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Pareciera que cuando se intenta perfilar el carcter que posee el ejercicio del poder por

parte del establecimiento, no hay mejor trmino al cual recurrir para describirlo que al de
soberana. En l reverbera la perentoria imagen de una escisin hegeliana, al interior de un
mismo cuerpo poltico, entre la autoridad suprema que detenta el poder y aquel en nombre
y en inters del cual se lo ejecuta. Se trata de un tema tpicamente hobbesiano, ilustrado por
Abraham Bosse mediante aquella figura colosal que se levanta sobre la tierra posando con
su corona, su cetro y su espada mientas por su cuerpo hormiguean estticos cientos de
diminutos sbditos. La imagen reaparece con fuerza y claridad conceptual en la idea de los
dos cuerpos del rey uno natural y siempre perecedero y otro en cambio mstico y
sobrenatural de E. Kantorowicks, y, de aqu en ms, podra estimarse que se trata de un
smbolo decisorio de la soberana; o, al menos, as nos interesa verlo y pretendemos a la vez
esbozarlo en lo que viene.
La idea de una posesin de la autoridad puede aludir sin dudarlo a la desptica ostentacin
del poder, sobre todo bajo el modo del ejercicio flico de la coercin material. Pero la

Huelga decir que detrs de todo esto se mueven inquietas rutinas de abstraccin filosfica

no podr ser menos que el smbolo de una escisin

Huelga
Esta imagen, brillantemente trazada por el historiador Ernest Kantorowikcs bajo el smbolo
de los dos cuerpos del rey, uno natural y siempre perecedero y otro, en cambio, mstico y
sobrenatural, resuena en la idea de una autoridad suprema y absoluta, encarnada a su vez en
diversos regmenes polticos el constitucionalismo, el partido nico, el dictador, etc.

En su obra Mundo soado y catstrofe, S. Buck-Morss dibuja con trazo fuerte las lneas de
un esquema argumentativo con el que intenta comprender los exaltados ritmos histricos a
fines del siglo pasado.

Dice A. Badiou, al inicio de Teora del sujeto, que la dialctica hegeliana est atravesada de
inicio a fin por un ncleo escindido, un amargo centro dividido que niega cualquier
supuesta unidad originaria a la vez que suprime toda posibilidad de reconciliacin ltima.1

1 Badiou, A. Teora del sujeto. Buenos aires: Prometeo libros, 2009, p. 25

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