Noelia era una niña de 7 años muy especial, tenía un don:
podía volar. Aunque parezca extraño e increíble, así era. Se piensa que su Tata-Tata-Tata-Tatarabuela por parte de padre, fue el Hada Madrina de Cenicienta.
Por el trabajo de su padre, que era inventor de cosas
extrañas, cambiaban de casa muy a menudo y eso a Noelia no le gustaba, pues era una niña tímida y le costaba hacer amigos y además con su Don, aún le costaba más. Le daba miedo que se enteraran y la mirasen como a un bicho raro que era como ella se sentía.
Por cuarta vez en su corta vida, les tocó volver a
mudarse a un pequeño pero encantador pueblecito donde todo el mundo se conocía, ese sitio tenía una luz tan viva que a Noelia le cautivó enseguida:
-Mamá, ¡este sitio es especial!
-Si mi vida, como tú.
Se instalaron en una casa con jardín con muchas flores y
un gran columpio rojo.
Llegó el primer día de colegio y Noelia estaba muy
nerviosa: -¿Cómo serán mis compañeros? ¿Haré amigos? Estos pensamientos llenaban su cabeza cuando entró en la clase, ¡estaba tan nerviosa!..., levantó la vista y descubrió a todos los niños mirándola con una sonrisa de bienvenida:
-¡Hola! Me llamo Ana.
-¿Qué tal? Me llamo Rosa. -¡Qué guapa! Me llamo Carlos.
Y así hasta que se presentaron todos, eran unos niños
muy amigables y Noelia enseguida se adaptó a sus nuevos amigos, al colegio y al pueblo.
Los días pasaban tranquilos y felices y el secreto de
Noelia seguía siendo eso, un secreto. Al salir del “cole” jugaban en el parque y se iban bañar al río los fines de semana.
Uno de esos domingos de finales de primavera, hacía
calor y sus amigos vinieron a buscar a Noelia para pasar la tarde en el río, siempre iban acompañados de una persona mayor que los cuidaba y este día le tocó al papá de Noelia que como era tan despistado se puso a pasear por la orilla del río con uno de esos dibujos de inventos raros que el fabricaba, sin mirar por donde caminaba, cuando de pronto desapareció. Los niños que se bañaban jugando y riendo, escucharon un grito ahogado y Noelia salió corriendo del agua para buscar a su padre.
Cuando llegó al lugar, su padre estaba colgando de un
precipicio y Noelia tuvo que optar por volar y ayudar a su padre o seguir escondiendo su secreto. No se lo pensó y se lanzó a por él en el mismo momento que se iba a despeñar, lo sujetó y le ayudó a subir.
Sus amigos que lo habían visto todo, estaban esperando
arriba con cara de asombro. Comenzaron a gritar:
-¡qué “guay ”si sabe volar!
Desde entonces Noelia pudo compartir con sus amigos su