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El mismo tema sirve para reducir los análisis de los mecanismos de dominación a la
simple relación de exterioridad entre el poder y la plebe, planteada del siguiente
modo: Razón clásica / Encierro = Marxismo / Goulag [Campos de confinamiento
y trabajo forzado que albergaban a presos comunes y políticos en la Unión
Soviética]
.
—¿No existe una recuperación que convierte la crítica del «encierro en la palabra clave de
los neoliberalismos y de los neo‐populismos?
— Temo en efecto un cierto uso del acercamiento entre Goulag/Encierro. Una
cierta utilización que consiste en decir: todos tenemos nuestro Goulag, está
aquí, al alcance de la mano, en nuestras ciudades, en nuestros hospitales, en
nuestras prisiones; está dentro de nuestras cabezas. Temo que bajo el
pretexto de «denuncias sistemáticas» se instale un eclecticismo acogedor en
el que se escudarían numerosas maniobras. Se abarca, en una amplia
indignación, en un «abrazo de Vergara», todas las persecuciones políticas
del mundo, y se permite así al Partido Comunista francés participar en un
mitin en el que debe hablar Pilouchtch. Lo que autoriza al llamado PCF a
mantener tres discursos:
Me parece que hay que distinguir entre la institución Goulag y la cuestión del Goulag.
La institución Goulag, como todas las tecnologías políticas, tiene su historia, sus
transformaciones y transferencias, su funcionamiento y sus efectos. El encierro de
la época clásica forma parte, con toda probabilidad, de su arqueología.
1
Publicado en Les révoltes logiques, núm. 4, primer trimestre, 1977.
La cuestión del Goulag por su parte implica una opción política. Hay aquellos que
plantean la cuestión del Goulag y los que no la plantean. Plantearía quiere decir
cuatro cosas:
Por el contrario hay que interrogar todos estos discursos, por muy antiguos que
sean, a partir de la realidad del Goulag. Más que buscar en estos textos lo que
podría condenar al Goulag de antemano, se trata de preguntarse qué es lo que
en ellos lo ha permitido, qué es lo que continua justificándolo, qué permite hay
aceptar esta intolerable verdad. La cuestión del Goulag no debe plantearse en
términos de error (reduccionismo teórico), sino de realidad.
b) Rechazar la localización de la interrogación exclusivamente al nivel de las
causas. Si se pregunta de repente: cuál es la «causa» del «Gou1ag» (el retraso del
desarrollo en Rusia, la transformación del partido en burocracia, las dificultades
económicas propias de la URSS), se hace del Goulag una especie de forúnculo,
infección, degeneración, involución. No se lo piensa más que negativamente;
obstáculo a suprimir, disfuncionamiento a corregir. El Goulag, enfermedad de
gestación en el país que está pariendo dolorosamente su socialismo. La cuestión
del Goulag debe plantearse en términos positivos. El problema de las causas no
puede ser disociado del problema del funcionamiento: ¿para qué sirve?, ¿qué
funciones asegura?, ¿en qué estrategias se integra?
El Goulag debe ser analizado en tanto que operador económico‐político en un
Estado Socialista. Nada de reduccionismos historicistas. El Goulag no es un
residuo, a una consecuencia. Es un presente candente.
c) Rechazar, en la critica del Goulag, un principio dc filtraje, una ley que seria
interior a nuestro propio discurso o a nuestro propio sueño. Con esto quiero
decir: renunciar a la política de las comillas; no escabullirse plantándole al
socialismo soviético comillas infamantes e irónicas que dejan intacto al
buena y verdadero socialismo sin comillas, el única que proporcionará un
punto de vista legitimo para hacer una critica políticamente valida del
Goulag. En realidad el único socialismo que merece las comillas del
sarcasmo es aquel que está en nuestra cabeza y que lleva la ensoñadora
existencia de la idealidad.
Por el contrario es preciso que nos percatemos de la que permite allí, sobre
el terreno, resistir al Goulag; aquello que la hace insoportable y que
proporciona a los hombres del anti‐Goulag el coraje de sublevarse y de
morir por poder decir una palabra a un poema. Es preciso saber qué es la
que le hace decir a Mikäel Stern: «No me entregara; y saber también
como estos hombres y estas mujeres «casi analfabetos» que se habían
reunido (¿bajo qué amenazas?) para acusarlo, han encontrado la fuerza
de disculparlo públicamente. Es a ellos a quienes hay que escuchar y no a
nuestro pequeño romance de amar secular por el «socialismo. ¿Sobre qué
se apoyan? ¿Qué es lo que les da esta energía? ¿Que es lo que provoca su
resistencia? ¿Qué es la que les hace levantarse? Y sobre todo, que no se
les pregunte sí continúan siendo, siempre y pese a todo, «comunistas»,
como si ésta fuese la condición para que aceptásemos escucharlos2.
La palanca contra el Goulag, no está en nuestra cabeza sino en sus cuerpos,
su energía, en lo que ellos hacen, dicen y piensan.
d) Rechazar la disolución universalista de la «denuncia» de todos los encierros
posibles. El Goulag no es una cuestión a plantear uniformemente a
cualquier sociedad. Debe de ser planteada específicamente a toda sociedad
socialista, en la medida en que ninguna de estas sociedades desde 1917 ha
conseguido de hecho funcionar sin un sistema más a menos desarrollado de
Goulag.
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Señalemos que en Francia no se encuentra, como en otros países, esta publicación regular de la contracultura
soviética. Es en ella, no en los textos de Marx, en donde debe estar para nosotros el material de reflexión.
existe sin duda la realidad sociológica de «la plebe». Pero existe siempre alguna
cosa, en el cuerpo social, en las clases, en los grupos, en los mismos individuos que
escapa de algún modo a las relaciones de poder; alga que no es la materia primera
más a menos dócil a resistente, sino que es el movimiento centrifugo, la energía
inversa, la no apresable. «La» plebe no existe sin duda, pero hay «de la» plebe. Hay
de la plebe en los cuerpos y en las almas, en los individuos, en el proletariado, y en
la burguesía, pero con una extensión, unas formas, unas energías, unas
irreductibilidades distintas. Esta parte de plebe, no es tanto lo exterior en relación a
las relaciones de poder, cuanto su limite, su anverso, su contragolpe; es lo que
responde en toda ampliación del poder con un movimiento para desgajarse de él;
es pues aquello que motiva todo nuevo desarrollo de las redes del poder. La
reducción de la plebe puede hacerse de tres formas: por su sometimiento efectivo,
par su utilización coma plebe (cf. el ejemplo de la delincuencia en el siglo XIX), a
cuando ella se inmoviliza a sí misma en función de una estrategia de resistencia.
Partir de este punto de vista de la plebe, como anverso y limite del poder, es en
consecuencia indispensable para hacer el análisis de sus dispositivos; a partir de
aquí puede comprenderse su funcionamiento y sus desarrollos. No creo que esto
pueda confundirse de ninguna manera con un neo‐populismo que substantificaría
la plebe o con un neoliberalismo que cantaría sus derechos primitivos.
— La cuestión del ejercicio del poder Se piensa hoy corrientemente en término de amor (al
maestro) o del deseo (de las masas por el fascismo) ¿Puede hacerse La genealogía de esta
subjetivación? ¿Y pueden especificarse las formas de consentimiento, Las «razones de
obedecer» en Las que dicha subjetivación disfraza el funcionamiento?
— Alrededor del sexo se instituye según unos la ineluctabilidad del Maestro, según otros la
subversión más radical. El poder es entonces representado como prohibición, la ley como
forma y el sexo como material de la prohibición. Este dispositivo —que permite dos
discursos contradictorios— ¿está ligado al «accidente» del descubrimiento freudiano o
reenvía a una función específica de la sexualidad en la economía del poder’
— No me parece posible abordar del mismo modo estas dos nociones: amor al
maestro y deseo de las masas por el fascismo. Cierto, en ambos casos se da una
«subjetivación» de las relaciones de poder; pero no se produce aquí y allí de la
misma forma.
Lo que molesta, en la afirmación del deseo de las masas por el fascismo, es que la
afirmación encubre la falta de un análisis histórico preciso. Yo veo en esto sobre
todo el efecto de una complicidad general que rechaza descifrar lo que fue
realmente el fascismo (rechazo que se traduce bien sea por la generalización, según
la cual el fascismo está en todas partes y sobre todo en nuestras cabezas, bien sea
por el esquematismo marxista). El no‐análisis del fascismo es uno de los hechos
políticos importantes de estos últimos treinta años. La que permite hacer de él un
significante flotante, cuya función es esencialmente de denuncia: los
procedimientos de todo poder son sospechosos de ser fascistas del mismo modo
que las masas son sospechosas de serlo en sus deseos. Bajo la afirmación del deseo
de las masas por el fascismo se esconde un problema histórico que no se ha
intentado resolver.
La noción de «amor al maestro» plantea, pienso yo, otros problemas. Es una cierta
forma de no plantearse el problema del poder a mejor de plantearlo de manera que
no pueda ser analizado. Y esto por la inconsistencia de la noción de maestro,
poblada por los fantasmas varios del maestro con su esclavo, del maestro con su
discípulo, del maestro con su obrero, del maestro que dice la ley y que dice la
verdad, del maestro que censura y prohíbe.
A esta reducción de la instancia del poder en la figura del maestro, está ligada otra:
la reducción de los procedimientos de poder en la ley de prohibición. Esta
reducción a la ley juega tres papeles importantes:
• Permite valorar un esquema de poder que es homogéneo a cualquier nivel en el
que uno se sitúe y a cualquier dominio: familia a Estado, relación de educación
o de producción;
• Permite pensar el poder solamente en términos negativos: rechazo, delimitación,
barrera, censura, El poder, es aquello que dice no. Y el enfrentamiento con el
poder así concebido no aparece más que como transgresión;
• Permite pensar la operación fundamental del poder como un acto de palabras:
enunciación de la ley, discurso de la prohibición. La manifestación del poder
reviste la forma pura del «no debes».
La lucha de clases puede pues no ser «la ratio del ejercicio del poder» y ser no
obstante «garantía de inteligibilidad» de algunas grandes estrategias.
— El análisis de la guerrilla masas / poder ¿puede escapar a las concepciones reformistas
que hacen de la revuelta el intermitente que obliga a los de arriba a una nueva adaptación o
el reclamo mediante el cual se instituye una nueva forma de dominación? ¿Se puede pensar
el rechazo fuera del dilema del reformismo y del angelismo? La entrevista con Deleuze de
L´Arc3
3
Gilles Deleuze-Michel Foucault, «Los intelectuales y el poder», rev, L’Arc, n° 49. (Publicado en castellano, El
Viejo Topo, n° 6.)
daba a la teoría la función de una caja de herramientas al servicio de planteamientos
políticos nuevos, sobre la base de experiencias coma la del G. I. P. (Grupo de
Información de Prisiones). Actualmente que los partidos tradicionales han reinstalado
su hegemonía a la izquierda, ¿como hacer de la caja de herramientas algo diferente a un
instrumento de investigación sobre el pasado?