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LUCIANO GALLINO DICCIONARIO DE ABCDEFGHIJKLMN NOPQRSTUVWXYZ > siglo xxi editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 218, DELEGACKEN COYOACAN, 01310, MESCO.DF siglo xxi editores argentina, s.a. TUCUMAN 1621,7 N, CIOSOAAG. AUENOS ARES. ARGENTINA edicion al cuidado de alejandro reza portada de maria luisa martinez passarge primera edicién en espafol, 1995 tercera edicién en espaiiol, 2008 G siglo xxi editores, s.a. de cv isbn 968-23-1742-8 primera edicién en italiano, 1978 Eequnda edicién en italiano, revisada y corregids, 1983 © 1983, unions tipografico-editrice torinese, turin isbn $8-02-03850-3 titulo original: dizionario de sociologia derechos reservados conforme a fa ley ‘mpreso y hecho sn méxico/printed and made in mexico aburguesamiento del proletariado. v. OBREROS, C; PROLETARIZACION, C acclén social (al. soziales Handel action sociale; ing). social action; azione sociale) A. Secuencia intencional de actos con senti- do que un sujeto individual 0 colectivo (a menudo designado como “actor” o “agen: te”) Heva a cabo escogiendo entre varias al- ternativas posibles, con base en un proyecto concebido anteriormente pero que puede evolucionar en el transcurso de la misma a., con el fin de conseguir un objetivo. o bien de transformar un estado de cosas existente en otro estada mas agradable, en presencia de una determinada situacién (v:) —compuesta por otros sujetos capaces de a. y reaccién, normas y valores, medios y técnicas operati- vas utilizables para tal fin por parte de obje- tos fisicos—, la cual es tenida en cuenta conscientemente por el sujeto en la medida en que dispone de informaciones y conoci- mientos al respecto. El concepto de a. social ¢s histérica y analiticamente contrario al de comportamiento social (v.); uno y otro se en- contrardn en el concepto de interacelén (v:). B. Las razones, las causas, los motivos, el sentido de Ja a. humana, sus relacioncs con la voluntad y la responsabilidad, con las ne- cesidades y los deseos han sido estudiados en detalle por la filosofia desde los tiempos de Aristoteles (cf. Care y Landesman, 1968). Sin embargo, cs necesario llegar a la filoso- fia politica del siglo xvu para encontrar los primeros andlisis sistematicos dela relacién entre la a. humana, con sus diversas deter- minantes y caracteristicas, y la estructura de la sociedad, del gobierno, del estado, de 1 de una teoria de la a. social. Para Hobbes, la a. humana est4 guiada tinicamente por las pasiones, tiene como fin inmediato la con- quista del maximo poder, y para tal fin se sirve de los medios més eficientes a su al- cance, © sea la fuerza y el fraude. El inci- piente estado de guerra de todos contra to- dos que de ello deriva encuentra remedio solamente en un pacto social y cn la consti- tucién de un gobierno fuerte y soberano que monopolice el uso de la fuerza y castigue a los transgresores. Mas que en lu necesidad de una funcidn represiva por parte de un go- bierno, Locke puso el acento en el incentive de las ventajas que la asociacién, ¢l contrato social, proporcionan a cada uno, imputando asi al hombre no sélo —como Hobbes— la capacidad de lograr racionalmente sus fi- nes, sino también la de sacrificar los intere- ses inmediatos en favor de objetives mas ge~ nerales. El utilitarismo ha representado otra aportacién importante en el desarrollo de la teoria de la a., tratada por primera vez en clave especifica. Para Bentham (A table of the springs of action, 1817; Deontology or the science of morality, 2 vols., 1834, postumo), Jas dnicas fuerzas en condiciones de motivar Jaa. humana son la basqueda del placer y la huida de! sufrimiento; la anticipacién de las consccuencias agradables o dolorosas es el mecanismo que lleva a escoger una a. en lu- gar de otra. En la economf{a clésica un tema utilitarista similar se estaba claborando como centro de una teoria dirigida a explicar conjuntamente ya sca cl comportamicate del 2 ACCION SOCIAL, homo oeconomicus, productor y consumidor, ya scan los mecanismos a través de los cua- les su comportamiento “egoista" se trans- formaba en un beneficio colectivo. EI racionalismo politico del siglo xvu, el utilitarismo y la economia clasica tienen en comiin un componente positivista ¢ indivi- dualista, o sea la propensién a imputar al in- dividuo un conjunto de cualidades connatu- rales a ¢l c inmutables, independientes de las estructuras sociales. Dado este plantea- miento, el perfeccionamiento de la teoria de la a. podia venir solamente o de la introduc- cién de cualidades antes no consideradas como habia hecho Bentham con la “huida del sufrismicnto”—, o de un estudio mas pro- fundo de los resultados derivados de la com- binacién inconsciente de innumerables ac- ciones individuales, como habian intentado hacer Smith y Ricardo. En ambos casos, laa. humana resultaba estercotipada, incapaz. de transformarse, de cambiar con el tiempo; mas adn, se exclufa formalmente que esto pudiera ocurrir. Seran Saint-Simon, y en la misma linea Marx, aun prefiriendo en lugar del térming “a,” ¢l mas genérico y compren- sivo de prdctica o praxis, los que van a histo- rizar de modo definitive la teoria de la a. —convertida en estos autores en verdadera- mente social, o sea, movida por un proyecto dirigido a otros sujetos— colocando la mis- ma a. en el contexto del desarrullo historico de las sociedades, El significado que el agente atribuye a la a., sus preferencias por el uso de determinados medios, la eleccién del objetivo, son todos ellos elementos histéricamente condicionantes, que cambian de una épaca a otra, reflejandose en ellos la estructura de las principales relaciones econémicas y poli- ticas existentes en un determinado estadio de desarrollo de una sociedad dada. Para ex- plicar una a., es necesario por ello analizar no solamente sus diversos elementos —cl ac to, los medios, la situacion presente, el obje- tivo— sino también el contexto en el que el sujeto y sus motivos se han ido formanda. En Las reglas de! método sociolégico (1895) Durkheim analiza cl lado institucio- nal de la a. social, observando que todo suje- to se encuentra vineulado en su accién con actos, normas (v.), representaciones colecti- vas que preexisten y lo confrontan con su objetividad de hecho, “como si fueran co- sas” (v. hecho social). El poder normativo y constrictivo del ambiente social se manifies- ta ya sea en la ineficacia de las a. que no son adecuadas, ya sea en las sanciones que afec- tan a aquellas a. que violan las normas vie gentes. Pareto, que empezd come economis- ta, dedicd gran parte de su Tratado de socialogia general (1916) al andlisis de las a. “légicas” y“‘no légicas”: se da “el nombre de acciones lOgicas alas acciones que unen légi camente las acciones con el fin, no sélo res~ pecto del sujeto que lleva a cabo las accio- nes, sino también respecto de aquellos que tienen conocimientos mas amplios... Las otras acciones sc Hamaran no légicas, lo cual no quiere decir que sean ilégicas” (Tra- tado, par. 150). En resumen, son Idgicas aquellas acciones en las que el fin objetivo es idéntico al subjetivo; no logieas, aquellas en las que cl primero dificre del segundo. Entre las a. logicas, se han de incluir obvia- mente la mayoria de las a. estudiadas por la economia politica, pero también muchas “o- peraciones” militares, politicas, juridicas, cientificas, artisticas, La clase residual de las a. no Iégicas queda practicamente exter- minada, y la categorizacién intentada por Pareto en cuatro tipos, segtin tengan abjeti- va 0 subjetivamente un “fin logic”, es de poca utilidad para profundizar en el andlisis estructural y dindmico de laa. social (v. resi- duos y derivaciones). Un salto decisivo de ca- lidad en este sentido se produce con la obra de Max Weber. En Econamta y sociedad (1922) Weber presenta una tipologia de la a. social que representa un primer paso decisi- vo hacia 1a transformacién de peculiares formas historicas de a. social cn categorias analiticas utilizables para “comprender”* todo tipo de a., cualquiera que sea la ¢poca ola sociedad en Ia que se desarrolle. Weber habla de “determinantes” (o motives, en el lenguaje contemporanco) dela a. social y ba- sandosc en ellos distinguc cuatro tipos fun- damentales de a.: a] determinada de modo racional respeeto de wn fin: b] determinada de modo racional respecto de un valor, cuales- quicra que sean las consecuencias; d deter- minada por la afectividad, o sea por el pre- dominio del sentimiento inmediato; dj deter- minada por Ia tradicién, o sea por los habitos adquirides (Weber, 1922; ed. it. 19682, vol. 1, p. 2iss.). La operacién intciada ACCION SOCIAL 3 por Weber fa completa Talcott Parsons en La estructura de ta accidn social (1937) y en varias obras posteriores (Parsons, 1951; Par- sons y Shils, 1951). Enlas obras de Marshall, el economista neoclisico, de Durkheim, de Pareto y de Weber, Parsons descubre con- vergencias sustanciales en la direccion de una tcorfa unitaria de laa. social que supere las aporias propias del determiaismo positi- vista, del hedonismo de los utilitaristas y del voluntarismo de los idcalistas. La formula: cién actual del concepto de a. social se debe, mas que a cualquier otro autor, al trabajo de sintesis de estos clasicos —a los que mas tar- de se aiiade Ténnies— Wevado a cabo por Parsons. Sin embargo, su intento de tipifica- cién de todas las formas posibles de a. so- cial, especialmente en El sistema social (1951) y en otras obras de aquel mismo pe- riodo mediante una obsesiva integracién, desarrollo y permuta de las cuatro catego: rias weberianas —la racionalidad instru- mental, Ja racionalidad moral, la afcctivi- dad, la adhesién a la tradicion, mas las categorias toenniesianas de comuntdad (v.) y sociedad (v.)— ha sido considerado por la mayoria como un fracaso, por dos razones. La primera es que estos tipos se refieren exclusi- vamente a las a, sociales institucfonales, 0 sca. aquellas normativamente reguladas 0 acepta- das por la mayoria, que constituyen “sistemas de a.” estables, excluyéndose asi del andlisis sociolégico muchisimas a. de la misma impor- tancia social que las institucionales y sistémi- cas; la segunda, que dichos tipos son en gran medida inaplicables en la investigacion empi- rica, porque no tode “tipo” de a. social tiene sentido si no va acompaiiado del examen de la situacién en la que se desarrolla. Decir, por ejemplo, que una determinada a. esté marca- da por el predominio de la afectividad (la al- ternativa afectividad/neutralidad afectiva es uno de los “dilemas” de la a. claborados por Parsons con base en las tipologias weberiana y toenniesiana) no significa nada si no se es- pecifica que es o no es apropiada para una si- tuacién dada, provoca o no ciertas consecuen- cias, etc; pero esto solamente puede hacerse con un andlisis contingente de todos los ele mentos de la a. social (v. variables estruc- turales). El primer texto de sociotogia en cuyo titulo aparece el término a. social —Social actions (1936), de Florian Znaniecki, coautor del Can pesino polaco— habia precedido en un afio a Ia obra de Parsons. Znaniecki polemizaba por un lado contra la concepeién determinista —ciertamente ya superada en aque! ticmpo—, segin la cual el agente se presenta “empuja- do” por fuerzas individuales o ambientales que hacen insignificante su voluntad; por el otro, contra Ia concepcién teleolégica segin la cual el agente se imagina a priori un objetivo neto y definido, y por lo tanto cscoge los me dios mejores para alcanzarlo, de modo que pa- rece “'jalado” por él. A esta concepcién Zna- niecki contraponia una concepciéa “creativa"™ de laa. social, segiin la cual ésta se caracteriza por la formacién gradual de un propésita que se realiza a medida que se va formando. La afinacién ulterior del concepto de a, social se debe sobre todo a un critico literaria, Kenneth Burke, y a un filésofo, Alfred Schutz. En The grammar of motives (1945), Burke utiliza una serie de cinco términos dramaticas —agente, acto, escena, instrumento y proposito— simi- lar en sustancia a la serie de elementos en los que se descompone actualmente la a. social desde el punto de vista sucicligico (v. la defi- nicién en A), para mostrar cémo la mayor par- te de las cscuclas filoséficas y de las doctrinas politicas se distinguen segin el peso que dan a.unou otro término como determinante dela a. eocial (asi, por ejemplo, el peso atribuido por el marxismo alas “condiciones materiales de la existencia” para la formacién de la con- cia social muestra que éste considera de- terminante la “escena”, Ia situacién externa del actor), y de la relacién dialéctica que esta- blecen entre todas los términos del quinteto de clementas. Schutz, uno de los mas impor- tantes investigadores de Husserl, emigrado de Austria a Estados Unidos en el periodo nazi, ha profundizado especialmente, en clave feno- menolégica, las condiciones de la intersubjeti- vidad de los significados, sin la cual un agente no estd en condiciones de prever cdmo ser acogida su accién por los otros, ni de interpre- tar el sentido de las acciones de los otros (Schutz, 1962, 1964). La a, social representa uno de los concep- tos fundamentales de la sociologia, y, ademas de los autores citados en este perfil histérico por la influencia de su obra, practicamente to- dos los sociélogos contemporancos han con- tribuido a formarlo y de alguna manera lo han 4 ACCION SOCIAL utilizado, Queda por lo tanto fuera de lugar clasificar, como se hace, par ejemplo, en la historia de la sociologia de Don Martindale (1960), entre las “escuelas” o las “orientacio- nes” de la sociologia, la tcoria de la a. social, ya que esto nos Ilevaria a incluir o a excluir, a nuestro gusto, a la mayor parte de los socié- logos de este siglo. Sin embargo, ¢s cierto que el uso preferencial de esta teoria, en lugar de la teoria del comportamicnio, califica global- mente a la sociclogia no neopositivista. CC. El niimero, la complejidad y la variedad de as a. sociales hace poco provechosos los in- tentos para dar una clasificacin sistematica una tipologia de alguna manera exhaustiva, como demuestra de manera ejemplar el fraca- so de Parsons. Nos limitaremos por lo tanto a sefalar que ademas de la distincién entre a. sociales institucionales (reguladas por normas sociales ampliamente aceptadas c interioriza- das, ¢ integradas entre si de mancra que for- men sistemas de a), y no institucionales, es til la distincién entre a. sociales reproducti- ws, que manticnen un sistema social o cultue ral en las condiciones actuales, ¢ innovadoras © creativas, dirigidas a transformar més 9 menos radicalmente el mismo sistema; unas y otras pueden tener mas o menos carActer ins- titucional. En csta perspectiva, una de las for- mas principales de a, social es el trabajo (v.), Ia actividad o praxis productiva, en las forma- ciones econdmico-sociales (v) capitalistas y socialistas, ya que, aun desarrollandose —en tales formaciones— dentro de un marco insti- tucional, éste tiene un caracter continuamente innovador ¢ induce en las estructuras socio- culturales tensiones transformadoras (v. mode de produceién, D, E) En ausencia de tipificaciones eficaces, todo intento de interpretar una a. social en proceso de desarrollo, de explicar una a. pasada, o de prever una a. futura, debe partir de un and- lisis contingente (x. campo, teoria del). Este se dirige en sentido diacronico a lo largo de estas lineas: 4] Formacién del sujeto. Si se trata de uno ode més individuos, esto comporta el examen de sus necesidades (v) y de sus preferencias cognoscitivas, afectivas y valorativas (v. valo- res), incluidas las preferencias negativas (las que el sujcio percibe como costes), cdmo se han ido desarrollande en el transcurso del proceso de socializacion (v}), en relacién con una determinada cultura (v.); si cl sujeto es co- lectivo (un grupo, una clase social), se trata de establecer su composicién interna, el tipo de organizacién, el grado de integracién es- tructural e ideoldgica, el sistema de comunt- cacién (v.) —en una palabra, valorar su capaci- dad de actuar como sujeto unitario. b) Estado de la situacién (v) tal como apa- rece ante el observador: coagentes, antagonis- tas y “testimonios”, relaciones de fuerza del sujeto agente con todas ellos, coaliciones en acto 0 posibles entre las diversas partes, fac- tores sociales y culturales (leyes, normas [vJ, costumbres, valores, mecanismos de control social (v.]) que establecen vinculos de la a. so- cial, medios materiales y técnicas operativas disponibles, factores materiales que condicio- nan la a. (por ejemplo, la distancia fisica entre las partes, el tiempo necesario). ¢] Las informaciones y los conocimientos que el sujcto posce en los diversos aspectos dela situacién, ya que éste puede valerse so- lamente de aquellos clementos de cuya pre- sencia y disponibilidad esta informado, y de aquellas Icyes de conducta, de personas y co- sas, que él conoce (la disparidad entre situa- cién como se presenta al observador y como se presenta al sujeto puede ser muy grande —siendo la segunda Ja que determina la a. de aquéllos y se reconstruye por lo tanto desde su punto de vista). d] Dimensién (calidad, magnitud, duracién) del objetivo que el sujeto se ha prefijado. €) Articulaci6n del proyecto (plan, estrate- gia) que el sujet ha formulade al principio, con las modificaciones intreducidas en el transcurso de la accion. f) Secuencia de los actos ya cumplidos, para establecer de qué modo éstos cierran alternativas antes abiertas y abran otras nuevas. Estos diversas elementos son suscepti- bles de integrarse entre si, por medio de una tinica proposicién “legal”: cualquier sujeto acttia en presencia de las oportunidades que descubre en una determinada situacién para mejorar Ia relacion entre la suma de los va- lores que atribuye a los bienes (materiales e inmateriales, como el prestigio, la autori- dad, ef poder) que en aquel momento posee, y la suma de los costes (valores negatives: cargas de cualquier tipo, fatiga, privaciones, ACULTURACION s sentido de molestia © indignidad, etc.). La definicién de lo que es un “bien'” y lo que es un “costo” para un sujeto depende, como se ha dicho, de sus preferencias culturalmente adquiridas, csto es, de su formacion como sujeto. BIDLIOGRAFIA: P. Ansart, Marx y el anarguismo (Paris, 1969), Barcelona, Barralt, 1972; K. Bur- ke, A grammar of motives, Nueva York, 1945, 19622; N.C. Care y C, Landesman (comps), Rea- dings in the iheary of action, Bloomington, 1968; E. 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Raramente se usa con un significado distinto, como el de transmisién de contenidos culturales de una generacion a otra; en este caso, que es sindénimo de so ‘clalizactén (v.), es mas correcto hablar de in- culturacién (v. cultura). B. Seguin Herskovits (1948), uno de los pri- meros lugares en que aparece el término a. es un estudio del etnloge norteamericano IW. Powell sobre las lenguas indigenas, pu- blicado en 1880, en el cual significa el “pri tamo" de palabras y sonidos que una lengua toma de otra. Entre los cinélogos alemanes de los primeros decenios del siglo xx, el tér- mino aparecia para designar la “acomoda- cin” entre dos culturas (v, adaptacién). El interés por el concepto y la difusién del término crecieron en el periodo comprendi- do entre las dos guerras mundiales a causa de los problemas sociales y politicos que fueron surgiendo en los paises africanos y asiiticos objeto del colonialismo europeo. En tal contexto el término a. designaba mas ‘9 menos implicitamente la aceptacién y la reformulacién de rasgos de la cultura euro- pea por parte de los pueblos de las “colo- nias”, asi como de los indigenas de América, “colonizados” cn su patria. Esta asimetria de la relacion, entendida, en los primeros es- tudios sobre la a., como relacién entre una cultura “débil", si no “inferior, que necesa- riamente acoge rasgos de una cultura ““fuer- te” o “superior”, se reflejé en toda Ia histo- tia posterior del término, hasta las recientes eriticas planteadas por parte de numero- sos antropélogos ¢ historiadores (Dupront, 1966). Aun con tal herencia negativa, el 1érmino a. ha parecido hasta el momento dificilmen- te sustituible, ya que las alternativas pro- puestas —come “contacto entre culturas"" y “trasculturacién”— presentan inconvenien- tes todavia mayores. Ante las acusaciones de etnocentrismo formulados en su contra, va 6 ACULTURACION surgiendo sin embargo en los estudios an- tropolégicos, sociolégicos ¢ histéricos un significado mas equilibrado del término, como de proceso “de doble sentido” a través del cual Jas culturas en relacién sc modi can reciprocamente. Sin que por ello se ig- nore qué la cultura de un pueblo sometido militar, politica o econémicamente se modi. fica bastante mas que la del pueblo domi- nante, cl término a. puede ser usado hoy para designar no sélo la relacién entre las culturas curopeas y las africanas, asidticas, ocednicas, americanas, sino también las re- laciones entre las culturas internas de los cinco continentes. Esta generalizacién del significado de a. permite la recuperacién, para el andllisis antropolégico y sociolégico, de un gran mimero de estudios histéricos y literarios sobre las relaciones entre culturas curopeas; véase por ejemplo 1a moda de Ia cultura francesa en la Rusia prenapoleéni: ca, la difusion de la cultura juridica y admi- nistrativa francesa en ¢l transcurso del siglo xtx, la anglofilia francesa e italiana, la nor- teamericanizacién de Europa después de la segunda guerra mundial, etc., procesos to- dos ellos que se configuran precisamente como procesos de aculturacién. Los proce- sos de a. sc integran en el marco mas amplio de Ios procesos de cambio social y cultu- ral (v). ©. Un ampli lugar en la discusisn de los fe- némenos de a., especialmente en el periedo en que prevalecia el significado “asimé- trico” del término, tomé el problema del Ha- mado “punto cero”, entendido como el es- tado en que una determinada cultura se encontraba antes de tener comtactos con otras culturas, especialmente con la curo- pea. Tomado al pie de Ia letra, el problema del punto cero careceria de sentido, ya que cn los tiempos histéricos no existe virtual- mente ninguna cultura que no haya tenido contactos con otras y no se haya transforma- do de algin modo en el transcurso de los mismos. Esto exige, sin embargo, la necesi- dad de establecer de alguna manera una linea divisoria entre un periode de cambio cultural relativamente lento y homogéneo, y un periodo pasterior en el que el contacto con otras culturas acelera sustancialmente tal cambio, haciendo surgir distorsiones y conflictos en Ia cultura de referencia; el nombre de a. se deberia reservar sélo para este segundo periodo. Laa. no implica nunca a una cultura com: pleta, ni las rasgos de alguna manera impli cados en ¢l proceso se modifican simultanea- mente o del mismo modo. En todo estudio sobre la a. es necesario distinguir el ipoyla importancia estructural de los rasgos impli- cados, Para fines de clasificacion se puede hablar por lo tanto de a. técnica, artistica, lingitistica, juridica, religiosa, politica, Si bien la historia de las cul turas enseiia a des- confiar de las generalizaciones, existen mu- chas pruebas del hecho de que ciertos tipos de rasgos culturales son acogidos mas facil o rapidamente que otros; entre éstos la prio ridad corresponde ciertamente a la cultura técnica, Los instrumentos agricalas, los ve- hiculos, los utensilios para trabajar los meta- les, las t¢cnicas de cons truccion de los edifi- cios, etc., provenientes de una cultura ex- tranjera, se cuentan entre los elementos mas frecuente y rapidamente acogides por casi todas las culturas. En Ia determinacién del mimero, del tipo y de la relevancia estructu- ral, asi como de la rapidez de cambio de los rasgos implicados en un proceso de a., de- sempeiia una parte importante la relacién de fuerzas entre las sociedades en fase de in- teraccién cultural. Cuanto mas una predo- mina sobre la otra, como ha sucedido entre las naciones europeas y las sociedades afri- canas y asidticas reducidas a colonia en el transcurso de los siglos xvi y XIX, y como. sucede entre la parte vencedora y la perde- dora en una guerra, tanto mas intenso es el traspaso de rasgos culturales de la parte mas fuerte a la mas débil. Es necesario, sin embargo, distinguir entre los representan- tes de la sociedad mas fuerte que se instalan como estrato o clase dominante en la socie+ dad mas débil, y la sociedad originaria que ellos representan. La a. seré en todo caso mucho mas estrecha entre ellos y la socie- dad sometida dentro de Ia que se ubican, que entre ésta y la sociedad vencedora, a mi nudo muy lejana. En la sociedad “sometid: laa, entre dominadores y dominados puede proceder de manera tal que Ilegue a hacerse casi indistinguible, después de algunas gene- raciones, la cultura de los unos y de los otros. Los longabardos en Italia, los nar- ACULTURACION 7 mandos en Francia, Inglaterra y Sicilia, los 4rabes en Espafia estan entre los casos his- téricos mAs conocidos y estudiados en este sentido Como se ha dicho, cualquier rasgo cultu- ral puede ser no solamente acogide o recha- zado en bloque, sino también modificado de diversos modus que favorecen su adapta- na los rasgos de la cultura local. Muchas formas de sinctetismo religioso —por ejem- plo, el vuda haitiano— reflejan precisamen- te la modificacién adaptativa de rasgos pro- cedentes de culturas extranjeras. D. Los dos factores m4s importantes de a. han sido la guerra, en todos los tiempos, y, en el periodo comprendido entre el siglo xt y principios del xx, el colonialismo euro- peo. Las naciones derratadas en general son inducidas por varios Factores —ingluida la ayuda interesada de los vencedores para la reconstruccién del pais—, o bien forza- das, a acoger muchos aspectos de Ia cultura de Ia nacion vencedora. Muy tipica a este respecto ha sido la norteamericanizacion de Europa occidental y de Japén, después de la segunda guerra mundial, y la paralela rusifi- eacién de Europa oriental. Ademas del im- pactodirecto subre la sociedad derrotada, la guerra ha sido y es, aunque sélo sea como posibilidad, un potente factor de a. a través de la difusiOn, especialmente en los tiempos modernos, de las bases militares aun en las sociedades no directamente tocadas por ella, Muchas culturas y subculturas del Pacifi- co, de Indonesia a Hawai, de las Marianas a las Filipinas, que estaban todavia relativamen- te proximas al “punto cero” en el periodo entre las dos guerras, han sido sometidas a tumultuasos fendmenos de a. a causa de la difusion de las bases militares japonesas y norteamericanas. Otros factores dea. abjeto de examen por parte de socidlogos y antropélogos son el de- sarrallo cen éinico (v:) de las sociedades pe- riféricas 0 dependicntes; los movimientos migratorios internos ¢ internacionales; el turismo de masas y los fendmenos de es- peculacion local que lo acompaian; las mo- dificaciones en la composicién demografica de una poblacién; los cambios de clima, al menos a largo plazo; la crisis de sistemas culturales y de Instituclones (¥.), como re- cientemente la escucla, bajo la presién de contradicciones y prestones internas y ex- ternas. E. Queda implicito en la definicion misma de a. que uno de sus efectos ¢s el de acrecen- tar, en general, la heterogeneidad de Jas cul- turas implicadas en el proceso. No quere- mos decir que tal heterogeneidad deba dar lugar en todos los casos a incoherencias sis- tematicas 0 a disonancias cognoscitivas, las cuales tienden de todos modos a reducirse a través de los mecanismos de adaptacion sin- crética ya mencionadgs. Pero ya que los siste- mas cuiturales no existen en el vacio, todos los fenomenos de a. tienen implicaciones ya sea en el nivel de los sistemas sociales (¥.), ya sea cn el nivel de la personalidad (v.). Si éstos son muy rapidos y difundidos, sera co- min encontrar sistemas y subsistemas so- ciales que se orienten basdndose en defi ciones cognoscitivas, afectivas y valorativas parcial o totalmente diferentes de aquellas con base en las cuales se orientan otros sis- temas y subsistemas con los que los primeros estan en relacién de interaccién. Un individuo se encuentra asi pasando conlinuamente de una esfera cultural a otra; en todo caso, no sélo lo que vale en una no vale en Ia otra, sino lo que es fuente de prestigio en una puede ser en la otra motivo de Frustracién o de castigo. Este paso continuo de una cultura a la otra —por ejemplo de una cultura tecnolégica muy avanzada, durante el trabajo, a una cul- tura tribal en Ja familia durante el resto del tiempo, forma de “alternancia cultural” muy comén en Africa— se encuentra tam- bien dentro de la personalidad del indiv duo, en Ia medida en que su socializacion aria o secundaria, que corresponde ala interiorizacién de definiciones culturales, cs también, a causa de los procesos de a. di- ferencial dentro de les que se desarrolla, he- terogénea, incongruente o disonante en sus diversos componentes (v. otro generalizado). El estudio de la psicologia de la a. fue inicia~ do hace mas de cincuenta afios por el antro- pélogo aleman Richard Thurnwald (1932). BIBLIOGRAFIA: M. Alliot, “L’acculturation juridi- que”, enJ. Poirier (comp.). Ethnologie générale, Paris, 1968; R. Beals, “Acculturation”, en A. L. Krocher (comp.), Anihropolagy today -An enc: 8 ACUMULACION clopaedic inventory, Chicago, 1953; A. Dupront, Liacculturazione - Per un nuovo rapporto tra ri- cerca siorica e scienze umane (Paris, 1966), Tu- rin, 1966; G. Foladori, “El contacto cultural”, en Revista Mexicana de Sociologia, xxxit (3), 1971; M. Herskovits, Acculruration: The study of culture contact, Nueva York, 1930, 19382; M. Herskovits, Man and his works, Nueva York, 1948; V. Lanternari, Antropologia e imperialis- mo, e altri sagyi, Turin, 1974, p. 1; M. Mead, Crescita di una comunita primitiva - Trasforma- zioni culturali a Manus, 1928-1953 (Nueva York, 1956), Milin, 1962; P. Mercier, “Le changement socialet culturel”, en J. Poirier (comp.), op. cit; R. Thurnwald, “The psychology of accultura- tion", en Amierican Anthropologist, XXXIV, 1932. acumulacién (al. Akkumulation; fr. accumulation; ing]. accumulation; it. accumulazione) A. Proceso de crecimiento del capital (u) existente dentro de una empresa, un sector productive o una sociedad, mediante Ia adi- cién de nuevas dosis de otro capital deriva- do del excedente neta de la produccién so- bre el consumo en un determinado periodo (v. excedenie). En el lenguaje de la economia iva, laa. coincide con la inversion neta. La importancia sociolégica del concepto de a. deriva principalmente del hecho de que ésta implica siempre alguna forma de domi- nio, diversamente legitimado por una Sdeo- logia (v.), de una clase o de un grupo dirigen- te sobre el resto de la poblacién en lo que concierne al monto del excedente que se des- tina a la a., la tasa de ésta, los sectores eco- némicos @ las secciones productivas en las que se debe concentrar a costa de otras, las clases o los estrates sociales que deben soportar el mayor peso, etcétera. La a. est por esto estrechamente vincu- lada ya sea con el conflicto (v.) de clase, ya sea, mAs en general, con la estructura del do- minio (v.) cn una sociedad, La dindmica de la a. aparece ademas ligada a olrus procesos sociales y culturales de importancia diver- sa para cl conjunto de la sociedad misma y para sus diferentes componentes estructu- rales, B. La expresion “a, del capital” fue introdu- cida por los clasicos de la economia politica (Smith, 1776; Ricardo, 1817). Para estos tores la a. consiste en aftadir fondas de ori gen diverso al fondo global ya usado en la produccién, o sea al capital fijo y circulamte —distincion establecida por Smith—, de ma- nera que el volumen global de éste crece y permite conseguir una mayor ganancia. Se- gan tal definicion, la fuente del excedente que se afiade al capital preexistente no tiene especial importancia; la existencia misma del excedente sc hace posible por cl ahorro oporla parsimonia, o sea por el aplazamicn- to de un consumo; mientras que el capital se entiende genéricamente como el conjunto de bienes producidos y no consumidos hasta un cierto momento. La a. se configura asi como un proceso operante en todas las sociedades, en cualquier ¢poca; en la sociedad capitalista sucede simplemente que éste se acclera y se extiende. Una connotacién antropolégica re- surge con clara evidencia en el pensamiento cconémico neocliisico. Marshall (1890; 19208) habla de a. de riqreza, no de capital, y estable- ce una linea continua entre la a. constituida en las sociedades antiguas por la construccién de edificios puiblicos, especialmente de carac- ter religioso, y la a. que toma forma a partir de nuevas inversiones por acciones en una sociedad moderna. En contraste con las anteriores definicio- nes, el marxismo entiende por a. principal- mente el proceso de crecimiento del capital en las sociedades capitalistas. Desde su pun- to de vista la a. no es otra cosa que el proceso de transformacién del plusvalor en capital. Deducida del plusvalor la cuota destinada a los consumes propios y eventualmente a otros usos improductivos, el capitalista se ve obligado a usar Ia parte restante para am- pliar el capital del que dispone, o sea el con- junto de los medios de produccién, y fortale- cerse en la lucha contra Jas empresas en competencia. Por este camino se establece una espiral en perpetuo movimiento hacia lo alto: el capital, el conjunto de los medios de produccién, genera plusvalor; una cuata del plusvalor amplia el capital, esto es, acre- cienta el volumen y el nivel técnico de los medios de produccién; el capital asi amplia- do genera (no necesariamente en medida proporcional) una mayor cuota de plusva- ACUMULACION 9 lor, que sera asu vez convertida en nuevo ca- pital. Esta definicién de la a. cs sustancial- mente univoca en todes los autores que se remiten a Marx. Sin embargo, también en el ambito del marxismo, el significado del 1¢rmino cam- bia notablemente si s¢ toma como punto de referencia no el capitalismo en proceso, sino el capitalismo en sus origenes. En este caso se presenta el problema de la Iamada a. originaria o primitiva, La idea de que la acti- vidad de la empresa capitalista pueda ini- ciarse solamente después de que sc ha proce- dido a acumular un volumen adecuado de medios de produccién se encuentra de stibi- to con diversas objeciones. En primer lugar, “por qué cl surgimiento de la industria ca- pitalista tendria que exigir todo un periodo de acumulacién precedente?... No existe ningGn testimonio de capitalistas que prime- To hayan acumulado ruecas, telares, tornos, © existencias de materias primas en enor- mes almacenes, para el momento cn que, en tiempos de bonanza, no bubiera lo suficiente para hacer posible la produccién de fabri- ca” (Dob, 1946). Pero tampoco existen testi- monios que prucben que el flujo de dinero y de metales preciosos desde las colonias —sobre lo que ha insistide a menudo la his- toriografia marxista, viendo en ello un com- ponente esencial de la a. originaria(v. entre otros Baran, 1957)— haya sido cfectivamen- te invertido en empresas industriales en lu- gar de disiparse en amplia medida a través de gastos improductivos, ya sea por parte de los gobernantes de las colonias 0 por parte de los grupos que lo aprovechaban en Ia ma- dre patria. Se ha observado, ademas, que las zonas de Europa donde durante los siglos xv1y xvit afluyé m&s regular y voluminosa- mente el capital comercial —ias reptiblicas marinas italianas, Flandes, las ciudades anseaticas— no fueron los lugares donde se desarrollé ¢l moderno capitalismo indus- trial. Finalmente, en los inicios del capitalis- mo industrial el requerimiento de capital para dar vida a una empresa era probable- mente lo bastante bajo para permitir a mu- chas personas con ingresos limitados echar aandar sin ayuda externa, y por lo tanto sin necesidad técnica de una a. material prece- dente, una actividad empresarial propia (Bairoch, 1963). Para hacer frente a tales ob- jeciones, el concepto de a. originaria debe entenderse no come cl amontonamiente ma- terial dc los medios de produecién en manos de pequefios grupos de productores, sino como la creacién dc las condiciones sociales que permitiran efectuar y desarrollar tal amontonamiento. Este significado especial de a. originaria lo podemos descubrir ya en Marx, el cual 1a identifica en el proceso his- torico de separacién del productor respecto de los medios de produccién (Marx, 1867, |. }) Entre los contempordneos ha sido el his- toriador Maurice Dobb el que ha insistide en que “hablar de a. en sentido histérice signi- fica necesariamente hablar de propiedad de bienes, y de su transferencia, y no de la canti- dad de instrumentos tangibles de produccién existentes en un cierto momento”, Esta trans- ferencia debe sin embargo acompafiarse de una concentracién de titulos de propiedad bajo ef control de una minoria de personas; asi el término a., si se usa en perspectiva his- torica, designa la combinacién de ambos pro- cesos (v. Dobb, op. cit). C. En tltima instancia, la fuente real de laa. ¢s siempre el trabajo humano, ya que sola mente él es capaz de producir las dosis adi cionales de capital necesarias para acrecen- tar el existente. Esto presupone que el producto del trabajo no se gaste completa- mente para reproducir ya sea la fuerza de trabajo en un determinado nivel de clviliza- elén (v.), ya sean los medios de produccién consumidos o desgastados en el proceso produetivo, sino que se deje un sobrante o excedente o plusproducto de cierta enverga- dura, La presencia de los excedentes no ¢s, sin embargo, suficiente por si sola para cau- sar la a: es necesario ademés un sujeto eco- némico —un productar— en posicién tal que pueda habilitar dicho sobrante con un uso econémico, o bicn encuentre mas conve- niente adquirir un cierto excedente de otro productor que producirlo por si mismo. Esta condicién se verifica generalmente cuando el sector econémico, industrial 0 co- mercial del segundo productor esté menos desarrallado —en términos cualitatives o cuantitativos— que el sector correspondien- te al primer productor. Ademés de fundarse en la presencia de excedentes, la a. lo hace por lo tanto en dos condiciones necesarias: 10 ACUMULACION tre dos o m4s productores, o una desigual- dad paralela de las relaciones de fuerza en- tre los dos. Cuando se verifica una u otra condicién, 0 las dos, el exccdente puede cambiar de manos —siendo “valorizado"— y destinarse de esta manera a la acumula- ci Tanto en el campo capitalista como en el socialista la desigualdad del nivel de desa- rrollo se puede presentar, y se ha presenta- do histéricamente, ya sea entre unidades productivas, scctores econémicos o regiones de un mismo sistema econémico nacional, ya sea entre un sistema particular o super- sistema nacional y uno o més sistemas exter nos. En el campo capitalista, puesto que la transformacién del plusvalor en capital re- quiere que al menos una parte del exceden- te, cuya valor representa dicho plusvalor, sea vendido por dinero a alguien que no sea los trabajadores y los empresarios que lo han generado, la realizacion del plusvalor se efecttia sobre todo cuando un determinado: sujeto econdémice cree conveniente adquitir un determinado producto en lugar de produ- cirlo 4 mismo, situacién que se presenta precisamente cuando su grado de desarto- Ho, en lo que se refiere a dicho producto par- ticular, es inferior al del otro productor. En el campo socialista, un mecanismo similar se mantiene en movimiento mediante la pla- nificacién de los precios y de los intercam- bios entre diversas sectores, zonas 0 regio- nes. Sin embargo, si las relaciones de fuerza son favorables, el retiro del excedente 0 de su equivalente en plusvalor puede ocurrir ectamente, incluso contra la voluntad, por no decir Ia convenicncia, del sujeto me- nos fuerte. En el plano internacional esto ha sucedido, dentro del campo capitalista, y en perjuicio de las dveas precapitalistas, duran- te toda la época colonial; y, dentro del cam- po socialista, eu perjuicio de los pafses con- vertidos en satélites de la Unidn Soviética, al menos durante los primeros lustros después de 1945. Las implicaciones sociales y politicas de la.a.son claras si se tiene en cuenta que, con el fin de elevar el tipo de interés en medida suficiente para asegurar el funcionamiento regular de un sistema economic industrial- mente avanzade, 9, todavia mas, el paso de un sistema preindustrial a uno industrial, se requiere una contraccién relativa o absoluta de los consumos, o bien del nivel de vida. Esto lleva a subdividir los sujetos dela a. en dos grupos: por un lado, aquellos que deter- minan la naturaleza (privada o publica), la tasa de interés y los caminos de la a., los see- tores en que debe concentrarse, las regiones que debe favorecer, y que Hamaremos los sujetos actives de la a.; por el otro, aquellos que sufren como trabajadores o come fami- lias las consecuencias practicas de tales de- cisiones, y que Namaremos sujetos pasivos. En el campo capitalista, los sujetos aeti- vos son normalmente la clase dominante (v.), la clase politica (v.), las élites (v.) del poder econémico, los gobiernos en que se expresan tales sujetos; en el campo socialista han asu- mido una funcidn en muchos aspectos andlo- ga los 6rganos de gobierno en los que se fun- den poceres legislativos y poderes ejecu- tivos (por ejemplo el Presidium del Soviet Supremo en la ex URSS), la burocracia esta- tal —que puede definirse mas o menos como una nueva clase dominante— y el partido a la cabeza. En ambos campos los sujetos pa- sivas estin constituidos gencralmente por uno o mis estratos de trabajadores de uno u otro sector productivo, aun si en una pers- pectiva secular los campesinos (v.) son los que quizé parezcan haber soportado por completo el mayor peso de la acumulacién. Los poderes, la composicién, Ia identidad misma de los sujetos activos y pasivos de la a. cambian con el desarrollo de la sociedad (v, desarrollo social), con las vicisitudes del régimen politico, con las relaciones de fuer- za internacionales. Los caminos de la a. privada y publica se han modificado y complicado notablemente con el desarrollo econémico y social. El cami= no mas simple y directo de a, se da cuando una empresa privada determinada reinvier- te en mAquinas e instalaciones, ampliando el valor global, una parte del plusvalor que ella misma ha producido y realizado. Pero con la expansion y la difusiOn del ahorro, del crédi- to, de los seguros, de las inversiones estata- les y de los organismos que regulan esios procesos econémicos —de la banca a la bol- sa, de las sociedades financieras a las insti- tuciones centrales de emision—, cl plusvalor producido en una empresa o en un sector 0 ACUMULACION AL 4rea productiva recorre caminus cada vez mis intrincados, tomando alternativamente la forma de beneficio, renta, impuesto, antes de alcanzar su (lemporal) destino “final” como dosis adicional de capital. D. Entre los muchos factores que desde los tiempos de Smith se han vinculado a la a., por cuanto se cree que influyen positiva o negativamente en Ia tasa de interés, sus for- mas, los caminos que toma, existen algunos que se encuentran casi exclusivamente en los sistemas sociales capitalistas, otros que son tipicos de los sistemas socialistas y otros mis que operan en ambos tipos de sis- tema. Entre los factores tipicos de la a. capita- lista se incluyen cominmente: a] La division del trabajo (v.). Dado que acrecienta la productividad per capita de los trabajadores, hace aumentar la cuota de ex- cedente destinada a ampliar el capital. 6) La parsimonia, el habito del ahorro, la inclinacién a diferir los consumos y @ acu- mular las ganancias. Son los rasgos caracte- risticos de la burguesia, configurados por la ética protestante, y que fueron estudiados ampliamente por Max Weber y Sombart. Este factor, analizado incluso por los clasi- cos de la ecanomfa politica, fue satirizado por Marx como “teoria de Ia abstinencia”. ] El mecanismo de la competencia, que obliga a los empresarios capitalistas a acu- mular, porque solamente si reinvierten ince- santemente una gran parte de lus utilidades de la empresa en innovaciones tecnolégicas y organizativas lograran sobrevivir en la competencia con los otras empresarias. d) El nivel de los precios y la correspon- diente tasa de beneficio. Desde Ricardo se ha observade que sin el incentivo de los precios remunerativas no puede existir ninguna acumulacién. ¢)La climinacién de muchas empresas del mercado en cuanto que ya no son aptas para sostener la competencia con las empresas del mismo sector en el que se ha producido una mayor a. La reduccién del ntimero de empre- sas favorece la a. en Jas que permanecen. Entre los Factores que Favorecen en cam- bio la a. en un sistema socialista (aunque la referencia es casi siempre la URSS) se inclu- yen a menudo: f1E1 pleno empleo permanente de la fuer- za de trabajo disponible en todos las secto- res de la economia, obtenido mediante la planificacién dela produccién y de Ia escue- la, y el uso de incentivos —y mas raramente de la coercion— para transferir grupos de trabajadores de un sector o rea a otro. 4g] La plena utilizacién dela capacidad de las instalaciones, frenada a menudo en las sociedades eapitalistas por consideraciones de beneficio 0 de mercado, o por la rigidez de la fueraa de trabajo. A) La reduccién de los gastos de distribu- cién. El encuentro entre el productor y el consumidor esta regulado por la planifica- cion central y sectorial; el ntimero de los puntos de distribucion en proporcién con la poblacién ¢s muy bajo; los gastos de publici- dad son minimos. ‘JEL freno a los gastos de representacion, especialmente los relacionados con 1a cons- truccién (v., en contraste, los rascacielos de acero y vidrio de las corporaciones nortea- mericanas y europeas), Finalmente, son factores que promueven (0, en sentido inverso, obstaculizan) la a., ya sea en los sistemas capitalistas 0 en los so- cialistas: jl La presencia de clases dominantes o de centros de pader en la organizacién estatal, a tal punto que imponen la necesaria con- traccién de los consumos o formas de aho- rr forzade a la mayorfa de la poblacién tra- bajadora. k] La innovacién teenolégica (v. teenolo- gia, D), que aumenta la productividad per c4pita y con ella el excedente disponible para la acumulacién. NEI desarrollo de la circulacién del dine- ro y de las instiuciones bancarias bajo el control del estado, que han facilitado o for- zado diversas formas de ahorro y la concen- tracién de éste en inversiones productivas. mi] El grado de“explotacién” de la fuerza de trabajo, segiin la terminologta marxisia, o bien ta relacién entre costo del trabajo y ganancias brutas, o entre el valor vertido como equivalente del trabajo a los trabaja- dores y el valor de las mercancias vendidas alos consumidores. Cuanto mas amplia es la diferencia, tanto mas rapida —en igualdad de otras condiciones— es la acumulacion. Algunos ide los factores indicados ante- 12 ACUMULACION riormente estan en relacién dialéctica con la a., y pucden presentarse por consiguiente como efectos suyos. Es cl caso de la division del trabajo y de la tecnologia, que la a. per- mite llevar a cstadios muy avanzados, dando lugar a un incesante incremento de la pro- ductividad; el aumento de la productividad permite acrecentar el sobrante per cépita y con ello el global; a su vez éste extiende y re- fuerza 1a acumulacién. E. Consecucncias generalmente imputadas, en Ia literatura sociolégica y cconmica, los fendmenos de a. son: a] La formaci6n de muevos estratos y cla- ses sociales con funciones vinculadas con los mecanismos de la a. y con Ia gestidn y ef control del (mayor) capital acumulado, como lus dirigentes (v), los empleados (v.), los técnicos (v.), la burocracia (1). bj La formacién de un Hamado “ejército industrial de reserva”, o sea de un nfaimero. creciente de trabajadores, los cuales o bien han sido expulsados del proceso productive y permanecen desocupadas, o bien por sus caracteristicas no pueden entrar en él, y cuando mas cncuentran una ecupacién pre- caria dentro de algdn sector marginal (Paci, 1973). cj La a. “de miseria, tormento de trabajo, esclavitud, ignorancia, brutalizacion y de- gradacién moral en el polo opuesto” de laa. de capital, es decir, entre los trabajadores. Esta afirmacién de Marx, que junto con 1a precedente constituye para él Ia “ley absolu- ta, general, de la a. capitalista”, era segura- mente valida en el periodo a que se referia, la primera mitad del siglo 2x, pero mas adelante no ha sido confirmada por los he- chos. Incluso los eriticos mas severos del ca- pitalismo admiten que el nivel de vida de la dase trabajadora en las sociedades indus- triales avanzadas ha mejorado notablemen- te en el transcurso de un siglo, a causa del desarrollo de Ia tecnologia, de las organiza- ciones sindicales 0 de las asociaciones politi- cas que representan més directamente Tos in- tereses de los trabajadores. Sostencr que a pesar de ello Ia “ley absoluta de Ia a” sigue siendo operante, porque si no se hubieran dado los procesos anteriores las cosas hubie- ran ido como habia previsto Marx, parece ertamente un sofisma (v. pauperizacién). d) El nivel de vida de una poblacién 0 de los estratos y clases en su interior, en cuanto condicionado por el indice de a., por sus for- mas y caminos. La a. deprime el nivel de vida de los sujetos pasivos, mientras que deja inalterado 0 eleva el de los sujetos acti- vos, aquellos que controlan sus modalidades. @) Determinadas estrategias de la accién de clase o de los centros de poder estatal. Las clases y los centros de poder interesados en mantener ¢ bien en clevar el indice dea, obien en modificar sus formas 0 caminos, 0 en manipular sus factores —lo que resulta siempre en una transferencia diferencial de excedente que perjudica a algunos estratos sociales en vez de a otros—, ponen enaccién, para obtener tales objetivos, diferentes es- trategias econdémicas, politicas, idcolégicas, cuya naturaleza real y aleance pueden valo- rarse solamente a partir de un analisis de los mecanismos de base de la a., y porlo tan- to del ahorro, de los consumos, de las inver- siones, de los beneficios (o de otre tipo de utilidades de balance) y de las rentas. flLas formas del dominio politico. El gra- do de tolerancia del régimen en el poder en relacién con cualquier otra posicién, politi- ca y cultural, la estructura del sistema polf- tico (numero y tipos de partidos, sistema de representaci6n, grupos de presién, etc), las actividades y funciones internas ¢ interna- cionales de gobierno, sufren de diversas ma- neras la influencia de los procesos de a., como muestran las vicisitudes de los esta- dos sudamericanos, africanos y asiaticos, que estn en relacién de dependencia econd- mica con Occidente, pero también la histo- ria de los regimenes comunistas soviético y chino. Ql El subdesarrollo del Tereer Mundo (v. desarrollo econémico, B-C). Son los meca- nismos de la a. en el centro, o sca en los pai- ses industrializados avanzados —en primer lugar Estados Unidos— y en la periferia, o sea en los paises retrasados de Africa, Amé- rica Latina y Asia, los que determinan, en la relacion mutua, el subdesarrollo creciente de estos altimos, a través de tres tipos de distorsiones: en favor de las actividades ex- portadoras, en favor de las actividades ter- ciarias y en favor de la industria ligera (Amin, 1970). hy El imperialismo (v.). Rosa Luxemburg 14 ADAPTACION recurrian a ella para explicar la evoluclén social (v.) en términos bioanaldgicos. Spen- cer concebia Ia progresiva diferenciacién de las estructuras sociales como la expresién, en el nivel de las sociedades humanas, del princi versal por el que la vida consiste en la incesante a. de las relaciones internas de un organismo a sus relaciones externas. A partir de este principio Michelangelo Vacca- ro claboré su ley de la a., segan la cual el hombre ticnde, a través de la lucha por ta existencia, a adaptarse siempre mejor al am- biente en que vive. Vacearo distinguia cuatro formas principales de a.: entre el hombre y las fuerzas césmicas, entre el hombre y el mundo vegetal, entre el hombre y los animales, y entre los diversos grupos sociales. Todas estas formas de a. no han de- Jado de mejorar en el curso de la historia hu- mana, aunque con interrupcioncs y retrasos temporales; el progreso no es pues, como sostenia Gumplowicz, una pura ilusién (Vac- caro, 1893), Similar a la de Vaccaro, pero con una mayor insistencia en la eliminacion de los menos adaptados —organismos, seres humanas y socicdad— y derivada de la hicha por la existencia, es la nacién de a, elabora- da por Jacques (Jacov Alexandrovich) Novi- cov en Les [uttes entre sociéiés humaines et leurs phases successives (Paris, 1893). La idea de lucha por la sobrevivencia del mas adaptado —no organismo, sino entidad social— esta en cambio ausente en el con- cepto de a. elaborado por E. A. Ross, en Foundations of sociology (Nueva York, 1905), como elemento de una clasificacion de los procesos sociales fundamentales. Re- tomando algunos datos contenidos en un en- sayo de Simmel sobre las relaciones entre “compromise” (Kompromiss) y “concilia- Gién” (Versdhnung), Ross propone consi- derar laa. como un tipo general de relacion entre individuos y grupos, junto con “coope- racién", “oposicién", “dominacién”, “asocia- ci6n” y otros, de cuya relacion la tolerancia, et compromiso y 1a fusién serian las formas particulare: Otro grupo de autores de la época, entre los cuales destacan Park y Burgess, entiende por a. la continua invencién y modificacin de estructuras sociales, habitos de compor- tamiento, instituciones, técnicas, rasgos cul- turales claborades para hacer frente a las exigencias de individuos y colectividades en el curso de la interaccion con los mas diver- sos ambientes fisicos y sociales. Ellos pro- ponfan, sin embargo, usar el término accom- modation en lugar de a.,""con un significado ligeramente diverso. La diferencia es que a. se aplica a modificaciones orgénicas que se transmiten por via biolégica, mientras que accommodation se usa para indicar cambios de habito que son transmitidos, 0 pueden serlo, sociolégicamente, o sea en forma de tradicidn social” (Park y Burgess, 1921, p. 663). El primero en usar accommodation como el cquivalente social de la a. biol; una y otra formas de a, al ambiente a tra- vés de la invencién de nuevas caracteristi- cas, organicas en una, socioculturales en la otra— fue el psicdlogo norteamericano J. M. Baldwin en Mental development in the child and the race (Nueva York, 1895). Hacia 1920 habia etndlogos alemanes que usaban Akko- modation para indicar la a. reciproca de dos culturas, lo que hoy s¢ dice aculturacién (¥.). Entre los pocos socidlogos contemporéneos que todavia prefieren el termina accommo. dation para designar la forma especifica- mente social de un proceso general, la a., Maclver y Page critican a Burgess por haber entendido tal término mas bien como Ia a. del ser social a condiciones dadas que como Ia a. de las condiciones externas al ser so- cial. Ellos distinguen, por lo tanto, entre ac- commodation, el proceso por el que el hom- bre alcanza un sentido de armonia con su ambiente, y adjustment, el proceso por el que el hombre se ocupa deliberadamente en adaptar sus necesidades al ambiente o el ambiente a sus necesidades (Maclver y Page, Society, Londres, 1950, pp. T7ss., 123ss.). Tefido de fuerte psicologismo esta el concept de a. claborado por el criminélogo ysocidlogo francés Gabriel Tarde en La logi- que sociale (Paris, 1895), dedicado entera- mente a los procesos de a., y en Les lois sociales (ibid., 1898). Para Tarde la a. es uno de los tres procesos sociales fundamentales, consistentes esencialmente en relaciones in- termentales entre individuos y grupos; los ‘otras dos son la repeticién (0 imitacién) y la oposicién. La a. significa armonfa entre las ideas en la mente del individuo; tal armonia se manifiesta en su forma mas elevada en la mente del inventor —aquel que en todos los ADAPTACION 1S, campos aporta a la sociedad nuevas ideas técnicas, jurtdicas, cientificas, filoséficas, de las cuales deriva el progreso. Si en la mente de cada individuo reina la armonia entre sus ideas, la armonfa de las diversas mentes que componen una sociedad estaré asegurada —singular reminiscencia de la idea platénica segin Ia cual la justa constitucién de un estado puede realizarse solamente cuando se realiza una condicion analoga dentro de nosotros. La idea de a. como armonia cnire las partes, casi como si Jos elementos de una sociedad correspondie- ran a las partes de un reloj, vuelve a apare- cer més tarde en algiin manual de sociologia de rigida orientacién positivista (Ogburn y Nimkoff, 19644), Segiin von Wiese, en el marco de su doc- trina general de las relaciones sociales, la a. es el grado intermedio de los procesos de asociatividad o asoclacion (v.). Respecto de Ia misma, el acercamiento es cl grado me- nor, la asimilacién el grado mayor, la unién el grado maximo, el cual conduce ala crea- cién de formaciones sociales (v.). El entiende “por acercamiento los primeros pasos que preparan para Ia asociaci6n; por adaptacion la asociacién acompajiada por el reconaci- miento de la diferencia; por asimilacién el intento de superar la diferencia; y por union Ia instauracién de una comunidad concebi- da como situacién auténoma” (von Wiese, 1933*). En el significado atribuido por von Wiese, la a. no ¢s pues una relaci6n de inter- cambio dindmico con el ambiente fisico 0 so- cial, sino una forma de In sociubilidad (v. Enun sentido enteramente distinto, Som- bart habla de a. de la poblacién a las necesi- dades del capitalismo desde principios del siglo xix, cuyo resultado ha sido la forma- cién del proletariado moderne (Sombart, 1916), Aqui se configura un agente con perspectiva a largo plazo, el capitalismo in- dustrial y agricola, cuyas “necesidades” de relaciones claras de propiedad, de maxima explotacién del suclo y de los medios de pro- duccién, de gestién racional de las empre- sas, de combinacién y coordinacion de mu- chos trabajadores bajo un solo mando, de precio del trabajo favorable al empleo del capital, requicren y gradualmente imponen que la poblacién se adapte desde su triple punto de vista: concentrandose en las ciuda- des, donde se puede habitar en masa a poca distancia de las f4bricas (a. espacial); habi- tdndose al trabajo parcial, regular y subor- dinado propio de la Fabrica capitalista (a. técnica); controlando las pretensiones sala- riales a tal punto que s¢ pueda garantizar un beneficio del uso del capital (a. econdmica). En Parsons, la a. legaa ser un imperative funcional de todo sistema social, al lado det logro de objetivos colectivos, de Ia integra- cién y del mantenimiento de la estructura latente. El paradigma, o modelo, al que Par- sons expresamente se refiere es nuevamente el del organismo, como en Spencer, pero con todos los refinamientos propios del desarro- lo de las ciencias bioldgicas. Entre ellos Parsons sciiala el concepto de “dominio acti- vo" (active mastery) del ambiente, con expli cito rechazo de toda implicacién de un “a- juste” pasivo del sujeto a un determinado ambiente. La exigencia de que en un sistema social (v.) —de cualquier escala: desde el queiio grupo a la sociedad— existan acti dades, estructuradas en papeles, que ‘“ma- nipulan” incesantemente los objetos fisicos y sociales del ambiente externo, intercam- biando con él recursos transformados, deri- va yasea de la variabilidad de éste, ya de la multiplicidad de los objetives que un siste- ma persigue habitualmente. Dado un obje- tivo, si el ambiente fuera constante no ha- bria necesidad de actividades manipulado- ras reiteradas: los recursos fluirian en él, y de él, por inercia. Pero también los objetivos cambian: los recursos aplicables a uno de ellos no son adecuados o suficientes para otros. El conjunto de las actividades que producen, en relacién de intercambio con un ambiente cambiante, recursos generales uti- lizables con fines alternativos constituye la funcién de a. En el nivel de los sistemas de mayor escala i tal funcion representa el “fuego”, el objetivo primario de la organizacién cconémica (Parsons, 1961). Los divulgadores de las tearias parso- nianas simplificaron después l concepto de a. definiéndolo como una situacién en la que el sujeto obtiene del ambiente tadas los re- cursos que demanda, a cambio de todos los recursos que desea ofrecer (Bredemeier y Stephenson, 1962). En tal acepcién, la a. se asemeja al llamado “equilibrio del consumi- dor” de la teoria econémica, perdiendo la 16 ADAPTACION connotaci6n de dominio activa —esencial en sociologia— a través de la manipulacion instrumental de los objetos del ambiente o el descubrimiento de nuevas relaciones con 41 (v. equilibrio soe Entre los autores que no usan el término a, pero cuyas tcorias sociolégicas utilizan un concepto afin, cabe mencionar al histo- riador inglés A. J. Toynbee. La "respuesta" que las socicdades deben claborar ante los “desafios” geograficos y culturales del am- biente, y que muchas veces en el pasado no han sabido elaborar, por sus propias limita- ciones 0 por la excesiva intensidad del desafio, encauzando asi el camino de la disgrega- ci6n, es precisamente un complejo problema de adaptacién. El termine a. es a menudo usado en psico- logia y psicoloyia social —actualmente menos que en Ia generacién anterior— para indicar el proceso mediante el cual un individuo se hace apto para reaccionar mis eficazmente a los cstimulos y a las tensiones que tienen su origen cn cl trabajo, en la relacién con co- legas, amigos, familiares, autoridad, y en ge- neral por la insercién en un grupo con es- tructura y/o cultura distinta respecto de las que operan la socializacion, C. La a, al ambiente puede aleanzarla una colectividad de dos maneras: con una modi- ficacién de las relaciones internas, y luego de los valores de orientacién y de otros ele- mentos de la cultura, 0 con una transforma- cién det ambiente externo, natural o social. La mayor parte de las colectividades usan ambos medos (ya sea ciclicamemte, ya sca contemporaneamente, en medida variable y por razones diferentes) de encontrarse a me- nudo en su propia cultura, que puede predis- ponerlas a formas de actividad dirigidas al dominio de la naturaleza o bien a formas de contemplacién del mundo. La civilizacion europea y la civilizacién india antigua repre- sentan los extremos a este respecto. Otras veces, en cambio, la razén esta en la dureza del ambiente que impice toda a. que no sea una reorganizacién interne, 9 cn presiones que surgen desde el interior de In colecti dad misma forzfndola, incluso contra sus escalas culturales de preferencia, a compro- meterse en una transformacion activa del ambiente externo (Sorokin, 1947), Sin embargo, no debemos considerar el ambiente natural y social como un dato que en todos los casos ha de transformarse ma- terialmente, teniendo los medios, o al cual es preciso adaptarse, autolimitandose, con formas de reorganizacién interna cuando los medios no se poseen. Los limites del am- biente son siempre los que determina la cul- tura de la colectividad considerada en un cierto momento de su historia. Los cambios © procesos de la cultura material e inmate. rial, sustitutiva o no (v. cultura, C), pueden ampliar firmemente los limites del ambiente sin que en éste tenga lugar ninguna modifi- cacién “objetiva”. Por lo que respecta, pot ejemplo, a la disponibilidad mundial de re- cursos energéticos, los limites del ambiente natural parecian bastante restringidos mien- tras la tecnologia conocia solamente el uso de Ia lefia como Fuente principal de energia, pero se han ampliado en forma exagerada a medida que se ha ido desarrollando la tecno logia de la prospeccién y uso del carbén, de hidrocarburos y dltimamente de combusti- bles nucleares. Una empresa que no logra vender mas que una pequefia cantidad de un determinado producto esté ubicada en un ambiente econémice circunscrite, pero ge- neralmente est&é en condiciones de am- pliarlo considerablemente poniendo a Ia venta un producto modificada o reduciendo el precio, Un ambiente socioccanémico ca- paz de absorber millones de automéviles al afio, que pocos afios antes nadie hubiera pensado que existiria, fue creado por Henry Ford en los afios veinte, al lanzar al mercado un automévil sencillo, sélido, de bajo precio: cl modelo T. Un grupo politico que ne tiene “espacio” entre otras formaciones puede en- contrarlo claborando una ideologia original, etcetera. BIBLIOGRAIA: H.C. Bredemeier y R. M. Ste- phenson, The analysis of social systems, Nueva York, 1962; L. M. Bristol, Social adaptation-A study in the development of the doctrine of adapiation as a theary of social progress, Cam- bridge (Mass.), 1915; W. F. Ogburn y M. F. Nim- koff, Sociology, Boston, 1964; R. E. Park y E.W. Burgess, Introduction to the science of socioio- gy, Chicago, 1921, cap. x; T. Parsons, “An outl ne of the sacial system”, en T. Parsons, E. Shils, AGRESION 7 K. D. Naegele y J. R. Pitts (comps.), Theories of society - Foundations of modern sociologicat theory, Nueva York, 1961, vol. x; J. Romano (comp), Adaptation, Ttaca, 1949; W. Sombart, I! capitalismo moderno (2 vols., Munich, 19162), ed. it. abrev., Turin, 1967, eap. XLV ss.;P. 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La a. puede ser simbélica (come ‘traspasar un mufieco que representa a Ja victima) o real; inmaterial (por ejemplo una injuria), o mate- rial (por ejemplo un robo). La forma extrema de a. material es la violencia (v.). B. Para Freud, que usa un anico término —Aggression— para designar ya sea los ac- tos agresivos o el impulso de cometerlos, esto es, la agresividad, estos actos no consti- tuyen, desde el punto de vista morfoldgico, una categoria especifica, distinta de la catego- ria de los actos no agresivos; ni se requiere que ¢l sujeto sea consciente de su contenido © significado agresivo para clasificarlos coma tales, Cualquier acto, incluso de omi- sién, pucde fungir como a. si cst4 motivado por una pulsién hostil en relacién con otro, o bien por Ia intencién, aun inconsciente o semiconsciente, de dafiarlo. Entre los cienti- ficos sociales que han seguido en alguna me- dida las teorfas freudianas se ha mantenido el significado bivalente del término a., vélido para designar indistintamente ya sea los ac- tos, ya sea las pulsiones hostiles, pero los actos agresivos son considerados como una categoria en si. Asi pues Parsons, ciertamente el mas representativo de los sociélogos de este siglo que hayan sido influidos por Freud, en- tiende por a. “la disposicién por parte de un individuo 0 de una colectividad a actuar de manera tal que dajie ilegitimamente, mas o menos a sabiendas, los intereses de otros in- dividuos o colectividades pertenccientes al mo sistema” (Parsons, 1947); sin embar- go, presenta como a. solamente actitudes y actos manifiestamente destructivos. La ma- yoria de los secilogos ha circunscrito ulte- riormente el significado de a, de manera que incluya solamente a los segundos; en esta acepcién una motivacién agresiva cual- quiera no constituye todavia una a., ni un de- terminado acto puede considerarse como una forma de a, aunque esté motivado por una pulsién agresiva, mientras no se concrete en un dafio real o potencial para su objeto. De esta manera pierden sentido e in- terés las expresiones de origen freudiano como “la a, libremente fluctuante en una so- ciedad”, a. que en determinadas circunstan- cias puede canalizarse o “sublimarse” en formas creativas, como la expresién artisti- ca (cf. Allport, 1954). En las ciencias sociales anglosajonas, espe- cialmente en la psicologia social estaduniden- se, hay quienes incluyen entre las formas de a. todo comportamientoo conducta orientados ala afirmacién de s{ mismo en el mundo ex- terno. Este significado de a. se remonta a la obra de Alfred Adler, el colaborador de Freud que rechazé la hipétesis de Ias pulsiones libi- dinosas como base motivacional de la perso- nalidad y las sustimyé por la necesidad de au- torrealizacién por medio del dominio de si y del ambiente. Aceptar tal acepcién de a. signi- fica ampliar desmesuradamente la categoria de los actos agresivos, dejando ademés indefi- nidos sus Iimites. La competencia deportiva, la emulacién entre escolares, el empefio por hacer carrera en una empresa, la ambicion de un cientifico, son todos susceptibles de 18 AGRESION scr incluidos entre fas formas de a., aun si no causan dajio a otros @, por cl contraria, representan un beneficio. La bisqueda de las causas, de la dindmica, de los medios de prevision, prevencién y control de los ac- tos objetivamente dafiinos a otros queda de este modo comprometida. En cl nivel de las colectividades naciona- les, Ia definicién mas conocida de a. se en- cuentra en las convenciones estipuladas entre la Unién Soviétiea y otros paises en 1933-1934, en el marco de los trabajos de la Liga de las Naciones. En éstas sc describian como formas de a. todas las acciones de este grupo: a] declaracién de guerra; b] invasién del territorio de otro estado por medio de fuerzas armadas, con declaracién de guerra o sin ella; c] ataque al territorio, naves o avioncs de otro estado por medio de fucrzas terrestres, navales o aéreas, con declaracién de guerra 0 sin ella; d] bloqueo naval de las costas y de los puertos de otro estado; e] ayu- day proteccién a bandas armadas, consti tui- das dentro de los lfmites territoriales de un estado, que han invadido el territorio de otto estado, a bien rechazo, pese a deman- das en tal sentido por parte del estado inva- dido, a tomar en su propio territorio todas las medidas cn su poder para privar a dichas bandas de toda ayuda o proteccion. Entre dos o ms estados, se definia como agresor aquel que iniciaba primero una o mas de ta- les acciones. Si bien con el transcurso del tiempo se ha ignorado o deformado, en pro- vecho de innumerables paises, grandes y pe- quefies, tal definicién de a, entre nacioncs aparece de hecho todavia implicita en el de- bate suscitado en nuestros dias por episo- dios como la guerra de Vietnam, la guerra entre Isracl y los paises arabes en. 1967, la invasién de Checoslovaquia en 1968. C.En el estudio de la a. es importante tomar en cuenta, segiin sus diversas combinacio- nes, cl nivel de andlisis, las componentes se- cuenciales de los actos 0 acciones agresivas, adem&s de sus factores (para éstos v. también el apartado D), El nivel de anélisis se refiere por un lado al stijeto, por el otroa la vietima de una agresién. En su nivel minimo, intrapsiquico, la a. cst4 manejada por componentes estructurales de la perso- nalidad en perjuicio de otros: en este sentido se habla por ejemplo de superego agresivo en relacién con cl ego. Tenemos después la a. de parte de individuos, de pequefios gru- pos, de asociaciones u organizaciones, de clases sociales, de estados o naciones y, fi nalmente, en su nivel maximo, la a. de parte de coaliciones internacionales. Cada sujeto puede evidentemente agredir a otros sujetos de diverso nivel, como sucede cuando un gru- po ataca a un individuo aislado, pero las a. son mis frecuentes entre sujetos del mismo nivel. Los componentes seriales son todos los indivi- duos, grupos, sistemas, mecanismos de deci- sion, estructuras y colectividades de diversa naturaleza que aportan en forma sucesiva, o son aptos para aportar, una contribucién al desarrollo de una agresion. Senghaas (1971) propone considerar cuando menos diez: 1]la dis posicién individual a laa., innatao adq rida; 2] los grupos de interés; 3] las élites do- minantes; 4] los medios de comunicacién de masa; 5] el sistema politico y la cultura poli- tica de un pais determinado; 6] el gobierno y la burocracia central; 7] la estrategia inter- nacional adoptada por un pats; 8} 1a dinami- ca de los procesos de decisién en momentos de crisis; 9] los procesos de escalada: 10] la dindmica propia y las reacciones del am- biente internacional. En esta lista seria ne- cesario afiadir, como posibles componentes secuenciales de actos agresivos, la accién de las clases sociales, y el lenguaje politico usa- do por hombres poiiticos, intelectuales, par- tidos, sindicatos, grupos espontdneos y go- iernos. ‘Las a. varian segin el grado de prepara- cién y segin el grado de organizacién de su desarrollo. Una invasién militar por lo gene- ral tiene una larga preparaci6n y organiza- cin; un movimiento de muchedumbre (v.) contra la sede de un partido puede preparar- se por obra de agentes provocadores, pero en general resultaré poco organizado; la a.a un 4rbitro después de un partido de futbol no cs, por lo general, ni organizada ni prepa- rada. En este ultimo caso se habla de a. erup- tiva, Cualquiera que sea el tipo de a., aun si no ¢s organizada, espontanca o breve, ¢s po- sible determinar una secuencia de fases de desarrollo relativamente constantes, cada una de las cuales requiere a verificacién de un determinado acontecimiento o la presen- cia de un cierto factor psicoldgico, ecoldgi- AGRESION 19 co, informative o estructural para dar origen a la fase posterior. Sila secuencia se interrumpe en una de Jas fases prelimina- res, la a. no tiene lugar. Esto es valido ante todo si consideramos 1a a. como com- portamiento colectivo (v.) (cf. Smelser, 1963). Al definir una determinada accién como a., especialmente en el nivel internacional, con su respectivo sujeto agresor, desempefia siempre una parte importante la idea de le- gitimidad de dicha accién. El hecho de ata- car por ejemplo en primer lugar a una nacién vecina, ne ¢s algo dirimente, ya que el atacante pucde haber sido inducido a ello por la noticia de preparativos ofensivos en su contra. Por otro lado, salve excepciones, ninguna accion encuentra reconocimiento untvoco, ni como a. ni como legitima defen- sa en toda la comunidad internacional, ni mucho menos en todos los grupos politicos de un mismo pais. En 1967, Israel, estando claro que inicié las operaciones bélicas en primer lugar, atacé a los palses érabes veci- nos para impedirles que llevaran a cabo la a. que estaban preparando contra él: tal es la versién oficial de los pafses occidentales y, dentro de ellos, de los partidos de centro y de derecha. Pero también se dice que Israel agredié friamente a los arabes, come una ctapa necesaria de su proyecto imperialista; ésta es la versién de los paises socialistas (y también de los érabes) y de los partidos de izquierda en los paises occidentales. El en- frentamiento de ideologias y de intereses que aparece en similares episodios hace difi- cil establecer como instrumento de valora- cién de acciones y de sujetos una definicién estandar de a. entre las naciones. La ambi- giiedad de un acto més o menos definible como a. cs generalmente menor entre los in- dividuos y entre los grupos, ya sca porque en muchos casos la situacion distingue niti- damente a las partes —en el asalto de un la- drén a una oficina de correos lena de clien- tes es obvio quién es el agresor y quién la victima—, ya sea porque la contribucién de la victima a la a, cs socialmente menos visi- ble y menos estudiada (cf. Chapman, 1968, cap. \). Estas dificultades del concepto de a. Nevan a establecer que en muchas situacio- nes la a. puede ser reciproca, configurindo- se dos o mas sujetos como agresores, aun si al inicio el acto material de a. por una de las partes es encubierto por la otra. D. La a. ha sido hasta ahora estudiada por psicélogos, psicdlogos sociales y antropélo- gos culturales mas que por socidlogos. Por lo tanto, las principales teorfas de Ia a. se centran en la estructura psicocultural del individuo, variando desde un mAximo de in- natismo (Freud, Lorenz) a un mAximo de am- bientalismo (Mead), mas que en las estructu- ras sociales, y los factores considerados son diferentes seguin las teorias, aunque suceda que cl mismo factor se encuentre cn varias teorlas con Funciones y posicién diversas. Teorias y factores interpersonales de la a. son, pues, parcialmente incompatibles en- tre si segiin que configuren laa. en forma de: —manifestacién de la voluntad de poder, de afirmacién sobre los otros (Adler); —producto de la frustracién o del blo- queo de un comportamiento dirigido a obte- ner una gratificacién (Freud arte 1920; Dol- lard y otros), Es el factor de a. mas a menudo invocado en la literatura, aunque después fue objeto de numerosas criticas (cf. Berko- witz, 1962): —producto de una pulsién primaria que puede remontar al instinto de muerte, uni- versal ¢ inmodificable (Freud pass 1920); —resultado de una acumulacién auténo- ma de energia en centros nerviosos que aflora explosivamente, alcanzado un cierto nivel, en un comportamiento manifiesto (Loren) —producto recurrente de un determina: do tipo de socializacién en el Ambito de una cultura (v,) que induce, favorece © premia comportamientos agresivos (Mead); —resultado de un desplazamiento de la hostilidad sentida hacia un objeto(individuo o grupo) en direccién a un objeto distinto, fa- vorecida por formas de prejuicio étnice, po- Ktico 0 religioso (Allport). Si se desplaza la atencién del individuo a los fendmenos de estructura (v.) y de interac- cién soclal (v.), surgen otras factores de la a., algunos casi universales, otros especificos de una sociedad dada, Fuertes estimulos ala a. de individuos, grupos, clases, minorias, nacionalidades, son, en cualquier tiempo y lugar: la instigacién, especialmente por par- te de Iideres carismaticos ¢ ideoldgicos, en cuanto que aumenta el nivel de tension entre 20 AGRESION: los destinatarios del m el objeto descado; la desi; duo, grupo, ete, coma chivo expiatorio; la pre- sencia de un fuerte conflicto (v) en ausencia de instrumentos eficaces de control soetal (v); la division del trabajo (v) cuando asume ca- rcter competi tivo, como en las sociedades ca- Pitalistas; la estructura de la familia (v); los episodios de pdnico subsiguientes a catdstro- fes naturales 0 sociégenas; cualquier forma de justificacién del crimen (v.), 0 bicn de aproba- ci6n ideolégica (v. \deologia) de los sufrimien- tos infligidos o infligibles a otros, a través del doble mecanisme de la legitimacion moral del propio acto y de la deshumanizacin de la vietima (Sanford y Comstock, 1971). Es discutible Ia influencia de la estructu- ra global de una sociedad sobre el indice me- dio de a. y de agresividad en ella observable —de muy dificultosa medicién y en cual- quier caso de dudoso valor comparativo. Au- tores de orientacién marxista han afirmado a menudo que el elevado indice de a. entre individuos y grupos que sc puede encontrar en las socicdades occidentales es exclusiva- mente producto intrinseco del sistema capi- talista, basindose en la situacién de la socie- dad més desarrollada en sentido capitalista, Estados Unidos. Para validar tal afirmacion seria necesario probar con datos adecuados a] que en las sociedades socialistas, a partir dela mds desarrollada —Rusia—, el indice de a. (queda la duda sobre la posibilidad de obtener una medicién digna de confianza de este géacro) es significativamente infe- rior que en las sociedades capitalistas; 5] que las sociedades capitalistas no difieren de manera apreciable entre s{ en cuanto al indice de agresién. En realidad no existen por ahora datos adecuados, y aquellos de que se dispone tienden quizd mas a con- futar que a convalidar las anteriores afirma- ciones. Si se incluyen entre los actos de a., ademas de los delitos comunes, la supresi6n intelectual, politica o fisica de cualquier forma de disensién, las socicdades curo- peas, socialistas @ no, parecen en cenjunte similares por la elevada Frecuencia de a. interpersonales e intercolectivas, mientras que las grandes sociedades orientales, capi- talistas o no —Japon y China—, parccen si- milares por la menor frecuencia de agre- sién, Enel nivel internacional, el impertalismo (v) ha sido considerado siempre un factor predominante de agresién, E. Una funcién a menudo referida a la a. es la adaptacién (v), entendida como aumento de las probabilidades de supervivencia a costa del propio ambiente. Amenazado di- recta o indirectamente por éste, el sujeto se dispone a modificarlo por medio de una a. que lo haga mas acorde a sus propias condi- ciones de existencia. Tomada al pie de la le- tra, fuera del contexto que le dio origen —la sociologia bioanalégica del siglo x1x—, tal afirmacién leva a conclusiones triviales y cinicas: en efecto, es obvio que las a. perpe- tradas en todos los tiempos con fines colo- nialistas, igual que los robos callejeros, au- mentan las probabilidades de supervivencia del agresor. Esta tiene sentido solamente si se concibe la a, como una mera intervencién activa en el ambiente, no necesariamente da- flina para terceros; pero es precisamente esta acepcion simplificada y reductiva dela a. la que rechaza la sociologia contempordnea. Es discutible la afirmacién de que la libre expresion de formas de a., o bien la observa. cién de acciones agresivas (por ejemplo a través de los medios de comunicacién masi- va (v.}}, reduzcan la probabilidad de realizar a continuaclén a. mAs graves (Berkowitz et al., 1963; Berkowitz, 1964). Segdin algunos la posibilidad de realizar a. limitadas, con el permiso o la tolerancia de otros, reduce el nivel de inhibicién, y por lo tanto puede favorécer a. posteriores, mientras que la ob- setvacion de a. reales o relatadas puede pro- percionar el estimulo o el modelo para des- cargar en un comportamiento agresivo manifiesto actitudes agresivas que estaban antes en estado latente; segin otros, que re- Proponen con otro cardcter la antigua idea de catarsis, las escenas de violencia vistas en films 0 en la television aumentan, bajo cier- tas condiciones, la posibilidad de reducir los comportamicntos agresivos (Feshbach y Sin- ger, 1971), Enel nivel colectivo, el comporta- micnto agresivo de grupos, asociaciones, clases, a partir de los habitos lingilisticos y de Ia estructura de las ideologias que facili- tan la designacion de chivos cxpiatorios para cualquier tipo de tension social, son el mayor Factor de contraa, por partede las co- AMBIENTE NATURAL, 21 lectividades que se sienten amenaradas por tal comportamiento, aunque no scan desig- nadas directamente como objeto primario de la a. Como la contraa. excede por lo gene- ral la medida dela a., el proceso de retroac- cidn positiva que asi se instaura puede asu- mir un eardcter explosivo. Por tales motivos el control de todas las formas de a.,a partir de las lingilisticas, ideolégicas, simbélicas, por parte de una colectividad, en pezjuicio de otras, es uno de los problemas centrales de todo sistema politico. BIBLIOGRAFIA: A. Adler, Prictica y teoria de la psicologfa det individuo (Munich, 19304), ‘México, Paidés Mexicana; G. W, Allport, La nat raleza del prejuicio (Nueva York, 1954), Buenos Aires, Eudeba; L. Berkowitz, Aggression -A social psychological analysis, Nueva York, 1962; L. Ber- kowitz, “The effects of observing violence”, en Scientific American, 210, 1964; L. Berkowitz et al, "Film violence and subsequent aggressive tendencies", en Public Opinion Quarterly, XXVIP, 1963; D. 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Naturumwelt; fr. environnement; ingl. environment; it. ambiente naturale) A, El a. natural puede definirse como el con- junto de los factores fisicos, quimicos y bio- lgicos de los que depende Ia existencia del mbre en cuanto organismo terrestre. La cién sociolégica de tales factores ida a establecer a] por cuél camino y ton qué intensidad uno u otro de estas fac- tdres condicionan las formas del comporta- mhiente individual y colectivo, la motivacion y la inteligencia, los fenémenos de organiza- cién o desorganizaci6n social, e! desarrollo 0 declinacién de comunidades locales, na- cionales y estatales; los procesos politicos, juridicos, familiares, religiosos; la tecnolo- ‘gia (v,), los modelos de cultura (v.), la distri- bucién y las formas de los asentamientos hu- manos, él tipo de habitaclén; y B) de qué modo modifica el a. natural la anterior. mente mencionada fenomtenologia social y cultural. B, La reflexion socioldgica sobre la relacién sociedad/a. natural ha pasado hasta nues- tros dias por tres fases distintas. En una pri- mera fase, cuyos orlgenes se confunden en la antigiiedad con los origenes mismos del pensamiento social, se analizé casi unica- mente la influencia que los factores ambien- tales parecen tener sobre los més diversos fenémenos sociales. Por mucho tiempo este tema fue tratado en un plano predominante- mente especulativo por innumerables histo- riadores, filésofos, literatos, gedgrafos, es- tudiosos de la economia y de la politica, psicélogos y moralistas. Se puede decir que 22 AMBIENTE NATURAL no existe ningtin clésico del pensamiento po- litico y de la historiografia, de Aristateles a Qvidio, de Bodino a Vico, de Maquiavelo a Montesquieu, de Turgot a Herder, que no haya dado por sentado que la mayor parte de los fenémenos politicos, y el movimiento histérico mismo de las sociedades humanas, estan gobernados en gran medida por las ca- racteristicas que el a, natural presenta en un cierto territorio, y por sus cambios. Desde mediados del siglo xix, a la cs- peculacin se afiade gradualmente, en Euro- pa y en Estados Unidos, el andlisis estadfsti- co. Utilizando variables como Ja altura, la temperatura media, el volumen anual de las precipitacioncs atmosféricas, el tipo y pro- ceso de los cultives, las caracteristicas dela flora (por ejemplo la subdivision de las Ha- nuras en estepa, tundra, sabana, etc), los primeros geoantropélogos, entre los cuales destacan F. Ratzel en Alemania y P. Vidal de la Blache en Francia, intentan descubrir las correlaciones, positivas o negativas, entre dichas modalidades y la distribucién y den- sidad de la poblacién, grado de desarrollo econémico y social, reparticion de las razas, tipos de vestido y alimentacién. Esta fase tuvo su fin virtualmente a principios del si- glo xx, cuando los conocimientos sociolégi- cos y antropolégicos avanzados, la mayor disponibilidad de datos y su mayor confiabi- lidad, junto con el perfeccionamiento del andlisis estadistico, permitieron poco a poco mostrar de qué modo fendmenos socioeul tu- rales muy diversos se encuentran en condi- ciones ambientales sustancialmente andlo- gas, de qué modo fenémenos socioculturales afines tienen lugar en condiciones ambienta- les del todo distintas y de qué modo dentro de un mismo ambiente, inalterado durante miles de afios, se han asentado formas de so- ciedad y de cultura completamente diversas (Lowie, 1917). En una segunda fase, que tiene inicio en los tltimos decenios del siglo sax, la pers- pectiva se invierte: en lugar de Ja influencia del a. natural sobre las sociedades humanas se estudian los efectos que ¢l desarrollo de las sociedades humanas tiene sobre el a. na- tural. Entre las primeras obras que se pro- ponen dar un panorama global de las trans- formaciones introducidas en el a. natural por la accién humana, cabe sefalar la del norteamericano G. P. Marsh (1885). En ésta, como en todas las obras que la siguieron con la misma orientacién, se examina sobre todo cl impacto macroscépico de las sociedades humanas sobre ¢l a. natural bajo forma de tala de bosques, expansién de tierras culti- vadas, actividades mineras, construccién de carreteras y edificios, protecciones coste- ras, caza y domesticacién de animales, y similares. ‘Tal impacto se hace evidente prin- cipalmente en la transformacién del paisaje, en el aspecto que el a. natural presenta vi blemente. Las obras de esta orientacién re- flejan la idea del hombre que “domina” el a. natural y lo somete a sus propios objetivos econémicas y politicos. La tercera fase de la reflexién sobre la relacién sociedad y naturaleza, iniciada hace pocos Iustros, se esta desarrollando bajo el signo de la ecologta, esto cs, del estu- dio de las complejas relaciones que vinculan entre sf a todos los sistemas orginicos vi- vientes, animales y vegetales, incluidos los microorganismos, dentro de la biosfera. El foco del andlisis se ha desplazado ahora ha- cia la funcién que factores culturales, por un lado (como Ia ideologta de rapiiia, la creencia de que los recursos naturales —es- pecialmente el espacio, el aire y el agua— son infinitos), y factores instrumentales, por el otro (como el desarrollo del sistema in- dustrial en sus variantes capitalista y socia- lista, y las exigencias de la geopolitica), han tenido y siguen teniendo en Ia alteracién del equilibrio alcanzado por los biosistemas a través de millones de afios de evolucién, has- ta cl punto de poner en peligro la existencia misma de la especie humana, Hasta ahora, el pensamiento marxista sobre estos temas ha sido dificilmente a: milable de manera neta auna de las tres ses, aunque tal vez esté mas proximo ala se- gunda, por su apariencia de ideologia del Progreso. Para el marxismo el hombre y la sociedad son parte de la naturaleza; median- te el intercambio reciproco, como se Ileva a cabo a través del trabajo, la naturaleza se humaniza, mientras que el hombre se natu- raliza (Schmidt, 1971). Todo cambio del a. natural obrado por las sociedades humanas no es, pues, obra de un agente externo, ex- tranatural, sino de una parte de la naturale. za que actia y retroactiia dialécticamente AMBIENTE NATURAL 23 sobre las otras (esto no es obviamente lo que entendfa Engels por “dialéctica dela natura- leza"). Al tiempo que escapa del determinis- mo con frecuencia mecdnico y unilateral de la escuela geoantropolégica, este plantea- miento parece mal estructurade como con- tribucién al anélisis de la relacién socie- dad/a. natural como se da cn la fase de la reflexién ecolégica. Aino ver en las sociedades humanas mas que entidades naturales se corre el riesgo de lcgar a la conclusién, en la época de la con- taminacién generalizada, de que la naturale- za se est destruyendo a si misma; lo cual es plenamente comprensible e incluso acepta- ble desde el punto de vista naturalista, pero ofrece escasos instrumentos a quien quiera interrumpir la accién negativa de las socie- dades humanas sobre la naturaleza. En otro plano, Ia objecién de que en cuanto teoria de la sociedad capitalista el marxismo esta en condiciones de determinar mejor que cual- quier otra teoria social la responsabilidad pri- maria de los atentados a la biosfera, tiene ¢s- caso fundamento: sociedades antiguas como la romana, sociedades primitivas 0 analfabe- tas como gran parte de las africanas en los si- glos pasados, sociedades contempordneas subdesarrolladas como Brasil y las mismas sociedades socialistas curopeas han contribui- do y contribuyen a la alteracién del a. natural, teniendo en cuenta las dimensiones de la po- blaci6n, en medida no inferior a las socieda- des capitalistas avanzadas. ©. Hace algo mas de medio siglo, un socidlo- go ruso-norteamericano sintetizaba en los siguientes términos el concepto de a. natu- ral, o, como entonces se preferia decir, geo: grafico: “Con este concepto se enticnden todas las condiciones y los fenémenos cés- micos que existen independientemente de la actividad del hombre, que no han sido crea- dos por cl hombre y que cambian y varian de manera espontanea, independientemente de la existencia y de la actividad del hombre. En otras palabras, si tomamos el ambiente total de un hombre o el de un grupo social, yse sustraen de él todos los agentes ambien- tales directa o indirectamente creados o al- terados a causa de la existencia y de la acti- vidad del hombre, quedaré mds o menos lo que se conece por ambiente” (Sorokin, 1928, pp. 101-102), Si nos basamos en dicha defini- sidn, cl ambicnte estaria constituido por el clima “natural”, la temperatura terrestre, el suelo, los relieves, los cursos y espejos de ‘agua, la flora y Ia fauna naturales, los eam- bios de estacién, los procesos geofisicos (te- rremotos, sismos, erupciones valcAnicas, mareas), los fendmenos de gravitacin, hu- Tacanes, cortientes marinas, etcétera. Aunque parezca persuasiva a primera vista, una definicién del a. natural como re- siduo extrahumano, que podemos encontrar incluso hoy en Ja conciencia social de mu- chos sectores de la sociedad contempo- ranea, es actualmente inadecuada, a la luz de las transformaciones inducidas en el a. natural precisamente por la actividad huma- na: y quizé también lo fucra en el momento ‘en que fuc escrita. Recorramos la lista de los factores mencionados por Sorokin: gcudles de ellos podemos considerar, desde siglos 0 desde milenios, de manera independiente de Ta existencia y de las actividades del hom- bre? El clima y la orografia de Sicilia y de Cerdefia han sido drasticamente alterados por las talas de bosques masivas efectuadas durante Ja Gpoca romana y griega para la construccién de naves de guerra. Especies enteras de animales fueron exterminadas por el hombre prehistérice. La composicion yla distribucign de las Faunas terresire y marina de casi todas las zonas del globo son el resultado directo e indirecto de innumera- bles actividades humanas, desde la caza ala domesticacién y alos transportes, de la pes- saa la excavacién de canales transocednicos yal uso de pesticidas; lo mismo, cambiando ios términos, puede decirse de gran parte de Ja flora. Algunos terremotos son provocados por la construccién de diques; los lagos arti- ficiales modifican ¢l clima y el régimen de las precipitaciones pluviales; el éxido de carbono, producto de la combustién artil cial de millares de toneladas de combustible —la mayor parte en el ultimo siglo— ha mo- dificado tangiblemente la atmésfera y la penetracién de los rayos solares en la superfi- cie terrestre. Por eso, en lugar de la indepen. deneia respecto de la existencia y actividad del hombre, ahora unida inseparablemente al ambiente, es necesario incluir, en la base dela definicién de lo que es “natural”, su cardcter de factor condicionante de Ia existencia de la 24 AMBIENTE NATURAL especie humana. En este sentido constituyen ela. natural todos los Factores fisices, quimi- cos y biologicos, aptos para modifica, de ma- nera favorable o desfavorable a su existencia, cualquier estado 0 comportamiento de los or- ganismos humanos. La relacién entre tales factores y los organismos humanos ¢s sin em- bargo mediala en’diversas formas, cn medida ereciente por la elvilizacton (v), por la organi- zacién social y por Ia cultura (v). La sociologia estudia precisamente esta mediacién, inten- tando eaptar ya sea las implicaciones en los dos sentidos, para los organismus y para el ambiente, ya sea la forma que la mediacion misma acaba por asumir en presencia de de- terminadas caracter{sticas 0 estados en que se encuentran en un determinado momento unos y otros. D. El a. natural que nosotros experimenta- mos actualmente es el producto de muchas actividades singulares ¢ interrelacionadas, Mevadas a cabo regularmente por casi todas las sociedades humanas desde la prehisto- ria, Las principales son: @] Los cultivos agricolas. Gran parte de las lanuras cultivadas estaban cn otro tiem- po cubiertas de bosques y selvas, que fueran segados, talados y quemados para dar lugar a diversas formas de produccion agricola, con fines alimentarios ¢ industrials. Ade- més de las modificaciones del clima y del régimen hidrogcolégico de grandes zonas, la tala de selvas, sustituidas por cultivos agrico- las, ha producido indirectamente la erosion del suelo, con una pérdida de millones de ki- Iémetros cuadrados de suelo fértil. Todos los cultivos modifican ademas la composi- cin bioquimica de los terrenos. b] La extraccién de recursos naturales con fines productivos. El mas antiguo recur- so productivo fue la madera, utilizada para edificios, naves, puentes, arreos, que s¢ con- seguia directamente con la tala de bosques y selvas. Aun habiendo cambiado su uso, que actualmente se concentra en Ia industria del papel mas que en la de la construccién, el con- sumo de madera por parte de las sociedades contemporineas sigue siendo elevadisimo. La actividad extractiva de minerales y meta- les, desde los ya conacidos en la antigiiedad como el hierro, el cobre, la plata, el oro, has- ta los que la tecnologia moderna ha hecho preciosos, como el uranio, ha modificado <1 aspecto de la superficie y la estructura sub- terrénea de regiones enteras. ¢] La extraccion y el empleo de recursos naturales con fines energéticos. Madera, car- bén, petrélco, reservas artificiales de agua, combustibles nucleares, compendian la se- cuencia de los recursos extraldos y utilizados acosta del ambiente para producir cantidades crecientes de energ(a, con importantes mo- dificaciones del subsuclo, de la orografia, del clima, etcétera. d] La caza y la pesca. Grandes porciones de la fauna terrestre y marina han sido exter- minadas con estas practicas, provocando la extincién de millares de especies animales. €] La construcci6n de canales interlacus- tres ¢ interocednicos, como Suez, Panama, San Lorenzo. Estos canales han conectado lago$ y mares habitados por faunas diferen- tes, provocando cambios conspicuos en su composicién, asi como la difusién de espe- cies de pardsitos y de depredadores en aguas anteriormente inmunes. flLas migraciones y en general los mo- vimientos de poblacién, comprendidos los turisticos. Estos han provocado una nueva distribuci6n, todavia mal conocida, de micro- organismos itiles o dafiinos para cl hombre, Pardsitos y enfermedades, con marcadas modificaciones de las situaciones endé- micas y epidémicas en el nivel mundial. g] La medicina, que ha modificado pro- fundamente la distribucién de los microor- ganismos nocivos al hombre, promoviendo entre otras cosas el desarrollo de especies de microbios, bacterias, virus dotados de muevas caracteristicas. HE empleo de abonos, fertilizantes, pes- ticidas de origen quimico, que han modifica- do la composicién bioquimica del suclo, de los alimentos y de las aguas. ij La contaminacién del aire, de las aguas y del suclo. Las fuentes mayores de la mis- ma son, como se sabe, la combustién de carbén y petréleo para la calefaccién, la energia motriz, los transportes, la ilumina- cién; los fertilizantes y 1os pesticidas que se descargan cn Jas aguas y se infiluran en los suclos; los residuos industriales de humos, polvos, gases, Acidos, solventes, sales, etc.; los desechos organicos de los consumos do- mésticos (latas, plisticos, desperdicios de AMBIENTE NATURAL. 25 comida, etc.) y las aguas negras. La incidencia de muchos de los factores mencionados en las transformaciones del a. natural crece en algunos casos con progre- siéa geométrica, en relacién con el desarro- Uo de la tecnologia (v.) y de In poblacién. Pero es parcial la afirmacién de que el estrés impucsto al a. natural por parte de la pobla- cién de las sociedades industriales avanzadas es de 25 a 50 veces mas elevado —per cdpi- ta— que el de la poblacién de las sociedades menos avanzadas. Esto es verdadero por lo que respecta a la extraccién y consumo de re- cursos productivos y energéticos, o a la con- taminacién debida a los productos de la in- dustria quimica, pero no con respecto de los otros factures. Por ejemplo, las practicas agricolas primitivas de muchas sociedades subdesarrolladas de Africa y del Sudeste asidtico contribuyen a la erosién de los sue- los en una proporcién més elevada que la agricultura de los paises avanzados. E. Ya se ha dicho que muchos autores han atribuido la configuracién, la dinamica y la frecuencia de casi todos los fenédmenos so- ciales a la influencia del a. natural. Sin em- bargo, la mayor parte de las obras de cardc- ter cientifico —o sea fundamentadas en ¢l andlisis de una serie de datos empiricos més que en la extrapolacién especulativa de fe- némenos conucides— producidas en este campo después de la segunda mitad del siglo xax se han concentrado en el estudio de la influencia del a. natural en fendmenos socia- les como Ia riqueza: el grado de desarrollo econémico de una sociedad; el caracter y la distribucién de las actividades productivas; los ciclos econémicos; el indice de suicidios; la distribucion de las razas; la energia labo- ral y la salud; la resistencia a los esfuerzos intelectuales: el proceso de las enfermeda- des mentales y de la criminalidad; las for- mas del arte, de la literatura y de las practi- cas y creencias religiosas; la organizacion politica y la estratificacién social; la deca- dencia de las civilizaciones (ef. Sorokin, 1928; Huntington, 1924). Entre los factores ambientales cuyos efectos sobre los anteriores fenémenas so- ciales ha examinado Ia sociologia de! siglo vax y de los primeras decenios del xx figura en primer lugar el clima, ya sca porque se integra en una larga tradicién del pensa- miento social y politico ~en el Del espiritu de tas leyes (1748) Montesquicu dedica cuatro libros enters a la relacién entre las leyes y el clima—, ya porque entre todos los fenémenos naturales éste ha sido sometido desde el siglo xvm a estudios y registros bastante precisos y difundidos, en términos de temperaturas medias y precipitacion plu- vial. Otros fenémenos cuya influencia sobre las estructuras sociales a menudo se ha que- rido estudiar son la naturaleza y configura- cién del terreno (ano, montafioso) y la con- figuracion de las costas. La hipétesis de que los fendmenos am- bientales determinan de manera unilateral une uotre fenémene social ha perdido terre- no, como se sabe, con el desarrollo de los estudios sociolégicos y de los materiales es- tadisticos. En la actualidad socidlogos y an- tropélogos hablan cuando mas de condicio- namicnto, de desaffo ambiental, a los que la cultura y la organizacién social de una po- blacién oponen respuestas diversificadas, sin llegar a ninguna generalizacién. Ademds, se da por descontado que el condicionamien- to del a. natural no tiene la misma intensi- dad, ni acttia del mismo modo en todos los tipos de fenémenos sociales; por ejemplo, en el vestido y la habitacién se puede influir més que en las artes, él sistema politico o la familia. El desarrollo econémico y social y la tecnologia, por otro lado, producen un ul- terior distanciamiento de la influencia con- dicionante del a, natural; si comparamos ciuidades curopeas y norteamericanas, sep- tentrionales y meridionales, se observa que el vestido, la habitacion y la alimentacién no resienten mas que en minima medida los respectivos climas. BIDLIOGRAFL: H.. T. Buckle, Intvoduerion to the history of civilization in England, 2 vols., Lon- dres, 1857-1861; O. D. Duncan, “Social argani zation and the ecosystem”, en R. E. L, Faris (comp), Handbook of modern sociology, Chica- go, 1964; L. Febvre, La tierra y la evolucién humana: introduccién geogrdfica a la historia (Paris, 1922), México, uTEHA: M. Godelier, “Con- sidérations théoriques et critiques sur le pro- bléme des rapports entre homme et son en- vironnement”, en Social Science Informa- 26 ANARQUISMO tion - Information sur les sciences sociales, xii (6), 1974: E. 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La teorfa social implicita en el a. se funda en Ia creencia de que cualquier comunidad de individuos, cuando est libre de interferencias externas, estan condiciones de realizar por si sola un orden suficiente para hacer frente a sus principales necesidades, sin tener que recu- rrir a leyes, formas de gobierno, 0 jefes de cualquier clase. Por extension, se ama tam- bign a. el movimiento politico que se inspira en esta doctrina. B. El término anarguta aparece en la Politi ca de Aristételes (I. v, 3, 1302 b) para indi- car, junto con el desorden, una de las causas de a cafda de la demacracia en Tebas, Mega- ra, Siracusa y Rodas. Aunque los comenta- ristas de Aristételes se inclinan a atribuir al término asi usado el significado de inexis- tencia de un gobierno, en el contexto éste de- signa de modo mis plausible la falta de una guia segura o bien la insuficiente capacidad 0 la ausencia temporal de jefes. Confirma esta interpretacion el uso andlogo que hacen de él Herodoto y Esquilo; la etimologia del término afin anarchas, literalmente “ciudad sin arconte”, o sea sin rey o supremo magis- trado; finalmente el hecho de que en Atenas fue llamado anargufa precisamente el afio que no tuvo arcontes, el de los treinta tira- nos. Junto con las deficiencias de la guia po- Iiticao la ausencia material de un jefe, en los autores griegos anarquéa designaba a menu- dola condicién de incertidumbre y desorien- tacién (no la de desorden, que se indicaba con otra palabra, afasia) en la que caia un pucblo que sufre una experiencia similar. Durante la Edad Media y el Renacimiento Jas traducciones de Aristételes difundieron en cambio por Europa el significado de anarquia en el sentido de concomitancia de falta de gobierno y desorden social provo- cado por ésta, Filésofos y literatos, de Fran- cis Bacon a Milton y a Swift, adiadieron otras connotaciones negativas: Ia anarquia es caos, confusion, rebelién insensata a las autoridades més sagradas, licencia inconte- nible, desenfreno de las pasiones mis bajas. Cuando el términe es retomado por la filoso- fla polftica del siglo xvin, su significado esté ya notablemente alterado respecto de sus origencs: ya significa al mismo ticmpo falta de gobierno, carencia total de autoridad, au- sencia de leyes, turbacién y confusién social ANARQUISMO 27 derivadas de ello, y el desorden criminal en que todo esto desemboca. Autores diversos, alcjados unos de otros, como Bossuet (In- troduction & la philasophie, ou de la connais- sance de Dieu et de soi-méme, Parts, 1722, vol. 1) y Becearia (De fos delitas y las penas [Livorno, 1764, cap. mj, Barcelona, Brugue- ra; Madrid, Alianza Editorial, 1968) lo usan praécticamente cn esta misma acepcién. Du- rante la Revolucién francesa los términos anarquia y andrquicos son usados para deni- grar y condenar con el maximo desprecio a las facciones adversarias. Lo aplican los gi- rondinos a los “rabiosos” hacia 1793; des- pus cl Dircctorio a los jacobinos, definidos como “hombres cubiertos de delitos, man- chados de sangre, engordades por los robos, enemigos de las leyes que no hacen ellos y de los gobiernos donde no gobiernan, que pre- dican Ia libertad y practican el despotismo, hablan de fraternidad y exterminan a sus hermanos [...], tiranos, esclavos, adulado- res serviles del patron inteligente que los sepa subyugar, capaces, en una palabra, de todos los excess, todas las bajezas y todos los delitos” (cit. en Woodeock, 1962, pp. 8-9). De manera andloga recurren a él las clases dominantes de los estados alemanes de aquel tiempo a propésito de cualquicra que postule un cambio, aun limitado, del orden existente. Con esta acepcién despreciativa fue recibido el término por el lenguaje ordi- nario hasta nuestros dias, también a causa de la aversién concorde demosirada hacia el a. por parte del liberalismo, el movimiento democratico cristiano y el marxismo en casi todas sus formas. De la existencia de un pensamiento andr- quico formado y auténomo sélo se puede empezar a hablar a partir del altimo decenio del siglo xvmi, con la publicacién de ta En- quiry concerning political justice, and its in- fluence on morals and happiness (Londres, 2 vols., 1793-1796), de William Godwin. Junto con Max Stirner, Wilhelm Marr y otros pocos, aunque scparados por profundas diferen- clas de planteamiento, Godwin representa la variante indi vidualista 0 filoséfica del a., la cual atribuye un valor supremo a la libertad del individuo respecto de cualquier constre- fiimiento politico, juridico, econémico o reli gioso, postulando con ello el derecho abso- luto del individuo a tal libertad, Ilevando asi hasta el extremo las instancias propias del libcralismo. La variante sacial o politica del a., como doctrina y como movimiento social, se origina con la obra y actividad de Proud- hon, especialmente con la publicacién de éQué es la propiedad? (Paris, 1840), en la cual reivindica por primera vez la c: cién de anarquico, hasta entonces sinénimo de condenacién moral y politica. La variante social del a., dentro de la cual serfa todavia necesario distinguir la linea anarco-sindica- lista, que se inicia precisamente con Proudhon y acentia la critica a las relacio- nes de propiedad burguesa, asi como la posi- bilidad de romperlas con una huelga gene- ral, dirigiéndose, pues, no al individue sino alas masas organizadas; y la linca anarco- contunista, que pone en primer plano In exi- gencia de una absoluta igualdad material como fundamento de la libertad, se caracte- riza por algunos principies que en diversas formas han constituido los fundamentos doc- trinales y tedricos del a. hasta el presente. Se trata del principio federativo, sobre cuyo desa- rrollu ha influido sobre todo Proudhon, segin el cual tados los problemas que afectan a co- lectividades mas 0 menos amplias deben afrontarse mediante la asociacién 0 federa- cién de municipios y comunidades peque- fias, autosuficientes, completamente libres de afirmar sus propias necesidades y de reti- rarse de la asociacién cuando asi lo crean conveniente; del principio de la destruccion revolecionaria del estado como premisa de Ja liberacién del hombre, en contraposicién a otras ideologias que, como el marxismo, postulan en cambio la conquista preventiva del estado por parte del proletarindo (Baku. nin); y dela idea del apoyo muta, claborada por el anarquista ruso Kropotkin, que afir- ma la espontaneidad y la naturaleza de las mas diversas formas de solidaridad entre los hombres, potemizando con aquellos que ven en la hostilidad y en la competencia reci- proca la anica condicién natural del hombre. Por debajo de estos principios existe una radical desconfianza en relacién con la so- ciedad industrial (v.), con la tecnologia (v.) en todos sus aspectos, con la correspondien- te exaltacin de la comunidad (v.) de pucblo, de las virtudes campesinas, de la vida vivida en la naturaleza. Por lo que toca a los mis- mos principios, especialmente la hostilidad 28 ANARQUISMO ala propiedad privada de los medios de pro- duceién, Ia ideologia y la praxis del a. han te- nido complicadas relaciones e interacciones con la ideologia y la praxis del movimiento obrere, incluso después de que éste se colocé bajo la hegemonia del socialismo. Aparte de las represiones de que siempre ha sido objeto por parte de los regimenes bur- gueses, cl mas duro adversario te6rico y politico del a. ha sido el marxisino. En pole mica sobre toda con Bakunin y con sus epi- gonos, dese la época de la I Internacional, el marxismo —con excepcién de las actuales y multiformes encarnaciones extraparla- mentarias— considera absolutamente ina- ceptable la idea de la rebelién espontanea de las masas, sin la guia de unos jefes @ de un partido; la supresién preventiva del estado en lugar de su sometimiento a la clase obre- ra; la utopia de una sociedad de individuos libremente fedcrados, con base en inclina- ciones del todo privadas, junto con el pro- gtama de violentas acciones demostrativas dirigidas a ir acercando el momento de la huelga general. El resultado més importan- te del a., han afirmado a menudo los marxis- tas, consiste cn poner a disposicion de la burguesia reaccionaria una banda de agen- tes provocadores (Marx y Engels, 1845ss., 1870ss., passim). El periodo de mayor desarrollo del a. como doctrina y como movimiento politico, transcurre aproximadamente entre 1850 y 1920. Después de esta fecha no ha aportado contribuciones teéricas de gran relieve, ni ade un papel apreciable en la escena politica curopca o extracuropea, al punto que en la actualidad se duda de la sub- sistencia de un verdadero y propio movimien- to anarquista. Desde finales de los afios sesen- ta, sin embargo, motivos, principios y formas de accién politica tipicamente anarquistas han vuelto a florecer con gran evidencia en el Ambito de los sindicatos obreros, de los gru- pos extraparlamentarios en Italia, Francia y Alemania, de la nueva izquierda norteameri- cana, del movimiento estudianti] de muchos paises. Un rasge peculiar de este neoanarquis- mo, ¢s cl presentarse ne come doctrina y mo- imicnto auténomo, sino como acentuacién del componente Iibertario del marsiamo que en general inspira a estos movimientos, ha- ciendo las debidas diferenciaciones. C. Como en otros tipos de doctrina y de ideo- logia politica, en el a. esta implicita una teorfa social, o sea un conjunto de afirma- ciones, vinculadas entre si, acerca de las mo- tivaciones del hombre en cuanto ser social, el comportamiento de grupos y asociacio- nes, la dindmica de la organizacién social. En los clasicos del a. social, especialmente Kropotkin, la construccién de esta tcoria fue claborada utilizando materiales antro- polégicos, inherentes a sociedades primiti- vas, materiales histéricos y en menor medida materiales contempordneos. Sin abandonar ninguno de los principios legados por la tra- dicién, exceptuando quiza la idea de revo- Inci6n destructiva o violenta, este intento ha sido retomada y continuado por el a. con- temporanco, el cual, ademas de disponer de materiales antropoldgicos e histéricos bas- tante mas ricos y dignos de confianza, en- cuentra del todo conforme a las propias hi- potesis muchos aspectos del cambio social y cultural (v,) de los tltimos afios, En sintesis, la teoria social del a. contem- pordneo se articula en las siguientes propo- siciones: a] En presencia de necesidades y de exi- gencias comunes, cualquier colectividad de individuos es capaz de autoorganizarse para satisfacerlas, realizando un orden esponts- aco y operand con mayor eficiencia y efica- cia que cualquier organizacién formal. Como prueba de esto se presenta el caso de innu- merables movimientos espontancos de nues- tros tiempas, desde Ia ocupacién de tierras no cultivadas por parte de campesinos hasta los grupos estudiantiles, de la proliferaci6n de las comunas (v.) a los festivales juveni- les de masas. 5] Dado que el orden social puede ser al- canzado o conservado mejor sin ninguna forma de autoridad, el estado no solamente ¢s superfluo, sino que es un factor de desor- den impuesto con la violencia. ¢] La complejidad actual de Ia divisién del trabajo (v) social, haciendo complem tarios e interdependientes a todos los indivi- duos, facilita mas que cn el pasado el logro de una armonia natural de las necesidades, o sea la integracién entre produccién y con- sumo, sin ninguna necesidad de una coordi- nacién centralizada y autoritaria. d] Formas de federacion y de acuerdo en- ANARQUISMO tre organismos y colectividades locales del todo auténomas son mas que suficientes para crear y gestionar sistemas tecnolégicos que revisten interés general, pero son dema- siado grandes y costosos para cada organis- mo o colectividad que quiere servirse de ellos, sin necesidad de organismos superio- res de control. Al respecte se mencionan como ejemplares el sistema postal interna- cional y las redes de telecomunicacién por cable o satélite, que funcionan muy bien sin ninguna “Direccién mundial para las comu- nicaciones”. E] mismo mecanismo seria su- ficiente para llevar a cabo formas de progra- macién econémica y social. e] El aumento del grado medio de ins- truccién, el desarrollo de la ciencia y de la tecnologia y la difusién generalizada de co- nocimientos de todo tipo estan haciendo ob- soleta la figura del jefe en todas sus acepcio- nes tradicionales. Cualquier grupo est hoy en condiciones de autorregularse sin necesi- dad de un jefe permanente. Las funciones in- dispensables de guia, coordinacién y conse- jo técnico pucden ser cubiertas por turnos, de manera temporal y transitoria, por el miembro del grupo que posea los conoci- mientos. reconocidos mas utiles en ese mo- mento. Como prucba de esta asercién se aducc la impugnacién general de jefes y diri- gentes en las organizaciones complejas, a partir de las empresas industriales, y la afirmacién del concepto de grupo auténomo en el campo de la organizacién del tral Jo (v). fl En cuanto instituciones formals, las escuclas, como el estado, no-sélo son innece- sarias para la soctalizacién (v.) del indivi- duo, sino que son también dafiinas: otra for- ma de violencia ejercida sobre lus nifios y no sobre los adultos. Son sustituidas por proce- sos de autoeducacion a través de los cuales cada individuo planifica sus propios estu- dios segin sus propias inclinaciones o de- seos, dirigiéndose para aprender a quien tenga algo que ensefiarle mediante el traba- jo que desempefia cotidianamente (Illich, 1970-1971). También aqui los anarquistas se- fialan en la crisis de las instituciones educa- tivas en todos los niveles y en casi todos los pafses, en la impugnacién general ala ense- fianza oficial, en el movimiento para deses- colarizar la sociedad, los hechos que confir- 29 man sus hipétesis, algunas de las cuales se remontan a Godwin. g] La familia monogamica nuclear, cons- truida alrededor de la institucion formal del matrimonio y de la progenic, es un cepo que sofoca el libre desarrollo de los sentimien- tos, de la sexualidad y de toda la personali- dad de sus componentes. Igual que la escue- Ja, esta instituci6n esté en crisis, y va siendo gradualmente remplazada —coro habia an- ticipado la ideologia anarquista— por for- mas mas libres, espanténeas y mudables de asociacién sexual (v. familia, E), hi] El gigantismo de las grandes socieda- des por acciones y de las burocracias estata- les es del todo innecesario, y en tltima ins- tancia dafiino, para la produccién y para la administracién, ademas de que impone a la sociedad toda clase de constrefimicntos intolerables, sobre el trabajo, el consumo, el tiempo libre y el uso del ambiente. Un grupo de pequefios productores independientes, eventualmente asociados en pequefas uni- dades econémicas, podria fabricar todo lo que es netesario para la vida de la colectivi- dad, de manera mids simple y prdctica, con costos globalmente menores, sin disfraces publicitarigs o burocraticos de ningiin tipo, superando la enajenacién y las necesidades de control del trabajador aislado. La vitali- dad de este ideal puede verse, aseguran los pensadores anarquistas, en la multiplica- cién de las instancias en favor de formas de autogestién (v.) en todos los sectores produc- tivos. Aunque los anarquistas contemporaneos rechazan la calificacién, en otro ticmpo am- bicionada, de adversarios del industrialismo y de la tecnologia, es evidente que muchas de estas proposiciones podrian encontrar en un futuro préximo una confirmacién bas- tante amplia en sociedades mas bien sim- ples, con un Indice de desarrollo econémico limitado o nulo, con una poblacién reducida y con un nivel de vida relativamente bajo, se- gain los parametros usados actualmente. Desde este punto de vista cl pensamiento neoanarquista se integra en el movimien- to cultural y social desarrollado en afios re- cientes bajo el signo de la ecologia (v. am- biente natural), Los mismos fenémenos de crisis de la sociedad avanzada, en Ja que los escritores anarquistas ven una confirma- 30 ANGUSTIA cién de su teoria social, desde la impug- nacién juvenil hasta el movimiento por La liberacion de la mujer (v.) y la lucha contra la contaminacion, se refieren en efecto, con fines a su propia superacidn, a un tipo de so- ciedad como Ia indicada por esta teoria, que seria al mismo tiempo una solucién dela cri- sis actual y condicién para Ia superacion “ecolégica” de la misma. BIBLIOGRAPLA: P. Ansart, Mare e Vanarchismo Paris, 1969), Bolonia, 1972, p. ; D. Apter y J. Joll (comps.), Anarchism today, Londres, 1971; M. Bakunin, Dios y el Estado (Paris, 1882, péstu- mo), Gijén, Jucar, 1979; M, Bakunin, Dittatura e anarchia (Mosci, 1873), Pisa, 1919; C. 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El concepto de a. se desarrollé en dos di- recciones distintas: por parte de Ia filosofia existencialista y por el psicoandlisis. En el significado que le atribuye la filosofia exis- tencialista la a. es un hecho ontologico, deri- vado de caracteristicas inmanentes de la condicién humana —cn especial la continua posibilidad, y finalmente la certeza, de la muerte. Para Kierkegaard la a. deriva del re- conocimiento de la infinitud y dela omnipo- tencia de lo posible, en el sentido de que “en lo posible toda cs posible”, incluso el aconte- cimiento mds catastréfico (1844). En Heideg- ger. y después en Sartre, es la posibilidad mas negativa la que se toma como elemento constitutivo de la a.: la presencia de la nada, la disalucién en cl no ser, la muerte, Para el psicoanilisis, en cambio, a partir de Freud, ANGUSTIA, 31 laa. se vincula con un dato bioldgico: la condi- cién de total impotencia del recién nacido ante el ambiente material y humano. Con el desarrollo de la personalidad este trauma ori- ginario es absorbido en estructuras funciona- les mas complejas —el ego y sus mecanistnos de defensa, el superego—, de manera que en la personalidad madura fa a. es un estado re. lativamente episédico. Su presencia, mas 0 menes permanente, y més © menos intensa, caracteriza en cambio a las personalidades neurdticas, que a causa de una incompleta o inadecuada estructuracién funcional recaen en sf fuertes tensiones entre ego y superego, ello y ego, cllo y superego (v. personalidad, C). Con Ia aportacién de elementos de la fenomenologla husserliana, especialmente la idea de “protensién” e “intencionalidad” de la conciencia, el significado psicoanalitico y el existencial de a. fueron parcialmente integra- des entre elles por obra de la psiquiatria feno- menoldgica (Minkowski) y del llamado “and- lisis existencial” o Daseinanalyse (Binswanger: cf. mayo de 1958, caps. 1 y vi). Ellos no niegan la importancia de los acontecimientos epige- néticos en la formacién de la a., pero mas allé de éstos acentdan e! papel de la relacion entre si y los otros, entre los diversos momentos del s{ mismo —pasado, presente, futuro; devenir y envejecimiento—, en una palabra, entre la Persona y todas las situaciones que ésta si- multaénea y sucesivamente experimenia. En cuanto el “estar aqui” (Dassein) es siempre un ser en situaciones determinadas, la a. como reclamo 0 presencia de una amenaza de anu- lacién, de reduccién a Ja insignificancia, pue- de derivar de cualquier situacién. Las vastisimas implicaciones sociolégicas y antropolégicas del concepto de a., ya sea en. In acepeién psicoanalitica o en Ia existencial, han sido hasta hoy bastante poco exploradas. Aparte de un limitade nimero de investiga- ciones dirigidas a valorar la incidencia y las formas de a. en sociedades primitivas, y que precisamente por este planteamiento son de limitada relevancia sociolégica, éstas las po- demos encontrar con dificultad en los traba- jos de los pocos antropélogos con intereses y ién psicoanalitica, como Géza R& heim, de los sucidlogos, fildsofos y cientificos Politicos vinculados con Ia escuela de Franc: fort (Fromm, Marcuse, Neumann), que repre: sentan el intcnto. ms importante para integrar a Freud en el andlisis marxista, y de algunos representantes de la psiquiatria fenomenolégica-existencial, como Laing. Ninguno de estos trabajos, sin embargo, ha Mevado a modificar de modo apreciable los significados de a, anteriormente indicados (v. psicoanillisis y sociologia, ¢, ). C. Freud distingue tres tipos de a: Ia a. ob- jetiva, o a. “frente a situaciones reales" (Real- angst), la a, neurdtica y ta a, moral, La a, obje- tiva se vincula con Ia relacién entre el ego y el ambiente externo, la a. neurética con Ia rela- jon entre el cgo y el ello Ia sede de las pul- siones instintivas, en la tooria estructural de la personalidad— y, finalmente, la a. moral con la relacién entre el ego y el superego, la sede de las instancias morales interiorizadas (Freud, 1926). Cada uno de los tres tipos de a. puede desencadenarse por diversos factorcs. Un factor coman ¢s el temor de un aconteci- miento desagradable en la esfera sexual: mie- do de castracién (el término es impropio, aun- que ampliamente usado, porque el miedo se reficre a la pérdida del pene, no de los testicu- Jas), significado de la menstruacién, dudas so- bre las dimensiones del propio érgano (maseu- Tino}, consecuencias de Ia masturbacién, dudas sobre la propia capacidad de Mevar a cabo el acto sexual. Algunos hablan, pues, de a. sexual (por ejemplo, W. Reich), aunque en términos [reudianos esto sca impropio; en efecto, la a, de origen sexual se manifiesta ne. ecsariamente bajo la forma de uno de los tres tipos mencionados. En Ia psicologfa fenomendlogico-existen- cial la a, se puede vincular con tres “mun- dos" diversos, segiin sea el origen de la “ne- gacién” que amenaza al individuo. El primero es el “mundo propio” (Bigenwelt), 0 sea la esfera de las relaciones del individuo conscicnte consigo mismo; el segundo es el “mundo del estar con otros” (Mitwell), 0 sca la esfera de las relaciones interpersonales; el tercero es el “mundo que nos rodea” (Umwelt), o sca el ambiente natural, animal (incluido el erganismo humano) y material. D. Para una aplicacién socioldgica del concep- to de a. es esencial distinguir entre los facto- res fundantes y los desencadenanites de la mis- ma. Tanto la concepcién psicoanalitica como 32 ANGUSTIA la existencial de Ia a. se refieren a situaciones demasiado genéricas (la condicién de impo- tencia del nino, la posibilidad de la muerte o de anulamiento del si mismo) o demasiado es- pecificas (los trastornos en el desarrollo de una personalidad determinada) para poderlas poner en relaci6n con las estructuras particu. Jares de un grupo, de una clase, de una socie dad, em un momento histérico dado. Por otro Jado, se debe reconocer que aun en presencia de situacioncs de a, inmanentes a la condicign humana la experiencia de Ia a. varia de fre cuencia y de intensidad en colectividades dife- rentes, y, en el tiempo, dentro de la misma co- lectividad; por consiguiente, las estructuras sociales y culturales de las colectividades, la estratificacién social (v), la distribucion del poder, las relaciones con otras colectividades y culturas (v. aculturacién), su base ecolégica y tecnolxica, las formas de organizacion del trabajo, las creencias cientificas y religiosas, etc., s¢ ven come otras tantos factores capaces de modificar la manifestacién, la frecuencia y Ja intensidad de Ja 2. entre los individuos que Jas componen. El mas poderoso de los aspectos desenca- denantes de la a,, y el mas relevante sociolég! camente, es la pérdida de orientacién social y cultural. Se da la pérdida de orientacién cuando un sistema social parece comportar- se de mancra incomprensible para los suje- tos que forman parte de él y los alimentan con sus acclones sociales (v.): las consecuen- cias de las acciones son imprevistas © con- trarias a las expectativas; el principio dela justicia distributiva parece caprichosamen- te violado; las normas de conducta anterior- mente predominantes ya no son respetadas por muchos, y las que las respetan ya no son vistos con estimacién, como antes, sino con escarnio y befa. La pérdida de orientacion cultural se produce cuando las definiciones sognoscitivas, afectivas y valorativas (v. sultura) que guian ¢ integran la conducta de un conjunto de individuos parecen dificil- mente interpretables, discordantes entre si, © inaplicables a las relaciones sociales (v. anomia). En los dos casos —que pueden pre- sentarse simul tancamente, agravandose mu- + tuamente— la incapacidad de afianzarse a Jas reglas del comportamiento social, propio y de los demas, el sentido de total enaje- nact6n (v.)-ante el conjunto de las relaciones y de las instituciones que constituyen la so- ciedad, son poderosos factores de aumento del nivel general de a. (cf. Neumann, 1954), E. Los cfectos directos ¢ indirectos de la a. han sido estudiados en tres niveles distintos, pero sobre todo en el nivel de la personali- dad. Segiin Ia teoria psicoanalitica, 1a a. constitutiva u originaria es un factor central en el desarrollo de la personalidad, cuyas ¢s- tructuras, especialmente los mecanismos de defensa, se forman progresivamente de mo- do que reduzcan al minimo la posibilidad de surgimiento de la a. Cuando Ia presencia de factores desencadenantes especificos hace surgir de todos modes la a., el mecanismo que s¢ activa generalmente es la represién: 0 sea, el individuo rechaza en lo profundo las pulsiones y las representaciones que activan la a. Los principales dcrivados de la a. son los sentimientos de culpa; dominar estos sentimientos, al igual que la a., pucde ser la tarea de toda la vida de una persona (Feni- chel, 1945, cap. xx.9) y de una colectividad. Por tales razones se reserva ala a. un amplio lugar en Ia teorfa de la motivacién de plan- teamiento psicoanalitico. Desde Freud la a. ha sido estudiada como el principal factor individual en el desarro- No de Ia cultura. Elaborando ideas ya impli- citas en algunas oricntaciones filoséficas, especialmente el pragmatismo (James, De- wey), psicolégicas (Adler) y antropolégicas (Hallowell), se ha definido al hombre como “animal que evita la a.” con la produccién de signos y simbolos adecuados para pro- porcionar diversos tipos de orientacién: la orientacién hacia el propio yo (el si mismo), hacia los objetos externos, la orientacién es- paciotemporal, la motivacional y la normati- va (Hallowell, 1955). “La receta para una conducta libre de a. consiste en escoger la cosa ‘justa’ que hay que hacer. No que en el momento en que un curso de accién se vuel- ve ‘justo’ y otro ‘equivocado’ la vida se vuelva moral y significativa. La moralidad no es mas que una receta para escoger; y el ‘signi- ficado’ surge en el momento en que la elec- cién se traduce en accién” (Becker, 1962, p. 51). Como factor causante de rasgos cultura- les, la a. tiene supuestamente efectos diver- sos segin los fenémenos a los que se apli- que. Estos son ciertamente mas relevantes ANOMIA 33 en el campo de Ia formacién de creencias, simbolos y ritos religiosos (v. religién: en sus origenes Freud consideraba precisamen- te la necesidad de evitar la a), o en la pro- duceién de formas artisticas, mas que en otros campos. En el nivel del sistema social la a. ha re- cibido una cierta atencién como factor origi- nante del faselsmo (v.), entendido ya como fenémeno hist6rico, ya como inclinacién re- currente en las soluciones autoritario- represivas y en el “miedo a la libertad” (Neumann, Fromm). Sin embargo, no se tra- ta del mismo tipo de a, Para Reich, ésta nace directamente de la represion del impulso se- xual; para otros, como Fromm, deriva mas bien de la irracionalidad de la sociedad capi- talista contemporanea. 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En esta acep- cion, predominante en la sociologia contem- pordnea, el término designa un estado obje- tivo de carencia normativa, empiricamente aceptado por parte de varios observadores, ynoel estado subjetivo de aquel que est4 ex- puesto a la a., o bien de quien no percibe o no comprende o no acepta normas que sin embargo existen en la colectividad de la que forma parte. B, El término a, era frecucntemente usado en Ia antigua Grecia para designar situacio- nes de ilegalidad, de evasin o de desprecio de Ia ley. Con este signifieado Io usa, entre otros, Jenofonte en el Andbasis (399 a.C). El término reaparece en los tiempos madernos desde principios del siglo xvu en la lengua inglesa, con un cierto cambio de referencia: la ley de la que el término sefiala la violacién el desprecio es mas bien Ia ley divina que la del estado. El Dictionary of the English Language de Samuel Johnson (1755, 17655) define sucintamente !a a, como “breach of © sea “infraccién de la ley”, pero a di- cha definicién le afiade un pasaje de Bram- hal por el que resulta evidente que la ley ala que se refiere la infraccion es en primer lu- gar la divina; “Si cl pecado fucra bueno, jus- to y legal, ya no seria un mal, ya no seria pe- cado, ya no seria anomia.” EL término ha sido, pues, usado durante siglos para indi- car una caractertstica del sujeto, el cual no respeta la Iey de la divinidad o del estado que honra a dicha divinidad, y segin esta acepcién en la practica es sinénimo de “comportamiento gravemente desviado” (v. desviacion). Cuando Durkheim recupera el término para el lenguaje sociolégico, primero con breves notas sobre la division del trabajo(v.) anémica en La divisién del trabajo social (1893), después con una elaboracién més pro- logia (1897), de hecho pone de relieve el significado 34 ANOMTA tradicional. Para Durkheim, a. significa esen- cialmente falta 0 carencia de normas socia- les, de reglas adecuadas para mantener den- tro de limites apropiados el comportamicnto del individuo, el cual de otra manera caeria en el desenfreno, bajo el empuje de fuertes apetitos. Durkheim afirma con claridad que por a. se entiende una caracteristica objeti- va del sistema cultural, o sea del conjunto de valores, normas y reglas en cuya estructura el individuo sc encuentra inserto, y no las re- acciones de éstos. Sin embargo, establece una relacién causal acumulativa entre esta- vo de a. y estado de los sujetos que Ja experimentan, sefialando que el estado de falta de reglas oa. se refuerza por la indisci- plina de las pasiones subsecuentes a una an- terior caida de las reglas que debian mante- nerlo bajo control. Es, pues, correcto afirmar que la idea de a. en Durkheim es in- versa a la idea de solidaridad social: en ésta se da una situacién de maxima integracion de relaciones sociales y de representaciones colectivas (v.), en aquélla, una casi completa desintegracion (Don Martindale, 196 1968, pp. 149-150). Distinta a la intencién de Durkheim es en cambio la definicién de Parsons, para el cual Ina.es “la antilesis de una completa institu- cionalizacién (. ..] vale decir, la caida com- pleta de un orden normativo. Asi como exis- ten grados de institucionalizacién, existen también grados de anomia: una es la inversa de la otra” (Parsons, 1951; ed. it. 1965, pp. 45.46). Durkheim se referia de hecho a situa- cioncs en las que las normas regulativas no existen, mas que a situaciones en las que exis- ten pero ne son respetadas. No parece exac- toafirmar que haya un cambio conspicuo en principales de Durkheim. En ambas a. signi- fica déreglement, falta de reglas; pero en la primera obra las reglas cuya ausencia se de- tecta son las que aseguran una eficaz divi- sin del trabajo entre organismes imperso- nales, como entre los diferentes sectores de la economia, mientras que en la segunda obra, EI suicidio, se trata sobre todo de re- glas morales dirigidas a orientar el compor- tamiento individual (v. moral). Partiendo de algunas ideas contenidas en la obra de Durkheim sobre el suicidio, el concepto de a. ha sido notablemente amplia- do y profundizado por R. K. Merton. Durk- heim habia afirmado: “Ningin ser viviente puede ser feliz ni vivir si sus necesidades no estan en una relaci6n suficiente con sus me- dios. Si las primeras exigen mas de lo que se les pueda dar o simplemente exigen otras co- sas, continuamente se sentiran frustradas y no podran funcionar sin dolor. . .] Pero en- tonces, si no interviene nada desde fuera para contener [nuestra sensibilidad], ésta no sera mas que fuente de sufrimiento. Los de- sos ilimitados son por definicién insa- ciables y no sin razén la insaciabilidad se considera un signo de morbosidad. Si nada los limita, rebasan siempre y hasta el infini- to los medios de que se dispone, y nada pue- de aplacarlos. Una sed inestinguible es un suplicio eternamente renovado" (Durkheim, 1897). Desarrollando esta linea de andlisis, Merton establece una primera distineién ex- plicita entre estructura cultural, constituida por un conjunto organizado de valores nor- mativos que gobicrnan la conducta y son co- munes a los miembros de una determinada sociedad 0 grupo, y estructura social, consti- tuida por el conjunto organizade de relacio- nes sociales en las que los miembros de aquella sociedad o de aque! grupo estn in- sertos; y una segunda distincién, implicita pero esencial, ya que sin ella cae Ia entera concepcién, entre los valores, por un lado, y las normas de comportamiento que se deri- van de ellos, por el otro, dentro de la misma estructura cultural. La a. se entiende enton- ces como un derrumbe de Ia estructura eul- tural en su parte normativa, que tiene lugar cuando se produce una disociacién neta en- tre los objetivos establecides por la cultura —esto ¢s, las valoraciones intrinsecas del sistema cultural—ylos medios efectivamen- te disponibles, con base en la estructura so- cial existente, para alcanzarlos. El caso con- creto al que Merton se refiere cs el ideal norteamericano del éxito: éste puede ser al- canzado, respetando las normas de conduc- ta vineuladas al mismo, solamente por una Pequeiia minoria; mientras que la mayoria, que participa del mismo ideal, nunca podré poscer los medios adecuados (instruccién, oportunidad, relaciones sociales, puesto de trabajo, etc) para hacer lo mismo, siendo asi inducida a violar las normas. En este senti- do la a., como discrepancia entre valores re- ANOMTA 35 conocidos y medios institucionalizados, es un factor importante de comportamiento desviado (Merton, 19577; v, valor social). Con Maclver, Riesman y otros se produce en cambio un retorno a la acepcién tradicio- nal, subjetivista, del término. Segtin Mac- Iver, “anomia significa el estado de 4nimo de aquel que ha sido arrancado de sus pro- pias raices morales, que no tiene ya ninguna medida de conducta sino sélo impulsos es- porfdicos, que no tiene ningdin sentido de continuidad, de afinidad con su pueblo, de obligacién [. ..}, el hombre andmico se ha vuelto espiritualmente estéril [...] se mofa de los valores de los otros. Su dnica fe es la filosofta de la negacién" (Maclver, 1950, pp. 84-85). Riesman retoma cl. adjetive “anémi- co”, que en Durkheim especificaba un factor de la divisién del trabajo patoléyica o del au- mento del indice de suicidios, y lo usa como onimo de individua no adaptado (Ries- man, 1950). Como en la acepcién tradicional, la.a. es aqu{ no solamente una caracteristica subjetiva, sino que puede llegar a caracteri- var a un individuo singular. El término se hace asi menos apto para designar situacio- nes de crisis estructural. La idea de crisis estructural (social o cul- tural) queda en cambio preservada en una tercera versién del significado de a. que se encuentra frecuentemente en textos de so- ciélogos contemporancos, para los cuales ‘sta consiste en un grado excesivamente ba- jo de conformidad a las normas, o bien en una disolucién o caida del consenso (v.), de la adhesién colectiva a los valores sobre los que se funds la organizacién de una colecti- vidad. En este caso, no se trata de la defec- cién respecto de normas y reglas, sino respecto al consenso de que son objeto por parte de un nimero consistenie de indivi- duos. Es este concepto de a. mas que el de Durkheim, el que se podria definir correcta- mente como el perfecto contrario de la plena institucionalizacion (v. autoridad, B). C. Eniendida como carencia de normas re- guladoras de la conducta, la a. de todos mo- dos varia de grado. Para distinguir entre el grado minimo de a. y su grado maximo —por un lado el simple conflicto entre siste- mas de valor dentro de un grupo, por el otra la desintegracién total de los valores mis- mos— se han propuesto las expresiones “a. simple” y “a. aguda”. Los intentos de clasil car la a, segun los tipos de norma implica- dos, de las situaciones sociales en las que tiene lugar, o de los sujetos a los que se apli- ca, no han ido muy lejos después de Dur- kheim, el cual ya hablaba de a. econdmica y a. conyugal. La primera se refcria a la caren cia de reglas que circunscriban el comporta- miento econémice y las relaciones entre los diversos sujetos econémicos; la segunda se referia al debilitamiento oa la supresién de reglas dirigidas a delimitar lainstitucion del matrimonio, Si se considera que una norma social es cficaz, o sea que no es deficiente, solamente si 1] existe y 2] es respetada, es evidente que “carencia”, “falta” o “ausen- cia" de normas puede significar varias co- sas: 1) La ausencia propiamente dicha de nor- mas reguladoras, en cuanta que nunca fueron formuladas en relacién con un determinado: sujeto 0 comportamiento. Por ejemplo, la empresa capitalista funcioné mucho tiempo durante el primer perfodo de su historia, en una situacién anémica, ya que no existia practicamente ninguna norma que estable- ciera las condiciones de empleo de la mano de obra, de inversién, de produccién, de lo- calizacién, de tasacién. 2] Una situacién en que las normas existen formalmente, pero son desconocidas 0 de he- cho incomprensibles para los sujetos cuya conducta deberian regular. Este ocurrié, por ejemplo, en la época colonial, cuando las po- tencias dominantes intentaban imponer a los indigenas el respeto a sus cédigos civiles y penales. 3] Una situaci6n en la que las normas son excesivamente numerosas o demasiado res- trictivas, contradictorias o ambiguas. Resul- tan “deficientes" porque el nfimero, la restrictividad o la contradictoriedad dismi- nuyen su eficacia. 4] Una situacién, finalmente, en la que las normas formalmente existen y son conocidas por los sujetos designados, pero éstos no les prestan atencién en una medida mds o me- hos amplia. Como ya se ha mencionado, es solamente esta situacién, y no las anterio- res, la que representa lo contrario a la insti- tucionalizacion. Con esta altima situacién se delinea la ANTISEMITISMO 37 BIBLIOGRAPEA: F. Chacel, “Considérations sur la nature de anomie”, en Revue Francaise de So- ciologie, vit @), 1967; E. Durkheim, La division del srabajo social (Paris, 1893), Torrejin de Ardoz, Akal, 1987; E. Durkheim, El suicidio. Estudio de socialogia (Paris, 1897), Torrején de Ardoz, Akal, 1982; J. Duvignaud, L’anomie, héresie et subversion, Paris, 1973: E. Fromm, Miedo @ la libertad (Nueva York, 1941), México, Paidos Mexicana; C. 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Sorokin, Social and eulrural dy- namics, Nueva York, 1937, vol. m1, p. 1M. ansiedad. v. ANGUSTIA antisemitismo (al. Antisemitismus; fr. antisemitisme; ing]. antisemitism; it. antisemitismo) A. El término a. indica un vasto continuo de actitudes, prejuicios, creencias y comporta- mientos hostiles para con los hebreos como entidad religiosa y étnica. Los elementos de este continuo tienden a insertarse unos en otros, formando una escala de nocividad creciente hacia su objeto, desde los chistes € ilustraciones satfricas sobre el aspecto y el caracter del hebreo, hasta la persecucin planificada para destruir totalmente a esta minoria en una determinada sociedad, como Ia que se llev6 a cabo bajo el nazismo en Ale- mania (v. agresién, D). Ela. no es solamente un prejuicio, ya que junto al juicio malévolo no fundado se inclu- yen a menudo varios tipos de actus hostiles, agresivos, persecutorios, en relacién con Ia minoria designada; no es una teoria social, antropolégica o politica, ya que ninguno de sus componentes puede demostrarse a par- tir de pruebas empiricas; ni mucho menos es una ideologia (v.), ya que carece totalmente de componentes relativas al deber ser de la sociedad a la que se refiere, por un lado, y es confutable en cada una de sus partes, por cl otro. Es mas bien el conjunto de todas los rasgos despreciables, en los niveles religio- so, cultural, ctnolégico, social, politico, que han sido arbitrariamente atribuidos en di- versas épocas y sociedades a los hebreos, junto con las actitudes de aversién que la atribucién de tales rasgos alimenta y las ac- ciones agresivas que éstos parecen justificar, B. El a. es un fenémeno social de antiqufsi- mos origenes, difundido en el mundo greco- rromano desde la época precristiana. En las Historias de Tacito, que se remontan al siglo 1, estan ya prescntes muchos de los juicios despreciativos sobre los hebreos que carac- terizar4n al a. hasta nuestros dias: “Estos ri- tos [de los hebreos], sea cual sea su origen, tienen al menos el mérito de ser antiguos: sus otras costumbres, siniestramente tor- pes, son fruto de la tristeza. Los desgracia- dos que renegaban de Ia religin patria te- nian que dar tributos y dones; por lo que erecié el poder de los judios, ya de por si obstinadamente fieles y generosos unos con otros, al mismo tiempo que cargados de odio mortal contra toda la humanidad. Comen apartados y apartados duermen; libidinosos en gran medida por naturaleza, sc abstienen sin embargo de toda relacién con mujeres extranjeras; sin embargo, entre cllos todo es licito. Instituyeron la circuncisién, como se- fial especial de reconocimiento; y la adoptan todos los que se convierten a su culto, asu- miendo este primer precepte: despreciar a los dioses, renegar de la patria, tener por viles a padres, hijos y hermanos... Como Jos sacerdotes acostumbraban cantar con ti- bias y timpanos, collares de hiedra, y en el templo se encontré una vid de ore, algunos 38 ANTISEMITISMO opinaron que honraban al padre Baco, con- quistador de Oriente; con lo cual diserepan las ceremonias de aquel dios, que instituyo ritos festivos y alegres, mientras que los usos judaicos son extravagantes y sérdidos”” (fAcito, Historias, libro v, 5}. Los emperadores de los siglos posterio- Tes, convertidos al cristianismo, empezaron por introducir medidas represivas para los hebreos; prohibida por Constantino, so pena de muerte, la conversién de los cristianos al judaismo, pero apoyada Ia conversién al cristianismo de los hebreos, a éstos les fue prohibido posteriormente, por Teodosio y Justiniano, ocupar cargos ptiblicos, despo- sarse con un cristiano y construir sinagogas. La imposicion de llevar una picea de paiio amarillo bien visible con su indumentaria para atestiguar que eran hebreos fue intro- ducida originalmente por el Concilio Latera- nense IV, en 1215; confirmada varias veces por la Iglesia durante el Renacimiento, sera renovada por los nazis con las leyes de Nu- remberg (1935). Alrededor de 1540 Lutero propuso que fueran tomadas contra los he- breos medidas que cuatro siglas mas tarde los nazis aplicaron casi al pic de la letra: “@Qué harenios, nosotros cristianos, de esta vil raza condenada de los judios?... En pri- mer lugar se deberian incendiat sus sinago- gas o iglesias... Segundo, se deberia hacer lo mismo con sus casas, derribandolas y des- truyéndolas... Tercero, se deheria privar- les de sus libros de oracién... Cuarto, se debe impedir a sus rabinos, so pena de muerte, que impartan cualquier ensefian- za... Quinto, deberia estar prohibide exten- der alos hebreos cualquier tipo de salvocon- ducto para viajar de un lugar a otro.. Sexto, se les deberia impedir que ejerzan la usura... Séptimo, que se les den hachas, azadanes, conos y husos a los jovenes ya las jovenes hebreos, a fin de que se ganen el pan con el sudor de la frente... [y si se rebelan] que se les expulse para siempre de nuestro pais” (cit. por Marcus, pp. 167ss.). Discrimi- naciones y persecuciones de diversa imtensi- dad contra lus hebreos fueron comunes ca todos los paises de Europa, hasta los prime- tos decenios del siglo xix, cuando aparecié por primera vex en aleman el término Anti- Semitismus (Kiits, 1816). A partir de la Revolucion francesa, las discriminaciones juridicas contra los he- breos fucron gradualmente abolidas en mu- chos paises, hasta la unificacién de los dere- chos politicos promovida por Bismarck en los territorios de la Confederacién de Ale- mania del Norte (1869). Sin embargo, es pre- cisamente en este perfodo, que coincide con la maxima afirmacién de personas de origen hebreo en el campo de las finanzas, de la in- dustria, de la politica y de las artes, cuando se desarrolla una nueva forma dea. 0, mejor dicho, un uso diverso del a. con fines predo- minantemente politicos (Sterl 1956). Aunque esto no valga para justificar la afir- macién, muy frecuente por cierto, de que este a. “moderno” es del todo independiente respecte del tradicional, en cl que predomi- naba el elemento religioso, ya que este se- gundo no podfa surgir sino en el terreno pre- dispucsto por siglos de a. religioso, sin duda el hecho de sefialar en el hebreo la fuente principal de las crisis econémicas, de las guerras, del marasmo politico, constituye una novedad respecto del a. de los siglos an- teriores. Ubicado por muchos hacia los ini- cios de la época de Bismarck (1870ss.), el a. aleman se origina de hecho medio siglo an- tes, aunque sea a titulo de prehistoria (Ster- ling, 1956). Ciertamente el concepto de a. fue claborado y precisado en la segunda mitad del siglo x1x cn un follcto titulado Judens- piegel (Espejo de los judfos) escrito por un periodista conservador, Wilhelm Marr (1863); pero también es cierto que sus temas carac- teristicus —el hebreo como cuerpo extraiio que amenaza a la patria alemana, sutil teje- dor de malvadas tramas internacionales y sanguijuelas del pueblo— estaban ya pre- sentes en un folleto de titulo andlogo apare- cido cuarenta afios antes y escrito por un ju- rista, H. Hundt-Radowsky (1819). Sin cmbargo, no hay duda de que el a. se difundié y se intensificé en el pueblo aleman con la grave crisis econémica de 1873, cuya responsabilidad se quiere atribuir a las tra- mas de los banqueros hebreos, aunque el momento de més fuerza fue algunos dece- nios después (Massing, 1949, cap. i). Fue este hecho el que favorecié el nacimiento, junto a la reaccién antisemftica de deriva- cién protestante-conservadora, de un movi miento antisemitico populista. En Francia, se adscribe a la obra del historiador del cris- ANTISEMITISMO 39 tianisme Joscph-Ernest Renan la fuente mas importante de inspiracién para las justifica. ciones intelectuales del a., que florecta en aquel periode incluso en el pais que habia sido el primero en reconocer formalmente el derecho de los hebreos a la misma dignidad que los otros ciudadanos. Otros ascendentes del a. son la obra de J.-A. de Gobineau y de H. St. Chamberlain. En los afos treinta los nazis no tuvieron, pues, que inventar nada para movilizar al pucblo aleman en la persecucién contra los hebreos; les basié retomar de Ja historia po- litica alemana y europea los argumentos y los proyectos ya preparados durante mas de un siglo de a., comprendido el infame apo- crifo —de origen ruso— de los Protocolos de fos sabias de Sion (1905), y usarlus con la ma- xima crueldad primero para etiquetar a los hebreos como una especie infrahumana, después para despojarlos de todo derecho y con ello de toda propiedad, finalmente para legitimar el anunadamiento fisico. ‘En ningiin otro pais el a. ha alcanzado la violencia de los afios treinta y cuarenta del siglo xx en Alemania, siendo Ia dimensién apocaliptica alcanzada en este perlodo por el a. aleman lo que hace parecer de menor importancia las olas de a. recurrentes en pafses del Este europeo, especialmente en Polonia y en Rusia, asi como en paises lati- hos como Halia y Francia, ¢ incluso en Es- tados Unidos. En tiempos recientes el desa- rrollo del estado de Israel en conflicto con los paises arabes ha estimulado en les par- tides de izquierda curopeos y en la ex Union Soviética el surgimiento de un fuerte anti- sionisnio, entendido como aversion a la politica de expansién imperialista supuesta- mente seguida por Israel con la ayuda de Es- tados Unidos, A pesar de las declaraciones que intentan distinguir entre antisionisme y a. muchas caracteristicas tradicionales de éste se encuentran en aquél, hasta el punto de hacer casi indistinguibles los dos concep- tos en sus manifestaciones concretas. ©. Nicleo central del a. es la afirmactén de la indignidad absoluta, de Ia infrahurnani- dad de los hebreos como colectividad. Tal afirmacion toma fuerea por una serie de pre- Juicios que atsibuyen alos hebreos un gran niimero de rasgos desagradables, amenazan- tcs u ofcnsives. Si se tuvicran que sumar to- dos los rasgos de este género atribuidos a los hebreos en todas las épocas y sociedades, se verificaria que son un conjunto de rasgos que las diferentes sociedades consideran re- pulsivos en un momento dado: la negacién de todo lo. que consideran bueno y atrayente. Al hebreo se le imputa, asi, acumulativa- mente, todo lo que se considera repulsive en una sociedad, junto con lo que se considera repulsivo en otra, aun si en esta ultima es atractivo y aceptado lo que en la primera era repulsive. Los rasgos principales atribuidos histéricamente a los hebreos, que se pueden entresacar de los innumerables folletos y li- bros antisemiticos de todos los ticmpos, son cl aspecto: sucio, de mal olor, descuidado; la actitud altiva y exclusiva; el orgullo de rel gidn y de raza derivado de fa conviccién de ser las elegidos; el papel de conspiradores, lejedores ocultos de tramas subversivas en perjuicio de la sociedad en que viven y en fa- vor del extranjero; el dominio supuestamen- te adquirido sobre las finanzas mundiales; el comportamicnto adulador y desconfiado; et cjercicio de la usura; la penetracién en la industria, en la administracién pablica, en Ja escuela, gracias a la cual los dirigentes he- breos aleanzan un ntimero muy superior ala proporcién que su grupo representa respec- to de la poblacién total; Ia rareza declarada de su culto, de las costumbres, de las fiestas, de la dieta, en comparacion con lus de la so- ciedad que les da hospitalidad; la solidari- dad complice que supuestamente los Heva a obtener siempre la mejor parte por encima de cristianos o gentiles; el parasitismo, el tender siempre a ocupar puestos luctatives pero cémodos (cf. los materiales sintetiza- dos en la “escala del a.” de Adorno et al., 1950). Algunos autores han intentado clasificar ela. en diversos tipos, cada une de los cuales tendria como estimulo negative uno © mas de los (supuestos) rasgos enumerados ante- riormente. El a. refigioso o cristiano estaria dirigido contra los hebreos en cuanto miem- bros de otra religién. El a. fisiondmico o el caracterolégica se oponen a ciertos rasgos fi- sicos y de cardcter imputados a los hebreos. El a. profesional ataca la supucsta penctra- cion de los hebreos en determinados secto- tes profesionales, mientras que el econdnti- 40 ANTISEMITISMO co tiene como punto de referencia Jas posi- ciones de nando adquiridas por los hebreos en el campo industrial y financiero. El a. politico se preocupa de los supucstos planes hebreos de dominio y saquco del mundo; el étnico-raciad tiene un fundamento naciona- lista, y esta dirigido a defender la “pureza”™ de una raza. Sc habla también de a. cultural, que tiene sus raices en el pensamiento ale- man, y de a. 1éctico, que usa a los hebreos como chivo expiatorio con fines politicos, pero es del toda indiferente a su naturaleza (cf. Wolf, 19697, p. 919). Clasificaciones de este tipo infravaloran evidertemente el caracter de totalidad del a., tal como se muestra en la gran facilidad con que grupos y regimenes politicos antisemiticos recu- Tren a ung u otro motivo de acusacién para combatir a los hebreos, o por el hecho de que aquellos que manifiestan actitudes anti semiticas en lus campos politico, econémico y profesional, en presencia de un determina- do estinulo aferente a dicho campo, tienden a oponerse a los hebreos aducicndo justifi- caciones étnicas, religiosas, caracterolégi cas, ctcétera. D. Los factores del a, se encuentran en diver sos niveles de la realidad social, y precisa- mente en la historia de las relaciones de los hebreos con las sociedades curupeas, en la cultura y en la estructura del sistema social de referencia, en Ja estructura y distribu- cidn de los tipas de personalidad, y finalmen- te en la sitmacién inmediatamenic anterior a las manifestaciones antisemiticas que se consideran, Desde cl punto de vista historico, los he- breos han adquirido desde los tiempos anti- guos una conspicua visibilidad social, siendo percibidos como el prototipo dal extranjero. Monoteistas en medio de poblaciones politeis- tas, severos de costumbres en medio de socie- dades notoriamente relajadas, solidarios en- tre ellos y poco inclinados mezclarse con otros grupos Ginicos 0 religioses, han sido jus- tamente definidos como los puritanos del mundo antiguo; asi aparecian ciertamente ante gticgos y romanos, como lo atestiguan cronigas ¢ historias de la época. La consolida- Gién del cristianismo en Europa, que levs a institucionalizar el aislamiento territorial y la discriminacién religiosa y politica de los he- breos, considerades perpetuamente los here- deros de los asesinos de Cristo, reforzé esta vi- sibilidad (v, gueto). Las diferencias de credo religioso, que permitieron a los hebreos desa- rrollar oficios y actividades prohibidos a los cristianos y considerados por éstos inmorales, como el préstamo con interés, unido a la ex- clusién topogrdfica y a las disctiminaciones que les impedian el acceso a la mayoria de las corporaciones de la Edad Media y del Renaci- miento, favorecieron su concentracién en profesiones come la actividad crediticia y co- mercial. Estas actividades aumentaron su im- portancia con el desarrollo de las monarquias absolutas y de los estados-nacién. Los banque- ros privados se encontraban a menudo asocia- dos a las més diversas empresas militares y politicas de los nuevos estados, y como mu- chos de ellos eran hebreos la asociacion entre las altas finanzas, hebraismo internacional y maniobras de poder aparecié en un momento dado, entre la segunda mitad del siglo xvur y principios del xix, como algo establecide de modo irrefutable. A tales factores se deben afiadir la incapae dad politica de los hebreos, que no advirtieron los riesgas que su papel econémico acarreaba, y % propensién a aliarse con Ia autoridad constituida, lo que atrajo sobre ellos la hostili- dad de las clases medias e inferiores (Arendt, 1958%, cap. mi. Las caracteristicas sociales objctivamen- te adquiridas por los hebreos a través de su historia los han predispuesto a ser clegidos como chivo expiatorio, en lugar de otros grupos socialmente menos visibles y discu dos, cada vez que un sistema social requicre de un desfogue para aliviar sus tensiones. En este nivel el a. se ha visto a menudo como la mai mn patoldgica de la sociedad burguesa, o bien como cl producto recurren- te de la reaccin capitalista. En una primera aproximacién, considerando que la peor ola de a, se produjo en un pafs de capitalismo avanzado, Alemania, la hipétesis del a. como producto puro de la teaccién capitalista puede parecer aceptable. Pero en cuanto se procede a comparar estructuras sociales y grados de a., es evidente que ésta no basta para explicar por qué el a, alcanzé grado: comparablemente mas bajos que en Alema- nia en paises como Italia, que también profe- saba una ideologia oficial antisenaitica, o en ANTISEMITISMO 41 un pats igualmente capitalisia camo Fran- cia; o bien por qué la comunidad hebrea mas numerosa (ecrea de cinco millones), mas ri- ca y poderosa del mundo se encuentra en Ia actualidad precisamente en un pais donde el capitalismo es mas avanzado —Estados Uni- dos—, enfrentindose en el peor de los casos a formas de a, que, aunque con aspectos re- currentes de una cierta aspereza, son simila- res a las obscrvadas en socicdades donde ct capitalism est munidad hebr menos desartallada y !a co- <3 casi insignificante, A for- tiori la hipétesis mencionada no explica la persistencia del a. en paises ex socialistas, como la Unién Soviética y Polonia, que se re monta a varios siglos dea, religiuso y étnico. Ela. ha encontrado portavaces y te6ricos en las clases medias y superiores, pero su base de masas ha procedido regularmente del subproletariado (u), de algunos estratos de la clase obrera, especialmente en Estados Unidos, y de la clase media inferior. La excep cional constancia y continuidad del a. ha esti- mulado numerosos estudios sobre la perso- nalidad de los antisemitas. En este plano

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