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9 LA TEORIA MONETARIA Y LA HISTORIA: INTENTO DE PERSPECTIVA? En dos ocasiones anteriores he tratado de eluci cién entre Keynes y aquellos a quienes él lamé “clés método que segui én estas dos ocasiones fue analitico. ‘era una de las cosas que debian hacerse; creo que el mé- todo analitco se justifica @ si mismo, hasta cierto punto. Sin embargo, me ha dejado insatisfecho en algunos puntos, El pro- blema no es solamente analitico; es también histérico. «Qué es lo que dijeron Jos autores prekeynesianos? sPor qué lo di- jevon? Para completar la discusin, hay todavia algunos pan- tos, en este sentido, que deben ser explorades. El término “clasicos”, tal como lo usaba Keynes, era un tanto confuso, Antes de Keynes, “economia clésica” era utili- zado en forma distinta, mas restringida (e incluso, después de Keynes, este segundo sentido de “economia clsica” ha se- guido siendo ulilizado por algunos autores a los que no ha interesado demasiado la controversia keynesiana). En este sen- tido, ls “economistas clasicos” son Adam Smith, Ricardo y sus contempordneos; no se trata de la economla de aquellos a quie- nes ahora hemos de lamar neoclisicos: los autores de los tres cuartos de siglo anteriores a 1936. Keynes, en sus “clisicos”, incluye sin duda a Jos neoclisicos; de hecho, quizd sea uno de estos tiltimos el ma5 representativo de los “clisicos” de Keynes. Pero creo que los llamé a todos clésicos porque vio (bastante correctamente, creo yo) que algunas de las cosas que caba venfan de Adam Smith y Ricardo, quiza sobre todo de éste Gltimo, a quien Key: fador de 1o que él Tamaba ,efectivamente, el perfado elisico el que pue- de caracterizarse también como el periodo formative de econom{a, Pero si volvemos a él, veremor que no es sa jb en el que se forma la tradicién clisica; otras muchas cosas. Habia diferencias, cua- ie; creo que se puede entender mejor lo que suce- si damos a estas diferencias y cualificaciones la importancia gue merecen. Sélo esto nos ensefiard como se formé esta todoxia” que Keynes pudo atacar; pero también nos diré algo sobre la ortodoxia Keynesiana que hoy ha sus buena medida a la ortodoxia clisica. Creo que serd pués de los que levamos escrito en este libro, tratar de poner Ta perspectiva correcta, I La teorla monetaria es menos abstracta que la mayor parte del resto de la economfa; no puede evitar una determi- nada relacién con la realidad, una relacién que en otras par- tes de la economia no esta presente. La teoria monetaria. pex- tenece a Ja historia monetaria en. una forma que no suele ser la. que, a veces, hace de la economia parte de la historia eco- némica, En efecto, debemos distinguir dos. cosas. respecto a esta iltima cuestién, En primer lugar, debemos constatar que Ia mayor parte de los mejores trabajos de teoria monetaria han sido directa- mente provocados por episodios particulares, por experiencias de la época del autor. Teorizar es simplificar, dejar fuera lo sportarite para tomar sélo lo que se cree importante, con Ja esperanza de que, simplificando, egaremos a comprender mejor el problema de que se trate. A veces se pretende alcan- 185 f | | zar una comprensién general, pero en teoria monetaria suele ser la comprensién de un problema particular, normalmente de un problema que se plantea en el mismo periodo en que vive el autor que lo analiza, Por lo tanto, las teorias moneta- ias surgen de los desarreglos monetarios. Esto es verdad, obvio, en la Teoria General, que es el libro de la Gran De- resin —la depresién de los aiios treinta—; es también cier- to de la otra gran obra de Keynes, el Treatise on Money, que difiere en buena medida de la Te @ un problema contempordne fue publicado en 1930, cuando somenzado la depre- sibn, fue escrito en fodo anterior. Su mundo no es el mundo de la Gran Depresién, sino el mundo del patrén oro restaurado, El problema a que se refiere os el de cémo hacer fancionar el patrén oro restaurado. Por otra parte, también Ricardo y sus contempordneos respondian a similares retos de Ja experiencia. Los escritos monetarios de Ricardo (el primero féchado en 1808, cuando él murié en 1823), cubrieron un perfodo de infla- cid de guerra, en las dltimas tapas de Ia guerra b contra Napoleén, y un perfodo de reconstruccién ¢ estabilizacién, una vez se firmé In paz, problemas de entonces. Su obra, como resultado de un reto: un reto de sus propias experiencias, Es posible que una de las razones por las que la teoria monetaria, se fue osificando un tanto en el perlodo neo esta época no parece que hubiera ningiin reto ‘menos en los afios setenta y ochenta, cuando Mar grande de los neoclisicos) hubiera podido responder sult6 que el reto no estaba alll; jno podia sacarse der Partido del bimetalismo! Uno no puede contestar bi mente las preguntas poco inteligentes, y las preguntas q hechos monetarios de la época plantearon a Marshall no eran demasiado dificiles. Asi, pues, la teorla monetaria esté profundamente condi- cionada por la experiencia de cada autor; pero hay también ‘otros condicionamientos, 186 Desde antes de Ricardo hasta después de Keynes, mo dinero ha ido evolucionando, El cambio desde el ; pero, con este cambio, hay antes, Y que no son tan facilmente reconocibles como aquel cam moneda metélica dio paso al dinero cre fondo de la cuestién. Porque el solamente una parte de la estructura del més amplia, y externa al inas de éstas son dinero, ot punto de pasar a ser dineri cambio evidente desde las monedas metélicas al pa neda y a los depésitos bancarios es part desarrollo del sistema financiero, Este ‘mediarios financieros"; por otra parte, también ha cons un cambio fundamental en las actividades financi mundo de bancos y compafifas de seguros, de mercados mo- y bolsas, el dinero es algo distinto de lo que era antes de que nacieran estas Esta evolucién que se ha producido desde los tiempos de Ricardo (siendo sus origenes mucho més remotes) ha ido exi- giendo, continuamente, una revis A medida que cambiaba cl debia cambiar la ica que centraba el andlisis, Ahora podemos no fue suficiente, que hubo un considerable la raz6n por la que hubo este retraso no jo: habla un obsticulo que debia ser salvado inexcusablemente. Desde:el-punto de vista teérico— en términos de princi- pos bésicos —; la-evolucién del dinero. presenta. dos aspectos. fundamentales. Por una parte, la evolucién se produce por- que pueden reducitse los costes. El uso de la-moneda meté- 187 lica es un medio caro para cumplir funciones relativamente si spor qué tenemos que malgastar recursos en extracr ‘0 del suelo, cuando simples trozos de papel (o entradas en los libros) pueden ser producidos y transportados a un coste muy ? Esta es la razén por la que se desarrolla el sistema io: que nos prove de un medio de cambio a un. coste muy inferior. Pero, por otra parte, la penalidad que se paga consiste en que el sistema crediticio es inestable. Depende de Ja conflanza, y cuando ésta falla el sistema puede fallar, Tam- bién es inestable en el otro sentido: cuando In confianza es excesiva, cuando hay demasiado optimismo, el sistema puede explotar dando lugar a booms especulativos. Por lo tanto, para que el sistema crediticio funcione suavemente, necesita. una estructura in al capaz de limitarlo en un caso y ani- marlo en el otro. Encontrar esta estructura capaz.de restringir expandir cuando sea necesario, es muy 10 creo que, hasta ahora, este problema haya sido resuelto satisfactoria: mente, Ni siquiera hoy conocemos todavia cudl es la xes- puesta. u Cuando Ricardo y sus contemporaneos vieron este prol ‘ma (y algunos de ellos veremos cémo empezaron a ver! asustaron bastante. Por ello intentaron esquivarlo, Debemos recordar que, en su época, la evolucién del sis tema crediticio no habja avanzado demasiado. Por lo tanto, era logico que se considerara la moneda metilica como lo prin- cipal y el papel moneda y las letras (que ya existian) como lo secundario, como cualificaciones. Si el dinero secundario se comportara como el primario, no habria problemas. Conse- cuentemente, supongamos que es as{. Entonces, nuestra teo- ia puede discurrir por cauces simples y comprensibles, me- diante un modelo del dinero metalico. primario. Esto es, efectivamente, lo que hizo Ricardo, Pero no basta con reconover que st modelo era un modelo de dinero meté- 138 También deberfamos preguntarnos si, como modelo de etélico, en un sistema en que el crédito no esti muy do, era 0 no correcto, si podria ser cierto que en un préstamos y créditos a largo rminimo que debemnos suponer en un sa de interés estaria determinada por in, el nivel de actividad seria determni- 1 de los precios. Estas son las doc- sicas” asociadas al nombre de Ricardo. Es obvio que me pregunto hasta qué punto Ricardo pens6 q) modelo de dinero metélico era exactamente adecuado. Porque Ricardo dispuso de eseritos cxitos que'con toda seguridad 61 debid leer) en los que se ha- Jo menos, algunas cualificaciones importantes. El més eristico de estos eseritos es el ensayo “OF Money” de Hume. Hume es més famoso como filésofo que como decir que fuera un econo- trabajo en economia es anterior al de éste; de hecho, fue Smith quien aprendié de Hume, y no a la inversa, Era natural que ‘Hume, que escribfa en 1750, tomara un dinero purame télico, porque si bien en su tiempo el estaba en marcha, su desarrollo era muy conternplar Ricardo. Sin embargo, el andlisi netario que realizé Hume no es lo que Keynes hubiera Ilama- do un anilisis “clésico”, Para Hume, la teoris cuantitativa del dinero es una condicin de equiibri. “El dinero [dice Hume] no es més que la xepresentacién de! trabajo y las mercancias,y sive solamente como método de ev lar 0 estimar éstos. EI que haya abundancia de moneda met lica—cvando una mayor cantidad de dinero representa 1a mis- 3. Un planteamionto mis eracto de lor condiciones necesaras, Ia formilo en Is pégine 2 de ert libro 199 fs igual due si un comercian bros con caracteres ardbi- gos en lugar de hacerlo con los romanos, aunque los primeros zis simples que los segundos, no alteraria en absoluto sus Este es para Hume el punto esencial; Io esencial de la teo- ia dlésica, Peto Hume prosigue stelle 7 axe ara expla ete que cual espe eee Ge snsitcr el oo J iy pts ao sparc otis alt futeuar d-cotinins areata que pee ie ied fons fon oroieah ae oe tg Lh th as oles tone de ta te gee Age po, no se aprecia ningin cambio, gradualmente, yan sufiendo [epee pine ald une ner ee Un eed onc ga pid sla seva canided de especie que hay en el rena, Ee ml Sih: GF Wy Gs I atGlS ee etaty acre Tessin del diner y ol aumento Se lor precio, ound ol smote Ge bs caded say pe acon Sh hae tia.” > En nuestros términos, la teorla cuantitativa es valida como ‘una, condicién de equilibrio a-largo plazo, pero en el corto pplazo, mientras Ja oferta de dinero aumenta, se puede produ- 4. Howe, Essays, Oxford Univecsty Pres, pp, 292-98. 5. bid,” pp. 2004 a 190 ir un estimulo real-de la actividad. Ahora bien, la cuestion eresante es: sia Ricardo se le hubiera preguntado. esto, cha- fa podido decir algo diferente a lo que contest Hume? Disponemos de un escrito que evidencia que, al fin y al cabo, Ricardo no hubiera contestado de forma distinta, a como Io hizo Hume. En Io que éste dice de los efectos estimulantes do una expansién monetaria va implicito el fendmeno inverso, a saber, los efectos opuestos de una contraccién monetaria, Si del dinero es atesora- cién, los precios bajarin; pero la actividad se contraerd. Si bien de hecho actué aceptar que, tras la guerra (en la que vivié tanto tiempo), los precios debian bajar algo para poder alcanzar la estabilidad que él juzgaba tan deseable, insistia en que habia que garantizar que Ia baja de Ios precios no fuera innecesa- riamente excesiva, Este era el objetivo de su famoso “Ingot Plan” (Plan para el lingote), que pretendia evitar una reduc cién excesiva del dinero en circulacién.* No se puede compren: der por qué a Ricardo le preocupaba tanto esta cuestién, si se cree que para él los precios monetarios —su evolucién en el tiempo—no afectaban a las magnitudes reales de la eco- nomia. Creo que aclararemos un niimero considerable de cuesti nes sobre los clésicos, si aceptamos que los economistas sicos de este perfodo, tan constructive ¢ importante en mu- cchos aspectos, tenian fa @ corto plazo, aunque fuera , en algiin lugar recéndito de su pensamiento, aunque preferian ni la. ¥ creo que hay muchas razones por las que podian preferir no insistir. En el caso de Ricardo, hay una razén especial: el hecho de que él era el gran ereador del método del equilibrio estat co en economia; éste era su método y se resistia & abandonat Hiner) Aqui, como en otras ocasiones, tendfa a pasar de una posiciém da pyuitinin a ar on tan forma danesado euleadrat Otra razén, que ya he apuntado antes, es que le teorfa mone- taria de este periodo surgia de un problema particular, el res- tablecimiento de cierta clase de estabilidad, que parecia espe- ialmente apto para ser analizado en términos de equilibrio. Pero hay todavia otra razén, y ésta es la més importante nuestros autores temian que si insistian demasiado en los efec- tos a corto plazo, quedarian a merced de los crudos infla- cionistas de aquel perfodo. Se decia: el largo plazo es una le plazos cortos. Entonces, gpor qué no mantener el rulo, apticando otrt dosis cuando se agotara la primera, y asi sucesivamente? Ter ion porque no sa cémd responder. Aun asf in que esta sugerencia era incorrecta, Creo que hoy s{ conocemos la respuesta. La conocemos en cionaria. Si la inflacién continia la gente se acostumbra, Y cuando la gente se acostumbra, cuando sus expectativas di- cen que los precios irdn st hecho de que ocurra lo esperado ya no es une no puede resolverse ace- ble estar en un “equilibeio inflacionario”, con los precios su- biendo continuamente, por periodos largos, espera que suba mulo En térinos reales, en términos de prod por ej lsicos al rechazar estas concepciones, aunque no supieran exactamente por qué lo hacfan, Se me puede exigir algiin dato que evidencie que esto era Jo que los clésicos tenfan en la mente. Puedo decir que sé de 192 ta del siglo xn que presenta mente: se trata de John Stuart cabe la menor duda de que iuna teoria del corto plaz lescrito antes. La encontramos es su ensayo sobre la “Influencia del Consumo sobre luce ttled Questions). No hay duda de que, cuando Mill escribié este ensayo, estaba en el Jado de lo que hemos lamado los partidarios de Hume. Ahora bien, es importante de Mill (de 1848, mientras que los Ensayos fueron publ 0 pe encontrar ninguna referencia al argumento del ensayo En los Principios, Mi especialmente el ‘ca mento del ensayo tulo sobre exceso de ofert lo no es rebatido, sino que si ‘Creo que podemos explicarnos a Mill mejor si 20; ir en esto porque lo consideraba peligroso. MI Lo que hemos dicho hasta ahora se podia d der seriamente a la evolucién del crédito, Ahora bien, ya en tiempos de Ricardo —y, desde luego, mucho més en tiempos de Mill, una generacién después —, el erédito se hal rrollado mucho y répidamente. Al intentar tratar el sistema monetario como un sistema metélico, Ricardo miraba hacia atrds, En su tiempo, el sistema monetario en términos del cual Ricardo pensaba era ya cosa del pasado, Por lo menos para uno de sus contemporéneos esto estaba claro, Ricardo debié leer la “Enquiry into the Nature and Effects of the Paper Credit of Great Britain” de Henry Thorn- ton (de 1802, seis afos antes de que Ricardo comenzara a escri- pero lo pas6 por alto. Thorton presenta una teori to plazo no muy diferente de la de Hume; pero tal teorfa Ja construye Thornton en términos de una economia crediticia. 193 De hecho, el anilisis de Thornton constituye e! mejor andliss del funcionamiento del sistema crediticio que saliera de la plu- ma, de los mis antiguos economistas. Como teoria a corto plazo. puede ser interpretado en una forma que le acerca mucho. a. Keynes." Thornton no slo reconoce (como Hume) que, en. el corto plazo, causas monetarias pueden tener efectos reales, sino que también, puede suceder a la inversa. Las causas reales pue den. tener efectos monetarios. Un sistema crediticio sc. expan- diréautomaticamente si se dan causas reales para una ex- ppansién de la actividad (mds 0 menos, lo que més tarde Keynes Hlamaria un ineremento en la eficacia marginal del capital); el crédito se contraer4 automaticamente, si se produce un repen- ‘tino pénico (que implicarfa un, notable incremento en la. pte- ferencia, por Ia liquide) o si hay cambios en la demanda de capital que impulsan la contraccién. Algunas de estas expan- siones y contracciones son deseables, otras indeseables, Con- secuentemente, Thorton pensaba debia ser controlado o dirigido. Dirigido por un banco central cuyas operaciones deberian regirse por juicios sobre la si- tuacién y que no podia someterse a reglas mecénicas. Los abjetivos de este control son, en Thornton, muy comn- eS muy interesante encontrarse con que uno de estos la existencia de desempleo innecesario.* Abora bien, Ia ponderacién que Thornton da a los distintos ob- jetivos no es extrafio que sea muy distinta de las ponderaciones que les hubiera dado Keynes® No vamos a analizar esto ir en que Thorton crela. en neste problema crucial, jo opuesto a Ricardo, eDénde estaba Mill en esta cuestién? A la luz de lo que hemos dicho antes sobre Mill, ésta es una pregunta muy i teresante, Mill escribié después de Ricardo y de Thornton, y no hay duda de que conocia las obras de estos dos autores. 8. Véewe as adelante, pp. 21 194 (En Jos Principias de Mill, por ejemplo, se cita un largo passje de la obra de Thornton. tenia plena conciencia de que estaba analizando lo que ya era una economia crediticia. Aunque no tuviera la experiencia préctica de un Thornton, podia confiar en la obra de los excelentes observadores del mundo financiero que existieron en su tiempo; " y, por otra parte, que habia ocurrido aquel cambio era ya claramente evidente en su tiempo. Ricardo murié en 1823, y.dos_aiios, mis tarde, en, 1825, sucedié la primera de las notables ct crediticias que caracterizaran la historia econémica de Ing! terra en el siglo xx (1825, 1839, 1847, 1857, 1866), y estas ‘muestras de la inestabilidad del crédito no podian ser pasadas por alto. Fue durante este periodo de crisis crediticias (mucho mis claras como crisis crediticias que las que acompaiiaron pposteriormente al ciclo) cuando Mill escribié sus obras. Mill debia tomar posicién ante esto. El andlisis que Mill nos ofrece de la expansién del erédito «s, efectivamente, muy bueno. Mill vio que tal expansién podia, coménzer no mediante una expansién del bancario, sino por una expansién del crédito comer: que, en esta etapa, los bancas (por lo menos los grandes bancos) tuvieran demasiado que ver con la expansién. A medida que el boom va desarrolléndose, necesita ser consolidado mediante la uti- lizacién de formas crediticias mas seguras, de forma que la presién pasa del clrculo exterior al centro del sistema. ban- cario, Y, en este momento, es esencial que el centro actiie firmemente; debe saber protegerse a si mismo, pero s6lo para poder irradiar seguridad a su alrededor. Mill no puede seguir @ Ricardo en su bisqueda de reglas mecénicas para el control del crédito; este control s6lo puede realizarse atendiendo al “estado” del mercado, o sea, mediante la politica monetaria. En todo esto, Mill esti del lado de Thornton; eree en el diri- sismo monetario. Aun asi, la idea que Mill tiene del control monetario es n, edleién Ashley, pigs, 515-10, edictin Toronto, le 195 un tanto unilateral, Le importa prevenir los booms; pero pa- rece que no le afecta demasiado Ta ps nes. No debemos at te @ los sufrimientos que prod los elasicos, fe earacteriza por una aguda sensibilidad y simpatia sociales. Pero parece explicable a partir de su propia experiencia, Las depresiones de su época seguian ditectamente a las crisis; parectan asi ser debidas a la desar- ganizacidn causada por ella, En cuanto esta desorganizacién cera solventada, el comercio se expandia de nuevo. Era natural que si los Booms podian ser evitados, que si podia evitarse una excesiva expansién del erédito, las depresiones también podian evitarse. En este punto, un economista keyne- siano no estaria de acuerdo con er0 creo que Mill esto Jo daba por garantizado, No parecia necesario profundizar és en la materia Iv Podemos ahora cond ‘economistas clasicos. Es {intentar mostrar que es una el proceso de formacién de una ortodoxia. No todos los econo- mistas clisicos opinaban igual. Habja diferencias y algunas de estas diferencias que entonces aparecieron por vez primera, hoy todavia son relevantes. Como: minimo, podemos distinguir dos corrientes de pen- samiento entre ‘Una (representada, rosso modo, por Ricardo y sus seguidores) defendia que todo funcionaria bien si se encontraba Ia forma de que el cxédito funcionara como lo hacia Alico; Jo que queriamos decir de los pero creo correcto iva, Hay més que investigacién) defendia que ‘el administrado, aunque fuera difi nistrarlo o controlarlo, Esta es una diferencia importante y que perdura aun después de Keynes. Cuando Milton Friedman 196 dice que deberfa haber “una regla legal que indicara a la auto- ridad monetaria cudl debe ser la tasa de crecimiento del stock de dinero”,!* Friedman es un ricardiano, Cuando Jacques Ruel pretende empyj ppara sustituir el eré {al menos en el campo internacio Pero esta corriente de pensamiento ricardiana es sélo una parte del pensamiento clisico; tenemos a Thornton y Mill para pro- bar lo contrario, Ahora bien, gqué sucedié con estas dos corrientes de pen- samiento, después de Mill, en ol periodo neoclésioo? Debo sex muy breve aqui, Lo que sucedié, me parece que es funda- mentalmente lo siguiente: la doctrina ricardiana se hizo doc- i juizé se podria decir que muchas cosas que ido en términos de Ricardo constituyer doctrina oficial, Esta doctrina tavo vigencia durante smpo como para que fuera presentada por Keynes como la loctrina cldsica que debia ser atacada. Los banqueros ha- blaban en ricardiano en sus discursos. En los manuales, el emisiones fduciarias, etc. Sin embargo, en la préctica, se impuso més bien Ia escuela Thornt de acuerdo con los prineipios ricardianos, hubiera habido necesidad de desarrollar Jos bancos centrales, Hubiera bastado con un “Currency Board” sometido a alguna regla; pero, en la prictica, durante este periodo, Ios bancos se desarrollaron, De hecho, hay una cierta ambigtic- dad sobre esto. El mismo Banco de Inglaterra fue “ricardani- zado” en la Bank Charter Act de 1644, que Io nun depart de emisién —que seria, exactamente, el “Cu- nrency Board” de que hablébamos— y un departamento ban- cario cuya misién lo hacia diferir poco de un banco normal Pero, en la prictica, no fue esto lo que sucedié. El departa- 12. Copitalion and 13, En muchos de 197 > hy mento bancario se convirtié en un banco central que, por lo menos en cierta medida, ejercerfa una politica monetaria. Lo hhacia muy prudentemente, ya que al fin y al cabo no estaba de acuerdo con Ia doctrina oficial. Sin embargo, creo que no puede caber duda sobre -que esto es lo que hizo. Y bien, ésta es una situacién un tanto incémoda: gpor qué iba a durar tanto tiempo? Creo que a los banqueros les iba muy bien el aparentar o ir que eran tun agente pasivo que se aj Porque si control, la gente se habria proguntado qué derecho ellos a este control. Sus acciones afectaban a todo el 4 veces afeetaban muchisimo a todo el mundo. ¢Qué derecho pueden tener, cuando su poder no les viene de los cauces re- ares del gobierno democratico? Por | iti] mantener un velo que les protegiera, Cuand a sospechar que estaban con su derecho a ejercer este control fuera puesto en entredicho. Y asf fue, en efecto. = quién controla—aparecié mezclada con Ja otra cuestién de qué tipo de control debia ejercerse, Esto es lo que vamos a estudiar ahora, Mill concibié un tipo de control bancario que iba des- tinado a controlar una expansin excesiva, pero no la inversa. He sugerido antes que esto era debido a que Mill estaba {nfluenciado por su propia experiencia, o sea, por las condi- ciones del tiempo en que vivi6. Ahora bien, volviendo a Key- nes, sno se trataré de lo mismo? La Teoria General fue escrita durante la depresién mundial; los mismos afios veinte en que 14, Vase Sevens, Bonk of naland 0} 1890-1914 198 Keynes escribiera el Treatise fueron, en Inglaterra, afios de semidepresion, 0, quiz4, de un boom mal dirigido. Era, pues, al que Keynes tomara como normal una economia en de- presi6n, Su problema prictico era cémo salir de la depresi su punto de vista era el de un mundo en depresién, Pa larmente, soy lo suficientemente keynesiano como para estar convencido de que el tipo de control de puede ejercer un banco central, si se lo per ciente. Ahora bien, la visién que uno obtiene de Keynes, segin ideas de los. afios trein! sido aceptadas en les aes posteriores gracias a la influencia de Keynes, cuando en realidad la situacién ya no puede co- rresponderse con estas ideas Sea cual fuere ef caso, hemos aprendido de Keynes que el control a través de un banco es unilater potente. Los bancos pueden restringir E pratiar ge piso io pueden fecedr-ene peta WE? ciendo préstamos en condiciones tan favorablés como se quie- ra, Puede suceder que los negocios estén tan pesimistas que incluso. prestando en Tas condiciones més favorables (compa- con el beneficio. normal que ha de realizar. el. banco) gente no esté dispuesta a tomar eréditos. (Aun asi, es p ble que algin seguidor de Mill conteste que es casi una tupidez que los hombres de negocios mantengan este estado de atonia;* debe haber alguna causa para esto. Puede ser causada por alguna obstru , por ejemplo a que haya excedentes de existencias, que deberdn reciendo, o a que haya deuda: serin pagadas; lo que se requeriré, ser, como maximo, algéin 15, Crea que, mis 9 menos, ert etto lo que pensaba Dennis Ro- 199 que otro apoyo para conseguir una recuperacién que ex de todas maneras,) Sin embargo, Keynes nos ha ensefiado cla- ramente que una economia en depresién puede ser reanimada mediante el gasto estatal; una vez se acepta esto, es dificil no aceptar que el gasto estatal es el “reanimador general” por ex- celencia. Para concluir, permitaseme hacer dos reflexiones sobre el mundo poskeynesiano, @ la luz de lo que hemos estado di- ciendo hasta ahora, 1) En una primera fase — creo que hoy podemos decir que se trataba solamente de una primera fase —parecié que sélo era una cuestién de confier todo control de la actividad econémica al presupuesto estatal. Fue la época gloriosa de la “politica fiscal”. $i se daba tendencia ala contraccién, habia que gastar més; sii una tendencia a la expansién, d aumentarse los impuestos. Durante un cierto tiempo esto fu ccioné bastante bien; pero habia defectos importantes. Cuando se entncia el principio en términos tan erudos, los defectos parecen evidentes. Es realmente fécil para el estado gaster més; por lo ders, e una politics simple y popular. Algunos impuests (que van a ser pagados por aquellos de quienes no se espera el voto favorable) también son populares. Pero estos ir tos “populares” no son muchos, y el control mediant puestos “impopulares” ya es otra cosa. Cuando las diagnosis eyn a pensar en los buenos cuando podia ocultarse tras un banquero, “Esto del control monetario es una cues técnica, hago por con- 10..) deberé to- ‘rato con medidas fiscales, aungue diga qu sejo de los expertos (mis consejeros econé: ‘mar yo mismo la responsabilidad de es Serfa mucho mejor dejar que fueran que hicieran esto”. Asi, queros, Pero no puede pues ya todo que es él quien controla a los banqueros. Estos ya no pueden desarrollar una politica monetaria independiente, como, hasta ‘mismos expertos tenta devolver la pel 200 , entre los banqueros, se pierde. El control Keynesiano s6lo puede ejercerlo correctamente un gobierno que sea Jo suficientemente fuerte como para tomar medidas impopulares y responsabilizarse de I = por la experiencia ese trata de una situacién que puede igar y que, de hecho, se ha dado , ¢s mucho pedir de los gobiernos i afio, mantengan un control keynesiano en ambas La otra cuestién a la que quiero referirme es el aspec- to internacional. Este, a su vez, se divide en dos partes. En la nes econdmicas internacionales. En la segunda, atenderemos al estado de la econom{a internacioiial, tomada’ como un todo. En los viejos tiempos, cuando el control monet cfan los bancos centrales, el objetivo pri mantener la estabilidad externa de la moneda nacional, Este objetivo ha sido relegado. Se reconoeié, incluso en Ia carta fundacional del FMI, que la estabilidad exterior de la moneda no era un objetivo tan sagrado como creyeron los bancos,cen- trales de los viejos tiempos. Se acordé un procedimiento para proceder a ajustar los tipos de cambio cuando se produjera lo que se lamé un “Aesequilibrio fundamental”. No voy.a, poner en duda que éste es un problema real, un problema para el que el mundo no ha hecho (todavia) mucho. por solucionar. Pero voy a mantener que este problema ha sido relegado en razon. de otro problema: el de la inflacién (activa y reptante) cuya causa no esté en.los “desequilibrios fundamentales icas_ pseudokeynesianas por. a Esto es lo que ha constitui- idad de los cambios. El temor 201 y al cabo la depreciacién del cambio o devaluacién tampoco tiene tanta importancia. Pero yo creo que s{ es importante. A veces puede ser ne- cesario, como mal menor. Pero es un mal que no debe en- tenderse — coino sucede a menudo— como una forma natural y normal de resolver los problemas. La razén por la que es un mal aparece claramente si atendemos al problema desde el otro punto de vista: el punto sta de la economia internacional. La historia que he ex- 3 viejos economistas — Thon y Ricardo—se repite hoy en el campo internacion: Aqui tenemos ef mismo movimiento desde el dinero metéli al dinero crediticio, Se produce el mismo problema de ines bilidad crediticia. También aparece la necesidad de contro iternacional para alcanzar una cierta seguridad parte, en el plano internacional no debemos man- tener el temor keynesiano de que Ja politica monetaria puede no ser suficiente para tratar las depresiones; en el plano internacional, no ¢s la depresin, en el viejo sentido de la pa- labra, lo que constituye el problema. Para esto estén los go- biernos nacionales, a quienes Keynes ensefié, por muy indi- rectamente que sea, cémo evitar las depresiones. Si el sistema del crédito internacional fallara, sucederia que las naciones se volverian cada vez mas autrquieas o més proteccionistas, empobreciéndose todas por negarse 2 comerciar con las de- mds. (¥ esto significe también, como puede suponerse, negar- se a ayudarse unas a otras). Este és el peligro que tenemos delante; a estas alturas ya podemos ver que no se trata de un pela cane El remedio que nos propone mi “experiencia” del siglo xix seria la creacién de un banco centr basar la estructura del crédito deb: sobre el mismo. Esto es lo que Keynes, que entendia ese aspec- to internacional muy claramente, intent} en Bretton Woods; pero lo tinico que consiguié fue un Currency Board (porque poco més que esto puede ser, dadas las abundantes reglas y regulaciones), el Fondo Monetario Internacional. Y esto, lo 202 estamos viendo, no es suficente (como ya Mill, hace ciento veinte afis, nos hubiera ensefiado), Ahora bien, los gobiernos conceder @ un banco internacio que tan forzadamente han debido conceder a sus bancos cen- trales (cuando se han dado cuenta de Io que esto implicaba)? Este es el dilema, el viejo dilema, que ahora vuelve en el campo de Jo internacional. Asi planteado, el problema parece ins términos — blanco y negro — probablement Y en estos que al mismo tiempo permitan un mi el minimo necesario para dar a la est temacional la seguridad que tan urgentemente necesita. Es un ‘camino estrecho, pero debemos esperar que haya alguna forma de recorrerl.

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