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EL ZOO DEL SIGLO XXI / JILL PRICE / Una extraña enfermedad neurológica

permite a esta neoyorquina recordar todo lo que le ocurrió desde los ocho
años

La mujer que no puede olvidar


CARLOS FRESNEDA. Corresponsal

NUEVA YORK.- Imagine lo que sería vivir sin poder olvidar. Despertar por
la mañana, asomarse a la ventana y ver reflejado en el cristal lo que
hizo ayer, anteayer y todos los días de su vida. Oler el café y sentirse
transportado a 100 lugares y fechas distintas. Quedar atrapado en el
laberinto de los recuerdos. Vivir con un pie eternamente en el pasado.

Algo así le ocurría a Ireneo Funes, el memorioso personaje de Borges, y


algo parecido le sucede a Jill Price, 42 años, diagnosticada con el
síndrome hipertiméstico, dotada de una prodigiosa memoria
autobiográfica que le permite recordar todo lo que le ocurrió desde los
ocho años.

«Sé muy bien lo tirana que puede ser la memoria», escribe Jill Price en
La mujer que no puede olvidar, el libro que nos invita viajar al fondo
inextricable de su cerebro. «Mi vida discurre como en una doble
pantalla... y en una de ellas estoy viendo, como si fueran vídeos
caseros, las escenas de todos y cada uno de los días de mi vida».

El neurólogo James McGaugh, que lleva ocho años estudiando su caso,


da fe de la rara habilidad de Jill Price, compartida por otros dos casos
recientes, Brad Williams y Rick Baron. McGaugh asegura que tiene a
otra media docena de candidatos en observación. Entre las hipótesis
que barajan los neurólogos están el desarrollo anormal de alguna parte
del cerebro, el efecto de algún episodio traumático o a alguna
peculiaridad de los circuitos neuronales responsables de seleccionar y
recuperar los recuerdos.

Pregúntenle a Jill Price qué ocurrió el 3 de octubre de 1995. Le dirá que


era martes, que dieron el veredicto de O.J. Simpson y que fue a visitar a
su hermana. Pregúntele por Elvis Presley y le dirá que también murió un
martes (16 de agosto de 1977). El tres de mayo de 1991 emitieron el
último episodio de Dallas, y aún hoy es capaz de recordar a qué hora se
fue a la cama ese día.

Todo lo vivido entre los 10 y los 34 años está convenientemente


registrado en montañas de diarios que llenan 50.000 páginas. Price
sintió desde muy niña la necesidad compulsiva de anotar los hechos
más insustanciales del día, pero no necesita volverlos a leer para
recordarlos. Los lleva grabados en su memoria implacable, y cualquier
detalle de la vida diaria puede disparar accidentalmente el mecanismo...

«Digamos que no puedo escapar del ayer, que vivo en una constante e
imparable sucesión de ayeres desfilando furiosamente por mi memoria».

Ahora bien, no le pidan que se aprenda un teorema o que recite una


poesía. El hecho de memorizar algo que no tenga que ver con su propia
vida le produce ansiedad; tal vez así se explica que fuera una estudiante
tirando a discreta. Su obsesión con el orden le viene de perlas en su
trabajo como administradora de una escuela religiosa, pero su condición
no le ha servido para destacar especialmente en la vida.

Sus padres la recuerdan como una niña difícil, sobre todo después del
traslado a Los Angeles con ocho años, el momento traumático de su
infancia. Su facultad para recordarlo todo se fue agudizando hasta los
14: «No sé por qué, pero a partir del 5 de febrero de 1980 lo recuerdo
exactamente todo».

Desde entonces, asegura, tiene registrados en la memoria día tras día.


Y aunque le gustaría ser capaz de olvidar como el común de los
mortales, la mera idea de que algún día le puedan arrebatar sus
recuerdos le provoca una tremenda ansiedad. «Cuando quiero sentirme
bien, siempre puedo rescatar los buenos recuerdos», asegura Price. «Lo
malo es que también soy capaz de recordar con gran nitidez las peleas
que he tenido con los amigos, las decepciones por las que he pasado en
la vida, los errores que he cometido».

Uno de los recuerdos más vívidos es el de la muerte de su marido, Jim.


Se conocieron por internet, gracias al neurólogo James McGaugh, y fue
el único hombre con el que logró superar su timidez y sus complejos. Se
casaron en el 2003 y murió dos años más tarde, de una parálisis
cerebral... «Recuerdo aún sus ojos abiertos e inexpresivos, como los de
una muñeca de trapo, cuando le encontré en la habitación».

Durante seis años, un equipo de científicos de la Universidad de


California en Irvine ha buceado en el cerebro de Jill Price y ha
atestiguado su incapacidad para olvidar. El trabajo con el neurólogo
James McGaugh y su propio viaje a los secretos de la memoria le han
hecho comprender mejor su peculiaridad. Su sueño, ahora, es «dejar de
ser prisionera de mi memoria para convertirme algún día en centinela».

LO DICHO Y HECHO

«Mi memoria funciona como escenas de vídeos caseros donde veo cada
día de mi vida»

1965: Nace en Nueva York. 1974: Empieza a desarrollar una inusual


memoria autobiográfica. 1980: Recuerda con nitidez lo que pasó cada
día de su vida. 1980: Siente la necesidad de registrar todo lo que hace.
Rellena hasta 50.000 páginas de diarios. 2000: Contacta con el
neurólogo James McGaugh. 2006: Se publica un estudio de su caso, un
síndrome hipertiméstico, en la revista Neurocase. 2008. Publica su
autobiografía.

1 ¿ Relacionas la identidad de Jill con el yo de Hume o el de Descartes? ¿ Por


qué?

2 Di qué hipótesis tienen los neurólogos para explicar su enfermedad.

3 Di qué suceso traumático marca el inicio de su extraña habilidad

4 Di qué ventajas e inconvenientes encuentras a la “habilidad” de Jill Price.

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