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La música en la Prehistoria

Julia Sariego Zapico


Febrero, 2010.
INTRODUCCIÓN:
¿ QUÉ ES LA MÚSICA ?

La música (del griego: μουσική [τέχνη] - mousikē [téchnē], "el arte de las musas") es, según la
definición tradicional del término, el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación
coherente de sonidos y silencios utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el
ritmo, mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos.

Como toda manifestación artística, es un producto cultural cuyo fín es suscitar una experiencia estética
en el oyente, y expresar sentimientos, circunstancias, pensamientos o ideas. La música es un estímulo
que afecta el campo perceptivo del individuo; así, el flujo sonoro puede cumplir con variadas funciones
(entretenimiento, comunicación, ambientación, etc.).

Pero las definiciones parten desde el seno de las culturas, y así, el sentido de las expresiones musicales
se ve afectado por cuestiones psicológicas, sociales, culturales e históricas. De esta forma, surgen
múltiples y diversas definiciones que pueden ser válidas en el momento de expresar qué se entiende
por música. Ninguna, sin embargo, puede ser considerada como perfecta o absoluta:

• Una definición bastante amplia determina que música es sonoridad organizada (según una
formulación perceptible, coherente y significativa). Esta definición parte de que —en aquello a
lo que consensualmente se puede denominar "música"— se pueden percibir ciertos patrones
del "flujo sonoro" en función de cómo las propiedades del sonido son aprendidas y procesadas
por los humanos (hay incluso quienes consideran que también por los animales).

• Hoy en día es frecuente trabajar con un concepto de música basado en tres atributos
esenciales: que utiliza sonidos, que es un producto humano (y en este sentido, artificial) y que
predomina la función estética. Si tomáramos en cuenta solo los dos primeros elementos de la
definición, nada diferenciaría a la música del lenguaje. En cuanto a la función "estética", se trata
de un punto bastante discutible; así, por ejemplo, un "jingle" publicitario no deja de ser música
por cumplir una función no estética (tratar de vender una mercancía). Por otra parte, hablar de
una función "estética" presupone una idea de la música (y del arte en general) que funciona en
forma autónoma, ajena al funcionamiento de la sociedad, tal como la vemos en la teoría del
arte del filósofo Immanuel Kant.

• Según el compositor Claude Debussy, la música es "un total de fuerzas dispersas expresadas
en un proceso sonoro que incluye: el instrumento, el instrumentista, el creador y su obra, un
medio propagador y un sistema receptor".

• La definición más habitual en los manuales de música se parece bastante a esta: "la música es
el arte del bien combinar los sonidos en el tiempo". Esta definición no se detiene a explicar lo
que es el arte, y presupone que hay combinaciones "bien hechas" y otras que no lo son, lo que
es por lo menos discutible.

• Algunos eruditos han definido y estudiado a la música como un conjunto de tonos ordenados
de manera horizontal (melodía) y vertical (armonía). Este orden o estructura que debe tener
un grupo de sonidos para ser llamados música está, por ejemplo, presente en las aseveraciones
del filósofo Alemán Goethe cuando la comparaba con la arquitectura, definiendo
metafóricamente a la arquitectura como "música congelada". La mayoría de los estudiosos
coincide en el aspecto de la estructura, es decir, en el hecho de que la música implica una
organización; pero algunos teóricos modernos difieren en que el resultado deba ser placentero
o agradable.
TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DE LA MÚSICA

El estudio de los orígenes y la finalidad de la música ha sido una búsqueda activa de los musicólogos y
los biólogos durante más de un siglo.

Ya en el siglo IV, San Agustín escribió un tratado didáctico sobre música en el que se preguntaba cuál
era el principio y la sustancia de esta ciencia y en qué consistía. Cuando al inicio de esta obra el
maestro solicita a su discípulo una adecuada definición de música, éste le responde, sincero: "No me
atrevo". Pasados los capítulos, sin embargo, el autor afirmará que el alma busca en los sonídos
igualdad y semejanza, por lo que quizá sea la música la propiciadora del encuentro interior de cada
uno. Asistimos aquí a una concepción de la música como espejo de los actos y del sentir humanos,
como reflejo de un estar en la Tierra. Sin embargo, ese mismo cuestionamiento cabría hacerlo hoy:
¿Qué es la música? y, sobre todo, ¿Qué lugar ocupa entre nosotros?

Aunque lejano en el tiempo, debe considerarse un arte joven, si por joven entendemos unos cuantos
milenios. Contrariamente a lo ocurrido en otras disciplinas, tuvo su primer cometido como elemento
de comunicación, instrumento imitativo de la naturaleza y a la vez generador de un lenguaje que revela
la idea de un más allá. No obstante, lo que incidió primeramente en el ser humano y en su
constitución del entendimiento fue el sonído, y no así la organización del mismo, que obedece a un
proceso tardío. Por tal razón, el oído-el sentído enteramente desarrollado en el nacimiento y también
el que más datos ha facilitado sobre la vida intrauterina- se considera un elemento sensorial
determinante en la formación de la conciencia, un sistema que contribuye a construir un ser
perceptivo, que existe en tanto que es capaz de escuchar, no importa si el viento o el desgajarse de una
rama. Oir, escuchar, es presentir, y presentir conduce a pensar.

El despertar del inconsciente al sonído del mundo llegará a convertirse en lo que hoy entendemos por
música, fruto de esa ósmosis acústica que se produce entre el adentro y el afuera, y efecto de la
observación de cómo la materia sonora, ahormada o no en una estructura, deviene un modo de
relación y organización humanas, una puesta en común de lo inexplicable.

Es sugerente observar cómo este arte cumple un itinerario paralelo al de nuestro desarrollo intelectivo
y espiritual y como traza, al mismo tiempo, un arco que abarca desde las más primitivas instancias del
hombre prehistórico que entrechocaba unas piedras, unos palos, o frotaba unos huesos, hasta llegar al
aislamiento del compositor en los albores del siglo XXI, convertido en un autor de depuradas y a veces
complejas partituras que escribe a sabiendas de que no será escuchado y de que, consiguientemente,
su trabajo interesa a una minoría cada vez más exígua. Ese "ya no nos necesitan", se diría que
ejemplifica y rubrica un ciclo de milenios en el que la música ha sido un testigo privilegiado, desde las
primeras ceremonias iniciáticas a las fastuosas danzas palaciegas del Renacimiento; desde la exaltación
de las paradas militares de los césares hasta constituir una costumbre como el tañido íntimo de un
instrumento que suena en el hogar.

La forma dialogante de la sonata, la tensa discordia de la sinfonía romántica, la emisión electrónica de


una onda sonora, resultan, en el fondo, expresiones de una misma voluntad creadora. Y dicho
recorrido milenario comprende el punto de partida de la observación acústica de los hombres
primitivos, que conducirá, con el transcurrir de los tiempos a la especulación sobre la desintegración
del sonido efectuada mediante sistemas electroacústicos e informáticos en los siglos XX y XXI.

Esto explica un proceso cultural extraordinario, una singladura de indecible riqueza, aunque siempre
guiada por un flujo común: a pesar de la evolución o desarrollo formal, a pesar de los distintos grados
de recepción y percepción musicales mostrados por el ser humano como individualidad y también
como miembro de la colectividad, el arte de los sonidos permite una valoración e ideación que va más
allá del tiempo y de las consideraciones estéticas de cada época.

En 1991, un biólogo sueco, Nils L. Wallin, utilizó por primera vez el término "Biomusicología" para
designar a la escuela de la ciencia que se ocupa del estudio de la música desde un punto de vista
biológico. Las tres principales ramas de la Biomusicología son la rama evolutiva, la neuronal y de la
musicología comparada. El subcampo de la musicología evolutiva contiene el estudio de los orígenes
musicales, campo en el cuál se han hecho muchos avances en las últimas décadas en este nuevo
campo de estudio.

La teoría de Darwin sobre el origen de la música descansó en sus observaciones de los monos
gibones, y el uso de la cadencia musical como parte del ritual de apareamiento para atraer al sexo
opuesto. Darwin llegó a la conclusión de que el hombre primitivo, por lo tanto, debe haber utilizado
por primera vez la música para el mismo propósito.

Monos gibones Gibón cantando

Edward MacDowell, compositor de formación internacional, el autor, y la Cátedra de Música de la


Universidad de Columbia, considera la teoría de Darwin como "inadecuada e insostenible". En un
discurso pronunciado en Columbia, publicado posteriormente en 1912, MacDowell decía que
encontraba más plausible la teoría de Teofrasto, el sucesor de Aristóteles, en la que el origen de la
música se atribuye a toda la gama de las emociones humanas.

En 1948, el musicólogo alemán Curt Sachs, declaró que todos los intentos de descubrir los orígenes de
la música, tanto mitológicos, científicos como históricos, estában equivocados. Criticó todas las teorías
anteriores y presentó a continuación de forma más o menos científica, lo que Sachs denominaba
"hipótesis especulativa", teoría que afirma que el hombre ha imitado el gorjeo de los pájaros por
medio del cuál se pretendía complacer al sexo opuesto, y que eran entonaciones enormemente
afectuosas, o cantos de amor derivados de gritos o notas prolongadas que llegaron a convertirse en
música a través de trabajos de equipo rítmico coordinados.

Pero ni siquiera las primeras civilizaciones que han dejado su huella en las profundidades de la tierra
son suficientemente antiguas para revelar el secreto de los orígenes de la música ". Si bien los puntos
de vista arqueológicos de Sachs en última instancia, pueden ser ciertos, el intento de descubrir los
orígenes de la música continúa.

En 1995, Ivan Turk, investigador en el sitio arqueológico Babe Divje en Eslovenia, descubrió una flauta,
perforada por agujeros espaciados, a partir del fémur de un oso cavernario. Han sido encontradas
flautas de hueso prehistóricas similares en varios sitios alrededor del mundo, pero la flauta de hueso
Babe Divje, o la flauta de Neanderthal, como la llama Turk, es de aproximadamente 43.100 años de
edad, y se afirma que es el instrumento más antiguo del mundo musical. Desarrollaré estos
descubrimientos y su importancia para las teorías sobre el origen de la música en el siguiente capítulo.
HALLAZGOS PREHISTÓRICOS

La mayor parte de los manuales históricos, en busca de una fijación temporal que nos remita a los
orígenes de la música, señalan el Solutrense (21000-15000) y sobre todo el Magdaleniense (15000-
10000) como períodos o culturas determinantes, pues de aquellas etapas del Paleolítico Superior
proceden la mayor parte de vestigios instrumentales hallados y también las muestras de pintura
rupestre que sugieren una actividad musical, la danza primordialmente.

La investigación de un área geográfica amplia, como la que comprende las latitudes extremas del
continente europeo, muestra que un buen número de rascadores, silbatos y flautillas se encontraban
muy extendidos, ya fuera en las cuencas de Escandinavia o en las zonas centrales lindantes con el Rin y
el Mosela, caso de los yacimientos de Pertersfels-lez-Engen, por no hablar de los territorios pirenaicos,
donde a finales del siglo XIX las sistemáticas exhumaciones dieron como fruto unos resultados de muy
estimable valor, particularmente en Dordoña. En las regiones que abarcan la zona vasco-cántabra es
notoria esa misma riqueza de testimonios musicales, muchos de ellos localizados en las cuevas del
Pendo, Altamira, del Castillo y de Cueto de la Mina, y su abundancia no es menos notable en los
yacimientos levantinos.

Aunque las opiniones de los investigadores son a mnudo


divergentes, se arguye al respecto que la gruta francesa de
Trois-frères, cercana a Montesquieu-Avantès, en Ariège, guarda
en una pintura parietal de aproximadamente 13500 a. C. el
noble testigo que lega, con probabilidad, la primera muestra
de un arco musical, que es sujetado por un hechicero
disfrazado de bisonte, como si ya hubiera despuntado el alba
de una conciencia de carácter onírico y mágico.

En el Indre y las tierras del Garona, los arqueólogos


descubrieron una auténtica amalgama de silbatillos elaborados
con falanges de reno, flautas de hueso, rascadores, rombos,
carracas y toda suerte de utensilios de cuerpo óseo que
evidencian una familiaridad humana con algo que, para
entendernos, podemos llamar música. Desde los aerófonos del
norte de Europa (Maglemoose, 7500-5000) hasta el cuerno de
ciervo con tres pitones facultado para emitir cuatro notas, Dibujo de El Hechicero. Cueva de Trois-frères,
encontrado en 1690 cerca de Guernica y perteneciente a la Ariège.
cultura Aziliense (8000), todo conduce a aceptar la entonces ya muy consolidada presencia del sonido
como un factor inherente al desarrollo humano y a admitir lo musical como una prodigiosa analogía
con la vivencia del mundo.

Sin embargo, habría que retrotraerse mucho más allá de los períodos indicados, pues está
comprobado el uso de litófonos (piedras entrechocadas) y otros elementos de golpeo durante el
período glaciar de Mindel, hace cuatrocientos mil años. Esos mismos instrumentos, junto a los de
frotación y los sacudidores, eran comunes durante el Musteriense, es decir, en torno a unos cien mil
años, un tiempo en que se ha señalado la aurora de posibles danzas mágicas.

En el Musteriense se data también la "flauta de Dvje Babe" descubierta en 1995 en el yacimiento


esloveno, la cuál ha suscitado mucha polémica. El "instrumento", elaborado a partir de la parte media
de un fémur de oso cavernario cachorro de 17 centímetros (12 centímetros conservados), y con los
restos de al menos cuatro agujeros alineados (y quizás un quinto en el lado inferior) puede reproducir
sonídos. Sin embargo, varios autores como Ian Morley (Oxford jornal of archeology, 2006) discute la
condición de instrumento de la flauta de Dvje Babe aduciendo que hubiera sido imposible para la
población neanderthal de aquella época, carente de la tecnología necesária. Para Marley este objeto
sería, en todo caso, el producto de la casualidad: los agujeros serían las marcas de los colmillos de un
animal carnívoro, como un oso. En los últimos años la polémica ha vuelto a salir por el muy reciente
hallazgo, una flauta casi completa de 21 centímetros, hecha en marfil y con cinco agujeros. La
estratigrafía sugiera una antigüedad para la misma de al menos 36000 años.

Flauta de Divje Babe

En un plano de elaboración instrumental superior, no resulta un dato secundario que en la cueva de


Geissenklösterle, al sur de Alemania, fuera descubierto en 1970 el fragmento de una flauta de unos
doce centímetros de longitud provista de tres agujeros para la digitación. Su origen se remonta a
treinta y seis mil años.
Flauta auriñaciense elaborada sobre hueso

Flauta de Geissenklösterle, reconstruida a


partir de las 31 piezas halladas

En este lugar de Alemania se hallaron otros pequeños aerófonos, silbatos y flautas con uno o dos
orificios. Del mismo modo, en Isturitz, en la Baja Navarra, Emmanuel Passemard encontro en 1921 una
especie de flautilla de hueso en el más antiguo estrato auriñaciense, lo que supone veinticinco mil
años, tal vez más. Dicha flauta está singularizada por la talladura de tres perforaciones cuyo cometido
es, por supuesto, la consecución de distintos sonidos. Una reconstrucción ha permitido sugerir la
existencia de un cuarto agujero. Eso indica un alto grado de conciencia, una capacidad, establecida en
tiempos todavía no determinables, de ordenar diferentes alturas sonoras, más o menos definidas,
destinadas a conformar una entidad musical.

Flautas de Isturitz
Estamos, pues, ante un hecho muy anterior a la floración magdaleniense.

Los instrumentos aerófonos se popularizaron en los yacimientos más modernos que Geissenklösterle,
coincidiendo con la extinción del homo nanderthalensis y dejándonos la duda de si esta especie fue
capaz de generar instrumentos musicales que serían la prueba más palpable del uso por parte de la
misma de la música, como defendió en su día Richard Leaky.

Hueso de mamut golpeado, procedente del


yacimiento de Mezin

En 1976, investigadores del Museo de Arqueología de


Ucrania probaron el uso musical de los huesos hallados
en Mezin para descubrir que, efectivamente, podría
haberse dado en los mismos.

Existen, por supuesto, otros tipos de instrumentos pertenecientes a la categoría de percusión. Sin
embargo, aunque es lógico pensar que efectivamente habrían existido, su aparición en el registro
arqueológico es siempre muy ampliamente discutida, ya que su escasa caracterización hace que
puedan identificarse también para otros usos. Es el caso, por ejemplo, de los huesos de mamut
golpeados en Mezin (Ucrania) que, según algunos arqueólgos, habrían sido utilizados como
instrumentos.

Autores como Richard E. Leakey sostienen que en la etapa primitiva del Homo sapiens, el hombre del
Neanderthal mostraba una evidente preocupación por la vida de ultratumba y también unos usos
emparentados con la religión, un deseo de perduración y un impulso de humanización proyectado
hacia la propia Tierra y reflejado en la aparición de la sepultura.

Ciertamente, así es. En Shanidar, en el actual Irak, se conservan vestigios de esta impronta religiosa
que cabría situar en una franja cronológica de al menos sesenta mil años, esto es, en el umbral de las
primeras manifestaciones artísticas que ya cuentan con una factura de sorprendente ejecución. Se
advierte en aquel yacimiento una plena captación de lo que podría denominarse un "universo
paralelo", un "lenguaje de ultratumba", pues es revelador que en dicho lugar fueran encontrados los
restos de un cuerpo humano inhumado sobre un lecho de flores, como así se desprende del polen
fosilizado que había en la sepultura.
La coloración en los huesos y el empleo de cráneos como recipientes y acaso utilizados asimismo
como resonadores es relativamente frecuente entre el homínido del Paleolítico Medio, cuyos restos,
dentro de la península Ibérica, han legado testimonios en el sur, la zona levantina y el noreste.

También se tienen evidencias, bien que aisladas, de usos simbólicos, anteriores al Homo Sapiens en el
África oriental y que deben cifrarse en no menos de ciento treinta mil años. El tiempo nos ofrece un
escalonado por el que ha ascendido la conciencia y dejado tras sí, en cada grado, una creciente
aproximación al conocimiento. ¿Qué pensar de la llamada Venus de Laussel, en Dordoña, portadora
de un cuerno de bóvido, quizás usado para modificar la voz y conseguir efectos sonoros, que desde un
bajorrelieve descansa sobre más de veinte milenios y sugiere la fertilidad?

Venus de Laussel, Dordoña.

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