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CAPITULO I ,NOCIONES GENERALES 1. El Cédigo Civil y la Constitucién de 1833.—La Consti- tncién Politica que presidié a la organizacién de Ia Repiblica y que duré casi un'siglo en su ejercicio, fué dada en el curso del afio 1833. Los hombres que colaboraron en ella tuvieron tam- bién necesaria intervencién en el Cédigo Civil. En todo caso, aun- gue hubiesen sido diferentes, ideas, costumbres y sentires les eran comunes. La Constitucidn de 1833 establece un gobierno fuerte, cen- tralizado y marcadamente unipersonal. Casi una monarquia en “una reptiblica, Las cuestiones politicas que agitaban los nimos de ese tiempo las resuelve en forma concreta y ecléctica. Hay parlamento, con cimaras alta y baja; hay consulta a la volun- tad popular, pero prefiada de restricciones. La Iglesia aparece unida al Estado y Ia legislacién de éte se inspirard en los prin- cipios catélicos. Los sefiores y propietatios de la época conser- van sus feudos, pero desaparece, al correr del tiempo, la vincu- lacién al estilo espafiol. Respeta 1a Constitucién los derechos de fos Hamados a snceder en los censos, capellanias y mayorazgos; peto tiende a desvincular las propiedades y serén sus juristas los que se encargarin de dictar, atin antes del Cédigo Civil, las pri- meras medidas legales que aceleren esta’ desvinculacién. Emplean- do un lenguaje moderno podrfamos decir que la Carta Fundamen- tal de 1833, sin las reformas de cufio liberal que la iban a mo- 2 18 BL CODIGO CIVIL demizar més tatde, creaba, en escala reducida, un auténtico es- tado totalitatio. Y ese ensayo results plenamente logrado no sélo por la calidad de fos hombres que lo aplicaron, sino también por la sencillez y el realismo de los principios que lo informaron. Es sabido que Egafia tuvo parte principal en la redaccién del texto constitucional. Sabemos hoy que también la tuvo, si no personal, a lo menos pot sus trabajos, en la preparacién del Cé- digo Civil. Es indudable que los miembros de, las Comisiones Revisoras del Cédigo tomaron parte en los trabajos constituyen- tes. Bello ya apatece colaborando con Portales en 1831. Lo que da margen para pensar que no debié ser extrafio a las tareas de 1833, No es de extrafiar, asi, que la filosofia juridica que inspira el Cédigo Civil participe de los mismos caracteres de la que inspi- 6 Ia Catta Fundamental del pais. El Cédigo se hace reposar so- bre bases firmes, aprobadas ya, y por tanto, duraderas. Alienta en él el mismo espiritu progresista, pero que descan- sa en lo tradicional, en lo que existia. Parte a la reforma desde lo hay manifestacién alguna de pedanterid ni de ensayo . Sélo tiene cabida en una y otra obra lo que -ha sido abonado por la experiencia. Y se coge de todas partes lo que se estima mejor. Del mismo modo que en la Constitucién Politica no se zanjan los problemas a tajo abierto, sino que se prefiere avanzar con- tando con el tiempo, en el Cédigo Civil se rechazan, en lo posi- ble, las soluciones inmediatas y violentas. Se echan las. bases de un edificio cuyas.lineas definitivas dard el tiempo. A semejanza de la solucién que en materia de propiedades vinculadas did el texto constitucional, el Cédigo Civil aplicé el sistema de la ins- cripcién de una manera paulatina, Pudo fijarse una fecha conmi- natotia a partir de la cual la inscripcién significara prueba segura del dominio. Se prefirié el sistema natural e indirecto que cuenta con el tiempo. Para lograr bruscamente ese resultado habria debi- Y EL NUEVO DERECHO 19 do recurritse a “providencias compulsivas que producitian multi- plicados y embarazosos procedimientos judiciales, y muchas veces juicios contradictotios, costosos y de larga duracién”. Asi nos fo dice el Mensaje, Se prefitié caminar “aceleradamente a una épo- ca en que insctipeién, posesién y propiedad serian términos idénticos”. El pais habia sufrido convulsiones de consideracién. Se cui- 6, por eso de no introducir nuevas. Y de hacer avanzar el pro- greso por sus pasos contados. . Otro ejemplo de.esta tendencia en el espititu de los hombres de ece tiempo nos lo demuestran las varias leyes nacionales dicta- _ das en el petiodo llamado “intermediario” y que va de 1810 a 1857. Son las primeras etapas de reformas necesarias; a poco de ser aplicadas se mejoran y se avanzan, para quedar después in~ corporadas al Cédigo de una manera perfeccionada y duradera. Tal ocurte con las leyes sobre prelacién de créditos de los afios 1852 y 1895. ¥ con la ley de terrenos de 1834. Por cierto-que los principios tradicionales cristianos reciben cumplida aplicacién tanto en la Carta Fundamental como en el - Cédigo mismo. Conservan ambos el cardcter regalista heredado de los Reyes de Espafia; pero no hacen mistetio de su clara y definida profesién catélica. La familia reposa en el matrimonio sacramento. Ancha aplicacién Je cabe al Derecho Canénico. La filiacién verdadera, Ia protegida, va a ser sélo la emanada de matrimonio. No cabe divorcio vincular. No caben disidencias. Y sélo excepcionalmente se toleran fos matrimonios de’ disidentes + por Ia ley de tolerancia de 6 de septiembre de 1844. Constitucién y Cédigo consagraron con alegria el principio de la autoridad. En el gobierno central, en las intendencias y gobernaciones; en el matrimonio, en la familia, en la sociedad conyugal y aun en las personas juridicas. Hasta en las escasas relaciones de trabajo que se denominan arrendamiento de ser- vicios. 20 BL CODIGO CIVIL 2. Sintesis, del Cédigo Civil.—Siguiendo: el sistema de su modelo, el Cédigo francés, nuestro Cédigo cuidé de sefialar, con més abundancia, las reglas generales en un Titulo Preliminar. Pero si ello constituye un avance notable sobre las legislaciones de ese tiempo, en materias nuevas como en lo referente a los efectos de la ley en el territorio, esbozos bien perfectos del moder- no Derecho Internacional Privado, no es menos cierto que en dicho Titulo no tuvieron cabida varias normas de cardcter ge- neral que aparecen desparramadas en el texto del Cédigo. Basta comparar el alcance extraordinatio que se da a esta parte gene- ral en los modernos cédigos para comprender la exigiiidad de preceptos que se contienen en nuestro Titulo Preliminar. El Libro I, en cambio, consagrado a las personas, no peca por deficiencia. Constituyen ‘temas de avance juridico los pre- ceptos generosos de los articulos 55 y 57. Todo ser humano, en sintesis, sin distincién de edad, sexo, estirpe 0 condicién, queda dotado de calidad juridica: se le reconoce su personalidad como sujeto de detecho. Y por igual a chilenos y a extranjeros. Todo lo relativo a la personalidad juridica importa también un avan- ce apreciable. Aunque se adopta el sistema de la ficcién y con ello se otorguen amplias atribuciones al Estado, es lo cierto que los preceptos del Titulo XXXII de este Libro I son avanzadi- simos, y muy mejores que los conocidos en otros Cédigos. Sin hablar del cédigo modelo que guardé un silencio extraiio. Las sociedades son personas juridicas independiente de os socios, y se tigen por normas faciles y benévolas. Las personas de derecho piblico quedan también sujetas a normas propias. Sélo las cor- poraciones y fundaciones de derecho privado quedan sometidas al tutelaje gubernativo, pero ampliamente reconocida su perso- nalidad. En lo referente a la organizacién de la familia el criterio del Cédigo es simple y fijo: se traduce en una aplicacién integral de la moral ctistiana y de los principios del derecho canénico Y EL NUEVO DEREGHO a cuya aplicacién consagra ef atticulo 103. Y rodean esta aplica- cién otras instituciones que le montan guardia: muerte civil de Jos profesos con votos solemnes en instituto monéstico reconoci- do por la Iglesia Catélica; declaracién de incapacidad relativa de los religiosos; calidad de hijos de dafiado ayuntamiento. de tos sacrilegos. Bl matrimonio es uno e- indisoluble: el divorcio sélo tiene de tal el noibre pues cortesponde a [a'separacién ad- mitida en el Derecho Candnico. Los hijos legitimos son los na- cidos en matrimonio y adquieren este cardcter, como. legitima- das, los que pueden beneficiarse con el mismo matrimonio, No otros. No admite la adopcién, aunque era conocida en cédigos de la época. Los restantes hijos son mitados con franco disfavor: desde los naturales, que apazecen como ligeramente protegidos, hasta los de dafiado ayuntamiento, francamente aborrecidos. Las viejas leyes espafiolas afloran en los textos pertinentes del Cédi- go Civil; y a veces los resabios egoistas del Cédigo francés que aleja toda rentativa de reconocimiento forzado y de investigacién. imprudente. El padre de familia, y s6lo él, ejerce la pattia potes- tad. En sentido casi romano, femperado con cristianismo, A la mujer, honores y preeminencias en el hogar, entrega de ganan- ciales, resguardo de sus bienes inmuebles; pero ‘ninguna inter- vencién judicial. Ni durante el matrimonio ni después, El régi- men matrimonial es el de comunidad de bienes, con formacién de una’ equilibrada sociedad conyugal. Sélo excepcionalmente procede fa separacién de bienes. Las guardas quedan cuidadosa- mente vigiladas no pudiendo acceder a ellas las mujeres, Por lo demés, todas estas reglas eran légicas, pues en esa época impe- raba en Chile—como en el resto de América—y sin contrapeso la familia espaiiola tradicional, con marcado sabor romano cat6- lico a la vez. Desconocer este hecho habria importado una mues- tra de pésimo criterio juridico. También lo hubiera sido ocupar- ce de problemas que entonces no existian, como el del abandon de la infancia verbi gratiaLa familia era una sociedad heril en n EL CODIGO CIVIL forma: en ella cabian todas las protecciones imaginables a mu- jeres y a nifios abandonados por sus progenitores. El Libro IT aparece también inspirado en las ideas dominantes, respetuosas en exceso- del principio de propiedad. Pero con ma- yores novedades y avances técnicos. El predominio claro y Ja libertad que se concede a la propie- dad son justos, y marcan un avance, a imitacién del modelo francés. El progreso, en esa época, cercana a los complicados derechos. de otigen feudal, consistia en dar plena libertad al ptopietario y en suprimir fas trabas que embarazaban sui circula- cién, El Cédigo toma partido manifiesto por esta senda progre- sista. Por lo demés coincidian estas ideas juridicas con las not- mas econdmicas estimadas como de avanzada. Se otorgan al pro- pietario las mayores libertades: pero queda a salvo la valla legal. Hard cuanto quiera, pero siempre que no contrarfe ni el dere- cho ajeno ni la ley. Y Ia ley anticipé trabas en el titulo abun- dante de las servidumbres, en el cual cuidé de reglamentar.no sélo, las servidumbres bien conocidas y de sabor romano, sino que hablé de servidumbres piiblicas, cuyo nimero debia crecer. En cuanto a la propiedad vinculada, Ia decisién del Cédigo es manifiesta, Los articulos 745 y 769 no dejan duda alguna al respecto: “Se prohibe constituir—dice el primero—dos 0 més fideicomisos sucesivos de manera que restituido el fideicomiso a una petsona lo adquiera ésta con el grevamen de restituirlo eventualmente a otra. “Side hecho se constituyere, adquirido ad fideicomiso por uno de los fideicomisarios niombrados, se extinguird para siempre la _ espectativa de los otros”. Y el articulo 769 repite la regla: “Se prohibe constituir dos 0 mas usufructos sucesivos o alternativos. “Si de hecho se constituyeren los usufructuarios posteriores se considerarén como, substitutos, para el caso de faltar los an- tetiores antes de deferirse el primer usufructo. “El primer usufructo que tenga efecto hard caducar a los ¥ EL NUEVO DERECHO otros; pero no duraié sino por el tiempo que le estuviere desig- nado”, : Mis adelante ef Cédigo va'a autorizar la cotistitucién de cen- soi perpetuos; pero divisibles y redimibles, sin que logren em- barazar Ia libre circulacién de las propiedades. Y para que no quedara duda alguna, que era ese el deseo del Jegistador civil, ‘el articulo 747 hace referencia exptesa a la célebre del afio 1852 que empezé a abordar el delicado problema de las exvinculacio- nes y que pronto sera seguida por las leyes de los afios 1857 y 1865. Bl articulo 747 dice asi: “Los inmuebles actualmente su- jetos al gravamen de fideicomisos perpetuos, mayorazgos o vincu- laciones, se convertirdn en capitales acensuados, segin la ley o leyes especiales que se hayan dictado o se dicten al efecto”. De modo que tomaba el Cédigo providencias necesarias para impe- dit en ef futuro la continuacién de un estado de cosas estimado perjudicial: y con respecto a lo existente, lo dejaba entregado a las leyes especiales, obras también de Bello. En la clasificacién de [os derechos reales se advierte una gran seguridad y sencillez; se aclaran las viejas nociones romanas y espafiolas y se concluye con los derechos anacrénicos. Pot ciet- to que Ia clasificacién de bienes muebles e inmuebles es impor- tante, e importante’ es la diferencia que consagra el Cédigo a favor de los inmuebles. Subsiste entonces—como hoy pese a un petiodo de prueba, ef viejo aforismo romano: Res mobiles, res viles. * Igual claridad y simplificacién se observa en la divisién de la posesién. Son simples las reglas del Cédigo y novedosas. porque crea en ella y en Ia propiedad territorial el moderno y cdmodo sistema de la inscripcién. Sistema que ha hecho favor, pues la tendencia moderna va extendiéndolo atin a bienes muebles. Tam- bién importa una extraordinaria novedad [a aparicién en el Li- bro I de un titulo entero consagrado a los Bienes Nacionales. Son tan claras y tan atinadas sus normas que en su esencia no u EL ‘CODIGO CIVIL han sufrido variacién hasta hoy, pese al extraordinatio crecimien- to del Derecho Administrativo. No figuran disposiciones seme- jantes en el modelo francés; mas si en los viejas cédigos germé- nicos y en leyes espafiolas. El Libro III todo entero reposa en el reconocimiento pleno del derecho de hecencia, Constituye también un uiunfo del Cé- digo, ya que sus principios bésicos no han sufride alteracién al- guna, La sucesién es testada o intestada o bien mixta. Quedan fijados los seis drdenes de sucesién intestada en los preceptos de! articulo 985 a 995; empiezan con los descendientes legitimos y concluyen con el Fisco, tltimo heredero intestado posible. Tal ts el ctitetio de ecuanimidad que reina en estos érdenes que es al- tamente curioso hacer notar que las modernisimas leyes francesas gue han modificado los preceptos pertinentes no hicieron sino copiar el sistema chileno. Si la sucesiGn es testada, se regla- mentan las varias especies de testamentos, con minuciosidad bien propia de las viejas leyes espafiolas. Pero en uno u otra caso, sélo ciertas personas pueden testar libremente, al gusto anglosa- jén. Los que tienen asignatatios forzosos han de tomarlos en cuenta. Y surge en el Cédigo una transaccién entre la libertad plena de testar y la trabazén rigurosa. Los testadotes con legi- timarios no descendientes legitimos pueden disponer libremente de la mitad de sus bienes; los que tienen descendientes legitimos sélo conservan libertad para disponer de una cuarta parte de su haber. _ La patticién de los bienes hereditatias es objeto de reglas mic nuciosas; e inspiradas en el horror de fa indivisién, Se quiere que los bienes se partan; que se hijuelen las propiedades, que se formen lotes, tantos cuantos permita la cémoda division. De ahi arranca el fraccionamiento creciente de la propiedad territorial chilena. Y sus reglas se extienden a comunidades y sociedades conyugales. Sin que el Fisco aparezca desdefiado, pues es curio- ¥ EL NUEVO DERECHO 25 so comprobar que el Cédigo sefialé impuestos que sélo se dic- taron afios més tarde, El principio que domina e informa todo el Libro IV relativo a Obligaciones y Contratos es ef Ilamado de la autonomia de la voluntad. Todo contrato legalmente celebrado, nos dice el ar- téculo 1,545, es una ley para Tos contratantes y sdlo puede ser inva- lidado por consentimiento mutuo o por causas legales. Es.indudable que los autores del Cédigo Civil no podian sos- pechar las mil trabas que a este principio iban a creat las nuevas modalidades sociales. Dejé en pie [a valla que serviria de atajo. Habla siempre el Cédigo de “contrato legalmente celebrado” ¥ no lo seria el que contrariara los preceptos de orden piblico y de buenas costumbres que lo informan. Alli, en causales de orden piblico han ido tomando pie las vallas modernas. Y co- . mo él mismo Cédigo nos dice que hay objeto ilicito en los con- trates prohibidos por las leyes tenemos que basta elevar una dis- posicién a la categoria de ley prohibitive para hacer imposible la celebracién de un contrato valido; para levantar una valla, reduciendo ef campo de aplicacién de la autonomia de la vo- luntad. Nos parece indudable que la nocién de orden piiblico incor- porada en muchos preceptos legales, no podia ser otra que Ja arrancada del texto constitucional tan claramente autoritatio y clasico. En cuanto a Jas buenas costumbres no podian ser otras que [as reglamentadas en la moral cristiana. Las Ilaves que van a permitir introducir moralidad en las relaciones juridicas que- + daron bien a la mano en el Cédigo y han vuelto a la actualidad jutidica: obligaciones naturales, causa ilicita, objeto ilicito, or- den piiblico, buenas costumbres, lesién’ y fuentes constitutivas de obligaciones como delitos y cuasidelitos. El derecho contractual mismo quedé perfeccionado y simpli- ficado en el Cédigo. Basta comparar el contrato hipotecario con la multiplicidad de leyes espafiolas sobre la materia, Igual cosa 26 EL CODIGO CIVIL en lo que respecta a prelacién de créditos ya concurso y ce- sién de bienes, Hay en todo ello un esfuerzo sexio y provechoso de clatificacién y de simplificacién. Hay tendencias favorables al libre comercio y a su extensién: asi en la sociedad, en las le- yes referentes al pago, en compraventa y en mandato. Solo cabe tun lunar inuegable: que en materia de abajo uo hubiera hecho el Cédigo ni una referencia siquiera a las viejas leyes espatiolas, fuentes del moderno derecho del trabajo.

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