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Thala Azyadeth Osorio Rodrguez

El lugar donde estaba el oso

Me dice cachorro porque restregamos nuestros hocicos peludos para entrar


en calor. El vagn est vaco y las ventanas mojadas abiertas. Sus ojos son
enormes y sus pestaas prcticamente inexistentes. A veces me veo
reflejada como un roedor en sus ojos secos. Tiene instintos taurinos. Suda
terquedad y las ventanas del vagn se empaan. Cuando devoro en su
compaa, lo hago con los hombros encogidos y con recelo. Temo a la lengua
de culebra que no slo amenaza con envenenarme, sino con privarme de un
placer que ella misma, la lengua, debera de darme. Esta vez, busco el placer
en su pierna que es casi ms inexistente que sus pestaas. Somos cachorros.
No me importan las uas que rascaron su lomo antes que yo ni las que lo
harn en cuanto baje del vagn. Somos cachorros y slo s que se sienten
bien sus lengetazos pese a la mirada de reproche de una seora equis que
sube en ese momento al vagn para interrumpir nuestro paseo de cras. Sus
ojos secos se lubrican cuando dos de mis dedos sujetan el lbulo de su oreja.
Se escucha una voz anunciando la prxima estacin, la suya. Me preparo
para despedir al cachorro. Se abren las puertas. Bajo. El oso se esconda
entre un vagn solitario y el resoplido de alivio de la seora equis que no
hubiera soportado viajar conmigo ms de una estacin.

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