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TIPOS DE SACRIFICIOS

Desde que se han empezado a estudiar los sacrificios en Grecia


se han ido observando distintos rasgos que podrían servir para formar
grupos de ritos sacrificiales simplemente para una mejor
aproximación desde un punto de vista actual, pues es tan grande la
flexibilidad y las excepciones que dentro de los grupos propuestos
existe, que se confirma una vez más que los griegos no contemplaban
estas características de uno u otro rito como algo esencial o
perfectamente definido.

La base desde la que se hace la clasificación tiene que ver con el


objeto que se sacrificaba.

SACRIFICIOS CRUENTOS

Lo característico de ellos es que siempre se daba la muerte de un


animal (en los casos más extremos, un hombre). Se han venido
distinguiendo dos tipos fundamentales en función de a quién iba
dirigido el acto, que son igualmente aplicables a los sacrificios
incruentos mutatis mutandis:

A) Olímpicos: Eran los más habituales. Se realizaban de día sobre


un altar alto, del tipo βωμός (bloque cuadrado de mampostería), en el
que se mataba a la víctima sujetándole la cabeza hacia arriba, para
que el chorro de sangre que salía de su garganta al degollarla
salpicara hacia el cielo, hacia las divinidades a las que iba dirigido el
sacrificio: los dioses que habitan en e Olimpo. No obstante también
entraban en este grupo divinidades secundarias benevolentes,
mientras que otras, como Zeus, Posidón o Deméter podían recibir
tanto este culto como el ctónico. Era habitual conservar gran parte
del objeto sacrificado para una comida común.

B) Ctónicos: Eran los dirigidos a las divinidades infernales o


agrarias y a héroes o difuntos. Es importante resaltar en este punto
que aunque Hades encaja en el grupo de divinidades infernales no
recibía ningún tipo de culto ni sacrificio. Se realizaban de noche,
sobre un altar bajo, del tipo ἐσχάρα, que tenía un agujero por donde
la sangre de la víctima fluía desde su garganta, inclinada hacia abajo,
hasta la tierra. El animal se ofrecía íntegramente en holocausto (se
quemaba entero) y lo más habitual, sobre todo a dioses infernales, y
obligatoriamente a difuntos, era que las víctimas fuesen de poco valor
o no comestibles (perros, burros,…) Tenían como fin de alejar el
posible influjo negativo de estos seres.

Merecen especial mención las aberraciones: el sacrificio humano


y la ingesta de carne cruda en el ritual dionisíaco. Respecto a la
primera, hay que señalar que no era nada frecuente en Grecia y
quizás sí hubiera existido en un tiempo muy remoto y más tarde se
hubiera civilizado, sustituyendo al ser humano por un animal, pues los
únicos testimonios que tenemos de ellos son los literarios y los
pictóricos (siendo paradójica la crudeza de estas representaciones en
contraposición a las de sacrificios animales, donde no aparece el
momento en que se les da muerte). Se habla de diversos cultos que
exigían estos sacrificios, como el de Ártemis Orthia, que requería
sangre humana pero una muerte, o en Atenas, el sacrificio de un niño
por Licaón en honor a Zeus (Pausanias VIII, 2.3) Lo normal, según
vemos en la literatura, sería realizarlos con una finalidad de rito
funerario, como el que realiza Aquiles en los funerales de Patroclo
(Ilíada, XXIII, 166 ss.)

Otro contexto, del que nos da cuenta el mito, sería el de rito


expiatorio que realizó Agamenón para aplacar la ira de Ártemis (por la
caza de uno de sus animales sagrados) con su hija Ifigenia y así poder
zarpar hacia Troya, aunque hay versiones que no incluyen la muerte
de la joven en el relato, sino una milagrosa salvación por parte de la
diosa.

Finalmente, en el contexto bélico, Plutarco (Temístocles 13), nos


narra que en año 480 aC. Se sacrificaron tres presos persas a Dioniso
Orestes para que apoyara a los griegos en la batalla de Salamina.

La otra gran aberración era la ingesta de carne cruda en los


rituales orgiásticos dedicados al dios Dioniso, en el que los fieles
salían de noche cubiertos con máscaras, cazaban animales salvajes y
los comían crudos embriagados por el vino y las drogas en un intento
de entrar en comunión con el dios. Con este tipo de ritos se
renunciaba a la personalidad, para que así el dios poseyera al fiel,
que en este caso, y al contrario que los que degustaban únicamente
vegetales para parecerse más a los dioses, se convertían poco menos
que en animales, en consonancia con la faceta salvaje que encarnaba
la divinidad. Con el tiempo este tipo de cultos se fueron civilizando y
abandonando, incluso llegando a prohibirse, como las bacanales
romanas.

SACRIFICIOS INCRUENTOS

Al principio los sacrificios de este tipo eran los más corrientes,


debido a que el pilar básico de la economía griega era el mundo rural
y los animales eran esenciales para que sirvieran a este propósito,
con lo que su muerte proporcionaría más inconvenientes que
beneficios. Con el nacimiento de las polis y la estabilidad económica,
que ahora se basaba en otras actividades como el comercio u otro
tipo de servicios para los habitantes de la ciudad, el peso que tenían
los animales domésticos se ve reducido y el sacrificio cruento pasa a
ser lo más habitual. A partir de ese punto, los que se inclinen por este
tipo de sacrificios, que excluían la muerte de animales, lo harán con
un afán de aproximarse a la divinidad, pues se alimentan de
sustancias etéreas como los olores o la ambrosía, o como repulsa del
asesinato de estos fieles compañeros que eran los animales
domésticos.

Los sacrificios incruentos tuvieron gran importancia en el círculo


de los pitagóricos y de los órficos, que no veían con buenos ojos el
sacrificio animal. Los primeros sí aceptaban algunos, nunca de
bueyes, mientras que los segundos no realizaban ninguno que no
fuese vegetal. Hubo también importantes centros religiosos y cultos
que mantuvieron sus ritos antiguos con sacrificios incruentos; sobre
éstos Pausanias nos habla a modo de ejemplo de los sacrificios que
cada mes se realizaban en Olimpia, con la combustión de tortas de
queso, inciensos y ramas de olivo; o de Phigalia de Arcadia, donde el
sacrificio consistía en racimos de uvas, tortas de miel y lana sin
cardar, todo regado con aceite.

Lo más característico de estos sacrificios era el πελάνους, que


consistía en una pasta hecha de harina de trigo que podía o bien
utilizarse en estado líquido a modo de libación que acompañaba el
ritual, o bien en estado sólido, como una galleta o torta alargada o
redonda que era el objeto a sacrificar. Se podía también hornear
(recibía entonces la denominación de πόπανα) con formas diversas en
función de su objetivo, como animales para remplazarlos en el papel
de víctima, o penes, para favorecer la fertilidad. También se ofrecían
panales de miel, aceite, queso,…

No es muy clara la diferencia entre el sacrificio vegetal y la


ofrenda vegetal, pero parece que podría ser el final que tuvieran los
objetos, siendo sacrificios aquellos destruidos (combustión,
lanzamiento al suelo,…) y ofrendas aquellos que se depositaban en el
altar hasta que se pudriesen y los sacerdotes del templo los retirasen.

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