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¥ cbsmico, el -principio-esponsabilidads de Hans Jonas equivale a tina nueva moraizacion decsiva de la idea de imputablidad en su scepcign estrictamente juridica. En el plano juridico, se declara al Sutor responsable de los efectos eonocidos @ previsibles de su c= in, y, entre ést0s, de los datios causados en el entorno inmediato Sel agente. En el plano moral, es del otro hombre, el préjimo, del ‘gue 8 considerado responsable. En virtud de este desplazamiento ‘el éafasis, ln idea del prdjimo vulnerable tiende a remplazar ala de {dao cometido en Ia posicidn de objeto de responsabilidad. Esa traslacion aparece faciliada por la idea adyacente de carga confia- da. Es de otro que tengo a mi cargo del que soy responsable. Esta ampliacin hace de fo vulnerable y de lo fri en cuanto entidad onfiada a fs euidados del agente, el objeto tiimo de su responsa- bilidad. Esta extensin al otro vulnerable entra, es cierto, ss dif cultades propias, sobre elaleance de la responsabilidad en cuanto a Ja vulnerablidad futra del hombre y de su entorno: por muy lejos, {que se extiendan nuestros poderes y nuestra capacidad de nocividad ¥ por lejos que llegue muestra responsabilidad de los dafos. Es aa ‘donde In idea de impurabilidad vuelve a encontrar su rol maders- dor, gracias al recuerdo de un hallazgo del derecho penal, el de a individvaizacin de la pena, La imputacin tiene también su punto de sensatez: una responsabilidad ilimitada giraria ala indiferencia, al arrinar el eardcter «mio» de mi accién. Entre Ia huida ante a responsabilidad y sus consecuenciasy la inflacion de una response- bilidad infin, se debe encontrar Ia justa medida y no permitr que el principio-responsabildad se desvie lejos del concepto inicial de imputabiidad y de su obligacin de repararo padecer la pena, den= tro de los limites de una relacién de proximidad local y temporal enue ls ircanstancas de I econ ys eventual efectos de no- ag. uM LA MEMORIA Y LA PROMESA La problemética del reconocimiento de s alcana simulineamente dos cimas con la memoria y la promesa. La primera mira hacia el pasado; la segunda haca el fuuro, Pero ambas deben pensarsejun- tas en el presente vivo del reconocimiento de s, gracias a algunos rasgos que poseen en comén, Tn primer lugar, se insriben, de modo original, en el ciclo de las capacidades del hombre capaz: se habla en efecto, de poder acor- darse y de poder prometer como de los otros poderes; pero los pro- blemas verdaderos sobrevienen cuando el énfasis se pone siempre fen el momento dela efectuacién: ahora me acuerdo, ahora prome- to. Este primer rasgo comin jstifica un tratamiento distinto del ‘otorgado alas capacidades que precede (Oxeo rasgo importante: en el momento de la efectuacin, a me- smoria y la promesa se stan de modo diferente en la diaéctica entre la mismidad y la ipseidad, los dos valores consicuivos de a ident dad personal: con la memoria, se acenta principalmente la mis dad, sin que esté totalmente asente la caracteristica de laidentidad ‘por la ipseidads con la promesa, la predominancia dela ipsidad es tan abundante que la promesa se evoca failmente como paradigma de la ipseidad, Finalmente, y este asgo no es el menor, nay otra dees lidiar con Ia amenaza de un negativo consttutivo del tenor de sentido: ef ‘olvido, para I memoria Ia taicién, para la peomess. Nos hablamos permit tratar ls diversos modos del poder hacer, de la aptiud para poder deci y poder hacer, dela apt para narra y hasta la Iimpotabildad, sin otorgar el mismo peso los no-poderes que Te ‘ao corresponden, lo que sera totalmente cttiable si se uviese que tener en cuenta la dimensin psicoldgia, sociolgiea y, sobre todo, ppedagigica del ejercicio efecvo de estas capacklades. No podemos permititos semejante calejn sin salida con la memoria la pro- fies; st contrario forma parte de sa sentido: acordarse es no olvi- dar mantener su promesa es no traiconarla. Esta soma de lo ne- fativo acompafaré todos nuestros pasos en ambos registeos del fndlisis 1, BDequé me acuerdo? Es digno de destacar que sea con la memoria como el término ere conocimiento/reconacer», tan rico en ramificaciones en el plano Texicogrifica y tan débilmente representado en el de la seménica filoséfiea, accede, una ver mis, 2 la dignidad de filosofema con pleno derecho com el ema del reconocimiento de ls imagenes del pasado, Desde ln introdacsién, hemos examinado el «momento bergsonianos del reconocimienio, después del «momento kantia- no» de la Rekognition, evocado en el estudio anterior, y antes del ‘momento hegelianor de la Anerkenmung. Situaremos este estudio ‘nso la egida de Bergson y de su tema del «reconocimiento de las imagenes». Con Bergson vuelve con fuerza la nocién griega de ‘anamesis, con sus gloria y sus trampas. En el recorrido que pre- ‘Sento, el smomento bergsonianom coronars una serie de andiis ‘ae provienen de la pregunta séqué2» —de qué me acuerdo—y de ls pregunta »2e6mo?» —zeémo la evocaciga del recuerdo garanti- sala dinimica de la rememoracion?—. Precisamente con la pre- igunta «equién se acuerda?s el reconocimiento del recuerdo se igus Ted con el reconocimiento de st. EI momento bergsoniano sella cst alianza Ts anteroridad de la pregunta «qué?» se nos ha hecho familiar desde Ios andlsis expresados con el ttalo del hombre eapaz en los ‘gue el radeo por lo exterior precede regularmente al erorno sobre s{mismo, Ademas, este orden es adecuado al enfoque fenomenol6- fico en general en virud del principio de intencionalidad que sigue Sendo su gran halligo. Aplicado a los fenémenos mncménicos, teste rodeo por lo exterior coloca el ecuerdo como vertiente =obje- tals de la memoria, La fenomenologiaresablece ast, por diversas ctcunstancias, una distinc familiar ala lengua giega entre menonte y anamnsis con sagrada por el importante tratado escrito por Aristtelescuyo culo Lon, latino nos es ya familiar: De memoria et reminiscent, La meneme- ‘memoria design la simple presencia en la mente de una imagen del pasado exsstido: una imagen dl pasado me viene ala mente; en {ste sentido, ¢ un momento pasivo —un pathes— opuesto al eat ter activo dela reminiscencia que nos ocupari de modo fundamen- tal Sin embargo la mneme-memoria del tatado arstordlico merece ‘gue nos detengamor en ella con atencin debido ala paradoja que Su andlisis pone en evidencia, el enigma de la presencia en imagen de una coss ausente que esta imagen represent; lo que aqui est en juego es el estauto epistémico de esta etkon ala vex presente y equi- valente a otra cosa que ella significa. No dessparecers nanca de nues ‘fo horizonte esta consttucin icénica de la imagen recuerdo. El ‘Teeteto® habia intentado resolver la aporia confviendo ala idea de impronta —detypos—una fuerza explicativa pese a su cardter cla ramente metafrico: la idea de impronta dejada en la cera por un anilloseguirs sendo, ao largo de los siglos, el modelo de la idea de hella cuya fortuna se conoce merced a sus ramificaiones; asi, yO distingo tres tipor de hells: las cortiales, de ls que tratan las reurociencas; las psiquicas de las impresiones que han dejado en ruestos sentdos y en muestra afectvidad los acontecimientos ‘mados sorprendentes, incluso traumatizantes; finalment, las hu llas documentales conservadas en nuestros archivos privados o pi- blicos. Dejo de lado el problema planteado por esta diversdad de hnuellas; slo conservo Ia reteracin del enigma de la presencia en imagen de un pasado exsistido producido por la idea de huell: todas las huells, en efecto, estin en el presente; y depende siempre del pensamiento que la interpreta que la huelia sea considerada ‘como huella de —del -choques del anillo que golpea la cera y ‘evista as el estarutoaltamente parad6jico del efecto de un impulso inicial, dl que seria al mismo tiempo el signo> un efecto signo desu causa, tal es el enigma de la huclla ES agut donde surge, como de improviso, el problema del olv- do; en efecto, el desctramiento de las huellas supone que, como se suele decir, fueron dejadas. Esta simple palabra evoca su eardeter fugitivo, vlnerabe, revocable. En una palabra, pertenece sla ides permanecia sin sefalar en los andlissrefe- ridosal recuerdo, en cuanto el «quée de a memoria, ya Ja anamne- sis de los antguos y a rememoracion-recoleccin de los modernos fen cuanto que constituyen el «cdmo» de Ia memoria. Queda, pues, por tematizar el «Zquién?> de la memoria, con vistas al «momento bergsoniano» que hard coincidir el reconocimiento de stcon e eco ‘nocimiento de las imagenes Sobre la atencién al sueto de a memoria, podemos remontar- nos hasta Ia Confesiones de Agustin’: Ego sm qui mrmini, eg0, animus (Confesiones, X, 16, 25). Esta ceferenci al ego no es ines- pperada en una obra construida como un relato de conversin en primera persona: Ze6mo me hice cristiano? Las reflexiones sobre ln memoria de los libros X y XI se destacan sobre el fondo de un discurso delarativo, en el que la confesin, en el sentido livsegico, no agota el sentido. En la tipologia de los actos de discurso, la declatacin consttuye una categoria sui generis, como lo confirma 7. San Again, Cones, Dec de Became, Pai 1962 fond cat. de. Congus, Confesons, BAC, Madi, "1997, 6 la lexicografa: as, Le Robert vincul la declaracin al segundo gra po de acepciones del término «teconocer, grupo definido por el ‘tener por verdadero» [libeo X se abre con un himno ala memoria exe libro es eéle- bre por la famosa metifora de los «vastos placios de la memoria ‘Auribuye ala interiordad el aspecto de una expacilidadespecifica la de un lugar inti: todas as cosas sepoitadas» en 4, clasrecoge a ‘memoria para evocarlas de nuevo cuando haga fala y volver sobre ella en sus vastos depdsitos, en el secreto de yon sé qu inexplica- bles recovecos:(X,8, 13). arememoracién de todolo que -yoevoco fen mi memorias demuestra que sestos procesos los verticn dentro, (intus) enel patio inmenso del palacio de mi memoria» (X, 8, 14). En efecto, se dice que es inmenso el resoro que la memoria econtiene»: imagenes sensbles, recuerdo de las pasiones del alma, y también nocionesabstractas, seresinteligibles, enfin, memoria de mi mismo (que siente yatta. Si, grande esel poder delamemoriaastael punto uerdo hasta de haberme acordados, En tna palabra, vel, bién la memoria misma» (X, 14, 21). ‘Memoria feliz, pues? Sin duda. Ysin embargo, la amenaza del olvido atormenta continuamente este elogio dela memoria y dea poder, el olvido, ee predador del tiempo aque septa nuestros re ‘cuerdoss (X, 16, 25) Esta evocacién del vido propicia el uso ex Pntineo del verbo «reconocers: «Si yo hubiera olvidado la reali- dad, evidentemente no serfaeapaz de reeanocer lo que es eapaz de significa ese sonidos (X, 6,24). 2Qué es en efecto, un objeto perl do —Ia dracma de la parabola evangélica- sino tna cosa que, en clerta manera se tenia en memoria? Agu, eneontra es reencontrar, Y teencontrar es reconoce,y reconocer es aprobar, por tanto juzgar {que la cosa reencontrada e, sin duds, [a misma qu la cosa buscada por tanto, renida después por olvidada: «Se habla perdido exe ‘objeto, es verdad, para los ojos, pero se conservaba en la memoriae (%, 18, 27). Agusitaseatreve con la paradoja: ¥ sino nos acordé semos del olvido, no padriamos en absoluto al of exe nombre, re. conocer la realidad que él significi: ses asi, s la memoria la que Fetiene al olvidor (, 16, 24). En efecto, es la memoria, en el mo= ‘mento del reconocimiento del objeto olvidado, la que testifca la existencia del olvido. ®Sofsma? Quizds. Y, no obstante, de cval- Quier manera que sea, aunque el modo parezca incomprensible © explicable, 1 que yo s€ de cierto es ute me acnerda del olvido mismo, del olvido que sepulta nuestros recuerdos» (K, 16, 25), ‘Triunto final del olvido, hasta en a vitora sobre él desde el punto de vista de las palabras? or El libro XI confirma esta confesién de la anterioridad de la ‘otorgindole lo que Arsttele le negaba, la medida direc: ste la memoria del tiempo transcurrdo, sin acudie ala fisca del movimiento del que el tiempo, segin Aristotle, seria tuna variable; tiempo largo, tiempo corto? Nuestra alma es Su me~ dda: «Medios los tiempos cuando pasans (XI, 21, 27). Luego, es fen el espacio interior del alma donde se despliega la famosa dine. fica entre ditentioe intentio: distensin entre las tres orientaio- res del mismo presente, presente del pasado en la memoria, pre sente del fururo en la anteipacién, presente del presente en la ineucidn (0, como yo prefiero deci, en la iniciativa) pero inten cin que recorre las fases de la rectacin del poctma preferido, El alma es como el tempo, paso del futuro hacia el pasado através, el presente PPodemos dudar de que Agustin haya logrado salvar ls difculta- des alas que Arist6teles se enfrenté de cara, encontrando serasdii- cultades también en injerar le distincin de los instances y Ta pre jacién de los intervalos en Ia continudad del movimiento. No es steel lagar para disuti de ello. Adem, la intencin de Agustin, tno es resolver el enigma del tiempo, con el riesgo de encerrar sobre ‘{mismo el triple presente, sino, al contraro, abrir el instante hacia To alo, hacia el mu stare de ta eternidad divina. Por ello, no se debe atrbuir a un artfcio de composicin el paso dela teorfa de la ‘memoria y del tempo de os libros X y XI alos amplios comentarios, del libro del Génesis sobre la creacin a partir de libro XI. La ver ticalidad de la eternidad recortaen el presente la horizontaldad del tiempo, que es también la del relato. Siendo ésta la preocupacion principal de Agustin en las Confe- siones, no se debia esperar de este admirable rapsoda de la confe- sién una reflexin explicia sobre el cardeter smfos de esta memo- a que se expresa en primera persona. Nos basta con haber tevocado el nacimiento, con Agustin y bajo el sgno de a confesién, de esta tradicidn que yo llamo, sigiendo a Charles Taylor, que habla de Imeandness en Sources ofthe Self la twadicion de la mira- da interior. ACh Tayls, Somes of th Sel, Harvard Univers es, 198% ed de (& Melon, Lester da mot La format de Pod modeme Sealy, 1998 aden de A Linn, Puetr d ol comin deeded mor ‘Pad, clon, 196 os Gon John Locke, la idea de la eonfesin da paso a la de lave flexién, Yla memoria es interogada dentro de la esfera de influen- cia de la reflexin. A este desplazamiento de énfasisy de interés, Adebemos Ia promocidn de la problemstica de Ia identidad, que no cera la principal preocupacién de Agustin. Senos da Ia ocasién de ‘ontactar de nuevo con la dalétia de la mismidady de la ipseidad ‘gue habia encontrado anteriormente, en el concepto de identidad sarratva, su lugar privilegiad de ejerccio. Locke, por supuesto, jgnora este concepto de identidad natrativa, que nos proporciona el privilegio de una lecura distanciada con respecto al texto de este brillane defensor dela identidad-misnidad. TLacke ese inventor de I sexencia formal por las tes nocio- nes de identidad, de conciencia y de self Los términos consciousness y self son, en realidad, invencién de Locke que reeae en In nocién de identidad que le sirve de marco, Para el propio Descartes, el cogito no es un sel, ni siquiera una ‘conciencia. Es digno de destacar que, en el tule y en todo el argu: mento del conocido capitulo del Ensayo de Locke, sidentidad se ‘pone a adiversdad en el sentido de diferencia. En efecto, la afi ‘macién de a identidad resulta dela comparacién de una cosa com ‘otra, pero con el propésito de subrayar la dentidad aside una cosa, por la negacién misma de la alteridad: en férminos formales, y pres Cindiendo de In escala de las identidades que se yaa recorter, una cosa es idéntica as misma enel sentido de que ss a misma que ella smisma y no otra» (51). La expresion «y no otra» consagra la ecua- cidn:idéntico igual 2 mismo que si. No se puede afirmar con mis fuerza la solidaridad entre identidad y mismidad, Con otras pa bras, para Locke no existe la sombra de una diferencia entre idem © ‘ps, para el si que es el mismo que sf mismo. El corte importante en Ia escala de as identidades, desde las simples particulas a los érbo- lesa los animales yfinalmente al hombre, reside ena «concienciay, sin la menor referencia a cualquier sustancia subyacente. La con: encia, por sf sola es la que hace de cada persona un self. Aqui entra en escena la memoria en virtad dela extensin temporal de a reflexions | identdad deel persona se extende tan lejos qu la concienia ‘ede santa erorpectivumente cualquier scion o penamlento 9. J Locke, -0F ny and Divs en Ee philoppiq concernant gondoment haray,seo Upc. XX, 1964 ae de Bar, et et Dien rst de acne Sea, Pat, 1998 fades ML" (Cuca Ensayo sles exons bunane, Ears Nason, Madi, 1980, 19 pssado; esl mismo sf ahora que entonces,y elf que ejecutéaque- {i ec cel mismo que el que ahora rellexiona sabe lla (9) [La identidad personal es una identidad temporal. De este modo, Ja ecuacisn es completa entre consciousness, self, memory, a costa de todas las paradojassuscitadas por el hecho det olvido, el del sue~ 5o, el del desdoblamiento imaginario o real de la memoria, incluso por la imaginacin de la sustitucion de una memoria por otra en el Incerior de un mismo cuerpo. (Locke e, en este sentido, el inventor de los pucaing cases que prosperarin en I filosofia analitca con- ‘temporinea, en particular en larilante obra de Parfit, Reasons and Persons.) A Locke so le importa dejar fuera a idea de sustancia a conciencia y su memoria bastan para todo. ¥ Ia categorta de same- ness reina de principio afin, Para dl la diversidad unida ala plurali- dad de los actos de los estados de conciencia se enmarca sin dii- ccultad en la identidad reflexiva; ni siquiera el paso del tiempo, que ‘tanto atormentaba a Agustin, suscita alguna irreducible diacronts, lo mismo sucede con los eonceptos de origen juedico, como lai putacién que hace als accowetable, ola asignacién por la que els ‘se apropias de sus actos y los «reconocessuyos (own). No son mas ‘Que sindnimos del same tomados dl lenguse juridico, Asi, es sorprendente que el concept de diversidad no sea evocado mis que para ser revocade enseguida por la formula que inauguta el tatado: «La misma que ella misma ¥ no ota». De ello resulta que, en Locke, el sno es un ipse que se pueda oponer aun dem. El sei es un same e incluso un selfszme, en la edspide dela Pirdmide de la identidad-mismidad. La tnica diversidad que hus Bieta podido inguietar a un pensador politica de ls imporeancia, de John Locke haba sido la suscitada por la pluralidad humana, tan fuercemente presente en los dos Treatises on Government al hhablar de los problemas planceados por la propiedad y el poder. EL Ensayo sobre el entendimiento human s6lo da paso 8 un con: cepto de reflexi6n que se inscribe en la tradicion de la mirada Interior: no se tiende ningin puente entre la invardness insta da por la reflexién y la pluralidad humana presupaesta por la filosofia politica. El pensador politico es como otro hombre, al gute sof ignra sta presuposiiin kala dscatizeos ea Por tant, la dialéceica del mismo y del ipe s6lo puede desivar de consideraciones extraias a Locke: hemos expuesto un primer tesbozo de ella con el nombre de identidad narrativa que insta diversidad en el centro mismo de evalquier trama de vidas 130 dad de reflexién y de memoria slo encontrard su verdaderaréplica fen la promesa, paradigma de una ipseidad irreducible a Ia msm dad. Al mismo tiempo que ala diversdad interna suscitada por las intermitencis del coraz6n, la diversdad propia de la promesaseré cnfrentada, debido a su dimension itersubjetiva, a otto tipo de di versidad, un diversidad que podemos llamar exterior, que consiste nla pluralided humana, 4. EZ momento bergsoniano: el recomocimento de las imagenes He querido teeminar con Bergion esta investigacin sobre la contr bun dela memoria al reconocimiento de si en espera desu con ‘raparida en la promesa. Con Bergson, el termino sreconocimien to» es acogido en la familia muy seletiva de sus usos filosdficos aceptados, entre la recognicién kantana, que vimos en nuestro pri mer estudio, y la Anerkenraong hegeliana, que constiuir la espina dorsal de nuestro treet y timo estudio. Los dos capitulos centrales de Matiére et Mémoire™ se titulan: ‘De la reconnaissance des images. La mémoire et le cerveaus y «De la survivance des images. La mémoire et esprit. Se emparcjan ast, clos conceptos: reconocimiento y supervivencia. Los estudiaremos igualmente juntos. No es indiferente que sea en el marco de una reestructuracin del problema clisico de las relaciones del alma y ‘del enerpo —Bergion prefiere hablar de la unin del alma al cuerpo (Bergson, Matidre et Mémoire, p. 317)— donde el binomio de las imagenes y de su spervivencia aparezea proyectado en el centro de st obra. La revolucin relizada en el plano fundamental se deja ‘colocar en la prolongacion de nuestras Propuestas sobre Ia idea de hella donde distngufamos tes ipos de huela: la corti, sujera la jurisdicién de las ciencias neuronal; In pafquica, que es para Bergson la huela por excelencia,y la huella documenta que intere- sa al historiador de los archivos: En este arpect, la tess central de “Matiére et Mémoire es que In hues psiquica no encuentra explice- ‘idn en la hella cortical, ya que el cerebro es Srgano de accion, no de representacidn. Asi liberada desu referencia cortical, la huella psiquica se convierte en un problema aurosuicente; es este proble- ‘mae que encuentra en la idea desupervivencia su formulaciéa apro- 10H. Beran, Mati a Momo aur le ration du core Prien ‘onan ein del center, PUF Pa, 1963 eed ca Se Ape Oba ‘eager, Agar Mae, 1963) 1 piada, Por tanto el nico camino que permaneciaabierto para dar entido a la idea de supervivencia consstia en claborarla junto con, clconcepto de reconacimiento. De este modo, est dime adquicee In dignidad de flosofema importante Tp que, de este modo, Bergson sitia en puesto de honor eset antigua concepto de anamnnesis 0 de reminiscentia, usticuido por _maltiplestérminos por la psiologia de la recordacidn, de a recolee ‘ibn, de la rememoraciGn. Pero se le pide que proporcione la clave ddelo que un filésofo contempordneo llama =cuestién mortals, a ‘ber el viejo problema dela union del alma y del cueepo, la unign del, alima al cerpo, El propio Bergson stué por primera vers andisis del recono- cimiento de as imagenes en Ia prolongacién de a psicologa clisica {dela rememoracign en el ensayo ttulado «Esfuerzo intelectual, del ‘gue el eesfuerzo de memoria» es tn easo importance". La rememo- ‘acidn dl recuerdo en cuanto «rememoracién laboriosa pertenece ‘un amplio conjunto de fendmenos psquicos caracterzados por la distincion entre dos actus: una de tensin, y ota de eelajacién Latensién, en el avo de la memoria, va unida aunassere de planos de concienci» diferentes, desde el recuerdo puro, ain no taducido, ‘en imagenes clara hasta ese mismo recuerdo actualizado en sens ‘ones naciente yen movimientox comenzados (Bergson, L Energie spirituelle, p. 932) En esta travesta de los planos de conciencia, el trabajo de rememoracién es guisdo por lo que Bergson llama ses ‘quema dindmicon, cuya funeidn es indica cierta aditeccin de es facrzo+: sParece que lo fandamental es desarolar un esquema, si ro simple, al menos concentrado, en una imagen de elementos dis- tintos 0 mas o menos indepenslentes entre sf (op. cif, p- 940). No testamos lejos de lo que Freud llamari trabajo de memoria. "Nos acercaremos ain mis alo que me gusta lamar pequefo mi- lagro del reconocimiento si se distingue en él la solucién del mis antiguo enigma dela problemitica de la memoria, la de la epresen- tacin presente de ana cosa ausente, Fl reconcimiento consist en resolucion efectiva de este enigma de la presencia de la asencia gra Casall cerreza que Ia acompafa iSin da ell! iin duda esl, To que hace del reconocimiento el acto mneménico por exeelencia. Pero no se hace el enigma, por es0 mismo, més impenetrable en el plano especulativo? Si decimos que permanece la impresisn-afeccin 1, Hermon, Eto iellcuel, Ln pall en Oates 930,959 ad ee de ML. Peer Tove La nea espinal, Eats Cle, Mad 198 132 origiaria y si afadimos que es lla la que hace posible el econoci- :miento porque permanece, podemos preguntarnos emo sabemos, Larespuestaconsiste en decir ques rata de una presuposicin toal- ‘mente retropectiva. Por tanto, se debe proceder en el orden inverso, del reconocimiento vivido ala presuna persistencia.Elrazonamiento 5 ues, el siguiente fue precisa que algo permaneciese dela primera Jmpresin para que yo me acuerde ahora Sin recuerdo vuelve, es {que yo nolo habia perdido; pero si, a pesar de todo, lo vuelvo a en- contrary lo reconozeo, es que su imagen habia sobrevvido. Por tanto es preciso retomar, en Matire et Mémoire, el proble- sma en el punto en que lo habla dejado el examen del esfuerzo de rememoracién: postulibamos entonces la existencia del recuerdo ‘puro, como un estado viral de represeneacion del pasado ante tras llegada en imagen. Ahora debemosasignat a este recuerdo puro», ademés de Ia viralidad y la inconsciencia, una existencia, ‘comparable ala que atribuimos alas cosas exteriores cuando no las percibimos. La distincién del pasado y del presente se da en el reco- ‘nocimiento mismo en el que los acontecimientos retornan «con ‘entorno, st color ys lugar en el tempos (op. eit, p. 234). En una palabra, sel acto concreto por el que volvemos a aprehender el pasa- ddo-en el presente es el recmocimionto» (op. eit p. 238), Nuesteo recuerdo, observa Begon, «permaneceaiado al pasado por sus rai. es profundas,y si, una ver realizado, nose resintese de sn vttuali- dlad orginal, sino faese al mismo empo que un estado presente, algo que resaltasobreel presente, nolo reconocerfamos titca como ‘un recuerdo» (op. ct, p.277). Es el enigma, totalmente reafirmado, de la presencia de la ausencia:resaltar sobre el presente, reconocet ‘coma recserdo, ‘Queda por remontar desde el hecho del reconocimienta a la presuncién dela supervencia:reconocer un recuerdo es reencon= trarlo. Yreencontraro es suponerlotedricamente disponible, sino accesible. Incumbe, pues, ala experiencia del reconocimientoremitit ‘aun estado de lateacs del recucedo de la impresin primera cuya imagen debi6 consiuirse al mismo tiempo que la afeccion origina ria: pues écémio un presente cualquier devendria pasado si no s¢ hhubiese constituido pasado al mismo tiempo que ers presente? Esta ‘sla mis profunda paradoja de la memoria. Fl pasado es scontempo- Fino del presence que fue. La supervivenca, por tanto, no la per. , de esa voluntad eque persisteen querer lo que na vez quiso». A dece verdad, aq no se Fecurre ala fenomenologia de la memoria sino ala dela voluntad en su forma obtusa y obstinada. Pero no es a esta voluntad a la gue recurre la promesa de la promesa bajo los rasgos de la constanci, mientras permanezca indiscernible del auténtico mantenimiento de ‘i Ahora bien, Nietzsche lleva mas lejos Ia punta de st esilete: ino cs esta memoria de la voluntad la que hace al hombre «previsible, regular y necesariow, sincluso en la representacin que se hace de st ‘mismo, para poder responder finalmente, como hace alguien que ppromede, des! mismo como futuro»? El aparenteelogio ical pier de cualquier ambigedad una ver que se descubre todo el panorama de los horrores morales: wa falta, sla mala concenciaey scuanto se le parece» ‘Como otras declaraciones de Nietasche,éta debe tomarse como una advertencia yun aviso el tipo de dominio de quel gloria de [a ipseidad parece proclamar resulta ser también una aagara, que corre el nesgo de conferir ala promesa Ia misma clase de pretensén del dominio de sentido, que el reconocimiento-identifcacion apicado al, alg en general habia podido alimentar en nuestro primer estudio. Presento, de una manera ripida, algunos remedios a eta pato- logfa secreta del poder prometer. En primer lugar, ejecitase en no presumir de su poder, en n0 promecer demasiado. Fs en la propia vida y ens identidad nace ‘a donde el hombre de Is promesa puede encontra os consejos que To pondrian bajo la custo del adagio griego: «Nada demasiado, Después, sin olvidar a Gabriel Marcel y su alegato a favor de la sfideldad creadoras, separar lo més posible el «mantenimiento de Sie lasconstanciar dela voluntad obstinada, a costa de una pacien= «a benevolent con los dems y consigo mismo. Pero sobre todo, invert el orden de prioridad entre el que pro- mete y su benefciario: primero, otro cuenta conmigo y con la fide lidad a mi propia palabra; y yo respondo a su expectatva. Reanudo aqut mis observaciones sobre la relacién de la responsabilidad con, lo fedgil en general, en cuanto confiado a mi custodia, 140 Finalmente, quedaria por colocr las promesas de las que soy autor en Ia estela de ls promesas de las que fui y atin soy el benef No se trata so de esas promesasfundadoras,cuyo paradig- ma lo consttuye Ia promesa hecha a Abrahdn, sino de esa serie de promesas en las que cultura enterasy épocas particularesproyect2- Fon sus ambicionesy sus siefios, promesas muchas veces incumpli- ddas, De és también yo soy el continador endeudado 141

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