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Serie Breves ELIZABETH JELIN PAN Y AFECTOS La transformacién de las familias as 5 FONDO DE CULTURA ECONOMICA ‘Mézaco - Ancen7t\A - Beast. - CoLoMBIa~ CHILE - EsPARA [Estos Unos pe AMERICA - GUATEMALA - PERO - VENEZUELA, IV. HACIA NUEVAS ESTRUCTURACIONES DE LAS FAMILIAS Y LOS HOGARES, EN LOS TIEMPOS DEL DIVORCIO Y EL ENVEJECIMIENTO ALGO DE HISTORIA “America Latina fue colonizada por Espafia y Por- tugal, pafses que introdujeron el catolicismo como pardmetro normativo basico. Los princi- pios canénicos prevalecieron durante la época colonial y s6lo gradualmente se fue desarrollando la ley civil, que incorporé algunos principios lai- cos. Durante el perfodo de la formacién del Esta- do nacional a lo largo del siglo x1x, la legislacion introducida en los paises de la regiOn se basé en el derecho romano, en el Cédigo de Napoleén y en el cédigo alemén. Por ejemplo, en los cédigos civiles de Chile (1855), Argentina (1869) Brasil (1916), la legislacion sobre la familia heredé una concepcién patriarcal, donde el jefe (pater fami- lias) detenta el derecho a decidir sobre Ja vida y muerte de sus familiares. También establece 113 como un imperativo de orden publico el deber de obediencia de la mujer a su padre primero, y a st marido después, Las mujeres no eran ciudadanas plenas ni tenfan competencia legel, sino que se las definfa como dependientes y necesitadas de tutela, incapaces de conducir actividades pabli- cas por si mismas. Las normas catélicas se aplicaban al vinculo matrimonial visto como indisoluble, asf como a la sexualidad y la virginidad. Sin embargo, es impor tante seftalar aqui la fragilidad de la ley en la rea- Hidad de le época. Durante el siglo xix y comienzos del xx, los sistemas juridicos y legales de la region eran extremadamente débiles. El aparato juridico no estaba suficientemente desatrollado como para supervisar y garantizar la implementacion de la legislacion emergente, por lo que las précticas so- ciales podian estar muy alejadas de los principios Iegales. De hecho, coexistian al menos dos mode- los de familia: el modelo catélico, como norma ideal en las ciudades y en las clases medias (espe- cialmente para las mujeres), y un patron de unio- nes conyugales libres e hijos/as “ilegitimos/as”, con diferentes formas de convivencia y variables grados de estabilidad de las uniones o del recono- cimiento paterno de sus hijos/as/ En ambos mode- los, sin embargo, las mujeres estaban subordina- das y eran dependientes de los hombres: 14 La legislacion que amparaba la desigualdad de género en el matrimonio y la incapacidad de las mujeres se fue alterando a lo largo del siglo xx en direccién a una mayor igualdad.|Algunos logros son muy recientes: la patria potestad compartida fue sancionada en Argentina en 1985, y recién en 2001, al sancionar un nuevo Cédigo Civil que esta- blece la responsabilidad compartida en la repre- sentacién y administracién del hogar por parte de ambos cényuges, se terminé formalmente en Bra- sil con las desigualdades en las relaciones familia- res. Si bien la sittaci6n legal no es atin totalmente igualitaria en todos los paises de la regi6n, se cons- tatan avances significativos en esta direccién.! La influencia de la Iglesia catélica en relacion con las normas familiares, por otra parte, ha sido muy significativa en la region. A lo largo de todo el siglo xx y hasta la actualidad, han sido cons- tantes y recurrentes los conflictos ideolégicos y politicos acerca de las normas familiares entre la jerarqufa de la Iglesia catdlica y sus aliados civiles, quienes intentan mantener el sistema le- gal lo mas acorde posible a las visiones sobre la En este tema, Ia normativa internacional sancionada por Jas Naciones Unidas (Ia Convencién sobre Ia eliminacién de todas las formas de diseximinacién contra la mujes, por efem- plo) ha sido un instrumento importante, utlizado con ‘curso para fa emanda de cambios legals en cada pass familia sostenidas por la Iglesia, por un lado, y los actores sociales liberales y progresistas que impulsan cambios legales, por el otro. La legisla~ cién sobre las separaciones y el divorcio, sobre la formacién de uniones, sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, sobre la igualdad civil de hombres y mujeres casados/as, sobre los dere- chos reproductivos (incluidos la despenalizacion del aborto y el reconocimiento de la violacion matrimonial), sobre la provisin de anticoncepti- vos en instituciones publicas y sobre la educacion sexual en escuelas fue (y atin sigue siendo) tema de debate pablico. Otras materias de debate y Iu- cha social incluyen la igualdad legal entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales, la definicién, sexista del adulterio y la legislacién sobre “erfme- nes de honor” El resultado de estos conflictos ha sido una mar- cada discrepancia entre los patrones sociales de conductas aceptables y aceptadas y el marco legal vigente. En general, el cambio social se fue dando antes y de forma mis extendida que los cambios legales, ya que el poder de la Iglesia catélica y las ideologias més conservadoras ha sido fuerte en el ‘mbito del debate juridico y en las elites politicas, pero no necesariamente en él conjunto de la po- blacién y en las practicas cotidianas socialmente aceptadas. 116 As{, el casamiento civil fue introducido en la ma- yoria de los paises hacia fines del siglo xix, pero el reconocimiento legal del divorcio tendrfa que espe- rar casi cien afios en algunos casos (Argentina en 1987; Chile en 2004). Igualmente son logros de las tiltimas décadas la igualdad Juridica de hijos/as ma- trimoniales y extramatrimoniales (liamados en la vieja legislacion “bastardos” o “ilegitimos") y hubo avances en él reconocimiento de las uniones de he- cho (en beneficios de salud, en el derecho sucesorio, en el otorgamiento de pensiones y en algunos ca- 30s en el derecho de locacién). El reconocimiento de las uniones de hecho, asi como de las uniones de personas del mismo sexo -y antes, las separaciones de hecho y los hijos extramatrimoniales- son areas donde el cambio en los patrones de comportamien- to se esté dando antes y con mas visibilidad que los cambios en la legislaci6n pertinente. En términos histéricos, los cambios y las ten- dencias en Jos comportamientos matrimoniales y reproductives fueron parte de los procesos de ur- banizacion, modernizacion y secularizacion. Las transformaciones estructurales que afectaron a la ‘organizacién social y a los patrones familiares in- cluyeron la urbanizacion acelerada, el aumento de la tasa de participacién femenina en la fuerza de trabajo y el incremento en los niveles de educacién, especialmente de las mujeres. U7 ‘TENDENCIAS RECIENTES Algunas tendencias sociodemograficas han tenido una incidencia importante sobre las transformacio- nes de la familia alo largo del siglo xx y comienzos deeste siglo: las transformacionesen los procesos de formacién y disolucion de uniones, en los patro- nes reproductivos, en la conformacién de hogares y responsabilidades basadas en los lazos de paren- tesco y en los patrones de relaciones de género. 4) Conyugalidad, nupeiatidad y divorcio En la mayor parte de los pafses de la regién, se constatan cambios importantes en los procesos de formacién de las familias: tasas de nupcialidad en descenso, incremento en Ia proporcién de unio- nes consensuales, aumento en la edad al contraer el primer matrimonio, crecimiento de las tasas de divorcio. Este conjunto de cambios en los pa- trones de conyugalidad podria ser tomado como indicador del debilitamiento del lazo conyugal, 0 aun de su crisis, Sin embargo, si se lo mira des- de la perspectiva de la calidad del vineulo de pa- reja, debe ser interpretado como una indicacién de mayor libertad de eleccién, de la posibilidad de salir de relaciones conyugales insatisfactorias, 118 y de la introduccién y expansion de nuevas for- mas de familia. Desde muy temprano en la historia, Ja cohabita- cién y las uniones consensuales han sido una pra tica extendida en zonas rurales y entre sectores po- pulares. A menudo, significaban la forma inicial de la unién, para luego cumplir con los rituales del matrimonio civil, del religioso o de ambos. Con el proceso de urbanizacion y modernizaci6n, esta practica comenz6 a declinar para ser reemplazada por el matrimonio formal. Sin embargo, en aquellos paises que no legalizaban el divorcio, las separacio- nes de facto y la formacién de nuevas uniones nece- sariamente implicaban arreglos consensuales. Los cambios recientes en la regién involucran un au- mento significativo en las uniones consensuales en- tre sectores medios urbanos (acompafiando un pa- tr6n mundial en esta direccién), uniones que deben ser reconocidas como un nuevo tipo de arreglo con- ‘yugal. Esta forma de unién puede darse como etapa de formacion inicial de parejas que prefieren una unin de hecho para luego formalizar su matrimo- nio, especialmente cuando nacen los hijos, 0 como opcién alternativa al matrimonio. Esto sucede en la primera union, pero es mucho més frecuente en uniones subsiguientes. Solo para dar algunos ejem- plos: en Argentina, el porcentaje de uniones consen- suales en el conjunto de las uniones conyugales cre- 119) cid del 21% al 31% en la década de 1990. Este aumento se dio en todos los paises de la region lati- noamericana, y también se esté manifestando en el resto del mundo? Estamos en presencia de un fenémeno que re- presenta la conjuncién de dos dinamicas y con dos rafces diferentes: por una parte, el mantenimiento del patron hist6rico de uniones consensuales en sectores rurales y pobres, muchas veces con inicia- ign sexual temprana y embarazos adolescentes que tienden a reproducir patrones de responsabilidad materna hacia los/as hijos/as y escasa responsabili- dad paterna. Al mismo tiempo, se expande notoria- mente la uni6n consensual como expresién de liber- tad personal e individuacién, como opcidn negociada sobre la base de un compromise afectivo limitado, o como manifestaci6n de la intencién sub- jetiva de establecer compromisos amorosos perso nalizados e {ntimos, sin ligaduras 0 “ataduras” bu- rocriticas o formales. En términos de estadisticas vitales, ambos fendmenos se manifiestan como una baja en Ia tasa de nupcialidad y un aumento en Ia edad promedio al contraer matrimonio. !Marcela Cerruti y Georgina Binstock, Famaiias latinoa- rmericanas en transformacién. Desafios y demandas para la ac Gidn pablice, Santiago, CERAL, serie Politicas Sociales, nim. 147, 2008, p. 22. 120 A su vez, el incremento en las tasas de divorcio y separaciGn debe ser interpretado a la luz de comple- jos procesos socioculturales ligados al reconoci- miento de los deseos subjetivos y de las necesidades individuales. La expansién de los valores de la mo- demidad en cuanto a la autonomia personal y la li- bre eleccién de pareja en funcién del amor, la cre- ciente expectativa social de ser capaz de actuar sobre la base de sentimientos y deseos propios, todo esto tiene su contraparte en la libertad de terminar vineulos de pareja cuando se acaba el amor 0 cuan- do el costo de mantener una relacién conflictiva ex- cede los costos de disolver el vinculo conyugal. Hasta hace unas décadas, la separacion acarrea- bba un fuerte estigma para las mujeres, quienes siem- pre eran vistas como culpables de no poder mante- nerel vinculo matrimonial, “sagrado” en la tradicion catélica. Estar casada y tener hijos eran parte de Ia definicion “natural” de la mujer “decente”. En la ac- tualidad, los cambios en los modelos culturales que gobiernan las relaciones conyugales van incorpo- rando, aunque lentamente, un modelo ideal de ma- yor igualdad de género y mayor libertad de eleccién. ‘Ademés, la creciente autonomfa financiera que las mujeres estiin adquiriendo por su mayor educacién ¢ ingreso a la fuerza de trabajo eleva la posibilidad de optar por “salir" de matrimonios insatisfactorios (incluso violentos). 121 Las tendencias en los procesos de formacién y disolucién de las parejas estan en la base de las po- Ifticas sociales. El primer dmbito es el de la regu lacién de los vinculos familiares mismos. Toda la politica de seguridad social y la definicién formal de los miembros “dependientes” estuvo basada en. el reconocimiento de vinculos familiares formales: esposas ¢ hijos/as (en una época, diferenciados en- tre legitimos e ilegitimos) eran definidos como “de- pendientes". Los programas de seguridad social, de salud 0 de vivienda social, asf como las normas que regulan la herencia se basaban en una exigencia de relacfones familiares formalmente establecidas, lo que resulta discriminatorio y desigual para quienes optan por otras formas de familia. En la medida en que existen parejas del mismo sexo y erece la cohabitacién como forma estable de pareja, se re- quiere una transformacién en los eriterios de titu- laridad de derechos que se adapte a las realidades cambiantes. Asimismo, en términos del reconocimiento so- cial y la regulacién de las responsabilidades mutuas derivadas de las relaciones de parentesco, la exis- tencia y visibilidad de nuevas relaciones familiares requieren atencién por parte de la legislacién y las politicas piiblicas. Incluso quiz sea necesario cam- biar la nomenclatura para eliminar connotaciones peyorativas (“concubino/a”, por ejemplo). Los pa: 122 drastros y madrastras de antafio, desde la Cenicien- ta en adelante, han sido reemplazados por parejas, de padres y madres en familias ensambladas, con hijos ¢ hijas que conviven y comparten actividades familiares sin ser hermanos/as en términos legales, con “abuelos” y “abuelas” que no lo son en térmi- nos legales o genéticos. Las expectativas sociales acerca de los deberes y las responsabilidades de es- tos nuevos vinculos estén en flujo. Obviamente, no se puede ni se debe legislar el amor y el afecto. Lo que sf se puede hacer es establecer algunos paré- metros que permitan incorporar estos vinculos como posibles depositarios de responsabilidades cuando se trata de proteger y cuidar a las personas que lo necesitan. Hay un caso especial que requiere atencién y esté en el foco de conflictos ideoldgicos en el mun- do contemporéneo: el reconocimiento de las pare- jas del mismo sexo. El debate sobre el tema es can- dente en muchos paises. Paradéjicamente, la demanda de los y las interesadas es una indicacién de su valoracién y aceptaci6n de la institucién ma- trimonial, antes que una indicacién de la “cr del matrimonio. Algunos paises han comenzado a reconocer “uniones civiles”; muchos menos le dan un cardcter de matrimonio, El debate generado en este campo, asi como las discusiones alrededor de los derechos a la maternidad y paternidad de pare- 123 Jas homosexuales indican la existencia de fuertes cuestionamientos sociales a la “naturalidad” de las diferencias sexuales y a los contenidos y significa- dos del matrimonio formal y de las responsabilida- des mutuas, +) Fecundidad, sexualidad y comportamiento reproductive La fecundidad ha estado descendiendo sistematica- mente en la regién. Como es bien sabido, existe una aasociacién inversa entre la posici6n social de las mu- jetes y los niveles de fecundidad. Esto puede ser me- dido en térn con mayor educaci6n tienen una fecundidad signifi- cativamente mas baja que las menos educadas. En Ja medida en que las oportunidades educacionales han aumentado para las mujeres de la region, la fe- cundidad ha descendido. Esta relacién, sin embargo, no proporeiona una explicaci6n total. El incremento del nivel edu- cacional de las mujeres influye sobre la edad de la primera unién y retrasa la llegada del primer hijo. Esto amplia los horizontes y las expectativas de las mujeres més alla del mundo de la familia, y fax cilita la informacion necesaria para decidir cudn- nos de niveles educativos: las mujeres do y cudntos hijos tener. En la transicién hacia 124 las nuevas identidades de las mujeres, el valor de los hijos y la vida familiar cambia gradualmente de lugar. Aunque el valor asociado al matrimonio y la maternidad sigue siendo muy poderoso tanto para mujeres como para hombres, esté dejando de ser el Gnico que define el rol legitimo de las mujeres. El comportamiento reproductive de hombres y mujeres se relaciona con los avances en las tec. nologias reproductivas y con las politicas pablicas vinculadas a la sexualidad y la reproduccién. En las tltimas décadas, diversas conferencias y con- venciones internacionales establecieron las bases para el reconocimiento de los derechos repro- ductivos y legitimaron las iniciativas apropiadas para la definicion de politicas en este campo. La oposicion a estos principios por parte de actores internacionales y locales (en especial la Iglesia ca- tolica) ha sido muy intensa, y han intentado obs- truir su aplicacién. Una definicién amplia de la salud reproductiva y de los derechos reproductivos implica reconocer el derecho de toda persona a tener una vida sexual SLa Conferencie Intemacional sabre Ja Poblacién y el De sarrollo (El Cairo, 1994) reconocié e incorporé los derechos reproductives y sexuales en la agenda intemacional, La IV Conferencia Internacional sobre la Mujer (Beijing, 1995) ex- tendié las propuestas para garantizar estos derechos 125 sana y satisfactoria, a poner en practica su capaci- dad reproductiva y a gozar de la libertad de decidir las situaciones y condiciones para su ejercicio. La libertad sexual y reproductiva requiere cambios culturales, apoyo institucional y recursos espectti cos. En este punto, las politicas pablicas de la re- gién tienen mucho camino por recorrer, aunque hubo alunos cambios recientes en la legislacion sobre salud y derechos reproductives. El cambio le- gal es lento, y hay actores institucionales fuertes, que se oponen a ello, La educacién sexual, la legis: lacién sobre salud reproductiva y sobre despenali- zacién del aborto son temas de debate y de conflic- tos profundos, en un momento mundial en el que, desde diversas posturas que pretenden recuperar “valores morales” y defenderse de las afrentas de la modernidad, se intenta imponer como “natural” tuna tinica forma de familia Hay todavia una proporcién muy alta de la po- blacién que no cuenta con los servicios médicos re- productivos ni tiene acceso a técnicas de control de Ia fecundidad, lo que se refleja en la amplia brecha centre el tamafio ideal de familia y el niimero de hi- jos nacidos. Este dato es una indicacién clara de necesidades insatisfechas. Los datos disponibles sobre embarazos no deseados en varios paises de América Latina indican que entre el 20% y el 40% de las mujeres no querian tener més hijos cuando 126 quedaron embarazadas.* Este porcentaje varia se- gtin el nivel de educacién: por ejemplo, casi la mi- tad de las mujeres con bajos niveles de educacién de Bolivia, Brasil y Colombia declaran haber tenido embarazos no deseados, mientras que entre las mu- jeres con niveles altos de educaci6n los porcentajes oscilan entre el 10% y el 22 por ciento.S En relaci6n con las practicas reproductivas, la fecundidad adolescente e infantil requiere una atencién especial. Las y los adolescentes tienden a iniciar su vida sexual a menor edad que hace unas décadas, pero esto no significa automsticamen- te que aumente la fecundicad adolescente. Lo que ocurre es que su fecundidad no ha disminuido de a misma manera que Ia de las mujeres de edades mayores. Es por es0 que del total de nacimientos, ‘EL indieador es el porcentaje de nacimientos no deseados sobre la fecundidad total. Nacimiento no deseado es aquel que Jamacre declara que no era deseado en el momento de quedar embarazada, Tambien selo considera cuando el ndmero de hi- Jos sobrevivientes en ef momento del embarazo es mayor que } ndmero ideal de hijos (la definiein varéa segsn el pais). Estos datos y los referidos a la fecundidad adolescente son presentados en cerat-ce.ape, América Latina y ef Caribe. fn- dicadores seleccionados con una perspectiva de génera,boletin \demogratico nti. 70, Santiago, CEPsl-CELADE, 2000, pp. 77-79. Para Argentina, estos y otros datos sociodemogréfices son pre sentados y analizados en Martin Moreno y Eaith A, Pantelides (eds), Sizuacién de a poblacién en Te Argentina, Buenos Aires, tuaF¥s, 2008, cuyos resultados son lo referentes empiricos usa- dos aio largo de este libro 127 ; puede estar aumentando la proporcién cuyas ma- dres son muy jovenes (de 15 a 19 aftos), Estos em- barazos de mujeres j6venes se concentran especial- mente en poblaciones que viven en situaciones de pobreza, situaciones donde los servicios de salud no responden a las necesidades de las y los jovenes de estas edades. Esto se refiere no solamente a ellos y ellas, sino también a los adultos que podrian orien- tar y ayudar en la toma de decisiones reproducti- vas y sexuales -miembros de sus familias, docentes, adultos en centros juveniles~. Estos tienen un papel fundamental en este tema, pues podrian orientar a los y las j6venes hacia patrones de conducta que eviten el riesgo de embarazos no deseados, abortos inseguros ¢ ilegales, y enfermedades de transmision sexual ‘Ademés, hay datos que muestran una estrecha relaciOn entre la edad en que la madre tuvo st pri- mer hijo y la eclad del primer embarazo de sus hijas. Una maternidad temprana es, sin duda, un factor de riesgo, y tiende a incorporar @ las jovenes madres en un ciclo de reproduccién intergeneracional de la pobreza. Asumir las responsabilidades de crianza limita las oportunidades educacionales y ocupacio- nales, comprometiendo el futuro propio y el de sus hijos e hijas. La educacién orientada a prevenir em- barazos adolescentes es, sin duda alguna, un campo de carencia que reclama atencién urgente. 128 Hay una consideracion adicional para hacer, que implica un problema social significativo: el abuso sexual infantil y los embarazos resultantes, No exis: ten datos sistematicos y confiables sobre la fecun- didad de las nifias de hasta 14 afios, pero es claro que el fenémeno existe y es socialmente importante, aunque siempre silenciado y ocultado. Los embara- 20s de nifias de 10a 14 afios no pueden ser pensados © considerados como indicadores de una iniciacion sexual temprana voluntaria, Son, por lo general, el resultado de violaciones y de acosos incestuosos, Las précticas del secreto y la culpabilizacién de la victima son comunes en estos casos. Existen esca- 808 estudios sistematicos del tema, y mucho menos discusiones sobre politicas adecuadas. Un conoci. miento més a fondo de este asunto y la denuncia sisterndtica de los crimenes debieran convertirse en una priotidad de la politica publica. Los HOGARES ¥ LAS FAMILIAS i bien el hogar y Ia familia no son lo mismo, las estadisticas censales y las encuestas de hogares son siempre domiciliares, es decir que recogen infor- macién en las viviendas. Los datos que se recogen se refieren a las personas que conforman el grupo residencial o de convivencia, y normalmente no se 129 pregunta sobre todas las relaciones de parentesco dentro del hogar o sobre las relaciones de parentes- co com los miembros de la familia no convivientes. A partir de este tipo de datos, tampoco es posible re- construir la historia y el desarrollo anterior del gru- po. Se trata de datos sinerénicos, que ofrecen una imagen de la situacién en un momento dado en el tiempo: el momento en que se realiza el censo 0 la encuesta. Qué nos dicen estos datos sobre los hogares? En primer lugar, hay una tendencia secular hacia la disminucién del ndmero promedio de personas que conviven en los hogares. Esta disminucién esté liga- da al menor niimero de hijos, a la disminucién de Jos hogares mulkigeneracionales, al aumento de los hogares uniparentales, y al aumento en el ndmero de personas que viven solas. Por ejemplo, en Argen- tina, pafs euya fecundidad ya era baja en 1960, el promedio de personas por hogar disminuyé de 4,5, cen 1960 a 3,4 en 1991. Esta disminuci6n esta rela- cionada, en parte, con el aumento de las personas que viven solas: el 6,8% de los hogares argentinos eran unipersonales en 1960; el 13% de los hogares lo eran en 1991, y el 15% segtin el censo de 2001. Estos hogares unipersonales son mucho més fre- ‘cuentes en areas urbanas y en sectores sociales de ingresos medios y altos que en los sectores de ingre- sos bajos. Si antes el hogar unipersonal era predo- 130 minantemente el producto de la viudez que es un fendmeno mucho més comin entre mujeres, dadas las diferencias en expectativas de vida por sexo-, hay una tendencia hacia la diversificacion de la si tuacién de las personas en este tipo de lugares: j6: venes de sectores medios que eligen vivir solos (mas a menudo que solas) y hombres separados y diver. ciados, que viven solos aunque pueden recibir a sus, hijos ¢ hijas en ese hogar. En cuanto a la composicién de los hogares, el hogar conformado por una pareja con hijos sigue siendo el més frecuente: en las areas urbanas ar- gentinas, por ejemplo, casi el 40% de los hogares en 2006 eran de este tipo (en 1996 eran el 439%).¢ Los monoparentales (generalmente la madres con hijos/as) eran el 11,4% de los hogares (un aumento a partir de 8,6% diez afios antes), habia casi 14% de hogares de parejas solas, 15% de hogares uniperso. rales y el resto (alrededor del 20%) eran hogares ex- tendidos y compuestos (0 sea, con varias generacio- nes 0 basados en otros vinculos de parentesco). Los hogeres multipersonales sin relacién de parentesco son una proporcién fnfima (menos del 1%), pero de- bemos recordar que detrés de esta “no relacién de parentesco” se esconden las parejas homosexuals Estos y otros datos provienen de Martin Moreno y Edith A. Pantelides (eds.), op. cit, 131 Este tipo de distribucién requiere algunos co- mentarios. En primer lugar, hablamos de hogares y no de personas, Obviamente, Ia proporcién de la poblacién en cada una de las categorfas es muy di- ferente de la proporcién de hogares. Para dar sélo ‘un ejemplo, los hogares unipersonales constitufan el 15% de los hogares argentinos en 2001, pero vivia enellos poco mas del 3% de la poblacién, En segun- do lugar, al no tener datos de la historia familiar, no es posible saber cémo los miembros de estas unida- des han ido conformando sus familias. ¢Cudntas de las parejas viven solas porque ninguno de sus miem- bros tuvo hijos? ¢Cudntas porque los hijos viven en. otros hogares por ser mayores que ya se han inde- pendizado? ¢Cuantas son parejas “reconstruidas” ‘con hijos que conviven con el otro -o més a menudo la otra~ progenitor/a? A su vez, no se conoce la his- toria de los hogares nucleares “completos”: el 40% incluye parejas y sus hijos e hijas compartidos/as (la familia nuclear “ideal"), pero también familias “re- construidas” “ensambladas", donde los/as hijos/as convivientes pueden ser de uno, de otra, 0 de am- bos. Los miembros de la pareja pueden tener tam- bign otros hijos e hijas no convivientes. Prestemos atencién a tn tipo de hogar: el mono- parental, que normalmente es el resultado del au- mento de la tasa de divorcios y separaciones. Lo normal es que sea la madre quien conviva con sus 132 hijos/as después del divorcio, aunque hay indicacio- nes de que el numero de hogares monoparentales masculinos estan aumentando (eran el 1,8% de los hogares con jefe masculino en 1996, y el 2,5% en 2006), Los niimeros son tan pequetios que no resul- tan significativos en el total de la poblacién, aunque es un fen6meno que seguramente se va a ir expan- diendo en el futuro. Los hogares monoparentales encabezados por mujeres constituyen una categorfa muy significati- va en las ciudades latinoamericanas: en toda la re- gion, mas de uno de cada cinco hogares tiene como jefe de familia a una mujer. Y las proporciones van, en aumento. Este tipo de hogar es un fenémeno de transici6n, en dos sentidos: en el curso de vida de las mujeres, esta situacion puede ser una etapa que desemboca en la formacién de una nueva parejas en a temporalidad hist6rica, nos hallamos frente a tuna transicién hacia nuevas formas de familia, més abiertas y alejadas del modelo nuclear completo. Si bien en algunos casos estos hogares monopa- rentales con jefatura femenina estén compuestos por mujeres mayores con hijos e hijas que trabajan, Ja mayor parte esta compuesta por la madre y sus nifios/as relativamente pequenos. Con muy pocas excepciones, las mujeres tienen que hacerse cargo de la domesticidad y det mantenimiento econémi- co de la unidad por sf mismas. Esta situacién pue- 133 7 de ser Hlevada adelante satisfactoriamente (aunque casi siempre con considerable cansancio y sintomas de estrés) por mujeres profesionales con ingresos relativamente altos. En situaciones de pobreza, 0 de mujeres que antes de su separacién no trabaja- ban fuera del hogar, la jefatura y la responsabilidad crean situaciones de déficits significativos, que en casos extremos pueden manifestarse en la despro- teccién de nifios y nifias Por otro lado, aunque las cifras registradas son numéricamente significativas, es posible que el fe- némeno social de las mujeres-madres a cargo de sus, hijos/as sin la presencia de! hombre-padre sea mu- cho mas extendido de lo que indican las estadisticas de hogares, A menudo, especialmente en sectores de menores recursos, Jas mujeres con hijos/as no esta blecen un hogar independiente sino que conviven en hogares con otros parientes (sus padres y her- manos/as). Aunque convivan en hogares extensos, estas mujeres también tienen que asumir la doble demanda de la provisién econémica y la responsa- bilidad doméstica y de cuidado. En realidad, las situaciones sociales que engloba el concepto de jefatura femenina son muy diversas. Hay padres que cumplen con sus tareas de paterni- dad ~en términos econémicos, de afecto y de pro- tecci6n y atencién a sus hijos e hijas~ aun cuando no conviven cotidianamente, Hay otras situaciones 134 con ausencia de los padres, y aquellas ~las peores~ donde la presencia de los padres es explotadora y violenta. En términos econémicos, las contribucio- nes de los padres no convivientes son muy variables, Es sabido que no todos los hombres cumplen con la cuota alimentaria post-divorcio, y que son pocos los que se hacen cargo de alguna contribueién cuando no hay obligaciGn establecida legalmente ~porque se trata de una unién de hecho, porque no se hizo el tramite de divorcio, © por otros motivos-. Al mismo tiempo, hay otro fendmeno cuya dimensién no es posible establecer a partir de las estadisticas censa- les, y que permanece oculto e invisible: el papel do- méstico y econémico de otros hombres (no la pare- ja) ligados por lazos de parentesco, El fuerte énfasis cultural colocado en la pareja y en la figura del hom- bre como marido y padre seguramente ha llevado a sobrestimar el impacto de la ausencia de hombres en la vida familiar, En los sectores sociales mas pobres, es frecuen- te el abandono de la familia por parte del hom- bre-padre, ligado a situaciones de crisis en el mex- cado laboral en que su rol como proveedor econ6- mico de la familia se ve desvalorizado, lo que afec- taa la persona como un todo. Sin embargo, estos mismos hombres pueden estar jugando un papel de proveedores y/o protectores de mujeres y nifios ‘en sus famnilias consanguineas, en relacién con sus 135, madres 0 hermanas. En un estudio sobre la dina- mica de la solidaridad y el conflicto en un barrio pobre de Porto Alegre, Claudia Fonseca muestra c6mo las mujeres que viven en hogares sin pareja reciben ayuda y descansan (incluso como defensa frente a amenazas de violencia de otros hombres en el barrio) en sus padres, hermanos o hijos, hom- bres de su red de parentesco consanguineo que no conviven con ellas." En realidad, los lazos consan- guineos con parientes varones (hermanos varones, Padres, hijos adultos) pueden Hegar a convertirse en un criterio significativo de organizacién de la so- lidaridad y la reciprocidad de esos hogares encabe- zados por mujeres. En suma, los datos estadisticos muestran que en la actualidad menos de la mitad de los hogares, est conformado por familias nucleares completas. La familia nuclear como modelo cultural ha tenido un desarrollo muy especial: idealizada como mode- Jo normativo, asumida en términos de lo “normal” or las instituciones educativas y de salud, Ja fa- milia nuclear de mamé, pap y los hijos y las hijes se combina con una fuerte ideologia familista, en Claudia Fonseca, “Spouses, Siblings and Sex-linked Bond lng: a Look at Kinship Organization in 9 Brazilian Slam’, en Elizabeth Jelin(e4.), Family, Household and Gender Relations in Latin America, Londres, Kegan Paul Interationalnesco, 136 Ja cual la consanguinidad y el parentesco han sido criterios basicos para definir las responsabilidades y obligaciones hacia los/as otros/as. Pero el familis- ‘imo como ideologia de parentesco y la idealizacién de la familia nuclear son potencialmente contradic. torios, dado que ejercen presiones cruzadas sobre Jos miembros, Aunque todos conocemos anécdotas y chistes sobre la tension entre esposas y suegras, poco se ha investigado sobre la magnitud de los conflictos planteados a partir de la tensién entre las demandas de le familia nuclear y las obligacio- nes ancladas en otros lazos de parentesco (espe- cialmente con la familia de origen, madres, padres y hermanos/as de cada uno de los miembros de la pareja). Poco sabemos también sobre cémo se est estructurando un nuevo sistema de relaciones in- tergeneracionales cuando, a partir del divorcio y la separacién, la no convivencia cotidiana no implica necesariamente el abandono de la responsabilidad paterna. La relaciGn entre padres (mucho més a menudo que madres) no convivientes con sus hijos ¢ hijas es un tema que requiere atenci6n, tanto en términos de investigacién como en la formulacion de lineamientos normativos para asegurar los dere- chos y las obligaciones del caso. A pesar de esto, los datos muestran con claridad que los lazos familiares siguen siendo los criterios, centrales para la conformacién de los hogares. El 137 : cambio social no se produce en la direccién de abandonar los lazos familiares como criterio de la convivencia, sino a partir de una frecuencia mayor de mudanzas y de cambios en la composicién del grupo familiar de convivencia. Es decir que Jo que seguramente esté ocurriendo es un cambio impor tante en la estabilidad temporal de la composicion del hogar: El modelo del ciclo de vida familiar “ideal” presentaba transiciones previsibles y duraciones largas de cada etapa: infancia y adolescencia en fa- lia nuclear completa, con papa, mama y herma- nos/as; matrimonio y hogar de pareja sola hasta el nacimiento de los/as hijos/as; familia nuclear com- pleta hasta que los hijos y las hijas se casan; luego pareja sola (“nido vacio") y viudex/muerte, Frente a esto, la realidad actual incluye mucha més variabi- lidad, imprevisibilidad, y por sobre todo temporali- dades més cortas, Los nifios y las nifias conviviran sélo con su madre sin el padre, si hay divorcio; pue- den luego convivir en una familia nuclear, pero no con su padre biolégico sino con la nueva pareja de su madre; hay parejas nuevas post-divorcio, vielos y viejas que viven en pareja, solos/as, en la familia extendida o en instituciones. Debido a ello, mas que seguir hablando de ciclo de vida (que implica previ- sibilidad, etapas claras, repeticién dle caso a caso), el curso de vida implica numerosas transiciones de tuna a otra situacién, casi siempre “en familia". Sila 138 estabilidad de los matrimonios, la autonomia de los hijos y las hijas y la mayor movilidad geografica de la poblacién conllevan més a menudo el cambio de hogar y de grupo conviviente, esto no ocurre “a cos- ta de” los vinculos familiares, sino a partir de armar y rearmar vinculos familiares, que siguen ligados a la cercanfa y a la contencin afectiva, al culdado de Jos que necesitan proteccién, a la sexualidad y a la procreacién, FAMILIA ¥ POBREZA La dinamica de las familias, tanto sus vinculos in- trafamiliares y sus redes de parentesco como sti re- lacién con los demas ambitos institucionales (la es- cuela y la salud, el mercado de trabajo y las instituciones politicas, la religion y la vida recreati- va), refleja al tiempo que construye las diferencias de clase social. En todas las clases, la dinamica fa- miliar esta muy marcada por la situacién econémi- ca general, que afecta de manera espectfica la forma en que se logra acceder y articular los diversos re- cursos para el mantenimiento, para el bienestar y para elaborar o preservar un estilo de vida. Qué ‘pasa con las familias de menores recursos econémi- cos, aquellas que se encuentran en situaciones de carencia de medios para llevar adelante las tareas 139 de mantenimiento cotidiano? ¢Hlay algo para decir respecto de la relacién entre familia y pobreza? El tema es importante para una perspectiva democré- tica e igualitaria, ya que esta claramente demostra- do que el crecimiento econémico no es, en sf mis- mo, fuente de equidad ¢ igualdad social. En América Latina, los procesos econémicos de las diltimas dé- cadas han llevado a un aumento de la desigualdad social, y muestran tendencias regresivas en la distri bucién del ingreso y una ereciente polarizacién so- ial, aun en las situaciones de crecimiento econémi- co significativo! Hay una relacion entre la pobreza ya conforma- cion del grupodoméstico, aunque no es una relacién lineal sino que est condicionada por el ntimero de personas que no trabajen y deben ser mantenidas por él ingreso de cada trabajador. Esto esta ligado a la etapa del curso de vida de la familia y del grupo doméstico, En un mismo estrato social, o sea, den- tro de sectores sociales con niveles de educacién y de capacitacién laboral relativamente similares, son # Es importante senalar ag la diferencia entre desigual- dad y pobreza. Se trata de dos niveles de andlisis diferentes: puede haber una disminucién importante en la proporcién de {a poblacién que no llega a un umbral de ingresos ode bienes- tax (pobrezs medida en términos absolutes) sin que cambie la distribucién del Ingreso -como ocurrié en Chile en estas decadae-, 140 los hogares jévenes y los ancianos los que tienen mayor ntimero de dependientes y menor capacidad de generar ingresos miiltiples. Los hogares adultos ‘0 consolidados, con hijos/as que ya han crecido y pueden incorporarse a la fuerza de trabajo, poseen mayor capacidad de generar ingresos. En conse- cuencia, la etapa del ciclo doméstico y las caracte- risticas internas del hogar ayudan a explicar cudles son los hogares con mas probabilidades de salir de Ja pobreza en coyunturas de bonanza, y de resis- tir mejor en momentos de crisis. Existen dos situaciones donde la vulnerabilidad es especialmente notoria: los hogares encabezados por mujeres, sobre todo con hijos/as pequefios/as, y los hogates de viejosias. En el primer caso, se trata del proceso de feminizacién de la pobreza, que impli- ca que hombres y mujeres experimentan la pobreza demaneras diferentes. Esta se refiere ala cuestién de si hay mas mujeres que hombres pobres. Mas im- portante, sin embargo, es la dimensién cualitativa del fendmeno, centrada en la severidad de la pobre- zay en la mayor dificultad de las mujeres para salix, junto a sus hijos/as, de la situacién en la que estén entrampadas. La amplia gama de estereotipos y dis- criminaciones a la que estan sujetas ~desigualdad de oportunidades en educacién, empleo y acceso a crédito y a capital- implica que las mujeres tengan menos oportunidades. La pobreza acentiia la desi- 141 gualdad de género, y frente a la adversidad, las mu: jeres son més vulnerables.? La pobreza también afecta de manera despro porcionada a los/as viejos/as. La probabilidad de no llegar a ser un/a viejola pobre depende, en las clases trabajadoras, de haber logrado un ingteso diferido adecuado (jubilacién) y/o de la ayuda familiar de hi- jase hijos. En la Argentina contemporénea, la inci- dencia de la pobreza entre los viejos (que tienden a ser las viejas, por la diferencia en Ia expectativa de vida) es muy significativa. Hay tres procesos con- vergentes que contribuyen a la intensificacion de este fenémeno y al hecho de haber adquirido la no- toriedad que conocemas: la crisis del sisterna de se- guridad social y jubilacién, el proceso de envejeci: miento de la poblacién (cada vez. hay més viejos/as por cada persona econémicamente activa) y los pro- cesos de empobrecimiento y desempleo de sectores medios ~a quienes Jes resulta cada vez més dificil derivar recursos para el mantenimiento de sus pa- rientes ancianos~ A partir de los aftos noventa, la pobreza en Amé- rica Latina estuvo ligada a los cambios en las polf Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (rxun), Informe sobre desarrollo humano, 1997, Nueva York, luxne, 1997, p. 64, El informe del ato 1997 esta dedicado all anilisis de la pobreaa en el mundo. 142 ticas estatales en la region, fundamentalmente a la disminucién del gasto publico destinado a progra- mas sociales, con el doble efecto de una disminu- cién de empleos en el sector ptiblico y el deteriora de los servicios, tanto en cantidad como en calidad. Ademés, la apertura de le economia y la liberacion, de los mercados implicaron la desaparicion de los subsidios estatales a bienes de consumo masivo y a 3 alimen. los servicios de infraestructura urbana: tos bisicos, el transporte piiblico y los servicios pa blicos aumentaron de precio por encima de los in- dices de aumento de otros bienes y servicios, con to cual se deterior< la capacidad adquisitiva del in- greso popular. Las politicas sociales “focalizadas” de esa década no han ogrado revertir esta situaci6n en el plano social; asf, dejaron la respuesta en manos de cada familia o individuo. Un primer nivel de respuesta frente al deterio- ro econémico se da en el interior mismo de los hogares. La primera reaccién es intensificar la participacién de sus miembros en el mercado de que se desarrollaron a part trabajo: quienes ya trabajan intentan aumentar sus jornadas; quienes no Jo hacfan salen a buscar trabajo, En los aiios ochenta y noventa, el aumen- to mas notorio fue en la participacién econémica de las mujeres, con un cambio en los factores de- terminantes del trabajo femenino. La incorpora- 143 cién ala fuerza de trabajo no es sélo o fundamen- talmente el resultado de retornos a inversiones en “capital humano’, es decir, respuestas esperables, al aumento en los niveles educativos y en las ex- pectativas sociales de autonomfa e independencia econémica de las mujeres, sino que un ereciente niimero de mujeres con hijosias, escasa escolari- dad y cargas de trabajo doméstico considerables han ingresado a los mercados laborales de las ciu- dades. En menor medida, también nifios/as y j6- venes participaron de esta intensificacién laboral -sea consiguiendo trabajos casi siempre precarios y mal pagos o, en el caso de las mujeres, reempla- zando parcialmente a sus madres en la labor do- méstica~. Muchos de losias chicos/as de la calle (0 mejor dicho, en la calle) recogen lo que pueden, se automantienen y regresan a sus hogares periédi- camente, con algtin dinero para contribuir al pre- supuesto familiar. Mayor mimero de miembros de los hogares po- bres trabajan, con contribuciones econémicas cada vez. més significativas en términos relativos (la pro- porcisn del ingreso familiar total aportada por el “jefe del hogar” ha distninuido) pero no absolutos. Ademés, existe un limite al aumento de la oferta de trabajadores, que se refleja en el aumento del de- sempleo. Llega tun momento en que, aunque se in- tente, no se consigue trabajo, 144 Otras respuestas en el Ambito privado de la famni- lia y el hogar se refieren a disminuir el consumo, intensificar la labor doméstica para el autoconsu- mo, reorganizar los patrones de residencia (una wielta a hogares extendidos, fenémeno que se de- tecta en observaciones de cardcter etnogréfico pero que no ha Hegado a impactar los datos estadisticos agregados), incorporar nuevos miembros al hogar que puedan aportar algtin ingreso, etcétera. Las respuestas mas sociales y colectivas se dan en otros niveles. Las redes informales de ayuda mu- tua, que forman parte de la vida cotidiana de la po- breza urbana, pueden seguir activindose, pero tie- nen un techo. {Hay un limite respecto de cudnto es posible compartir, cuando se tiene cada vez menos, y las demas integrantes de estas redes son tan po- bores como una! Ahora bien, cuando la familia y el hogar no tie nen la capacidad de mantener a sus miembros, equién lo puede hacer? Una “salida” es la disolu- cién del hogar, la atomizacion, donde cada indivi- duo intentaré resolver su supervivencia como pue- da, Los/as chicos/as de la calle y losias “sin techo” son, a menudo, el resultado de esta situacion. Uni- dades sociales suprafamiliares pueden también ha- cerse cargo de la situaci6n de crisis, ¢ intentar pa- liarla a través de la colectivizacion del consumo. Las ollas populares, los comedores populares, las 145 cooperativas de consumo y de produccién, asi como los programas de distribucion de alimentos son ejemplos de estas respuestas sociales. Pueden ser parte de programas gubernamentales, proyec- tos de organizaciones de base que apelan a la soli- daridad social, 0 er promovidas por organismos no gubernamentales, Manifiestan formas organiza- tivas diversas. Siempre tienen un fuerte protagonis- mo de mujeres. Por lo general, se trata de medidas de urgencia en respuesta a situaciones de emergencia. Mayor mente, estos comedores populares y ollas communes en momentos de crisis alimentaria han constituido respulstas transitorias que no han plasmado en mo- delos de organizacién de las tareas cotidianas alter- nativos a Ja domesticidad familiar. Tampoco han producido impactos sobre la divisién sexual del tra- bajo doméstico. Sin embargo, dada la persistencia y elagravamiento de las situaciones de pobreza extre- mma, la organizacién pitblica del mante tidiano de parte de la poblacién parece estar convir- tiéndose en tun fenémeno de caracter relativamente mds permanente, Los comedores infantiles de orga- nismos no gubernamentales (muy a menudo ligados a instituciones religiosas), as{ como las iniciativas solidarias individuales 0 de pequefios grupos, estén proliferando en toda la region. El “hogar”, en su sentido literal -el fuego comtin que da calor y per jento co- 146 mite preparar la comida farniliar como imagen fo: cal- va perdiendo su lugar cuando no hay ni olla ni fuego, y losias chicos/as van a comer al comedor co- munitario. El peligro reside en que, de no contar con politi- ces orientadas a eliminar las raices estructurales de la pobreza extrema, estas formas de organiza- cidn asistencialistas ~al igual que algunos progra- mas estatales basados en la distribucion de articu- los de la canasta familiar~ promuevan formas de Gependencia y de sometimiento (basadas en la “ne- cesidad”) que bloqueen el potencial de transforma- cién que la accién colectiva podria legar a tener en este campo. 147 V.LO PRIVADO Y LO PUBLICO Comencemos ror REvisaR los diversos sentidos de la distincién entre espacios privados y mun- do pablico. ¢Oué es “lo ptiblico” y “lo privado”? {Cémo se establece la diferenciacién entre estas esferas? @Por qué este tema, de tono aparente- mente més filosofico, resulta pertinente para ha- blar de la familia? Fundamentalmente, porque en la tradicion occidental de la filosofia politi- ca, la diferenciacion entre lo piblico y lo priva- do se ha equiparado con la diferenciacion entre el mundo doméstico y privado de las mujeres y el Ambito piblico y politico de los hombres, con argumentos que daban por supuesto le naturali- dad e inmutabilidad de esta distincién entre las esferas de las relaciones humanas. Las diversas manifestaciones de esta perspectiva parten de una diferenciacién sustantiva nitida entre las normas piiblicas y los valores privados, las necesidades privadas y los intereses y bienes puiblicos, los pri cipios publics de justicia y las opciones privadas de estilos de vida (Ia “buena vida”). Son el mo- vimiento de mujeres y el pensamiento feminista 149) contemporaneos' los que desaffan estas distincio- nes en el discurso politico y moral En este discurso, Ia privacidad incluye por lo menos tres acepciones diferentes? En primer lugar, la privacidad es la esfera de la concieneia moral y religiosa. Esto es asi porque a partir de la moderni- dad, los principios y dilemas del sentido de la vida, los principios que gufan nuestras vidas, no pueden ser resueltos de manera universal y racional, y que- dan en manos de cada unola, de acuerdo con sus creencias y conciencias, Por supuesto, esta perspec- tiva no anula la accién de potlerosas organizaciones religiosas que basan su doctrina en la imposicién de précticas y normas que gobiernan la vida “privada” y no definen estas cuestiones como asunto de con- ciencia individual sino de mandato divino. Un segundo sentido de lo privado tiene que ver con los derechos privados ligados a las libertades "Las alusioes al movimiento de mujeres yal feminismo contemporineas se eflere alas accones colts alas Onpanizaciones que, partic de la deena de 1970, fusfon ticulndose en escenaiostransnacionales con demandas de reconociente de los derechos dels mujeres y de su empo Aeramiento, del gualdad de géneroy de las ttansformace nc socials que ests demandasimplican 2Scquimos en este pinto & Sepia Benbabi, “Models of Public Space: Hannah Arendt, the Liberal Taio, and Sut gen Habermas, en Craig Cabo (e,), Habermas and he Pa bie Sphere, Cambridge, nt Pres, 1992 150 econdmicas. En este sentido, la esfera privada se re- fiere fundamentalmente a la libertad de comercio y a Ja no intervencin estatal en los mercados de bie- nes y de trabajo, En tercer lugar, privacidad y derechos privados hacen referencia a la esfera intima, familiar y do- méstica. En su origen, la familia burguesa estaba cruzada por la tensién entre la autoridad patriarcal y las concepciones de igualdad en el mundo poli tico piiblico. Las relaciones de poder en la esfera intima eran temas “privados”, fuera del alcance de Ja discusién sobre principios de justicia, El movi- miento de mujeres transforma estos asuntos pri- vados de la “buena vida” en asuntos ptiblicos refe- ridos a principios de justicia, equidad e igualdad, En ese proceso, la linea que divide lo privado y lo piblico, tanto como la distincion entre el aleance de la justicia y la “buena vida’, comienzan a ser re- negociadas. En términos mas generales, este pensamien- to critico contemporaneo esta mostrando que la modalidad tradicional de establecer la distincion entre lo privado y lo pablico ha sido parte de un discurso de la dominacién, legitimador de la opre- sién de las mujeres en el Ambito privado. Alter- nativamente, si se parte de una nocién de esfera publica basada en un principio de igualdad entre los/as participantes del debate pablico, la recon- ist ceptualizacion de estas y otras distinciones se tor: na posible, Esto implica reconocer que no se trata de una distincién absoluta, sino construida e historica- mente cambiante. Lo que en una sociedad y en una época es defiinido como parte de la vida pri- vada puede convertirse en asunto pablico en otro momento, Para que esto ocurra, Ia esfera publica debe ser un espacio de participacion democratica, donde puedan expresarse y ser escuchadas las vo- ces de todosias los/as que resultan afectados/as por las normas sociales generales. En consecuencia, el proceso colectivo de formulacién y adopeién de decisiones politicas democraticas deberia basarse en, e incluir de manera privilegiada, esa multipli- cidad de voces. Pero la erftica da un paso més all sefalar que no hay un lugar o arena pablica tinica ni una modalidad especifica para la participacién de los/as involucrados/as, Esta puede darse a tra- vés de mecanismos politicos institucionalizados (el debate parlamentario) o mediante la intervencién en debates y didlogos entre agentes y actores socia- les, individuales y colectivos, en el marco de la so- ciedad civil, Tampoco hay un temario predefinido. Los/as participantes pueden traer al campo de de- bate todos los temas, yno hay manera de conocer y definir la naturaleza de los mismos antes de que el debate tenga lugar. 152 FAMILIAS, BSPACIOS PRIVADOS ¥ MUNDO POBLICO {Cémo se manifiestan estas distinciones en el cam: po especifico de la familia? Desde la perspectiva que estamos desarrollando, la familia no es una unidad aislada del mundo social. Esta idea deberia estar clara a partir del andlisis de la relacién entre la dinamica de la organizacién familiar y la esfera econémica de la produccién y el consumo, asf como con el Ambito estatal de las politicas sociales de bienestar. Pero también es importante para encarar Jadindmica de as relaciones internas, los afectosy la sexualidad, temas tradicionalmente vistos como el reino de la “intimidad’. En Ja realidad cotidiana, el Estado y diversas agencias sociales intervienen permanentemente conformando a la familia y los roles dentro de ella, controlando su funcionamiento, poniendo limites y al mismo tiempo abriendo oportunidades y opcio. nes. En este sentido, la construccién social que lla- ‘mamos familia es el resultado de la intervenci6n de diversas fuerzas ¢ instituciones sociales, econémi- cas y politicas: cuentan en esto los servicios socia- les, la legislacién, las miltiples agencias de control social explicito e implicito, la situacién econémica, pero también las ideas dominantes o hegeménicas en cada época, tales como la cambiante definicién del ambito de aplicacin de la medicina y de la sa- 153 ludienfermedad, los mecanismos de regulacion de las imagenes sociales prevalecientes sobre la familia y la “normalidad’, las ideologias e instituciones educativas y las definiciones sociales de! lugar y ob- jetivo de la filantropia y la caridad publicas. Las transformacionés en todo este sistema de institucio- nes ¢ ideas van conformando histéricamente el ém- Dito dela familia, Vista desde esta perspectiva, anclada en contex- tos sociales espectficos y conformada como parte del sistemra institucional, la familia contempordnea ocu- pa un lugar contradictorio entre el mundo piblico y el 4mbito de la privacidad y la intimidad. Por un lado, se halla sujeta al "policiamiemto’ de las institu- ciones sociales, especialmente aquellas que se ocu- pan del “desarrollo de la calidad de una poblacion y de la fortaleza de la nacién’* La “invasion” de agen- } Tomames ia nocién de “policiamiento" de Jacques Don- ‘clot, La policta de las familias, Valencis, Pre-Textos, 1979, p. 10, cuando alude a “esa proliferacion de las teenologias poli ticas que van a actuar sobre el cuerpo, la salud, las formes de alimentarse y de alojarse, las condiciones de vida, sobre todo l espacio cotidiano a partir del siglo xv. [..] Técnicas todas {ue en su momento inical encuentran su polo de unificacion en lo que se lamaba entonces la polieia: no en el sentido ex trictamente represivo que nosotros le damos hoy, sino segtin tuna acepcidn mucho mis amplia que englobaba todos los mé: todos de desarrollo del caida dela polacény del poder lela nacisn" * ibid. pp. 6y7. 154 cias sociales, de profesionales y de expertos que in- dican y promueven précticas “adecuadas” o “bue- nas" (de alimentacién, de crianza, de relaciones interpersonales, de cuidado del cuerpo, de higiene y puericultura, etc.) no deja de crecer: En su accfonat, van minando las areas de competencia de los pro- pios miembros de la familia ~competencia antes centrada en el patriarcado y en las tradiciones trans- mitidas de abuelas a madres y de éstas a sus hijes~ ‘Sin embargo, esta penetracion de lo social no es nueva, ni esté ligada de manera lineal a la creciente profesionalizacion de los servicios. Su origen tiene que ver con las modalidades de control social a tra- vés de instituciones politicas y religiosas -tales, como los tribunales de menores y las instituciones caritativas y flantr6picas “moralizadoras"-. Lo que hia ocurrido en los tiltimos dos siglos es una expan- sién de esta penetracién y la ampliacién de sus mo- dalidades. La vida cotidiana actual presenta una verdadera invasion de imagenes, de modelos, de controles, a menudo contradictorios entre sf. Si hace unas décadas el omnipresente aparato de tele- visiGn encamaba la conexién entre la privacidad del hogar y el mundo global de los medios, el siglo xxt trajo a la vida cotidiana de muchos/as una presen- cia permanente de las nuevas tecnologias ~Internet y la conexién permanente a través de los teléfonos celulares, donde lo privado se desdibuja-. 155 Por otro lado, y de manera aparentemente con- tradictoria, la familia es presentada como el reducto de la intimidad y la privacidad, un reducto de amor y paz en un mundo competitive y voraz. Esto, por supuesto, cuando hay armonta y paz... Pero, cules son los Ifmites de esta intimidad? ¢Cémo repensar las distinciones entre lo privado y lo paiblico en fun- ign de proteger la privacidad y la intimidad? ;Se trata de nociones obsoletas y anacrénicas, que no condicen con las practicas presentadas en los reality shows y las distintas formas de “grandes hermanos" que deleitan al publico a partir de la exposicién me: didtica de la intimidad? ‘Como ya vimos, el Estado interviene en la vida familiar, lo cual se manifiesta no solamente en los ‘casos extremos en que confronta a los padres por negligencia o abandono de sus hijos/as, sino en un sinnmero de pequefias y grandes acciones perma- nentes, con efectos directos e indirectos sobre las practicas familiares cotidianas. En primer lugar, existen las politicas ptiblicas, sean ellas de pobla- cién, de salud reproductiva, programas de edu- cacién, planes de vivienda, de previsién social 0 las politicas focalizadas ligadas a la pobreza. En segundo lugar, se encuentran los mecanismos lega les y juridicos vinculados, por un lado, a la defensa de los derechos humanos y, por el otro, a los siste- mas penales tales como la penalizacién del aborto, 156 el no reconocimiento penal de la violacién dentro del matrimonio o las limitaciones a los derechos de los menores. En tercer lugar, existen las insti- tuciones y précticas coneretas en las cuales esas politicas y esa legalidad se plasman: el accionar de la policia y el aparato judicial, las précticas de las instituciones educativas 0 de salud pablica, lz politica estatal sobre medios de comunicacién. ¥ finalmente, esta el papel mediador entre las practi cas instituctonales y la interaccién cotidiana en la sociedad civil, que otorga sentido y criterios cultu- rales de interpretacion de la relacién entre familia y Estado, Consideremos algunos campos donde ‘esto se manifesta. LA SEXUALIDAD Y LA REPRODUCCION. Los DERECHOS REPRODUCTIVOS El industrialismo y la modernidad trajeron cambios sustanciales en las modalidades de reproduccién a través de intervenciones en el cuerpo de las muje- res, con nuevos desarrollos tecnol6gicos para preve- ir embarazos por un lado y para combatir la esteri- lidad y promover la reproduccién asistida por el otro, No existe un desarrollo similar de tecnologias que operen sobre el cuerpo masculino. Al mismo tiempo, se ha generado un nuevo ideal de familia 157 con pocos/as hijos/as. Se utilizan incluso terminolo- gfas como “calidad y no cantidad”, o el contraste entre “altruismo” y “egoismo" cuando se trata de la motivaci6n para tener hijos/as ~egofsmo es cuando se tienen hijos e hijas para asegurarse una anciani- dad protegida; altruismo, presumiblemente, implica tener hijos/as para cuidarlos/as y ayudarlos/as en sti propio desarrollo-. Los cambios en las practicas sexuales y en la normatividad social al respecto han sido muy sig: nificativos en todo el mundo, Estos cambios se re- fieren, en primer lugar, a las practicas de controt de la fecundidad. Hasta hace pocas décadas, el ‘inico producto industrial utilizado para la anti- concepeién era el preservativo. A partir de los cam- bios tecnolégicos vinculados 2 la anticoncepcién, asi como de las modificaciones producidas en las relaciones interpersonales y de la visibilidad social (incluyendo el papel central de los medios de co- municacién de masas) de la sexualidad, presencia mos una verdadera “revolucién sexual”. El lugar del matrimonio como espacio privilegiado (0 mo- nopolico pata las mujeres) de la sexualidad ha sido modificado, ast como Ja identificacién de la sexua- lidad (de nuevo, de las mujeres “decentes") con la reproduccién. Si bien la investigacién sistematica sobre las précticas sexuales propiamente dichas es muy limi- 158 tada en América Latina, existen indicaciones claras de las tendencias de dichos cambios en las tltimas décadas, aunque no de su magnitud: sin lugar a du- das se ha producido una disminucién de las restric- ciones y tabies sexuales, una iniciacién més tem- prana de las relaciones sexuales (paralela en muchos casos a la persistencia de la ignorancia de la fisiolo- gia de la reproduccién y la ausencia relativa de practicas anticonceptivas), un reconocimiento y tuna valoracién del placer en la actividad sexual, es- pecialmente entre las mujeres, una aceptacién cre- ciente de la diversidad de opciones sexuales y su de. finicién como opciones y no como “desviaciones” o patologias de lo que antes se consideraba una sexua- lidad “normal”. La sexualidad y la maternidad/paternidad son dos de los ambitos de la familia que pueden ser en- carados desde una perspectiva de los derechos hi: manos. Bl cuerpo de la mujer, al tener la capacidad de gestar la vida humana, cobra un valor social muy especial. La necesidad de controlar el cuerpo de las mujeres tiene sus rafces en la institucién de la pro- piedad privada y de la transmisi6n hereditaria de la propiedad, Si en un lingje, la continuidad del patri monio esta ligada 2 esta transmision hereditatia pa- tuilineal, es necesario estar seguro de la paternidad, saber que el hijo es “propio” y no de otro hombre. La finica manera de obtener esta seguridad es limi- 159 tando la libertad sexual de las mujeres, y garantizar asf la monogamia (de las mujeres) El cuerpo de la mujer da placer. También da hi- jos/as. Cualquier intento de ejercer poder sobre la reproduccién implica apoderarse y manipular el cuerpo de las mujeres, sea de forma privada publi ca (a través de politicas de poblacién, de ideologias y de normas sobre la paternidad), El deseo de las mu jeres puede contar, 0 no. Y eso sucede a lo largo dela historia de la sexualidad: tradicionalmente, el placer es de los hombres, las mujeres “sirven”” ‘Transformar este conjunto de pré no es tarea facil. La cultura pesa y apresa: sigue es- tando presente el machismo en todas sus formas, que se combina con el culto a la madre dedicada y sufriente, La maternidad es definitoria de la femini- dad en muchos contextos, La mujer estéril despier icas e ideas ta horror. ¥ todo esto en un contexto en el que la sexualidad era (y sigue siendo en cierta medida) un_ tema silenciado, del que no se debia hablar. Ocul- tay prohibida en la palabra, real y cotidiana en la practica (no pocas veces violenta), tornar visible Ja sexualidad y exponer la opresin sexual de las mujeres en el mundo ha sido un logro significativo de los atios ochenta y noventa. El reconocimiento piblico y politico de esta for. ma de opresién y de los cambios que se requieren, para eliminarla ha sido més lento y controvertido. 160 La fuerte presencia de Ia Iglesia catelica y del isla- mismo, el tradicionalismo ideolégico y el enraiza- miento de practicas e ideologias que culpabilizan a Ia victima (“eno sera que ella incit6 a la violacién?") han obstaculizado y frenado proyectos de cambio legal y propuestas de servicios de salud reproducti- va y educacién sexual. Frente a esta historia de apropiacién del cuerpo de las mujeres por parte de los otros, Ia lucha so- cial en el campo de la sexualidad y la fecundidad se ha centrado, en las uiltimas décadas, en el recla- mo por los derechos reproductivos. La posibilidad de regular Ia sexualidad y Ia capacidad reproducti- va, 0 sea el control sobre el propio cuerpo por par- te de las mujeres, implica el doble imperativo de que los otros (los hombres) no se consideren due- hos de esos cuerpos y que las mujeres tengan po- der para resistir la coaccién o la imposicién por parte de esos otros, En iiltima instancia, la garan- ta de que los cuerpos de Jas mujeres no sern so- metidos a ciertas practicas sin contar con su con- sentimiento y voluntad implica el reconocimiento de sus derechos humanos bdsicos: puede ser inter- pretado como parte del derecho a la vida y a la li- bertad, la abolicién de la esclavited y Ia servidum- bre, la prohibicién de la tortura y el trato cruel (reflejado en la Declaracion Universal de los Dere- chos Humanos, articulos 3, 4 y 5). En este sentido, 161 la violacién es una forma extrema de violencia cor- poral. Pero también lo son la imposicién no con- sentida de métodos anticonceptivos (de manera més dramaética, los quirtirgicos irreversibles) y su opuesto, la negacién del derecho a contar con ser- vicios de salud que aseguren la capacidad de regu lar la reproducciéa. La distancia entre esta afirmaci6n y la realidad cotidiana de millones de mujeres es abismal. La violacién es una préctica que pocas veces resulta castigada; el derecho de la mujer violada a inte- rrumpir un embarazo no est reconocide legalmen- te en muchisimos paises y donde lo esta pueden existir trabas en su implementaci6n; la sexualidad de las mujeres no siempre es ejercida como précti- ca de libertad. En cuanto a la reproducién, el ideal de la liber tad y auto-decision por parte de las mujeres sdlo puede realizarse si estén dadas las condiciones ma- teriales para hacerlo, Una vez. més, la realidad so- cial dista mucho de este ideal. Las politicas de po- blacién, ya sean pronatalistas 0 controladoras, implican una planificacién demografica de la fecun- didad, para lo cual el control del cuerpo de las mu- jeres resulta central. Una situacién se da cuando, a partir de un acceso generalizado a la informacién y a la educacién sexual y reproductiva, se establecen incentivos para orientar las elecciones respecto de 162 la reproducci6n; otra muy diferente cuando se im- ponen estrategias reprodiuictivas que toman poco en ‘cuenta los deseos y la eleccién de las propias muje- res (y de los hombres). Tanto la ausencia de educa- cin y de medios para la planificacién de la fecundi- dad (expresada, por ejemplo, en Ia fecundidad adolescente y en una fecundidad mas alta que la de- seada), como los programas de control de la natali- dad semicompulsivos (programas de esterilizaci6n, distribucién de anticonceptivos sin ningtin tipo de informacién), refuerzan la condicién de las mujeres como objetos, como cuerpos a ser manipulados y sometidos. Esta también el otro lado de esta ecuacién. La importancia de las nuevas tecnologfas reproducti- vas y la urgencia de legislar sobre las condiciones de su aplicacién dan al tema de los derechos re- productivos tna nueva actualidad centrada, esta vez, en la cara opuesta, es decir, en el tratamiento de la esterilidad y las manipulaciones tecnolégicas para lograr la concepci6n y gestacién “asistidas” Con las nuevas tecnologias reproductives, el deseo de paternidad se manifiesta en la obsesién por te- ner un hijo propio, de la propia sangre, donde la sangre (0 més recientemente, los genes) funciona como el vehiculo simbélico que une las genera- ciones y transporta las esencias de las personas. Como afirma Verena Stolcke, un “deseo de pa- 163, ternidad biolégica por medio de una maternidad tecnologica’.’ La paradoja reside en que, mientras la problematizacién de los derechos reproductivos (métodos y précticas anticonceptivas) es de apli- cacién principalmente en los paises periféricos y entre las clases populares, las practicas concepti- vas (fertilizacién “asistida") se desarrollan y apli- can en los paises centrales y en las clases altas de los paises periféricos. Consideremes una vez més la autonomfa y la igualdad, a partir de las cuales se plantea, en forma contradictoria, el tema de los derechos reprodue- tivos, Las mujeres afirman: “Este cuerpo es mio”, ¢Hlay alguna manera de conciliar la contradiccién que se plantea entre la demanda de ser quien elige, decide y controla el uso de anticonceptivos, el em- barazo y la gestacién, y al mismo tiempo pedir que Jos hombres asuman en pie de igualdad las conse- cuencias del ejercicio de su propia sexualidad, es, decir, su responsabilidad en la paternidad? Ambas demandas parecen necesarias y estén orientadas a lograr relaciones més equitativas entre los géneros. La resolucién de esta contradicci6n es, necesaria- mente, negociada. S Verena Stolcke, “Derechos reproductives", en Sandra Aze- redo y Verena Stolcke (eds), Dirvtos reprodutivos, San Pablo, Fundagio Carlos Chagas, 1991, p. 82 164 En este punto, el tema de los derechos repro- ductivos de hombres y mujeres abre nuevos én- gulos de debate: gson derechos de las mujeres o derechos enraizados en las relaciones de género? ¢Son derechos individuales 0 de la pareja? ¢Quién puede ser arbitro o instancia de justicia para diri- mir conflictos? Reconocer que las mujeres no pue- den ser ajenas al control de sus cuerpos es un paso fundamental desde la perspectiva de los derechos humanos bésicos. Esto implica también el recono- cimiento de que, hasta ahora, la pareja ha sido asi- métrica, en tanto los hombres han tenido (y siguen teniendo) més poder para pautar sus propios com- portamientos sexuales y los de sus parejas. Quie- nes se oponen al cambio argumentan que al pedir el control sobre su propio cuerpo, pareceria que Jas mujeres estan avanzando més allé de su pro- pia autonomia, imponiendo su voluntad y deseos 1 sus parejas. Sin embargo, esto esta muy lejos de hacerse realidad, ya que lo comtin es el manteni- iniento de la subordinacién y la opresién sexual de (dla mayorfa de?) las mujeres y la falta de libertad en cuanto al control sobre sus cuerpos. La (cinevitable?, cinherente?) tensién entre las mujeres-madres que deciden cuando, como y con ‘quién tener hijos, y la incorporacién de Ia pater- nidad como derecho paralelo al de la maternidad constituye otro nivel del problema, que también re- 165 quiere ser analizado. Si se pretende la igualdad de responsabilidades y tareas entre madres y padres en el cuidado de los/as hijos/as, ambos tendrian que participar en Ia decision sobre el cuando y el cémo de la concepeién y la gestacién de sus hijosias. En términos mas generales, la responsabilidad y corresponsabilidad de los adultos -madres y padres en pareja, pero también la mater/pater nidad unipersonal y la mater/paternidad de parejas del mismo sexo- por el curidado de los/as hijos/as implican miltiples dilemes. De alguna manera, los derechos reproductivos de las mujeres que gestan tienen que ser compartidos por quienes no gestan pero asumen responsabilidades de la materipaternidad. Esto replantea la necesidad de pensar la dimensién relacional de la pareja y de la sociedad en el tema de los derechos reprodiicti- vos, para superar la imagen de una lucha entre las tunas y los otros. Uno de los desarrollos recientes ligado a este tema es la reflexion y el andlisis de la masculini- dad, de los hombres en tanto hombres.* El interés por develar las miiltiples identidades masculinas, por las pricticas de los varones en las relaciones de gé- nero y por los efectos de esas practicas en la sa- © Véanse, entre otros, Teresa Valdés y José Olavarria (eds.), Masculinidadies. Poder y crisis, Santiago, wsisir.acso, 1997. 16 lud reproductiva de las mujeres y en la violencia domestica, esta en auge. Han aparecido también grupos de hombres preocupados por cambiar esas practicas tradicionales, convencidos de que los roles predefinidos en el estereotipo y en el “deber ser" masculino les producen dolor, insatisfaccién y frustracion, mas alla de las tensiones que resultan de los cambios experimentados por las mujeres. Son estos varones, que buscan nuevos modelos de masculinidad, quienes también reclaman la rede- finicién de la responsabilidad y de las précticas de Ja paternidad. Pensar los derechos reproductives como dere- chos individuales 0 como derechos de la pareja presenta otro aspecto paradojico. La sumatoria y la combinacién de una multiplicidad de decisiones individuales y de pareja tienen consecuencias socia- Jes a largo plazo, a través de las tasas de natalidad y de crecimiento poblacional, Jo cual transforma el tema en objeto de politicas nacionales e internacio- nales. Tener mas o menos hijos/as es, idealmente, una opcién de la pareja, con sus costos y benefi- cios. La intervencién del Estado con politicas de poblacién puede modificar el balance entre costos y beneficios a través de incentivos diferenciales. Pero, gc6mo establecer las prioridades? Cuando estd en juego el gasto social, los intereses de clase, de géneto, de profesiones y de empresas se entre- 167 mezclan. Sin embargo, la complejidad del fend- meno no debe obstruir la capacidad critica: cqué recursos utilizar para garantizar cudles derechos reproductivos? Formular cuestiones de esta natu- raleza lleva implicitamente @ un cuestionamiento de las formas habitiiales de decidir politicas socia- les. Implica también un’ propuesta de ejercer las responsabilidades ciudadanas a través de la parti cipacién en el espacio piiblico de debate y decision en temas que antes eran definidos como privados. De hecho, de lo que se trata es de transformar las, politicas del Estado en politicas publicas, es decir, de todaslos. La conquista de tales derechos y el ejercicio de estas responsabilidades no son sencillos ni estan asegurados. En primer lugar, hay una traba cul- tural: la socializacion de género y la identidad de las mujeres siguen estando fuertemente asociadas con la maternidad y con el control de la sexuali- dad y de la capacidad reproductiva por parte de otros. En segundo lugar, existe una traba material ¢ instrumental: sélo es posible decidir con autono- mia sobre la propia sexualidad y la reproduceién cuando existen las condiciones minimas en térmi- nos educacionales, econémicos, sanitarios, de ca- lidad de vida y de acceso a servicios para hacerlo. Y¥ esta situaci6n dista mucho de estar asegurada 0 distribuida equitativamente. 168 La VIOLENCIA DOMESTICA, LOS DERECHOS HUMANOS EN LA FAMILIA Este tema es, en Ja actualidad, muy concreto y di- recto. La violencia doméstica en sus diversas mani- festaciones -tortura corporal, acoso y violacién sexual, violencia psicol6gica, limitacién de la liber tad de movimiento (esclavitud)- es claramente una violacién a los derechos humanos bésicos. Ocultas durante siglos bajo el manto de la privacidad de los afectos y del autoritarismo patriarcal, sus manifes- taciones comienzan a hacerse visibles en las ditimas décadas, La familia es, en este punto, un espacio paradé- ico: es al mismo tiempo el lugar del amor y Ia inti- midad y el Ambito privilegiado de la violencia, Pero la violencia entre miembros de la misma familia es, algo de lo que no se habla. Es un tema secreto y vergonz0so, que escapa al conocimiento pablico. Los tinicos testigos son los propios miembros de la familia, que mantienen el silencio, ya sea por pre- servar la imagen o por miedo a la represalia. Sélo se detectan los casos mas obvios: el descubrimien- to de un cuerpo, las marcas de golpes. En el mun- do contemporaneo, s¢ estima que entre un cuarto yun tercio de los homicidios son asesinatos do- mésticos o pasionales, en los cuales priman los moviles ligados a relaciones y conflictos afectivos. 169 También la violencia sexual (violacién y acoso) tiende a ser mas frecuente entre parientes (incluso, convivientes). Estos fenémenos ocultos comienzan a manifes- tarse, aunque su misma naturaleza implica que no haya datos agregadas fidedignos. Obviamente, la violencia familiar tiene género: las victimas son las mujeres en la relacién conyugal; las nifias y los ni- thos son las victimas de la violencia doméstica y sexual perpetrada por otros adultos en el espacio familiar. Existe una creciente bibliografia que intenta comprender y explicar la violencia doméstica y la violencia sexual, apuntando a la prevencion y a la eliminacién de esta préctica. Sin lugar a dudas, se trata de conductas aprendidas, enraizadas en las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, en la jerarquia sexual y en la representaci6n de la masculinidad por via del dominio sexual sobre la mujer. Son conductas que en Ja organizacién farni- liar patriarcal apuntan a afirmar el poder del hom- bre. En muchos casos, la violencia fisica (incluso Ja sexual) se vive como préctica normal en las re- Jaciones de género. Al respecto, la evidencia indic que hombres golpeadores y mujeres golpeadas son, en su mayoria, personas que provienen de famnilias violentas, que no han estado expuestas a otras for- mas de relaciones, por lo cual consideran la vio- 170 Sa ee lencia doméstica como algo natural. Sin duda, se trata de conductas que pueden ser modificadas. El aislamiento doméstico de las mujeres, los matrimonios contraidos antes de que la mujer haya desarrollado un sentido de autonomia y la fa- millia como institucién “total” que modela la iden- tidad de las mujeres contribuyen a que el fendme- no se reproduzca. La salida de las mujeres al mundo escolar como nifias y al mundo del trabajo como adultas, el cambio en su posicién social, la visibilidad y la creciente conciencia social del fe- ‘némeno apuntan en una direccién contraria, hacia un cambio en las condiciones familiares. Sin embargo, el cambio no es tan inmediato como seria deseable debido al propio proceso de modernizacién. En efecto, la dominacién patria cal es puesta en cuestiOn por los procesos de ur- banizacién y modernizacién, expresados en el cambio de la posicion social de la mujer. Fl lugar del hombre queda desdibujado; las bases de su autoridad, desgastadas. Frente a esto, una de las salidas consiste en intentar imponer su voluntad al resto de los miembros de la farnilia de manera autoritaria y violenta. Asi, existen evidencias de que la violencia doméstica es mayor en parejas donde el trabajo de la mujer se ha convertido en la principal fuente de ingresos para el manteni- miento cotidiano. im En el plano institucional, dada la estructuracién Juridica y cultural de la sociedad, existen barreras para que el Estado penetre y actiie en el émbito “privado” de la familia, En el paradigma dominante de Jos derechos humanos, los derechos civiles y po- Iiticos de los individues se sittian en la vida pitblica, or lo cual las violaciones de estos derechos en la esfera privada de las relaciones familiares quedan fuera de la intervencién estatal. A diferencia de las estructuras de dominacion y de desigualdad politica entre hombres, las formas de dominacién de éstos sobre las mujeres se efectivizan social y econ6mica- mente sin actos estatales explicitos, a menudo en contextos intimos definidos como vida familiar. En los hechos, es posible afirmar que la diferenciacién tajante entre las esferas publica y privada lleva a mutilar la ciudadanfa de las mujeres. Al mismo tiempo, la privacidad en la familia aparece como justificacién para limitar le intervenci6n del Estado enesta esfera. ‘Se manifiesta aquf la tensién entre el respeto a la privacidad y la intimidad por un lado, y les respon- sabilidades pablicas del Estado por el otro, lo cual requiere tna redefinicion de Ja distincién entre lo piiblico y lo privado e intimo, distincién simbélica e Jdeologica pero no prictica: como vimos, en los he- cchos, el Estado moderno siempre ha tenido un po- der de “policiamiento” sobre la familia, La urgencia 172 actual consiste en tornar efectiva la obligacién afi mativa del Estado de proteger los derechos huma- nos basicos de sus ciudadanos/as cuando éstos son violados en el ambito privado de la familia. Y, si- multéneamente, en defender la privacidad cuando la intervencién esté dirigida a violar los derechos, como ocurre con Jos regimenes totalitarios. El discurso dominante de los derechos presenta limitaciones importantes cuando se basa en la dis- tincién entre lo pablico y lo privado. Pero ese mis- mo paradigma de los derechos humanos puede set usado de una manera alternativa, como instrumen- to que, al erradicar privilegios legales, establece If- mites al poder y promueve la equidad en la oigeni- zacién de las relaciones familiares. Esta accién requiere cambios legislativos importantes (por ejemplo, Ia tipificacion de la violacién dentro de! matrimonio), cambios en el accionar de la policia (en direccién al reconocimiento del delito y a la no culpabilizacién de la victima de violencia o viola- cidn) y la introduccién de politicas preventivas y de proteccién a la ciudadania,

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