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ocultaba para los ojos del mismo el rostro del seor en la azotea. Y Barrabs respiraba
profundo y suspiraba y comenzaba a ponerse de pie.
-Pues mole. Dijo por fin.
-Bamba.
Y se pusieron de pie sin siquiera contestarle al don que echaba rabias en el techo.
Caminaron el largo del terreno yermo an fumando del cigarro.
Salieron por la entrada ms grande. La que est en la calle de la peluquera.
Bajaron el montculo grande de basura y escombro, dieron el ltimo salto para quedar en la
banqueta. Afortunadamente no haba nadie caminando por la calle.
Nadie los vio. Nadie los oli. Nadie los juzg (al menos no en ese momento).
Caminaron unos metros y vieron pasar una patrulla.
Ya haban apagado la chora que quedaba del porro. Slo quedaba el olor en las yemas de
sus dedos.
-No pasa nada. Dijo Barrabs. T noms camnale. Entre ms placa menos placa.
-Simn. Caminaba el Chino.
Los chotas pasaron en la troca grande. Eran estatales. Los vieron de reojo, aunque
clavndoles bien la mirada. Pasaron ms lento. Siguieron de largo. Los muchachos tambin.
-Qu pedo? Vamos al jardn a matar la bacha? Dijo Barrabs.
-No s. Tienes algo que hacer?