
y temes todavía.
No puede una paloma romper una cadena tan de pronto.
Tu vibras en esa forma del amor,
en esa forma del acto o el deseo
y no has de reprimirte en tanto seas.
Ni el dinero que en tus manos fuese mucho
o fuese poco,
ni el zumbido de gentes con razón o sin ella,
ni conquistas o engaños,
bajaran esa aura que es tan tuya,
detendrán ese semen tan inútil como un cero.
En su dominio
Sobre el duro cuerpo rutilante,
en la leve extensa forma,
pone mi boca su interminable sed.
Esquema
He aquí todo lo que hube de haber pasado:
unas manos en círculo sobre la frente pensadora,
un río llamado Sur, una ciudad de nieve,
y un bastón como si fuese una redonda fruta desgajada.
De la orilla interior
A J. Arneman Merino, Poeta.
Estuvo recibiendo
mi corazón tus influencias:
leves, altas, tersas.
Mi corazón,
seco polvo podrido,
abeja en donde el sexo
perpetuamente vive.
Acogía,
mi corazón,
ese chorro de ti,
que de tan grato,
volvió mi sangre a la belleza,
mi mente al derrumbe de las cosas,
mis nervios a la paz.
Una llamada
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 24
Compañeros
Siempre estuvimos juntos
en soledades y destierros;
hombro con hombro por entre los barrotes
de la vida,
como dos combatientes,
como un gran cariño insobornable.
Mujer-alba
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 25
Poeta adolescente
A Carlos Lebrón Saviñón,
Declamador-poeta.
14 de Junio
14 de Junio:
tú eres mas que una fecha,
tú eres más que un relámpago verde sobre el pueblo,
mas que la sangre que te edificaba,
mucho mas que esa sangre.
14 de Junio:
tú eres una fecha que no duerme,
tú sacudes al que cree en tus escombros
y le dejas tu palabra al oído.
Cantos a tu cabeza
rotas por las balas;
cantos a tus mejillas
cruzadas por el látigo
cantos a tus pulcras cenizas de los héroes.
14 de Junio:
nadie puede vencerte,
nadie puede quitarte tu blancor de corona.
Desde el balcón
Al poeta Manuel Mora Serrano.
Desde el balcón,
durante su enfermedad,
el Poeta contempla su calle,
su calle entre tiendas, trepidante,
en donde los jóvenes borrachos
trituran las botellas
y recogen papeles con emblemas mortíferos.
Unas veces,
la calle huele a pescado y frituras.
Y en otras,
es como una piel lisa, seca, y tremolante.
En ella habitan
—cerca de mí
el zapatero con melena,
el abogado endurecido,
el comerciante que trafica,
el farmacéutico apenado
y prostitutas y libreros.
Durante su enfermedad,
el Poeta se mira entre sueños
toma su porción de dolor
y se retira solo, solitariamente.
Desde el balcón,
veía como alguien entraba por la puerta
y sólo entonces conoció
las líneas de la mano del amigo.
Asidero
¿Por qué lloro ante estos muebles a medias solitarios
si están llenos de paz y colocados
en salas prodigiosas
donde la luz penetra a latigazos,
con tenue transparencia de arena humedecida?
Entre pobres
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 30
El llanto
Lloro por no haber sido tu amparo,
por haberme detenido en parajes
que te correspondían, por haber meditado
en mi dicha dejando en suspenso tu dicha
y ahogado en mi corazón la tibieza
que le hacía menos nocturno y miserable.
El tiempo malo
¿Era posible
que en medio de tanta frustración y espanto
se abriera incólume el labio de la amante?
Ah, el viento hace rodar la niebla de las hojas,
nuestro país es viejo y solitario
y la primavera se lleva pocos muertos
al recinto obstinado del mar.
Hilo floral y abril en tomo eras,
la infancia que tuvo el corazón,
el infinito espejo que reveló a mi frente
una rosa en ti.
Tiempo de perdón
Concédeme el tiempo del perdón,
concédeme el tiempo de pasear
con alegría, el tiempo de beber
con alegría, de resistir el cúmulo
de lágrimas que corre por los pueblos:
que no quiero anegarme en cada una
de ellas; que no quiero bajo las sales
ciego padecer.
Míralo todo
como se ve tras el cristal
el frío de otras gentes:
y has de comprender que solo estando vivos
es justo el tiempo del perdón.
No me dejes tú
con esa lámpara de sal
que corre por los pueblos:
porque duras me fueron sus espadas
y mucho llovió sobre la luz.
No quiebres el destino,
no; rescátame el destino:
que tu hermosura la veo como un destino
cuando me llegue el tiempo del perdón.
La tierra triste
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 35
VI
El mar, y nada más
Luis Cernuda
x
Los cantos borbotan de la sangre
Domingo Moreno Jimenes
Desconocida soledad
Cuando la noche cae sobre las ciudades
uno se siente tan solo en el mundo
tan desamparado, tan convaleciente, tan herido.
A veces estamos en medio de las cosas, con las cosas,
y el corazón permanece como una campana
enterrada, como un perro aplastado.
La esperanza, todavía
Todos hemos sido culpables de tu tristeza,
oscuro, altivo país nuestro,
que habitas en nosotros con agonías
y a semejanza tuya nos tienes conformados.
II
Los niños soldados
Tan sólo niños, y ya fueron soldados,
soldados del pueblo, revolucionarios;
qué hermoso fue verlos con sus cascos,
sus metrallas, su insigne valentía!
Tenían los años de la primavera
y lucharon rojos de primavera
sin recordar el llanto de sus madres,
el olor del herido, o las lluvias de mayo
repentinas.
III
Los muertos
La tierra está llena de muertos,
mas no lloréis por ellos, no digáis
sus nombres con labios de tristeza:
¡cantad, cantad con ilusión sus nombres!
La presencia
(Fragmentos)
Si a la ciudad tú vienes,
si tocas tú la orilla de los árboles,
el mundo cobra su suavidad apetecida,
la flor de la dureza cae asesinada en los peldaños
y un tibio hilo sexual se mueve al filo de la lámpara.
VI
Si de repente me escribieras
con un movimiento similar al de la caída
de una hoja extenuada de belleza,
te contestaría con asombro, con levedad
de pájaros en vuelo.
IX
Estar contigo me iluminó de pronto.
Se fue la antigua niebla, se fueron todos
los abandonos. Me volví nuevo,
hermoso me volví. Todo mi ser tembló radiante.
A mis ojos asoma la dulce i1ama. Está
sobre los ríos, sobre las flores, sobre el tiempo.
Pura, intacta, se desliza en el recuerdo
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 46
y torna nítida a nosotros. Te amo. Eres
manadero, agua que a mi boca calienta,
espacio que el dolor apenas toca.
XI
Hermosura de tu pie en la sandalia.
Resplandor de la calle a tu paso.
Desde el automóvil
Desde el automóvil,
mientras la lluvia cae,
y el humo de mi cigarro flota suavemente,
oigo, tras los cristales húmedos,
el rumor de tu piel, ¡oh ciudad batida por el agua!
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 48
Y al son de tu caída,
sacro chorro del cielo, otro chorro veo correr:
es la sangre, es su isla, su color, escarlata
que ha teñido, de pronto, los hogares,
las estaciones y los meses.
El hombre acorralado
Tocaba puertas,
alzaba manos y papeles,
el corrupto, el miserable,
y hundía su podrida cabeza bajo el sol, entre las gentes,
pero la ciudad le negaba sus pájaros,
el camarero la sonrisa
y era inútil que buscara la compasión, la luz.
Y recordaba su altivez
entre las ametralladoras asesinas,
su ademán cuando los sacrificios, las torturas,
y he aquí que los alegres pájaros traían
un rótulo de sangre con su nombre.
Ciudad cerrada
Recógeme en tu arcilla,
ciudad perdida,
ciudad infame,
ciudad de los malvados;
vengo de lejos, errante,
cansado como tú, hostigado como tú,
y lleno de hechizo que te envuelve.
Amoroso recinto
Cuando estás insomne, convulsa, arrulladora,
y ha caído el día con afán,
pareces la belleza marina de la tierra.
Luis Alfredo Torres era un poeta que vivía a contracorriente. Lo conocí en 1987.
Yo hacía parte de mi internado médico en el hospital Padre Billini y él estaba allí
tratándose una úlcera en la pierna que nunca acababa de curársele. Nos hicimos
amigos. Él leía mis poemas y yo le llevaba ungüentos para su úlcera. Una vez me
presentó ante el doctor Norman de Castro como poeta y le mostró unos versos
míos que tenía en la mano, porque se había entusiasmado conmigo y pensaba
que en cincuenta páginas de versos yo debía cambiar sólo una palabra. Sin
embargo, me había dado cuenta que era demasiado indulgencia y nunca cambié
esa palabra porque ya sabía que con ello no tendría una obra perfecta.
Cuando años atrás leí en el periódico que Torres había fallecido abandonado en
el mismo hospital donde lo conocí sentí pena y hasta culpa. La pena se explica
sola, pero la culpa debo decir que fue ocasionada especialmente porque la
última vez que lo vi me despedí de él de mal humor ya que quiso obligarme a
beber. No se conformaba con que lo acompañaran a sólo dos tragos. No
obstante, traté aquel día que me enteré de su muerte de apartar de mi esa pena y
esa culpa, porque recordé que le molestaban los sentimientos de conmiseración.
Una vez me confesó su molestia por las palabras condolidas con que se refería a
él otro poeta en un artículo en que hablaba de nuestros escritores más
desheredados.
Torres parecía saber que el mundo era tan de él como de los otros, y que si lo
sufría, también lo gozaba como podían gozarlo los demás. En el corto tiempo
que lo traté no conocí aspectos de su vida íntima que algunos escritores han
insinuado conocer, y que probablemente tengan en su literatura tanta
significación como la tuvieron en su propia vida. De todos modos, su poesía
tiene toda la intensidad que es posible dar en un poema. Su Canto a Proserpina,
por ejemplo, bajo el velo de la apariencia permite que se mueva un flujo de
intenciones e conformidad que la ironía que las sostiene no deja escapar del
todo. Torres mismo fue uno de esos “nombres solitarios” que habitan en su
canto. Por eso, aunque haya muerto abandonado y no apareciera de una vez
ningún doliente que acarreara su cuerpo hasta una funeraria; aunque mientras
sobreviviera yendo de una borrachera al hospital y del hospital a la pobreza
fuera visto como un mísero poeta por algunos de sus colegas; aunque las
normas de la “decencia” social no admitieran su mala estrella, y, finalmente,
aunque muchos ya no lo recuerden, el poeta no está ni muerto ni dormido: Luis
Alfredo Torres reposa solamente.
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 53
Como el día, los seres humanos, y por consecuencia los poetas, tienen alba y
ocaso, mediodía y medianoche. Pero hay poetas plurales en su voz y en su modo
de existir y escribir que es una manera de ver la vida y asumirla.
En la vida y en la obra de Luis Alfredo Torres se dieron todos los tiempos, desde
el presente más luminoso hasta el más oscuro pretérito. Todas las
personalidades desde el joven que escribía sus poemas en una habitación de Los
Ángeles, California, hasta el desvalido alcohólico que merodeaba desde la luz
solar de El Conde hasta los más promiscuos patios de la Benito González o las
más oscuras y deprimentes habitaciones del Capitolio. En todas sus instancias
fue poeta, y buen poeta, un poco a la manera de Juan Sánchez Lamouth. Son,
junto a Ramón Pacay Polanco, los más grandes poetas malditos que ha dado el
país en toda su historia sin excluir a Manuel Luna Vázquez ni a Ramón Cifré
Navarro.
Rocas, paredes
del mar, / en vosotras están los bellos rostros: / ama
dos unos; otros imposibles; /pero están, enterrados o
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 54
Rostros como un relámpago en la niebla iluminando
siempre.
Apoyado todo el día en el bastón que fue su mejor testigo y el más consecuente,
gafas oscuras y manos siempre húmedas en la acera del Restauran Pacos,
devolvía siempre una sonrisa efusiva. Eran los días terribles y bellísimos de los
años 70 y se sabía habitante de una ciudad autófaga, inmerso en sus
desventuras más allá del hambre y del loco alcohol. Su vida no fue una utopía,
fue fiesta de apaga y vámonos. Alba y crepúsculo de una angustia lacerante que
él poblaba como un duende, ya en la ciudad colonial, ya en los barrios de la zona
norte, ya en sus callejuelas o cuarterías como en Borojol, siempre fiel a su
destino fútil, tan fútil que su obra es el más vivo y doloroso reflejo de una vida
azarosa y breve. Una nostalgia de juventud recorre la extensión fresca de su
poesía, toda su soleada y su llanura, su prado envejecido a destiempo por lo
indecible. Su mirada revelaba siempre una esencia, pero se mantuvo incólume
al buen gusto por la poesía de factura excelente y la precisión del juicio severo. A
él le queda bien aquel traje que Stefan Zweig le puso a Dostoyevski: sólo tocando
al fondo verdadero de nuestro ser, en lo que en él haya de humano, nos
palparemos unidos a él. Torres entendió la vida como abandono, como
pregunta, soledad o purgatorio. Así descendió a unos infiernos desde los que
nos extendía una mano débil, sin color, húmeda, temblorosa. Ningún poeta
dominicano más lejano de lo telúrico ni tan dentro de la muerte y lo terrible.
Tampoco ninguno más dócil, más manso ni sugerente. Eso sí, la suya era una
mano que había visto mucho y había palpado poco con la intensidad que
vibraba en su espíritu mundano y bonachón, tercio infatigable para la barra, el
colmado o la parranda.
Los bellos rostros que vio Luis Alfredo Torres son los del recuerdo, los de su
amor insatisfecho que diariamente han poblado la calle El Conde -donde tantos
talentos se han disuelto-, aquellos que vio y no tocó, aunque los palpó con sus
ojos desde la mesa de un bar de mala muerte que petrificó mediante su palabra
hechizante y hechizada. Su destino, tan cruel como fértil, le dio el tono limado
de su poesía, pero no así lo diáfano de su verso.
Luis Alfredo Torres buscó su ser en la poesía, ahí buscó su verdad y pretendió,
mediante ella, revelar la realidad escondida de las cosas. Su 31 racimos de
sangre, publicado poco después del ajusticiamiento del díctador, es un libro
revelador y doloroso. Igual que la luz del río entre las piedras, la voz de este
poeta marginal y marginado es toda una confesión. Como él, Sánchez Lamouth
y Moreno Jiménez tampoco hicieron resistencia al destino.
Pero los juicios morales de las obras literarias se realizan tan sólo según el
código moral aceptado por cada generación, tanto si ésta vive de acuerdo con
ese código como si no”.
La Feria del Libro y el sello editorial Ángeles de Fierro nos trajeron a Luis
Alfredo Torres a través de la colección Poesía esencial dominicana del siglo XX.
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 58
Las 53 páginas de este libro iniciado con dos trabajos, uno de Carlos Lebrón
Saviñón y otro de Manuel Mora Serrano, contiene los poemas Caída del amor,
Elogio de Carlos Gardel, Orgía, Los bellos rostros, El enfermo lejano, Narciso en
las aguas y Canto a Proserpina, que da título al libro.
Luis Alfredo asumió el quehacer poético desde los más altos niveles de
excelencia y ahí se mantuvo siempre. Quienes lean sus poemas ahora no harán
ninguna relación con el escritor que murió en la más absoluta indigencia y
soledad, pero cuya obra, si se difundiera en nuestras escuelas, podría llenar de
poesía los espacios vitales para que la vida sea más llevadera y la sensibilidad
inunde los ríos secados por el utilitarismo.
Aplicar a Luis Alfredo criterios morales cuando a otros se juzga con criterios
estéticos es prolongar el olvido con que se han cubierto mucho de nuestros
mejores escritores. Penetremos sólo en su mundo lírico orquestado de palabras
que adquieran niveles mágicos.
Rocas, paredes del mar, / en vosotras están los bellos rostros: / amados unos;
otros imposibles; / pero están, enterrados o vivos, / como un relámpago en la
niebla / iluminando siempre.
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 59
Trabaja en El Caribe, donde tiene, además, a su cargo, una columna fija. Dirige
luego el suplemento cultural de La Nación. Años más tarde, es columnista de la
revista ¡Ahora! En 1964 dirige, con Alberto Peña Lebrón, Lupo Hernández
Rueda y Ramón Cifré Navarro la revista Testimonio, en cuya colección se edita,
en 1966, Los días irreverentes.
Muestrario de Poesía
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto 28. La lengua de las cosas y otros poemas / José
Sosa Emilio Pacheco
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / 30. El adivinador de hojas y otros poemas /
Joaquín Pasos Odysseas Elytis
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo 31. Las ventajas de aprender y otros poemas /
Carranza Kenneth Rexroth
5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw
Mieses Burgos Milosz
6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav
7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Seifert
Delgado. 34. Uno escribe en el viento y otros poemas /
8. Haikus / Matsuo Basho Gonzalo Rojas
9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio
Mahmud Darwish Gamoneda
10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio 36. Los andamios del mundo y otros poemas /
Ballagas Ledo Ivo
11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis
12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Gómez Rosa
Drummond de Andrade 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa
Enzersberger Szymborska
14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 40. Desde la república de la conciencia y otros
15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes poemas / Seamus Heaney
contemporáneos 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas /
16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Eugenio Montejo
Diego 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca
17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Varela
Raworth 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea
18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Vilariño
Istarú 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas /
19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto Mariano Brull
James Rawlings 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique
20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott Adoum
21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza 46. La gruta de las palabras y otros poemas /
22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters Vladimir Holan
23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas
Martínez Rivas / Gastón Baquero
24. Antología esencial / Joseph Brodsky 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón
25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto 49. Los errores necesarios y otros poemas /
Padilla Joaquín Giannuzzi
26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados
27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome 51. Hablar desde La inseguridad / Rafael Cadenas
Rothenberg 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis
Alfredo Torres
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 61
Colección
Muestrario de
Poesía
2009
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO
TORRES 62