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JACQUES ATTALI HISTORIAS DEL TIEMPO Traduccién de José Barraces VALLADARES FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO-ARGENTINA-BRASIL-CHILE-COLOMBIA-ESPANA ESTADOS UNIDOS DE AMERICA-PERU-VENEZUELA I. EL TIEMPO DE LOS DIOSES EL concerto del tiempo en las sociedades desaparecidas es casi desconocido. Las practicas de las sociedades mis alejadas del mundo moderno impiden que las comprendamos, porque la lejania en el espacio no coincide con la lejania en el tiem- po, y ninguna sociedad contemporanea, que puede observarse ahora, ha mantenido un grado de aislamiento y estancamien- to suficiente. Por eso, los raros indices utilizables son los mitos que narran el tiempo, y las lenguas que lo nombran. A partir de ellos, es posible reconstruir una imagen probable del ritmo del tiempo en ciertos pueblos antiguos y asi formar un boceto de su papel en la organizacién del poder. De ese modo, yo haria la apuesta tedrica de que la practica del tiempo en las sociedades primitivas puede reconstruirse a partir de esos fragmentos. 1. EL RITMO DE LO SAGRADO En el amanecer de los primeros grupos humanos, el ritmo de la naturaleza se impone a los hombres, el Sol limita los dias, las fases de la Luna limitan un periodo estable; los movi- mientos del uno y de la otra describen en el espacio un ciclo de mas largo periodo, que mide el conjunto de las fases de la actividad agricola y de pastoreo. La primera medida del tiem- po esta, pues, ciertamente ligada a la necesidad de prever la aparicion de la lluvia y del Sol, para seguir y controlar la re- novacién de las reservas alimenticias, para organizar la con- tinuidad de los medios de supervivencia de la comunidad. Pero la naturaleza no tiene existencia en si, pues sdlo es una de las manifestaciones de lo invisible que envuelve al hombre. Es, pues, una parte de lo sagrado y aun lo constituye. Los rit- mos astronémicos se sithan asi en las exigencias de lo invisi- ble y son sus mayores manifestaciones: lo invisible es quien acuerda y retira lluvia y Sol, dia y noche, abundancia y mi- seria, en un didlogo incesante entre cosmologia y cosmogo- nia, astrologia y astronomia, meteorologia y augurio. Los mitos mismos, historia de los dioses, son vividos enton- 17 18 EL AGUA Y EL RELOJ ces en un tiempo especial, Tiempo sagrado, diferente del tiempo histérico. Su relato proporciona el sentido primero del tiempo. Toda mitologia comienza, en efecto, por describir un acto inaugural, como un diluvio, un sacrificio o un cri- men; su representacién, a intervalos regulares, implica la anu- lacién de los pecados de la comunidad y la tranquilidad acer- ca de su capacidad de renacer mediante Ja disipacién de sus faltas pasadas. A partir de este acto inaugural, los mitos organizan los ci- clos en cuyo curso se escalonan diversos momentos del tiem- po, sin duda favorables para la actividad humana. Cada cosa tiene asi su tiempo “normal” en relacién con el sistema del mundo. Los acontecimientos “fuera de estacién”, los muertos precoces, los embarazos prolongados, las anomalias cronolé- gicas de la naturaleza —los arboles que florecen en invier- no, el Sol que aparece durante la noche... .—, son otros tantos presagios de desdrdenes sociales, de acontecimientos inusi- tados. También las més antiguas sociedades encierran al tiempo en normas rigurosas, que fijan los mitos y las exigencias de la agricultura y de la ganaderia. El tiempo no existe all{ sino por las actividades que lo instalan y por los mitos que lo describen. Ni la prisa ni la lentitud tienen sentido. Cada acon- tecimiento tiene su ritmo, su origen, su duracién. Las pala- brerfas, las visitas de cortesia y de amistad permiten saber Jo que pasa en otras partes, conocer las opiniones de unos y de otros acerca del tiempo que va a hacer, sobre el valor de las tierras y de las cosechas, organizar una sucesién infi- nitamente repetitiva, a la vez minuciosa, prosaica y vital. La naturaleza proporciona asi la intuicién de lo sagrado, y Jo sagrado deifica a la naturaleza. Los dioses toman enton- ces el control del tiempo de Jos hombres que imitan en su vida el de los dioses. Lo sagrado da sentido a las mutaciones de la naturaleza y a las exigencias de la agricultura, construyendo mitos capa- ces de explicar y de prever la Iluvia y el Sol, el invierno y el estio, el dia y la noche. Los antiguos tienen asi la impresion de avanzar hacia el por- venir caminando para atrds, con la espalda vuelta hacia él. Es necesario ser sacerdote, ser amado por los dioses para operar una conversién, volverse hacia lo que es invisible a los otros: el porvenir. EL TIEMPO DE LOS DIOSES 19 La naturaleza es entonces la fuente de todo. Del concepto relativo al transcurrir del tiempo como de su duracién y de su medida. Los fenémenos vivientes proporcionan también los unicos medios de evaluar la duracién y el transcurso. Por ejemplo, Evans-Pritchard [83] informa que, entre los nuer de Africa, lo que determina el tiempo es el reloj-ganado; la ronda de las tareas pastoriles y el momento de la jornada, asi como la duracién en la escala de la jornada son, ante todo, para los nuer, la sucesién de esas tareas y la relacién que éstas mantienen entre ellas... Los nuer no tienen una ex- presion equivalente a la palabra “tiempo” en nuestra len- gua, y no pueden por ello hablar del tiempo, como nosotros lo hacemos, como si se tratara de una cosa real que pasa, que puede perderse, ganarse, etcétera. Yo no creo que ellos tengan el sentimiento de luchar contra el tiempo, o de tener que coordinar las actividades en funcién de un transcurrir abstracto del tiempo, ya que sus términos de referencia son, sobre todo, las actividades mismas, que generalmente se efectian sin prisa. Los acontecimientos siguen un orden légico, puesto que no existen puntos de referencia auténo- mos a las que debieran conformarse con precisién esas ac- tividades. Entre los nandis, otro pueblo de Africa del que habla Thomp- son, [228] se fecha el tiempo segtin el momento en que tienen lugar los trabajos cotidianos: “Los bueyes han salido a pas- tar” significa que son las 5 horas 30 minutos. “Se ha soltado a los borregos”, que son las 6 horas. Y sucede lo mismo en Madagascar respecto a las duraciones: “una coccién de arroz” quiere decir media hora, “una fritura de langostas” significa un instante, o aun se dice: “El hombre estara muerto en me- nos tiempo del que se necesita para que el maiz quede bien tostado.” En Birmania, de la misma manera, el despuntar del dia se designa como el momento en que “hay bastante luz para ver las venas de la mano”. [228] El analisis de las lenguas y de los mitos proporciona algu- nos otros elementos utiles para descubrir el modo de vida primitivo del tiempo. En él se encuentra la confirmacién de la formidable complejidad del pasado, tiempo de los dioses mismos, y de la muy débil sofisticacién del futuro, tiempo de los hombres. Por ejemplo, la lengua de los boruya distin- 20 EL AGUA Y EL RELOJ gue cuatro formas de pasado, que podemos encontrar en otras muy numerosas lenguas del mundo antiguo: un pasado lejano, el de los fundadores, tiempo del ensuefio y del mito, de los origenes en que se establecié el orden del mundo; es el tiempo de los dioses, en cuyo transcurso ellos han vivido los mitos que los hombres no hacen sino repetir torpe y rudi- mentariamente en sus gesticulaciones. Una segunda forma del pasado designa los acontecimientos gloriosos de la historia del pueblo mismo: el pasado social, el de los mitos en la es- cala de la historia. Una tercera forma indica el pasado or- dinario, el de la memoria de cada quien, sin acontecimiento de importancia histdérica. En fin, los boruya distinguen una cuarta forma de pasado, el pasado prdximo, que describe los acontecimientos de la noche que precede al dia en que se ha- bla, en cuyo curso todos los espiritus abandonan los cuerpos y el territorio de la tribu. Como contraste con esta diversi- dad de formas de pasado, el futuro no tiene profundidad; no existe sino en lo que permite organizar la repeticién de los tiempos del pasado. Es un mundo vago, desconocido, que es- pera el regreso de los cuatro tiempos del pasado. En todas partes, segtin los mitos y las lenguas, el futuro es peligroso si no es repeticién del pasado. La posibilidad de enunciar un futuro como una vuelta al pasado es condicién para la supervivencia del grupo. Los mitos tienen también como funcién la de organizar esta reiteracién del tiempo ja- lonandolo con fechas artificiales, en que los ciclos vuelven a empezar, en que el porvenir se une con el pasado. Los mitos y los relatos fundadores describen asi una histo- ria cuyo tiempo vivido constituye la imitacion en intervalos regulares y al final de la historia mitica, de “volver a cero los contadores”, de perdén y arrepentimiento, por imitar el sacrificio o por ejercitar violencias reales. En el momento en que se decide esta repeticidn, el tiempo amenaza con seguir transcurriendo en el mismo sentido, con no volver a empezar; el invierno amenaza con durar, la sequia con perpetuarse. En ese momento es cuando debe la violencia tener lugar efectivamente, para borrar el pasado y permitir que vuelva a empezar el ciclo. Una ceremonia expiatoria, sacrificio o diluvio, encrucijada esencial del Tiempo de los Dioses y de la limitacién que de él hacen los hombres, es lo tmico que posibilita el nuevo co- mienzo. Ella toma casi siempre lugar en el momento en que EL TIEMPO DE LOS DIOSES 21 se juega, concretamente, el destino econémico del grupo, o se lleva a efecto un fenémeno natural que afecta a la vida: lluvia o cosecha, fin del invierno o principio del otofio. El sacerdote intercede entonces ante los dioses para que permi- tan el regreso de las fases creadoras del ciclo econdmico y politico. De ese modo, el sacrificio ritual no es solamente un con- juro de la violencia amenazadora; es la condicién para acep- tar la muerte con el enunciado de Ja vida. Nada, por otra parte, queda jamas asegurado. Si la era del caos ha concluido, y si Ja historia humana ha comenzado, el reino del orden no es completo. E] desbordamiento de la actividad, la explo- sién de la violencia irreversible quedan siempre como posibi- lidades; no estA garantizado que se mantengan en buenas con- diciones el universo y la naturaleza. Salvo si en el inicio de cada periodo se organizan eficazmente la extincién de las deu- das, la expiacién de los pecados del grupo, la dilapidacién de las riquezas acumuladas. La violencia debe tener lugar en- tonces por medio de la penitencia, el arrepentimiento, el de- rroche de los bienes y del tiempo mismo. El sistema de lo sagrado se juega ahi todo, en el momento en que libera a la violencia; hay ruptura del tiempo y se revive el mito fun- dador, el tiempo de los dioses. El sacrificio amenaza entonces con ser el comienzo de una violencia incontrolada; pero si se le maneja bien, organiza, por el contrario, el regreso, el renacer del héroe, del rey, del bien y el olvido pasajero del mal. A menudo, con la violencia se mezclan regeneracién y se- xualidad. Asi, en el tantrismo y el taofsmo tiene lugar el or- gasmo religioso cuando termina el ciclo césmico. La rueda sexual y la rueda del tiempo remiten, por otra parte, al mismo simbolo y la iniciacién erdtica es estacional. En esas socie- dades, escribe Mircea Eliade, [79] “el sexo colectivo es un mo- mento esencial del reloj césmico”. En total, este boceto teérico se encuentra con mi trabajo anterior coincide con el de René Girard. [109] Pero, en forma contraria a él, yo creo que la violencia y lo sagrado no tienen sentido en si mismos. No existen sino por el tiempo que los acompaiia: lo sagrado fecha a la violencia en el momento en que la terminacién del ciclo permite, con su liberacién, des- truir todo lo que se ha acumulado en los objetos existentes para recrear las condiciones de una amnesia colectiva y de 22 EL AGUA Y EL RELOJ un renacimiento, por medio de un diluvio o de un sacrificio redentor. Si, por el contrario, el sacrificio ritual no ha sido fechado, él amenaza tanto como la violencia que prolifera. Inclusive si esta hipdtesis es nueva, de acuerdo con mis conocimientos, se apoya en los caracteres del tiempo de los dioses, del “Gran tiempo mitico”, que describe Georges Dumé- zil [75] y que ha sido muy bien estudiado, por ejemplo, entre los australianos y los paptias, por Lévy-Bruhl. [151] Cada tribu posee un término especial para designarlo: es el Altjira de los aruntas, el Dzugur de los aluridjas, el Bugari de los karad- jeri, el Ungud de los pueblos del noroeste de Australia. Estas palabras designan con frecuencia y al mismo tiempo el suefo y, de manera general, todo lo que parece insdlito 0 maravillo- so. Sirven para definir un tiempo en que “lo extraordinario era la regla”. Todas estas expresiones tienden a poner en evi- dencia que el tiempo mitico es aquél en cl que la existencia llega a serlo y donde la historia natural comienza; y esta si- tuado, a la vez, en el comienzo y fuera del curso de las cosas. Organizar la historia del tema no excluye lo irreversible, al contrario. En el interior de cada ciclo debe transcurrir el tiem- po, efectivamente, el orden debe agotarse, consumirse, el mundo debe envejecer. Si llega a tiempo el rito del fin de ciclo, puede regenerarse el mundo. Pero sucede que no pueda lograrlc, que degenere sin limite. Todo se hunde entonces. y para que se reorganice un orden, el tiempo debe cambiar de sentido, el ciclo mismo debe cambiar de duracién. Asi, de ci- clo en ciclo, en el interior de un mismo orden, sucede que el tiempo de los dioses no se repite; tiene cierta direccién y se divide en “edades” que hacen sucederse la dominacién de los buenos y de los malos. En resumen, lo cotidiano se organiza, en las sociedades del primer tiempo, alrededor de sacrificios a los dioses, en los lu- gares especificos, alrededor de fiestas de la regeneracion, de mimica de la muerte o de la coronacién de un dios o de un rey. La fecha en que tienen lugar estas fiestas remite a la fecha del acontecimiento que éstas imitan. Todo antepasado fundador, todo primer dios es necesaria- mente “Dios del Tiempo”; todo tiempo primero es también Tiempo de los Dioses. Todo se acttia en esta interdependen- cia. Los dioses, que casi siempre son almas de los antepasados, convertidos en el mas alla en potencias terribles y, a veces, identificados con los astros, Sol y Luna, antepasados primeros EL TIEMPO DE LOS DIOSES 23 de los hombres, ejercen un poder y un control sobre la tierra y, mas alla de la muerte, mantienen una filiacién con sus habitantes, permanecen fieles a sus respectivas familias. Estos antepasados tienen vara alta sobre toda prosperidad y toda alimentacién, sobre los campos y los ganados, sobre la deformidad y la fealdad, la enfermedad y la muerte. Y vigilan con celosa severidad que se respeten sus Ordenes. Casi en todas partes, la Luna es un antepasado masculino y vigoroso que provoca las menstruaciones de las mujeres con la seduccién que ejerce sobre ellas. Controla las intempe- ries, provoca la lluvia y la nieve, y la superficie visible de su disco sirve para medir el tiempo. El Sol es también un ante- pasado esencial en la mayor parte de las sociedades, regulador del tiempo y agrimensor del espacio. Numerosos son los mi- tos y los ritos en los que se inaugura una trayectoria princi- pesca con la domesticacién del Sol. Existen con frecuencia suspensiones, en las que un héroe obliga al Sol a detenerse, porque tiene necesidad de tiempo suplementario para concluir una hazafia: Josué y Zeus lograron que no saliera el Sol. A veces, los demonios, los “malos”, los enemigos de los héroes, roban el Sol o la Luna. En ciertos cultivos, la llegada de la primavera indica la transformaci6n. El paso del invierno a la primavera provoca una ruptura por la que se entreabre el mundo y deja escapar las almas de los muertos. Estas, furiosas, van errantes sobre la tierra para controlar el orden que han instaurado. Para apa- cigudrseles, exigen adoraciones y sacrificios, cosechas y arre- pentimientos. Cuando se calman, vuelven a partir y el mundo queda purificado entonces de todo pecado para la estacién que sigue. Los dioses y su tiempo son servidos primero por los an- cianos, después por los sacerdotes especializados, astr6nomos y astrdlogos. Estos fijan la legitimidad de los reyes y los reyes los protegen. Mas tarde, cuando se organizan los imperios, el Tiempo de los Dioses amplia el campo y las formas de su organizacion. 2, EL IMPERIO DEL TIEMPO Cuando aparecen los grandes imperios teocraticos, los ritmos del Tiempo de los Dioses norman aun la vida social. Pero de manera mas y mas codificada, mds y més repetida y rigurosa, 24 EL AGUA Y EL RELOJ el tiempo se estructura en derredor de los calendarios, y las sociedades alrededor de los sacrificios. Esto es verdad en todas partes: en Sumeria, el orden césmico es trastornado continuamente por una gran serpiente que amenaza con re- ducir al mundo en el caos por la degradacién irreversible. El regreso del orden se obtiene con un diluvio regular y con el sacrificio, real o mitico, del rey, representante del pueblo y receptaculo de sus pecados frente a los dioses. En la so- ciedad babilonica, la astronomia esta integrada a una religion astral a la que sirven los escribas que registran los detalles de la vida agricola y el movimiento de los astros, y los infor- man al rey a la vez que deducen las fechas de las fiestas y el calendario religioso. Entre los egipcios, el curso del tiempo sigue también el ritmo que marcan las exigencias de las co- sechas. Ahora bien, éstas dependen de las inundaciones, que tienen lugar si el Nilo, Dios y padre de los dioses, acepta tomar en consideracién los sacrificios que se le ofrecen. La inundacién, que dura cuatro meses, forma Ja primera de las tres estaciones del afio; la segunda es la que corresponde a las siembras y al crecimiento; la tercera, que es la de la co- secha, termina con el regreso de la sequia y de la angustiosa espera de una nueva inundacién. Wittfogel escribe en El despotismo oriental: [250] En las zonas de aridez absoluta es de importancia decisiva prepararse para las crecidas de los rios, cuyas aguas, bien utilizadas, aportan la fertilidad y la vida, en tanto que, si se les deja seguir su propio movimiento, sembraran la muerte y la devastacién. Es necesario reparar los diques a tiempo para que resistan en el momento de la inundacién; es ne- cesario limpiar los canales para que se reparta el agua con- venientemente. En las zonas semidridas, que reciben una cantidad de agua limitada e irregular, tiene importancia andloga un calendario exacto. Solamente cuando los diques, los canales y las presas estan buen estado, podran ser plenamente utilizadas las precipitaciones insuficientes. La necesidad de redistribuir los campos que se inundan pe- riddicamente y determinar las dimensiones de las estructuras hidrdulicas, provoca un incesante estimulo para que progre- sen la geometria y la aritmética. Herodoto atribuye los inicios de la geometria en Egipto a la necesidad de volver a evaluar anualmente la tierra inundada. EL TIEMPO DE LOS DIOSES 25 La representacién china del tiempo constituye otro ejemplo, particularmente rico, de la relacion del tiempo con el orden social de los grandes imperios. [113] Para los chinos, el tiempo y el espacio son dos conceptos que se corresponden y estan formados, uno, por periodos, el otro por regiones. Cada una de las partes que compone el espacio y el tiempo tiene un conjunto de atributos propios. Cada momento del afio, cada momento de la historia se distingue por un conjunto de reglas singulares. El] espacio y el tiempo son, uno y otro, ritmicos: en un ciclo se da la vuelta al espacio y al tiempo. Cuando comienza el imperio se alternan los espacios plenos y los tiempos amplios, con los tiempos cortos y los espacios vacios. Los periodos de dispersién se oponen a los de concentracién. El tiempo y el espacio presentan una densidad particular en Jos lugares y los momentos reservados a las asambleas y las fiestas de regeneracién donde debe abolirse el antiguo orden. Con motivo de estos ritos, todas las fuerzas se ponen en ac- ci6n, se prodiga todo y se prodiga por entero: vivos y muertos, seres y cosas, mujeres y hombres, jévenes y viejos, todo se mezcla. Esas fiestas, que se celebran en todo el imperio, tra- ducen la confianza de la nacién en el éxito de su trabajo y en su capacidad de organizar el regreso de las estaciones. En esas circunstancias, se condensan todo el pasado, todo el por- venir, el tiempo y el espacio enteros, en ritos sagrados donde vuelve a encontrar su unidad el grupo, comunica su alegria de ser y su terror de desaparecer. El tiempo chino esta asi organizado alrededor de la idea de ritmo. Dos elementos, el Yin y el Yan, garantizan esta cohe- rencia. Como lo recuerda Marcel Granet, [113] en la lengua del I Ching “la palabra Yin evoca la idea de tiempo frio y cubierto, de cielo Iluvioso, y se aplica a lo que es interior; la palabra Yan, por su parte, evoca la idea de Sol y de calor, y aun servir para pintar el viril aspecto de un bailarin en plena accién”. Mas tarde, cuando se estructura de modo mds complejo el Imperio chino, el tiempo y el espacio no se representan ya de manera doble: el espacio es entonces un cuadrado; el em- perador, situado en el centro como punto de convergencia, rige el imperio unificando a los diferentes grupos sociales simbolizados por los cuatro cuadrantes; él proporciona sus emblemas a los de las cuatro partes y del centro. El espacio se representa asi como cinco cuadrados encajados. Parale- lamente, el tiempo se descompone también en cinco duracio- 26 EL AGUA Y EL RELOJ nes, provista cada una de atributos de estacién. La historia del imperio se forma asi de cinco eras que se suceden en for- ma ciclica, y cinco virtudes soberanas se colocan por turnos a un puesto central de mando, y luego relegadas a los cuatro rincones del imperio. 3. Kronos y Cronos El mundo griego dio nacimiento a uno de los mitos cuya des- cripcién es de las mis dificiles, y que enlaza al tiempo y al espacio, a la violencia y a lo sagrado, en un extraordinario sistema unificador. Dos mitos, el de Kronos, dios fundador, y el de Cronos, Dios del Tiempo, se encuentran asi y chocan. Muchos enigmas permanecen en suspenso: ¢es la cercania fonética de Kronos y Cronos pura coincidencia, o es la clave de la relacion de tiempo y violencia entre los griegos? Esta pregunta que no ha sido respondida, resume, no obstante, lo esencial de las interrogantes del orden social moderno. Los primeros griegos asimilaban al tiempo con Océano, el rio divino que rodea a la tierra y al universo. En dos eta- pas de la historia mitologica, que se distinguen diffcilmen- te, Océano y Kronos, después Cronos, se mezclan en una sola divinidad. Primero se confunden Océano y Kronos, des- pués Kronos y Cronos se identifican, ya sea por deformacién o por el encuentro de dos mitos. | He aqui la historia de las multiples versiones relativas a esta progresiva confusion: En la version més antigua del mito, Kronos es uno de los hijos de la Tierra, Urano, y del Cielo, Océano; castra a su padre y arroja al mar sus partes genitales, de lo cual nace Afrodita. Un poco mas tarde, en el siglo vi antes de Jesucristo, el poe- ta griego Hesiodo, [125] en su Teogonia, presenta una versién. mucho mas elaborada del mismo mito, que incluye explicita- mente a Kronos en una teoria del tiempo, identificandolo primero con uno de sus hermanos, Océano, y hace de él un dios “de pensamientos pérfidos” y “el mas temible de los hijos del cielo”. Hesiodo describe inicialmente un tiempo mitico, en el que los hombres vivian al abrigo de los sufri- mientos, la enfermedad y la muerte, “la edad de oro”. Des- pués de esta edad, cada raza humana posee su temporalidad propia, su “edad”, que expresa su naturaleza particular y que, EL TIEMPO DE LOS DIOSES 27 con el mismo titulo que su género de vida, sus actividades, sus cualidades y sus defectos, define su estatuto y lo opone a las otras razas. La sucesién de razas en el tiempo reproduce un orden jerarquico y permanente del universo. Las razas y Jas edades se suceden hasta formar un ciclo completo que vuelve a empezar una vez acabado, ya sea en el mismo orden, ya sea en el orden inverso. La raza de oro es la primera porque sus virtudes ocupan la ctispide de una escala de va- lores intemporales. Los hombres de la raza de oro ejercen funciones de poder. “Ellos no conocen ni la guerra ni el tra- bajo, la tierra produce para ellos bienes innumerables.” [125] El oro distingue asf, entre las diferentes especies de hom- bres, a aquéllos que han sido hechos para mandar: su sobe- rania se ejerce fuera de un dios de poder absoluto, fuera del tiempo. En la Edad de oro, todo es orden, justicia y felici- dad. Las mismas expresiones que encontramos en Hesiodo definen, por otra parte, a los hombres de la raza de oro mitica y al rey justo del mundo de su tiempo. Luego vienen las razas de plata, de bronce, de estafio y de hierro. En la Edad de hierro, todo esta entregado al desor- den, a la violencia y a la muerte; es el reino de la pura Hubris y del caos. En el tiempo en que viven los dioses hay asi, a la vez, irre- versibilidad, porque se suceden las edades, y posibilidad de repeticién porque siempre se espera el regreso de la Edad de oro. La narracién del mito de Kronos se incluye en el transcurso de estas edades: en el comienzo de la Edad de oro, la diosa de todas las cosas, Eurinona, crea con Urano las siete potencias planetarias y otorga el gobierno de cada una a dos de sus hijos, un Titan y una Titanide, hermano y hermana. Los dos mas jévenes, Kronos y Rea, son situados en el planeta Sa- turno. Urano, sabiendo que uno de sus hijos lo matard, em- pieza a matar a todos. Kronos, prevenido por su madre, ataca a su padre, lo castra, toma el poder y se desposa con su hermana Rea, diosa del movimiento, del transcurrir y de la duracién, con la que tiene numerosos hijos. Pero la misma amenaza pesa atin sobre el hijo: Urano pre- dice a Kronos que uno de sus hijos lo matara a su vez. Tam- bién Kronos, como Urano, devora a sus hijos uno después de otro. Como él mismo escapé de su padre, su tercer hijo, Zeus, a quien oculta su madre Rea, se le escapa y él devora 28 EL AGUA Y EL RELOJ una piedra en su lugar. Mas tarde se cumple la profecia de su abuelo, pues Zeus mata a Kronos, toma el poder y, como su padre, casa con una de sus hermanas. Y escapa entonces de la maldicién familiar: ninguno de sus hijos amenaza ya ma- tarlo. . ; Asi es posible leer este mito como un mito del tiempo: Urano, habiendo intentado detener el tiempo, impedir que transcurriera mediante la destruccién de sus hijos, uno de éstos, Kronos, fo mutila y lo aparta, para tomar nuevamente la antorcha del tiempo hasta ser, él mismo, presa del deseo de detenerlo matando a sus propios hijos. Su muerte rege- nera atin al tiempo e instala un orden estable en el reino de los dioses. Kronos libera asi el tiempo y luego amenaza con detener su curso. De ese modo puede comprenderse que Kro- nos se convierte, en la Grecia antigua, en el dios del tiempo que preside el porvenir de las cosas. EI es el dios de la deci- sién, de la lectura del presagio, del augurio, de la eleccién. Su hijo, Zeus, es el “que existe en todo tiempo”, el “hijo del tiempo”. El mito de Kronos es, pues, la historia de un doble parri- cidio, necesario para que lo reversible suceda a lo irreversi- ble, la regeneracién a la decadencia. Kronos, rey ideal, que personifica el orden de las cosas, determinando su curso, pone fin a la degeneracién sin limites, mutilando a Urano, para la felicidad del género humano. Organiza los primeros ciclos. Se convierte en punto de partida y de Ilegada de toda fe- cundidad. Su hijo hace lo mismo cuando su padre amenaza el orden, cuando devora el porvenir para impedir que transcu- tra el tiempo. Asf, después de dos canibalismos destructores, dos sacrificios redentores reanudan el tiempo detenido por un momento. Creando las condiciones del nuevo comienzo, de la regene- racién mediante la extincién del pasado, la muerte de Urano y luego la de Kronos reanudan el transcurso del tiempo, creando un ciclo, anulando la irreversibilidad y aceptandola al mismo tiempo. Dicho atin de otro modo, la tierra que Kronos toma a su cargo no conoce el tiempo, y es él quien la lleva a la concien- cia, sintiendo miedo de sus hijos. El mundo que deja a Zeus no conoce atin la civilizacién y es Zeus quien la crea aceptan- do el orden. Cronos es por ello el dios de la historia, y Zeus es el de lo complejo. Kronos es el deseo, Zeus es el espiritu EL TIEMPO DE LOS DIOSES. 29 que destrona al deseo. El reino de Cronos tiene lugar en la Edad de oro. Es la infancia del mundo. Sin guerra y sin co- mercio, sin esclavitud ni propiedad privada, este mundo de luz, de apacible alegria, de vida facil y feliz, de creaciones exuberantes y desordenadas, es, al mismo tiempo, un mundo de tinieblas y de horrores, en el que siguen siendo necesarios los sacrificios humanos, Su muerte enuncia el principio de la civilizacion. El mito de Kronos introduce asi la idea de medida en el mundo griego, la idea de cortadura, de cambio periddico que sigue el ritmo marcado por el regreso de numeros definidos e invariables. Esta idea, que se halla presente de manera confusa en todas las culturas anteriores, aparece aqui en toda su claridad: a partir de ese mito, el tiempo se piensa no solamente en cuanto a su transcurrir, sino también respecto a sus fechas y duraciones, en su medida y su interrupcién, explicitamente unidos al canibalismo y al sacrificio. Kronos es asi Dios del Tiempo y de su medicién, porque es Dios de la Historia y de la interrupcién. Mas tarde, Kronos se escribe Cronos; sin duda, como dice Michel Serres, porque la letra ki griega simboliza mejor la interrupcion del tiempo que la letra kapa. Pero se han ade- lantado otras hipdtesis para explicar ese deslizamiento. La de Benveniste, segiin la cual el tiempo se llama Cronos en griego porque el griego Cronos y el iranio Zrvau tendrian un origen comin que significa “deteriorar”, versién poco ve- rosimil. Otra hipétesis parece menos aventurada: es la que se apoya en las teogonias érficas, en las que existe todavia otro dios llamado Cronos, espantoso dragén que estd en el origen mismo del Cosmos, independientemente por completo del Kronos de Hesiodo. Este Cronos es el tiempo infinito, el tiempo que no envejece, inmortal e imperecedero, la serpien- te que se cierra en circulo sobre si misma. De este Cronos nacen dos espacios, el Eter y el Caos; en el Caos, Cronos forma un huevo de plata, del que surge el Dios Pan (“el brillante”), padre de los otros dioses y de la raza humana. Este Cronos es, pues, a diferencia de los hombres, eterno porque es cicli- co. “Los hombres mueren porque no son capaces de unir el comienzo con el fin”, dice el mito érfico. Asi, aunque sin tener relacién con él, el culto de Cronos en la Grecia clasica se habria confundido poco a poco con el del Kronos de Hesiodo, cuyo nombre suena casi como el suyo. 30 EL AGUA Y EL RELOJ La confusién empieza con Pindaro y termina con Perécides. Esta hipotesis, sin embargo, no podria considerarse tampoco como establecida. Y aun es posible una cuarta filiacion de Cronos y de Kro- nos: el fildsofo Macrobio [154] opone en el siglo v, efectiva- mente, a esas tres genealogias de Cronos y de Kronos, que le parecen fantasiosas, otra interpretacién, fisica ésta: “Durante el Caos, no existia el tiempo. En efecto, el tiempo que tiene como medida la revolucién fija del Cielo, comenzé a ser al mis- mo tiempo que éste. El Cielo fue por ello, en cierta manera, padre del tiempo. De él manaban sin cesar las semillas de todos los seres que estaban atin por crearse después de él, se- millas que encerraban dentro de ellas los principios generado- res de la creacién entera”. Y explica en seguida que “esa fluen- cia cesé cuando el mundo hubo llegado a su desenvolvimiento completo, en la medida en que los elementos originados que- daban dotados ellos mismos de la potencia creadora. Afrodita organiza la propagacién de las especies remplazando el rocio celeste con la unién del macho y Ja hembra. Asi se integra también el concepto mds antiguo de Océano, el rio y el tiempo”. Ninguna hipotesis es cierta, y la relacién de Kronos y Cro- nos sigue siendo un enigma irresoluble, aunque la sugerencia de Michel Serres sea la mds seductora. En todo caso es seguro que Zeus, hijo de Kronos, ha favo- recido por si mismo al tiempo: las horas son sus siervas en- cargadas especialmente de abrir y cerrar las puertas del Olim- po. Para cerrarlas, ellas condensan ante si a las nubes y, para abrirlas, las disipan; de lo alto del cielo envian rocio, hume- dad, lluvia, y hacen germinar a las flores; raramente se les representa solas, se retinen con algun otro dios griego como Apolo, Dios del Sol, que coopera con las Iluvias para fecundar a la tierra; o Deméter, que recibe las simientes, las hace nacer y alimenta lo que vive en la superficie; o hasta Afrodita, a quien ellas recibieron al nacer cuando salfa de las olas. Esta concepcién griega del tiempo, que dictaré la estructura del calendario griego, vuelve a encontrarse en la sociedad romana. Macrobio [154] escribe al respecto: La guadafia con la que se le representa es el emblema del tiempo que corta, cercena, siega todas las cosas. La ficcién que lo hace devorar a sus hijos y vomitarlos en seguida, es EL TIEMPO DE LOS DIOSES 31 también el tiempo mediante el cual nace se reproduce. Si lo vemos sustituido por su hres paren los tiempos, cuando envejecen, son desechados por los tiempos que nacen después de ellos. Pero queda encade- nado durante todo el afio con bandas de lana, que no se le quitan sino hasta el dia de su fiesta, porque la ley inmu- table de la naturaleza forma una sola cadena con todos los siglos. La historia de Urano es, por otra parte, el origen del nom- bre de su homélogo romano, Saturno, o Satimus, que viene de Sato, el miembro viril, y evoca la amputacién de los érga- nos sexuales de Urano efectuada por Kronos. Ese dios que devora a sus hijos es, dice Cicerén, “el tiempo mismo, el tiem- ee insaciable de afios, que consume todos los que transcu- ren”, Asi se manifiesta el Tiempo de los Dioses, de las tierras mas antiguas y de los imperios mejor organizados: inseparable de la violencia y del poder. 4, TIEMPO, VIOLENCIA, PODER Canibalismo y sacrificio, diluvio y augurios, lenguas y mitos, enuncian Ja configuracién universal del tiempo. Toda ciiltuca inicial organiza el tiempo a la vez como irreversible y rever- sible, toda representacién del tiempo depende del orden so- cial que ella estructura. Pero g¢de qué manera? Yo he tropezado mucho con esta pregunta y evitaré al lec- tor los multiples caminos sin salida que he tomado para tratar de contestarla. Yo creo, sin embargo, que resaltan tres ideas simples de lo que precede y que trataré de resumir asi, tomando lo que se ha dicho arriba: — Desde luego, el tiempo no se reduce a su medida: como | agua no se confunde con su peso, ni el espacio con su vo- lumen, el tiempo tiene una existencia irreductible a su dura- clén; ésta no es una ordenacién, una manera de Iamarla, de elasificarla, de arreglarla, de domesticarla. La medida del tiem- po cambia con el orden social y en relacién con el mundo; »= La segunda idea, que se ha hecho comin ahora en las ¢lencias humanas, es que un orden social no existe sino cuan- do un grupo sabe canalizar la violencia y circunscribirla a 32 EL AGUA Y EL RELOJ circunstancias determinadas; 0, dicho de otro modo, una so- ciedad no existe sino cuando se canaliza, es decir cuando se circunscribe la violencia fisica que pueden ejercitar los indi- viduos unos contra otros. Y yo agregaria aqui: circunscribirla en el tiempo, en ceremonias especificas donde la eliminacién de los chivos expiatorios constituye el receptaculo de la vio- lencia de todos. — Por ultimo, la tercera idea es que un orden social no es duradero sino cuando es posible darle un sentido a Ja repe- tici6n econédmicamente necesaria de los actos productivos. La convergencia de estas tres ideas conduce a una hipétesis simple: medir el tiempo permite separar el tiempo en espa- cios, poner limites a los actos, sincronizar los comportamien- tos, remplazar lo irreversible insensato con un reversible tran- quilizador, circunscribir las cortaduras ahi donde pueda —y deba— proliferar la violencia, con el fin de eliminar el pasado y reanudar el ciclo. A partir de entonces, toda sociedad encuentra su sentido propio Ilamando segiin su costumbre a estas interrupciones y a estos ciclos necesarios. Cada una tiene asi su propio tiem- po y su propia dindmica. Todo grupo social funciona insta- lando estas interrupciones en los momentos que corresponden tanto a las necesidades econdémicas como a los imperativos teoldgicos del grupo. Cada ciclo constituye una imitacién re- gular de una historia mitolégica, el Tiempo de los Dioses. Invocar el pasado e incluir en una memoria los datos que lo sefialan, al Tiempo de los Dioses y de los héroes del pue- blo, confiere un sentido a las sociedades. El calendario y los instrumentos para medir el tiempo, unidos, constituyen en- tonces los elementos centrales de todo orden social. A partir de este resumen tedrico, es necesario precisar al- gunos conceptos que guiardn la continuacién del andlisis y de la explicacién histérica que siguen: Yo llamaria fecha a la designacién de un momento que re- sulta de la medida, y fechar al hecho de sefialar asi un acon- tecimiento. Fechar es poner en orden, es reducir la ignoran- cia acerca del mundo. Si existe un vinculo entre la medicién del tiempo y el orden social, ¢cudl es entonces la unidn entre el cambio de la medida del tiempo y el cambio social? ¢Qué sucede en particular cuan- do el Tiempo de los Dioses agota su eficacia? Yo quisiera mostrar, en cada uno de los cuatro capitulos EL TIEMPO DE LOS DIOSES 33 de este libro, que cada época se caracteriza por un marco de referencia esencial para el transcurrir del tiempo. He indi- cado ya, en otras obras, varias conferencias y diversas pu- blicaciones de la historia de las sociedades: por la musica y la medicina, por el espacio y la ciencia; y he identificado asi algunas sefiales que marcan las principales fracturas de la historia. No tengo la intencién de modificar las conclusiones de ese trabajo, sino la de proponer otra lectura de los ritmos sociales y de sus rupturas a partir, esta vez, de la observacién del tiempo mismo, de sus historias y de los utiles que lo mi- den, que son brijulas, entre otras, de la historia social y de sus cambios. Yo mostraré que, cuando la duracién de la interrupcidn del tiempo en que tiene lugar la regeneracién se alarga demasia- do, la violencia no esta ya circunscrita y la organizacién social se deshace en una crisis. En general, emerge entonces una nueva forma de violencia, y su ejercicio, aunque esté localiza- do, no regenera ya al orden antiguo. O bien se hunde todo, o bien aparecen un sentido nuevo del tiempo, nuevos instru- mentos para medirlo, nuevos amos que lo controlen y nuevos calendarios capaces de reducir el tiempo dedicado a la vio- lencia. El primer orden, que es tema de este capitulo, es aquél en que el hombre explica al hombre la violencia por medio de lo sagrado. Yo lo designo aqui como el Tiempo de los Dioses. Alli se ve el tiempo. Desde Sumeria hasta China, esta oculto por la politica que controla la distribucién de las riquezas. Pero, de hecho, lo sagrado sigue siendo preponderante; no deja en verdad su lugar sino en el siglo x1r y en Europa, a un orden nuevo donde la violencia no es ya la de los dioses, sino la de los cuerpos, donde es necesario proteger las ciu- dades y no los imperios. Tiempo de los cuerpos, ferias y carnavales. El tiempo se oye asi en las campanas y en los re- lojes de pesas. Luego, en el siglo xviI, la capacidad de expandirse exige no proteger ya solamente al cuerpo social sino a cada hombre, como a una maquina, repararlo, y medir el empleo de su tiem- po como un cronémetro. Es el Tiempo de las mdquinas. La violencia reparadora esta alli circunscrita al tiempo en que se reconstituye la fuerza de trabajo. Tiempo de reposo y de consumo. El tiempo se lee entonces en las mAquinas que controlan las salidas y entradas, y en los relojes. 34 EL AGUA Y EL RELOJ Esto no es suficiente ahora. La capacidad de controlar la violencia sdlo con reorganizar la fuerza de trabajo obstruc- ciona el tiempo. Aun es necesario reducirlo y, para ello, cam- biar el tiempo. La amenaza no proviene ya de la averia del reloj mismo, sino de que carece de conformidad con el pro- grama. El hombre se convierte en reloj, programado hasta en el menor detalle. Cada quien encuentra la medida del tiempo en su vida misma, convertido en artefacto. El tiempo se vive en los objetos programados. Este es el Tiempo de los cddigos. Sin embargo, este resumen no debe engafiar. Sobre ese tema como en cualquier otro, nada es tan simple ni tajante: no se sigue un vaivén del Tiempo de los Dioses al Tiempo de los Cuerpos, del Tiempo de los Cuerpos al de las Maquinas. Unos y otros se entrelazan, se superponen sucediéndose. En la Edad Media, los calendarios rituales rigen atin a las campanas que suenan en las iglesias y en las atalayas. Ahora, los dioses mar- can siempre el ritmo del tiempo de los hombres; cronémetros y controles de asistencia regulan todavia los horarios de nues- tros dias. A cada tiempo corresponden, sin embargo, instrumentos es- pecificos de medicién, imitaciones tecnoldgicas del poder, que anuncian el nuevo orden social. Yo sefialaria entonces a cada uno de los tiempos segiin los dos elementos principales de todo instrumento que lo mida, en toda época: la fuente de ener- gia, que imita el transcurrir del tiempo, y el regulador, que organiza la posibilidad de medir ese transcurso. Asi, en el Tiempo de los Dioses, el tiempo se media obser- vando a la naturaleza, por el escurrimiento de los fluidos y los movimientos ciclicos de los planetas y las estrellas. El agua y el cuadrante forman Ja trama de los calendarios. Después, en el corazén de los mas grandes imperios, el mo- vimiento de los cuerpos remplaza al de los astros. Aparecen las clepsidras en las iglesias, la pesa proporciona la energfa, el numerador regula las horas. En fin, cuando el tiempo se convierte en dinero, cuando el hombre se vuelve maquina, el muelle y el dncora dan a la clase burguesa el dominio sobre el tiempo de los obreros. Ahora se disefia un Tiempo de los Cédigos, en el que el tiempo se vuelve signo, en el que el peligro se identifica con la anormalidad, en que todos los objetos y todos los cuerpos son instrumentos para medir el tiempo, donde cuarzo y cédi- go anuncian la desmesura de los artefactos. Il. EL CALENDARIO DE LO SAGRADO EN EL Tiempo de los Dioses se organiza la medicién del tiem- po alrededor de una lectura sagrada de los ritmos de la natu- raleza. El principal recept4culo de esas medidas es el calen- dario, documento escrito o verbal donde se arregla el conjunto de las fechas rituales de una nacién. Extrafio documento, desdefiado en exceso, de la historia de los pueblos. Primer cédigo, primer instrumento social, pri- mera mitologia, primer libro sagrado. Ningun calendario resul- ta jamas arbitrario; siendo el resultado de incansables obser- vaciones del cielo y de las despiadadas exigencias de los ciclos alimenticios, también es el registro del conjunto de mitos, el relato de las relaciones que hay entre los dioses del cosmos. Sobrepone, pues, varias tramas: Ja sucesién de los dias y de las noches, sefialada por la observacién de las posiciones de los astros, y la lista de fiestas que recuerda la historia de los dioses. 1. EL ORDEN Y EL AGUA La astrologia constituye sin duda la fuente de los calendarios mas primitivos. A cada planeta se le asocian especies de los mundos mineral, vegetal o animal. Cada instante esta asi Ileno de un significado individual. Ese saber constituye entonces un c6digo de injertos, de cosechas, de sementeras. En su ensa- yo de Historia de las religiones, Marcel Mauss [154] escribe: “B1 calendario es por ello el elemento esencial, es el resultado de una civilizacién teolégica. Antes de que se establezca, flotan las fechas de los sacrificios. Cuando existe, las conocen los sacerdotes por lo menos.” Ahora bien, esta estabilidad es capi- tal: ningin orden social puede eliminar la violencia si no es estable la fecha en que se conjura, es decir previsible, cono- elda por anticipado. Segtin los grupos sociales que las utilizan sean principal- mente némadas o sedentarios, la base astronémica de los pri- meros calendarios es diferente: los nomadas tienen mds con- fianza en el ritmo lunar, que designa los meses necesarios para su tarea de pastores. Los pueblos sedentarios, en cam- 35 36 EL AGUA Y EL RELOJ bio, tienen necesidad de prever el inicio de las estaciones agri- colas; los movimientos del Sol permiten anunciarlas mejor. En los dos casos, el calendario se apoya en los mitos y anuncia la aparicién regular de las estaciones y de los meses como recuerdo de acontecimientos teoldgicos, huellas de la vida de los dioses. Estos relatos anuncian e ilustran las propiedades del o de los sistemas que cuentan el tiempo. En sus Investigaciones filosdficas, Georges Dumézil [75] escrib os ritos periddicos se justifican a veces con el relato de acontecimientos miticos también periddicos, cuyo proceso es, como consecuencia, ac- tual cada vez que los ritos se practiquen y en los que pueden participar mediante esos ritos. Es asi como los ritos de los Doce Dias eslavos o germanicos y los de las Antesterias, acom- pafian o regulan la salida anual de las Almas; el herrero geor- giano que, en Pascuas, da un martillazo ritual sobre su yun- que, sabe que consolida el pilar en que se halla encadenado Amirami, y que, después de un afio de esfuerzos y a punto de ceder, etcétera. Los ritos periddicos se justifican a veces mediante el relato de un acontecimiento que se ha efectuado una vez, cuya sola influencia es actual, y que los hombres no pueden sino conmemorar e imitar (si se trata de un suceso pasado), prefigurar y preparar (si se trata de un aconteci- miento futuro). Este es el caso de muy numerosos mitos, que justifican por todas partes el conjunto y los detalles del orden actual del mundo, de la sociedad.” La Luna, el Sol, las estrellas y el agua son asf los elementos esenciales de esos primeros calendarios. Los ciclos naturales del tiempo se confirman a través de ellos, se homologan. La sociedad “distribuye conscientemente, soberanamente, su pro- pia vida: los ritos periédicos disefian y estructuran los prime- ros calendarios; concreto, simple, incierto en las sociedades mas arcaicas, el calendario se ha elevado muy pronto, en algunos lugares privilegiados, hasta la abstraccién, la compli- cacién y la precisién de una ciencia mateméatica”. [75] Pero no varia el principio: la vida social sigue esencialmen- te el ritmo de las observaciones religiosas periddicas, no apo- yandose la diferencia sino sobre los medios y sobre la exac- titud de las determinaciones, en cerca de varias semanas, 0 en algunas horas mds o menos, y cada fiesta posee asi plenos valores, por los que Henri Mubert [158] caracteriza el tiempo religioso: EL CALENDARIO DE LO SAGRADO 37 Ie los datos criticos interrumpen la continuidad del tiempo; 22 los intervalos comprendidos entre dos fechas criticas uni- das son, cada uno de por si, continuos e indivisibles; 3¢ las fechas criticas son equivalentes de los intervalos que ellas limitan; 4° las partes semejantes son equivalentes; 5° las duraciones cuantitativamente desiguales se igualan y las duraciones semejantes se desigualan. Parece que los primeros calendarios verdaderamente estruc- turados aparecieron en Sumeria hace seis milenios y se fun- daron en la observacién de los ciclos lunares. La duracion del ajio tuvo en él 364 dias y 9 horas. Poco después aparecieron los primeros calendarios solares en Egipto y entre los hebreos. Se necesitaron varios milenios para que se estableciera una correspondencia precisa en Grecia, entre esos dos tipos de calendarios, y para que se supiera cémo introducir los meses lunares intercalados que fueron necesarios para completar el afio solar. Segun las fechas que se nombran en ellos, quedan expandi- das las fechas que cuentan el relato mitico a lo largo del ciclo. En ciertas fechas, y sobre todo al principio de los periodos, se localizan las violencias rituales. En las de aquellas sociedades donde la complejidad de la vida, la division del trabajo y las circunstancias histéricas ha llevado a la formacién de un clero numeroso y fuerte, éste controla la organizacién y vela por el respeto de los ritos que prevén los calendarios. Los calendarios son asi un instrumento del poder y tienden a cubrir los intervalos mds y mas aproximados y, si es posi- ble, el tiempo entero, con una red de actos sagrados. Por ejemplo, entre los mudang del Chad, el mes es lunar pero quien rige la sucesién de los dias es el Sol, asi como las estaciones y los afios. La misma palabra (ntangu), significa a la vez Sol y Tiempo. La semana dura cuatro dias. La “ora- cién” es un dia de fiesta en que no se trabaja. Los sacerdotes mudang son quienes establecen el calendario y determinan las fechas de las iniciaciones, de los sacrificios y, también, las que corresponden a las siembras, los mercados y los viajes, a la vez que cuentan los doce meses del afio comenzando por la estacién de las Iuvias. La regeneracién se organiza asi en torno de las fiestas del agua. Una primera serie de ritos, que estén bajo la responsabilidad de ciertos ancianos del clan, 38 EL AGUA Y EL RELOJ sirve para cuidar que el inicio del afio tenga lugar precisa- mente en los momentos necesarios. Una segunda serie de ri- tos regula los tiempos y los trabajos hasta que empieza la estacién seca. Esta serie culmina en el sexto mes, con el sacrificio de un animal en el patio del palacio del rey. Este rito, del que depende la cosecha, incumbe a los miembros del clan real. Antes de proceder a su celebracién se organiza una gran consulta de los cinco principales adivinos, quienes deciden en qué poblado debe tomarse al animal que se ha de sacri- ficar, qué animal debe sacrificarse, qué enfermedades ame- nazan al pais. Prevén también las cosechas y qué tocados de- bera llevar el rey en la fiesta. Cada uno de esos adivinos trabaja separadamente y sdlo se toman en consideracién los resultados que concuerden. La cosecha tiene lugar tres meses més tarde, y es motivo de una fiesta del alma del mijo, que se fija bajo la responsabilidad de un gran dignatario. No se consulta a los adivinos. Una entrevista secreta que efectian entre si el dignatario y el jefe de los adivinos, determina en qué campo se ha de confeccionar el haz de mijo que trans- porte hasta el granero real el joven designado para ese cargo, lo que asegura el poder del rey para el afio siguiente. En el extremo se instituyen a veces rituales de adoracién perpetua, de los que el més tipico es el rito de Osiris en Egip- to, donde un drama, repartido en episodios que duran vein- ticuatro horas, vuelve a empezar en cuanto termina. En este caso, el marco coincide plenamente con su contenido; pero, aun en él, la violencia, o su imitacién, permanece con- centrada en algunas fechas esenciales, “fiestas mayores”, rit- mos del tiempo y cortes regeneradores del orden. El calendario es asunto de poder en todas partes. Por ejem- plo, en Babilonia, donde la medicién del tiempo es primero lunar; cuando se expande el imperio, la unificacién politica del espacio que controla exige la unificacién de la ampli- tud del mes, de la fecha en que comienza el afio y de la po- sicidn de los meses que se intercalan. Inclusive el emperador Hamonesti introdujo un calendario lunar de doce meses de treinta dias con un mes intercalado cuya fecha establecfan los sacerdotes cada afio. Este sistema fue discutido, cinco siglos mds tarde, por otros emperadores que se adjudicaron el poder de decidir la posicién del mes suplementario. Algunos pueblos utilizan simultaneamente varios calenda- rios. Asf, los egipcios utilizaron tres que, como vimos antes, EL CALENDARIO DE LO SAGRADO 39 seguian el ritmo de los movimientos del Nilo y sus consecuen- cias agricolas. El primero se fundaba en el sincronismo de los movimientos de Sirio y del Nilo: los dignatarios habian observado que el dia en que aparecia Sirio antes de salir el Sol, la crecida del Nilo alcanzaba a Menfis y a Heliépolis. Otro calendario solar ayudaba a prever las crecidas, y el ter- cero, que era lunar, repartia el trabajo en tres estaciones: la primera correspondia a la inundacién; la segunda, a las siem- bras, y la tercera a las cosechas. Cada estacién se dividia en cuatro meses de treinta dias designados por su rango en la estacién. Cuando terminaba el cuarto mes, se agregaban cinco dias suplementarios. El dia y la noche se dividian en doce ho- ras iguales entre si, es decir variables con las estaciones. Las horas, sin duda, no estaban divididas en unidades mds peque- fias. Cuando Egipto estaba en orden, se agregaba también un dia mas cada cuatro afios. Puede pensarse que ese dia se ol- vidaba en los periodos de turbulencia y, entonces, las fiestas agricolas se dividian de acuerdo con las realidades meteoro- légicas; la agricultura se hallaba en peligro y la economia del pais se desorganizaba. Hasta que un faraén menos débil que los otros, ilustrado por los sabios que trabajaban en la “Casa del Tiempo”, vuelve a poner de acuerdo el calendario lunar con las exigencias solares de la agricultura. Durante los dias nefastos, que fijaban los faraones y los ordculos, valia mejor no salir de casa, ni viajar, ni bafiarse, ni encender fue- go, ni tener relaciones sexuales. En Ghana también, los guardianes del calendario indican cada afio la fecha exacta en que deberan tener lugar las fies- tas de las siembras y las cosechas. Esas fechas recuerdan los episodios de historias tradicionales y conmemoran aconteci- mientos importantes (migracién, cruce de un rio, descubri- miento de un alimento bdsico), que se fundan en los divinos relatos del Tiempo de los Dioses, y afirman la unidad del grupo. Por ejemplo, antes de celebrar la fiesta del mijo, los dioses ordenan que se apacigiien todas las querellas. Para ello, una vez cada afio, con motivo de una fiesta especial que dura una semana, los fieles se liberan, cantando, de todos los malos sentimientos que habfan acumulado durante el afio. 40 EL AGUA Y EL RELOJ 2, La Casa DEL CALENDARIO En China, el vinculo entre el tiempo, el poder y el calendario es mas explicito que en la mayoria de los otros imperios. La capital del imperio debe poseer una Ming t’ang, una Casa del Calendario, que es prerrogativa real y signo de la solidez del poder. Constituye una imagen reducida del universo. Edi- ficada sobre una base cuadrada, como la Tierra, est4 recu- bierta por un techo de paja, redondo a la manera del Cie- lo, Cada afio reside en ella el soberano durante el tiempo necesario para fijar los términos del calendario. El soberano reside en ella durante el aiio, en fechas regu- lares. Situdndose sucesivamente en cada Angulo, él inau- gura cada estacién, imitando asi la marcha del Sol. Por ejemplo, cuando viene vestido de verde, en el segundo mes de la primavera, a situarse en pleno Este, él hace una vi- sita al oriente. Lo mismo cuando, terminando el tercer mes del verano se situa, vestido de amarillo, en el centro de la Ming t’ang, se dice que él “da un centro al afio”. Entre el sexto mes, que marca el fin del verano, y el séptimo, que es el primero del otofio, figura un tiempo de reposo que se cuenta por un mes, aunque no se le atribuya una dura- cién definida: él equivale al afio entero, porque en él reside el motor del afio [114] El comienzo del afio chino es determinado por cada empe- rador: fijando las horas, los dias y los meses iniciales, los diferentes soberanos crean su propio calendario y singularizan su tiempo. Pero no lo hacen arbitrariamente: el principio del afio oscila entre los diversos meses de la estacién fria. La fiesta de Afio Nuevo se extiende sobre todo el periodo de invierno que determinan el hielo y el deshielo. La promulgacién del primer calendario de un emperador es el decreto que inaugura a un reino, el acto decisivo de la ceremonia de advenimiento. El Tribunal de las matematicas Presenta todos los afios al emperador un proyecto dentro de un estuche de oro. El emperador lo aprueba. Entonces se envia un ejemplar a cada provincia, que constituye, para cada quien, la orden de actuar o de abstenerse. Como en todas las civilizaciones del Tiempo de los Dioses, el dia civil chino se descompone en horas de extensiones variables: aqui seis horas de dia y seis horas de noche. Las seis horas diurnas EL CALENDARIO DE LO SAGRADO 4 se cuentan de la salida a la puesta de Sol, y las seis noctur- nas de la puesta a la salida. Los dias y las noches no tienen horas iguales por eso, sino en los equinoccios, mientras que en los solsticios es considerable su desproporcion. A cada una de esas horas esta unido uno de los signos del zodiaco chino. Los imperios indoamericanos ofrecen otra quintaesencia de esos sistemas de calendarios, utiles de poder. El hombre mesoamericano, casi condicionado enteramente por la cultura del maiz que forma la clave de su supervivencia, ha estable- cido un aparato tedrico extremadamente complejo para ela- borar sus calendarios. Desde los primeros siglos anteriores a la Era cristiana dispuso en general de dos de ellos: uno de 260 dias repartidos en trece grupos de veinte dias, el otro de 365 divididos en dieciocho grupos de veinte, con cinco dias adicionales. Esos dos calendarios coinciden al cabo de cin- cuenta y dos afios. Los sacerdotes de las principales ciudades también se dieron cuenta de que dos ciclos coinciden con sesenta y ocho revoluciones sinddicas de Venus. Muchos de sus textos jeroglificos referentes a cAlculos se remontan muy lejos en el pasado o se adelantan en el porve- nir. Asi, una estela de la ciudad maya de Quirigud contiene calculos precisos que se extienden sobre 90 millones de afios anteriores. Otra, en el mismo sitio, alcanza una fecha de 400 millones de afios aproximadamente. Esos cAlculos indican con exactitud el dia y el estado de la Luna. Los dias extremos revisten un cardcter divino y se les tiene por dioses. Los mayas se inclinan ante ellos y los adoran; ellos ordenan su vida de acuerdo con su apariencia. Para los mayas, el tiempo constituye asi cl tema de interés mds apasionante y mas ab- sorbente. Cada estela, cada altar, registran su transcurrir y son consagrados cuando termina un periodo. Muchos monumentos jeroglificos mayas tratan del paso del tiempo, de la edad de la Luna y del planeta Venus, de cAlculos de calendarios y de los dioses y rituales de que se trata, En los tres manuscritos jeroglificos que se conocen, se encuen- tran almanaques adivinatorios que dan informes acerca del aspecto de los dioses del dia, por ejemplo respecto a los que son favorables 0 desfavorables a las siembras o a la caza, y en ellos figuran también pasajes relativos a las cuestiones as- tronémicas. Cada dia, de hecho, no est4 sdlo bajo la influencia de un dios, sino que él mismo es un dios, o mas bien, un par de 42 EL AGUA Y EL RELOJ dioses que son, cada uno, la combinacién de un nombre y de un nimero — 1-Ik, 5-Imix, 13-Ahau, etcétera—, que es también un dios. Para los mayas, las fechas son fardos que acarrean relevos de cargadores divinos a través de la eterni- dad. Estos cargadores son los ntiimeros con que se distinguen Jos diferentes periodos. Los fardos reposan sobre la espalda, ligados por una cuerda que pasa sobre la frente. Cuando ter- mina la jornada, la procesién hace una pausa antes de vol- ver a partir. El camino que sigue el tiempo viene de un pasado tan lejano, que el espiritu humano esté imposibilitado para concebir esa lejania. El tiempo no tiene comienzo. El porvenir presenta menos interés que el pasado, y se repite la historia cada vez que vuelven a encontrar el mismo equilibrio las in- fluencias divinas. Los hombres de Mesopotamia crefan que el mundo llegaré a su fin bruscamente cuando una combinacién de malas in- fluencias indique la terminacién de un periodo. Si los sacer- dotes, explorando el pasado, descubren esta combinacién, ob- tienen la certeza de que no sera destruido el mundo puesto que no lo fue debido a ella en el pasado. El periodo que mas interesa a los mayas es el kattin, espacio de 20 tunes, que son veinte afios de 360 dias. Los katunes no pueden terminar sino en el dia Ahau y, en cada repeticién, el numero dismi- nuye dos unidades: un katiin determinado regresa, por ello, cada 260 katunes y, como cada kattin sufre las mismas influen- cias en cada regreso, se espera ver que la historia se repita por ciclos de 260 afios. Si el sacerdote sabe lo que ha pasado en la aparicién precedente de un kattin determinado, sabe tam- bién asi lo que se producira cuando regrese ese katin. La ronda de los katunes no es sino uno de los numerosos ciclos del tiempo: cada periodo superior a un dia tiene también su ciclo, entre ellos el mes lunar y las revoluciones sinéddicas de los planetas, asi como los grupos de dioses que gobiernan cl cielo, la tierra y el mundo inferior. La vida de la colectividad maya y el comportamiento de los individuos se ajustan de esa manera a la sucesién de dias deificados. Las faltas a la regla llevan la desgracia a toda la comunidad; la lealtad hacia el grupo constrifie al individuo para que la cumpla. El periodo de abstinencia dura trece dias, es decir una “semana” maya, pero antes de las grandes fies- tas y en ciertas partes del pais, los hombres se instalan en casas especiales durante tres, cuatro 0 cinco “meses” mayas EL CALENDARIO DE LO SAGRADO 43 de 20. dias, y ayunan, se sacan sangre para ofrecerla como sacrificio, y se abstienen de lavarse. 3. OsTRACISMO Y CALENDAS El calendario es a la vez lunar y solar en los primeros tiem- pos de Grecia. Es, como cuando empieza toda civilizaci6n de lo sagrado, la simple compilacién de los ritos correspondien- tes a Jas principales familias de cada ciudad. Luego ayudan los ordculos a poner en orden las fiestas y los calendarios, en un documento tnico, a la vez que los organizan en el espacio y en el tiempo. De esos trabajos astronémicos mana una armonia progresiva de los calendarios de todas las ciudades. En 433 a.c., un astrénomo griego, Metén, resolvié casi el problema de articular los calendarios lunar y solar, a la vez que descubrio la existencia de un ciclo de diecinueve afios a cuyo término se encuentran en posiciones vecinas el Sol y la Luna, lo que permitié fusionar los calendarios lunares y so- lares en las principales ciudades griegas. Los calendarios griegos forman entonces, como el concepto griego mismo del tiempo sobre el que se apoyan, la forma mejor acabada del Tiempo de los Dioses. La unidad del tiem- po y el espacio es total: el calendario y los templos se cons- truyen juntos. En Grecia, mAs que en otras partes, los calen- darios organizan, en el espacio y el tiempo, los sacrificios de los chivos expiatorios y las ceremonias que imitan esos sacri- ficios. Las palabras “tiempo” y “templo” tienen, por cierto, el mismo origen griego. El Apolo de Delfos es el amo del ca- lendario, como lo es de la orientacién de los templos. Nume- rosos mitos establecen también las relaciones entre los puntos homélogos de las zonas zodiacales. El leén de Yulis, en la isla de Kea, parece que representé en una época lejana el papel de guardian del calendario en todos los templos de la Grecia an- tigua, y la orientacién de un templo correspondié a la posi- cién de la salida de una estrella en el dia de la fiesta anual mas importante y al que estaba consagrado. El rey y el arconte se dividen en Atenas el dominio del ca- lendario. El polemarca dirige el ejército: el culto exige regu- laridad y correccién, como el poder. Hasta la reforma de Clistenes, efectuada en Atenas en 510 a.c., los calendarios griegos son lunisolares. El afio se divide 44 EL AGUA Y EL RELOJ en 12 meses lunares de 29 y 30 dias alternativamente. Pero un verdadero calendario lunar tiene como efecto hacer pasar el inicio de las estaciones en cada mes durante un ciclo de 33 afios; como los rituales, que en su mayoria tienen origen agrario, son solares, debe restablecerse el equilibrio entre el calendario lunar y el afio solar intercalando un decimotercer mes de tiempo en tiempo; esas intercalaciones, para las que habfan concebido varios sistemas los babilonios (3 intercala- ciones en 8 aiios, o 7 intercalaciones en 19 afios), parece que las practicaron los atenienses de manera absolutamente em- pirica: un decreto del pueblo ordena intercalar el decimoter- cer mes, cuando se hace sentir la necesidad de ese procedi- miento. Para poder prever semejante fecha y anunciarla, es necesa- rio poseer conocimientos astronémicos excepcionales. Primero bajo monopolio religioso, ese tiempo admite una mejor difu- sién en la administracién de las ciudades, gracias a que se generaliza el calendario solar. Los meses lunares se designan entonces de acuerdo con el nombre de las fiestas correspon- dientes del calendario solar. Un sistema de “octaetéridos” —pe- tiodo de ocho afios que comprende 99 meses lunares, de los que se sobreafiaden 3 a los afios normales de 12 meses—, per- mite la coherencia del conjunto. El afio es entonces el conjunto de fiestas que se escalonan asi. Los dioses presiden todas las fiestas y se organizan sacrificios regeneradores en las princi- pales de ellas. Asi, las Targelias de Atenas, consagradas a Apo- lo hacia el mes de mayo, incluyen el rito de los Farmacoi (chivos expiatorios), de las procesiones y de Jos concursos musicales. Luego,.cuando se va el ultimo tirano, se abre el campo a la lucha de los clanes aristocraticos para conquistar el poder. Clistenes, que habia organizado, con Ja ayuda del oraculo de Delfos y del rey de Esparta, la caida de la tiranfa, es derro- tado por Isdgoras en las elecciones para el Arcontado. Orga- niza entonces un golpe de Estado y logra que se admita el principio de la soberania del pueblo. El arconte conserva la prerrogativa de ser el “epénimo”, es decir que da su nom- bre al afio y regula el calendario, a la vez que organiza las fiestas de Delos, las procesiones de las grandes dionisfacas y las fiestas de Asclepios. El rey conserva la direccién de las fiestas y de los sacrificios, a la vez que resuelve las impug- naciones referentes a los sacerdocios hereditarios. El polemar- EL CALENDARIO DE LO SAGRADO 45 ca, por su parte, pierde las atribuciones militares pero conser- va la gestién de algunos cultos en sus fechas. Clistenes sobrepone entonces, al calendario tradicional, un calendario politico independiente, que marca el ritmo a los asuntos ptblicos. Se utiliza un sistema decimal y el afio se divide en 10 meses. El calendario laico organiza también un extrafio ritual para regenerar el orden, mediante el sistema de sefialar regularmente un chivo expiatorio * laico, el ostra- kén: en el comienzo del afio (equivalente a enero), cada ciu- dadano deposita en el 4gora un caso de vasija, un ostrakdn, en el que ha grabado el nombre de una personalidad publica que desea ver desaparecer. La ceremonia tiene lugar en si- lencio. Si llega a seis mil el ntimero de ciudadanos que votan contra un individuo, éste se exilia durante diez afios. No hay apelacion. Este es asi, también, un rito para regenerar el or- den por la eliminacién de un chivo expiatorio que se designa de acuerdo con los criterios civicos. El ostrakén (ostracismo) empez6 en 487 y termind en 417, después de la Primera Guerra Médica, es decir cuando des- aparece la democracia. Por otra parte, todas las ciudades griegas conservan calen- darios diferentes y modos propios para calcular el tiempo. Cuando tenia lugar la guerra entre Esparta y Atenas se con- cluyé6 una tregua de un afio; era la primavera de 423 y se convino que, durante esa tregua, las dos partes permanece- rfan en las posiciones que tenian el dia en que se pactdé: se Suscité entonces un debate insoluble acerca de la fecha en que la ciudad de Cicione se habia rendido a Brasidas, y Cleén hizo que se votara la destruccién de Cicione y la matanza de sus habitantes. En Roma, el calendario representa el mismo papel politico que en Atenas; el afio se dividia en doce meses de treinta dias y comenzaba el primero de marzo. El mes se formaba de tres partes desiguales y variables: las nonas (4 a 6 dias), los idus (8 dias) y las calendas (15 dias). Ademas se sucedian series regulares de ocho nundinas, ininterrumpidamente de lun extremo al otro del afio, que en el calendario se designa- ban repitiendo sucesivamente las ocho primeras letras del alfabeto. El ultimo dia de cada nundina era feriado y estaba i *Se ha traducido la expresién francesa bouc émissaire como ‘chivo expiatorio”, porque éste es el término mas usual en espajfiol. 46 EL AGUA Y EL RELOJ reservado a las ceremonias religiosas, a las actividades judi- ciales y a la celebracién de comicios, a la vez que era dia de mercado. Macrobio [154] escribe: “Es un sacrilegio actuar con violencia contra quien quiera que sea, en dia feriado.” El dia estaba compuesto, como en el resto del mundo me- diterraneo, de doce horas de dia y doce horas de noche. Las horas diurnas se contaban de la salida a la puesta del Sol; la duracién de las horas variaban asi con la estacion, y la hora diurna no tenia la misma duracién que la hora nocturna. Cual- quiera que fuera la estacion, la séptima hora estaba fijada a mediodia y a media noche. En la vida diaria no se utilizaba la precisién de las horas y se evaluaba el tiempo a partir del Sol tinicamente: se decia, en forma simple, ante meridiem o post meridiem. Un sacerdote, el Gran Pontifice, agregaba un mes intercalar cada dos afios, cuya duracién establecia para recuperar el re- tardo del calendario respecto al afio solar. El Gran Pontifice designaba los dias “nefastos”, en Jos cuales no podian los romanos trabajar ni asistir al tribunal o a una asamblea. El primer dia del mes, el pontifice convocaba a los ciudadanos para anunciarles los dias feriados: por otra parte, la pala- bra “‘calendario” viene del latin calare. Esos dias feriados son asi las “treguas de Dios” que garantizan una seguridad mi- nima: tregua en medio de la violencia primitiva y de las lu- chas intestinas de la ciudad. En el mes de febrero, ultimo mes del ajfio, consagrado a las expiaciones y a las purificaciones antes de la regeneracién de marzo, se levanta una piedra en el centro de Roma para permitir que escapen Jas almas y ganen el cielo etéreo. Los hombres se colocan, entonces, mascaras para seducir a esas almas de los muertos identificandose con ellas. Los emba- durnamientos de hollin y lodo, las aspersiones de agua, las estridencias de sonidos, de confeti, de frutas, son gestos rituales de bendicién, destinados a atraer el regreso de la abundancia sobre la Tierra. El Colegio de pontifices guarda en secreto su ciencia del tiempo; él es la soberana inteligencia nacional, el unico capaz de conocer, elaborar y dictar las reglas del calendario. En particular, los riesgos de colisién entre los ultimos dias de las nundinas y ciertos dias nefastos del mes, hacen que nadie pueda prever el orden de los dias antes que lo decida el cole- gio: asi la proclama publica en Ja curia, referente al nttmero EL CALENDARIO DE LO SAGRADO 47 de dias que separan las calendas de un mes respecto a las nonas del mes siguiente, es por completo imprevisible. Los pontifices disponen, en esa forma, de un verdadero poder politico y pueden abreviar o prolongar a su guisa los venci- mientos de las magistraturas. El Gran Pontifice es, durante la reptiblica, el jefe de la religion nacional. Hasta el siglo 1m, su nombramiento era vi- talicio, después se le elegia. Aleja o acerca como quiera las fechas, alarga las magistraturas de sus amigos, reduce las de sus enemigos, hace llegar los vencimientos de las deudas a rapidos compases 0, por lo contrario, los “envia a las ca- lendas”. Hasta que César reformé el calendario en 45 a.c., estaban consagrados a los diases 109 dias, de los que eran fiestas pt- blicas 45 y 11 eran semiferiados. Cuando se derrumba la re- publica, Julio César impone una reforma del calendario que pone en orden las fiestas y los meses. Se fija un dia doble cada 4 afios; el inicio del afio se lleva al 1° de enero, y todo se. organiza en derredor de esta reforma, que acepta el orden cristiano.

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