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TLUSTRACION E INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANA: UNA POLEMICA HISTORIOGRAFICA Y LITERARIA Eduardo SAN José VAZQUEZ (Universidad de Oviedo) Aceptado: 14-X1-2006. eduardosanjose@yahoo.es RESUMEN: Este articulo resume la polémica historiografica y literaria suscitada porel cardcter ideoldgico de ta Independencia hispanoamericana, Las posturas bésicas respecto a la influen- cia de la Hlustracion en la emancipacién de los antiguos dominios espaiioles en Ultraunar son tres: losdos blogues tradicionales, vinculadasa sendas explicaciones progresista ytradiciona- lista del carécter ideologico de la Independencia, y un tercer conjunto de historiadares que, siguiendo los apories de la «nueva historia» han desviado la explicacién del proceso indepen- dentista del plavo de las ideologtas. Fl articulo se completa con un epigrafe en el que se considera el contrapunto histdricoantillano, con el fin de corraborar la contradiccoria influen- cia de la lustracién en este proceso. Palabras clave: Hustracién, independencia hispanoameri- cara, novela histérica hispanoamericana, siglo XVIII hispanoamericano. ABSTRACT: The aim of this paper is to revise the historiographic and literary debates genera ted by the ideological character of the Latin-American Independence. There are three basic perspectives regarding the influence of the Enlightenment in the emancipation of the former Spanish territories overseas: the two traditional standpoints based on either a progressive or conservative understanding of the ideological side of the Independence, and.a third group of historians who, following the «New History», have denied any ideological interpretation ofthe Independence, The final part of this paper considers the Antillean historical counter- point, in order to illustrate the contradictory influence of the Enlightenment in this process. Keywords: Enlightenment, Latin-American Independence, Latin-American historical novel, the 18th century in Latin America. La amplia tradici6n historiogréfica ocupada de la influencia de la Iustracién en la independencia hispanoamericana puede separarse en dos tendencias definidas por su filiacin ideolégica identiticable con las posturas progresista y conservadora, Por su Cuadernos de Hustracion y Romanticismo.— BiBLID ; 1132-8304(2006); n° 14; 283-299 284 Iusiracién ¢ independencia hispancamericana Cuad. fl. Rom, #4 (2006) parte, una tercera tendencia media entre ellas, pero no de acuerdo a un simple cardcter conciliador, sino para sustraer el fenémeno cmancipador de los estrictos factores ideol6gicos y devolvérselo, en su lugar, « la accién mucho mas difusa de las circunstan- . Asi, desde una posicidn que puede asimilarse a la «nueva historia»,' autores como John Lynch,? Mario Hernandez Sdnchez-Barba’ o Manfred Kossok* han apartado la Independencia del plano de las ideologtas, refiriéndose al proceso global en Hispano- américa. Por su parte, el estudio donde se perciben de modo explicito y concreto las reflexiones de cardcter mas general de los anteriores autores tal vez sea el de Alfredo Jocelyn-Holt Letelier, que se ocupa del caso chileno; un innovador estudio que ha reubicado, asi, un debate que el autor crefa pervertido por la accién mistificadora de las ideologias.® Por un lado, la version progresista ha invocado la Ilustraci6n, el Enciclopedismo y las revoluciones norteamericana y francesa de 1776 y de 1789 como antecedentes de la Independencia. Por su parte, la corriente conservadora ha negado o matizado esa influcncia ilustrada, aludiendo al replicgue tradicionatista de los criollos ante el Terror revolucionario francés, a su antiutopismo de casta blanca, opuesto a una prohibicién de Ja esclavitud y por lo tanto recelosa de los valores filantrépicos de la Declaracién de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789, 1793 y 1795), asf como al cardcter profundamente hispdnico de las rebeliones contra el poder real absolut, emparentadas con el pensamiento jesuitico de Juan de Mariana (1536-1624), Luis de Molina (1535- 1601) y Francisco Suérez (1548-1617). La tesis conservadora de una influencia hispdnica y tradicionalista en la Independen- cia hispanoamericana no fue la primera en proponerse. La gran escuela moderna de historiadores del siglo XIX, «ligados, aun sin saberlo, al siglo XVII» y que orientaron. sus tesis «hacia un inevitable determinismo condenatorio respecto al pasado que desea- bau borrar, como afirma Mario Hernandez Sanchez-Barba,” encontré comp tcorfa més factible una influencia causal de] utopismo ilustrado. Apoydndose cn las palabras de ' Para up estudio de las aportaciones de esta corriente historiogréfica desde la década de los setenta, vid. Jacques Le Goff, Roger Chartier y Jucques Revel (dirs.), La nueva historia, Bilbao, Mensajero, 1988. ? Vid. John’ Lynch, «E} pensamiento politico dela Tlustracién y su influcncia en Ia Independencia hispanoamericanan, en Hispanoamérica, 1750-1850. Ensayos sobre la sociedad y et Estado, Bogots, Universidad Nacional de Colombia, 1987, pp. 49-70. *Yid, Mario Herniindez. Sinchez-Barba, «Los origenes de la emancipuci6n americana. Las buses sociales € ideoldgicus de lu emancipacigns, en Historia de Espaia, tomo XXXI, volumen If, Madrid, Espasa-Calpe, 1988, “Vid, Manfred Kossok, «Notas acerca de ta recepciGn del pensamiento ilustrado en América Latinas, en Alberto Gil Novales (ed.), Homenaje a Noe! Salomon: Hustracién espaitola e independencia de América, Barcelona, Universidad AutGnoma de Barcelona, 1979, pp. 149-1517 3 Vid. Alfredo Jocelyn-Holt Letelies, La Independencia de Chile. Tradicién, Modernizacion y Mito, Suntiago de Chile, Planeta / Ariel, 2001 © Hernindez Sénchez-Barba, op. c posturas historiograficas. i, p. 738. En este capitulo se avanza, ademés, una s{ntesis de-ambas Cuad, Hl. Rom, 14 (2006) Eduardo San José Vazquez 28S. algunos préceres, dicha escuela concluy6 que habian sido ideas como las de la dignidad de los hombres, la kantiana mayoria de edad de los pueblos y el igualitarismo inscrito en el contrato social rousscauniano las que habfan fraguado Ia resistencia criolla al poder imperial. Si bien harfa falta obviar la posterior cautela idcolégica y constituciona- lista del Libertador, bastaria con creer que las palabras de Bolivar sobre un nuevo orden social, en su discurso al Congreso de Angostura, encontraron efectiva realizacién: Un gobierno republicano es lo que Venezuela ha lenido, tiene y debe tener. Sus principios deben ser la soberania del pueblo, la divisi6n de los poderes, la libertad civil, la proscripcién de lu esclavitud, a abolicién de la monarqufa y de los privilegios. Necesitemos ln igualdad para refundir, por decirlo asi, en todo, tus clases humanas, fas opiniones politicas y las costumbres pablicas.” De acuerdo con la tesis progresista, la anarquia y el reaccionarismo caudillista subsiguiente, tras el periodo de las guerras civiles, se habria debido al inevitable sustrato de siglos de colonialismo espafol. La tesis no implica la tendencia progresista de todos quienes sostuvieron este orden de conclusiones, de alii que resulte problematico califi- carla como una escuela o corriente, ya que los autores sdlo se agrupan por su interpreta~ cién de las intenciones rupturistas y ut6picas de los emancipadores. Este es el caso singular de ios padres de la gran escuela liberal chilena, Benjamin Vicufia Mackenna y Diego Barros Arana," 0, aiin més claro, el caso de Marcelino Menéndez Pelayo, quien atribuyé la «pérdida de América» al efecto de las «semillas de impiedad» ilustrada y a la influencia de la francmasoneria.? Francois Lopez ha contextualizado, sin embargo, la tesis progresista en pleno siglo XX, sobre todo a partir del socialismo marxista, refiriéndose a Pierre Chaunu y a German Ascinicgas, con sendos ensayos de estos dos autores en 1963 y 1964, Para éstos, el continuismo hispénico que terminé imponiéndose en las distintas republicas dejarfa pendiente hasta hoy la realizaci6n del sentido auténtico de las revoluciones de Independencia. De este modo, Arciniegas sostiene, con algunos matices, que «si la conquista de América es una consecuencia del Renacimiente, el fin del régimen colonial es una consecuencia de la Ilustracién»."! Para el autor venezolano, «decididamente, en 7 Simén Bolivar, «Discurso pronunciuclo par el Liberlador ante el Congreso de Angosturs el 15 de febrero de 1819, dia de su instalucién», en Discursos, proclanias y epistolarto polttico (Mario Hemindez Sénchez- Barba, ed,), Madrid, Editora Nacional, 1975, p. 228 * Vid. Benjamin Vicuiia Mackennis, Relaciones histdricas, Santiago de Chile, Rufuel Jover, 1878; Diego Barros Aruna, Historia jeneral de Chile, tomo VI, Santiago de Chile, Rafael Jover, 1886. ” Vid. Marcelino Menéndez Pelayo, «lnfluencia de lus Sociedades secretas en li pérdida de Américun, en Historia de los heterodoxos espaioles, VI (Brique Sanchez Reyes, ed.), Madrid, CSIC, 1948, pp. 159-164. ' Frangois Lopez, «llusicacién e Independencia hispancamericana», en Gil Novales, op. ci, pp. 289-297. Bl articulo ¢s critico con fa ideu de una vinculacién causul entre Uustracidn e Independencia. "'Genmnén Arciniegas, «La lustracién en Latinoumérican, en WV. AA., Mélanges a ia ménoire de Jean Sarrailh. Tome }, Puris, Centre de Recherches de I'lnstilut d'Etudes Hispaniques, 1966, p. 29. 286 Ilustraci6n e independencia hispanoamericana Cuad. I, Rom., 14 (2006) el fondo de todos [los patriotas] habia cl candor de las utopias».'? Por lo mismo, «la cortiente era ya avasalladora, y la idea del Contrato Social, en su interpretacién revolu- cionaria, resultaba demasiado grata a los ofdos del pueblo y de los mas avanzados lideres de la Revolucién»."* En definitiva, la tesis fundamental de Ja corriente progresis- ta acerca de la Independencia le atribuye a ésta una intencién de ruptura total con el pasado espafial, una idea sostenida a menudo como eco de las interpretaciones de los propios actores del periodo y amparada a veces en los datos de difusidn bibliografica de los ilustrados europeos en Hispanoamérica, como hace Boleslao Lewin," 0 en el rastreo positivo de los cxpedicntes de la Inquisicién que revelan una inquietud oficial por la propagacién de las ideas iluministas on Indias, como ba estudiado José Carlos Rovira en el caso novohispano"’, pero que, a pesar de sus razones, sc trataria, de acuer- doa Jocelyn-Holt Letelier, de una «opinién» que «icnde a encubrir la pasividad intrin- seca del fenémeno independentista».6 Entrado el siglo XX, el péndulo historiogréfico se desplaz6 en general a la escuela tradicionalista. Como en el caso de la tesis progresista, esto no implica por necesidad una ideologia conservadora por parte de los historiadores. Autores como Joseph Pérez, Francois Lopez, Bernard Lavalle, Mario Géngora, Jacques Lafaye, Luis Navarro Garcia, José Carlos Chiaramonte 0 Tulio Halperin Donghi”” reaccionaron contra la elementalidad histariografica de vincular cl racionalismo emancipatorio ilustrado con la emancipacién politica de Hispanoamérica."* Por su parte, esta tendencia historiogréfi- ca reconoce la importancia entre los criollos de factores anti-ilustrados, 0, en su caso, e] uso continuista de os elementos reformistas. Para estos autores, los patriotas habrian identificado ef iluminismo dieciochesco y la politica reformadora con la fuente de su marginacién més acusada desde la Conquista: la de los tiltimos tiempos del Antiguo Régimen, cuando el centralismo y cl absolutismo regalista habjan conseguido restarles notables privilegios a los criollos; was prerrogativas en las que 1a Corona identificaba " ibid, p. 38. bid, p. » Vid. Boleslao Lewin, Rousseau en ta independencia de Latinoamérica, Buenos Aires, Depalme, 1980. 'S Vid. José Carlos Rovira, Varia de persecuciones en el XVIII novohispano, Roma, Bulzoni, 1999. 4 Jocelyn-Holt Lelelier, op. ci, p. 328. 7 La tesis de estos dos ditimos no carece, sin embargo, de serios matices, que en su caso han alimentado una dilatada polémicu historiogréfica sobre el signo ideol6gico de {a revolucién rioplatense. Para un estudio a propésilo, vid, Gustavo Henin Prado, «Las fuentes ideolégicas de la Revolucién rioplatense: ef debule hisloriogrifico», Cuadernos de Estudios del Siglo XVEIl, n° 15 (2005), pp. 175-207, "* José Carlos Chiuramonte ha destacado wna contiente secundaria dentro de esta interpretaciOn: la de los ‘autores que, al rechazur una conexién inmediata enlze la HustruciGn y la Independencia, defienden el curécter criollo de las fuentes ideol6gicus de la Independencia. De este modo, Mariano Picén Salas y A. P. Whitaker sostienen que Iu llustracién en Hispanoumérica fue una consecuencia y no una causa de la Independencia, Chiasamonte critica este modo de interpretar sin tener en cuenta las deudas eusopeas del liberalismo hispanoamericano. Vid. José Carlos Chiasamonte, «Prélogo» Pensamiento de ta Mustracién. Economia y sociedad iberoamericanas en el siglo XVIII, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979, pp. XU-XIV y XX. Cuad. Il, Rom., 14 (2006) Eduardo San José Vazquez 287 ‘no tanto un riesgo separatista como el inmovilismo y la ineficiencia gestora del pasado. Por esta causa, en el iltimo tercio del siglo XVII los criollos invocaron los fueros del acervo hispénico y las doctrinas jesuiticas que permitfan al pueblo sublevarse contra el poder real, aunque fuera a través de sus consejeros o validos, con la férmula «buen rey y ma} gobierno», Asi lo nota Joseph Pérez, al recopilar el texto de la proctama de los comuneros de Mérida (Venezuela) en 1781, que concluye: » Jaine Byzagui 2000, p. 106. Vid. Daisy Ripodus Ardanaz, Refraccidn de ideas en Hispanoamérica colonial, Buenos Aires, Ediciones Cullurales Argentinas, 1983. » Virginia Gil Amate, «De espafoles a americunos: vaciantes del criolismo en el siglo XVII», Arrabal, af 1 (1998), p. 24. , Ideario y ruta de la emancipacién chilena, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 292 stustraci6n € independencia hispanoamericana Cound. ft, Rom, 14 (2006) americanos con la Peninsula, tal como cra proclamada por las leyes, pero que en la practica politica contrastaba con una relaci6n jerarquizada entre la metrépoli y unos dominios americanos a los que, por primera vez a lo largo del siglo XVIII, Llegé a considerarselos con el titulo oficioso de «colonias».* Frangois-Xavier Guerra ha deslacado que este nuevo litulo colonial de las Indias comienza a advertirse en los designios descentralizadores del Conde de Aranda.®* Permitir la relativa emancipacién administrativa de los territorios americanos, uniéndolos, sin embargo, a la Corona espafiola bajo una especie de anticipada Commonwealth borbénica, habia sido la propuesta de Aranda, en su Exposicién al rey Carlos II sobre la conveniencia de crear reinos independientes en América (1783), ya que «amés han podido conservarse por mucho tiempo —dird Aranda— posesiones tan vastas, colocadas a tan gran distancia de la metrpoli»2* La idea de Aranda, descartada en la Corte aun antes de la caida en desgracia del ministro, se inspiraba en un hecho como la paridad de Jos tertitorios, que, no en vano, figuraba en la letra legal desde los primeros tiempos de la Conquista. Todavia ¢l Decre- to de Cortes fechado el 15 de octubre de 1810 continuaba subrayando el hecho de que, desde su anexién a la Corona de Castilla y hasta los Ultimos dias del Imperio, los territorios americanos se constituyeron como un reino mas en igualdad con la Peninsula: «Los dominios espatioles de ambos hemisferios forman una misma y sola Monarquia, una misma y sola Naci6n y una sola familia, y que, por lo mismo, los naturales que sean originarios de dichos dominios europeos 0 ultramarinos son iguales en derechos a los peninsulares».2” No obstante, ante las instancias metropolitanas aparecia con claridad el resultado de la ecuacién entre la gran distancia geografica y cultural y la paridad legal, cuya aplica- cién no apuntaba sino hacia la desmembracién del reino. De aqui que la critica ilustrada de la realidad americana tendiera a menudo la prudencia politica, y auna la autocensu- ra, entre los autores criollos que decidfan dirigir a las autoridades virreinales o a la Corte «anemoriales» y «represcntaciones» donde exponfan los perjuicios que les causaba * Asi os denominan Campomanes en 1788, y Jovellunos, en 1789. Ibid, p. 25. Las Indias nunca iuvieron, sin embargo, el estatuto formal de colonias, descarludo desde el inicio, con el desechado proyecto de Colén que prelendta reproducir el sistema portugués de las fuctorfas africunas, Las Indias no eran sino parle de la ‘Monarquia; si en la Iegislacion indiana se habla de colonias, se hace en el sentido de poblacidn, y no en el de tun sistema de colonato. Vid, Ricardo Levene, Las Indias 10 eran colonias, Madrid, Espasa-Calpe, 1973. Para un estudio sobre el proyecto de las factorias ultramarinas de Col6n, vid. Frunk Moya Pons, Después de Colén Trabajo, sociedad y politica en la economia del oro, Alianza, Madrid, 1987. Vid. Frangois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispdnicas, Madrid, MAPERE, 1992, pp. 80-82. * "Vid. José’ A. Ferrer Benimeli, «Politica americana del conde de Aranda», Cuadernos Hispanoamericanos, Los Complementarios / n* 2 (diciembre de 1998), p. 80. * Citado en Gil Amute, op. cit, p. 25. Cuad, H, Rom., 14 (2006) Eduardo San José Vazquez 293 clordenamiento econdmico vigente.** Por otra parte, la distancia con la metrépoli servia también para que dichos autores se acogiera.a los privilegios derivados de ser conoce- dores directos de la idiosincrasia americana y no rcesultar facilmente influenciados por el prejuicio fordneo. En relacién con este aspecto, podria suponerse que el hecho de conceptuar ciertas politicas hispanoamericanas como conservadoras o progresistas significaria ignorar que esa clasificacién responde al punto de vista posterior de unas ideologfas pensadas para calificar el contexto europeo, ¢ implicarfa, incluso, un desco- nocimiento del contexto histérico semejante al que constituia una preocupacién durante ¢l Virrcinato. Asi, Mario Hernandez Sanchez-Barba ha preferido observar el fendmeno de la emancipacién americana desde un triple punto de vista que evita utilizar los esguemas ideolégicos de interpretacién: analiza los hechos y personajes desde el espacio, desde el tiempo y, lo que es més novedoso, desde la experiencia humana. ‘Sénchez-Barba sosticne que, més atin que cualquier consigna idealégica, ¢l resentimicn- to y el rechazo psicoldgico creados entre los criollos por la creciente inmigracién de extranjeros y peninsulares, ast como la nueva rivalidad suscitada en los terrenos de la carrera funcionarial, la economfa ¢ incluso cl amor, sirven para comprender mejor las reacciones hist6ricas al reformismo centralista en Hispanoameérica, antes que cualquier interpretaci6n de tipo idealista. Asi, repara en las impresiones americanas de Humboldt eneste mismo sentido, para, a partir de ellas, notar la existencia de toda una «sociologia de! menosprecio».” Desde este punto de vista, afin a los planteamientos de las corrientes de la nueva historia, el relato hist6rico de la Independencia ha conseguido incorporar nuevos elementos que en muchos casos parecerian ajenos a la ciencia historiografica, con el fin de ofrecer una version a menudo controvertida y menos integral del significado ideol6- gico del siglo XVIII hispanoamericano. En el mismo sentido, y haciéndose eco de esta larga polémica en varios capitulos de su estudio, la historia de la independencia chilena de Alfredo Jocelyn-Holt Letelier constituye la aplicacién mds concreta de las nuevas corrientes, al emprender su analisis desde los condicionantes de las politicas de familia, un factor tan importante en Chile que se ha trasladado a la historia més reciente del pais. No sélo la historiografia, sino también la literatura se ha convertido en una fuente habitual de reflexiones sobre la ideologia de la Independencia. En este sentido, ta novela histérica donde sc puede apreciar una amplia traslacién de las conclusiones del estudio de Jocelyn-Holt es £1 Suerio de Ia Historia (2000), del chileno Jorge Edwards. En ella, el escritor compara el paso del Antiguo Régimen al Liberalismo con el periodo de la reciente transicién democritica chilena, con el fin de advertir sobre los riesgos de % Vid. Chiaramonte, op. cit, pp. XXU-XXIIL. % Hernandez Sénchez-Barba, op. cit., p. 771. 294 Hustracién e independencia hispanoamericana Cuad. tl, Rom., 14 (2006) emprender un cambio hist6rico desde premisas eminentemente ideolégicas, asi como con a intencién de prevenir el utopismo de tabla rasa que pretenda suprimir los actuales marcos institucionales de convivencia.” Ilustracién e Independencia: el expresive contrapunto de las Antillas. Ahora bien, la pertinencia de la polémica historiografica acerca del caracter progre- sista 0 tradicionalista de la Independencia termina de volverse retorica en el contexto emancipatorio de las Antillas, ya que su relacién cronolégica con la Ilustracién es mas remota. Es cierto que Haiti consiguié su independencia politica formal en 1804, pero, entre los territorios hispanicos de Ia zona, la Reptiblica Dominicana obtuvo la suya en 1865, mientras que Cuba tuvo que esperar hasta 1901, después de la invasién norteame- ricana de 1898, y Puerto Rico nunca ha llegado a disfrutar de la plena soberania, La historia de las independencias antillanas muestra atin mas a las claras el imperio de las circunstancias y la relativa accién de los esquemas ideolégicos del momento. Por un lado, la independencia haitiana, tal como mostrara en su estudio de 1938 C. L. R. James, pone en evidencia los esquemas ideolégicos de interpretacidn, que apenas atendian a las particularidades de Jas relaviones raciales que realmente subyactan bajo las charreteras napolesnicas de Toussaint y la fraseologia jacobina de Dessalines."' En el campo de la literatura, Alejo Carpentier se apresuré a destacar este hecho en su novela El reino de este mundo (1949), desatendiendo significativamente a lo largo de toda su obra la independencia de su propio pais, cuyo desenlace, con la invasion esta- dounidense de 1898, quizas no juzgé edificante. En E/ siglo de las luces (1962), Car- pentier continué apuntando el carécter retativamente verndculo del independentismo caribefio, atendiendo al hito haitiano, con tanta frecuencia postergado en los relatos tradicionales de la historiograffa criolla, en comparacién con las posteriores revolucio- nes continentales, Rn la novela, durante la discusién que mantienen en su destiesro en Cayena el jacobino Billaud-Varennes y cl suizo Sieger, éste mantiene que «odo lo que hizo la Revolucién Francesa en América fue legalizar una Gran Cimarronada que no cesa desde e! siglo XVI. Los negros no los esperaron a ustedes para proclamarse libres un nitmero incalculable de veces». * Vid. mi estudio La memoria posible. «El Sueito de la Historia», de Jorge Edwards. Hustracién y icién democrdtica en Chile, Oviedo, Servicio de Publicaciones de Ja Universidad de Oviedo, en prensa. Vid. C. 1, R. Jumes, Las jacobinos negros. Toussaint L'Ouverture y la Revolucién de Haitl, Madrid / , Turner / Fonda de Cutiurs Econdmica, 2001. Alejo Carpentier, BT siglo de las fuces (Ambrosio Fornet, ed.), Madrid, Alianza, 1989, pp. 301-302. Los aspectos de la hipocresta humanilaria de tu Revalucién Francesa hacia ta politica colonial de In Repiblica han sido unulizados en un ensayo por José Antonio Marina, Sc trata de una picza de pedagogia politica en forma de relato ficcional sobre lus inftuencias entre la Revolucién Francesa y e) colonialismo. Son interesantes los -capftulos en que recrea las dobleces de los jacobinos respecio a las reclamacianes de los negras de tus colonias Me Cuad. It, Rom., 14 (2006) Eduardo San José Vazquez 295 El hecho de que esas cimarronadas sean «incalculables» no deja de afiadir otro dato més para sciialar Ja insuficiencia cic la crénica historiografica a la hora de enfrentarse ala comprensién del contexto revolucionario. Por otro lado, la aparente resistencia de los tertitorios antillanos hispanicos a acoger las revoluciones que iban camino de triunfar en el Continente se explica por factores circunstanciales, en los que la ideologia apenas es de utilidad. Monelisa Lina Pérez-Marchand destaca la influencia en cl fidclis- mo de las Antillas de los trasterrados realistas, desplazados en grandes masas a Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, asf como la dificultad que habrian encontrado los patriotas para emprender en un territorio tan exiguo una guerra de guerrillas 0 para defenderse en él de las represalias rcalistas. Por otra parte, existia otro obstéculo que se oponia a la revolucién: el bajo clero del Continente, que habia apoyade a los revolu- cionarios, estaba compuesto a menudo por criollos, como en el caso de Miguel Hidalgo; pero en las Antillas hispanicas casi todos ellos eran peninsulares y proespaiioles.4 Durante el siglo XVII apenas sc registran en las Antillas rebeliones de importancia que no tuvieran una justificacién meramente circunstancial, como la revuelta de 1717 de los productores cubanos de tabaco contra el monopolio del estanco estatal, 0 la sublevacién de 1795 de los esclavos del rey en las minas de cobre cubanas. Las hostili- dades més preocupantes para la Corona en el 4rea habrian de venir de las invasiones Trancesas y haitianas sobre las fronteras de la mitad espafiola de Santo Domingo.** Aun asi, hubo varios intentos posteriores por la emancipacién, con una autojustificacién de tintes ideolégicos: en Cuba, el primer movimiento para la independencia completa fue el del masén Roman de la Luz, en 1809, pero, sin embargo, fue sofocado por la propia presidn interna de los criollos azucareros. Hugh Thomas ha recogido el intento de Simé6n Bolivar de organizar en 1825 una expedicién maritima hacia las Antillas, que habria comandado el general Péez. Para Thomas, el hecho de que Estados Unidos se hubiera pronunciado en contra de la posibilidad de que Cuba y Puerto Rico se indepen- francesus, Partiendo de los undlisis de J. A. Suco y C. LR. Jumes, Marina sefiala también la hipocresia esiralégica del abolicionismo inglés, mas preacupudo por debilitar os recursos caloniles de su rival y por ‘uprovechur la mayor rentabilidud de los jomaleros, Vid. José Antonio Marina, Los sueios de la razdn. Ensayo sobre ia experiencia politica, Barcelona, Anagrama, 2003. ® Monelisa Linu Pérez-Marchand, Historia de las ideas en Puerto Rico, Sun Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueiia, 1972, p. 25. Hugh Thomas ha aportudo tos datos del gran éxoxlo de estos eemigrados» de Ia revolucids hispanoamericana. Kinire 1810 y 1826, leguron s6lo a Cuba veinte mil reulistes. Mas tarde, llegaron lambién desde Florida, vendida a Estados Unides en 1819, y desde Luisiana. Vid. Hugh Thomas, Cueba. La fucha por ia libertad, Madrid, Debute, 2004, p. 97. A a influencia de este éxodo cabe uiadir la de los emigrados frunceses y espafioles de las dos mitades de Santo Domingo, que fueron llegurdo paulatinamente 4 Culp y Pueto Rio tras la evoluion de 1791, fem. * Vid, juana Gil Bermejo, «Las grandes Antillas hacia 1776», en VV. AA., Hispanoamérica hacia 1776 (Actas de ta «Mesa redonda sobre ta América Hispaua en 1776x), Mudrid, lnstituio Gonzalo Fernéndez de Oviedo / ICl, 1980, pp. 111-118. Se pueden afiadir las rebeliones cubunus de 1721 y 1723, por parte de hhucendados y frailes productores de labaco, contra los impuestos del estunco. 296 tlustracién ¢ independencia hispanoamericana Cuad. 12. Rown., 14 (2006) dizaran de Espaiia no constituye una excusa para que la expedicién nunca pasara de una hipétesis: ni Hstados Unidos tenia un gran potencial militar entonces, ni esto hubiera amedrentado los impetus revolucionarios de los patriotas que venian de vencer en el Continente, Las razones para que Bolfvar se retrajera fueron las nulas posibilidades tActicas de derrotar al general Vives, asi como el escaso apoyo para la causa entre los criollos blancos insulares,*® Apropésito de esta negativa criolla, es necesario puntualizar el papel contradictorio que descmpeiié Ia Ilustracién en esta actitud de inhibicién independentista de la pobla- cién blanca antillana. Las politicas de «modernizacién» en Cuba, mas que de moderni- dad, hicieron posible un desarrotio sin igual de 1a industria azucarera, apoyada en la esclavitud, El cubano Francisco Arango y Parrefio fue el protagonista mas destacado de ese proceso hist6rico. Influido en Madrid por los argumentos de Jovellanas y de Cam- pomanes sobre el comercio, Ja industria y la reforma agraria, Jos iltimos afios de la década de 1780 los pasé Arango realizando un estudio sobre las causas para que las colonias inglesas y francesas produjeran més azticar a un costo menor, y en 1788 visité también Inglaterra para estudiar sus métodos en el trafico de esclavos.*” Al estallar Ja Revolucién Haitiana, Arango percibié a postbilidad de aprovechar las experiencias de su estudio, reemplazando cn el mercado internacional la extinguida oferta productiva de los cultivos de Saint Domingue, que habfan quedado arrasados. Bl resultado fue su Discurso sobre ta agricultura de La Habana y medios de fomentarla (1792), clevado a la Corte con inmediato resultado. Arango pidié privilegios de toda suerte para el azticar, que en las décadas siguientes sustituy6 la economia de diversificacién con predominio de los cultivos tabacaleros en Ja que se sustentaba Cuba. Sin embargo, como inwestra de las aspiraciones hegeménicas que adquirié la burguesta azucarera de la Isla, * Vid. Thomas, op. cit., pp. 108-110. * Las demandas de Arango por Ia supresi6n de! monopolio del tabuco ¥ por 10s privitegios sobre el cultivo det uriear venfan, sin embargo, de largo y no carecian de éxito. Por eso, 1a causa inmediata de su estancia en Madtid fue obtener le prérroga de una concesi6n pura la introducei6n libre de negros en Cuba, dada en 1789. Vid. Ramiro Guerra, Manual de Historia de Cuba. Desde su descubrimieuto hasta 1868. Primera Parte, La Habana, Editorial Pueblo y Educacién, 1987, pp. 201-203. # Las circunstancias hist6ricas en que sc desenvolvi6 Arango han sido abordadas por el cineasta cubano ‘Vomés Gutiérrez Alou ca su largometraje La dltina cena (1976). En ella, se ocupa dct avge de la economia anucarera en Cuba después del colupso de Saint Domingue, y recrea fas contradiciorias influencius de fa ustracién y de las doctrinas sociales de! Cristianismo en la abolicion de la esclavitud. En cuanto a la uctitod dde Arango, de Saco y del resto det reformismo liberal cubano hacia la esclavitud, su posicign no dejé de ser igualmente hipScrita y previsora. Tras haber promovido el comercio de esclavos y la introduccién musiva de negros, Arango defendi6, como Saco, el [in del trfico de esclavos, advirtiendo de in necesidad de eblanqueure Ja poblacién insular, alarmado por la rebeliGn negra de 1795 en Cuba. No obstante, su verdadera inquietud era que el comescio negrero estaba en manos peninsulares. Vid. Michéle Flourel, «llustracién y esclavitud en Cuba. El teslimonio de la condesa de Merlin sobre la esclavitud en Cuba a mediados del siglo XIX», en Gil Novales, op. cit, pp. 265-271, Bibiano Torres Ramirez, «La trata negrera en Hispanoamérica durante los atios de la Independencia norteamnericanay, ew VWAA, Hispanoamiérica hacia 1776... pp. 25-30; Thomas, op. cit, PP- SLY 141-146, Cuad. It, Rom, 14 (2006) Eduardo San José Vazquez 297 Arango continu6 observando los escasos réditos obtenidos del azGcar cubano. Asi lo reitcra cn 1809, en su Informe det sindico, donde se pronuncia a favor de una mayor liberalizacién arancelaria, encabezando ahora sus demandas con un epigrafe del Informe en el expediente de Ley Agraria, de Jovellanos.” La riqueza derivada del rapido desarrollo de la industria azucarera fue la causa que motivo, para Hugh Thomas, el nacimiento de una actividad intelectual en La Habana, germen de! sentimiento nacionalista en la Isla, Para Thomas, esta actividad intelectual wescasamente merece ser conocida como la “gran Ilustracién”»,®? pero condujo, en cambio, a un conocimiento més perfecto de las posibilidades econémicas de Cuba, lo que a la postre provocé el surgimiento de una conciencia nacional alentada por los intereses de la poderosa «sacarocracia» del occidente y centro de la isla. No obstante, tal como sefiala Thomas, si la burguesfa ilustrada fue crucial para la formacién de una actividad intelectual, asi como para la vinculacién de casi todo el territorio insular a un gran proyecto econémico de modernizacién y para la percepcién de la suficiencia econémica de Cuba, esto se hizo, sin embargo, bajo la necesidad de conservar la dependencia metropolitana, que, para esta sacarocracia, oscil6, segtin las conveniencias, entre el sentimiento hispanéfilo y el anexionismo a los Estados Unidos. Ademés, esta modernizacién se hizo a costa de los intereses y de las ticrras de los ganaderos y de los propietarios de otros tipos de cultivos, como tabaco, café o afiil. Por este motivo, fue la empobrecida oligarquia agricola y ganadera de las segiones del Oriente cubano la que enarbolé !a bandera del nacionalismo independentista, y pretendié que la esencia de la «cubanidad» se representara en su causa; un resorte dialéctico que, de hecho, puede seguirse tanto en la procedencia geogrdfica y social como en cl discurso inicial de diversificacién econémica de Fidel Castro. Como en cl caso de Puerto Rico, los campesinos y ganaderos del interior se plegaron a posiciones refractarias a la modernidad colonialista de los hacendados liberales. A medida que éstos hacian mas evidente su deseo de que Cuba ingresara como un Estado mas de la Uni6n para facilitar las relaciones comerciales de todo tipo con los estados surefios y liberarse de los aranceles, las regiones del Oriente se situaron en una posicién dileméti- ca entre el hispanismo cultural y el independentismo. La Guerra de los Diez Aftos (1868-1878), iniciada por algunos de los hacendados orientales que mas tarde se destacarian como Iideres de Ja rebelién de 1895, como Antonio Maceo y Maximo Gomez, y dirigida desde e] Levantamiento de Bayamo por el padre del independentista Carlos Manuel de Céspedes, del mismo nombre, lleg6 a Vid, Francisco de Arango y Partefo, «lnfarme del sindico en el expediente instruido por el Consulado de La Habuna sobre los medios que conviene proponer para Sacar ta agricultura y comercio de la Isla del apuro en que se hallan», en Chiuramonte, op. cit pp. 249-301. "Thomas, op. cit, p. 83. 298 Mustracibn e independencia hispanoamericana Cuad. Il, Rom, 14 (2006) establecer un gobierno independicnte en la mitad oriental, al tiempo que solicitaba la ayuda de Estados Unidos, Estos, por su parte, aunque anhelaban la asimifacién de Cuba, ho eran favorables a una guerra, que destruirfa los cultivos de azicar, y preferfan que al Isla mantuviera la dependencia colonial de Espaiia antes que alcanzara una emanci- pacién que pudiera dafiar, como sucedié en Haitf, sus intereses comerciales en la zona. No obstante, los rebcldes del Oriente dieron un «bandazo hacia el absolutismo revolucionario» que habria de culminar en el levantamiento de 1895, intentando repre- sentar la causa de la abolicién y fa independencia neta.®' A partir de este momento, y hasta la actualidad, la «ilustrada» economia azucarera ha sido objeto de la denuncia nacionalista no exenta de fatalismo histérico, tomandola como un elemento alienante para el pueblo y un argumento econémico para la dependencia politica de la Isla. De este modo, la gran apuesta modernizadora de la reforma ilustrada en Cuba, que fue el azticar, termina mostrando sus contradicciones historicas en las relaciones que establece con la intelectualidad nacionalista, hasta el extremo de que Fernando Ortiz ha llegado a invertir la premisa inicial de Arango, sosteniendo que de la Isla, constituyé en Cuba un largo argumento para cl asimilismo de diverso signo, Pero se puede ver que, al mismo tiempo que la economia azucarera demandé un orden de estabilidad colonial, descubrié, sin embargo, las posibilidades de una economia sobera- 3 tbid., p, 201. $*Revnando liz, Contrapunteo cubano del tabaco ye aaicar (Enrico Mario Sant .), Madrid, Cited, 2002, p. 144. La tesis de Ortiz resume la contradictoria funci6n de la llustracién wzucarera de las Antillas: por un lado, su ufirmacién més escandalosa es que «cl azdcar no es cubano», mientrus que, por otra parte, Ortiz se hace eco de fa frase repetida popularmente desde comienzos del siglo XIX en la Isla: asin azticur no hay pais» (vid, Enrico Mario Santi, «lntroduccién» a Ortiz, op. cit, p. 67). El debate hist6rico entre el uatiear y el abaco es un t6pico estable de la cultuea cubana. Constituye la tesis de Ramiro Guerra en Azéicar y poblacién en Las Aniltas (1927), en la que critica Ia dependencia de los ciclos econémicos extrunjeros que impone el aziicar a Cuba y defiende lu diversificacién econémica como condicién para una independencia sustancial Partiendo de los anilisis de ambos, Antonio Benitez. Rojo restituye los términos del debate para un anzlisis del totalitarismo en Cuba, En La isla que se repite (1998) anilliza las Consecuencias politics del absolutismo azucarero, creador de lo que, partiendo de lus tesis del marxista Moreno Fraginals, ha denominado como una sociedad convertida en «Plantaci6n». B) uziicar concibe la naci6n como una supercentral azucarera ¢ impone la homogeneidad sociall en torno a un ciclo productivo, un hecho que explicaria que Cuba casi nunca haya jadigo sustraerse de] modelo de gobierno militar % Citado en Thomas, op. cit, p. 78. Cuad. il, Rom, 14 (2006) Eduardo San José Vazquez 299 na de la Isla, que por primera vez. dejaba de ser una simple plaza militar dependiente de Jos situados que hasta hacia unas décadas habia recibido peridicamente desde México, y volvié absurda ta situacidn establecida por la Constitucién espafiola de 1812, que acogia y relegaba Cuba como una provincia més de la Peninsula. No en vano, los primeros estimulos hacia un autonomismo factible se pueden rastrear esporddicamente, con mayor o menor explicitud, en los escritos de los principales protagonistas del reformismo liberal, comenzando por el propio Arango.* En un sentido andlogo a estas consideraciones, puede observarse que la lectura hist6rica proyectada por la literatura antillana en castellano incide en la desidcologiza- cién de la Independencia que ya ensayara Alejo Carpentier. Asi la novela hist6rica de Reinaldo Arenas sobre la vida de fray Servando Teresa de Mier, E/ mundo alucinante (1969), 0 el ciclo narrativo del puertorriqueiio Edgardo Rodriguez Julié Crénica de Nueva Venecia, compuesto por las novelas La noche oscura det Nifto Avilés (1984) y El camino de Yyaloide (1984) y preludiado por su primera novela breve La renuncia del héroe Baltasar (1974), recogen los términos de esta larga polémica historiografica para retirar a la Independencia hispanoamericana su filiacién inmediatamente ideol6gi- ca, y devolver las causas de este proceso a factores mas dificilmente verificables por el relato histérico. % Vid. Guerra, op. cit, pp. 216-220.

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