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de pronuntiatione Græca

1. La pronunciación del griego antiguo es un tema debatido desde el siglo XV. En el debate tuvieron lugar
consideraciones de carácter no sólo fonético o lingüístico, sino sobre todo ideológico-religioso. De hecho, el
debate se desarrolló paralelamente tanto al desprecio occidental por Bizancio (el Patriarca de Constantinopla
tenía quinientos años de haber sido excomulgado por el Papa [1054]), como a los grandes movimientos
religiosos europeos de la época: reforma, contrarreforma, calvinismo, erasmismo.
2. El humanista Desiderio Erasmo, de Rotterdam, víctima de una broma (pues era mire credulus), llegó a
creer que los eruditos griegos de su tiempo “utilizaban” (usurparent) una nueva y “auténtica” pronunciación
del griego antiguo. Presuroso, publicó en Basilea, el DE RECTA LATINI GRÆ/ciqve sermonis pronuntiatione
en 1528 y luego en 1558. 1 Alegando allí que la eta griega debería sonar como la “a de los escoceses y de
ciertos holandeses” (!!), quizá no hizo más que difundir y malentender ideas del humanista griego Janus
Lascaris.
3. El alemán de origen, Heinrich Christian Henning (avecindado en Holanda con su nombre latinizado
‘Henricus Christianus Henninius’), publicó en 1684 un panfleto escolar que proponía una curiosa
simplificación de la pronunciación propuesta por Erasmo. Dado que el griego “clásico” no se pronunció en la
Antigüedad jamás según símbolo ortográfico alguno (acentos, espíritus y demás signos auxiliares de la
pronunciación son producto tardoantiguo y bizantino) y supuesta su cercanísima afinidad con el latín, la
pronunciación debería ser igual a la de éste y no la que prescriben los signos diacríticos bizantinos.
Naturalmente, el latín venía pronunciándose, desde la alta Edad Media, de manera cada vez más cercana a la
fonética ‘aborigen’ (holandesa, francesa e inglesa, principalmente). Así, la propuesta pedagógica de Henning
acabó por identificarse con una pronunciación de base ‘erasmiana’ con color ‘local’.
4. La mal llamada “pronunciación moderna” del griego (también conocida como ‘itacista’ o ‘yotacista’) es un
modo de pronunciar que puede atestiguarse, a más tardar, desde fines del siglo V ante. (cf., v.gr. Tucídides II,
54; BRANDENSTEIN, p. 91). Esto significa que la literatura griega, desde Jenofonte (ca. 430 – post 355) hasta
Yanis Ritsos (†1990) y Odiseas Elitis (premio Nobel 1979, †1996), pasando claramente por Platón (cf. Crat.
418 c) y Calímaco (cf., ep. 2 [Asper]); los romanos filhelénicos todos, de Cicerón (cf. ad fam. IX 22) a la
tardía Antigüedad; y, desde luego la Edad Bizantina completa y toda la historia de la Grecia Turca e
independiente, esto es, unos dos mil cuatrocientos años de cultura griega (frente a los “clásicos”, pero escasos
trescientos —de “Homero” a Sófocles [?]) pronunciaron, como lo hacían todavía, en época moderna, el
Tractado de Orthographía y accentos, del gramático toledano Alejo Venegas, lo mismo que Johannes
Reuchlin, Lutero, Gœthe, y, entre nosotros, el más insigne grecista, Francisco Javier Alegre. Todavía la
Preparatoria Nacional, en 1887, proponía el itacismo como “pronunciación adoptada”. Huelga decir que los
filólogos griegos contemporáneos siguen pronunciando correctamente.
5. La pronunciación erasmiana o etacista adquirió carta de naturalización y soberanía en los estudios griegos
desde que la filología alemana del s. XIX (re)fundó la Filología Clásica. Entre nosotros se adoptó, sin mayor
juicio crítico, desde que se reanudaron, en el siglo XX, los estudios universitarios interrumpidos por
Maximiliano, emperador [germánico] de México y, paradójicamente, filheleno y buen conocedor (itacista) de
la lengua griega.
6. Escribe Manuel FERNÁNDEZ GALIANO, eximio helenista español 2:
“En efecto, para que pudiéramos llegar a escribir los nombres griegos en su auténtica pronunciación de la
época clásica (que parece la más importante y digna de imitación) sería menester, [...] utilizar los signos del
alfabeto fonético internacional, y aun así, nuestro remedo de la fonética griega sería imperfectísimo, pues ni
sabríamos en modo alguno reproducir la cadencia tonal de los acentos hoy perdida por nosotros, ni
acertaríamos a dar a las vocales su auténtica cantidad larga o breve cuya matización también ha desaparecido,
1
El Dialogus se volvió a imprimir en 1643, 1704, 1740 y 1832. La edición crítica moderna data del 1973.
2
En La transcripción castellana de los nombres propios griegos, Madrid: SEEC 1969, p. 23. Cf. Wilhelm BRANDENSTEIN: Lingüística
griega, Madrid: Gredos 1964; Engelbert DRERUP: Die Schulaussprache des Griechischen von der Renaissance bis zur Gegenwart im
Rahmen einer allgemeinen Geschichte des griechischen Unterrichts, Paderborn: Schöningh 1930 (Studien zur Geschichte und Kultur des
Altertums VI. u. VII. Ergänzungsbände); D. C. HESSELING / H. PERNOT: “Érasme et les origines de la prononciation érasmienne”, en
Revue des Études Grecques 32 [París] (1921), pp. 278-301; también, Chrys C. CARAGOUNIS: “The error of Erasmus and Un-greek Pro-
nunciations of Greek”, en Filología Neotestamentaria 8 (1995), p. 153. Christos KARVOUNIS: Aussprache und Phonologie im Altgrie-
chischen, Darmstadt 2007.
ni sabemos a ciencia cierta cómo se pronunciaba la z, ni serían admisibles la j (x del alfabeto fonético) para la
x clásica (que no es fricativa velar sorda, sino kh o ch, esto es, oclusiva palatal sorda más h aspirada [...], la z
para la q clásica (tampoco fricativa interdental sorda, sino th, es decir, oclusiva dental sorda más h aspirada
[...]) y la f para la f (ph, oclusiva labial sorda más h [...]), ni la y, sino la ü del alfabeto fonético para la u, ni ei,
ou para los falsos diptongos ei, ou procedentes de contracción o alargamiento por compensación, que en
realidad más bien debían de ser ē, ō, esto es, e y o largas cerradas respectivamente. En una palabra, el intento
sería vano y grotesco [...] el adoptar la fonética del griego moderno […] tendría la ventaja de permitir una
mayor coherencia al acogerse a un idioma realmente hablado y no a una mera abstracción heterogénea.”

[7. Por último, el argumento jocoso: si bien las vacas no “migen” (aunque de manera fonéticamente
significativa, Erasmo, falso paladín de la “pronunciación erasmiana”, se sirve, en su tratado de la
pronunciación correcta, del ejemplo “vacca mingit” y no de “vacca mugit”: de pron., § 1001), los gallos
hacen aparentemente “ki-ki-ri-ki”, pero también “gu-gu-ri-gu” (‫ ;)ﻗﻮﻗﻮﺭٮﻘﻮ‬y los perros “vau, vau”: bau=, bau=
(no “bau, bau”, aunque creamos que hacen “guau, guau”), y las palomas no hacen sólo “cu-cu-rru-cu-cu”,
sino también “rām-rāri-rāri-rām” (‫)ﺭﺍﻡ ﺭﺍﺭﻯ ﺭﺍﺭﻯ ﺭﺍﻡ‬, ejemplos todos de onomatopeyas animales que,
alejándose tanto de la filología como de la historia de la cultura, convierten, graciosamente, en falaz el
argumento de las cabras que hacen “me”, pero no hacen “mi” y las ovejas que no hacen “bi”, pero hacen
“be”.]

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