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0 PREFACIO ca al final de cada capitulo una bibliografia esencial y orientativa sobre el tema tratado y sobre cada una de las cartas. El nuevo texto, fruto del trabajo de cuatro manos, no es una biografia de Pablo ni un comentario de sus carlas, ni siquiera una monografia de la teologia paulina. Es un instramento para acercar- se a Pablo y a su pensamiento a través de la lectura directa de sus escritos. Dicho con otras palabras, tal como declaramos en el ttu- Jo, es una «introduccién a la lectura de Pablo», una gufa para un primer contacto con el epistolario paulino. Nuestro deseo es que este primer contacto active el deseo y el empefio de emprender un estudio més profundo y sistemético. I. FUENTES Y CRONOLOGIA Los acontecimientos o personajes del pasado s6lo pueden ser conocidos a través de las fuentes o documentos que hablan de ellos. En el caso de Pablo nos encontramos en una situacién privi- legiada. En efecto, de ningtin personaje de ta primera generacién cristiana poseemos una documentacién tan amplia y directa como de este infatigable promotor de la difusidn de la fe cristiana en las ciudades del Imperio romano. Pablo mantuvo una correspondencia con las comunidades cristianas que habfa fundado, y esta corres- pondencia se ha conservado y transmitido en parte. En consecuen- cia, los documentos fundamentales para reconstruir el perfil huma- no, la actividad y el mensaje teolégico de Pablo son sus cartas. Las fuentes cristianas canénicas En la lista actual de los libros sagrados cristianos 0 «canon», fi- ‘guran bajo el nombre de Pablo catorce cartas de distinta amplitud. En esta colecci6n del epistolario paulino debemos establecer una distincién entre las cartas consideradas de comtin acuerdo como auténticas —Ilamadas «protopaulinas»— y las Iamadas «deutero- paulinas», atribuidas a Pablo por la tradicién. En el primer grupo entran en conjunto siete cartas, que, en orden cronolégico, son: la Primera carta alos Tesalonicenses, la Primera y la Segunda carta a los Corintios, la Carta a los Filipenses y a Filemén, la Carta a los Géllatas y la Carta a los Romanos. En el segundo grupo se encuentran otras siete cartas: ademas de la asf llamada «Carta a los Hebreos», las dos cartas enviadas desde la cércel a los Colosenses y a los Efesios, respectivamente; la Segunda carta a los ‘Tesalonicenses; las tres cartas pastorales d rigidas a Timoteo (dos) y a Tito (una). Las informaciones obten 2 InTRODU ON A LA LECTURA DE SAN PABLO das a partir de este segundo grupo de cartas es preciso comprobar- las y controlarlas mediante la comparacién con el marco hist6rico reconstruido sobre la base de las cartas auténticas. Una segunda fuente para conocer a Pablo asf como su activi- dad esté constituida por los Hechos de los apdstoles, el segundo volumen de la obra de Lucas. Su redaccién se remonta a unos treinta afios después de las primeras cartas de Pablo. Con todo, no hemos de considerar los Hechos de los Apdstoles como un relato en forma de crénica completo e indiscutible de la vida de Pablo. En efecto, su autor escribe siguiendo un proyecto teolégico preci so, en cuyo interior reelabora de una manera libre las fuentes que emplea sobre la vida de Pablo. Sin embargo, esto no debe llevarnos al extremo opuesto, es decir, a considerar en virtud de un prejuicio €l texto de los Hechos como no digno de confianza, Se impone, més bien, por lo que se refiere a la investigacién historiogritica, proceder a una evaluacién critica caso por caso a fin de ver qué detalles hist6ricos son fehacientes y cudles dependen de las inten- cones teolégicas de Lucas. Por otra parte, deberos reconocer que sélo gracias al cuadro de conjunto ofrecido por el libro de los He- chos es posible coordinar las informaciones fragmentarias y oca- sionales que se encuentran diseminadas en los escritos de Pablo. La personalidad de Pablo y su actividad misionera ocupan, efecti- vamente, cerca de las tres cuartas partes del segundo libro de Lu- cas. Ahora bien, Lucas tiende a idealizar la figura de Pablo en su Teconstruccién, tanto en sus relaciones con la Iglesia de Jerusalén como en el proyecto de una misién cristiana universal, Las fuentes cristianas apécrifas Junto a éstas, que podrfamos considerar como las fuentes cris- tianas «canénicas», hemos de tener presentes los escritos, llamados apéerifos, que forman una especie de «canon a la sombra>. Entre ellos podemos citar los Hechos de Pablo y Tecla, de mediados del siglo Il, donde Pablo aparece como el protagonista de la primera «novela» cristiana, el Apocalipsis de Pablo, de los siglos III-IV, y el Martirio de Pablo, de los siglos IV-V. Los datos sobre Pablo y FUENTES Y CRONOLOGIA B sus actividades conservados en estos textos polémicos o devocio- nales dependen, sustancialmente, de los escritos canénicos. Lo mismo podemos decir de los referidos en las Homilfas atribuidas a Clemente romano y en las Recognitiones, «Reconocimientos», del siglo IV, que se resienten de la dspera polémica antipaulina madu- rada en los medios judeocristianos a partir del siglo TI. El conjunto de estas fuentes confirma el impacto que tuvo la personalidad de Pablo en las primeras generaciones cristianas, como se deduce asimismo de la coleccién y de la interpretacin controvertida de sus cartas, de que habla la Segunda carta de Pedro (2 P 3, 15-16). En las cartas apécrifas que circulaban con su nombre, como la enviada a la Iglesia de Corinto, a la de Laodicea y a la de Alejan- drfa 0 Colosas, de los siglos I-IV, aparece también un eco de la resonancia de Pablo en los siglos siguientes. La correspondencia entre Pablo y el filésofo Séneca, que incluye catorce escritos ocho cartas enviadas por Séneca y seis respuestas breves de Pa- blo-, refleja también Ia preocupaciGn apologética del medio en que tuvo su origen (siglo IV). De manera anéloga, la Oracién de Pablo, encontrada en Biblioteca gnéstica de Nag Hammadi de Egipto, se resiente del influjo de la escuela gnéstica de Valentin. Estos escritos, junto a la més amplia documentaci6n de textos y escritores cristianos de los primeros siglos, son iitiles para recons- truir la historia de la interpretacién de Pablo en el medio cristiano. Las fuentes profanas Para situar la figura y la actividad de Pablo en su perfil hist6ri- co y cultural en el siglo I debemos tener en cuenta asimismo las correspondientes fuentes literarias, epigréticas, papirol6gicas y ar- queol6gicas. Entre las fuentes literarias debemos seftalar las obras de Flavio Josefo, en particular La guerra de los judios, en seis li- bros, escrita primero en arameo y después en griego a finales de los afios setenta de la era cristiana, las Antigiiedades judfas en veinte libros, compuestas en Roma a finales del siglo I, y la Auto- biografia, como apéndice a la obra precedente. Por iltimo y del ‘mismo autor, debemos sefialar el escrito apologético en dos libros 4 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO FUENTES Y CRONOLOGIA 15 Contra Apién. A la primera mitad del siglo Ieorresponden los co- mentarios biblicos de carécter filos6fico del otro escritor judeo- helenista, Fil6n de Alejandria, Porlo que se refiere a la historia de la diéspora judia tiene un enorme interés el escrito de Filén Con- tra Flaco, asi como la carta enviada al emperador Caligula, Lega- tio ad Gaium, en defensa de la comunidad judfa de Alejandria, A esta documentacién literaria debemos aftadir las inscripci nes encontradas en las ciudades antiguas, en particular en las toca- das por la misi6n paulina: Antioqufa de Sirie, Filipos, Tesalénica, Corinto, Efeso. Estas inscripciones, junto a los hallazgos arqueo- l6gicos, nos informan sobre la situacién econémica, Ia vida social, cultural, religiosa y la estructura administrativa de las ciudades de las regiones orientales del Imperio, desde Macedonia a Acaya, desde Siria al Asia Menor. Por iltimo, la encrme masa de papiros conservados de modo completo o fragmentario en las arenas de Egipto, recuperados e interpretados en los archivos y en las bibli tecas, nos brindan la oportunidad de comparar el lenguaje griego del epistolario de Pablo con el que se usaba ea su tiempo. El andi sis y la comparacién cruzada de estas distintas fuentes nos perm ten reconstruir de modo fehaciente el perfil humano y cristiano de Pablo, su obra de misionero itinerante y su mensaje teol6gico. La cronologia paulina Un problema con el que debemos enfrentarnos de manera pre~ liminar es el relacionado con el cuadro cronol6gico en que se si- ‘dan la vida y la actividad de Pablo. La cronologia paulina es una cuestién complicada, sobre todo cuando se quiere bajar a los deta- Iles, Por afén de claridad, vamos a distinguir una cronologfa abso- luta o interna del Nuevo Testamento, es decir, reconstruida sobre la base de las cartas paulinas y de los Hechos de los apéstoles, de otra cronologfa relativa 0 externa, establecida mediante la compa- raci6n con los datos extraidos de las fuentes extracanénicas. Una cronologia absoluta 0 interna correspondiente a los escritos neo- {estamentarios servirfa de muy poco sino pudiéramos encontrar un punto de insercién con la cronologfa de la historia profana, A. LOS DOCUMENTOS DE LA CRONOLOGIA RELATIVA La inscripcién del procénsul Galién Un punto de partida para basar la cronologia paulina relativa es el descubrimiento de una inscripcién en Delfos (Grecia) que re~ produce el texto de una carta del emperador Claudio dirigida a los habitantes de la pequefia ciudad. El texto de la inscripcién pu- blicado en 1905 e integrado por otros nueve fragmentos y por las interpretaciones posteriores en los afios 1967 y 1971, nos ofrece algunos datos ttiles para la cronologfa paulina. La carta fue envia- da desde Roma en nombre del emperador Claudio entre los meses de abril y julio del afio 52 d.C.; éste es, en efecto, el perfodo si- guiente a la vigésimo sexta aclamacién imperial de que se habla en la carta, En segundo lugar, en la carta se menciona a Lucio Ju- nio Galién, seguido de la designacién «amigo mio» (del empe- rador) y del titulo «procénsul». Se trata de Lucio Anneo Galién, hermano del filésofo Séneca, que fue procénsul de la provincia romana de Acaya. La carta, enviada inmediatamente después de que Galién hubiera informado al emperador de los problemas de- mogrificos de la ciudad-santuario de Delfos, parece dirigida a los, ciudadanos de Delfos !. Dado que el cargo de procénsul duraba un affo, la presencia de Galién en Corinto, capital administrativa de Acaya, va desde la primavera-verano del afio 51 a la primavera del 52. Es posible que Galién volviera antes a Roma por motivos de salud, como deja entender su hermano Séneca en una de sus Cartas (Epist. 104, 1). Se dice en los Hechos de los apéstoles que los judios llevaron a Pablo ante el tribunal de Galién con la acusacién de ser propaga- dor de una religién contraria a la ley. Galién Ios ech6 del tribunal porque no queria entrometerse en asuntos de carécter religioso (Heh 18, 12-17). Este episodio representa el punto culminante del conflicto que estall6 entre Pablo y los judfos de la colonia judia de 1. Eltexto dela inscripein de Galién en Detfos se puede encontrar en R. Penna (ed), Ltambienestovico culturae delle originecrsiane, Dehoniae, Bolo 2000, n. 134, pp. 251-253 (edcin espaol: Ambient istricoculural de las orgenes del eristaniamo: te ‘as ycomentarios, Desc De Brouwer, Blbeo 2005), 16 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO Corinto, En consecuencia, debemos situarlo al cabo de un «aio y medio», el tiempo de la permanencia de Pablo en la capital de Acaya indicado por el autor de los Hechos (Heh 18, 11). Si Pablo comparecié ante Gali6n a finales del 51 6 comienzos del 52, po- demos retener que Ileg6 a Corinto en el curso del afio 50. Este dato, en el que existe un acuerdo sustancial entre los investigado- res, representa una piedra miliar en la cronologfa paulina y pode- mos decir de toda la historia de los orfgenes cristianos. Eledicto del emperador Claudio ‘Mis controvertida es la informacién proporcionada por los Hechos de los apéstoles sobre el comienzo de la misién de Pablo en Corinto, donde se habla de su encuentro con «un judio llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa dz llegar de Italia, con su mujer Priscila, por haber decretado Claudio que todos los ju- dios saliesen de Roma» (Hh 18, 2). Este «decreto» del empera- dor Claudio se menciona en tres documentos distintos de la histo- ria romana. El historiador C. Tranquilo Suetonio, que escribié en la primera mitad del siglo II d.C. las Vidas de doce Césares, dice en la de Claudio: «expulsé de Roma a los judfos, que provocaban alborotos continuamente a instigacién de Cresto» (Claudio, 25). Aproximadamente un siglo después, el escritor Dién Casio escri- be en su Historia de Roma: «Por lo que cencierne a los judios, que de nuevo se habjan multiplicado en niimero tan grande que por raz6n de su multitud dificilmente podfan ser expulsados de la ciudad sin provocar un tumulto, 61 (Claudio) no los desterr6, sino que les prohibi6 tenér reuniones, aunque continuaran con su tradi- cional estilo de vida. El disolvié también las asociaciones que Gayo (Caligula) habfa autorizado nuevamente» (Historia 60, 6, 6). En la segunda década del siglo V, el sacerdote espafiol Orosio, en su Historia contra los paganos en siete libros, antepuso esta precisién a la cita de Suetonio: «En el afio noveno de su reinado, Flavio) Josefo refiere que los judios fueron expulsados de la ciu- dad por obra de Claudio (Historia contra los paganos, VII, 6, 15). Desafortunadamente, la referencia de Orosio al testimonio de Flavio Josefo, que permitiria datar la disposicién de Claudio, no FUENTES Y CRONOLOGIA 7 se puede cotejar en el texto actual de las obras del historiador ju- dio, {Se trata de una interpolacién encontrada por Orosio en los escritos de Flavio? En cualquier caso, el interpolador habia inten- tado datar un acontecimiento importante para la historia de los ju- dios de Roma bajo el imperio de Claudio. Teniendo en cuenta la Iinea politica seguida por el emperador Claudio respecto a los ju- dios, en particular con la colonia judfa de Alejandrfa, no se puede pensar en la promulgacién de un edicto de expulsién de los judfos de Roma, ano ser después de otras disposiciones como la mencio- nada por Dién Casio. El edicto al que hace referencia Suetonio de- berfa ser distinto de las restricciones de que habla Dién Casio, Ha- bria que situarlo, por consiguiente, en la segunda mitad del gobierno de Claudio (afios 41-54 d. Enel marco de esta hipé- tesis, la pareja judeo-cristiana Aquila y Priscila habrfa Ilegado a Corinto a finales de los afios cuarenta para poder encontrar a Pa- blo que llegé allf el afio 50 d.C. La huida de Pablo de Damasco en tiempos del rey Aretas Un tercer elemento para establecer un sineronismo entre los acontecimientos vividos por Pablo y los acontecimientos de la his- toria profana nos lo ofrece una noticia recogida en la Segunda car- ta.alos Corintios, escrita a mediados de los afos cincuenta y con- firmada por los Hechos de los apGstoles. Escribe Pablo: «Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloriaré. El Dios, Padre del Se- ior Jestis, ;bendito sea por todos los siglos!, sabe que no miento. En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenfa puesta guardia en la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme. Por una venta- nna y en una espuerta fui descolgado muro abajo. Asf escapé de sus manos» (2Co 11, 30-33). Elrrelato de los Hechos es menos preciso. Habla de un complot de los judfos para matar a Pablo y de las medidas adoptadas por sus disc{pulos para librarle de este peligro: «Hasta las puertas esta- ban vigiladas dfa y noche para poderle matar. Pero los discipulos Je tomaron durante la noche y le descolgaron por la muralla dentro de una espuerta». La mencién de Aretas, que tiene a su «goberna- 18 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO dor» eindrches— en Damasco, permite datar el episodio de la hui- da de Pablo de Damasco antes del afio 39 d.C., porque ese afio fue el de la muerte del rey Aretas IV de los nabateos. El encarcelamiento de Pablo en Cesarea Un Gitimo indicio ttl para reconstruir la cronologfa correspon- diente a Pablo nos lo podria proporcionar el sefialamiento Iucano del pasaje de las consignas en la administracién romana en Judea en los afios cincuenta del siglo I, cuando el gobernador Antonio Félix sucedié a Porcio Festo. Pablo, que habfa sido detenido en Ce~ sarea, fue convocado a menudo por el procurador, segiin Lucas, con la esperanza de sacarle dinero, Después aflade: «Pasados dos afios Félix recibié como sucesor a Porcio Festo; y, queriendo con- sgraciarse con los judios, dej6 a Pablo prisionero» (Hch 24, 27). el «bienio» se refiere al perfodo que permanesié A. Félix en Judea, entonees, sobre la base de los datos extrafdos de Flavio Josefo y de los historiadores romanos, se podria establecer esa permanencia entte los afios 53 y 55. Ahora bien, el «bienio» del que se habla en el texto de los Hechos podria referirse al protegonista principal, Pa- blo, como se dice expresamente en Hechos 28, 30 sobre la dur cién de su encarcelamiento romano. En este caso, la administra cién de A. Félix en Judea podria extenders: més aitos, desde el 52/53 al 59/60. De estas diferentes hipstesis deriva la doble cronologfa paulina: tuna cronologfa alta, que sittia a comienzos de los afios 30 la «con- versién» de san Pablo y a mediados de los afios 50 su detencién en Cesarea y el viaje a Roma; y una cronologia baja, que sitia cuatro- ‘cinco afios mas adelante la dataci6n de estos acontecimientos. FUENTES Y CRONOLOGIA 19 B.LA CRONOLOGIA ABSOLUTA EN EL. INTERIOR DEL EPISTOLARIO PAULINO Una segunda fuente para reconstruir el desarrollo cronolégico de la vida y de la actividad de Pablo estd constituida por su episto- Iario, en particular por el grupo de las cartas consideradas como au- ténticas, Esta documentacién interna de los textos paulinos, con- frontada con la externa cristiana y profana, permite establecer la sucesién cronol6gica de algunos acontecimientos, que van desde la as{ llamada «conversi6n» de Pablo a su arresto y detencién de los tltimos afios. El mismo Pablo habla del acontecimiento de su «conversién» o de su «llamada» de una manera explicita y difusa en las cartas que envié a las Iglesias de Galacia, Pablo traza una si- nopsis cronol6gica de su actividad en el marco de la presentacién de su método misionero, que habia sido puesto en tela de juicio en Ja regi6n gélata por algunos misioneros cristianos de origen judio. ‘Tras la «revelacién» de Damasco, el apéstol afirma que «al punto... me fui a Arabia, de donde volvi a Damasco (Ga I, 16b-17b). Aeeste hecho hace seguir, tres afios después, una visita a Jerusa- lén: «Luego, de allfa tres afios, subf a Jerusalén para conocer a Ce- fas y permanect quince dias en su compaiifa» (Ga 1, 18). Los tres afios se debieron calcular a partir de la vuelta de Pablo a Damasco. A continuacién, habla Pablo de su traslado a Antioquia y a Damas- co: «Més tarde me fui a las regiones de Siria y Cilicia» (Ga 1,21). Después de estos viajes habla Pablo de un segundo viaje a Je~ rusalén junto con Bernabé y Tito: «Luego, al cabo de catorce 10s, sub{ nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmi- g0 también a Tito» (Ga 2, 1). Pablo encontré, en esta segunda vi- sita a Jerusalén, a los que él llama «notables» y «columnas» de la Iglesia, «Santiago, Cefas y Juan», con'los que llega a un acuerdo sobre Ia misiGn entre los gentiles y adquiere el compromiso de acordarse de los pobres (Ga 2, 2-10). Por iiltimo, alude a un encuentro con Cefas-Pedro en Antio- quia de Siria: «Mas, cuando vino Cefas a Antioquia, me enfrenté con él cara a cara, porque era censurable» (Ga 2, 11). Se trata de la controversia provocada en la Iglesia de Antioquia sobre la comu- 20 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO ni6n de mesa entre los judeocristianos y los de origen no judio o gentiles cristianos. Pablo echa en cara a Pedro su incoherent porque bajo la presién de los judeocristianos, que invocaban la au toridad de Santiago, abandona la comunién de mesa con los gent les cristianos (Ga 2, 12-24), De este cuadro de conjunto sobre sus relaciones con los jefes hist6ricos de Jerusalén reconstruido por e! mismo Pablo, se obtie- ne una eronologia que abarca casi una veintena de afios. El punto de partida es el acontecimiento de Damasco, que debemos situar antes de la muerte del rey Aretas (39 d.C.). En efecto, el rey de los nabateos controla con un gobernador suyo la ciudad de la que hubo de huir Pablo por la noche. Después de tres afios de estancia cen Arabia y de la vuelta de Pablo a Damasco, tiene lugar su primer encuentro con Pedro en Jerusalén, En consecuencia, la «revela- cién» de Damasco —Ia «llamada» de Pablo~ hemos de situarla en los comienzos de los afios treinta (30/33 4.C.). Diecisiete afios més tarde, por tanto a finales de los afios 48/50, se produce el se- gundo encuentro con los responsables de la Iglesia de Jerusalén, Se piensa que este tiltimo encuentro coincide con la asamblea de gue se habla en los Hechos de los apéstoles, conocida con el nom- bre de «concilio de Jerusalén» (Hh 15, 1-35). La organizacién de la colecta para los pobres Un segundo elemento también «til para jalonar cronolégica- mente la actividad misionera de Pablo es la colecta de fondos en favor de los pobres a la que se comprometié personalmente en Je- rusalén en su segundo encuentro con las «columnas» de la Iglesia. Pablo habla de esto en la carta que envié a la Iglesia de Corinto y da algunas instrucciones organizativas remitiéndose a lo que ya habia dispuesto pata las Iglesias de Galacia (1 Co 16, 1-4). En consecuencia, la organizacién de la colecta en Corinto es posterior a la asamblea de Jerusalén, aunque Pablo habla de esta iniciativa como de algo ya conocido en la Iglesia de Corinto. Por consiguiente, también es posterior al primer anuncio del evangelio cn la regién gélata, donde la colecta en favor de los pobres de Je- rusalén se completé antes de la crisis antipaulina provocada por FP FUENTES Y CRONOLOGIA a Jos misioneros judeocristianos. En efecto, Pablo alude en su carta alla como a una cosa obvia que no se resiente del clima de des- confianza y sospechas conexas con el movimiento de los judai- zantes (Ga 2, 10; ofr. 6, 7-10). Mas adelante, cuando Pablo habla de la colecta de fondos para los pobres de Jerusalén, recuerda tini- camente el empefio de las Iglesias de Macedonia y de Acaya. Esto supone que las Iglesias de Galacia ya han contribuido a su iniciati- va de solidaridad eclesial (2 Co 8, 1; 9, 2; 12, 18; Rm 15, 25). Hipétesis de una cronologia paulina Podemos trazar, de manera hipotética, un cuadro cronolégico de la vida y de la actividad de Pablo teniendo en cuenta los datos que constituyen un punto de referencia seguro: la huida de Pablo de Damasco antes del afio 39 d.C.; visita y misién en la ciudad de Corinto el 50-52 d.C. Cronologia alta Cronologia baja Acontecimientos + econversién-llamada» 30033) 346) | ‘encuentro con Pedro 33085) 37039) + asamblea de Jerusalén 41(50) 51(82) sevangelizacién de Corinto 49-51 51-53 + arresto y detencién 53-55 58-60 En el interior de este cuadro cronolégico podemos situar los otros viajes y acontecimientos de la vida y actividad de Pablo. En particular, podemos lanzar la hipotesis de que nacié en Tarso en la primera década de la era cristiana y murié en Roma en los co- mienzos de los afios 60. La redaccién de las siete cartas podemos distribuirla en el segmento de tiempo que va des la primera estan- cia paulina en Corinto a su arresto y detencién en Jerusalén y en Cesarea. 2 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO El esquema cronol6gico propuesto es una via intermedia entre Ia cronologia alta y la baja Acontecimientos Cronologia intermedia ‘+ nacimiento de Pablo en Tarso S/10 dc. * experiencia de Damasco 34/35 ‘encuentro con Pedro: 36/37 + asamblea de Jerusalén 49/50 + misiGn en Corinto 50-52 + arresto y detencién en Cesarea 58-60 + detencién y muerte en Roma 61-63 Uno de los puntos discutidos e inciertos en esta sinopsis crono- I6gica tiene que ver con el orden de sucesién entre la asamblea de Jerusalén y el viaje misionero de Pablo a Grecia, que tiene como epicentro Corinto. Algunos querrian adelantar fa asf Hamada mi- sién paulina en Europa y situarla, junto con el amplio viaje a la Anatolia central, en Galacia, durante el periodo de los catorce afios que separan el primer encuentro con Pedro del segundo, identificado con la asamblea de Jerusalén. Esa hip6tesis permitiria Ilenar el hueco de este largo perfodo que Pablo dice haber pasado en las regiones de Siria y Cilicia, sin manterer relaciones oficiales con las Iglesia de Judea. Sin embargo, la amplia campatia misio- nera desarrollada fuera del érea siria, que concluye en Antioquia, sélo se comprende después de la asamblea de Jerusalén, en la que se reconoce por parte de las «columnas» de la Iglesia el estatuto auténomo de Pablo como evangelizador de los gentiles. Por otra parte, la organizacién de la colecta en las Iglesias de la mision paulina presupone el acuerdo de Jerusalén sobre la ayuda a los po- bres. En el caso de las Iglesias gélatas la colecta fue hecha ya en el momento de su fundaci6n, antes de la crisis que estall6 inmediata- mente después (Ga 1, 6). FUENTES Y CRONOLOGIA ea ‘Se trataba de una crisis provocada por una contramisién judeo- cristiana que se hizo notar también en las Iglesias paulinas de Ma- cedonia y de Grecia. Este conjunto de acontecimientos se ubica mejor en el perfodo de intensa actividad misionera de Pablo por las provincias impe- riales de Asia, Macedonia y Acaya (Grecia), después de la asam- blea de Jerusalén. En este mismo segmento de tiempo Pablo se mantiene en relacién con las j6venes Iglesias incluso mediante e1 envio de cartas, de las que se han conservado por lo menos siete. La coleccién de estas cartas, Ilevada a cabo en las comunidades de origen paulino, permite establecer actualmente una relacién directa con este extraordinario personaje de la primera genera- cin cristiana. Bibliografia Biografias de Pablo Badiou, A., San Pablo y la fundaci6n del universalismo, Anthropos, Barcelona 1999; Barbaglio, G., Pablo de Tarso y los origenes del cris- tianismo, Sigueme, Salamanca 1989; La teologia de San Pablo, Secreta- riado Trinitario, Salamanca 2006; Jestis de Nazaret y Pablo de Tarso. Confrontacién histérica, Bolonia, 2006; Becker J., Pablo, el apdstol de Jes paganos, Editorial Sigueme, Salamanca 2007; Bornkamm, G., Pa- blo de Tarso, Baitorial Sfgueme, Salamanca 2002; Reed, Jonathan L., En busca de Pablo. Elimperio de Roma y el Reino de Dios frente a fren- teen una nueva visién de las palabras y el mundo del apdstol de Jests, ‘Verbo Divino, Estella 2006; Hengel, M., Deines, R. ! Paolo precristia- no, Brescia Paideia Editrice, Brescia 1992, 204 pp; Fabris, R., Pablo: el El nombre «Pablo», con el que se presenta y firma sus cartas, podrfa ser un indicio de su condicién de ciudadano romano. En este caso, Paiilos (Paulus) serfa el tercer nombre llamado cogno- ‘men. En la inscripeién completa del ciudadano romano en el re- gistro el cognomen va precedido del praenomen (Caius?) y del nomen (;Julius?), 0 bien L. Aemilius Paullus. Ahora bien, més alld de estas curiosidades sobre el nombre romano, la cuestién de su ciudadanfa romana tiene un cierto interés para la biografia pau lina y para su pensamiento social y politico. Pablo no habla expre~ pone {QUIEN BS PABLO? samente de ello en sus cartas. Tal vez podria verse un indi : cio d estatuto de «ejudadano romano» en el modo como habla so °° al derecho de ciudadania y a los deberes civiles para con Ine a ridades del Imperio en sus cartas (Ip 1, 27; 3, 20; Rm 13 iD Ademés, no es casual que Pablo elija las ciudades coloniag nas o sedes de la administracién romana (Filipos, Corinto, como centros de su actividad misionera. Por otra parte, Roma como meta de sus proyectos futuros. Al escribir a joe tianos de Roma dice que ha intentado ya otras veces ir a la del Imperio (Rm 1, 13; 15,23). Con todo, el argumento més sélido en favor de la ciudadans romana de Pablo es el hecho de que el proceso en su contra iniry do en Cesarea fuera transferido a Roma al tribunal del emperci (Hch 25, 11-12). Bn efecto, entre los privilegios de un ciudadnen romano figuraban, ademés de lo fscales, las garantias juaicn” vias, econocidas en toda el Imperio. No se opone aesto gt ex, de que Pablo fuera sometido a medidas disciplinrias contrarige estatuto personal del ciudadano romano como la fustigncién en fy lipos y en otros lugares (Heh 16, 2,38; 2Co 11,25). Los esertg. res antiguos sefalan las violaciones de ese estatuto, a pesar de Ine penas severas previstas para los transgresores. Por otra partes siempre resulta fécil hacer reconocer y vale el propio derecho ie ciudadano romano sin la garanta de amigos y conocidos. Ey ss viajes, Pablo busca hospitalidad y apoyo en los grandes equ del Imperio en casas de parientes y amigos. Sin embarg le exime del riesgo de ser acusado y condenado ante | des locales (1 Ts 2,2; 2Co 1,9). Toma- Efeso) la capital centros , e50 no, las autorida- 3. Pablo, «ciudadano de Tarso» Pablo no menciona en sus cartas su condicin de ciudadano r ‘ano, Pero es que tampoco habla de su origen o pertenencia s ty ciudad de Tarso. Si no fuera porel testimonio de autor de los hos ni siquiera sabriamos donde nacé y erecis (Heh 9, 11.39, 1 25). Lucas hace decir a Pablo con cierto énfasis: «Yo soy un jugio” 1 judi de Tarso de Cilicia, una ciudad no insignificante» (Heh 3) 21, 39), 2 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO Esta declaraci6n 1a hizo ante el tribuno romano Claudio Lisias, {que interviene en el rea del templo de Jerusalén para arrancar a Pablo del intento de linchamiento por parte de los judios. El tribu- ‘no se asombra de que Pablo hable el griego, porque le habia toma- do por uno de los muchos judios revoltosos que instigaban al pue- blo. Pablo pide permiso al oficial romano para dirigir la palabra a Ja muchedumbre que se apifiaba hasta la escalinata de la fortaleza Antonia, Luego se dirige a los judios en lengua , 4, La familia de Pablo ‘Segtin una tradiciGn referida por Jerdnimo, la familia de Pablo serfa originaria de Giscala, una ciudad galilea situada al norte de Nazaret, desde donde, a causa de la ocupacién romana, se habria trasladado a Tarso de Cilicia, El joven Pablo habria seguido la suerte de sus padres. Es dificil valorar la credibilidad hist6rica de esta tradicién, que el mismo Jerénimo considera como una fébula, una habladuria, en su comentario a la Carta a Filemén. Sin embar- £0, Jerénimo la inserta en la ficha biogréfica de Pablo que presen- taen sus «Biografias de los hombres ilustres»: «Procedia de la tri- bu de Benjamin y de la ciudad llamada Giscala de la Judea, desde donde emigré con sus padres a Tarso de Cilicia cuando los roma- ‘nos tomaron la ciudad. Sus padres le enviaron después a Jerusalén ara que estudiara la ley y asistié a la escuela del docto maestro Gamaliel» (De virisillustribus 5). En el cuadro reconstruido por Jerénimo se advierte el eco de los desbarajustes provocados por la ocupacién romana de Palesti- na en la segunda mitad del siglo I a.C. Si en la tradicién recogida por Jerénimo se ha conservado un niicleo hist6rico, se podrfa pen- sar que la familia de Pablo no s6lo era originaria de Galilea, sino que también se mostraba favorable a un cierto nacionalismo judio. Con todo, una militancia antirromana de tipo «zelota» encaja mal con el estatuto de ciudadanfa romana que le viene a Pablo de su familia. En consecuencia, debemos considerar con una cierta re- serva la fabula de Jer6nimo y es preferible remitimnos al autotesti- monio paulino. En su Carta alos Filipenses, y en polémica con los misioneros judeocristianos que se jactan de su origen judio, Pablo realiza una lista de siete ttulos para «presumir en la carne) « (Fip 3, 5-6). AaweENE Aunque Pablo considera ahora estos titulos para presumir como «una pérdida» o «basura» en comparacién con su nueva identidad en relacién con Jesucristo su Seiior, a pesar de todo sub- sisten estas rafces hist6ricas y anagréficas de su personalidad, A ellas se refiere cada vez que debe compararse con los misioneros itinerantes que se apoyan en su origen judio para contraponerse a su método y contestar su obra de evangelizacicn entre los gentiles. En la Segunda carta a los Corintios, en polémica con esos a los que irénicamente lama «superapéstoles», escribe Pablo: «Qué son hebreos? También yo lo soy. {Qué son israelitas? ;También yo! ,Son descendencia de Abrahin? ;Tambign yo!» (2 Co 1,22). Con tonos més sosegados habla Pablo de su origen judio en la Carta a los Romanos. Aunque ha optado por la fe en Jesucristo, se considera «consanguineo» de sus hermanos judfos, cuyo privile- giado estatuto religioso recuerda: «Son israelitas; de ellos es la adopcién filial, la gloria, las alianzas, la legislacién, el culto, las, promesas, y los patriarcas; de ellos también procede Cristo seguin Iacame> (9, 4-5a). A quienes le objetan que la inmensa mayoria de los judfos ha fracasado en su baisqueda religiosa, porque no han reconocido a Jesiis el Mesias y no han conseguido la «justicia que deriva de la fen, les responde Pablo: «;Que también yo soy israeli- ta, del linaje de Abrahén, de la tribu de Benjamin!» (Rm 11, Ibe). [Asi pues, aunque como cristiano, Pablo se siente insertado en Ia historia judfa, que tiene su rafz santa en los padres elegidos y ama- dos por Dios. Esté convencido y lo afirma: «los dones y la llam: da de Dios son itrevocables» (Rm 11, 29). Ahora bien, més alld de estas afirmaciones, que se resienten del debate de Pablo con los judeocristianos, es bueno que sefiale- ‘mos algunas informaciones sobre sus «parientes» insertadas en el capitulo final de la Carta a los Romanos. Entre los veinte nombres de persona a quienes Pablo manda saludar cita a la pareja «André nico y Junia, mis parientes y compaiieros de prisién» (Rm 16,7) y «ami pariente Herodién» (Rm 16, 11). Entre los cristianos que se asocian a Pablo en Corinto para enviar saludos a la comunidad cristiana de Roma menciona a «Lucio, Jas6n y Sosipatro, mis pa- rientes» (Rm 16, 21). El de Rufo constituye un caso particular, es un «escogido del Sefior» al que Pablo manda saludar dado que «su madre es también la mfa» (Rm 16, 13). Si tomamos esta expresién de Pablo de una manera realista, podrfamos pensar que la madre de Pablo, tras la muerte de sui marido se volvié a casar en Roma, donde se adhirié al cristianismo, En este caso, Rufo serfa hermano uterino de Pablo. Sin embargo, el valor de estas informaciones para reconstruir la familia de Pablo depende del significado que demos a la palabra griega syggenes, «pariente», «paisano». En el texto de Rm 9, 3 explicita el término «hermanos» con el que Pa- blo designa a los judios, «mis consanguineos —syggnefs mou- se- xin la carne». Ahora bien, en otras ocasiones este vocablo indica ene] Nuevo Testamento a un pariente> en términos genéricos, es decir, a un miembro de la misma familia sin precisar el grado de Parentesco. Por otra parte, habria sido extrafio que Pablo mencio- nara 0 recomendara a algunas personas s6lo por su pertenencia a Ja «nacionalidad» judia. Se puede pensar que entre Pablo y los INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO seis cristianos convertidos en colaboradores suyos existia un vinculo més intenso que el que deriva tinicamente de su comtin origen judio. ‘Asf, la madre de Rufo pudo haber asistido a Pablo de un modo tan atento que se mereciera el titulo honorifico de «su madre es también la mia», Sin embargo, en un texto de los Hechos de los apéstoles se ha- bla de los parientes en sentido estricto de Pablo, En efecto, el hijo de su hermana va a verle a la crcel en Jerusalén y le informa de un complot de los judfos para asesinarle durante una audiencia ante el sanedrin. Aconsejado por Pablo, su sobrino informa al tri- ‘uno romano, que toma medidas para trasladarle con una escolta militar a Cesarea Maritima, sede del gobernador, afin de ser cus- todiado en la cArcel del pretorio (Hch 23, 12-35). Si esta recons- truccién de los hechos es fidedigna, debemos admitir que Pablo pudo contar en Jerusalén con Ja solidaridad de sus parientes. En este caso el sobrino de Pablo deberfa ser hijo de una pareja judia no sospechosa de simpatizar con el movimiento cristiano al que se habia adherido Pablo. En efecto, llega a conocimiento del joven la conjura secreta de un grupo de mas de cuarenta judfos «celosos», que se habfan comprometido con juramento a eliminar a Pablo. Por otra parte, estos mismos entran en contacto con los sumos sa- cerdotes a fin de poner en marcha su plan, En consecuencia, los parientes de Pablo en Jerusalén deberfan ser judfos observantes, que, sin embargo, no rompieron sus relaciones con él, a pesar de su compromiso con el movimiento de los creyentes en Jesucristo. 5, ;8e cas6 Pablo? Las escuetas € inciertas informaciones que nos proporciona Pablo sobre su vida privada no desaniman a los «investigadores» a lahora de buscar datos sensacionales. No se trata s6lo de autores ‘modernos, sino también de escritores antiguos serios y estimados. Segiin Clemente de Alejandrfa, Pablo se cas6 y en la Carta a los Filipenses invitarfa a su «fiel esposa» a favorecer un perfecto en- tendimiento espiritual entre las dos mujeres, Evodia y Sintique, {QUIEN ES PABLO? 35 {que colaboraron con el apéstol en 1a fundacién de la comunidad cristiana de Filipos (Fip 4, 2-3). Se comprende esta interpretacién, del texto de Filipenses por parte del escritor alejandrino en el mar- co de su polémica contra los gnésticos, que condenaban el matri monio (Stromata III, 52-53, citado en Eusebio, Historia Ecl. I, 30, 1). Sin embargo, también Origenes, inclinado més bien al as- cetismo severo, recoge esta hip6tesis del matrimonio de Pablo en su comentario a la Carta a los Romanos basdndose en el texto de Filipenses. Més tarde, con el consentimiento de su mujer, Pablo se habria separado de ella para dedicarse al servicio exclusivo de Cristo. Clemente dice ademas que Pablo no se lev con él a su ‘mujer para «estar més libre en su misién». Algunos autores mo- demos van més allé ¢ identifican a la mujer de Pablo con Lidia, la comerciante de ptitpura, originaria de Tiatira, convertida por Pa- blo en Filipos. Ahora bien, més allé de estas hip6tesis esté el testimonio direc- to de Pablo en la Primera carta a los Corintios: «Mi deseo serfa que todos fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los solteros y a las viudas: Bien les est quedarse como yo. Pero si ro pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasar- se» (I Co 7, 7-9). Pablo recomienda a los cristianos viudos de Co- rinto, hombres y mujeres, que no se vuelvan a casar y les propone como ejemplo su condicién actual. El texto paulino puede ser in- terpretado en sf mismo basdindonos en dos hipétesis: Pablo no esta ligado actualmente por el vinculo matrimonial porque nunca se ha casado, o bien porque ha enviudado 0 se ha separado. Las disposi- ciones y los consejos que da a los cényuges cristianos separados y a los que estén casados con alguien que no es creyente, hacen plausible a hipétesis de la separaci6n, Pablo se habrfa separado de | mutuo acuerdo de su mujer tras su adhesi6n a la fe cristiana y la | asuncién del compromiso misionero itinerante. | Con la hipétesis de la «separacién» estaria de acuerdo lo que Pablo escribe en 1 Co 9, 5: «{No tenemos derecho a llevar con no- sotros una mujer cristiana, como los dems apéstoles y los herma- nos del Sefior y Cefas?» El apéstol afirma que ha renunciado a —- 36 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO este derecho asf como al de vivir de su trabajo misionero, a fin de no poner impedimento alguno al evangelic (1 Co 9, 12). Esta de- cisi6n de Pablo de renunciar al vinculo matrimonial para dedicar- se por completo al anuncio del evangelio corresponde a la imagen de los filésofos y predicadores itinerantes del mundo griego, y en particular del estoico. A este respecto, es interesante el didlogo que mantiene un joven discfpulo con el filssofo Epicteto. El pri- mero pregunta al maestro: «;Debe considerar el sabio el casarse como un deber esencial y una cuestién ée gran importan Epicteto responde: «Si me das una ciudad de sabios puede suceder que ninguna adopte el estilo de vida del fil6sofo. ;Para qué abra- zar, en efecto, ese estilo de vida? Ahora bien, admitamoslo: enton- ces nada impedird que el fildsofo se case y tenga hijos. Su esposa, ser, en efecto, otro ser como él mismo, y asf también su suegro y sus hijos serdn educados en el mismo estilo de vida. Sin embargo, en el estado en que ahora se encuentran las cosas, mientras nos encontramos, por asf decirlo, en plena batalla, ;no es oportuno que el sabio permanezca libre de todo lo que podrfa distraerle, en- tregado por completo al servicio de Dios, de modo que se una a los hombres sin estar atado por deberes privados, sin estar com- prometido en relaciones sociales, a las que no podrfa sustraerse, si quiere salvaguardar su posicién de hombre y honesto, y que, por otra parte, no podré observar sin destruir en sf al mensajero, al in- téxprete, al heraldo de los dioses? En efecto fijate: debe cumplir ciertos deberes para con su stiegro; favores a los parientes de su mujer, a ésta misma, Y aqui le tenemos, desautorizado de su profe- siGn, reducido al papel de enfermero o de mediador. Por no decir otra cosa, le hard falta una marmita donde calentaré el agua para su hijo, a fin de darle el baiio; necesitaré lana para suu mujer, cuando haya tenido un nifio; también aceite, una cama, un escabel, y he aquf que el pequefio mobiliario crece; y las otras ocupaciones y las distracciones... ;Qué me queda del famoso rey que se entrega sin reservas a los asuntos piiblicos, al que se le conffan pueblos y que se encarga de tantas cosas?» (Epicteto, Discursos IIH, 22, 67-72). En cambio, son raros los maestros judfos que renuncian, como Johanan ben Zakkai, al matrimonio, para dedicarse exclusivamen- teal estudio de la Tord. Es més conocido, sin embargo, el celibato de los miembros de las comunidades judas de orientacién esenia, como la que vivia a orillas del mar Muerto, en la localidad llama- da actualmente Qumran. También en algunos cultos orientales, como en el de Isis, se recomienda a los devotos el celibato o la abstinencia sexual. Sin embargo, Pablo, precisamente en Corinto, se opone a un celibato o abstinencia sexual elegido por motivos aseéticos 0 cultuales. Apela més bien al charisma, un don que Dios ha hecho a cada uno, para proponer a todos los cristianos la castidad en cualquier estado de vida, ya sea en el celibato o en el ‘matrimonio. La hip6tesis de que Pablo se hubiera casado antes de su expe- riencia de Damasco se basa en el hecho de que era normal que un judio, llegado a cierta edad, tomara mujer. Segain la distribucién ideal de los tiempos de la vida humana atribuida a R. Jehuda ben ‘Temé, un joven deberfa casarse a los dieciocho afios (Aboth V, 21), Para un judfo observante de orientaci6n farisea como es el ‘caso de Pablo, se puede considerar obvia la decisién de casarse a laedad prevista. S6lo los candidatos a rabinos retrasaban el matri- ‘monio hasta la conclusién de sus estudios. Ahora bien, de ninguna fuente se deduce que Pablo hubiera emprendido los cursos regula- res para llegar a ser rabino. En consecuencia, es mas probable que hubiera seguido también en esto el modelo judo tradicional. Los posibles hijos nacidos de este matrimonio se habrian quedado con su madre. Por lo demés, ésta es una situacién que se consideraba normal para el grupo de los doce discfpulos histéricos de Jestis, del que Pablo menciona explfcitamente el caso de Cefas 0 Pedro, 6. Pablo y la cultura judia Ahora podemos enfrentarnos de una manera més directa con el problema de la formacién cultural y religiosa de Pablo. Los datos correspondientes a su ciudad de origen ~Tarso~ y a su familia constituyen las premisas para reconstruir el medio de su forma- i6n, En la ficha autobiogréfica insertada en la Carta a los Filipen- ses enumera Pablo siete condiciones émico-religiosas que deter- 8 INTRODUCCION A LA L3CTURA DE SAN PABLO minan su currfcudlum formativo, Procede de una familia judfa reli- giosa y observante. En efecto, segtin las prescripciones biblicas, fue circuncidado el octavo dfa. Con un cier‘o orgullo puede decit que pertenece por nacimiento a la «estirpe de Israel» 0 «a la des- cendencia de Abrahdn» (2 Co 11,22; Rm 11, 1). Su primera for- macién la recibié en su familia sobre la base del patrimonio cultu- ral y religioso judio. Esto incluye no s6lo el aprendizaje de la lengua hebreo-aramea para seguir la lectura de la Biblia y las ora- ciones tradicionales, sino también la iniciacién a la observancia de las reglas de vida de un muchacho judfo. Corresponde al padre, dems de hacer circuncidar a su hijo, ensefiarle la Tord y un cio. Junto a la formacién de base en la familia, Pablo pudo fre- cuentar en Tarso la sinagoga local, donde se lefa la Biblia en Ia versi6n griega. Mediante los testimonios judfos posteriores se puede reconstruir, hipotéticamente, el curriculum escolar de Pa- blo. Junto a la sinagoga funciona asimismo una escuela elemental para aprender la lectura de la Biblia y los rudimentos de la escritu- ra. A partir de los seis 0 siete afios un hijo varén puede asistir a la «escuela del libro» y hacia los diez se le introduce en el conoci miento de la Misnd, «tradiciGn», a los trece esté obligado a obser- var los mandamientos y s6lo a los quince puede proceder al cono- cimiento mAs profundo de la tradicién a través del Talmud, cestudios» 0 «ensefianza» (Aboth V, 21). El texto de base en los primeros afios es la Biblia, a partir del libro del Levitico. Aunque los j6venes pueden tener a su disposicién pequefios fragmentos escritos y, mas adelante, rollos completos de algsin libro biblico, la técnica didéctica se basa en el aprendizaje de memoria facilitado por la repeticién en voz alta del fragmento kiblico y de su explica- cidn, Tras la escuela biblica elemental, los ;6venes judfos pueden acceder a la escuela superior, donde se desarrollan las interpreta- ciones y las aplicaciones précticas y juridicas de la Tord. Para proseguir sus estudios, Pablo, segiin el testimonio de Jer6- nimo, habria dejado Tarso para asistir, en Jerusalén, a la escuela del docto Gamaliel. Esta tradicién depende del texto de los He~ cchos de los apéstoles, donde Pablo declara lo siguiente ante los ju- dios de Jerusalén: «Yo soy judfo, nacido en Tarso de Cilicia, pero {QUIEN ES PABLO? » educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres» (Hh 22, 3). Se tratarfa del célebre maestro de la ley de orientacién farisea, Gama- liel, sobrino de Hillel, e! Viejo, ya conocido de los lectores de los Hechos por su intervencién en favor de los apéstoles en su segun- da comparecencia ante el sanedrin (Heh 5, 34). La informacién Iu- cana, aunque un tanto amplificada, es sustancialmente digna de crédito porque explica el interés posterior de Pablo, incluso como cristiano, por el ambiente de Jerusalén, Sin embargo, en la recons- trucci6n de sus relaciones con los apéstoles de Jerusalén, precisa que «personalmente no me conocfan las Iglesias de Cristo en Ju- dea» (Ga 1, 22), Esta puntualizacién de Pablo se refiere a los me- dios cristianos de Jerusalén, que, efectivamente, no habfa frecuen- tado después de su experiencia de Damasco. En consecuencia, es probable que Pablo hubiera asistido a las escuela superiores en Jerusalén con maestros de orientacién fari- sea. E] mismo confirma esta orientacién cuando dice, en relacién ccon su pasado como judfo, que era «fariseo en cuanto a la ley». El autor vuelve a proponer este autorretrato en un fragmento de la carta enviada a las Iglesias de Galacia: «Pues habéis ofdo hablar de mi conducta anterior en el judafsmo, cudn encarnizadamente perseguia a la iglesia de Dios para destruirla, y c6mo superaba en el judaismo a muchos compatriotas de mi generaci6n, aventajén- doles en el celo por las tradiciones de mis padres» (Ga 1, 13-14). Incluso admitiendo que Pablo se inspire para este texto en el cli- cché literario del «perseguidor» cambiado radicalmente por la gra- cia de Dios, debemos reconocer en sus afirmaciones un miicleo fi- dedigno desde el punto de vista hist6rico. Por lo demas, en el diglogo epistolar con los gélatas no tiene ningtin interés en inven- tar su pasado de judfo perseguidor encarnizado de la Iglesia. De hecho, afirma lo mismo en la ficha biogréfica de la Carta a los lipenses, donde dice: «en cuanto al celo, perseguidor de la Igle- sia», En el mismo contexto habla de su escrupulosa observancia de la ley (cf. Fip 3, 5-6). Este conjunto de datos nos permite reconstruir el iter formati- ‘Vo de Pablo en Jerusalén, Aunque sin llegar a formar parte de una 40 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO verdadera «asociacién» de fariseos, que se retinen con regularidad para las comidas en comin y para su formacién espiritual, Pablo asistia a las escuelas de los maestros de orientacién farisea que trabajaban en Jerusalén en los afios veinte y treinta de la era cris- tiana, En la Carta a los Galatas se presenta como zelorés, «celoso», en la observancia de la ley y de las tradiciones judias. Sin embar- ‘go, a pesar de esta designacién no se puede asimilar a Pablo con los seguidores del movimiento que se Ilaméa continuacién «zelo- tas». A buen seguro, su empefio en perseguir a los seguidores del ‘movimiento cristiano constituye un indicio de su rigida formacién judia y de su radicalismo en la observancia de la ley. La formaci6n_ farisea de Pablo y su «celo» por la ley nos ayudan a comprender algunos elementos centrales de su elaboraci6n cristiana posterior. Bastenos con pensar en el hecho de que en los medios fariseos se cultiva la esperanza mesidnica, se cree en la resurreccién de los ‘muertos y se propone un elevado ideal ético. Sin embargo, es so- bre todo el método de interpretacién de la Biblia, aprendido en las escuelas superiores judfas, lo que Pablo emplearé en su lectura cristiana de la Biblia, 7. Pablo y la cultura griega Si, por una parte, debemos reconocer que Pablo hunde sus raf- ces en el ambiente religioso cultural judfo, por otra, es incontesta- ble el hecho de que escribe sus cartas en griego y la mayoria de las veces cita la Biblia en la version griega de los «Setenta», usada en las sinagogas de la diéspora. Podemos pensar que en las grandes ciudades donde anunciaba el evangelio se hablaba en griego, que era la lengua de comunicacién en las regiones orientales del Impe~ rio romano. Su modo de escribir en griego es esponténeo, correcto y, en algunos casos, de una gran eficacia expresiva. Aunque la lengua materna de Pablo es el hebreo como él mismo declara —«judio hijo de judios»—, habfa aprendido el griego como segunda lengua no sélo en la escuela, sino en el marco de su primera for- ‘maci6n en la ciudad de Tarso. En la capital de Cilicia, en los inter- cambios comerciales, en Ia administracién y, como es obvio, en QUIEN ES PABLO? a las escuelas y en los cfrculos comerciales, se hablaba el griego como lengua corriente. Incluso en Jerusalén se pudo ejercitar Pablo en la lengua griega, porque la capital de la Judea era un centro de cultura internacional. En las sinagogas de Jerusalén, frecuentadas por los judfos de la didspora, se lefa la Biblia en griego. Y en la predicacién que seguia ala lectura, se recurria necesariamente a algunos instrumentos re- {6ricos, connaturales a la cultura expresada en esa lengua. Por otra parte, no podemos considerar la Judea, con la misma Jerusalén, como una isla impermeable a la cultura helenistica, como recientes studios han demostrado ampliamente ', Ahora bien, fue sobre todo en sus viajes por las ciudades de Grecia y por las provincias orientales del Imperio donde Pablo pudo asimilar la lengua y la cultura griegas. Las cartas de Pablo documentan su dominio de la lengua griega en su forma popular llamada koiné, «comtin», conocida también a través del hallazgo de papiros. Las interferen- cias entre la lengua hebrea o aramea y el griego del epistolario pau- fino se encuentran asimismo en la versién biblica de los «Setenta, Son singulares y propios, en cambio, los neologismos creados por Pablo para expresar su experiencia de fe cristiana, Un andlisis del léxico y del estilo de Pablo revela sus preferen- cias. Recurre al lenguaje y a las imagenes del ambiente urbano, de la actividad comercial, de la administracién, del debate procesal, de los juegos y de las competiciones deportivas. Pablo compara st estilo de vida como anunciador del evangelio, prototipo para to- dos los cristianos, con el del atleta. Apunta decidido a la meta del mismo modo que se corre en el estadio y se practica el pugilato, Pero no como el que da golpes en el vacfo. En pocas palabras, se Somete a un entrenamiento duro y continuo «no sea que, habiendo Proclamado a los demas, resulte yo mismo descalificado» (1 Co 9, 24-27), Pablo emplea también, de una manera andloga, la termi Nologfa militar para dar relieve al empefio de los creyentes, que deben revestirse «la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo |, Sobre todo esto, véase M. Henge, 1! Paolo precristiano (SB 100), Paci, Brescia 1998: Idem, £"*helenizazione” dela Giada nel primo secoo dC, Pade, Brescia 1993 2 INTRODUCCION A LA de la esperanza de salvacién» (1 Ts 5, 8). Elmismo est dispuesto, con las armas del poder de Dios, a «arrasar fortalezas... y cual- quier baluarte» (2 Co 10, 3.4). Si para estas imagenes y expresiones de cardcter militar se ins- pira Pablo en los textos de los Salmos y de los profetas bblicos, para la terminologfa juridica y administrativa echa mano del am- biente cultural del mundo grecorromano. Indica las distintas re- giones y localidades de su misién con la terminologia de la admi nistracién romana. Habla, efectivamente, de las regiones de Siria, Cilicia, Asia, Galacia, Macedonia, Acaya, Iifrico y Espafia, que ccorresponden a la divisién de las provinciasen el Imperio romano. ‘Cuando Pablo escribe a los cristianos de la colonia romana de Fili- pos les exhorta a comportarse como «ciudadanos» dignos del evangelio, a mantenerse firmes y a combatir unénimes por la fe. Les recuerda que su politeuma, «ciudadanta» o «madre patria>, esté en los cielos, de donde esperan como «salvador al Sefior Jesu- cristo» (Fip 1, 27; 3, 20). De la lectura de los escritos de Pablo se saca la impresién de que se mueve con desenvoltura en el medio cultural grecorromano, Asi se explica también la afinidad de algunos pasajes de Pablo con los modelos expresivos del debate, o diatriba, que usaban los maestros y propagandistas del estoicismo popular. La presencia de elementos Tetdricos en las cartas de Pablo no presupone que hiciera estudios paiticulares al respecto, porque la formacién basica en el mundo gre corromano incluia los ejercicios de ret6rica. Fl préstamo de vocablos © expresiones emparentados con la antropologfa platénica tampoco presupone una particular formacicn filos6fice. Confirma todo esto el hecho de que las citas de autores griegos profanos en las cartas de Pablo sean raras y aparezcan en una forma alusiva (1 Co 15, 33). EL apéstol depende més, en este aspecto, de una cultura clésica general ‘que del empleo de fuentes literarias. Las alusiones a los cultos misté- ricos 0 a las précticas religiosas del medio griego también estén en funcién del didlogo que Pablo mantiene con sus cristianos, que viven cenun determinado marco religioso y cultural. Lo mismo cumple de- cir del empleo de algunos términos o expresiones que recuerdan el Universo religioso cultural de la «gnosis». Pablo vive, por consi- a guiente, y actia en el marco de la cultura grecorromana cosmopoli ~ tacdel siglo I. Pero la asimila y la integra con la que tiene sus raices enel ambiente biblico y judaico, Pablo es un judo, nacido en una ciudad rica y culta de la dids- pora, educado y formado en las escuelas superiores de Jerusalén, abierto a la cultura grecorromana, estimulado y templado por las, experiencias de viajes y contactos frecuentes con las grandes ciu- dades del Imperio romano. Por su formacién cultural podemos considerarlo como un intelectual de cultura media-alta, que no s6lo es capaz de expresarse bien en griego, sino que lo escribe de manera corriente y con un bello estilo. Sin embargo, tiene otra imagen de sf mismo. En efecto, se considera «un profano en el arte del hablar» respecto a otros predicadores que con su arte ret6- rica encantan a los cristianos de Corinto (2 Co 11, 6). Pablo tiene ciertas reservas respecto al uso de la ret6rica y de la cultura profa- nna en general cuando se trata de anunciar el evangelio. Prefiere presentarse ante sus interlocutores de una manera humilde y dis- creta, a fin de que su adhesién de fe esté arraigada en la accién de Dios o en el poder del Espfritu (1 Co 2, 1-5; 2 Co 10, 1.9). De su metodologia misionera forma parte también su opcién por mantenerse con su propio trabajo, sin depender de las comuni dades cristianas o hacer pesar sobre ellas su papel de apéstol. Fue ‘madurando esta decisién desde su primera actividad misionera en las provincias de Macedonia y de Acaya. En la primera carta en- viada en los comienzos de los afios cincuenta a la Iglesia de Tesa- nica desde Corinto explicita los motivos que se encuentran en la base de su renuncia al derecho de hacerse mantener como apéstol Por la comunidad cristiana local. En primer lugar, como procla- ‘mador del evangelio de Dios, no quiere que le confundan con los ropagandistas de nuevas religiones y corrientes filosGficas que se encuentran en las calles y en las plazas de las ciudades del mundo grecorromano. Sélo de este modo puede disipar la sospecha de que proclama el evangelio de Jesucristo por codicia de dinero © 4 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO para explotar la credulidad de la gente. En segundo lugar, Pablo establece con sus cristianos una relacién basada en el modelo de las relaciones parentales. En nombre del grupo de los misioneros fundadores de la comunidad cristiana de Tesalénica escribe: «Nos ‘mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con ca- riffo de sus hijos. Tanto os querfamos, que estébamos dispuestos a daros no s6lo el Evangelio de Dios, sino nuestras propias vidas. jHabéis Hegado a sernos entrafiables!» (1 Ts 2, 7-8). En la misma carta compara Pablo su trabajo de formacién de la comunidad cristiana con la relacién educativa de un padre con sus propios hi- jos. A los cristianos de Corinto les recuerda que, en Ia relacién en- tre padres e hijos, son los primeros los que deben proveer a las ne- cesidades de los segundos y no al revés, precisando: «No busco ‘Yuestras cosas sino a vosotros» (2 Co 12, 14). La decisién de anunciar gratuitamente el evangelio y no recibir compensaciones por su trabajo pastoral en las comunidades cris- tianas plantea a Pablo el problema de la financiacién de sus viajes y de su sustento cotidiano. Se podria pensar también que, tras Ia experiencia de Damasco, invirtis su patrimonio familiar para sos- tener la actividad misionera. En efecto, la familia de la que proce- dia Pablo debfa gozar de una buena posicién social y econémica para poder transmitirle el derecho de la ciudadanfa romana, Esta ‘condicién de su familia de procedencia permitié a Pablo, no s6lo estudiar en Jerusalén, sino también viajar antes de su «conver- sin, Sin embargo, tras su paso al movimiento cristiano, no es se- ‘guro que Pablo pudiera disponer de los bieres familiares. Lo que dice de las privaciones de todo tipo, incluso alimentarias, asocia- das a sus viajes misioneros deja comprender que no disponia de bienes personales. Con todo, la familia proporcion6 a Pablo la posibilidad de ga- rantizarle un m{nimo vital mediante su propio trabajo manual. Su padre, junto con la primera formacién religiosa, le enseiié también un oficio manual. Pablo dice simplemente en sus cartas que traba- ja con sus propias manos. Se trata de un trabajo no demasiado ren- table, porque le obliga a fatigarse a fin de prover a su manteni- miento (1 Co 4, 12). Pablo advierte asimismo el aspecto poco QUIEN ES PABLO? 45 prestigioso de esta actividad manual, despreciada en los medios ‘grecorromanos. Sus cristianos lo saben, porque Ie han visto traba- ~ jar incluso de noche para no suponerles una carga (1 Ts 2, 9). Gra- cias 2 las informaciones que nos suministra el autor de los Hechos podemos precisar el tipo de trabajo manual desarrollado por Pablo. También Lucas sabe que Pablo desarrollé su actividad mi- sionera y pastoral de un modo completamente desinteresado y gratuito. En efecto, en el discurso de despedida pronunciado en Miileto ante los presbiteros de Efeso, lo presenta como un ejemplo ideal para los responsables de las Iglesias de Asia: «Vosotros sa- __béis que estas manos proveyeron a mis necesidades y a las de mis compafieros» (Heh 20, 34). Los lectores de los Hechos de los apéstoles saben que, al comienzo de la misién en Corinto, Pablo encontré trabajo y hospitalidad en casa de la pareja formada por Aquila y Priscila, que habfan legado poco antes de Italia. El autor de los Hechos precisa en este caso que ejercfan el mismo oficio que Pablo: «como era del mismo oficio (techné), se quedé a traba- jar en su casa. El oficio de ellos era fabricadores de tiendas (ske- nopoiot)» (Heh 18, 3). Estas escuetas informaciones lucanas no permiten comprender ‘en qué consistfa el trabajo de Pablo. La expresién «fabricadores de tiendas» puede implicar diferentes tipos de trabajo: preparar el ma- terial que sirve para las tiendas o montarlas. :De qué material se tra- ta? {De pieles de cuero, de tejido de lino o de otro material? Dado {que Pablo era originario de Cilicia, se piensa que habia aprendido a {ejer ese pafio basto conocido con el nombre de cilicium hecho de pelos de cabra. Lo que se deduce del texto de Hechos, comparado con el testimonio del epistolario paulino, es que Pablo realiza un trabajo de tipo artesanal. Desde esta perspectiva, su trabajo no es muy diferente del que hizo durante treinta afios Jestis de Nazaret, al ue ahora reconoce y proclama como «mi Seftor 9. Constitucién fisica Quien lee las cartas de Pablo para captar su mensaje teol6gico ¥ espiritual tiene la impresiGn de encontrarse ante un predicador 46 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO apasionado e incansable del evangelio de Jesucristo, que no tolera componendas ni medias tintas. Algunas tomas de posicién de Pa- blo contra las «obras de Ia carne» pueden confirmar la imagen de una persona completamente absorbida por sus preocupaciones es- pirituales, extrafia a los intereses humanos vitales e inmediatos. En efecto, el apdstol, empleando el estilo de los textos apocalipti- cos, habla de sus experiencias extéticas en estos términos: «Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce afios -si en el cuerpo 0 fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe fue arrebatado hasta el ter~ cer cielo, ¥ sé que este hombre ~en el cuerpo o fuera del cuerpo 1no lo s6, Dios lo sabe~ fue arrebatado al paraiso y oy6 palabras, inefables que el hombre no puede pronunciar» (2 Co 12, 2-4). Frente a estas expresiones es legitimo preguntarse: ;cudl era la constitucién psico-fisica de Pablo? ;Era un hombre normal? Cémo era su salud? Para hacemos una idea de la condicion psiquica y fisica de Pa- blo debemos tener en cuenta su intensa actividad misionera y pas- toral, al menos la que podemos reconstruiren parte sobre la base de su epistolario auténtico y de las tradiciones conservadas en las, otras cartas y en los Hechos de los apéstoles. Se calcula que Pablo recotrié en sus viajes, a lo largo de unos quince afios, casi diez mil kil6metros, pasando de la meseta anat6lica de mil metros de alti- tud a las costas del Egeo, en las regiones de Asia, de Macedonia y de Grecia, Por lo general, se trata de viajes hechos por tierra a pie © alguilando alguna caballerfa cuando se presenta la ocasién de asociarse a las caravanas de mercaderes a lo largo de las grandes vias militares y comerciales del Imperio romano. Mas rapido y ‘menos fatigoso era el viaje por mar en las naves mercantiles que se trasladaban de una localidad a otra al abrigo de las costas. Pero cxistia siempre el riesgo de alguna tempestad imprevista que po- nf en peligro la vida de los navegantes. El mismo Pablo enumera ‘sus «peripecias» de apéstol, algo que él considera como las «cre- denciales» del auténtico «siervo» de Jesucristo. A este modo de hablar lo califica de discurso «loco», porque, paradéjicamente, convierte estos fracasos y estas miserias de la vida en un motivo para «gloriarse» (2 Co 11, 22-33), En efecto, afirma: «Ya que tan- _ QUIEN ES PABLO? 4a tos otros se glorfan segtin la care, también yo me voy a gloriar», co-religioso: judfo, israelita y de Ia estirpe de Abrahan, A conti- nuaci6n, pasa revista a veinticuatro situaciones y experiencias que ‘comparaciGn con otros que se glorfan de este titulo por sus presta- nes apostélicas, Pablo puede exhibir las pruebas que le califi- ‘can como «mucho més» siervo de Cristo: |. «Mis en trabajos; 2, més.en cérceles; 3. muchfsimo més en azotes; 4, en peligros de muerte, muchas veces. 5. Cinco veces recibi de los judios los cuarenta azotes menos uno. 6. Tres veces fui azotado con varas; 7. una vez lapidado; 8. tres veces naufragué, 9. un dia y una noche pasé en alta mar, “10. Viajes frecuentes; 1, peligros de rios; 12. peligros de salteadores; 13, peligros de los de mi raza; 14, peligros de los gentiles; 15. peligros en ciudad; 16, peligros en despoblado; 17. peligros por mar; 18. peligros entre falsos hermanos; 19. trabajos 20. y fatigas; 21. noches sin dormir, muchas veces; 22. hamire 23. y sed; 24, muchos dias sin comer; 25. fio 26. y desnudez, 48 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO yuIEN ES PABLO? 9 Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupa- cidn por todas las Iglesias. Quién desfallece sin que desfallezca yo? {Quién sufre escéndalo sin que yo me abrase? (2 Co 11, 23- 29), Al final y como cima de su discurso «loco», en el que la debi- lidad se convierte, paradéjicamente, en ocasién de gloriarse, men- cciona la desventura de Damasco, cuando se vio obligado a huir de la ciudad por la noche, como un ladrén, haciéndose bajar por la ‘muralla dentro de una cesta (2 Co 11, 30-33). Més alld del estilo ret6rico de la «enumeracién>, invadida de un cierto pathos, este autorretrato de Pablo es fidedigno porque tiene una confirmacién en el relato lucano de los Hechos de los apéstoles, que no depen- den del epistolario paulino. La tradicién paulina conservada en las cartas pastorales refleja también una imagen del apéstol Pablo, que se enfrenta con una fuerza excepcional a diferentes incomodi- dades y pruebas. El apéstol, dirigiéndose a su fiel discipulo Timo- teo, escribe lo siguiente en la segunda carta que le dirigié: «Ti, en. cambio, me has seguido asiduamente [...] en mis persecuciones y sufrimientos, como los que soporté en Antiogu‘a, en Iconio, en Listra. ;Qué persecuciones hube de suftir!» (2Tm 3, 10.11). Hay otros pasajes diseminados en el epistolario de Pablo que ‘completan y confirman esta imagen. En estos textos no se preocu- pade hablar de sf mismo, sino que pretende proponerse a sus cris- tianos como ejemplo de adhesién a Jesucristo, Pablo, en su condi- cién actual de apéstol que se enfrenta a fatigas y pruebas por el cevangelio, est convencido de haberse configurado con la pasién yy muerte de Jestis crucificado. Ahora bien, al mismo tiempo expe- rimenta el poder de Dios, que ha resucitado a Jestis de entre los muertos. Desde este punto de vista, el incidente que le acaecié en Efeso, donde corrié el peligro de ser condenado a muerte, le sitda ante la perspectiva que inspira su estilo de vida (2 Co 1, 8-11). Esto es lo que escribe a los cristianos de Corinto: «Pero llevamos este fesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuer- za tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros» (2 Co 4, 7). El ‘«tesoro» es la llamada y el don espiritual que te habilita para anunciar el evangelio. El «tecipiente de barro» es la condicién fra- ail del ser humano, amasado del barro como el Adan primordial, 0 vivificado por el Espiritu de Dios. Con su experiencia de péstol al servicio del evangelio, Pablo ejemplifica la paradoja de “ {el apéstol de Jesucristo y del siervo de Dios. A pesar de la interpre- tacién espiritual que da de sus «pruebas y tribulaciones» no se puede 50 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO decir que haya inventado de arriba abajo el cliché del apéstol atribu- lado y perseguido. Pablo puede apelar de hecho a la experiencia de sus lectores cristianos que, tanto en Corinto como en otros lugares, conocen su estilo de vida y las condiciones en las que trabaja. Resu- miendo, basdndonos en los testimonios autobiograficos, Pablo apa- rece como una persona dotada de una robusta constitucién fisica y de una s6tida estructura psiquica, capaz. de afrontar las fatigas y las molestias de una vida comprometida y laboriosa. 10. El (Fip 3, 2). En el texto Briego dictado por Pablo «los que se hacen circuncidar» estén asi- milados a los «castrados» 0 mutilados. Con la misma dureza y sin medias tintas interviene Pablo en las Iglesias de Galacia para denunciar a los que han puesto en cri- ;Ojalé que se mutilaran los que os perturban!» (Ga 5, 12). Inter- “pela con tonos vivos a los cristianos de Galacia y recuerda la cor- ale intensa relacién que se establecié entre ellos. Con la venida " de los nuevos predicadores tiene la impresiGn de haber sido de- dado en su afecto y se desthosn de este modo: «Bien esta ser "dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros, Quisiera hallarme ahora en medio de vosottos para poder acomodar el tono “de mi voz, pues no sé cémo habérmelas con vosotros» (Ga 4, 18- 20). En sus relaciones con la Iglesia de Corinto cita Pablo tam- “din, en distintas ocasiones, el modelo «parental» para declarar su “sincero e intenso amor a los cristianos de aquella comunidad. Los " misioneros venidos de fuera con cartas de presentacién pretenden que la comunidad los mantenga e insingan la sospecha de que Pa- blo no se hace pagar porque no se fia de los corintios y desdefia su hospitalidad. Pablo reafirma su decisién de anunciar gratuitamen- - Corinto. ¥ les interpela de este modo: «Por qué? {Por qué no os _ amo? ;Dios lo sabel» (2 Co 11,11). Sin embargo a pesar de las cen los padres con sus hijos: «Por mi parte, muy gustosamente ~ gastaré y me'desgastaré por vuestras almas. Amandoos més ,seré yo menos amado?» (2 Co 12, 15). Al recorrer las cartas de san Pablo nos damos cuenta de que el apéstol es radical y totalitario en sus sentimientos. Pablo es padre, madre, esposo, amigo, hermano respecto a sus comunidades. En algunos casos se advierte la tendencia a una relacién superprotec- tora y posesiva, Esta relacién ambivalente tal vez explique la ra- 26n de que Pablo se muestre unas veces tierno, afectuoso, humil- de y bien dispuesto para con sus cristianos, e igualmente duro, polémico, agresivo hasta el sarcasmo y el insulto con todos los {que se oponen a su método misionero y pastoral. Aun teniendo en cuenta el clické literario de la «polémica» o de la «diatriban, debe- 'URA DE SAN PABLO INTRODUCCION A LA LE ‘mos admitir que Pablo demuestra una cierta dosis de intolerancia que contrasta con lo que propone a sus cristianos: «No te dejes ven- cer por el mal antes bien, vence al mal con el bien» (Rm 12, 21). {Debemos concluir, entonces, que Pablo tiene una personali- dad contradictoria? Preferirfamos llamarla compleja. Como esté dotado de una inteligencia vivaz y pronta, no s6lo analitica y espe- culativa, sino también sintética y préctica, es capaz de hacer frente de una manera perspicaz y aguda a los puntos cruciales de los pro- blemas, Basta con pensar no sélo en la fuerza argumentativa de al- ‘gunas paginas de las cartas a los.Galatas y a los Romanos, sino también en la habilidad con que sabe organizar la colecta de fon- dos para los pobres de Jerusalén, Aunque él es quien ha ideado y promovido esta iniciativa dotada de consecuencia eclesiales y ecuménicas, quiere que sean los delegados de las Iglesias quienes hagan llegar la colecta a su destino, Pablo es el primer te6rico sis- temético del cristianismo naciente, pero también un formidable organizador de la misiGn cristiana y de la vida de las pequefias co- munidades que una red de colaboradores mantiene unidas. Otro aspecto de la personalidad de Pablo que merece ser tenido en consideracién a fin de comprender su mensaje es su profunda humanidad. Ciertas expresiones del epistolario paulino pueden dar la impresi6n de que el ap6stol es un hombre dividido entre el espiritu y la carne, entre las aspiraciones religiosas y las pulsiones humanas. Sin embargo, si llevamos a cabo un andlisis mas deteni- do, se constata que Pablo es una persona integrada y arménica desde el punto de vista humano, Habla sia censura de sus senti mmientos profundos, de sus emociones, de sus sufrimientos fisicos espirituales. Con igual espontaneidad habla de su cuerpo, de su coraz6n, de su espiritu y de su conciencia. En una palabra, Pablo demuestra que tiene una buena integracién psico-somstica?, Re- 2, Podemos obtener una confirmacion de esto realizado algunos sondeos en el IExico ntopol6icoy psicoldgico presente en el epstolazo palin De iat 157 apariciones del tt- ino kardia, ceorazén, en el Nuevo Testament, proximdamente un trio se encuentra ens carts de Pablo (52 veoss). Delas 11 veces que se enles elt de mati bia splgchna, wviscerase, 8 esnen ls carts de Pablo pra expres sus elaciones con os rs- tians, La investigacién sobre el léxico del amor proporcna resultados idénticns: verbo ES PABLO? cl = con una exuberancia que no se deja circunscribir en modelos pre- " constituidos. En esta personalidad vigorosa y abigarrada se inserta Ia experiencia religiosa del encuentro con Jesucristo resucitado en yamasco, que cambi6 y orienté de un modo radicalmente nuevo as sus energias. Un ejemplo de esta integracién entre el amor a fess, a quien Pablo llama «Cristo» y «mi Sefior», y los cristianos ~ dela Iglesia de Filipos, es la declaracién dictada desde la carcel: | Pues testigo me es Dios de cuanto os quiero a todos vosotros en " elafecto entrafiable de Cristo Jesis» (Flp 1, 8). Pablo suscita con | su fuerte personalidad reacciones contrapuestas: adhesién y entu- {Conservaron los cristianos que se encontraron con Pablo y re~ ogieron sus cartas algtin recuerdo de su rostro? En particulay, sus ‘olaboradores y amigos més fntimos, que vivieron con el apéstol " ¥continuaron su obra como Timoteo y Tito, ;dejaron alguna hue- lla de su aspecto fisico? El autor de los Hechos de los apéstoles re- _ Construyé de un modo sugestivo la escena de la despedida de Pa- _ blo de los presbiteros de Asia convocados en Mileto. En un determinado momento pone en boca de Pablo estas palabras: «Y ahora yo sé que ya no volveréis a ver mi rostro ninguno de voso- + agapin, cama, dels 143 veces que aparece en el NT 34 penenscen a Palo el sustantvo ‘én, wamoro, de as 116 que aparece en el NT, 75 pertenecena Pablo; el vocab char, ‘legran, se encuentra 59 veces en el NT de ells 24en Pablo; el verbo eucharisten, eat {saci aparoe 38 veces nel NT, y 24 coresponden al pista palino. El verbo phro- en, sentir, aparece 26 vees en el NT, y 23 de elas extn en Pablo; e voeablo «consola- ne aparece 26 veces en el NT, 20 ela cuales esinen Pablo; «mansedumire> aparece 11 ‘veces enel NT, y 8 estn en Pablo. Pdriamos proseguir cone andlisis de los txmines que iran ene earposeméntco del adolor,esulrimienton, riblacino,strstezt, donde se ‘onsata normalment que la mia de las ves que eparecen en el NT estén concentra en Lepstolaro paalino. 58 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO tros, entre quienes pasé predicando el Reino» (Hch 20, 25). Al fi. nal, cuando Pablo se arrodilla y reza, todos estallan en Ianto, se le echan al cuello y le besan «afligidos sobre todo por lo que habfa dicho: que ya no volverian a ver su rostro> (Hch 20, 36-38). «Ver cl rostro» de una persona es el encuentro inmediato, el que Pablo desea tener a menudo con sus cristianos. Sus cartas son una espe- ccie de prolongacién o sustitucién de su «rostro». {Cémo era el rostro de Pablo? {Cémo era su aspecto fisico? En Ja Segunda carta a los Corintios aparece una frase que circula sobre él: «las cartas son severas y fuertes, mientras que la presen- cia del cuerpo es pobre y la palabra despreciable» (2 Co 10, 10). Aunque la difundieran sus adversarios, esta imagen de Pablo no pudo ser del todo inventada. E no niega el hecho de que sea «dé- Dil» desde el punto de vista fisico o exterior. Sfreivindica, en cam- bio, una fuerza y autoridad espiritual. Precisamente este contraste centre su aspecto fisico despreciable o pobre y la fascinacién espi- ritual de Pablo aparece en el tinico retrato referido en los Hechos de Pablo y Tecla, un texto ap6crifo del siglo Tl. Onesiforo, un cris- tiano de Iconio, sale al encuentro de Pablo por la via regia que va de Efeso a Listra. Observa atentamente a los que pasan para reco- nocer a Pablo. En efecto, no le conoce «fisicamente, sino sélo des- deel punto de vista espiritual». Finalmente, divisa a Pablo y le re- conoce apoyéndose en la descripcién que le habfa hecho Tito: «chombre de baja estatura, calvo, piernas arqueadas, fuerte, de ce- jas muy pobladas y juntas y nariz. un tanto aguilefia, lleno de gra- cia; a veces parecia hombre, pero otras veces su rostro era de un Angel» (Hechos de Pablo y Tecla, 2-3). En este retrato de Pablo confluyen diversos elementos. La «baja estatura» atribuida a Pablo es el eco del texto de 2 Co 10, 10, donde se habla de su aspecto fisico despreciable. La referencia a su calvicie podria ser una interpretaci6n un tanto curiosa, por no decir contradictoria con el hecho de que Pablo se rap6 el pelo para ‘cumplir el voto del nazirato (Hich 18, 18). Otros elementos del re- trato apécrifo de Pablo han sido tomados del modelo tradicional de los fil6sofos y personajes ilustres. Las «piernas arqueadas» y las «cejas muy pobladas» eran los rasgos fisicos distimtivos atri- BS PABLO? 9 imismo a Sécrates y Augusto. Algunos s stn tomados del estereotipo del hombre del Oriente Pré- ‘Sea como fuere, hacia el siglo IV se impone la imagen de 10 que inspira la iconografia posterior: cabeza abundantemente salva, cabellos negros ralos sobre las sienes; nariz aguilefa, barba bien larga y puntiaguda; rostro en forma de pera invertida con a gruesa, mejillas hundidas y ment6n sutil. Beiles Lettres), Desclée de Brouwer, Paris 1986; Liidemann G., aulus und Judentum (TEXH 215), Kaiser, Munich 1983; Meeks W. eristiani dei primi secoli. Hl mondo sociale dell apostoto Paolo, il Mu- 9, Bolonia 1992 (edicién espaftola: Las primeros cristianos urbanos. legge e il popolo giudaico (SB 86), Paideia, Brescia 1989; Vesco, J. In viaggio con San Paolo, Citta e regioni del Mediterraneo nella sto- a enell archeologia, Morcelliana, Brescia 1974, Il. PABLO CRISTIANO Pablo tuvo una experiencia espiritual que cambié profunda- te su vida, su modo de pensar y sus opciones existenciales. Si experiencia se puede llamar «conversién» es algo que depende significado que demos a este término en la fenomenologia reli- iosa. Pablo no recurre nunca en sus cartas al léxico de la conver- Jesucristo, que ha entrado en una nueva relacién 0 «conoci- 10» con Cristo Jests, a quien llama «ni Seftor». “A pesar de estas afirmaciones paulinas, la «conversion de san Pa- forma parte ahora del lenguaje y de la iconograffa tradicionales. se modelo del apéstol Pablo se impuso de un modo bastante répido, desde la segunda y tercera generacién cristiana est presente n los medios que han conservado su recuerdo. El perseguidor en- izado de Jesucristo es el anunciador de su evangelio, De este se puede presentar a Pablo a los cristianos como prototipo de Ra 1 51 Co aphorisménos eis ae Theod, «escogido para el gelio de Dios». Dios llama a Pablo separandole y orientando vida al evangelio. El ha pensado y proyectado toda la existen- a de Pablo. En este sentido hemos de entender las expresiones es (Ga 1, 15-17). __Eneste texto resalta la iniciativa libre y eficaz. de Dios en favor de Pablo. Dios es quien le «separ6», aphorisas, y «llam6», kalé- sas, de un modo completamente gratuito, como eligié y Hamé a ico recuerda Jeremfas su «llamada» profética mediante unas labras que le dirigié el Sefior: «Antes de haberte formado yo en | ¢l Vientre, te conocfa, y antes que nacieses, te tenfa consagrado | (hagidzein): yo profeta de las naciones te constitui> (Jr 1, 5). El 4siervo del Sefior» afirma con unas expresiones similares su in- _ yestidura profética: «EI Sefior desde el seno materno me Ilamé; | desde las entrafias de mi madre recordé mi nombre» (Is 49, 1). De _ bien revelar en mi a su Hijo» (Ga 1, 15-16). La terminologta de la ___ auténti- co y legitimo, nos suministra algunos elementos para precisarla, La primera vez alude a ella en el marco del debate sobre el «derecho» del apéstol a hacerse mantener por las comunidades evangelizadas. Siguiendo el estilo del «debate» piiblico, Peblo interpela a los corin- tios con una serie de preguntas: «;No soy yo libre? {No soy yo apéstol? ;Acaso no he visto yo a Jest, Seiior nuestro?» (1 Co9, 1). En la continuacién de la «apologia» de su decisién de renunciar ‘aeste derecho para no poner obstéculos al evangelio, Pablo declara: « y se vio obligado a «hablar» (cfr. Jr 20, 7-9). Dicho de modo, Pablo es apéstol, no por propia decisién, sino porque se oimpuso Dios, que entré de manera prepotente en su vida. Pablo habla atin de esta accidn extraordinaria de Dios al final de Jamisma carta, donde resume en cuatro proposiciones el contenido "esencial del evangelio que anuncié en Corinto desde la primera mi gn en las tierras de Acaya. Afirma, a su vez, que recibi este evan- © gelio al comienzo de su experiencia cristiana. He aquf en pocas pa- “fabras Jo que recibié y transmitié: «que Cristo murié por nuestros “pecados, segtin las Escrituras; que fue sepultado, y que resucit6 al rerver dia, segiin las Escrituras; que se apareci6 a Cefas y luego a los Doce» (1 Co 15, 3-5). Estas cuatro frases, puestas una junto a la otra, alestilo de los textos populares y de la prosa hebrea, constituyen el © eco de la primera formulaci6n del anuncio cristiano en medios ju- Aeocristianos. La denominacién aramea de «Cefas», dada al repre- " sentante de los «doce», es un indicio del origen areaico de la tradi- ‘cin referida en griego por Pablo. Sin embargo, lo més interesante _ es el afladido de Pablo a este mticleo de la tradicién, Prolonga, en “efecto, la lista de los testigos a los que se «aparecié» Cristo resucita- dol tercer dia de su muerte y su sepultura: «después se aparecié a ts de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavia la mayor parte viven y otros murieron. Luego se aparecié a Santiago; mas tarde, a todos los apdstoles. Y en iiltimo término se me aparecié {también a mf, que soy como un aborto» (1 Co 15, 6-8). Pablo se introduce en la lista de los destinatarios de las apari- fa precisa de las diferentes experiencias pascuales. En cualquier , parece que Pablo se considera como el ditimo de la cadena de los testigos autorizados de la experiencia de encuentro con el __ Cristo resucitado, Menciona su experiencia como la tercera de las apariciones individuales tras la de Cefas y Santiago, diferentes a Su vez de las que tuvieron tres grupos diferentes: los «doce», a por Jesucristo El acontecimiento de Damasco es el encuentro de Pablo con Iesucristo resucitado, Sin embargo, esto no nos ayuda atin a captar Jo que constituye el elemento distintivo y tipico de su experiencia cristiana. Aunque Pablo dice que ha vistoa Jestis, el Sefior, no se pone en el mismo plano que el grupo de los «doce» que depende de Cefas. Pablo no pertenece, en efecto, al grupo de los discfpulos hist6ricos de Jests, elegidos por él para representar a los doce pa- triarcas en los que se basa Israel, el pueblo de Dios. Pero tampoco 6 considera que se encuentra a un nivel diferente respecto a Santia- Joy alos «otros apéstoles», que, en virtud de su encuentro con sucristo resucitado, estn habilitados para anunciar el evangelio “con autoridad. El caso de Pablo es tinico y excepcional, porque ‘antes de encontrar a Jestis resucitado fue un perseguidor de la iglesia de Dios. Este hecho se recuerda con acentos casi iguales en © dos textos de la Carta a los Gaélatas y en la Primera carta a los Co- = rintios, donde Pablo evoca de nuevo la experiencia de la «revela- idn» de Jesuctisto, de la «llamada» de Dios y de la «aparicién» = de Cristo resucitado (Ga 1, 12-14; 1 Co 15, 9). | Lacondici6n de Pablo como perseguidor de la Iglesia pone de _ relieve de una manera impresionante e inexplicable desde el punto de vista humano la gratuidad y eficacia radical de la accién de "Dios. Pablo mismo lo dice de un modo explicito en la Primera car- __ {aa los Corintios: «Pues yo soy el sitimo de los apéstoles: indigno del nombre de apSstol, por haber perseguido a la iglesia de Dios. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy» (1 Co 15, 9-10a). En el | texto de la Carta a los Gélatas se pone en relacién el compromiso de Pablo, encarnizado perseguidor de la Iglesia de Dios, con su _ militancia judia y con el excepcional celo que muestra a la hora de _sostener las tradiciones de los padres. S6lo una intervenci6n extra ___otdinaria de Dios pudo cambiar su orientaci6n espiritual. Pablo lo deja intuir en una frase colocada como conclusién de una amplia _ exposicién sobre la diakonta, «servicio», de la nueva alianza en la _ Segunda carta a los Corintios: «Pues el mismo Dios que dijo: Del _ Seno de las tinieblas brille 1a luz, la ha hecho brillar en nuestros Corazones, para iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios que esté en la faz de Cristo» (2 Co 4.6), Pablo habla algunos Tenglones antes de su tarea de proclamador del evangelio. Este es 1 «servicio» que le ha concedido la misericordia de Dios para ha- Cer resplandecer ante todos los hombres la luz del «glorioso Evan- _ Belio de Cristo, que es imagen de Dios» (2 Co 4, 1-4), Pablo se da Cuenta, en efecto, de que Dios le «asocia siempre a su triunfo en Cristo, para difundir en todas partes el olor de su conocimiento», Que decide sobre el destino salvifico de los hombres (2 Co 2, 14 16). Ningiin hombre, dice Pablo, est4en condiciones de asumir esta 68 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO tarea. S6lo Dios habilita a los anunciadores del evangelio como «servidores de una nueva alianza>, la del Espiritu que da la vida a los creyentes, contrapuesta a la alianza de la «letra» o de la ley mo- saica, que condena a muerte a sus transgresores (2 Co 3, 5-6). En consecuencia, Pablo se da cuenta de que la fuerza para anun- ciar el evangelio de Cristo se remonta a una intervencién de Dios, que corresponde al poder de su acto creador. El le ha iluminado, efectivamente, por dentro con aquella luz.divina que se refleja en el rostro de Jestis, imagen de Dios. Por consiguiente, la proclamacién del evangelio que Pablo lleva a cabo no es otra cosa que un reflejo de a iluminacién que le transformé radicalmente al principio. En efecto, Pablo no puede hablar de sf mismo, sino s6lo anunciar al Sefior Jesucristo (2 Co 4, 5). Con las imégenes de la iluminacién y de la irradiacién de la gloria de Dios creador legamos al nticleo profundo de la experiencia espiritual de Pablo, que ha descubierto en Jesucristo el reflejo visible y humano de la realidad de Dios. Pa- blo no esta en condiciones de decir mas sobre la experiencia de su encuentro con Jesucristo resucitado, aunque habla de ella con otras imagenes y expresiones, tal como hace en el fragmento autobiogré- fico de la Carta a los Filipenses (Fip 3, 3-14). ‘Si mira su pasado de judo observante y estimado, Pablo no tiene nada que reprocharse, ni desde e! punto de vista religioso, ni desde el moral. El tinico punto que se le presenta como una zona de sobra es el hecho de haber sido «perseguidor de la Iglesia». Ahora bien, también esto es una confirmacién de su celo en la préctica del ju- dafsmo. Sin embargo, ahora lo ve todo bajo otra luz: «Pero lo que era para mi ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y ‘més atin: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conoci- ‘miento de Cristo Jestis, mi Seftor, por quien perdi todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo» (Fp 3, 12). El criterio que define el nuevo sistema de valores humanos, re- ligiosos y éticos de Pablo es su relacién intima con «Cristo Jestis, mi Sefior». No sélo el pasado de Pablo queda modificado por el encuentro con Jesucristo, sino también su futuro, Pablo tiene con- ciencia del giro radical que le ha hecho salir del universo religioso centrado en la observancia de la ley. Ahora vive su relacién con ios sobre la base de la fe en Cristo, que le abre el futuro de la re- " surrecci6n como victoria plena sobre la muerte. Para expresar esta esperanza del nuevo futuro basada en la plena comunién con Cris- to resucitado, Pablo recurre a la imagen del atleta que ha comen- = zado la carrera y sélo piensa en la meta: «No que lo tenga ya con- seguido o que sea ya perfecto, sino que contindo mi carrera para _alcanzarlo, como Cristo Jestis me alcanz6 a mf» (Flp 3, 12). _ Cuando Pablo escribe estas Iineas desde la carcel de Efeso est | seguro de que ahora ya nada podra separarle de Jesucristo, Pero sabe que esta aventura comenz6 el dia en que Jesucristo entré en su vida y le «conquist6». E] apéstol subraya una vez mas el hecho "de que la iniciativa de Dios y de Jesucristo cambié decididamente 4. El «perseguidor convertido» © No cabe duda de que la experiencia de Damasco marc6 un giro _titico en la historia humana y religiosa de Pablo, ;Es adecuado hablar en este punto de «conversién» en el caso de Pablo? {Es Pa- blo un «converso?» Todo depende del sentido que demos a este término, No podemos llamar a Pablo «converso» en sentido mo- fal. El mismo afirma, efectivamente, que su conducta precedente ‘especto a Jesucristo resucitado era «irreprensible en cuanto a la __lusticia que deriva de la observancia de la ley» (Flp 3, 6). En con- __ Secuencia, Pablo no tiene conciencia de ser un converso desde el ‘Punto de vista ético o moral, si con estos términos nos referimos a ~ la observancia de los mandamientos. Sin embargo, sf tiene con- Ciencia de haber cambiado radicalmente desde el punto de vista _Teligioso, en el sentido de que el centro de gravedad de su univer- _ 80 espiritual ya no lo constituye la observancia de la ley y de las __ttadiciones de los padres, sino su nueva relacién con el Sefior Je- ~ Stcristo. La sefial més impresionante de este cambio, desde el unto de vista exterior, es su paso de perseguidor a apdstol. En co- exién con su dramético y profundo cambio espiritual, el apéstol habla repetidamente de este hecho en los fragmentos autobiogréfi- 008 de sus cartas cuando vuelve a evocar las experiencia de Da- INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO masco 0 su encuentro con Jesucristo resucitado, Una nota breve del primer capitulo de la Carta a los Gélatas nos informa de que la imagen del cambio de Pablo, de «perseguidor» de la Iglesia a «canunciador» del evangelio, esté ya presente en forma embriona- ria en los primeros afos que siguieron al acontecimiento de Da- ‘masco. La Iglesias de Judea que estan en Cristo, dice Pablo, no le conocen personalmente, pero han ofdo decir: «El que antes nos persegufa ahora anuncia la buena nueva dea fe que entonces que- rfa destruir» (Ga 1, 23). En consecuencia, la razén de ese cambio se encuentra en el acontecimiento de Damasco. Con todo, también en este aspecto debemos usar con cierta re- serva el término «conversi6n». Antes que nada es significative que Pablo no emplee nunca la terminologfa de la plantear la pregunta: qué papel tiene la tradicin judfa en el nue- ~¥o sistema religioso determinado por el encuentro de Pablo con © Iesuctisto, el Hijo de Dios? La respuesta a esta pregunta la encon- | Lo importante por ahora es considerar que la perspectiva de la -conversién» no parece adecuada para interpretar, de manera co- _ herente, los fragmentos autobiogriticos de las cartas auténticas de Pablo, donde habla de su experiencia damascena. Esta imagen de Pablo se transforma sustancialmente en la Pri- | Mera carta a Timoteo, escrita por un discfpulo de Pablo a finales del siglo I: «Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirma- ~ ciGn: Cristo Jesis vino al mundo a salvar a los pecadores; y el pri- | ero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mi, el primero, manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habfan de creer en él para obtener vida eter- n INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO elocuente de la misericordia de Dios. Los antecedentes de este pro- ceso de idealizacién de la figura de Pablo podemos entreverlos en algunas frases diseminadas aqui y all4 en el epistolario auténtico, Pablo se presenta como «alguien que ha obienido misericordia» (1 Co7, 25; oft. 2Co 4, 1), Expresa su conciencia de haber sido cons- tituido «por gracia de Dios» apéstol de los gentiles (Rm 11, 13; 15, 16). De este modo, se vuelve comprensible que Pablo se convierta en «heraldo y apéstol ~digo la verdad, no miento-, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad» (1 Tm 2, 7:2 Tm 1, 11; Tt 1, 3; Ef 3, 1-2.8; 6, 20; Col 1, 23.25), entre sus discipulos y admiradores. 5. El «decimotercer apéstob>, testigo de Jestis resucitado Si bien el mismo Pablo alude al hecho de haber sido un encarni- zado perseguidor de la «Iglesia de Dios» ~cff. Ga 1, 13; 1 Co 15, 9 Fip 3, 6-, el autor de los Hechos de los apéstoles ha contribuido de tuna manera determinante a hacer familiar a imagen idealizada de Pablo. Lucas ha transcrito de una manera narrativa y dramatizada el acontecimiento de Damasco fijando de una vez por todas la ico- nografia de Pablo, transformado de acérrimo perseguidor de la Iglesia en intrépido anunciador y testigo de Jesucristo hasta los tl- timos confines de la tierra. El papel decisivo atribuido a Pablo en la ‘expansién del movimiento cristiano podemos deducirlo del hecho que aproximadamente tres cuartas partes del libro de los Hechos estén dedicados a su accién misionera, La historia lucana de Pablo comienza con el relato de su encuentro con el Sefior resucitado, re- petido una primera vez en la narracién que hace el mismo Pablo ante la muchedumbre de los judfos en Jerusalén y, después, por se~ ‘gunda vez, en presencia de Agripa y Berenice en Cesarea Mariti- ‘ma. El primer relato esta precedido de alguras informaciones que introducen la figura de Pablo en la historia del martirio de Esteban en Jerusalén (Heh 7, 58b; 8, 1). A Pablo, al que en esta primera parte de los Hechos se le Hama siempre «Saulo», se le atribuye la violenta persecuci6n que estall6 contra la Iglesia en Jerusalén con ocasién de la muerte de Esteban (Heh 8, 1.3). La experiencia de 0 CRISTIANO B asco estd situada sobre el fondo de esta primera persecucién nitra la Iglesia, “1 autor de los Hechos cuenta que Pablo va a Damasco con el n de perseguir también all{ «a los hombres y mujeres que segui- ana doctrina de Cristo» (Hch 9, 1-2). La devastadora accién de sblo contra los cristianos sirve de fondo a la manifestacién de Je- enel camino, ya cerea, de Damasco. Lucas proporciona un r0- i, envolvié a Pablo una luz venida del cielo, yy6 en tierra y oy6 una voz que le decia: «Saulo, Saulo, zpor qué persigues?» El pregunté: «;Quién eres, Sefior?» Y él: «Yo soy blo se levanta y, ayudado por sus compaiteros de viaje, dado jue habfa perdido la vista, fue conducido a la ciudad de Damasco, la casa de Judas. Aqui, después de tres dias de ayuno completo, yyiene a su encuentro Ananfas, un judeocristiano de Damasco, que Je impone las manos para hacerle recuperar la vista y bautizarle “(Heh 9, 7-19a). En los otros dos relatos de la misma experiencia, realizados _ por Pablo en primera persona, se tiende a reducir el papel de Ana- "fas hasta hacerle desaparecer del todo. En efecto, en el tercer re- lato Pablo recibe el cargo de «ministro y testigo» enviado a los _gentiles directamente por Jess. En el primer relato lucano, en cambio, es Ananas quien en nombre de Jestis debe decir a Pablo | cuales su nueva tarea: «liste me es un instrumento elegido para _ llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel» _ (Heh 9, 15). En la segunda edicién es atin Ananias quien revela a _ Pablo su destino de «testigo ante todos los hombres» y le invita a recibir el bautismo para lavarse de todos sus pecados (Hch 22, 14- 16). Después de este segundo relato, el autor presenta otra visi6n {enida por Pablo en el templo de Jerusalén, en ella Jestis resucita- do le anuncia su futura misién entre los pueblos (Heh 22, 17-21) La triple narracién lucana de la experiencia de Pablo en Da- 'masco se inspira en los relatos biblicos de las manifestaciones de PRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO Dios a los patriarcas y a los profetas. De ese modelo literario deri. van los elementos que acompafian a la aparicién de Jestis resucita do: la luz del cielo, el esquema del ditilogo, la reaceién de Pablo, El punto focal de la escena de la aparici6n lo constituye la revela- cci6n de Jesiis, que se identifica con los cristianos perseguidos por Pablo. El Sefior Jestis que se manifiesta a Pablo viene del mundo de Dios y le habla de una manera irresistible, Este aspecto lo pone de relieve la frase que acompafia a la interpelacién de Saulo en el terver relato: «Saulo, Saulo, ,por qué me persigues? Te es duro dar coces contra el aguijén» (ch 26, 14), Pablo sale transforma- do de este encuentro con Jestis. El perseguidor de los cristianos se convierte en testigo de Jestis resucitado ante el pueblo de Israel y ante los pueblos. 6. El encuentro de Pablo con Jesucristo El relato de los Hechos de los apéstoles confirma el papel deci- sivo del encuentro de Pablo con Jesiis resucitado en las cercanfas de Damasco. La reconstruccién que hace Lucas no afiade nuevos elementos respecto a lo que dice el mismo Pablo en sus cartas. La presencia de los compatieros de viaje, mencionada por Lucas, sirve para confirmar la experiencia de Pablo. Estos permanecen extra- jos a la visi6n o al difilogo entre Jestis y Pablo. En efecto, en el pri- mer relato se dice que los compafieros de Pablo «ofan la voz, pero no vefan a nadie» (Hch 9, 7). En el segundo se precisa que «vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba» (Hch 22, 9). Por Ultimo, en el tercero, Pablo dice que todos estaban envueltos por la luz del cielo y cayeron a tierra, pero slo él participé en el didlogo con Jestis (Hch 26, 13-14), Resumiendo, segtin Lucas, Pablo tuvo en el camino de Damasco una experiencia real de encuentro con Jestisresucitado a nivel personal y espiritual. De hecho, este acon- tecimiento no sélo le cambié interiormente, sino que le revel6 asi- mismo su nueva misién como testigo de Jesis resucitado. El relato lucano de la experiencia de Pablo en Damasco plan- tea algunos interrogantes: gen qué consistié el encuentro de Pablo con Jestis resucitado? {Fue algo comparable al de los once disci- ulos hist6ricos de Jestis? ,Conocié Pablo a Jestis antes de la resu- secién? {Qué relaci6n tuvo con los cristianos antes de su expe~ ia de Damasco? {Por qué los perseguia? ,Qué relacién exis- fen su modo de vivir y pensar la fe cristiana? "Sobre la base del epistolario paulino y de Jos Hechos de los oles no podemos afirmar que Pablo hubiera conocido direc ente a Jestis de Nazaret antes de su muerte en la cruz en Jeru- ién. El tinico texto en que Pablo alude a un eventual conoc’ “miento de Jestis excluye un encuentro personal. Asf es, en la “Segunda carta a los Corintios escribe lo siguiente: «Porque el “amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno muri por todos, fodos por tanto murieron. Y murié por todos, para que ya no vivan para sf los que viven, sino para aquel que murié y resucité por los. Asf que, en adelante, ya no conocemos a nadie segtin a car- he. si conocimos a Cristo segin la carne, ya no le conocemos _ &si. Por tanto, el que esté en Cristo, es una nueva creacién; pas6 lo © Viejo, todo es nuevo» (2 Co 5, 14-1 17). = Estas afirmaciones de Pablo forman parte de su didlogo episto- lar con Ios cristianos de Corinto, que han quedado impresionados __«esexterior y no del coraz6n» (2 Co 5, 12). También él podria ha- ‘cer valer su origen judio. Pero esto serfa «gloriarse> 0 «confiar en - | carne» (oft. Fip 3, 3-6). Pablo, en cambio, considera ahora ~ como superado este modo de ver las cosas porque él valora toda la _ Tealidad, incluidas las relaciones con las personas, desde otra pers- PPectiva, En efecto, todos los que reconocen en la fe a Jestis como __ el Cristo estén implicados en su dinamismo de amor, que se mani- _ fiesta y actia en su autoentrega en favor de todos en la muerte de _ ¢tuz, Por eso, ahora, unidos a é1 por medio de la fe, no se preocu- an ya de su propio prestigio personal basado en las relaciones so- Ciales 0 en los conocimientos humanos. Todo eso pertenece al pa- 16 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO, sado, a las «cosas viejas». El que ha sido injertado en Cristo me- diante la fe bautismal «es una criatura nueva». Y Pablo puede de- cir en el nuevo horizonte de la fe cristiana: «Y aunque hayamos conocido a Cristo segain la carne, ahora ya no le conocemos asi» (2.Co5, 16b). Este conocimiento de Cristo «segtin la carne» per- tenece a las cosas viejas que ya han pasado, Pablo tiene ahora otro conocimiento de Cristo, ese que le hace ser una «criatura nueva», porque le inserta en la realidad de la salvacién definitiva inaugura- da por la muerte y resurreccién. Dicho con otras palabras: el cono- cimiento de Cristo «segtin la carne» corresponde @ un conoc miento basado en criterios humanos que prescinden de la fe cristiana, en la que se reconoce y acoge la muerte de Cristo en la cruz como el acto supremo de amor que nos salva. En consecuen- cia, esta referencia de Pablo a su conocimiento anterior de Dios ««segtin la carne podrfa ser una alusién a su modo de considerar a Jess «mesfas» antes de la experiencia de Damasco. Desde una perspectiva religiosa judfa, Jess, que habia muerto en la cruz, s6lo podia ser considerado como un «maldito» por Dios, condena- do a la muerte de los pecadores (Ga 3, 13; 2 Co 5, 21). Sien un tiempo Pablo tuvo esta imagen de Jests, ahora ya no le conoce asi. {Habia ofdo Pablo hablar de Jesiis 0 le habia conocido indirec- tamente antes de su experiencia cristiana? No podemos excluit este conocimiento indirecto. Si compleis sus estudios en Jerusalén pudo ofr hablar de Jestis de Nazaret, condenado a morir en la cruz, a. comienzos de los afios treinta. Pablo habia ofdo hablar de Jestis y de su mensaje religioso a través de los cristianos con quienes en- {16 en contacto antes de su experiencia de Damasco. De otro modo no se explica su encarnizada persecucién contra la primera Iglesia. Sin embargo, todas las otras informaciones fragmentarias sobre Jestis y su mensaje que refiere Pablo en sus cartas le vienen de la tradicién cristiana, En efecto, 1o que Pablo dice sobre el ori- gen judo y davidico de Jests, la dtima cena y la muerte en Ia cruz, st ensefianza sobre el matrimonio y sobre el derecho de los. apéstoles a vivir de su propio trabajo, se formula e interpreta des- de la perspectiva de la fe cristiana. Resumiendo, el conocimiento que Pablo tenia de Jesucristo estaba ilumirado por su experiencia ha compartido Ia historia de Jestis desde el bautismo de shasta su ascensién al cielo puede convertirse en «testigo» au- mrizado de su resurreccién y, por consiguiente, formar parte del de los «doce apéstoles» (Hch 1, 21-22). Pero no es ése el de pensar de Pablo, que se considera apéstol de Jesucristo, legido por Dios para anunciar el evangelio de su Hijo. Pablo con- jdéra que es apéstol con todo derecho, porque Dios le ha revela- p14 su Hijo, porque ha visto a Jestis, el Sefior, y Cristo se le ha arecido como a los otros apéstoles. Sin embargo, a pesar de esta tra en competencia con los «doce», ni reivindica una paridad su papel. Distingue entre el grupo de los «doce», que depende Cefas, y los otros «apéstoles», y se toma a pecho mostrar que actividad apostélica se desarrolla en sintonfa con la tradicién w desemboca en ellos y en la Iglesia de Jerusalén. tido y en un activo propagador de la fe en Jesucristo, fue un en- niizado perseguidor de la «Iglesia de Dios». Pablo asocia casi "siempre en sus cartas la experiencia desconcertante de Damasco su militancia judfa anterior, que desembocé en la dura repre- j6n del movimiento cristiano. Aunque se considera un apéstol de Cristo plenamente autorizado para proclamar su evangelio a to- dos, no puede olvidar la experiencia traumética que mare6 para | siempre su vida espiritual. Si bien es verdad que Cristo resucitado S€ le aparecié como a Santiago y a los otros apéstoles, este hecho ho cancela su pasado. En efecto, su nacimiento a la fe cristiana no €stuvo precedido por una gestacién normal y su estatuto de apés- _ ‘ol lleva también los signos de este origen anémalo. Pablo lo dice 78 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO expresamente para hacer disipar las insinuaciones de sus adversa- rios, que tampoco faltan en Corinto: «¥ en dltimo término se me apareci6 tambign a mf, que soy como un aborto. Pues yo soy el dl- timo de los apéstoles: indigno del nombre de apéstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios» (1 Co 15, 8.9). En contraste con esta referencia explicitaa la persecucién de la Iglesia, Pablo declara que s6lo la «gracia de Dios» esté en el ori- gen de lo que él es y de lo que ha hecho como apéstol. Incluso en las Iglesias de Judea se recuerda su pasado ¢e perseguidor cuando se habla de su actividad actual de propagador de a fe cristiana, Sin embargo, este hecho es un motivo para reconocer la accién poderosa de Dios para con él (Ga 1, 22-24). Este vinculo entre la persecucién violenta de Pablo contra la Iglesia y su «conversiGn», seguida de una intensa actividad misionera, est4 documentado también en los Hechos de los apéstoles. Este doble y concorde testimonio sobre Pablo perseguidor y apéstol plantea la pregunta sobre las razones de su violenta persecucién anticristiana, Por otra parte, nos preguntamos si existe alguna relacién entre la accién de Pablo contra la Iglesia y su experiencia de Damasco. Pablo conecta, en su Carta a los Gaélatas, la persecucién contra la Iglesia con su compromiso en el judafsmo, caracterizado por el «celo» en la observancia de las tradiciones de los padres: «Pues habéis ofdo hablar de mi conducta anterior en el judafsmo, cudn encarnizadamente perseguia a la iglesia de Dios para destruirla, y cémo superaba en el judafsmo a muchos compatriotas de mi gene~ raci6n, aventajéndoles en el celo por las tradiciones de mis pa- dres» (Ga 1, 12-14). Pablo se presenta aqué como un radical o un extremista en su modo de vivir y practicar el «judaismo». Con este tiltimo término se designa no sGlo la pertenencia a la religién judfa, sino la observancia consciente y escrupulosa de los ritos y de las leyes que definen su estilo de vida respecto al medio de los no judios. Esto confirma la sintonfa de Pablo con la orientacién farisea, que propugnaba la observancia de muchas prescripciones legales, encaminadas originariamente al culto sacerdotal, incluso para los laicos comprometidos en los sectores més dispares de la vida social y piblica. “pxbLO CRISTIANO p Enel mismo texto aparece el término «zelorés», «zelota», para lcar el compromiso ferviente con la observancia de la ley o de ‘jas «tradiciones de los padres». No indica la pertenencia de Pablo “l movimiento poltico-revolucionario de los zelotas, sino un celo en laobservancia que puede Hegar incluso al recurso a la violencia ~ contra todos los que, con sus ideas o su estilo de vida, se opongan ila ley 0 las tradiciones judfas. No faltan, por otra parte, mode- Jos biblicos a los «celosos»: Pinjés, el profeta Elias, los hermanos “Macabeos, que combatieron incluso de manera violenta para de- fender Ia integridad de Ia fe judta. En consecuencia, Pablo, bajo el Jmpulso del celo por la ley judfa se convierte en perseguidor de la Iglesia. Lo dice de un modo abierto en la Carta a los Filipenses cuando recuerda su pasado de judfo: «En cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia» (Flp 3, 5c-6). Pablo aparece en el libro de los Hechos de los apéstoles, con un. papel todavia marginal, en la lapidacién de Esteban, que fue arrastra- do ante el sanedrin precisamente con la acusacién de amenazar el templo de Jerusalén y subvert la ley o «las costumbres transmitidas | por Moisés» (Hch 6, 12-14). A la muerte violenta de Esteban le si- gue una dura represin contra la Iglesia de Jerusalén. Ahora bien, de hecho, sdlo el grupo de los judeocristianos helenistas, de la linea de Esteban, fue obligado a abandonar la ciudad, mientras que el grupo de los «doce» se qued6 todavfa en erusalén (Hch 8, 1.14; 11, 19) Probablemente el grupo de los chelenistas»erael grupo ms inclina- do a una relativizacién de la ley a causa de su nueva fe en Cristo, y precisamente por eso se atraia lahostilidad de ls judios «celosos». Segtin el autor de los Hechos, una vez alejados los judeocristianos helenistas de Jerusalén, Pablo fue el promotor mis encarnizado dela persecucién contra este grupo incluso fuera de la ciudad. Se explica asf su bisqueda de autorizaciones para esa actividad por parte del sumo sacerdote y del sanedrin, aunque su autoridad no se extendia formalmente a la ciudad de Damasco (Hch 9, 1-2). Por lo dems, una vez convertido en cristiano y en propagan- a activo del evangelio de Jests, Pablo fue objeto de persecu- cin por parte judfa. En la Primera carta a la Iglesia de Tesalénica invita a los crstianos de la ciudad a no dejarse impresionar por la 80 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO hostilidad que encuentran en su medio, porque ésa es la suerte que espera a los que se hacen cristianos, como les sucedié a los prime- Tos conversos del judaismo: «Porque vosotros, hermanos, habéis seguido el ejemplo de las Iglesias de Dios que estén en Judea, en Cristo Jestis, pues también vosotros habéis sufrido de vuestros ccompatriotas las mismas cosas que ellos de parte de los judios; és- tos son los que dieron muerte al Seiior y a Jos profetas y los que nos han perseguido a nosotros» (1 Ts 2, 14-15b). Pablo dice, en la carta enviada a las Iglesias de Galacia, que los judfos perseguian a cuantos descuidaban o se oponfan a la préctica de la circuncisién, que es el signo de pertenencia al judafsmo y ‘comporta la observancia integra de la ley y de las tradiciones ju- dias. En el caso considerado por Pablo no se trata sélo de judios «liberales» que no circuncidan a sus hijos, sino de judeocristianos que no practican ya la ley judfa o no imponea Ja circuncisién a los 3s del mundo no judio. En la misma Carta a los Galatas| escribe Pablo que él no serfa objeto de persecucién si en su accién misionera entre los no judfos prescribiera la circuncisién. De he- cho, los judeocristianos que tienen miedo de la persecucién de los judios celosos imponen la circuncisién a los cristianos que no son jjudios (Ga 5, 11; 6, 12). Tal vez tengamos aqui un intento de denigrar las intenciones de Jos misioneros antagonistas a Pablo, pero también se toca un pro- ‘blema que caracteriza la historia de la Iglesia de los comienzos cristianos, La primera Iglesia nacié en el interior de la comunidad, que goza asimismo de un estatuto juridico reconocido en el dmbi- to de] Imperio romano. Pablo no renegé nunca de su fe y su perte- nencia judfa. Ahora bien, la fe en Cristo comporta un replantea- miento de la centralidad de la ley en las relaciones con Dios y, por consiguiente, su relativizacién. En efecto, Pablo dice expresamen- te que en la acogida 0 rechazo de la circuncisién esté en juego el «escandalo de la cruz de Cristo». Por otra parte, el celo en la con- servacién esmerada de la ley y de su prdctica sirve para la identi- dad y la comunidad judfa, que goza de un reconocimiento juridico en el dmbito de] Imperio romano. Las posiciones de los judeocris- tianos que, en nombre de su fe en Jesucristo crucificado, niegan el Ec Ende de persecucién, ‘Asu vez, el mismo Pablo, cuando se haga cristiano y propaga- © dor del evangelio entre los gentiles, seré acusado de impulsar a los judios de la diéspora a abandonar la ley de Moisés, a no circunci- = dar a sus hijos y a no seguir més las costumbres judfas (Hch 21, = 21). Pablo, tras su encuentro con Jestis resucitado, se pas6 a las fi- ~ jas de los cristianos, a los que habfa perseguido en un tiempo. Po- | demos presumir que su primer contacto con la experiencia cristia- | na tuvo lugar a través de los judeocristianos helenistas, que ‘consideraban superada la circuncisiGn y la practica integral de la | ley judfa, considerando la fe en Jesucristo como la tinica condi- | modos, el autor del libro de los Hechos presentan a Pablo en com- | pafifa de Bernabé en la comunidad de Antioquia, donde no se con- __sideraba la circuncisi6n como algo vinculante y, por consiguiente, como objeto de contienda por parte de otros judeocristianos de Je- susalén que eran més observantes (Hch 13, I; 15, 1). Pablo se pre- __senta, en la carta dirigida a las Iglesias de Galacia, como campeén _ de la Ifnea «liberal», incluso contra Bernabé y Cefas, que la ha- ban abandonado a rafz de las presiones ejercidas por otros miem- bros, que apelaban a la autoridad de Santiago (Ga 2, 13) De la conviccién de que Jesucristo es el mediador tinico y ex- ~ clusivo de Ia salvaci6n deriva también el compromiso de Pablo con el anuncio y con Ia difusién de la fe en Jesucristo entre los sriegos y los no judfos. Fue precisamente la misidn entre los gen- | de las prescripciones rituales judfas, to que hizo explotar los con- flictos latentes con el judafsmo implicados en la dindmica de la fe en Cristo. Segtin Lucas, fue precisamente el grupo de los cristia~ ‘nos helenistas, expulsados de Jerusalén tras la muerte de Esteban, el que Ilegé a Antioquia de Siria y anuncié el evangelio a os grie~ 80s (Hch 11, 20). Lo mismo hard Pablo inmediatamente después de su experiencia de Damasco, en la que Dios le hizo comprender Que Jesiis crucificado es «sti Hijo» (Ga 1, 15-17). 82 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO 8. Pablo y la Iglesia de Jerusalén Esta orientacién cristiana y misionera de Pablo le cre6 proble- ‘mas con el otro grupo cristiano de estricta observancia judia. A él pertenecfan también los «doce», encabezados por Cefas y, sobre todo, por Santiago, el «hermano del Sefior, que residfa en Jerusa- lén, En efecto, segiin el relato de los Hechos, tras la expulsi6n de Jos judeocristianos helenistas se quedaron en Jerusalén los «ap6s- toles» y los fieles cristianos que observaban la ley judfa. Pablo es- coge, por consiguiente, como campo para su primera accién mi- sionera a los no judfos de la regién de Siria, donde hay grupos de judeocristianos helenistas. Primero se dedica a proclamar el evan- gelio a los no judfos en los alrededores de Damasco y, més tarde, enel interior de la misma ciudad hasta que se ve obligado a aban- donarla a causa de un complot de los judios que intentan capturar- le, Pablo se refugia entonces en Antioqu‘a de Siria y después en ‘Tarso, su ciudad natal, que se encuentra en Cilicia (Ga 1, 17.21). Antes de Hegar a estas ciudades, Pablo una breve para- da en Jerusalén, donde se detiene quince dias como hnuésped de «Cefas» —Pedro-. Para evitar equivocos, Pablo se siente obligado a precisar que, ademas de aquella répida visita no tuvo otros con- tactos con el grupo de los «doce» o apéstoles, y que en aquella ocasién s6lo vio a «Santiago, el hermano del Sefior» (Ga 1, 18- 20). Pablo tiene una consideracién especial con Santiago, aunque éste no forma parte del grupo de los «doce», porque a é1 se le ha apatecido también Cristo resucitado como a los otros apéstoles (1 Co 15,7). Por otra parte, Santiago perteneze al circulo de los pa- rientes de Jestis que desarrollan una activiéad misionera con el ti tulo de «hermanos del Sefior» (1 Co 9, 5). Cuando Pedro, en vir- tud de las tensiones con las autoridades judas, se vea obligado a dejar la ciudad, Santiago se convertiré en el responsable de la Igle~ sia de Jerusalén. En calidad de tal serd el representante y portavoz de los judeocristianos fieles a las tradiciones judas. Catorce afios més tarde de la primera visita a Cefas surge una segunda ocasién para ir a visitar la Iglesia de Jerusalén, cuando Pablo decide presentar a los responsables de esa Iglesia el método iprueben su método, porque se da cuenta de que su accién mi iera quedaria vacia de valor y significado sin el reconocimiento __ Esta reconstruccién de las relaciones de Pablo con la primera glesia se basa, fundamentalmente, en su cartas, en particular en lo © cfr. 2 Co 11, 32-33). Inmediatamente después, se relata su primer ncuentro en Jerusalén con los «apSstoles» gracias a la mediaci6n ‘de Bernabé. Este era un judeocristiano originario de Chipre, por Consiguiente un helenista, pero que gozaba de ta estima de los ipsstolesm. Lucas da también la razén de la interrupcién de la bre- _ ve estancia de Pablo en Jerusalén: los judfos de lengua griega in- ~ tentaban matarle. De ahf que Pablo se viera obligado a dejar Jeru- salén y aleanzar por vfa maritima su ciudad, Tarso (Hch 9, 26-30). De esta especie de «estancia obligada» de Pablo en Tarso le saca Bernabé, que le hace trasladarse a Antioqufa, donde tomé par- teen la misidn de los judeocristianos helenistas salidos de Jerusa- Jén tras la muerte de Esteban. En Antioquia, y gracias a esta activi- dad misionera de los helenistas, surgié la primera comunidad a compuesta por hombres y mujeres procedentes de la gen- = llidad. Bernabé y Pablo trabajaron juntos en esta comunidad du- Tante todo un afio (Hch 11, 25-26). El autor de los Hechos recuerda _ &h ese mismo contexto una segunda visita de Pablo a Jerusalén en _ compafifa de Bernabé, a fin de llevar las ayudas recogidas en la co- ‘Mmunidad de Antioquia en favor de la Iglesia madre de Judea, que ca INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO sufrfa las consecuencias de la carestfa (Hch 11, 27-30). Pablo no ‘menciona nunca esta visita, incluso parece excluida por el tenor de la narraci6n de la Carta a los Galatas (Ga 1, 18-2, 1). Es probable que, en este caso, el autor de los Hechos antiipe la visita que Pablo realizard catorce afios después del primer encuentro con Cefas en JTerusalén y en la que se sell6 con «las columnas» el acuerdo sobre el método y el 4mbito de la misi6n cristiana. De ahi resulta la ima- gen de un Pablo todavia més ligado a la Iglesia de Jerusalén, 9, La asamblea de Jerusalén ~ Si prescindimos de este detalle, y de otros menores, no hay motivos para poner en duds la credibilidad de las informaciones del libro de los Hechos, que sitda la actividad de Pablo en el inte- rior de la comunidad cristiana de Antiogufa. Se cuenta también una primera misién de Pablo y Bernabé a Chipre y a la meseta de Anatolia. Se trata de una misién que parte de la Iglesia de Antio- quia y vuelve a ella (Heh 13-14). Fue en la Iglesia de Antioguté donde explots el problema de los criterios de admisi6n de los no Jjudfos en la comunidad cristiana: hay que imponerles la circunci si6n y las otras pricticas judfas? Pablo les explica de modo claro {que su préctica y la de su comunidad exclayen esta imposicién. Pero los misioneros judeocristianos antagonistas, Hlamados expre~ samente «falsos hermanos» (Ga 2, 4-5), ponen en tela de juicio esta libertad. De todos modos, el conflicto que surge asf requiere due sea tratado por lo que podrfamos considerar como una asam- Dlea de responsables eclesiales de Jerusalén, algo que hasta Pablo ‘ve necesario. Este iltimo trata el asunto de una manera difusa en el capitulo segundo de su Carta a los Galatas. Lucas, en cambio, lo ‘cuenta en el capitulo quinto de los Hechos de los apéstoles. Con- vviene seguir, primero, las dos narraciones por separado, para com- parar después sus puntos destacados. La asamblea de Jerusalén brinds la ocasi6n para la que, segtin Ja Carta a los Galatas, fue la segunda visita ce Pablo ata ciudad ju- dia, Se hizo acompaftar por Bemabé, que compartfa su estilo mi- sionero, y también Hevaba consigo a un griego convertido, Tito, 85 igo suyo y colaborador de confianza, Pablo tomé la decisién de "ca Jerusalén a rafz de una «revelacién» (Ga 1, 1-2a), Esta expre- ion paulina no excluye que hubiera tenido lugar en el marco de a celebracién de la comunidad de Antioquia. Dicho de otro odo, la decisién no corresponde exclusivamente a Pablo. De este jodo no habria contradiccién entre lo que dice Lucas y el relato de lo (Hch 15, 2). Pablo se preocupa de reunirse en Jerusalén con responsables de la Iglesia. Sin embargo, tiene que ajustar cuen- “as asimismo con la franja de los judeocristianos observantes, que 6lo estarfan dispuestos a recibir en la comunidad cristiana a los no judfos convertidos si éstos aceptaran hacerse circuncidar y practi- ear las prescripciones de la ley judfa, Este grupo presiona sobre los jefes para imponer su propia linea intransigente. Al final se llega a un acuerdo entre Pablo y los responsables de Ja Iglesia considerados como «las columnas» —Santiago, Cefas y ~ Juan- precisamente en la linea paulina, Los responsables recono- “cen que Pablo ha recibido de Dios la «gracia» de dedicarse al = anuncio del evangelio entre los no judfos, asf como Pedro entre ~ tos judfos. De este modo se establece una divisiGn de los dmbitos pretén de manos entre ambas partes sella la comunién eclesial (Ga 2, 6-9). A este acuerdo se afiade un apéndice que Pablo lleva buen cuidado en seftalar: «S6lo nos rogaron que nos acordéramos sumplir» (Ga 2, 10). Se trata de una colecta de fondos para los _ctistianos necesitados de Jerusalén y de Judea, que Pablo se com- _ prometié a organizar como signo de solidaridad y unidad entre los Cristianos y las iglesias de origen judfo y las procedentes de los _Rentiles y ias respectivas comunidades. En el relato lucano tenemos una auténtica «asamblea», com- | Puesta por los apéstoles, los «ancianos» y los cristianos —«los her- Manos» de la Iglesia de Jerusalén. Sus protagonistas son, por una _ Parte, Pablo y Bernabé, y, por otra, Pedro y Santiago. Toman la Palabra uno tras otro Pedro, Bernabé-Pablo, y Santiago. Pedro de- fiende la linea misionera de Pablo y Bernabé, y Santiago la acoge: INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO no hay que pedir la circuncisién a los hermanos procedentes del mundo no judo, Asf pues, hay acuerdo, sobre el resultado sustan- cial del encuentro, entre el relato lucano y loque escribe Pablo en la Carta a los Gélatas. Ahora bien, segiin el relato de Lucas, Santiago propuso hacer observar a los cristianos procedentes de los gentiles al menos cuatro de las normas rituales que los judios piden a cuan- tos abrazan el judafsmo: abstenerse del resto de las cares sacrifica das a los {dolos y vendidas en el mercado, de contraer matrimonio entre consanguineos, considerado como inzestuoso por la ley, de consumir carnes de animales no sactificados segtin el ritual judo, 0 sea, desangrados, y de la sangre de animales (Hch 15, 1-29). Se discute si esta propuesta debe ser unida a las decisiones de la asamblea de Jerusalén, o bien se hizo después y se aplicé en las comunidades donde los judeocristianos y los no judios converti- dos a la fe cristiana vivian juntos. Para algunos, esos preceptos se justifican en cuanto que pertenecen a la alianza de Noé, 0 sea, que fueron revelados ya por Dios a Noé y, por consiguiente, son vali- dos para todos los seres humanos (Gn 9, 1-7). En cambio, los pre~ ceptos revelados a Abrahdin y a su descendencia a través de Jacob valen s6lo para los israelitas. La circuncisién, dada a Abrahin y a sus descendientes, no forma parte de los preceptos dados a Noé impuestos a todos los pueblos. Sin embargo, si la asamblea de Je- rusalén hubiera promulgado las restricciones que se debfan impo- ner a los cristianos procedentes de la gentilidad, habria desmenti- do el alcance del acuerdo alcanzado previamente. Pablo dice con toda claridad en su Carta a los Galatas y a propé- sito del encuentro-asamblea de Jerusalén que, por parte de los res- ponsables 0 «columnas» ~menciona a Pedro y a Santiago—no se le impuso nada més (Ga 2, 6). En consecuencia, parece inverosimil que ese decreto tuviera su origen en la asamblea de Jerusalén, Se puede pensar que el autor de los Hechos colocé en ese contexto un documento promulgado en realidad més tarde por Santiago, y des- tinado a regular la vida de algunas comunidades mixtas, en las que un fuerte grupo judeocristiano se enfrentaba también con cristianos procedentes de los gentiles. Por lo dems, el acuerdo establecido en Jerusalén sobre la divisién de los campos de misién permite aracticar una disciplina diferente entre las comunidades de origen wulino y las que estaban bajo el influjo de Santiago. (0. Pablo y Pedro en Antioquia " Bneste marco se sitia la «controversia» o «incidente» de Antio- Gufa, que s6lo refiere Pablo en su Carta a los Gilatas inmediatamen- {e después del encuentro y el acuerdo de Jerusalén (Hch 2, 11-14). ice el apdstol: «Mas, cuando vino Cefas a Antioquia, me enfrenté n él cara a cara, porque era censurable». Este es el punto de vista de Pablo, El de Pedro no fo conocemos, porque en ningiin otro lugar ‘se habla del asunto. El acontecimiento, reconstruido por Pablo, se juce a esto, En un primer momento, Pedro compartfa la mesa con {os cristianos de origen no judfo en Antioqufa. Sin embargo, cuando legaron algunos judeocristianos, no se sabe muy bien si era gente ‘enyiada por Santiago o que invocaban su autoridad, Pedro empez6. | ano compartir la mesa con los cristianos procedentes de la gentili- © dad, y hasta Bernabé, que compartia la linea misionera de Pablo, ‘empez6 también a separarse de los cristianos no judios. Llegados a este punto, Pablo se enfrenta en asamblea piblica a Pedro echdndo- En efecto, en un primer momento, Pedro ‘no tenfa en cuenta las prescripciones judas sobre la pureza ritual, ‘que prevén la separaciGn de la mesa de los no judios, y, sin embar- = 20, mas tarde pone en tela de juicio con su gesto la libertad de los Cristianos con respecto a estas mismas prescripciones. Pablo no dice a los cristianos de Galacia en qué acabs aquel cho- © que. Para algunos autores no se puede extraer ninguna conclusién de "este silencio de Pablo, porque no habla de ello por la sencilla razén de que pasa a ocuparse de otras cuestiones més urgentes para las Iglesias de Galacia. Otros, en cambio, piensan que Pablo salié derro- tado, porque si hubiera salido vencedor sobre el cambio de compor- tamiento de Pedro y de los otros, incluido Bemabé, lo habria escrito, ‘Ya que era favorable a su posicién, a la que llama la «libertad y ver- dad del evangelion. Se supone que, después de este incidente, Pablo dej6 la comunidad cristiana de Antioquia para emprender una a Iisionera con otros colaboradores de una manera més amplia y au- a 88 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO tGnoma. Lo sugiere también el autor de Jos Hechos de los apéstoles cuando cuenta que Pablo se separé de Bemnabé y comenz6 con Silas ‘un nuevo Viaje misionero (Heh 15, 36-41). AL. Pablo «anistico» La experiencia de Damasco, que marca la entrada de Pablo en la Iglesia y proporciona el punto de partida de su compromiso mi- sionero, no es un acontecimiento que permanezca aislado. Pablo dice en su relato autobiogréfico ante los judios de Jerusalén que tuvo una visién del Sefior Jesis en la que le revel6 su destino futu- ro: «Habiendo vuelto a Jerusalén y estando en oracién en el Tem- plo, caf en éxtasis; y le vi aél que me decfa: “Date prisa y marcha inmediatamente de Jerusalén, pues no recibirén tu testimonio acerca de mi» (Hch 22, 17-18). En el marco de esta oracién en el templo evoca su fama de perseguidor y su implicacién en la muer- te de Esteban. El Sefior le dice entonces: «Marcha, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles» (Hch 22, 21), EI léxico de esta escena y su contenido reflejan la perspectiva del autor de los Hechos. Lucas refiere, efectivamente, otras expe- riencias de revelaci6n en las que el Seifor hace conocer directamen- te a Pablo su programa misionero y su destino futuro. En Corinto, después de un choque con la sinagoga local, Pablo tiene una visi6n por la noche en la que le dice el Sefior: «No tengas miedo, sigue ha- blando y no te calles; porque yo estoy contigo y nadie te atacaré para hacerte mal, porque tengo yo un pueblonumeroso en esta ciu- dad» (Hch 18, 9-10), Esta experiencia podemos aproximarla a la que tuvo en suefios en Tréade, donde Pablo ve a un macedonio ante él que le suplica: «Pasa a Macedonia y aytidanos» (Heh 16, 9). El autor de los Hechos de los apéstoles pretende mostrar a tra~ vés de estas visiones y revelaciones de Pablo que su misién est bajo la gufa y la proteccién de Dios. El iltimo testimonio de Pablo, en estado de arresto en Jerusalén y en Cesarea, también esta inspi- rado y apoyado por el Sefior, que se le aparece para confortarle indicarle cul va a ser su suerte: «jAnimo!, pues como has dado testimonio de mi en Jerusalén, asf debes darlo también en Roma» _pABLO CRISTIANO 9 | (Hich 23, 11). Incluso en la nave que le Heva a Roma junto con (otros prisioneros, el dngel de Dios hace saber a Pablo en medio de Se podrfa pensar que Lucas refiere estas visiones y revelacio- de Pablo del mismo modo que cuenta la vision de Esteban en _ Jerusalén y la de Pedro en Jope. Pero el mismo Pablo alude otras _ veces en sus cartas a experiencias de cardcter extético. Ademas de jo.que dice sobre la «revelaciém» de Damasco y sobre la que tuvo ‘pon ocasién de su segunda visita a Jerusalén, hay un fragmento © autobiografico impresionante referido en la Segunda carta a los | Corintios, donde Pablo dice que se ha visto obligado, en parte, a hablar de sus visiones y revelaciones porque los que desacreditan 3u Método apostélico y su estilo de vida en Corinto «se glorfan» "de sus propias experiencias carismticas. Pablo preferirfa gloriarse | de sus debilidades, a fin de que aparezca con toda claridad que toda la eficacia de su accién apostélica depende tnicamente del _poder del Sefior. Sin embargo, ya que los que se consideran «su- Perapéstoles» se apoyan en sus propias cualidades extaticas, pide -allos cristianos de Corinto que soporten un poco su discurso de loco, Tras haber hablado de su deshonrosa huida nocturna de Da- asco, escribe: «; Que hay que gloriarse? ~aunque no trae ningu- “na utilidad-; pues vendré a las visiones y revelaciones del Sefior. ‘Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce afios -si en el "cuerpo 0 fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe— fue arrebatado asta el terver cielo. Y sé que este hombre -en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe fue arrebatado all paraiso y oy6 _ Palabras inefables que el hombre no puede pronunciar. De ese tal ‘me gloriaré; pero en cuanto a mf, slo me gloriaré en mis flaque- 2as. Si pretendiera gloriarme no harfa el fatuo, dirfa la verdad. _ Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme de mf una ‘dea superior a lo que en mi ve u oye de mi» (2 Co 12, 1-6). El dis- "curso de Pablo sobre las visiones y revelaciones se inspira en los textos apocalipticos, donde se habla de «arrebatos», éxtasis y via- es celestiales. El protagonista de estas experiencias se esconde, en | Reneral, detris de un personaje biblico dotado de autoridad como 90 INTRODUCCION A LA LECTURA DE SAN PABLO Moisés, Elias, Daniel, Esdras. Pablo habla de si mismo como de «otro», porque sigue siendo fiel a su principio de que «el que se gloria, que se glorie en el Sefior» (2 Co 10, 17). El caracter repet tivo del pequefio «apocalipsis» de Pablo al estilo de los relatos po- pulares 0 de las cantinelas hace sospechar que hace una parodia de este tipo de historias, En todo caso, lo que é1 ha experimentado es verdad, aunque no se encuentre en condiciones de comunicar su contenido con el lenguaje humano. Por otra parte, Pablo afirma en Ja Primera carta a los Corintios que no es posible imaginar ni decir Jo que Dios ha preparado para los que le aman (1 Co 2,9-10). Con todo, Pablo se siente obligado al final a precisar su modo de ver las cosas. No quiere pasar por un personaje extraordinario que vive en contacto directo con el mundo divino, ni tampoco por un personaje esotérico, por un , las credenciales del verdadero apéstol se rest- men en «una paciencia a toda prueba» (2 Co 12, 12). Pablo ve en Jos «signos y prodigios» la accién de Dios, que obra por medio del Espiritu para confirmar su anuncio y el testimonio de su estilo de vida (Rm 15, 18-19; ofr. 1 Ts 1,5; 1 Co2, 4-5). Aprecia, en efecto, y valora asimismo las experiencias carismiticas. Sin embargo, no 91 se apoya en ellas para proponer el anuncio del evangelio y guiar a sus comunidades. A los cristianos de Corinto, que se sienten atrai- ¥s por los fendmenos carisméticos espectaculares, les dice Pablo que, gracias a Dios, é tiene también mas que todos ellos el don de hablar en lenguas», pero declara sin médias tintas: «en la asam- ea, prefiero decir cinco palabras con sentido, para instruir a los dems, que diez mil en lenguas» (1 Co 14, 18-19), | jEscorrecto hablar de un «Pablo mistico» sobre la base de es- “tos datos tomados del epistolario paulino? Si con este término se atiende una persona que vive de experiencias rligiosas extéticas, on lesuerst, a quien llama «mi Sefor. Esa relacin de Te, “ inaugurada por la experiencia de Damasco, madurada y ahondada «con Cri fe del Hijo de Dios que me amé y se entregé a sf mismo por mi» "(Ga 2, 20), En los tiltimos renglones aut6grafos de la misma Carta alos Galatas explica Pablo el significado de su identificacién es- Diritual con Jest crucificado. Sélo en Jesucristo crucificado en- “entra la razén de su propia confianza y seguridad, el criterio de “Su nuevo sistema de valores: «En cuanto a mf, ;Dios me libre de sloriarme si no es en la cruz de nuestro Seftor Jesucristo, por la ~ Cual el mundo es para mf un crucificado y yo un crucificado para I mundo!» (Ga 6, 14). Al final, lanza una especie de desafio a los ue le atacan por su opci6n exclusiva por Jesucristo crucificado: __ , como dice él mismo a los judios de Roma, porque de acuerdo con la esperanza mesidnica, anuncia que Jestis ha resu- citado de entre los muertos (Hch 28, 20; eff. 26, 6-7). PABLO APOSTOL Y PASTOR 3 El autor de los Hechos sabe que Pablo ha muerto en Roma por intervencién de la autoridad romana, Sin embargo, no dice nada de esta condena romana de Pablo. Su traslado a Roma depende ‘inicamente de su apelaci6n al tribunal del emperador. Esto presu- pone una condena precedente por parte del gobernador Porci Festo en Cesarea, Ahora bien, el autor de los Hechos también guarda silencio en este punto. No entra en su perspectiva la docu- mentacién del proceso y de la condena romana de Pablo. El predi- cador del evangelio debe ir a Roma para dar el testimonio supre~ mo de Jestis (Hch 19, 21; 23, 11; 27, 24). Ahora, con la llegada de Pablo a Roma y su anuncio en la capital del Imperio, Lucas puede cerrar su segundo libro, porque ya ha completado el programa que 1raz6 el Jestis resucitado a los disefpulos: dar testimonio de él con Ja fuerza del Espiritu desde Jerusalén hasta los tiltimos confines de la tierra (Heh I, 8). Tanto el autor de los Hechos como los de tas cartas de la tradi- cién paulina presuponen el martirio de Pablo en Roma. El apéstol de los gentiles no volverd més a las regiones de su primera evan- gelizacién. También él, como Jesiis, ha sido entregado a los genti- les por los judjos para ser condenado injustamente (Hch 19, 21; 20, 23-25; 21, 11). Con el encarcelamiento romano de Pablo con- cluye su carrera y su batalla para proclamar y dar testimonio del evangelio (2 Tm 4, 6-8). La tradicién romana sobre el martirio de Pablo esté atestiguada por la primera Carta de Clemente alos co- rintios. El obispo de Roma escribe lo siguiente a finales del siglo I: «Por raz6n de celos y contiendas Pablo, con su ejemplo, sefial6 el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el Occidente, gané el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseffado justicia a todo el mundo y al- canzado los extremos més distantes del Occidente; y cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes, partié del mundo y fue al lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de resisten- cia paciente» (Clemente, Primera a los Corintios, V, 5-1). El texto de Clemente es una homilia dirigida a recomendar a los cristianos de Corinto los ejemplos biblicos de la paciencia humilde y de la

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