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INTRODUCCIÓN
- Conocimiento de sí mismo.
- Conocimiento del medio natural y de las características de los objetos del entorno
en que vive.
- Conocimiento del medio social y cultural y de sus características y elementos
más significativos.
- Desenvolvimiento en el medio y en su entorno social.
El conseguir tales logros hacen de este área la principal fuente de aprendizaje sobre el
mundo exterior, al tiempo que lo convierten en un sector de experiencias vitales de trascendental
importancia.
Según una pauta lógica, el niño inicia su pensamiento asimilando la información del
medio más cercano. Es decir, se descubre a sí mismo con una potencialidad perceptiva y motriz
en un espacio determinado.
Mientras esta asimilación de la realidad se produce, las personas se van revelando como
los elementos más importantes de la misma. Los padres, hermanos, familiares y amigos llegarán
a convertirse en interlocutores de una comunicación verbal y afectiva que se continuará con la
comprensión de la organización social en sus más diferentes ámbitos: laboral, social, escolar,
relacional, etc.
En síntesis, en esta área se pone énfasis tanto en lograr la comprensión del medio natural
y de la realidad social y cultural como en el adquirir comportamientos, hábitos y actitudes que
favorezcan un adecuado dominio humano del medio, dominio que equilibre la utilización y
modificación del entorno con las exigencias ecológicas de la materia viva.
SER HUMANO
Se inicia el trabajo en esta área con el conocimiento del cuerpo: de sus elementos,
necesidades y funciones, introduciendo desde el principio los criterios sobre su cuidado e
higiene.
El propio cuerpo del niño se constituye en el primer elemento significativo para él. El
niño observa que él es diferente de los demás. Verifica cómo es su cuerpo, cómo debe cuidarle y
para qué le sirven los sentidos: con ellos explora el medio y va situando en su mente los
conceptos que más tarde utilizará en la búsqueda y descubrimiento de ese medio que le rodea con
el fin de adaptarse a él y manejarlo. El niño pequeño comienza su aprendizaje experimentando
cómo es su cuerpo. Descubre que tiene manos, cabeza, pies, etc. y que hay en él múltiples
posibilidades. Puede ver, oír, tocar, etc. cuanto le rodea. Explora el medio con su propio cuerpo y
sentidos, entrando así en contacto con el mundo que hay a su alrededor. De ahí la gran
importancia del desarrollo de los sentidos en estos primeros años que hace que la educación
sensorial esté en la base de la educación infantil con la obligación por parte del profesor de
proponer múltiples actividades sensoriales que permitan al niño perfeccionar los procesos
sensomotores. Por ello el conocimiento del cuerpo es un tema fundamental, que obliga a
plantearlo en las etapas iniciales del curso.
- Conseguir que los pequeños conozcan global y segmentariamente su cuerpo así como
sus posibilidades perceptivas y motrices.
- Sistematizar y estructurar las sensaciones recibidas del propio ser físico.
- Abordar las necesidades básicas del hombre como organismo vivo junto con la forma
de satisfacerlas.
- Lograr que los niños sepan servirse de las posibilidades expresivas del cuerpo para
manifestar sus sensaciones y sentimientos.
Los niños deben ir elaborando una representación del propio cuerpo cada vez más
detallada y compleja.
El conocimiento del propio cuerpo, uno de los primeros referentes del niño pequeño para
reconocerse como persona, interviene en la formación del concepto de uno mismo. El concepto
de uno mismo dista mucho de ser neutro y aséptico, estando desde muy pronto cargado de
componentes de valoración positiva o negativa que proceden de las interacciones sociales que el
niño mantiene. La autoestima que el niño se forma es, en gran parte, una interiorización de la
estima que se le tiene y de la confianza que en él se deposita. Directa e indirectamente, explícita
e implícitamente, al niño no dejan de llegarle informaciones sobre hasta qué punto se tiene o no
confianza en él. Además, las experiencias que continuamente va teniendo, le dan la sensación de
dominio y competencia o de fracaso e incapacidad.
A la vez que el niño se familiariza con los procedimientos y conceptos que le llevan al
conocimiento de sí mismo y de los demás, tiene que ir adquiriendo actitudes de respeto y
aceptación de sus características individuales y de las de los demás, tanto las más habituales
(sexo, talla, rasgos físicos, etc.) como las menos frecuentes (incapacidad o disminución de algún
tipo) logrando ser capaces de convivir en distintos grupos.
El niño debe adquirir los instrumentos que le permitan ir discriminando de forma cada
vez más precisa sus propias sensaciones (frío, dolor, bienestar, hambre, etc.) y las que le
producen los objetos del entorno. Debe poder utilizar las posibilidades expresivas que le ofrece
su cuerpo para dar a conocer a los demás tales vivencias y sentimientos, así como para
reconocerlas cuando son otros quienes las expresan.
Cualquier actividad que emprenda el niño y cualquier tarea que se proponga resolver
implican componentes motrices. El niño descubre que puede moverse libremente y por dónde
puede hacerlo, que puede desplazar su cuerpo por el espacio y entrar en contacto con el medio
explorándolo. Por supuesto debe aprender a caminar con equilibrio y a orientarse. Las
adquisiciones en este terreno no se deben sólo a procesos madurativos cerebrales, aunque éstos
son requisitos de primer orden. Importancia igualmente fundamental tienen: el trabajo del
cuerpo, la actividad del niño y las interacciones sociales.
Son de gran valor la coordinación y el control dinámico general, quienes permiten al niño
llevar a cabo todas las actividades relacionadas con el juego físico (marchas, carreras, saltos,
giros, etc.) y con gran variedad de tareas cotidianas. Mediante estas actividades, el niño disfruta
y educa su cuerpo y movimiento.
En la educación del cuerpo cobra también un sentido especial el control o actitud postural
que se requiere para la ejecución de las diversas actividades que el niño debe realizar,
constituyendo un objetivo de la Educación Infantil la adopción de posturas adecuadas en función
de las tareas que hay que resolver y de las situaciones en que uno se encuentra.
Las situaciones de contacto físico con otros niños y adultos, las tareas compartidas, los
juegos grupales en los que hay normas a seguir, el trabajo por parte del educador del tono, la
postura, el movimiento, etc. van permitiendo el progresivo conocimiento de sí mismo, favorecen
el autocontrol y repercuten en el equilibrio emocional y en la posibilidad de compaginar los
propios deseos y emociones con los de los demás.
I. El cuerpo humano.
A. Segmentos y elementos: cabeza, cráneo, cara, cuello, garganta, nuca, pecho, tripa,
genitales, espalda, nalgas, brazos, hombros, antebrazos, codos, muñecas, manos,
dedos de las manos, piernas, muslos, ingles, rodillas, tobillos, pies, dedos de los
pies, etc.
B. Características diferenciales del cuerpo: sexo, altura, grosor, color del pelo, de los
ojos, etc.
C. Representación global del cuerpo humano.
II. Sensaciones y percepciones del propio cuerpo.
A. Necesidades básicas del propio cuerpo: hambre, frío, sed, calor, pis y caca, etc.
B. Los sentidos (vista, oído, olfato, gusto y tacto) y sus funciones.
III. Sentimientos y emociones.
A. Los propios sentimientos y emociones, y los de los demás: triste, enfadado,
contento, alegre, sorprendido, etc.
B. Los sentimientos y emociones de los otros a través de su expresión corporal: cara
de enfadado, de susto, aspecto cansado, etc.
IV. La salud y el cuidado de uno mismo.
A. Higiene y limpieza (corporal, de la ropa, etc.) y su relación con el bienestar
personal.
B. Alimentos y hábitos de alimentación: algunos tipos de alimentos, alimentos
saludables y no saludables, el exceso o defecto de alimentos y sus consecuencias,
distribución de las comidas durante la jornada, etc.
C. La enfermedad y el dolor corporal (de barriga, de cabeza, etc.).
D. Medidas que favorecen la salud (alimentación, dieta, descanso, etc.).
V. El cuidado del entorno y el bienestar corporal.
A. Limpieza e higiene de las dependencias del Centro (clase, lavabos, cocinas, patio,
etc.) y de otros hábitats (casa, habitación, calle, parque, colegio, etc.).
B. Cuidado del entorno natural (limpieza, recogida de desperdicios, prevención de
incendios, etc.).
VI. Movimientos y posturas del cuerpo.
A. Caminar, marchar, correr, saltar, girar, subir, bajar, etc.
B. Rasgar, dibujar, cortar, pegar, pinchar, enhebrar, etc.
C. Echado, sentado, de pie, en cuclillas, relajado, tenso, etc.
VII. Desplazamientos en el espacio y en el tiempo.
A. Arriba, abajo, delante, detrás, cerca, lejos, a un lado, etc.
B. Deprisa, despacio, lento, rápido, etc.
MEDIO NATURAL
En los niños de estas edades hay una curiosidad innata: tocan, prueban, experimentan,
manipulan y preguntan. Este deseo natural de aprender debe fomentarse de manera que,
proporcionándoles a los niños oportunidades de observar, comparar, medir y describir, estemos
iniciándoles en el aspecto científico que todo aprendizaje exige.
El niño debe descubrir, conocer y comprender los entornos inmediatos, así como otros
ámbitos que, a pesar de su posible lejanía física y temporal, se encuentran estrechamente ligados
a sus intereses y provocan su curiosidad y deseos de saber (la selva, los animales salvajes, la vida
de un pueblo primitivo, los viajes al espacio, etc.).
Por sus características de vida propia, los seres vivos constituyen un foco privilegiado de
la atención del niño. El estudio sistemático de los mismos, ya sea en su medio natural, ya sea en
medios recreados en el centro escolar, pone en juego procedimientos de observación, de
manipulación, de exploración, de recogida de datos, etc. que permiten al niño conocer los
elementos de su medio, constatar los cambios que en él se operan, contrastar el resultado de sus
acciones (si no se riegan, las plantas se ponen mustias, etc.), etc. y todo ello a la vez que sientan
las bases de una actitud que aúna curiosidad y rigor. Esta comprensión de la materia viva debe
desembocar en actitudes y comportamientos estables (hábitos) de utilización correcta, cuidados y
protección de los seres vivos.
La vida animal es altamente motivante para los pequeños. Los animales son uno de los
elementos del entorno natural más significativos para el niño. Desde el interés que suscita, el
animal permite trabajar ciertos procedimientos como la observación y comparación, desarrollar
actitudes de respeto y cuidado y aproximar a los niños a algunas nociones (ser vivo, ciclo vital,
comportamientos, etc.) que en etapas posteriores se van ampliando.
En la clase se puede tener algún pequeño animal para que los niños aprendan a cuidarlo,
observen sus características, sus modos de alimentación, sus ritmos de vida, etc. Las salidas a
una granja o al zoo ofrecen la posibilidad de ver a los animales en distintos ambientes y observar
directamente aquellos que no sería posible conocer más que a través de fotografías, películas, etc.
Al contrario de lo que sucede con los animales, un elevado porcentaje de niños entre los 2
y 5 años ignora que el medio vegetal es una manifestación de la materia viva. La respiración,
alimentación, reproducción, etc. de las plantas son funciones que muy difícilmente, sin ayuda del
adulto, puede descubrir el niño. La ausencia de movimiento aparente y una relación con el
entorno limitada en el espacio son dos de las razones que dificultan su identificación como
materia viva. Es importante que los niños descubran que las plantas, aunque estáticas, son seres
vivos que respiran, necesitan cuidados, se transforman y mueren. Trabajando este tema, los niños
verán y comprobarán por sí mismos que, efectivamente, las plantas cambian con el tiempo y
también conocerán las condiciones necesarias (cuidados) para una evolución positiva así como
los productos y utilidad que de ellas se obtienen.
Tener algunas plantas en la clase y en el patio del colegio, dedicar un rincón a plantar,
cuidar, observar y recoger mediante dibujos datos sobre la evolución de distintos vegetales,
servirá para incidir en las primeras actitudes de conservación del medio natural, así como para
adquirir y aplicar las primeras estrategias de observación sistemática.
FORMA.
PESO. Característica obvia para un niño en sólidos y en líquidos pero muy difícil de
distinguir en los gases.
COLOR.
Como representantes de los elementos naturales que mejor caracterizan a nivel infantil a
los tres estados físicos de la materia, se estudian los minerales (sólido), el agua (líquido) y el aire
(gaseoso). Integradamente con los procesos de cambio de cada elemento se estudia la energía.
Ningún ámbito natural susceptible de observación por parte del niño puede quedar fuera
del marco referencial proporcionado por la escuela quien debe ayudar a organizar y a estructurar
lógicamente cuantos fenómenos son observados por los niños.
Una vez caracterizados físicamente los elementos naturales, se trabaja sobre su utilidad
para el hombre, utilidad que les confiere un valor único con respecto al resto de los objetos del
entorno. De este modo, se identifica la tierra como base física y fuente de alimento, el agua y el
sol como elementos vitales para animales y plantas y el aire como factor esencial para la
respiración. Se alude también a la energía pues no es de extrañar que los niños, influidos por los
medios de comunicación, se interroguen sobre este tema.
En la etapa de Educación Infantil hay que proponer al niño que conozca algunas
relaciones elementales que se establecen entre las condiciones del medio natural y las formas de
organización de la actividad humana que son propias de cada entorno. En este sentido, el estudio
de los diversos ambientes (aquellos a los que el niño pertenece, como el familiar y el escolar, y
aquellos que se le presentan, como un taller o una tienda), puede considerarse como una
aproximación al estudio del medio natural-social-cultural, que presenta la ventaja de la
accesibilidad a la vez que permite abordar algunas relaciones funcionales entre las características
físicas de los entornos y las formas de vida que se asientan en ellos.
Estos ambientes no aparecen aislados, descontextualizados, sino que se sitúan en
determinados paisajes que les confieren muchas de sus peculiaridades y características, e incluso
en ocasiones su propia razón de ser (un barco se relaciona con el mar o con una superficie grande
de agua, una estación de esquí sólo puede existir en un paisaje de alta montaña, etc.). La
comprensión de las realidades que se le presentan a los niños requiere su ubicación en los
contextos paisajísticos correspondientes, a los que, por otra parte, los niños suelen referirse
(montaña, mar, campo, ciudad, etc.).
También interesan al niño los fenómenos atmosféricos, sobre todo cuando son
espectaculares. Disfruta, por ejemplo, pisando la nieve y haciendo bolas con ella. El tiempo
atmosférico se refiere al conjunto de fenómenos que en un momento dado y en lugares
determinados caracterizan el estado de la atmósfera. Se abordan aquí los fenómenos
meteorológicos más comunes, sus efectos y sus consecuencias, así como las catástrofes que
pueden llegar a producir y las medidas de prevención que los seres humanos toman frente a las
mismas. Se trata de identificar los agentes atmosféricos más característicos y diferenciarlos entre
sí.
Es importante que el niño aprenda a coordinar las propias emociones y actividades con
las de otras personas (especialmente con el grupo de iguales) y todo lo que esta capacidad
implica: capacidad de mostrar, sentir y recibir afecto, de colaborar con los demás, de prestar
ayuda, de aceptar la demora o renuncia, de admitir las críticas razonables, etc. En ello reside la
posibilidad de actuar constructivamente con los demás desde la aceptación de uno mismo y de
sentirse parte integrante de un grupo en un clima de seguridad, tranquilidad y confianza.
En la interacción con los demás, el niño podrá actualizar sus instrumentos cognitivos,
afectivos y relacionales responsables de un desarrollo pleno y armónico. Es a través de la
interacción social con los adultos significativos como se accede al conocimiento, al afecto, a la
comunicación y a la relación interpersonal.
Un aspecto privilegiado para acceder al análisis del medio del niño en la etapa de la
Educación Infantil, lo constituyen los distintos sistemas u organizaciones sociales de que forma
parte (familia, grupo de iguales, escuela, calle, barrio, pueblo, etc.) y que se dotan de unas
normas de funcionamiento que facilitan y regulan la convivencia y las relaciones sociales en su
seno. Al entrar en contacto con estos distintos sistemas, el pequeño va conociendo las
peculiaridades de las relaciones que en ellos se dan (de parentesco, de amistad, de vecindad, de
intercambio, etc.), así como las normas y reglas que los rigen, que deben aprender a valorar y
respetar. De este modo, el niño va construyendo su propia identidad individual al tiempo que se
percibe como miembro de diversas organizaciones sociales, con roles y funciones distintas según
el grupo de que se trate.
Es objetivo de la etapa de la Educación Infantil que el niño pueda actuar con autonomía,
confianza y seguridad en los sistemas sociales más próximos (especialmente familia y escuela),
que conozca y utilice las reglas que permiten la convivencia en ellos y que contribuya a su
establecimiento, así como a su discusión cuando sea necesario.
La instancia social más cercana al niño es, evidentemente, la familia y en este área se
insiste en su análisis desde la perspectiva integradora de reconocerse en ella. La conducta social
del niño se inicia en sus experiencias en el campo familiar. El trabajo en dicho campo está
orientado a la integración del niño en este grupo humano que es el más próximo a él.
La pertenencia a un determinado grupo familiar es, para la mayoría de los niños de edad
preescolar, un hecho absolutamente claro. Su sentimiento filial es tan acusado que bien puede
decirse que es el único vínculo social que el niño se reconoce.
La vida familiar se desarrolla en el hogar, y entre los 2 y los 6 años de edad, la casa,
como edificio y centro de esa vida, adquiere un papel preponderante. La casa, el hogar, es para el
niño el refugio seguro de su actividad. La casa es, por tanto, a este nivel, consustancial a la
propia familia.
Con la excepción de los padres y los familiares más directos, el profesor es el adulto
quizás más importante para el niño hasta el punto de que se convierte en el sustituto de los
padres. Comprender su función educativa es uno de los primeros logros a conseguir por el niño.
El conocimiento paulatino de la clase y las dependencias del centro (clase, patio, baño,
comedor, cocina, otras clases, jardín, gimnasio, etc.), que no debe dejarse al azar, sino que debe
ser objeto de exploración conjunta grupo-educador, contribuirá decisivamente a la adaptación del
niño al centro. Una conquista a efectuar por el niño es el conocer y moverse con seguridad y
confianza en el edificio, saber sus rincones más característicos y familiarizarse con otras
personas que desarrollan allí su trabajo.
Para manejarse en este nuevo medio, el pequeño precisa de todos sus instrumentos
cognitivos y relacionales para atribuir sentido a lo que ocurre a su alrededor y para poder, con la
ayuda del educador, y progresivamente de sus compañeros, comprender adecuadamente parcelas
mayores de la realidad y actuar en ellas y sobre ellas, estableciendo objetivos y planes de acción
y evaluando luego su resultado. Todo ello requiere buena dosis de iniciativa, de autonomía y una
autoimagen ajustada que permita establecer hasta dónde se puede llegar solo y cuándo se
requiere la ayuda de los demás, aprendiendo al tiempo a actuar colectivamente de forma
coordinada.
Los niños deben buscar y encontrar compañeros para realizar las actividades escolares.
En el seno de los grupos a que pertenece, particularmente en el grupo de clase, el pequeño debe
aprender a valorar las ventajas inherentes a la vida de grupo, así como las limitaciones y
renuncias que impone. Aprende también a responsabilizarse y a cumplir las pequeñas
obligaciones que se desprenden de los cargos y reparto de tareas como por ejemplo cambiar el
agua de las flores. Además, una actuación relativamente autónoma requiere conocer y manejarse
adecuadamente en los ámbitos en los que se desarrolla la vida de grupo, saber utilizar sus
elementos y dependencias, y situarse en las rutinas que organizan las actividades que en ellos se
dan.
La calle es y ha de ser para el niño no sólo una vía de comunicación y paso entre los
distintos lugares sino que debe ser también un elemento de comunicación e inter-relación entre
personas. En ella encuentra el niño oportunidades de entrar en relación con todo un hábitat y las
personas que lo integran: tenderos, vecinos, funcionarios públicos, etc. La calle le proporciona al
niño ocasiones válidas para aprender a vivir y a respetar a los demás. El niño debe ir
descubriéndolas y poniendo en práctica su comportamiento ciudadano como miembro
responsable, a su medida, de esa sociedad. Puede colaborar al bien común en mantener una
ciudad o un pueblo más limpio, por ejemplo, y en hacer agradable la vida de cuantos le rodean.
También ha de ser la calle un elemento activo en el conocimiento de temas como: indicaciones
de tráfico, normas de circulación peatonal, tipos de edificios y uso, características urbanas o
rurales de la propia comunidad, etc.
- Un lugar del entorno susceptible de ser disfrutado tanto por el niño como por sus
compañeros.
- Un espacio de encuentro entre personas, cuyas actitudes de respeto y cuidado de aquel
constituyen un eje importante en la socialización del niño.
- Un ámbito, resultado del equilibrio entre los seres humanos, sus creaciones
arquitectónicas y sus necesidades sociales de transporte, comunicación, punto de
intercambio de productos, etc.
- Un medio que puede ser aprovechado para que los niños se inicien en conductas de
respeto, cuidado y conservación del medio.
Es también en esta unidad donde deben ser abordadas las nociones iniciales de la
circulación vial, entre las que sobresalen:
- Conseguir una circulación peatonal ordenada y segura por parte de los niños: caminar
despacio por la acera, no correr, caminar por la derecha o pegado a los edificios, tener
cuidado al atravesar salidas de garajes, entradas de tiendas, etc.
- Conocer algunas de las señales de peligro más importantes para el tráfico peatonal.
Además de la diferencia existente entre los medios urbano y rural, y las distintas
características de las calles en cada medio, la calle, sus elementos y su funcionalidad son
comunes a estos dos ámbitos, y la potencialidad educativa, como centro globalizador de la
misma, es universal.
Los transportes y las comunicaciones actuales son dos de esos núcleos de ámbito social a
conocer y desarrollar por los niños.
Los medios de transporte suelen ser conocidos por los alumnos antes de su entrada en la
escuela: coches, trenes, aviones, etc. son juguetes de uso común por parte del niño. Tanto por
placer como por exigencia de la distancia y de la vida moderna, el viajar suele estar al alcance
prácticamente de todo el mundo siendo muy habitual el uso de los medios de transporte. El niño,
que sin duda los utilizará, debe descubrir cuanto puedan aportarle. Lo mismo sucede con los
principales medios de comunicación que posee la sociedad como la televisión, la radio, los
periódicos, el teléfono o el cine. Debemos enseñar al niño a utilizarlos, a comprender los
mensajes que nos transmiten, a criticarlos, a dosificarlos, etc.
La acción educativa, pues, tiene la ventaja de contar con ese conocimiento previo. Se
imponen entonces, desde el ámbito escolar, las tareas de clasificación de los medios de transporte
y comunicación, su utilidad y los criterios y hábitos de uso, acercar y capacitar a los niños para
su utilización en los niveles iniciales de la misma, así como la aclaración de las condiciones de
utilización específica en cada uno de ellos: el billete, las paradas, los criterios de seguridad, etc.
así como la comprensión de su trascendencia social y de su necesidad.
Las personas que forman parte del entorno del niño también tienen especial interés. Saber
en qué trabajan, cuáles son sus roles sociales, qué funciones desempeñan médicos, bomberos,
policías, etc., son aspectos que interesan a los niños y cuyo conocimiento servirá para que
entienda las relaciones sociales de su medio cultural, para que se identifique como miembro de
diversos grupos, y para aproximarse a la organización y a los servicios de la comunidad a que
pertenece. Todo ello es además de la mayor utilidad para la construcción de la propia identidad y
para darle al niño un marco de personas y relaciones sociales en cuyo interior él está situado.
No debe olvidarse trabajar con los niños las profesiones relacionadas directamente con
las comunicaciones humanas y debe prestarse una atención especial a aquellos trabajos creativos
y artísticos cuya misión principal es la de crear belleza.
También se impone que la escuela eduque al niño como consumidor. Debe aprender a
consumir lo necesario y a disfrutar de lo bueno que la sociedad puede ofrecerle pero sin sentirse
esclavo de ella.
Hay elementos del ambiente que en sí mismos tienen componentes motivacionales, como
ocurre con muchos objetos. El niño pretende saber cómo son y cómo funcionan las cosas que hay
a su alrededor. Todo lo que ve le interesa manipularlo, tocarlo, descubrirlo. El niño debe
descubrir, conocer y comprender los entornos y objetos físicos.
En el contexto de los hábitos de convivencia con los demás resulta de gran interés
formativo implicar a los pequeños en la realización de tareas cotidianas (regar las plantas, poner
y quitar la mesa, ordenar los juguetes, etc.). Estos pequeños encargos deben convertirse
progresivamente en responsabilidades que el niño ejerza de manera afable y autónoma,
aprendiendo así la importancia de la colaboración y de la responsabilización para la creación de
un clima de armonía que facilite la convivencia y el bienestar común.
El tiempo es el eje que nos permite integrar al hombre en el medio y sirve de enfoque a la
realidad social mediante los fenómenos vinculados a la temporalidad.
Se iniciarán las nociones de seriación temporal impuestas por los ritmos de la naturaleza
y de la vida cotidiana del niño, además de su posibilidad de medida y representación
rudimentarias. Primero se abordan los conceptos DÍA Y NOCHE como períodos temporales
caracterizados respectivamente por la luz y la oscuridad con el sol y la luna como astros
representativos de cada uno de ellos. Después, con el uso de horarios y calendarios semanales,
mensuales o estacionales adaptados a los intereses infantiles se inicia la asimilación de las
características sociales del transcurso temporal.