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DE LA REPUBLICA. LIBRO PRIMERO. « -aue. A DO ser por esta virtud (1), C. Duelio, Aulo Atilio, y L. Metelo no hubiesen libertado 4 Roma del terror de Cartago; los dos Scipiones no habrian apa- gado con su sangre el naciente incendio de la se- gunda guerra. pinica; nial estallar con mayor vio- lencia, no lo hubiera combatido victoriosamente Q. Maximo, ni ahogado M. Marcelo, ni separado de las puertas de la ciudad que asediaba, hubiéralo P. Scipién 6] Africano arrojado dentro de las mura- Jas enemigas. M. Catén, desconocido y nuevo enton- ces, 4 quien todos los que seguimos sus huellas con- (1) Mgr. Angelo Mai cree que Cicerén hablaba aqui de la invasién de los Galos 6 de la de Pirro. Fal- tan las treinta y cuatro paginas primeras del manus- crito. 1 TOMO Vis 2 MARCO TULIO CICERON. sideramos como modelo de actividad y virtud, pudo sin duda saborear los ocios de Tasculo, paraje tan sa- ludable é inmediato 4 1a ciudad. Mas no faltan quie- nes le consideran insensato (1) por exponerse, sin que 4 ello le obligase Ja necesidad, 4 luchar hasta la extrema vejez en el tempestuoso mar de los negocios ptblicos, prefiriendo esta agitacién al reposo de vida retirada y pacifica. Paso en silencio los innumerables varones que han prestado 4 la patria esclarecidos ser- vicios, y desisto especialmente de nombrar 4 los que estan cercanos 4 nuestra época, para que nadie pueda quejarse de mi silencio acerca de é1 mismo 6 de al- guno de los suyos. Lo unico que quiero hacer constar es que, por la naturaleza misma, tiene tal necesidad de virtud el género humano y le ha comunicado tan fuerte ardimiento por la salvacién comin, que esta fuerza vence todos los alicientes de Ja molicie y del reposo. No ha de poseerse la virtud 4 la manera de un arte cualquiera, sin practicarla. El arte que no se practica puede poseerse como ciencia; pero la virtud consiste precisamente en la practica, su mejor em- pleo es el gobierno de los asuntos piiblicos y su com- pleto perfeccionamiento en la realizacién, no con pa- labras, sino con obras, de todas las grandes cosas que se proclaman en las escuelas. Nada han dicho (1) Los Epictreos, que tenian por maxima: Sapiens ne accedat ad rempublicam. DE LA REPUBLICA. 8 los fil6sofos, que sea recto y honesto, que no hayan descubierto y practicado los legisladores de los pue - blos. yDe dénde procede la piedad? jde dénde la reli- gidu? de donde el derecho pablico 6 ese otro que lla- man Civil? ;de dénde la justicia, 1a buena fe, 1a equi- dad? jde donde el pudor, la continencia, el horror 4 la torpeza, el deseo de honor y fama? de donde la fortaleza en los trabajos y peligros? De aquellos que, habiendo depositado en la educacién los gérmenes de estas virtudes, inculcaron unas en las costumbres y sancionaron las otras con las leyes. Dicese que ha- biendo preguntado al esclarecido filésofo Xendcrates qué ganaban sus discipulos, contesté: «Aprenden 4 hacer por su propio impulso lo que las leyes mandan practicar.» Luego aquel ciudadano que consigue de todo un pueblo, por medio del saludable imperio y el freno de las leyes, 10 que con sumo trabajo alcanzan los filésofos con sus discursos inculcar 4 unos pocos, debe colocarse muy porencima de todos los doctores que acerca de tales cosas discurren. ;Qué cosa hay exquisita en los discursos de éstos que merezca an teponerse 4 un estado perfectamente organizado so- bre la base del derecho piblico y las costumbres? Y como considero superiores -. las ciudades grandes y dominadoras, como Jas l!ama Ennio, 4 las aldeas y castillos, asi tame bién me parece que la sabidaria de los que gobiernan estas ciudades con su Consejo y autoridad es muy su- 4 MARCO TULIO CICERON. Perior & lade aquellos que imaginan ‘orias mos- irandose alejados de los negocios pablicos. Y puesto - que nuestro mayor deseo es aumentar el caudal del género humano; puesto que nuestro empefio consiste en hacer mas robusta y opulenta Ja vida de los hom- bres; puesto que Ja naturaleza misma nos imprime el impulsc, perseveremos en este camino, que siempre fué el de los mejores, y cerremos los ofdos 4 1a sefial de retirada de los que quisieran hacer retroceder haste 4 los que ya pasaron. A razones tan claras y tan ciertas suelen oponer aquellos que sostienen lo contrario, primero los ru- dos trabajos que son necesarios para defender Ja Re- publica, obstaculo harto débil para el hombre vigi- Jante y activo, y despreciable no solamente en com- paracién de cosa tan grave, sino que también en los asuntos de menos cuantia y mas sencillos. Afiaden el peligro de la vida, tratando de inspirar 4 los hombres esforzados el temor de la muerte, cuando éstos consi deran como mayor desgracia que los consuma lenta- mente ia vejez que hacer 4 su patria, en sazén opor- tuna, el sacrificio de una vida que, tarde 6 temprano, han de rendir 4 la naturaleza. Los adversarios se creen elocuentes y triunfantes cuando enumeran todos los infortunios de los grandes hombres y Jas injurias que ies han inferido sus ingratos conciudadanos. Mucho: ejemplos les suministran los Griegos: Milciades, ven ecdor y dominador de los Persas, nu cicatrizadas to- davia las heridas que recibio on su preclars victoria DE LA REPUBLICA. 5 plerde en las prisiones de su patria la vida que no pudieron arrancarle tan esforzados enemigos; Temis- tocles, proscrito por el pueblo que habia libertado, te-_ miendo por su existencia, tuvo que refugiarse, no en ios puertos de la Grecia que habia salvado, sino en las playas de los barbaros qué habia vencido. No fal~ tan ciertamente ejemplos de la inconstancia de los Atenienses ni de su crueldad con sus varones mas eminentes; inconstancia que, nacida entre ellos, se ha propagado, segan dicen, & nuestra grave ciudad. Citase el destierro du Camilo, ¢] odio que persiguié 4 Ahala, la impopularidad de Nasica (1), la proscripcién de Lenas, la condenacién de Opimo, la fuga de Mete- lo, el horribie asesinato de C. Mario, la matanza de principes y los terribles azotes que de cerca les si- _ guieron. Ni siquiera omiten mi propio nombre, y creo que, considerando que 4 costa de mis vigilias y peligros han conservado vida y reposo, me compade- cen mas profundamente que 4 los otros. Mas no puedo comprender cémo aquelios que para aprender y ver cruzan los mares..... (Falian dos péginas.) eccoosese CANO al salir del consulado (2) jure ante (1) Para libertar 4 Nasica del odio popular, se le re- lego al Asia, bajo el pretexto de una embajada. (2) €1 consulado de Cicer6n precedis en diez afios 41a composicién de su tratado sobre la Repiblica, § : MARCO TULIO CICERON. el pueblo romano, reunido en asamblea, que habia salvado la Repablica, y asi también lo juré el pucbio, encontréme suficientemente recompensado de las injurias, cuidados y molestias que habia soportado. Encontré, sin embargo, en mi desgracia misma mas honra que trabajo, menos sufrimiento que gloria, ¥ los sentimientos de los buenos me produjeron ma- yor regocijo que tristeza la alegria de ios malvados. Mas si, como dije (1), hubiera ocurrido lo contrariv, ide quién podria quejarme? Nada podia sorprender- me, ni nada tan grave habia de acontecerme que no Jo esperase como recompensa de mis importantes servicios. Y tanto es asi, que si bien podia recoger dela tranquilidad fruto mas grato que todos los de- mas por la suave variedad de los estudios en quc me ejercitsba desde is infancia, y si sobrevenia una ca- lamidad general no tenia que soportar mayor parte, sino una igual 4 ia de los demas, no hubiese vacilado en arrostrar las tempestades mas violentas, y hasta él Tayo mismo, cox ta! de salvar 4 mis conciudadanos y atender con mis propios riesgos 4 la seguridad gene- ral. Porque la patria no nos ba engendrado y edu- cado para no recibir de nosotros frutos algun dia, sin otro objeto que el de atender 4 nuestros especiales intereses y proteger nuestra tranquilidad y quietud, sino para tener derecho sobre las mejores facultades Q)_ El pasaje 4 que alude ei autor se encontraba indudablemente en las primeras paginas de este ]i- bro, que no constan en el manuscrito. DE LA PEPUBLICA. 4 de nuestra alma, de nuestro ingenio, de nuestra ra- zon, y emplearlas ep servicio propio, sin abandonar a nuestro uso privado mas que la parte que 4 ella le sobra. No debemos ciertamente prestar oidos 4 las ex- cusas de aquellos que quieren saborear continuamente el ocio: dicen que ocupan los cargos de la Repablica hombres incapaces de bien, en cuya compaiia fuera vergonzoso encontrarse, y con quienes seria desagra- dable y peligroso luchar, sobre todo cuando se en- cuentra conmovida la multitud. Demencia es querer empuiiar las riendas del gobierno, puesto que no pue- den dominarse los ciegos y terribles arrebatos del vulgo, ni es honroso combatir con adversarios inmun- dos y culpables, que no tienen otras arreas que las injurias, los ultrajes y las afrentas que ei sabio no debe soportar (1); como si los hombres valerosos, es- (1) Curioso es comparar con toda esta primera parte lo que Cicerén dice en el tratado de Offciis: «Tal vez seria conveniente conceder Ia libertad de apartarse de los negocios piblicos, tanto & aquellos que, dotados de grande ingenio, se dedican comple- tamente 4 los estudios especulativos, como 4 los que, por debilidad de salud 6 por cualquiera otra causa ra- zonable, han renunciado 4 la administracién del Es- tado, dejando 4 otros la autoridad y la gloria. En cuanto 4 los que no tienen ningun motivo de estos y pretenden menospreciar lo que ha deslumbrado 4 tantos otros, los mandos y magistraturas, antes me parecen dignos de censura que de alabanza... Los que han recibido de la naturaleza espiritu propio para los negocios, deben presentarse sin vacilar para las magistraturas y administracién de la Repablica.» 8 MARCO TULIO CICERON. forzados y de levantado animo pudiesen alguna vez ambicionar el gobierno con otro objeto que el de re- chazar el yugo de los malvados, no permitir que despedacen la Repfblica, que algan dia querrian inGtilmente salvar los buenos. é¥ quién puede probar Ja exencién de que el sabio no puede mezclarse en los negocios de la Repaé- blica 4 no ser que Je obliguen la necesidad y dificul- tades de los tiempos? Nunca estrecharon 4 nadie cir- cunstancias més criticas que 4 mi. ;Qué hubiese po- dido hacer en ellas, de no ser cénsul? ;¥ cémo hubiera podido ser cénsul 4 no seguir desde Ja infancia esta carrera que desde el rango de caballero en que naci me llevé al honor supremo? No puedes acudir cuando quieras y como quieras en socorro de la Repablica estrechada de peligros si no te has colocado en con- dicién que te permita hacerlo. Lo més admirable que encuentro en los discursos de estos doctos varones es que aquellos que no se creen capaces de ser pilo- tos en mar tranquilo, porque no aprendieron 4 serlo ni se curaron de ello, se crean aptos para empufar el timén en medio de embravecidas olas. Pablica- mente dicen, y hasta se glorian de ello, que no ense- tan el arte de organizar y gobernar las repfblicas, afiadiendo que esta ciencia no es propia de los hom- bres doctos y sabios, debiendo dejarse 4 los que se dedican exclusivamente della. ;Cé6mo prometen en- tonces su concurso 4 Ja Reptblica cuando Ja nece- sidad les obligue 4 ello? ,Cémo, si se confiesan inca- DE LA REPUBLICA. 9 paces de tomar parte en los negocios pablicos en tiempos ordinarios, que son incomparabiemente mas faciles? Pero concedamos que el sabio no se ocupa voluntariamente de los negocios piublicos, aunque, si las circunstancias le obligan, no rechazara la carga que le impongan; diré, sin embargo, que no debe despreciar el estudio de los asuntos civiles, porque debe procurarse todos los medios que tal vez tendra que emplear alguna vez. Me he extendido sobre este punto, porque estos li- bros constituyen una discusién propuesta y sostenida por mi acerca de la republica, y para no hacerla in- Util debfa ante todo combatir las dudas que alejan dela vida pablica. Si existen algunos que necesitan para quedar convencidos la autoridad de los filésofos, estu- dien y escuchen 4 aquellos que conquistaron los pri- meros y mas gloriosos puestos entre los varones mas doctos; verdn lo que pensaron aquellos grandes maes- tros, aunque no todos rigieron repiiblicas, pero que meditando y escribiondo sobre los negocios paiblicos, ejercieron una manera de magistratura. De aquellos siete que los Griegos llamaron sabios, los veo 4 casi todos mezclados en los asuntos piblicos. Y es que nada existe que mds acerque la virtud humana 4 la de los Dioses que fundar sociedades nuevas 6 conser- var las ya establecidas. Por lo que & nosotros hace, podemos emprender este trabajo, porque hemos conseguido ilustrar nuestro gobierno con acciones dignas de memoria, y hemos 1” MARCO TULIO CICERON, adquirido por la experiencia, el estudio y uso cons- jante de comunicar nuestros conocimientos, cierta facilidad para tratar estas materias; en tanto quc nuestros antecesores, 6 fueron elegantes escritores que no realizaron accién alguna memorable, 6 fuce ron habiles gobernantes con ruda palabra. Por otra parte, no intento desenvolver un sistema nuevo in- ventado por mi, sino referir con fidelidad y como la cimos de boca de P. Rutilio Rufo (1), cuando siendo muy jévenes ta y yo permanecimos bastantes dias en Smirna, la controversia de algunos antiguos Roma- nos, los mas ilustres de su época y los mas sabios de nuestra ciudad; controversia en la que creo no ge omi- (1) Este Rutilio, discipulo del filésofo Panecio y sectario de la escuela estoica, fué uno de los hombres mas virtuosos de la antigua Roma. Fué amigo de Scipién y su companero de armas en el sitio de Nu- mancia. Escribid en eriego una Vida de este grande hombre y una historia de la Repfblica. También es- cribié su propia Vida, cosa que en él, segtin TAcito, antes era confianza en la virtud que ostentacién de amor propio. Desterrado por una intriga de los caba- lleros romanos, cuyas coucusiones habia reprimido, vivid en Smirna y llegé 4 ser ciudadano de ella. Vese, pues, Con cuanta vercsimilitud y con cudnto gusto pudo suponer Cicerén tal oyente en Ia conversacién que iba areferir. Esta especie de tradicién oral, imi- tacién de Platén, aparece aqui con suma habilidad. Un amigo deScipidn, un sabio tan incorruptible como eminente, es quien, en el destierro que Je merece su virtud, refiere 4 Cicerén, muy joven todavia, lo que habia ojdo al Africano. ;Bella y sencilla ficcién! En- tre el grande hombre cuyas palabras se trasmiten, y Cicerén que las escribe, media el testimonio del mas virtuoso de los Romanos. DE LA REPUBLICA. iW tid nada de cuanto interesa al gobierno de la Re- ica. Du En el afio del consulado de Tuditano y Aquilio, Pu- blio el Africano, hijo de Paulo, habia decidido pasar las Ferias latinas(1) ensus jardines, habiéndole prometido sus amigos mas intimos visitarle con frecuencia en aquellos dias, y cuando comenzaba el primero, vid entrar antes que otro aiguno 4 Q. Tuberén, hijo de su hermana. Mucho agrado 4 Scipién la visita, recibidle amistosamente y se entablé el didlogo siguiente: Scirién.—;Cémo tan de mafiana, Tuberén? Estos . dias de descanso te ofrecian hermosa ocasion para en- tregarte 4 tus estudios favoritos. TUBERON.—Tiempo tengo para ocuparme de mis libros, que nunca estén ocupados; pero es cosa rara encontrarte 4 ti ocioso, especialmente en tiempos tan borrascosos para la Repiblica. Scip16n.--Ocioso, si; pero, d fe mia, que lo estoy mas de Cuerpo que de espfritu. TUBERON.—Necesario seré, sin embargo, que conce- ‘as también alg&n reposo 4 tu espiritu, porque he- nos convenido muchos, si no te somos importunos, “u venir & disfrutar de tu compaiiia durante el des- “nso que conceden las Ferias. { Sorridn.—Mucho me agradara, y creo que algo ade- cantaremos en el estudio de la cieucia. (1) Los didlogos acerca de la Naturaleza de los Dioses 2g, Coloca también Cicerén en la epoca de las Ferias tinas. 12 MARCO TULIO CICERON. TuseRdén.—Puesto que 4 ello me alientas y en cierta manera me invitas, {quieres, oh Africano, que exami- nemos juntos, antes de que Heguen nuestros amigos, qué sea ese segundo sol de que se ha hablado en el Senado? Muchos y dignos de crédito aseguran haber visto dos soles (1), por lo que antes que negar el he- cho, ha de buscarse explicacién de él. Sciprén.—Sensibie es que no se encuentre aqui nuestro amigo Panecio (2), que en medio de sus estu- dios, con tanto cuidado se ocupa de los fenémenos ce- lestes. Pero sor mi parte, Tuberén (3) (porque conti- —_—_ (1) «En fin, dos soles, como of decir & mi padre que aparecieron bajo el consulado de Tuditano Aquilio, el mismo aio en que se extinguié otro sol, es decir, Scipién el Africano; todo esto, repito, es- panto 4 or} hombres.»—(Oicerén, De la Naturaleza de los joses, II. (2) Algunos.sabios han hablado de los dos Pane- cios, ambos fildsofos y nacidos en la isla de Rodas: este de quien se trata en-el texto es el mas célebre, 6 por mejor decir, el anico célebre. Habia sido maes- tro y amigo de Scipién el Africano, que en su famosa embajada de Egipto, cerca de los reyes de Asia, hizo que le acompaiiara. Pertenecia 4 Ja escuela estoica y habia escrito muchas obras sobre materias ce filoso- fia: sabido es que Cicerén copié de un libro de este griego la mayor parte del inmortal tratado De Oftciis. Un pasaje del didlogo De Legibus prueba que Panecio habia escrito con igual éxito sobre la politica y el go- bierno, y vemos aqui que cultivaba las ciencias na- turales. Entre los discipulos de Panecio se encontra- ban cuatro de los interlocutores de este didlogo, Sci- pin, Lelio, Rutilio y Fannio. (3) Quinto Elio Tuberén era nieto de Paulo Emilio y sobrino de Scipidn. Dedicdse mucho al estudio de la filosofia y habia adoptado la de los Estoicos. La austeri- DE LA REPUBLICA 13 gohe de hablar francamente), no asiento por com- pleto 4 1a opinién de nuestro amigo, quien, muchas cosas sobre las que ya es atrevimiento conjeturar las trata con tanta seguridad como si las viese con los ojos y las tocase con Jas manos. Por esta razén con- sidero mucho mas sabio 4 Sdécrates, que se apart6 de curiosidades, teniendo como maxima que el descu- hrimiento de los secretos de la naturaleza, 6 es supe- rior al alcance de nuestra mente, 6 de poca monta para la vida de los hombres. ’ TuseRrdN.—Ignoro, oh Africano, por qué sc ha cref- do que Sécrates prohibia todas las investigaciones fisicas y solamente se ocupaba de la moral. ;Quién puede darnos 4 conocer este filésofo con mas autori- dad que Platén? Y° vemos en muchos pasajes de los libros de éste, que Sdcrates habla no solamente de costumbres, virtudes, repiblica, sino que también de nimeros, de geometria y armonia 4 Ja manera de Pitégoras. Scrpién.—Asi es, como dices, Tuberén; mas creo haberte ofido que, después dela muerte de Sécrates, impulsado por el deseo de saber, marché Platén pri- meramente 4 Egipto, viniendo més tarde 4 Italia y Sicilia para instruirse en la doctrina de Pitagoras; tuvo mucho trato con Arquitas Torentino y con Ti- meo de Locros, que recogié todas las obras de Filolao, dad de sus principios perjudicé 4 su elevaci6n politica y asu elocuencia. El pueblo romano se escandaliz6 al ver su impasibilidad en los funerales de Scipién.

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