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LAS PASIONES Y LOS INTERESES Los historiadores suelen establecer nociones que, i una vez fijadas, recurren continuamente en los | E grandes libros sobre el pasado. os Una de esas ideas recurrentes alude al cardécter de ruptura violenta de la crisis que dio origen al capitalisme; ruptura, por supuesto, con el orden pretérito del que se distingue el nuevo orden de un modo tajante. Pero —se pregunta Albert O. Hirschman— jes ello cierto? éNo sucedié més bien, acaso, que el capitalismo fuera preludiado por algunos teéricos ¢ idedlogos, cuyas proposiciones y obras habria que estudiar con mayor atencién que la que les ha concedido la ciencia social moderna? ZY ne ocurridé, incluso, que el capitalismo fuera justificado con anticipacién? La respuesta afirmativa a estas dos interrogantes es el punto de partida de Las pasiones y los infereses. Pues en efecto, y en contraste con el pensamiento marxista y Ia escuela weberiana, pera Hirschman los inicios ideolégicos del capitalismo se encuentran en algunas obras de los siglos XVil y XVIII. El crecimiento econémico fue engendrando visiones nuevas: ésta fue la materia primordial para las especulaciones de filésofos y economistas del pre-capitalismo. Hirschman reconstruye el ambiente intelectual de la época y luego sitéa, aisia y analiza su tema principal: intereses materiales, durante largo tiempo motivo del mortal pecado de avaricia, son para esos pensadores el Gnico posible freno a las destructivas pasiones humanas. Montesquieu y Sir James Steuart son las dos figuras intelectuales que llevan el asunto a su expresién exirema: su gran tema es, asimismo, y correlativamente, el de los efectos politicos de la expansién econémica, Z| los g FONDO DE CULTURA ECONOMICA Ba MEXICO ] SEccION DE OxrAs DE Economia LAS PASIONES Y LOS INTERESES Argumentos politicos en favor del capitalismo antes de su triunfo j F i : : ; 1 ALBERT O. HIRSCHMAN LAS PASIONES Y LOS INTERESES Argumentos politicos en favor del capitalismo antes de su triunfo FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO Primera edicién en inglés, 1977 Primera edicién en espafiol, 1978 ‘Traduccién de Epvarbo L, SuARrz Titulo original The Passions and the Interests: Political Arguments for Capitalism before Its Triumph © 1977, Princeton University Press Princeton, New Jersey D. R. © 1978, Fonpo pe Cuurura Econémica, ‘Av. de la Universidad, 975; México 12, D. F. ISBN 968-16-0172-6 Impreso en México | | Et il est heureux pour les hommes d’étre dans une situation ob, pendant que leurs passions leur inspirent la pensée d’étre méchants, ils oat pour- tant intérét de ne pas l’étre. Monresquigu: El espiritu de las leyes AGRADECIMIENTOS Escrisi un primer bortador de este libro en 1972-1973, mien- tras me encontraba como miembro visitante en el Instituto de Estudios Avanzados, aprovechando un descanso sabitico de la Universidad de Harvard. En el curso del afio siguiente, cuando hube de hacer a un lado el manuscrito, fui invitado a unirme al Instituto en forma permanente y acepté. En 1974-1975 vol- vi a escribir una porcién considerable y afiadi otras secciones, En 1975-1976 sélo hice pequefias adiciones. Estoy bien cons- ciente de que mi argumento podria expandirse considerable- mente, reforzarse, precisarse, modificarse y adornarse, pero para marzo de este afio senti que habfa Ilegado a un grado to- lerable de refinamiento y estaba ansioso por exponer mi crea- cién al publico, con todos sus errores. Recuerdo un ministro de finanzas de Colombia, de los afios cincuenta, que se mos- traba bastante impulsivo por la promulgacién de decretos y me explicé, cuando le aconsejé prudencia, que no contaba con los fondos necesarios para emplear un gran equipo de investiga cién: “Si este decreto afecta realmente a algunos grupos —afia- dia entonces—, ellos harén la investigacién una vez promul- gado el decreto, y si me convencen promulgaré otro decreto.” Con este espiritu publico mi libro, excepto que no puedo pro- meter a ningtin agraviado, o a los criticos, que escribiré otro si me convencen; pero dudo que me Jo pidan. A propésito de ctiticos potenciales, debo una disculpa espe- cial a J. G. A. Pocock, cuyo libro The Machiavellian Moment (Princeton University Press, 1975). trata repetidamente algu- nos temas muy relacionados con los mios. Me he beneficiado mucho con varios articulos del profesor Pocock que mAs tar- de se incluyeron en su. volumen monumental, pero los ar- gumentos principales de mi libro ya habian tomado forma antes de que yo tuviese oportunidad de leer los suyos. Por esta 9 10 AGRADECIMIENTOS razon, mi tratamiento no refleja un paralelo con su punto de vista tan pleno como seria de desearse. Varias personas, ninguna de las cuales es responsable del producto final, me han ayudado con consejos o estimulos. El intercambio de ideas e informacién entre cientificos sociales e historiadores del Instituto ha sido sumamente util, Me he beneficiado en particular con las conversaciones sostenidas en 1972-1973 con David Bien y Pierre Bourdieu, y en 1974- 1975 con Quentin Skinner y Donald Winch. Las reacciones de Judith Shklar y Michael Walzer ante mi primer borra- dor de 1973 resultaron de gran importancia para mi. Judith Tendler criticd este borrador detalladamente con su talento acostumbrado. Por ultimo, Sanford Thatcher, de la Princeton University Press, compaginé y procesé el manuscrito con no- table competencia, rapidez y buena voluntad. Princeton, Nueva Jersey, mayo de 1976 | | | INTRODUCCION Es ensayo debe su origen a la incapacidad de la ciencia so- cial contemporanea para arrojar luz sobre las consecuencias politicas del crecimiento econémico y, quiz4 en mayor medida atin, a las cortelaciones politicas del crecimiento econdmico tan frecuentemente desastrosas, independientemente de que tal crecimiento ocurta bajo auspicios capitalistas, socialistas, 0 mix- tos. Sospeché que el razonamiento acerca de tales conexiones debe de haber sido muy abundante en una época anterior de la expansién econdémica, especificamente durante los si- glos Xv y xvii, En virtud de que no existian atin las “disci- plinas” de la economia y la ciencia politica, no habfa fron- teras interdisciplinarias por cruzar. En consecuencia, filésofos y economistas politicos podian moverse libremente y especu- lar sin inhibiciones acerca de las consecuencias probables de la expansién comercial para Ja paz, por ejemplo, o del crecimiento industrial para la libertad. Parecia conveniente ° examinar en retrospectiva sus pensamientos y especulaciones, aunque sélo fuese a causa de nuestra propia pobreza intelec- tual en este campo, inducida por Ja especializacién. Tal fue la motivacién original del presente ensayo, la idea que me impulsé a introducirme al edificio del pensamiento social de los siglos xvm y xvut. Dada la naturaleza tica y compleja de este edificio, no resulta sorprendente que haya salido de él con algo més amplio y aun més ambicioso que mi bisqueda inicial. En realidad, las mismas respuestas a los interrogantes que me sirvieron de punto de partida gene- raron, como un subproducto intrigante, un enfoque nuevo a la interpretacién del “espiritu” del capitalismo y de su surgi miento. Quiz4 convenga hacer aqui un bosquejo de este enfo- que, reservando una presentacién mas completa para la ultima parte de este estudio. iL 12 INTRODUCCION Una bibliograffa abundante ha contrastado el ideal aristocra- tico, heroico, de la Edad Feudal y el Renacimiento, con Ja men- talidad burguesa y la ética protestante de una época posterior. La declinacién de una ética y el surgimiento de otra han sido exploradas completamente y han sido presentados precisa- mente como tales: como dos procesos histéricos distintos, cada uno de los cuales tuvo como protagonista una clase social dis- tinta, la aristocracia declinante por una parte y la burguesia ascendente por la otra. Por supuesto, los historiadores han en- contrado atractiva la presentacién de la historia como un due- lo donde un joven retador derrota al campedén envejecido. Pero esta concepcién ha atraido en igual medida, si no es que mas, a quienes buscan el conocimiento cientifico de la sociedad y sus Hamadas leyes de movimiento. Los andlisis de Marx y de Weber disienten en cuanto a la importancia relativa de los fac- tores econémicos y no econémicos, peto ambos contemplan el surgimiento del capitalismo y de su “espiritu” como un ataque a los sistemas de ideas y de relaciones socioeconémicas pre- existentes, Recientemente un gtupo de historiadores puso en duda el caracter de clase de la Revolucién Francesa. Al ocuparme aqui de la historia de las ideas, no aspiro a ser tan iconoclasta; sin embargo, con un espiritu similar presentaré algunas pruebas de que lo nuevo surgié de lo antiguo en mayor medida de lo que generalmente se cree. Por supuesto, la presentacién de un cambio ideolégico o una transicién prolongada como un pro- ceso endégeno es algo més complejo que su presentacién como el surgimiento de una ideologfa concebida independientemen- te, en insurgencia, frente a la declinacién de una ética hasta entonces dominante. Una presentacién de esta clase implica la identificacién de una secuencia de ideas y proposiciones con- catenadas cuyo resultado final se oculta necesariamente a los de- fensores de los eslabones individuales, por lo menos en las primeras etapas del proceso; porque tales defensores se habrian estremecido —y habrian revisado su pensamiento— si hubie- INTRODUCCION 13 sen advertido a dénde conducian en altima instancia sus ideas. En la reconstruccién de tal secuencia de ideas eslabonadas debemos recurrir de ordinario a pruebas obtenidas en muchas fuentes y sdlo podemos prestar escasa atencién a los sistemas de pensamiento donde se incrustan tales pruebas, Este es en efecto el procedimiento seguido en la primera parte de este ensayo. En la segunda parte, el enfoque se estrecha para con- centtarse en los puntos altos de la secuencia. Los autores que han desarrollado a plenitud estos puntos, como Montesquieu y Sir James Steuart, son examinados mds extensamente, y hacemos un esfuerzo por entender cémo se relacionan las proposiciones especificas subrayadas pata los fines de nuestra historia con su sistema general de pensamiento. En la tercera parte del ensayo comentamos la importancia histérica del episo- dio intelectual aqui presentado y su aplicacién a algunos de nuestros problemas contemporaneos. i 1 | | aed edEaa Ea EEg EE gREgEneaEegg EEEEgEgEE REECE CEES PRIMERA PARTE COMO SE RECURRIO A LOS INTERESES PARA CONTRARRESTAR LAS PASIONES | | | | | | | | | | LA IDEA DE LA GLORIA Y SU DECLINACION AL PRINCIPIO de la seccién principal de su famoso ensayo, Max Weber se preguntaba: “Ahora bien, ¢cdmo pudo una actividad, que en el mejor de los casos era éticamente tole- rada, convertirse en una vocacién en el sentido utilizado por Benjamin Franklin?” * En otras palabras, ¢cdmo se volvieron honorables las actividades comerciales, bancarias, y otras simi- lares para obtener dinero, en algtin momento de la época moderna tras haber sido condenadas o despreciadas como am- bicién, amor por el lucro, y avaricia durante los siglos an- teriores? La enorme bibliograffa critica sobre The Protestant Ethic le ha encontrado defectos aun a este punto de partida de la in- vestigacién de Weber. Se ha alegado que el “espiritu del ca- pitalismo” existia entre los comerciantes de los siglos xiv y XV, y una actitud positiva hacia ciertas categorfas de activi- dades comerciales podria descubrirse en los escritos de los es- colésticos.? Sin embargo, el interrogante de Weber se justifica si se plantea en un tono de comparacién. Por grande que fuese la aprobacién otorgada al comercio y otras formas de la obten- cién de dinero, sin duda se encontraban en la escala medieval de valores por debajo de varias otras actividades, en patticu- lar de la basqueda de la gloria. En efecto, mediante un breve bosquejo de Ja idea de la gloria prevaleciente en la Edad Media y el Renacimiento trataré ahora de revivir el sentimiento de asombro acerca de la génesis del “espiritu del capitalismo”, 1 The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, traduccién al inglés de ‘Talcott Parsons (Nueva York: Scribner's, 1958), p. 74. * Véase a Werner Sombart, Der Bourgeois (Munich: Duncker and Humblot, 1913); Joseph A. Schumpeter Historia del andlisis econdmico, México, FCB, 1971 p. 101; y Raymond de Roover, “The Scholastic Attitude Toward Trade and En- trepreneurship", reproducido ahora en de Roover, Business, Banking and E nomic Thought, ed. Julius Kirshner (Chicago: University of Chicago Press, 1974); véase también el ensayo introductorio de Kirshner, pp. 16-18. 7 Os CONTRARRESTANDO LAS PASIONES A principios de la era cristiana, San Agustin’ habia aportado directrices basicas al pensamiento medieval denunciando el de seo de dinero y posesiones como uno de los tres pecados prin- cipales del Hombre Caido; el deseo de poder (libido domi- nandi) y el deseo sexual eran los otros dos.’ En ¢onjunto, San Agustin condena por igual estos tres impulsos 0 pasiones del hombre. Si admite circunstancias atenuantes para alguno de ellos se tratara de la libido dominandi combinada con un fuerte deseo de alabanza y gloria. Asi, habla San Agustin de la “virtud civil” caracteristica de los primeros romanos “quienes han demostrado un amor babilénico por su patria terrenal”, y quienes estaban “suprimiendo e! deseo de riqueza y muchos otros vicios por su vicio nico, el amor a la ala- banza”.* Para el argumento posterior de este ensayo resulta de consi- derable interés el hecho de que San Agustin conciba aqui la po- sibilidad de que un vicio frene a otro. En todo caso, su apoyo limitado a la busqueda de gloria dejaba una abertura que se en- sanché mucho més all4 de sus ensefianzas por obra de los vo- ceros del ideal caballeresco, aristocratico, que convirtieron la biisqueda de honor y gloria en Ia columna vertebral de la vir- tud y grandeza de un hombre. Lo que San Agustin habia ex- presado con gran cautela y resistencia, se proclamé después en son de triunfo: el amor a la gloria, en contraste con la bus- queda puramente privada de 1a riqueza, puede tener “un valor social redentor”. En efecto, la idea de una “mano invisible” —una fuerza gracias a la cual los hombres que actiian de acuer- do con sus pasiones privadas conspiran sin saberlo hacia el bien ptiblico— se formulé en conexién con Ja busqueda de glo- ria, no con el deseo del dinero, por parte de Montesquieu. La bisqueda del honor en una monarquia, dice Montesquieu, “lleva la vida a todas las partes del cuerpo politico”; en con- ® Véase a Herbert A. Deane, The Political and Social Ideas of St. Augustine (Nueva York: Columbia University Press, 1963), pp. 44-56. * Ibid., pp. 52 ¥ 268. i ' i LA IDEA DE LA GLORIA Y SU DECLINACION 19 secuencia, “resulta que cada quien contribuye al bienestar ge- neral mientras piensa que trabaja para sus propios intereses”.” Con tal justificacién complicada o sin ella, la ética caballe- resca medieval exalté la bisqueda del honor y Ja gloria aunque se Opusiese a las ensefianzas fundamentales, no sélo de San Agustin, sino también de una larga sucesién de escritores re- ligiosos, desde Santo Tomas de Aquino hasta Dante, quienes atacaron la bisqueda de la gloria como algo vano (inanis) y pecaminoso.° Luego, durante el Renacimiento, la busqueda del honor alcanzé la posicién de una ideologia dominante a medi- da que declinaba la influencia de la Iglesia, y los defensores del ideal aristocratico pudieron recurrir a los abundantes textos griegos y romanos que celebran la busqueda de la gloria.’ Esta poderosa corriente intelectual pasd al siglo xvu: es posible que la concepcién més pura de la busqueda de la gloria como la dnica justificacién de la vida se encuentre en las tragedias de Pierre Corneille. Al mismo tiempo, !as formulaciones de Cor- seille eran tan extremosas que pueden haber conttibuido a la dramatica caida del ideal aristocrético que habia de ser repre- sentada en la escena por algunos de sus contempordneos.” Los escritores de varios paises de Europa Occidental coope- raron a esta “demolicién del héroe”;° los franceses —Francia era quizé el pais que habia llegado més lejos en el culto dei ideal heroico— desempefiaron el papel principal. Se demostré ® Exprit des lois, Libro Il, Capitulo VII. Todas las traducciones son mias, a menos que se indique lo contrario. ° El conflicto existente entre estas dos tradiciones intelectuales aparece docu- mentado en Maria Rosa Lida de Malkiel, La idea de la fama en la Edad Media Castellana (México: Fondo de Cultura Econémica, 1952). Véase también la tra- duccién francesa de esta obra, que Heva el titulo mas adecuado de Liidée de la gloire dans la tradition occidentale (Paris: Klincksieck, 1968). 7 Ibid., Capitalos 1 y 2. La continuidad de la ética caballeresca medieval con el ideal aristocratico del Renacimiento es subrayada también por Paul Bénichou, Morales dw grand siécle (Paris: Gallimard, Collection Idées, 1948), pp. 20-23 y, ea una polémica con Buckhardt, por Johan Huizinga, The Waning of the Middle Ages (Nueva York: Doubleday, 1945), pp. 40, 69 y sigs. ® Bénichou, ibid., pp. 15-79. En lo relativo a la tesis de que todos los héroes de Corneille y sus proyectos terminan en fracasos, véase a Serge Doubrovsky, Comeille et Ia dialectique du béros (Paris: Gallimard, 1963). * sta es la frase vigorosa empleada por Bénichou en Morales, pp. 155-180. 20 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES que todas las virtudes heroicas eran formas de ]a mera autocon- servacién (Hobbes), del amor a si mismo (La Rochefoucauld), de Ja vanidad y el escape frenético del verdadero conocimien- to de si mismo (Pascal). Racine presenté como despreciables las pasiones heroicas, después de que Cervantes las habia de nunciado como tontas, si no es que demenciales. Esta transformacién asombrosa de la escena moral e ideoldgi- ca aparece de pronto, y sus razones histéricas y psicoldgicas no han sido bien entendidas todavia. Lo que més nos interesa aqui es el hecho de que los responsabies de Ja demolicién no de- gtadaron los valores tradicionales para proponer un nuevo cédi- go moral que pudiese corresponder a los intereses 0 las nece- sidades de una nueva clase. En ningtin momento se asocié la denuncia del ideal heroico con la defensa de una nueva ética burguesa. Esto aparece obvio en Pascal y La Rochefoucauld, pero también vale para Hobbes, a pesar de algunas interpre- taciones en contrario."° Durante largo tiempo se creyé que los dramas de Moliére tenian como mensaje la alabanza de las vir- tudes burguesas, pero se ha demostrado que esta interpretacién no es correcta.* Asi pues, por sf misma la demolicién del ideal heroico sélo habria podido restaurar la igualdad de la ignominia que San Agustin habfa querido otorgar al amor por el dinero y a la busqueda del poder y Ja gloria (para no mencionar la ambi- cién propiamente dicha). Por supuesto, el hecho es que menos de un siglo més tarde Ileg6 a alabarse ampliamente el impulso adquisitivo y las actividades con él conectadas, tales como el comercio, la banca, y finalmente la industria, por diversas ra- zones. Pero este cambio tan extraordinario no derivé de nin- guna victoria simple de una ideologia bien pertrechada sobre otra. La historia real es mucho mds compleja y enredada. % Véase Ia demostracién convincente, oftecida en una polémica con CB. Maspherson, de Keith Thomas en “Social Origins of Hobbes’s Political Thought”, ea K. C. Brown, comp., Hobbes Studies (Oxford: Blackwell, 1965). ™ Bénichou, Morales, pp. 262-267, 285-299. EL HOMBRE "TAL COMO REALMENTE ES" a1 EL HOMBRE “TAL COMO REALMENTE ES” EL INICIO de esta historia se encuentra en el Renacimiento, pe- ro no por el desarrollo de una ética nueva, es decir de nuevas reglas de conducta para el individuo. Mas bien lo imputaremos aqui a un nuevo viraje de la teoria del Estado, al intento de mejorar el funcionamiento del Estado dentro del orden existen- te. Por supuesto, la insistencia sobre este punto de partida pro- viene de la tendencia endégena de la historia que me pro- pongo contar. Al tratar de ensefiar al principe cémo alcanzar, mantener y expandir el poder, Maquiavelo establecié su distincién funda- mental y famosa entre “la verdad efectiva de las cosas” y las “republicas y monarquias imaginarias que nunca han existido ni existiran”.” La implicacién era que los filésofos morales y politicos habian hablado hasta entonces sélo de lo imaginario y no habian proveido orientaciones para el mundo real donde el principe debe desenvolverse. Esta exigencia de un enfoque cientifico, positivo, se extendié sdlo mas tarde del principe al individuo, de la naturaleza del Estado a la naturaleza humana. Es probable que Maquiavelo haya sentido que una teorfa rea- lista del Estado requerfa un conocimiento de la naturaleza hu- mana, pero sus observaciones sobre este tema, invariablemente perspicaces, son dispersas y poco sistemdticas. Para el siglo si- guiente habia ocurrido un cambio considerable. Los adelantos de las mateméticas y de la mecénica celeste hacfan surgir la esperanza de que pudieran descubrirse leyes del movimiento para las acciones humanas, al igual que para los cuerpos que caen y los planetas. Por ejemplo Hobbes, quien basaba en Galileo su teorfa de la naturaleza humana,"* dedica los prime- ros diez capitulos del Leviatdn a la naturaleza del hombre, antes de proceder a examinar la de la mancomunidad. Pero fue 3 BL Principe, capitulo Xv. ™ Véase Ja Introduccién de Richard S. Peters a Body, Man, Citizen: Selections from Thomas Hobbes, ed. Peters (Nueva York: Collies, 1962) 22 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES Spinoza quien reiteré, con agudeza y vehemencia peculiares,’* las acusaciones de Maquiavelo contra los pensadores utdépicos del pasado, ahora en relacién con el comportamiento humano individual. En el parrafo inicial del Tractatus politicus, ataca Spinoza a los filésofos que “no conciben a los hombres tal co- mo son, sino como les gustarfa que fuesen”. Y esta distincién entre el pensamiento positivo y el normativo aparece de nuevo en la Ftica, donde Spinoza opone a quienes “prefieren detestar y ridiculizar los afectos y las acciones de los hombres” su fa- maoso proyecto de “considerar las acciones y los apetitos huma- nos como si estuviese considerando Ifneas, planos 0 cuerpos”.** En el siglo xvuit continué afirmandose —a veces casi como algo rutinario— que el hombre “tal como es realmente” cons- tituye el tema adecuado de lo que hoy Ilamamos la ciencia politica. Vico, quien habja lefdo a Spinoza, lo siguié fielmen- te en este punto, aunque no en otros. En Scienza nuova escribe: La filosofia considera al hombre tal como debiera ser, de modo que sdio es witil para los muy pocos que quieren vivir en la Republica de Platén y no se artojan a las suciedades de Rémulo. La legisla- cidéa considera al hombre cal como es y trata de usarlo bien en la sociedad humana.!¢ Aun Rousseau, cuya visién de la naturaleza humana estaba muy alejada de la de Maquiavelo y Hobbes, rinde tributo a la idea iniciando el Contrato social con esta oracién: “Tomando a los hombtes tal como son y las leyes tal como podrian ser, quiero investigar si puede encontrarse un principio legitimo y seguro de gobierno.” ¥ Leo Strauss advierte en Spinoza's Critique of Religion (Nueva York: Schocken, 1965), p. 277, “el hecho sorprendente de que el tono de Spinoza sea mucho més airado que el de Maquiavelo”. Strauss lo atribuye al hecho de que, siendo primor Gialmente un fildsofo, Spinoza estaba personalmente mucho mis involucrado con el pensamiento urdpico que Maquiavelo, el politélogo. ® Parte III, Introduccién. 8 Pisrafos 131-132 de Giambattista Vico, Opere, ed. Fausto Nicolini (Milan: Ricciardi, 1953) | | | REPRESION Y FRENO DE LAS PASIONES 23 REPRESION Y FRENO DE LAS PASIONES LA INSISTENCIA categérica en contemplar al hombre “como realmente es” tiene una explicacién sencilla. En el Renacimien- to surgi el sentimiento —que se volvid conviccién firme du- rante el siglo xvli— de que ya no podia confiarse en la filo- sofia moralizante y el precepto religioso para el freno de las pasiones destructoras de los hombres. Debian buscarse formas nuevas, y su busqueda se inicié muy explicablemente con una diseccién detallada y sincera de la naturaleza humana. Hubo guienes, como La Rochefoucauld, escudrifiaron sus escondri- jos y proclamaron sus “descubrimientos salvajes” con tanta animacién que la diseccién parece en gran medida un fin en si misma. Pero en general tuvo por objeto el descubrimiento de formas mas eficaces de modelacién del patrén de las accio- nes humanas por comparacién con la exhortacién moralista o la amenaza de condenacién. Y, por supuesto, la biisqueda tuvo éxito; en realidad, podemos distinguir por lo menos tres lineas de argumentacién propuestas como opciones frente a la de- pendencia del precepto religioso. La opcién més obvia, que en realidad es anterior al mo- vimiento de ideas aqui examinado, es la apelacidn a la coercién y la represién. Se encomienda al Estado la tarea de contener, por la fuerza si es necesario, las peores manifestaciones y las consecuencias més peligrosas de las pasiones. Este era el pensa- miento de San Agustin, a quien habfa de imitar muy de cerca Calvino en el siglo xvi.'" Todo orden social y politico esta- blecido se justifica por su existencia misma. Sus posibles injus- ticias son retribucién justa por Jos pecados del Hombre Caido. Los sistemas politicos de San Agustin y Calvino se relacio- * Véase a Deane, Political and Social Ideas of St. Augustine, Capitulo IV, y la descripeida que hace Michael Walzer del pensamiento politico de Calvino con el titulo de “The Scare as an Order of Repression", en The Revolution of the Saints (Cambridge, Mass.: Harvard Unive:sity Press), pp. 30-48. 24 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES nan estrechamente en algunos sentidos con el defendido en el Leviatén. Pero la invencién fundamental de Hobbes es su pe- culiar concepto transaccional del Pacto, de espiritu muy dis- tinto al de los anteriores sistemas autoritarios. Notoriamente di- ficil de clasificar, el pensamiento de Hobbes sera. examinado bajo una categoria diferente. La solucién represiva del problema planteado por el reco- nocimiento de las pasiones incontroladas del hombre tiene grandes dificultades. Porque qué ocurre si el soberano no cumple su tarea adecuadamente por su exceso de tolerancia, de crueldad, o por alguna otra incapacidad? Una vez planteado este interrogante, la perspectiva del establecimiento de un so- berano o una autoridad debidamente represivos parece tan pro- bable como la perspectiva de que los hombres refrenen sus pa- siones gracias a las exhortaciones de fildsofos moralizantes o eclesidsticos. Dado que esta ultima perspectiva se considera nula, la solucién represiva resulta contradecir sus propias pre- misas. La concepcién de una autoridad ex machina que de al- gan modo elimine la miseria y la destrucci6n que los hombres se infligen entre sf a resultas de sus pasiones significa en efecto un rodeo a las dificultades mismas descubiertas, antes que su solucién. Es quizd por esta razén que Ja solucién represiva no sobrevivis largo tiempo al andlisis detallado de las pasiones rea- lizado en el siglo xvi. Una soluciéa mas compatible con estos descubrimientos y estas preocupaciones de cardcter psicolégico es la idea del con- trol de las pasiones en lugar de su mera represién. De nuevo se confia en el Estado 0 la “sociedad” para la realizacién de esta hazaiia, pero ahora no sélo como una proteccién represiva, sino como un medio transformador, civilizador. Ya en el siglo xvit pueden enconttarse especulaciones acerca de tal transforma- cién de las pasiones destructoras en algo constructivo. Anti- cipandose a Ja mano invisible de Adam Smith, Pascal defien- de la grandeza del hombre por el hecho de que “se las ha | i REPRESION Y FRENO DE LAS PASIONES 25 arreglado para sacar de la concupiscencia un resultado admira- ble” y “un orden tan hermoso”."* A principios del siglo xv, Giambattista Vico articulé ta idea con mayor vigor al mismo tiempo que con su estilo pe- culiar Ja dotaba con la aureola de un descubrimiento excitante: De Ia ferocidad, Ja avaricia y la ambicidn, los tres vicios que des- catrian a toda la humanidad {la sociedad} saca la defensa nacional, el comercio y Ia politica, y ast genera la fortaleza, la riqueza y la sabiduria de’ las reptiblicas; de estos tres grandes vicios, que sin dude destruirian al hombre sobre Ja tierra, la sociedad civil hace surgir la felicidad. Este principio prueba la existencia de la Divina Providencia: gracias a sus leyes inteligentes, las pasiones de los hombres ocupados por entero a Ia biisqueda de su utilidad privada se transforman en un orden civil que permite a los hombres vivir en sociedad humana,!? Claramente, éste es uno de esos pronunciamientos a los que debe Vico su fama de una mente extraordinariamente creativa. La_Razén observante de Hegel, el concepto freudiano de la sublimaciéa y otra vez la mano invisible de Adam Smith, pueden advertirse en estas dos oraciones cargadas de significa- do. Pero faltan las explicaciones, y nos quedamos en penum- bras acerca de las condiciones en que ocurta en realidad esa metamorfosis maravillosa de las “pasiones” destructoras en “virtudes”. La idea del control de las pasiones de los hombres, de poner- las a trabajar en favor del bienestar general fue expresada en forma considerablemente mas extensa por el contempordneo inglés de Vico, Bernard Mandeville. Considerado a menudo co- % Pensée:, niims, 502, 503 (edicién Brunschvicg). La idea de que una sociedad unida por el amor a sii misma antes que por la caridad puede funciona a pesar de ser pecaminosa se encuentra en varios prominentes jansenistas contempordneos de Pascal, como Nicole y Domat. Véase a Gilbert Chinard, En lsant Pascal (Lille: Giarel, 1948), pp. 97-118, y D. W. Smith, Helvetius: @ Study in Persecution (Oxford: Clarendon Press, 1965), pp. 122-125. Se encuentra un excelente estudio reciente de Nicole en Nannerl O. Keohane, “Non-Conformist Absolutism in Louis XIV's France: Pierre Nicole y Denis Veiras", en Journal of the Hisiory of Ideas 35. (octubre-diciembre de 1974), pp. 579-596. ® Scienze nuova, pasrafos 132-133, véanse también los par 3 130 y 135. 26 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES mo un precursor del laissez-faire, Mandeville invocé en reali- gad, a lo largo de La fabula de las abejas “los manejos habi- les de! politico diestro” como una condicién y un agente ne- cesarios para la conversién de los “vicios privados” en “vir- tudes publicas”. Sin embargo, en virtud de que no reveld el modus operandi del politico, persistié un misterio considerable acerca de las transformaciones supuestamente benéficas y pa- raddjicas. Sélo en el caso de un “vicio privado” particular apor- 6 Mandeville una demostracién detallada de la forma en que se logran en efecto tales transformaciones. Me refiero, por su puesto, a su famoso tratamiento de la pasién por los bienes ma- teriales en general, y por los lujos en particular.” Asi pues, puede afirmarse que Mandeville restringié el area donde en efecto consideraba valida su paradoja a un “vicio” o pasién particular. En este abandono de Ja generalidad habria de ser seguido, con el enorme éxito ya conocido, por el Adam Smith de La riqueza de las naciones, una obra centrada por completo en 1a pasién conocida tradicionalmente como codi- cia o avaricia. Ademés, gracias a Ja evolucién ocurrida en el lenguaje, que consideraremos con alguna extensién mas ade- Jante, Smith pudo dar un paso gigantesco hacia la conversién de la proposicién en algo aceptable y convincente: suavizd la paradoja escandalizante de Mandeville empleando en lugar de “pasién” y “vicio” términos moderados tales como “ventaja” o “interés”. En esta forma limitada y domesticada la idea del control pudo sobrevivir y prosperar como un tema principal del libera- lismo del siglo xix y como un elemento central de la teoria Se ha argumentado convincentemente que por “manejo diestro” no entendia endevilie Ia intervenciéa y la regulacién detalladas de todos los dias, sino més bien la elaboracién y Ia evolucién lentas, por ensayo y error, de un marco legal € institucional adecuado. Véase a Nathan Rosenberg, “Mandeville and Laissez-Faire", en Journal of the History of Ideas 24 (abril-junio de 1963), pp. 183-196. Sia embargo, el modus operandi de este marco es otra vez supuesto por Mandeville, antes que demostrado, Y en lo tocante al Iujo, cuyos efectos favorables sobre eb bienestar general si describe ea detalle, Jos papeles del politico o del marco institucional no son prominentes en absoluro. REPRESION Y FRENO DE LAS PASIONES 27 econdémica. Pero el abandono de Ja generalidad de la idea del control distaba de ser universal. En realidad, algunos de sus defensores posteriores fueron menos cuidadosos atin que Vico: para ellos, la marcha ascendente de Ja historia constituia una prueba suficiente de que Jas pasiones de los hombres se com- binan de algtin modo para el progreso general de la humanidad o del Espiritu del Mundo. Herder y Hegel escribieron en tal sentido en sus obras sobre la filosoffa de Ja historia." El fa- moso concepto hegeliano de la Razén observante expresa la idea de que los hombres, siguiendo sus pasiones, en realidad sirven a un propésito mas elevado de la historia del mundo del que estan totalmente inconscientes. Es quizd significativo el hecho de que este concepto no reaparezca en la Filosofia del Derecho de Hegel, donde no se ocupa del gran campo de la historia del mundo sino de la evolucién real de la sociedad de su propia época. Un apoyo tan total a las pasiones como el que est implicito en la Razén observante no cabia, obviamente, en una obra que asumia una concepcién tan critica del desarro- ilo social y politico contemporaneo. Un tepresentante final de la idea en su forma mis irrestric- ta es el Mefistéfeles del Fausto de Goethe, con su famosa auto definicién como “una porcién de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre produce el bien”. Aqui parece haber sido abandonada por completo la idea del control de Jas pasiones malas en alguna forma concreta; su transformaciéa se logra por un proceso mundial oculto, aunque magnanimo. ® Segiin Herder, “todas las pasiones del corazdn del hombre son impulsos salva- ies de una fuerza que no se conoce todavia a si misma, pero que, de acuerdo con sa naturaleza, sélo puede conspirar bacia un mejor orden de cosas”. Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschbeit, ex Werke, ed. Suphan (Berlin, 1909), Vol. 14, p. 213, 28 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES EL PRINCIPIO DE LA PASION COMPENSADORA ANTE la realidad aplastante del hombre inquieto, apasiona- do, impulsivo, tanto la solucién represiva como la del con- trol carecian de persuasién. La solucién represiva eliminaba el problema mediante un supuesto, mientras que el mayor rea- lismo de Ia solucién del control se vefa impedido por un ele- mento de transformacién alquimista fuera de lugar en el en- tusiasmo cientifico de la época. El material mismo de que se ocupaban los moralistas del siglo xvir —la desctipcién e investigacién detalladas de las pasiones— sugeriria inevitablemente una tercera soluciéa: ¢No es posible discriminar entre las pasiones y combatir el fuego con el fuego, utilizar un conjunto de pasiones relativamente inocuas para contrarrestar otras mas peligrosas y destructivas, © quiza para debilitar y domar Jas pasiones mediante las lu- chas intestinas del divide et impera? Parece una concepcién sencilla y obvia en cuanto deja de creerse en Ia eficacia de la moralizacién; sin embargo, a pesar de la sugerencia velada de San Agustin, resulté quiza més dificil de entender que el proyecto de atacar al mismo tiempo todas las pasiones. Las pasiones mas importantes habian sido conectadas entre si, desde largo tiempo atras, en la literatura y el pensamiento, a menudo en alguna trinidad profana, desde la “Superbia, invi- dia e avarizia sono / le tre faville ch’anno i cuori accesi” de Dante,” hasta el “Ehrsucht, Hetrschsucht und Habsucht” que aparece en la Idea de una historia general de Kant.* Se pen- saba que estas pasiones basicas se alimentaban reciprocamente, en forma muy similar a como lo hacian las tres maldiciones de la humanidad: el hambre, Ja guerra, la peste. El hébito de consideratlas indisolubles se reforz6 atin mas por su contrasta- ® Bl orgullo, la envidia y la codicia son las tres chispas que encienden los cora- zones de los hombres. Inferno, Canto VI, lineas 74-75. ® Ambicién, deseo de poder, y codicia. f ' EL PRINCIPIO DE LA PASIGN COMPENSADORA 29 cién ordinaria en bloque con los dictados de la razén o los requerimientos de la salvacién. Las alegorias medievales han representado con frecuencia tales combates de las virtudes contra los vicios, en el campo de batalla del alma del hombre.” Es probable que esta tradi- cién haya permitido paradéjicamente que una época posterior, més realista, concibiera una clase de combate muy diferente, donde una pasién se enfrenta a otra, con el resultado final, como antes, del beneficio del hombre y la humanidad. El he- cho es que esta idea surgid, y lo hizo en efecto en extremos opuestos del espectro del pensamiento y la personalidad del siglo xvi: Bacon y Spinoza. Para Bacon, la idea fue una consecuencia de su intento sis- tematico por destruir los yugos metafisico y teolégico que impedian a los hombres pensar en forma inductiva y experi- mental. En las secciones de The Advancement of Learning que se ocupan de “El apetito y la voluntad del hombre” critica a los filésofos morales tradicionales por haber actuado como si un hombre que trata de ensefiar 2 escribir exhibiese sélo copies correctas de alfabetos y letras unidas, sin dar ningén pre- cepto o direccién para el movimiento de la mano y el trazo de las letras. Ast han dado ejemplos buenos y correctos que contienen las semillas dei Bien, la Virtud, el Deber, Ja Felicidad; ... pero se han olvidado por completo de explicar cémo pueden alcanzarse esas calificaciones excelentes, y cémo moldear y someter Ja yolun- tad del hombre para que se ajuste a estos propésitos en forma sincera y cSmoda, . 28 Aunque la critica es familiar desde Maquiavelo, el simil es no- tablemente sugerente, y pocas paginas mas tarde intenta Bacon % Por esta razén, el género se conoce como psicomaquia. Su historia, desde la Psychomachia de Prudencio, una obra del siglo V, hasta el ciclo de la virwd y el vicio que se observa en el pértico central de Ia fachada de Notre-Dame de Paris, aparece en Adolf Katzenelienbogen, Allegories of the Virtues and Vices in Me- dizeval Art (Londres: Instituto Warburg, 1939). = Works, ed. J. Spedding y otros (Londres, 1850), Vol. Il, p. 418. 30 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES la tarea misma que ha bosquejado. Lo hace alabando a poetas e historiadores —por oposicidn a los filésofos— por haber descrito con gran realismo cémo se moderan y se incitan las afec- ciones; cémo se pacifican y refrenan;... cémo se sevelan, cémo funcionan, cémo varfan, cémo se retinen y fortalecen, como se ligan entre si, y cémo se combaten entre si, asi como otras par- ticalaridades semejantes; entre elias, esta Ultima es particularmente importante en cuestiones morales y civiles; cdmo {digo} enfrentar una afeccién a otra y como dominar una con otra: asi como solemos cazar Ja bestia con la bestia y el ave con el ave... Porque ast como en el gobierno de los estados es necesario a veces en- frentar una faccién con otra, lo mismo ocurre en nuestro gobierno interior2® Este parrafo vigoroso, sobre todo su ultima parte, tiene to- dos los indicios de haberse basado en la intensa experiencia personal de Bacon como politico y estadista, no tanto en las hazafias de poetas e historiadores. Ademés, 1a idea del control de las pasiones mediante el enfrentamiento de una contra la otra resulta muy congruente con la inclinacién irreverente y experimental de su pensamiento. Por otra parte, su formu- lacién no parece haber sido particularmente influyente en su tiempo. Sdlo los estudiosos modernos han reparado en ella para presentar en este sentido a Bacon como un antecesor de Spinoza y Hume, quienes otorgaron a la idea un lugar mucho mds importante en sus sistemas.”* Al elaborar su teorfa de las pasiones en la Erica, Spinoza da dos proposiciones esenciales para el desarrollo de su argumento: Un afecto no puede ni reprimirse ni quitarse sino por un afecto contrario y més fuerte que el afecto a reprimir.28 ® Ibid., p. 438. Sin subrayado en el original. . * Leo Strauss, The Political Philosophy of Hobbes (Oxfotd: Clarendon Press, 1936), p. 92; y Rachael M. Kydd, Reason and Conduct in Hume's Treatise (Nue- va York: Russell & Russell, 1946), p. 116. * Cuarta parte, Proposicién VII. Brice, ¥.CE., México, 1958 EL PRINCIPIO DE LA PASION COMPENSADORA 31 y EI verdadero conocimiento de lo bueno y lo mato, no puede, en cuanto verdadero, reprimir ningtin afecto, sino s6lo en cuanto es considerado como un afecto2? A primera vista parece extraifio que Spinoza, con su inclina- cién metafisica y su relativa falta de participacin en la vida activa, haya defendido la misma doctrina que Bacon. En rea- lidad, lo hizo por razones muy diferentes. Nada podria haber estado mas alejado de su mente que la idea de que las pasio- nes pudiesen frenarse y manipularse convenientemente enfren- tando una pasién a otra. Los pasajes antes citados servian sobre todo para subrayar la fuerza y la autonomfa de las pasiones, a fin de que se entendiesen con claridad las dificultades rea- Jes de Ja realizacién del destino final del viaje emprendido por Spinoza en Ja Erica, Tal destino es el triunfo de la razon y el amor a Dios sobre las pasiones, y la idea de la pasién compensadora funciona sélo como una estacién intermedia que conduce a ese triunfo. Al mismo tiempo, la idea sigue forman- do parte de la culminacién de la obra de Spinoza, como apa- rece evidente en su ultima proposicién: .no gozamos de ella {la beatitud] porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino, al contrario, porque gozamos de ella, pode- mos reprimir nuestras concupiscencias.® Asi pues, el primeto de los grandes fildsofos que concedié lu- gar importante a la idea de que sélo puede lucharse con éxito contra las pasiones a través de ottas pasiones no tenia ninguna intencién de trasladar esta idea al campo de la ioral prdctica o del manejo politico, aunque entendia muy bien tales posibi- lidades.* En efecto, esta idea no vuelve a aparecer en las ® Cuarta Parte, Proposiciéa XIV. * Quinta Parte, Proposicién XLII. = Como se demuestra, por ejemplo, en la oraciéa siguiente: “Por afectos en. 32 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES obras politicas de Spinoza, que por otra parte no carecen de sugerencias practicas sobre la forma de lograr que las debi- lidades de Ja naturaleza humana funcionen en beneficio de la sociedad. Aunque Hume denuncié Ia filosofia de Spinoza como “re- pulsiva”, sus ideas sobre las pasiones y su relacidn con la razén son notablemente similares a las de Spinoza.*? Hume era sélo més radical en su proclamacién de la impenetrabilidad de las pasiones frente a la razén; uno de sus pronunciamientos mas conocidos es éste: “La razén es, y debe ser, esclava de las pa- siones.” En vista de su posicién extrema, necesitaba con ur- gencia el pensamiento consolador de que una pasién puede funcionar como antidoto de otra. En efecto, lo proclama en. el mismo parrafo crucial: “Nada puede contener o retardar el impulso de Ja pasién sino un impulso contrario.” * Al revés de Spinoza, Hume estaba ansioso por aplicar su descubrimiento. Lo hizo de inmediato en el Libro II del Trea- tise, al discutir el “origen de la sociedad”. Hablando de la “avidez... por Ja adquisicién de bienes y posesiones”, la con- sidera una pasién potencialmente tan destructiva y a la vez tan singularmente poderosa que la tinica manera de controlarla consiste en oponerla a st misma, Esta operacién no parece facil, pero es asi como Hume tesuelve el problema: Por fo tanto, no hay pasién capaz de controlar Ja afeccién inve- resada, a no ser Ja afeccién misma, por una modificacién de su direccién. Ahora bien, esta modificacién debe ocurrir necesaria~ mente a la menor reflexién; pues es evidence que la pasién se satisfase mejor por su restriccién que por su libertad, y que al preservar Ia sociedad avanzamos mucho més en la adquisicién de posesiones que en Ia condicién solitaria y aislada. ...™4 tenderé en lo que sique aquellos que arrastran al hombre en diversas direcciones, aunque sean del mismo género, como la gala y Ia avaricia, que son especies de amor..." Erica, Cuarta Parte, Definiciones © Kydd, Hume's Treatise, pp. viii, 38, 156-162. ® Treatise, Libro IL, Paste IM Seccién IIL % Tbid., Libro Wl, Pare I, Seccién 1. EL PRINCIPIO DE LA PASIGN COMPENSADORA 33 Por supuesto, podria ocurrirsenos que la concesién de la necesidad de cierta raz6n o reflexién, por “ligera” que sea, sig- nifica la introduccién de un elemento extrafio (que, ademas, se supone “esclavo de las pasiones”) en un campo donde se supone que sdlo la pasién lucha contra la pasién. Pero no se trata aqui de sefialar los defectos del pensamiento de Hume sino de demostrar la conviccién que le producia la idea de la pasién compensadora. La utiliza con fortuna en varias aplica- ciones menos formidables. Al analizar a Mandeville, por ejem- plo, sostiene que si bien el lujo es un mal, puede ser un mal menor que la “pereza” que podria resultar de la prohibicién del lujo: Por lo tanto, contentémonos con afirmar que dos vicios contra- sios en un Estado pueden ser més convenientes que cualquiera de ellos por si solo; pero nunca afitmemos que e} vicio sea conve- niente en si mismo. Luego aparece una formulacién més general: Cualquiera que sea la consecuencia de tal transformacién milagro- sa de la humanidad que la dote de todas las vireudes y Ia libere de todos los vicios; esto no le concierne al magistrado, que sdlo se ocupa de las posibilidades. A menudo s6lo puede curar un vicio con otro; y en tal caso debe preferir lo menos pernicioso para Ia sociedad En otra parte, como veremos més adelante, Hume defiende Ja restricci6n del “amor al placer” por el “amor a la ganan- cia”. Y otras aplicaciones de la idea lo fascinaban obviamente aun cuando no estuviese de acuerdo, como se observa en el pasaje siguiente, tomado del ensayo sobre “El escéptico”: “Nada puede ser més destructivo —afirma Fontenelle— para la ambicién y la pasién por la conquista, que el verdadero sistema ® “OE Refinement in the Arts", en David Hume, Writings on Economics, ed. E, Rotwein (Madison, Wis.: University of Wisconsin Press, 1970), pp. 31-32. ee rr 34 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES de la astronomia, ¢Qué poca cosa es aun todo el planeta en com- paracién {con} la extensién infinita de la naturaleza?” Esta con- sideracién es evidentemente demasiado distante para que tenga un efecto algtin dia. O si tuviese alguno, eno destruiria el pa- triotismo junto con la ambicién? ** Esta polémica sugiere que la idea de conducir el progreso social enfrentando con astucia una pasién a otra se convirtid en un pasatiempo intelectual bastante comin durante el si- glo xvul. En efecto, lo expresa una multitud de escritores, tanto me- nores como mayores, en forma general o aplicada. Este ultimo género se ilustra en el articulo sobre el “Fanatismo” de la En- ciclopedia; es en esencia una diatriba encendida contra las ins- tituciones y creencias religiosas, y termina con una seccién espe- cial sobre “el fanatismo del patriota”, alabado en gran medida porque puede contrarrestar con eficacia el fanatismo religio- so."" En cambio la idea aparece en su forma més general en Vauvenargues: Las pasiones se oponen a las pasiones, y una de ellas puede servir como contrapeso de otra38 Y el mismo lenguaje se encuentra en la formulacién mas re- finada de d’Holbach: Las pasiones son los verdaderos contrapesos de las pasiones; no de- bemos tatar de destruirlas, sino de dirigirlas: obstruyamos las perniciosas con las que son ttiles para la sociedad. La razén no es... sino el acto de escoger las pasiones que debemos seguir en aras de nuestra felicidad2* * Essays Moral, Political, and Literary, ed. T. H. Green y T. H. Grosse (Lon- don: Longnans, 1898), Vol. I, pp. 226-227. ® Franco Venturi Utopia e riforma nell'Wuminismo (Turin: Einaudi, 1970), p. 99. Aqui bosqueja Venturi la carrera notable del autor de este articulo, Ale- xandre Deleyre. * Oeuvres complates (Paris: Hachene, 1968), Vol. I, p. 239. %@ Systeme de la nature (Hildesheim: Georg Olms, 1966, reproducciéa de la edicién de Paris de 1821), pp. 424-425. i i EL PRINCIPIO DE LA PASION COMPENSADORA 35 EI principio de la pasién compensadora habia surgido en el siglo xvi a causa de su visién sombria de la naturaleza hu- mana y de la creencia general de que las pasiones son peli- grosas y destructivas. En el curso del siglo siguiente, la natu- raleza humana y las pasiones habrian de ser rehabilitadas ampliamente.*® En Francia, el defensor mas decidido de las pasiones fue Helvecio.*t Su posicién queda indicada con cla- tidad en los titulos de capitulos de De l'esprit tales como “So- bre el poder de las pasiones”, “Sobre la superioridad intelec- tual del hombre apasionado sobre el sensato (gens sensés)”, y “Nos volvemos esttipidos en cuanto dejamos de ser apasiona- dos”. Pero asi como Rousseau repetia rutinariamente el con- sejo de que se observara al hombre “como realmente es”, a pesar de que su concepto de la naturaleza humana era total- mente diferente del originador del consejo en primera instan- cia, el remedio de la pasion compensadora continuaba invocan- dose aunque ahora se afirmara que las pasiones son vigorizantes y no perniciosas. En realidad, Helvecio elaboré una de las me- jores presentaciones del principio, basada en la formula ori- ginal de Bacon, con algo de rococé adicional: Pocos moralistas saben cémo enfrentar unas pasiones con otras... para que pueda adoptarse su consejo. Casi siempre, su consejo producirfa gran dafio si se siguiera, Pero debieran advertir que esta clase de dafio no puede ganarse nuestro sentimiento; que sdlo una pasién puede triunfar sobre otra; que, por ejemplo, si desea- mos inducir mas modestia y recato en una mujer descocada (femme galante), debemos enfrentar su vanidad con su coqueterla y ha- cerla advertir que la modestia es un invento del amor y de la voluptuosidad refinada... Los moraliscas podrian lograr la obser- vancia de sus maximas si wtilizaran en esta forma el lenguaje del interés en lugar del lenguaje del daiio."® Para el paso siguiente de nuestro argumento, resulta particu- larmente importante el hecho de que la palabra “interés” se © Véase también infra pp. 70-71 “DW. Smith, Helvésius, pp. 133-135, © De Lesprit (Paris, 1758), pp. 159-160. Sin subrayado en el original 36 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES empleé aqui en una forma genérica para denotar las pasiones a las que se asigna la funcién de compensacién. La idea viajé de Francia e Inglaterra a los Estados Unidos, donde los Padres Fundadores la utilizaron como una impor tante herramienta intelectual para los fines del manejo. cons- titucional.* Un ejemplo excelente —y muy oportuno, en vis- ta de la experiencia reciente de la Presidencia— se encuentra en el ntimero 72 de The Federalist, donde Hamilton justifica el principio de la reeleccién del Presidente. Su argumento se basa en gran medida en el efecto que tendria la prohibicién de Ja reeleccién sobre las motivaciones del Presidente en turno. Entre otros efectos perniciosos, afirma Hamilton, habria la “tentacién de concepciones sérdidas, del’ peculado”: Un hombre avariento que Hlegue a ocupar el cargo, reflexionando sobre el momento en que itremediablemente deba tenunciar a los emolumentos que disfruté, sentiria una inclinacién no fécilmente resistible por tal hombre, de hacer el mejor uso posible de la oportunidad que disfruta mientras dure, y podria no tener escrit- pulos en recutrit a los procedimientos més corruptos para volver Ja cosecha tan abundante como transitoria; en cambio, es probable que el mismo hombre, contemplando una perspectiva diferente, se contente con los privilegios regulares de su situacién, y aun podrfa resistirse a arriesgar las consecuencias de un abuso de sus oportunidades. Su avaricia podria ser una proteccién contra su ava- ricia, Agreguemos a esto que el mismo hombre podria ser vano © ambicioso, tanto como avariento. Y si pudiera esperar la pro- Jongacién de sus honores por su buena conducta, quiz4 vacilaré en sactificar su apetito por ellos a su apetito por la ganancia, Pero si afronta Ia perspectiva de una proxima aniquilacién inevita- © Véase sobre este tema a Asthur O. Lovejoy, Reflections on Human Nature (The Johns Hopkins Press, 1961), Lectura Il: “The Theory of Human Nature in the American Constitution and the Method of Counterpoise”; Richard Hofstadter, The American Political Tradition aud the Men Who Made It (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1948), Capitulo I: “The Founding Fathers: An Age of Realism"; y Martin Diamond, “The American Idea of Man: The View from the Founding”, en Irving Kristol y Paul Weaver, comps. The Americans 1976 (Lexington, ‘Mass.: D. C, Heath, 1976), Vol. Hl, pp. 1-25. EL PRINCIPIO DE LA PASION COMPENSADORA 37 ble, es probable que su avaricia uiunfe sobre su precaucién, su vanidad o su ambicién, Las Ultimas oraciones demuestran un verdadero virtuosismo en el manejo de la idea de la compensacién, tanto que dejan ai lector moderno, menos acostumbrado a estos pensamientos, un poco perplejo. Un razonamiento mejor conocido que parece muy semejan- te se encuentra en The Federalist 51, donde se justifica con elocuencia la divisién de poderes entre las diversas ramas del gobierno con la afirmacién de que “la ambicién debe contra- rrestar la ambicién”. El significado aqui es que se espera que la ambicién de una rama del gobierno contrarreste la de otra, una situacién muy diferente de la anterior, donde las pasiones aparecen luchando en el campo de una sola alma. Pero puede set significativo el hecho de que el principio de la divisin de poderes se vista con las galas de otro: la idea relativamente nueva de los frenos y equilibrios se volvid mas persuasiva cuando se presenté como una aplicacién del principio amplia- mente aceptado y muy conocido de la pasién compensadora. Por supuesto, no se traté de una estratagema consciente. En realidad, ei autor de esa oracién (Hamilton 0 Madison) pa- rece haber sido Ja primera victima de la confusiéa que en- gendra: “Puede hacernos reflexionar sobre la naturaleza huma- na el hecho de que tales instrumentos resulten necesarios para el control de los abusos del gobierno. ;Pero qué es el gobierno mismo sino la mayor de todas las reflexiones sobre Ja natura- leza humana?” Ahora bien, sin duda es una “reflexién sobre ja naturaleza humana” Ja afirmacién de que los malos impul- ss del hombre sdlo pueden frenarse enfrentando sus diversas pasiones para que luchen y se neutralicen entre si. Pero el principio de la divisién de poderes no resulta, ni con mucho, tan insultante para la naturaleza humana. Asi pues, parece que al escribir la frase lapidaria “la ambicién debe contrarrestar la ambicién”, su autor se persuadié de que el principio de la pa- 38 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES sién compensadora, més bien que el de los frenos y equilibrios, era el fundamento del nuevo Estado. En términos més generales, parece verosimil que el primer principio haya echado los cimientos intelectuales del principio de la separacién de poderes. En esta forma, la linea de pensa- miento aqui examinada volvié a su punto de partida: se inicié con el Estado, luego pasé a considerar problemas de la con- ducta individual, y a su tiempo las ideas generadas por esta fase se llevaron de nuevo a Ia teoria de la politica. “EL INTERES” Y LOS “INTERESES” COMO DOMADORES DE LAS PASIONES UNA vez que la estrategia del enfrentamiento de una pasién contra otra habia sido elaborada y se habia considerado acep- table y aun prometedora, resultaba conveniente un paso ade- lante en la secuencia del razonamiento aqui descrito: pata que la estrategia pueda aplicarse con facilidad, para que se vuelva “operativa” como decimos ahora, debemos saber por lo menos en términos generales, a cudles pasiones debe asignirseles de ordinario el papel de domadoras y cuales son, por el contra- tio, las pasiones verdaderamente “salvajes” que deben ser domadas. Una asignacién especifica de papeles de esta clase se en- cuentra detras del Pacto de Hobbes, concluido s6lo porque los “deseos y otras pasiones de los hombres”, como la busqueda agtesiva de la riqueza, la gloria y el dominio, son superados por las otras “pasiones que inclinan a los hombres hacia la paz, son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obte- nerlas por medio del trabajo”.“* En este sentido, toda la doc- Leviatén, F.CB., México, 1940, capitulo xm. i | t EL INTERES" Y LOS "INTERESES" 39) trina del contrato social es un producto de la estrategia de la compensacién. Hobbes sélo debe recurrir a ella wna vez, para fundar wn Estado constituido en forma tal que los problemas creados por hombres apasionados se resuelvan de una vez por todas. Con esta tarea en mente, le bastaba con definir las pa- siones domadoras y las que debian ser domadas en forma ad hoc, Pero muchos contemporaneos de Hobbes, que compartian su preocupacién por los problemas del hombre y la sociedad, no aceptaron su solucién radical, y pensaron ademas que la estra- tegia de compensacién se necesitaba en forma continua, dia- tia, Para este propésito resultaba claramente conveniente una formulacién mas general y permanente de la asignacién de papeles. Tal formulacién surgié en efecto y asumié la forma de una oposicién de los intereses de los hombres a sus pasio- nes, y de un contraste entre los efectos favorables que se ob- tienen cuando los hombres se guian por sus intereses y la situaci6n desastrosa que prevalece cuando los hombres dan tienda suelta a sus pasiones Para entender la oposicién de estos dos conceptos, debemos~ decir antes algo acerca de los diversos significados sucesivos (y a menudo simulténeos) de los términos “interés” e “inte- reses” en el curso de la evolucién del lenguaje y las ideas. Los “intereses” de personas y grupos llegaron a centrarse fi- nalmente en la ventaja econdmica como su significado nuclear, no s6lo en el lenguaje ordinario sino también en términos de Ja ciencia social tales como “los intereses de clase” y “los inte- reses de grupo”. Pero el significado econdmico se volvié do- minante en una etapa avanzada de la historia del término. Cuando el término “interés”, en ei sentido de preocupaciones, aspiraciones y ventajas, se volvié corriente en Europa Occiden-| tal a fines del siglo xv¥; su significado no se limitaba en modo, alguno a los aspectos materiales del bienestar de una persona; | mas bien abarcaba la totalidad de las aspiraciones humanas, | pero denotaba un elemento de reflexién y célculo sobre la} ) 40 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES forma en que estas aspiraciones debian perseguirse.“” En rea- lidad, la reflexién seria sobre la nocién de interés surgié pri- mero en un contexto muy alejado de los individuos y su bienes- tar material. Mencionamos antes cémo Ja preocupacién por el mejoramiento de la calidad de Ja actuacién estatal se encon- traba en los origenes de la busqueda de mayor realismo en el analisis del comportamiento humano. Esta misma preocupacién condujo a la primera definicién y a la investigacién detallada del “interés”. Otra vez, Maquiavelo aparece como la fuente del flujo de ideas que debemos examinar, asi como habja iniciado la linea de pensamiento que se convirtié en la nocién del enfrenta- miento de unas pasiones con otras. Como veremos, estas dos corrientes se movieron por separado durante largo tiempo, pero al final se mezclaron con resultados notables. En realidad, Maquiavelo no le puso nombre a su hijo. Pres- cribié un comportamiento caracteristico para los gobernantes de los estados, pero no lo resumié bajo una sola expresién. Mis tarde, sus obras inspiraron los términos gemelos, inicial- mente sindnimos, de interesse y ragione di stato, cuyo uso se generalizé en la segunda mitad del siglo xvi, como se observa en el gran estudio de Meinecke.** Se suponia que estos con- ceptos lucharian en dos frentes: por una patte, constituian obviamente una declaracién de independencia de los preceptos y reglas moralizantes que habian ocupado el centro de Ja fi- losofia politica antes de Maquiavelo; pero al mismo tiempo trataban de identificar una “voluntad refinada, racional, libre de pasiones y de impulsos momentdneos”,” que diese una orientaciéa clara y sensata al principe. Por supuesto, la batalla principal de Maquiavelo, el funda- “ Ta historia del término es mucho més antigua en sus otros significados, como el interés que se cobra por el dinero prestado y el excrafio uso francés en que intérét significaba lesion y pérdida, un significado evidente todavia eo los dommages-intéréts de hoy. “ Friedrich Meinecke, Die Idee der Staatsrason in der neueren Geschichte (Mu- nich: R. Oldenbourg, 1924), pp. 85 y ss. # Ibid, p. 184. “EL INTERES" Y LOS “INTERESES" 41 dor del nuevo arte del Estado, se libré en el primer frente, pero no olvidé en modo alguno el segundo, como demuestra Meinecke,*® Las restricciones para los gobernantes implicitas en el concepto del interés como guia de la accién pasaron al pri- met plano a medida que el concepto pasaba de Italia a Francia e Inglaterra. Aparecen claramente en Ja famosa oracién ini- cil del ensayo Sobre el interés de los principes y estados de la cristiandad, escrito por el estadista hugonote Duque de Rohan: Los principes mandan a los pueblos, y el interés manda a los principes.!? Como observa Meinecke, es posible que Rohan haya tomado prestada esta formulacién de escritores italianos mas antiguos tales como Boccalini y Bonaventura, quienes habian llamado al interés el “tirano de los tiranos”, y a la ragione di stato el “principe de los principes”."” Pero Rohan se esfuerza conside- rablemente por demostrar su afirmacién, Habiendo bosque- jado en términos generales los intereses nacionales de Espafia, Francia, Italia, Inglaterra, y las otras potencias principales de su tiempo, procede a narrar en la segunda parte de su ensayo algunos episodios histéricos para demostrar que en Los asuntos del Estado no debemos guiasnos por los apetitos desordenados, que a menudo nos Hevan a emprender tareas supe- riores a nuestras fuerzas; ni por las pasiones violentas, que nos agitan en formas diversas en cuanto nos poseea;... sino por nues- tro propio interés guiado sélo por Ja razéa, que debe gobernar nuestras acciones.™ Y en efecto, este pronunciamiento programatico se ve seguido * Ibid, pp. 52-55. # Bn francés en el original. © Friedrich Meinecke, 1bid., p. 211. % Introduccién a Ia Parte Il. Significativamente, la razén se rebaja aqui al panel puramente instrumental de encontrar déade reside el verdadero interés del Estado. ese Vs ees le ESN 42 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES de varios ejemplos de principes que han sufrido por seguir sus pasiones en lugar de su interés. Resulta muy irénico que Ja nueva doctrina del interés del principe llegue a prevenir y a despotricar contra la rendicién ante las pasiones tan poco tiempo después de que los precep- tos moralizantes y religiosos de los antiguos habian sido ridi- culizados como poco realistas e inttiles. Esta ironia no estaba ausente en los proveedores de estos preceptos, y algunos de ellos aprovecharon encantados su aliado nuevo, algo inespe- rado. Podemos citar por ejemplo al Obispo Butler, quien de- muestra cémo “el razonable amor de si mismo” —es decir, el interés— se alfa a la moral contra las pasiones: las pasiones patticulares no coinciden con la prudencia, ni con ese razonable amor de si mismo, cuyo fin es nuestro interés mun- dano, como no Jo hacen con el principio de la virtud y la relix gidn;... tales pasiones particulares nos tientan a actuar impru- dentemente en lo tocante a nuestro interés mundano, y también nos tientan a actuar en forma viciosa.5? Asi pues, para el principe la doctrina nueva era casi tan restrictiva como la antigua. Ademas, pronto se revelé como poco util: mientras que las normas tradicionales del compor- tamiento virtuoso resultaban dificiles de alcanzar, el interés resulté igualmente dificil de definir, Podia afirmarse con fa- cilidad, en general, que el interés de un rey consiste en man- tener e incrementar el poder y la riqueza de su reino, pero este principio no provefa “reglas de decisién” precisas en si- tuaciones concretas. La historia de los intentos de creacién de tales reglas es tor- tuosa y frustrante, como ha demostrado magistralmente Mei- necke. Pero si bien es cierto que el concepto del interés se volvié confuso en su dominio original (el principe o Estado), prosperé notablemente cuando se aplicé a grupos o indivi- " Analogy of Religion, en Works (Oxford: Clarendon Press, 1896), Vol. 3, pp. 97-98, "EL INTERES” Y LOS “INTERESES” 43 duos dentro del Estado. Aqui la mezcla de interés propio y racionalidad que se habia desarrollado como la quintaesencia de la conducta interesada en las discusiones relativas al arte de gobernar result6 una categoria particularmente util y esperan- zadora. La transicién del interés del gobernante a los intereses de di- versos grupos de los gobernados siguid caminos diferentes en Inglaterra y Francia. En Inglaterra, el concepto del interés en singular que habria de guiar a principes y estadistas y mas tarde se convirtié en el “interés nacional” se importé aparen- temente a principios del siglo xvu, de Francia e Italia* El libro de Rohan Sobre el interés de principes y estados de la cristiandad tavo una influencia particular. Pronto se tradujo al inglés y provocd muchos comentarios, Una de las frases car- gadas de implicaciones de su parrafo inicial —J’imtérét seul ne peut jamais manquer (que aparece después de Le prince peut se tromper, son Conseil peut étre corrompu mais ...)— se encuentra en el origen de la maxima “El interés no men- tira”, que alcanzé considerable popularidad en la Inglaterra del siglo xv,* En su ensayo, Rohan habia definido el interés en términos de la politica dindstica o exterior. Era la revolucién y la gue- rra civil en Ja Inglaterra de mediados del siglo xvi la que impartia una orientacién més doméstica y de grupo al con- cepto. El “interés de Inglaterra” ya no se discutia en relacién con Espafia o Francia, sino en relacién con los protagonistas = J. A.W. Gunn, Politics and the Public Interest in the Seventeenth Century (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1969). p. 36 y passim. Me he beneficiado mucho con la riqueza de informacién contenida en este volumen sobre el con. cepto del “interés” y los “‘intereses” en Ia Inglaterra del siglo diecisiete. Véase el articulo de Gunn “Interest Will Nor Lie’: A Seventeenth-Century Political Maxim”, en Journal of the History of Ideas 29 (octubre-diciembre de 1968), pp. 551-564. Un anélisis excelente de tépicos relacionados se encuentra en Felix Raab, The English Face of Machiavelli: A Changing Interpretation, 1500-1700 (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1964), pp. 157-158, ™ La maxima se utilizé como titulo de un folleto importante de Marchamont Nedham, un politico vicario y expertamente flexible a la vez que un gran ad. jisadory frecuente imitador de Maquiavelo y Rohan. Véanse las obras antes citadas de Gunn y Raab. 44 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES ptincipales de estas Iuchas intestinas. De igual modo, después de la Restauracién, las discusiones acerca de la tolerancia re- ligiosa se referian al interés de Inglaterra en relacién con los intereses de presbiterianos, catélicos, cudqueros y ctros. Fue més tarde, hacia fines del siglo, una vez restablecida la esta- bilidad politica y asegurada cierta medida de tolerancia reli- giosa, cuando los intereses de grupos e individuos se discutie- ron cada vez mas en términos de las aspiraciones econdémicas.™ Para principios del siglo XviII encontramos a Shaftesbury de- finiendo el interés como “el deseo de los bienes que nos abas- tecen y sostienen”, y hablando de la “posesién de riqueza” como “esa pasién que se estima peculiarmente interesante.’ Hume utiliza también los términos “pasién del interés”, o “afeccidn interesada” como sinénimos de “la avidez de adquirir bienes y posesiones” 0 “el amor a Ja ganancia”.™” Es posible que esta evolucién del término haya sido estimulada por un cambio convergente del significado del “interés piblico”; “abundan- cia” se convirtié en un ingrediente importante de tal ex- presion."® En Francia, las condiciones politicas de le grand siécle no eran propicias para una consideracién sistematica de los inte- reses privados o de grupo en su relacién con el interés publico. Sin embargo, la carrera del término intéré? se asemejd a la de su primo inglés. La idea del interés tal como habia sido % Raab escribe al final de una larga nota bibliografica sobre el “Interés”: “Fue al final de este periodo [es decis, en el vitimo decenio del siglo xvi] que ‘in- terés’ adquirié un significado. especificamente econdmico.’ The English Face of Machiavelli, p. 237. Gunn afirma en términos més generale “EL interés viajé con gran rapidez de las cimaras del consejo al mercado.” Politics, p. 42. © Characteristics of Mon, Manners, Opinions, Times, reproduccién de Ja ediciéa de 1711 (indianapolis: Bobbs-Merrill, 1964), pp. 332 y 336 (subrayado en el texto) * Treatise, Libro I, Parte H, Secciéa IL, ® Gunn, Politics, Capitulo 5 y p. 265. Esto no es incompatible con Ia cono- ida demostacién de Viner de que ef poder y Ia abundancia eran objetivos simultineos de la politica exterior, igualmente importantes durante toda la época mercantilisca. Véase a Jacob Viner, “Power versus Plenty as Objectives of Foreign Policy in the Seventeenth and Eighteenth Centuries", en World Politics, Vol. 1 (1948), reproducido en D. C. Coleman, comp., Revisions in Mercantilism. (Lon- dres: Methuen, 1969), pp. 61-91. L INTERES” Y LOS “INTERESES” 45 desarrollada en los escritos politicos a partir de Maquiavelo —es decir, la idea de un entendimiento disciplinado de lo que se requiere para incrementar nuestto poder, influencia y ri- queza— se volvié de uso comin a principios del siglo xvir y pronto la utilizaron Jos grandes moralistas y otros pensa- dores del periodo en su diseccién meticulosa de 1a naturaleza humana individual. Dado que el escenario de que se ocupaban estos autores era tipicamente la corte de Luis XIV, los actores se “interesaban” en categorfas muy semejantes a las del sobe- rano mismo: no sdlo en Ia riqueza, sino también y quiza so- bre todo en el poder y la influencia, En consecuencia, el interés se empleé a menudo con un significado muy amplio. Pero ya entonces —y éste es el punto de convergencia de la historia inglesa y la francesa— se estaba estrechando ese significado, por algiin proceso, para aplicarse sélo a la busqueda de la ventaja material, econdmica. Esto puede inferirse del “Consejo al Lector” que utilizs La Rochefoucauld como prefacio a la segunda edicién (1666) de sus Maximes: Por interés no entiendo siempre un interés relacionado con la riqueza (un intérét du bien), sino més frecuentemente uno rela- cionado con el honor o Ia gloria.S? Esta prevencién contra malos entendidos era el unico punto realmente importante en un prefacio muy breve; es claro que para el lector comtin de las Maximes el término “interés” ha- bia empezado a asumir el sentido més restringido de la ven taja econdmica. Por la misma época, Jean de Silhon, sectetario y apolo- gista de Richelieu, también advertia y deploraba esta evolu- cién del significado en un tratado donde hace hincapié en el papel positivo desempefiado por el interés en el manteni- miento de la vida y la sociedad. Enumera diversos intereses —"Interés de conciencia, Interés del honor, Interés de la sa- © La Rochefoucauld, Oeuvres (Paris: Hachette, 1923), Vol. 1, p. 30. 46 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES lud, Interés de la riqueza, y vatios otros Intereses”— y luego atribuye la connotacién desafortunada asignada a tales expre- siones como un homme intéressé al hecho de que “el nombre de Interés se ha asignado exclusivamente, ignoro cémo ( je ne sais comment), al Interés por la riqueza (Intérét du bien ou des richesses)”, En efecto, gcémo puede explicarse esta derivacién? Quizd se haya debido a la antigua asociacién del interés y el présta- mo de dinero; este significado del interés es anterior al aqui examinado por varios siglos. Es posible también que la afini- dad especial del c4lculo racional, implicito en el concepto del interés, con la naturaleza de las actividades econdmicas, ex- plique el hecho de que estas actividades hayan monopolizado finalmente los contenidos del concepto. Volviendo a Ja Fran- cia del siglo xvi, podemos conjeturar también que, con el poder tan concentrado y aparentemente tan estable en ese tiem- Po, los intereses econémicos constituian la tinica porcién de las aspiraciones totales de una persona ordinaria donde podrian contemplarse ascensos y descensos importantes. En realidad, Adam Smith asi lo afirmé como una ptopo- sicién general cuando analiza lo que considera ia motivacién dominante del hombre, o sea “el deseo de mejorar nuestra condicion” : El aumento de fortuna es el medio por el cual la mayor parte de los seres humanos aspirin a mejorar de condicién. Es el medio més comin y ms obvio...2% Es posible que no se tequiera ninguna otra explicacién del estrechamiento del significado del término “intereses” una vez que el inicio del crecimiento econdémico convirtié “el aumento oe Je de Silhon, De la certitude des connaissances humaines (Paris, 1661), ® La riguera de las naciones, F.C, México, 1958, p. 309. : ssi ' | i “EL INTERES’ Y LOS “INTERESES’ 47 de Ja fortuna” en una posibilidad real para un namero cre- ciente de personas.” Esto est4 claro ahora: cuando los intereses de los hombres se contrastaron con sus pasiones, esta oposicién pudo tener sig- nificados muy distintos segtin que los intereses se entendieran en sentido amplio o estrecho. Una maxima tal como la de “El interés no mentir4” fue originalmente una exhortacién a perseguir todas nuestras aspiraciones de una manera ordenada y razonable; aconsejaba la introduccién de un elemento de eficiencia calculadora, asi como de prudencia, cn el compor- tamiento humano, cualquiera que fuese la pasién que lo mo- tive basicamente. Pero debido a la desviacién semantica antes mencionada del término “intereses”, la oposicién entre inte- reses y pasiones pudo significar o trasmitir también una idea diferente, mucho mas notable en vista de los valores tradicio- nales, a saber: que wn conjunto de pasiones, conocidas hasta ahora como codicia, avaricia, 0 amor por el lucro, podia usili- zarse convenientemente para enfrentar y frenar a otras pasio- nes tales como la ambicién, el ansia de poder, o el deseo sexual. Asi pues, en este punto se efectia una conjuncidn entre la linea de pensamiento antes desarrollada sobre las pasiones com- pensadoras y la doctrina del interés. Ambas doctrinas se ori- ginaron en Maquiavelo; pero el resultado final —la elevacién de la avaricia a la posicién de la pasién privilegiada a la que se le asignaba la tarea de domar las pasiones salvajes y de hacer en esta forma una aportacién fundamental al arte de go- ®\La palabra “corrupcién” ha tenido una trayectoria semantica semejante. En los esctitos de Machiavelo, quien tomé el témino de Polibio, corruzione deno- taba el deterioro de la calidad del gobierno, cualquiera que fuese su causa. El término se empleaba todavia con este significado amplio en la Inglaterra del siglo XVIE, aunque en esa época también se identifics con el soborno. Finalmente el significado monetario eliminé casi por completo el no monetario. Esto ocu- rtié también con el término “fortuna”, que Adam Smich utiliza, enj el pasaje antes citado, en el sentido estrictamente monetario, en contraste con el signifi- cado mucho més amplio de fortuna empleado por Maquiavelo. Véase J. G. A. Pocock, “Machiavelli, Harrington, and English Political Ideologies in the Eighteenth Century", en William and Mary Quarterly 22 (octubre de 1965), pp. 568-571, y The Machiavellian Moment (Princeton, N. J.: Princeton University Press, 1975), p. 405.

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